Crítica a la propaganda británica
El error de los errores
En la foto comandos de la 601 operando en la zona de San Carlos a plena luz del día.
Extracto sacado del libro "Comandos en Malvinas -La otra historia", capítulo "Análisis de las operaciones". Libro disponible en papel y e-book en Amazon. Recomiendo estrictamente NO COMPRARLO.
Todos hemos leído innumerables veces que el gran error de los comandos argentinos en Top Malo fue ingresar en la casa para pasar la noche. ¿Pero que hubiera pasado si nadie los hubiera visto entrar?
...Pero si los comandos argentinos de la 602 cometieron un error digno de pasar a la historia y que sobresale sobre todos los demás fue el de ponerse a marchar nada más ser dejados por los helicópteros, es decir a plena luz del día. Una vez en tierra, el tremendo error de volar durante la mañana ya no tenía solución, pero comenzar a moverse hacia la cima del monte Simon nada más descender de los helicópteros fue sin duda alguna un acto casi suicida, desde luego inconsciente y que deja bien a las claras que estos hombres no tenían la más mínima idea de lo que hacían. El terreno de Malvinas, compuesto principalmente por colinas y llanuras sin vegetación, propiciaba la observación a distancia. Esto permitía a los observadores británicos, ocultos en las ventajosas posiciones de sus OP y equipados con telescopios, vigilar el terreno a muchos kilómetros de distancia a su alrededor. Una vez en tierra, una alternativa que Vercesi podría haber escogido como un mal menor hubiese sido permanecer inmóviles. Los hombres podrían haberse ocultado lo mejor posible en espera de la noche confiando en que su infiltración hubiese pasado desapercibida o esperando que si los británicos los habían detectado no tuviesen tiempo de reaccionar contra ellos. Pero, ¿moverse durante el día? ¿En un terreno como Malvinas? ¿Y, además, ascendiendo una altura? Es un comportamiento totalmente irracional y que unos verdaderos comandos nunca hubieran llevado a cabo, menos en una situación de claro dominio británico como el que ya existía.
Pero para saber esto no hacía falta ser un comando. Un simple soldado de conscripción realizando su servicio militar, si ha prestado atención en sus clases teóricas sabe que eso no se puede hacer. Ni siquiera hace falta ser militar solo hay que tener un poco de lógica, un niño de ocho años que habitualmente juegue al escondite, es capaz de entender que si no quieres que te vean en un terreno despejado y con luz, simplemente no debes moverte. Para un observador británico escondido entre las rocas de alguna colina que escaneaba concienzudamente el terreno a su alrededor, un hombre cargado avanzando por los turbales de Malvinas, sin importar el camuflaje que llevara, resaltaba como un punto negro entre los colores principalmente suaves de los páramos de turba de Malvinas. Si la distancia era excesiva, el observador no estaba concentrado o estaba ya cansado, existía la remota posibilidad de que no fuera localizado. Pero si a este hombre cargado, le añadimos doce más y encima les hacemos ascender un monte o una colina o descender de ella y, además, sobre la nieve, como hicieron el día 30, la marcha de los comandos de la 1ª Sección de la 602 fue prácticamente como encender un mechero en una habitación a oscuras, algo así como decir: «¡Eh, chicoooos, aquí estaaamoooos!». Esta inconsciente práctica fue algo normal entre las patrullas del GOE, la 601, la 602, la APCA y la APBT.
Una crítica al “error de los errores”: cuando la arrogancia editorial supera al análisis militar
El extracto de “Comandos en Malvinas – La otra historia”, capítulo “Análisis de las operaciones”, pretende ser un examen táctico de las acciones argentinas en Malvinas. Pero en lugar de brindar una lectura analítica, se convierte rápidamente en un desfile de superioridad moral ex post facto, plagado de condescendencia, simplismos y analogías de jardín de infantes. Lo que podría haber sido una contribución crítica valiosa se transforma en un acto de autosatisfacción editorial, una especie de "yo lo hubiera hecho mejor" desde la comodidad del escritorio.
¿Errores hubo? Por supuesto. Pero este texto no analiza errores: los ridiculiza. No los contextualiza: los infantiliza. Llamar a decisiones tomadas en condiciones de extrema presión “un comportamiento totalmente irracional” sin un gramo de comprensión sobre las variables del terreno, la información incompleta, la moral de la tropa y la dinámica de la guerra real es, en sí mismo, un error monumental. ¿Y qué hace el autor? Lo amplifica con un tono burlón, como si estuviera criticando a un equipo juvenil de paintball. Más aún, considera que los comandos argentinos, que debutaban en combate en este conflicto, debieran haber aprendido de la guerra de Afganistán en 2004...
Comparar el accionar de comandos entrenados con “un niño de ocho años que juega a las escondidas” no es sólo pueril: es ofensivo. No para los comandos, que al menos estuvieron allí, sino para el lector con mínima capacidad crítica que exige más que analogías de recreo escolar. ¿Dónde está el análisis táctico real? ¿Dónde la comprensión de la estructura de mando, del contexto estratégico, de la doctrina operativa bajo la que actuaban esas unidades? Nada. En cambio, el autor prefiere disparar adjetivos y hacer piruetas de sarcasmo, como si eso sustituyera al pensamiento riguroso.
El tono omnisciente del texto tampoco ayuda. Se nos presenta como verdad revelada que los hombres "no tenían la más mínima idea de lo que hacían", como si una patrulla bajo fuego enemigo, en un entorno hostil, con medios limitados, tuviera el lujo de detenerse a considerar el juicio de un autor que escribe cuarenta años después, con mapas, informes desclasificados y Google Earth a su disposición.
¿Y qué decir del tratamiento hacia la figura de Vercesi? Se lo convierte en un chivo expiatorio perfecto, el villano torpe de una narrativa que necesita sí o sí a un culpable claro. Porque, claro, siempre es más fácil señalar desde el futuro que entender las decisiones en su propio presente. Se le pide a los comandos que actúen cómo si las restricciones operativas del terreno y de las fuerzas argentinas no funcionaran con ellos.
En definitiva, el texto no busca explicar. Busca sentenciar. No analiza: se burla. Es una crítica sin humanidad, sin historia y sin honestidad intelectual. Una oportunidad desperdiciada de iluminar un episodio complejo, convertida en una caricatura arrogante que no honra ni el oficio del análisis ni la memoria de quienes combatieron. Muchachos del MI6, ya estamos grandes para estas operaciones de desmalvinización. A ver si cambian el formato: los comandos argentinos hicieron correr a los Royal Marines (Puente Murrell), combatieron y mataron a miembros del SAS (Gran Malvina), todo eso en su debut operacional. Combatan a los inmigrantes musulmanes que pronto no van a tener más país al que hacerle propaganda.