miércoles, 14 de mayo de 2025
Los prisioneros que se quedaron un mes más en Malvinas
sábado, 10 de mayo de 2025
El Himno que sonó en el Canberra
"¡De pie soldados, están tocando el Himno!": el héroe y pianista de Malvinas que, prisionero de los ingleses, ejecutó la canción patria para sus compañeros
La guerra había terminado. Doscientos combatientes regresaban al continente como prisioneros en el buque británico Canberra. Y fue cuando ocurrió: de pronto sonaron los acordes del Himno Nacional. La historia de los héroes que, aun derrotados, nunca se dieron por vencidosPor Adrián Pignatelli || Infobae

Elías Risman había sufrido en carne propia los rigores de los progroms zaristas, en su Ucrania natal. Su vocación siempre había sido la música, tocaba el clarinete cuando podía porque hasta eso era mal visto. Por eso, años después, ya establecido en la Argentina, cuando vio que su nieto Sergio tenía un talento innato, le regaló un piano.
De esta forma, Sergio Ariel Vainroj, de entonces 14 años, nacido y criado en Castelar, ingresó al Conservatorio de Música Alberto Ginastera de Morón, donde llegó a estudiar piano con el maestro Néstor Zulueta.
Tenía un instrumento con el que practicar: era un Crown, un modelo fabricado en Estados Unidos, pero no muy popular en nuestro país, al que habían llegado muy pocos. Deseaba ser pianista y organista.
Nunca imaginó que una guerra iba a transformar esa vocación en un momento único, en la emoción de 200 soldados que regresaban como prisioneros en un buque enemigo.
Con la música a la guerra
Vainroj se había incorporado al servicio militar en 1981, que lo cumpliría en el Regimiento de Infantería 3, que entonces tenía sus cuarteles en La Tablada. "Intenté acercarme a la banda del Regimiento, pero ya todos los puestos estaban ocupados", explicó cuando Infobae le preguntó si había tenido la posibilidad de seguir como músico en el año que pasó bajo bandera. Fue designado apuntador de FAP en la Compañía C "Ituzaingó".
"Cuando se produjo la movilización al sur, no sabíamos a dónde íbamos. Nos lo dijeron cuando el avión estaba aterrizando en las Islas Malvinas". Integró el grupo de Logística del Regimiento, dentro de la Compañía Comando y Servicios, junto a dos soldados, que terminarían siendo amigos inseparables: Carlos Alberto Sabin y Claudio Alejandro Szpin.

En las islas, siempre estuvo en Puerto Argentino, en distintos puntos. Primero, en una posición cercana al aeropuerto, luego cerca de la casa del gobernador y por último, ocupaban un galpón a escasos metros de donde funcionaba el radar de la Fuerza Aérea, un blanco muy buscado por los aviones británicos.
Vainroj recuerda cuando el radar fue destruido. "Fue a las 5 o 6 de la mañana del 3 de junio, cuando apareció fuera del alcance del radar un avión Vulcan, dejó caer dos bombas: una impactó en una casa y la otra cercana al radar. Nosotros estábamos dentro del galpón, fue como un terremoto".
El joven soldado había llevado una flauta dulce, que tenía desde que había sido incorporado. Uno de sus compañeros, Carlos Sabin (que fallecería en un accidente de tránsito en 2003) siempre le pedía que tocase la canción de la banda de sonido de la película La última nieve de primavera. "No importaba dónde estábamos, una vez me pidió que la tocara mientras nos cubríamos de las explosiones dentro del pozo de zorro", contó.
La partitura
Vainroj llevó la música a las islas. En una oportunidad, estando de guardia, había comenzado a escribir en hojas pentagramadas la Suite Inglesa N° 3 de Juan Sebastián Bach, de quien es admirador. "Es que los músicos llevamos la música en la cabeza -explica- y estando absorto en el trabajo, dibujando las líneas del pentagrama, ayudándome con un cargador, me sorprendió el teniente José Luis Dobroevic, de la Compañía A del Regimiento 3″.
-¿Qué tiene ahí, soldado? -preguntó el oficial.
-Hojas de música, mi teniente -respondió Vainroj.
El oficial, luego de echarle un vistazo a los papeles, le dijo: "Muy bien, siga nomás". Hace tres años, en un asado que se reunieron miembros de la Compañía C, alguien invitó a Dobroevic, y Vainroj le preguntó si recordaba esa situación vivida durante la guerra. "Claro que me acuerdo; ¿sabe por qué no lo castigué? Porque me había hecho acordar a mi hermana, que también estudiaba piano". Hoy, el entonces conscripto conserva esa partitura, debidamente enmarcada.
"¡De pie! ¡Están tocando el himno!"
La guerra había terminado. Las cruentas batallas finales habían dejado los campos de combate cubiertos de cuerpos y sangre. Los argentinos habían luchado con fiereza. Pero llegó el final. El 14 de junio de 1982 el general Mario Benjamín Menéndez firmó la capitulación ante el general Jeremy Moore, comandante de las fuerzas británicas.

Los soldados fueron tomados prisioneros. Antes de subir a los lanchones que los llevarían a los barcos para trasladarlos al continente, los marines ingleses los revisaron. Los despojaron de sus armas, los elementos cortantes, cordones y hasta cigarrillos. A Vainroj quisieron quitarle la flauta que llevaba en el bolsillo de su pantalón. En su inglés básico, pidió "this is a flute, no, please". Y así pudo conservarla.
Junto a cientos de soldados fue embarcado en la mañana del 17 de junio, en el Canberra, un transatlántico adaptado para el transporte de tropas. En un primer momento, Vainroj fue uno de los 200 argentinos a los que ubicaron en el salón "Meridian".
"Recuerdo que estábamos todos en silencio, relajados, un poco gracias a la tibia calefacción. Después del frío que tuvimos que soportar, eso fue un bálsamo". Le dieron de comer un café con leche, un pan, una feta de salchichón con arroz y una galleta de maizena.
En un momento, uno de sus compañeros le advirtió. "Che, mirá, ahí hay un piano". Estaba contra la pared del salón, Vainroj no puede recordar la marca.
"Andá a tocarlo", lo alentaron. "Imposible, somos prisioneros de los ingleses. Pero qué ganas que tengo…". "Dale, andá, andá", le insistieron.
Y fue. Se acercó al soldado paracaidista que estaba apoyado en el instrumento y le dijo en un inglés rudimentario "I play the piano", a lo que el inglés le respondió "ok", y levantó la tapa que cubría el teclado.
En el libro A very strange way to go to war: the Canberra in the Falklands (Una forma muy extraña de ir a la guerra: el Canberra en Malvinas), de Andrew Vine, se describe ese momento único e inesperado. El inglés, que autorizó el pedido, reparó en el prisionero sucio que olía a turba, cuyo nerviosismo había desaparecido al ver el piano. Vainroj se sentó en la banqueta, se frotó las manos y flexionó sus dedos, haciéndolos sonar.
Vainroj interpretando la canción patria para un grupo de veteranos de guerra
"Recuerdo que interpreté obras de Bach, también Adiós Nonino y hasta Let it be, de Los Beatles, provocando que los ingleses comenzaran a tararearla en voz baja". Los argentinos rodeaban en silencio al pianista y los marines de la Royal Army sonreían y hasta se mostraban complacidos.
Hasta que su amigo Claudio Szpin le sugirió: "¡Tocate el Himno!". Enseguida otros se sumaron con el mismo pedido.
Cuando había comenzado a ejecutar la introducción de la canción patria, un oficial argentino gritó:
-Soldados, de pie, ¿no escuchan el Himno?
Como si hubiesen sido un solo hombre, los 200 se pararon. "Los ingleses no comprendían qué era lo que estaba pasando, y nosotros no sabíamos si habían reconocido al Himno". El clima en el Canberra cambió. Los británicos habían sentido el impacto de ver a los soldados de pie y erguidos en sus uniformes manchados de tierra, sudor y guerra.
Alterados, los oficiales comenzaron a gritar: "Sit down, sit down!". Y llamaron refuerzos, que fueron llegando de distintos pasillos del barco. "El inglés que me había abierto la tapa del piano, me tomó de uno de mis brazos y me hizo volar por los aires y terminé cayendo sobre mis compañeros", contó Sergio.
"Luego, nos distribuyeron en distintos camarotes. Sólo salíamos una vez por día a caminar por cubierta y así se repitió la rutina hasta llegar a Puerto Madryn. Durante el viaje, no volví a cruzarme con el piano".
El veterano se emociona, 37 años después de aquel instante único: "Nunca olvidaré la emoción que sentí al tocar el Himno como prisionero en el buque inglés".
Un piano para los veteranos
Con esfuerzo, y con las mismas dificultades que enfrentaron tantos veteranos para encontrar su lugar en la sociedad, Vainroj continuó estudiando música. En 1989 recibió una beca para estudiar Composición y Dirección Orquestal en Jerusalem y posteriormente continuó sus estudios en el Departamento de Artes Musicales y Sonoras del IUNA. Desde 1987 se desempeña como docente y está en pareja.
A partir de aquella tarde en el Canberra, elaboró un interesante trabajo sobre la interpretación musical del Himno Nacional Argentino en la escuela secundaria básica y su posible conversión en herramienta didáctica. Según Vainroj, es una resignificación del Himno como símbolo patrio sustentada en el conflicto bélico del Atlántico Sur.

Tiempo atrás se había impuesto otro mandato: conseguir un piano para instalarlo en el Centro de Veteranos de Morón, al que concurre habitualmente. La búsqueda del instrumento no fue fácil, especialmente por el presupuesto con el que contaba. Hasta que "el milagro" ocurrió. Una señora, que debía desocupar su casa, vendía el mismo modelo de piano que su abuelo le había regalado a los 14 años, y que la familia por apremios económicos había tenido que desprenderse.
El dato se lo dio un afinador, que resultó ser el mismo hombre que le había vendido el piano a su abuelo. El destino una vez más unía las piezas, como si un hilo invisible guiara su historia. Así, logró lo que había buscado durante tanto tiempo y el Centro de Veteranos finalmente tendrá su piano.
Allí, seguramente, Vainroj volverá a interpretar los acordes del Himno Nacional. Con la misma emoción que lo hizo en el Canberra aquella tarde como prisionero. Y que le sirvió para demostrar que, si bien en la guerra habían sido derrotados, ellos no estaban vencidos.
jueves, 21 de noviembre de 2024
Jacinto Batista: "Teníamos órdenes de no matar"
'Teníamos órdenes de no matar'
Poder Naval¿Cómo fue la retoma de las Malvinas desde la perspectiva de un militar argentino?
Jacinto
Batista es el símbolo de la reconquista de las Islas Malvinas por parte
de los argentinos el 2 de abril de 1982. Jacinto contó su historia al
periodista Guido Braslavsky, del diario Clarín, el 1 de abril de 2002.
Llevaba un gorro de lana. El rostro estaba ennegrecido por pintura de combate. El
arma la llevaba cerca del cuerpo en la mano derecha y con el otro brazo
indicaba a los prisioneros ingleses que permanecieran en fila con las
manos en alto. Jacinto
Eliseo Batista es el protagonista de esta foto de arriba que viajó por
el mundo, convirtiéndose en símbolo de la toma de Puerto Argentino, el 2
de abril de 1982.
Veinte años después ( el artículo fue elaborado en marzo de 2002
), acercándose a su cumpleaños 52 y a menos de dos meses de retirarse
después de 35 años en la Armada, el Suboficial Batista enciende su
cuarto cigarrillo en una mañana húmeda de Punta Alta y afirma: “No tengo nostalgia por las Malvinas. Fue una etapa en mi vida y en mi carrera. Recibí una orden y la seguí. Para eso me paga el Estado”.
Probablemente
no todos los miembros del Grupo de Comando Anfibio que rindió a los
británicos se comportan de la misma manera que este nacido en Colón, que
dice no tener ningún interés en regresar a las Malvinas como huésped o
turista. Sin embargo, afirma que “si el Estado me dice que los recupere nuevamente ahí estaré” . Porque, como todos los soldados de élite, Batista está hecho de una madera especial. Los comandos anfibios son al mismo tiempo buzos, paracaidistas, comandos y especialistas en reconocimiento en tierra y agua. Aprenden a soportarlo todo. Son
soldados entrenados para la guerra, exactamente lo contrario de muchos
jóvenes que no eligieron las Malvinas como destino, ni viven en una
guerra y mueren en ella.
Quizás por eso Batista nunca tuvo miedo. Ni
siquiera al principio cuando se embarcaron en Puerto Belgrano a bordo
de la fragata “Santísima Trinidad”, con rumbo desconocido, aún con la
sospecha de todos de que se estaba realizando un verdadero operativo en
las Malvinas.
“Tan pronto estuvimos en alta mar nos dieron la orientación necesaria para llevar a cabo la misión. Desembarcamos el 1 de abril, poco después de las 21:00. Yo era el guía del barco y, desde la línea de playa, el explorador. Sólo teníamos un equipo de visión nocturna y yo era quien lo llevaba, que iba delante unos 200m”.
“Estábamos seguros de que los ingleses no nos esperaban. Caminamos toda la noche. Los objetivos eran el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador. Teníamos órdenes de no matar, porque el plan posiblemente era tomar las islas y negociar la retirada.
“Nos separamos en dos grupos. Fui al cuartel, pero no encontré nada porque los marines estaban afuera custodiando los objetivos. Allí izamos por primera vez la bandera argentina. El grupo que acudió a la casa del gobernador, en cambio, encontró resistencia y se escucharon disparos constantes. “Era casi de día y la resistencia persistía. El primer inglés que conocí fue un francotirador con un rifle Mauser. Lo desarmé. Cuando nos reunimos en la casa, la situación estaba casi bajo control.
La única baja en esta acción –la primera muerte de la guerra– fue el capitán Pedro Giachino. “Cuando llegué estaba herido. Había entrado en la casa y, al salir, fue atropellado por un soldado que estaba detrás de una línea de árboles cercana. Le pregunté: “Qué te pasó, Pedro”, y le toqué la cabeza. Estaba consciente, pero muy pálido, había perdido mucha sangre y agonizaba.
Batista
no recuerda en qué momento de aquella jornada frenética el fotógrafo
Rafael Wollman se fotografió con los prisioneros ingleses. Sabe, sin embargo, que esta imagen es un retrato implacable del orgullo herido del viejo león imperial. “El 14 de junio debieron buscarme para tomarme una foto con los brazos en alto”, imagina con una sonrisa.
Pero el cable no estaba en Puerto Argentino el día de la caída: “El 2 de abril regresamos al continente”. Batista nunca regresó a las islas, pero esto casi sucede cuando se planeó una misión de infiltración durante el desembarco británico, pero el Hércules que las llevaría sufrió una avería en la pista.
“Los británicos no eran mejores que nosotros. Tenían más medios y más apoyo. De americanos y chilenos. Pero si Argentina hubiera tenido la firme convicción de luchar…”, dice Batista, dejando la frase en el medio, como una pregunta.
FUENTE: Clarín
TRADUCCIÓN Y ADAPTACIÓN: Poder Naval
jueves, 16 de diciembre de 2021
ARA Santa Fé: La experiencia de combate del enfermero
Enfermero en Guerra: Relato Tripulante ARA Santa Fe en Malvinas

El Snorkel
Esa madrugada del 25 de abril de 1982 luego de desembarcar el grupo que quedaría en Georgias, a cargo del Capital Lagos, nos dirigíamos a la salida de la Bahía para continuar con nuestra nueva misión. A unos minutos (50’ o 60’), fuimos atacados por un grupo de helicópteros Westlan Wasp que disparaban y hostigaban, girando en nuestro alrededor en forma constante. De guardia en la vela del buque estaban los cabos Felman y Muracioli. Al comenzar el ataque se reúnen inmediatamente y en forma voluntaria los cabos: Giglihone, Mareco, Macías, Silva y Bustamante. Quienes tenían la tarea de proveer material y municiones al personal de la vela.
Esa madrugada del 25 de abril de 1982 luego de desembarcar el grupo que quedaría en Georgias, a cargo del Capital Lagos, nos dirigíamos a la salida de la Bahía para continuar con nuestra nueva misión. A unos minutos (50’ o 60’), fuimos atacados por un grupo de helicópteros Westlan Wasp que disparaban y hostigaban, girando en nuestro alrededor en forma constante.
De guardia en la vela del buque estaban los cabos Felman y Muracioli. Al comenzar el ataque se reúnen inmediatamente y en forma voluntaria los cabos: Giglihone, Mareco, Macías, Silva y Bustamante. Quienes tenían la tarea de proveer material y municiones al personal de la vela.
El Cabo Macías:
Macías, como así el resto de este personal que estaban en la vela, eran responsables, de repeler el hostigamiento que los ingleses ejercían sobre el submarino.En ese momento un misil ingresa en la vela generando múltiples esquirlas de las cuales una de ella impacta en la pierna derecha de Macías, produciéndole una herida.
Cuando me avisan de la situación, me dirijo inmediatamente al compartimiento baterías de popa; en ese instante lo traían a Macías, el que recostaron en una de las mesas del comedor.
Al hacer la inspección del cuerpo, veo una gran herida traumática, a la altura de la rodilla derecha, en realidad era una amputación total del miembro derecho.
Había que actuar inmediatamente, calmando el dolor: las ampollas de morfinas la tenía el Cabo Milano en la heladera.
También con sabanas estériles, vendé y cubrí la pierna, cohibiendo así la hemorragia. Para culminar colocándole una veclisis, en realidad una vía permeable para tener acceso a cualquier tipo de medicación y reponer en la sangre perdida.
Al terminar con estos 1° auxilios, colocamos a Macías sobre una cama del dormitorio. El Sr. 2° comandante da la orden de abandonar el buque, sacamos una camilla recostando al paciente y sujetándolo con las correas, había que sacarlo por el tambucho del compartimiento.
En el desembarco de Macías, ayudaron la gallina Ruiz, el peludo Alfaro, y no recuerdo quienes otros, se que habían más personas que me ayudaron a sacarlo, si alguno recuerda espero me lo hagan saber.
Saliendo del Submarino:
Al sacar a Macías por el tambucho, se nos presento la 1° dificultad, que era sortear y esquivar las tablas del pequeño muelle de la estación científica donde quedo el buque, que estaban todas deterioradas por los disparos de los ingleses.A correr:
Una vez en tierra y con la ayuda del personal que estaba desembarcado, llevamos a Macías en camilla, corriendo hacia la casa, unos 200 o 300 mts. bajo el fuego de los ingleses.Logramos llegar a la casa de los científicos (Shacketon House), donde había una pequeña enfermería, colocando a Macías en un sillón articulado, similar a un sillón de odontología.
Otra dificultad que se nos presento era que no, había suministro de energía en la casa, así es que Ruiz, se encargo de que tuviéramos energía en la enfermería.
En la enfermería, encontré material para realizar el acto quirúrgico: Ya estaban conmigo evaluando al paciente el Dr. Gatica Cirujano y el Suboficial anestesista Barrionuevo.
Cuando teníamos todo listo comenzó la operación.
Detalles:
Barrionuevo, realizo la anestesia peridural, controlando permanentemente al paciente.El Dr. Gatica comenzó a operar, había que realizar cortes y emparejar la herida, también había que suturar arterias y venas para cohibir la hemorragia; para luego cerrar y dejar el muñón en optimas condiciones.
Finalizada la operación, trasladamos a Macías a una habitación contigua, donde quedo en reposo, permaneciendo a su lado permanentemente.
Habiendo concluido la operación; observo a través de la ventana un gran despliegue por parte de los ingleses: un helicóptero desembarcaba toda una batería de elementos para levantar un quirófano de campaña. No estaban enterados que Macias ya había sido operado.
Traslado de prisioneros:
Todos los prisioneros: Grupo de Davidof; Grupo que quedaría a cargo de Georgias; Grupo Los lagartos; y los tripulantes del submarino Santa Fe. Todos fuimos embarcados en el buque petrolero RFA TIDESPRING. A75.Macías fue trasladado una vez prisionero a la fragata Playmmond y el dia 28/04 fue embarcado con el resto de los prisioneros en el TIDESPRING.
Macías fue alojado en un óptimo compartimiento donde le brindaban todo tipo de atención. También allí recibió la primera curación luego de la operación; estaban presentes médicos ingleses, el Dr. Gatica, el Cap. Bicain y yo.
Con el transcurso de la navegación, fuimos autorizados junto a los prisioneros a subir a la cubierta. Allí Macías comenzó a usar los bastones canadienses.
Todos los días los ingleses, me trasladaban al compartimiento donde estaba Macías. Allí realizaba su baño; higiene personal; y confort, también desayunábamos, recuerdo que charlábamos mucho hasta que se hacia la hora de regresar a mi alojamiento junto a mis compañeros en la bodega.
Isla Ascensión:

Al llegar a destino la Isla Ascensión, desembarcamos, nos acompaño un oficial helicopterista inglés (ver foto). Allí nos fichaban, tomaban fotos individuales y entregaban documentación para el embarque que nos llevaría a Uruguay, en realidad fue el último contacto que tuvimos con los ingleses.
El Traslado:
Embarcamos en un avión de la KLM de línea holandesa, tramitado por la Cruz Roja Internacional. Que nos llevo al Aeropuerto de Montevideo. Allí nos trasladaron en un micro que nos llevo, al puerto donde nos espera el Buque Escuela PILOTO ALSINA, de la Armada Argentina que nos llevo a Bs. As., allí una ambulancia del Hospital Naval traslado a Macías quedando internado.
De regreso en el ARA Piloto Alsina
Bs. As. Mar del Plata.
Recuerdo que el grueso del grupo embarcamos en micros que nos trasladaron a Mar del Plata. Era tarde cuando llegamos a la Base Naval, allí nos recibió el oficial de guardia Tte. Isola.En casa.
Al llegar a casa, fue una gran sorpresa, me esperan: mi esposa; hijos mis padres, amigos y vecinos, fue una linda bienvenida…
Desde Córdoba, Alberto Macías y desde Ushuaia Capital de Malvinas, Arnaldo Funes
Este recuerdo está compartido y consensuado por mi amigo ALBERTO MACIAS.
Doy gracias a todos los submarinistas argentinos, amigos, camaradas y a personas que compartieron este relato.
Arnaldo Funes
Suboficial Enfermero Submarinista
Veterano Guerra Malvinas
Tripulante submarinos ARA Santa Fe
jueves, 13 de agosto de 2020
POW: Los prisioneros británicos alojados en el Liceo Militar Gral. Roca de Comodoro Rivadavia
La historia de los prisioneros ingleses que estuvieron arrestados en Comodoro durante la Guerra de Malvinas
El 3 de abril de 1982, un día después que Argentina recuperó momentáneamente la soberanía de las Islas Malvinas, soldados argentinos tomaron como prisioneros a seis marines británicos y un guardafaros. Los siete fueron traslados a Comodoro Rivadavia donde permanecieron 12 días detenidos en el Liceo Militar General Roca.
Por Fredi Carrera || ADN Sur
@fredicarrera
CONTENIDO EXCLUSIVO (ADNSUR) - En el patio del enorme Liceo General Roca de Comodoro Rivadavia, institución donde cientos de chicos hoy cursan sus estudios primarios y otros tantos terminan la secundaria como cadetes, aún está en pie la casa en la cual estuvieron detenidos 7 prisioneros de guerra ingleses durante el otoño de 1982.
La vivienda en la actualidad es habitada por un oficial que presta servicio en esa institución militar.
Según cuenta la historia a la que tuvo acceso ADNSUR, fueron seis marines británicos y un guardafaros los prisioneros que estuvieron detenidos en Comodoro Rivadavia, ciudad que fue Centro del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur, y a donde llegaron 495 soldados heridos que fueron atendidos en el Hospital Regional.
Los marines fueron apresados el 3 de abril, un día después de la recuperación de las Islas Malvinas y mismo día en que llegó el primer soldado herido al nosocomio.
Stefan Charles York, de 27 años; James William Mc Kay, de 21; Gary Moor, de 19; Jeffrey William Warnes, de 36; Richard Overall, de 22; y Martin Thomas Smith y Stephan Dale fueron detenidos cerca de Puerto Argentino, el centro del archipiélago y dos días después, según narra una nota de Clarín, fueron traslados a Comodoro Rivadavia.
Los ingleses llegaron a esta ciudad de madrugada en un Hércules C-130 que aterrizó en la pista del Aeropuerto General Mosconi, donde los esperaba el jefe de la compañía de Reserva del Liceo, capitán Luis Bruno. Desde allí fueron trasladados al instituto militar bajo estrictas medidas de seguridad y fueron recibidos por el teniente coronel Miguel Angel Arévalo, director y jefe de la Agrupación Comodoro Rivadavia, quien falleció el 30 de abril en un accidente que tuvo el helicóptero que lo transportaba cerca de Caleta Olivia, Santa Cruz,.
Los prisioneros la primera noche quedaron arrestados en una casa del patio exterior del LMGR. Al otro día fueron trasladados a la Sala de Armas, la única habitación que por cuestiones de seguridad estaba enrejada en la institución. Mientras tanto se suspendieron las clases para los cadetes por cuestiones de seguridad.

El traductor de los prisioneros
Edgardo Blaguerman por ese entonces cumplía con el Servicio Militar Obligatorio en el Liceo Militar General Roca. El conscripto era oriundo de Buenos Aires, y cuando se presentó a realizar el servicio en el distrito San Martín de Ramos Mejía lo subieron a un Unimog y lo llevaron hasta El Palomar, donde lo embarcaron a un avión.
“De aquí en más empieza su vida militar. En dos horas van a estar en Comodoro Rivadavia. Ese va a ser su destino”, le dijeron.
Blaguerman llegó a la ciudad el 3 de febrero y luego de una instrucción de 25 días en un yacimiento petrolero abandonado comenzó a prestar servicio en el Liceo.
Este medio logró contactarlo pero fue imposible entrevistarlo por sus ocupaciones diarias. No obstante su testimonio quedó registrado en un trabajo realizado por estudiantes de la Escuela ORT.
Frente a la cámara Blaguerman, quien fue intérprete junto al soldado Claudio Tantignone, contó detalles de la estadía de los prisioneros.
“Cuando llegaron los prisioneros fueron trasladados al Liceo Militar General Roca donde no existían cárceles porque era un colegio. Entonces la primera noche durmieron en una de las casas que en general las usan los oficiales. Se las adaptó con una custodia militar y al día siguiente la que era una de las armerías fue acondicionada como prisión”, narró.
Y continuó: “la orden que llegó del comando en jefe del Ejército fue que sean tratados correctamente. Se les daba de comer, tenían su lugar para higienizarse, un tiempo para hacer alguna actividad física. En realidad se buscó no llegar a un conflicto mayor hasta no tener en claro que iba a pasar porque en ese momento todavía no había prisioneros argentinos”.
Blaguerman había cursado cuatro años de inglés y era uno de los pocos soldados del Liceo que manejaba el idioma. Según contó el cuarto donde estaban los prisioneros era como una ele y estaba custodiado por los dos frentes que daban a los pasillos. “Éramos dos soldados intérpretes que nos dividíamos los turnos. Estábamos sentados con una silla al pie de la entrada que era la prisión de estos soldados ingleses. La orden era tratar de escuchar o ver si detectábamos algo raro que tengamos que informarles a nuestros oficiales. Principalmente pasó ese tiempo entre hacer intermediarios entre las peticiones de los prisiones y la respuesta de los oficiales argentinos”, contó.
En el relato Blaguerman asegura que en forma preventiva ellos fueron desarmados ya que los marines ingleses tenían experiencia en combate. “Uno de los soldados llevaba 20 años como mercenario, era alguien que cobraba por ir a la guerra. La mayoría nos llevaba 10 años de diferencia. Hay uno de ellos que me preguntó ‘¿cuántos años tenía?’ le dije ‘18’ y me dijo ‘yo tengo 38, hace 20 que trabajo de esto’”.
La estadía de los marines era un secreto en la ciudad para evitar un posible rescate inglés. Sin embargo, todo cambió el 13 de abril cuando Diario Crónica de Comodoro Rivadavia publicó la noticia en su edición del día bajo el título: “Infantes británicos están alojados en el Liceo Militar General Roca”.
Ese titular cambió todo para los prisioneros que cuatro días después fueron embarcados a un Fokker de la Fuerza Aérea y trasladados a Montevideo para su liberación. Solo uno de ellos volvió a pelear en las islas.
Según pudo confirmar ADNSUR esos siete ingleses no fueron los únicos prisioneros que estuvieron en la ciudad. A fines de mayo un piloto ingles fue trasladado a la zona luego de que se eyectó en Puerto Argentino. El combatiente británico sufrió heridas de consideración y fue trasladado a esta base, confirmaron excombatientes que en ese momento prestaban servicios en la Fuerza Aérea.
Historias casi desconocidas en una ciudad que vivió la guerra de cerca, con apagones, simulacros, camiones de combate y un hospital preparado para recibir a los heridos.
jueves, 16 de julio de 2020
Malvinas: El combate de Top Malo House
Combate de Top Malo House

El 31 de mayo, el Capitán Rod Boswell del Cuadro de Guerra para Montaña y el Ártico de los Marines Reales y 18 de sus hombres fueron alistados para la misión como resultado de un informe pasado el 27 de mayo por una patrulla de cuatro hombres del M&AWC en un puesto de observación en Bull Hill. Los cuatro hombres de Stone habían establecido el puesto adelantado el 21 de mayo como uno de una serie de pequeños equipos de reconocimiento que eran los ojos y oídos de la Brigada de Comandos 3. El 29 de mayo la patrulla del sargento Stone informó por radio la presencia dos helicópteros Bell UH-1H argentinos en la zona de Monte Simons.
Embarcados en un helicóptero Sea King, los 19 comandos británicos descendieron a mil metros de la posición de los Comandos de la 602. Un equipo de fuego de siete hombres se movió hacia la izquierda para tomar una posición en una pequeña colina a 150 metros de distancia de Top Malo House para apoyar al grupo de asalto de doce hombres liderado por Boswell.
Había un riesgo de perder el factor de sorpresa ya que los comandos británicos estaban inexplicablemente vestidos con uniformes oscuros contra la nieve, lo que alertaria a cualquier centinela atento. Sin que los británicos supieran, los Comandos oyeron los helicópteros y tomaron acciones aceleradas para preparar su equipo y abandonar la casa.

Comenzó el combate con el disparo de una bengala en el aire. A ver la señal, el grupo de apoyo abre fuego contra la casa con seis lanzacohetes antitanque M72 LAW de 66 mm. Mientras tanto, el teniente Espinosa, que estaba en el segundo piso cerca de la ventana dando guardia como centinela, da la alerta. Antes de ser alcanzado y herido por el fuego de un francotirador, A pesar de estar gravemente herido, Espinosa atrae el grueso del fuego enemigo al segundo piso, permitiendo a los hombres de la Primera Sección de Asalto salir a tiempo y escaparse de las llamas y detonaciones. Luego de 45 minutos de combate y agotada la munición, el Capitán Vercesi ordena la entrega de la patrulla, los comandos sufrieron 2 bajas (Teniente Espinosa y Sargento Sbert).
El sargento Losito cae herido y luego es trasladado en helicóptero para ser sanado de sus heridas junto a 3 body bags de los Royal Marines, confirmando al lo menos 3 bajas en el bando enemigo.