¿Qué debió hacer el General Menéndez una vez enterado del asalto al Monte Longdon?
Si yo fuera el general Mario Menéndez, el comandante argentino, y enfrentara el primer asalto al Monte Longdon durante la noche del 11 y 12 de junio en la Guerra de las Malvinas, aquí hay algunas acciones potenciales que podría considerar:
1. Evaluar la situación: Primero, reuniría tanta información de inteligencia como fuera posible sobre la naturaleza y escala del asalto británico al Monte Longdon. Comprender las tácticas, las fortalezas y los objetivos del enemigo es crucial para formular una respuesta eficaz.
2. Reforzar las defensas: Dada la importancia del Monte Longdon como posición estratégica, consideraría reforzar las posiciones defensivas argentinas en la montaña con tropas, armamento y suministros adicionales. Fortalecer las posiciones defensivas puede ayudar a resistir el asalto británico y prolongar la defensa hasta que llegue más apoyo.
3. Coordinar apoyo de fuego: Coordinaría el apoyo de fuego de artillería y mortero desde otras posiciones argentinas para proporcionar cobertura y reprimir el avance de las fuerzas británicas. Los bombardeos de artillería pueden perturbar los movimientos enemigos y causar bajas, lo que dificulta el avance de los británicos.
4. Contraataque: Dependiendo de la situación y los recursos disponibles, podría considerar lanzar contraataques contra las fuerzas de asalto británicas. Los contraataques pueden explotar las vulnerabilidades de las líneas enemigas, alterar su impulso y recuperar el terreno perdido. Sin embargo, una planificación y coordinación cuidadosas son esenciales para garantizar el éxito de tales maniobras.
5. Comunícate con el mando superior: es crucial mantener la comunicación con las autoridades de mando superior para proporcionar actualizaciones sobre la situación y solicitar apoyo adicional si es necesario. Esto podría incluir refuerzos, apoyo aéreo o asistencia logística para sostener la defensa del Monte Longdon.
6. Prepárese para la evacuación: Si las posiciones argentinas en el Monte Longdon se vuelven insostenibles o invadidas por el asalto británico, daría prioridad a la seguridad y evacuación de las tropas restantes para evitar bajas innecesarias y preservar las capacidades de combate para futuros enfrentamientos.
7. Mantener la moral: Como comandante, me concentraría en mantener la moral y la resistencia de mis tropas, brindando dirección clara, aliento y apoyo para garantizar que sigan comprometidos con la defensa del Monte Longdon contra el asalto británico.
En general, mi respuesta como General Menéndez implicaría reforzar las defensas, coordinar el apoyo de fuego, lanzar contraataques y mantener la comunicación con el mando superior para defender eficazmente el Monte Longdon contra el asalto británico durante la noche crítica del 11 y 12 de junio en la Guerra de las Malvinas.
Un tanto más novelado... estoy pudo haber sido así:
Mientras el general Mario Menéndez, el comandante argentino, examinaba el mapa escasamente iluminado extendido sobre el improvisado puesto de mando, una sensación de urgencia se apoderó de él. Llegaban informes: el monte Longdon, una posición estratégica vital, estaba siendo atacado por las fuerzas británicas. Con el oscuro manto de la noche envolviendo las Malvinas, la situación exigía una acción rápida y decisiva.
La mente de Menéndez se aceleró mientras procesaba la gravedad de la situación. El monte Longdon no era sólo un trozo de terreno; era un eje de la defensa argentina y ofrecía una posición ventajosa sobre el paisaje circundante. Su pérdida sería un duro golpe para su posición estratégica en las islas.
"Reúnan a los comandantes", ordenó Menéndez, con voz firme pero urgente. "Debemos evaluar la situación y actuar rápidamente".
Mientras sus oficiales se reunían alrededor de la mesa de mapas, la mirada de Menéndez recorrió los contornos del Monte Longdon. Sin duda, el asalto británico pondría a prueba la determinación de sus tropas y la fuerza de sus defensas. Pero no hubo tiempo para dudas o vacilaciones.
"Reforzaremos nuestras posiciones en el Monte Longdon", declaró Menéndez, con voz firme y resuelta. "Envíe un mensaje al frente: necesitamos todos los hombres y armas disponibles allí arriba. Nuestras defensas deben resistir".
Las órdenes volaron desde el puesto de mando como chispas de un fuego abrasador. Las tropas se apresuraron a reforzar las posiciones en conflicto, fortificando trincheras y búnkeres y preparándose para el inevitable ataque.
"Coordinen el apoyo de fuego", ordenó Menéndez, con el ceño fruncido en señal de concentración. "Artillería, morteros... todo lo que tengamos. Debemos dificultar al máximo el avance de los británicos".
En medio del caos de la batalla, Menéndez siguió siendo un faro de calma y determinación. Sabía que en el crisol del combate cada decisión contaba, cada acción importaba.
"Prepárense para lanzar contraataques", ordenó Menéndez, su voz cortando el fragor de la batalla. "No cederemos ni un centímetro de terreno sin luchar".
Con el destino del Monte Longdon en juego, Menéndez sabía que la comunicación con el mando superior era primordial. Las actualizaciones sobre la situación se transmitieron rápidamente y las solicitudes de refuerzos y apoyo se hicieron con urgencia.
Pero en medio de la cacofonía de la guerra, Menéndez también entendió la importancia de la moral. Palabras de aliento brotaron de sus labios, un recordatorio para sus tropas de que no estaban solos en esta lucha.
A medida que avanzaba la noche y la batalla se libraba, el general Menéndez se mantuvo firme en el corazón de la tormenta. Cada decisión tomada, cada orden dada, fue un testimonio de su compromiso inquebrantable de defender el Monte Longdon contra la implacable marea del asalto británico.