miércoles, 9 de octubre de 2013

ARA: El HMS Conqueror busca y hunde al Belgrano

El Conqueror hunde el Belgrano 

El submarino HMS Conqueror, de la clase Churchill, que tuvo 3 unidades, con propulsión nuclear, fue botado el 05/12/1967 y se incorporó a la Flota de Mar del 09/11/1971. El objetivo principal de esos submarinos fue, en la Guerra Fría, espiar los movimientos de la fuerza naval de submarinos soviéticos. Fue retirado en 1990. Hasta hoy día fue el único submarino nuclear que hundió una nave enemiga con torpedos convencionales, el crucero ARA General Belgrano, en 1982.) 

por LAWRENCE FREEDMAN y VIRGINIA GAMBA 

El 27 de abril la Armada argentina se había desplegado para oponerse al previsto desembarco de las fuerzas británicas. El 29 de abril la flota se dividió en dos grupos y ocupó posiciones para defender las Malvinas. El grupo más importante incluía al 25 de Mayo, con dos destructores equipados con misiles guiados, además de cuatro destructores y fragatas de menor porte. Este grupo se dividió en dos (Grupos de Tareas 79.1 y 79.4) y ocupó posiciones en el límite de la Zona de Exclusión Marítima, y al noroeste de las islas (el Grupo de Tareas 79.1 estaba a 270 millas náuticas al este del Golfo de San Jorge, en la Patagonia, y el Grupo de Tareas 79.4 al noreste de la misma posición). 

El grupo más pequeño, que incluía el crucero General Belgrano, más dos destructores (Grupo de Tareas 79.3), pasó a ocupar una posición a 260 millas al sur de las islas. Sus órdenes consistían en "buscar y destruir a la flota bitánica si las islas o la tierra firme eran atacadas". Se había ordenado a la Armada que respetase la zona de 200 millas impuestas por los británicos y que no desencadenara ataques. 

A las 15:13 del 1º de mayo el almirante (N. de la R.: Gualter) Allara, que comandaba el Grupo de Tareas I, a bordo del 25 de Mayo, había recibido reconocimiento aéreo en el sentido de que siete naves británicas estaban a unas 120 millas de distancia, al norte de Puerto Argentino. Más tarde, Lombardo recordaría: 

Nuestra gente en las Falkland, en las Malvinas, comenzó a afirmar que había un desembarco... Desembarco con helicópteros y embarcaciones, con botes, ambas cosas en varios puntos, cerca de Puerto Argentino, cerca de Port Stanley... De modo que yo debía aceptar que ese era el día del desembarco. Creíamos que los británicos concentrarían los esfuerzos en las proximidades de Port Stanley y tratamos de atacar a naves aisladas o pequeños grupos de naves fuera de esa región. La Fuerza Aérea atacaría a las naves que estaban cerca de Port Stanley." 



Más o menos simultáneamente llegó información enviada por el contralmirante Otero, del Comando del Atlántico Sur, y decía que había un "desembarco en marcha al norte de las islas". Se afirmaba que las naves se habían aferrado entre 010 y 145 grados frente a Stanley, con intervalos de 90, 40 y 10 millas náuticas, protegidas por los Sea Harrier. 

A las 15:55, al recibir la información del almirante Allara, Lombardo lo dejó en "libertad de acción para atacar". Allara interpretó esto como una modificación de las normas de combate argentinas. Ahora podía emprender acciones contra la flota británica e impartió órdenes en ese sentido a los grupos que estaban a su mando. Este cambio se realizó sin referencia a las autoridades superiores. 

No hay motivo para creer que si se hubiese consultado se lo hubiera pensado mejor. El almirante Anaya, comandante en jefe de la Armada, temía que la marina no respondiese con rapidez suficiente, y que todos los honores de la batalla correspondiesen a la Fuerza Aérea. Ordenó a Lombardo que comprometiese a la Armada y después retrocedió, pues pensó que su propia actitud era injusta. Lombardo estaba "más cerca de la acción" y, por tanto, debía hacer lo que juzgase "necesario y apropiado". En realidad, Lombardo ya había ordenado el ataque. 

Cuando se le conceció libertad de acción, Allara comenzó a avanzar hacia la fuerza de tareas. A las 20:07, ahora que disponía de más datos acerca de los cañoneos británicos y de posibles desembarcos, Allara impartió la orden general de iniciar operaciones ofensivas. A las 20:39 el general Menéndez, en Puerto Argentino, estaba convencido de que se estaba produciendo un desembarco. A las 20:55 hubo intenso fuego naval sobre el aeropuerto y los helicópteros se acercaron a la costa. Pero poco antes de medianoche los barcos cesaron el fuego y se retiraron. No se habían soportado ataques de los Sea Harrier desde las 19:00. Más o menos a esa hora las primeras unidades SAS estaban desembarcando en Isla Soledad (Malvina oriental). Si como se ha sugerido los radares argentinos de la costa detectaron a los helicópteros Sea King que transportaban a los hombres de las unidades SAS, es posible que esa comprobación reforzara la impresión de un intento de desembarco. 



A mediodía, un avión Tracker, en misión de reconocimiento, descubrió a seis naves británicas. Se informó a Allara, que estaba a bordo del 25 de Mayo. Allara abrigaba la esperanza de despachar seis Skyhawk con un radio de combate de 240 millas, cada uno armado con seis bombas de 250 kilogramos. Necesitaba un viento de 40 nudos para lograrlo. A las 22 el viento comenzó a disminuir. Ahora calculó que necesitaría esperar hasta las 6 antes de encontrarse en una posición que le permitiera desencadenar el ataque. Dos horas después había disminuído aún más. Para enviar los aviones desde la nave tendría que cargarlos con menos combustible y menos armas. El radio de acción se reducía a 140 millas y la carga a dos bombas. Se llegó ahora a la conclusión de que el ataque no sería posible hasta las 11 del 2 de mayo. De todos modos, Allara decidió continuar avanzando hacia la fuerza de tareas. 

A la 0:30 del 2 de mayo se detectó un eco a unas 110 millas de distancia, que se aproximaba al Grupo de Tareas 1. Se lo identificó poco después como un Sea Harrier. El avión describió círculos a unas 60 a 70 milas de distancia del Grupo de Tareas 1, al que aparentemente había descubierto. A la 1:19 Lombardo envió a Allara la siguiente señal: "Su 012007. No hay ataques aéreos sobre MLV desde 011900. Desconozco posición portaaviones enemigos, Enemigo no aferrado constituye fuerte amenaza para T 79". 

Si el enemigo no estaba atacando ahora a Puerto Argentino, podía encontrarse en un lugar cualquiera dentro de un amplio radio. De modo que ahora no solo no existía necesidad inmediata de atacar la Marina Real, pues no se estaba en presencia de un desembarco, sino que existía una amenaza para la flota argentina. Esto no representaba una orden de retirada, pero las consecuencias eran claras. 

Allara no tenía cabal conciencia de los riesgos, pues acababa de ser localizado por un Sea Harrier enemigo. A la 1:45 informó a Lombardo que tenía poco sentido continuar la marcha, porque las condiciones del viento imposibilitaban un ataque, y el pronóstico para el día siguiente sugería que las cosas no mejorarían. Por consiguiente, ordenó a los grupos de tareas que "retornasen a sus posiciones anteriores... Es decir, los dos grupos del norte hacia el continente y el grupo del sur hacia la Isla de los Estados". Deseaba regresar a aguas menos profundas para limitar el riesgo de caer víctima de un ataque submarino. Cuando el almirante Anaya llegó a la Central de Operaciones, a las 2:30, confirmó los mensajes de Allara y Lombardo y anuló las órdenes que mandaban iniciar la acción ofensiva. 

Entretando, el Belgrano y los dos destructores de acompañamiento patrullaban entre la Isla de los Estados y Bordwook Bank, al sudoeste de las Malvinas, con el doble objetivo de impedir que otro buque de guerra británico se uniese a la fuerza de tareas viniendo del Pacífico, y de advertir de cualquier movimiento hacia el territorio continental. Ese grupo también estaba destinado a impedir la intervención chilena. Por la tarde del 1º de mayo recibió la orden de evitar la aproximación a la Zona de Exclusión, y de evitar hacer frente al enemigo sin previa autorización; en cambio, debía ofrecer una amenaza lateral, de modo que el enemigo dividiese sus fuerzas. Lo mismo que el resto de la flota, había recibido la orden de interceptar a las unidades enemigas que estaban dañadas o aisladas, o se habían separado del cuerpo principal de la fuerza de tareas británica, si se presentaba la oportunidad. No debía comprometerse en un ataque frontal. 



A las 2:50 el comandante del Belgrano recibió la orden impartida por Allara a 1:45. Comenzó a modificar realmente el rumbo a las 5:11. Esta maniobra terminó a las 6, y en ese momento el crucero apuntaba su proa hacia la Isla de los Estados. Unas diez horas después fue alcanzado por dos torpedos del lado de babor. Inmediatamente perdió fuerza propulsora y comenzó a escorar. Media hora después se ordenó la evacuación, y a las 17:02 el Belgrano se hundió. Un destructor de acompañamiento, el Hipólito Bouchard, creyó que había sido alcanzado por un tercer torpedo que no explotó. Con el otro destructor, el Piedrabuena, adoptó medidas antisubmarinas y se alejó. 

Lombardo explicó después por qué los destructores no habían ayudado a recoger sobrevivientes, y aludió a "la primera acción submarina espectacular" durante la Gran Guerra, en el canal. Un submarino alemán torpedeó una nave británica, que comenzó a hundirse, y después hundió sucesivamente a los dos barcos de acompañamiento, que se habían detenido a recoger sobrevivientes. "Los barcos no están en el mar para recoger sobrevivientes -agregó-, sino para combatir y no ser hundidos". En el encuentro individual más costoso de la guerra, 321 tripulantes del Belgrano perdieron la vida. 

El pedido de Woodward 
Como sobrevino muchas horas después de los combates del 1º de Mayo, pareció que ese ataque británico no guardaba relación con el combate anterior. Pero no era así. Seguía de cerca a la acción de la víspera. Para explicarlo, es necesario regresar al modo en que los británicos veían la situación militar. 

El 30 de abril, el submarino nuclear HMS Conqueror fue enviado a la zona de Tierra del Fuego, con orden de buscar al Belgrano. La información según la cual el crucero estaba en esa área quizá provino de fuentes chilenas; de acuerdo con una versión, el comando naval chileno en Punta Arenas a fines de abril envió un mensaje al agregado militar británico en Santiago a través de un intermediario. Más avanzada la tarde, el Conqueror recogió los primeros ruidos en el sonar. En realidad, era un buque-tanque que acompañaba al Belgrano. 

Las órdenes del Conqueror, recibidas a las 21, hora local, del 30 de abril, eran interceptar al Belgrano y atacarlo cuando entrara, como se preveía que haría, en la Zona de Exclusión Total. Por la mañana siguiente avistó al Belgrano y a los dos destructores que lo acompañaban, y que se reabastecían con el combustible del buque-tanque. A las 11 los tres barcos comenzaron a alejarse hacia el sudeste, a la velocidad de 8 nudos. El Conqueror comenzó a seguirlos y envió señales a la Central de la Flota en Northwood, en las afueras de Londres, indicando que había establecido contacto, y señalando su posición y el curso que seguía. La señal también llegó al almirante Woodward, que estaba a bordo del Hermes. A la 1 del 2 de mayo, el Conqueror informó que aún estaba siguiendo al Belgrano. 

El almirante Woodward quería que el Conqueror atacase al Belgrano. Impartió al Conqueror una orden directa de ataque a las 4:10 (8:10, hora británica) en la mañana del 2 de mayo. La orden tenía que pasar por Northwood, donde el almirante Herbert, comandante de los submarinos, la anuló, porque comprendió que necesitaría la aprobación política. Woodward tenía autoridad para atacar a los barcos argentinos con sus barcos de superficie o aviones, y podía haberlo hecho en este caso, aunque no tan fácilmente. Lo que ahora reclamaba exigía que se modificasen las ormas de combate, un paso que Northwood ya estaba contemplando. 

Desde Northwood se envió una señal al capitán Wreford-Brown, del Conqueror, a las 6:15, y probablemente lo sorprendió la orden de que se abstuviera de desencadenar un ataque hasta que cambiasen las reglas. 

Aunque Gran Bretaña parecía enredada e una batalla naval posiblemente ilimitada con la Argentina, la fuerza de tareas estaba constreñida con referencia al posible empleo de sus armas más letales -los submarinos nucleares- por las normas de combate establecidas. 

En Northwood la actitud de Woodward suscitó irritación. Se sugirió que el almirante Fieldhouse había manifestado su desagrado. De todos modos, el pedido de Woodward destacó algo que ya estaba siendo abordado. Fieldhouse apoyó la opinión de Woodward en el sentido de que debían modificarse las normas para permitir el ataque. 

En Northwood se calculaba que había tiempo suficiente para obtener que se modificasen las normas de combate antes de que el Belgrano alcanzara a la fuerza de tareas. No mucho después de recibir la señal de Woodward, a las 9:15, hora británica, de la mañana del 2 de mayo, el almirante Lewin llegó a Northwood y examinó la situación con otros altos jefes antes de concurrir a Chequers para asistir a una reunión del Gabinete de Guerra. Se convino en que Lewin presionaría al Gabinete de Guerra para obtener que se modificasen las normas de combate. 

El almirante Woodward explicó del siguiente modo su inquietud: 

"El 2 de mayo por la mañana temprano todo indicaba que el 25 de Mayo, el portaaviones argentino, y un grupo de naves de escolta habían atravesado mi barrera de SSN (N. de la R.: submarino de propulsión nuclear) en dirección al norte, y que el crucero General Belgrano y sus naves de escolta intentaban completar el movimiento de pinzas desde el sur, todavía fuera de la Zona de Exclusión Total. Pero el Belgrano aún era seguido por el Conqueror. Mi temor se basaba en que el Belgrano se desprendiese del SSN al pasar por las aguas no tan profundas del Burdwood Bank, y que mi barrera adelantada de SSN también fuese evadida allí. Por tanto, reclamé, por primera y única vez en el curso de la campaña, un cambio importante en las Normas de Combate, con la finalidad de permitir que el Conqueror atacase al Belgrano fuera de la Zona de Exclusión." 

Por consiguiente, la inquietud de Woodward lo relacionaba con la situación táctica inmediata en que él se hallaba. Su propia experiencia anterior en los ejercicios de la Marina Real con la Marina de los Estados Unidos determinabaque supiera que los grupos de portaviones no eran invulnerables a los grupos de acción de las naves de superficie. Envió su reclamo al Conqueror no mucho después de haber recibido dato que indicaban que el grupo argentino más importante avanzaba hacia él, y la unión de los dos fragmentos de información suscitaban la posibilidad de un "movimiento de pinzas". Se sabía que los destructores que acompañaban al Belgrano llevaban Exocet, y era posible que el propio crucero tuviese este misil. En todo caso, sus cañones de 6 pulgadas superaban a los cañones británicos de 4,5 pulgadas. Para atacar al crucero solo disponía de los Harrier y los SSN. Se necesitaban los Harrier para la tarea de defensa aérea, sobre todo porque aún se corría el riesgo de que los Skyhawk fuesen lanzados desde el 25 de Mayo. Restaba el Conqueror. Aquí, la inquietud era que si el Belgrano navegaba atravesando el risgo sumergido denominado Burwood Bank, el Conqueror se vería en graves dificultades para mantener el contacto, sobre todo si deseaba que no se detectase su presencia. 

Sobre la base de la inteligencia disponible, la evaluación de Northwood fue también que la Armada argentina estaba intentando un movimiento de pinzas. ¿Qué se se sabía entonces sobre los movimientos argentinos? De acuerdo con una serie de versiones, la señal enviada por el almirante Allara a las 15:55 (19:55, hora británica) ordenando a los grupos a su mando que iniciaran la ofensiva contra la flota británica había sido interceptada, y esto fue lo que afectó al Belgrano y a sus naves de escolta. 

Lewin también ha señalado que la evaluación se basó en el conocimiento de que había existido un importante caudal de tráfico de radio entre las diferentes unidades de la Armada argentina, y en la "evaluación de lo que uno habría hecho si hubiera estado en el lugar de la Argentina". 

La referencia al tráfico de radio refleja el análisis de la posición y el avance del grupo argentino de portaaviones realizado por los oficiales de Woodward sobre la base de la interpretación de los "esquemas del tráfico inalámbrico y la observación de la dirección desde la cual podían aproximarse los aviones del 25 de Mayo". 

Después de un contacto de radar con uno de los aviones de búsqueda Tracker lanzado desde el 25 de Mayo, los Sea Harrier trataron de descubrir al portaaviones. Uno de ellos detectó la presencia de cuatro o cinco naves no mucho después de la medianoche, hora local. El piloto advirtió inmediatamente que además estaba siendo iluminado por el radar de búsqueda de un Sea Dart tipo 909. Con esta alarmante confirmación de que había encontrado naves enemigas se apresuró a regresar al Hermes. Como sabemos ahora, este mismo contacto fue un factor fundamental en la decisión argentina de retirarse, y estaba realizándose la retirada mientras los oficiales de Northwood consideraban el modo de afrontar una amenaza que segun creían estaba cerniéndose. 

Se ha sugerido que la señal de Lombardo a la 1:19 (5:19, hora británica) también había sido interceptada por el GCHQ, pero aún no estaba descifrada. 

Esta señal era más una advertencia que una orden de retirada (la que después provino de Allara), aunque la retirada estaba implícita. Es posible que se interceptaran otras señales que hubieran podido aportar una imagen más clara si se las hubiese descifrado; pero incluso si este hubiera sido el caso, la tarea de descifrado habría llevado varias horas. 

Según el comité de Relaciones Exteriores de la Cámara de los Comunes, a cuyos miembros se mostró el material de inteligencia disponible: "La evidencia clasificada que hemos visto y otras pruebas demuestran autorizada y concluyentemente que antes del hundimiento del Belgrano no llegaron a poder del gobierno británico órdenes interceptadas acerca de un retiro de las fuerzas argentinas". 

La prueba directa más reciente habría confirmado la impresión de que la flota argentina continuaba avanzando. El Conqueror había comunicado a las 5 (hora de Londres) que continuaba siguiendo al Belgrano que, sin duda, evitaba la Zona de Exclusión, pero se acercaba a la fuerza de tareas a la velocidad de 13 nudos. 

De modo que el panorama táctico era en ciertos aspectos desconcertante. La flota argentina, y sobre todo el portaaviones, habría sido atraída al mar de acuerdo con el plan, pero el plan se había frustrado ya que el submarino nuclear HMS Splendid no había podido establecer contacto con el 25 de Mayo, que ahora estaba al frente de la ofensiva argentina. La única parte de esta ofensiva con la cual había cierto contacto era el Belgrano y los dos destructores que lo acompaban. El Belgrano probablemente no llevaba misiles Exocet antinaves, pero podría llevarlos, y los destructores de escolta poseían ese armamento. Asimismo, aunque la velocidad en ese momento era reducida, de todos modos alcanzaría a la fuerza de tareas. 

Ello se calculó sobre la base del "Círculo Más Amplio", es decir, un círculo cuyo centro es la última posición conocida del enemigo, y cuyo radio es la velocidad máxima conocida del enemigo multiplicada por el tiempo que ha transcurrido desde la última vez que se lo avistó. Este círculo se ensancha con el correr del tiempo. La última velocidad informada del Belgrano, es decir, 13 nudos, era menos que su velocidad máxima de 30 nudos, pero un comandante prudente que esté inquieto acerca de la vulnerabilidad de las naves quese encuentran a su mando se habría sentido obligado a suponer lo peor. 

Otro riesgo táctico consistía en que el Belgrano podría haber participado de una nueva expedición para ocupar las Georgias del Sur, que no tenían buena defensa en ese momento. Entretando, la necesidad de vigilarlo sería una carga más para el exigido núcleo de helicópteros y Harrier de la fuerza de tareas. 

Otro factor que gravitó en la mente de los comandantes se refería al riesgo de demorar en la costa las fuerzas especiales que debían reconocer las islas. Según la versión de Lewin: 

"Habiendo llegado a las proximidades de las Falkland, él (Woodward) tenía que enviar subprecticiamente fuerzas especiales, para reunir datos de las disposiciones argentinas. Con esa finalidad necesitaba aproximarse todas las noches a muy corta distancia de las Falkland. Fuese para desembarcar o para reabastecer a las fuerzas especiales comprometidas. No podía realizar ninguna de estas tareas si la flota argentina estaba en el mar. No sabía dónde se encontraba, y se suponía que su intención era atacarlo. Podía preservar su seguridad alejándose hacia el este y menteniéndose fuera del alcance de los argentinos. Si adoptaba ese criterio, se veía imposibilitado de cumplir su misión." 

Además de la preocupación ante la posibilidad de que el Belgrano fuese parte de una ofensiva inminente, había otras razones que determinaban que los comandantes de la fuerza de tareas apoyasen enérgicamente un ataque. En primer lugar, uno de los objetivos originales de las operaciones de la víspera consistía en la creación de oportunidades que permitiesen desgastar a la Armada y a la Fuerza Aérea argentinas. Quizá no se previeron todas las consecuencias de la pérdida del Belgrano pero de todos modos se trataba de una oportunidad que los comandantes no deseaban desaprovechar. Para citar nuevamente a Lewin: "En la guerra, es necesario aprovechar las oportunidades mientras existan; tal vez no haya una segunda ocasión". 

Había algo más. Estos argumentos eran en sí mismos sintomáticos del hecho de que las limitaciones impuestas a los submarinos parecían anómalas. Toda la información proveniente del Atlántico Sur respecto de la actividad de la víspera indicaba que la lucha había comenzado seriamente. Todo esto se deducía con toda claridad del ataque en que el Glamorgan se salvó apenas, y de la prueba de que por lo menos un submarino argentino había estado buscando presas. Los informes que llegaron de Buenos Aires por la mañana reforzaban esa impresión. 

Las afirmaciones argentinas referentes a los éxitos obtenidos la víspera, aunque sin duda exageradas, de todos modos fueron interpretados como un indicio fidedigno de las intenciones de ese país, y por sí mismas contribuyeron a crear la atmósfera de la decisión ulterior del Gabinete de Guerra. 

Al margen de las razones específicas suministradas en relación con el Belgrano, Lewin habría presionado al Gabinete de Guerra en favor de un cambio en las normas de combate. Si la situación táctica específica de los días 1 y 2 de mayo no hubiese forzado un cambio de todos modos la cuestión habría sido formulada al día siguiente, durante la reunión del Gabinete de Guerra. El cambio determinaría que todos los buques de guerra argentinos se viesen amenazados por los submarinos británicos, y no solo el Belgrano. 

Lewin fue a Chequers con el almirante Fieldhouse para destacar la argumentación de los militares. Cuando llegó, explicó inmediatamente la situación a la primer ministro y pidió que se modificasen las normas. 

El propio Gabinete de Guerra no discutió el asunto. Fuera de Lewin, no se incorporó a la discusión a los jefes de Estado Mayor, si bien todos coincidieron con la recomendación de Lewin. Como el asunto era urgente, Thatcher reunió a los ministros y a los funcionarios que habían sido invitados a comer antes de que el organismo formal se reuniese durante la tarde. Por tanto, no quedó constancia en actas. Se disponía de poco tiempo para considerar de antemano las consecuencias del paso. La discusión se desarrolló entre quince y veinte minutos. Una versión afirma que hubo una discusión bastante amplia, pero en la práctica parece que fue más bien superficial, y que se manifestó una renunencia general a cuestionar el criterio militar. 

Más tarde, Whitelaw recordó que "una de las decisiones más sencillas en que participé personalmente", tan pronto él (Whitelaw) comprendió el riesgo de perder contacto con el Belgrano si no se permitía que el Conqueror lo atacase. 

La ausencia del secretario del Foreign Office quizás haya significado que los aspectos diplomáticos no fuerananalizados tan detenidamente como podría haber sido. Es posible que haya estado presente si Antony Acland, jefe del Servicio Diplomático, pero su predecesor inmediato, sir Michael Palliser, que ahora era asesor del Gabinete de Guerra, aún no había llegado. Sir Michael Havers estaba preocupado por el posible efecto en la opinión pública internacional, pero no se tuvo en cuenta el efecto en las negociaciones de paz, pues se creía que en ese momento no existían tales gestiones. 

El cambio aceptado fue "permitir ataques a todos los navíos argentinos en alta mar, como se había convenido previamente solo en relación con el 25 de Mayo". Tampoco se consideró en este caso la necesidad de comunicar inmediatamente el cambio a la Argentina. Una vez que se decidió enviar la señal, Lewin advirtió que cuando el Conqueror lo recibiese tal vez hubiese perdido de vista al Belgrano. En ese momento, creía que había un 75 por ciento de posibilidades de que el Conqueror tuviese éxito. 

A las 13 (hora británica) Lewin se comunicó con Nortwood desde Chequers, y treinta minutos después informó de este cambio a la fuerza de tareas. 

Las comunicaciones debieron ocupar espacios en un satélite de comunicaciones norteamericano que estaba disponible solo con poca frecuencia y admitía únicamente mensajes breves y precisos. Mas aún, si el submarino nuclear no estaba esperando un mensaje, y además adoptaba medidas para evitar que el enemigo lo descubrise, tal vez no recibiera la comunicación. 

Al parecer, es lo que sucedió a las 13:30 del 2 de mayo, cuando Northwood comunicó el cambio de las normas de combate. Afírmase que el capitán del Conqueror recibió un mensaje "confuso". Había afrontado problemas con las comunicaciones durante las vísperas, como consecuencia del deterioro provocado en sus mástiles por el mar agitado. Además, probablemente deseaba asegurar que la situación fuese cabalmente comprendida antes de adoptar un paso tan importante. Aprovechando el siguiente espacio disponible a las 15, hora británica (11 en el Atlántico Sur), el Conqueror informó que su presa había modificado el rumbo a las 9 de la mañana. El curso ahora era de 270 grados, y la velocidad de 14 nudos. 

La orden de Northwood no pudo ser repetida hasta las 17, y esta vez, a las 17:30, el Conqueror acusó recibo e informó a Northwood de su intención de atacar. La información de que el Belgrano había variado su curso llegó a Northwood a las 15:40, pero de acuerdo con los informes no llegó más allá del almirante Herbert, comandante superior de submarinos. Parece que este jefe no consideró entonces que el dato era importante: el crucero podría haber cambiado nuevamente el curso, como había hecho antes, o haberse desplazado para atacar a las Georgias del Sur. 

A bordo del Conqueror, Wreford-Brown había decidido atacar con el torpedo Mark 8, más antiguo y de menor alcance, como consecuencia de su ojiva más grande, que le ofrecía mejores posibilidades de perforar la coraza del buque de guerra y los protectores antitorpedo. Asimismo, él estaba a corta distancia del blanco. 

"Estuve más de dos horas tratando de encontrar una posición de ataque por el lado de babor del crucero. Aún era día. La visibilidad se presentaba variable; en determinado momento descendió a 2.000 yardas. Yo insistía en ascender para echar una ojeada -pero cuando estabámos a la profundidad del periscopio nos distanciábamos- y entonces tenía que sumergirme y alcanzarlos. Hice lo mismo cinco o seis veces. No estaban usando el sonar; se limitaban a zigzaguear lentamente a la velocidad aproximada de 13 nudos. Dos veces estuve en posición de fuego razonable, pero comprobé que ellos se habían desviado algunos grados". 

A las 20 el Conqueror estuvo en posición de disparar tres torpedos al Belgrano. A las 20:30, hora británica (16:30 hora local), informó a Northwood que el Belgrano había sido alcanzado con éxito. El Conqueror tuvo que escapar de prisa, porque pronto afrontó un intenso ataque antisubmarino de las naves escolta del crucero. 

 
16.25: el casco estaba inclinado a 20° y sumergido 7 metros. A causa del viento, las balsas tenían dificultades para separarse. Foto: Gentileza Asociación Amigos del Crucero General Belgrano 

Fuente: Urgente 24.

martes, 8 de octubre de 2013

lunes, 7 de octubre de 2013

FAA: La epopeya de los Hercules


 








La epopeya de los Hércules
Por Julio Limardo

Desde los primeros minutos del desembarco argentino en las islas Malvinas, el 2 de abril de 1982, se incorporó a la trama un personaje que no dejaría la escena sino hasta horas antes del trágico final, el 14 de junio de ese mismo año. Y cumplió su vital papel a pesar de tener que actuar en notoria inferioridad de condiciones. Solitario y sin defensa posible. Desde el primero hasta el último minuto. Esa fue la actuación de los C-130 Hércules dela Fuerza Aérea Argentina en la guerra de Malvinas.

Pocas horas después de que el primer soldado argentino pusiera pie en la costa malvinense, aterrizaba en la reducida cinta asfáltica del aeródromo del todavía llamado Puerto Stanley, el primer Hércules. Iniciaba así una larga, y prácticamente ininterrumpida, cadena de comunicación con el archipié1ago que llegaría a convertirse en un verdadero cordón umbilical para los aislados soldados argentinos.


Durante todo ese mes de abril los “transporteros” de la Fuerza Aérea cubrieron innumerables veces sin mayores problemas, el trayecto entre el continente y Puerto Argentino. Su misión era, fundamentalmente, la específica del escuadrón y se llevó a cabo sin sobresaltos. Pero la situación creada entre la Argentina y el Reino Unido se fue deteriorando rápidamente y las posibilidades de un arreglo pacífico se fueron esfumando lenta pero inexorablemente.





El 25 de abril se llevó a cabo la que sería la primera misión de guerra dela Fuerza Aérea Argentina contra los británicos. Aunque finalmente se vió frustrada por diversos factores adversos, fue una pauta crudamente real de lo que habría de venir pocos días después.


En esa oportunidad se planificó atacar con los bombarderos MK.62 Canberra algunos buques ingleses que se encontraban en las cercanías de las islas Georgias del Sur. Se escogieron los Canberra, de lenta maniobrabilidad y prácticamente nulo poder autodefensivo, por ser los Únicos con el alcance suficiente -se debían recorrer unos 4.000 km en total- como para poder operar sobre las Georgias. Tres bombarderos serían acompañados entonces por un Boeing 707, mientras que un KC-130, cuyo tanque de combustible extra para realizar reabastecimientos en vuelo le otorga una autonomía considerable cuando utiliza ese carburante para su propio consumo, se encargaría de la exploración lejana.

Fue precisamente el Hércules el que informó sobre las malas condiciones meteorológicas sobre el blanco y que además los buques a atacar estaban dentro de la bahía Cumberland, lo que prácticamente imposibilitaba la maniobra de los Canberra. Se frustró así esa primera misión, que ya no podría repetirse, porque la guarnición argentina en Grytviken se rindió poco después a la fuerza expedicionaria británica.




Bloqueo burlado

Finalmente llegó el 1 de mayo y con él, el estallido de la guerra, Los Vulcan y Harrier británicos tomaron como blanco principal la pista de Puerto Argentino en tanto que la flota inglesa se cerro sobre las islas. A partir de ese momento la situación se acercaba a un punto crítico para la operación de aviones de transporte.

Es que desde un punto de vista estratégico, el accionar de los Hércules revestía considerable importancia dado que, en primer lugar, los abastecimientos que se podían llevar a las islas no solo eran fundamentales para la supervivencia de los defensores sino que se convirtieron en la única fuente de alimentaci6n ya sea en pertrechos, material sanitario, personal de relevo, correo, y al mismo de tiempo de evacuación de los heridos.

Es decir, un verdadero “cordón umbilical” entre los que estaban en las islas y el continente.

Y tal vez mas que desde el punto de vista material -aunque obviamente sin disminuir en absoluto este aspecto, la actuación de los C-130 tenia mucho que ver con el apoyo psicológico a las tropas en Malvinas, que tenían así una constante prueba de que no se los había olvidado. Pero este mismo factor psicológico podría convertirse en su punto débil, porque para los atacantes británicos cortar los vuelos de los Hércules hubiera sido un hecho impactante al dejar completamente aislados física y moralmente a las tropas argentinas.

Pero no ocurrió así y de ahí que crece en importancia la operación de estos pesados pero nobles aparatos de transporte.

Para que esos vuelos pudieran llevarse a cabo felizmente debían concurrir los esfuerzos combinados de mucha gente, además de las propias tripulaciones. Resultaba imprescindible, en primer lugar, el esfuerzo de todos los servicios técnicos para apoyar la operatividad de los aviones, pero también era necesario el de los encargados del transporte en sí, quienes debían preparar los bultos convenientemente y a tiempo para su traslado, del personal médico que iba a bordo para atender lo relativo a las evacuaciones, de los servicios de comunicaciones y de los trabajos de inteligencia desarrollados en las islas para discurrir la manera mas segura para que los Hércules pudieran entrar y salir dentro de parámetros de riesgo aceptables.



Desde el punto de vista de las tripulaciones, todos y cada uno de ellos debieron recurrir a sus mejores conocimientos en lo que se refiere a volar un Hércules, que indudablemente es un avión de grandes cualidades pero que en las circunstancias se impuso llevarlo, y aún en ciertos casos traspasar el límite mismo de su capacidad.

En general, el avión partía muy pesado de Comodoro Rivadavia, con mucho combustible a bordo para poder cumplir el trayecto de ida y vuelta sin contratiempos, dado que la ruta, que normalmente requería unas dos horas del continente alas islas (gracias al empuje del viento a favor) y unas dos horas veinte el retorno, podía extenderse a veces a tres o cuatro horas para ir y otras tantas para volver.

La mayoría de los vuelos eran nocturnos, por lo que al llegar a la pista, que tenia un hueco producido por una bomba a unos 700 u 800 metros de la cabecera habitualmente en uso, la denominada 2-6, se encontraban con el inconveniente suplementario de que el balizamiento eléctrico había quedado fuera de servicio y, por otra parte, tampoco se podía contar con un balizamiento a “bochones” completo ,porque eso le daría al enemigo un indicio seguro de que había una operación aérea en el lugar. De manera que normalmente aterrizaban con esas limitaciones de pista, que quedaba reducida a un ancho aproximado de unos 20 metros, tal vez menos, y con una sola línea de balizamiento por bochones, que a su vez tampoco era una línea completa sino que a lo largo de toda la cinta asfáltica había seis o siete. La única compensación para los pilotos era el haber operado asiduamente antes de que se estableciera el cerco británico, de manera que conocían muy bien la pista y los puntos de entrada.

Otra ayuda con la que contaban era un emisor de láser óptico con que se le apuntaba al avión desde el extremo de la pista para indicarle la dirección pero ocurría que no siempre se lo podía usar, principalmente por causa de la mala visibilidad y por otra parte el piloto no siempre lo veía bien. Es que como se trataba de una emisión muy puntual, si no estaba exactamente apuntado se dificultaba su ubicación.

Para los pilotos, el hecho de volar muy bajo, sin referencias visuales exteriores, basándose únicamente en las indicaciones del instrumental y de las comunicaciones, sin poder apelar al piloto automático, precisamente por la escasa altitud de vuelo, convertía la tarea en algo agotador, a lo que había que sumar la gran tensión por la situación bélica que se vivía.

Una misión tipo de los C- 130 se iniciaba a eso de las siete de la tarde y podía terminar de regreso en el continente a las dos o tres de la madrugada.

Salir, recurrir constantemente a los instrumentos, intentar ver el suelo, luego buscar la pista una pista corta mal iluminada y demás inconvenientes, no era del todo cómodo. “En realidad, no era cómodo en absoluto”, recuerda ahora uno de aquellos pilotos.

Al mismo tiempo, la vulnerabilidad inherente al avión de transporte hacía que todo finalmente dependiera de la situación táctica sobre Malvinas, porque si el radar de Puerto Argentino detectaba algún buque enemigo en una posición tal que representaba una amenaza cierta para el Hércules, se le ordenaba regresar y Cancelar la misión, algo que ocurrió una veintena de oportunidades a lo largo de todo el conflicto.

Cuando finalmente el avión aterrizaba en Malvinas, ni siquiera detenía los motores. Simplemente se dirigía al fondo de la pista y ahí giraba. La carga se bajaba como se podía, cuanto más rápido mejor, por lo que se iban dejando en el suelo de cualquier manera y enseguida se comenzaba a subir las camillas y el personal a evacuar. Ya acomodados, aceleraban los motores y una vez más en el aire. “Cuanto menos tiempo en tierra, mejor”, era la frase más utilizada en ese momento. Así que entre descargar y subir a los evacuados se demoraban unos veinte minutos.



Por supuesto, como la descarga de bultos se realizaba a medida que el avión se movía, la pista se iba “acortando” para el despegue, por lo que al final terminaban decolando en 750 u800 metros. Y otra vez la tensión de volar pegado al agua, que se mantenía hasta haberse alejado por lo menos unos150 kilómetrosde las islas.

En muchos casos, cuando estaban en el aeródromo las tripulaciones de C-130 debieron sufrir una “alarma roja”, es decir, el aviso de un ataque inminente y en esos casos el procedimiento era cortar los motores y buscar una cubierta hasta que pasara el peligro.

A pesar de los periódicos relevos, el desgaste para los tripulantes fue realmente enorme. En general cumplían cinco o seis días en Comodoro Rivadavia haciendo vuelos a Malvinas y luego tenían un descanso de dos días.

En realidad, viajaban a Buenos Aires en descanso una tarde, se quedaban ahí esa noche, todo el otro día y a la mañana siguiente regresaban al teatro de operaciones.

Por otra parte, paralelamente se cumplían dentro del país una serie de vuelos, aunque no estuvieran directamente involucrados con el frente de combate, especialmente con cargas para el Ejército, a las distintas guarniciones en Comodoro Rivadavia o Río Gallegos.

Harrier contra Hércules

Aunque entre el 1 de mayo y el 14 de junio los C-130 realizaron unos sesenta vuelos sobre Malvinas, algunos de los cuales eran misiones de exploración para ubicar buques enemigos, sólo se registraron tres casos de ataques directos a los Hércules y de ellos un único caso con consecuencias fatales para el avión y sus tripulantes.

La explicación a esa suerte de “pasividad” por parte británica sólo puede ser materia de especulación, ante la falta de datos confiables. Entre los pilotos argentinos es creencia generalizada que en primer lugar los ingleses no creían realmente que los Hércules viajaban continuamente a las islas y que los partes argentinos que informaban acerca de esos vuelos eran simple producto de la llamada “propaganda de guerra”.



Por otra parte sabían, y en este punto sí estaban en lo cierto, que la pista de la capital isleña no tenía balizamiento y que la torre de vuelo había sido destruida por los bombardeos. No hay que olvidar tampoco que para los británicos el aeródromo había sido alcanzado por varios impactos de bombas, cuando en realidad no eran más que cráteres simulados preparados por el personal de construcciones de la base aérea militar Malvinas. El hecho concreto es que los Hércules pasaron.

El primer caso de un C- 130 interceptado ocurrió el 20 de mayo, cuando dos aviones burlaron, una vez más, el bloqueo británico y se aprestaban a aterrizar en Malvinas. Sólo pudo tomar tierra el primero, ya que un fuerte viento cruzado obligó al restante a emprender el regreso.

Justamente en la maniobra de retorno fue detectado por los radares de la fuerza de tareas inglesa, que inmediatamente despachó dos PAC (patrulla aérea de combate) de Harrier en su persecución. El Hércules apeló a su única defensa: volar al ras de las olas y dirigirse directo al continente. Como la baja altitud dificulta la detección por radar, el comandante del Hércules perseguido decidió hacer un giro de 90 grados para poner rumbo norte, con la secreta esperanza de que los Harrier no se percataran de la maniobra y lo perdieran. Así sucedió y los cazas ingleses siguieron de largo. Finalmente, el avión argentino volvió a cambiar de rumbo para poner proa a casa definitivamente, donde aterrizó sin mayor novedad.

La siguiente acción que involucraría a un Hércules, el 1 de junio, se convertiría en la única baja en acción del escuadrón.

Ese día el Hércules matrícula TC-63 se encontraba realizando tareas de exploración y reconocimiento, una misión de evidente riesgo que motivó a los pilotos a que apodaran esos vuelos como “el loco”. Poco antes del mediodía los equipos de a bordo del aparato argentino indicaron que estaba siendo “iluminado” por un radar enemigo, por lo que inmediatamente inició las maniobras de evasión previstas. Pero la diferencia de perfomances entre los Harrier y el Hércules convirtieron el hecho en un simple juego del gato contra el ratón.

Los dos primeros misiles Sidewinder disparados por los ingleses erraron el voluminoso blanco, pero el tercero hizo impacto en su ala derecha, justo entre los motores. Su suerte estaba sellada. Los ingleses remataron la labor con disparos de sus ametralladoras de 30.mm y el indefenso cuatrimotor cayó despedazado al mar.

Sus tripulantes, vicecomodoro Hugo Meisner, capitanes Rubén Martel y Carlos Krause, suboficial principal Julio Lastra, suboficial ayudante Manuel Albelos y los cabos principales Miguel Cardone y Carlos Cantezano desaparecieron para siempre.

El tercer y último episodio tuvo lugar seis días después, es decir, el 7 de junio. Poco después de las 20.30hs. dos Hércules se aproximaban, en riguroso silencio radial como era norma, a las islas cuando fueron detectados por un destructor que patrullaba al norte de la isla Soledad.

Según recordaron después los propios tripulantes del avión, alcanzaron a ver en el horizonte el resplandor del disparo y eso fue suficiente como para que dieran la alarma de ¡misil en el aire! .El pesado Hércules una vez más puso a prueba su resistencia estructural con un viraje muy cerrado y los motores exigidos a fondo. El misil, al parecer, por informes posteriores, un Sea Dart, pasó por un costado y se perdió en la oscuridad de la noche.



Los últimos vuelos

A pesar de que, en el medida que avanzaba el mes de junio, se tornaba más precaria la situación de los defensores argentinos de las islas, los C-130 operaron hasta el último día. Fue así que el 13 de junio -prácticamente a horas de la rendición final– por la mañana aterrizó un Hércules que transportaba munición de 155mm para los cañones argentinos y ya al caer la noche, poco antes de las 20hs, otro C-130 llevó a Puerto Argentino un cañón de 155mm, que fue descargado literalmente a la vista de las tropas británicas que ya dominaban la situación. Este mismo aparato despegó sin inconvenientes y aterrizó en el continente poco después de la medianoche de ese día.

También el 13 de junio los KC-130 cumplieron las misiones finales de reabastecimiento en vuelo para los cazas Skyhawk que operaban por última vez sobre el disputado archipiélago.

En el historial del escuadrón C-130 quedaban registrados, entre el 1 de mayo y el 14 de Junio, un total de 60 vuelos, de los cuales seis fueron de exploración, dos efectuaron lanzamiento de carga sobre bases argentinas en las islas, 31 lograron aterrizar en el aeródromo de Puerto Argentino y otros 21 debieron regresar por distintas razones.

En esos vuelos se trasladaron 514 pasajeros y se evacuaron 264 heridos. La carga total transportada fue de 434.396 kg, discriminados en 267.423 kg para el Ejército, 133.973 para la Fuerza Aérea y 33.000 kg para la Armada. Los vuelos de lanzamiento solamente sumaron 17.500 kg, mientras que los KC-130 reabastecieron en vuelo a 279 aviones, incluidos los Super Etendard dela Aviación Naval. Durante esos 74 días de hostilidades, los Hércules y sus tripulantes estuvieron en vuelo 427 horas con 25 minutos.



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domingo, 6 de octubre de 2013

Batallas: Batalla de Monte Longdon (nota 1)

Batalla de Monte Longdon

Nota 1 - Nota 2

La batalla de Monte Longdon fue una batalla que tuvo lugar durante la Guerra de Malvinas entre las fuerzas británicas y argentinas. Aconteció los días 11-12 de junio de 1982 y se saldó con la victoria de las tropas británicas y la ocupación de una posición clave en torno a la guarnición argentina de Puerto Argentino.


Antecedentes

Fuerzas Británicas

Consistió en el 3 PARA bajo las órdenes del teniente coronel Hew Pike (más tarde un general), apoyada por el 29º Regimiento de Artillería Real, con 6 cañones de 105 mm. El 2 PARA estaba en reserva. El apoyo naval fue proporcionado por la HMS Avenger.



Fuerzas Argentinas

La fuerza argentina consistió en la Compañía B del Regimiento de Infantería 7 (RI 7), así como otros destacamentos de otras unidades. El comandante local argentino era el mayor Carlos Eduardo del Valle Carrizo Salvadores-, el segundo al mando del RI 7. Estando en Malvinas, Carrizo Salvadores perdió a su padre en Catamarca, pero el mayor guardó para sí este hecho y permaneció en su puesto hasta el fin de los combates. [1] El Regimiento de Infantería 7, reforzada por dos de los pelotones de Infantería de Marina, se apostaron en Monte Longdon, Wireless Ridge y Cortley Ridge hacia el este. El teniente de navío (rango naval equivalente a capitán) Sergio Dachary (el teniente de navío debió sobreponerse al dolor provocado por la muerte de su hermano Alejandro Dachary, oficial del Ejército Argentino y operador de unos de los radares Skyguard de Puerto Argentino impactado por un misil británico de un bombardero Vulcan2 ) había llegado a Monte Longdon, en la semana anterior a la batalla, y fue el encargado de controlar las ametralladoras pesadas de los infantes de marina en Monte Longdon.

En su mayoría reclutas con un año de formación, los jóvenes soldados del RI 7 no iban a abandonar al campo con facilidad y la mayoría estaban dispuestos a mantenerse firmes. Ellos poseían fusiles FN FAL totalmente automáticas que entregan más potencia de fuego que el SLR británico, ametralladoras de uso general FN MAG 7,62 mm idénticas a las de los Paras; unos cincuenta del Regimiento 7 lucharían con más decisión que el resto, después de haber sido entrenados en un curso de comandos organizado por el comando entrenado Mayor Oscar Ramón Jaimet, el Oficial de Operaciones del Regimiento de Infantería 6 (RI 6). El soldado raso Jorge Altieri, en una entrevista después de la guerra contó como él se entrenó duramente con la Compañía B:
Se me dio con un fusil FAL de 7,62 milímetros. Otros chicos se les dio el FAP - ametralladoras ligeras - y otros recibieron PAMS [subametralladoras]. El énfasis principal en el tiroteo fue hacer que cada bala contara. También me enseñaron cómo usar una bazuca, cómo hacer y poner trampas, y cómo navegar por la noche, y nos fuimos en helicóptero, taladros, ataques y emboscadas de noche y día.3
También sostiene que lentejas con porotos verdes y un poco de carne de cordero constituyeron las principales comidas que se servían entre el 16 de abril y 11 de junio,4 pero estas comidas se complementaron con algunos lujos tales como barras de chocolate5 y pre-empaquetados raciones de combate.6 Sin embargo, en palabras del propio Altieri:
No estábamos bien alimentados previo a los combates como debe ser, estábamos debilitados.
Sobre el aprovisionamiento de aquellos días, Julio Lago (soldado ranchero del Regimiento 7 "Coronel Conde") muestra su particular vision.
"De entrada hacíamos tres comidas por día, después se hicieron dos y al final, una. Te levantabas a las cuatro de la mañana y preparabas un mate cocido; después ya entrabas con la comida que se repartía a mediodía, otra más que se repartía tipo cuatro, cinco de la tarde, y a preparar todo para el otro día. Y así era continuamente. El problema era que amanecía a las diez de la mañana o a las nueve, y oscurecía a las tres y media. Con el toque de queda no se podía circular de noche, o sea, no había tiempo para andar repartiendo la comida.7
Los excombatientes del Centro de Excombatientes Islas Malvinas (CECIM), que desde principio se definió como “Anti-Héroes”, denunciaron torturas físicas y psicológicas, estaqueamientos, maltratos, privación de alimentos en Monte Longdon y hasta la muerte por congelamiento del marino Héctor Miguel Rolla8 El subteniente Juan Domingo Baldini de la la Compañía B en Monte Longdon, está acusado de haber estaqueado varios conscriptos por haber abandonado sus puestos para ir en busca de comida. En 2007, la ministra de defensa de Argentina, Nilda Garré, reconoció que las normas militares vigentes durante la guerra de las Malvinas, que en otros ejércitos eran conocidos como castigo de campo, permitía el estaqueo en caso de falta de calabozo: Es una crueldad y de un sadismo insólito, pero es cierto que estaba en las normas.9 Nuestros propios oficiales fueron nuestros peores enemigos, dice Ernesto Alonso, el entonces presidente de CECIM.10 Ellos se suministraban con el whisky de los bares, pero no estaban preparados para la guerra. Desaparecieron cuando las cosas se pusieron serias.11
Hay otros que sostienen que a estos hombres se les ayudó a hacerse lo más cómodo posible, dadas las circunstancias, y que sus oficiales pelearon bien y se esforzaron por reforzar la moral. El historiador británico Nicholas van der Bijl ha escrito en defensa del accionar del subteniente Baldini:
"Baldini fue después fuertemente criticado por los veteranos por ser indiferente y egoísta hacia sus hombres, aunque esto parece haber venido de varios soldados petulantes que no pudieron apreciar sus esfuerzos por mantenerlos con vida en condiciones difíciles.12
En 2009, las autoridades argentinas en Comodoro Rivadavia ratificaron la decisión tomada por las autoridades de Río Grande, Tierra del Fuego (que, según la Argentina, tienen autoridad sobre las islas) de cargar 70 oficiales y suboficiales con el tratamiento inhumano de los soldados conscriptos durante la guerra.13
Tenemos el testimonio de 23 personas sobre un soldado que fue asesinado a balazos por un cabo, cuatro demás ex combatientes que murieron de hambre, y al menos 15 casos de conscriptos que fueron estaqueados en el sueloPablo Vassel, subsecretario de derechos humanos en la provincia de Corrientes, dijo a la Agencia Inter Press News Service.14 Hay afirmaciones que testimonios falsos fueron utilizados como evidencia para acusar a los oficiales y suboficiales argentinos y Vassel tuvo que renunciair de su cargo de subsecretario de derechos humanos de Corrientes en 2010.15

Avance británico

El 3 º Batallón, el regimiento de Paracaidistas británico, llevó a cabo una desesperada marcha a través de las colinas al norte del Monte Simon para tomar la pieza clave del terreno alto que dominaba Estancia House, apodado Granja Estancia. Las condiciones meteorológicas eran atroces, con los paracaidistas marchando a través de empinadas colinas resbaladizas hacia el objetivo. Nick Rose era un soldado raso en el 6 º Pelotón al mando del teniente Jonathan Shaw.
"El terreno dictaba exactamente cómo avanzariamos. Una gran parte del tiempo si íbamos a lo largo de las pistas - pistas de lo que pocos nos fuimos en - nosotros utilizamos fila india, que es un avance dificultoso en ambos lados del camino, como forma de zig zag. Pero hay grandes ríos de piedra - grandes rocas blancas - y usted tiene que cruzar y luego está el brezo y el tojo y está constantemente mojado. Así que la sensación térmica era - Creo que alguien dijo que menos de 40 grados - y tormenta de viento y lluvia horizontal - un escenario de pesadilla. ... Estamos horrible, estamos miserables como el pecado, todos nosotros - echamos de menos la casa, quieremos un cigarillo seco, botas cálidos y secos, un sanguche de queso con cebolla y una botella de leche superior azul. Solía ​​soñar con estos.16
El 3 PARA estableció una base de patrulla cerca del Río Murrell el 3 de junio, dos kilómetros al oeste del Monte Longdon. Desde allí envió sus patrullas especializadas de la Compañía D para explorar las posiciones argentinas en la montaña. Un ejemplo de una patrulla de arranque que no pudo obtener un prisionero fue llevado a cabo en la noche del 4-5 junio de 1982. Una patrulla compuesta de tres hombres de la Compañía D, formado por el cabo Jerry Phillips y los soldados Richard Absolon y Bill Hayward, fueron enviado a la ladera norte del monte.17 El pequeño grupo fue dado la tarea de penetrar el 1er Pelotón del subteniente Juan Baldini en las laderas occidentales con el fin de obtener un prisionero, con el apoyo de una batería de seis cañones de 105 mm, al amparo del cual los francotiradores especializados dispararon contra Baldini, mientras que otro disparo un cohete de 66 mm hacia una de las fosas de mortero del primera pelotón bajo ordenes del cabo Carrizo Óscar. Los comandantes argentinos reaccionaron vigorosamente, y el equipo de francotiradores pronto se encontraron bajo intenso fuego de ametralladora, además de fuego de artillería y mortero. No hubo bajas entre los argentinos. Uno de los participantes británicos, sin embargo afirmó haber disparado y matado a dos argentinos y terminado con los servidores de uno de los morteros con un cohete antitanque de 66 mm disparado corta distancia.18
En el lado argentino, se dio cuenta de pronto de que los soldados del Pelotón de Reconocimiento del Regimiento de Infantería 7 apostados en en la posición circundante de Wireless Ridge estaban mal equipados para llevar a cabo su propio patrullaje. Así que, las unidades de comandos argentinos, normalmente utilizados para reconocimientos profundas tuvieron que asumir este rol. Ellos fueron capaces de hacerlo con cierto éxito y en las primeras horas del 7 de junio, una patrulla combinada de la Compañía de Comandos 601 y el Escuadrón de Fuerzas Especiales 601 de la Gendarmería Nacional (EFE601GN), investigando los informes de mayor Jaimet de actividad enemiga alrededor del Murrell Bridge19 fueron vistos acercándose hacia el puente. Después de varias noches en la zona de los cabos Paul Haddon y Peter Brown y sus patrullas habían llegado justo en el acantilado en la orilla occidental del río Murrell,] que la patrulla del sargento Ian Addle había estado utilizando como una base.20
En un corto espacio de tiempo una centinela informó de figuras en movimiento hacia abajo cerca del puente. Los paras abrieron fuego y un confuso tiroteo se desarrolló en la oscuridad, con armas cortas, ametralladoras, granadas LAW y Energa de fusil se intercambiaron. La patrulla de comandos al mando del capitán Rubén Figueroa fueron bastante agresivos y antes del amanecer había obligado a retirar a los Paras, teniendo que dejar atrás gran parte de su equipo.21 Sólo un suboficial argentino (Sargento Rubén Poggi) resultó levemente herido durante la contraemboscada argentina.22 A partir de entonces las patrullas británicas tuvieron que ser montadas más cerca de su propia línea.23
Como la historia oficial del Regimiento de Paracaidistas británico ha reconocido:
"Ellos se vieron obligados a evacuar sus posiciones rápidamente, dejando atrás sus mochilas y la radio, pero lograron retirarse sin sufrir ninguna baja. La ubicación se examino en la tarde del 8 de junio por otra patrulla, pero no había ni rastro de las mochilas o de radio, lo que significaba que la red de comunicaciones por radio del batallón podia haber sido comprometida.24
Sin embargo, el Coronel Pike y sus jefes de compañía, en la víspera de la batalla todavían tenían a los comandantes argentinos en baja estima, y no esperaban que darian mucha resistencia..25
Por esta razón, el coronel británico esperaba sorprenderlos al avanzar lo más cercano posible a su pelotón adelantado al amparo de la oscuridad, antes de irrumpir en sus trincheras con la bayoneta calada. Los tres objetivos principales - Fly Half Full Back y Wing Forward - fueron nombrados después de las posiciones empleadas en el juego de rugby. La Compañía B atacaría a través de Fly Half (apertura) procederia hacia Full Back (espalda), mientras que la Compañía A, seguido por la Compañía C, si es necesario, haría lo mismo en Wireless Ridge.Pero la moral seguia manteniéndose bueno en el Regimiento 7. El soldado raso Fabián Passaro de la Compañía B sirvió en Monte Longdon con el 1er pelotón primero y recuerda la vida en ese momento:
"La mayor parte de nosotros nos habíamos ajustado a lo que nos habían puesto, nos habíamos acostumbrados a la guerra. Pero algunos chicos [identificados en el libro Dos Lados De Infierno] todavía estaban muy deprimidos y, en muchos casos, se esteban empeorando. Por supuesto, estábamos muy hartos de llevar la misma ropa puesta por tantos días, yendo sin una ducha, teniendo tanto frío, comiendo mal. Fueron demasiadas cosas juntas, aparte de nuestro temor natural de la guerra, el bombardeo y todo eso. Pero pienso que algunos de nosotros nos adaptábamos mejor que otros. Habían chicos que estaban muy preocupados; y traté de levantarles un poco el ánimo. 'No se preocupen,' les dije. 'Nada sucederá, estamos a salvo aquí. ¿'No ven ustedes que nunca podrán conseguir llegar aquí arriba? Somos unos mil; si ellos tratan de subir, nosotros los veremos y los sacaremos la mugre a balazos."26

Cuando la Compañía B (bajo ordenes del mayor Mike Argue) del 3 PARA fijaron las bayonetas para asaltar las posiciones del 1er Pelotón en Monte Longdon, se encontraron avanzando contra un vasto campo minado. Los zapadores británicos más tarde contaron unas 1.500 minas antipersonales sembradas en las laderas oeste y norte de Monte Longdon, pero sólo explotaron dos, recordó el cabo Peter Cuxson,27 porque el resto estaba congelado por el hielo. De lo contrario la batalla final por Puerto Argentino habría sido una historia totalmente diferente, concluye el suboficial que elimino una posición de ametralladora argentina esa noche.

Comienzo del combate

Al anochecer el viernes 11 de junio , el 3 PARA marcho a sus lineas de partida, y después de una breve parada, comenzaron a hacer sus cuatro horas de marchas hacia sus objetivos. Al comenzar a aproximarse la Compañía B hacia Monte Longdon, el cabo Brian Milne pisó una mina, que después de un avance muy silencioso, alertó al pelotón de conscriptos del Subteniente Baldini. Más de 20 soldados argentinos salieron de sus carpas de campaña para abrir fuego, pero la mayor parte del pelotón recién comenzaba a despertar y salir de sus bolsas de dormir cuando el Pelotón No. 4 del teniente Ian Bickerdike 4 pelotón llego a estar entre ellos, ametralleando y tirando granadas entre los argentinos indefensos.28
El cabo Stewart McLaughlin estuvo presente en el grueso de la acción, elimando una ametralladora de 7,62 mm argentina en el terreno elevado mirando a las laderas occidentales. Él cabo reunió a su sección, les ordenó a que ellos fijaron las bayonetas y luego los hizo subir hacia la colina entre una lluvia de fuego de ametralladora argentina.
El 6º Pelotón del teniente Jonathan Shaw, en el flanco derecho de la Compañía B, capturó la cumbre de Half Fly sin alguna lucha. Sin embargo, no habían detectado media docena de reclutas argentinos del pelotón adelantado, después de haber tirado varias granadas en varios búnkeres abandonados, y estos lanzaron un feroz ataque contra el pelotón desprevenido, lo que resulta en un número de bajas antes de que el área fuera despejado de argentinos. Durante tres horas, el combate cuerpo a cuerpo, hizo estragos en el sector de la 1er Pelotón, hasta que los paras expulsaron a los defensores.


Restos de un refugio argentino

En todo la posición del 1er Pelotón, pequeños grupos de soldados estaban luchando por sus vidas. Los soldados rasos Ben Gough y Dominic Gray lograron arrastrarse sin ser detectado hasta un búnker argentino y se agacharon junto a ella mientras que los marinos reclutas adentro disparaban. Al unísono los dos paras quitaron el seguro de las granadas y las hicieron rodar a través de la rendija de disparo del bunker. En el instante en que la granada explotó los dos saltaron en el bunker y empezaron a bayonetear a los dos marinos. El soldado Gray mató a un marino al pegar con su bayoneta a través de la cuenca de un ojo. Los soldados Gough y Grey fueron luego mencionado en los despachos.
Baldini parece haber sido muerto mientras disparaba una ametralladora. El cabo Darío Ríos fue encontrado muerto junto con el comandante del pelotón. Las cuchilla y botas de Baldini fueron retirados por la utilización de los soldados británicos.29Una foto del teniente argentino muerto apareció en la edición original de tapa dura del libro Operación Corporate. La historia de la Guerra de las Malvinas, 1982 (Viking Press, 1985). También murieron en el combate inicial, el sargento de caballería Jorge Alberto Ron30 y el observador adelantado de la artillería argentina, el teniente Alberto Rolando Ramos, cuyo último mensaje fue que su posición era rodeado. Subteniente Baldini fue póstumamente condecorado con la Nación Argentina a la medalla al Valor en Combate.
Despliegue de las fuerzas británicas en Monte Longdon

Refuerzos argentinos


Justo cuando parecía que los paracaidistas sobrepasarían el 2do Pelotón del sargento Raúl González en el vertiente sur de la montaña y el 3ro Pelotón del teniente Enrique Neirotti en el vertiente norte, refuerzos del 1er Pelotón del teniente Hugo Quiroga de la Compañía de Ingenieros 10 º en Fullback llegaron para ayudar Neirotti y González. A través de los combates iniciales en este sector, la mayoría de las posiciones argentinas en la silla de montar de la montaña se mantuvieron firmes, los recientemente llegados ingenieros usando visores nocturnos montados en la cabeza, resultaron ser bastante letal para los paracaidistas.

El soldado Nick Rose en 6 Pelotón reanuda su historia.

Pete Gray se levantó y fue a echar un granada 42 granada y le disparó un francotirador en el antebrazo derecho. Nos pareció que la granada había explotado. Les golpeamos su brazo hacia abajo en el suelo para detener la hemorragia, creyendo que había perdido la mitad de su antebrazo derecho y la mano, pero todavía estaba allí y su brazo doblado en el antebrazo en lugar del codo - una cosa horrible de ver. Hay fuego viniendo hacia adentro en todas partes, un montón de cosas que están cayendo por la sierra y luego 'bang' mi amigo 'Fester' [Tony Greenwood], es alcanzado justo encima de su ojo izquierdo, sólo un metro de distancia de mí. Eso fue una cosa terrible. "Fester" era un tipo tan encantador. Luego le toco a 'Baz' Barratt. "Baz" se había vuelto a tratar de conseguir vendajes de curación eso para Pete Grey y estaba volviendo cuando 'bang' fue alcanzado en la espalda. Fue entonces cuando nos estancamos como un pelotón.(Jon Cooksey, op. cit., p. 66)

La batalla iba mal para el mayor Argue Mike. La resistencia argentina era fuerte y bien organizado. En el centro de la montaña estaban los reclutas de Marina Jorge Maciel y Claudio Scaglione en un búnker con una ametralladora pesada y los conscriptos marinos Luis Fernández y Sergio Giuseppetti con rifles equipadas con visores nocturnos.

El teniente Ian Bickerdike y un señalizador, y el sargento Ian McKay y un número de otros hombres en el Pelotón 4 estaban tratando de realizar un reconocimiento sobre las posiciones de los marinos; al hacerlo, el comandante del pelotón y señalizador resultaron heridos. El sargento McKay se da cuenta que había que hacer algo, decidió atacar la posición de ametralladora pesada que estaba causando tantos problemas y tanta miseria.

El asalto fue recibido por una lluvia de fuego. El cabo Ian Bailey fue herido de gravedad, un soldado raso muerto y otro herido. A pesar de estas pérdidas el sargento McKay, con total desprecio por su propia seguridad, por lo que ganaría póstumamente la Victoria Cruz, siguió corriendo hacia la posición enemiga solo. Peter Harclerode quien se le otorgó el libre acceso a el diario de guerra del 3 PARA, y posteriormente escribió PARA! (Arms & Armour Press, 1993), señaló que McKay y su equipo eliminaron a varios fusileros marinos en la posición, pero no pudo neutralizar la ametralladora pesada.


Despojos del combate: Casquillos usados de los soldados argentinos

El mismo cabo McLaughlin logró arrastrarse hasta encontrarse dentro de distancia de poder lanzar granadas hacia la ametralladora pesada de los marinos, pero a pesar de varios esfuerzos con granadas de fragmentación y cohetes LAW de 66 mm, fue incapaz de silenciarla.[31]

El mayor Carrizo Salvadores en Full Back se había mantenido en contacto con los jefes argentinos en Puerto Stanley:
"La situación es crítica. Ordeno al teniente Hugo Quiroga un contraataque. Otra lucha cuerpo a cuerpo. Hay bajas de ambos lados. Se logra estabilizar el frente de ataque inglés, pero el fuego de la artillería enemiga continúa. Los proyectiles estallan por todas partes, a metros donde teníamos el comando. Los ingleses nos están envolviendo. Pido refuerzos y llega tropa al mando del teniente Raúl Castañeda. Realiza un contraataque por el sector noroeste. Son las tres de la madrugada. Castañeda tiene éxito. Hace retroceder a los ingleses."

Ataque argentino

Ahora era el turno de los argentinos para atacar. El Mayor Carrizo Salvadores maniobró el Pelotón reforzado de Castañeda para acercarse a los Pelotones 4 y 5 mientras que bajo la dirección de un suboficial, parte del pelotón de Castañeda convergieron hacia el puesto de socorro británico. El Sargento de Color Brian Faulkner, al ver que más de 20 heridos Paras en las laderas occidentales de la montaña estaban a punto de caer en manos de una de las secciones del pelotón de Castañeda, desplegó a todos los que estaban lo suficientemente aptos para defender el puesto de socorro regimental británico.
"Elegí cuatro tipos y me subí en esta alta altura, y al hacerlo este pelotón [en verdad una sección de quince fusileros] de veinte, o treinta argentinos estaban viniendo hacia nosotros. Nosotros simplemente habrimos fuego sobre ellos. No se cuantos nosotros matamos, pero recibieron lo que merecían, porque ninguno de ellos quedaron parados cuando terminamos con ellos.", dijo Faulkner. 32 "
Las cosas estaban tan mal que la compañía del Mayor Mike Argue de cesaron el fuego y dedicaron todos sus esfuerzos para retirarse de Fly Half. Peter Harclerode, un destacado historiador británico del Regimiento de Paracaidistas, lo revelo oficialmente, diciendo que:
'bajo fuego de cobertura, los pelotones números 4 y 5 pelotones se retiraron, pero otro hombre resultó muerto y otros heridos en el proceso. En ese momento, el teniente coronel Hew Pike y su Grupo "R" llegó a la escena y el mayor Argue le informó sobre la situación. Poco después, el Sargento Mayor de la Compañía Weekes informó que los dos pelotones se habían retirado a una distancia segura y que todos los heridos habían sido recuperados. Los muertos, sin embargo, tuvieron que ser dejados donde habían caído. Mientras tanto, en la ladera sur del objetivo, los heridos del pelotón numero 6 estaban siendo evacuados mientras que el resto se mantuvo al amparo de las rocas.33
Se informa que el comandante británico de la Brigada de Comandos, el brigadier Julian Thompson, dijo:
"Yo estaba a punto de retirar mi Paras de Monte Longdon. No podíamos creer que estos adolescentes disfrazados como soldados nos estaban haciendo sufrir muchas bajas."34
En el momento en que los 21 sobrevivientes de los 46 hombres del pelotón de Castañeda habían logrado bajar de la montaña, estaban totalmente agotados. Uno de ellos, el soldado Leonardo Rondi, lucía una boina marrón - tomado de un soldado paracaidista muerto.35 El soldado raso Rondi, después de haber esquivado a los grupos de paras para entregar mensajes a los líderes de sección de Castañeda, había encontrado un para detrás de una roca (que pudo haber sido el sargento McKay) y se llevó la boina roja y SLR que más tarde dio a los comandantes argentinos como trofeos.36 Rondi fue galardonado con la medalla La Nación Argentina al Valor en Combate.

Ataque británico

Tras los inesperadamente feroces combates en Fly Half, el mayor Argue tiro hacia atrás los Pelotones Números 4 y 5, y el Regimiento de Artillería Comando 29 empezó a martillar la montaña desde Monte Kent, después de la cual se lleva a cabo un ataque del flanco izquierdo. Bajo intenso fuego, los restos de 4 y 5 pelotones al mando del teniente Mark Cox comenzaron hacia su objetivo Full Back, sufriendo algunas bajas a manos del pelotón de Castañeda mientras avanzaban. A medida que se despejaba la posición argentina, el soldado raso Grey fue herido de un tiro en la cabeza, pero se negó a ser evacuado hasta que el mayor Argue había consolidado sus tropas adecuadamente en sus posiciones en Fly Half. El soldado raso Kevin Connery personalmente mato a tiros a tres soldados argentinos heridos en esta acción. Los paras no se podían mover más lejos sin tener pérdidas inaceptables y por lo tanto se los retiró al extremo occidental del Monte Longdon, con las órdenes que la Compañía A del mayor David Collett se moviese por la Compañía B y asaltar, desde el oeste, el objetivo del este Full Back, una posición fuertemente defendida, con fuego de cobertura que se la Brindaría la Compañía de Apoyo. Los subtenientes John Kearton y Ian Moore reunieron a sus pelotones, cerca de la cima occidental y les había informado sobre cómo tratar con el enemigo. Pronto se atacó la posición en un amargo combate cuerpo a cuerpo, despejando de la posición de los defensores argentinos con rifle, granada y la bayoneta. Mientras que la Compañía A estaba despojando las últimas posiciones, el cabo McLaughlin fue herido por una munición de cañón sin retroceso Czekalski disparado de Wireless Ridge. Lamentablemente, el valiente suboficial fue muerto por una bomba de mortero disparado desde de la Compañía C del RI 7 en Wireless Ridge mientras se abría camino hacia el puesto de socorro. Los argentinos defendieron rigurosamente a Full Back. Aunque ya herido, el cabo Manuel Medina del pelotón de Castañeda se hizo cargo de un destacamento de cañón sin retroceso y personalmente disparo por la cresta hacia la Compañía de Apoyo Compañía británica matando a tres paras37 , incluyendo al soldado raso Peter Heddicker, que tomó toda la fuerza de la ronda de 105 mm, e hiriendo a otros tres. El Mayor Carrizo Salvadores abandonó su puesto de mando en Full Back solamente cuando un misil MILAN se estrelló contra unas rocas justo detrás de él.38 En el puesto de comando argentino el Mayor Collett encontró 2.000 cigarrillos que dio a los fumadores en su compañía.

El Sargento Ian John McKay (VC) pide fuego de cobertura mientras se conduce hacia adelante elementos de los 4º y 5º pelotones de la Compañía B del 3 Para, asaltando las posiciones argentinas en poder de séptimo regimiento de infantería, Guerra de Malvinas desde 11 al 12 junio de 1982

Secuelas

La batalla y el fuego inmediato de cobertura argentina que siguió duró doce horas y había sido costosa para ambas partes. 3 PARA perdió diecisiete muertos durante la batalla, un ingeniero real unido al 3 PARA, también fue muerto. Dos de los 3 PARA muertos - los soldados rasos Ian Scrivens y Jason Burt - sólo tenían diecisiete años, y el soldado raso Neil Grose fue muerto en su cumpleaños de 18 años. Un total de cuarenta paracaidistas británicos resultaron heridos durante la batalla. Otros cuatro paras y un REME murieron y siete paracaidistas resultaron heridos en el bombardeo de dos días que siguieron a que fue dirigido por el Teniente de Navio Marcelo de Marco del Batallón de Infantería de Marina Nº 5 en la montaña de Tumbledown. Los argentinos sufrieron 31 muertos [39] y 120 heridos, con cincuenta también siendo tomado prisionero.

El Cabo de Lanza Vicente Bramley estaba patrullando la mitad occidental del Monte Longdon, cuando se le confrontó con todo el horror del combate nocturno. El suboficial del 3 PARA y empeñoso escritor tropezó con los cuerpos de cinco paracaidistas muertos por el pelotón adelantado argentino.
"Unas cuentas balas zumbaban por encima y se estrellaron contra las rocas. Un cabo gritó que Tumbledown estaba disparando contra nosotros. Corrimos hacia un un espacio bastante apretado en el camino y todos llegamos a un abrupto fin, ya que era un callejón sin salida. Cuatro o cinco cuerpos yacían tendidos allí, juntos. Esta vez eran nuestros propios hombres: el camuflado Para guardapolvos golpeó mis ojos de inmediato. El CSM [Sargento Encargado de la Compañía] Weekes estaba de pie sobre ellos como un guardian, gritando a algunos de sus hombres para cubrir el otro extremo de la ruta de acceso y una pequeña cresta. El CSM y el Sargento P [Pettinger] intercambiaron palabras rápidas. Yo no les escuchaba, mi mente estaba ocupada totalmente con mirar a los riscos para el enemigo. Me di vuelta y mire a nuestros propios muchachos, muertos en el suelo, abatidos cuando intentaban correr a través de esta brecha. Sentí la ira y la tristeza. El rostro del CSM mostró la tensión de haber visto la mayor parte de su compañía ya sea herido o muerto a tiros. La lucha de esa noche fue escrito en todas las líneas de su rostro."40

  1. Malvinas: la defensa de Puerto Argentino, Página 203, Oscar Luis Jofre y Félix Roberto Aguiar]
  2. No vencidos: Relato de las Operaciones Navales en el Conflicto del Atlántico Sur, Horacio Mayorga, p. 493, Planeta, 1998
  3. Vincent Bramley, Two Sides of Hell, p. 9, Bloomsbury Publishing Limited, 1994; publicado en Argentina como Los Dos Lados Del Infierno
  4. VGM Jorge “Beto” Altieri: “Yo defendí a la Patria y la Patria no me defiende… Yo necesito a la Patria…” 
  5. Nick van der Bijl, David Aldea, 5th Infantry Brigade in the Falklands, p. 160, Leo Cooper, 2003
  6. Martin Middlebrook, The fight for the "Malvinas": the Argentine forces in the Falklands War, p. 221, Penguin, 1990
  7. Malvinas: 20 años no es todo...Combatientes de Malvinas. Por Marcelo Luna 
  8. Conviene notar que el Teniente de Navío Sergio Andrés Dachary estaba a cargo de los marinos en Monte Longdon.
  9. "La dictadura también torturó en Malvinas" por ALEJANDRO REBOSSIO 
  10. El CECIM de La Plata que desde principio se definió como “Anti-Héroes”, es un grupo de excombatientes de la guerra de Malvinas que se formo por excombatientes del partido comunista de la Plata, liderados por Rodolfo Carrizo, ex soldado que realizó el servicio militar en el año 1981, luego de solicitar varias prórrogas por estudio. En 1983 se cambió el nombre a CECIM y Fernando Magno fue el primer presidente.
  11. Argentina's Falklands War Veterans. 'Cannon Fodder in a War We Couldn't Win'. By Jens Glüsing . Der Spiegel, 04/03/2007
  12. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.176, Leo Cooper, 30/09/1999
  13. Confirman el juzgamiento por torturas en Malvinas , Clarín, Buenos Aires, 27/06/2009
  14. ARGENTINA: Soldiers Report Torture, Murder - By Superiors - in Malvinas. Por Marcela Valente. IPS 
  15. Pablo Vassel sería denunciado por "pagar testimonios" en la causa por estaqueos en 1982, El Malvinense, 16/12/2009 
  16. Jon Cooksey, 3 PARA Mount Longdon: The Bloodiest Battle, pp. 35-36, Pen & Sword Books Ltd
  17. Hugh Bicheno, Razor's Edge: The Unofficial History of the Falklands War, p. 213, Weidenfeld & Nicolson, 2006
  18. Hugh Bicheno, Razor's Edge: The Unofficial History of the Falklands War, p. 213, Weidenfeld & Nicolson, 2006
  19. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.163, Leo Cooper, 30/09/1999
  20. PARA!, p. 345, by Peter Harclerode
  21. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.164, Leo Cooper, 30/09/1999
  22. Comandos en acción: el Ejército en Malvinas, Isidoro Ruiz Moreno, p.328, Emecé Editores, 01/01/1986
  23. PARA!, p. 345, Por Peter Harclerode
  24. PARA!, p. 345, by Peter Harclerode
  25. Told for the first time - the most extraordinary and compelling story of the Falklands War. By MARK EYLES-THOMAS. Mail Online. 14/04/2007. 
  26. Daniel Kon, Los Chicos de la Guerra/The Boys Of The War, página 151, New English Library, 1983
  27. Twilight Warriors: Inside the World's Special Forces. St Martin Press, 1995
  28. Al soldado Fabian Pássaro le tocó enterrar a varios compañeros: "A lo lejos se seguían escuchando las explosiones; por eso suponíamos que la batalla continuaba, ahora más cerca de Puerto Argentino. Nos hicieron detener, y cuando vi el lugar al que habíamos llegado casi se me cae el alma a los pies. En la tierra habían marcado un cuadrado grande, y al costado había una pila de cadáveres argentinos. íbamos a tener que cavar el pozo y sepultarlos. Me dieron una pala y empecé a trabajar, junto con los otros chicos. Con un chico levantamos un cuerpo, que estaba boca abajo, para meterlo en la fosa. Era el cabo primero N. Pobrecito; cuando lo vi empecé a llorar de nuevo, me puse muy mal. El tenía razón; me había ganado la botella de whisky, pero ya nunca se la podría pagar. Después enterramos al subteniente Baldini, también. Ese oficial se había portado como un valiente, luchando junto a sus soldados hasta el último minuto". ("LOS CHICOS DE LA GUERRA, Por Daniel Kon, Página 187, Galerna, 1982").
  29. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.173, Leo Cooper, 30/09/1999
  30. VGM Jorge “Beto” Altieri: “Yo defendí a la Patria y la Patria no me defiende… Yo necesito a la Patria…”BAHIANOTICIAS.COM 02/04/2009 
  31. Christian Jennings, Adrian Weale, Green-Eyed Boys: 3 Para and the Battle for Mount Longdon, p. 142, HarperCollins, 1996
  32. Above All, Courage (Cassells Military Paperbacks, 2002)
  33. Peter Harclerode, PARA!: Fifty Years of The Parachute Regiment, p. 354, Arms & Armour Press, 1993
  34. Jon Cooksey, 3 PARA Mount Longdon: The Bloodiest Battle, p. 98, Pen & Sword Books Ltd
  35. ‘You never get over it, but I have a double problem. I was fighting against Brits, people who were as good as family' . By Sophie Arie. 30/03/2002. news.scotsman.com. 
  36. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.176, Leo Cooper, 30/09/1999
  37. Nine battles to Stanley, Nicholas Van der Bijl, p.177, Leo Cooper, 30/09/1999
  38. Malvinas: Relatos de Soldados, Martín Antonio Balza, p.83, Círculo Militar, 1986
  39. La Guerra Inaudita: Historia del Conflicto del Atlántico Sur, Rubén Oscar Moro, pp. 479-480, Pleamar, 01/01/1985
  40. Vincent Bramley, Excursion to Hell, p. 121, Bloomsbury 1991, ISBN 0-7475-0953-0

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