jueves, 4 de septiembre de 2014

Una justificación a la heroica colaboración chilena con el desvalido Reino Unido

Guerra de Las Malvinas: ni perdón ni olvido


JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO
Periodista, diplomático y escritor chileno

Insatisfactorio luce el debate en curso sobre el comportamiento estratégico de Chile durante la guerra de las Malvinas. Huérfano de datos duros, se lee como si hubiese sido una simple opción deportiva: o estábamos con Arsenal o con Boca Juniors.


Así, algunos opinan que debimos solidarizar con los combatientes argentinos y hasta se avergüenzan por no haberlo hecho. Otros justifican el apoyo a los británicos pues esos argentinos querían seguir viaje rumbo a las islas chilenas del Beagle. Aquí tercian quienes aportan la explicación absoluta: todo eso se debió a las dictaduras militares de entonces. Como si fuera lo mismo una dictadura que nos quería arrebatar territorio que una dictadura que tenía que defenderlo. O, más ampliamente, como si las democracias llegaran para restituir los territorios conquistados por las dictaduras.

Tal discusión ignora la copiosa información –de fuentes abiertas y de inteligencia– según la cual Argentina en 1982 mantenía vigente la hipótesis de conflicto con Chile, por las islas del Beagle con su proyección atlántica. El gran dilema de sus militares era, más bien, el orden de prelación: si debutaban con una guerra contra el Chile de Pinochet o contra el Reino Unido de Margaret Thatcher.

 Aunque contra los mitos no hay quien la talle, por lo menos aquí debiera estar claro que nunca hubo alternativa solidaria para Chile. Incluso podríamos decir, al estilo del gran Osvaldo Soriano, que en esa historia trágica no caben ni el perdón ni el olvido. Chile defendió su integridad amenazada con el liderazgo dictatorial que entonces tenía, y sería absurdo que Argentina olvidara una traición que jamás se produjo.
Todo esto lo saben los argentinos cultos, que son muchos más que los chilenos cultos. Pero, sobre todo, lo saben los altos mandos de sus FF.AA. y los radicales y peronistas que gobernaron después de Galtieri. Como ayudamemoria, cuentan con los 17 sorprendentes volúmenes del Informe Rattenbach. Un sumario preparado, con pulcritud castrense, por seis oficiales superiores, en retiro y no contaminados, sobre la acumulación de errores políticos, diplomáticos y estratégicos en que incurrieron sus camaradas de armas derrotados y en activo. Entre esos errores destacan la diplomacia subordinada a una ideología nacionalista extrema; la mantención del conflicto con Chile, que ya había estado al borde de un estallido, y el reemplazo de una estrategia global por dos apuestas temerarias: la pasividad militar del Reino Unido ante la invasión y la simpatía de los EE.UU. por la causa argentina.

Específicamente sobre Chile, ese informe deplora la tozudez de los mandos de la época para mantener pendiente el conflicto del Beagle, pese a que la disuasión de las FF.AA. chilenas ya había mostrado su eficacia. Incluso revela que, hasta el 14 de junio de 1982 (día de la rendición), nuestro país era el enemigo principal. Surrealistamente, el conflicto con el Reino Unido tenía “prioridad N°2” en la planificación previa. Esa orientación permea todo el documento y la sintetiza muy bien su parágrafo 581: “Puestos frente a todo el poderío de Gran Bretaña, ante el cual los propios medios eran escasos, nuestra conducción se negó a abandonar la hipótesis de guerra en dos frentes. Esta negativa produjo considerables complicaciones en la conducción de nuestro poder de combate, teniendo en cuenta que la amenaza ‘Chile’ aferró no pocas de nuestras fuerzas”.

A la inversa de las barras bravas, los militares del informe no aluden a traiciones ni a fratricidios. Esto es, no descargan en los chilenos las responsabilidades propias. Por el contrario, su conclusión es rigurosa: tras la reacción británica, Argentina debió abandonar la hipótesis de guerra bifronte. Para ese efecto, debió postergar el enfrentamiento con el Reino Unido o bien “resolver antes, diplomáticamente”, el conflicto con Chile.

Falta preguntarnos por qué muchos argentinos prefieren aferrarse al absurdo de la “traición chilena”, y dos respuestas aparecen claras: Primera, que el Reino Unido ha venido levantando la ayuda de Chile a un nivel determinante, para evitar que la amistad chileno-argentina le plantee problemas en el futuro. Es una diplomacia tan sutil como enredosa, que apunta a los argentinos y chilenos menos inteligentes. Segunda, que las sociedades no suelen considerar la realidad para elaborar sus mitos y estos se afirman en la falta de transparencia de los liderazgos políticos. En esa línea, el riguroso informe Rattenbach estuvo tres décadas en el limbo de los papeles argentinos urticantes y fue dado a conocer recién durante el segundo gobierno de Cristina Fernández… no sin que antes hayan desaparecido piezas importantes de su contenido.

Por eso y aunque contra los mitos no hay quien la talle, por lo menos aquí debiera estar claro que nunca hubo alternativa solidaria para Chile. Incluso podríamos decir, al estilo del gran Osvaldo Soriano, que en esa historia trágica no caben ni el perdón ni el olvido. Chile defendió su integridad amenazada con el liderazgo dictatorial que entonces tenía, y sería absurdo que Argentina olvidara una traición que jamás se produjo.

INFORME RATTENBACH 

En su esencia, es una investigación sobre las responsabilidades políticas y estratégicas de la Junta Militar argentina y de los distintos jefes políticos y militares durante la guerra de Las Malvinas. Fue ordenado por resolución secreta de la propia Junta Militar, del 2 de diciembre de 1982, ante la irresistible presión, externa e interna, que recibiera tras la rendición.

Para ejecutar esa orden, se creó una “Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico-militares en el conflicto del Atlántico Sur”, integrada por seis oficiales con el grado de general o equivalente, dos por cada institución armada. Por ser el más antiguo, la presidencia fue asignada al Teniente General de Ejército (r) Benjamín Rattenbach, conocido por sus textos sobre temas militares y por su alto sentido del honor castrense. La comisión terminó su tarea el 16  de septiembre de 1983, entregando 17 volúmenes que contienen el informe propiamente tal, anexos, declaraciones y actas.

Tras la entrega, hubo acciones ocultas, destinadas a mantener el documento secreto, el mayor tiempo posible  y, se sospecha, a introducirle “enmiendas” subrepticias. En un conversatorio televisado, que puede encontrarse en YouTube, el hijo del general Rattenbach mencionó intervenciones de la Armada.

El 8 de abril de 2006, el periodista argentino Osvaldo Bayer publicó, en Página 12, una queja-denuncia por haberse encubierto las verdades del informe. A su juicio, éste “tendría que haberse repartido en edición oficial y haberse organizado grandes debates en los organismos de cultura, para que la sociedad supiera cómo fue engañada pero, al mismo tiempo, qué fácil cayó en el aplauso fácil de los sumisos y dominados”.

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