viernes, 15 de abril de 2016

Lewis: Un inglés suelto en la Patagonia

El lago alambrado, la increíble historia del paraíso perdido

El magnate Joseph Lewis construyó una mansión, en la que se alojó Macri durante el feriado de Semana Santa, y cercó la orilla de este lugar único. El misterio de sus temidos ex dueños y las fastuosas fiestas para niños que da el británico. Los reclamos de los vecinos.



Lago Escondido. La mansión de Lewis, el único que puede admirar libremente un paisaje de todos. DPA

Gonzalo Sánchez - Clarín


Todo comenzó a mediados de los ‘90, cuando el boom de la Patagonia se insinuaba pero aún no había estallado. Era una tierra virgen y maravillosa, pero todavía alejada de las cámaras que montó sobre ella el kirchnerismo en los años posteriores de cordero con malbec. Carlos Menem invitaba a que todo el que quisiera su campo en la Argentina se viniera al Sur “porque acá lo que sobra es tierra”, decía el riojano. Ya habían llegado los Benetton, que todavía son, según datos oficiales, los mayores propietarios privados de hectáreas del país. También se había afincado el magnate de medios Ted Turner, movilizado por el deseo de capturar la trucha perfecta en Villa Traful. Y un operador inmobiliario descendiente de holandeses, Nicolás Van Ditmar, dio con el inversor soñado: Joseph Lewis, un inglés que buscaba el paraíso.

El amigo inesperado del presidente Macri era, y sigue siendo, la sexta fortuna del Reino Unido. Titular del Grupo Tavistock, posee negocios de todas las gamas: desde desarrollos de Real Estate en Bahamas, Jamaica, Bulgaria y México, hasta restaurantes, campos de golf y laboratorios en los Estados Unidos, pasando por emprendimientos agropecuarios y de manufactura en Rusia, Polonia y Australia, financieras y licencias de marcas en Europa. Además, es el dueño del club Tottenham Hotspur de Inglaterra y posee en la Argentina, a través del holding Pampa Energía, el mayor paquete accionario de Edenor. Lewis contaba con recursos para lo que fuera. En el país no había todavía una ley de tierras que limitara la extranjerización de naturaleza (recién la hubo en 2011, pero sobran alertas sobre su debilidad). Y la cosa era simple: poniendo plata, se podía comprar lo que fuera. Hasta la tierra fiscal. El magnate pensó en Salta y Misiones por amigos que ya habían comprado, pero Van Ditmar lo llevó a la Patagonia y se disiparon las dudas. El inglés se conmovió, quizás como le pasó a Barack Obama días atrás. Preguntó dónde podía comprar. Van Ditmar tenía la respuesta.

A 30 kilómetros de El Bolsón, entre paisajes olvidados y mapuches despojados, existía una familia, los Montero. Doce hermanos que ocupaban desde siempre un paraíso fiscal de 11 mil hectáreas alrededor de un espejo de agua entre montañas: el Lago Escondido. Los Montero no contaban con títulos de propiedad. Pero sí con el derecho de iniciar un juicio contra el Estado para ser reconocidos como dueños. Sin embargo, se la tenían jurada entre ellos. Más que asentarse, buscaban disgregarse. A la mujer de uno, la acusaban de brujería, de otro se decía que debía varias muertes. Los voceros de Lewis sostienen que a la zona del lago casi nadie entraba porque aquel que lo intentara podía ser desplumado por algún Montero. Y que el Escondido obtuvo notoriedad recién cuando el “Tío Joe” compró todas las hectáreas que lo rodean y comenzó a edificar su mansión inclasificable. A los Montero los hicieron titularizar y luego les compraron por 12 millones de dólares. A uno se le permitió seguir viviendo dentro de los límites de la finca, como puestero. A otros les dieron departamentos en Bariloche y plata. Se instalaron alambrados, se abrió un camino para que invitados y empleados llegaran por tierra y se colocó una garita de seguridad en el comienzo de ese camino para determinar quién pasa y quién no.

Nicolás Van Ditmar hijo fue nombrado administrador de Hidden Lake S.A. Hoy posee el 1% de las acciones de la compañía. Lewis el 99% restante. En varias oportunidades, cuando surgieron denuncias contra el inglés por ocupar una zona de seguridad de frontera, algo prohibido por ley, la respuesta de sus abogados fue que Hidden Lake es una sociedad anónima radicada en el país y con accionistas argentinos. Nicolás, hombre de carácter, también reconoció ser dueño de la estancia Bahía Dorada, sobre la costa atlántica, casi el límite entre Río Negro y Chubut. Allí existe una pista de aterrizaje igual que la de Aeroparque. En 2011, se denunció que desde ahí se hacían vuelos a Malvinas. No pudo ser probado. Su perímetro está delimitado: más garitas, alambrados, carteles de prohibido pasar, cercos para los que intentan husmear desde la playa. En el año 2014, durante un pico de protestas por el impedimento férreo de acceder al lago, Van Ditmar expresó: “Vamos a defender la propiedad privada con el Winchester en la cintura, con sangre si hace falta”.

Macondo el Sur. Los años siguientes al desembarco, fueron de consolidación como vecino. La construcción del reino de Lewis: fantasía consumada. El establecimiento Lago Escondido se convirtió en el mayor empleador de El Bolsón y tendió puentes con todos los niveles del poder. No existe prácticamente ningún gobernador de Río Negro que no haya pasado por el lago para comer un asado. Saiz, Soria, Weretilneck, todos reconocieron haber tenido encuentros con el magnate. Entre 2003 y 2009, jugó un fuerte rol como apoderada de Lewis la doctora Dalila Pinacho, militante PRO nombrada la semana pasada directora de Radio Nacional Neuquén. También se dice que muchas veces llegaron celebridades en vuelos privados para participar de banquetes pantagruélicos. Se habló de Messi, de Arjona, de alguno de los Stones. De políticos de la talla de Scioli.Pero más allá de eso, Lewis se convirtió en un benefactor. Movido, según confesó a este cronista, por un altruismo desinteresado, donó ambulancias, materiales para escuelas, colchones. Costeó estudios médicos de pobladores, financió viajes educativos para jóvenes de la región. Construyó un centro recreativo llamado All About Kids, en donde, entre otras cosas, se enseña inglés a los niños de la comarca andina.

La Patagonia pintada de Macondo. Cada vez que el vecino llega, entre diciembre y marzo, la mansión abre las puertas a sus invitados para celebrarlo. Se contratan combis que salen a buscar niños de orfanatos y parajes cercanos y los traen a la finca para pasar el día. Se organizan torneos de fútbol, pruebas de destreza física. Los adultos compiten por la Copa Lago Escondido. Este cronista participó de una de esas fiestas. Había una fila de 40 corderos crucificados, hombres con atuendo típicos controlando su cocción, mapuches jugando a la taba, niños corriendo por aquí y allá, intendentes, ex intendentes, Lewis a caballo. Llegó el momento de la entrega de premios y Nicolás Van Ditmar, micrófono en mano, dijo: “El primer premio, para los más chicos … viajes en helicóptero”.

Abundan las anécdotas, pero el modelo de felicidad Neverland promovido por Lewis, sin embargo, no sirvió para acallar las protestas por el acceso al lago de un sector de la población de Bariloche y El Bolsón. Y ese conflicto creció en la Justicia como una bola de nieve (Ver “La larga pelea...”).

Hola Macri. El caso permanecía encriptado en la Patagonia. Pero Macri decidió pasar las Pascuas post Obama en ese paraíso sin inocencia y la historia del lago prohibido regresó. ¿De dónde se conocen Macri y Lewis? “Son amigos desde hace 11 años y Macri ha venido de visita en diferentes oportunidades”, declaró Van Ditmar. Clarín intentó saber más, pero ni el capataz ni el Gobierno quisieron profundizar. Fue esta semana y para ese momento, legisladores del Frente Para la Victoria ya habían presentado una denuncia por dádivas contra Macri en la Oficina Anticorrupción pretendiendo equiparar el caso con las mismas denuncias que pesan sobre el ex vicepresidente Amado Boudou. Van Ditmar debió salir a aclarar por radio que el helicóptero fue contratado. No dijo por quién. “Tenemos una empresa de aviación y hacemos trabajos en toda la zona. No es un helicóptero privado del señor Lewis. Hemos volado para la ex presidenta Kirchner en 2013 y para YPF. Un servicio de este tipo cuesta 5.000 dólares la hora en cualquier lugar del mundo. El servicio se facturó, pero no a Presidencia”, dijo el administrador, y cerró: “Nosotros no llegamos ayer, somos 130 empleados y hace 20 años que estamos acá”. Es cierto: dos décadas en las que no han pasado indiferentes.

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