sábado, 25 de febrero de 2017

Análisis: No es Siempre Imprescindible Combatir por la Superioridad Aérea

No es Siempre Imprescindible Combatir por la Superioridad Aérea 

Comodoro José C. D’Odorico, FAA (Ret) 

 


Pido clemencia a quienes me quieran acusar de traidor a uno de los dogmas más reverenciados del poder aéreo. Pero en este mundo librado al revisionismo hay conceptos populares que comienzan a recibir cuestionamientos no desechables. Atrincherarnos en una formalidad sin más aliado que enfáticas afirmaciones, puede ser tan imprudente como dejarnos seducir por una corriente de modernismo que todo quiere cambiar. Por eso es que ante el desconcierto que pudiera haber despertado el título, solicito un instante de reflexión antes que decidan si una indignada reacción los impulsa a hacer pagar cara la osadía que desafía el principio más respectado de la guerra en el aire ... hasta ahora por lo menos. 

Como un aporte a este reclamo, pregúntense, ¿podemos jurar sobre el libro de la doctrina aérea básica que, cualesquiera sean las circunstancias de una situación, es imprescindible luchar por la obtención de la superioridad aérea antes de atacar los centros de gravedad de un enemigo? Probablemente los pilotos veteranos no vacilen en ratificar lo que ha sido una regla de oro desde que los aliados—en la II GM—sufrieron dolorosas bajas en los bombardeos masivos sobre el continente europeo. Desde aquella conflagración se comprobó que las fuerzas de superficie perdían su libertad de maniobra cuando la aviación adversaria podía atacar con cualquier tiempo y a cualquier hora las posiciones defensivas, la artillería, los trasportes terrestres y los blindados. 

El concepto de necesidad de obtener la superioridad en el aire se instaló entre las fuerzas aéreas con la firmeza de un principio que debía ser respetado para asegurar el triunfo. La doctrina que acogió esta enseñanza no tardó divulgarse y venerarse en todos los países. Curiosamente, a pesar de haber causado una profunda alteración de las reglas tácticas que habían sobrevivido en el tiempo, esta noción no sugirió un estudio ulterior ampliado para determinar si era válida en cualquier circunstancia. Los estrategas aéreos prefirieron alabar y estructurar doctrinariamente las experiencias de las fuerzas aéreas que habían hecho la guerra. 

Si las grandes fuerzas aprobaban ese principio, ¿qué argumento podrían utilizar las pequeñas y menos experimentadas para discutir lo que enseñaban los líderes con blasones propios? El nuevo evangelio de la guerra en el aire dominó a los estados mayores (EMs) aéreos y reprobó todo lo que contrariaba esas lecciones aprendidas a sangre y fuego. Los eventuales objetores eran condenados al ostracismo profesional y nadie se atrevió a reprochar los axiomas sacralizados por Trenchard, Douhet, Mitchell y de Seversky. 

La Obtención de la Superioridad Aérea 
Comparto la idea que para disponer de libertad de maniobra en el aire y en la superficie hay que contar: 1) como mínimo, con la superioridad aérea en ciertas áreas y momentos y 2) como máximo, con el dominio del aire sobre un teatro de operaciones (TO) o un país. Pero esta coincidencia no me lleva a renegar del título. Para que la superioridad se concrete, puede que haya necesidad de empeñar importantes recursos o no. Serán las circunstancias de momento y lugar lo que determinará el verdaero grado de empeñamiento. En esencia, el problema principal no consiste en cómo eliminar el peligro proveniente del aire, sino discernir si se puede atacar sin otro trámite al oponente o se debe emprender una campaña para eliminar esos riesgos, previa a otras operaciones aéreas. 

Las estrategias en nuestros días son sometidas a continuas pruebas por los nuevos sistemas de armas y modos de empleo. Por eso es tan imprudente estancarnos en el tiempo como permitir que las doctrinas en uso en los países más fuertes neutralicen el surgimiento de teorías de defensa ajustadas a una realidad local y regional. Ningún país es idéntico a otro y sus necesidades para la defensa tampoco lo son. Más allá de servir como referencia general, la doctrina extranjera suele tener limitadas aplicaciones prácticas en estados con diferencias de potencial respecto del que las redactó. Las adaptaciones apresuradas tienen más consecuencias negativas que positivas para el estado más pequeño, puesto que alientan expectativas y gastos que no concuerdan con los requerimientos reales. 

En un país poco desarrollado, un análisis desprejuiciado de la situación puede lograr que un EM aéreo descarte la adhesión a una teoría general que durante un conflicto induzca mecánicamente a desgastar las pocas unidades aéreas disponibles en operaciones superfluas. La pregunta básica es ¿hay que emplear inexorablemente y con anticipación medios aéreos escasos, costosos y de difícil reposición para combatir por la obtención de la superioridad aérea? Si se respetara esta premisa sin más trámite y se confirmara esa condición favorable, ¿quedarían recursos suficientes para llevar adelante los ataques aéreos de paralización, neutralización o destrucción de objetivos estratégicos adversarios y para dar apoyo a otras fuerzas? ¿Se podrán efectuar operaciones para conseguir estos resultados centrales a pesar de la oposición que pudiera ofrecer el enemigo? O sea, ¿se podría llegar hasta los objetivos deseados y atacarlos superando la réplica de la defensa adversaria? No hay duda que las respuestas resuelven el dilema de la necesidad de combatir o no por la superioridad en el aire. 

Repasemos algunos ejemplos que nos ofrece la historia militar aérea. Tal vez eso nos ayude a decidir en qué oportunidad o en qué clase de guerra habría que respetar la doctrina tradicional como dicen los libros o habría que buscar otras soluciones imaginativas. Cuando dos potencias que poseen fuerzas aéreas modernas y poderosas chocan, hay que conjeturar que ambas están en condiciones de poner en acción sendos sistemas defensivos que pueden causar sensibles pérdidas a su oponente. Examinemos someramente tres casos diferentes no demasiado lejanos. 

Entre 1965 y 1972 la aviación norteamericana no planeó una batalla específica para conquistar la superioridad aérea sobre Vietnam del Norte, Laos y Camboya porque llegaba cuantas veces deseaba a cualquier punto de esos territorios para cumplir sus misiones sin correr riesgos inaceptables. Si bien tuvo pérdidas numéricas significativas, la mayor parte se registró durante los ataques con helicópteros y aviones tácticos. Las operaciones de bombardeo en Rolling Thunder y Linebacker I y II no fueron precedidas por una campaña de ataque a la aviación Vietnam y la supresión de defensas aéreas (SEAD, Suppresion of Enemy Air Defense), dedicada a obtener la superioridad aérea. Esa condición estaba configurada de hecho por la sola diferencia de magnitud, calidad y potencia de las fuerzas enfrentadas. La superioridad norteamericana fue abrumadora y la oposición presentada por los medios que soviéticos y chinos habían facilitado al Vietnam fue limitada. Los MiG-17, 19 y 21 de ese origen no fueron rivales de entidad para los F-4, 100, 102 y 105, y los B-52, 57 y 66, salvo cuando eran sorprendidos cargados de bombas1. 

El segundo ejemplo lo tomamos de la guerra del Golfo Pérsico (1991), donde una coalición de más de treinta estados se lanzó contra Iraq que contaba con una FA considerable y fogueada después de ocho años de combates contra Irán. Todos esperaban que se entablase la disputa prioritaria por la superioridad aérea. La operación Desert Storm incluía cuatro fases aéreas definidas por los objetivos estratégicos de cada una, pero no fueron ordenadas siguiendo un calendario. El LG USAF Charles Horner, comandante del componente aéreo de la coalición las describió como: I (campaña aérea estratégica); II (superioridad aérea en el TO Kuwait), III (preparación del campo de batalla), y IV (la guerra terrestre)2. 

La Fase II, explicaba Horner, fue pensada por Schwarzkopf como general del US Army, pero no fue discutida por el componente aéreo aunque hubo redundancia. En tanto Desert Storm se convirtió en la primera guerra aérea en paralelo de la historia al ejecutarse las tres primeras fases casi sin separación en el tiempo ni entre sí. No obstante, se alcanzaron los efectos estratégicos ambicionados con notable efectividad y pérdidas mínimas, unificando la conducción de todos los medios aeroespaciales que operaban en el TO3. 

La selección de los objetivos se hizo en el USCENTCOM (US Central Command), no en Washington como durante la guerra de Vietnam y se aprovechó astutamente la sorpresa tecnológica (F-117A), el ataque masivo y la contundencia de los bombardeos con armas de precisión. El ataque aéreo estratégico no llegó a diferenciarse de los procedimientos SEAD pero conjuntamente consiguieron la paralización del C3I iraquí cuya consecuencia fue la posterior inoperancia, destrucción y desorganización de las fuerzas militares de Saddam Hussein, incluyendo su fuerza aérea, de la que se esperaba un desempeño menos humillante. 

En este episodio bélico intenso pero de corta duración verificamos que la Fase I posibilitó implícitamente la conquista de la superioridad aérea sin necesidad de emprender una Fase II con ese objetivo y redundante en los efectos. La primera fase incluía intrínsecamente la obtención del control del aire que habilitaba los ataques estratégicos. Aunque en 1991 no se combatió exclusivamente para conquistar la superioridad como objetivo prioritario, la coalición no la ignoró como condición necesaria y lanzó una campaña condensada multiforme que le permitió obtener los beneficios tradicionales de la superioridad en el aire. 

Tenemos un tercer caso acontecido en la guerra de Malvinas (1982) donde tampoco hubo un plan o lo que sea para ganar la ansiada libertad de cielos. Cada parte atacó con sus escasas fuerzas los objetivos militares enemigos que le interesaba, ambos explotando la limitada aptitud del otro para destruir su poder aéreo. Por eso ninguno de los contendientes pudo asegurar el control del aire y ambas fuerzas aéreas suplieron con coraje la ausencia de esa ventaja. Algunas veces, para cubrir ese déficit, los planificadores de la FAA crearon pequeñas sorpresas tácticas (procedimientos Fénix de diversión, vuelos a ras del mar) que tuvieron resultados positivos 4. 



Los británicos procuraron sacar partido de sus ventajas tecnológicas. A pesar de las bajas causada por esa notoria superioridad (AIM-9L, VTOLs, defensa antiaérea misilística, RWS y otros), las escuadrillas argentinas llegaron una y otra vez hasta sus objetivos. En Malvinas ninguna de las partes hubiera podido emprender una fase exclusiva de conquista de la superioridad en el aire debido a la ubicación, infraestructura del TO y la carencia de recursos en ambos lados. Ninguna de las fuerzas pudo cumplir procedimientos SEAD de envergadura, aunque las dos conocían las reglas de empleo del poder aéreo 5. 

Si los lectores dispensan mi atrevimiento, creo que en el corriente siglo asistiremos a la paulatina desaparición de las campañas exclusivas que perseguían la conquista prioritaria de la superioridad aérea y los pilotos van a tener que ir al combate con una visión diferente de la situación. Esta presunción se confirma cuando observamos que las guerras al estilo de la II GM son cada vez más espaciadas. La crónica agresividad humana se encauza hoy mediante modelos operacionales distintos de los conocidos hasta poco tiempo atrás y eso llevará a los estrategas a reconsiderar su batería de factores circunstanciales. 

Por eso aprecio que esta alteración implicará la reeducación de la mentalidad de los hombres del aire para acordar con las nuevas realidades político-militares. Inevitablemente habrá que renovar los conceptos doctrinarios en materias que comienzan a preocupar a líderes poítis y militares. La combinación de esas pautas, aún poco desarrolladas, causarán fuertes remezones en el pensamiento militar aéreo. Este complicado e inevitable proceso de actualización necesitará de la proverbial lucidez de los estrategas para no interferir con áreas doctrinarias que conviene conservar porque no han caducado. Las mentes brillantes, una vez más, tendrán oportunidad de lucirse recomponiendo el caudal de dogmas que determinarán la intervención aeroespacial en los próximos conflictos. 

Los acontecimientos bélicos más recientes ofrecen mucho material para el estudio. La originalidad de las lecciones que extraen los investigadores, aún entrañan cierta desconfianza sobre las conclusiones y por lo tanto se les adjudia una dosis de precariedad. De allí que siga habiendo una multitud de hombres del aire que prevén combatir siempre por la obtención de la superioridad aérea, sin evaluar las peculiaridades de cada situación. Estoy convencido que los académicos tendrán una tarea ardua tratando de corregir la arquitectura intelectual de esos tradicionalistas y de explicar el motivo de los cambios, pero es preciso iniciarla cuanto antes para evitar que las fuerzas aéreas marchen detrás de los acontecimientos. La aviación siempre se ha puesto al frente de los hechos y esa posición no tiene por que ser modificada. 

Los lectores seguramente perciben que no me opongo a aprovechar los beneficios que proporciona la superioridad aérea en cualquier circunstancia bélica. Absolutamente no. Sin embargo, en mi visión personal y cuando el balance de fuerzas lo recomiende, convendrá adjudicar la primera prioridad a la ofensiva del poder aéreo para paralizar, neutralizar o destruir los blancos materiales que integran los objetivos estratégicos que posibilitarán la consecución de los fines militares. 

No obstante, la necesidad de combatir en primera instancia por la superioridad o explotar directamente una razonable libertad en el aire sobre los objetivos estratégicos, es una decisión que dependerá de una correcta apreciación de Inteligencia. Como sucedió en Desert Storm, nada impide que el logro de la superioridad requerida en un lugar y moento constituya parte integrada de una campaña estratégica, pero el éxito o fracaso puede estar determinado por la calidad del trabajo de la Inteligencia. La forma práctica de lograr esas condiciones (el qué y el cómo) dependerá de cada situación, las fuerzas propias y las oponentes, lo cual determinará los tipos de operaciones a realizar y la cronología de ejecución. 

El Problema Aéreo Militar en Países de Segundo Nivel 
Teóricamente, al planear una campaña aérea, el primer acto será evaluar qué se deberá hacer en función de la misión asignada y qué tipo, calidad y magnitud de oposición ofrecerá el eventual adversario. La comparación de los factores en oposición aconsejará los cursos de acción que, debidamente evaluados, darán lugar a una resolución. Pero esa decisión, a transformar en operaciones eficaces al comenzar la campaña, seguramente no tendrá una gestión sencilla. Antes de pensar qué haremos, habrá que efectuar un estudio de las capacidades enemigas y no siempre se puede contar con una Inteligencia tan completa y actualizada como se quisiera. Por lo tanto, ese paso se dará presumiendo la calidad de la defensa del oponente y deduciendo los procedimientos de ataque más convenientes. 

Los países menos avanzados generalmente cuentan con pocos medios aéreos y no muy modernos. La aviación de combate que les podemos imaginar consiste, cuanto más, en escasas decenas de aparatos polivalentes de tecnología atrasada. Los proveedores prefieren mantener a otros países por debajo de sus propias capacidades, evitar focos de armamentismo y mantener un prudente equilibrio regional. Esta consideración deja entrever que los estados vecinos no tendrán que confrontar riesgos que excedan sus posibilidades de tolerancia. Esos países sólo podrán organizar una defensa aérea limitada con sectores ciegos, lo cual permite prever que no habrá respuestas muy eficientes a los supuestos ataques aéreos. Esta perspectiva será más ventajosa para un incursor que sea capaz de producir sorpresas tácticas que hasta le permitan un doble pasaje de lanzamiento o tiro sobre los blancos materiales. 

Todo proyecto de ataque aéreo al interior de un territorio hostil tiene que estar correlacionado con una información actualizada y precisa. En países menores, los medios aéreos y las armas disponibles son escasos; la reposición tiene que superar una larga lista de dificultades y frustraciones; el abastecimiento de municiones es costoso y los pilotos entrenados son artículos de lujo porque siempre hay restricciones sobre el entrenamiento. Por ello cada operación de ataque demandará un delicado proceso para garantizar la recuperación de los medios que son previstos para participar en tareas subsiguientes. 



La construcción de un éxito razonable se fundamentará en aeronaves preferentemente subsónicas por ser más baratas. Un avión confiable tiene que estar equipado como mínimo con un sistema de navegación y tiro, GPS (Global Positioning System), RWS (Radar Warning System), defensa contra misiles y un radar multimodo. La plataforma debe trasportar alrededor de dos toneladas de bombas PGM (Precision Guided Munition) y un mínimo de dos AIM (Air Interceptor Missile) para su autodefensa. 

La disponibilidad de armas stand-off aumentaría considerablemente la peligrosidad del incursor. El reabastecimiento en vuelo sería un suplemento deseable aunque no es inhibitorio si el radio de acción táctico de la plataforma se acerca a un millar de kilómetros. La aeronave tiene que poder desarrollar perfiles de vuelo H-L-L-H para penetrar por sorpresa la defensa aérea enemiga, aunque ese tipo de navegación implica consumos muy elevados. 

Este puñado de requisitos no es una respuesta a la ocurrencia caprichosa de los planificadores. El número de aeronaves de combate de las fuerzas aéreas modestas es tan bajo que cada operación debe asegurar que los aviones lleguen hasta su objetivo y puedan batirlo. En estas circunstancias sería poco juicioso embarcar la fuerza aérea de un país A en una campaña exclusiva para lograr la superioridad aérea cuando es un paso que a primera vista aparece como excesivo porque el adversario B estaría en una condición parecida a la de A. Entonces, ¿para qué combatir por algo que ya se puede explotar? 

Los aviones de A tendrán una elevada probabilidad de llegar hasta los blancos designados sin que supuestamente B pueda contener el ataque. Al no haber lucha previa por la superioridad, el EM de A puede hacer uso de su inventiva para emitir órdenes fragmentarias sagaces que aseguren la penetración y neutralicen el riesgo moderado de la defensa de B. Un pensamiento parecido rondará la mente del EM de B. ¿Qué tipo de defensa opondrá A a los atacantes de sus centros sensibles? Seguramente no excederá un nivel parecido al de B. Por lo tanto, ¿por qué creeremos que B a su vez pondrá en juego sus flacos recursos en dirimir una batalla sin sentido? 

Podemos acudir a un ejemplo más rotundo. El problema de superioridad aérea que se engendraría en una supuesta confrontación entre dos grandes potencias (C y D) no tendría ninguna semejanza con el derivado de un choque entre dos estados como A y B. En este caso, la obtención prioritaria de la superioridad aérea se plantearía con crudeza y urgencia. Las fuerzas enfrentadas probablemente serían poderosas y el sobrevuelo de los respectivos territorios no se podría efectuar impunemente. En el caso de A-B, la mutua libertad de acción que tendrán los oponentes será producto de la debilidad de ambas partes. Por eso los planificadores tendrán que dedicar su mejor esfuerzo a proyectar penetraciones ingeniosas dejando a un lado la teoría y doctrina que aprendieron de las grandes fuerzas aéreas. Simplemente necesitarán aplicar las propias, adecuadas a la triste realidad de sus pobrezas tercermundistas. 

Ahora espero que mi pensamiento sea mejor interpretado al comprobar que no renuncio a un concepto histórico sustantivo, pero que necesita una interpretación flexible. Por eso sugiero acudir a un análisis despojado de toda rigidez ortodoxa como paso anticipado al estudio de cada conflicto. Seguramente este método ayudará a comprender el sentido del empleo de las fuerzas aéreas de países de segundo nivel. 

Tambien Hay Otras Realidades 
La utilización de doctrinas elaboradas para conducir medios militares de gran envergadura, causarán graves distorsiones en países como A-B por las enormes diferencias de potencial. Pero hay militares de estados débiles que manifiestan un inexplicable encandilamiento con las guerras donde participaron las grandes potencias. Entre las cosas que ambicionan es imitar al vencedor y cuando no superarlo sin hacer un examen de las condiciones en que fueron desarrolladas. A priori se sienten socios ficticios de un país E que logró aplastar la resistencia ofrecida por otro país F apenas tres o cuatro semanas después de lanzar una blitzkrieg aérea que destruyó el 85% de los objetivos estratégicos atacados, incluyendo la aviación de F. 

Aunque no son protagonistas, comparten entusiastamente la victoria y se dejan hechizar por la doctrina que apadrinó el resonante triunfo. Ingenuamente soslayan que los estados poderosos operan con reglas que responden a sus capacidades materiales, ámbito en el que ellos quedan atrás a mucha distancia. Por lo tanto, la doctrina para A-B no puede ser equivalente a la del estado E. Pero eso no significa que echemos al trasto todo lo que hicieron o pensaron los grandes. Toda lección enseñada en la universidad de la guerra merece ser respetada, evaluada y compatibilizada en la escuela secundaria donde se instruyen los profesionales de segundo nivel. Lo que no deben hacer los aviadores de A-B es aspirar a una maestría universitaria cuando están, desde el ángulo del equipamiento, en una escuela para adolescentes. 

Como si hubiera pocos problemas que resolver, hay nuevas situaciones estratégicas en configuración que sugieren una inmediata revisión de la doctrina actual. El tipo de guerra (convencional) que conocimos entre la primera década y fines del siglo XX, cuando el poder aéreo comenzó a intervenir en los combates (I GM) hasta las operaciones en Kosovo, prácticamente se está evaporando y es sustituida por una pluralidad de estallidos que se asemejan a persistentes pero peligrosas rencillas domésticas antes que a las confrontaciones bélicas de antaño. Sin embargo, esos focos tienen una virulencia insospechable que deriva en problemas socio—políticos y económicos casi tan inquietantes como los que provocaban las viejas guerras, puesto que impulsan la intervención militar de las potencias a través de organismos y coaliciones. 

En estos TOs no sólo tambalea el dogma de combatir invariablemente por la superioridad aérea. La misma teoría y doctrina militar convencional se inestabiliza porque la confrontación se entabla habitualmente entre un Estado y un contrincante etéreo (Chechenia, Colombia, Afganistán, Iraq), donde los difusos oponentes carecen de recursos aéreos a los que teóricamente habría que discutirles la superioridad. En muy pocos casos esos contrincantes poseen medios aéreos militares, admitiendo como tales algún puñado de antiguos aviones de combate o de la aviación general con matrículas civiles. En este último caso, los usuarios seguramente procurarán refugiarse en las normas restrictivas de la OACI aunque cumplan funciones distintas a las protegidas. 

Además, no siempre hay territorios claramente identificados como enemigos hacia donde dirigir los caza—bombarderos para destruir blancos estratégicos. Generalmente las zonas hostiles se superponen con las que jurídicamente debieran estar bajo el control del Gobierno legal. Más aún, frecuentemente los focos de violencia están en áreas urbanas. Allí la detección del adversario es terriblemente complicada y la aviación de ataque no puede intervenir sin correr el riesgo de causar bajas fratricidas y efectos políticos indeseados6. 

En estas circunstancias tan extrañas, los EMs ¿tendrán que seguir pensando cómo ganar la libertad de acción en el aire? Si nos atenemos a la historia cercana, eso es cada vez menos probable. Las bandas fuera de la ley pueden organizar una incipiente defensa antiaérea con armas automáticas de pequeño calibre y MANPADS (Man—Portable Air Defense System), letales contra los vuelos a baja altura. Esa defensa puede causar derribos porque la mayor parte de los vuelos con aeronaves de alas fijas y rotativas son de ese tenor, sobre espacios abiertos donde el adversario suele encontrar refugio contra las incursiones aéreas. La vulnerabilidad de los helicópteros aumenta sustancialmente, a pesar de sus sofisticadas defensas, cuando tienen que operar en zonas urbanizadas. 

En las regiones ocupadas por guerrillas, la disputa de la superioridad aérea queda descartada por falta de necesidad y no porque se cuestione el concepto. El Estado es agredido por elementos armados de superficie que siguen las reglas de la guerra de guerrillas. En esos casos la fuerza aérea tiene el dominio del aire sin empeñarse previamente en combate. Esta premisa no excluye el riesgo planteado por las armas anti-aéreas que tuviera el enemigo, pero tampoco llega a justificar operaciones SEAD por la calidad y volatilidad de los blancos, móviles y muy pequeños. Esa defensa precaria no ofrece una oposición significativa y no impide la explotación directa de la superioridad. En cambio, los EMs tienen que planear operaciones de cooperación con las fuerzas terrestres que tienen la responsabilidad operacional prioritaria. En esa situación, la batalla se combatirá en la superficie con fuerzas especiales y el apoyo que puedan brindar los otros servicios. 

¿Esto quiere decir que al no tener un opositor en el aire la fuerza aérea dejará de tener un papel destacado en la lucha? La abolición del combate por la superioridad aérea, no desconoce los valiosos servicios que la aviación puede cumplir en estos TOs. Esta fuerza tiene mucho que ofrecer en materia de exploración y reconocimiento ofensivo, transporte táctico, comando y control en vuelo, procedimientos sicológicos, apoyo de fuego cercano (CAS, Close Air Support), CSAR (Combat Search and Rescue) y medevac (Medical Evacuation.) 

Tampoco podemos olvidar el desarrollo de las plataformas guiadas no tripuladas para reconocimiento y ataque a blancos de superficie a grandes distancias. El Congreso norteamericano ha previsto la participación de estos aparatos en la futura estrategia de defensa nacional y en el Acta de Inversión, FY 2001, ha destacado "debemos establecer como meta que las fuerzas armadas. puedan poner en servicio tecnología de control remoto y sin tripulación humana, de modo que hacia el 2010 una tercera parte de la flota de aeronaves que efectúen ataques profundos no tenga tripulación." Pasando a los hechos, asignaron ese año $ 667 millones a los UAVs-UCAVs (Unmanned—Combat Aerial Vehicle)7. 

Los países de segundo nivel con bajos recursos para su defensa, están lejos de incluirlos en sus arsenales salvo aquellos sistemas más modestos. Cuando esos proyectos ofensivos adquieran status operativo en el hemisferio Norte, producirán una revolución en la doctrina aeroespacial. Dos ejemplos que anticipan el porvenir cercano. El avión sin piloto Northrop Grumman RQ-4A Global Hawk voló sin escalas entre USA y Australia en 23 hs., pero puede mantenerse en el aire 40 hs. a 22.000 m de altura con una velocidad de 640 km/h. Diversos UCAVs son evaluados por la DARPA, Boeing y Lockheed Martín en USA, y Dassault en Francia7. Esos proyectos dejan suponer que pronto habrá plataformas furtivas que llegarán a sus objetivos sin esperar el desenlace de una campaña para obtener la superioridad. 

Aunque los países menos ricos tengan que continuar pensando por muchos años en operaciones aéreas "históricas" debido a la antigüedad de los medios, no quiere decir que abandonen definitivamente la esperanza de contar con algunas novedades técnicas. La estrechez financiera puede ser un incentivo para impulsar la investigación nacional al ritmo de los presupuestos. El CITEFA (Argentina) por ejemplo, desarrolla lentamente un RPV (Remote Piloted Vehicle) de alas rotativas que puede ser un comienzo interesante8. 

En los TOs "no convencionales" se percibe una condición operacional que sugiere el empleo de fuerzas poco numerosas en espacios reducidos, donde no hay sistemas de objetivos y sí blancos pequeños relativamente valiosos. Pero no debemos equivocarnos. El cambio que contemplamos no implica estar frente al ocaso del mantenimiento y explotación de la superioridad en el aire. Si bien el nuevo escenario militar es distinto a los acostumbrados, hay que retener la posibilidad de la guerra convencional como una opción poco probable, lo cual no es igual que imposible. 

Consejos a Los Jóvenes Aviadores 
Aseverar que "no siempre es imprescindible combatir para lograr la superioridad aérea" tal vez levante acusaciones airadas de traicionar la doctrina que posibilitó la gloria del poder aéreo. Pero en los debates menos vehementes se enfriarán de a poco las convicciones ortodoxas más rígidas con pruebas basadas en experiencias fehacientes. A estos fines concurrirán los ejemplos y ejercitaciones donde se incorporen factores no convencionales. 

Los estrategas progresistas de pensamiento abierto, seguramente recibirán la admiración y respeto de los investigadores y estudiosos. Es imperioso no quedar atrasados en la puesta a punto de las doctrinas, pero no es la primera vez que una necesidad de cambio engendra perturbaciones en la familia aeronáutica. Los miembros de la comunidad aérea deben recordar que la aviación se caracteriza por una sostenida predisposición a producir frecuentes y sorprendentes novedades. Basta recordar que el hombre sólo tardó 66 años desde que comenzó a volar en un ingenio "más pesado que el aire" hasta llegar a la Luna. 

¿Cuál fue la principal virtud de los profetas que tuvieron una visión premonitoria y certera del poder aéreo? Anticipar lo que la aviación podría hacer para lograr la decisión en una guerra futura. Para ello se fundaron en razonamientos e intuiciones antes que en formulaciones científicas y esa manera de actuar no tiene por que cambiar aunque las circunstancias, por supuesto, sean diferentes de los "viejos buenos tiempos." Una vez más estamos tratando de adelantarnos a lo que las fuerzas aéreas modernas podrán hacer si cuentan con información confiable y un grado de detalle enormemente superior al de los primeros momentos de la aeronáutica. Lo importante es advertir que estamos ante mudanzas sustanciales en el desarrollo de los conflictos. Entonces hay que mostrar amplitud de espíritu y comprensión porque las variantes que se avecinan obligarán a corregir la teoría del poder aéreo, aunque sin derribar sus esencias. 

Esta es la síntesis de mi posición, donde subrayo la conveniencia de hacer un acabado examen del escenario antes de decidir si es preciso combatir por la superioridad aérea. Es muy profesional no empeñar esfuerzos inútiles que no rendirán frutos mientras que insumen costosos y escasos recursos aéreos. Es un riesgo que corren tanto países ricos como pobres, con la diferencia que los primeros pueden sustituir sus pérdidas con ayuda de sus industrias y finanzas nacionales. En los segundos, los errores tienen consecuencia más seria ya que al dilapidar sus medios aéreos en acciones sobrantes de superioridad, gravitan negativamente sobre otras operaciones que también demandan el empleo del poder aéreo. 

Este pensamiento no está en contra de la anulación de la aviación enemiga, sus bases y sus fuentes de abastecimiento, pero tiene una pequeña diferencia con el concepto de la lucha por la superioridad. Esta última determinación se satisface mediante una fase aérea inicial específica destinada a obtener esa ventaja porque la aviación adversaria puede coartar la libertad de acción propia sobre los objetivos a batir. En cambio, se debe descartar cuando está inspirada por la sola idea de destruir los medios aéreos enemigos con un fin puramente dogmático. En el primer caso habrá que planear operaciones SEAD y la destrucción de las unidades aéreas oponentes en la tierra y el aire. En el segundo caso, el ataque a la aviación enemiga será llevado a cabo como un procedimiento paralelo para reforzar la libertad de operar que ya posee el incursor. 

Por eso los planificadores tienen que hacer su trabajo con la mente fría, sin dejarse intimidar por los reparos que intercalan los conservadores. El examen metódico de la situación aconsejará los mejores cursos de acción que serán refrendados con una aceptabilidad óptima. Para garantizar ese efecto se necesitará contar con una Inteligencia bien informada y ágil. Una base de datos desactualizada e incompleta originará acciones defectuosas y esos descuidos en el ámbito aeroespacial son muy onerosos. 

Por eso la decisión de combatir o no por la superioridad aérea es una responsabilidad superior que no puede ser delegada ni adoptada ciegamente como si tuviera una prioridad inconmovible. En el EM, el Departamento Operaciones tiene que ser muy exigente con su par de Inteligencia antes de hacer la propuesta de los cursos de acción. Es muy importante que el A-3 y su equipo tengan una opinión clara sobre la necesidad o no de planear el combate por el control del aire como paso previo. La conquista de esa situación como fin último carece de sentido práctico si no es continuada por su explotación. 

La superioridad aérea es una condición favorable a crear o explotar directamente para lograr posteriores resultados estratégicos. Reitero que no estoy en contra de esa idea, pero estoy convencido que no siempre hay que desgastar los escasos recursos aéreos realizando operaciones que se puedan economizar. Si desde el primer instante A puede atacar el corazón de su enemigo B con una libertad de acción juzgada suficiente, ¿por qué razón se enfrascará en un combate aleatorio? Si el adversario B evidencia una debilidad semejante a la de A, tenrá una endeble presencia sobre los objetivos y no podrá hacer una oposición efectiva. Presuntamente A podrá cumplir satisfactoriamente su misión sin emprender operaciones redundantes. 

Si este sencillo pensamiento se incorpora a la doctrina y la rutina de los EMs, se dará otro paso en favor del empleo eficaz de los medios aéreos, por cuanto objetivamente habrá una mejor relación costo—beneficio. En las pequeñas fuerzas aéreas, un solo avión de combate probablemente sea equivalente a toda una unidad en las grandes potencias y esa apreciación justifica que su empleo se oriente hacia los objetivos más rentables. El valor militar de una plataforma aérea no está representado únicamente por el costo monetario de adquisición. La posibilidad de reemplazarla durante un conflicto es más que compleja puesto que los países de segundo nivel envueltos en una guerra, son condenados al embargo por los fabricantes mundiales. 

Epílogo 
No se si estos argumentos lograrán el objetivo que busco, es decir, abrir un debate sobre este enfoque doctrinario. Si consigo que los lectores discutan las ideas expuestas me doy por satisfecho, aunque sus conclusiones no acuerden con mi razonamiento. Lejos estoy de reclamar la total coincidencia. Lo que intento es sacudir el polvo a nociones que ya han sido archivadas por los conformistas en el desván de la historia aeronáutica. Hay demasiadas variaciones en los conflictos humanos como para permanecer indolentes ante las reglas de empeñamiento y las doctrinas que fueron buenas para las guerras pasadas. 

A pesar de la sustancial brecha con las potencias de primer nivel, las pequeñas fuerzas aéreas no tienen que depender exclusivamente de la doctrina que consigan, le quieran transmitir o les sugieran desde afuera. Durante mucho tiempo estas fuerzas se han sentido deudoras de los acontecimientos en países lejanos y han cedido a la tentación de acogerse a las experiencias ajenas creyendo que la imitación las eximiría de preparar doctrinas autóctonas. Admito que ese hábito dejó algún saldo positivo pero también errores que no fueron corregidos oportunamente y por los cuales se han pagado un precio. Sin embargo, siempre se está a tiempo de cambiar la propensión a creer que lo importado es perfecto mientras que lo propio carece de calidad. 

Las fuerzas aéreas menores tienen que adecuarse a sus propias circunstancias y problemas, aprovechando a fondo lo útil y dejando de lado lo excedente. Hay que descubrir el cosmos propio y aprender a operar dentro de él, optimizando lo que está disponible y utilizable. No hay que dejarse hipnotizar por los prodigiosos espejismos que tan generosamente muestra la publicidad procedente de los países avanzados y en cambio proponemos dirigir la mirada hacia los problemas regionales, los que efectivamente hay que resolver. 

Notas: 
1. Dr. Earl H. Tilford, Jr., en Set Up, What the Air Force Did In Vietnam and Why, Air University Press, Maxwell AFB, Alabama, June 1991. 
2. Tom Clancy & Gen USAF Charles "Chuck" Horner, Every Man A Tiger, Putnam Sons, New York, 1999. 
3. Op.cit. 2. 
4. Com (R) Rubén Oscar Moro, Historia del Conflicto del Atlántico Sur (La Guerra Inaudita II), Escuela Superior de Guerra Aérea, Buenos Aires, Argentina, agosto 1997. 
5. Op.cit. 4. 
6. Com. FAA (R) J.C. D´Odorico, La Guerra No Convencional, teoría de esta guerra, documento aún no publicado, Buenos Aires, Argentina, 2003. 
7. Jane´s Defence Weekly y Armada, varias ediciones. 
8. CITEFA, instituto con sede en la provincia Buenos Aires, Argentina. Es un centro de investigación cívico-militar calificado que evalúa y desarrolla proyectos de interés de las fuerzas armadas argentinas. Ver J.C.D´Odorico, Revista Aérea, New York, 2001.



El Comodoro José C. D’Odorico (R), Fuerza Aérea Argentina, fue piloto de transporte aéreo con más de 5.000 horas de vuelo habiéndose retirado del servicio activo en 1975. Se especializó en el estudio de la guerra revolucionaria marxista-leninista y la guerra subversiva. Es autor de varios libros sobre el Marxismo-Leninismo y muchos artículos algunos publicados por la Air University Review, y el Aerospace Power Journal. Actualmente se desempeña como Asesor Honorario, Revista Escuela Superior de Guerra Aérea, FAA y corresponsal del Armed Forces Journal International, Washington, D.C. y la Revista Aérea, New York, en Argentina.
También ganó el Premio Alas de las Américas, Copatrocinado por el Air University Foundation por su artículo “No es Siempre Imprescindible Combatir por la Superioridad Aérea” 

miércoles, 22 de febrero de 2017

LGB: GBU-24 Paveway III (USA)

GBU-24 Paveway III 



Descripción: La bombas guiadas por láser (LGB) se introdujeron en 1968 para cumplir los requisitos de precisión de las bombas guiadas estipuladas por los militares de EE.UU. Las LGBs semi-activa enfocan la energía reflejada por un rayo láser dirigido sobre el objetivo. La iluminación de blancos se puede hacer por el lanzamiento de aeronaves, por un avión de terceros, o por las tropas terrestres que operan un designador láser. El LGBs son de hecho un kit de guía láser aplicables a las actuales bombas sin guía convencional. La Fuerza Aérea Real (RAF) del Reino Unido de la fue el primer operador al dejar caer bombas Paveway II en combate durante el conflicto de las Malvinas en 1982. 



Las bombas guiadas por láser han reducido el número de armas solicitada para destruir un solo objetivo al tiempo que mejora la precisión, la fiabilidad y relación coste-eficacia en misiones de ataque. El LGBS se introdujeron durante Vietnam y después se han empleado más tarde en Panamá, Irak, la antigua Yugoslavia y Afganistán. Los Estados Unidos y 31 naciones del mundo han ordenado bombas Paveway y más de 125.000 kits Paveway II se han producido hasta la fecha. 



Las bombas guiadas por láser Paveway III representan la tercera generación de LGBs y proporcionan flexibilidad operativa óptima mediante el uso de una adaptación de un piloto automático digital, gran campo de observación, así como un buscador de alta sensibilidad. Se adaptan a las condiciones de soltado, que enarbolando cambios a medio curso adecuados y corrección de la trayectoria de proporcionar una mayor eficacia de la ojiva. 



La GBU-24 está formado por una bomba MK-84 de 2.000 libras (1.000 kg) con un paquete de orientación láser mejorado. La bomba MK-84 puede ser sustituido por una ojiva BLU-109 y, finalmente, por otras bombas de penetración. La GBU-24 fue diseñado para atacar objetivos en baja altura y con rangos de mayor enfrentamiento en condiciones de entrega. La GBU-24 tiene más grandes alas para la maniobrabilidad mejorada. 

Especificaciones 

Pesos: Peso Máximo 944 kg (2,081 lb), Cabeza de combate 429 kg (946 lb) 
Performance: CEP 9 m (30 ft), Máximo alcance 19,000 m (62,336 ft) 
Operadores: Francia, España, Reino Unido, Estados Unidos de América 






domingo, 19 de febrero de 2017

Impresentable Malcorra: "Grandes diferencias" con UK respecto a Malvinas

Malcorra afirmó que existen "diferencias muy grandes" por Malvinas
Luego de reunirse con su par británico Boris Johnson, la Canciller sostuvo que ambos dejaron en claro sus posiciones respecto al tema.
Perfil



 La canciller Susana Malcorra y su par británico, Boris Johnson.

La canciller Susana Malcorra afirmó hoy que persisten "diferencias muy grandes" con Gran Bretaña por la cuestión Malvinas, luego de reunirse en Alemania, con su par británico, Boris Johnson, con quien dialogó sobre las islas.

"Fue el primer tema del cual hablamos. Los dos dejamos en claro nuestras posiciones. Es evidente que tenemos una diferencia muy grande que gira en torno al tema de las Malvinas" sentenció la funcionaria, según consignó la agencia DyN.

Malcorra se reunió además, con los cancilleres de Ucrania, Pablo Klimkin, y de Eslovaquia, Miroslav Lajcák, en Munich, donde se realiza la Conferencia Internacional sobre Seguridad, de la que participan 40 ministros de Defensa y de Exteriores de 40 países.

Allí, destacó el encuentro que mantuvo con el flamante Secretario de Estado de Estados Unidos, Rex Tillerson. "Nuestra impresión es muy positiva; recorrimos temas de agenda común y reconfirmamos la agenda a partir de la visita de (el ex Presidente estadounidense Barack) Obama del año pasado. Seguirá vigente y seguiremos trabajando en esas líneas", indicó.

En ese contexto, la ministra de Relaciones Exteriores confirmó que el encuentro entre Donald Trump y Mauricio Macri podría ser entre abril y junio, según lo permitan las agendas presidenciales:"Es posible que a medida que repasemos la agenda surjan nuevos temas, eso es natural. Pero no hemos encontrado, en principio, más que un compromiso para avanzar en la agenda que estaba prevista", completó la miembro de Cambiemos.

"Estamos intentando entender cuál será el planteo de políticas que tendrá la nueva administración (de Estados Unidos). Hay que traducir sus mensajes en decisiones políticas y queremos ver ahora hacia donde irá, por eso la importancia del acuerdo bilateral, donde se reconfirma nuestra agenda", concluyó.

sábado, 18 de febrero de 2017

Kelpers cacarean por maniobras con Exocet y SST-4

La Armada Argentina admite la prueba de los misiles y torpedos Exocet remodelados en febrero pasado
Mercopress



Las corbetas de la clase Drummond y las fragatas Meko / 140 y el submarino ARA San Juan que probó el torpedo SST-4 participaron en el ejercicio de verano.

Las armas reacondicionadas localmente probadas incluyeron los misiles SAM Alenia Aspide del origen italiano y los misiles franceses manufacturados SSM MDBA MM38 / MM40 Exocet

Los informes indican que Brasil ha ofrecido 24 aviones Tucano de entrenamiento y combate, y probablemente la fabricación conjunta del caza Gripen sueco

El Ministerio de Defensa argentino confirmó que la Armada Argentina estuvo involucrada en ejercicios militares en alta mar el pasado mes de febrero, incluyendo el lanzamiento de una versión mejorada de misiles y ensayos MM38 Exocet con un torpedo remodelado de un submarino, informa el medio porteño.

La admisión sigue a la controversia en curso sobre las fuerzas del Reino Unido en las Islas Malvinas anunció ejercicios militares planificados, incluyendo misiles Rapier, que comenzaron el 19 de octubre y están programados para continuar hasta el 28 de octubre, con advertencias para el tráfico marítimo y que el arco político argentino Fuertemente condenado. En particular, cuestionan que los ejercicios se sigan en una declaración conjunta Argentina / Reino Unido publicada el mes pasado con el propósito de mejorar las relaciones bilaterales con un espíritu constructivo.

La declaración conjunta también ha estado expuesta a un continuo y grave golpe, especialmente un capítulo sobre el Atlántico Sur que se refiere a la economía de las Malvinas y las sanciones impuestas durante las administraciones Kirchner, los vínculos aéreos y los esfuerzos para la identificación de ADN de restos de combatientes argentinos enterrados en Darwin con el apoyo de la Cruz Roja.

Pero la exagerada disputa sobre los ejercicios militares británicos, aun cuando todas las partes (Argentina, Reino Unido y el gobierno de las Malvinas) coinciden no son una sorpresa ya que han sido "rutinarias" durante las dos últimas décadas, llevaron a algunos isleños a circular en las redes sociales Noticias sobre los ejercicios argentinos en febrero pasado

Pero fuentes argentinas indican que los días de exhibición naval en Bahía Blanca tuvieron lugar en aguas soberanas argentinas, mientras que en Malvinas y aguas circundantes se disputan ya que son "legítimamente" argentinos y significan la "militarización" del Atlántico Sur. También se reveló que el Ministerio de Relaciones Exteriores estaba al tanto de las acciones de la Armada argentina, pero nunca protestó ni mencionó una palabra.

Según los medios de comunicación de Buenos Aires, la escasa información sobre los cuatro días del evento indica que al menos seis misiles fueron disparados contra un buque desarmado ARA Ingeniero Julio Krause. Los buques implicados incluyeron corbetas de la clase Drummond y corbetas Meko / 140 y el sumergible ARA San Juan que probó el torpedo SST-4. En consecuencia, para la flota argentina después de ocho años de no acción, las pruebas de febrero fueron descritas como un "día histórico" y las armas domesticadas fueron probadas incluyendo los misiles SAM Alenia Aspide de origen italiano y los misiles Exocet fabricados por SSM MDBA MM38 / MM40. Cinco aparentemente respondieron como se esperaba pero uno explotó en vuelo.

Los informes también indican que la administración del presidente Mauricio Macri está redactando un fondo especial de US $ 2.000mn para invertir en re / equipo militar entre 2017 y 2019. Desde antes del final del conflicto del Atlántico Sur, Argentina no ha hecho ninguna adquisición importante de hardware militar , Pero hay la intención de impulsar la marina y la fuerza aérea. No es de extrañar entonces que EE.UU., Israel, Italia, España, China, Rusia y últimamente Brasil han estado ofreciendo para abastecer a las fuerzas argentinas.

Al parecer, la última oferta fuerte es la forma de Brasil para 24 Tucano de entrenamiento y aviones de combate, y probablemente la fabricación conjunta del caza Gripen que es originalmente sueca pero sin el componente de aviónica británica del 30%. La lista de compras inmediata incluye misiles Saab RBS 70NG de corto alcance, indican los informes.

La Fuerza Aérea argentina con el desmantelamiento de los últimos cazas Mirage está prácticamente en tierra, ya sea por una limitada capacidad de transporte y entrenamiento. Algo similar puede decirse de la Marina y la Guardia Costera, que incluso tienen problemas para cumplir con las patrullas de pesca en el Atlántico Sur.

lunes, 13 de febrero de 2017

Lami Dozo: "Si Chile intervenía, lo iba a atacar con todo lo que tenía"

“Después de las islas pensábamos atacar Chile”
El 1º de febrero murió Basilio Lami Dozo, jefe de la Fuerza Aérea durante la guerra de 1982. En la última entrevista que dio, en 2009, criticó a la Armada y negó su responsabilidad en el terrorismo de Estado.
Perfil



Basilio Lami Dozo, jefe de la Fuerza Aérea durante la guerra de 1982 Foto:Cedoc

La muerte del brigadier general (R) Basilio Lami Dozo marca una nueva vuelta de página en uno de los capítulos más trágicos de la historia argentina: la guerra de Malvinas, ya que fue uno de los miembros de la última junta militar, responsable de la recuperación de las islas el 2 de abril de 1982.

En una entrevista con PERFIL en 2009, la última que dio a un medio local, acusó a la Armada de haber dejado “solos al Ejército y a la Fuerza Aérea” en medio de la guerra y resaltó que los marinos encararon el conflicto como si fuera un “ejercicio de la Escuela Superior de Guerra”.

A continuación, fragmentos de esa entrevista.

—Con la experiencia que tenía de la cuasi guerra con Chile en 1978, ¿por qué aceptó llevar adelante la recuperación de Malvinas?
—Ojalá supiera la respuesta. Traté por todos los medios de evitarla pero hubo un momento en que me tuve que decidir. No me pregunte por qué.

—Después del desembarco se comunicó con su colega chileno, ¿por qué?
Le pedí que si llegaba a haber un conflicto por Malvinas no mandara medios ofensivos aéreos al sur porque íbamos a tener problemas y los iba a atacar con todo lo que tenía ahí. Lo hizo, se portó bastante bien, no así la Armada y Pinochet, que jugaron para Inglaterra. Para colmo, Galtieri dijo en un discurso: “Que saquen el ejemplo de lo que estamos haciendo ahora porque después les toca a ellos”.

—¿Después iban a atacar a Chile?
—Exacto.

—¿Cuál de las tres fuerzas estaba mejor preparada?
—Ninguna. Lo único que tenía la Marina era Exocet, pero eran muy pocos. El Ejército nunca estuvo preparado para Malvinas y la Fuerza Aérea tampoco.

—Entonces, ¿por qué planearon un enfrentamiento con Inglaterra?
—Porque casi llegamos a un acuerdo diplomático antes del enfrentamiento con la propuesta de (el presidente del Perú, Fernando) Belaúnde Terry. Pero ese día hundieron el Belgrano y tiró todo abajo.

—Después de eso, ¿la Armada hizo retornar toda la flota al continente?
—La Armada no estuvo ni veinticuatro horas en la zona de combate. A Anaya lo puteé de arriba abajo, fue el enfrentamiento más grande que tuve con él. No les interesaba participar porque les tenían miedo a los submarinos atómicos. Le dije: “Siempre supieron que estaban los submarinos nucleares ahí, qué me venís ahora con ese problema”. Nunca más volvieron a la zona de combate. La flota de mar se fue a Puerto Belgrano y se quedó ahí. Si al crucero General Belgrano lo hubieran puesto en Puerto Argentino y lo hubieran dejado asentado en el fondo marino no se hubiera acercado ninguna de las fragatas inglesas, ya que sus cañones tenían mucho más alcance que los misiles en tierra.

—¿Dejaron solos al Ejército y a la Fuerza Aérea?
—Sí, el Ejército estaba jugado a pleno y lo dejaron ahí.—

¿Cómo se puede encarar una guerra en forma tan improvisada?
—Anaya me dijo: “Tengo bombas que están adaptadas para lanzarlas sobre las fragatas”. Se las solicitamos y jamás nos las dio. Para tirar el Exocet tuvimos que presionarlos al máximo.

—¿Para qué plantear una guerra así?
—No lo sé. Creo que pensaron que era un ejercicio de la Escuela Superior de Guerra.

—¿Hasta cuándo pensaba?
—Hasta la última bomba. Pero si los otros dos no continuaban, no.

—¿Qué sintió cuando se enteró de que el general Mario Benjamín Menéndez había firmado la rendición?
—Una frustración tremenda. Fue una inmensa tristeza ver a mis pilotos desaparecer en un esfuerzo que no dio los resultados que queríamos.

—¿Qué sintió cuando la Justicia lo condenó por su participación en Malvinas?
—Un desengaño tremendo. Me acordé del general Mitre, a quien enjuiciaron y condenaron a muerte por la guerra de la Triple Alianza. Son cosas totalmente diferentes, pero dije: “Bueno, me tocó”. El terrorismo de Estado.

—¿Qué pensaba durante el juicio a las Juntas?
—Que podía salir con muy poca condena, porque cuando me hice cargo del Comando en Jefe de la Fuerza Aérea ya no había lucha contra la subversión, ya había terminado. Una de las primeras medidas que tomé como jefe de Operaciones fue dejar sin efecto el sistema de la lucha antisubversiva fuera de las instalaciones, me dediqué a defender exclusivamente las unidades. Si llegaba a salir uno que dijera “el brigadier Lami Dozo estaba presente una noche que me estaban torturando en tal lugar”, en Mansión Seré (N. de R.: centro clandestino de detención que funcionó en Castelar y dependía de la Fuerza Aérea), ¿qué le iba a decir? Yo no sabía que existía la Mansión Seré, porque eso nació como un anexo al Casino de Oficiales, porque no daba abasto. Para mí, era un anexo del Casino de Oficiales. Después surgió todo ese tema.

—¿Qué pensó cuando leían el fallo?
—Que la mano venía pesada. Pero me habían avisado que el brigadier Rubens Graffigna y yo estábamos absueltos. Y dije: si él está absuelto, yo con más razón, porque vine después. El juicio que más me preocupaba era el de las Juntas, porque podía venir una condena a cadena perpetua, pero hicieron una separación.

jueves, 9 de febrero de 2017

Acción submarina: ARA San Luis contra todos

Uno Contra Todos: Historia del submarino ARA San Luis en Malvinas 1982
Desde su retiro del servicio activo en 1995 el antiguo Comandante del ARA SAN LUIS, Capitán de Navío (RE) Fernando Maria Azcueta ha cultivado el bajo perfil y rara vez aborda el espinoso tema del Conflicto del Atlántico Sur fuera de su círculo íntimo de amistades.
Fundación Nuestro Mar



Hace algunos años rechazó una tentadora oferta para volcar al papel sus experiencias de guerra y en las contadas entrevistas que ha concedido desde entonces jamás abordó el tema con tanto detalle como lo hace hoy en estas páginas donde revela -por vez primera- algunas instancias decisivas de aquellos dramáticos treinta y nueve días de patrulla en que disputó la supremacía naval a la Royal Navy en el Atlántico Sur.

La estremecedora experiencia del “San Luis” es el inédito testimonio de una lucha entre “David & Goliat” que se proyecta más allá del conflicto y permite extraer valiosas conclusiones de cara al futuro del arma submarina Argentina. Su desempeño en condiciones de extrema adversidad contra un enemigo varias veces superior en cantidad y calidad de medios antisubmarinos no paso desapercibido en los círculos navales del mundo y constituye una clara muestra de la alta calidad profesional de nuestras tripulaciones. La asombrosa capacidad del San Luis de sobreponerse a tan adversas circunstancias se enmarca en las más arraigadas tradiciones de nuestra Marina de Guerra y servirá sin duda de ejemplo para las nuevas generaciones de submarinistas.

 1 - Alistamiento relámpago

Cuando el Capitán de Fragata D. FERNANDO MARIA AZCUETA (40), hijo de un distinguido submarinista, tomo el mando hacia finales de diciembre de 1981 del moderno submarino clase 209 ARA SAN LUIS [S-32] de manos del Capitán de Fragata D. MIGUEL C. RELA no podía siquiera imaginar que en poco mas de tres meses estaría librando una guerra contra la tercera potencia naval del mundo. Menos aún podía prever las serias limitaciones operativas de que adolecía su unidad y que comprometerían seriamente su eficacia como unidad de combate.

A mediados de marzo de 1982 mientras AZCUETA y sus hombres se ejercitaban con las corbetas tipo A-69 ARA DRUMMOND [P-31] y ARA GRANVILLE [P-33] frente a las costas de Mar del Plata recibió la orden de interrumpir el adiestramiento y regresar a puerto, sin que luego se le brindara ninguna explicación sobre este inusual proceder. Poco después observó en los muelles de la Base Naval el alistamiento del ARA SANTA FE [S-21], al mando del Capitán de Corbeta HORACIO A. BICAIN, sin poder sonsacarle a ese Jefe ningún dato que le permitiera salir de la enorme incertidumbre en la que se encontraba. Recién en la mañana del 2 de abril se develaron todas las incógnitas al hacerse público por los medios radiales y televisivos de todo el país el desembarco Argentino en las Islas MALVINAS. No obstante, AZCUETA debió esperar otras 24 horas antes de que el COFUERSUB [Capitán de Navío Eulogio Moya Latrubesse] lo recibiera y le ordenase: “alistarse en el menor tiempo posible para zarpar”. A partir de ese momento comenzó una frenética carrera contra reloj por parte de toda la dotación para dejar el buque en las mejores condiciones operativas posibles.

Ya durante las pruebas de mar realizadas en aguas próximas a la Base de Submarinos surgieron los primeros de una cadena de inconvenientes al comprobarse que el S-32 no podía desarrollar velocidades en inmersión superiores a los 14,5 nudos. Una inspección más detallada del buque reveló que no solo el casco y la hélice estaban cubiertos de incrustaciones de unos pequeños crustáceos denominados “cirripedios” o “dientes de perro”, sino que el interior de las tuberías de refrigeración de los motores diesel de propulsión también habían sido alcanzadas. Ello generaba que los motores se detuvieran al recalentarse por falta de caudal de agua para refrigerarlos. Como no había tiempo de llevar el buque al dique de carena –dada la urgencia en zarpar- AZCUETA debió recurrir a los alumnos de la vecina Escuela de Buceo quienes provistos de respiradores para baja profundidad del tipo “narguil” rasquetearon el casco “a mano” en turnos rotativos de 8 horas de trabajo ininterrumpido para librar al casco de aquellas molestas alimañas”.

Una de las causas del problema pudo haberse originado en 1974 con la construcción del “rompeolas” que separa la dársena de submarinos del puerto civil de Mar del Plata. Este había sido construido para evitar que los nuevos submarinos clase 209 chocaran contra el muelle en períodos de mar gruesa mientras permanecían amarrados, una mala experiencia que ya habían sufrido en carne propia los viejos sumergibles tipo “flota” y los veteranos “guppy”, pero que merced a su diseño habían podido ser “estaqueados” en puerto mediante el uso de dos “estachas ” que permitían inmovilizar el buque. No obstante este loable propósito, la construcción del rompeolas generó un cambio ecológico en la dársena ante la falta de circulación de agua de mar, que favorecía la formación de grandes colonias de “cirripedios”, los que a partir de entonces habrían quedado a la deriva incrustándose luego en los submarinos amarrados al muelle .

De su planta normal de cuatro motores diesel solo disponía de tres, lo cual extendía notablemente los tiempos de carga a snorkel de las baterías, haciéndolo extremadamente vulnerable a las emisiones de los dispositivos de búsqueda del enemigo. La avería en el motor Nº1 se había producido a principios de 1974, poco después de su incorporación a la Fuerza de Submarinos. Para repararlo era necesario cortar el casco resistente, una tecnología que la Armada Argentina recién empezaba a dominar por aquella época. El TF Somonte, Jefe de propulsión del buque en conjunto con técnicos de la DIRECCION de MATERIAL de la ARMADA y de TANDANOR habían logrado repararlo “a la criolla” utilizándolo hasta fines de 1978 en que se optó por dejarlo fuera de servicio por razones de seguridad .

Para colmo de males ni el Comandante ni su Jefe de Armamento habían tenido acceso a un informe realizado a mediados de diciembre de 1981 donde se detallaba el resultado de los lanzamientos efectuados por los submarinos clase “SALTA” durante el período Agosto/Diciembre de ese año con especial énfasis en el comportamiento de los torpedos de ejercicio SST-4. Allí se denunciaba que de la totalidad de los lanzamientos efectuados durante el citado período solamente en una oportunidad el torpedo había completado la corrida prevista. Un escandalosamente alto porcentaje de los lanzamientos efectuados entonces resultaron erráticos como consecuencia de diversas causas (Ej. cortes en el cable de guiado, inundación del torpedo, ruptura de la faja, etc) sin que se hubieran podido determinar las causas que habían originado el mal funcionamiento del arma . El informe en cuestión había circulado por el despacho del Comandante de la Flota de Mar, escalón del que dependía entonces la Fuerza de Submarinos sin que se hubiera logrado revertir la situación. Como veremos mas adelante las verdaderas causas del problema solo saldrían a la luz después de concluido el conflicto.

Pese a todas estas serias limitaciones AZCUETA, fuertemente presionado por el contexto político/militar que le toco vivir, informó estar en condiciones de hacerse a la mar el 11 de abril. El buque zarpó bien avanzada la tarde con sus minúsculos compartimientos atestados de víveres y agua para una prolongada patrulla de guerra amunicionado con 10 torpedos antisuperficie SST-4 de fabricación alemana y 14 antisubmarinos MK-37 modelo 3 de origen estadounidense. Sus reglas de empeñamiento vedaban, por el momento, cualquier confrontación con unidades enemigas por cuanto se consideraba que una acción ofensiva pondría en riesgo las negociaciones que se estaban llevando a cabo en las Naciones Unidas .

El tránsito hacia la zona de operaciones en Malvinas fue aprovechado para completar algunas reparaciones menores y continuar el adiestramiento del personal en el uso del sonar pasivo del cual dependería, de ahora en más, la supervivencia del submarino, al tener éste que operar en una franja de mar enteramente controlada por el enemigo. El 17 de abril arribó sin novedad a su “santuario fijo” o zona de espera asignada, nombre en código Enriqueta.

2 En desventaja desde el principio

Dos días más tarde, mientras el S-32 permanecía en estación se produjo una avería en la computadora de control tiro VM8-24 que pese a los esfuerzos de la tripulación no pudo ser reparada con los elementos disponibles abordo. La dotación del buque incluía dos cabos especializados en control tiro que además de operar el sistema de armas debían repararlo en caso de averías. Estos cargos eran cubiertos originalmente por suboficiales experimentados, pero en abril de 1982 sólo se disponía de personal subalterno muy moderno que aún no había recibido la suficiente capacitación como para reparar el sistema más allá del recambio de alguna tarjeta de circuitos impresos . La consecuencia inmediata de esta seria limitación en el uso del sistema de armas fue que, en adelante, deberían efectuar los lanzamientos sobre la base de cálculos manuales, pudiéndose controlar tan solo un torpedo a la vez en lugar de los tres que habilitaba el sistema cuando funcionaba normalmente. Ello era la lógica secuela de tener que operar la computadora de control tiro en el modo de “emergencia” doctrinariamente prevista para la autodefensa, dada la baja probabilidad de generar impactos.

Paralelamente a los esfuerzos que se llevaron a cabo a bordo en pos de restablecer el sistema las autoridades navales en el continente efectuaron una consulta al Jefe del Arsenal de Mar del Plata (CF Edgardo P. MERIC) con el fin de explorar la posibilidad de asesorar al buque sobre el posible origen de la falla, pero ello requería que el S-32 emitiera largos mensajes informando los síntomas que acusaba el sistema a fin de que los técnicos en tierra pudieran diagnosticar el inconveniente. La mera posibilidad de que el submarino pudiera delatar su presencia en el área de operaciones por intermedio de esos mensajes determino que la idea fuera inmediatamente descartada.

Ante la imposibilidad de reparar la computadora, AZCUETA envió un mensaje urgente al COFUERSUB poniéndolo al corriente de la situación y solicitando instrucciones. Contra todos los pronósticos previsibles se le ordenó permanecer donde se encontraba hasta nueva orden, pues se juzgó [erróneamente] que el enemigo podría advertir su ausencia del teatro de operaciones si el buque era replegado . Concluido el conflicto varios submarinistas consultados expresaron que la avería podría haberse reparado en Puerto MADRYN mediante el sencillo expediente de trasladar allí al personal técnico y las valijas de repuestos necesarias. Retrospectivamente esta idea parece haber tenido buenas perspectivas de éxito considerando que en ese momento [19 de abril] tan solo había unos pocos submarinos nucleares operando al oeste de las Malvinas y las unidades de superficie británicas aún no se encontraban en la zona de operaciones [recién llegaron el 22 de abril] por lo que la capacidad antisubmarina del enemigo en el área focal de Puerto MADRYN era nula.

Mientras el San Luis continuaba su derrota hacia el sur en demanda de su zona de operaciones los remolcadores TEHUELCHE y QUERANDI al mando del Teniente de Navío ARAUJO, a la sazón Segundo Comandante del Aviso ARA IRIGOYEN, eran despachados desde Puerto Belgrano con el secreto objetivo de escoltar al submarino ARA SANTIAGO DEL ESTERO [S-22], un Guppy IA que había sido desactivado en 1981, en su tránsito de regreso hacia ese puerto con el deliberado propósito de confundir al enemigo sobre su real estado operativo. Para velar toda la operación se dispuso que los remolcadores debían tomar el puerto marplatense después de las 19:00 p.m. del 22 de abril debiendo zarpar nuevamente en un plazo de 72 horas. No hubo necesidad de esperar tanto. Apenas cinco horas después, exactamente a las 00:20 a.m. partía el S-22 navegando en superficie rumbo a Puerto Belgrano propulsado por sus propios medios pero imposibilitado de sumergirse. La operación de traslado a la principal Base Naval Argentina se llevó a cabo sin contratiempos y con la mayor premura a fin de aprovechar la meteorología favorable. El sumergible llegó a destino sano y salvo al día siguiente en horas de la noche, donde se lo oculto esmeradamente entre dos grandes buques mercantes que repostaban en el antepuerto de la Base Naval, camuflándolo convenientemente para que no pudiera ser visto desde el aire. El ardid dio buen resultado a juzgar por los interrogatorios efectuados por el enemigo al personal naval propio capturado en las GEORGIAS del SUR. En efecto, sabemos por su intermedio que los británicos estaban muy preocupados por conocer el paradero del gemelo del ARA SANTA FE [S-21].


3 - Lanzamientos Fallidos

Faltando pocas millas para ingresar al área de patrulla se detectó un fuerte golpeteo en la denominada “zona de libre circulación”, es decir, el área comprendida entre la cubierta y el casco resistente del buque, que en inmersión se encuentra completamente inundada. AZCUETA decidió entonces arriesgar salir a la superficie antes del crepúsculo vespertino para investigar el origen de los ruidos, pues estos aumentaban la indiscreción del buque. A poco de emerger se develó el misterio. Se trataba de una pistola de soldar que algún distraído operario había dejado olvidada durante el rápido alistamiento del buque. El propio movimiento del submarino hacía que esta sencilla herramienta golpeara contra el casco continuamente dando la sensación abordo de que se trataba de algo mucho mas serio. También se detectó que se había soltado la tapa de acceso a una válvula en cubierta la que fue prontamente asegurada. Toda la maniobra no llevo más de 15 minutos reanudándose luego la navegación sin novedad.

Por fin el 28 de abril a las 08:00 de la mañana el S-32 ingresó furtivamente en su área de patrulla, nombre en código “María”, al norte de la Isla Soledad muy próxima a la costa. Al día siguiente, como consecuencia directa del sorpresivo ataque Británico a GRYTVIKEN, en las GEORGIAS del SUR, se le levantaron las restricciones en el uso de las armas.

Si AZCUETA tenía alguna duda acerca de la existencia o no de actividad enemiga en el área la misma se disipó hacia las 09:40 del 1 de Mayo cuando sus sonaristas detectaron un rumor hidrofónico que enseguida clasificaron como perteneciente a un “destructor del tipo 21 o 22” en base al batido de sus hélices y a la emisión de su sonar del tipo 184. El blanco navegaba operando con helicópteros a una velocidad de 18 nudos. AZCUETA ordenó entonces cubrir los puestos de combate y aumentar la velocidad al máximo para acortar la distancia al blanco: 13.000 yardas...12.000...11.000...10.000, se expuso el periscopio unos breves segundos pero una espesa niebla impidió ver nada. Cuando el blanco estuvo a una distancia inferior a las 9.500 yardas AZCUETA ordenó lanzar su primer torpedo SST-4, el primero que lanzaba la Armada Argentina en tiempo de guerra, deteniendo las maquinas a último momento para facilitar el guiado manual del torpedo. Eran las 10:15 horas. Dos minutos después del lanzamiento se recibió la señal de “cable cortado” y ninguna evidencia de haberse alcanzado el blanco. Casi enseguida iniciaron maniobras evasivas previendo un eventual contraataque enemigo, pero este nunca llegó. Al parecer los británicos nunca supieron de su presencia . Para economizar combustible y evitar ser detectado por los helicópteros antisubmarinos que se sabía estaban operando en esa área el submarino se posó en el lecho marino hacia las 16:25 donde permaneció las siguientes cinco horas.

Prácticamente a diario se vieron obligados a jugar al gato y al ratón con los buques de superficie y helicópteros antisubmarinos británicos que se desplazaban por la zona, debiendo en varias ocasiones interrumpir abruptamente la recarga de sus baterías por los constantes contactos hidrofónicos que mantuvieron con el enemigo.

El 4 de Mayo otro serio revés operativo sacudió al SAN LUIS, uno de sus dos preciados convertidores de 400 Hz quedó imprevistamente fuera de servicio. De no haber contado con un convertidor auxiliar el submarino habría quedado virtualmente indefenso al verse impedido de operar sus equipos más indispensables tales como el sonar, el radar, los transreceptores, el girocompás, y el propio sistema de armas. Lo expuesto sumado a otras averías que la tripulación debió reparar precariamente, aguzando el ingenio, con los pocos elementos disponibles abordo, tornaron al S-32 mucho más riesgoso para su operación, pese a ello la moral de la tripulación y la resolución del Comandante por continuar combatiendo no disminuyo un ápice.

Ese mismo día dos aviones a reacción SUPER ETENDARD pertenecientes a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque fueron vectoreados por un viejo bimotor SP-2H NEPTUNE hacia un grupo de blancos que navegaban desprevenidos 100 millas al Sur de Puerto Argentino en misión de piquete radar. Hacia las 11:05 a.m. los aviones argentinos lanzaron simultáneamente misiles EXOCET AM39 logrando hacer blanco en el destructor tipo 42 HMS SHEFFIELD [CN JAMES SALT] de 3.660 Tn. En primera instancia el enemigo atribuyó aquél terrible golpe a un torpedo, pero un vuelo de reconocimiento efectuado diez minutos después del ataque revelo enseguida un tremendo orificio de 3 metros de diámetro por encima de la línea de flotación, sobre la banda de estribor del buque, que solo podía provenir de un misil aire superficie. Concluido el conflicto el ex-Comandante enemigo, reconoció a la prensa que el misil había hecho explosión dando muerte a una veintena de hombres tras declararse un violento incendio que se extendió por todo el buque . Este audaz ataque tuvo enormes consecuencias en el bando enemigo. No sólo demostró que el Grupo de Batalla Británico era vulnerable a la aviación Argentina, sino que desató el pánico en el alto mando naval inglés al tornar de pronto verosímil la posibilidad de perder alguno de sus dos valiosos portaaviones, algo que hasta entonces era considerado impensable.

El “SAN LUIS” fue informado a las 21:14 p.m. [hora Argentina] de la trágica suerte del destructor HMS SHEFFIELD, recibiendo ordenes de dirigirse a máxima velocidad a la última posición conocida del buque enemigo con el objeto de confirmar el hundimiento de la nave y obtener blancos de oportunidad. Inexplicablemente esta orden fue revocada pocas horas después, permaneciendo el San Luis en su área de operaciones.

Cuatro días más tarde los sensores acústicos captaron otro rumor hidrofónico, esta vez en los sectores popeles del buque, con todas las características de un contacto inteligente y por lo tanto hostil. SOMONTE conserva aún fresca en su memoria aquella experiencia: “sentimos algo muy cerca del casco por encima de la popa, auque no podría asegurar que haya sido un torpedo” Sea como fuere el Comandante ordenó enseguida maniobras evasivas con lanzamiento de falsos blancos o señuelos para eludir la inminente amenaza. Posteriormente se apreció al blanco a corta distancia y en acercamiento lo que terminó por decidir a AZCUETA a lanzar un torpedo antisubmarino MK-37 a una distancia inferior a las 2500 yardas. Eran las 21:42 del 8 de Mayo. La detonación se produjo 16 minutos después del lanzamiento sin poderse precisar su resultado.

Esta acción despertó después de la guerra críticas injustificadas de quienes tuvieron a su cargo evaluar las acciones de combate sin tener en cuenta la mínima experiencia de que disponía entonces la “Fuerza de Submarinos” en la clasificación de blancos submarinos como consecuencia de que, en la gran mayoría de los casos, sus modernos buques eran desaprovechados como blancos para el adiestramiento de sus unidades de superficie y aéreas relegando el combate submarino vs submarino que ya en la década del 80 era considerado fundamental en las principales marinas del mundo.

La tercera oportunidad de atacar se presentó en la madrugada del 11 de Mayo cuando se obtuvo un nuevo contacto hidrofónico sobre dos blancos de superficie que navegaban en proximidades de la boca del Estrecho de San Carlos. El destino había colocado al ”San Luis” entre ambos buques enemigos. Una posición inmejorable para un ataque con torpedos. En la superficie reinaba una total obscuridad que hizo imposible visualizar los buques vía periscopio. AZCUETA se decidió a atacar primero el blanco ubicado más al sur, por cuanto éste presentaba menores probabilidades de incurrir en error en cuanto a la estimación del rumbo y distancia. A la 01:40 a una distancia de 8.000 yardas ordenó lanzar con el tubo Nº1, pero ante la falla de este debió lanzarse con el tubo Nº8, para entonces la distancia al blanco se había reducido a 5.200 yardas. A los 3 minutos de corrida del torpedo se recibió la señal luminosa de “cable cortado” en la consola de control tiro. El S-32 se dispuso enseguida a atacar al segundo blanco ubicado un poco mas al norte, pero dado que éste se alejó del lugar a alta velocidad AZCUETA decidió abortar el lanzamiento. Poco después de la acción el Comandante despachó un mensaje a COFUERSUB dando cuenta de su frustrado ataque y del comportamiento errático de éste último torpedo pese a contarse con excelente información del blanco y una posición inmejorable para efectuar el disparo, concluyendo que “el sistema de armas no era confiable”.

Este lacónico mensaje convenció finalmente a las autoridades navales argentinas de que el “San Luis” debía regresar a casa. Para evitar interferencias con otras unidades propias que estaban operando en aguas próximas a la costa Argentina se eligió una derrota directa hasta el extremo sudeste de la zona de adiestramiento de sumergibles frente a Mar del Plata y desde allí una derrota costera hasta tomar el canal de acceso a la Base Naval de Puerto Belgrano. El 19 de mayo en horas de la noche el S-32 tomo puerto en esa base tras 39 días de patrulla y 864 horas de inmersión. Apenas unas horas después de amarrar se plantó su segundo y último convertidor de 400 Hz quedando la unidad totalmente fuera de servicio .

4 - Un arma maravillosa, cuando funciona

Al día siguiente el personal de control tiro y de armas del Arsenal Naval de Mar del Plata se abocó a reparar el computador VM8-24 que estaba fuera de servicio. ¿Pero era éste realmente el responsable del comportamiento errático de los torpedos?. Con el propósito de encontrar una respuesta a este interrogante ya el 15 de mayo de 1982, antes del arribo del San Luis a Puerto Belgrano se había constituido una comisión especial presidida por el Capitán de Fragata ROBERTO F. SALINAS y otros cuatro oficiales -tres de ellos calificados ingenieros en armas y un submarinista- con el objeto de determinar las posibles causas de los cortes en el cable de guiado de los torpedos. No obstante, la falta de información sobre los lanzamientos fallidos y de medios técnicos adecuados para diagnosticar el problema condenaron al fracaso sus esfuerzos desde el principio . No fue sino hasta el resultado de una segunda investigación, realizada luego de concluido el conflicto, que demandó alrededor de 60 días con el indispensable apoyo de los talleres correspondientes que los verdaderos síntomas del problema salieron a la luz y pudieron ser debidamente corregidos. Los detalles de la investigación permanecen, hasta hoy, en el más absoluto secreto, aunque se sabe que fueron nuestros propios ingenieros en armas quienes resolvieron el enigma sin ningún tipo de ayuda externa.

Desde los tiempos de Robert Whitehead (1823-1905), inventor del torpedo automóvil allá por 1866 esta sofisticada arma autopropulsada, autodirigida, repleta de partes mecánicas y eléctricas móviles, que se desplaza en las profundidades del mar a alta velocidad y es sometida a todos los problemas de corrosión que plantea un medio líquido, densamente poblado y hostil, no ha dejado de dar fuertes dolores de cabeza a los submarinistas. Su desempeño en la guerra de Malvinas no fue la excepción. Tres frustrados lanzamientos son signos más que elocuentes acerca de que los torpedos y el sistema de control tiro del buque estaban seriamente comprometidos. Indudablemente la compleja cuestión del comportamiento de los torpedos de origen alemán SST-4 tuvo un impacto negativo en la proyección del poder naval argentino durante el conflicto Malvinas, pero estas fallas del material no eran, por cierto, patrimonio exclusivo de la Armada Argentina.

El primer antecedente latinoamericano de un torpedo defectuoso se remonta a la guerra del Pacífico entre Perú y Chile. La Marina de Guerra del Perú procuro entonces, mediante la adquisición de un torpedo diseñado por JOHN L. LAY, un ex Ingeniero adjunto de la US Navy, torcer la balanza del poder naval a su favor. LAY había sido durante varios años un pionero de la guerra con torpedos y era muy reconocido por la sencillez de sus diseños. El prototipo provisto a los Peruanos pesaba 2.500 libras y media 25 pies de largo por 18 pulgadas de diámetro. Disponía de un motor a gas [dióxido de carbono comprimido] diseñado para alcanzar en superficie una velocidad máxima de 10/11 nudos. El arma era controlada desde a bordo mediante un control remoto desde el cual partía un cable eléctrico que unía el torpedo con el operador. Este “cordón umbilical” era el encargado de encender o apagar el motor, detonar la carga explosiva de 200 libras, izar o arriar pequeñas banderas de señales para indicar su posición, y activar o desactivar la liberación de torpedos “esclavos” [sin propulsión] que eran remolcados por el arma principal. LAY había logrado hundir mediante el uso de uno de sus torpedos el monitor confederado “ALBEMARLE” durante la guerra de secesión norteamericana.

La mera amenaza que constituía el torpedo LAY para las fuerzas navales chilenas permitió a los Peruanos romper el bloqueo del puerto de IQUIQUE. Iniciada la guerra del Pacífico el 5 de abril de 1879 el monitor HUASCAR, al mando del legendario Capitán de Navío Miguel GRAU enfrentó valerosamente a la flota chilena que bloqueaba ese puerto logrando hundir mediante su afilado espolón a la corbeta Chilena ESMERALDA (CAP. ARTURO PRAT). El 23 de Julio GRAU dio otro magnífico golpe de mano al capturar al transporte RIMAC con 300 hombres del escuadrón de carabineros de YUNGAY, además de valiosos pertrechos de guerra. Pero su suerte pareció agotarse el 25 de Agosto, oportunidad en que maniobró para hundir a la corbeta chilena ABTAO en las afueras de ANTOFAGASTA. Esta vez GRAU ordenó lanzar un torpedo [LAY] desde la cubierta del HUASCAR bajo la atenta mirada de la tripulación que ya saboreaba la inminente victoria. Imprevistamente el torpedo comenzó a desviarse del blanco hasta completar un giro de 180 grados, iniciando así un curso de colisión con el HUASCAR. En un abrir y cerrar de ojos los marinos peruanos se vieron de pronto amenazados de muerte por su propio torpedo. El operador del arma, el americano Stephen CHESTER, procuro en vano desviar el maldito artefacto. Cuando la suerte del HUASCAR parecía echada el bravo Teniente 2º FERMIN DIEZ CANSECO, a riesgo de su vida, se arrojo al mar en un desesperado intento por torcer el destino, logrando desviar el torpedo momentos antes del impacto, sin consecuencias fatales para nadie. GRAU ordenó posteriormente enterrar el arma en el cementerio de IQUIQUE.

El mal desempeño de los torpedos, como es de suponer, no se circunscribió solamente a las Armadas Latinoamericanas, sino también al resto de las principales potencias marítimas del mundo. Los casos de la US Navy y de la Kriesgmarine [Armada Alemana durante el III Reich] durante la segunda guerra mundial son un vivo ejemplo de la imprevisibilidad que impera en esta materia, aún en países altamente industrializados que cuentan con un largo historial en el desarrollo tecnológico de esta arma.

Desde el inicio de las operaciones Norteamericanas en el Teatro del Pacífico el panorama resultó igual de sombrío que años más tarde en el Atlántico Sur. Una y otra vez, durante los primeros meses de la contienda, se recibieron en el alto mando naval comunicados de los comandantes de los submarinos informando que los torpedos no navegaban hacia el punto donde habían sido orientados, que no estallaban al hacer impacto, que se detenían antes de llegar al blanco o describían imprevisibles trayectorias circulares, con el riesgo eminente para el buque que los lanzaba. Le demandó nada menos que dieciocho (18) meses a la US Navy resolver el problema antes de que sus torpedos pudieran librarse del maleficio. El caso del USS TANG, al mando del temerario Capitán de Fragata RICHARD “DICK” O’KANE, es tal vez el más famoso de todos en lo que hace al mal funcionamiento de sus torpedos. Fue un 24 de octubre de 1944 cuando el TANG, que ostentaba en ese entonces el más destacado historial de daños infligidos al enemigo, fue impactado por uno de sus propios torpedos de propulsión eléctrica Mk-18 defectuosos que tras efectuar una trayectoria circular hizo impacto en el cuarto de torpedos de popa del sumergible, durante un ataque a un convoy enemigo en el Estrecho de Formosa. De los 10 hombres [de un total de 88] que permanecieron a flote tras su hundimiento, solo 4 sobrevivieron a los campos de concentración japoneses. O’KANE fue uno de los afortunados. Posteriormente el gobierno de los Estados Unidos le confirió su más alta condecoración militar, la Medalla de Honor del Congreso.

La Armada Alemana tampoco fue ajena al síndrome de los torpedos defectuosos tal como nos lo cuenta en sus memorias el propio Almirante Karl DOENITZ, Jefe del Comando de Submarinos durante la contienda europea. Su propia investigación interna reveló que no solo los detonadores magnéticos de los torpedos G7a y G7b eran completamente defectuosos, sino que ello era también aplicable a las pistolas de contacto. Por si ello fuera poco los torpedos sufrían de un inexplicable problema vinculado a la incapacidad de mantener la profundidad establecida durante la corrida. No es de sorprender entonces que consignara a consecuencia de lo anterior: “La fe en los torpedos se había perdido totalmente”.

Promediando el mes de Mayo de 1982 el Alto Mando Naval Argentino también perdió la fe en sus torpedos tras enterarse del pobre desempeño del lote de 10 torpedos SST-4 embarcado en el ARA San Luis. No obstante la Armada procuró por todos los medios imaginables revertir el problema en el corto plazo mediante sus propios técnicos e ingenieros utilizando al ARA Salta como banco de pruebas ya que la Unión Europea, incluido Alemania Federal, principal proveedor de los torpedos argentinos, apoyaban al Reino Unido, lo que vedaba cualquier tipo de ayuda externa.

Los torpedos provistos al San Luís durante su única patrulla de guerra eran nada menos que los flamantes y modernos torpedos filoguiados SST-4 (versión “for export” del torpedo “Seaschlang” que utilizaba la Marina de Guerra Alemana) fabricados por AEG-TELEFUNKEN, una de las más prestigiosas firmas del mundo, pero ni bien éstos llegaron al país se constató que adolecían de diversas fallas de diseño que si bien fueron posteriormente subsanadas por sus fabricantes, en la práctica, estas mejoras no llegaron a incorporarse a los torpedos locales por razones presupuestarias, todo lo cual trajo mas tarde consecuencias disvaliosas durante el conflicto.


5 - Un final inmerecido

Los defectos del material antes referido impidieron lograr el ansiado bautismo de fuego del arma submarina y capitalizar a un experimentado comandante de submarinos, como lo era el Capitán de Fragata Azcueta. A sus buenas cualidades de carácter y personalidad se añadía un gran bagaje de conocimientos profesionales adquiridos en distintas unidades de la armada además de un brillante desempeño como profesor de táctica y Director de la Escuela de Submarinos. Su plana mayor y tripulación demostró estar a la altura de las circunstancias gracias al liderazgo natural y carisma de su Jefe.

Como consecuencia directa de la experiencia recogida con el San Luis la Fuerza de Submarinos Argentina logró en 1984 por disposición Nº 612/84 “C” del Estado Mayor General Naval su tan postergada independencia del Comando de la Flota de Mar, pasando desde entonces a depender del Comando de Operaciones Navales.

A partir del año 1989, aún con uno de sus motores diesel fuera de servicio, el ARA SAN LUIS entró en reparaciones de media vida en el Astillero MINISTRO MANUEL DOMECQ GARCIA S.A. de dársena norte a la espera de los fondos que permitieran restablecerlo al servicio activo. Pero ese ferviente deseo de la ARMADA nunca llegaría a materializarse en los hechos. El 11 de septiembre de 1995 el gobierno había indirectamente sellado la suerte del buque al dictar el decreto 460 por medio del cual se aprobó la liquidación del citado astillero y suspendía indefinidamente el programa submarinos del Plan Nacional de Construcciones Navales de la Armada Argentina.

Pero fue recién durante el segundo mandato de la administración MENEM, siendo Ministro de Defensa el Lic. Jorge Domínguez, cuando el Poder Ejecutivo le dio el golpe de gracia mediante la sanción del decreto 364 de fecha 28 de abril de 1997 por medio del cual se declaró en “desuso” a este noble guerrero, el único en romper el bloqueo británico en torno a las islas, debiendo para ello enfrentar solo y sin apoyo, a un formidable enemigo, experto en guerra antisubmarina, que además contaba con sensores y dispositivos antisubmarinos de última generación. Lo expuesto sumado al ingenio e iniciativa de su tripulación para sobrellevar las enormes limitaciones del material que lo jaquearon durante toda la patrulla constituyen méritos más que suficientes para que su bandera de guerra fuera acreedora a la condecoración “Honor al valor en combate”.

En los considerandos del fatídico decreto del PEN se destacaba que “el mantenimiento del submarino en su actual condición de alistamiento genera una innecesaria erogación al presupuesto de la ARMADA por lo que resulta conveniente radiarlo del servicio y disponer su venta, y de no ser esto posible su concesión como buque museo (sic)”. Hasta ahora ninguno de los dos objetivos fue alcanzado, pues ningún país se mostró interesado en adquirirlo ni fue dado en concesión como buque museo. Recientemente han circulado versiones no confirmadas oficialmente de que la ARMADA se proponía modificar su actual “status” pero el bajo presupuesto de que disponen actualmente las FFAA parece alejar esta hipótesis. De este modo lamentable se cerró el último capítulo de la única unidad naval Argentina que, pese a no haber logrado hundimientos mantuvo en vilo a toda la Fuerza de Tareas Británica durante los 74 días que duro el conflicto austral.

El Autor: Jorge Rafael Bóveda nació en Buenos Aires en 1961. Se graduó de abogado en la Universidad de Buenos Aires. Su gran interés por el conflicto del Atlántico Sur, en general, y la actuación de la Fuerza de Submarinos,en particular, le ha permitido entrevistar a los principales protagonistas de la Armada Argentina que han tenido participación activa en la contienda bélica. Es colaborador de distintas publicaciones nacionales y extranjeras como Todo es Historia (Argentina), Warship World (Reino Unido) y Fuerza Naval (España). Fue distinguido con el Premio Creatividad 2003 en el género periodismo de investigación que confiere la Academia Nacional de Periodismo por uno de sus artículos de investigación aparecido en la revista Todo es Historia. Es miembro del Instituto Nacional Browniano y del Instituto de Historia Militar Argentina. Su primer libro, Malvinas: La Odisea del Submarino Santa Fe, fruto de siete años de investigación y un centenar de entrevistas a los protagonistas directos de los hechos ha sido recientemente editado por el Instituto de Publicaciones Navales. (elsnorkel.com)