viernes, 28 de julio de 2017

Royal Navy más débil que en 1982 pero puede pelear contra España (¿?)

Marina real "mucho más débil" de lo que fue durante la Guerra de las Malvinas




HMS Illustrious, el ex portaaviones de la Royal Navy

Laura Hughes, The Telegraph

La Marina Real de Gran Bretaña está sustancialmente más débil que durante la Guerra de las Malvinas, pero aún podría "paralizar" a España, dijeron expertos militares.

Chris Parry, ex director de la capacidad operativa del Ministerio de Defensa, ha pedido al Gobierno que invierta "apropiadamente" en la capacidad militar de Gran Bretaña si quiere "hablar en grande" sobre Gibraltar.


Miembros de la Armada Real que caminan a bordo de la cubierta de vuelo del HMS Ocean

Vino como un antiguo líder Tory sugirió que Teresa May iría a la guerra con España para defender la soberanía de la península, tal como lo hizo Margaret Thatcher con las Malvinas.


Lord Howard dijo que el primer ministro se mantendrá de pie en Gibraltar durante las conversaciones Brexit en medio de las reclamaciones de un "agarre de tierra" de la UE para el territorio.

A medida que el gobierno se movía para retomar las Islas Malvinas desde Argentina en 1982, la Royal Navy tenía no menos de 127 barcos - incluyendo 60 destructores y fragatas y una docena de submarinos de ataque nuclear -, así como dos grandes buques anfibios y tres portaaviones.

Las últimas cifras muestran que la Armada no tiene portaaviones en servicio, 7 submarinos de ataque nuclear, 13 fragatas y seis destructores, frente a una flota combinada de 33 en 2000.


Marines reales que avanzan durante la guerra de Malvinas 

El presupuesto militar de Gran Bretaña representó alrededor de cuatro por ciento del PIB en la década de 1980 bajo Margaret Thatcher, en un momento en que la economía era mucho más pequeña, mientras que se sitúa en sólo el dos por ciento bajo Theresa May.

El Vice Alte. Parry dijo que no creía que las tensiones actuales condujeran a un conflicto militar.

Pero dijo: "Si el Gobierno quiere hablar sobre Gibraltar, o en cualquier otro lugar, tiene que invertir apropiadamente en la capacidad militar para respaldar eso.


Lord Howard ha sugerido que Teresa May iría a la guerra con España para defender la soberanía de Gibraltar

"Somos mucho menos poderosos de lo que éramos durante las Malvinas y somos menos sostenibles en el tiempo, y nuestra capacidad para hacer cumplir nuestra voluntad nacional en términos militares es significativamente menor.

"Nuestros activos de lucha contra la guerra son débiles después de años de operaciones en Afganistán e Irak y debido a la forma poco sincera en que el Gobierno ha financiado la defensa.

Sin embargo, insistió en que la capacidad militar de Gran Bretaña "sobrepasa" significativamente a la española y que si llega a una guerra, el Reino Unido es - cualitativamente - tres veces más poderoso. Nuestra capacidad de hacerles daño es mucho mayor.

"Podríamos paralizar a España en el mediano plazo y creo que los estadounidenses probablemente nos apoyen también, España debe aprender de la historia que nunca vale la pena seguir adelante y que todavía podemos cantar la barba del Rey de España".

miércoles, 26 de julio de 2017

Geoffrey Cardozo, el encargado de diseñar el cementerio de Darwin

Los caídos en Malvinas: la increíble historia del hombre que enterró los cuerpos
Geoffrey Cardozo, militar inglés, se encargó de la ingrata tarea por pedido de Londres; participará de la identificación de cadáveres
Agustina López | LA NACION



Cardozo en las islas, después de finalizada la guerra. 


El capitán Geoffrey Cardozo pisó por primera vez las Malvinas una vez finalizada la guerra. Como soldado inglés, con 32 años, había estado en otras zonas de combate, pero no peleó esta vez. Sin embargo, su nombre y su libreta pasaron a la historia: fue el hombre encargado de organizar el cementerio de Darwin y de registrar en su anotador todos los datos posibles de los 123 soldados argentinos que hoy yacen allí sólo bajo una cruz blanca. Gracias a esa tarea -que recayó en él casi de casualidad- mañana la Cruz Roja comienza en las islas el proceso de exhumación y localización de los soldados argentinos "sólo conocidos por Dios".

Durante los meses que duró el enfrentamiento, Cardozo trabajó en el Ministerio de Defensa en Londres, ocupándose de tareas logísticas, hasta que recibió un llamado: alguien debía ir a Malvinas y ocuparse de las secuelas del combate y, sobre todo, de mantener la disciplina de esos jóvenes soldados.

"La batalla recién había terminado y las islas estaban en muy mal estado. Hay algo en la psicología de esos que ganan y pierden que es muy fuerte y los une: ellos son los sobrevivientes. No es fácil de sobrellevar", cuenta Cardozo, ahora retirado, a LA NACION, en una conversación telefónica desde Londres, justo antes de partir a Malvinas en donde la Cruz Roja lo contactó como consejero.

Había cartas que debían ser mandadas y muchos prisioneros argentinos todavía custodiados por los ingleses, a punto de ser devueltos a sus familias. Y cuerpos. Cientos de cuerpos enterrados en zonas de combate, rodeados de minas. Cuerpos abandonados en aviones que habían caído solitarios entre los recovecos del archipiélago. Cuerpos destrozados por las bombas.

Las tumbas estaban diseminadas y eran halladas, poco a poco, por un grupo de ingenieros especializados que realizaban tareas de localización de minas. Cardozo se ocupó de ir anotando todos los puntos en los que se encontraban cadáveres. "Decía una pequeña plegaria y anotaba en la libreta", recuerda. Pasaron los meses y cuando Margaret Thatcher ofreció a Leopoldo Galtieri repatriar los cuerpos, la negativa del gobierno argentino planteó una nueva tarea: construir un cementerio y trasladarlos todos a un solo lugar. De eso se ocuparía Cardozo.

"No podía pedirles esa tarea a los hombres que acababan de terminar un combate. Eran cuerpos que llevaban enterrados varios meses", explica Cardozo. Los ingleses decidieron entonces ocupar civiles en la tarea. Por eso, voló de regreso a Londres y se entrevistó con tres casas funerarias. Los requisitos que solicitó eran pocos: necesitaba una docena de personas, mayores de 30 años -porque la tarea demandaba cierta madurez emocional-, pero de menos de 40 y en buenas condiciones físicas. Sólo una de las empresas le dijo que sí y voló con ellos a las islas. Era enero de 1983.

El grupo de expertos en cementerios, pero vírgenes en el combate, recibió uniformes y algunas lecciones de cómo subir y bajar de un helicóptero. El oficial experimentado, las propias sobre cómo organizar un cementerio. Uno a uno, apoyándose en las notas que había tomado Cardozo, los cuerpos fueron recuperados desde el aire entre la caprichosa geografía de Malvinas y llevados al lugar en donde soldados ya preparaban el sitio de entierro.

Antes de ponerlos en bolsas mortuorias y finalmente en tierra, Cardozo debía identificarlos. "Todos los soldados profesionales deben tener una chapa con su nombre colgada del cuello justamente para identificarlos, pero estos eran chicos. A muchos no les habían dado chapa", cuenta Cardozo. De todos modos, antes de enterrar los cuerpos anónimos, registró todo lo que vio en su libreta y, al lado de cada número que representaba una tumba, volcó esos datos: fotografías que llevaban, particularidades del uniforme, detalles. "No enterré ningún cuerpo sin antes haberle dado vuelta todos los bolsillos y cerciorarme de que no podía ser identificado. Miramos a cada uno de esos soldados, pero esto era posguerra: no existían registros dentales o las muestras de AND", jura. Después, hubo una ceremonia religiosa y "eso fue todo".

Cardozo dio por finalizada su tarea, pero se reencontró con ella muchos años después, ya retirado. A través de búsquedas en Internet se enteró de que gran parte de las familias de los caídos no sabían qué había ocurrido con sus hijos en Darwin: "Habíamos hecho todo para respetarlos y las familias no lo sabían, no sabían qué había pasado".

Cardozo tomó una decisión: viajaría a la Argentina para hablar con ellos, pero antes les haría llegar una copia de su informe. Por ello, en octubre de 2008, cuando un grupo de ex combatientes de Malvinas visitó a sus contrapartes inglesas para aprender de técnicas de sanación después del combate, Cardozo vio una oportunidad. El último día del encuentro, antes de bajar del taxi que compartían, el oficial inglés le entregó a Julio Aro, José Luis Capurro y José María Raschia, tres argentinos que habían estado en la guerra, un sobre de papel madera. Adentro estaba una de las tres copias de todo lo que había ido recogiendo en su libreta. Ya de regreso en el país, traductora mediante, comprendieron lo que habían recibido y fundaron "No Me Olvides", con la idea de acercar esos datos a los familiares de los caídos y, tal vez, lograr identificarlos.

Pasaron ocho años y Cardozo decidió por fin viajar a la Argentina. Así, el año pasado, sin prensa ni apoyo del gobierno de por medio, se reunió con las familias de los chicos que él había enterrado. "Quería estar con ellos y decirles qué había sido yo. Darles un cierre". Ante la pregunta de LA NACION si también fue un cierre para él, contesta: "Yo tuve mi cierre cuando dejé las Malvinas, no pensé que volvería a pensar en esto. Mi rabia surgió cuando me enteré de que había muchas familias que sufrían porque no sabían lo que había pasado. Fue un alivio cuando pude contarles". Cuando se le pregunta por el proceso de exhumación que comienza mañana, responde: "No sé si tendremos éxito, pero al menos podré mirar a los soldados a la cara y decirles: hicimos lo mejor que pudimos".

lunes, 24 de julio de 2017

Mujeres en el gobierno son mas probables de ir a la guerra

¿Quién entra en más guerras, reyes o reinas?

En la historia europea la respuesta son las reinas, especialmente las casadas



Las mujeres eran menos propensas que los hombres a apoyar la guerra de Vietnam, la guerra del Golfo o las invasiones de Afganistán e Irak. Cometen mucho menos asesinatos. Es menos probable que favorezcan ataques con aviones no tripulados. Para los estudiosos como Steven Pinker, un psicólogo, y Francis Fukuyama, un científico político, estos son motivos para pensar que un mundo dirigido por mujeres sería más pacífico.

Pero la historia europea sugiere lo contrario, según un documento de trabajo de los científicos políticos Oeindrila Dube, de la Universidad de Chicago, y S. P. Harish, de la Universidad McGill. Ellos estudiaron cuán a menudo los gobernantes europeos fueron a la guerra entre 1480 y 1913. Durante 193 reinados, encontraron que los estados gobernados por reinas eran un 27% más propensos a la guerra que los gobernados por reyes.

Esto no era toda la culpa de las reinas: los hombres, viéndolos como blancos suaves, tendían a atacarlos. Después de que Mary Tudor se convirtiera en reina de Inglaterra en 1553, el reformista protestante John Knox declaró que "el Regimiento Monstrous de Mujeres" no era apto para gobernar: "la naturaleza los pinta débiles, frágiles, impacientes, débiles e insensatos". Frente a ese sentimiento, Federico el Grande de Prusia declaró: "Ninguna mujer debe ser autorizada a gobernar nada". A los pocos meses de llegar al trono en 1740, cayó sobre la recién coronada archiduquesa de Austria, María Teresa, y se apoderó de Silesia, La provincia más rica del imperio. A pesar de años de guerra, nunca lo recuperó. De hecho, las reinas solteras fueron atacadas con más frecuencia que cualquier otro monarca. Piensen en Elizabeth I, la figura histórica con la que Theresa May puede identificarse, apartándose de la Armada española.

Pero la debilidad percibida no es toda la historia. Queens, los investigadores encontraron, eran más propensos a ganar un nuevo territorio. Después de derrocar a su marido, Catalina el Grande (en la foto) amplió su imperio en unos 200.000 millas cuadradas (518.000 kilómetros cuadrados), que es un montón de territorio, incluso para Rusia. (Ella fue la primera, aunque no la última, gobernante rusa en anexar Crimea). Y las reinas casadas eran más agresivas que reinas solteras o reyes, solteras o casadas.

Los autores sugieren varias razones para ello. En primer lugar, las reinas casadas pueden haber sido capaces de forjar más alianzas militares, envalentonando a recoger peleas. Mientras que el liderazgo marcial femenino seguía siendo tabú, los esposos masculinos habían servido a menudo en el ejército antes de que se casaran, y estaban bien colocados para consolidar lazos militares entre sus patrias y los estados de sus esposas.

En segundo lugar, a diferencia de la mayoría de los reyes, las reinas a menudo daban a sus cónyuges mucho poder, a veces poniéndolos a cargo de la política exterior o la economía. Fernando II, que gobernó Aragón y Castilla con Isabel I entre 1479 y 1504, llevó a la expulsión de los moros de Granada. Durante la década de 1740, el marido de María Teresa, Francisco I, revisó la economía austríaca y recaudó dinero para las fuerzas armadas, mientras que su esposa gobernaba gran parte de Europa central. El príncipe Albert era el consejero más confiado de la reina Victoria, dando forma a su política exterior hasta su muerte en 1861. Esta división del trabajo, los autores sugiere, liberó tiempo para que las reinas persigan políticas más agresivas.

En la era democrática, también, las mujeres líderes han luchado su parte de las guerras: pensar en Indira Gandhi y Pakistán, Golda Meir y la guerra de Yom Kippur, o Margaret Thatcher y las Malvinas. El número de países liderados por mujeres se ha más que duplicado desde 2000, pero hay mucho margen de mejora: el nivel actual de 15 representa menos del 10% del total. Un mundo en el que más mujeres ejercen el poder podría ser más igualitario. Si sería más pacífico es otra cuestión.

The Economist

sábado, 22 de julio de 2017

Arte: Pinturas de la guerra aérea en Malvinas

Pinturas de la guerra aérea en Malvinas




Pucaras en apoyo aéreo cercano

Westland Wessex "Humphrey" - GB - y submarino ARA Santa Fe en las Islas Malvinas

BAe Harrier GR Mk 3 en Malvinas

jueves, 20 de julio de 2017

Defensa de Puerto Argentino: Vilgré La Madrid entra en la Historia

Malvinas: Los recuerdos de guerra de un subteniente que luchó junto a 47 heroicos soldados en la sangrienta batalla final
El hoy coronel Esteban Vilgré La Madrid -que tenía 21 años en 1982-rinde homenaje a sus hombres: “Fui su jefe, pero de ellos aprendí humildad, y hasta qué punto dieron con alegría su vida por la Patria”

Por Alfredo Serra | Especial para Infobae

Entra al estudio de Infobae con su uniforme de coronel del Ejército Argentino. De impecable uniforme, "porque es mi segunda piel", dice. O acaso la primera, pienso, después de oír su narración de la guerra de Malvinas. Porque a lo largo de la entrevista ha repetido con énfasis: "Nací soldado, siempre quise ser soldado, y nunca dejaré de serlo". No por influencia familiar: su padre es profesor de historia y trabajó en Tribunales: un civil en estado puro.

Lo presento: Esteban Vilgré La Madrid, 56 años, y además de hombre de armas, ex rugbier (wing forward de Olivos). Dato no menor. El rugby como deporte, táctica y estrategia… estará en el campo de batalla.

Cuando estalló Malvinas, en apariencia, corrió con ventaja: a sus 21 años ya estaba en el Colegio Militar, y pisó esas soledades de turba, frío y llovizna al mando de 47 hombres como subteniente. Es decir, bautismo de fuego prematuro, y como jefe…


La entrevista transcurre en el mediodía del 12 de junio, a dos días y 35 años de la caída de Puerto Argentino. De la derrota.


El subteniente Esteban La Madrid, 21 años, en el Monte Dos Hermanas poco antes de partir en una patrulla

–Coronel, en la guerra hay dos fechas límite: el primer y el ultimo día.

–Sin duda.

–Quiero –necesito– que recuerde ese ultimo día. No por estadística: porque para entonces ya estaba escrita la bitácora del heroísmo, más allá del resultado.

–En realidad, ese último día, ese 14 de junio, empezó dos días antes en el combate del monte Dos Hermanas contra el comando 45 de los Royal Marines. Era el preludio del final, pero también el de muchas historias heroicas…

–¿Cuál era su estado de ánimo, y el de sus hombres?

–Teníamos confianza en que podíamos ganar… Pero no fue así en el combate de Monte Longdon contra los paracaidistas británicos…

La comunión con el padre Martínez Torrens, en Moody Brooke
La comunión con el padre Martínez Torrens, en Moody Brooke
–Fue cuerpo a cuerpo…

–Ese tipo de combate define muy bien qué es la infantería: uno puede ver la cara del que viene a matarlo… y solo Dios es ayuda y testigo.

–¿Una imagen de ese combate?

–El soldado Guanes, paraguayo, que murió rezándole a la virgen de Caacupé. Llegamos a la base agotados y derrotados. Puerto Argentino ya había caído. Pero alguien nos ordenó esperar al enemigo, y seguimos luchando…

–Como dice la famosa fórmula, "hasta más allá del deber"…

–Allí se vio el temple del soldado argentino, y también el del británico, que para mí es el mejor del mundo. Esa misión nos evocó la batalla de las Termópilas (Nota: Segunda Guerra Médica, 480 Antes de Cristo, Esparta y Atenas contra el imperio persa). Esos 300 espartanos que prefirieron la muerte a la deshonra.

–¿En qué sentido fue comparable, salvando las distancias?

–Éramos apenas 60 u 80 hombres, y los británicos nos atacaron con toda su potencia de fuego: ametralladoras, morteros, cañones, y fuego desde fragatas en apoyo. Allí murió el soldado Bandini, que no quiso replegarse…


–¿Cómo pudo resistir ese 14 de junio, con ya todo perdido?

–Me ayudó el honor de los soldados argentinos. Lejos de volver a Puerto Argentino, nos ingeniamos robando comida (en la guerra todo vale…), y nos preparamos para combatir. Ese episodio me enseñó mucho para la vida…

–¿Por qué?

–Puerto Argentino estaba todo iluminado. El buque Bahía Paraíso (de transporte, carga y rompehielos) estaba todo iluminado. En las calles, gente caminando. Pero nosotros, mirando hacia el lado británico… El suelo temblaba. Pasaban ráfagas de ametralladora. Debíamos buscar al enemigo para un último combate. Teníamos las caras tiznadas. El cielo era cruzado por bengalas. Era el principio del fin…, pero también mi comienzo real como persona. Un nuevo bautismo.


Junto a parte de sus soldados, en la posición de bloqueo de Monte Challenger, a fines de mayo

–Usted, a diferencia de sus soldados, ya estaba en la carrera militar. ¿Eso le daba superioridad, ventaja sobre esos muchachos?

–Yo era estudiante de cuarto año: todavía no había egresado como oficial. ¿Superioridad? ¡No! Fue al revés. Mis soldados tenían una excelente preparación: un año y medio de instrucción, y cuarenta intensos días en La Pampa. Vi sus caras y comprendí que me costaría mucho ganar su confianza, demostrarles que yo era el jefe.

–¿Cómo lo logró?

–Ganándoselos con humildad y ejemplo. Nadie se queda esperando una bala si tiene un jefe que lo maltrata. Me enseñaron muchísimo. Pude conducir y mandar en igualdad de condiciones. Fuimos 47 más uno…

–Hace un rato mencionó la palabra "muerte". De 47, solo perdió siete. Desde la estadística, y considerando la diferencia de fuerzas, una buena tarea. Pero, ¿qué siente un jefe ante la muerte de un soldado? ¿Cómo se asume?

–Le cuento un momento específico: Monte Longdon. Los británicos nos tiraban con todo. Separé dos ametralladoras, armas de apoyo. Teníamos que economizar munición, ser muy cuidadosos al disparar. El buen artillero tira ráfagas cortas y precisas. El malo, ráfagas largas e imprecisas. Vi una bola de fuego: ¡un cohete enemigo! Nos agachamos, pero Juan Horisberger no puede porque estaba cambiando el caño de su arma, y recibe una ráfaga en el pecho. Le largo una puteada y le digo ¡levantáte!, pero un compañero me dice "el soldado Horisberger está muerto". Lo miré y me miró. Todavía tenía la ametralladora en la mano, agarrada por la culata. Estaba muriendo. Corrimos, y otros cayeron…


Las carpas de la sección del subteniente Esteban La Madrid y el sector como reserva helitransportada en Moody Brooke (se ve al fondo ex cuartel de los Royal Marines)

–Vuelvo a la pregunta: ¿qué se siente?

–Es más desesperante la situación de los heridos que la de los muertos. Recuerdo que un soldado, comiendo Mantecol, me dijo frente a un muerto: "Qué suerte tuvo este tipo; para él, la guerra se terminó". Lo peor es la herida grave, morir desangrado. Por eso hay una oración que dice: "Pon calidad en mi corazón para que mi tiro sea certero, para que no sufra".

–En la vida civil, el equivalente a pasar del sueño a la muerte sin darse cuenta…

–Es así, sin duda.

–Volvamos al 14 de junio, coronel…

–El combate terminaba. Después de pasar por una barrera de fuego vimos las primeras casas de Puerto Argentino. El soldado Echave, de Lobos, muy jodón, me dice "Me quedé sin munición". Le contesto: "Ni loco te doy la mía. Quedáte atrás a ver si enganchás algo". Insiste: "Entonces déme su pistola, y si me tengo que morir me llevo un Yoni (por Johnny) conmigo". De pronto llega otra ráfaga, y hay que tirarse al piso, replegarse… Yo estaba sesenta metros más cerca de Puerto Argentino que él. Echave cae. ¿Qué hacer con los muertos en ese caso? Taparlos, ponerlos al costado del camino, y seguir. Y de pronto, un suceso extraordinario…

–Dígame…

–Ya en Puerto Argentino, con alto el fuego, sabiendo que arriba del cerro tal vez había soldados muertos o heridos, en una casa kelper abandonada, el soldado Britos me dice "saquémonos una foto. Me queda rollo en la cámara". Yo estaba golpeado, con los codos y las rodillas hinchados, no podía levantarme, y le dije: "¡Estás loco, una foto! Acabamos de perder la guerra. Nos dieron una paliza. Soy un mal jefe". Y él me para: "Mi subteniente, pelamos bien. Fue un gran combate, ¡merecemos esa foto!". Y sonrió con la cabeza levantada. Toda una lección… Alguien, en silencio, nos dio un vaso de agua.

–¿Algo más sobre ese día?

–Nos refugiamos en un viejo bunker de la segunda guerra. Me sentía un gran perdedor, un gran derrotado. Estaba detrás de una columna, iluminado por una vela de grasa de oveja. El subteniente Arroyo pasó lista. Sentí vergüenza. Un grupo se me acercó. Pensé: "Me van a pegar, por mal jefe". Se me acercó el cabo Fernández. Me paré. Y me dijo: "Subteniente… ¡feliz cumpleaños!". Era el 15 de junio. En efecto, mi cumpleaños. Y yo no me acordaba. Lloré amargamente por primera vez, y también por última.

“Esta imagen la tomó el fotógrafo Eduardo Rotondo. Yo estaba entrando a Puerto Argentino, el 14 de junio al mediodía… detrás venían el Sargento Echeverría y el soldado Disciulo”

–Leí que se lavaba y tomaba agua constantemente. ¿Por qué?

–Tenía miedo de que me mataran, y que mi madre recibiera mi cuerpo sucio. Hice eso, me vestí con mi mejor uniforme, y con turba me pinté un bigote antes de sacarme una foto, para que mi madre pensara que bromeaba…

–¿Qué significó para usted el rugby en la guerra?

–Templanza, fortaleza, lealtad… Y también estrategia y acción. Créase o no, en muchos de los combates actuamos con tácticas de rugby.

–¿Cómo fue la relación con su familia durante la guerra?

–Cerca del final, un helicóptero me trajo una carta de mi padre. Me decía "se acercan tiempos difíciles, cuidáte y cuidá a tus hombres, ¡viva la Patria!". Pero después supe que antes de mi llegada le dijo a mi hermana: "Es tan chiquito para morir".


“En Puerto Argentino cuando nos desplazábamos al lugar de reunión de prisioneros, cantando la canción del infante”

En adelante, el coronel libra otras batallas.

La primera: dirigir un centro de recuperación de ex combatientes golpeados por el estrés postraumático.

La segunda, exaltar el valor y la capacidad del soldado argentino: "Sin contar la Segunda Guerra Mundial, en las Malvinas los británicos tuvieron la mayor cantidad de bajas por día que en toda su historia".

La tercera, luchar por la verdad. "Fuimos despreciados, olvidados y calumniados por mucha gente, por películas y por libros. Pero yo no necesito ver esas películas ni leer esos libros para saber la verdad".

La cuarta, recordar con orgullo que los británicos, en las misiones de Irak y la ex Yugoslavia, lo eligieron por su capacidad en la guerra de Malvinas, "a pesar de que en nuestro propio país nos acorralaron durante años con sueldos miserables. Yo trabajé muchos años de noche… para poder seguir siendo soldado. Para morir por la Patria si fuera necesario".


“En el Regimiento 6 de Mercedes, el día en que regresamos de la guerra junto a dos camaradas. Nuestras familias fueron a recibirnos. Lo recuerdo con mucha emoción”

Y por fin recuerda el libro "No Picnic", del inglés Julian Thompson: la historia de la actuación de la 3a. Brigada de Comandos de la Infantería Británica en la guerra de las Malvinas 1982… con elogios a la tropa argentina, y hasta la conjetura de que con algo de suerte… el resultado pudo ser otro.

En el final, Thompson dice: "El pueblo inglés lo entendió: ¿lo entenderá el pueblo argentino?".

martes, 18 de julio de 2017

ATGM: SS.10, ENTAC, SS.11, SS.12 (Francia)


AS.12 poco después de ser disparado. Observe dos bengalas de seguimiento laterales


ATGM SS.10, ENTAC, SS.11, SS.12


Los franceses no fueron los primeros en desarrollar un misil AT guiado por alambre, ese título pertenece al alemán en la Segunda Guerra Mundial con el X-7, pero el X-7 nunca se colocó en producción (es decir, es una leyenda urbana que se utilizó en los días finales de la Segunda Guerra Mundial contra los rusos). Pero los franceses fueron los primeros en investigar y desarrollar y en 1954 en producción el primer misil teledirigido del mundo, el Nord 5200 que fue designado eventualmente como SS.10. El SS.10 francés era tan bueno y barato (cerca de $ 1000 dólares) que el ejército de los EE.UU. compró el SS.10 de las líneas de producción francesas. Y en los años 50 el gobierno de los EE.UU. rara vez permitió la compra de cualquier artículo que no fuese producido en los EE.UU. y si era no de los Estados Unidos tenía que ser producido bajo licencia en los EE.UU.



SS.11 en montajes terrestres

La SS.10 fue seguida rápidamente por la SS.11 que durante mucho tiempo fue el misil guiado más producido en el mundo, no sólo producido en Francia, sino por más de una docena de otras naciones bajo licencia. La SS.10 fue seguida por la ENTAC y luego la SS.12 (aunque muchos consideran que la SS.12 es pesada para el empleo antitanque).

En la década de 1980, una revista me autorizó a recopilar material para un artículo sobre armas antitanques. De los cuales pedí material sobre misiles antiguos antitanque de diversas fuentes. Una de las fuentes que contacté fue Euromissile. Me enviaron una gran cantidad de información. Desafortunadamente la mayoría del material no fue devuelta por el editor. Abajo están las fotos que me quedan, incluyendo copias fotográficas de los diferentes misiles del libro de relaciones públicas de los fabricantes.


Jack E. Hammond


SS.11 siendo disparado desde el helicóptero Alouette III


SS.11 siendo disparado desde una torreta especializada en el casco del tanque


SS.11 disparado desde un tanque ligero AMX-13




Versión aire-tierra AS.12 del SS.12 en helicóptero naval francés. La ojiva era igual al de una munición de artillería de 155mm


AS.12 siendo disparado del helicóptero naval francés Lynx. Durante la Guerra de las Malvinas un helicóptero disparó AS.12 inhabilitó un submarino argentino.


AS.12 montado en helicóptero naval inicial. Observar la vista del techo







domingo, 16 de julio de 2017

Equipo y uniforme de Comando de los RM

Uniforme y equipo de Comando de los Royal Marines



Comando de los Royal Marines, el conflicto de las Malvinas en 1982 
Desde la armadura pesada usada por un hombre de armas Yorkista en 1485 hasta los paquetes llevados en mochilas en Puerto Argentino en las espaldas de los Royal Marines cinco siglos más tarde, la carga literal del esfuerzo de un soldado está a la vista.

viernes, 14 de julio de 2017

Drogadicción rampante en los medios británicos

En Inglaterra aseguran que militares argentinos buscan plantar una bandera en las Malvinas

Medios de ese país mencionan una "operación nocturna de 14 comandos". En Cancillería lo desmintieron por completo.
Perfil
NdA: Anualmente la prensa británica desde 1982 azuza el fantasma de la amenaza argentina sobre Malvinas. A medida que el presupuesto argentino desciende a los infiernos estas noticias de potenciales amenazas argentinas se vuelven extremadamente ridículas. Sigan la serie y verán que es real. Siempre cada año hay una noticia bomba inventada de alguna amenaza a la vida de los putos isleños.


Las Islas Malvinas.

La prensa británica señaló que existe la sospecha de que un grupo de militares argentinos planea en secreto plantar la bandera argentina en las Islas Malvinas. Según la versión, sería una "operación nocturna" a llevar a cabo en septiembre próximo, por "14 comandos" que viajarían en dos helicópteros para lograr su objetivo.

El primero en dar cuenta de la versión fue el diario sensacionalista Express. Bajo el título "Revelado: complot de argentinos para hacer un raid en las Falklands y plantar su bandera en territorio británico", este medio señaló que los presuntos militares argentinos irán a las islas (que se encuentran bajo jurisdicción argentina) en dos helicópteros Bell Huey II hacia el archipiélago.

Además, agrega que supuestamente el presidente Mauricio Macri fue informado de estos planes. Por otra parte, fuentes británicas agregaron a la prensa de allí que un helicóptero Chinook de la RAF había sido puesto en alerta para desplazar tropas si fuera necesario ante cualquier incursión argentina.

Desde el gobierno argentino desmintieron por completo que algo así pueda llegar a ocurrir. "No tiene ningún asidero la nota", señalaron a Perfil.com fuentes de Cancillería. "Es una cita a un medio de dudosa legitimidad, además de que es técnicamente imposible volar a las islas con ese tipo de helicóptero". En 1964, Miguel Fitzgerald fue el primer argentino en volar a las islas y plantar la bandera nacional. Piloteó un Cessna, dejó una proclama y regresó.

miércoles, 12 de julio de 2017

Jimenez Corbalán y Wheen, dos historias en Monte Harriet

Pudieron haberse matado en la misma batalla: Infobae los reunió 35 años después
Combatieron en Monte Harriet. Con las balas silbando sobre sus cabezas. El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán, del Regimiento 4 de Monte Caseros, y el Teniente Coronel David Wheen, del 42 Comando de los Royal Marines, vuelven a estar frente a frente para hablar de los horrores de aquella guerra, el coraje y los miedos, la paz y reconciliación 
Por Gaby Cociffi | Directora Editorial de Infobae



-Yo te tuve en la mira, dice el marine inglés.
-¿Por qué no me mataste?, pregunta el soldado argentino.
-Porque no teníamos suficientes municiones.

Los hombres, con sus uniformes y sus medallas de guerra, se estrechan con firmeza las manos. Esas mismas manos que hace 35 años cargaban un arma, colocaban su dedo índice en el gatillo y descargaban una lluvia de fuego y sangre contra sus enemigos.

"Era matar o morir", coinciden.


El Coronel Mayor Lautaro Jiménez Corbalán -subteniente en 1982, Regimiento de Infantería 4 de Monte Caseros, Corrientes- y el Teniente Coronel David Wheen -capitán en aquel entonces, 42 Comando de los Royal Marines- aceptaron la propuesta de Infobae en este aniversario de Malvinas: volver a estar frente a frente como en aquella lejana y cruenta batalla en Monte Harriet.

Seiscientas cuarenta y nueve cruces con los nombres de los caídos en la guerra rodean a estos veteranos. Es una réplica del cementerio de Darwin de Malvinas, pero con una cruz por cada uno de los muertos, el cenotafio en la localidad de Pilar, Provincia de Buenos Aires. Allí se produce el encuentro. La rigidez de sus uniformes no alcanza para esconder la emoción.

El soldado argentino está parado al lado de una cruz en cuya chapa se lee: Hipólito González. "Era cabo, murió en la batalla", explica. "En mi sección de 45 soldados tuve 5 muertos y 15 heridos. Todos los días de mi vida me acuerdo de mis hombres, de los que quedaron allá en las islas".

El marine británico se queda en silencio, las manos juntas, como si estuviera orando. "Por suerte yo no tuve ningún muerto, pero sí heridos de gravedad. Uno de mis marines perdió la pierna al pisar una mina antipersonal y tardamos 15 horas en sacarlo de la línea de fuego por la resistencia que ustedes hicieron esa noche".


David Wheen, capitán del 42 Comando de los Royal Marines, cavando una trinchera en Malvinas

"Esa noche" es la del 11 de junio de 1982 en Monte Harriet. Una noche muy oscura y fría -siete grados bajo cero-, donde los británicos avanzaban a través de un campo minado. Los 42 Comandos -bajo las órdenes del teniente coronel Nick Vaux- debían tomar esa posición. David Wheen comandaba la Compañía L que marchaba en la primera línea de combate.

El fuego de artillería del Regimiento 4 -a cargo del teniente Coronel Diego Soria- demoraba el avance inglés. Jiménez Corbalán y sus hombres defendían el monte bajo un increíble bombardeo que llegaba desde una fragata en la costa.

El Harriet parecía estallar en llamas. Proyectil tras proyectil, metralla tras metralla, silbaban sobre las cabezas de los soldados. Se preguntaron si alguien iba a sobrevivir a esa noche. La negra madrugada  estaba iluminada por resplandores de bombas y balas trazantes. La escena parecía irreal, la sangre de los muertos no lo era.


Algunos de los oficiales del Regimiento 4 de Monte Caseros que combatieron en Malvinas. Lautaro Jímenez Corbalán (el tercero de pie, de derecha a izquierda) era subteniente y tenía 20 años

Desde las diez y media de la noche hasta la madrugada del 12 -"nueve y media de la mañana se rinden los últimos argentinos", aclara Jiménez Corbalán- combatieron frente a frente. Uno podría haber matado al otro. Pero ahora están aquí, de pie entre estas cruces blancas. Y hablan. Escuchémoslos.

David Wheen: En el instante en que ambos sobrevivimos a la guerra, y la pelea terminó, dejamos de ser enemigos. Nos convertimos en camaradas de armas.

Lautaro Jiménez Corbalán: En el momento de la batalla tenés que sobrevivir y tenés que matar. Pero no sentís odio por tu enemigo. Sólo cuando matan a un compañero… Ahí querés matar al otro, sale el instinto salvaje de querer eliminarlo.

DW: Es extraordinario poder estar frente a frente. Puede que hayamos tratado de matarnos el uno al otro, pero no por motivos personales sino porque eso era lo que nuestros trabajos requerían de nosotros. Yo no te odiaba, ¿por qué habría de hacerlo? No te conocía…

LJC: En ese momento nosotros tampoco teníamos odio. Eran nuestros enemigos. El problema es que existe una disputa ancestral entre los dos países por Malvinas. Eso fue lo que nos motivó a estar ahí, y llegado el caso a matar o morir.


Frente a la cruz que recuerda al Capitán de Fragata Pedro Giachino, caído el 2 de abril durante la recuperación de las islas Malvinas

-¿Por qué que valía la pena matar o morir por Malvinas?

DW: Cuando me llamaron al frente, cuando la guerra parecía inminente, lo primero que pensé fue "¿Por qué yo? ¿Por qué no podría haber sido el turno de alguien más?". Fue una conversación que tuve conmigo mismo: ¿Estaba dispuesto a ir a morir a esa guerra? ¿Era una causa justa?

-¿Sentían que era una causa justa?

DW: Lo era. Me di cuenta que estábamos haciendo lo correcto, que era algo por lo que valía la pena morir. Solo después, ya en las islas, se volvió un tema de matar o ser matado. Es muy difícil darse cuenta de eso hasta que llega el momento en que uno está protegiéndose de las balas…

LJC: Yo fui por la Patria, porque era una causa justa. Pero en el día a día la supervivencia es por tu compañero. El que tenés al lado es la síntesis de la Patria, ¿sabés por qué? Porque en los Regimientos no somos todos amigos y venimos de distintos lugares y culturas, pero todos somos argentinos.


El entrenamiento de los Royal Marines en el Canberra. Antes de Malvinas Wheen había estado preparando a los comandos durante tres meses en el frío de Noruega

-¿Qué recuerdan de aquella terrible batalla?

DW: Mi compañero recibió disparos en ambas piernas a 100 metros de la línea de salida del Monte Harriet. Mi operador de radio, que estaba a mi lado, también recibió disparos en ambas piernas. Pensé: "Esta va a ser una noche terrible". Fue una noche terrible. Fue una noche memorable. Pero sobrevivimos y estamos acá para compartir la experiencia.

-¿Tiene un soldado miedo a morir en la guerra?

LJC: Es desesperante pensar tu propia muerte. Te das cuenta que te falta mucho por vivir y que en un segundo se termina todo. Pero tener la certeza de que vas a morir es la mejor forma de preparar el espíritu. Si no estás preparado para morir, no sos un soldado.

DW: Todos estábamos muertos de miedo. Pero si nos tocaba caer en la batalla iba a ser por una causa justa, porque una agresión no puede salir gratis. Dejé a mi mujer Vivian y a mis tres hijos pequeños de 7, 5 y 4 años -Lissa, Charles y Sarah- sólo porque pensé que la causa valía la pena.


Un óleo de un pintor inglés donde se representa la batalla del Harriet. El soldado con boina que aparece a la izquierda es David Wheen

La primera vez que soñó con ser un marine David Wheen tenía seis años. Vio a un comando cruzar el río colgado de una cuerda. "Quiero hacerlo", dijo. El marine tomó al niño, lo colgó en sus espaldas y se lanzó sobre las aguas. El chiquito de Devon, un condado al sureste de Inglaterra, nunca pudo sacarse de la cabeza a ese superhéroe de carne y hueso que lo había hecho vivir una aventura única. A los 17 años ingresó en el Commando Training Centre de Devon. Le siguió un durísimo entrenamiento en Noruega, mudanzas a Hong Kong, Singapur y Bangladesh, enfrentamientos en Irlanda del Norte y guerras de Irak y el Golfo para apoyar a los kurdos. "Amé ser marine durante 32 años, cada día de mi vida", resume Wheen.



Un óleo que representa a la batalla del Monte Harriet, de la pintora argentina Sonia Ruibal. Allí están los hombres de Jiménez Corbalán

Lautaro siempre jugó con soldaditos en su Corrientes natal. A los cinco años se vestía de soldado y el tío Périco era su ídolo: nada le gustaba más que verlo llegar con su uniforme del Ejército. Estaba escrito que iba a estudiar en el Liceo Militar General Espejo, en Mendonza, y lugo en el Colegio Militar en el Palomar. Malvinas lo encontró como cadete del cuarto año, encargado de la sala de armas. Allí, un viernes muy temprano, escuchó en una radio que se habían recuperado las islas. Cinco días más tarde lo ascendieron a subteniente. Y el 9 movilizaron a todos los oficiales. Lo enviaron a Monte Caseros: "Hay que custodiar las fronteras con Chile", le ordenaron. Se sintió frustrado: quería ir al Sur. Sus deseos se cumplieron solo ocho días después: pasó por Chubut, luego por Río Gallegos y el 27 de abril aterrizó en Malvinas. "Todos cantábamos felices. Queríamos estar allí", recuerda Jiménez Corbalán.


El diario que el militar argentino mantuvo durante la guerra. En la tapa escribió, en inglés y en español, su último deseo por si moría en combate: que se lo entregaran a su familia

El militar argentino saca de su bolsillo una pequeña libreta. Está envuelta en una bolsita de plástico. La toma con delicadeza, como si se tratara de un tesoro, y se la muestra all militar inglés. Tiene las hojas manchadas de barro. "Es el diario que yo escribí en la guerra", le dice.

"Al principio lo hice porque sentí la necesidad de escribir lo más importante que estaba viviendo para compartirlo con mi familia. Pero cuando empezó la guerra pensé que quizás era lo único que les iba a quedar de mí".

En la tapa del diario, en inglés y en español, Lautaro escribió: "Se ruega a quien encuentre esta libreta retornarla a la familia Jiménez Corbalán. Es el último deseo de un oficial argentino. Gracias".

"Si encontraban mi cuerpo en un campo de batalla alguien iba a enviar el diario a mi familia". David responde con tres palabras: "Fuiste muy sabio".


Jiménez Corbalán le llevó de regalo su libro “Malvinas en primera línea” (Nicolás Stulberg)

Los antiguos enemigos repasan día por día las páginas donde se detallan situaciones de guerra, batallas y reflexiones personales. En este momento la guerra no los separa, los une.

-Hace 35 años, de haber tenido oportunidad, uno le hubiese disparado al otro… Y hoy están aquí lejos de los rencores.

LJC: Lo importante acá es rescatar que es posible un acercamiento, sin odio, porque fue todo muy respetuoso. Terminado el combate había una preocupación por la salud del otro. Y no solamente por la del hombre propio sino por el enemigo. Los ingleses, lo debo decir en público, fueron muy cuidadosos con los heridos. Yo les debo respeto por eso.

DW: Los que combatimos ya no somos enemigos. Este es un problema político. Y la solución de todos estos temas, a largo plazo, es política y no militar. Fue una guerra con honor, con respeto y sin odios.

-Para un Royal Marine, ¿cómo fue enfrentarse a los soldados argentinos?

DW: Mi primer contacto fue en el Puerto de San Carlos, donde los pilotos fueron inmensamente valientes. Cada una de nuestras naves recibió algún tipo de impacto. Si daban la vuelta para volver a pasar por sobre los buques, iban a ser derribados… Y los pilotos lo seguían haciendo. Después llegaron las batallas terrestres, con mil rondas de artillería disparadas por ustedes. Y te digo, la artillería no es divertida. Tuve siete heridos graves por esquirlas. Las batallas fueron muy duras.


Foto tomada el 12 de junio de 1982 a los pies de Monte Harriet, luego de la batalla. Un marine inglés asiste a un soldado argentino herido. “Hubo respeto y cuidado por los heridos de ambos bandos”, coinciden los militares

Hablan de sus soldados, de sus muertos, de los prisioneros. Se emocionan. Revelan detalles de las batallas que hielan la sangre. Jiménez Corbalán le regala el libro que escribió: "Malvinas en primera línea". David Wheen le enseña la presentación que hizo en las academias militares norteamericanas luego de la guerra y una pintura inglesa que lo tiene como protagonista en la batalla de Harriet y que ilustra la tapa de un libro de la guerra. Cuentan anécdotas. Lautaro le habla de sus tres hijos Francisco -que es teniente-, María Juliana y María Guadalupe. David agrega que su hijo mayor también es militar "y ya tiene más medallas que yo". Hay orgullo, complicidad, respeto. Hablan un mismo idioma. Y no es el de la guerra.

Vuelven a las anécdotas. Wheen cuenta que estuvo a cargo de los prisioneros luego de la rendición. Y que dos comandantes argentinos, lo invitaron a comer con ellos. "Fue una reunión memorable: siete días antes habíamos estado tratando de matarnos, pero ahí estábamos, compartiendo una comida… ¡que era horrible, pero al menos estaba cocinada! Estuvimos en todo de acuerdo, salvo en el status de Malvinas. Pero ahí estuvimos de acuerdo en estar en desacuerdo".


Una de las fotos de la guerra que guarda el teniente coronel David Wheen. “Todas las batallas fueron muy duras”

Jiménez Corbalán relata que en el repliegue hacia Monte William, en medio de la noche cerrada, tuvo que atravesar un campo minado. David lo mira: "¿Y cómo estás entero?". "Pisé una trampa explosiva que me hizo volar por los aires y caí herido, porque yo encabezaba la fila de mis hombres. Les había dado la orden de retroceder, en caso de que alguno explotara. Me creyeron muerto, pero igual volvieron a buscarme. El soldado Carlos Salvatierra y mi operador Alberto Flores me salvaron la vida".

"Tenemos tanto que hablar", coinciden. El argentino lo invita a una cena con varios de los oficiales que estuvieron en el Harriet. Allí estarán aquellos que lo enfrentaron con sus fusiles y su coraje: Alfredo Pasolli, Alfredo Delpierre, José Lafuente, Edgardo Duarte Iachnicht, Jorge Farinella, el médico Juan Cucchiara, Alfredo Martínez, Mario Juárez, Ricardo Toran y Marcelo Llambias. "Un asado argentino para que nos permita conocernos mejor. Todos tenemos la necesidad de saber qué pasó en la batalla".


David Wheen pregunta, de pronto, por Ramón Castillo, un soldado al que conoció en septiembre de 2015 en Londres cuando Rugby sin Fronteras organizó un partido entre veteranos de ambos países. En 1982 Ramón se había presentado en el Regimiento de Monte Caseros como voluntario para ir a las islas "para cumplir con la Patria". Batalló en distintos frentes hasta que llegó la cruenta batalla del Monte Harriet, donde cayó prisionero. Cuando conoció a Wheen en Londres sintió que ese encuentro era sanador: "Somos compañeros de armas". Infobae invitó a Castillo a Buenos Aires. La emoción del encuentro se sintetiza en dos frases:

-Me alegro de que estés vivo, de no haberte matado, le dijo Wheen.
-Te bendigo a vos y a tu familia por eso, respondió el soldado argentino.

-¿Cómo fue su vida al volver a casa?

DW: Cuando volvimos a casa, los desfiles no significaban nada para mí, la gente lo era todo. Vivía para disfrutar cada día y estaba agradecido por poder vivir cada instante. Uno vuelve a la normalidad, pero la guerra es algo que está siempre en tu memoria… Tal vez no todos los días, pero sí varias veces a la semana. En mi oficina hay una foto de la batalla del Monte Harriet, y cada tanto la miro y recuerdo. Es algo que va a permanecer dentro mío para siempre.

LJC: Lo primero que hice al volver fue querer olvidarme de la guerra. Había cumplido 20 años en Malvinas y quería vivir la vida al máximo, porque a esa edad había visto mucho más de lo que otros hombres quizas pueden ver en toda su vida. La posguerra fue peor que guerra, porque los propios camaradas nos miraban como si hubiésemos sido responsables de la derrota. Los primeros cinco años fueron muy duros, con pesadillas. Uno ya sabe que la vida se puede terminar en un segundo, revaloriza todo, pero es difícil.

-Hoy están aquí juntos, pero hay 649 argentinos y 255 ingleses que quedaron en las islas. ¿Qué deuda sienten frente a los que ya no están?

LJC: Todos los días hay algo que me recuerde a Malvinas. Y veo los rostros de mis muertos, siempre me acuerdo de ellos, pero con paz.

DW: Esta gente no esta acá, lamentablemente. Muchos familiares de estos caídos deben sentir enorme tristeza. Nuestro deber es recordarlos y honrarlos. No hay muertos ingleses y argentinos. Todos fueron soldados de una misma guerra. Hay que mantener la memoria. Y luego celebrar que la vida sigue. Y que debemos seguir adelante. Es difícil de explicar.


Wheen y Jiménez Corbalán dejan una flor en la cruz de Hipólito González, muerto en la batalla del Monte Harriet (Nicolás Stulberg)

-A 35 años del conflicto ¿Es posible la reconciliación?

LJC: Me parece que el término reconciliación se da cuando dos partes resignan sus posturas, y este no es el caso. Creo que mientras exista una controversia es difícil hablar de reconciliación. Yo no me tengo que reconciliar con él, porque no tengo un problema personal con David. Lo tuve hace 35 años, no ahora. El problema de ahora lo tengo con la política del Reino Unido, que insiste en retener una colonia. No hay un problema tampoco con el pueblo inglés.

DW: El problema son los políticos. La mayoría de los oficiales argentinos fueron a academias militares en Inglaterra o a las universidades de Oxford o Eton. Cuando yo cené con los oficiales argentinos, me dijeron que las últimas personas con quienes querían ir a la guerra eran los ingleses.

LJC: Las guerras son el fracaso de la condición humana. Los soldados son quienes menos desean la guerra, aunque parezca paradójico. Y creo que el gran desafío de la humanidad es arreglar los problemas sin violencia. Pero mientras exista la violencia, hay que estar preparados para hacerle frente. De lo contrario, somos corderos que vamos al matadero. De todas maneras, apuesto fuerte a que este problema va a tener una solución sensata, la más justa que se pueda. A tantas décadas del comienzo del conflicto nos merecemos, tanto los argentinos como los británicos, sentarnos a arreglar el problema y dialogar en serio. La paz siempre es posible, pero la paz con justicia.

DW: Alguien que combatió en la guerra no quiere volver a hacerlo. Es un gran privilegio haber luchado por la Patria, pero ya está. La paz es mucho mejor. Es irrelevante que hayamos sido enemigos y que hayamos estado en bandos enfrentados. Porque todos somos seres humanos, todos estábamos muertos de miedo, todos teníamos una idea parecida de cómo íbamos a sobrevivir durante la guerra, y todos estamos agradecidos de estar vivos. Estrechar la mano de mi antiguo enemigo es algo extraordinario. Hoy podemos ser amigos, definitivamente. Y si los que peleamos sentimos eso, ¿qué pueden decir aquellos que nunca estuvieron en un campo de batalla?

domingo, 9 de julio de 2017

Cómo el buen funcionamiento de los submarinos argentinos hubiese cambiado todo

Cómo la guerra de Malvinas (gracias a un submarino furtivo) podría haber ido muy diferente





Sebastien Roblin | National Interest

La breve pero sangrienta guerra naval que ocurrió en 1982 sobre las Islas Malvinas, conocidas como las Malvinas en Argentina, es típicamente vista como un triunfo del poder naval británico. Un grupo de efectivos de la Marina Real logró vencer los fuertes ataques aéreos para recuperar el archipiélago del Atlántico Sur de las tropas argentinas.

Durante la mayor parte de la guerra, un solitario submarino diesel argentino, el ARA San Luis, se opuso a la Marina Real en el mar. No sólo el San Luis volvió a casa sin ser arrastrado por las más de doscientas municiones antisubmarinas disparadas por buques de guerra británicos y helicópteros, sino que dos veces emboscó a fragatas antisubmarinas. Si las armas funcionaran como se pretendía, la victoria británica podría haber sido comprada a un costo mucho mayor.

La junta militar gobernante de Argentina se recuperó oportunamente de las oportunidades para obtener puntos políticos en su país. No esperando una verdadera guerra, la junta calculó mal la rapidez con que la primera ministra británica Margaret Thatcher escalaría contra su uso de la fuerza con la suya propia.

Esta falta de planificación se manifestó en la falta de preparación de la flota submarina de la Armada Argentina. Una estaba en tan decrépita condición que no podía sumergirse con seguridad, mientras que la más moderna ARA Salta estaba sufriendo reparaciones. El más viejo ARA Santa Fe introdujo los hombres ranas para ayudar en la invasión inicial el 2 de abril. No fue hasta el día siguiente que el submarino más moderno disponible, el San Luis, recibió órdenes en su muelle en Mar de Plata para partir en una patrulla de combate alrededor del área de las Malvinas.

El San Luis fue un submarino diesel Tipo 209 alemán construido en grandes cantidades para servir como un submarino más pequeño y rentable para los países menos ricos. Desplazando sólo 1.200 toneladas con un grupo de tripulantes de treinta y seis, el San Luis llevó catorce torpedos antisubmarinos Mark 37 y diez torpedos con guía de alambre SST-4 de fabricación alemana para usar contra objetivos de superficie. Podía nadar a cuarenta y dos kilómetros por hora bajo el agua o veintiuno en la superficie, y tenía una profundidad máxima de buceo de quinientos metros.

Sería un cliché común a muchas historias de improbables logros militares para enfatizar la habilidad de la tripulación de San Luis, pero de hecho, los mejores oficiales submarinos de Argentina estaban en Alemania en el momento de la Guerra de las Malvinas. En su lugar, el San Luis se conformó con suboficiales menores encargados de muchos departamentos clave de la nave. Su comandante, el capitán de la Fragata, Fernando Azcueta, era un veterano del submarino, pero no tenía mucha experiencia con el modelo del Tipo 209.

Además, el San Luis estaba en pésimo estado y tuvo que someterse a reparaciones rápidas e incompletas. Su esnórquel tenía fugas, sus bombas de sentina estaban funcionando mal y uno de los cuatro motores diesel no funcionaba. Los buzos pasaron casi una semana entera tratando de limpiar los crustáceos del casco y la hélice de San Luis, lo que impedía la velocidad y el sigilo del buque.

El submarino argentino finalmente salió al mar el 11 de abril y se trasladó a una posición de espera mientras la situación política continuaba deteriorándose. Las cosas no llegaron a un comienzo prometedor. El sistema de control de incendios de San Luis le permitió guiar automáticamente tres torpedos simultáneamente después del lanzamiento. Así que, por supuesto, se rompió después de sólo ocho días en el mar, y ninguno de sus subalternos inexpertos sabía cómo solucionarlo. El equipo sólo podría lanzar un torpedo a la vez bajo guía manual de alambre. Sin embargo, se decidió que el San Luis debería continuar con su misión.

Mientras tanto, el 17 de abril, el Santa Fe, un viejo submarino de la clase Balao que había servido a la Marina de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial, envió a infantes de marina y técnicos para reforzar a las tropas que habían tomado la isla de Georgia del Sur. A pesar de que desplegó con éxito a las tropas el 25 de abril, no pudo despegar con la suficiente rapidez y fue detectado a las 9 de la mañana por el radar de un helicóptero británico Wessex, que pronto se unió a los helicópteros Wasp y Lynx. El Santa Fe fue dañado por dos cargas de profundidad, perdidas por un torpedo, golpeadas por misiles AS-12 antishipping, y estratificada con fuego de ametralladora. El capitán encalló en el submarino, que fue capturado junto con su tripulación por las tropas británicas poco después. El ataque a la Santa Fe marcó los primeros disparos de la campaña británica.

Al día siguiente, el San Luis fue ordenado a navegar por las aguas alrededor de las islas en disputa, y se autorizó el vigésimo noveno a disparar contra cualquier buque de guerra británico que encontró.

Sin embargo, la Royal Navy había interceptado las comunicaciones de San Luis y desplegado sus helicópteros y fragatas para cazarla. En un escrutinio, la Royal Navy tenía diez fragatas o destructores y un helicóptero asignado al menos en parte a tareas antisubmarinas, así como seis submarinos en patrulla.

El 1 de mayo, el sonar pasivo de San Luis detectó el HMS Brilliant y Yarmouth, ambas fragatas antisubmarinas especializadas. Azcueta lanzó un torpedo SST-4 a una distancia de nueve kilómetros, pero poco después del lanzamiento, los cables de guía en el torpedo se cortaron. Azcueta rápidamente se zambulló su sub en ocultar en el fondo marino. El Brilliant detectó el ataque, y las dos fragatas y sus helicópteros entraron en una frenética búsqueda de potenciales contactos de sonar. Lanzando treinta cargos de profundidad y numerosos torpedos, los barcos británicos explotaron con éxito varias ballenas por sus esfuerzos.

Al día siguiente, el submarino británico Conquistador torpedeó al crucero argentino General Belgrano, que se hundió junto con 323 miembros de su tripulación. Toda la flota de superficie argentina se retiró posteriormente a las aguas costeras, dejando a San Luis el único buque argentino que se oponía a la fuerza invasora británica. Los barcos y helicópteros británicos empezaron a reportar sonar contactos y avistamientos de periscopios por todas partes, y lanzaron nueve torpedos en aguas que el San Luis ni siquiera terminó acercándose.

El equipo de San Luis, por su parte, creyó haber sido disparado por un submarino británico el 8 de mayo y, tras realizar maniobras evasivas, lanzó un torpedo Mark 37 contra un contacto submarino. El torpedo se oyó explotar y el contacto se perdió. Esto, también, era probablemente una ballena.

Dos días más tarde, San Luis detectó las fragatas antisubmarinas Tipo 21 HMS Arrow y Alacrity en el paso norte del sonido de Falkland. Enmascarados por el ruido producido por las fragatas de rápido movimiento, el San Luis se arrastró a cinco kilómetros del Alacrity, disparó otro torpedo SST-4 y preparó un segundo para el lanzamiento.

Una vez más, los cables de la SST-4 se cortaron poco después del lanzamiento. Sin embargo, algunas cuentas indican que el torpedo golpeó realmente a un señuelo siendo remolcado por el HMS Flecha, pero falló detonar. Azcueta renunció al disparar el segundo torpedo y ordenó al San Luis que se liberara para evitar un contraataque.

Sin embargo, los buques británicos cruzaron, sin darse cuenta del ataque. El capitán de la Alacridad ni siquiera se enteró de la llamada cercana hasta después de la guerra!

Desarmado, Azcueta informó a la radio que los torpedos eran inútiles, y recibió permiso para regresar a la base, lo que logró el 19 de mayo. La guarnición argentina se rindió el 14 de junio antes de que el San Luis pudiera ser devuelto al mar. Quince años más tarde, el San Luis se convirtió en uno de los tres únicos submarinos Tipo 209 que debían ser desmantelados después de una revisión incompleta. Otros cincuenta y nueve sirven en varias marinas.

¿Qué salió mal con los torpedos del San Luis? Hay una media docena de explicaciones, manteniendo el error de la tripulación y los defectos técnicos culpables. El fabricante AEG afirmó primero que los torpedos habían sido lanzados desde muy lejos, y sin contacto sonar activo. Otra afirmación es que los equipos argentinos invirtieron erróneamente la polaridad magnética de los giroscopios en los torpedos, haciendo que se desviaran. Sin embargo, también hay evidencia de que los torpedos no lograron armar sus ojivas y no pudieron mantener la profundidad. Sugestivamente, AEG implementó numerosas mejoras al torpedo después del conflicto de las Malvinas.

El San Luis no era un super-submarino, ni tenía un super-tripulante. Sin embargo, aprovechándose de un comandante competente usando tácticas ordinarias, todavía manejaba correr círculos alrededor de una docena de fragatas antisubmarinas de una de las marinas más capaces del mundo, y fácilmente podría haber hundido varios buques de guerra si sus torpedos funcionaran como estaba previsto.

La Royal Navy, por su parte, gastó cientos de costosas municiones antisubmarinas y despachó 2.253 salidas de helicópteros persiguiendo falsos contactos, sin detectar el San Luis en ninguna de las ocasiones en que cerró dentro del alcance de tiro.

La verdadera guerra submarina ha sido, afortunadamente, extremadamente rara desde la Segunda Guerra Mundial. La experiencia de Malvinas sugiere que los submarinos diesel baratos podrían ser muy difíciles de contrarrestar incluso cuando se enfrentan a adversarios bien entrenados y bien equipados.

sábado, 8 de julio de 2017

Diplomacia: Errores en los últimos 35 años

Malvinas: errores de la diplomacia a 35 años de la guerra

De poco y nada sirven las estrategias que adoptó la Argentina, propias del siglo pasado, para con las Malvinas. Pero hay espacio para redefinir la estrategia.

Por Claudio Negrete* | Noticias




Luego del 82, el Foreign Office llevó adelante una política de congelamiento del reclamo argentino hacia los países centrales y supo producir hechos de valor jurídico y diplomático que debilitó aun más nuestra posición.

El primero de ellos, y quizá más significativo, fue la inclusión de un nuevo y decisivo actor: los isleños. Y lo hizo al reconocerles su autonomía con la sanción de la Constitución del Territorio Británico de Ultramar de las Islas Malvinas aprobada el 5 de noviembre de 2008 por la reina Isabel II.

En el primer capítulo, de los 22 que tiene, se establecen los derechos y las libertades fundamentales de los isleños, poniendo énfasis en el derecho de la libre determinación. Y con este reconocimiento legal, la Unión Europea ratificó con el Tratado de Lisboa que las Malvinas son territorio británico de ultramar siendo incluido en los mapas oficiales de la comunidad.

Otro hecho jurídico-político a favor de Gran Bretaña fue el ocurrido en diciembre de 2012 cuando la diplomacia inglesa declaró que “el territorio antártico británico es parte importante y único de los 14 territorios que el Reino Unido tiene en ultramar”, entre los cuales para ellos se encuentran las Malvinas.

Lo hizo con motivo del anuncio de que 271.000 kilómetros cuadrados de territorio antártico fueron bautizados como la “Tierra de la Reina Isabel” como un regalo en honor a los 60 años de la soberana en el trono, área que también asumen como propias Chile y Argentina.

La zona en disputa, que hasta el momento no tenía nombre, aparece ahora como “Tierra de la Reina Isabel” en todos las cartografías británicas y de los países europeos. “Es un gran honor asociar de forma permanente a la Antártica con su Majestad y de esta forma reconocer el compromiso que el Reino Unido tiene con este territorio”, explicó el Foreign Office.

Fracaso

En más de un siglo y medio desde que Inglaterra usurpó las Malvinas, la Argentina sólo puede exhibir una serie de fracasos en su intento de retrotraer la situación a febrero de 1833, cuando ejercía la plena soberanía heredada de España.

A 35 años del fin de la guerra, es decir de una rotunda derrota argentina en todos los campos, la única salida que se presenta a la propia impotencia y a la encrucijada de la constante frustración pasa, ineludiblemente, por la construcción de un dialogo directo, firme, sin ambigüedades con británicos e isleños, al que pueden aportar otros actores internacionales.

Abordar una nueva relación que amalgame confianza abrirá caminos hacia un futuro acuerdo que necesariamente contemple sesiones y satisfacciones mutuas. O como define el historiador Luis Alberto Romero: “no debemos conquistar su territorio sino a su pueblo, sus corazones y su razón”.

Es desbloquear la tensión con un diálogo franco y sin que ello implique debilidades identitarias. La intransigencia unilateral impuesta por el kirchnerismo por más de una década, que fue absolutamente funcional a los intereses de Gran Bretaña ya que congeló su posición favorable de fuerza por aquello de “ellos no quieren hablar”.

La actual iniciativa del gobierno argentino, que debería ser complementada con una generosa y amplia convocatoria interna para consensuar una política de largo plazo, saca al país de una actitud infantil defensiva y victimizante, instando ahora a Gran Bretaña a exponer su real interés ante la opinión pública mundial. Se empieza así a hablar de muchas nuevas cosas y reaparece, al menos en la formalidad simbólica, la palabra soberanía.

Sin embargo, el comienzo de un nuevo diálogo político entre los gobiernos no alcanza pero sí reconoce lo que venía sucediendo desde hace muchos años en la base social. Hoy los ex combatientes de ambos países se reconocen, se admiran, comparten recuerdos, duelos, experiencias y amistades.

Con la voluntad de las dos partes se acordó construir un cementerio con los restos de nuestros combatientes cuyos familiares viajan libremente a las islas para homenajearlos. La Cruz Roja garantiza el proceso de identificación de restos de soldados argentinos; y se avanza con información argentina en el retiro de las miles de minas diseminadas en todo el territorio. Competencias deportivas unen a isleños y argentinos.

Alumnos del continente viajan para conocer las islas; y contingentes de turistas son recibidos como un hecho natural. Investigadores y periodistas producen en los mismos lugares de la guerra toda clase de documentos testimoniales. Es decir, el diálogo está siendo cincelado por la gente y los mismos protagonistas del conflicto bélico. Un proceso humano que en el fondo tiende a cerrar un pasado doloroso para todos a partir de la convicción de que nadie quiere más una guerra.

Hay un elemento exógeno nuevo que inesperadamente beneficia a la Argentina. Gran parte del sustento de los derechos de los isleños era su condición de nacidos y criados en las islas y por varias generaciones. Pero ese argumento fue perdiendo fuerza con los años. Desde 1985, Gran Bretaña condujo una campaña para atraer y radicar inmigrantes en las islas.

Hoy una porción importante de sus mil habitantes son de otros lugares. Llegaron de países como República Checa, Inglaterra, Irlanda, Alemania, África, Australia, y Nueva Zelanda, entre otros. Todos conservan su propia nacionalidad y logran sus residencias por ser europeos o integrantes de la Commonwealth británica. Además, hay que sumar la inmigración latinoamericana principalmente de Chile y Perú.

En las islas viven alrededor de 1.000 militares retirados que se jubilaron y que se quedan allí por los beneficios sociales que obtienen. Asimismo, existe una enorme base militar que es, de hecho, el principal empleador de los isleños y los residentes extranjeros. Todos los años, las islas atraen a 1.500 soldados que rotan, gastan sus ingresos en alquileres de casas, coches, comidas y turismo.

Junto a los parientes que los visitan constituyen el llamado turismo militar para el cual se usa la base como estructura logística. Entonces, ¿son los mismos derechos históricos que tenían los isleños de la época de la guerra que los actuales que no la vivieron y, además, provienen de otros países? En un futuro, ¿los actuales habitantes querrán ser argentinos y dejar de ser ciudadanos de sus naciones? Como se ve, el conflicto por las Malvinas también quedó impregnado por el problema de la inmigración mundial.

Fronteras

El mundo no es el mismo de antes. Como consecuencia del Brexit, Gran Bretaña dejará la comunidad europea en dos años y perderá apoyo político del bloque al aislarse de su continente. Cerca del 70% de la actividad económica de los isleños depende de los accesos al mercado europeo.

El nuevo poder de los Estados Unidos de Donald Trump está poniendo a prueba el statu quo de contención y seguridad internacional. Las instituciones surgidas al fin de la Segunda Guerra Mundial y sus burocracias viven en crisis y han sido superadas por la velocidad de los nuevos acontecimientos.

En política internacional nada es estático como tampoco permanente. El mundo está con una crisis sistémica y en un proceso de transición hacia una nueva organización con otros jugadores y, por lo tanto, una ampliación de espacios de decisión que renueva pujas y tensiones. Con este fenomenal escenario en movimiento, de poco y nada sirven las estrategias que adoptó la Argentina, propias del siglo pasado, para con las Malvinas. Hoy, las relaciones personales son determinantes.

El sujeto toma centralidad, un protagonismo quizá desmedido, en los acontecimientos locales y mundiales, y se instala como un factor decisorio de nuevos liderazgo que prescinden de visiones dogmáticas; son pragmáticos y por eso crecen por fuera de las viejas estructuras políticas conservadoras que los promueven e intentan contener. Un buen ejemplo de ello es la llegada al poder francés de Emmanuele Macron.

Este es el actual escenario internacional sobre el cual la Argentina debe repensar una nueva estrategia de su ubicación mundial y que contemple el tema Malvinas. Por fuera de los laberintos de la burocracia diplomática racionalista se desarrolla una diplomacia humana, de contacto directo, marcada más por vínculos de confianzas personales que por ideologías y prejuicios que ponen límites.

Y en esta dimensión ahora se igualan tanto la influencia del funcionario de un gobierno como la del isleño y de la multitud de individualidades que conforman los nuevos movimientos sociales y una opinión pública que elimina anonimatos y al mismo tiempo presiona a los poderes a escala planetaria con las redes sociales.
Son evidentes los límites de la lógica de la política tradicional para resolver conflictos irresueltos por década o centurias.

Se abre paso la construcción de acuerdos sociales locales y mundiales con los involucrados directamente en cada crisis. En definitiva, el camino hacia una solución al complejo problema de Malvinas es un montaje de conjunto, horizontal, desprovisto de manipulaciones políticas, que permita llegar a acuerdos duraderos en el tiempo basados en la aceptación del otro y también de concesiones mutuas. Porque, en última instancia, las guerras suelen instigarse casi siempre por intereses inconfesables del poder, pero alcanzar una paz justa y permanente desde la verdad histórica sólo es posible de lograr con legitimidad cuando ese proceso lo protagonizan las víctimas.


*Periodista y escritor. Magíster en Relaciones Internacionales (FLACSO) y miembro del Club Político Argentino.

jueves, 6 de julio de 2017

Un programador argentino redescubre un cráter gigantesco en Malvinas

Un aficionado argentino redescubrió un cráter gigantesco en las Islas Malvinas que cambiaría la historia
Un analista de sistemas, que dedica su tiempo libre a la geología, estudió a fondo una cuenca de 300 km de diámetro causada por un asteroide mayor que el Monte Everest. En diálogo con Infobae, detalló cómo fue su investigación que podría dar con una extinción masiva hace 270 millones de años
Por Maximiliano Fernandez | Infobae



La cuenca pudo haber sido creada por la colisión de un meteorito, tal como sucedió en el período Cretácico, que llevó a la extinción en masa de distintas formas de vida (Istock)

Quince años atrás, en 2002, Maximiliano Rocca leyó por primera vez sobre una anomalía circular inmensa en el territorio de las Islas Malvinas. Michael Rampino, el responsable de aquel trabajo, procedente de la Universidad de Nueva York, lo interpretaba en 1992 como un nuevo gran cráter de impacto. El hallazgo abría un abanico vasto de posibilidades, pero pese a su potencial, quedó en el olvido.

Rocca lo rescató del ostracismo y llevó la investigación a fondo. No bien lo descubrió, buscó más información geológica de las Islas Malvinas. Gracias al contacto que entabló con expertos británicos del British Geological Survey, logró un mapa detallado de sus anomalías gravimétricas. Rocca, que en realidad es analista de sistemas y dedica su tiempo libre a su pasión por la geología, advirtió en el documento una forma circular de valores gravimétricos negativos de unos 300 kilómetros de diámetro.

La descomunal estructura era una cuenca; una depresión con forma de plato sopero, ubicada bajo el agua del océano Atlántico, pocos kilómetros al noroeste de la isla Gran Malvina. "Técnicamente hablando, los números de la estructura gravimétrica circular de Malvinas tienen todas las características de un gran cráter de impacto y son casi idénticos a los de Chicxulub", le dijo Rocca a Infobae.


El mapa de anomalías de las Islas Malvinas

La Chicxulub es una de las cuatro cuencas multianillo de impacto más grandes de la Tierra. Se encuentra en México, con un diámetro de 180 kilómetros y 65 millones de años de edad. Los cráteres se dividen en estructuras simples –de no más de 5 kilómetros– y complejas. Dentro de las complejas, las cuencas multianillo, de más de 150 kilómetros –el tamaño de países enteros–, son las más colosales.

"El más popular de los cráteres multianillo es Chicxulub en Yucatán, México, que se identificó durante la década de los 90 y se asoció con la extinción en masa de formas de vida del final del período Cretácico, entre ellos los dinosaurios", señaló el aficionado argentino, que trabaja en el estudio de cráteres de impacto becado por The Planetary Society de Pasadena, California.

En promedio, un asteroide abre un cráter cuyo diámetro es igual a 20 veces su propio diámetro. Por caso, una roca de 1 kilómetro de diámetro abre un cráter de 20. Una vez detectada la anomalía, Rocca revisó la topografía del fondo marino de la zona, que no demostró ninguna cavidad visible, por lo cual dedujo que el área estaba totalmente tapada por sedimentos más jóvenes.


La cuenca tiene un diámetro de 300 kilómetros

Necesitó muchos años para conseguir, recién en 2015, mapas de anomalías del campo magnético del lugar gracias a la ayuda del geólogo paraguayo Jaime Báez. "Fue una sorpresa tremenda ver que en el mismo lugar había una gigantesca anomalía positiva del campo magnético. Esto nos decía que, en ese lugar, el campo magnético era más intenso que en cualquier otro lugar de la zona, lo cual es característico de los cráteres de impacto multianillo de tamaño colosal", remarcó Rocca.

Las similitudes con el afamado cráter Chicxulub eran evidentes. Cuando lo comprendió, decidió contactar por e-mail a Rampino, el primer descubridor de la anomalía. El entusiasmo por los nuevos hallazgos fue tal que Rampino no dudó en sumarse a la investigación. En 2016, consiguieron de parte de geólogos británicos y del gobierno de las Islas Malvinas copias de siete perfiles de reflexión sísmicos de la zona exacta de la cuenca.


El cráter en cuestión presenta múltiples similitudes con Chicxulub

"Los así llamados 'perfiles de reflexión sísmicos' son unos mapas de líneas grises hechos mediante ecos de ultrasonidos, algo así como ecografías. Muestran el tipo de estructuras que tienen las rocas ocultas bajo el suelo", explicó el especialista. Los mapas revelaron, tal como esperaban, una cuenca de unos 250 kilómetros de diámetro en el mismo lugar de las anomalías geofísicas.

Una vez recopilada toda la información, en abril publicaron el trabajo en la revista internacional de geología Terra Nova, de Oxford, y en agosto saldrá en la versión impresa. "Un tremendo éxito y un gran honor", comentó Rocca, que abandonó la carrera de geología, pero es parte fundamental de un hallazgo geológico histórico.

Entonces, ¿qué hay por ahora?

"Una gigantesca 'cuenca' circular de 300 kilómetros de diámetro que está tapada por el agua. Tiene asociadas una anomalía circular gravimétrica negativa, con anillo de valores positivos que la rodea, y una anomalía circular magnética positiva".

¿Un viejo cráter de impacto gigantesco? "Posiblemente, pero aún no estamos 100% seguros". Según Rocca, hay un 80% de probabilidades de que haya un gigantesco cráter de impacto bajo el agua y totalmente tapado, al Noroeste de la isla Gran Malvina. Su edad sería de unos 270 a 250 millones de años, es decir, de la era Paleozoica.


Su edad sería de unos 270 a 250 millones de años

De confirmarse su origen, estaría entre las cinco estructuras de impacto mayores del planeta. "El asteroide o núcleo de cometa que cayó en Malvinas tendría unos 15 kilómetros de diámetro. Sería mayor que el Monte Everest, la montaña más alta del mundo de 8,8 kilómetros de altura", enfatizó Rocca.

Por ahora, no hay muestras de rocas tomadas en el sitio exacto de la cuenca. Las petroleras británicas que operan en la zona jamás perforaron allí. Sin esos datos, resulta imposible conocer qué sucedió con certeza, por más que todo indica que la confirmación del cráter de impacto está cada vez más cerca.