Como segundo paso, se puso en contacto con geólogos británicos expertos en Malvinas. En principio, encontró tensión, poca voluntad para colaborar. Hasta el momento, los ingleses casi ni le habían prestado atención a la geología submarina que rodea las islas. En uno de los pocos trabajos, los autores reconocían que había algo misterioso, sin explicación, al noroeste. Allí es donde ubicaron la cuenca y ahí es donde agregaron un signo de interrogación.

Al cabo de unos meses, accedieron a compartir datos de la zona. Para 2004, Rocca tenía los llamados mapas de anomalías gravimétricas que mostraban un cráter gigantesco de 250 kilómetros de diámetro. Tenía un primer indicio que confirmaba su presunción, pero necesitaba más información, requería otros tipos de mapas, los magnéticos, que no pudo conseguir hasta pasados diez años.

En 2015 conoció al geólogo paraguayo Jaime Báez Presser, experto en cráteres de impacto, y le preguntó si podía facilitarle mapas de anomalías magnéticas de Malvinas. En solo unos días le dio acceso a una base de datos global de mapas magnéticos, que él ni sabía que existía. Otra vez, en esos mapas había una anomalía ahora positiva de valores magnéticos, congruente con su teoría.

-Recuerdo que cuando vi esos mapas de Jaime pensé: “No lo puedo creer... esto encaja a la perfección con un cráter de impacto colosal” -comentó-. La estructura al noroeste de Malvinas es casi una copia del cráter de Chicxulub en Yucatán, México, de 200 kilómetros de diámetro y también tapado por sedimentos más jóvenes. Es el impacto que mató a los dinosaurios hace 66 millones de años.

Con esa información en mano, escribió su primer artículo científico del tema, junto a Báez Presser como coautor. Lo publicaron en Historia Natural de la Universidad Maimónides en 2015. Después de ese primer paper, contactó a Rampino, el descubridor original de la cuenca, y lo puso al tanto de los avances en la investigación. Trabajaron juntos y en 2017 publicaron un nuevo informe en la revista Terra Nova de Oxford.

“Fue muy importante porque publicamos en una de las mejores revistas de geología del mundo y nada menos que en Inglaterra”, recordó Rocca. La publicación trajo repercusión en la comunidad científica, incluso en la prensa. El Penguin News, el único diario que se edita en las Islas Malvinas, se hizo eco del hallazgo.

En aquel entonces, Infobae contó la historia de lo que podría ser un descubrimiento que reescribiría parte de la historia geológica: un cráter enorme generado unos 250 millones de años atrás cuyo impacto pudo haber provocado una extinción masiva.

Pasaron algunos años y, desde entonces, hubo algunos avances en la investigación. Rocca conoció a otro geólogo, Dietmar Müller, de la Universidad de Sidney, quien le compartió el mejor mapa de anomalías gravimétricas de la zona. “Este mapa es para la geología como las radiografías para los médicos”, dijo el investigador argentino.

-¿Qué es lo que se ve ahí?

-Nos enseña qué hay oculto bajo el agua y bajo tierra al lado de las islas -respondió-. Es una enorme estructura circular de 250 km de ancho con forma de plato sopero. Lo que en geología se llama una cuenca y tiene todas las características de un cráter de impacto de asteroide o cometa.

-¿Por qué los geólogos británicos no la habían reconocido en su momento?

-Ellos se habían dado cuenta de que había una “cuenca” rara en ese lugar, pero lo que no advirtieron es que podría ser lo que técnicamente en geología se llama una “cuenca de impacto”. Es decir, una cuenca formada por el impacto de un objeto cósmico. Esto parece solo un juego de palabras, pero es la realidad.

-Digamos que no se trata de una cuenca más…

-Para nada. Esa cuenca submarina y tapada por sedimentos más jóvenes no es una cuenca común y silvestre, sino algo único en la zona y en el mundo… un gran cráter de impacto.

La hipótesis

El cráter solo es visible en mapas geofísicos. No hay rocas a las que se pueda asociar, lo cual es lógico por la antigüedad que tendría la cuenca. El impacto habría ocurrido alrededor de 250 millones de años atrás.

Según explicó Rocca, la cuenca tiene dos características que encajan a la perfección con un cráter de impacto de asteroide o cometa:

1) Muestra un anillo de valores gravimétricos positivos de 250 kilómetros de diámetro, rodeando un centro de valores negativos. Este patrón es típico de los cráteres de impacto de tamaño colosal e incluso se repite en los cráteres de la Luna y Marte.

2) Muestra una tremenda anomalía positiva del campo magnético, lo que el investigador bautizó como la “Rosa de las Malvinas”, por el color que se suele usar en los mapas para graficar valores magnéticos máximos.

“Cuando juntamos las dos cosas en el mismo lugar y asociadas a una cuenca con forma de cráter, la conclusión lógica a la que llegamos es a la de un cráter de impacto. Es la explicación más simple”, agregó.

La anomalía magnética que Rocca bautizó como "Rosa de las Malvinas" coincide con el lugar del cráter situado bajo el agua

Hace unos años, Rocca barajaba como principal hipótesis el impacto de un asteroide. Hoy se decanta más bien por un cometa. Los asteroides están formados por rocas, mayoritariamente de silicatos y hierro. No contienen ni hielos ni gases. En cambio, los núcleos de los cometas son ricos en gas helio-3, están formados por hielos y dióxido de carbono.

Una investigación reciente de científicos japoneses reporta el hallazgo del gas extraterrestre helio-3 hace 252 millones de años, sobre el final del período geológico llamado Pérmico, en Japón. “Esto nos dice que algo puso todo ese gas extraterrestre en ese momento de la historia. Y lo más fácil para explicarlo es que un cometa golpeó la Tierra”, advirtió Rocca, que aclaró que por ahora la hipótesis es especulativa, que se necesita más trabajo para probarla.

Su hipótesis establece que un núcleo de cometa de más de 10 kilómetros de ancho podría haber impactado hace 252 millones de años en Malvinas, lo cual coincidiría con la peor extinción en masa de la historia, con la desaparición del 90% de las especies marinas y el 70% de las especies terrestres del planeta, con el evento llamado “gran mortandad”.

Para dar cuenta de la magnitud que pudo haber tenido el suceso, trazó una comparación. Las energías, en estos casos, se miden en una unidad llamada megatón de TNT. Cada megatón equivale a un millón de toneladas del explosivo trinitrotolueno (TNT).

Un misil balístico atómico, lo que sería un arma nuclear, tiene una potencia de 10 megatones de TNT. Ese valor sería suficiente como para arrasar una ciudad del tamaño de Buenos Aires. Ahora, cuando se trata del impacto de un cometa, de un objeto cósmico moviéndose a 30 kilómetros por segundo, como el que formó el cráter de Chicxulub en Yucatán, da un total de 100 millones de megatones de TNT.

-Si, cien millones de megatones de TNT -repitió Rocca-. Eso equivale a un terremoto de magnitud 12, muchísimo más potente que cualquier terremoto que haya ocurrido en la historia. Bueno… el posible impacto en Malvinas habría liberado una energía similar.

Investigación frenada

Ni bien se publicó el artículo en la revista de Oxford, la cuenca que yace al lado de las Islas Malvinas cobró mayor notoriedad. Si bien Maximiliano Rocca logró algunos avances pequeños desde entonces, nunca encontró el apoyo suficiente de los geólogos ingleses que, según cuenta, optan por el silencio porque la única explicación que cabe, con los datos disponibles, es la de un cráter de impacto.

El gran obstáculo con el que se topó es que, para hacer un estudio minucioso del sitio, se necesitaría hacer una perforación donde está ubicado el cráter y, de ese modo, obtener muestras de rocas. Sucede que el procedimiento costaría millones de dólares.

“Para estudiarlo bien y a fondo habría que ir con un barco petrolero de perforación. Habría que parar justo encima del cráter y perforar unos cuantos cientos de metros para sacar muestras de roca del sitio mismo del cráter. Los ingleses no quieren ni hablar de hacerlo. Por eso el tema está paralizado”, advirtió Rocca.

Mientras tanto, un hallazgo que podría echar luz sobre el final de la Era Paleozoica, de hace más de 250 millones de años, se mantiene en la oscuridad, escondido bajo el mar.