Extraído de Conflicto de Malvinas
Como consecuencia del conflicto de las islas Malvinas, se publicó en Argentina un libro en que se narran las experiencias personales de los jóvenes soldados de reemplazo que habían participado en ella. El libro se titulaba “Los chicos de la Guerra”, y en él se vertían graves acusaciones contra los hombres del I Batallón del 7º Regimiento de Fusileros Gurkhas del Duque de Edimburgo. Así, por ejemplo, en sus páginas podían leerse frases como: “Los Gurkhas llegaron hasta nosotros como enloquecidos, totalmente drogados”, o “Un Gurkha pisó una mina y voló por los aires, pero el que le seguía no se inmutó y continuó avanzando por el mismo camino”.
Pero si los Gurkhas estuvieron en las Malvinas en los momentos decisivos de la campaña, en los primeros momentos del conflicto llegaron a dudar de ello. Cuando se supo que las otras Unidades de su V brigada, el II y III Batallones habían partido para el Atlántico sur, los hombres del Batallón Gurkha sufrieron una enorme desilusión. ¿Se les obligaría a permanecer en Gran Bretaña por razones políticas? Afortunadamente para ellos, no era así y muy poco después su Batallón fue puesto en situación de alerta en previsión de un embarque inmediato. Baliprasad Rai, un miembro de la banda de la Unidad que escribía sus memorias sobre la campaña, describió así la extraordinaria conmoción que produjo la orden.
Al mismo tiempo, la masa de la gente empezaba a mostrar interés por los Gurkhas. Baliprasad lo explicaría así:
El Batallón recibió enseguida la orden de marcha para Southampton y embarcar allí en el trasatlántico Queen Elizabeth 2. La fecha de partida se había fijado para el 12 de Mayo. La última noche en el acuartelamiento fue inolvidable y Baliprasad recordaba de esta manera aquella velada: “Fue una larga noche llena de diversión en el Junior Rank Club. Casi nadie durmió. Allí estábamos todos charlando, bebiendo, bailando y bromeando”. La salida para Southamptona la mañana siguiente fue realmente emocionante. Baliprasad no lo menciona en sus memorias, pero el Jefe del Batallón, el Teniente Coronel David Morgan, anotó en su diario que todo el mundo se sentía preocupado por la posible amenaza submarina: “Qué magnífica presa sería el Queen Elizabeth 2 pero ¿Cuál sería la reacción de Gran Bretaña si se perdiese?.
Afortunadamente, esta catástrofe no tuvo lugar. Para Baliprasad, en cambio, el gigantesco navío constituía en sí mismo un motivo de asombro: “Vaya, si era incluso mayor que cualquiera de los edificios que vería al regresar a casa. Nunca en todo mi vida había dormido rodeado de tanto lujo ni en una cama tan blanda. Si tenía que ir a la guerra, esta era la mejor forma de hacerlo.”
Sin embargo, no se trataba de un viaje de placer. Y el Batallón, dirigido por su enérgico Jefe, empleaba todo su tiempo en el barco en continuar su adiestramiento y en mantenerse en forma con vistas a estar preparado para cumplir cualquier misión que se le encomendase. Pasada la excitación inicial de hacerse a la mar, Baliprasad comentaría que: “La vida en el Queen Elizabeth 2 era muy semejante a la del cuartel. Es decir, gimnasia por las mañanas y ejercicios de combate por las tardes.”
La travesía sólo se interrumpió para tocar puerto en la isla Asunción a fin de aprovisionarse. Ninguna amenaza aérea o submarina había llegado a materializarse. En el décimo día del viaje, Morgan anotó en su diario que el tiempo había empeorado, soplaba un durísimo viento y la mayoría de los soldados se encontraban bajo los efectos del mareo. Más aún, por las noticias que se iban recibiendo se supo que el Teniente Coronel “H” Jones, el Jefe del II Batallón Paracaidista, había muerto en Pradera del Ganso (Goose Green). Una nota en el diario personal de Morgan refleja los sentimientos contrapuestos de él y de sus hombres al tener conocimiento de ello: “Qué terrible tragedia pero también qué victoria tan fantástica. Novecientos prisioneros. Bien hecho, II Para”. Los días de lujo de los Gurkhas, sin embargo, se habían acabado cuando fueron trasladados del Queen Elizabeth 2 al trasbordador Norland fuera del puerto de Grytviken, en South Georgia. Baliprasad describe de esta manera lo que sentían los mareados Gurkhas:
El Jefe de la Unidad tampoco se sentía feliz en aquella situación, como puede deducirse de su diario: “Todo fue mal, tormenta en el mar y amenaza constante de ataque aéreo. Ansioso por pisar tierra.”
Al desembarcar en San Carlos la mañana del 1º de Junio, La Compañía D marchó inmediatamente a ocupar sus posiciones en la montaña Sussex. El resto del Batallón voló a las zonas de Darwin y Pradera del Ganso (Goose Green) para relevar al II Paracaidista. Baliprasad recordaría más tarde el cálido recibimiento:
Durante la semana que siguió se enviaron patrullas a pié y en helicóptero hacia Pradera del Ganso (Goose Green) para limpiar de soldados argentinos las colinas de Malvinas.
Por fin, después de todo, hubo ocasión de llegar a las manos con el enemigo.
El 7 de junio una pequeña fuerza mandada por un oficial subalternote la Sección de Reconocimiento del Batallón, logró hacer prisioneros a SIETE argentinos. Más tarde, después de permanecer emboscados pacientemente todo la noche, capturaron a TRES más en las primeras horas de la mañana. La patrulla enemiga estaba armada con misiles Red Eye contra helicópteros.
Para entonces el tiempo había empeorado mucho, trayendo un viento fortísimo y abundantes lluvias. El Jefe de Batallón anotó en su diario: “todo el mundoi está chorreando agua”. Sus palabras son repetidas por Baliprasad:
A pesar de este espantoso clima, los Gurkhas continuaron progresando. El 9 de Junio el Batallón, - dejando a la Compañía C y a los zapadores de asalto protegiendo la zona de Pradera del Ganso (Goose Green) – fue transportado por aire y por mar a la bahía de Fitzroy - Hoya Chasco (Bluff Cove). El tiempo continuaba siendo malo incluso allí. De todos modos, la Unidad no permanecería en Hoya Chasco (Bluff Cove) mucho tiempo. Al día siguiente la Compañía B, a la que Baliprasad había sido agregado, fue embarcada en un transbordador y navegó durante unas diez millas antes de que se le ordenase regresar a Pradera del Ganso (Goose Green). Más tarde se supo que el súbito cambio de órdenes había sido provocado por el devastador ataque aéreo de los argentinos contra dos transportes, el Sir Galahad y el Sir Tristam en Hoya Chasco (Bluff Cove). Durante este ataque habían resultado muertos 51 hombres y otros 46 heridos. Los Gurkhas permanecieron en Pradera del Ganso (Goose Green) hasta el día siguiente, en que fueron llevados en helicópteros a las proximidades de Hoya Chasco (Bluff Cove).
Poco después el Batallón se situaría cerca de las posiciones enemigas en Monte Harriet. El 10 y el 11 de Junio fue bombardeado por la artillería argentina y hubo cuatro heridos, entre ellos el segundo Jefe del Batallón, Capitán Dalbahadur Sunwar. Fue una nueva experiencia para el joven Baliprasad:
“Oí gritar a mi compañero de trinchera. La metralla le había herido en el hombro. Le dije: ‘Tu espalda está sangrando’. El me miró y contestó: ‘A ti también te han dado. Tienes sangre en la cabeza’. Un trozo de metralla había atravesado mi prenda de cabeza, alojándose en el cráneo.”
El 12 de Junio, mientras Baliprasad y otros heridos eran evacuados en camillas y después por helicóptero hasta San Carlos, la V Brigada ordenaba el ataque a los monte Tumbledown y William. Las horas de luz de los días 12 y 13 de Junio fueron aprovechadas para enviar patrullas con la misión de reconocer las posiciones enemigas, antes de que las unidades atacantes – los Guardias Escoceses del II Batallón y los Gurkhas – se adelanten a ocupar sus respectivas zonas de reunión. Para entonces baliprasad estaba a punto de abandonar las Malvinas con la dudosa distinción de ser la primera baja de los Gurkhas en esta campaña.
Una vez de regreso en Inglaterra, terminaría su relato con las siguientes palabras: “Había recorrido un largo camino desde la quietud de Bagsila (su aldea en Nepal) hasta la sangre y el estruendo del bombardeo de Hoya Chasco (Bluff Cove). Un viaje increíble y, sin embargo, podía decir que había tenido suerte.”
El plan de ataque preveía que los escoceses ocupasen Tumbledown mientras a los Gurkhas les correspondía tomar Monte William. Los primeros deberían iniciar el ataque a las 1,00 horas del día 14 y el ritmo de su avance determinaría la velocidad del subsiguiente ataque de los Gurkhas. Sin embargo, los Guardias encontraron una fuerte resistencia desde el primer momento y el terreno, además, era difícil de atravesar, en particular durante la noche. En consecuencia, la hora de ataque de los Nepaleses, originalmente señalada para las 2,00 horas, fue pospuesta hasta las 4,30. Puestos ya en marcha, los hombres se vieron obligados a avanzar muy lentamente y en hileras por culpa del terreno, en dirección a la parte oriental de Tumbledown. Aunque se había señalado la posible existencia de campos de minas, la realidad es que no se encontró ninguna. Sin embargo, un intenso fuego de artillería y morteros hirió a ocho hombres, dos de ellos gravemente.
El Jefe de los Gurkhas tenía que enfrentarse a otro problema. Por un lado, tenía que mantener el avance de sus hombres, mientras que por otro no debía rebasar a los Guardias Escoceses, quienes debían alcanzar su objetivo en primer lugar. En la confusión del ataque, su Compañía C cambió unos disparos con los Escoceses y un rebote alcanzó en el pecho a un Oficial de la Compañía D. Finalmente, la Compañía D consiguió llegar al pico más alto del extremo oriental de Tumbledown, tomando buenas posiciones de tiro. Iba haciéndose de día cuando las otras compañías atacaron Monte William, si bien sólo para encontrarse que los argentinos se habían retirado dejando tres prisioneros y un montón de cadáveres dentro y fuera de las abandonadas trincheras. Según las propias palabras de Morgan:
Al amanecer había banderas blancas ondeando sobre Stanley. El Mayor General (sic) Menéndez, Comandante en Jefe argentino, estaba negociando la rendición con su homólogo británico, el Mayor General Jeremy Moore. Y la presencia de los Gurkhas en las iaslas Malvinas no iba a prolongarse por más tiempo. Después de concentrarse en la zona de Darwin – Pradera del Ganso (Goose Green) sólo transcurrirían unos pocos días para que se iniciase su regreso a Gran Bretaña. Fue lamentable que el único muerto de la campaña lo fuese precisamente en esta fase final. El Cabo Buddhaparasad Limbo resultó mortalmente herido mientras desactivaba una trampa “cazabobos”. Limbo, que sería el único Gurkha que permanecería para siempre en las Malvinas, fue enterrado en el cementerio de Stanley, tributándosele honores militares.
El Batallón hizo su viaje de regreso en el Uganda. Y al llegar a Inglaterra se vió sorprendido, primero por el tumultuoso recibimiento que les esperaba en Southampton, y a continuación por el que recibió al atravesar las calles del pueblo de Fleet, cerca de su acuartelamiento de Church Crookham. Sin embargo, muchos de los hombres del Batallón se sentían desilusionados por el desarrollo de la campaña. Después de soportar toda clase de privaciones, sometidos a la fuerte tensión previa a la lucha en las operaciones de Tumbledown, luego sin embargo la ocasión de combatir se había esfumado. Esta sensación venía reforzada por la evidencia de que no habían tenido ocasión de demostrar su valía en el campo de batalla. Pese a todo, su simple presencia había ayudado a acelerar el final de la lucha sin necesidad de pérdidas inútiles por cualquiera de los dos bandos.
Los Gurkhas no perdieron un solo hombre en combate durante toda la campaña y sólo tuvieron nueve heridos en acción, un Oficial y ocho Soldados.
El entonces Coronel honorario de su Regimiento, E. D. Smith, envió a los Gurkhas el siguiente mensaje unos meses después:
Resumen:
13 argentinos capturados
1 muerto (propio)
8 heridos (propios)
1 soldado escocés herido
Fuente:
(Trascripción textual del artículo publicado en la colección “Cuerpos de Élite”, Fascículo 22, Volumen II, Editorial Sudamericana Planeta, Septiembre de 1986)
Pero si los Gurkhas estuvieron en las Malvinas en los momentos decisivos de la campaña, en los primeros momentos del conflicto llegaron a dudar de ello. Cuando se supo que las otras Unidades de su V brigada, el II y III Batallones habían partido para el Atlántico sur, los hombres del Batallón Gurkha sufrieron una enorme desilusión. ¿Se les obligaría a permanecer en Gran Bretaña por razones políticas? Afortunadamente para ellos, no era así y muy poco después su Batallón fue puesto en situación de alerta en previsión de un embarque inmediato. Baliprasad Rai, un miembro de la banda de la Unidad que escribía sus memorias sobre la campaña, describió así la extraordinaria conmoción que produjo la orden.
“Ahora había una atmósfera totalmente distinta en el acuartelamiento, algo así como electrizante. La Unidad estaba alerta las 24 horas del día. Todos estábamos ocupados y tensos, en particular el encargado del almacén puesto que había que repartir rápidamente botas de nieve, colchones de espuma y unas enormes mochilas de montaña para llevarlo con todo lo demás. Cuando estaban llenas, aquellas mochilas abultaban más que muchos de nosotros”.
Al mismo tiempo, la masa de la gente empezaba a mostrar interés por los Gurkhas. Baliprasad lo explicaría así:
“El cuartel estaba repleto de periodistas y de miembros de las cadenas de televisión deseosos de captar nuestra actividad. Era una buena ocasión para atemorizar a los argentinos y les forzamos a retratarnos con nuestros kukris desenvainados”.
El Batallón recibió enseguida la orden de marcha para Southampton y embarcar allí en el trasatlántico Queen Elizabeth 2. La fecha de partida se había fijado para el 12 de Mayo. La última noche en el acuartelamiento fue inolvidable y Baliprasad recordaba de esta manera aquella velada: “Fue una larga noche llena de diversión en el Junior Rank Club. Casi nadie durmió. Allí estábamos todos charlando, bebiendo, bailando y bromeando”. La salida para Southamptona la mañana siguiente fue realmente emocionante. Baliprasad no lo menciona en sus memorias, pero el Jefe del Batallón, el Teniente Coronel David Morgan, anotó en su diario que todo el mundo se sentía preocupado por la posible amenaza submarina: “Qué magnífica presa sería el Queen Elizabeth 2 pero ¿Cuál sería la reacción de Gran Bretaña si se perdiese?.
Afortunadamente, esta catástrofe no tuvo lugar. Para Baliprasad, en cambio, el gigantesco navío constituía en sí mismo un motivo de asombro: “Vaya, si era incluso mayor que cualquiera de los edificios que vería al regresar a casa. Nunca en todo mi vida había dormido rodeado de tanto lujo ni en una cama tan blanda. Si tenía que ir a la guerra, esta era la mejor forma de hacerlo.”
Sin embargo, no se trataba de un viaje de placer. Y el Batallón, dirigido por su enérgico Jefe, empleaba todo su tiempo en el barco en continuar su adiestramiento y en mantenerse en forma con vistas a estar preparado para cumplir cualquier misión que se le encomendase. Pasada la excitación inicial de hacerse a la mar, Baliprasad comentaría que: “La vida en el Queen Elizabeth 2 era muy semejante a la del cuartel. Es decir, gimnasia por las mañanas y ejercicios de combate por las tardes.”
La travesía sólo se interrumpió para tocar puerto en la isla Asunción a fin de aprovisionarse. Ninguna amenaza aérea o submarina había llegado a materializarse. En el décimo día del viaje, Morgan anotó en su diario que el tiempo había empeorado, soplaba un durísimo viento y la mayoría de los soldados se encontraban bajo los efectos del mareo. Más aún, por las noticias que se iban recibiendo se supo que el Teniente Coronel “H” Jones, el Jefe del II Batallón Paracaidista, había muerto en Pradera del Ganso (Goose Green). Una nota en el diario personal de Morgan refleja los sentimientos contrapuestos de él y de sus hombres al tener conocimiento de ello: “Qué terrible tragedia pero también qué victoria tan fantástica. Novecientos prisioneros. Bien hecho, II Para”. Los días de lujo de los Gurkhas, sin embargo, se habían acabado cuando fueron trasladados del Queen Elizabeth 2 al trasbordador Norland fuera del puerto de Grytviken, en South Georgia. Baliprasad describe de esta manera lo que sentían los mareados Gurkhas:
“El barco se inclinaba, se estremecía y se agitaba sobre las olas acercándonos, como se nos decía, hacia las Malvinas orientales. Estábamos a unas 800 millas, por lo que se comentaba, pero a mí me parecían mil según mi estómago se mantenía en un permanente estado de agitación que no había forma de contrarrestar con las píldoras contra el mareo que ingería continuamente. Saltábamos y luchábamos contra las olas como si fuéramos muñecos de trapo.”
El Jefe de la Unidad tampoco se sentía feliz en aquella situación, como puede deducirse de su diario: “Todo fue mal, tormenta en el mar y amenaza constante de ataque aéreo. Ansioso por pisar tierra.”
Al desembarcar en San Carlos la mañana del 1º de Junio, La Compañía D marchó inmediatamente a ocupar sus posiciones en la montaña Sussex. El resto del Batallón voló a las zonas de Darwin y Pradera del Ganso (Goose Green) para relevar al II Paracaidista. Baliprasad recordaría más tarde el cálido recibimiento:
“Darwin acababa de ser tomado el día anterior por nuestros compañeros de armas del II Batallón Paracaidista. Nos saludamos mutuamente con apretones de manos y bromas. Los civiles estaban también muy contentos de vernos y nos ofrecían té caliente y café que nosotros agradecíamos.”
Durante la semana que siguió se enviaron patrullas a pié y en helicóptero hacia Pradera del Ganso (Goose Green) para limpiar de soldados argentinos las colinas de Malvinas.
Por fin, después de todo, hubo ocasión de llegar a las manos con el enemigo.
El 7 de junio una pequeña fuerza mandada por un oficial subalternote la Sección de Reconocimiento del Batallón, logró hacer prisioneros a SIETE argentinos. Más tarde, después de permanecer emboscados pacientemente todo la noche, capturaron a TRES más en las primeras horas de la mañana. La patrulla enemiga estaba armada con misiles Red Eye contra helicópteros.
Para entonces el tiempo había empeorado mucho, trayendo un viento fortísimo y abundantes lluvias. El Jefe de Batallón anotó en su diario: “todo el mundoi está chorreando agua”. Sus palabras son repetidas por Baliprasad:
“Todas nuestras ropas estaban empapadas y así seguirían estando, mientras el helado viento del antártico nos hería hasta los huesos, no importa el número de jerseys que llevásemos encima. Hacía más frío y había más humedad que en diez inviernos ingleses juntos. Y eso que decían que era sólo el principio.”
A pesar de este espantoso clima, los Gurkhas continuaron progresando. El 9 de Junio el Batallón, - dejando a la Compañía C y a los zapadores de asalto protegiendo la zona de Pradera del Ganso (Goose Green) – fue transportado por aire y por mar a la bahía de Fitzroy - Hoya Chasco (Bluff Cove). El tiempo continuaba siendo malo incluso allí. De todos modos, la Unidad no permanecería en Hoya Chasco (Bluff Cove) mucho tiempo. Al día siguiente la Compañía B, a la que Baliprasad había sido agregado, fue embarcada en un transbordador y navegó durante unas diez millas antes de que se le ordenase regresar a Pradera del Ganso (Goose Green). Más tarde se supo que el súbito cambio de órdenes había sido provocado por el devastador ataque aéreo de los argentinos contra dos transportes, el Sir Galahad y el Sir Tristam en Hoya Chasco (Bluff Cove). Durante este ataque habían resultado muertos 51 hombres y otros 46 heridos. Los Gurkhas permanecieron en Pradera del Ganso (Goose Green) hasta el día siguiente, en que fueron llevados en helicópteros a las proximidades de Hoya Chasco (Bluff Cove).
Poco después el Batallón se situaría cerca de las posiciones enemigas en Monte Harriet. El 10 y el 11 de Junio fue bombardeado por la artillería argentina y hubo cuatro heridos, entre ellos el segundo Jefe del Batallón, Capitán Dalbahadur Sunwar. Fue una nueva experiencia para el joven Baliprasad:
“Los proyectiles iban cayendo cada vez más cerca y no estaría diciendo la verdad si dijera que no me sentía asustado. Lo estaba de verdad pero también estaba furioso. Esta no es forma de luchar, pensaba yo, y un buen tirador nada podía en una situación como esta.”Pero su participación en la guerra de las Malvinas iba a terminar rápidamente. Muy poco después un proyectil hizo explosión junto a su trinchera. Baliprasad recordaría más tarde lo que ocurrió:
“Oí gritar a mi compañero de trinchera. La metralla le había herido en el hombro. Le dije: ‘Tu espalda está sangrando’. El me miró y contestó: ‘A ti también te han dado. Tienes sangre en la cabeza’. Un trozo de metralla había atravesado mi prenda de cabeza, alojándose en el cráneo.”
El 12 de Junio, mientras Baliprasad y otros heridos eran evacuados en camillas y después por helicóptero hasta San Carlos, la V Brigada ordenaba el ataque a los monte Tumbledown y William. Las horas de luz de los días 12 y 13 de Junio fueron aprovechadas para enviar patrullas con la misión de reconocer las posiciones enemigas, antes de que las unidades atacantes – los Guardias Escoceses del II Batallón y los Gurkhas – se adelanten a ocupar sus respectivas zonas de reunión. Para entonces baliprasad estaba a punto de abandonar las Malvinas con la dudosa distinción de ser la primera baja de los Gurkhas en esta campaña.
Una vez de regreso en Inglaterra, terminaría su relato con las siguientes palabras: “Había recorrido un largo camino desde la quietud de Bagsila (su aldea en Nepal) hasta la sangre y el estruendo del bombardeo de Hoya Chasco (Bluff Cove). Un viaje increíble y, sin embargo, podía decir que había tenido suerte.”
El plan de ataque preveía que los escoceses ocupasen Tumbledown mientras a los Gurkhas les correspondía tomar Monte William. Los primeros deberían iniciar el ataque a las 1,00 horas del día 14 y el ritmo de su avance determinaría la velocidad del subsiguiente ataque de los Gurkhas. Sin embargo, los Guardias encontraron una fuerte resistencia desde el primer momento y el terreno, además, era difícil de atravesar, en particular durante la noche. En consecuencia, la hora de ataque de los Nepaleses, originalmente señalada para las 2,00 horas, fue pospuesta hasta las 4,30. Puestos ya en marcha, los hombres se vieron obligados a avanzar muy lentamente y en hileras por culpa del terreno, en dirección a la parte oriental de Tumbledown. Aunque se había señalado la posible existencia de campos de minas, la realidad es que no se encontró ninguna. Sin embargo, un intenso fuego de artillería y morteros hirió a ocho hombres, dos de ellos gravemente.
El Jefe de los Gurkhas tenía que enfrentarse a otro problema. Por un lado, tenía que mantener el avance de sus hombres, mientras que por otro no debía rebasar a los Guardias Escoceses, quienes debían alcanzar su objetivo en primer lugar. En la confusión del ataque, su Compañía C cambió unos disparos con los Escoceses y un rebote alcanzó en el pecho a un Oficial de la Compañía D. Finalmente, la Compañía D consiguió llegar al pico más alto del extremo oriental de Tumbledown, tomando buenas posiciones de tiro. Iba haciéndose de día cuando las otras compañías atacaron Monte William, si bien sólo para encontrarse que los argentinos se habían retirado dejando tres prisioneros y un montón de cadáveres dentro y fuera de las abandonadas trincheras. Según las propias palabras de Morgan:
“Fue decepcionante. Pero estoy totalmente convencido de que ellos sabían que iban a ser desbordados sin poder evitarlo. Y de que todavía no habían visto de cerca de los Gurkhas. Un prisionero nos informó del gran temor que les infundía la idea de enfrentarse a nosotros.”
Al amanecer había banderas blancas ondeando sobre Stanley. El Mayor General (sic) Menéndez, Comandante en Jefe argentino, estaba negociando la rendición con su homólogo británico, el Mayor General Jeremy Moore. Y la presencia de los Gurkhas en las iaslas Malvinas no iba a prolongarse por más tiempo. Después de concentrarse en la zona de Darwin – Pradera del Ganso (Goose Green) sólo transcurrirían unos pocos días para que se iniciase su regreso a Gran Bretaña. Fue lamentable que el único muerto de la campaña lo fuese precisamente en esta fase final. El Cabo Buddhaparasad Limbo resultó mortalmente herido mientras desactivaba una trampa “cazabobos”. Limbo, que sería el único Gurkha que permanecería para siempre en las Malvinas, fue enterrado en el cementerio de Stanley, tributándosele honores militares.
El Batallón hizo su viaje de regreso en el Uganda. Y al llegar a Inglaterra se vió sorprendido, primero por el tumultuoso recibimiento que les esperaba en Southampton, y a continuación por el que recibió al atravesar las calles del pueblo de Fleet, cerca de su acuartelamiento de Church Crookham. Sin embargo, muchos de los hombres del Batallón se sentían desilusionados por el desarrollo de la campaña. Después de soportar toda clase de privaciones, sometidos a la fuerte tensión previa a la lucha en las operaciones de Tumbledown, luego sin embargo la ocasión de combatir se había esfumado. Esta sensación venía reforzada por la evidencia de que no habían tenido ocasión de demostrar su valía en el campo de batalla. Pese a todo, su simple presencia había ayudado a acelerar el final de la lucha sin necesidad de pérdidas inútiles por cualquiera de los dos bandos.
Los Gurkhas no perdieron un solo hombre en combate durante toda la campaña y sólo tuvieron nueve heridos en acción, un Oficial y ocho Soldados.
El entonces Coronel honorario de su Regimiento, E. D. Smith, envió a los Gurkhas el siguiente mensaje unos meses después:
“Estoy orgulloso de que hayáis añadido una batalla más a la larga lista del Regimiento. Me sentía muy orgulloso de ser vuestro Coronel mientras el I Batallón participaba con tanta distinción en la guerra de las Malvinas, Mi enhorabuena, Séptimo”.En mi opinión personal, muy poco aporte para afirmar que nos rendimos por temor a ellos, y menos para solicitar dinero por su desempeño en combate:
Resumen:
13 argentinos capturados
1 muerto (propio)
8 heridos (propios)
1 soldado escocés herido
Fuente:
(Trascripción textual del artículo publicado en la colección “Cuerpos de Élite”, Fascículo 22, Volumen II, Editorial Sudamericana Planeta, Septiembre de 1986)
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