viernes, 31 de octubre de 2014

El Capitán Colombo cuenta como hundió al Sheffield

Un aviador recordó cómo hundió un barco inglés en Malvinas
La misión retrasó los planes de invasión de las islas por parte de los británicos. El capitán de navío Jorge Colombo, jefe de la escuadrilla de los Super Etendard, destacó la posición argentina por la soberanía.


Super Etendard. Uno de los aviones de la II Escuadrilla Naval de Caza y Ataque que hundieron al Sheffield.

El marino argentino que comandó la escuadrilla aérea que atacó y hundió el destructor inglés Sheffield durante la guerra de Malvinas rememoró ayer la gesta en diálogo con La Capital.
El comandante de la II Escuadrilla Naval de Caza y Ataque, que integraban los sofisticados aviones Super Etendard, capitán de navío Jorge Colombo, a 32 años de la gesta de Malvinas relató el demoledor ataque al moderno destructor Sheffield, que obligó a la segunda flota de guerra naval del mundo a alejarse de nuestros archipiélagos, tras haberle complicado sus operaciones previstas.
El jefe naval dijo que los integrantes de la Junta Militar, general Leopoldo Galtieri; almirante Jorge Anaya y brigadier Arturo Lami Dozo, "cometieron un acto de irresponsabilidad" y que "vivían de espalda a la realidad nacional". Tras destacar "la entrega, el coraje y el sacrificio personal de los ex combatientes" elogió la política exterior de nuestro país que "reclama sin descanso terminar con el colonialismo cumpliendo con las resoluciones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)".
- ¿Cómo fue el ataque al destructor Sheffield?
—La operación del hundimiento comenzó la noche del 3 de mayo cuando una avión Neptune de la Armada Argentina en busca de los náufragos del crucero Belgrano detectó al sudeste de Malvinas a la flota de la Royal Navy, y nos dio la certeza de dónde teníamos que atacar. Eramos un equipo que nos entendíamos muy bien. Fijamos la misión a cumplir y sólo contábamos con un pequeño radar en la nariz del avión, que no era de búsqueda sino para la fase final de ataque. Encontrar algo en el mar es muy difícil y prueba de ello es el avión de pasajeros de Malaysia Airlines, que desapareció en el sureste asiático. La meteorología jugó un factor primordial porque no era buena y nos permitió poder escondernos dentro de las nubes. Despegamos a las 10 de la mañana de Río Grande, con un punto de ataque a 100 millas de Puerto Argentino y, tras un reabastecimiento de combustible en vuelo, el Neptune transmitió a las 10.35 las coordenadas donde se hallaba una formación naval. El ataque comenzó a 120 millas náuticas (unos 200 kilómetros) antes volando al ras de las olas para evadir el lóbulo (radar) de detección de la flota inglesa. A partir de las 40 millas (60 kilómetros) de la posición estimada se trepó para emitir con el radar y tras ser detectado el blanco se lanzaron dos misiles Exocet contra el destructor Sheffield que impactaron a las 11.04 y se regresó a Río Grande sin saber a ciencia cierta cuál fue el resultado del ataque.
- ¿No hubo resistencia por parte de otras unidades navales y de los aviones Harrier y portahelicópteros?
—Pese al potencial tecnológico de la Royal Navy, considerada la segunda flota naval en el mundo, nunca nos detectaron. Fue una operación de ataque eficiente que demostró su contundencia y un medio totalmente nuevo en la guerra en el mar y nos convertimos en los pioneros de estas nuevas técnicas ofensivas, nunca antes utilizadas en el mundo entero. Luchamos por una causa noble y en un rincón perdido del Atlántico Sur y abrimos a los ojos del mundo un nuevo capítulo en la doctrina de las operaciones aeronavales.
- ¿Cómo recibieron la noticia del hundimiento del Sheffield y como impactó en ustedes la adrenalina?
—La primera información la recibí del teniente de navío Julio Barraza, que muy eufórico y a los gritos me comunicó que así lo acaba de informar la BBC de Londres y nos pusimos contentos además por no haber desperdiciado los pocos misiles que teníamos. Después Barraza y el capitán de corbeta Roberto Curilovic hundieron el 25 de mayo, una fecha muy particular para nosotros, el porta contenedores Atlantic Conveyor, perdiendo pertrechos y repuestos muy importantes para la logística de las operaciones británicas, según el general Jeremy Moore, quien condujera las tropas inglesas en la guerra por las Malvinas. Respecto a la adrenalina, no soy médico, pero tengo entendido que es una hormona segregada por las glándulas suprarrenales que en situaciones de tensión aumenta la presión sanguínea, el ritmo cardíaco, la cantidad de glucosa en la sangre, acelera el metabolismo y permite sacar fuerza de la nada. Pero el combatiente siente la adrenalina de otra manera, porque debe cumplir la misión impuesta y además arriesga su vida. Discúlpeme el atrevimiento en la respuesta, que tiene algo de escatológico para el que combate en una guerra. La verdadera adrenalina es de color marrón, huele mal y se desliza entre las piernas y hay que aprender a dominarla.
- ¿Cómo fue el lanzamiento?
—El Exocet, que pesa casi 700 kilos, está bajo el ala derecha del Super Etendard y cuando se lanza el avión se aliviana mucho y permite salir de zona más rápidamente. Si es necesario se pueden eyectar los tanques auxiliares de combustible para ir mas rápido para evadir misiles.
El Exocet se lanzó a 550 nudos (cerca de mil kilómetros por hora) y a 150 metros de altura sobre el agua para que no se convierta en un torpedo y demoró segundos en encenderse en fijar blanco.
Nosotros, tras el lanzamiento, de inmediato giramos 180 grados para iniciar el escape.
- ¿Usted fue reconocido por la Nación por esta acción ponderable como luce esa distinción?
—Los orgullosos símbolos de la guerra de Malvinas lo lucen los pabellones de guerra de las unidades condecoradas y debemos rescatar para siempre a nuestros muertos, heridos y mutilados en combate: ellos exhibieron el honor supremo, viril e incomparable del guerrero, frente al cual todo lo demás es anécdota: Por derecho propio entraron en la inmortalidad. También rescato al fiel combatiente, que con su horizonte estrecho y poco claro y enalteciendo en su simplicidad el principio de disciplina militar, cumplió órdenes sin preguntar.
- ¿Las Malvinas tienen alguna similitud con el archipiélago de Chagos, que se encuentra en el centro del océano Indico, que pasó a territorio británico tras expulsar a los nativos en 1966 por el desarrollo de planes militares y la construcción de una base militar en Diego García?
—Sí. Se convirtió en una fortaleza británica por decisión de los Estados Unidos para lo cual se desalojó a unos 1.350 chagosianos y fueron a parar a la isla de Mauricio y a las Seychelles, con sus chozas, y es una muestra más del doble estándar que tienen los británicos.
Es decir, el gobierno del Reino Unido contradice el argumento que utiliza en las islas Malvinas —el derecho de autodeterminación de los pobladores— en un juicio en el que desconoció ese principio para la isla de Diego García, en el océano Indico.
Luego el ex jefe naval expresó su reconocimiento al marino de mayor edad muerto en combate, un ex capitán de la marina mercante británica que se embarcó como voluntario en el Atlantic Conveyor y tenía alrededor de 70 años y al médico cirujano de la armada británica, capitán de navío Richard Jolly, que había montado un hospital de campaña en San Carlos. Logró salvar mucha gente y atendía por gravedad y no por nacionalidad. Recordó que fue condecorado con la Orden del Libertador General San Martín, por el entonces canciller Guido Di Tella y además recibió de su gobierno la Orden del Imperio Británico y fue el único condecorado por ambas naciones.
–¿Cuáles fueron los porqué de la guerra?
–Si no se hubieran juntado en espacio y en tiempo dos personajes como la estrella declinante de Margaret Thatcher, en Londres, que tenía serios problemas de orden gubernamental y personal, con huelgas y una popularidad en disminución y un presupuesto militar muy recortado, y por el lado argentino una Junta Militar que vivía de espalda a la realidad y cometió un acto de irresponsabilidad suprema, por más que desde muchos puntos de vista parecía justificado, la historia habría sido otra. A la postre es muy fácil hablar con el diario del lunes en la mano sobre los resultados del fútbol del domingo, pero la decisión que nos llevó a esa lucha armada emergió de una interpretación errónea de la estructura del poder mundial en plena Guerra Fría, que indujo a una grave equivocación respecto del comportamiento de las alianzas político-militar a nivel global y de la gravitación de nuestro país frente a ellas. Era previsible lo que nos iba a suceder y que íbamos a retroceder en el tiempo, lo cual no quita que estemos convencidos porque así está ahora en nuestra Constitución nacional que todo gobierno electo tiene la obligación de reclamar por nuestros archipiélagos, y las islas son nuestras, y Argentina reclama sin descanso terminar con el colonialismo cumpliendo con las resoluciones de Naciones Unidas. Tenemos que pelear por ellas de manera inteligente, no niego el valor, la entrega, el coraje y el sacrificio personal de los ex combatientes, pero desde el punto de vista político-estratégico y diplomático terminamos la guerra peor que antes, estamos más lejos de recuperar las islas.
–¿El objetivo era recuperar las islas?
–La Junta Militar atravesaba una difícil situación socio-económica, con huelgas y otros reclamos, y la gesta se utilizó además para tapar esas acciones y hubo mucha ambición personal en quienes tenían el poder de decisión. Se equivocaron al creer que los ingleses no iban a venir y ese fue uno de los principales errores típicos de la Escuela de Guerra de los franceses, que especula sobre las intenciones del enemigo o del oponente y no sobre sus capacidades. Siempre se debe analizar la capacidad de su oponente y no sus intenciones, y terminó mal porque fue un acto de irresponsabilidad. Admito la necesidad del 2 de abril, pero de ninguna manera puedo justificar lo que comenzó en esa fecha y terminó el 14 de junio con tantas muertes argentinas y desde ese punto de vista fue un acto irresponsable de los miembros de la Junta Militar.
La Capital

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