sábado, 22 de marzo de 2014

Los uruguayos quieren acercarse a las Malvinas bajo ocupación británica


La política sobre las islas Malvinas
La reciente publicación de los datos de una encuesta sobre la opinión de los uruguayos en torno a la cuestión de las islas Malvinas debió sorprender a nuestro gobierno.
El País

Según esa encuesta, la mayoría del país -un 80%- disiente con la política oficial y propicia un acercamiento a las islas y un aumento de las relaciones comerciales con los isleños. Esa misma mayoría discrepa con la decisión gubernamental de cerrar el acceso al puerto de Montevideo a los barcos de las Malvinas y a las naves militares de Gran Bretaña, una opinión que, dato sugestivo, comparten no sólo blancos y colorados sino el 57% de los frenteamplistas.

Esa es la postura dominante pese a que la encuesta ratifica la solidaridad uruguaya con el reclamo argentino por la soberanía de las islas. Al mismo tiempo, curiosamente, una mayoría sustancial reconoce que la decisión final sobre el tema debe quedar en manos de los malvinenses. Al respecto, el 81% de los consultados aplaudió el viaje que los diputados nacionalistas Jaime Trobo y José Carlos Cardoso hicieron el año pasado a Puerto Stanley para actuar como observadores en la consulta que confirmó prácticamente por unanimidad la presencia británica en el archipiélago.

Estos resultados de la muestra realizada por la consultora Factum a fines del 2013 se conocen poco después que una misión parlamentaria integrada por nacionalistas, colorados e independientes visitó las islas para conversar con los dirigentes locales sobre las posibilidades de intensificar el intercambio entre las Malvinas y Uruguay. Un diputado frenteamplista que se disponía a viajar renunció a hacerlo a último momento presionado por su partido. Un veto de la izquierda no bien visto, pues a la luz de esta investigación se infiere que la opinión pública aprobó esta misión que buscó romper el distanciamiento con los malvinenses, acentuado bajo la administración de José Mujica.

Los números crudos de este sondeo de opinión revelan que la política del gobierno hacia las Malvinas opera en medio de un rechazo generalizado. Tan generalizado que haría bien la Cancillería en revisar hasta dónde es conveniente para el interés nacional, perder la posibilidad de comerciar directamente con las islas y de poner a Montevideo en condiciones de servir -como lo hizo durante largo tiempo en el pasado- de puerto de escala para las conexiones entre las islas y el mundo, incluida Gran Bretaña.

Un cambio de política en la materia, no significaría declinar el apoyo que se le brinda a Argentina en el plano diplomático y en los foros internacionales en su histórico reclamo por la soberanía de las Malvinas. Uruguay se ha colocado siempre al lado del vecino país cada vez que en la ONU, en la OEA o en otras organizaciones multilaterales, se ha planteado el tema. Sin embargo, llevar las cosas al extremo de incomunicar a la capital uruguaya con las Malvinas es un exceso de celo, algo que, como decía Talleyrand, es uno de los errores más graves que puede exponer una estrategia diplomática.

Inflamado por la vieja retórica de la fraternidad latinoamericana, la Patria Grande y la lucha anticolonialista, al gobierno del Frente Amplio le cuesta desprenderse de preconceptos y resolver el rumbo de su política exterior de manera pragmática. Esta actitud cargada de ideología y de prejuicios lo ha llevado a equivocarse en el manejo de las relaciones con la Argentina de los Kirchner, cuyo gobierno -como es evidente- ha sabido aprovechar esa debilidad de la izquierda uruguaya por reverenciar los dogmas sin atender a las realidades.

Y las realidades indican que ni en Casa Rosada ni el Palacio San Martín, sede de la Cancillería argentina, se valoran los sucesivos gestos de buena voluntad emanados de las autoridades uruguayas, incluido el pacto de información tributaria así como la excesiva tolerancia del gobierno de Mujica ante la irrupción de la Justicia argentina en una zona franca uruguaya, ante las dilatorias en relación al dragado del canal Martín García y ante la negativa a publicar los datos de las mediciones sobre la presunta contaminación ambiental provocada por la planta de celulosa en el río Uruguay.

Ninguno de esos gestos fue correspondido, como tampoco lo fue la política solidaria aplicada por Uruguay en el asunto de las Malvinas. Una política que -sin abandonar el apoyo genérico a la causa argentina- debería revisarse de inmediato.

viernes, 21 de marzo de 2014

No hubo chicos de la guerra sino hombres con todas las letras

Walter Rubies: "Nos dijeron chicos de la guerra, pero eramos hombres, con todas las letras"


Walter es el segundo, a la izquierda, en la última fila, portando un fusil.

El Grupo de Artillería Aerotransportado 4, de la Calera, provincia de Córdoba, partió el 22 de abril hacia las Islas, transportando 358 hombres, 18 Obuses, 6 vehículos livianos y 70 toneladas de munición.El espíritu de cuerpo se manifestó, en los combates de Puerto Argentino y Darwin; y en los años posteriores al Conflicto, porque cada año vuelven a reunirse, junto a sus familias.

El soldado voluntario clase 1962, Walter Rubies, fue artillero de la Batería de Tiro B,en Sapper Hill, aproximadamente a 8 kilómetros de Puerto Argentino, lo conocí, el 7 de junio de 2007, cuando acompañé a los integrantes de ese Grupo, en unos de los tantos reencuentros, donde el amor a la Patria es el invitado principal.

Parte de la entrevista que realicé.

"... En un momento me tocó traer municiones del montón que estaba a un costado de la posición,cerca del camino, cuando llegamos a la pieza, en medio del bombardeo ingés,teníamos que abrir los cajones y los tubos donde venían los proyectiles,de última los cajones los tirábamos contra una piedra y se despedazaban. Otros seguían trayendo munición mientras yo cargaba el obús. Todos hacíamos de todo. En medio del bombardeo inglés, nadie se protegió en los refugios, seguíamos preparando y cargando. En esos momentos el enemigo estaba muy cerca, más o menos a 600 metros, por lo cual a las vainas debíamos sacarles 6 de los 7 sacos de pólvora para poder hacer puntería directa sobre las tropas enemigas, lo recuerdo al soldado Maidana trabajando sobre las espoletas de tiempo, a las órdenes de de los suboficiales.
No tengo ni idea si pasaron horas o minutos, pero fue muy intenso, era todo un movimiento coordinado por el subteniente Gabino Suarez,también recuerdo con mucho respeto al cabo 1º Carlos Dattoli, otro grande, dándonos fuerzas y cuidando a cada uno de los soldados. Había mucha actividad en esos metros cuadrados de la pieza, era una locura, teníamos que patear las vainas servidas para no chocarnos con ellas, ya que eran tantas que casi no había lugar para moverse, el ruido que hacia el nuestro obús era hueco, y no había explosión fuerte, pero cada uno de los proyectiles tenía un poder de destrucción, además iba con toda la bronca y las ganas de que no pasaran los ingleses. Estábamos dispuestos a dejar la vida, pensando que no pasarían si quedaba uno de nosotros vivos. 
Alguna vez nos dijeron "los chicos de la guerra", NO, fuimos hombres con todas las letras, solo el que estuvo en ese lugar , en esos momentos sabe cuan hombres eramos todos, no se puede entender de otra manera, que un tipo como el petiso Heredia , que creo que pesaba menos que una caja de municiones, pudiera traerla, corriendo desde el lugar donde estaba la pieza, o ver a Salas, abriendo las cajas contra las piedras, sin importar le que pasara algo, sólo pensábamos en tirarle al enemigo y hacerlos mierda"....


Historia de las Malvinas

jueves, 20 de marzo de 2014

Operación Cóndor: Rumbo Uno-cero-cinco

El vuelo de los cóndores


Por Roberto Bardini

 

...esas olvidadas islitas del sur,
en una fría mañana del Onganiato,
se incendiaron al paso de aquellos nacionales.
[Jorge Falcone, Un dardo clavado en el sur] 


Un día de primavera, 38 años atrás, dieciocho muchachos peronistas desviaron un avión de pasajeros en pleno vuelo, aterrizaron en las Islas Malvinas e hicieron flamear banderas argentinas en el lejano territorio usurpado. Fue uno de los primeros secuestros aéreos del siglo XX. La excluyente y selectiva historia oficial argentina -liberal antes, neoliberal hoy, conservadora siempre- continúa ignorando esa pequeña gran gesta patriótica. 

El 28 de septiembre de 1966 cayó miércoles. En Buenos Aires fue un día soleado. Hacía tres meses que el general Juan Carlos Onganía, alias La Morsa, estaba el poder en nombre de una autodenominada revolución argentina. Noventa días antes, un pelotón de la Guardia de Infantería de la Policía Federal había desalojado de la Casa Rosada al presidente Arturo Umberto Illia, de la Unión Cívica Radical del Pueblo (UCRP), quien había llegado al gobierno con poco más del 20 por ciento de los votos y con el peronismo proscrito. 

Illia era un apacible médico originario de Cruz del Eje (Córdoba), con hábitos provincianos. Acostumbraba a dormir la siesta después de comer y cruzaba a la Plaza de Mayo sin custodia para darle de comer a las palomas o sentarse en un banco a leer el diario. La gran prensa de la época -tan antipopular como la de ahora- lo ridiculizaba constantemente. La revista Tía Vicenta, dirigida por el dibujante Juan Carlos Colombres (Landrú) lo caricaturizaba como La tortuga. 

Un príncipe en la corte del general de ganadería 

Onganía, a quien sus compañeros de promocióny apodaban El Caño -recto y duro por fuera, hueco por dentro- no dormía siesta y detestaba a las palomas. Era un mediocre führer autóctono que aspiraba a un( módico Reich de alrededor de 20 años, tiempo suficiente para acabar con el incorregible peronismo. Con esa brillantez teórica propia de algunos oficiales de caballería -a quienes, según el periodista Rogelio García Lupo, se debería denominar generales de ganadería- el militar había proclamado sin ruborizarse que la Revolución Argentina tiene objetivos pero no tiene plazos. Dos periodistas habían aportado su intelecto para desplazar a Illia e instaurar a Onganía: Jacobo Timmerman, desde la revista Confirmado, y Mariano Grondona, en Primera Plana. El primero hoy está considerado casi como un héroe del cuarto poder; el segundo, es un lamentable neodemócrata que da lástima por televisión. 

 
Familia Cabo: De izquierda a derecha: Dardo, Armando y Susy (padres), en el centro Vicky 

Como ocurre casi siempre que los hombres de uniforme suplantan a los ciudadanos de civil, se anunció que un Estatuto de la Revolución Argentina -aprobado por los tres comandantes en jefe del ejército, la marina y la fuerza aérea- reemplazaría a la Constitución Nacional. Para servir mejor a la patria, se prohibieron los partidos políticos y la actividad sindical, se impuso una estricta censura de prensa y se persiguió a estudiantes, intelectuales y artistas. 

El 29 de julio de 1966, Onganía decretó la intervención de las universidades nacionales. El jefe de la Policía Federal, general Mario Fonseca, ordenó a la Guardia de Infantería expulsar violentamente de los recintos universitarios a estudiantes y profesores. Sáquenlos a tiros si es necesario, exhortó a sus huestes. La destrucción alcanzó a los laboratorios y bibliotecas de las casas de estudio y la adquisición más reciente y novedosa para la época: una computadora. Ese recio aporte castrense a la cultura se conoce hasta hoy como La noche de los bastones largos. Muchos profesores e investigadores partieron al exilio y fueron contratados por universidades de América Latina, Estados Unidos, Canadá y Europa. 

Esa mañana del 28 de septiembre de 1966 una de las mayores preocupaciones del general Juan Carlos Onganía era la preparación del partido de polo que jugaría con Felipe de Edimburgo, el príncipe consorte inglés, quien se hallaba de visita en Buenos Aires. 

Los kelpers 

Ese mismo miércoles amaneció nublado en Puerto Stanley, capital de las Islas Malvinas. El día anterior había llovido. En esa época habitaban las islas poco más de mil personas, a los que ya se denominaba kelpers. Kelp es un alga marrón que se reproduce las frías aguas del Atlántico sur. Kelper quiere decir recolector de algas. La mayoría de ellos vivía en Puerto Stanley y un centenar en Puerto Darwin. El resto estaba distribuido en el campo, en grupos de 20 o 30 personas. Trabajaban en los settlements, establecimientos rurales dedicados a la cría de ovejas. Un explorador inglés visitó las Malvinas en 1914 y describió a Puerto Stanley como -una calle que costea la bahía, con un matadero a un extremo y un cementerio al otro. 

El poblado conoció el pavimento recién en 1920. El archipiélago tiene una superficie de alrededor de 12 mil kilómetros cuadrados, lo que equivale a la mitad de la provincia de Tucumán. El conjunto de las islas es más grandes que Hawai, Puerto Rico y Jamaica. 

Ese día de septiembre, hace 38 años, había 554 mujeres y 520 hombres en el archipiélago. Asistían a la escuela 321 alumnos (146 varones y 175 chicas) y desconocían el origen de los actuales pobladores de la isla. Los malvinenses carecían de enseñanza superior y dependían de becas para enviar a los muchachos a estudiar a Gran Bretaña. Accedían a estas becas los ocho mejores promedios. 

Un 10 por ciento de las tierras correspondía a la Corona Británica y un 20 por ciento a propietarios independientes. El 70 por ciento restante pertenecía a la Falkland Islands Company (FIC), la única empresa del archipiélago, que poseía 630 mil ovejas. La compañía, además, era dueña del muelle, los almacenes y los depósitos. Existía una sola máquina expendedora de golosinas en toda la isla, que por seis chelines en la ranura surtía a los niños de caramelos y chocolates ingleses. La máquina también era de la FIC. 

La avenida costanera de Puerto Stanley, llamada Road Ross, tenía aproximadamente 12 cuadras. Iba desde el muelle -que era, por supuesto, de La Compañía- hasta el Battle Memorial. Este monumento se levantó en homenaje a un combate naval durante la Primera Guerra Mundial (1914-18) entre alemanes y británicos en las inmediaciones de las islas. 

Una pequeña emisora de radio, instalada en 1942, transmitía entre cinco y siete horas diarias, y divulgaba programas de la BBC de Londres. También existían muchos radioaficionados que se comunicaban con los settlements, otras islas y el exterior. Cumplían una labor importante durante las emergencias. 

Tedio, alcohol y sexo 

Entonces, como hoy, anochecía temprano, y los malvinenses tenían dos opciones: ir a dormir a la casa o a beber a los pubs. Había cinco cantinas: Rose, Globe, Pictroly, Ship y la de los militares. En todas se escuchaba música y se organizaban torneos de dardos. En alguna, se aceptaba la presencia femenina. 

Los puritanos del lugar aseguraban que esa apertura convertía a Puerto Stanley en la capital de la infidelidad. No andaban muy errados. Los habitantes se entretenían practicando equitación, tiro al blanco, pesca deportiva y rugby. Pero había otra forma de esparcimiento que no figuraba en las estadísticas oficiales: las relaciones extramatrimoniales. Las Malvinas poseían el más alto índice de divorcios en el mundo. 

Las islas también tenían el récord mundial de consumo de alcohol per capita. En 1963 se habían vendido 80 mil litros de whisky, gin y cerveza. El horario de los pubs se cumplía rigurosamente, al estilo británico: de 8 a 12 y de 17 a 22. A las 10 de la noche, la radio transmitía el Himno Real y cesaban las actividades. Los domingos, las cantinas sólo abrían una hora, después del oficio religioso. 

El Darwin era el único barco que una vez al mes vinculaba al archipiélago con el continente, desde Montevideo. Tras cinco días de navegación, el buque descargaba ropa, víveres, combustible, vehículos, materiales de construcción, muebles y artefactos electrodomésticos. El local comercial que ostentaba mayor surtido de mercaderías pertenecía, por supuesto, a la Falkland Islands Company. El Darwin también traía correspondencia, algunas revistas de Buenos Aires y el Times, de Londres. Desde Argentina -el tercer importador de productos- llegaban alimentos, especialmente manzanas. Hacia Gran Bretaña salía medio millón de kilos en lanas y cueros. 

Un jefe de policía, un inspector, un sargento y cuatro aburridos agentes mantenían la ley y el orden. La delincuencia casi no existía y los uniformados actuaban generalmente en riñas de ebrios. Ni siquiera se generaban problemas de tránsito: había 77 camiones, 159 automóviles, 239 jeeps Land Rover y ocho motonetas, pero la mayoría de los vehículos estaba en el campo. 

No había ministerio de Trabajo y existía un solo sindicato: el Falkland Islands General Employee Union. Richard Goss era el secretario general. Goss también ostentaba el grado de capitán de la Fuerza de Defensores Voluntarios, una milicia de reservistas. Seis ex comandos ingleses que participaron de la Segunda Guerra Mundial entrenaban una o dos veces por año a los voluntarios. En el arsenal local, cada uno de los habitantes que integraba la milicia poseía su fusil, la provisión de municiones y el equipo militar; algunos, incluso, guardaban el arma en la propia casa. 

Veinte soldados constituían la fuerza militar del Reino Unido. Se cree que muchos de ellos eran mercenarios belgas que combatieron el ex Congo en los primeros años de la década del 60. 

La primicia de un radioaficionado 

En septiembre de 1966 residían sólo cuatro argentinos en las islas. Uno de ellos, Cecil Bertrand, había llegado en 1928 a la búsqueda de aventuras. Se dedicó a la pesca de ballenas y en 1963 le compró a un irlandés las islas Carcass en 10 mil libras esterlinas. En ese momento poseía una estancia. -Si alguna vez las Malvinas son argentinas, espero que no nos toque la misma suerte que a los tucumanos ni que estas islas sean poblados por chilenos como la Patagonia, declaró a enviados de la revista Panorama, de Buenos Aires. 

Sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard era el gobernador de la isla, pero ese 28 de septiembre de 1966 no se encontraba en el archipiélago. Lo suplantaba el vicegobernador Albert Clifton; apodado Pinocho a causa de su prominente nariz, era uno de los personajes más populares de la isla. Había estudiado administración de empresas en Argentina. Como no consiguió trabajo en las islas, compró 30 vacas y se convirtió en lechero. Envasaba la leche en botellas de whisky vacías; gracias a los hábitos locales, no le costaba mucho trabajo conseguirlas. Clifton fue uno de los primeros malvinenses que aquel nublado miércoles 28 de septiembre de 1966 divisó un avión de Aerolíneas Argentinas que daba vueltas, sobrevolando el poblado. Pensó que la nave tenía un desperfecto mecánico. 

Puerto Stanley carecía de pista de aterrizaje. Aquel día, el radioaficionado Anthony Hardy fue el primero en divulgar una noticia que conmovió a millones de argentinos: a las 9:57 de la mañana, informó que un avión Douglas DC-4 había descendido a las 8:42 en la embarrada pista de carreras cuadreras, de 800 metros. Su emisión se captó en Trelew, Punta Arenas y Río Gallegos. Y de esas ciudades se retransmitió a Buenos Aires. Habían transcurrido 133 años desde la última presencia oficial argentina en las Islas Malvinas. 

Rumbo Uno-cero-cinco 

En el Museo Marítimo de Ushuaia (Tierra del Fuego) se exhiben nueve armas cortas y largas. Hay tres revólveres: un Colt 45, un Tanque 38 y un Smith & Wesson 38. También se muestran tres pistolas: una Destroyer 7.65 y dos Mauser con culatín de madera desmontable. Completan la colección un rifle Winchester 44 y una carabina Pietro Beretta calibre 9 mm. Esas piezas -y algunas otras que no figuran en la exhibición- fueron parte del heterogéneo armamento utilizado en las Malvinas hace 37 años por un grupo comando de 18 jóvenes argentinos, entre los que había una mujer. Las armas permanecieron tres días en el territorio usurpado por Gran Bretaña en 1833. Una pistola Lüger se quedó de recuerdo en Puerto Stanley. Ninguna de ellas causó víctimas, porque no fueron disparadas. 

Alrededor de las seis de la mañana de aquel miércoles 28 de septiembre, los muchachos tomaron el control del vuelo 648 que había despegado del aeroparque Jorge Newberry hacia Río Gallegos. Fue el inicio de una pequeña gran gesta patriótica, conocida como Operativo Cóndor. 

-Rumbo uno cero cinco- ordenó Dardo Cabo, alias Lito, un joven alto y delgado de 25 años, periodista y afiliado a la Unión Obrera Metalúrgica, jefe del comando juvenil. Lo secundaba Alejandro Giovenco, de 21 años, de baja estatura pero fornido, apodado El chicato a causa del grueso aumento de sus lentes. El comandante Ernesto Fernández García obedeció la orden y enfiló la nave, con 35 pasajeros a bordo, rumbo a las Malvinas. 

Querido Dardo Cabo:

Te escribo porque los compañeros han decidido acordarse en público de vos. Todos nos hemos venido acordando de vos íntimamente desde hace años. Pero, que te voy a explicar, no siempre se dan las condiciones políticas como para acordarse en público de los buenos compañeros que, como vos, tuvieron un amor tan grande por la Patria y por el Pueblo que se ahogaron en un mar de altruismo. Además, hace 30 años ya que tenemos que recordarte.

Los que creen que la política es un camino para "llegar" (a los puestos donde se obtienen privilegios personales) pensarán que te ahogaste porque no supiste nadar en el océano de los "vivos". Los que creemos que la política es un camino de la historia para la realización de proyectos de transformación social, sabemos que moriste para que la Patria viva.

Te diré que los pibes jóvenes no saben qué es la política. Ellos se criaron en una Argentina en la que el doble discurso se fue convirtiendo en "lo normal". En la perversión del discurso, ser militante se convirtió en sinónimo de "vivir del curro de la política". Hacer una alianza ya no fue negociar un acuerdo programático o un plan de acción; empezaron a llamarle alianza política al verticalismo con el que reparte "los recursos".

Vos, Dardo, te formaste en un hogar obrero peronista militante, con la guía de un viejo sindicalista luchador. Te formaste en un peronismo en el que ser nacionalista y reformador social eran sinónimos; en un peronismo en el que hablar de un "proyecto" era hablar del Segundo Plan Quinquenal y la América Latina del año 2000 cuando faltaban 50 años.

No es extraño que hayas osado desembarcar "de prepo" en las Islas Malvinas con un puñado de militantes para reclamar la soberanía nacional ante el Imperio Británico. Navegando con esos vientos, no es extraño que te hayas convertido en militante montonero jugándote la vida hasta morir como un patriota. ¡Pensar que vos te jugabas la vida escribiendo los editoriales de El Descamisado y hoy más de uno no se anima a opinar para no perder los favores del verticalismo! Pero en aquel tiempo no te dejaban afuera de un reparto sino que te mataban.

Tu vida es una historia de política en serio. Viviste en serio, fuiste militante político en serio, te encarcelaron en serio y te asesinaron en serio. Por eso hoy te homenajeamos en serio.

Querido Dardo, seguro que a veces sentís vergüenza ajena por las inconductas de algunos ex montoneros. También por eso venimos a homenajearte hoy, para desagraviar en tu persona a todos los compañeros que murieron luchando de frente o asesinados por la espalda, como vos, o desaparecidos. Tu muerte no fue una parodia irrespetuosa de no sé qué manejos electoralistas. Tu muerte fue en serio. Nunca hemos jugado con el dolor y menos con la muerte. Te prometo que seguiremos honrando el sacrificio militante con la dignidad que se merece.

Mario Eduardo Firmenich, 7 de enero de 2007
 
Fuente: www.uniondeargentinosencatalunya.com 

La periodista y dramaturga María Cristina Verrier, de 27 años, era la tercera al mando del grupo. Su padre, César Verrier, había sido juez de la Suprema Corte de Justicia y funcionario del gobierno de Arturo Frondizi (1958-1961). Un tío, Roberto Verrier, fue ministro de Economía durante tres meses de 1957, en tiempos de la revolución libertadora. 

Los otros integrantes del Comando Cóndor eran Ricardo Ahe, de 20 años de edad, empleado; Norberto Karasiewicz, 20 años, metalúrgico; Andres Castillo, 23 años, bancario (*); Aldo Omar Ramírez, 18 años, estudiante; Juan Carlos Bovo, 21 años, metalúrgico; Pedro Tursi, 29 años, empleado; Ramón Sánchez, 20 años, obrero; Juan Carlos Rodríguez, 31 años, empleado; Luis Caprara, 20 años, estudiante; Edelmiro Jesús Ramón Navarro, 27 años, empleado; Fernando José Aguirre, 20 años, empleado; Fernando Lisardo, 20 años, empleado; Pedro Bernardini, 28 años, metalúrgico; Edgardo Salcedo, 24 años, estudiante; y Víctor Chazarreta, 32 años, metalúrgico. La edad promedio del grupo era de 22 años. Todos eran peronistas. 

-Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía. 

Cuando el DC-4 logró aterrizar, los muchachos descendieron y desplegaron siete banderas argentinas. El Operativo Cóndor tenía previsto tomar la residencia del gobernador británico y ocupar el arsenal de la isla, mientras se divulgaba una proclama radial que debería ser escuchada en Argentina. El objetivo no se pudo cumplir porque el avión, de 35 mil kilos, se enterró en la pista de carreras y quedó muy alejado de la casa de sir Cosmo Haskard. La nave, además, fue rodeada por varias camionetas y más de cien isleños, entre soldados, milicianos de la Fuerza de Defensa y nativos armados. 

Bajo la persistente lluvia y encandilados por potentes reflectores, los comandos bautizaron el lugar como Aeropuerto Antonio Rivero. El sacerdote católico de la isla, Rodolfo Roel, intermedió para que los restantes pasajeros -entre los que se encontraba Héctor Ricardo García, director del diario Crónica y de la revista Así- se alojaran en casas de kelpers, mientras los cóndores permanecían en el avión. Al anochecer, Dardo Cabo le solicitó al padre Roel que celebrara una misa en la nave y después los 18 jóvenes cantaron el Himno Nacional. Al día siguiente, luego de formarse frente a un mástil con una bandera argentina y entonar nuevamente el himno, el grupo entregó las armas al comandante aviador Fernández García, única autoridad que reconocieron. Los muchachos fueron detenidos bajo una fuerte custodia inglesa durante 48 horas en la parroquia católica. 

El sábado a mediodía, el buque argentino Bahía Buen Suceso embarcó a los 18 comandos, la tripulación del avión y los pasajeros rumbo al sur argentino, adonde llegaron el lunes de madrugada. Los jóvenes peronistas fueron detenidos en las jefaturas de la Policía Federal de Ushuaia y Río Grande, en el territorio nacional de Tierra del Fuego. Interrogados por un juez, se limitaron a responder: -Fui a Malvinas a reafirmar nuestra soberanía. Quince de ellos fueron dejados en libertad luego de nueve meses de prisión. Dardo Cabo, Alejandro Giovenco y Juan Carlos Rodríguez permanecieron tres años en prisión debido a sus antecedentes político-policiales como militantes de la Juventud Peronista. 

La casi aristocrática María Cristina Verrier, hija de un juez, y el medio plebeyo Dardo Cabo, hijo de un legendario dirigente gremial, se casaron en la cárcel. El resultado de esa unión en cautiverio fue una niña llamada María. 

El 22 de noviembre de 1966, los integrantes del comando fueron enjuiciados en Bahía Blanca. Como el secuestro de aviones aún no estaba penalizado en Argentina, los cargos de la fiscalía fueron privación de la libertad, tenencia de armas de guerra, delitos que comprometen la paz y la dignidad de la Nación, asociación ilícita, intimidación pública, robo calificado en despoblado y piratería. Así trató la dictadura militar del general Onganía al grupo de jóvenes patriotas, a quienes definió como facciosos. Y casi cuatro décadas después, ningún libro de historia o manual escolar recuerda la gesta. 

La encrucijada de los años de plomo 

La vorágine de los años 70, efímera y feroz, provocó que los miembros del grupo comando tomaran diversos rumbos políticos. Cuatro después del Operativo Cóndor, unos lucharon por la patria socialista y otros por la patria peronista. 

El 20 de junio de 1973, cuando el general Juan Domingo Perón regresó definitivamente a Argentina y lo que debió ser una histórica fiesta popular se transformó en una orgía de pólvora y sangre, una parte de ellos estuvo arriba del palco de Ezeiza y el resto permaneció abajo, cuerpo a tierra. 

Aquellos jóvenes idealistas que en la primavera de 1966 se convirtieron en hombres de acción y se jugaron la vida en las Islas Malvinas unidos por el amor a esa porción de patria desmembrada, fueron desunidos por recíprocas acusaciones de infiltrados. Unos terminaron como guardaespaldas en sindicatos del peronismo ortodoxo; otros, ingresaron a organizaciones guerrilleras. En cierta ocasión el escritor Osvaldo Soriano resumió este desencuentro con pocas palabras : ¡Viva Perón!, gritaba el que disparaba su arma de fuego. ¡Viva Perón!, exclamaba el que moría. 

Hoy sobreviven 11 cóndores. De los siete que ya no están, sólo dos fallecieron de muerte natural o enfermedad. Los cinco restantes, de un lado y de otro, murieron en forma violenta. Hoy, a la distancia, quizá sea cierto lo que escribió el brasileño Jorge Amado en Los viejos marineros: -Cuando un hombre muere, se reintegra a su respetabilidad más auténtica, aunque se haya pasado la vida haciendo locuras: la muerte apaga, con mano de ausencia, las manchas del pasado, y la memoria del muerto fulge como un diamante. 

Misiones silenciosas 

A fines de 1996, un periodista amigo me propuso que escribiéramos un libro sobre el Operativo Cóndor, y en eso estamos. En mi caso, deseo que los nombres de aquellos 18 muchachos figuren con letras destacadas en la historia argentina del siglo XX, sin importar los senderos por los que se bifurcaron sus vidas. Entre febrero de 1997 y marzo de 2000 entrevistamos a los sobrevivientes, a familiares y amigos de los muertos, a militantes de la época, a periodistas. El resultado se titulará Vuelo de cóndores. Y llevará un subtítulo: El día que los muchachos peronistas hicieron flamear banderas argentinas en las Islas Malvinas. En esos tres años de investigación nos enteramos que hubo otros jóvenes nacionalistas tras bambalinas que suministraron apoyo desde Buenos Aires al operativo en Puerto Stanley. En este momento quiero mencionar sólo a tres: Américo Rial, Emilio Abras y Rodolfo Pfaffendorf. 

Los periodistas Rial y Abras, militantes del Movimiento Nueva Argentina (MNA), trabajaban en Crónica. Junto con Dardo Cabo, entonces también miembro del MNA, convencieron antes del Operativo Cóndor a Héctor Ricardo García, director del diario, de viajar en el DC-4 de Aerolíneas Argentinas. Después, aprovecharon su ausencia para convertir al periódico en el principal medio propagandístico de la hazaña. 

En la quinta edición de la tarde de aquel 28 de septiembre Crónica tituló a ocho columnas: Secuestran un avión en vuelo y ocupan las islas Malvinas.Y abajo se lee: -Reeditando la hazaña del gaucho Rivero (...) un puñado de jóvenes argentinos, tras una audaz operación de comando (la denominaron Cóndor) cumplida a bordo de un DC-4 de Aerolíneas Argentinas en viaje a Río Gallegos, hicieron desviar la máquina hacia Puerto Stanley (desde ahora Puerto Rivero), ocuparon la isla, emitieron un comunicado y dieron a conocer una proclama. La noticia causó sensación en todo el ámbito nacional y a nivel mundial. 

Los compañeros de los cóndores en Buenos Aires querían publicar también en La Razón, un importante diario de la tarde. En la noche del 27 de septiembre, Rial hizo una gestión para que Félix Laíño, el famoso editor del vespertino, recibiera a Pfaffendorf, otro militante del MNA. Pfaffendorf le llevó una carpeta con comunicados, fotos de los 18 integrantes del comando y sus datos biográficos. Laíño dudó en publicar algo sobre un hecho que aún no había sucedido. 

-Dijo que no podía jugar el diario en algo que no estaba seguro, me relató Pfaffendorf una tarde en 1997. -¡Y yo le di mi cédula de identidad como garantía! Me creyó. Nuestros comunicados salieron en la tapa de la quinta edición de La Razón. Para no comprometerme, Laíño me describe como un joven de 27 años, padre de dos hijos. 

-Si en medio del combate cayeras, compañero 

El 28 de septiembre de 1966 me faltaban un mes y 10 días para cumplir 18 años. Al atardecer de aquella jornada, enterado de las noticias, salí espontáneamente a la calle. En el centro de la ciudad me uní a otros jóvenes que no conocía. Llegamos a la Plaza San Martín, donde está la sede de la cancillería argentina, gritando consignas nacionalistas. A la noche, cinco o seis muchachos terminamos presos en una comisaría del elegante Barrio Norte. Todos éramos menores y los policías nos trataron bien. O mejor dicho: no nos trataron mal. Tomaron nuestros datos y nos permitieron salir. Creo que hasta los canas estaban un poco eufóricos aquella noche. Mientras caminaba hacia mi casa, yo no podía imaginar que más de 30 años más tarde me convertiría en amigo de Américo Rial y Rudy Pfaffendorf. 

Fueron ellos quienes me contaron que aquella misma noche tres militantes del Movimiento Nueva Argentina se subieron a un destartalado Citröen y decidieron pasar frente al consulado inglés. Los hoy muertos Jorge Money y Miguel Angel Castrofini, junto con un tercero que aún vive y que estuvo fugazmente vinculado a la guerrilla de los Uturuncos, llevaban una ametralladora PAM que había pertenecido a la Resistencia Peronista. Al pasar frente a la delegación diplomática, vieron luz en una ventana y dispararon una ráfaga. Al día siguiente leyeron en los diarios que cinco balas se habían incrustado en la pared de un salón. Y que diez minutos antes el príncipe Felipe de Edimburgo había estado parado exactamente ahí. Seguramente charlaba sobre su partido de polo con Juan Carlos Onganía. 

Años después, se cumpliría -una vez más- el doloroso paradigma que enfrentó a ex camaradas de una misma generación, separados por ideología, unidos por vocación de patria y pueblo. El 8 de marzo de 1974, Titi Castrofini fue ultimado a tiros en la puerta de su casa por un comando del Ejército Revolucionario del Pueblo 22 de Agosto (ERP-22). El 18 de mayo de 1975, el periodista y poeta Jorge Money fue asesinado por la Alianza Anticomunista Argentina (Triple A). Money trabajaba en el diario La Opinión, de Jacobo Timmerman, y era simpatizante del ERP-22. 

En los años 70, el ERP imprimió algunos pequeños afiches con el siguiente poema: 

Al pie de nuestros muertos
una flor crece.
Nuestra mano la recoge,
nuestro fusil la protege. 


Una década antes, el MNA había hecho suyas estas otras estrofas: 

Si en medio del combate
cayeras, camarada,
con el azul y blanco
tu cuerpo cubriré,
y besada por luna
de montes y de pampas,
en la tierra que descansas
florecerá el laurel. 


Bambu Press, 2003 


martes, 18 de marzo de 2014

Operación Aerolíneas: La realpolitik de la Junta Militar

entrevista: Hernán Dobry, autor de "Operación Israel" 
"Un negocio fundado en la realpolitik" 
01:01 20/02/2012 Con profesionalidad, durante cuatro años, Hernán Dobry investigó el mundo de decisiones que implicó para el país la compra de armamentos en dos instancias críticas de su existencia: el conflicto del Beagle con Chile y la Guerra de Malvinas. 



A la hora de armar su libro, creo que se convirtió en el argentino que tuvo el privilegio que hasta hoy sólo había tenido un americano, Robert Potash: escribir sobre el poder militar argentino en acción política y que los militares fueran la fuente principal del relato. ¿Es así? 

- Bueno... cuando Daniel Santoro de "Clarín" –que investigó el famoso contrabando de armas argentinas a Ecuador, Croacia, etc.– presentó mi libro, me dijo que me envidiaba porque él jamás había logrado un "on" por parte de militares. Sucede que yo trabajé un tema más lejano, de más de 30 años. Él había investigado un delito. Por eso el silencio militar. Yo en cambio trabajé sobre operaciones legales a las que había que echar luz. Busqué determinar su magnitud. Yo no venía a enjuiciar a los militares, a polemizar sobre si es o no ético vender y comprar armas… Y los militares con los que hablé –generales, almirantes, brigadieres, y de ahí para abajo en el campo de los rangos– estaban orgullosos de cómo decidieron y manejaron esas compras… y es cierto: lo hicieron bien. Y pagaron todo. 

- Del libro se puede inferir que una cuestión son las fuentes militares que tomaron las decisiones políticas de comprar a Israel y otra, no contradictoria a esos fines, son las fuentes militares técnicas que usted consultó, las que tuvieron que asimilar los sistemas de armas que se adquirían. ¿Cómo les reflexionaron ellas esos procesos? 

- Es una pregunta que enlaza muchas respuestas. Estas fuentes, ingenieros, técnicos navales, de Aeronáutica, Ejército... pilotos, marinos... estuvieron en algunos casos mucho tiempo en Israel en contacto diario con sus pares israelíes, una experiencia que querían contar. Pero no era una experiencia más, era en Israel. 

- ¿Lo dice por la eficiencia del poder bélico israelí? 

- Eso hace, digamos, a mucho de la centralidad de mi libro. Yo trabajo el proceso de rearme argentino ´76-´78. En ese período, Argentina tiene –primero–- cortado el suministro de armas por parte de los EE. UU. debido a las violaciones de derechos humanos. Pero a su vez, con Malvinas, Europa también corta. No podemos olvidar que cuatro años antes, Inglaterra había fabricado la fragata "Hércules" del Tipo 42 y aquí, con licencia inglesa, se fabricó otra: "Santísima Trinidad". Ante la necesidad de armas, Argentina busca a Israel. Podía haber buscado a la entonces URSS, como hicieron los peruanos a partir de finales de los ´60, pero era muy complejo desde lo político y desde lo técnico porque había que aprender el funcionamiento de sistemas totalmente ajenos a los que tenía Argentina. No para el caso Israel: ellos tenían Mirage en sus distintas versiones, de los cuales habían derivado el Neyer, Khafir. Nosotros teníamos Mirage. Tenían Skyhawk, nosotros también. Pero además pesaron otras dos cuestiones. Una: la eficiencia el poder bélico de Israel "probado en combate" desde su nacimiento como Estado, en el ´48. "Probado en combate" no es una circunstancia menor en la venta de armas. Me lo dicen claramente los brigadieres retirados Horacio Rodríguez y Antonio Rodríguez, en coincidencia con otras fuentes. El primero, dice: "La experiencia de guerra no te la vende nadie. Vos podes vender cualquier verdura, pero a la hora de los fierros uno esta probado en combate y lo otro es muy lindo, pero está por verse". El segundo me señala: "El arma más segura es la israelí. Allá son todos técnicos y están comprometidos con la vida o la muerte". A esto se suma, al menos en armas, que es seguro y rápido para cumplir con sus ventas. 

- ¿Esto se demuestra en el caso de las compras por el conflicto del Beagle? 

- En gran parte sí. En agosto del ´78 la dictadura ya planea la guerra para diciembre. Pero se da cuenta que no tiene munición en cantidad. Tampoco Argentina se da cuenta de que no tiene buenos equipos de comunicación y le faltan aviones, y etc, etc. ¿Quién podía en esos cuatro meses entregar todo esto? Israel. Que además –y esta es otra de las características de cómo maneja su negocio de armas–, entregaba material que estaba en actividad. En este marco se da la compra de los Neyer, que es una variante israelí del Mirage V. Israel los tenía en uso. No estaban abandonados en un galpón. Pero tenía decidido cambiarlo por otra variante suya del Mirage V: el Khafir. Argentina dijo: "los queremos ya" y en diciembre, antes de la hora crítica con Chile, estaban en nuestro país. La tapa de mi libro es la foto del transporte de esos Neyer, que acá llamamos Dagger. Se compraron 26. En el ´80, 13; y en el ´82, 14 Mirage III C. Esas tres compras para la Fuerza Aérea tuvieron un costo de 350 millones de dólares, en términos redondos… Estas compras tenían más sentido para un conflicto con Chile que para lo que pasó luego con Gran Bretaña en Malvinas. 

- ¿Por qué? 

- Porque la táctica de la FAA en la Guerra con Chile pivoteaba en una pelea de "perro a perro", es decir combate aire-aire. O sea combate aéreo facilitado por el hecho de tener las bases aéreas muy cerca de la frontera, con lo cual se incrementaba la autonomía de vuelo de los Mirage. Cuestión que no se dio en Malvinas, que por razones de distancia determinaban que los Mirage que llegaban a las islas tuvieran muy pocos minutos para operar… 

- Isrex, la empresa israelí que formó parte de las ventas de Israel, ¿sigue existiendo? 

- Por supuesto. También su filial argentina: Isrex Argentina SACIF. Es una "trading". No produce nada, pero representa a las compañías más importantes de Israel, entre otras las militares. Organiza ventas, desde… desde rabanitos, por así decir ligeramente, hasta sistemas de riego por aspersión, que fue una de sus primeras actividades en el país; o puede vender misiles, tanques, lanchas de patrulla o aviones de combate. Se creó en 1968… 

- ¿Cómo fue hablar de todo este tema con Israel Lotersztain, uno de los negociadores por parte de Isrex? 

- Bien. Claro. Seguro, sin duda, de la legalidad de todo en lo que participó. Igual que otra gente que trabajo con él. Vive en Buenos Aires. Queda claro que no es un contrabandista de armas… 

- En una biografía de Ned Temko sobre Menachem Begin –"Ganar o morir"– queda claro que Begin odiaba a los británicos, contra los que había pelado durante la ocupación inglesa de Palestina. Pero parece un poco fuera de razón que, como usted lo señala en su investigación, al momento de Malvinas Begin siga odiando a Gran Bretaña en los mismos términos. ¿Qué opina? 

- Es una realidad. En mi libro, cuando en pleno proceso de Malvinas es informado de que Argentina busca armas israelíes, él dice: "Si es para matar ingleses, adelante". Pero ordena hacerlo bien, es decir cuidando todas las formas. Después de Malvinas, Israel sigue vendiendo Mirage a la Argentina, pero en los papeles Perú figura como comprador. Y por ahí se triangulan los aviones, aun a sabiendas de Gran Bretaña. Como también es cierto que durante la guerra, en las islas hubo dos técnicos israelíes poniendo a punto equipos vendidos a Argentina. Eran Ioran Guidot e Ika, pertenecientes al complejo militar industrial israelí. Ika salió semanas antes del final, y Guidot unos días... Es decir, si hay dinero, siempre hay armas. Lo dijo Dayan: "Teniendo dinero, no hay ningún inconveniente para comprar armas en cualquier lugar del mundo y para cualquier fin". En fin, unos y otros fundaron su negocio en la realpolitik. 

CARLOS TORRENGO Carlostorrengo@Hotmail.Com 

Rio Negro

lunes, 17 de marzo de 2014

Operación Cóndor y la política interna

El "cóndor" que desapareció de mi artículo 

 

Roberto Bardini 

Hace pocas semanas publiqué en RODELU un artículo de casi 4 mil palabras titulado "El vuelo de los cóndores". Fue un homenaje a aquellos 18 jóvenes –una mujer y 17 varones– que el 28 de septiembre de 1966, durante la dictadura del general Juan Carlos Onganía, desviaron un avión en pleno vuelo, aterrizaron en las Islas Malvinas y durante 36 horas hicieron ondear al viento banderas argentinas. 

Bueno, el asunto es que después de corregir ese artículo me "comí" un párrafo de cinco líneas. Y en ese párrafo figuraba el nombre de uno de los muchachos, que no apareció mencionado. No fue un olvido, sino un involuntario error técnico: en el apuro, uno aprieta la tecla DELETE cuando debe apretar SAVE, o algo así. Una de esas fallas más o menos habituales en esta era tecnológica que si llegan a ocurrir durante un concierto de rock o la transmisión de un partido de fútbol a uno lo linchan. 
Por suerte, en este caso uno puede enmendar el error con una aclaración, una posdata o una fe de erratas. Yo lo haré con un artículo-presentación. Permítanme, entonces, que les hable del joven que desapareció de mi trabajo: se llama Andrés Castillo y en la época del Operativo Cóndor tenía 23 años. Fue el último en unirse al grupo comando y el primero en descender en suelo malvinense. 

Como muchos adolescentes argentinos de la década del 60, Castillo –nacido el 2 de noviembre de 1942– había pasado por el movimiento Tacuara: "En el barrio no me acuerdo quién de nosotros se conecta con grupos nacionalistas y tenemos contacto con Tacuara", relató en Historia de la Juventud Peronista 1955-1988 (Oscar Anzorena, Ediciones del Cordón, Buenos Aires, 1989). "Casi todos los chicos del barrio entran a Tacuara (...), que levantaba la violencia como elemento de militancia y para nosotros era una cosa buenísima, algo en lo que creíamos. A partir de esto cae entre nosotros una serie de bibliografía, incluso fascista; leemos a José Antonio Primo de Rivera y tenemos una corrida hacia la derecha sin saber qué era la derecha, ni qué era el peronismo, ni la izquierda, ni qué era nada. (...) Nos integramos por el tema del nacionalismo, de la violencia, de la verdad de los puños y las pistolas por encima de lo racional, que prendía en nosotros". 

En 1961 se produjo un desprendimiento en Tacuara, encabezado por dos militantes de sus Brigadas Sindicales: Dardo Cabo y Edmundo Calabró fundaron el Movimiento Nueva Argentina (MNA), que se definía como peronista. El lanzamiento oficial del nuevo grupo fue el 9 de junio de aquel año, en conmemoración del levantamiento dirigido en 1956 por el general Juan José Valle contra la "revolución libertadora". 

El MNA nació en el Café "Matheu", en el popular barrio de Once, con siete miembros iniciales. Además de Cabo y Calabró, los primeros en llenar las fichas de afiliación fueron Andrés Castillo, Américo Rial, Rodolfo Pfaffendorf, López Vargas y Antonio Arroyo. El MNA se transformó en uno de los grupos más numerosos y activos de la Juventud Peronista. 

Al atardecer del 27 de septiembre de 1966, Castillo salió de su trabajo en la Caja de Ahorro y se encontró para tomar un café con Pfaffendorf cerca del Luna Park. Allí se enteró que el Operativo Cóndor estaba en marcha. "Yo quiero participar", dijo y se fue hasta el aeroparque en taxi. Como era primavera, vestía un delgado traje Príncipe de Gales y mocasines. Tras una breve conversación con Dardo Cabo, jefe del comando, logró subir al avión Douglas DC-4 y fue el primero en bajar de la aeronave en Puerto Stanley, capital de las Malvinas. Luego del operativo, los integrantes del grupo permanecieron presos nueve meses en el sur argentino. Castillo se casó en la cárcel. 

A comienzos de la década del 70, el ex militante del MNA fue uno de los fundadores de la Juventud Trabajadora Peronista (JTP), vinculada a Montoneros. Fue dirigente bancario y luego del golpe militar del 24 de marzo de 1976 permaneció desaparecido en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). 

A las cuatro de la tarde del 19 de mayo de 1977, Castillo fue secuestrado por un grupo de hombres vestidos de civil e introducido a golpes en una ambulancia. En el vehículo le colocaron una capucha en la cabeza y le ataron los brazos y las piernas con grilletes de acero. Lo llevaron a la ESMA, donde fue torturado durante cinco días, en sesiones que duraban entre diez y doce horas. Uno de sus interrogadores fue el capitán de corbeta Jorge Eduardo Acosta, alias El tigre. Posteriormente vivió exiliado en Venezuela y España. 

Hoy, con 60 años de edad, Andrés Castillo continúa haciendo política con la misma pasión que en su juventud. En el peronismo, muchos lo consideran un "histórico". Como ven, no es justo que un personaje de este calibre desaparezca dos veces: una, en la ESMA; otra, en un artículo de homenaje. Honor a quien honor merece. 

17 de octubre de 2003 

© Roberto Bardini 
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domingo, 16 de marzo de 2014

Desidia desmalvinizadora en la tierra de la corrupción

A un año de la caída del Mirage aún no fue restituido



Ayer se cumplió un año de la caída del avión Mirage que había sido emplazado en un monumento en la ría local en memoria por los caídos en Malvinas. Sin embargo, un temporal ocasionó que la aeronave se desplomara, lo que derivó a que se realice una investigación sobre la obra.
El incidente se produjo un sábado 10 de marzo de 2013, al mediodía, en medio de un temporal que tuvo lugar en la localidad. El monumento era una aeronave Mirage M5 “Mara” que estaba emplazado en las calles Chacabuco y Pasaje William Halliday,   enclavado junto al  monumento a los Pilotos Caídos en Malvinas.
La inclemencia climática sumada a lo que se presumió fue un defecto en la construcción de la base donde se emplazó la aeronave, causó que la misma se precipitara al suelo.
Las autoridades municipales de Río Gallegos se encargaron de realizar una investigación sumaria sobre lo ocurrido, mientras la Fuerza Aérea Argentina puso en marcha las tareas necesarias para el traslado del avión a un lugar adecuado para comenzar con el proceso de restauración.
A más de un año de su caída poca información a circulado sobre el estado de la reparación, así como tampoco ha trascendido si se colocará nuevamente la aeronave en la Costanera.
(TiempoSur-Digital)

sábado, 15 de marzo de 2014

Cuando Gadafi ayudó

Gadafi fue un amigo solidario de la dictadura durante la guerra por las Islas Malvinas 


Muamar Kadafi se ha convertido, en las últimas semanas, en un paria internacional, tras la represión que viene llevando a cabo contra los grupos de manifestantes que piden su renuncia y que ya ha dejado centenares de muertos. Pero hubo tiempos en los que no sólo era el centro de atracción mundial, sino también un gran amigo de la Argentina. 

Es que el líder libio es una caja de sorpresas capaz de dejar sin palabras, con sus actitudes, a cualquier analista internacional. Y así lo hizo durante la Guerra de Malvinas, cuando decidió apoyar abiertamente al gobierno del general Leopoldo Fortunato Galtieri. Si bien existía una relación bilateral desde 1973, luego del ingreso de la Argentina al Movimiento de Países No Alineados (MPNA) y la visita de José López Rega a Trípoli al año siguiente, los vínculos no pasaban de meros intereses comerciales. 

Eran más los puntos que separaban a ambos países que las coincidencias, sacando los negocios. Esto se profundizó con la llegada de la última dictadura militar, ya que Libia tenía un régimen musulmán pro soviético y Buenos Aires uno “occidental y cristiano”. Incluso, el gobierno libio se dedicaba a entrenar a miembros de Montoneros en sus bases. 

Por eso es que hasta la propia Junta se sorprendió cuando, a principios de abril de 1982, Kadafi se ofreció a enviarles ayuda para enfrentar una guerra contra Inglaterra, que ya se veía como inevitable. Si bien, en un comienzo, el gobierno militar le dio poca importancia a este gesto, con el correr de las semanas fue tornándose cada vez más trascendente a medida que crecía su aislamiento internacional, tras los embargos de la Comunidad Económica Europea, el Commonwealth y, finalmente, el de los Estados Unidos. 

Entonces, la Junta decidió enviar a Trípoli una comitiva compuesta por el brigadier Teodoro Waldner, el contraalmirante Juan Carlos Marengo, el coronel José Dante Caridi, el sacerdote Aníbal Fosbery y el profesor Eduardo Sarme, a quienes se les sumó el agregado cultural de la embajada libia en Buenos Aires, Mohamed Khalifa Rhaiam.El objetivo era analizar la oferta y tomar contacto más cercano con la administración Kadafi. 

La visita generó un gran impacto en los argentinos debido a las diferencias culturales y religiosas que había entre ambos países, sumado al atraso que vivía la nación africana y a su estilo de gobierno casi tribal. “Me probaron varias veces cómo era mi forma de pensar. Comenzamos a hablar con el vicepresidente y me empezó a hablar de religión. Siete horas después le dije: ‘No vine acá para esto. Ni usted me va a convencer a mí, ni yo a usted, así que por qué no dejamos este tema a un costado’, afirma Waldner en el libro Operación Israel, el rearme argentino durante la dictadura, de este autor, que se publicará el próximo mes. "Encima, me pusieron a un chico de siete años por si yo tenía deseos sexuales. Eso me dio mucho asco. Me siguió los cuatro días que estuvimos allí, era una cosa que nunca había visto”. Luego, se entrevistaron con el jefe del Estado mayor de las Fuerzas Armadas libias que los dejó paralizados cuando afirmó que Buenos Aires debía de “tener un padrino muy poderoso para lanzarse a una guerra contra Inglaterra” porque, si no, eran “muy tontos”. Pero más sorprendido se mostró el militar ante la respuesta del brigadier argentino: “General, somos tontos”. Sin embargo, el encargado de realizar los acercamientos políticos entre ambas partes fue fray Aníbal Fosbery, quien obtuvo el compromiso final de Kadafi para enviar armamentos al país. 

A su regreso a Buenos Aires, previa escala en España, la comitiva informó a la Junta sobre lo que habían visto y la propuesta libia. Esto llevó a que el 14 de mayo el gobierno militar firmara una resolución para aceptar la ayuda y enviar una segunda misión en busca de los equipamientos. No tenían demasiadas alternativas por delante y necesitaban reabastecerse para continuar con los combates. 

La mayor tentación se generó cuando Kadafi ofreció entregarles misiles Exocet que habían resultado efectivos para hundir buques británicos y que a la Argentina se les estaban acabando. La Marina los buscaba por todos lados e, incluso, había depositado cuatro millones de dólares en el mercado negro para intentar comprar algunos. Pero todos los esfuerzos fueron en vano. 

“El que nos ofreció Exocet y no se materializó fue Libia. Ellos los tenían, pero no tenían capacidad para operarlos. Entonces, mandamos una comisión en la que iba un brigadier, un general y un almirante en un Boeing”, afirma Lami Dozo en el libro. Esta vez, el viaje fue mucho más precipitado debido a las necesidades propias de la guerra y al apuro por conseguir insumos para los combates. “Me llamó Lami Dozo al mediodía y a las seis de la tarde estaba saliendo para Libia”, recuerda Waldner. 

La misión llegó a Trípoli en dos aviones de la Fuerza Aérea a fines de mayo en lo que se conoció como “Operativo Libia”. El representante el Ejército llevaba en mano una carta de Galtieri dirigida a Kadafi en la que comparaba el conflicto de Malvinas con una guerra santa: “Nuestro país ha sufrido el ataque artero de las fuerzas colonialistas ateas y anticristianas que Su Excelencia bien conoce. Estamos convencidos de que esta cruzada nuestra tiene el sentir del yihad”. 

La comisión logró su cometido, ya que firmó con el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas libias, el brigadier Mustafá Muhammad Al Jarrubí, un acuerdo el 27 de mayo, gracias al que se recibirían armas de origen soviético. En el documento, se señalaba como “bárbara” a la “odiosa agresión imperialista británica”. Sin embargo, lo que tenían para llevar era de poca utilidad para los argentinos, ya que sus arsenales tenían, en su mayoría, armamentos de origen soviético, que eran desconocidos en el país, además de que no sabían cómo operarlos. 

Más allá de esto, cargaron todo lo que pudieron en dos Boeing 707. Antes de partir, les preguntaron qué querían a cambio de que Kadafi había ofrecido toda la ayuda en forma gratuita. La respuesta los sorprendió: “frutas”. 

Los aviones partieron rumbo a la Argentina y tenían prevista una escala en las Islas Canarias, pero mientras surcaban aún el continente africano, se les acercó un grupo de cazabombarderos británicos que había sido alertado de la operación. “Nos iluminaron los ingleses, pero les dieron la orden de no tirarnos. Entonces, me dijeron de Buenos Aires que no aterrizáramos allí y llegamos a Brasil al límite”, recuerda Waldner. 

La escala para reabastecimiento se realizó en la ciudad de Recife, en el nordeste brasileño, donde las autoridades locales ya habían sido alertadas de lo que contenía la aeronave. Por eso, pudieron seguir su camino sin que fueran revisados. Luego de descargar todo el material en Buenos Aires, los aviones partieron una vez más hacia Trípoli, pero esta vez, cargados de alimentos y caballos de salto en señal de agradecimiento. 

“Libia envió mucho armamento a cambio de manzanas, peras y caballos”, destaca el almirante Isaac Anaya, en el libro El oro de Moscú. Lami Dozo concuerda. “Vino un avión completamente cargado de material, mucho para el Ejército. Kadafi no quería nada en retribución. Entonces, Galtieri le mandó a decir si no deseaba unos caballos de salto. Parece que le gusta cabalgar y dijo: ‘Bueno’. Entonces, se los enviamos de regalo”, afirma. 

Los cuatro vuelos que realizaron los Boeing 707 de la Fuerza Aérea trajeron muchas armas, entre ellas, 15 misiles aire-aire 530 calorías, cinco aire-aire 530 radares, veinte aire-aire 550 junto con veinte motores, veinte lanzadores portátiles tierra aire SA-7 Grail/Strela-2 con sesenta proyectiles, diez morteros de 60 mm con accesorios y 492 proyectiles, diez de 81 mm con accesorios, 498 proyectiles súper-explosivos y 198 iluminantes. A su vez, se enviaron mil bombas iluminantes de 26,5 mm, cincuenta ametralladores calibre 50 mm con 49.500 proyectiles, 4 mil minas antitanque y 5 mil antipersonales. La mayoría no se usaron durante los combates. El acercamiento se vio coronado con las cartas que envió el general Galtieri a Kadafi y al comandante del Ejército libio, agradeciendo la ayuda recibida para enfrentar a “un imperialismo anacrónico y cruel”. Paradójicamente, los dos mensajes fueron escritos el 14 de junio de 1982, el mismo día en que el general Mario Benjamín Menéndez firmaba la rendición ante su colega Jeremy Moore, con lo que se daba por terminada la guerra. 

   
Fuente:Bahia Digital.

viernes, 14 de marzo de 2014

Un VGM muere en un accidente en Malvinas, QEPD


Trágica muerte de un excombatiente de Malvinas cuando visitaba las Islas
Había ido a colocar placas en homenaje y tuvo un accidente de tránsito.


Una visita que terminó mal.
El ex combatiente de la guerra de 1982 Gustavo Antelo falleció hoy en un accidente de tránsito en las islas Malvinas, cuando regresaba del cementerio de Darwin donde había concurrido para colocar placas en homenaje a los soldados caídos.

Así lo confirmó el presidente de la Cámara de Diputados de la Nación, Julián Domínguez, quien expresó su "más profundo" dolor por el fallecimiento de Antelo. El accidente se produjo cuando la camioneta en la que se trasladaba Antelo y el resto de los integrantes de una comitiva de ex combatientes se despistó en un camino de ripio entre Darwin y Puerto Argentino.

En el siniestro, otras personas resultaron heridas y fueron derivadas de urgencia en helicóptero hacia un hospital local. Uno de los pasajeros del vehículo que se accidentó era el secretario de General de la APL, Norberto Di Próspero, además de Fabián Zaccardi y Facundo Di Próspero, familiar del primero.

Según se informó en un comunicado, tras conocerse la noticia, Domínguez "se acercó a la sede de APL para solidarizarse y hacerles saber a los integrantes del gremio que ya se había comunicado con Cancillería para facilitar los trámites del traslado de los involucrados en el accidente".

"Siempre apoyamos la participación de los excombatientes de Malvinas como trabajadores del Congreso, por eso este suceso nos afecta aún más profundamente", afirmó el titular de la Cámara baja, que estuvo afectado al teatro de operaciones durante el conflicto bélico con el Reino Unido en 1982.

TN

jueves, 13 de marzo de 2014

Otra foto de Bahía Agradable

Otra foto de Bahia Agradable

Hay muy pocas fotos de Bahía Agradable donde aparecen los tres buques destruidos ese día...RFA Sir Galahad RFA Sir Tristam y en el medio el Foxtrot 4 destruido en la segunda oleada de ataques, la foto obviamente fue tomada en la pausa que hubo entre ambos ataques de la FAA y el lanchón esta apoyando la evacuación de personal y elementos....había en Malvinas dos buques logísticos similares que tenían lanchones desembarco, eran el HMS Fearless y el HMS Intrepid, la diferencia entre los lanchones de cada buque estaba en la pintura o cammo que utilizaban, por ello no hay dudas que el de la foto es perteneciente al Fearless y destruído ese día 8 de Junio en cuya acción entregan la vida nuestros Bravos pilotos el Turquito Arrarás, Danilo Bolzan y Alfredo Vazquez.



Sapucay de Malvinas