martes, 9 de junio de 2020

Un conscripto de la BAM San Julián se reencuentra con una niña que le regaló guantes

Malvinas: guardó los guantes que le regaló una nena en plena guerra y 38 años después la encontró por una búsqueda que se hizo viral 

En 1982 José Luis Dorney hacía el servicio militar en Tandil cuando se desató el conflicto bélico. Fue enviado a Santa Cruz. Un día se cruzó con una niña que se acercó a saludarlo junto a su madre. Al notar que el soldado tenía las manos heladas, la pequeña tuvo un gesto que quedó registrado en una fotografía. Luego de una campaña en redes sociales iniciada por sus compañeros, logró conectarse con ella
Por Agustina Larrea 1 de mayo de 2020
alarrea@infobae.com



 
José Luis Dorney hacía el servicio militar obligatorio en Tandil cuando fue enviado a Puerto San Julián, Santa Cruz, a realizar tareas de asistencia para la Fuerza Aérea durante la Guerra de Malvinas

No tenía muy claro qué era una guerra. Pero por lo que veía a su alrededor, Magalí Triviño suponía que no era nada bueno. En 1982 tenía 5 años y vivía con su familia en Puerto San Julián, Santa Cruz. Durante la noche veía a su mamá poner frazadas en las ventanas: había toque de queda y las casas debían permanecer a oscuras. Ella y su hermana se iban a dormir con la ropa puesta, por si pasaba algo y había que salir rápido; el auto también quedaba listo. Conocía los crujidos que provocaba el viento patagónico y todo lo que implicaba vivir en una ciudad–puerto, pero no se podía acostumbrar al ruido persistente de los aviones.

No tenía muy claro qué era el frío. Pero por lo que sintió cuando llegó a la Patagonia, José Luis Dorney se dio cuenta de que se avecinaban tiempos duros. En 1982 tenía 19 años y estaba haciendo el servicio militar obligatorio en la VI Brigada de Tandil, cuando fue uno de los 30 enviados de esa repartición a Puerto San Julián a cumplir tareas de asistencia durante la Guerra de Malvinas. Su mamá, que lo extrañaba en la ciudad Las Flores, provincia de Buenos Aires, le escribía cartas. En una ocasión le mandó una radio y una cámara Kodak, que acompañaba los días del joven soldado mientras hacía guardia con sus colegas, ayudaba en el despliegue de aviones y pasaba algunas noches durmiendo en un gimnasio del pueblo.

 
Con 19 años, el soldado llegó a la Patagonia, para hacer guardias en un aeropuerto. Durante la guerra, su madre le envió una cámara de fotos con la que pudo registrar algunos momentos

Magalí y José Luis se encontraron un día muy frío de 1982: la nena quiso saludarlo a él y a un compañero, sorprendida por ver a esos jóvenes desconocidos que circulaban por las calles de Puerto San Julián. Al darle la mano, notó que el soldado tenía los dedos helados. Entonces, con inocencia, le pidió a su mamá que le diera un par de guantes y una bufanda, que le regaló de inmediato a aquel hombre vestido de verde que acababa de conocer. El momento quedó registrado por la cámara de José Luis, en una foto que él conservó durante 38 años. También guardó cartas, algunos objetos personales y parte del regalo de Magalí: los guantes, casi intactos, son parte todavía hoy de aquel tesoro.

La guerra terminó y el resultado –como en toda guerra– fue doloroso. La historia de “la nena de los guantes” se convirtió en anécdota: todos los años, cuando Dorney y los ex conscriptos de la clase ‘63 que estuvieron en VI Base Aérea de Tandil se encuentran, vuelven una y otra vez a aquellos días y recuerdan la escena. También rememoran los días de la guerra en un grupo de Whatsapp.

 
Magalí y José Luis hace 38 años. Ella le dio la mano, sintió sus dedos helados y decidió regalarle unos guantes y una bufanda

Hace una semana, un poco cansado del tedio de los días de cuarentena, a Cachilo Vega, uno de los compañeros de brigada de Dorney que se quedó cumpliendo funciones en Tandil, se le ocurrió iniciar una búsqueda: tanto escuchó hablar de aquella historia que decidió que sería un buen momento para dar con esa pequeña que, en medio del frío y la incertidumbre de los días del conflicto bélico, había tenido un gesto conmovedor.

Con ayuda de su hija porque no es muy ducho en cuestiones tecnológicas, como dice, escribió un mensaje en su cuenta de Facebook, comentó esto con sus compañeros, que por su lado también habían hecho algunos intentos fallidos, y tiró la botella al mar. No se imaginó lo que llegaría después: miles de mensajes, un pueblo movilizado y un teléfono.

EL VIAJE

“Yo soy incorporado en la VI Brigada Aérea de Tandil el 5 de enero del ’82. Teníamos poco tiempo de instrucción cuando nos comunican que algunos íbamos a ser trasladados a otro lugar, no sabíamos dónde. Así fue que sacaron de la compañía a 30 soldados y el 27 de abril salimos rumbo a Puerto San Julián. Yo no conocía ese pueblo, como mucho había escuchado hablar de Comodoro Rivadavia. Para todos era todo nuevo”, le cuenta José Luis Dorney a Infobae.

“El primer recuerdo que tengo es el frío, el viento que había en ese momento. Me acuerdo que nos llevaron a un gimnasio municipal. Nosotros fuimos exclusivamente a cuidar los aviones de la Fuerza Aérea, así que un día estábamos de guardia en el aeropuerto, cuidando todo en las pistas y en los hangares, y otro día estábamos en el pueblo. Era intercalado: hacíamos guardia en la terraza del gimnasio y en los alrededores. Y en la costa, claro”, agrega.

 
José Luis junto a sus compañeros de la VI Brigada Aérea de Tandil. De esa repartición, fueron enviados 30 conscriptos a Puerto San Julián

Había cumplido 19 años en febrero y nunca se imaginó viajar en esas circunstancias a la Patagonia: “Era un pueblo que estaba militarizado. Estaban todos los soldados de tierra, que eran muchísimos. Y después de Fuerza Aérea, de otras brigadas. Era mucha la gente, soldados por todos lados. En el aeropuerto dormíamos en pozos, que estaban bajo tierra. El día que se llamaba de ‘descanso de guardia’ –que no quiere decir que descansáramos sino que nos daban otras actividades–, hacíamos guardias en el gimnasio del pueblo o nos dedicábamos a otras actividades. Nosotros caminábamos por ahí normalmente, andábamos para todos lados. Nos daban permiso para ir a comprar algo para comer o hablar por teléfono”, señala 38 años después.

Fue en una de esas recorridas que se encontró con Magalí: “Habían pasado varios días que estábamos en Puerto San Julián, yo ya me había comunicado con mi mamá por teléfono. Ella me mandó una radio de las chiquitas y una cámara Kodak, una maquinita muy sencilla. Así que andaba con la camarita para todos lados, me llamaba la atención que había empezado a nevar”.

 
Dorney conservó durante 38 años varios objetos de los días en Puerto San Julián. Entre los más queridos están los guantes que le regaló Magalí

–¿Qué recuerda del encuentro con aquella nena?
–Íbamos caminando con un compañero, había nevado. Vimos a una nena con la mamá. La mamá se acercó y nos dijo que ella quería hablar con nosotros, saludarnos. Después vimos que la nena hablaba algo con la madre y al rato vino con algo: me dio unos guantes, que los conservé durante 38 años, me los traje escondidos con otras cosas que me dieron en San Julián: un rosario, cartas, fotos de la base y más. Hablando ahora parece que también me dio una bufanda, que yo no me acordaba, pero la tengo puesta en la foto.

“¡NO FUE ALGO TAN GRANDE!”

“En el sur se vivió de una manera muy distinta a como se vivió en el norte o en el centro del país. En otros lugares del país por ahí se vivía con patriotismo, como algo heroico. Pero nosotros en el sur lo vivíamos con angustia. Y a mí me quedó eso. Para ser que tenía 5 años, a mí me quedó esa sensación, eso de que no era una pavada lo que pasaba. Aunque no entendía la magnitud, sí sabía que no era algo bueno”, relata a Infobae desde Comodoro Rivadavia Magalí Triviño, que durante la Guerra de Malvinas vivía con su familia en una casa humilde de Puerto San Julián.

“Era un pueblo chiquito y de golpe y porrazo teníamos mucha gente, teníamos aviones, chicos uniformados con armas por la calle. Se vivía esa atmósfera. Con el tiempo, cada 2 de abril, en la escuela se recordaba eso, cómo habíamos vivido aquellos días. Y yo recordaba que había regalado una bufanda, ¡no me acordaba tanto de los famosos guantes! (risas). Francamente no los tenía en la memoria. Como le dije a José Luis, ¡para mí no fue algo tan grande! Era lo que había que hacer. Si alguien necesitaba algo, había que ayudarlo. La opción no era mirar para el costado. Tenías que ayudar como sea. En casa mi mamá hacía pan casero y tortas fritas y les llevábamos a los soldados.

 
Magalí Triviño, "la nena de los guantes", hoy vive en Comodoro Rivadavia y tiene dos hijos

–¿Qué es lo primero que te viene a la memoria al pensar en esos días?

–Me acuerdo de cosas puntuales. Mi recuerdo era de tapar las ventanas con frazadas. Cuando los bomberos hacían sonar la sirena no podía haber luz, te podían llevar preso. No sabíamos qué podía pasar: nosotros tenemos el gasoducto cerca del pueblo. Los aviones salían de ahí. Y tenemos el mar ahí nomás: vivíamos todo el tiempo como esperando algo. Y notábamos que esos chicos que veíamos por la calle no la estaban pasando bien.

–¿Qué te pasó cuando viste la foto?

–Fue como si alguien te golpeara fuerte la espalda. Yo sabía que era yo, pero en el fondo prefería que no. El tapado era mío, porque mi hermana la que me sigue siempre fue siempre más delicadita y a ella le habían hecho un tapado rojo, con cintas. Y a mí me hicieron esa cosa cuadrada color mostaza de la foto. Fue lindo y también conmovedor ver una imagen de esos años. Porque fotos, más que las del jardín de infantes de la típica con la seño, de esa época no tengo.

–¿Pensaste en estas horas en ese gesto tan conmovedor que tuviste siendo tan chica?

–A mí me da vergüenza y por eso prefería que no se supiera que era yo. Porque no sé, si está en mis posibilidades yo te voy a ayudar. Pero no quiero eso de que te estén preguntando mucho.


Otra de las imágenes que tomó José Luis con su cámara

LA CUARENTENA Y UNA OPORTUNIDAD

Cachilo Vega –todo el mundo lo conoce así en Norberto de la Riestra, un pequeño pueblo bonaerense del partido de 25 de Mayo y a él nunca le gustó el nombre que figura en su documento– se retiró hace seis meses de la policía, después de trabajar allí por más de 30 años.

“Como todo soldado, siempre uno tiene una anécdota o algo para contar. Cuando nosotros hacemos los encuentros en Tandil, en un momento José Luis contó lo de la nena y los guantes. Y me quedó eso dando vueltas. Con todo esto de la pandemia, que hay que quedarse en casa, uno un poco aburrido dije: ¿’Qué puedo hacer?’. Entonces hablo con él y le pido que me pase la foto. Me dio una mano mi hija, escribimos en Facebook, pusimos la imagen y al toque empezaron a pedirme solicitud de amistad personas de San Julián y de todos lados”, le cuenta por teléfono a Infobae.


 
Cachilo Vega subió la foto a Facebook y de inmediato su mensaje se volvió viral

“Me contacta Sergio, un hombre de allá que enseguida armó un grupo de WhatsApp en el pueblo. Y ahí me empezaron a llover mensajes. Hasta que me encuentro con uno que decía: ‘Yo le puedo brindar mucha información’. ¡Qué suspenso! Así que llamo a esta persona, que me dice: ‘En un 80% le puedo certificar que es Magalí’. Y le digo: ‘¿Usted está seguro?’. Me responde: ‘Y, sí, en un 80%. Yo soy el padrastro’. Entonces me contó toda la historia”, sostiene.

Poco después Cachilo estaba hablando con Magalí.

–¿Cómo fue la charla? ¿Qué sintió?

–Ella tenía vergüenza y no quería salir en ningún lugar. Hasta que se animó. Y el día 27, tengo todo anotado en un papel para recordar, a las 11 y nueve minutos de la noche la llamo. Fueron muchas sensaciones tan distintas que no sabía qué decirle, no tenía palabras, me tildé (risas). Con pocas palabras alcancé a explicarle de la foto y que la andábamos buscando. Corto, lo llamo a José Luis y le digo: ‘Acabo de hablar con la nena de la foto’. Se quería morir. Y así se pusieron en contacto.



 
José Luis con su uniforme, durante la Guerra de Malvinas

EL REENCUENTRO

“Si bien la guerra no duró mucho, el que la vivió sabe que eso fue eterno. Fue muy largo. Cuando volví a casa, cada tanto yo sacaba los guantes de la bolsa y los miraba. O sacaba alguna carta, una medalla. Nunca me imaginé que iba a poder reencontrarme con ella”, señala el ex soldado.

Pero gracias a la campaña que armaron sus compañeros, aquel encuentro que parecía imposible finalmente se dio, por teléfono, él en Las Flores, ella en Comodoro Rivadavia– el 27 de abril.

“¡Fue justo el día 27, que se cumplían los 38 años de la llegada a San Julián! Fue una emoción muy grande, hablamos más de una hora”, dice José Luis conmovido. “Yo quiero agradecer a los que hicieron posible esto, Cachilo Vega, Juan Baldomiro y Neber Suárez. También fue lindo el gesto del intendente de San Julián, que estuvo haciendo algunas movidas para poder dar con ella”.

 
José Luis Dorney hoy pasa la cuarentena en Las Flores, provincia de Buenos Aires. Sueña con volver a Puerto San Julián

Para “La nena de los guantes”, que hoy tiene dos hijos de 21 y 24 años y pasa la cuarentena en su casa mientras espera para volver a trabajar en su emprendimiento de transporte escolar, la charla también fue muy grata: “Me encontré con una persona re amable, muy simpática. Una conversación re amena. Como si hubiera estado hablando con un amigo de muchos años. No nos dimos cuenta del tiempo que pasó. Fue encontrar a un amigo”.

Mientras siguen recordando aquellos días –se multiplican los llamados, los pedidos en radios locales para entrevistas, los mensajes de personas que se sintieron movilizadas con la historia– los protagonistas no descartan encontrarse personalmente.

De hecho el propio José Luis, antes de que se declararan las medidas de distanciamiento social por el coronavirus, tenía pensado volver a Puerto San Julián, un lugar al que regresa con frecuencia en su memoria cuando busca los objetos que guardó tanto tiempo y toca los guantes que le regaló Magalí, pero no volvió a pisar.

“Con el grupo de movilizados de Tandil ya veníamos pensando en ir para allá, de hecho teníamos la idea de hacer un viaje este mismo año. Somos un grupo de 10 o 12 que estamos en condiciones de ir y estábamos buscando los medios para hacerlo y abaratar un poco la cosa para llegar. Estábamos justo en el tema cuando apareció esto del coronavirus. Pensábamos ir en septiembre u octubre porque en invierno ninguno quería saber nada. ¡Sabemos lo que es allá el clima! Por ahora quedó en suspenso, pero habiendo encontrado a Magalí seguro que cuando se pueda vamos. Ese lugar nos trae muchos recuerdos, hay muchas familias que nos han ayudado y de alguna manera uno necesita volver a ese lugar”, concluye.

domingo, 7 de junio de 2020

PGM: La batalla naval de Malvinas y el pecio del Scharnhorst

Gran crucero "Scharnhorst" - descubrimiento sensacional de las Islas Malvinas

El almirante alemán Graf Spee atacó las Islas Malvinas en diciembre de 1914 con cinco cruceros. Pero los cruceros de batalla de la Royal Navy demostraron ser oponentes superiores. Ahora se han descubierto los restos del buque insignia de Spee.

Por Johann Althaus || Die Welt (original en alemán)


 
La búsqueda de los restos del "Scharnhorst" ha sido registrada durante años por la productora de cine TVT. Ahora se ha descubierto la nave del almirante Graf Spee. Mira el video del hallazgo histórico aquí.


El "SMS Scharnhorst" había desaparecido durante casi exactamente 105 años. El 8 de diciembre de 1914, el Gran Crucero de la Armada Imperial, el buque insignia de su escuadrón de Asia Oriental, entregó una legendaria batalla a la Armada Real Británica frente a las Islas Malvinas en el extremo sur de América del Sur y fue hundido por el hombre y el ratón. Los arqueólogos marinos alrededor de Mensun Bound han descubierto los restos del naufragio a 180 kilómetros al sureste de las islas a una profundidad de 1.610 metros en nombre de la Fundación del Patrimonio Marítimo de las Malvinas.

“El momento del descubrimiento fue excepcional. A menudo cazamos sombras en el fondo del océano, pero cuando apareció por primera vez el "Scharnhorst", no había duda de que era uno de los barcos alemanes ", dijo el líder de la expedición Mensun Bound. “Enviamos un robot submarino para explorar y nos encontramos casi inmediatamente en los restos de la guerra. De repente salió de la oscuridad, con grandes cañones apuntando en todas las direcciones.

La batalla en el primer año de la Primera Guerra Mundial pasó a la historia de la guerra naval. El vicealmirante alemán Maximilian Graf Spee había dirigido su asociación al Atlántico después de su victoria sobre un escuadrón inglés en Cape Coronel, en la costa de Chile. Allí planeó un arriesgado ataque sorpresa en Port Stanley, la capital de las Malvinas británicas. Pero para su sorpresa, en la mañana del 8 de diciembre, la Royal Navy tenía fuerzas claramente superiores. Tomaron la búsqueda de los barcos alemanes lo más rápido posible, además del "SMS Scharnhorst", su barco hermano "SMS Gneisenau" y los pequeños cruceros "Nuremberg", "Leipzig" y "Dresden".


FOLLETO - 05.12.2019, ---: La imagen sin fecha muestra el crucero blindado «SMS Scharnhorst». Investigadores británicos dicen que descubrieron el crucero blindado hundido en el Atlántico Sur en la Primera Guerra Mundial. Los restos del buque de guerra alemán se ubicaron frente a las Islas Malvinas, dijo el jueves el Fideicomiso del Patrimonio Marítimo de las Malvinas. (al dpa "Naufragio del« SMS Scharnhorst »descubierto frente a las Islas Malvinas") Foto: Falklands Maritime Heritage Trust / dpa -


El gran crucero "SMS Scharnhorst" fue el buque insignia de Spee
Crédito: Picture Alliance / dpa


Alrededor de la 1 p.m., Spee tuvo que darse cuenta de que no podía escapar del enemigo: los barcos en el lado opuesto, especialmente los cruceros de batalla modernos "HMS Invincible" y "HMS Inflexible", eran más rápidos y estaban más armados: aunque tenían aproximadamente la misma edad, corrieron los barcos británicos tenían cinco nudos más de velocidad máxima y, con ocho cañones de 30.5 centímetros, tenían significativamente más potencia de fuego que los dos cruceros alemanes con el mismo número de cañones de 21 centímetros.

Spee luego emitió una orden clara. "Despedidos pequeños cruceros. ¡Intenta escapar! ”, Señaló a los otros barcos a la 1:20 pm. Con el "Scharnhorst" y el "Gneisenau" quería enfrentarse a los superiores enemigos británicos. Solo así podría salvar al menos parte de su escuadrón.


Alrededor de la 1 p.m., Spee tuvo que darse cuenta de que no podía escapar del enemigo: los barcos en el lado opuesto, especialmente los cruceros de batalla modernos "HMS Invincible" y "HMS Inflexible", eran más rápidos y estaban más armados: aunque tenían aproximadamente la misma edad, corrieron los barcos británicos tenían cinco nudos más de velocidad máxima y, con ocho cañones de 30.5 centímetros, tenían significativamente más potencia de fuego que los dos cruceros alemanes con el mismo número de cañones de 21 centímetros.

Spee luego emitió una orden clara. "Despedidos pequeños cruceros. ¡Intenta escapar! ”, Señaló a los otros barcos a la 1:20 pm. Con el "Scharnhorst" y el "Gneisenau" quería enfrentarse a los superiores enemigos británicos. Solo así podría salvar al menos parte de su escuadrón.


Vicealmirante Maximiliano Reichsgraf von Spee (1861-1914), almirante alemán durante la primera parte de la Primera Guerra Mundial. También sirvió durante la Rebelión Boxer. Fecha: circa 1914 |
El vicealmirante Maximiliano Reichsgraf von Spee (1861-1914) comandó el escuadrón alemán de Asia Oriental
Crédito: Picture Alliance / Mary Evans Pi

A sus órdenes, Spee tomó el rumbo opuesto y abrió fuego contra los barcos británicos diez minutos después. El vicealmirante Frederick Dobeton Sturdee, el comandante de la Royal Navy Association, no había esperado eso.

"Scharnhorst" y "Gneisenau" se acercaron tanto a sus cruceros de batalla bajo fuego constante que los barcos británicos estaban incluso dentro del alcance de su artillería mediana. El "HMS Invincible" tuvo que recibir un total de 23 golpes directos. Sturdee lo soltó primero.

Ahora Spees giró barcos y corrió a toda velocidad. Pero los británicos sabían de su superioridad: comenzaron la persecución y abrieron fuego a las 2:50 p.m. Spee nuevamente trató de no escapar, pero se volvió y corrió hacia el enemigo para disparar a las 2:55 p.m.


Los cruceros alemanes tenían un alcance de disparo mucho más corto que los acorazados británicos (dibujo)
Crédito: Picture Alliance / Mary Evans Pi

Los británicos esquivaron el noreste hasta que estuvieron fuera del alcance de la artillería alemana, pero aún así pudieron dispararse; sus armas podrían disparar mucho más lejos. Alrededor de las 3 p.m., los artilleros británicos lograron fuertes golpes en el babor de los cruceros alemanes. Una hora después, Spee también lanzó el "Gneisenau", pero tuvo que darse cuenta de que no tendría ninguna posibilidad.

En un último intento de distraer al enemigo, giró su crucero de 12,000 toneladas hacia la Asociación Británica como un torpedero. Pero el "Invencible" y el "Inflexible", cada uno con un peso de 18,000 toneladas, dispararon al "Scharnhorst" juntos. El barco, que solo tenía siete años, se hundió a las 4:17 p.m.
Durante la Batalla de las Islas Malvinas, el barco alemán 'Leipzig' se hunde con una gran pérdida de vidas después de un implacable ataque británico Fecha: 8 de diciembre de 1914 (Mary Evans Picture Library) | Solo para uso editorial., Sin distribución a revendedores.


El final del pequeño crucero "Leipzig"
Crédito: Picture-Alliance / Mary Evans Pi

El "Gneisenau" ya estaba muy dañado al mismo tiempo, solo podía disparar con dos armas y solo corría 16 nudos: era una presa fácil. Después de más golpes fuertes, la tripulación hundió el barco alrededor de las 5:30 p.m.después de que se habían disparado todas las municiones. Solo 187 de los aproximadamente 800 hombres a bordo podrían ser salvados por los británicos del helado Atlántico Sur.

Por cierto, el vicealmirante Graf Spee no pudo salvar su vendaje: solo el pequeño crucero "SMS Dresden" escapó de la Royal Navy. El "Nuremberg" y el "Leipzig" también fueron hundidos, así como dos barcos de suministro.

El comandante del escuadrón, el almirante Maximilian Graf von Spee, y sus dos hijos Otto y Heinrich también fueron asesinados. "Como una de las muchas familias que fueron afectadas por las fuertes bajas en la Batalla de las Islas Malvinas el 8 de diciembre de 1914, el descubrimiento del SMS Scharnhorst es agridulce para nosotros", dijo el descendiente del almirante, Wilhelm Graf von Spee. "Nos consolamos con el conocimiento de que el lugar de descanso final de tantos se ha encontrado y ahora se puede preservar, al tiempo que se nos recuerda la indescriptible pérdida de vidas".

sábado, 30 de mayo de 2020

Darwin: Homenaje al Tte Fragata (PM) Daniel Enrique Miguel

Homenaje al Tte Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique Miguel




Los integrantes del INSTITUTO AERONAVAL queremos rendir nuestro más sincero homenaje al Teniente de Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique MIGUEL, a los 38 años de su fallecimiento en combate.



Compartimos el relato del Capitán de Navío (RE) VGM Carlos Alberto MOLTENI (Comandante de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque en 1982).

Durante todo el 27 de mayo intentamos recuperar el avión con falla eléctrica; usamos para ello los repuestos que teníamos más los que ordené sacar de los dos aviones averiados (les sacamos casi todo lo "sacable" para utilizar si fuese necesario).

Esa noche, al regresar al pueblo, nos enteramos de las operaciones sobre puerto Darwin; nos imaginamos que la orden de alerta iba a venir a la madrugada siguiente...... y así fue.
Por lo que notamos, ya que la temperatura descendía cada vez más, el problema se centraría en las baterías, ya que si se enfrían demasiado no dan los 19 voltios necesarios para cumplir el arranque, por más que tengan un grupo de puesta en marcha exterior. Por lo tanto, optamos por sacar todas las baterías y llevarlas a dormir con nosotros, y les dimos el lugar preferencial al lado de la única estufa.
El 28 de mayo amaneció muy feo: la neblina y poca visibilidad eran una constante. Con el correr de la mañana mejoró un poco el tiempo, ya que se levantó un viento del oeste; antes de mediodía recibimos la orden de salir para dar apoyo de las tropas de puerto Darwin; un oficial de la Fuerza Aérea Argentina nos iba a controlar allí para el apoyo aéreo cercano.



Intentamos poner en marcha los motores, y solamente dos lo conseguimos, el Teniente de Corbeta Daniel Miguel y yo; al Teniente Giretti le falló el arranque y comenzó un cambio de baterías. Por la premura del apoyo solicitado, ordeno la salida de dos aviones y no esperar al tercero; no bien despegamos y cumpliendo la navegación prevista, observé que la mejora del tiempo en Puerto Argentino no se extendió hacia el oeste. Nuestra navegación era rasante y casi en la línea de costa; íbamos a entrar a la zona de combate con un rumbo general norte, Aproximadamente a dos minutos de llegar a la zona de objetivos enlazo con el control de la Fuerza Aérea Argentina para que designe blanco; su contestación fue que saliéramos de allí porque el tiempo había cerrado completamente el área. En el giro que hicimos con Miguel volamos diez segundos por instrumentos (sin ver) en vuelo rasante; ganamos muy poca altura ya que había unidades navales inglesas y sabíamos que al radar y a los misiles no les importa la meteorología. Arribamos sin problemas a Puerto Argentino y nos aprovisionamos para otra salida.



Entre las 12.00 y las 15.00 observamos una rotación del viento en la pista; se puso cruzado y con gran intensidad. Era absolutamente imposible nuestra operación allí, ya que el día anterior habíamos "limpiado" solamente el ancho de una laja (5 metros aproximadamente) y el control del avión se hacia difícil operando dentro de los límites de viento previstos para la utilización de los Macchi, imposible fuera de ellos.
Después de las tres de la tarde se nota una nueva rotación hacia la pista, por lo que ordeno salir. En esta misión volvemos a salir el teniente Miguel y yo, ya que no se reparó la falla del avión del Teniente Giretti.
Hacemos la misma navegación y, próximos al objetivo, nos comunicamos con el control de la Fuerza Aérea Argentina; el tiempo estaba un poco mejor, por lo menos había visibilidad horizontal.
Allí se nos indica un punto notable y un área de posiciones enemigas. Elevo un poco mi avión para entrar en corrida de cañones y cohetes, me comunico con el Teniente Miguel para ver si había identificado el blanco ordenado y después de su respuesta afirmativa, abro fuego sobre unas hondonadas donde aprecié las posiciones inglesas más próximas a nuestra primera línea.
Descargo todas mis armas (me quedé sólo con el 50 por ciento de cañones aproximadamente); en esa corrida y durante mi escape observo por un instante como un "globo naranja” en tierra, interpreto que puede ser un misil y automáticamente corto motor y cambio mi giro hacia él, para luego volver a girar pegándome al suelo.



Al finalizar esa maniobra oigo que el control de la Fuerza Aérea Argentina me dice: "escape, escape, le dieron a su numeral"; desesperado pregunto si vio eyección y me contesta que no.
En ese instante me sobrevino una peligrosa depresión; siempre en las relaciones con personas uno tiene con algunas muchas afinidades en carácter y personalidad. Con el teniente Miguel yo sentía eso; por eso sufrí como un desgarro en lo más íntimo de mi ser. Volví a preguntarme ¿por qué? Me surgió la imagen de su novia que, cuando fue a despedirlo a Buenos Aires le dijo: "Cuídense", y el gordo le contestó: "Si no me avisabas, no me daba cuenta...". Se iban a casar dentro de pocos días, pero Dios no lo quiso.
En mi vuelo de regreso a Puerto Argentino tuve una continua visión de todo lo que habíamos compartido, de su buen humor (que nunca perdió), de su coraje, de su carácter que todo lo volvía fácil, de su corta edad y de su futuro trunco. No tuve dudas de que el fin había sido rápido, ya que habíamos entrado en un embudo de proyectiles, viendo pasar las trazadoras de las ametralladoras que convertían eso en lo más parecido al infierno.
Cuando aterricé me estaba esperando todo el grupo de la escuadrilla, y nuestra comunicación fue un respetuoso silencio. El Teniente Henry, (compañero de Miguel), en una explosión de llanto, me preguntó si había visto alguna eyección ...



Cuando comenzó a hacerse de noche fui hasta el Comando en el pueblo y allí me enteré de que Puerto Darwin se perdía. ¡Qué desazón y qué impotencia se siente cuando uno realizó esfuerzos, vivió tensiones extremas, hizo lo mejor que pudo y el resultado es negativo! Y además: ¡qué exigencias presenta la guerra, en la cual hay frustraciones que hay que superar rápidamente, para convencerse y convencer de que la próxima vez no será así!

Un joven Héroe nos dejó

“Coquito”, como lo llamaban los que compartiron su formación en la Escuela Naval Militar y en la Escuela de Aviación Naval (1980), fue una persona que se caracterizaba por su alegría y bondad, alguien muy fácil de tratar y querer. De carácter inquieto y ocurrente, dedicado y con un objetivo bien definido, ser un “marino con alas”.



En el año 2000, en una zona rural de la Patagonia llamada Treorcky, cerca de la ciudad de Trelew en el valle inferior del río Chubut, la Escuela Provincial Nro 55 con 100 alumnos decidió incorporar el nombre de nuestro héroe como homenaje y reconocimiento a la memoria de un joven de 24 años que guardaba un enorme coraje en su alma de marino y que quedó como custodio eterno en nuestro suelo malvinense.

martes, 26 de mayo de 2020

Fallece Eugenio Leiva, VGM Qom, por corona virus

La insólita historia del ex combatiente que sobrevivió a Malvinas pero no al coronavirus




Otra víctima fatal en Resistencia, Chaco, uno de los centros más críticos del país.

Por Periodismo y Punto PyP 

A los 20 años, Eugenio Leiva combatió en la Guerra de Malvinas. Sobrevivió de milagro. Dejó el cuero por su Patria. Había salido rumbo a las Islas desde Monte Caseros, Corrientes, una de las localidades que aportó más combatientes a esa guerra que el 2 de abril de 1982.

Pasaron los años y Leiva se mudó a Resistencia, Chaco. Vivía en un barrio humilde. Es llamativo cómo la Argentina premia con subsidios a personas que no hicieron nada por el país y abandona a los Leiva. Perteneciente a la etnia Qom, Eugenio encontró la muerte con tan solo 58 años de edad por el coronavirus.



Según VíaPais, Leiva nació el 20 de abril de 1962 en General San Martín. Durante la guerra prestó servicios en el Regimiento de Infantería 4, que a su vez, era componente de la X Brigada de Infantería Mecanizada. Vivía en Fontana y fue diagnosticado con Coronavirus días atrás. El soldado falleció este miércoles en un sanatorio de la capital chaqueña, donde estaba internado desde el 14 de mayo.

Tras la guerra de Malvinas, Leiva formó, con otros ex combatientes, una organización en su provincia . “Con el tiempo empezamos a ver que los que éramos originarios nunca recibíamos las ayudas que mandaba el Estado,nunca se nos avisaba cuando se armaban los grupos para viajar y nosotros tenemos el mismo derecho porque defendimos a las islas con el corazón“, dijo Leiva años atrás en entrevista con el historiador e investigador Qom Juan Chico.

En 2013 lograron que la Cámara de Diputados de Chaco sancionara la Ley 7.277, que reconoce el “Día del Veterano y de los caídos indígenas en la guerra de Malvinas”, fecha que se conmemora cada 26 de agosto.



En Resistencia, mientras el barrio Toba sufre por el coronavirus, 100 integrantes de los Pueblos Originarios entregaron su juventud en Malvinas. Uno de ellos fue Leiva. Volvió para contarla. La mediocre asistencia social chaqueña y el deplorable estado del sistema de salud en el norte argentino le quitaron la vida en un distrito pequeño en el que viven el 10% de los contagiados.

Es demasiado.

viernes, 22 de mayo de 2020

San Carlos: El desempeño heroico del Equipo de Combate Güemes

Malvinas: el estremecedor relato de dos héroes argentinos que resistieron el desembarco en San Carlos

La madrugada del 21 de mayo de 1982 las tropas británicas ingresaban en el estrecho de San Carlos. Allí, un Equipo de Combate de más de 60 hombres enfrentó el desembarco masivo con heroísmo y bravura. La historia de los festejos de sapucai y los 21 días de marcha de la sección “Gato”

Por Milton Del Moral || Infobae



Carlos Daniel Esteban nunca había sentido nada parecido. No recuerda exactamente cuánto le duró el efecto. Sabe que nunca, antes y después de ese viernes, había experimentado un impulso así. Estaba en el puesto de comando hablando por radio con el comandante de la III Brigada de Infantería, el general Parada, emplazado en Puerto Argentino y describiendo lo que veían sus ojos. La bruma se había disipado y el 21 de mayo de 1982 amanecía intrépido. Los nervios lo invadían, no lo dominaban. La comunicación, serena y pormenorizada, retrató lo que estaba por suceder: el desembarco masivo de las tropas británicas en las Islas Malvinas.

Eran las ocho de la mañana en el Atlántico Sur. Uno de los soldados observadores bajó corriendo de los sitios de altura, agarró una caja de fósforos marca Fragata y le juró que acababa de ver uno igual, pero real, ingresando por el estrecho de San Carlos. El por entonces teniente primero a cargo del Equipo de Combate Güemes tomó los binoculares, al soldado Gabriel Massei y se dirigió a su puesto de observación. Comprobó que el Canberra era algo más majestuoso que el navío que decora la caja de fósforos y que aquello para lo que se habían preparado era inminente.


En el desembarco de San Carlos, las bajas de las fuerzas británicas se estimaron en más de diez y cuatro helicópteros fueron anulados: dos destruidos y dos averiados

“Cada uno exterioriza lo que le pasa a su forma. Cuando estaba hablando con el comandante tenía una pierna que se me movía y no podía controlar. Massei y yo éramos los únicos que habíamos visto la magnitud de lo que se venía. Nunca me pasó que una parte del cuerpo me temblara así. Era una sensación muy extraña, como si me hubiese agarrado Parkinson en una pierna”, relató. Luego, aprendió que ese estremecimiento es habitual, pasajero y se denomina “pata de conejo”. Su cuerpo había somatizado la agitación y el miedo del instante más trascendente de su carrera militar.

El teniente primero lo describe como una escena de película. “Una mini Normandía”, graficó. La niebla que se retiraba dejaba entrever la ofensiva británica, 49 días después del arribo de las tropas argentinas a las islas. Había destructores, fragatas, más de catorce buques, decenas de helicópteros, lanchones desplegándose y en el medio la silueta imponente del Canberra. La relación de fuerzas era ampliamente desfavorable: una flota de 6.000 hombres contra una modesta compañía de 42 combatientes.

 
Carlos Daniel Esteban fue condecorado con la medalla de "La Nación Argentina al Valor en Combate" por "ejecutar al frente de una fracción de su compañía acciones de combate ante enemigo con superioridad material, en la zona de San Carlos, al que ocasionó importantes bajas"

El 15 de mayo se habían desplazado hacia la Bahía de San Carlos, el estrecho marítimo que divide la Isla Gran Malvina de la Isla Soledad. Las tropas británicas ya habían consolidado un cerco aéreo y naval alrededor del archipiélago. Por la geografía natural del lugar y por las advertencias del equipo de inteligencia, las probabilidades de desembarco eran altas. La primera opción era el ataque directo frente al Puerto Argentino. “Pero finalmente decidieron atacar por líneas interiores -contó-. Nosotros teníamos protección natural con las alturas que nos rodeaban, pero sabíamos que nos podían atacar primero por ahí”.

La resistencia se nutría de un teniente, dos subtenientes y 64 soldados del Regimiento de Infantería 25: más de 40 provenían del sur de la provincia de Córdoba y un cuerpo de 20 infantes había nacido en Corrientes. Eran tiradores más un equipo de apoyo con tan solo 45 días de adiestramiento militar. Tenían el encargo de tres misiones en San Carlos: dar alerta temprana del desembarco, mantener bajo control la población kelper de la ciudad e impedir el acceso de buques enemigos por el estrecho.

“Lanzaron el desembarco sin haber hecho una exploración previa porque pensaban que allí no había nadie -interpretó el teniente primero-. Ese fue un pequeño triunfo nuestro. Habíamos aplicado medidas de velo y engaño: los isleños seguían arriando el ganado, las chimeneas humeaban y les habíamos sacado las radios a todos”.

 
Es mayo de 1982, apenas unos días antes del desembarco inglés en el estrecho de San Carlos. Una unidad de comandos de la Compañía 601, al mando del mayor Mario Castagneto, aborda un helicóptero para controlar los alrededores del estrecho. Uno de los comandos carga en su espalda un misil tierra-aire Blow Pipe con el que fueron derribados varios aviones y helicópteros ingleses (Eduardo Farré)

En efecto, los soldados argentinos les habían sustraído las 110 radios y los pocos vehículos a los habitantes. Habían asumido también el cargo en los puestos de control del agua y la electricidad para evitar sabotajes. Los británicos debían pisar las islas para traducir su poderío en tierra. “No hay ejemplos en la historia militar de una fuerza que haya triunfado en una zona insular sin tener superioridad marítima y aérea”, escribió el ex jefe del Ejército Argentino y veterano de la Guerra de Malvinas, Martín Balza. Esteban acredita esa apreciación: “Siempre tuve en claro desde el día en que desembarcamos que si le dábamos tiempo a llegar, entrábamos en guerra. Inglaterra no iba a permitir ese cachetazo. Estaba seguro de que si venían, la isla tarde o temprano caía, pero no se lo iba a decir a los soldados”.

Ese viernes bisagra, a las ocho de la mañana, a sus 28 años, con su hijo Santiago de seis meses en su casa y en su conciencia, el teniente primero estaba en la víspera de su bautismo de fuego. Al comandante en Puerto Argentino le recreó la ofensiva que avanzaba por la boca norte del estrecho y le pidió desesperadamente el apoyo de la fuerza aérea. “Rompo las comunicaciones y procedo a defender el lugar”, impartió. Para el teniente primero Esteban, la guerra ya se estaba jugando. “Ellos pensaron que iban a bajar y empezar a caminar y que nosotros íbamos a replegarnos automáticamente. No para pintar una postura sanmartiniana, pero en ese momento no teníamos la idea de la rendición. Aunque en una situación tan desfavorable, lo único lógico era rendirse”, expresó.

Se desplegaron en sus posiciones preparadas y empezaron a escuchar los helicópteros acercándose. Las lanchas ya habían depositado en tierra firme a los primeros ingleses. Habían pasado tan solo cinco minutos desde el avistamiento. Cuando distinguieron al primer Sea King, ordenó “¡fuego libre!”. “Comenzaba la acción”, recordó. No era ese el retazo bélico más significativo de su memoria. Lo era el despliegue descomunal del enemigo desde su puesto de altura y la epifanía de su final. “Yo sabía que era una misión suicida”, dijo. Pero no todos lo sabían.

 
El subteniente Reyes, en su repliegue táctico, dijo haber divisado al menos 17 buques británicos en las inmediaciones de la boca norte del estrecho de San Carlos

“Mi compañía comenzó a combatir a lo que veía, y solo veían los helicópteros”, narró. Él y el soldado Massei eran los únicos que sabían lo que había detrás de los puestos a resguardo. El primer helicóptero, con tropa y municiones, aterrizó averiado con incendios internos. Primera micro-proeza. El fuego reunido atacó un Gazelle que se dirigía a sus posiciones: derribado, se hundió en la bahía. Repitieron la concentración de los disparos en otro Gazelle, que cayó en llamas diez metros a sus pies. Un tercer Gazelle los ubicó en una nueva posición en altura, donde se había replegado: los soldados respondieron, el helicóptero se incendió y el piloto logró maniobrar el descenso.

“En la compañía teníamos unos correntinos que no sabían nada de lo que yo había visto. Cada vez que caía un helicóptero, escuchaba unos sapucai y unos gritos de euforia”, contó el teniente primero. Los soldados se sentían invencibles: creían que no se enfrentaban a un enemigo invulnerable. Caía fuego cruzado de artillería naval mal dirigido ya sin la orientación de los helicópteros. El Equipo de Combate Güemes percibía una tensa calma: ya no tenían más nada que hacer allí.



Sin ninguna baja y con la algarabía de haber debilitado la capacidad del enemigo, emprendieron un repliegue sigiloso. El jefe de la compañía decidió marchar hacia Puerto Argentino. “No me olvido más: rumbo grado 81”, dijo. A los tres días, encontraron la Estancia Douglas Paddock, donde decidieron recluirse y encender la radio para comunicarse con el comandante de la brigada. El 25 de mayo de 1982, en medio de la ofensiva británica, los 42 hombres formaron para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo ante la mirada de los kelpers. Al día siguiente, siete helicópteros los recogieron para regresar a la base.


El 25 de mayo de 1982, los 42 hombres del Equipo de Combate "Güemes" formaba para celebrar la Revolución de Mayo en un paraje de las Islas Malvinas durante el conflicto bélico

La altura 234 y la marcha de 21 días

Lo que al Equipo de Combate Güemes le demandó tres días de marcha y un vuelo en helicóptero, a la sección “Gato” le costó 21 días, deformaciones, amputaciones en miembros inferiores y la rendición. Tras su arribo al área de San Carlos, el teniente primero Daniel Esteban dispuso un elemento adelantado para alertar y emboscar un potencial desembarco inglés. El martes 18 de mayo, el subteniente Roberto Oscar Reyes debía relevar al subteniente José Alberto Vásquez en la denominada altura 234 o Fanning Head, según la cartografía británica. La sección “Gato” se componía de cuatro suboficiales y 15 soldados: el grupo de 21 infantes marcharon 14 kilómetros hacia la punta del estrecho con la misión de “dar alerta temprana a la Fuerza y, reforzados con armas pesadas, emboscar a las tropas inglesas que pudieran ingresar por el canal”.



“El noche previa se presentaba como las anteriores, es decir helada y con poca visibilidad, no se veía a dos metros”, relató Reyes, quien por entonces tenía 25 años y cuatro de entrenamiento militar. Media hora antes de que el jueves se hiciera viernes, un soldado alistado en un puesto de seguridad le informó que escuchaba ruidos en el canal: eran conversaciones en inglés y señales acústicas que provenían desde la punta del estrecho. El subteniente ratificó la sospecha: embarcaciones navegaban en silencio y con luces apagadas en dirección a San Carlos.


Altura 234 (Fanning Head) en 2012

El cuerpo de soldados disponía de dos morteros 81 mm y dos cañones sin retroceso 105 mm para operar la emboscada. Reyes impartió órdenes de apresto para el combate y alertó una inminente apertura del fuego. Pero lo primero que intentó fue entablar comunicación con el teniente primero Daniel Esteban, en el puesto de comando de San Carlos. Las baterías de la radio, luego de tres días a la intemperie del frío, tenían poca carga: la llamada llegaba, los escuchaban pero no podían ser recibidos. “Aquí Gato, aquí Gato”, decían sin suerte. El intento de comunicación y el posterior estallido de las bombas podía ser ya suficiente aviso.

 

"Algunos decían que los ruidos que escuchaban eran los ingleses atacando a los hombres de Reyes, otros decían que las bombas provenían de un combate cercano. De todas maneras, era inevitable que desembarcaran en San Carlos. Nosotros ni siquiera éramos una compañía, éramos una sección reforzada", dijo el subteniente Roberto Reyes

Minutos después de las dos de la mañana del viernes 21 de mayo de 1982, el bautismo de fuego. Los buques estaban al alcance de los morteros pero la visión era casi nula. “Se apreciaban algunas luces indebidas en cubierta y la nitidez de algunas conversaciones que por el agua se propagaban, la flota continuaba sigilosa y al parecer no nos habían detectado”, describió Reyes. Ordenó abrir fuego con los morteros empleando proyectiles de iluminación para determinar la ubicación exacta y mejorar la eficiencia de los cañones. Pero la estrategia no funcionó y el efecto sorpresa se desperdició: los proyectiles no iluminaron la trayectoria y quedaba expuesta su posición por la deflagración del disparo.



“Desde que comenzó el fuego hasta las tres de la mañana aproximadamente ordené varios cambios de posición hasta agotar la munición de morteros. A partir de allí la reacción enemiga fue más intensa”, reprodujo el subteniente en un escrito personal. El fuego enemigo empezaba a acertar la ubicación de los soldados argentinos. Era hora de la retirada: “Ordené iniciar los preparativos para el repliegue. Estaba convencido que habíamos cumplido con la misión de alertar a nuestras fuerzas y emboscar a los ingleses”.

En perfecto español, desde una patrulla terrestre inglesa un vocero los intimidaba a entregarse. “Nos decían que eran parte de un batallón que había desembarcado y que no nos harían daño si nos rendíamos, que nos encontrábamos rodeados y que no podríamos salir del lugar, que debíamos entregar las armas. Esta acción psicológica de los ingleses generó en todos nosotros lo contrario, es decir, el deseo de desprendernos, replegarnos y poder reunirnos con nuestras fuerzas en San Carlos”, relató Reyes. Fueron más de tres horas de ataque discontinuo y variado pero sostenido.



 

La flota británica tenía 6.000 hombres. Los combatientes argentinos en San Carlos eran apenas más de 60. Por la gangrena, a Godoy le amputaron las dos piernas a la altura de la rodilla. Cepeda y Moyano perdieron ambos pies y Alarcón terminó con su mano derecha deformada

De los 21 combatientes, quedaron solo 11. Los heridos y desaparecidos en el fragor del repliegue y la contraofensiva habían sido capturados como prisioneros de guerra: ninguno había muerto. Los ingleses los seguían buscando y estaban tan cerca que les resultaba increíble que no los vieran. Les quedaban una munición de 40 tiros por hombre. Su escondite fue platea preferencial para observar el despliegue aéreo de los aviones argentinos contra la flota británica de 17 buques.

A la primera noche emprendieron marcha rumbo sudeste hacia Puerto Argentino: emplearon el método línea de costa. Caminaban de noche cerca de 3 kilómetros diarios. “No contábamos con más abrigo que la ropa puesta. La bruma húmeda y espesa estaba siempre presente, por momentos se confundía con una llovizna fina y helada”, narró el subteniente. El miedo y el principio de subsistencia escondían el hambre y la angustia. Para huir de una fracción de 15 soldados ingleses, debieron cruzar un brazo de mar con soldados que no sabían nadar. Perdieron fusiles y el cabo Hugo Godoy casi se ahoga, pero lo peor fue saldo posterior: la ropa mojada y la garantía de un frío permanente.

El pie de trinchera y la gangrena avanzaban rápidamente en tres soldados. Godoy, Moyano y Cepeda necesitaban asistencia médica con urgencia. Quedaron a cargo de Clot, el soldado que mejor estado físico tenía, con comida para dos días, un maletín de primeros auxilios y la orden de demorar un día la búsqueda del enemigo para darle tiempo a los siete combatientes restantes de seguir con su proeza.

 

La flota británica fue sometida a bombardeos por la fuerza aérea argentina en vuelos rasantes. Pudieron cumplir la misión Sutton de asegurar una cabeza de playa en San Carlos pero perdieron varias embarcaciones y helicópteros

Tras una marcha de 5 noches, llegaron a un caserío identificado como New House, aparentemente deshabitado. “Conformábamos un grupo realmente lastimoso. Las ropas hechas jirones, enfermos, el rostro deformado por los sufrimientos. Ninguno tenía más de 25 años, pero aparentábamos ser un grupo de ancianos vagabundos”, contó Reyes. En el día 21 de la epopeya para recalar en las propias líneas, los despertó una sección completa que había trazado un cerco sobre el caserío: un kelper oculto en la finca los había delatado.

“Desde una posición en el galpón, tenía apuntado a un soldado inglés y les pedí a mis hombres que hicieran lo mismo con otros, pero que no dispararan hasta que yo lo indicara”, describió. Reyes se denomina un “profesional de la guerra”: “Estaba preparado para lo peor y si hubiese ordenado abrir el fuego, esos soldados que estaban en las últimas lo habrían hecho. Pero me di vuelta y los vi, habíamos perdido la aptitud para combatir, estábamos sin capacidad para resistir el menor ataque y salir de la instalación. Consideré que este era el final de nuestra guerra, había llegado el momento de entregarme, caminé hacia afuera y dejé el arma”.

La sección “Gato” nunca pudo regresar a Puerto Argentino ni reencontrarse con el Equipo de Combate Güemes. Era el 11 de junio de 1982: 3 días después terminaría la Guerra de Malvinas. El desembarco en San Carlos es motivo de orgullo para el teniente primero Carlos Daniel Esteban y para el subteniente Roberto Oscar Reyes. Poco importa que la maniobra haya sido exitosa para las tropas británicas. Síntomas de una guerra inverosímil.