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miércoles, 2 de abril de 2025

La gesta de Malvinas para nunca más ignorar nuestra historia

 

Gesta de Malvinas: ¿Cinismo o ignorancia?

No pasa una semana sin que uno tenga que asombrarse de la liviandad con que funcionarios y políticos argentinos, de toda laya, afiliación y jerarquía, actuan en temas referidos a nuestra soberanía sobre las Islas Malvinas. ¿Cinismo o ignorancia? Siendo benévolos y pensando en la segunda variante ¿será que se cumple aquella máxima de que uno no puede amar lo que no conoce? ¿Y que dichos funcionarios y políticos necesitan un breve curso sobre lo que fue nuestra noble y justa guerra del 82? ¿Algo así, quizá, los pueda conmover y empuje a reconsiderar?

LA RECUPERACION

La recuperación de las Islas Malvinas se llevó a cabo de manera incruenta para las tropas británicas en el llamado Operativo Rosario, aunque la misma le costó la vida al capitán Pedro Giachino, el primer héroe de la Gesta, quien a pesar de estar mortalmente herido hizo rendir al gobernador Rex Hunt.

A todas luces la Junta Militar había caído en la trampa, tendida por Gran Bretaña con ayuda del Pentágono, de que podía hacer una suerte de “toco y me voy” para después sentarse a negociar. Lejos de eso, la intención de la primera ministra Margaret Thatcher era provocar a la Argentina para tener un “casus belli” que sirviera de justificación a una nueva invasión británica y al establecimiento de la Fortaleza Falklands en el archipiélago.

Hay que recordar que en 1982 la OTAN ya no tenía ninguna base militar en el Atlántico Sur, que pudiera servir de contrapeso a la creciente presencia de la flota soviética en esas aguas, y necesitaba asegurarse a futuro la explotación de petróleo en la zona, el control del cruce interoceánico y sobre todo la proyección a la Antártida, último gran reservorio de minerales y agua dulce del planeta.

La Junta Militar nunca había pensado en ir a una guerra contra la OTAN pero, como intento de disuasión, ante la zarpada de una poderosa flota británica, comenzó a enviar tropas a las islas -con armamento incompleto- a la espera de que las Naciones Unidas pararan el conflicto bélico. Durante todo el mes de abril se montó un impresionante puente aéreo entre el continente y el archipiélago, que se ha llegado a comparar por su magnitud con el puente aéreo de los Aliados a Berlín, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial.

EL 1° DE MAYO

Tras establecer un cerco en torno a las islas, la aviación británica atacó la Base Aérea Malvinas, bombardeándola con bombas de mil libras y bombas de fragmentación tipo Beluga en la madrugada del 1° de mayo, con aviones Vulcan y Sea Harrier. La eficaz respuesta de la artillería antiaérea consiguió derribar varias de esas máquinas, evitando así que quedara fuera de servicio el aeropuerto. De hecho, a pesar de que la pista fue el blanco principal de los británicos, que durante todo el conflicto estuvieron bombardeándola hasta tres y cuatro veces por día, nunca lograron su objetivo. Siguió operativa hasta el último día del conflicto, permitiendo que aterrizaran en ella los aviones Hércules de la Fuerza Aérea y los Fokker de la Armada, trayendo abastecimiento y armamento y evacuando heridos.

Ese día 1° de mayo la Fuerza Aérea atacó a las fragatas británicas, causándoles daños y también se enfrascó en las llamadas “peleas de perro” con los aviones Harrier británicos, muy superiores en tecnología y armamento, ya que los Estados Unidos los habían provisto con los misiles Sidewinder L, de última generación. A propósito, el entonces Secretario de Marina de los Estados Unidos, John Lehman declaró que sin esos misiles el Reino Unido habría perdido la guerra.

La Argentina contaba con cinco aviones ultramodernos, los Super Etendard, con sus respectivos misiles Exocet, pero la mayoría de los aviones de la Fuerza Aérea eran de la década del 50, los Skyhawk A4. Sin embargo, sus pilotos, conocidos como los Halcones, suplieron esos 30 años de diferencia en tecnología con pericia, coraje y mística religiosa, diezmando a la flota del Reino Unido. Sorprendido, el jefe de la Task Force, almirante Sandy Woodward, anotaba en su diario (que luego fue editado como libro bajo el título ‘Los cien días’): “Si me preguntan quienes están ganando la guerra, nosotros ciertamente no somos”. Y en otro pasaje comenta que le quedan solamente tres buques operativos (había zarpado de Gran Bretaña con más de cien unidades, entre buques de guerra y logísticos).

Finalmente, el día 13 de junio, después de enumerar todas las bajas que los Halcones le habían causado a la flota, escribe: “Si los argentinos pudieran soplarnos, nos caemos”. Y justamente el 13 de junio el general Menéndez, jefe de la Guarnición Malvinas y gobernador militar, decide rendirse, tras mostrar durante todo el conflicto una asombrosa pasividad. Lo hace cuando a los británicos ya se les estaban acabando los pertrechos, por cuanto un avión Super Etendard de la Armada Argentina les había hundido el portacontenedores militar Atlantic Conveyor.

Después de la guerra se publicó un “paper” de la Inteligencia británica donde se habla del “factor Genta” en la guerra de Malvinas. Allí se explica que los cadetes de la Escuela de Aviación Militar habían sido formados en las enseñanzas de este filósofo nacionalista católico, asesinado por la guerrilla marxista en 1974, que los había imbuido de la mística que les permitió tener un desempeño tan eficaz en el conflicto.

HUNDIMIENTO DEL BELGRANO

La embajadora de los EE.UU. en la ONU, Jeanne Kirkpatrick, estaba haciendo denodados esfuerzos en conjunto con el presidente del Perú y el Secretario General de la entidad, para detener la guerra, y prácticamente se estaba por acordar un cese de fuego, pero a fin de frustrarlo y continuar con la guerra, Margaret Thatcher ordenó hundir el crucero General Belgrano, que estaba navegando de regreso al continente. Ya no habría marcha atrás.

Tras el hundimiento del Belgrano, la Armada retiró a la flota de mar del teatro de operaciones, a tal punto que el único de sus navíos que en Malvinas entró en combate, fue el pequeño aviso Sobral, que audazmente ingresó en aguas dominadas por los británicos para tratar de rescatar a dos pilotos derribados de la Fuerza Aérea.

Atacado por helicópteros artillados, presentó combate a pesar de la inferioridad de su armamento y sufrió numerosas bajas comenzando por su comandante, el capitán Gómez Roca, pero no se entregó y logró arribar al continente (en las Georgias había llegado a entrar en combate la corbeta Guerrico). De esta manera quienes salvaron el honor de la Armada en Malvinas fueron los aviadores navales, algunas fracciones de la Infantería de Marina, el submarino San Luis y las tripulaciones de ciertos buques mercantes.

Dos días después del hundimiento del Belgrano llegó el contragolpe de la Aviación Naval. Aviones Super Etendard atacaron y hundieron al Sheffield, el buque más moderno y sofisticado de la flota británica.

De ahí en adelante se sucedieron ataques de aviones de la Fuerza Aérea que salían del continente y que debían volar a ras del agua, para no ser captados demasiado temprano por los radares del enemigo, luego atravesar el erizo de fuego defensivo de las fragatas, descargar las bombas en el puente de las mismas y hacer el escape con una cantidad mínima de combustible, perseguidos además por los Harrier con su armamento tan superior.

DESEMBARCO BRITANICO

Recién el 21 de mayo los británicos se animaron a desembarcar y lo hicieron en San Carlos, lugar que oficiales de Inteligencia argentinos habían identificado como probable. Sin embargo, el general Menéndez solo había mandado 60 hombres a la zona. Encabezados por el teniente primero Carlos Daniel Esteban, estos soldados enfrentaron el desembarco de unos 2500 británicos y derribaron tres helicópteros antes de replegarse hacia Puerto Argentino.

Alertados por el teniente de navío Owen Crippa, que en la mañana del 21 de mayo atacó con su avión de entrenamiento AerMacchi a toda la flota británica en el estrecho de San Carlos, averiando a la fragata Argonaut, desde el continente comenzaron a llegar oleadas de cazabombarderos de La Fuerza Aérea y la Aviación Naval que sometieron a un feroz castigo a la flota británica, hundiendo varios buques y averiando a otros.

Desde San Carlos, los británicos emprendieron la marcha hacia la localidad de Darwin-Pradera del Ganso, donde funcionaba la Base Cóndor de la Fuerza Aérea y estaba desplegado el Regimiento 12 de Infantería y fracciones de los Regimientos 8 y 25, está última al mando del teniente Roberto Estévez.

A todo esto, los Halcones seguían asediando a la flota británica, causándole ingentes daños. Así, por ejemplo, el 25 de mayo el primer teniente Mariano Velasco hundió al destructor Coventry y los pilotos Pablo Carballo y Carlos Rinke pusieron fuera de combate a la fragata Broadsword. El general Menéndez, en cambio, persistía en su actitud pasiva. Había enterrado a unos 8.000 soldados alrededor de Puerto Argentino, en pozos de zorro inundados y con insuficiente alimentación, ya que había prohibido que se carnearan las centenares de miles de ovejas que había en las islas. Tampoco había cambiado de dirección la cuña defensiva que apuntaba hacia el mar, cuando los británicos avanzaban por tierra. Solamente salían a buscar al enemigo las compañías de comandos. Fueron las únicas unidades que tomaron prisioneros, y que capturaron una enseña británica. Además fueron las fracciones que proporcionalmente más bajas tuvieron.

El dia 27 de mayo los británicos comenzaron a atacar las posiciones argentinas en Darwin-Pradera del Ganso. Se habían jactado que a las 5 de la tarde ya estarían tomando el té de la victoria, pero los combates finalizaron recién el 29. En los mismos se destacó la Sección del teniente Roberto Estévez, que contraatacó y detuvo a las fuerzas británicas – superiores en número – durante cinco horas. Aún herido, Estévez siguió comandando, combatiendo y cuidando a sus soldados conscriptos hasta que cayó muerto. También se distinguió en las acciones el subteniente Juan José Gómez Centurión, quien abatió a un teniente de paracaidistas y rescató, internándose detrás de las líneas enemigas, a un suboficial herido.

Uno de los hombres de Estévez, el conscripto Oscar Ledesma, de 18 años, abatió en un mano a mano al jefe de los paracaidistas británicos, el teniente coronel Herbert Jones. Su accionar, como el de muchos otros soldados conscriptos, echa por tierra el mito de los “chicos de la guerra”, mote infamante endilgado a nuestros soldados a fin de sugerir que no eran aptos para el combate y solamente dignos de lástima.

Asimismo se destacó en el combate el subteniente Claudio Braghini, que amén de haber derribado aviones Harrier, utilizó los cañones bitubo de su batería antiaérea para arrasar a la infantería enemiga.

El teniente coronel Italo Piaggi rindió la guarnición el 29 de mayo, pero los británicos nunca más volvieron a atacar a la luz del día, como lo habían hecho en esta oportunidad, por la cantidad de bajas que sufrieron.

Al tiempo que continuaba la batalla aeronaval, los británicos marchaban por tierra hacia Puerto Argentino, pero el 8 de junio intentaron realizar un desembarco de tropas en Bahía Agradable. Una escuadrilla de la Fuerza Aérea comandada por Carlos Cachón atacó al enemigo en el momento justo del desembarco, causando estragos entre los buques y los soldados, a tal punto que los propios ingleses calificaron ese 8 de junio como “El día más negro de la flota británica”. El general Menéndez, que aún disponía de 12 helicópteros en condiciones de transportar tropa, no hizo nada para rematar el desembarco, a pesar de la corta distancia entre Puerto Argentino y Bahía Agradable.

A partir del 9 de junio se intensificaron los combates en los montes aledaños a Puerto Argentino. En el monte Dos Hermanas se destacó por su valentía y eficacia la fracción encabezada por el subteniente Marcelo Llambías, y en el monte Harriet, el teniente primero Jorge Echeverría, un oficial de Inteligencia sin mando de tropa, organizo la resistencia e incluso realizó un contraataque, antes de caer herido por cinco impactos.

La superioridad numérica del enemigo hizo imposible retener esos montes, aunque en las cercanías había varios regimientos argentinos –el 3, el 25, el 6 – que prácticamente nunca entraron en combate (salvo algunas de sus fracciones pequeñas). El general Menéndez, haciendo gala de su sempiterna pasividad no los movilizó.

La batalla clave se produjo en la noche del 11 al 12 de junio por el control del Monte Longdon, defendido por el Regimiento de Infantería 7 y pequeñas fracciones de otras unidades. El encarnizado combate duró once horas, destacándose el contraataque realizado por la Sección del teniente Raúl Castañeda, que estuvo a punto de desalojar a los británicos. Pero al no recibir apoyo por parte de otros efectivos, el Monte Longdon quedó en manos enemigas.

A partir de ahí fue central el accionar de la artillería argentina para contener el avance británico. Como ejemplo cabe citar que la Batería A del Grupo de Artillería 3, comandada por el teniente primero Luis Caballero, disparó sus cañones Oto Melara de 105 mm durante 60 horas seguidas, hasta agotar munición.

El 13 de junio una escuadrilla de la Fuerza Aérea, encabezada por el capitán Carlos Varela atacó audazmente el puesto comando británico en tierra, causando numerosas bajas y obligando al máximo jefe enemigo, general Jeremy Moore, a tirarse en una zanja para salvar su vida.

Esa misma noche se produjo el contraataque en Wireless Ridge del teniente primero Víctor Hugo Rodríguez, al mando de dos Secciones del Regimiento 3. Y en el monte Tumbledown resistió durante diez horas el embate de fuerzas inglesas superiores en número en una relación de uno a diez, la Cuarta Sección de la Compañía Nácar del Batallón de Infantería de Marina 5, al mando del teniente de corbeta Carlos Daniel Vázquez. El grueso de esa unidad nunca fue empeñado en combate de infantería por su jefe, el capitán Carlos Robacio. Sólo lo hicieron pequeñas fracciones como la de Vázquez y del guardiamarina Alejandro Koch en el Monte Sapper.

El 14 de junio a la mañana el general Menéndez se rendía, sin haber dado nunca una orden de ataque o contraataque. El cese de fuego tuvo lugar a las 10 de la mañana. La guerra había terminado, a pesar de que la Fuerza Aérea quería seguir combatiendo.

Los 632 soldados argentinos caídos en el conflicto son los centinelas garantes de que el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas nunca será abandonado por la Nación. ¿Entenderán finalmente los funcionarios y políticos argentinos que la sangre derramada no se negocia?

sábado, 30 de marzo de 2024

El movimiento de pinzas de la ARA

Esquema corresponde a una planificación de nuestra ARA. Realizar un ataque de pinzas, el 1 de Mayo de 1982, por el Norte atacarían el portaaviones ARA 25 de Mayo y sus escoltas mientras que por el sur sería el ARA Belgrano con sus escoltas. En principio no se llevó adelante solamente, por falta de viento siendo que los A4Q no podían despegar pudiendo haber más causas.



viernes, 7 de abril de 2023

Operación Black Buck: El ataque del 1ro de mayo a la BAM Puerto Argentino

Operación Black Buck: la misión de bombardeo más atrevida desde la Segunda Guerra Mundial

Matt Fratus || Coffe or Die



En abril de 1982, Argentina invadió las Islas Malvinas sin previo aviso, lo que hizo que el ejército británico se tambaleara por una respuesta. La Royal Air Force británica rápidamente desempolvó sus bombarderos de largo alcance que pronto serían retirados y promulgó un plan apresurado llamado Operación Black Buck .El plan requería una serie de misiones de bombardeo que acompañaron los esfuerzos del grupo de trabajo naval para recuperar las islas. Las misiones de la Royal Air Force fueron consideradas las más audaces desde la Operación Chastise de la Segunda Guerra Mundial, el llamado Dambusters Raid , en el que las bombas saltaban sobre el agua para atacar objetivos nazis.


 
El aeropuerto de Puerto Argentino en las Islas Malvinas en la foto de fondo fue el objetivo de una de las misiones de bombardeo más atrevidas de la historia: la Operación Black Buck. En 1982, Martin Withers, centro, lanzó la primera de las misiones de la operación. Compuesto por la revista Coffee or Die.

La RAF británica se reunió en el aeródromo Wideawake de la isla Ascensión en el Atlántico medio para finalizar los detalles de la misión antes del lanzamiento. Cada bombardero Vulcan de largo alcance requirió 11 camiones cisterna de reabastecimiento de combustible Victor para volar 16 horas sin escalas para alcanzar su objetivo: el aeropuerto argentino de Port Stanley, ubicado aproximadamente a 3.900 millas de distancia.

A las 10:30 pm del 30 de abril de 1982, dos bombarderos Vulcan seguidos por 22 petroleros Victor despegaron de su punto de parada, en dirección a las Islas Malvinas. Poco después del despegue, uno de los bombarderos Vulcan experimentó un problema grave. La cabina no se presurizó y el bombardero tuvo que regresar a la base. El Vulcan restante, tripulado por el teniente de vuelo de la RAF británica Martin Withers y su tripulación de cuatro hombres , continuó solo, reabasteciendo de combustible en cada punto de control a lo largo de su ruta de vuelo.

 
Los bombarderos Vulcan de la Royal Air Force británica completaron siete salidas en total contra las fuerzas argentinas durante la Operación Black Buck, el primer ataque de la Guerra de las Malvinas de 1982. Captura de pantalla a través de YouTube.

Cuando Withers colocó su bombardero para el punto de control de reabastecimiento de combustible final antes de alcanzar el objetivo, los petroleros Vulcans y Victor volaron a través de una tormenta eléctrica, poniendo en peligro toda la operación. Los pilotos de los petroleros Victor lucharon con sus controles mientras luchaban a través de la turbulencia. Los destellos blancos de los relámpagos hicieron que el reabastecimiento de combustible en el aire fuera mucho más peligroso que en un día soleado típico. A pesar de la turbulencia, los tubos de reabastecimiento de combustible de dos Victors se conectaron momentáneamente, pero el avión que rebotaba cortó el tubo de reabastecimiento del Victor destinado a hacer el reabastecimiento final para el Vulcan.

“Nos falta combustible, pero hemos llegado hasta aquí, no voy a dar marcha atrás ahora”, dijo Withers por radio , decidido a completar la misión.

El Victor que no sufrió daños tras el incidente de la tormenta eléctrica, pilotado por el líder de escuadrón Bob Tuxford, se movió para completar el proceso de reabastecimiento de combustible.

“Volamos a baja altura sobre el mar para permanecer ocultos por debajo de su radar”, relató Withers a Aviation Heritage Lincolnshire . “Tuvimos que detenernos para hacer el bombardeo a 10,000 pies”.

A la mañana siguiente, viajando a una velocidad de seis millas por minuto, Withers voló su bombardero Vulcan sobre su objetivo y lanzó la carga útil. Entre las 21 bombas de 1,000 libras de Withers, 16 explotaron y solo una impactó directamente en la pista de aterrizaje, dejando la pista fuera de servicio.

“Logramos poner una bomba en la pista, lo que significaba que los argentinos no podían usar esa pista para que sus aviones aterrizaran y repostaran si querían atacar nuestros barcos”, recordó Withers más tarde .

Luego, con el combustible peligrosamente bajo, Withers dio la vuelta a las afueras de Río de Janeiro, Brasil, y voló hasta el punto de encuentro final antes de regresar a casa.

Withers describió ver a Victor de Tuxford como "la vista más hermosa del mundo".

 

Victor K.2 del Escuadrón No. 55 de la Royal Air Force en 1985; tenga en cuenta los botes de reabastecimiento de combustible desplegados. Foto de Wikimedia Commons.

Los pilotos volaron 16 horas y 3.900 millas a casa en un viaje que requirió siete recargas de combustible más.

La Operación Black Buck continuó durante mayo y junio de 1982, y los pilotos realizaron siete salidas en total. En ese momento, la misión de bombardeo fue el bombardeo de combate más largo en la historia militar. El récord se mantuvo hasta que los bombarderos B-2 estadounidenses llevaron a cabo una misión de 35 horas y 14,000 millas durante la Tormenta del Desierto. Ese récord se rompió poco después del 11 de septiembre, cuando los bombarderos B-2 superaron las 70 horas de tiempo de vuelo sobre Afganistán durante la Operación Libertad Duradera.

“Ciertamente fue muy extraño entrar en el primer ataque”, reflexionó Withers mientras describía la misión inusual. “Muy a sangre fría […] el nuestro fue el primer ataque del conflicto”.


domingo, 5 de junio de 2022

Brigadier "Talo" Moreno: El primer combate aéreo

Brigadier "Talo" Moreno:

Del combate aéreo a la eternidad





Fue el primer aviador argentino en encontrarse en situación de combate con la aviación militar británica y vivir para contarlo, a continuación un breve relato de ese primer encuentro:
El 1ro. de Mayo comienzan las primeras acciones reales de la guerra, con el inicio de la ofensiva aérea británica, con la cual durante la madrugada se efectuó con el bombardeo de un avión Avro Vulcan a la pista de la Base Aérea Militar Malvinas. Ya de día, se produce la incursión de los cazas navales BAe Sea Harrier. Fue bajo estas circunstancias, en las que el Capitán y futuro Brigadier Moreno junto al Teniente Héctor Volponi, despegan desde la Base Aérea Militar de Río Grande en Tierra del Fuego, en dos cazabombarderos IAI Dagger, armados con misiles aire - aire Rafael Shafrir 1 con el indicativo de escuadrilla denominado "Toro" llegan a la zona de conflicto y son guiados por los controladores aéreos argentinos en Malvinas hacia una pareja de Sea Harrier del 801 Squadron del NAS (Naval Air Service) de la Royal Navy, a los mandos del Lieutenant Commander Robin Kent y el Lieutenant Briam Haigh que realizaban su segunda patrulla aérea de combate de la jornada.



Ambas escuadrillas se encontraron en el aire cerca de las 12:00 horas del medio día y volaron los Dagger a su velocidad y cota óptima de combate de 5.486 metros, y los Sea Harrier volaban respectivamente a su cota óptima de 3.962 metros. Se cruzaron varias veces, arriba y por debajo respectivamente, sin atreverse a ascender o descender ni el uno ni el otro, de manera de no ceder ventajas al rival. Al final ambas escuadrillas estaban a punto de agotar el combustible y solo les quedaba el suficiente para regresar a casa y así lo hicieron, los Dagger a su base y los Sea Harrier a su portaaviones.
Así, finalmente, ninguno cedió ventaja al rival, y el combate aéreo quedó truncado. Para fortuna de los pilotos argentinos, esos aviadores britanicos, aun no eran plenamente conscientes, de las capacidades superiores, de sus letales misiles Raytheon AIM-9L Sidewinder que llevaban al combate.
El Brigadier Carlos Alberto "Talo" Moreno, piloto de combate Veterano de Guerra de Malvinas, acontecido el día 13 de Noviembre del 2019.

domingo, 8 de mayo de 2022

La Noche de Banzai hubiese escrito una página gloriosa en el COAN

La Guerra de las Malvinas casi tuvo la primera batalla de portaaviones modernos del mundo


¿Qué sucedió?

por Sebastien Roblin || The National Interest




En la tarde del 1 de mayo de 1982, los tripulantes de la cubierta del portaaviones argentino Veinticinco de Mayo (“25 de mayo”) se apresuraron a cargar seis aviones de ataque A-4Q Skyhawk con cuatro bombas Mark 82 cada uno.

Los aviones subsónicos iban a ser la punta de lanza de la Fuerza de Tarea 79 de la Armada Argentina cuando atacó a una flota de la Marina Real Británica a unas 140 millas de distancia, incluidos los portaaviones Hermes e Invincible, ocho destructores de escolta y quince fragatas.

Las flotas opuestas se enfrentaban en las Islas Malvinas, escasamente pobladas, conocidas como Malvinas en Argentina. Un mes antes, las tropas argentinas se habían apoderado del archipiélago en disputa. Ahora los buques de guerra británicos estaban cubriendo las fuerzas anfibias que se movían para recuperar las islas.

Pocos de la media docena de aviadores argentinos esperaban sobrevivir al ataque, apodado “Noche de Banzai” por el famoso grito de batalla japonés. En el libro A Carrier at Risk de Mariano Sciaroni, el líder del escuadrón Skyhawk, Rodolfo Castro Fox, revela los sombríos cálculos detrás del ataque planeado:

Usando la tabla de probabilidades, considerando las capacidades de las defensas antiaéreas británicas, de nuestros seis aviones iniciales, cuatro se colocarían en posición para lanzar sus bombas y solo dos regresarían.

De las dieciséis bombas que lanzaríamos, habría una probabilidad de impacto del 25 por ciento, es decir, cuatro bombas de 500 libras. Esto podría neutralizar al portaaviones y sería aceptable la pérdida de cuatro aviones.

Después del ataque, un escuadrón de tres corbetas argentinas clase A69 intentaría aprovechar el caos y sus pequeñas secciones transversales de radar para lanzar un ataque sorpresa con misiles utilizando misiles Exocet MM38 disparados desde más de veinte millas de distancia.

Al mismo tiempo, el crucero armado con armas de fuego General Belgrano y dos destructores atacarían con pinzas desde el sur. Sin el conocimiento de los argentinos, Belgrano estaba siendo seguido por el submarino británico de propulsión nuclear Conqueror, simplemente esperando permiso para lanzar torpedos.

Los argentinos anticiparon que la Royal Navy podría contraatacar con los veinte reactores de salto Sea Harrier luego en el Hermes y el Invincible, que ya habían comenzado los ataques aéreos contra las posiciones de las tropas argentinas. El Veinticinco estaba protegido por tres destructores, incluidos dos modernos Tipo 42 armados con misiles tierra-aire Sea Dart que podían acelerar hasta tres veces el sonido para golpear aviones de alto vuelo hasta cuarenta y seis millas de distancia.

Todo lo que se interpuso en el camino de la batalla aérea / naval potencialmente más destructiva desde la Segunda Guerra Mundial, y la única que ocurrió entre portaaviones, fue una brisa fuerte. O mejor dicho, la falta de uno.

La extraña odisea del HMS Venerable

Irónicamente, el Veinticinco de Mayo fue originalmente un portaaviones británico llamado HMS Venerable lanzado por el astillero Cammell Laird cerca del final de la Segunda Guerra Mundial. El portaaviones ligero clase Coloso de 13.200 toneladas medía 210 metros de largo y podía transportar hasta cincuenta cazas con motor de pistón y bombarderos torpederos. Venerable vio acción en los últimos meses de la Guerra del Pacífico contra Japón, luego, tres años más tarde, fue vendido a la Marina Real de los Países Bajos y pasó a llamarse Karel Doorman.

Los holandeses instalaron una cubierta de vuelo en ángulo y una catapulta de vapor para ayudar en el lanzamiento de un avión de combate Sea Hawk, y desplegaron a Karel en el enfrentamiento con Indonesia por la descolonización de Nueva Guinea Occidental. El portaaviones evitó por poco ser atacado por bombarderos Tu-16 Badger armados con misiles gracias a las oportunas conversaciones de paz.

Después de un incendio en la sala de calderas, el Karel fue vendido en 1969 a la Armada Argentina, que modernizó y reconstruyó ampliamente el buque de 25 años. Inicialmente, el portaaviones llevaba aviones Panther y Cougar de la era de la guerra de Corea a bordo, luego se actualizó a A-4Q Skyhawks ligeros y de fácil manejo. Estos fueron reconstruidos A-4B de la Marina de los EE. UU. Modificados con cinco torres de armas y capacidad de misiles aire-aire Sidewinder.

Sin embargo, las problemáticas calderas del portaaviones nunca se restauraron por completo a las especificaciones, limitándolas muy por debajo de su máximo teórico de 24 nudos.

La Armada Argentina planeaba desplegar eventualmente aviones Dassault Super Etendards de fabricación francesa en el portaaviones con mortíferos misiles Exocet que podrían atacar barcos desde más allá del alcance visual, una capacidad que la Royal Navy temía particularmente.

De hecho, una semana antes, el 23 de abril, el submarino británico Splendid había avistado al Veinticinco, pero no pudo obtener autorización para atacar. Estas reglas de enfrentamiento pronto fueron enmendadas.

De hecho, el Veinticinco de Mayo aún no podía apoyar a los Etendards. Solo tenía ocho Skyhawks capaces de transportar bombas sin guía y seis rastreadores Grumman S-2E comprados a la Marina de los EE. UU. en 1978. Los lentos aviones de hélice bimotor podían escanear los mares en busca de submarinos utilizando boyas de sonar Jezebel y radares de búsqueda de superficie APQ-88. .

El radar del Tracker también era perfectamente capaz de detectar la posición de la flota británica en expansión a decenas de millas de distancia, como de hecho ocurrió a las 3:15 p.m. el 1 de mayo.

Así informado, el Capitán José Julio Sarcona ordenó al 3er Escuadrón de Ataque / Combate Naval que preparara seis aviones para un ataque. Pero su plan se vio frustrado por un problema poco probable: el clima tranquilo impedía que los aviones despegaran.

Desde los albores de la aviación de portaaviones durante la Primera Guerra Mundial, los capitanes han tratado de facilitar los despegues y aterrizajes navegando a máxima velocidad contra el viento, del mismo modo que uno podría lanzar una cometa mientras corre con una fuerte brisa. La velocidad del barco combinada con el viento opuesto se suma al flujo de aire sobre las alas de un avión, reduciendo la velocidad necesaria para el despegue.

La combinación de la cubierta corta del Veinticinco, su incapacidad para acelerar a altas velocidades y las cargas de bombas de una tonelada transportadas por los Skyhawks significaban que simplemente necesitaban el viento para salir de la cubierta. Pero esa tarde, los meteorólogos pronosticaron entre doce y veinticuatro horas de vientos muertos en el normalmente turbulento Atlántico Sur.

Sarcona consideró reducir a la mitad la carga de bombas para hacer más probable el despegue. Pero esto habría reducido tanto el potencial de daño de la incursión que el sacrificio de los Skyhawks no podría justificarse.

Luego, a la medianoche y media, el tiempo del Veinticinco finalmente se agotó.

El Harrier y el Sea Dart

Aunque Estados Unidos había apoyado históricamente a la dictadura militar argentina violentamente anticomunista, Washington finalmente se puso del lado del Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas. Eso significó compartir la fotointeligencia recopilada por el satélite espía Snow Cloud de la CIA, que reveló la posición aproximada de la flota argentina.

Pero la Royal Navy aún no tenía una idea precisa de la posición de su oponente. Esa noche, un Sea Harrier pilotado por el teniente de vuelo Ian Mortimer fue enviado en una misión de exploración sigilosa, rozando apenas 200 pies sobre el nivel del mar con el radar desactivado.

Como se describe en Sea Harrier over the Falklands por el líder del escuadrón Harrier, Nigel "Sharkey" Ward, Mortimer no vio inicialmente ningún barco, por lo que encendió su radar:

"Lo siguiente que supe fue que estaba siendo iluminado por todo tipo de radar, incluido el control de fuego Sea Dart, y conté cuatro contactos de barcos a menos de 40 kilómetros de distancia".

Mortimer rápidamente apagó su radar y corrió de regreso a la flota.

Los relatos argentinos en el libro de Sciaroni describen en cambio a dos Sea Harriers siguiendo a uno de los S-2 Trackers desde quince a veinte millas de distancia. Uno de los aviones británicos fue iluminado por el radar de orientación Tipo 909 Sea Dart de uno de los destructores que escoltaba, lo que provocó que el Harrier se retirara.

De cualquier manera, los británicos ahora estaban al tanto de la posición del grupo de trabajo argentino y podían potencialmente atacarlo con Harriers y atacar submarinos.

Sarcona no pudo aceptar el riesgo. Giró el Veinticinco en una trayectoria noroeste. El portaaviones ahora luchaba por su supervivencia mientras corría de regreso hacia la seguridad que le ofrecía la costa argentina.

De hecho, a las 3 p.m. el 2 de mayo, el Conquistador finalmente torpedeó al General Belgrano, que se hundió con la pérdida de 323 vidas.

El siguiente juego del gato y el ratón detallado por el libro de Sciaroni que involucra a los aviones antisubmarinos de Veintcinco y los submarinos británicos será el tema de un próximo artículo.

Por lo tanto, podemos agradecer un día de clima inusualmente templado el 1 de mayo de 1982 por dejarnos con muchos más marineros y aviadores argentinos y británicos vivos hoy en día de lo que hubieran sido de otra manera.

sábado, 16 de noviembre de 2019

Falleció el VGM Brigadier (R) Carlos "Talo" Moreno

Falleció un veterano de Guerra

El Sureño



USHUAIA.- El veterano de Guerra Carlos Moreno, quien integró la Fuerza Aérea y fue el primer piloto que con su avión Mirage atacó a aviones ingleses, en el conflicto de 1982, falleció ayer, pérdida que fue lamentada por la institución que emitió el siguiente comunicado oficial:



La Fuerza Aérea Argentina lamenta comunicar el fallecimiento del brigadier “VGM” (R) Carlos “Talo” Moreno, integrante de la Promoción 37, que se desempeñó como piloto del sistema de armas Mirage V Dagger durante el Conflicto del Atlántico Sur.



Como hecho a destacar, el 1° de mayo, partió desde la BAM Río Grande, junto al teniente Héctor Volponi, y guiados por el radar de Malvinas se convirtieron en las primeras aeronaves argentinas en combatir a dos Sea Harrier.
En este tan sentido momento, la familia aeronáutica acompaña a sus seres queridos, compañeros y amigos y reza por el descanso eterno de su alma.