miércoles, 10 de septiembre de 2014

La historia de un pulóver

MALVINAS 25 AÑOS DESPUES : HISTORIAS DE LA GUERRA



El viejo pulóver que un soldado argentino devolvió a Malvinas

Miguel Savage fue a la guerra sin saber usar un arma. Quebrado por el frío, tomó un pulóver de una casa cuyos habitantes kelpers no estaban. El año pasado regresó, devolvió la prenda y dejó una carta.


AQUELLOS RECUERDOS. MIGUEL SAVAGE, EN SU CASA DE VENADO TUERTO, RODEADO DE FOTOS FAMILIARES, CUENTA SU EXPERIENCIA COMO SOLDADO EN MALVINAS.



Mauro Aguilar VENADO TUERTO ENVIADO ESPECIAL

rosario@clarin.com

La vida de Miguel Savage, clase 62, integrante del Regimiento 7 de Infantería Mecanizada de La Plata, se confundía con el infierno en junio de 1982. Estaba cruzado por el frío que atraviesa el otoño de Malvinas. Con la mirada enturbiada por el hambre capaz de diezmar su cuerpo hasta restarle veinte kilos en apenas dos meses de estadía en las islas, se recuerda en aquel tiempo como un “esqueleto con casco”.

A punto de quebrarse, un pulóver, una sencilla prenda arrebatada de una estancia kelper, asegura, logró salvarle la vida, abstraerlo de aquel estado de abandono terminal . Savage, quien hoy habita una bucólica vivienda en Venado Tuerto, en el sur de Santa Fe, y tiene un comercio de materiales para el agro y la construcción, vivió aferrado a esa conmovedora historia y a ese abrigo durante 24 años.

En febrero de 2006 decidió regresarlo a sus dueños, en una más de las postales estremecedoras que ofrece la vida de Savage, protagonista de una película pacifista emitida sólo en Europa —” Con la mano de Dios”, en referencia al gol de Diego Maradona en México 86—, amigo entrañable del pintor kelper James Peck y de su padre Terry, contra el que combatió en la cruenta batalla de Monte Longdon, y acérrimo crítico de una aventura bélica que, considera, “nunca debió ocurrir”.

Su relato desgarra. El 8 de junio, con un Ejército argentino cercado por el poderío inglés, Savage, junto a cuatro compañeros y un suboficial, iniciaron una caminata hacia una granja cercana al río Murrell. La misión perseguía el objetivo de desactivar una posible base de operaciones por la vía pacífica y, de no ser posible, combatir hasta reducir al enemigo. Soportando fríos extremos, atravesaron una ría y sortearon campos minados. Zafaron incluso del fuego del enemigo, que observaba desde lo alto, pero que optó por no atacar para no delatar su posición.



“Arrancamos apenas aclaró, bien temprano. Debe haber sido el día más frío de Malvinas, con veinte grados bajo cero. Con veinte kilos menos y desesperados, nuestra mente divagaba. No teníamos conciencia del peligro. Ibamos con un compañero que tenía un planito donde habían puesto las minas. Y a cada rato se rascaba la cabeza y decía: ‘no me acuerdo si era por acá o por acá’. Fue una caminata extenuante. Habremos tardado más de cinco horas”, reproduce con precisión cinematográfica.

Su inclusión en el grupo, no sabiendo ni siquiera manejar un arma, tenía un solo objetivo: oficiar de traductor a partir de su manejo del inglés.



“Llegamos a la casa y los seis nos tiramos cuerpo a tierra, a mirar con largavista. El miedo era terrible. Había ventanitas en la casa y dijimos: ‘Se rompe una y nos sacuden con una ametralladora’. Sabíamos que había peligro. Ingleses o kelpers que nos podían tirar. Pero era más la desesperación de pensar qué podíamos afanar de comida dentro de la casa, que el miedo. Ese hambre enceguece”, explica con tono desolador. “Nos estábamos muriendo. Literalmente nos estábamos muriendo”, insiste para darle la dimensión exacta a aquel momento límite.

Esa necesidad lo obligaba a pensar sólo en lo básico, sin registrar incluso la estatura del peligro que los acechaba. Sólo era cuestión de saciar un instinto básico. “Si morimos, morimos, pero primero tenemos que comer”, se repetían los integrantes de la misión como intentando darse fuerza entre sí para superar cualquier obstáculo.

Luego de una primera inspección de sus compañeros en los alrededores de la granja, el sargento ordenó a Savage que lo acompañara al interior de la vivienda. Patearon la puerta de la cocina y el soldado irrumpió en la casa gritando en inglés: “Si hay alguien venimos a charlar, no se pongan nerviosos, queremos revisar e irnos”. Sus palabras sonaban casi a un ruego para que nadie los atacara.



Al ingresar encontró silencio y un desayuno a medio tomar. “La casa era linda, la sentí acogedora, como la casa de mi abuela. Hasta los olores eran familiares”, precisa como si describiera una postal que no se altera con el paso de los años. Subió una escalera con el miedo y la adrenalina apoderándose de su cuerpo. “El corazón me reventaba el pecho. No me paraba de temblar el cuerpo. Me dieron un FAL cargado, pero no sabía ni tirar”, explica Savage, a quien el servicio militar sólo había preparado para barrer y cebarle mates a Don Aldo, un jubilado ferroviario encargado del polígono, en La Plata. “Mi preparación era comprarle bofe al gato de Don Aldo”, explicaría luego a Clarín entre risas.

Tras comprobar que no había ocupantes en la planta baja de la vivienda, dividió las tareas con su superior. Recorrieron un pasillo en el piso superior y Savage ingresó en el cuarto matrimonial. Lo sorprendió una cama doble perfecta, una dependencia con cortinas y una decoración cuidada que compara con una hostería o una estancia de campo.

Al confirmar que el lugar estaba deshabitado, se relajó. Automáticamente afloró en él un espíritu de supervivencia. Tras abrir “ansiosamente” los cajones, dio con el pulóver salvador. Y cambió su óptica sobre los padecimientos que sufría. “Era un pulóver inglés lindísimo, con borda azul y cruz. Me lo puse en la nariz y sentí el olor a limpio, a perfume, a naftalina. Y dije: ‘Qué lindo, esto es como estar de vuelta en casa’. Me saqué la ropa mojada y me puse ese pulóver y una bufanda, y un gorro, y medias de lana. Ese momento fue mágico”, explica emocionado.

El relato no tiene pausas: “Me invadió una sensación de paz, como si estuviera Dios ahí. En ese momento y como un alma que me hablaba, aunque no escuchaba la voz, sentí como que alguien estaba ahí y me decía ‘quedate tranquilo, ya termina esto, te volvés y vas a vivir’. Una sensación increíble. Una enorme sensación de paz, un calor en el cuerpo”.



Aquel hallazgo modificó su humor. “Me sentí más fuerte”, precisa. Robó comida y se alimentó con desesperación. “Comí tres panes de manteca sola, al hilo, como un perro”, añade para dar una idea de la desesperación que atravesaba a aquel grupo de soldados. Del lugar se llevó además cajas de avena, fósforos, velas y azúcar.

Pero no fue lo único que tomó de allí. “Mirá lo que es la mente humana: agarré fotos. Diecinueve años, en ese estado —vuelve a asombrarse—. Yo había sentido esa experiencia trascendental del pulóver y manoteé fotos de la familia. Dije: ‘A este lugar voy a volver algún día y con esta gente voy a hablar’. Desde el instante que entré a la casa tenía esa idea de hacer contacto”.

Ese momento llegó en febrero de 2006. Luego de un primer encuentro con Sharon Mulkenbuhr, hija del matrimonio que habitaba la estancia Murrell, en febrero del año pasado visitó el lugar con la intención de cerrar ese capítulo de su historia.

“Cuando iba llegando, el corazón se me salía del pecho. Revivía escenas de aquel día llegando con veinte kilos menos, con el uniforme, con el sargento, con mis compañeros. Se me mezclaba el pasado con el presente”, explica compenetrado con el relato.

En la estancia lo recibió Lisa, hermana de Sharon. El pulóver, que por consejo de un amigo se suspendía enmarcado en una pared de su casa, en Venado Tuerto, volvió entonces a manos de sus antiguos dueños junto a una nota de puño y letra en la que Miguel expresaba su agradecimiento. Con lágrimas en los ojos, Lisa reconoció el abrigo de su padre, ya fallecido. “Acá, en esta casa, sentí que alguien me protegió. Y venía a decírselos, veinticuatro años después”, le dijo a la muchacha sollozando, mientras se desprendía del preciado objeto.



“Esa casa fue como un salvavidas en el océano para mí. Esa casa y ese pulóver me salvaron la vida”, remata con sencillez desgarradora Miguel, ataviado ahora con una remera oscura de algodón, en una cálida tarde de marzo. Lejos del frío, del hambre y de la muerte. Lejos de los horrores de la guerra que cada tanto se adivinan detrás de su mirada cristalina.

Una carta de agradecimiento

El pulóver descansó en un cuadro hasta el momento de su devolución acompañado por una carta en la que Savage expresaba sus sentimientos sobre aquella experiencia. El texto que entregó junto al abrigo es éste:

“Este pulóver me dio abrigo en un momento de tremenda exposición. La temperatura era de -20 C. Estaba mojado y ya había perdido 17 kilos (pesaba 55 kilos). Lo tomé “prestado” de una estancia en las Malvinas, a cinco horas de caminata desde nuestra posición, cerca de Monte Longdon, habiendo cruzado el río Murrell. Llegamos hasta allí con seis soldados integrantes de un operativo. Yo iba como intérprete. El objetivo era destruir un equipo de radio que transmitía a la flota inglesa.

Afortunadamente no había nadie y pudimos revisar, aunque muy nerviosos, todo el lugar. El sitio era lindísimo, con vista a ondulaciones y entradas del mar. Pensé en lo pacífico del lugar y en lo absurdo de esta guerra. Lo sentí realmente familiar y fue como revisar la cómoda de mi abuela.

También lo usé (estando) como prisionero a bordo del Camberra, tomando el té con la plana mayor de oficiales de la Task Force, que junto con todos los medios británicos me ‘sometieron’ a una verdadera conferencia de prensa, asombrados como dicen en muchos libros de cómo habíamos logrado sobrevivir a semejante rigor climático sin suficiente alimento.

Pensé devolverlo a sus dueños, en mi primer visita a las islas, pero un amigo me convenció de que no lo hiciera. ‘Este pulóver forma más parte de tu historia que la de ellos’, me decía.

En el momento de ponérmelo sentí una enorme paz. Sentí una energía especial, como que alguien de esa casa me decía que volvería con vida, que volvería a casa y que esta guerra que nunca debió ocurrir se estaba terminando”.


La guerra en 10 datos


El desembarco de fuerzas argentinas en Malvinas se produjo el 2 de abril de 1982.

  • La fuerza terrestre, el Ejército, dispuso de 10.000 hombres.
  • El Ejército británico utilizó desde la salida de sus tropas hasta el fin de la guerra a 10.700 efectivos.
  • El mayor desembarco de soldados ingleses se produjo en la Bahía San Carlos.
  • Los principales enfrentamientos por tierra se registraron en las cercanías de Puerto Argentino y en la zona de Darwin.
  • Los combates más sangrientos por el mayor intercambio de fuego se desarrollaron en la zona de Monte Longdon.
  • Las bajas de cada bando en sus ejércitos (sin contar Armada y Fuerza Aérea) fueron 195 argentinos y 149 británicos.
  • En toda la guerra hubo, además de los muertos, 1.188 heridos argentinos y 777 heridos británicos.
  •  Las fuerzas inglesas fueron superiores en pertrechos, armamentos y asistencia logística a sus soldados.
  • La guerra terminó el 14 de junio con la rendición del gobernador argentino Mario Benjamín Menéndez.

lunes, 8 de septiembre de 2014

Corridas de toros en Malvinas

Toros en las Malvinas
JUAN CHICHARRO
Ha leído Vd bien. Suena extraño pero es verdad. Hubo corridas de toros en las Islas Malvinas, entonces de soberanía española, y hoy, al igual que Gibraltar, usurpadas por la Gran Bretaña.

La historia se aprende de muchas maneras pero sobre todo leyendo lo sucedido en el pasado, a ser posible en fuentes coetáneas con los hechos ocurridos. Hay muchas maneras de poder acceder a documentos antiguos. Una de ellas, cuando se trata de sucesos que hayan implicado acciones militares, es la de acudir a las hojas de servicio de los que en ese momento participaron en ellas. Constituyen éstas documentos muy fiables pues no hay duda de la seriedad y verosimilitud de lo que en ellas se puede leer.

El mes de agosto es época propicia para detenerse en la lectura de viejos legajos, ésos que andan durmiendo por las viejas estanterías y que sólo se acude a ellos de cuando en cuando.

Es así que revisando papeles, que pasaron de mi abuela a mi padre, topo con la hoja de servicios de uno de mis ancestros familiares, en concreto quinto abuelo, quien fue oficial de la Real Armada entre 1759 y 1814.

Se trata de Don Ramón Lamamie de Clairac y Vilallonga nacido en Torredembarra (Tarragona) en 1748 y fallecido en Ferrol en 1814 con el empleo de Brigadier.

La vida de este marino tan bien reflejada en su hoja de servicios, ya citada, es apasionante tal como lo fue la de la mayoría de sus coetáneos y no es mi intención describirla por extensa, si bien si destacaré que, además de liderar una importante expedición a la Patagonia, fue Gobernador de las Islas Malvinas en tres ocasiones. En 1785,1787 y 1789.

Y es aquí donde enlazo con el título de este artículo que seguramente llama la atención del lector: toros en las Islas Malvinas.

Veamos el porqué y para ello extraigo lo que escribo de documentos de la época, si bien no de forma literal para una mejor comprensión.

Corría el año 1788, en pleno periodo hispánico malvinense, siendo Gobernador del archipiélago el Capitán de fragata Don Ramón Lamamie de Clairac, cuando se produce un hecho que va a agitar la monótona y dura vida en las Islas Malvinas : la muerte de Carlos III , noticia que llega al archipiélago diez meses después .

Con motivo de la exaltación al trono de Carlos IV se celebraron ceremonias y festejos que el mismo Clairac detalla: ” se formó un capaz tablado de cuatro ochavas sostenido de 20 arcos con sus respectivas escaleras y pasamanos, y en él se levantó un dozel, ocupando el fondo en medio donde se colocó el retrato de SM “. En la capilla bien adornada e iluminada se cantó el Tedeum de acción de gracias. La jura al nuevo monarca se ejecutó el día 4 de noviembre de 1789, haciendo las funciones de Alférez Real Don José Blas. El estandarte real fue llevado a la iglesia en solemne procesión que encabezó el Gobernador seguido de toda la guarnición.

Se formó una plaza de toros improvisada. Para torear se destacaron ocho individuos, no sabemos si voluntarios, uno de matador, otro de rejoneador, dos picadores y ” cuatro chulos”, todos ellos vestidos de uniforme adecuado. Se lidiaron un total de doce toros, a razón de cuatro por tarde, los tres días que hubo corrida.

No consta en las crónicas como llegaron allí los toros ni si se cortaron orejas o se dieron vueltas al ruedo, pero no es de extrañar que hubieran pitos y aplausos habida cuenta de que ni el maestro ni su cuadrilla eran profesionales. Sin embargo, la existencia de corridas de toros en las Islas Malvinas, como parte de los festejos con motivo del advenimiento al trono de Carlos IV es un hecho histórico indubitado.

Estas tres corridas de toros en latitudes australes, las más meridionales jamás celebradas , olvidadas ya en las frías aguas subantárticas, pérdidas por los mares del Atlántico sur, acreditan que el arte de torear hunde sus raíces desde hace siglos en nuestros más profundos modos de vida y costumbres formando parte de nuestra cultura.

Ignoro si hoy los británicos practican la caza del zorro o juegan al cricket en las Islas usurpadas, pero hace tres siglos los españoles celebrábamos allí las fiestas con corridas de toros al igual que sucede hoy en todos los pueblos de España con motivo de cualesquiera fiestas patronales.

¡Ah! Y por cierto, mi ancestro marino era catalán y al parecer aficionado a los toros.

República

sábado, 6 de septiembre de 2014

Teal Inlet

Teal Inlet / Caleta Trullo 



Teal Inlet (español: Caleta Trullo) es un asentamiento en la Isla Soledad, en las Islas Malvinas, en la costa sur de aguas de Salvador. Se ve ensombrecida por la montaña de Jack





El establecimiento tuvo un papel secundario en la guerra de las Malvinas, cuando las tropas británicas, que habían establecido una cabeza de puente en las aguas de San Carlos, se dividieron en dos, con un grupo yendo a luchar en Goose Green y el otro viaja a lo largo de la parte norte de la Isla Soledad, por Teal Inlet. Teal Inlet fue utilizado como puerto de refugio por naves del 11th MCM Squadron a refugiarse de los ataques aéreos de los días durante el asalto final a Puerto Argentino.


El Sargento Mayor Pat Chapman del 45Cdo lidera la compañía de cuartel general del 45Cdo saliendo de Caleta Trullo (Teal Inlet).

Alojamiento en el establecimiento de Caleta Trullo

Soldado británico en Teal Inlet

Tropas británicas pasan por Teal Inlet camino a Puerto Argentino

Wikipedia

viernes, 5 de septiembre de 2014

Kelpers esperan mejorar las relaciones luego que se vayan los K

En las Islas Malvinas confían en retomar la relación con Argentina con un nuevo presidente
El diputado del archipiélago Barry Elsby aseguró que hay confianza en que cuando Cristina Kirchner deje el cargo "regresen las relaciones a como se encontraban en la década del 90. Sin embargo aclaró que aunque no había una solución al tema de la soberanía, sí existía "la posibilidad de tener acuerdos comerciales con la región"



El legislador malvinense recordó que "en los 90 teníamos muy buenas relaciones con la Argentina de Carlos Menem". "Luego vino Néstor Kirchner y destruyó todos los acuerdos previos", agregó.
"El mensaje que tratamos de enviar es que las Islas Malvinas ya no son lo que eran en 1982, en la guerra. Ahora somos un país democrático y moderno. Y no somos una colonia", subrayó Elsby, quien confirmó también que a partir de 2019 empezarán a producir petróleo.

El diputado aseguró que "el futuro de nuestro comercio está en este continente" y que "no puede ser que sigamos importando productos del Reino Unido a 8.000 kilómetros cuando podríamos tener comercio con Chile de no ser por la prohibición argentina".

Sin embargo, aclaró que aunque en los 90 no había una solución al tema de la soberanía, sí existía "la posibilidad de tener acuerdos comerciales".

Como es sabido, Argentina reclama la soberanía de las Malvinas, que está en manos del Reino Unido desde 1833, pero el gobierno británico no acepta negociar y alega que la decisión corresponde a los malvinenses, los cuales en un referéndum, no reconocido internacionalmente, se pronunciaron en 2013 por seguir siendo británicos.
En abril de 1982, tropas argentinas desembarcaron en las islas, lo que desató una guerra con el Reino Unido que terminó con la rendición de Argentina en junio de ese mismo año. En el conflicto murieron 255 británicos, 3 isleños y 649 argentinos.

Infobae

jueves, 4 de septiembre de 2014

Una justificación a la heroica colaboración chilena con el desvalido Reino Unido

Guerra de Las Malvinas: ni perdón ni olvido


JOSÉ RODRÍGUEZ ELIZONDO
Periodista, diplomático y escritor chileno

Insatisfactorio luce el debate en curso sobre el comportamiento estratégico de Chile durante la guerra de las Malvinas. Huérfano de datos duros, se lee como si hubiese sido una simple opción deportiva: o estábamos con Arsenal o con Boca Juniors.


Así, algunos opinan que debimos solidarizar con los combatientes argentinos y hasta se avergüenzan por no haberlo hecho. Otros justifican el apoyo a los británicos pues esos argentinos querían seguir viaje rumbo a las islas chilenas del Beagle. Aquí tercian quienes aportan la explicación absoluta: todo eso se debió a las dictaduras militares de entonces. Como si fuera lo mismo una dictadura que nos quería arrebatar territorio que una dictadura que tenía que defenderlo. O, más ampliamente, como si las democracias llegaran para restituir los territorios conquistados por las dictaduras.

Tal discusión ignora la copiosa información –de fuentes abiertas y de inteligencia– según la cual Argentina en 1982 mantenía vigente la hipótesis de conflicto con Chile, por las islas del Beagle con su proyección atlántica. El gran dilema de sus militares era, más bien, el orden de prelación: si debutaban con una guerra contra el Chile de Pinochet o contra el Reino Unido de Margaret Thatcher.

 Aunque contra los mitos no hay quien la talle, por lo menos aquí debiera estar claro que nunca hubo alternativa solidaria para Chile. Incluso podríamos decir, al estilo del gran Osvaldo Soriano, que en esa historia trágica no caben ni el perdón ni el olvido. Chile defendió su integridad amenazada con el liderazgo dictatorial que entonces tenía, y sería absurdo que Argentina olvidara una traición que jamás se produjo.
Todo esto lo saben los argentinos cultos, que son muchos más que los chilenos cultos. Pero, sobre todo, lo saben los altos mandos de sus FF.AA. y los radicales y peronistas que gobernaron después de Galtieri. Como ayudamemoria, cuentan con los 17 sorprendentes volúmenes del Informe Rattenbach. Un sumario preparado, con pulcritud castrense, por seis oficiales superiores, en retiro y no contaminados, sobre la acumulación de errores políticos, diplomáticos y estratégicos en que incurrieron sus camaradas de armas derrotados y en activo. Entre esos errores destacan la diplomacia subordinada a una ideología nacionalista extrema; la mantención del conflicto con Chile, que ya había estado al borde de un estallido, y el reemplazo de una estrategia global por dos apuestas temerarias: la pasividad militar del Reino Unido ante la invasión y la simpatía de los EE.UU. por la causa argentina.

Específicamente sobre Chile, ese informe deplora la tozudez de los mandos de la época para mantener pendiente el conflicto del Beagle, pese a que la disuasión de las FF.AA. chilenas ya había mostrado su eficacia. Incluso revela que, hasta el 14 de junio de 1982 (día de la rendición), nuestro país era el enemigo principal. Surrealistamente, el conflicto con el Reino Unido tenía “prioridad N°2” en la planificación previa. Esa orientación permea todo el documento y la sintetiza muy bien su parágrafo 581: “Puestos frente a todo el poderío de Gran Bretaña, ante el cual los propios medios eran escasos, nuestra conducción se negó a abandonar la hipótesis de guerra en dos frentes. Esta negativa produjo considerables complicaciones en la conducción de nuestro poder de combate, teniendo en cuenta que la amenaza ‘Chile’ aferró no pocas de nuestras fuerzas”.

A la inversa de las barras bravas, los militares del informe no aluden a traiciones ni a fratricidios. Esto es, no descargan en los chilenos las responsabilidades propias. Por el contrario, su conclusión es rigurosa: tras la reacción británica, Argentina debió abandonar la hipótesis de guerra bifronte. Para ese efecto, debió postergar el enfrentamiento con el Reino Unido o bien “resolver antes, diplomáticamente”, el conflicto con Chile.

Falta preguntarnos por qué muchos argentinos prefieren aferrarse al absurdo de la “traición chilena”, y dos respuestas aparecen claras: Primera, que el Reino Unido ha venido levantando la ayuda de Chile a un nivel determinante, para evitar que la amistad chileno-argentina le plantee problemas en el futuro. Es una diplomacia tan sutil como enredosa, que apunta a los argentinos y chilenos menos inteligentes. Segunda, que las sociedades no suelen considerar la realidad para elaborar sus mitos y estos se afirman en la falta de transparencia de los liderazgos políticos. En esa línea, el riguroso informe Rattenbach estuvo tres décadas en el limbo de los papeles argentinos urticantes y fue dado a conocer recién durante el segundo gobierno de Cristina Fernández… no sin que antes hayan desaparecido piezas importantes de su contenido.

Por eso y aunque contra los mitos no hay quien la talle, por lo menos aquí debiera estar claro que nunca hubo alternativa solidaria para Chile. Incluso podríamos decir, al estilo del gran Osvaldo Soriano, que en esa historia trágica no caben ni el perdón ni el olvido. Chile defendió su integridad amenazada con el liderazgo dictatorial que entonces tenía, y sería absurdo que Argentina olvidara una traición que jamás se produjo.

INFORME RATTENBACH 

En su esencia, es una investigación sobre las responsabilidades políticas y estratégicas de la Junta Militar argentina y de los distintos jefes políticos y militares durante la guerra de Las Malvinas. Fue ordenado por resolución secreta de la propia Junta Militar, del 2 de diciembre de 1982, ante la irresistible presión, externa e interna, que recibiera tras la rendición.

Para ejecutar esa orden, se creó una “Comisión de análisis y evaluación de las responsabilidades políticas y estratégico-militares en el conflicto del Atlántico Sur”, integrada por seis oficiales con el grado de general o equivalente, dos por cada institución armada. Por ser el más antiguo, la presidencia fue asignada al Teniente General de Ejército (r) Benjamín Rattenbach, conocido por sus textos sobre temas militares y por su alto sentido del honor castrense. La comisión terminó su tarea el 16  de septiembre de 1983, entregando 17 volúmenes que contienen el informe propiamente tal, anexos, declaraciones y actas.

Tras la entrega, hubo acciones ocultas, destinadas a mantener el documento secreto, el mayor tiempo posible  y, se sospecha, a introducirle “enmiendas” subrepticias. En un conversatorio televisado, que puede encontrarse en YouTube, el hijo del general Rattenbach mencionó intervenciones de la Armada.

El 8 de abril de 2006, el periodista argentino Osvaldo Bayer publicó, en Página 12, una queja-denuncia por haberse encubierto las verdades del informe. A su juicio, éste “tendría que haberse repartido en edición oficial y haberse organizado grandes debates en los organismos de cultura, para que la sociedad supiera cómo fue engañada pero, al mismo tiempo, qué fácil cayó en el aplauso fácil de los sumisos y dominados”.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Fusil de asalto: L1A1 (UK)

L1A1 
La designación oficial para el SLR 



Un rifle verdadero, uno que es propiedad de Squaddy Proof. Una versión con licencia belga del FN-FAL fue designado L1A1. Introducido a finales de 1950, los primeros modelos tenían partes de madera. Los muebles de plástico fueron provistos a finales de 1970 (como en las fotografías que acompañan) contó con una serie de tres cantoneras de diferentes grosores para adaptarse a usuarios de diferentes tamaños.
Un truco interesante implica usar una cerilla que permita el disparo automático completo, sin olvidar de quitar dicha cerilla antes de la inspección de un armero. También se podría utilizar cargadores de 30 cartuchos de la LMG L4. La maneta de apertura podría ser utilizado para despegar tapas de botellas de cerveza.
El SASR australiano también utiliza estas armas en Vietnam, pero con los barriles más cortos para el movimiento fácil alrededor selvas espesas. Se les conocía como "Bitch Gun". También a tener en cuenta a los australianos hicieron un uso excesivo de la empuñadura de pistola SLR en la metralleta F1, foregrips en SLR y hasta M60.


L2A1


Australia, Canadá y Nueva Zelanda tenían una variante SAW automática completa en lugar de la Bren que tenía un cañón más grueso y bípode plegable. Todavía en uso hoy en día por la Fuerza de Defensa de Jamaica.


KAL1 GPIR

El uso del Rifle de Infantería General KAL1 era un rifle bullpup australiano diseñado en la década de 1970 para la guerra en la selva siguientes quejas sobre el peso y la longitud de los rifles L1A1 SLR entonces en servicio con el ejército australiano. El diseño nunca entró en servicio, sin embargo, con la bullpup configurado, ópticamente vidente 5,56 mm F-88 Austeyr selecciona en su lugar en 1989.


ARRSEpedia

martes, 2 de septiembre de 2014

Filmus se reúne con arrepentidos chilenos

Filmus se reunió con un grupo chileno de solidaridad con Malvinas

El secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas de la Cancillería, Daniel Filmus, se reunió con representantes del Grupo Chileno de Solidaridad con Malvinas, con el objetivo de agradecer el trabajo y la disposición de la organización para hacer visible y activo su apoyo a la Argentina.



“Quiero agradecer el trabajo que viene haciendo la comisión chilena que solidariza con Malvinas, estamos pensando en cómo avanzar y seguir en el trabajo de las próximas acciones sobre esta materia", precisó el funcionario en diálogo con Télam.

En ese sentido, Filmus agregó: "También estamos preparando una visita a Ushuaia con todos los miembros de la comisión para discutir con los actores locales sobre las islas. En esta visita también conversamos sobre publicaciones y otros tipos de trabajos editoriales y académicos para difundir la posición de nuestro país y su soberanía”.

Por su parte, el coordinador del grupo chileno de apoyo a la postura argentina por Malvinas, Eduardo Rodríguez Guarachi, señaló que su organización “busca reivindicar los derechos jurídicos e históricos de Argentina sobre las Malvinas".

Por su parte, el embajador argentino en Chile, Ginés González García, destacó que “este grupo de personas significa mucho para la Argentina por pelear y difundir la causa de Malvinas".

"En ese sentido Chile es un aliado fundamental y es importante que se difunda más lo que ocurre, es importante dar a conocer la historia y la pertenencia nuestra de las Malvinas como un eje inexorable de nuestra Patagonia”, añadió el representante diplomático.

Filmus también aprovechó la ocasión para agradecer la gestión que han tenido los gobiernos democráticos de Chile sobre el conflicto con Gran Bretaña por la soberanía de las islas.

Telam