lunes, 27 de octubre de 2014

Ex combatiente conmueve a niños en una clase

El ex combatiente que tocó el corazón de los chicos con su clase sobre Malvinas
Mauricio Yaco habló con alumnos de 6º y 7º grados de la escuela Albert Sabin. Pidió memoria y transmitió la confianza de que las islas se podrán recuperar con la justicia de la palabra.


Yaco pidió memoria y transmitió la confianza de que las islas se podrán recuperar con la justicia de la palabra. (Foto: S.Salinas)



“'El de Arriba' me dio la oportunidad de volver de la guerra, por eso lucho ahora para que no se olvide, y por la recuperación de Malvinas”, oyeron los chicos de 6º y 7º grados de la Escuela Particular Nº 1.283 Albert Sabin de parte del ex combatiente Mauricio Yaco. Fue durante un encuentro que mantuvieron ayer, donde la memoria y la historia más dolorosa se hicieron presentes. La charla terminó como se inició: con un fuerte aplauso para los que combatieron en las islas, una especie de abrazo entre generaciones.

“Es la posibilidad de contar la historia a través de sus protagonistas, compartirla desde las emociones y el corazón”, marcó la directora de la escuela de Rueda al 5300, Carmen Lugo. Eso explica que el 2 de Abril Día del Veterano y lo caídos en la guerra de Malvinas, y a 32 años de la recuperación de las islas, no sea para esta comunidad sólo el recordatorio de una efeméride. Así las maestras trabajaron muy a fondo el tema con diferentes lecturas y hasta con el filme “Iluminados por el fuego” (dirigida por Tristán Bauer). El cierre lo dio la visita del ex combatiente. Iniciativa liderada por las docentes Marcela Bazán, Marcela Henriquez, Stella Foresi y Andrea Muro.

En un breve cruce de saludos con La Capital, Mauricio Yaco contó que siempre visita las escuelas, igual que otros compañeros del Centro de Ex Soldados Combatientes en Malvinas de Rosario (de Ayacucho 1477). “Lo más difícil no es la charla en sí, sino cómo sobreponernos a la cercanía de la fecha. La emoción es muy fuerte”, reveló.

Luego de una breve y oportuna presentación, comenzó con su relato, tratando de meter de a poco a chicos que no pasan los 12 años en la historia de Malvinas. Les contó que cuando se embarcó en el buque San Antonio el 1º de abril de 1982, lo hizo sin saber que el destino eran las islas: "Más bien pensaba que era algo con Chile, por el conflicto mantenido por el Canal de Beagle". Tenía solo 19 años.

“Habíamos aprendido que las Malvinas son argentinas. Es lo que nos enseñaron siempre nuestras maestras”, advirtió más tarde para que pudieran entender el apoyo unánime que tuvo la recuperación de las islas, aún durante el gobierno dictatorial de Galtieri. En su crónica se encargó de diferenciar “lo que fue la toma de Malvinas de la defensa”: “Nosotros no estábamos preparados para la guerra, para esa defensa, para enfrentarnos con Inglaterra que además tenía el apoyo de la Otan. Pero fuimos con el corazón abierto porque era una causa nacional”.

Llegó al colegio vestido con una camisa de combatiente, luciendo medallas honoríficas y debajo una remera azul con las islas estampadas al frente y detrás con una frase más que sentida: “En cada corazón argentino hoy sigue vivo el latido de los soldados caídos”. Siempre de pie, hablando sin micrófono, tranquilo y muy sensible a las inquietudes se ganó la atención de los chicos.

En este tiempo, fueron y vinieron las preguntas: “¿Cuándo se dieron cuenta de la guerra? ¿Cuál fue su experiencia de vida en Malvinas? ¿Cual fue su reacción cuando se enteró que tenía que ir a la guerra? ¿Es verdad que los trataban mal? ¿Cómo los recibieron al regreso? ¿Les llegaban las donaciones que hacía la gente?”, entre otras.

Alguien interrogó: “¿Y ahora de qué vivís?” Antes de responderle que había estudiado, recibido de paramédico y que trabajaba en un sistema de emergencias, eligió hacerles saber los padecimientos que tuvieron al regreso y el papel clave que jugaron los centros de ex combatientes para recuperarse y luchar por un reconocimiento: “Volvimos con una mochila muy pesada, la de la derrota. Tuvimos que pelear por la salud, por trabajo, por una pensión. Porque todos los gobiernos desde el militar a los civiles que siguieron nos olvidaron. Fue recién en la presidencia de Néstor Kirchner que recibimos una pensión, nos reconocieron como veteranos y conseguimos la obra social”.

Sin embargo, el énfasis lo puso en la tarea solidaria que hacen, como trabajar en las inundaciones o en casos de extrema necesidad para las personas. “Nuestra tarea es ser solidarios, ayudar donde nos necesitan”, recalcó sobre el valor que se propuso contagiar.

Estuvo en Malvinas casi los 74 días que duró la guerra. Fue hasta que cayó herido y lo trasladaron a un hospital en Comodoro Rivadavia. Habló de su historia pero sólo para poner en perspectiva otras miles de similares vivencias desoladoras. En ese recorrido, aludió a la dureza de Margaret Tacher, al hundimiento del ARA General Belgrano y que al regreso “a muchos les prohibieron hablar de la guerra”. “Algunos volvimos con heridas físicas, que fueron curadas, pero las del alma no fueron atendidas en su debido momento”, dijo para enumerar enseguida las consecuencias, como suicidios y adicciones.

La ausencia de novedades en todo ese tiempo, la difusión de falsas noticias y el ocultamiento de la información que caracterizó a la guerra de Malvinas es quizás algo incomprensible para una generación nacida en tiempos de redes sociales. Aún sin esa necesaria comunicación recordó que “sólo nuestras familias nos esperaban” cuando llegó la hora de volver, a lo que pudieron hacerlo.

“¿Pudo volver a Malvinas después de la guerra?” fue otra pregunta acercada. “Claro que me gustaría _respondió_, pero no puedo, porque además de que el viaje sale unos 4 mil dólares, necesito un pasaporte. Y si para visitar un país latinoamericano no lo necesito, menos lo voy a pedir para Malvinas”.

Se refirió con cariño a todos sus compañeros, en especial a dos más cercanos y que murieron en la guerra: “Falcón, Justo y Mansilla, Edgardo”, tal cual los mencionó. Más allá del dolor y la muerte no dudó en afirmar que “de nada se arrepiente y volvería a pasar por lo mismo por Malvinas”.

Hubo varios aplausos antes del de despedida. Las maestras le dejaron un presente con una dedicatoria que entre otras cosas recordaba una canción de León Gieco: “...Gracias por ser parte de nuestra historia, una historia que siempre estará guardada en la memoria”.

Mauricio Yaco se fue con el saludo de muchos chicos y nenas que se levantaron para estrechar su mano, darle un beso, reconocerlo como un héroe. Antes tuvo la oportunidad de manifestar un “gloria y honor por los 649 muertos, por sus familiares, por los que combatieron” y transmitirles la confianza y convicción de que “las Malvinas serán recuperadas pero no con la guerra, sino con la justicia de la palabra”.

La Capital

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