jueves, 9 de enero de 2020

Más sobre la supuesta patriada K

La cuestión de las Malvinas: mucho más que un justo reclamo patriótico


Por Fernando Del Corro ||  Tribuna de Periodistas



 

Lo expresado por el presidente Alberto Ángel Fernández acerca de los derechos argentinos sobre las Islas Malvinas, el territorio antártico y el mar adyacente en su discurso inaugural ante el Congreso de la Nación tiene particular importancia en el retomar de un claro derecho de los intereses nacionales, abandonados durante la pasada gestión de Mauricio Macri.


Las Malvinas fueron ocupadas por el ahora Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte el 3 de enero de 1833, 187 años atrás, y desde entonces los gobiernos nacionales mantuvieron posturas oscilantes, entre los que plantearon con firmeza los derechos argentinos y aquellos que, como el mencionado, aceptaron de hecho la permanencia de los usurpadores.

Entre las posturas más firmes y trascendentes se contó, a comienzos de 2010, hace una década, la decisión de controlar los viajes desde y hacia las Malvinas, apuntando a los negocios de los ocupantes y sus socios, en especial a la explotación hidrocarburífera impulsada por la banca Barclays como accionista de la firma Desire Petroleum,

La decisión del gobierno argentino de controlar los viajes de y hacia las Islas Malvinas constituyó un golpe de importancia en el camino a restablecer los derechos sobre una vasta zona del Atlántico Sur que excede, incluso, el territorio propio de ese archipiélago irredento al que el Reino Unido pretendió incluir en la Constitución de la Unión Europea, con el aval cómplice de otros gobiernos como área extra continental de esa comunidad de naciones.

Ya antes, casi un año atrás, el reclamo de la entonces presidenta argentina Cristina Elisabet Fernández y del también entonces canciller Jorge Enrique Taiana en la mismísima Londres, la capital del Reino Unido, por la usurpación de las Islas Malvinas representó un nuevo giro en la política argentina frente a la herencia menemista de las “relaciones carnales” y la desarticulación del estado. La trascendencia de esa decisión es que apunta a fuentes claves de los negocios malvineros, en especial a la pretendida explotación hidrocarburífera ya mencionada.

Los acuerdos del ex canciller menemista Guido Di Tella con el gobierno del RU que por entonces encabezaba la conservadora Margaret Hilda Roberts Thatcher en febrero de 1990 en el “Tratado de Madrid”, instrumentados sobre todo a partir de 1995, ya con la gestión del también conservador John Major, fueron parte de los negocios de la época, de la liquidación de las empresas del estado, la destrucción del aparato económico y la pérdida del control sobre las reservas naturales. Allí no se habló de soberanía sino de convivencia para hacer negocios. Algo que el RU ya había comenzado a impulsar unilateralmente desde 1987, ampliando, en forma progresiva, lo que consideraba su soberanía marítima, equivalente a más o menos un décimo de todo el territorio argentino.

Por entonces se dio todo tipo de concesiones pesqueras en el Mar Argentino, lo que dio lugar a una tremenda depredación de los recursos de peces y moluscos (se calcula que sólo los langostineros capturan y devuelven al mar muertos a aproximadamente un millón de peces al día). Años más tarde, ante el cuestionamiento al respecto de la industria pesquera local, el actual canciller Felipe Solá admitió que debe reverse esa postura. Cabe señalar que no faltaron informaciones que señalaran al entonces ministro del interior, Carlos Vladimiro Corach, devenido en Francia en especialista en antiterrorismo, como el operador de esos negocios pesqueros.

El gobierno del premier laborista, el escocés James Gordon Brown, y el de su antecesor, el también escocés Anthony Charles Lynton (Tony) Blair tomaron en su momento los reclamos argentinos como una suerte de ritual inocuo, similar al que hace España por el enclave de Gibraltar “para la gilada” (los tontos), como solía llamar a esos gestos un viejo diputado conservador, Francisco Falabella, impulsor del desarrollo genético de esos caballitos de miniatura para sacarse fotos y subir bebés.

Pero se trata de dos temas claramente diferentes. Gibraltar, como Belice y otras posesiones españolas pasaron a la entonces Inglaterra como consecuencia de una guerra (1700-1713) en la que Francia por un lado y Austria e Inglaterra por el otro se disputaron la corona de España vacante. Al final el monarca francés Luis XIV logró coronar a su nieto, el futuro Felipe V, como el primer rey Borbón ibérico.

Inglaterra, como contrapartida, con el “Tratado de Utrecht” (Países Bajos), de 1715, firmado por España, se quedó con la puerta entre el Mar Mediterráneo y el Océano Atlántico. Un pequeño estrecho que un buen deportista puede cruzar a nado y por el cual pasó en el 722 el gobernador de Tánger, Djeb El-Tarik (de ahí Gibraltar), para crear un reino musulmán de 770 años hasta su liquidación en 1492.

La ocupación de Malvinas también tuvo un objeto estratégico de control del extremo sur atlántico y de la unión interoceánica. Del mismo modo que tres siglos y medio antes, poco antes de la llegada de Cristóbal Colón a Centroamérica, había pasado por el lugar, según algunas investigaciones, una expedición china la cual, al parecer, dejó allí perros que se reprodujeron, tomando en cuenta parecidos genéticos. Pero mientras lo de Gibraltar, degradado su interés militar, es una cuestión eminentemente simbólica, en las Malvinas, donde no hubo una cesión consentida sino una acto de piratería militar, la cuestión de los recursos naturales ha pasado a ser un tema esencial.

Ya por los años 1970 se sabía que existía un gran potencial hidrocarburífero en el llamado Banco Burwood, al sur de las islas. Luego se detectaron otras reservas importantes en la plataforma marina occidental de las islas y, finalmente, no faltan buenas perspectivas en la meseta malvinera. En los últimos años el gobierno isleño ha convocado a licitaciones para hacer prospecciones en esas zonas. A ello hay que agregar la proyección antártica que se reclama desde Londres, también basada en la explotación de recursos de ese territorio. Reclamo que se superpone con los de la Argentina. De todos modos el gobierno del RU ha avanzado sin atender razones y se apresta a llevar adelante la extracción de hidrocarburos estimándose que las exportaciones de petróleo desde las Malvinas comenzarán en 2022.

En tanto se desarrolló una importantísima actividad pesquera depredatoria que pasó a constituirse en la base de la actividad económica de ese archipiélago constituido por dos grandes islas y un par de centenar de islotes. Sólo las licencias pesqueras, amén de otros ingresos adicionales, representan más de 40 millones de dólares estadounidenses al año, más los negocios que se generan luego, suficientes para sostener la salud, la educación y el sistema de bienestar de los 3.398 (cifra al 2016).

Ya en 2002, a 20 años de la Guerra de las Malvinas el Producto Interno Bruto (PIB) del archipiélago llegaba a u$s 105,1 millones, lo que daba lugar a un PIB per cápita de u$s 35.400 anuales. Varios años después, en 2017, en el Reino Unido, el PIB per cápita del RU es de u$s 44.300 anuales y en las Malvinas, en 2015, de u$s 70.000, el decimosegundo en el mundo. La conclusión es que los ingresos de los isleños son superiores a los de la metrópoli si se tienen en cuenta una serie de añadiduras como ventajas impositivas y otras.

El “democrático” argumento de los gobernantes del RU es que son aproximadamente tres mil pobladores los que deben decidir si se aceptan o no las decisiones de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) sobre si sentarse a o no a discutir la soberanía, pero mientras tanto pretendió incluirlos en la Constitución de la UE, como se ha señalado. Pobladores originalmente llevados desde las islas británicas a partir de su ocupación en 1833, de habla inglesa, mayoritariamente anglicanos y vinculados a la metrópoli por diversas razones. Pero fundamentalmente beneficiarios de una realidad que surge de una industria pesquera (desarrollada básicamente de los acuerdos con la Argentina desde el “Tratado de Madrid”). Además ya en 2001 el ecoturismo generaba más de 30.000 visitas anuales que se han ido incrementando, es decir alrededor de diez turistas al año por cada habitante. Ahora los barcos que los transporten estuvieron sometidos a controles argentinos según la norma mencionada que seguramente será restablecida teniendo en cuenta el referido discurso del presidente Fernández.

Preguntar a esa población, al menos hoy, qué quiere hacer en materia de soberanía resulta grotesco cuando goza de un estado de bienestar que no existe en su metrópoli, con cero desocupación, un PIB per cápita que triplica la media mundial, que produce más de un millón de kilowatios hora de lo que consume y que tiene un superávit comercial de unos u$s 160 millones según con importaciones por u$s 98 millones y exportaciones por u$s 257,3 millones, a lo que hay que sumar los intereses que el gobierno isleño percibe por las colocaciones bancarias de sus excedentes y por la presencia de una base militar metropolitana, amén de las perspectivas hidrocarburíferas, ahora casi a la vista, para extraer 500.000 barriles (94,5 millones de litros) diarios de petróleo y de otros minerales, todo potenciado por su proyección antártica. Demasiadas razones de peso, o más bien de pesos. La evolución de la Bolsa de Londres en el marco de la “Guerra de las Malvinas”, más de un cuarto de siglo atrás, ya dio pautas de todo esto.

Obviamente las Malvinas y su mar adyacente no son el peñón de Gibraltar y la decisión adoptada en 2010 por la ahora vicepresidenta argentina, continuidad de la ya planteada en Londres en abril de 2009, se compadece con esa realidad que no es meramente un reclamo justo pero simbólico de soberanía sobre un pedazo de tierra sin mayor valor que eso, como pretenden el imperio colonialista y sus beneficiarios. El libro “Malvinización y desmentirización”, del cual soy coautor y compilador, aporta numerosa documentación acerca de todo ello.

martes, 7 de enero de 2020

Kirchnerismo pide negociaciones con UK...

El Gobierno reafirmó el reclamo de soberanía sobre las Islas Malvinas y pidió al Reino Unido reanudar las negociaciones 

La Cancillería emitió un comunicado para ratificar la postura oficial de reclamo, al cumplirse 187 años de la “ocupación ilegal por parte del Reino Unido”
Infobae



Centro de Malvinas: el gobierno argentino comunicó que continuará con los reclamos "conforme el derecho internacional y respetando el modo de vida de sus habitantes" (foto archivo: Infobae)

El Gobierno reafirmó este viernes la soberanía argentina sobre las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur al cumplirse 187 años de la “ocupación ilegal por parte del Reino Unido”, así como también instó a Londres a “reanudar el proceso negociador bilateral” para hallar “una solución pacífica y definitiva a la disputa”.

Ante un nuevo aniversario del desalojo de la población y las autoridades argentinas establecidas legítimamente en el lugar, la Cancillería emitió un comunicado para ratificar la postura oficial de reclamo.

“La República Argentina protestó inmediatamente ese acto de fuerza ilegítimo y nunca lo consintió. Mantuvo ininterrumpidamente, durante los 187 años en los que se sostiene la usurpación, el firme reclamo de ejercer su soberanía efectiva sobre los archipiélagos y los espacios marítimos del Atlántico Sur ocupados hasta hoy por el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte”, sostuvo la cartera diplomática.

Asimismo, el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto destacó que la Argentina “ha rechazado ininterrumpidamente las actividades unilaterales de exploración y explotación de recursos naturales renovables y no renovables en espacios marítimos argentinos ilegalmente ocupados que, sumadas a la continuada presencia militar británica en el Atlántico Sur, violan Resoluciones de Naciones Unidas”.

“La República Argentina reafirma una vez más los imprescriptibles derechos de soberanía que posee sobre las Islas Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur y los espacios marítimos circundantes y que son parte integrante de su territorio nacional”, remarcó el Gobierno.

En ese sentido, afirmó que la recuperación del ejercicio efectivo de la soberanía sobre el archipiélago “constituye un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino” y aclaró que se continuará con los reclamos “conforme el derecho internacional y respetando el modo de vida de sus habitantes”.

“A poco tiempo de rememorar el bicentenario del primer izamiento de la bandera Nacional en las Islas Malvinas ocurrido el 6 de noviembre de 1820, la Argentina reitera su predisposición a retomar las negociaciones con el Reino Unido con el mismo espíritu constructivo que animó a ambos países por casi dos décadas, luego de 1966, y que los llevó a conversar sobre diversas fórmulas de solución”, planteó la cartera conducida por Felipe Solá.

Y concluyó: “El Gobierno y el Pueblo argentino reiteran su permanente y sincera disposición a reanudar el proceso negociador bilateral con el Reino Unido, tal como lo reclama la comunidad internacional, para hallar una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía”.


La Cancillería reiteró su permanente y sincera disposición a reanudar el proceso negociador bilateral con el Reino Unido

La ONU reconoce la existencia de una disputa de soberanía entre los gobiernos argentino y del Reino Unido sobre las Islas Malvinas y estableció el mandato de reanudar las negociaciones bilaterales a fin de encontrar una solución pacífica, teniendo en cuenta los intereses de los habitantes de las Islas.

domingo, 5 de enero de 2020

Monte Harriet: La sección olvidada que combatió hasta el final

La "sección olvidada” que combatió en Monte Harriet: los ingleses tuvieron que usar proyectiles antitanque para terminar con su resistencia en Malvinas

Durante la guerra de 1982, una parte de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada quedó sin un destino en las islas. Lucharon en el Monte Harriet, pero como no figuraban en ningún registro de una unidad de combate, recién serían reconocidos hace pocos años cuando ellos mismos comenzaron a identificarse como integrantes de “la sección olvidada”
Por Adrián Pignatelli || Infobae









La batalla de Monte Harriet comenzó la noche del 11 de junio de 1982 cuando un marine inglés pisó una mina antipersonal colocada por los argentinos

Pablo Oliva era un teniente de 26 años, casado, dos hijos, su esposa embarazada de mellizos, aunque aún la pareja lo ignoraba. Era ingeniero militar y hasta el momento de la guerra se desempeñaba como instructor en la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral. Cuando estalló la guerra pasó a integrar la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, cuyo Estado Mayor se estableció en Puerto Argentino.

Oliva le explicó a Infobae que “entonces empezó a sobrar gente; nuestra compañía estaba conformada por mecánicos motoristas, de explosivos; conductores, enfermeros, personal de comunicaciones y de intendencia, entre otros. Sólo uno era de infantería. De pronto éramos entre 45 y 50 hombres, que estábamos en la capital de las islas, que integrábamos un remanente sin destino”.

La III Brigada estaba conformada por los regimientos de Infantería 4, 5 y 12, por el Grupo de Artillería 3, la Compañía de Ingenieros 3 y la Compañía de Comunicaciones 3. Y tenía su Compañía de Comando y Servicios.

Este “remanente sin destino” fue agregado al Regimiento de Infantería 4, al mando del teniente coronel Diego Soria. Oliva, que en un primer momento iba a ser asignado como oficial de comunicaciones del general Omar Parada, de pronto se vio al mando de la compañía, ya que su jefe debió ser trasladado al continente por un caso de pie de trinchera.



Algunos de los miembros de la "Sección Olvidada" de Monte Harriet

Como Soria ya tenía distribuida sus fuerzas, este grupo fue enviado a la ladera sur del Monte Harriet. Armaron los pozos de zorro en la media pendiente, debajo de la posición de los morteros pesados del Regimiento 4. Más arriba, en ese monte particularmente alargado de este a oeste, se ubicó Soria y el grueso de la unidad.

Oliva dividió a la sección en tres grupos, cada uno de ellos conformado entre 12 y 14 hombres.

Recibían el racionamiento del Regimiento 4 y hasta el 10 de mayo cocinó el sargento Corradini, luego lo hicieron los propios soldados.


El ataque inglés

La noche del 11 de junio los ingleses iniciaron el ataque al Monte Harriet. Lo hicieron con el Comando 42 de los Royal Marines, con un batallón de la Guardia Galesa y con el apoyo de artillería del buque Yarmouth. Tenían planeado un ataque sorpresa, que se frustró cuando un británico -el marine Mark Curtis de solo 17 años- pisó una mina anti personal.


 
Croquis del combate en Monte Harriet, en la ladera sur, donde estaba la Sección Olvidada. En el centro está señalizada como "sección Oliva"

Los integrantes de la sección de Oliva fueron los primeros en entrar en combate con los británicos. “Yo estaba en el medio de mis 45 hombres, en una posición más cercana a Puerto Argentino. Ellos lograron abrir una brecha en el medio y continuaron subiendo, ya que su objetivo era el de tomar la cima del monte”.

Según los testimonios de los atacantes, encontraron una fuerte resistencia de los defensores, que disparaban sus ametralladoras calibre 50 con mucha precisión, lo que los hizo frenar el ataque durante dos horas. Los británicos debieron usar proyectiles antitanque para doblegar la resistencia argentina.


La posición que ocupó Oliva. Foto tomada en 1982. Por respeto, se quitó de foto el cuerpo de un soldado argentino.

Fue en ese combate donde fue herido el cabo Héctor Pereyra, también integrante de esta “sección de rejuntados”, como él mismo lo definió. Su historia fue contada por Infobae el 5 de octubre (“Bendito sea Dios que me permitió encontrarte”: el marine inglés que buscó al soldado argentino que había sido su prisionero en Malvinas”)


La posición de Oliva, en la actualidad.

Oliva alcanzó a replegarse con seis soldados y dos suboficiales.

Mientras tanto, el combate también se desarrollaba en la ladera norte. Allí, entre el 8 y el 9 de junio, el entonces subteniente en comisión Lautaro Jiménez Corbalán –que el 10 de junio cumplió 20 años en medio del combate- junto a diez soldados de la misma sección había rechazado un ataque inglés.

Pero la arremetida final enemiga, que había comenzado el 11 de junio a las diez y media de la noche, hizo que a las 7 de la mañana cayeran parte de las defensas y las de Corbalán serían las últimas en ser sometidas.

A las 9 de la mañana el Monte Harriet estaba en manos inglesas.


Mendoza y Oliva en Darwin, con la bandera de la Sección Olvidada

Jiménez Corbalán intentó llegar al Monte William, donde se seguía combatiendo, junto a los soldados Alberto Flores y Carlos Salvatierra. A sabiendas que estaba cruzando un campo minado argentino, un explosivo lo hizo volar por el aire, quedó herido del lado izquierdo de su cuerpo y temporariamente sordo. Terminó siendo evacuado a Puerto Argentino.

La sección olvidada tuvo tres caídos: el sargento infante Héctor Montellano y el cabo de intendencia Oscar Labalta, que murieron cuando un proyectil inglés estalló en el ataque del 8 al 9 de junio dentro del pozo de zorro donde se encontraban; y el soldado clase 62 Juan Raúl Serradori, oriundo de Curuzú Cuatiá, quien falleció el 11. Además, los 14 hombres de grupo donde estaba el cabo enfermero Pereyra terminaron todos heridos.

La libreta de Corbalán

Cuando Jiménez Corbalán fue trasladado al Canberra, le quitaron cuatro rollos de fotografías que había tomado con su Kodak Instamatic. También quisieron quedarse con una libreta en la que, día a día, iba anotando sus impresiones. En la tapa había escrito en español y en inglés “favor de entregar esta libreta a la familia Jiménez Corbalán…”


La libreta de Jiménez Corbalán.

En un inglés básico aprendido en el Colegio Militar, Corbalán argumentó que estaba amparado por las leyes de la Convención de Ginebra. No hubo caso. Cuando el inglés cargó su fusil para hacerse de la libreta como sea, apareció un sargento mayor. Luego de echarle una rápida hojeada, se la devolvió. “Es lo único que traje de allá; estaba convencido de que era un tesoro que debía trascender”, dijo.

Los olvidados de la posguerra

Los miembros de la sección olvidada del Monte Harriet no se volvieron a ver. Curiosamente, la primera referencia de este grupo de combate fue inglesa, que en libros militares referencian los llaman la “sección Oliva”, tomando el nombre del teniente que los había comandado.

En la actualidad, Manuel Larrosa vive en Tandil. Es un suboficial mayor retirado que, orgulloso, aclara que nació en Ibarreta, una localidad del sudeste de Formosa, a donde viaja regularmente a visitar a su familia. En la guerra, contaba con 23 años años. “Era cabo de intendencia y estuve en el Monte Harriet, en la ladera la que mira hacia el mar, cerca del camino”.

Él, como el resto de esta sección, sentía que no pertenecían a ninguna unidad. Habían ido como integrantes de la Compañía Comando y Servicios de la III Brigada, pero habían combatido con el Regimiento de Infantería 4, aunque no integraban formalmente esa unidad.

Por el 2001, cuando conoció a Jiménez Corbalán, nació la idea de reunir a los miembros de la sección. La casualidad quiso que, estando en Luján, se cruzase en la calle con Oliva. “Mi teniente”, alcanzó a escuchar Oliva quien se había retirado como coronel mayor y que entonces daba clases en la Escuela Industrial Nº1 de esa ciudad. Hace cinco años que es el director de esa escuela y su mayor orgullo es que los veteranos lo sigan llamando “teniente”.

Sabían que la segunda semana de junio en Monte Caseros, se reunían los veteranos de guerra del Regimiento 4. Y en el 2012 se aparecieron con una bandera con la leyenda “La sección olvidada”.

Las primeras reuniones sirvieron para conocerse, para mirarse a la cara y contarse lo que habían vivido allá.

Luego, comenzaron a participar de las conmemoraciones, y hasta de los desfiles. Se acercaban veteranos de diversos puntos del país. La voz se corría y el grupo fue creciendo.

En la plaza de armas del regimiento, en Monte Caseros, delante del monumento conmemorativo a Malvinas se encuentran cruces blancas con los nombres de los caídos de esa unidad. Se agregaron tres cruces, que recuerdan a Lavalza, Montellanos y Serradori. Si habían combatido con ellos.

Monte Harriet, 37 años después

El 9 de marzo de este año, Larrosa, Oliva, Jiménez Corbalán, junto al coronel médico Rubén Cucchiara, el mayor retirado Miguel Mosquera y el entonces soldado Alberto Flores, viajaron a las islas y, por supuesto, recorrieron milímetro a milímetro Monte Harriet. Cada uno identificó su posición y hasta Larrosa encontró su viejo mate, partido a la mitad, que se lo trajo junto con pequeños trozos de sus guantes, del poncho de plástico y de la manta que usó en la guerra.

Lautaro Jiménez Corbalán, que es autor del libro Malvinas. En primera línea. Vivencias y anécdotas de integrantes del Regimiento de Infantería 4, está hoy preparando la historia de la sección olvidada del Monte Harriet.

“Hicimos lo que pudimos”, remarcó Larrosa. “Pero después de la guerra, hicimos mucho”. Ayudó a sacar de las sombras a una sección que nunca más será olvidada. Una misión por demás cumplida.

viernes, 3 de enero de 2020

Canallas: Más detalles de la ayuda trasandina al Imperio Británico

La polémica ayuda de Chile a Inglaterra en la Guerra de Las Malvinas

En 1982, luego de enterarse del movimiento de tropas argentinas en la Patagonia y de un pacto secreto entre Argentina, Perú y Bolivia para atacar Chile, el (r) general chileno de la Fach, Fernando Matthei, decidió contactarse con militares británicos para ofrecer ayuda militar a los ingleses.


Jorge Fuentes || Guioteca

El rol que jugó Chile en la guerra de Las Malvinas es, según varios entendidos, más importante de lo que en su momento se comentó. Según una biografía inglesa de la fallecida y famosa primera ministra Margaret Thatcher, escrita por Charles Moore, ésta estaba impresionada por el nivel de apoyo internacional que había acumulado desde la invasión argentina a las islas. “Primero, encubiertamente, llegó Chile, cuya disputa con Argentina sobre el Canal de Beagle lo había hecho hipersensible ante la agresión argentina. Incluso, antes de que la invasión se completara, Chile ofreció a Reino Unido el uso de sus puertos. De ahí en adelante las tareas de inteligencia y la cooperación logística fueron constantes. Para el 6 de abril, Santiago ya había “ofrecido” los servicios de su fuerza aérea y naval, todo ello autorizado por el dictador Augusto Pinochet”.

Para graficar la buena relación que Pinochet logró con la “Dama de Hierro”, Moore agrega que “en 1998 él fue detenido en Londres como resultado del intento de un juez español por extraditarlo y que se enfrentara a los cargos por crímenes como tortura y asesinato. Lady Thatcher protestó vehementemente contra este tratamiento”.



General Fernando Matthei.

La famosa “Dama de Hierro” aseguraría en ese mismo momento que, sin la ayuda clave de Chile, la guerra de Malvinas no hubiese sido fácil de ganar. “Tenemos una enorme deuda”, dijo Tatcher. Lord Edward Cecil Parkinson, ex miembro del gabinete de la primera ministra, también dijo posteriormente que Chile fue un aliado que prestó importante ayuda a su país durante el conflicto con Argentina. El mismo Parkinson aseguró que la decisión de Inglaterra de hundir el buque argentino “General Belgrano” el 2 de mayo de 1982 se tomó con información de la armada Argentina que fue interceptada por Chile y entregada al Reino Unido.

Pero fue el (r) general de la Fuerza Aérea de Chile, FACH, Fernando Matthei Aubel, el encargado de develar en 1999 en una entrevista un secreto a voces que se mantuvo oculto durante más de década y media. “Yo hice todo lo posible para que Argentina perdiera la Guerra de las Malvinas”, aseguró el general chileno.

Matthei, quien fue agregado militar en Londres entre 1971 y 1974, detalló que “Chile no tuvo nada que ver en las Malvinas. Fui yo, por mi cuenta. Toda la nación argentina puede estar resentida conmigo”. Matthei aseguró haber tomado la iniciativa luego que recibiera informes de un gran movimiento de las tropas argentinas en la Patagonia, algo que los ingleses desconocían por completo. “Llegó a Chile por aquel entonces el wing commander Sidney Edwards y negociamos la entrega de aviones, misiles antiaéreos y radares a cambio de información. ¿Si hablé con Pinochet? Sí, pero fui lo suficientemente vago para que él se desentendiera si algo andaba mal. Los apoyamos con monitoreo permanente, radares y escuchas con dispositivos electrónicos”.

Matthei justificó su decisión tras escuchar las palabras del dictador argentino Leopoldo Galtieri, quien aseguró públicamente a sus compatriotas que “las islas Malvinas era el primer paso y que el siguiente era la recuperación de los otros terrenos. Además, el contexto era diferente al actual. En aquel momento las relaciones entre la Argentina y Chile atravesaban momentos críticos, a partir de las diferencias que había entre ambos países en torno de los límites fronterizos, que fueron zanjados con el Tratado de los Hielos Continentales en 1991″.

El pacto de Argentina, Perú y Bolivia para atacar a Chile

Hugh Bicheno, un ex agente del MI6 (el mítico servicio de inteligencia exterior británico), y quien realizó misiones en Londres, Buenos Aires y Centroamérica, en su libro “Al filo de la navaja: La historia no oficial de la guerra de Malvinas”, exculpa a Margaret Tatcher y Augusto Pinochet de una supuesta alianza “contranatura” entre una democracia y una dictadura, afirmando que, en este caso, el enemigo común de ambos era la dictadura argentina de Leopoldo Galtieri, a su juicio, mucho peor que la chilena.

Bicheno, incluso, va mucho más lejos, pues asegura que existía un acuerdo “secreto” entre Argentina, Perú y Bolivia para atacar a Chile. “El general (R) Fernando Matthei confirmó en 1999 la colaboración de la Fuerza Aérea de Chile (FACh) con los británicos. El declaró que no quiso involucrar a Pinochet en los detalles operativos, pero evidentemente contó con su beneplácito. Lo del pacto argentino-peruano-boliviano ya lo sabía, pero salió a flote en la prensa de Buenos Aires durante el intento de agresión argentino contra Chile sobre las islas Nueva, Picton y Lennox, en 1979”, aseguró Bicheno.

El ex agente británico aseguró también que “Thatcher no tuvo lazos con Pinochet durante la guerra. Las FF.AA. chilenas dieron ayuda voluntaria, porque si Argentina hubiese tenido éxito en las Malvinas, Chile hubiera sido el próximo objetivo. Había un acuerdo militar “secreto” entre Argentina, Perú y Bolivia para atacar a Chile, y eso todo el mundo lo sabía. Perú incluso le proporcionó material bélico a Argentina durante el conflicto. Thatcher demostró una poco común integridad al agradecer a Pinochet por la ayuda que él le ofreció. La victoria británica derribó una dictadura militar argentina que buscaba el genocidio y, en efecto dominó, derribó otra en Bolivia, la de Luis García Meza, que tenía el apoyo de la Junta argentina”.

miércoles, 1 de enero de 2020

SAS: La incursión sobre isla Bordón

Operaciones especiales: incursión en la isla Bordón

Revista Militar (original en ruso)



Este año se cumple el 30 aniversario de uno de los conflictos armados más emblemáticos de la segunda mitad del siglo XX: la guerra argentino-británica sobre las Islas Malvinas (Falkland Islands). Durante la Guerra de Malvinas, el comando británico utilizó activamente unidades de fuerzas de operaciones especiales, el Servicio Especial de Aviación (SAS) y su, por así decirlo, su contraparte naval, el Servicio Especial de Embarcaciones (SBS). La Operación Prelim, realizada por SAS en Pebble Island (isla Bordón) y catalogada como una operación de combate clásica de un servicio aéreo especial, está dedicada a este material.



La Operación Prelim (Operación Prelim, que se puede traducir del inglés como "Examen de ingreso") fue una parte integral de la Operación Sutton más grande. Fue planeado por el comando británico para llevar a cabo una operación de desembarco en el área de las bahías de San Carlos y Ajax y un lugar llamado Puerto de San Carlos ubicado en la costa oeste de la isla Gran Malvina del 16 al 25 de mayo de 1982.

La Operación Prelim fue la primera operación de las Fuerzas Especiales británicas desde la Segunda Guerra Mundial en atacar un aeródromo enemigo y la primera operación a gran escala de un servicio de aviación especial después de la operación en Omán en Jebel Akbar en 1956.

La idea de la Operación Prelim pertenece al comandante de un grupo de portaaviones dirigido por el portaaviones Hermes (grupo de trabajo 317.8) Contralmirante John Forster Sandy Woodward. El control directo de la operación fue llevado a cabo por el comodoro Michael Klepp, comandante de las fuerzas anfibias del 317º OS (fuerza de trabajo 317.0), y el brigadier Julian Thompson, comandante de la tercera brigada de los comandos de los Royal Marines de Gran Bretaña. El plan de operación fue aprobado directamente por el comandante de la 317a unidad operativa, el almirante Sir John David Eliot Fieldhouse y el director y líder del equipo SAS, Peter de la Billier.

El objetivo principal de la Operación Prelim fue la destrucción de los aviones enemigos desplegados en un pequeño aeródromo creado por los argentinos en la isla Pebble. Más específicamente, se creó una base operativa avanzada en la isla como parte de un campo de aviación, un pequeño punto fortificado y una guarnición del cuerpo de marines. Incluía unidades del 3er batallón del cuerpo de marines "llamado así por Ilizar Videla" que contaba con unas 100 personas, armadas con ametralladoras de gran calibre y pistolas sin retroceso de 75 mm.

La base argentina tenía la designación de "base de aviación naval" Elefante "o también" base aérea "Calderón" (Estación Aero Calderón) o se llamaba "base aérea de aviación naval" Calderón ", según la versión argentina del nombre del pueblo en la isla de Guijarro es Puerto Calderón. A menudo, en los indicativos se usaba la designación "La Payanca", y el comando del Cuerpo de Marines de Argentina designaba la base como "Aeropuerto de Aviación Naval de la Isla Bourbon". Bourbon Island es una versión argentina del nombre de la isla en honor a la famosa dinastía borbónica, que no debe confundirse con el mismo nombre utilizado, Bourbon Island, en relación con la Isla de la Reunión.

Los aviones de caza

En el libro "Tropas fantasmas: la historia secreta de SAS", publicado en 1998, el ex soldado de SAS Ken Connor señaló que la tarea más importante de los grupos de reconocimiento y sabotaje de SAS en las Islas Malvinas era monitorear de cerca todos los movimientos de aviones y helicópteros argentinos. “Una de las razones de esto fue que el comando argentino basó en gran medida su estrategia defensiva en el uso de grandes reservas de tropas y equipos militares concentrados en el área de Port Stanley. Se suponía que los helicópteros, incluidos los del tipo Chinook, transferían rápidamente personal a las zonas más amenazadas. Esta táctica, según el comando militar argentino, era asegurar la repulsión exitosa y efectiva de cualquier ataque enemigo y la interrupción de sus operaciones de desembarco aéreo y marítimo ".

Sin embargo, el comando argentino entendió que concentrar las principales fuerzas de aviación en un aeródromo significa exponerlos a una amenaza muy real y mortal. Una incursión masiva de aviones enemigos y la resistencia activa de las guarniciones en las Islas Malvinas sería imposible. Como resultado, todas las noches, helicópteros argentinos y, si era posible, aviones se dispersaron alrededor de Port Stanley para reducir la posibilidad de su detección y destrucción. Los lugares de despliegue temporal se mantuvieron en la más estricta confidencialidad y cambiaron todos los días.

Uno de los grupos de reconocimiento y sabotaje de la compañía "G" del servicio especial de aviación monitoreó el movimiento de helicópteros en áreas al oeste de Port Stanley, realizando lanzamientos de varios kilómetros. Dos veces la inteligencia británica logró encontrar ubicaciones temporales basadas en helicópteros argentinos. Llamaron a sus aviones, pero en ambos casos, los británicos esperaban el fracaso: los argentinos lograron reubicar los helicópteros. Y solo por tercera vez los británicos tuvieron suerte: se descubrieron helicópteros y se los sometió a un ataque aéreo. Como resultado, cuatro "libélulas" argentinas fueron destruidas, incluyendo dos "Chinook". Esto causó daños muy tangibles al grupo de tropas argentinas: la reserva móvil en realidad se quedó sin sus "caballos".

Sin embargo, el comando británico no solo estaba interesado en los helicópteros. En previsión de la operación de aterrizaje en la Bahía de San Carlos en la agenda, había una pregunta sobre la necesidad de neutralizar el avión de ataque enemigo, desplegado en los campos de aviación cercanos. Además del aeródromo principal en el área de Port Stanley en otras islas, había muchos sitios de despegue y aterrizaje de reserva, la mayoría de los cuales eran campos o prados ordinarios. Además, apareció inteligencia sobre la presencia de una estación de radar en la isla.

“Nadie sabía cuánta amenaza representaba para nuestros barcos o para las tropas que se suponía que desembarcarían en la Bahía de San Carlos en el este de Malvinas, el campo de aviación en Pebble Island. Pero cuando se sugirió que había un radar en la isla, el peligro de este lugar se volvió, por supuesto, muy grave. El almirante Woodward creía que el radar podía detectar las fuerzas principales de la flota británica mientras estaban fuera de la vista en el continente o Malvina Oriental, mientras que el aeródromo estaba a solo unos minutos, incluso para aviones de ataque de pistón, desde el lugar de aterrizaje planeado del principal fuerzas de aterrizaje ", escribe Peter Ratcliffe, un participante directo en la Operación Preliminar en El ojo de la tormenta. Veinticinco años de servicio en SAS ".

El comando británico y el avión de ataque ligero IA-58 Pucara y el avión de entrenamiento armado con Turbo Mentor T-34 C, que, como sugirió la inteligencia británica, podrían desplegarse en el aeródromo de la isla Pebble, estaban preocupados. Por supuesto, los "Pucarás", y había cinco o seis de ellos en Pebble Island, no pudieron resistir a los "Harrier" británicos en combate aéreo, pero tenían suficientes armas para dar poderosos golpes a las tropas de desembarco: bombas, NAR, contenedores de napalm, dos cañones de 20 mm y cuatro ametralladoras de 7,62 mm. Sí, y los "turbo mentors" también eran buenas "máquinas contraguerrilleras". Cuatro vehículos basados ​​en Pebble Island tenían un alcance de vuelo de al menos 1.200 km y podían transportar unidades NAR LAU-6/68 para un NAR de 70 mm y dos ametralladoras de 7,62 mm. Por lo tanto, el avión necesitaba ser destruido y el aeródromo, para deshabilitarse.



Se decidió confiar esta tarea a la compañía "D" del 22º regimiento SAS. Las fuerzas asignadas para la Operación Prelim incluyeron el portaaviones Hermes, la nave de guardia de portaaviones de la fragata URO Broadside Word del mismo tipo, así como la nave de apoyo de fuego del grupo de fuerzas especiales, el destructor Glamorgan URO. Para coordinar el apoyo de artillería, a las fuerzas especiales se les dio el capitán Christopher Charles Brown de la batería de artillería 148 del 29 regimiento de artillería de comando.

Es de destacar que, según los propios británicos, una incursión en el aeródromo de Pebble Island fue un evento arriesgado, y por varias razones a la vez. En primer lugar, la mayoría de los helicópteros de transporte del grupo británico en el Atlántico Sur estuvieron involucrados en la operación. En segundo lugar, casi un tercio de todas las fuerzas especiales británicas ubicadas en el área de las Malvinas participaron en la redada. En tercer lugar, un oficial superior de control de incendios de artillería naval y uno de los cinco observadores avanzados fueron asignados a las fuerzas asignadas a la operación para ajustar el fuego de artillería naval, que en ese momento estaban "en todo el Atlántico Sur". Finalmente, en cuarto lugar, entre los buques de guerra asignados al grupo operativo para llevar a cabo la operación, también estaba el "diamante en la corona" de la formación operativa de la flota británica dirigida a las Islas Malvinas, el portaaviones Hermes. El barco tuvo que ingresar a la zona costera, donde había una alta probabilidad de ser atacado por aviones argentinos y, lo que los almirantes británicos temían especialmente, por submarinos de la Armada argentina.

Isla Pebble o Bordón

Pebble Island (Pebble Island - nombre geográfico en inglés) es parte de las Islas Malvinas (Malvinas - para los argentinos) y se encuentra un poco al norte de las Islas Malvinas Occidentales - una de las dos islas principales de este archipiélago del Atlántico Sur. Los primeros residentes permanentes aparecieron en la isla en 1846. Su principal atractivo era una gran granja de ovejas. La isla "mundialmente famosa" se convirtió, en general, solo durante la Guerra de Malvinas de 1982. Al principio, el 15 de mayo, se convirtió en la sede de una de las operaciones clásicas de la SAS británica. Y el 25 de mayo, a 10 millas al norte, el destructor URO Coventry del tipo Sheffield fue hundido. Ese día, los skyhawks argentinos con dos bombas enviaron al fondo un barco que no había servido durante diez años y costaba 37.9 millones de libras.

Pebble Island es pequeña, con un área de solo 103.36 metros cuadrados. km: en dirección oeste a este, se extiende por unos 30 km, y en su parte más ancha tiene solo 7 km. El punto más alto de la isla, First Mountain, tiene una altura de 277 metros sobre el nivel del mar, la isla también tiene dos alturas más dominantes: Middle Mountain, 214 metros sobre el nivel del mar y Marble Mountain, 237 metros sobre el nivel del mar. En el este, Pebble y West Falkland están separados por los estrechos de Tamar e Inner, y en el sur, los estrechos de Pebble y Keppel. La forma de la isla tiene dos partes grandes, como si estuviera conectada por un istmo estrecho. Este último es en realidad el único asentamiento en la isla, llamado el asentamiento de Pebble Island, literalmente "asentamiento de Pebble Island". A partir de abril de 1982, 22 residentes vivían en él.

Los argentinos llaman a este asentamiento Calderón, y al lado construyeron un aeródromo con una pista sin pavimentar. Más precisamente, el aeródromo estaba allí antes de la ocupación de la isla por las fuerzas argentinas, este último simplemente amplió sus capacidades y construyó posiciones defensivas. Había cuatro pistas operacionales con una longitud de 533,4 metros, 381 metros y dos 228,6 metros cada una. La parte occidental de la isla es montañosa, y la oriental está repleta de pantanos y pequeños lagos. Al norte del asentamiento y el istmo se encuentra la gran Bahía Elefante, en cuya costa se extiende la más grande de las islas, a unos 5 km, "playa de arena blanca" del mismo nombre. Este último fue elegido por los argentinos para aterrizar y entregar armas, municiones y equipos para expandir el aeródromo.

Preparación

Inicialmente, un grupo de reconocimiento aterrizó en la isla Pebble, en la que se suponía que se basaría un grupo de aviones y helicópteros argentinos. En la noche del 11 al 12 de mayo, los helicópteros utilizaron la isla Keppel, ubicada al sur del extremo oriental de la isla Pebble, para aterrizar un grupo de reconocimiento de la compañía "D": el comandante del grupo, el Capitán Timothy William Burles. Al día siguiente, el grupo, con la ayuda de kayaks de "fuerzas especiales", superó un pequeño estrecho y terminó en el área del objeto de interés.

Cabe señalar que el tamaño del grupo del Capitán Burles en diferentes fuentes se da de diferentes maneras. Entonces, en el libro de Francis Mackay y John Cooksey, Pebble Island: Operation Prelim, se indica que el grupo incluía 17 combatientes, mientras que en el libro de Peter Ratcliffe Eye of the Storm. Veinticinco años de servicio en SAS, el autor, un participante directo en los eventos (incluido en el grupo Mobility Troop), indica que había 8 personas en el grupo del Capitán Burles, dos grupos de batalla de cuatro combatientes. Los combatientes del grupo formaban parte del llamado "grupo de barcos", Boat Troop, compañía "D" del 22º regimiento SAS y eran especialistas especialmente entrenados en asuntos marítimos, cuyo método principal de aterrizaje en tierra era por agua. ¿Por qué los combatientes reciben una amplia capacitación sobre el uso de equipos de buceo y varias embarcaciones, como los kayaks Klepper?

El grupo logró organizar varios puestos de observación, incluso en las inmediaciones del campo de aviación. Durante la observación, los comandos británicos reconocieron las instalaciones del aeródromo y también determinaron las coordenadas de las posiciones defensivas de la guarnición argentina. Además, en el curso del reconocimiento del área de Philips Cove, los británicos descubrieron que sus mapas no tenían un "estanque" suficientemente grande ubicado a cierta distancia de la costa. En el caso de la operación planeada de las fuerzas especiales, esto podría ser una sorpresa muy desagradable, ya que fue en esta playa donde se planeó aterrizar el destacamento SAS.



En la noche del 13 al 14 de mayo, el comandante del grupo de reconocimiento, el Capitán Berls, irradió a la sede: “Once, repito, once aviones. Lo considero real (es decir, no diseños. - Aprox. Auth.). El ataque de la compañía la noche siguiente.

Después de recibir el radiograma el 14 de mayo, toda la operación se desarrolló en detalle en literalmente una hora. El futuro general y comandante de las fuerzas de operaciones especiales de Gran Bretaña, y luego el comandante del 22 ° regimiento SAS y el líder de las operaciones de todas las fuerzas de operaciones especiales durante la Guerra de Malvinas, el teniente coronel Hugh Michael Rose, el comandante de la compañía D de SAS, el comandante Cedric Norman George Delves, así como el representante del comando En Hereford, donde se encontraba la sede del servicio especial de aviación, discutieron rápidamente los detalles de la operación y aprobaron el plan propuesto. Después de eso, Michael Rose comenzó a organizar el apoyo necesario de la flota.

La tarea principal era destruir aviones enemigos, así como pilotos y guardias en el aeropuerto. Al mismo tiempo, se creía que la guarnición argentina en número excedía a los atacantes al menos dos veces. Naturalmente, los almirantes después de la terrible lección de "Sheffield" no buscaron una vez más acercar sus barcos a las islas, poniéndolos en riesgo. Por lo tanto, los helicópteros asignados para el desembarco y la evacuación de los grupos de reconocimiento y sabotaje tuvieron que operar casi al límite de su alcance.

Inicialmente, el plan se desarrolló de la siguiente manera:
  • Se suponía que el primer grupo, la Mobility Troop, destruiría directamente aviones, tanques de combustible, equipos de aeródromos, así como automóviles y otros equipos ubicados allí;
  • Se suponía que el segundo grupo, Air Troop, tomaría el control de la aldea;
  • El tercer grupo, Mountain Troop (comandante - Capitán John Hamilton, quien murió el 10 de junio de 1982, durante una operación especial en la isla de West Falkland - solo tenía 29 años), formó un grupo de apoyo y respuesta operativa, que incluía un equipo de morteros;
  • El Mayor Delves y el Capitán Brown, el oficial corrector de artillería naval, debían ubicarse en el punto entre la aldea y el extremo este del campo de aviación, manteniendo contacto con todas las fuerzas especiales, el cuartel general y la nave de apoyo de fuego, el destructor URO Glamorgan.
El segundo grupo, Air Troop, recibió el mando de la fuerza de aterrizaje de la flota británica, el teniente comandante Roger Edwards, quien había estado previamente en estos lugares y estaba bien versado en el área. Según las memorias de Edwards: “Estuve aquí en 1973, llegué a la patrulla Endurance y viajé mucho con mi esposa, nativa de las Islas Malvinas. En particular, visitaron Pebble Island y otras islas en el norte, donde estaba la granja familiar de mi esposa. Ayudé a SAS con la evaluación del terreno. Según la inteligencia, en la isla había 300-400 tropas argentinas. Resultó que el SAS será inferior en el número diez a uno ". De hecho, por supuesto, había menos argentinos, solo 144 personas, incluidos infantes de marina, pilotos y asistentes.

Las fuerzas especiales tuvieron que aterrizar utilizando helicópteros Sea King HC4 convertidos para apoyar las operaciones de las fuerzas de operaciones especiales del personal de combate del escuadrón 846. Cada uno de estos helicópteros podría llevar a bordo 27 cazas y llevarlos a una distancia de aproximadamente 150 millas (unos 240 km). Además, en la versión de fuerzas especiales, la tripulación del helicóptero incluía dos pilotos, y no uno, como de costumbre. Esto permitió resolver problemas de manera más eficiente durante el aterrizaje / evacuación del grupo de reconocimiento, así como en vuelo a altitudes muy bajas y en la oscuridad.

Como resultado, se asignaron tres helicópteros para la Operación Prelim, que se suponía que entregarían a la isla 42 fuerzas especiales, el Mayor Delves, el Capitán Brown y el Teniente Comandante Edwards, con armas personales, un mortero L16 de 81 mm (peso 40 kg) y más de 30 Recipientes de plástico con minas de mortero: dos minas en cada recipiente, una de fragmentación altamente explosiva y la otra con un relleno de fósforo blanco. La masa del contenedor es de 8 kg, cada comando llevaba uno de esos contenedores. Las fuerzas especiales se embarcaron en una misión con las siguientes armas: un rifle automático M16 de 5,56 mm (algunos con un lanzagranadas M203 de 40 mm) o una ametralladora de 7,62 mm, una pistola Browning High Power de 9 mm, una de 66 mm Lanzagranadas de mano M72, granadas de mano, cargas explosivas, tres tiendas de repuesto para M16 cada una y numerosos cinturones de ametralladoras. Los últimos fueron para todas las fuerzas especiales, y no solo para ametralladoras: 200-400 disparos por persona. Todos tenían botiquines individuales de primeros auxilios.

Comienza la operación

La primera fase de la parte activa de la Operación Prelim comenzó a las 8 p.m.el 14 de mayo. El destructor URO "Glamorgan" dejó la orden de conexión operacional y se dirigió a Pebble Island. Media hora después, el portaaviones Hermes y la fragata URO Broadsword partieron. El destructor, armado con el sistema de misiles de defensa aérea Sea Dart, sirvió como el barco de defensa aérea, y el sistema de misiles de defensa aérea de corto alcance armado Sea Wolfe fue el papel de la patrulla antisubmarina y el barco de defensa aérea de corto alcance. Los británicos tuvieron suerte: los argentinos en ese momento no tenían un solo avión listo para el combate "Neptuno", utilizado para el reconocimiento de largo alcance. La maniobra de las tres naves pasó desapercibida.


Entonces la situación se volvió más complicada. Debido al clima tormentoso y una serie de fallas técnicas (por ejemplo, la tripulación de Broadsword tuvo que perder velocidad para reparar un sistema fallido de defensa aérea de Sea Wolf, y uno de los helicópteros de Sea King se salió de servicio; era necesario preparar un reemplazo con urgencia), los barcos no pudieron ser oportunos llegar al punto designado. Los radares argentinos ubicados en la isla de Malvinas Este, descubrieron un destacamento de las fuerzas principales de un grupo de tres barcos. Se envió un radiograma del contenido correspondiente al teniente Marege.

Los comandantes de Hermes y Glamorgan no calcularon con precisión el tiempo que necesitarían para ocupar sus puestos asignados. Como resultado, los barcos tuvieron que tomar posiciones "a un ritmo acelerado", pero no pudieron preparar adecuadamente los helicópteros para el despegue. Todo esto finalmente condujo a una demora en el inicio de la operación durante una hora y media, lo que acerca la hora de salida muy cerca del amanecer. El plan de operación tuvo que ser ajustado. Ahora su objetivo era solo la destrucción de los aviones enemigos. "La guarnición argentina ni siquiera sabía cuán afortunados eran y qué peligros evitaban", escribió Ken Connor en sus memorias. El grupo Air Troop, que originalmente se suponía que atacaría el asentamiento, ahora tenía que tomar una posición entre el campo de aviación y el pueblo y, si era necesario, repeler los ataques de los marines argentinos ".

Como resultado, a las 2 horas 00 minutos del 15 de mayo, el portaaviones Hermes disminuyó la velocidad, y después de 25 minutos tres helicópteros fueron a la isla. Después de eso, el portaaviones y la fragata se retiraron, y Glamorgan tomó una posición a 6 millas al noroeste del aeródromo en disposición de abrir fuego de artillería sobre los objetivos y posiciones de reconocimiento del enemigo. Además, los helicópteros no estaban equipados con estaciones de radar que siguieran el terreno. Los pilotos fueron ayudados por nuevas gafas de visión nocturna. El grupo de ataque aterrizó a las 3 horas y 50 minutos, aproximadamente a cinco millas de su destino, en el área de Philips Cove, y un poco más tarde se conectó con el grupo de reconocimiento en la isla. Los soldados de este último recogieron y equiparon una posición para un mortero de 81 mm, con la ayuda de la cual se planeó "iluminar" el área con minas iluminantes, y luego proporcionar apoyo de fuego. Además, el destructor URO Glamorgan proporcionó apoyo de fuego durante la operación. Exactamente a las 4 horas 00 minutos, el Capitán Brown recibió de la radio del destructor que el barco estaba en posición y estaba listo para proporcionar apoyo de artillería. Los helicópteros, después de entregar los comandos a la isla, regresaron al Hermes para reabastecerse de combustible y estaban listos para volar para evacuar el destacamento.

Aviones destruidos

Después de unirse al grupo del Capitán Burles, el destacamento se movió hacia el objetivo de la operación. El primero fue el Capitán Burles, quien desempeñó el papel de "escolta", con él - Major Delves y el Capitán Brown, luego - equipo de morteros, grupo Air Troop, combatientes del grupo Capitán Burles, grupo Mountain Troop y, finalmente, grupo Mobility Troop.

6 horas y 10 minutos: el desprendimiento alcanzó la posición donde debía instalar un mortero de 81 mm. El equipo de morteros estaba listo para abrir fuego a las 6 horas y 15 minutos. Un poco más tarde, Air Troop y Mountain Troop tomaron sus posiciones, pero el tercer grupo ... se perdió. Salió de la última zona de aterrizaje y no tenía suficiente "guía". Como resultado, en la oscuridad, ella se desvió del curso. Sin embargo, esto no afectó el curso de la operación. Mountain Troop era un grupo de reserva, por lo que cambió su posición y comenzó a prepararse para una nueva tarea.

En el destructor, el comando URO "Glamorgan" comenzó a ponerse nervioso. Para no caer bajo un posible bombardeo desde la costa o un ataque de aviones argentinos, el barco tuvo que abandonar su posición con un máximo de los primeros rayos del sol, a más tardar 7 horas y 30 minutos. Esto se informó desde el barco al comandante Delves y al capitán Brown, quienes respondieron que los grupos aún no habían tomado posiciones para atacar. Al mismo tiempo, estaban satisfechos con el barco de que, en primer lugar, sería necesario "colgar" proyectiles de iluminación sobre el objetivo ZJ5007, es decir, el lugar donde supuestamente se ubicaban las posiciones de los marines argentinos, y no golpear proyectiles altamente explosivos en el puesto de observación en la cima de Mountain Mountain (objetivo ZJ5004), como estaba previsto inicialmente
El Capitán Brown solicitó el fuego Glamorgan en el walkie-talkie a las 7 horas y 19 minutos; tres minutos más tarde, los proyectiles de luz florecieron sobre la isla, saliendo del cañón del destructor con un intervalo de 15 segundos. En los primeros proyectiles, los comandos británicos vieron claramente que había 11 aviones en el campo de aviación: cuatro "mentores turbo" del cuarto escuadrón de asalto de la Armada argentina (A-401, A-408, A-411 y A-412), seis "pucars" "(A-502, A-520, A-523, A-526, A-529 y A-552) del tercer escuadrón de asalto de la Fuerza Aérea Argentina, que fueron reubicados del aeródromo Gus-Green como parte de la operación para dispersar a las fuerzas aéreas , y un Skywen de Coast Guard Aviation (RA-50, llegó a Pebble Island otro 30 de abril).

El cabo Armstrong y el capitán Hamilton se dedicaron a "pedos", instalando explosivos plásticos en ellos. La aeronave "turbo mentor" también socava los cargos de explosivos plásticos. Se colocaron dos cargas en cada automóvil: una debajo del estabilizador izquierdo, la segunda debajo del motor, en el nicho del tren de aterrizaje delantero.Una descripción interesante de una de las tramas citadas en el libro de Francis Mackay y John Cooksey, Pebble Island: Operación Preliminares sobre las acciones de los argentinos: “Un cabo y dos marines se trasladaron al aeródromo, subieron la cuesta y vieron una imagen: numerosas figuras oscuras se apresuraron rápidamente entre avión, deteniéndose por un momento solo para dar un giro o lanzar una granada. Los marines se mudaron silenciosamente a la estación de bomberos, fueron vistos por dos centinelas (estos últimos estaban en la estación de bomberos y no han tomado ninguna medida desde el comienzo del ataque. - Aprox. Automatics), que los dejaron entrar. Todos cayeron rápidamente al suelo, mientras las balas silbaban ".

En pocos minutos, la luz de los aviones en llamas se volvió más brillante que la de las minas iluminadas: llegó un día artificial. Pronto se destruyeron los 11 aviones, así como barriles de combustible y cajas de municiones. El enemigo hizo un intento "tímido" de resistencia, pero en los primeros disparos, el Mayor Delves le pidió a Glamorgan que abriera fuego con proyectiles altamente explosivos contra el objetivo ZJ5007, y sus morteros para iluminar el área de operación.

"Asalto de combate"

Las pérdidas entre los "comandos" británicos fueron mínimas: tres heridos:
  • El cabo Davy del grupo Mountain Troop recibió un fragmento de una granada de 40 mm en su pierna (fue inmediatamente vendado por un colega - sargento de personal Philip Karras, un médico ordenado en un horario de combate);
  • El cabo Armstrong herido por astillas de una mina radiocontrolada demasiado cercana: el comandante de la guarnición argentina, el teniente Marega, que llegó al lugar y no pudo organizar un rechazo con la ayuda de sus subordinados desmoralizados, dio la orden de detonar los cargos preparados previamente del sistema de autodestrucción, y el cabo Armstrong, quien instaló cargas explosivas El Pukaru A-523 estaba "en el momento equivocado en el lugar equivocado". Los historiadores británicos han sugerido que el teniente Marega podría haber sugerido que los británicos capturaran un campo de aviación y que los aviones de transporte militar con las principales fuerzas de aterrizaje aterrizarían al amanecer, por lo que explotó minas terrestres, una de ellas destruyó Skyvan;
  • Finalmente, el cabo Bunker recibió descargas de proyectiles durante la explosión de minas argentinas, y tuvo mala suerte por segunda vez, ya que recibió su primera herida durante la operación en Georgia del Sur cuando estaba en el helicóptero caído de Wessex.
Sea como fuere, el problema se resolvió. El destacamento comenzó a retirarse a la zona de evacuación, y el Hermes fue informado de la finalización completa de la operación y se llamaron helicópteros.

De las memorias del Capitán Christopher Charles Brown: “Destruimos todos los aviones, comenzamos a retroceder, mientras los aviones explotaban y ardían. El enemigo no intentó contraatacar desde el lado de la aldea ni tomar el control del aeródromo. Si tuviéramos más tiempo, trataríamos de eliminarlos, pero existía un peligro real de dañar la propiedad de los residentes locales o incluso matar a uno de los colonos. Pero en realidad, simplemente no teníamos tiempo, por lo que se envió una señal de retirada, porque habíamos resuelto la tarea. La destrucción de estos aviones eliminó la amenaza de una futura operación de aterrizaje. Nos retiramos a un lugar seguro, nos recogieron los helicópteros Sea King y nos llevaron a Hermes para el desayuno ”.
Según fuentes británicas, a las 7 horas y 45 minutos el destructor Glamorgan envió el último proyectil al objetivo. Los artilleros "pusieron" las últimas descargas, colocando un muro de fuego entre los comandos en retirada y el pueblo donde se encontraba la guarnición argentina. El comandante Jan Inskip, de la tripulación del EM URO "Glamorgan", recordó más tarde en relación con esto: "Necesitábamos abandonar la posición de disparo: el peligro aumentaba cuanto más tiempo permanecíamos aquí". Sin embargo, el Capitán Barrow (comandante destructor. - Aprox. Aut.) Decidió que estábamos aquí para apoyar al SAS y, por lo tanto, nos quedamos en posición ". Finalmente, el barco abandonó las aguas costeras a toda velocidad: ya permaneció allí durante 15 minutos más de lo planeado. En este momento, los comandos ya estaban aterrizando en cuatro Sea King, recogiéndolos a 2 millas (aproximadamente 3.5 km) del campo de aviación.



De las memorias de Peter Ratcliffe: “Dos horas y media después del primer disparo, estábamos nuevamente a bordo del Sea King y regresamos al mar. Detrás de nosotros en la pista estaban los restos de seis Pukars, un avión de transporte ligero Short Skaven y cuatro aviones de entrenamiento Mentor. La artillería naval procesó todas las posiciones restantes del enemigo, de manera tan efectiva que parecía que toda la isla Pebble estaba en llamas. Debe haber estado más caliente que nunca durante varios millones de años ".

En general, la incursión en Pebble Island se incluyó en la colección de operaciones clásicas del Servicio Especial de Aviación Británica. Junto con los llevados a cabo por los subordinados de David Stirling durante la Segunda Guerra Mundial, quien creó el SAS en 1941 y comandó el "grupo desértico de largo alcance", durante una operación contra las tropas italianas en el norte de África. La tarea se completó con precisión de filigrana, como resultado, el riesgo para todo el grupo británico se redujo significativamente antes de llevar a cabo la operación de desembarco en la Bahía de San Carlos. Queda por añadir que uno de los aviones de ataque Pukar estrellados, el A-529, fue llevado a Port Stanley después de la guerra, donde se exhibe en el museo local. Y uno de los "mentores turbo", ser. No. 0729, fue literalmente salvado de "análisis de recuerdos" por niños locales y transferido al Museo de Aviación de la Armada Británica en Yeovilton.

lunes, 30 de diciembre de 2019

Documental británico: La batalla terrestre sobre Malvinas (4/4)

La experiencia aprendida por los británicos


Excelente entrevista a los generales Thompson y Moore. Increíble como ambos asumen perfectamente los errores que cometieron y como los debieran haber corregido.


sábado, 28 de diciembre de 2019

POW: Los 12 del Patíbulo en Malvinas

Interrogatorios, hacinamiento y eternos días como prisioneros en Malvinas: la historia desconocida de "los 12 del patíbulo”

Pasaron a la historia como un grupo de oficiales y suboficiales argentinos que los ingleses mantuvieron prisioneros hasta un mes después de finalizada la guerra. Infobae dialogó con cinco de ellos y por primera vez cuentan sus experiencias sobre esas horas de encierro después de las cruentas batallas

Por Adrián Pignatelli || Infobae


Se bautizaron como "Los 12 del Patíbulo”. Oficiales y suboficiales de las tres fuerzas que combatieron en Malvinas y que hasta el 14 de julio de 1982 -un mes después de la rendición- permanecieron como prisioneros de los ingleses en la islas.

De Ejército: el teniente Carlos Chanampa, los subtenientes José Eduardo Navarro y Jorge Zanela, los sargentos primeros Guillermo Potocsnyak, Vicente Alfredo Flores y José Basilio Rivas y el sargento Miguel Moreno. De la Fuerza Aérea: el mayor Carlos Antonio Tomba, el teniente Hernán Calderón y el alférez Gustavo Enrique Lema. De la Armada: el capitán de Corbeta Dante Juan Manuel Camiletti y el sargento infante de marina Juan Tomás Carrasco.

Diez de ellos caerían prisioneros luego del combate de Pradera del Ganso -entre el 27 y el 29 de mayo- los otros dos, Camiletti y Carrasco fueron capturados días después.

El viejo frigorífico

“Me acuerdo del día de la rendición. Fue en un descampado. El momento más triste de mi vida”, contó José Navarro, por entonces un joven subteniente de 21 años, correntino, hoy general, que había ido a la guerra con el Grupo de Artillería Aerotransportado 4. “Recuerdo el silencio increíble de 600 hombres formados en una especie de cuadro”.

Esas primeras amargas horas se empañaron aún más cuando, estando alojados en un galpón de esquila de ovejas, escucharon una explosión. Vieron a un inglés que, “por cuestiones humanitarias”, como se excusó, remataba a un soldado argentino herido al estallarle una munición que había sido obligado a trasladar.

“Fue en ese momento que dijimos que no trabajaríamos más, creo que fuimos nosotros los que inauguramos los piquetes en el país”.

La guerra había terminado, pero de alguna manera continuaba. Ya en San Carlos, los encerraron en una pieza de tres por dos del viejo frigorífico, que tenía incrustada en una de sus paredes una bomba argentina de 250 kilos, sin explotar. Aún conservaba su paracaídas.


El histórico dibujo: en primer plano, en el centro, Tomba; a la izquierda, Chanampa, Zanela, Navarro, Lema. A la derecha, Camiletti, Calderón, Carrasco, Potocsnyak, Moreno, Rivas y Flores

Por las mañanas, hacían cola para retirar un termo con te y galletitas y como no disponían de jarros, debieron ir a un basural cercano a buscar latas, que lavaban con el agua de mar.

Dormían en el piso, vestidos, acurrucados, con la boina puesta. Pero lo problemático fue el baño. En uno de los rincones de ese reducido espacio, había un tacho de 200 litros cortado al medio. Cuando alguien lo usaba, el resto debía darse vuelta, hasta que pudieron conseguir una manta con la que improvisaron un biombo. Cada tanto, debían llevar el tacho a desagotar su contenido a orillas del mar.

En el tiempo que permaneció prisionero, fueron llevados de un lado para el otro. Un día los embarcaron en el Sir Edmund. “Vuelven a la Argentina”, les anunciaron. Pero no era verdad. Como en las películas, Navarro fue interrogado en un camarote, encandilado por una potente luz. Un interrogador inglés, que hablaba un español muy castizo, lo ametralló a preguntas: ¿Cómo había llegado a las islas? ¿De dónde provenía la artillería de Darwin?. Y la cuestión que desvelaba a los británicos: “¿Usted sabe que hubo crímenes de guerra en San Carlos?”.

Los ingleses buscaban al teniente Carlos Daniel Esteban, quien habría derribado un helicóptero que los británicos sostenían que transportaba heridos. Lo que ellos nunca se percataron era que Esteban estaba alojado en el mismo buque. Nunca lo ubicarían.

A Navarro lo llevaron nuevamente al frigorífico y lo encerraron en una cámara frigorífica de seis por cinco, con paredes de corcho. Tenía una sola puerta, con una ventana a la que le habían roto el vidrio para que pudiese entrar el aire. Una lamparita que colgaba del techo era la única iluminación.

Ahí nació el grupo de “Los 12 del patíbulo”.

No les hablaron durante días ni fueron interrogados, lo que le hicieron perder la noción del día y la noche. Permanecían en ropa interior por el calor y volvieron a convivir con el inmundo tacho de 200 litros cortado al medio.

Luego de un día y medio sin probar bocado, les llevaron algo de comida, que nunca supieron si era un guiso o una sopa de pollo. Tenían hambre, pero no cubiertos. Fue el mayor Carlos Tomba el que tomó la delantera: “Yo voy a comer con la mano”, y todos lo imitaron. En una nueva visita al basural, se hicieron de cucharas y de latas.

Luego, fueron llevados a un buque. Cuando escucharon por los parlantes el himno inglés que se confundía con gritos de alegría, comprendieron que todo había terminado. Era el 14 de junio. El capitán inglés lo corroboró cuando se acercó para darles palabras de aliento.

La bandera, trofeo de guerra

Navarro recordó que entonces la vigilancia se relajó, a tal punto que al capitán de corbeta Dante Camiletti se le había ocurrido la locura de tomar el control del barco. Pero a los ingleses no les preocupaban los prisioneros, pero sí se los veía temerosos de la aviación argentina y especialmente de los Exocet.


La bandera que tomó Navarro; años después fue enmarcada por sus amigos.

En el Sir Edmund regresaron al continente. Fue cuando Navarro entró a un camarote cualquiera, y tomó una bandera inglesa. “¡Pedazo de boludo!”, le recriminaron sus compañeros. Alcanzaron a ocultarla dentro de un panel del techo del camarote antes que los ingleses, muy alterados y revisando cada rincón del barco, los descubriesen.

Cuando Navarro pisó el muelle en Puerto Madryn, no tuvo mejor idea que mostrarles a los ingleses la bandera, que aún conserva enmarcada junto con copias de los famosos dibujos que hizo Potocsnyak, uno de sus compañeros de encierro.

“¿Usted sabe lo que significa rendirse justo el Día del Ejército?”, preguntó sin esperar una respuesta el santafecino de raíces croatas Guillermo Potocsnyak, el del apellido difícil de pronunciar. Por algo le dicen “Poto” o “Coco” a este corpulento sargento ayudante, que fue a las islas como sargento primero en el Regimiento de Infantería 12.

Un artista en el grupo

Luego de combatir en Pradera del Ganso y en la Bahía de San Carlos, fue hecho prisionero. Cuando ayudaba a recoger los cuerpos de los argentinos muertos, tropezó con un cuerpo congelado que, de pronto, movió los ojos. Lo puso arriba de un capot de un Carrier. Ese soldado, con quien se encontraría años después, perdería una pierna, pero le había salvado la vida.

Potocsnyak fue un personaje popular entre sus pares y por sus carceleros: es que sabía dibujar. Cambiaba chocolates y cigarrillos por papel, lápices y biromes y así los dibujos comenzaron a circular, sin distinción de banderas. Dijo que muchos de ellos deben estar en Gran Bretaña.

Es el autor del famoso dibujo de los 12 oficiales que estuvieron prisioneros hasta el 14 de julio. En un primer plano se ve a Tomba, y puede notarse claramente una especie de riñonera que todos llevan, que era el salvavidas. Aún después del 14 de junio, los británicos no descartaban ataques de la aviación argentina.


Los 6 de San Carlos. Otro de los tantos dibujos que realizó Potocsnyak durante su encierro.

Al ver el dibujo, sugirió alguien, que no recuerda quien. “Ponele los 12 del patíbulo…”. Refiere al título de una película bélica de 1967, en la que una docena de presos peligrosos debían cumplir con una arriesgada misión en territorio alemán durante la Segunda Guerra Mundial.

Potocsnyak rememora que cada tanto los ingleses, muñidos de bastones, los sometían a requisas, mientras debían pararse de cara a la pared. Cuando le dijo a un inglés “metete ese bastón en el c…”, el británico le respondió “no te hagas el vivo que hablo español mejor que ustedes”.

En la posguerra, Potocsnyak enviudó y con los años, en un curso donde estaba estudiando croata -posee la doble nacionalidad- conoció a su segunda esposa. “La familia fue la que primero ayudó”, confesó. Tiene dos hijos y cuatro nietos. Estudió el profesorado de Historia, no para enseñar sino “para entender lo que vivimos allí, y también como una forma de sentirme útil”. Porque su vida como veterano no fue sencilla. De Córdoba, donde se había radicado, tuvo que irse ya que siempre le preguntaban por la guerra y sentía que no podía hacer ese click para dar vuelta la página. El tiempo ayudó a seguir con la vida. De ese famoso grupo de los “12”, remarca que el “mayor Tomba es un señor, una persona extraordinaria”.

Luego del capitán de corbeta Dante Camiletti, el mayor Carlos Tomba -quien combatió piloteando Pucará- era el oficial de mayor graduación. Este mendocino de 36 años, fue quien asumió el liderazgo de ese grupo tan heterogéneo. Hoy este brigadier retirado, que vive en Mendoza, donde su apellido tiene una rica trayectoria en la historia provincial.


Restos del Pucará que piloteaba Tomba, en Malvinas.

El primer tironeo con sus captores fue el de defender sus pertenencias, su casco y las perneras del asiento eyectable. Las lograría conservar junto a un pijama que le había dado su esposa. El casco y las perneras se exhiben en el museo de la Fuerza Aérea de Córdoba.

Evoca que los primeros días fueron los peores. Cuarenta y ocho horas sin agua, y después una lata de paté. Como no sabían lo que pasaría al día siguiente, sólo comían la mitad de su contenido.

Como hablaba inglés fue el interlocutor del grupo y el intérprete con el médico británico que atendió a los heridos argentinos. También negoció quitar de la diminuta habitación el tacho donde hacían sus necesidades y logró cambiar a la hora local el horario de la comida, y no a la inglesa.

Fue Tomba el que vio cajas con misiles con las siglas “USAF”, de la fuerza aérea norteamericana.


Las perneras que pudo conservar Tomba y que hoy se exhiben en el museo de la Fuerza Aérea de Córdoba

Se preocupó por mantener la mente ocupada, ignoraban lo que ocurría en las islas, y no querían perder energía, ya que solían marearse por la falta de alimentación.

Urdió un plan de escape. Creyó encontrar un punto débil en la seguridad y una noche trepó una pared con la intención de perderse en la oscuridad. Un culatazo en la boca lo regresó a la realidad.

Recuerda haber vivido situaciones ruiseñas. Era el día 40 como prisionero, estaban en San Carlos y les habían permitido bañarse por primera vez. Los hicieron desnudar, le dieron a cada uno una toalla y les ordenaron correr 200 metros hasta una casilla. Allí, sobre el techo, un inglés les arrojaba agua caliente.

“Haga lo que pueda”

En 1982 Chanampa. era un teniente de 27 años. Desde Villa Dolores, donde está radicado, contó que cuando se rindieron, estaban exhaustos y así se lo hicieron saber a los ingleses cuando los pusieron a cavar pozos para letrinas y recoger municiones.

Es crítico con la conducción de la guerra. No podía creer lo que le contestaron cuando solicitó vehículos para mover piezas de artillería para hostigar el avance inglés. “No tengo con qué remolcar los cañones”, informó. “No sé, consiga caballos, haga lo que pueda”, recibió como respuesta. Recibían órdenes que eran imposibles cumplir.

En los primeros días como prisionero, dormía junto a otros argentinos en catres improvisados con cajas de municiones.

Fue sometido a dos interrogatorios. El primero en el frigorífico de San Carlos y el segundo en un corral de ovejas, separado por un curso de agua, donde fueron llevados en un gomón una mañana muy desapacible. A la intemperie los hicieron desnudar y luego de interrogarlos, vueltos a vestir, los llevaron de regreso.

De todas maneras, Chanampa aseguró que los ingleses conocían al dedillo las posiciones argentinas y su verdadera potencialidad. También le llamó la atención de que muchos de los soldados británicos eran muy jóvenes y que algunos oficiales con los que pudo hablar no demostraban mayor interés en la guerra.

Dijo que cuando en el grupo había un bajón anímico, lo superaban leyendo, en voz alta, cartas que algunos compañeros conservaban de sus familiares.

Chanampa fue uno de los tantos que debieron empezar de cero en varias oportunidades. Fue empleado de comercio, gerente de una empresa textil y directivo en una compañía de seguros. En Villa Allende parece haber encontrado su lugar en el mundo.

¿Prisioneros en la Isla Ascención?

A 500 kilómetros de Villa Allende, está el pueblo de O’Brien, que recuerda a un irlandés que se jugó la vida para nuestro país en las guerras de la independencia. Allí nació Jorge Gustavo Zanela, quien a sus 23 años y su jerarquía de subteniente partió a la guerra con el Grupo de Artillería 4, integrando la Fuerza de Tareas Mercedes.


La fotografía que los ingleses le tomaron a Zanela, con su número de prisionero.

Cuando cayó prisionero, fue llevado como tantos otros en un helicóptero Chinook a San Carlos. Estando en el frigorífico se entusiasmó cuando les dijeron que los llevarían al Uruguay, pero a último momento lo bajaron del barco junto a otros oficiales, seleccionados según su antigüedad y especialidad. Es más: aún Zanela conserva debajo del vidrio de su escritorio un certificado de la Cruz Roja con su traslado a la isla Ascención, cosa que nunca se concretó.

Fue interrogado por un inglés y oficiaba de intérprete un militar que vivía en el Peñón de Gibraltar. Insistían en conocer sobre las posiciones argentinas y por hacerse de los mapas.

Ocho libras para gastos

Zanela tiene la imagen vívida de los heridos ingleses por el ataque aéreo argentino sobre Bahía Agradable, muchos de ellos con graves quemaduras. Era el 8 de junio y fue considerado como el día más negro de la flota: los aviones argentinos hundieron tres buques, dañaron una fragata, y los ingleses tuvieron 56 muertos y 200 heridos.

Recuerda que "los 12 del patíbulo” estuvieron en un barco que cubría el cruce del Canal de la Mancha. Cada tanto, eran visitados por representantes de la Cruz Roja, en su mayoría uruguayos y españoles. A veces hasta discutiendo con los propios ingleses, estos funcionarios les tomaban sus datos como prisioneros de guerra y se llevaban cartas para sus familiares, que se despachaban vía Suiza.

Así como al resto de los prisioneros, le dieron 8 libras para gastos. Y como hicieron sus compañeros, gastaron lo mínimo y conservaron el resto como un recuerdo de la guerra.


Las 8 libras que recibió cada prisionero. Navarro las enmarcó.

Los últimos días habían conseguido una radio, y el grupo se enteró de la visita de Juan Pablo II. De la eliminación argentina del Mundial de fútbol los mismos ingleses se ocuparon en contarles.

Los gritos de júbilo de los ingleses indicaron la rendición argentina. Zanela no integró la gran masa de prisioneros que fueron llevados a Puerto Madryn. El permanecería con otros oficiales en San Carlos, mientras persistiese la amenaza de la Fuerza Aérea argentina, que en un primer momento no quiso acatar la orden de alto el fuego.

Finalmente, el 14 de julio los trasladaron a Puerto Argentino, donde embarcaron en el Norland. Una vez en el continente, se le prohibió hablar; en Trelew le dieron ropa limpia y luego de varias escalas, un avión del Ejército lo llevó a su unidad en Córdoba.

Actualmente, el coronel Jorge Zanela está al frente de la Oficina de Coordinación de Veteranos de Guerra de Malvinas. Su despacho en Palermo, es una suerte de pequeño museo de su paso por el conflicto del Atlántico Sur. Por supuesto, en una de las paredes cuelga el cuadro con una copia amarillenta del dibujo de “los 12 del Patíbulo”.

En el 2015, regresó a las islas. Volvió al frigorífico, abandonado y destruido. Aún estaba el agujero de la bomba argentina que no detonó. No lo dejaron entrar por el peligro de derrumbe.

En todos estos años, el grupo nunca pudo reunirse. Además, el teniente Hernán Calderón, falleció el 24 de marzo de 1983 en un vuelo de instrucción junto a un aspirante, y el sargento primero José Basilio Rivas murió el 22 de diciembre del 2001 en un accidente automovilístico.

Algunos se retiraron al poco tiempo, otros continuaron con sus carreras militares. Pero lo que nunca dejaron de pertenecer al grupo de “los 12 del Patíbulo”.

jueves, 26 de diciembre de 2019

Guerra Aérea en Malvinas: El desembarco en San Carlos (6)

La Guerra Aérea en Malvinas: El desembarco en San Carlos


K-Planes

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Llega la Fuerza de Tarea: Desembarco en San Carlos


La pérdida del Sheffield hizo poco para evitar la inminente invasión de las Malvinas. La presencia naval argentina en el teatro había sido eliminada, y, mientras que el ARA seguía siendo una flota, la Fuerza de Tarea británica tenía reinado libre sobre la Zona de Exclusión de las Malvinas. Los bombardeos y los ataques aéreos preparatorios en las islas continuaron durante varios días, mientras los argentinos se mudaban a los SAM de Roland durante las noches. Poco a poco, la Fuerza de Tarea se mudó al estrecho de San Carlos en preparación para un asalto anfibio en San Carlos.



Los desembarcos en San Carlos comenzaron en la mañana del 21 de mayo. Las fuerzas de desembarco fueron vistas por la guarnición argentina, que abrió fuego con morteros y rifles sin retroceso. Los cañones de la Fuerza de Tarea pronto respondieron, con un equipo de SBS comenzando un tiroteo con las fuerzas argentinas. Durante el tiroteo que siguió, un helicóptero Sea King y Gazelle pasó sobre las fuerzas argentinas, que dispararon contra ellos. Ambos aviones fueron derribados, con la pérdida de un piloto. Minutos después, una segunda Gazelle se perdió en circunstancias similares, matando a su tripulación de dos.



Las fuerzas argentinas en el continente desde entonces habían revuelto sus aviones, enviando una pequeña fuerza para atacar a la fuerza de aterrizaje británica. Las operaciones aéreas argentinas se abrieron con un solo MB 339, armado solo con pistolas y cohetes, realizaron dos pases de reconocimiento seguidos de un solo e ineficaz ataque de la fuerza. Si bien el avión individual tuvo poco impacto en las fuerzas británicas, el piloto había determinado la composición de la flota durante sus tres pases. Mientras tanto, tres de los cuatro Pucaras estacionados en Goose Green fueron revueltos para enfrentarse a las fuerzas británicas. Uno fue derribado por un misil Stinger disparado por SAS. Los otros dos ocuparon un puesto de observación británico, solo para ser interceptados por Sea Harriers, que derribó con éxito un avión.


Varios minutos después de la respuesta inicial de las fuerzas argentinas en las islas, llegó la ayuda del continente. Un vuelo de Mirage IIIEs hizo un paso al norte de las islas, con la esperanza de desviar a los combatientes británicos de la batalla. Poco después, las Dagas lanzadas desde varias bases costeras convergieron en la fuerza, haciendo pases individuales sobre las fuerzas con cañones de 30 mm y bombas de 1,000 lb. Sin embargo, las bombas fusionadas incorrectamente no pudieron detonar, a pesar de alcanzar su marca en al menos una ocasión. Los intentos de los británicos de repeler las Dagas se encontraron con resultados mixtos: un Sea Wolf SAM de Broadsword derribó una Daga, pero los AIM-9 disparados por Sea Harriers que interceptaron a las Dagas en retirada se quedaron cortos.



Dos horas después de que las Dagas hicieran sus pases, llegaron los A-4, con resultados considerablemente pobres. Dos Seahawks fueron interceptados y derribados por Sea Harriers, mientras que en los dos ataques "exitosos" las bombas no pudieron detonar, y mucho menos alcanzar un objetivo. Un A-4 logró un impacto dañino cuando una bomba de 1,000 lb golpeó la revista Sea Cat de Argonaut, detonando dos misiles a pesar de que la bomba en sí no detonó. Las dagas regresaron por la tarde, haciendo varios pases fallidos más. De los tres vuelos de Dagas, Sea Harriers derribó cuatro aviones individuales, sin causar daños a ningún objetivo. El ataque final del día llegó a las 3:00, cuando un vuelo de A-4Q hizo un pase final con bombas y cañones retardados de 500 lb. Sea Harriers interceptó el avión cuando se alejaron, y ambos aviones fueron derribados.

Asegurando un punto de apoyo



A medida que las fuerzas británicas se movieron para asegurar San Carlos, el mal clima en la Patagonia alivió a las fuerzas británicas de los ataques aéreos del día anterior. Se instaló una batería Rapier, y Harriers tuvo reinado libre sobre las islas. Los siguientes ataques aéreos llegaron al día siguiente, cuando los A-4 hicieron ataques alrededor de la 1:00. Una bomba de 1,000 libras atravesó el costado del HMS Antelope, matando a un miembro de la tripulación, mientras que otro A-4 fue atrapado por el fuego de cañón de Antelope, chocando a través de los mástiles de la nave mientras sus bombas penetraron, pero no pudieron detonar, debajo. Dos horas después, llegaron tres vuelos de Dagas para atacar objetivos en la Bahía de Ajax. Un vuelo fue interceptado por Sea Harriers, lo que condujo al derribo de una Daga. Mientras tanto, una de las bombas alojadas en el HMS Antelope explotó mientras se desactivaba, hundiéndola.



Los ataques aéreos de Daggers y A-4 continuaron hasta el 24 de mayo, con varios ataques fallidos más contra objetivos aéreos y terrestres. La mala coordinación y las crecientes pérdidas estaban provocando un descontento abierto entre los pilotos de la FAA, pero decidieron continuar las operaciones al día siguiente, independientemente. Al otro día, cuatro vuelos de A-4 atacaron a la flota británica. La última ola de aviones, que llegó alrededor de las 3:00, realizó ataques exitosos contra HMS Broadsword y Coventry, dañando Broadsword y hundiendo Coventry. Fuera de la zona de combate, se logró una victoria más significativa para los argentinos: el buque de carga Atlantic Conveyor, que transportaba helicópteros vitales y equipos de pista, fue atacado por dos Super Etendards, que golpearon la nave con dos misiles Exocet. La munición almacenada a bordo se encendió, causando un incendio incontrolable que destruyó todo a bordo, excepto un Chinook: Bravo November. El Chinook fue descargado, mientras que el Atlantic Conveyor fue remolcado, hundiéndose tres días después en tránsito.



A finales del 25 de mayo, la cabeza de playa británica había sido asegurada. Con una fuerza considerable, la situación de la guarnición argentina en la isla fue realmente sombría. Sin embargo, la operación no estuvo exenta de pérdidas. HMS Ardent, Antelope y Coventry fueron hundidos, y el Atlantic Conveyor fue neutralizado con la mayor parte de su preciosa carga. Se perdieron cuatro helicópteros y ocho barcos resultaron dañados, mientras que 49 hombres murieron en los combates en tierra. Las pérdidas de ala fija ascendieron a un solo Harrier GR.3 derribado por un Blowpipe mientras realizaba un reconocimiento a través de Falkland Sound. Las pérdidas argentinas fueron considerablemente más ligeras: las fuerzas terrestres se retiraron después del tiroteo inicial y las pérdidas totales ascendieron a 22 aviones y 11 pilotos.


martes, 24 de diciembre de 2019

Argentinos judíos en Malvinas


Soldados argentinos de religión judía durante la Guerra de las Malvinas.

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Fueron visitados y confortados en su religión un rabino enviado por el Ejército Argentino.