A los 20 años combatió en Malvinas, recibió un disparo en la cabeza y 
siguió dirigiendo a su tropa: “yo tendría que haber muerto”
Ernesto 
Peluffo fue uno de los protagonistas de la batalla más cruenta de la 
guerra de Malvinas. Era subteniente y tenía apenas 20 años. Recibió un 
disparo en la cabeza y siguió dirigiendo a su tropa. Su nombre de 
combate, desde entonces y para siempre, es cicatriz.
  Por Joaquín Sánchez Mariño || Infobae
Ernesto  Peluffo
-¿En algún momento de tu vida pensaste operarte y sacarte la cicatriz?
-No. Es mi condecoración visible. Es mi orgullo. Es la marca. Y es mi nombre de combate.
Ernesto
 Peluffo pide detener la entrevista por un momento. Hace calor mientras 
conversamos en su campo, en la provincia de Corrientes. Afuera, los pastos están secos pero no quemados:
 durante días luchó contra el fuego, evitando que sus tierras se 
incendiaran con la ola ardiente de febrero. Pero no se trata de eso la 
conversación, ahora hablamos de otro combate, uno que lleva consigo hace
 cuarenta años y que le dejó esa marca en su cara que nunca quiso 
sacarse.
Toma una bocanada de aire y prende el ventilador. “Se está haciendo muy largo”, dice, “los voy a aburrir, no hay que hablar tanto”. Como
 muchos otros héroes de Malvinas, Peluffo tampoco quiere presumir de sus
 actos, entonces diluye todo en la distancia y en el silencio. 
Insistimos. Unos minutos después vuelve a sentarse y acepta continuar. 
La voz se quiebra una vez más y dice que “uno no puede seguir revolviendo el guiso”, que sino “uno se queda toda la vida en el pozo de zorro”.
-¿Cuánto estuviste en ese pozo, después de la guerra?
-Poco, pero para estas fechas siempre vienen los recuerdos.
 La
 primera vez que entró en combate en Malvinas fue también la última. Fue
 una de las batallas más sangrientas de la guerra y sucedió en el Monte 
Darwin. (Nicolás Stulberg)
La
 primera vez que entró en combate en Malvinas fue también la última. Fue
 una de las batallas más sangrientas de la guerra y sucedió en el Monte 
Darwin. (Nicolás Stulberg)Esta fecha, esta
 fecha exacta, es el día en que hace cuarenta años entró en combate por 
primera vez en las islas, la fecha en la que perdió soldados, en la que 
una esquirla le entró en la pierna y una bala le atravesó el casco y le 
rajó la frente, la fecha en la que casi muere y por la que se pregunta, cada fin de mayo, por qué no sucedió.
“Pero
 con el tiempo -dice- me fui dando mis respuestas”. Esta es una historia
 que sucedió en la cruenta batalla de Darwin entre el 28 y 29 de mayo y 
que relata uno de sus protagonistas.
Ernesto Orlando Peluffo tenía 20 años cuando llegó a las Islas Malvinas.
 Era subteniente en comisión, no había llegado a recibirse del colegio 
militar, pero con el comienzo del conflicto dieron por egresada a la 
camada 113 (la que cursaba el último año), y los enviaron a combate. Se 
habían preparado durante cuatro años para comandar una fracción en la 
guerra, para ser, de algún modo, líderes en medio del desastre.
De
 los 44 subtenientes en comisión que viajaron, siete fueron heridos y 
uno falleció a consecuencia de las movilizaciones en sur del país antes 
de cruzar a Malvinas. Ernesto fue destinado junton al regimiento de 
infantería 12, General Arenales, ubicado en Mercedes, provincia de 
Corrientes, donde nació y donde hoy vive y trabaja. En ese entonces no 
tenía idea de que la vida lo devolvería ahí, ya a sus sesenta y cargado 
de recuerdos.
-Vos habías elegido hacer la 
carrera militar, se puede decir que estabas preparado, pero con solo 20 
años, ¿eras consciente de que te estabas metiendo en una guerra?
-Nadie
 era totalmente consciente de que íbamos a entrar a la guerra, no. Al 
principio, cuando se recuperó Malvinas, hubo una gran alegría. Y cuando 
se movilizó el regimiento íbamos hacia al sur nomás, no íbamos a cruzar a
 las islas. Después, cuando estuvimos en Comodoro Rivadavia, se le 
impartió la orden a la Brigada de cruzar. Pero inclusive
 en Malvinas todavía no estábamos conscientes de que íbamos a participar
 en combate e íbamos a tener una guerra con Gran Bretaña, porque estaban
 todas las negociaciones diplomáticas y políticas y teníamos esperanza 
de que se resolviera pacíficamente el conflicto. Pero no pasó.
 "Cicatriz",
 su nombre de combate. Es una manera de recordar siempre lo que vivó en 
las islas, donde fue herido dos veces, y la segunda le dejó esta marca 
en la cara. (Nicolás Stulberg)
"Cicatriz",
 su nombre de combate. Es una manera de recordar siempre lo que vivó en 
las islas, donde fue herido dos veces, y la segunda le dejó esta marca 
en la cara. (Nicolás Stulberg)-¿Tenías
 el orgulloso argentino, correntino incluso, de salir a defender la 
patria, o era tan solo una orden que había que acatar?
-Claro
 que sí, tenía el orgullo correntino. Nosotros decimos, como reza un 
chamamé, “mientras tenga uñas y dientes, voy a pelearle a la vida, yo no
 soy causa perdida, yo soy nacido en Corrientes”. Y está el famoso dicho
 también: “cuando Argentina entra en guerra, Corrientes la va a ayudar”.
 Tenemos mucha tradición y mucha historia. Es una de las provincias que 
hizo la patria, y siempre estuvo del lado de la Argentina.
-¿Cómo cruzaron? ¿En Hércules?
-No,
 en aviones Boeing de Aerolíneas Argentinas, que los habían configurado 
sin asientos, entonces íbamos sentados en el piso del avión tomados de 
los brazos como paracaidistas, y llevábamos todo el armamento portátil, 
todo el equipo individual. Las armas de apoyo, los vehículos, las 
cocinas de campaña, los carros aguateros, las ambulancias, la munición 
de las 72 horas de autonomía que llevaba el regimiento debía cruzar en 
barco por mar. Pero esto nunca pasó, nunca llegó, así que nosotros 
combatimos con lo que teníamos. Y eso para mí tiene mucho valor, porque 
sin tener todos los elementos necesarios, igual combatimos.
-¿Dónde aterrizaron?
-En Puerto Argentino. El 25 de abril de 1982, una tardecita. Me acuerdo que al bajar hubo muchas emociones, muchos inclusive se arrodillaban, besaban el suelo de Malvinas.
 Recuerdo eso con mucha emoción porque fue un momento muy especial. Yo 
me dediqué a observar al resto de mis camaradas y agradecí a Dios y recé
 una oración.
-¿Ya tenían sus instrucciones?
-No.
 La guerra de Malvinas fue muy improvisada, muy imprevista. Lo que 
estuvo bien planificado fue la Operación Rosario (el primer desembarco 
para recuperarlas). Pero después se fue desarrollando con la información
 de lo que iban haciendo los británicos. Así que cuando llegamos hicimos
 base cerca del aeropuerto y después nos llevaron cerca del Monte 
Challenger a armar una posición defensiva, próxima a Puerto Argentino. Y
 de ahí nos llevaron a Darwin y Goose Green, a dar seguridad a una pista de aviones Pucará,
 para hacer las posiciones de defensa de esa pista. Yo estaba con los 
morteros en la sección apoyo como segundo jefe de sección.
 En su campo en Mercedes, con alguna de la bibliografía de Malvinas que Peluffo aun preserva. (Nicolás Stulberg)
En su campo en Mercedes, con alguna de la bibliografía de Malvinas que Peluffo aun preserva. (Nicolás Stulberg)-¿Tenías soldados a cargo?
-Sí. Tenían mi edad. Yo era clase 61 y los soldados eran clase 62 y 63, la clase incorporada.
-Tuviste que convertirte en líder para pibes de tu edad… ¿Cómo hiciste?
-Sí.
 Y bueno, con las jerarquías y la disciplina del ejército. Pero basé el 
liderazgo en la convivencia, en el ejemplo personal. En
 el Colegio Militar nos enseñan que la mejor voz de mando es el ejemplo 
personal, porque las palabras convencen pero los ejemplos arrastran.
-¿Perdiste muchos de tus soldados a cargo?
-Y…
 sí. En total en el combate, entre la sección del Teniente Estevez, mi 
sección y la sección de exploración que se replegó y combatió con 
nosotros, tuvimos 13 muertos y más de 20 heridos.
-¿Cuándo entraron en combate?
-Fue
 el 28 de mayo de 1982, en el combate del cerro Darwin. Fue un combate 
diurno, nos veíamos con los británicos. Fue un combate muy violento, 
duró entre cuatro y cinco horas, desde las ocho de la mañana hasta el 
mediodía. Al principio había mucha confusión porque durante la noche del
 27 estuvo combatiendo la compañía A en posiciones más adelantadas. Y 
después se replegó durante la noche a través de mis posiciones. Yo 
estaba con mi compañía en las posiciones adelantadas también pero antes 
de que empiece el combate nocturno me vinieron a buscar porque por orden
 del jefe de regimiento me debía replegar a retaguardia para hacerme 
cargo de una fracción que se había organizado con la compañía de 
servicios.
-¿Cuántos hombres eran?
-Era
 una sección de tiradores de 35 soldados y 5 suboficiales. Y a mí me 
pusieron a cargo, entonces dejé a mi compañía en las posiciónes 
adelantadas y me fui al cerro Darwin. Esa posición parecía un 
anfiteatro, y desde ahí vimos cómo esa noche mi antigua compañía entró 
en combate. Yo veía las bengalas de iluminación, el fuego de artillería,
 la munición trazante… Lo tenía a cuatro kilómetros al frente. Y veía 
también cómo se replegaba durante la noche, y lo hizo a través de mis 
posiciones. Uno de los jefes de sección pasó por mi lugar y me dió la 
novedad de lo que pasaba. Me puso en situación y me aconsejó que me replegara, pero las órdenes que yo tenía eran defender esas posiciones.
 Era el límite anterior al campo principal de combate y tenía que 
defenderlo, no me podía replegar de ese lugar, era la línea no ceder.
 Aunque
 prefiere no hablar seguido de lo que vivió en el combate de Darwin, 
dice que cada aniversario los recuerdos vuelven vívidos a él. (Nicolás 
Stulberg)
Aunque
 prefiere no hablar seguido de lo que vivió en el combate de Darwin, 
dice que cada aniversario los recuerdos vuelven vívidos a él. (Nicolás 
Stulberg)-¿Qué hiciste?
-Cuando
 me da la novedad de la situación le digo: “gracias mi subteniente, 
recibido, yo voy a retardar el ataque enemigo, voy a abrir fuego. Y si 
puedo, me repliego”. Me quedé como primera línea de recibimiento. Éramos los 35 soldados, los 5 suboficiales, y toda la sección de exploración que se había replegado durante esa noche y
 tenían ametralladoras, MAG 762… Porque yo no tenía ametralladoras, no 
tenía armas de apoyo, entonces cuando recibo ese refuerzo le digo a la 
sección que se queden conmigo, les doy posiciones y direcciones 
principales de fuego.
-¿Tus órdenes eran demorar el avance inglés?
-Claro,
 desgastar al enemigo, retardar el ataque, e ir cediendo terreno pero 
ganando tiempo. Hasta que llegaran a mis posiciones, lo que pasa es que 
yo estaba en la línea no ceder. Y ahí estuvimos esperano el ataque británico.
 En un momento ellos iban avanzando en la noche e incluso llegamos a 
recibir fuego de artillería antes de que empiece el día. Pero estábamos 
en nuestros pozos de zorro, estábamos a cubierto.
-¿Cómo fue esa noche?
-Fue
 una noche larga, una noche de vigilia. Estábamos todos muy atentos al 
fuego de artillería. Me acuerdo que se prendieron fuego unas hojas y 
traté de hacerlo apagar porque era un punto registro para la artillería 
británica y si nos movíamos nos recortábamos con el fuego que se había 
encedido a retaguardia. Entonces no nos podíamos mover mucho. No pudimos
 apagarlo y dejamos que ardiera durante toda la noche.
-¿En tu cabeza, mientras se acercaba el momento del ataque, qué sentías?
-Estábamos
 concentrados y después de la artillería hubo una pausa de combate y ahí
 ordené descansar por pozo. 50% descansaba, 50% vigilaba. Ya estábamos 
muy alertas, muy nerviosos, y empezábamos a agotarnos por haber estado 
todo un día en tensión. Yo sabía que en algún momento íbamos a recibir al enemigo en esas posiciones.
 (Nicolás Stulberg)
(Nicolás Stulberg)-¿Qué pasaba si perdían sus posiciones?
-Si
 quebrábamos esa defensa, se quebraba el perímetro defensivo. Yo era 
consciente de que ese era el límite del cerco en el que se defendía toda
 la pista de aviones Pucará. Estábamos al norte del perímetro. Y en un 
momento llega a mis posiciónes la sección del Teniente Estevez. Se 
ubican en nuestros pozos de zorro y combatimos juntos. Él refuerza las 
posiciones mías, y sucede al amanecer del 28 de mayo. Me encuentro con 
él y le explico lo que había pasado durante la noche. Estévez
 me pregunta si tenía armas de apoyo, le digo que sí, de la sección que 
se había replegado, y me ordena ocupar una altura a la derecha con un 
grupo de tiradores.
-¿El Teniente Estévez se queda en sus posiciones?
-Sí, y en un momento yo me estaba por mover a la derecha y un soldado me dice que hay movimientos al frente. “¿Esos quiénes son, Peluffo?”, me pregunta Estévez. No sé, le digo.
 Podía ser la compañía A todavía replegándose o el enemigo, pero 
nosotros no marchábamos así, había mucha distancia entre hombres. Y 
tenían mochilas, cosa que nosotos no. Entonces le digo todo esto a 
Estévez y me dice que mande una patrulla a reconocerlos. Todo esto 
pasaba en minutos. Y cuando avanza la patrulla a reconocer, abren fuego.
 Empezamos a recibir fuego de armas automáticas y de mortero. Nos 
tiramos cuerpo a tierra, nos empezamos a arrastrar a las posiciones y 
nos dimos cuenta de que evidentemente era el enemigo.
-¿Qué hicieron?
-Tomamos posición, Estévez tomó posición también, y empezamos a ordenar los fuegos de las ametralladoras y las armas de apoyo.
 Los británicos empiezan a abrir más fuego de mortero. Yo logro en un 
momento entrar al pozo y empiezo a abrir fuego con mi fusil además de 
impartir órdenes. El Teniente Estévez era comando y sus jefes de 
grupo también eran comando, entonces sus hombres estaban muy instruidos 
más allá de ser clase 63, es decir, de tener 19 años.
 Algunos de los recuerdos y libros de Malvinas que Peluffo tiene consigo en su campo en Mercedes, Corrientes. (Nicolás Stulberg)
Algunos de los recuerdos y libros de Malvinas que Peluffo tiene consigo en su campo en Mercedes, Corrientes. (Nicolás Stulberg)-¿Cómo siguió todo?
-En
 un momento me quedo sin fusil porque le doy una pieza del mío al 
soldado Orellana, que se le rompe el percutor de su FAP (fusil 
automático pesado), y yo empiezo a tirar con mi pistola. Entonces mis 
disparos no llegaban a la distancia del enemigo, pero con mi disparo 
iluminaba y trazaba la trayectoria, y sobre mi fuego, fuego. Era como 
una guía digamos. Y en un momento un proyectil 
de mortero cae al lado nuestro. El cuerpo de Orellana hace de parapeto, 
le pega a él la masa de las esquirlas, lo hiere fuerte, y a mí me entra 
una esquirla en la pantorrilla izquierda. Ahí me arrastro, tomo 
el FAP de Orellana y sigo abriendo fuego. Me meto en el pozo y después 
abrimos lugar para que se meta Orellana, que estaba muy mal pero 
consciente.
-¿Disparabas ya herido en la pierna?
-Sí,
 no había otra. En un momento cambio la posición del FAP porque los 
ingleses se estaban moviendo, apunto a un paracaidista que maniobra 
sobre mi flanco derecho, me preparo para abrir fuego, él se tira detrás 
de unos setos, ya estábamos combatiendo a unos 50 o 100 metros. Y voy a 
tirar en esa dirección y de golpe siento un estruendo en el casco. Un proyectil me impacta directo sobre el casco, lo perfora y me roza el cráneo. De casualidad no me entra en el cráneo. Me
 roza la frente del lado derecho y me saca la oreja. Yo tenía un 
pasamontaña debajo del casco. Y caigo totalmente aturdido en el pozo, me
 zumbaban los oídos, y empiezo a tener una hemorragia.
-No perdiste el ojo de casualidad.
-De casualidad. Entonces caigo aturdido y me saca el pasamontañas un soldado y me dice: “no se aflija mi subteniente, el cuero nomá e”.
 Correntino también, soldado Juan Silva. Y ahí me pone dos paquetes de 
vendas, me da un poco de agua, una aspirina, y me tapa con una manta. Yo
 pensaba que me iba a morir, tenía mucho dolor. Algunos me dijeron que 
perdí el conocimiento un tiempo, otros que no. Yo no me acuerdo de eso, 
pero sí me acuerdo que en un momento intento levantarme del pozo y 
mirar. Les decía a mis soldados que siguieran abriendo fuego, que la 
mejor cubierta era el propio fuego… Yo repetía lo que había aprendido en el colegio militar. Trataba de alentar a los soldados que estaban conmigo en el pozo,
 pero cuando trato de incorporarme veo que los británicos empiezan a 
capturar los pozos del flanco derecho, entonces pido parte para el 
Teniente Estévez, quería comunicarme con mi superior. Y entonces me 
contestan: está muerto… Y se me llenó la cabeza de preguntas.
 Primero de izquierda a derecha, el entonces subteniente Ernesto Peluffo, en las Islas Malvinas.
Primero de izquierda a derecha, el entonces subteniente Ernesto Peluffo, en las Islas Malvinas.-¿Había alguna posibilidad de seguir resistiendo en ese punto?
-Yo sabía que por doctrina ahora venía el asalto a las posiciones. Iban
 a empezar a capturar pozo por pozo. Estaban muy próximos, y nos 
veíamos. Entonces pensé: ¿qué hago? ¿armo la bayoneta para defenderme 
como sea? ¿Ordeno un contraataque? ¿Salimos de las posiciones? Yo no 
podía pararme, no podía conducir, el Teniente estaba muerto… El 
otro oficial que seguía en antigüedad estaba herido y no podía conducir 
la defensa. Yo ya hacía un tiempo escuchaba intimaciones para que nos 
rindiéramos, y nosotros seguíamos combatiendo. Y ante la insistencia de 
los británicos ordené alto el fuego. A uno de los soldados que estaba 
conmigo le ordené que atara un repasador blanco en el fusil, y que lo 
agitara. Lo levantó, lo agitó, y le abrieron fuego, le tiraron dos tiros
 al guardamanos del fusil. Se metió adentro y me dijo: “mire mi 
subteniente, le pegaron dos tiros al fusil, no están respetando la 
bandera blanca”…
-¿No creían?
-No
 sé, entonces le digo al soldado que vuelva a levantar el fusil pero de 
forma decidida. Y ordené a todos “arriba los brazos, arriba los brazos, 
alto el fuego, nadie toca nada, afuera de los pozos”.
-¿Vos gritabas desde el pozo?
-Parado
 adentro del pozo, sí, vendado, ensangrentado. Prácticamente sacaba el 
torso afuera ya con la bandera blanca, y ordenaba. Y ahí empezamos a 
salir todos con los brazos en alto. Los británicos estaban a cincuenta 
metros y comenzaron a avanzar, todos enmascarados, con el rostro 
enmascarado, eran como arbustos que se movían en el terreno. Y avanzaron
 y empezaron a capturarnos. Nos daban culatazos, patadas. “Don’t 
move, shut up, down”… Claro, después me enteré de que nuestro combate 
había sido muy cruento, muy violento, y que murió el jefe del segundo batallón de Paracaidistas Reales, unos cuantos oficiales. Ellos estaban exhaltados por eso.
-Les salió cara la victoria.
-Sí,
 ellos al combate de Darwin lo tienen como uno de los combates más 
cruentos de la historia de las guerras del ejército británico. Tal es 
así que después durante el resto de la guerra nunca más atacaron de día,
 siempre lo hicieron de noche. Porque de noche nosotros teníamos menos 
aptitud y recursos que ellos.
-¿Estudiaste mucho lo que pasó esa noche?
-Hay muchas cosas de Malvinas que no quiero leer, porque sino es revolver otra vez el guiso. Los
 veteranos tenemos que tratar de seguir con nuestras vidas, dar vuelta 
la página, sino te quedás en pozo de zorro de Malvinas y chau. A 
mí al principio me costó entender algunas cosas. Son los fantasmas que a
 uno le quedan de Malvinas. ¿Por qué los soldados de uno, los 
suboficiales de uno murieron y uno no murió? Yo tendría que haber 
muerto.
-La culpa del sobreviviente.
-Sí.
 Pero después me di mi respuesta. Para dar testimonio, para contar la 
historia, para rescatar su heroísmo. Para casarme, para tener hijos… 
¿no? Para tener memoria, para continuar sirviendo. Uno se da sus 
respuestas y sigue, porque sino se queda en el pozo de zorro.
 "Los
 veteranos tenemos que tratar de seguir con nuestras vidas, dar vuelta 
la página, sino te quedás en pozo de zorro de Malvinas", dice Peluffo. 
(Nicolás Stulberg)
"Los
 veteranos tenemos que tratar de seguir con nuestras vidas, dar vuelta 
la página, sino te quedás en pozo de zorro de Malvinas", dice Peluffo. 
(Nicolás Stulberg)-Habrá sido muy difícil aceptar que era el momento de rendirse…
-Al
 principio tenía cargo de conciencia de no haber combatido hasta el 
final, no haber muerto, haberme rendido, haber rendido la posición. Pero
 después entendí que eso salvó vidas, y que había cumplido la 
misión. Y los británicos eso lo reconocen. Reconocen como un acto de 
profesionalismo de un joven subteniente que sabe hasta dónde. Ellos lo 
reconocieron e incluso lo pusieron de manifiesto: un capitán de los 
Royal Marine le transmitió a mi comandante de Brigada cuál había sido mi
 actuación en combate, y le dijo: “al subteniente Peluffo hay que 
condecorarlo, no solo por cómo combatió sino también por cómo se 
preocupó por sus soldados después del combate, aun estando herido”. Y 
bueno, esa es una satisfacción individual, mía, y es lo que hace que hoy
 todavía tenga el reconocimiento de mis soldados.
-¿En algún momento de tu vida pensanste operarte y sacarte la cicatriz?
-No.
 Es mi condecoración visible. Es mi orgullo. Es la marca. Es más, mi 
nombre de combate hoy es “cicatriz”. Cuando teníamos una comunicación 
por radio me decían: “Autentique. Y yo respondía: autentico cicatriz”.
Ernesto
 Peluffo contiene el llanto, no quiere mostrarse quebrado -no lo está. 
Contiene, hace silencio. “Es revolver de nuevo el guiso”, dice. Y vuelve
 a levantarse. Solo cuando pasen varios minutos se sentará otra vez a la
 mesa y dirá que es hora de comer. Guiso, paradojalmente. Afuera, de pronto aparece un tornado. Golpea las paredes de la casa, agita las ventanas, y trae después un poco de lluvia.
Ernesto
 Peluffo recibió la medalla al valor en combate por su actuación en las 
islas. Tenía 20 años y una bala le dejó el rostro marcado a fuego. Sus
 camaradas aún hoy lo recuerdan vendado, ensangrentado, preocupado por 
sus hombres. Conteniendo, siempre, esperando el huracán.