miércoles, 12 de marzo de 2014

La Operación Cóndor de 1966

El primer secuestrador aéreo de la historia argentina fue un tresarroyense 

  

El Periodista, Tres Arroyos, 2002 

Noticias de un secuestro 

Un tresarroyense dirigió, el 28 de setiembre de 1966, el primer secuestro aéreo de la historia nacional. Dardo Cabo, al frente de un grupo de 17 hombres, tomó un avión de Aerolíneas Argentina y lo desvió de su ruta regular entre Buenos Aires y Río Gallegos, rumbo a las Islas Malvinas. En el archipiélago, en poder de Inglaterra, plantaron banderas argentinas y reclamaron simbólicamente la soberanía. A 37 años de aquel episodio, conocido como Operativo Cóndor, "El Periodista" reconstruye los pasos del vecino que, diez años más tarde, fue asesinado por la dictadura militar 

Por Lucas Martínez y Marcelo Rivas 

La noticia conmocionó a la opinión publica e incomodó al gobierno de facto presidido por Juan Carlos Onganía, quien había derrocado al Presidente Arturo Illia. El miércoles 28 de septiembre de 1966 dieciocho jóvenes obreros y estudiantes, pasajeros del vuelo 648 de Aerolíneas Argentinas que unía Buenos Aires-Río Gallegos, desviaron la aeronave hacia las Islas Malvinas con el fin de recuperar simbólicamente la soberanía y generar contradicciones en el flamante gobierno. Se consumaba así el "Operativo Cóndor". 
Ni bien se conoció el episodio, los diarios nacionales informaron que entre los tripulantes se encontraba "el dirigente de la Juventud Peronista, Eduardo Cabo". No era Eduardo, sino el tresarroyense Dardo Manuel Cabo, quien efectivamente comandaba el operativo. 
Sus integrantes, autodenominados "cóndores", tenían entre 18 y 32 años y militaban en diferentes agrupaciones nacionalistas y peronistas. También había sido invitado el periodista del diario "Crónica" y director de la Revista "Así", Héctor García y entre los pasajeros se encontraba el Contralmirante José María Guzmán, gobernador del, por ese entonces, Territorio Nacional de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur, quien por fin se encontraba en parte del suelo argentino que supuestamente gobernaba y nunca había imaginado pisar. 
"Les informamos que nos quedamos a vivir en tierra Argentina e invitamos al gobernador a plegarse bajo nuestra bandera", fueron las palabras que Cabo escribió en la proclama que entregaron al gobernador inglés. 

Puerto Rivero 

Dardo Cabo nació en Tres Arroyos el 1 de enero de 1941, era hijo de Armando Cabo, trabajador de la fábrica Istilart, Secretario General de la C.G.T regional y uno de los principales colaboradores de Eva Duarte de Perón. A los pocos años sus padres se separaron y se radicó en Buenos Aires junto a su madre, María Campano. En la capital fue pupilo en el Colegio San José de Calasanz, ubicado en pleno barrio de Once. Antes de abandonar la niñez ya conocía muy bien lo que era la persecución política y frecuentemente "desensillaba", aconsejado por Armando, y viajaba a Tres Arroyos para disfrutar de la protección de sus tíos y la tranquilidad del pueblo natal. 
A las 8:42 del miércoles 28 de septiembre, el avión DC4, con bandera Argentina, aterrizó en una despareja pista para carreras hípicas, ubicada detrás de la casa del gobernador. Inmediatamente los habitantes de las islas se acercaron a observar aquel extraño suceso, mientras que dos vehículos se ubicaron en los extremos del avión para impedir que retome vuelo. 
Ante la mirada de todos, los "cóndores" bajaron armados y colocaron -en diferentes lugares de la pista-, siete banderas argentinas que flamearon por más de 24 horas en Puerto Stanley. 
Rebautizaron el lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho entrerriano que gobernó las Islas Malvinas durante varios meses entre 1833 y 1834 luego de rebelarse, boleadoras y facón en mano, junto a ocho compañeros, contra los invasores ingleses que los mantenían trabajando en condiciones infrahumanas. 
La aventura de los jóvenes incomodaba al gobierno de la "Revolución Argentina" que se definía como nacionalista y sin embargo estrechaba sus vínculos con Inglaterra y Estados Unidos. Se cumplían tres meses de la asunción al poder de Onganía y el canciller Costa Méndez reclamaba formalmente por las Islas en la reunión anual de las Naciones Unidas. También en ese momento se encontraba en el país el príncipe Felipe, esposo de la reina de Inglaterra, en una visita no oficial, como presidente de la Federación Ecuestre Internacional, con motivo del Campeonato Mundial de Hipismo que se iba a realizar en Argentina. 
Ante la aprobación popular por el "Operativo Cóndor", el gobierno emitió el 29 de septiembre un comunicado donde destacaba que "la recuperación de las Islas Malvinas no puede ser una excusa para facciosos". Igualmente las adhesiones no tardaron en aparecer. Las ciudades de Buenos Aires, La Plata y Córdoba, entre otras, fueron escenarios de numerosas manifestaciones populares donde se festejaba la osadía de los jóvenes. 

Regreso con "pena" 

Cabo inició su militancia política a muy temprana edad, padeciendo la cárcel durante la Revolución Libertadora en 1955 que depuso al General Juan Domingo Perón y fue nuevamente detenido durante el gobierno de Arturo Frondizi. A comienzos de la década del '60 fundó el "Movimiento Nueva Argentina", de clara tendencia nacionalista y peronista, y años después se alineó con "Descamisados" donde creó el periódico de la agrupación, que llegó a ser el más influyente de la resistencia peronista. Iniciados los años setenta pasó a formar parte de Montoneros y logró el tan esperado retorno del General Perón. 
Casi 48 horas después del aterrizaje en las islas, los integrantes del plan Cóndor depusieron su actitud, entregaron sus armas y fueron alojados en la Iglesia de Puerto Rivero, bajo la protección del sacerdote del lugar, Rodolfo Roel ,quién incluso les dio una misa en castellano en el avión. El barco de la Armada Argentina, Bahía Buen Suceso, fue el encargado de hacerlos volver al continente donde no los esperaban las condecoraciones sino las frías cárceles patagónicas. El Juez Federal de Tierra del Fuego, Miguel Angel Lima, procesó a los integrantes del Operativo en atención a los delitos de privación de la libertad personal calificada y tenencia de armas de guerra, por los que finalmente fueron condenados a distintas penas el 26 de Junio de 1967. Esta sentencia fue confirmada por la Cámara Federal de Bahía Blanca, el 13 de octubre de ese mismo año. Sobre el tresarroyense recayó la pena más extensa, no sólo por ser el jefe de la operación, sino también por contar con antecedentes policiales. 
Se casó estando en la cárcel, con María Cristina Verrier, la única mujer que protagonizó el Operativo Cóndor, y tuvieron una hija a la que llamaron María, igual que la abuela paterna. Cabo murió 10 años después de pisar Malvinas, el 5 de enero de 1977, cuando acababa de cumplir 36 años y padecía su cuarto período en prisión. Fue cobardemente fusilado por la dictadura militar en un "traslado" desde la penitenciaría Nº 9 de la ciudad de La Plata. Oficialmente se informó que había resultado abatido en un intento de fuga. 
Cuando en 1982 el gobierno militar tomó la decisión de recuperar las Islas, dispuso por decreto que Puerto Stanley pasara a llamarse Puerto Argentino, a pesar de que en la sociedad estaba instalada la denominación de Puerto Rivero. 
Paradojas de la historia, dieciséis años después de la gesta de Dardo Cabo y sus compañeros, Costa Méndez ocupaba el mismo cargo de canciller. Tanto el gaucho entrerriano, abatido durante los heroicos combates de Vuelta de Obligado, como el cóndor tresarroyense, asesinado por la última dictadura militar, intentaron ser eliminados de la memoria de los argentinos. Sin embargo, hoy forman parte de la lista de hombres imprescindibles, siguiendo la clasificación de Bertold Brecht, que lucharon toda su vida. 

Los "cóndores" 

Estas fueron las 18 personas que formaron parte del "Operativo Cóndor", con sus edades y ocupaciones al momento del hecho: Dardo Manuel Cabo, 25 años, periodista y metalúrgico; Alejandro Armando Giovenco, 21, estudiante (subjefe del grupo); Juan Carlos Rodríguez, 31, empleado; Pedro Tursi, 29, empleado; Aldo Omar Ramírez, 18, estudiante; Edgardo Jesús Salcedo, 24, estudiante; Ramón Adolfo Sánchez; María Cristina Verrier, 27, periodista y autora teatral; Edelmiro Ramón Navarro, 27, empleado; Andrés Ramón Castillo, 23, empleado; Juan Carlos Bovo, 21, obrero metalúrgico; Víctor Chazarreta, 32, metalúrgico; Pedro Bernardini, 28, metalúrgico; Fernando José Aguirre, 20, empleado; Fernando Lizardo, 20, empleado; Luis Francisco Caprara, 20, estudiante de ingeniería; Ricardo Alfredo Ahe, 20 estudiante y empleado y Norberto Eduardo Karasiewicz, 20, obrero metalúrgico 

Fuente: www.elperiodista3a.com.ar 


martes, 11 de marzo de 2014

Historia de los kelpers

Malvinas y un relato sobre los colonos de Gran Bretaña
Las transformaciones que en dos siglos atravesaron los pobladores de las islas que aún reclama la Argentina, en este adelanto. El primer capítulo de Kelpers se puede leer abajo.


Kelpers, Natasha Niebieskikwiat

Ojeo uno de los libros de la vasta biblioteca de producciones locales y británicas que tiene el Lafone House de Stanley, mezcla de hotel y bed & breakfast. Clavo la mirada como un imán en una foto vieja. Un joven rubio, muy bronceado y con el rostro bien curtido está parado con sus ropas de fajina sobre un elefante marino que yace en la playa pedregosa, sin sangre.

El hombre se jacta, sobria y tímidamente, de su bestia trofeo. Es posible que lo haya matado él, pero no queda claro. A su alrededor hay otros cuatro jóvenes, vestidos no con harapos pero sí con el saco y el sombrero de los viejos pescadores. La foto –“Elefante marino capturado-Puerto Stanley”– integra una suerte de catálogo de postales de las Malvinas y ha sido tomada por George P. Biggs, nieto de James, el primer Biggs en llegar a las islas junto con Richard C. Moody, el gobernador que inauguró la ocupación británica, a bordo del bergantín Hebe, en enero de 1842.

Biggs inventó un negocio vendiendo postales como souvenirs en ese bastión remoto del Imperio. La foto dice más. Dice, por ejemplo, que George aprovechaba las curiosidades locales para vendérselas a las tripulaciones de los miles de barcos que pasaban por Stanley durante el período que va de 1800 a principios de 1900. Pingüinos, lobos y elefantes marinos, aves, ballenas. Víctimas de la depredación apreciada en una foto en blanco y negro para el recuerdo.

El libro cuenta que la terminación del canal de Panamá hacia 1914, el reemplazo gradual de la navegación a vapor y la suspensión en 1917 del correo a través de Pacific Steam Navigation Company representaron un golpe muy duro para este tipo de emprendimientos (...) Gracias a los Biggs y a otros fotógrafos amateurs de fines de 1800 y principios de 1900 se puede apreciar el viejo Stanley: las edificaciones impresionan menos que la cantidad de barcos anclados en la bahía. Una escena que no volvería a repetirse hasta fines del siglo XX y que ahora los isleños temen que se repita con la explosión del petróleo que esperan a partir de 2017.

En 1885, la capital de la colonia tenía 800 habitantes. En 1916, 900. Casi un siglo después, se registraron poco más de 2.800 habitantes en todo el archipiélago.

Stanley sigue siendo un pueblito; sin embargo, tiene unos aires de ciudad que a veces ni cabe en sí mismo. (...) Jan y Coleen descienden de James Biggs, que había nacido en Portsea (Portsmouth, Inglaterra) en 1806 y había sido bautizado en la misma iglesia que Charles Dickens. James sembró hasta nueve generaciones en el archipiélago, si se tienen en cuenta los niños y niñas nacidos ahí. En marzo de 1825, James se unió al Cuerpo Real de Mineros en Portsmouth, aquel grupo de militares e ingenieros que sirvieron en las guerras de Inglaterra facilitando el avance de las tropas propias y dificultando el del enemigo. James era un soldado raso que trabajó en la excavación, demolición y construcción de calles y casas necesarias a partir de 1843 para levantar la nueva capital de la colonia. “Sus papeles militares lo describen de poco menos de un metro setenta de alto, con complexión robusta y pelo marrón. Ojos azules”. En junio de 1826 se embarcó con los zapadores hacia Gibraltar, donde había mucho empleo en las fortificaciones navales y el astillero. En Gibraltar se casó con Margareth Martin (...) Al volver a Inglaterra, el matrimonio se estableció en las afueras de la superpoblada Londres con sus cuatro hijos. Entonces, el lugarteniente luego gobernador general de la colonia, Moody, hizo un llamado a voluntarios que quisieran acompañarlo a las Malvinas.

Biggs sirvió a Moody y viajó con toda su prole, decidido a convertirse en colono. El Hebe partió de Inglaterra en octubre de 1841 y llegó a Puerto Louis a mediados de enero de 1842 (...) La paga al principio era de un chelín y seis peniques por día. Los zapadores, como Biggs, debían además tener experiencia n el manejo de los caballos. Con el tiempo, casi todos estos isleños desarrollarían destrezas equiparables a las de los gauchos sudamericanos que los precedieron en la ocupación de las islas.

Además de conservar dos enormes biblias de familia con la historia de los Biggs y la de los Cheek, Jan tiene un acervo de fotos y documentos que prueba la fortaleza de su árbol genealógico y sus vínculos de sangre y políticos. Gentilmente, saca fotocopias de cartas (...)

Clarín

lunes, 10 de marzo de 2014

Las cargas nucleares de los buques británicos

Las cargas nucleares ASW británicas



Los Británicos llegaron con sus barcos repletos de material atómico en especial cargas atómicas como la We-177, después de Malvinas dieron a conocer una lista (foto de abajo) donde consta el tipo de material que llevaban los buques y OH CASUALIDAD el día o fecha en que los mismos fueron retirados de los mismos, como podrán ver solo fue una "rotación" es decir pasaron de uno a otro buque y MAS CASUALIDAD que los hundidos JUSTO ESE DIA no tenían cargas a bordo...hoy la MENTIRA Británica ya no corre más, es bien sabido que el HMS Coventry llevaba dicho material cuando fue hundido al igual que el HMS Sheffield, en la foto de la derecha, el implemento que usaban los Británicos para medir los efectos de estos materiales si llegaban a hacer explosión...EN NINGÚN CASO HABLAMOS DE ARMAS NUCLEARES PARA ATACAR EL CONTINENTE...son armas de uso de la Royal Navy casi todas para guerra anti submarina pues el VERSO o cuento de que atacarían el continente con estas armas ya a sido demostrado que fue humo y contra inteligencia Británica para infundir temor...y de esto saben y mucho.



Sapucay Malvinas

domingo, 9 de marzo de 2014

Malvinas: Liderazgo de pequeños grupos en la grava malvinense

Malvinas: liderazgo en pequeños grupos 

Marcos Gallacher 


Hace un cuarto de siglo (el 28 de mayo de 1982), comenzaron los combates terrestres en la localidad de Darwin-Prado del Ganso (Malvinas). Tras la derrota de la guarnición argentina allí ubicada, las fuerzas británicas avanzaron hacia Puerto Argentino, librando los combates que concluyeron con el resultado conocido. Aunque se ha escrito mucho sobre Malvinas, aún queda bastante por dilucidar. Un tema poco analizado es el del comportamiento de los oficiales que participaron --liderando pequeñas unidades-- en esos combates. 
La importancia del liderazgo queda bien ilustrada en la clásica película El puente sobre el río Kwai : el comandante de los prisioneros británicos (el actor Alec Guinness) se resiste a que sus oficiales realicen trabajos manuales junto a sus hombres. Esta falta de colaboración lo lleva a ser brutalmente golpeado por sus captores. El argumento del comandante británico es simple: si los oficiales hacen el trabajo de los soldados rasos, toda la estructura jerárquica se desmorona. Sin oficiales, un batallón de combate --aun prisionero-- se transforma en una turba amorfa. 
Traemos a colación esa referencia por lo siguiente: mirando en TV los actos conmemorativos del 2 de abril, llamó la atención que los responsables de diseñar los programas periodísticos hayan ignorado este importante principio. En esos programas se mezcla el valioso testimonio de soldados conscriptos que estuvieron en las islas con el de periodistas, historiadores populares y comentaristas políticos. Se ignoró por completo a aquellos bajo cuya conducción directa los soldados enfrentaron al enemigo. Nos referimos a los jóvenes oficiales que aportaron, en el terreno, el liderazgo necesario para que un grupo humano funcionara como una unidad de combate. 



El grado militar de estos oficiales fue variado: en el Ejército, desde subtenientes recién egresados del Colegio Militar hasta mayores, teniente coroneles o coroneles. A casi ninguno de éstos se entrevistó. Una excepción a lo anterior fue el actual embajador Balza (teniente coronel en Malvinas). Los comentarios de Balza fueron --merece destacarse-- muy valiosos para entender lo que realmente ocurrió. En definitiva, el militar profesional --al igual que el médico, el abogado o el ingeniero-- conoce su oficio mejor que la mayoría de los legos. Son ellos --y no los legos-- los que mejor pueden analizar qué pasó y las enseñanzas que pueden sacarse de lo actuado. El militar profesional --en particular el oficial-- es el que vertebra un grupo de hombres y lo transforma en un instrumento de combate. Este oficial tiene una preparación que le permite poner en un contexto más amplio la experiencia cotidiana y, por lo tanto, aprender de ella. 
El ciudadano medio tiene dificultad en comprender el conflicto Malvinas, pues --entre otras causas-- la mayor parte de lo que lee o ve en televisión proviene de observadores que no estuvieron en el teatro de combate o, si estuvieron allí, lo hicieron como soldados conscriptos, cuyo valor no se pone en duda, pero cuya perspectiva es necesariamente limitada. Pocos saben, por ejemplo, que el porcentaje de oficiales muertos en los combates terrestres fue superior al de suboficiales y soldados: el 2,5 por ciento de los oficiales que participaron en el teatro de operaciones fue muerto en combate, contra el 1,7 de los suboficiales y el 1,9 de los soldados. No somos especialistas en historia militar. Sin embargo, por lo poco que hemos leído, no resulta frecuente que las bajas de oficiales superen a las de soldados: en el Ejército Argentino, esto efectivamente ocurrió. 
El conflicto Malvinas sigue siendo una herida abierta para muchos argentinos. Sin embargo, pueden aprovecharse lecciones positivas. Al respecto, la dura resistencia que ofrecieron nuestros compatriotas en varios de los enfrentamientos resultó --en una medida importante-- de liderazgo a nivel de las pequeñas unidades. Las organizaciones argentinas --sean privadas o públicas-- tienen una enorme falencia de liderazgo. Tal vez algunos de los ejemplos positivos de Malvinas --que los hay-- pueden servir para comprender mejor en qué consiste este liderazgo que tanto necesitamos. 

Marcos Gallacher es profesor de Organización Empresaria en la Universidad del CEMA.

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sábado, 8 de marzo de 2014

Asesinato de prisioneros argentinos en Malvinas

Estremecedor relato de un soldado inglés en Malvinas: "Rematamos argentinos con las bayonetas"
"El muchacho cayó de rodillas. Por fin, alguien tiró una lona sobre él, le disparó y lo remataron con una bayoneta".


Combatiente argentino muerto en Malvinas
INGLATERRA.- La Guerra de las Malvinas fue breve y muy repugnante. La lucha que he experimentado como joven soldado en el Regimiento de Paracaidistas fue como la Primera Guerra Mundial; luchamos cuerpo a cuerpo, limpiando trincheras de las tropas argentinas con las bayonetas y granadas.
Tony Banks relata que "Vi a amigos cercanos asesinados y mutilados, llorando por sus madres. Fui testigo de los hombres heridos y con graves quemaduras, retorciéndose, gritando en agonía."
Pero yo era un Para -un tipo duro en una de las más famosas unidades en el ejército británico- y toda esa muerte y destrucción no me molestó. O eso creía yo.
Yo tenía sólo 20 años cuando fui, como parte del Grupo de Tareas, enviado a recapturar las islas azotadas por el viento en el Atlántico Sur en 1982. Yo estaba lleno de vida y espíritu de lucha y dispuesto a hacer un trabajo que me encantó.
Llegué a casa poco más de dos meses más tarde, duro y cínico, atormentado por los recuerdos terribles.
De vuelta en mi ciudad natal de Dundee, pasé largas noches con sólo una botella de whisky como compañía.
Beber era una forma de sustraerme a las pesadillas. Me enojé, me volví una persona temperamental, y como resultado mi matrimonio se desintegró.
Durante mucho tiempo, yo dudaba de que el sacrificio de las vidas de mis amigos y el trauma causado a los que sobrevivieron habían valido la pena. Pero finalmente llegué a ver el valor de lo que hemos conseguido y estuve orgulloso de ello.
Doscientos cincuenta y ocho soldados británicos pagaron con sus vidas por la reconquista de las islas, y 775 más resultaron heridos. Muchos de los que sobrevivimos pagamos con nuestra paz mental.
Pero, con el gobierno argentino nuevamente sacudiendo sables, es importante saber que hace 30 años hicimos lo correcto. Los isleños son británicos hasta la médula. A pesar de lo que los soldados tenían que hacer y soportar, no hay duda en mi mente que arrancar de nuevo las Malvinas de los invasores argentinos estaba justificada.
Y si se llegara a haber otra guerra para luchar ahí abajo, yo querría hacerlo todo de nuevo.
La primera vez que viví una batalla en 1982, sufrí miedo como nunca antes en mi vida. Estábamos comprometidos en una guerra sin cuartel en la que dos ejércitos nacionales estaban tratando de golpearse entre sí, matando a tantos enemigos como fuera posible. Estábamos en clara inferioridad numérica y lejos de casa.
Habíamos estado a bordo del buque durante seis largas semanas bajando de Gran Bretaña. Creímos que estábamos en una misión inútil.
No iba a haber ninguna lucha. Todo estaría resuelto diplomáticamente, la flota se daría la vuelta en medio del océano y todos podemos ir a casa. Pero siguió adelante hacia el sur, sin descanso. No hubo acuerdo de paz de última hora. Íbamos a tierra.
Nuestro desembarco en la costa oeste de las islas no tuvo oposición. Después de una semana nos dieron la orden de marchar sobre Goose Green, el segundo asentamiento más grande de las Islas Malvinas. Los argentinos tenían una pista de aterrizaje allí y había encarcelado a más de 100 aldeanos en la sala de la comunidad. Iba a ser el sitio de uno de los combates más famosos de la guerra.
A medida que avanzábamos, balas de ametralladora montada en el aire, morteros y granadas de fósforo blanco explotaron y se iluminó el cielo. Los hombres gritaban de terror y dolor. Todo lo que pude pensar fue: "Por favor Dios, sácame de esta batalla".
A medida que avanzábamos a través de las posiciones enemigas, vimos imágenes terribles. Fue sorprendente la rapidez con que nos acostumbramos a las escenas macabras.
A medida que seguimos adelante, nos encontramos atacando una escuela fuertemente fortificada. Oí un grito y vi que Steve, mi mejor amigo durante toda la formación, había recibido un disparo.
Suspiró, vi una lágrima por su cara y él se fue. Todos los detalles de sus últimos momentos quedaron grabados en mi conciencia. Casi 30 años han pasado desde entonces, pero esa imagen vívida aún me persigue. Siempre lo hará.
Por último, una bandera blanca apareció en la escuela, y nuestro comandante del pelotón y otros dos fueron hacia adelante para tomar la rendición. Mientras se acercaban, el enemigo argentino los mató a tiros.
Todos nos mirábamos con incredulidad. Entonces, tengo que admitir, nos volvimos locos. Abrimos fuego con ametralladoras, cohetes y granadas. En el momento en que había terminado el ataque, el edificio había sido destruido y decenas de ellos fueron muertos.
Poco después, el resto se rindió, y la batalla de Goose Green había terminado. Teníamos cientos de prisioneros hacinados en un galpón enorme. La mayoría eran reclutas.
Ellos estaban desnutridos, a pesar de las reservas de alimentos abundantes que luego encontramos.
Habían soportado el tratamiento duro de parte de sus propios oficiales, que los habían matado de hambre, guardando las mejores raciones para ellos mismos.
Ellos estaban apenas entrenados y hemos escuchado historias de que sus propias fuerzas especiales habían ejecutado a los que trataron de desertar. Nosotros cuidamos de ellos mejor que lo que su propia gente lo hizo.
Pero uno de los prisioneros se destacó entre la multitud, con un aire de superioridad, como si estuviera por encima de todo. Su arrogancia me hizo enojar al pensar en la muerte de Steve y los demás.
Me acerqué a él y le golpee la boina que llevaba la cabeza. Me miró con desafío, y yo le destrocé la culata de un fusil en la cara. Casi quería que uno de los argentinos se saliera de la línea, porque yo no hubiera tenido ningún reparo en dispararle.
Pradera del Ganso fue una gran victoria, conseguida sin la artillería completa o apoyo aéreo y en contra de la superioridad numérica. Pero había sido costoso. Diecisiete de nuestros compañeros estaban muertos y muchos más heridos.
Al reflexionar sobre la batalla, sabía que había tenido suerte.
También habíamos sufrido la pérdida innecesaria de coronel de 2° de Paracaidistas, Jones ’H’, en una carga suicida contra el enemigo. Él era valiente, pero irresponsable.
Una semana más tarde, estaba frente a las colinas que rodean Puerto Argntino, cuando los buques Sir Tristram y el Sir Galahad echaban el ancla y comenzaban a descargar pertrechos.  Recuerdo haberme preguntado por qué se demoraba tanto la operación. Fueron presas fáciles para un ataque aéreo.
Ante mis ojos, el mayor desastre de Gran Bretaña de toda la guerra se estaba desarrollando.
Corrimos hasta la orilla, y hicimos lo que pudimos.  Cincuenta y seis hombres murieron y más de 150 resultaron heridos. Y nunca me olvidé de la terrible olor a carne quemada.
Años más tarde iba conduciendo por la autopista M6 y pasé por un sitio donde los animales eran sacrificados e incinerados durante la epidemia de fiebre aftosa. El olor flotaba en el coche y de repente, en mi cabeza, yo estaba de vuelta en Bluff Cove.
El ataque final a Puerto Argentino comenzó con un bombardeo masivo de artillería machacando las posiciones enemigas durante horas para ablandarlos.
Mi estómago era un nudo. Yo no quería morir en una helada y oscura ladera en el medio de la nada.
Finalmente, nos dieron la orden de avanzar con la bayonetas. Luego vino una instrucción aún más terrible: “Sin prisioneros, muchachos"…
Durante los combates en la oscuridad total, simplemente no tienes los recursos para hacer prisioneros.
Y nos pareció que los argentinos tenían pocos motivos de queja.
Habían comenzado la guerra y no habían mostrado mucho respeto por la bandera blanca cuando se había disparado a mis tres compañeros que se fueron hacia adelante para tomar la rendición en Pradera del Ganso.
Luego de atravesar un campo de minas, llegamos a las primeras trincheras enemigas, pero no había nadie allí. Luego, cuando avanzamos más, comenzamos a encontrar una fuerte resistencia.
Pedimos apoyo de la artillería, con consecuencias desastrosas. Diez proyectiles de la artillería propia se vinieron encima de nosotros.
Luchamos nuestro camino por la cresta, lanzando granadas a las posiciones enemigas. A veces, los ocupantes lucharon hasta el final.
Pero no podíamos correr ningún riesgo con ninguno de ellos.
Un joven soldado aterrorizado se puso de pie con las manos en el aire farfullando en español y, obviamente, queriendo rendirse. Parecía un adolescente, un niño como nosotros.
Estaba rogando por su vida. Nos miramos el uno al otro y vacilamos. Una breve discusión estalló entre nosotros. Alguien nos apuró a seguir las órdenes: "Dispárale”.
"El muchacho cayó de rodillas. Por fin, alguien tiró una lona sobre él, le disparó y lo remataron con una bayoneta". Eso fue todo.
Al romper el alba, podríamos ver las líneas de los soldados enemigos en retirada hacia Puerto Argentino, en silueta contra el sol naciente. Uno de nuestro pelotón abrió fuego contra ellos.
Muy pronto se acabó todo. Habíamos tomado Wireless Ridge. Todos los demás objetivos -Hermanas Gemelas, Tumbledown, Monte Longdon y Monte Harriet- también estaban ahora en manos de los ingleses. Puerto Argentino abierto, y las negociaciones de rescate estaban en marcha.
Más tarde ese día una bandera blanca volaba sobre la capital de las Malvinas.
Más tarde hubo una ceremonia en memoria de nuestros muertos. Todos se apiñaron en la catedral de Port Stanley para escuchar el padre diciendo que  la dura realidad de lo que había pasado iba a cambiar nuestras vidas para siempre. No creo que muchos de nosotros le creyera en ese momento. Sería muchos años de sufrimiento antes de comprender el sentido de sus palabras.

El Intransigente

viernes, 7 de marzo de 2014

Un enfermera rememora su rol en el conflicto

“Se abrían las ambulancias y bajaban los heridos. Los nuestros y también los ingleses”
Claudia Lorenzini (47) fue enfermera en la Base Naval Puerto Belgrano. Asistió a heridos y soportó el acoso de sus superiores. Otra cara de una historia irreparable.

por  Paulina Tarantino / Especial para Clarín MUJER



Pato -Claudia Patricia Lorenzini- tenía 15 años cuando ingresó a la Base Naval Puerto Belgrano -sur de la provincia de Buenos Aires, a 30 kilómetros de Bahía Blanca- para estudiar enfermería. El 11 de abril de 1981 cumplió los dieciséis, y su mamá le llevó como regalo unos muñecos coloridos que ella escondió bajo la almohada. Se acuerda porque ese día, mientras el director de la Escuela Naval pasaba revista por la cuadra, se los descubrió. “Me dió un sopetón y me dijo que ellos ahí, querían mujeres militares, no muñecas vestidas de uniforme”.

“Ahí vos eras una mujer con pollera pantalón”, afirma. Apenas se incorporaba a la Escuela, “una Aspirante a Naval de Primer Año (ANPA) tenía cuarenta y cinco días de gracia para demostrar aptitud militar, realizando pruebas físicas, intelectuales, y psicológicas. Fue muy duro al principio, extrañaba mucho mi casa y mi familia. Lloraba todas las noches, hasta que en un momento paré. Fue cuando me empecé a sentir parte”, sostiene.

“También había momentos divertidos. Si tenía plata los fines de semana me iba a la cantina”, cuenta. “Una vez, estábamos pintando una ventanita, vinieron las chicas, nos sacaron la escalera y nos quedamos ahí arriba hasta que otras nos ayudaron. O nos divertíamos mandándonos cartas en el puré, envueltas en nylon, porque el clima era muy controlado, muy opresivo”.

Los simulacros

Pero, la contrapartida, la otra cara de los buenos momentos, tiene que ver con el entrenamiento militar y el trato que se le propinaba a la mujer en servicio. No por casualidad esos son algunos de los recuerdos más claros. Lo más traumático del entrenamiento militar eran los simulacros de guerra. Se estuviera donde se estuviera, si la sirena sonaba, había que correr. Avanzar por arriba de quien sea. Dejar atrás a cualquier compañera. Lo importante era llegar al refugio, y una vez allí, tirarse cuerpo a tierra. “Salvaguardar tu vida, eso nos habían inculcado”. Pato cierra los ojos. Y lo ve. Dice que lo ve y lo siente. Los gritos, la sirena cada más fuerte, sus amigas con las rodillas peladas, cayendo una arriba de otra, la suela de sus zapatos pisando los cuerpos de las que caían, el pasto frío cuando se tiraba. Tan frío. Luego se queda en silencio. “¿Te imaginas el frío que haría allá?” Allá: para todas sus compañeras esas cuatro letras, esa palabra breve, era un transporte imaginario, vertiginoso hacia el sur. Allá era las Islas Malvinas. A 1.436 kilómetros en línea recta de la Base Puerto Belgrano. El 2 de abril de 1982, alrededor de cinco mil efectivos al mando del general Mario Benjamín Menéndez desembarcaron en Puerto Stanley y dieron comienzo a la Guerra de Malvinas entre Inglaterra y Argentina. Pato, que estaba por cumplir los diesisiete años, recuerda cuando le dieron la noticia y dice: “No sentimos miedo”. Ya tenían entrenamiento militar y las resguardaban los dichos de un alto jerarca de Punta Alta: “Hasta que no quede ningún hombre en pie, ninguna mujer irá a la guerra”.

Para abril de 1982, sabían tirarse cuerpo a tierra en un campo lleno de rosetas, hacer carrera mar para llegar a la trinchera a asistir a un herido, cocinar para cientos de compañeros. Podían velar por sus vidas y montar una guardia imaginaria. Por eso, cuando se les comunicó que empezaban las hostilidades con Inglaterra, incluso estaban listas para ser embarcadas a las Islas Malvinas: “éramos inconscientes, ninguna mostró miedo, nosotras ya éramos militares”.

Tal vez la preocupación más grande de Pato era qué estaría pensando su mamá, si estaría asustada. Para paliar la angustia, trataba de mantener una correspondencia regular con ella. En una carta con fecha del 18 de junio de 1982 le escribe: “Querida y adorada mamita linda (...) quisiera que me mandes, si andás bien de moneda, galletitas, nesquik, leche en polvo. Hoy anduve muerta de hambre y lloré de bronca porque no tenía eso. Pero acá tenés que aprender a aguantar. Con disimulo”.

Sentir la guerra

Y a pesar que nunca fueron embarcadas, en el Hospital Naval de la Base, la guerra se sintió igual. Como si esos 1436 kilómetros fueran una distancia inexistente.

“Se abrían las ambulancias y bajaban heridos nuestros. También los heridos ingleses”, recuerda. Como estaba en primer año de Enfermería ella les daba asistencia primaria, les tomaba los signos vitales: presión, pulso, temperatura. Después de eso, una vez que se encontraban estabilizados, les hacía los chequeos de rutina. “Pero mis compañeras que estaban en segundo, los auxiliaban con curaciones. Y además de eso también hacían de psicólogas y de madres. Había que contenerlos porque venían rotos anímicamente. Fue realmente un caos.”

El General Belgrano

Los escuchó llorar, también suplicar. Los vio irse a sus casas, derrotados. “Me acuerdo en especial de un chico correntino que me pedía que no le avisaran a los padres porque eran muy pobres, y él no quería ser una carga para la familia”. Se acuerda de ese chico, y de la imagen de varios soldados sin piernas. Se acuerda de la mayoría de los jóvenes que subieron al ARA General Belgrano, porque eran novios de sus amigas enfermeras. Y de cómo lloraron -todas juntas y abrazadas- cuando hundieron el barco. “Ese día los saludamos desde la cuadra y después no los vimos nunca más”.

Respetando la jerga castrense, el relato es así: En septiembre de 1982, la ANPA Claudia Patricia Lorenzini le comentó a la ANPA Alvarado que un Teniente la acosaba con piropos e insinuaciones en la Escuela. “Me decía qué linda que sos, me sacaba de la fila para hablarme...”. Entonces, Alvarado le contó a otra compañera, y ésta última a otra y ésta a otra más, y así -hablando- se dieron cuenta que las acosadas eran varias. “Sanjuaninas, misioneras, platenses, eramos muchas”.

Todas de baja

Pato fue citada a dar su testimonio a la oficina del director y le llevó su diario íntimo como prueba. “Yo había tenido novio pero todavía era pura, me sentía incómoda, por eso lo conté”, explica. Al día siguiente, se le pagó el sueldo, se le entregaron sus cosas, y le dieron la baja de la Marina Argentina. A ella y a cinco compañeras más. “Nos quedamos dos días en un hotel y a otra cosa, yo hacía rato que me quería ir. En realidad, lo único que quería era ser modelo”, cuenta. El teniente fue trasladado a otra dependencia militar, pero no les dijeron adónde, solo les dijeron que sean “discretas con el asunto”.

Pato, que hoy trabaja como auxiliar en un jardín de Infantes en La Plata, comenta que la Marina le dio, sí, disciplina y organización, que hoy es muy meticulosa y organizada con sus cosas. “En ese sentido, fue positivo”. Vive en Punta Lara -una vecina localidad platense- en una modesta casa de madera que comparte con su ex pareja y sus ocho perros.

En su habitación, tiene las únicas dos fotos que conserva de la Marina: Pato antes de salir a desfilar, uniforme azul, guantes blancos y el cabello rubio recogido en un rodete perfecto. “Mirá, era una bebé. ¡Tan chica!”. La guerra, dice, “nos dolió por todos lados”. Ya pasaron más de 30 años. Las enfermeras de esas fotos se juntaron alguna vez a recordar cómo fue aquello. Lamentan no haber tenido ningún reconocimiento como veteranas. “Algo, no una indemnización, o plata, sino algo . Para que la gente sepa lo que hicimos. ¡Eramos tan chicas!”.

jueves, 6 de marzo de 2014

Otra vez la hipocresía de no establecer una hipótesis de conflicto

Alicia Castro: "La Argentina nunca volverá a la guerra por Malvinas"

La embajadora argentina en el Reino Unido afirmó "eso fue una decisión tomada por la dictadura militar", al criticar que "en ese país el normal reequipamiento de la Defensa argentina (se presenta) como una amenaza" para "justificar la falta de diálogo".


"La Argentina no representa una amenaza bélica para el Reino Unido ni para las Islas Malvinas y eso aquí se sabe; el Reino Unido lo tiene en claro", afirmó la embajadora, en declaraciones a Radio Vorterix, donde resaltó que la "Argentina y Sudamérica son territorios de paz".

 "Aquí en Gran Bretaña se presenta el normal reequipamiento de la Defensa argentina como una amenaza para las Islas Malvinas tan sólo como una excusa para seguir manteniendo una gigantesca base militar en el Atlántico Sur" En ese sentido, Alicia Castro aseguró: "Aquí en Gran Bretaña se presenta el normal reequipamiento de la Defensa argentina como una amenaza para las Islas Malvinas tan sólo como una excusa para seguir manteniendo una gigantesca base militar en el Atlántico Sur, para seguir comprando armas y así seguir justificando la falta de diálogo".

"El Reino Unido se mantiene aislado de la opinión de la comunidad internacional incumpliendo las resoluciones de la ONU mediante su negativa de retomar el diálogo", dijo la diplomática argentina, quien agregó: "La Argentina nunca volverá a la guerra por Malvinas. Eso fue una decisión tomada por la dictadura militar".

Por su parte, el ministro de Defensa, Agustín Rossi, remarcó que "la Argentina tiene una política de defensa, una política que no tiene hipótesis de conflicto, ninguna hipótesis de conflicto”, al explicar que “cada una de las Fuerzas desarrolla capacidades y para eso es necesaria una determinada inversión en equipamiento y logística”.

De esta manera, la embajadora argentina en el Reino Unido, Alicia Castro, y el ministro de Defensa, Agustín Rossi, desmintieron al diario británico “Sunday Express”, que aseguró que un supuesto incremento en la inversión armamentística de la Argentina había alertado al gobierno del Reino Unido.

Telam

miércoles, 5 de marzo de 2014

"Piano" Dellepiane y su ataque al campamento de Moore relatado por Fernández Díaz

La Hermandad del Honor





Jorge Fernández Diaz en su programa Sentimientos encontrados contó una nueva historia  y espectacular aventura de Guillermo Dellepiane, un piloto que atacó el campamento inglés en Malvinas. Escuchá el relato aquí.
relato jorge hoy
Escuchá “La Hermandad del Honor” contado por Jorge Fernandez Diaz en Sentimientos Encontrados:


lunes, 3 de marzo de 2014

Malvinas no es una simple anécdota histórica (3/3)


Malvinas no es una simple anécdota histórica (Tercera Parte)
Carlos Andrés Ortiz


Foto: AFP

No es intención de este artículo realizar una completa descripción de ese conflicto bélico, del cual existen numerosos trabajos publicados, algunos de ellos de relevante validez por sus sólidas fundamentaciones documentales, a los cuales podrán remitirse quienes necesiten ampliaciones o profundizaciones al respecto.

El 2 de abril de 1982 se produjo el operativo militar de recuperación de los archipiélagos australes por parte de las Fuerzas Armadas de Argentina. Desde lo estrictamente militar, el operativo puede ser calificado de impecable, pues fue rápido, preciso, y de acuerdo a las órdenes previas, no se ocasionaron bajas en las tropas británicas. El único fallecido ese día, lamentablemente, fue un oficial de la Armada Argentina, hecho acaecido al reducirse la pequeña guarnición británica existente en Las Malvinas. También fue destacable, que durante los dos meses y medio que duró la permanencia de las fuerzas argentinas en Malvinas, no se registró ningún ataque o agresión a los pobladores ni ningún acto de saqueo o violencia contra civiles. No solo las órdenes al respecto fueron muy estrictas, sino que se partió del hecho fáctico que se estaba recuperando suelo patrio, por lo que esos pobladores habitan jurisdicción argentina, y como tales deben ser respetados.
El caso es que una vez completada la recuperación de los archipiélagos, en particular el de Malvinas, quedó demostrada en los hechos la falta total de un correcto análisis geopolítico, por parte de las cúpulas cívico – militares, que habían usurpado el poder en 1976, y aún permanecían en él, pese al desgaste que en ese momento soportaban, fruto no solo del régimen tiránico imperante, sino por haber apoyado un plan de gobierno crudamente neoliberal, dictado desde los centros del poder financiero mundial, con desastrosas consecuencias económicas y sociales para Argentina.
Esas cúpulas cívico – militares, partían de la presunción –presentada hasta con arrogante altanería- de considerarse “aliados” de EEUU, por lo que supusieron que la potencia del norte sería neutral, o que al menos buscaría sinceramente un acuerdo pacífico al diferendo, que los hechos encaminaban clara e irremisiblemente a una guerra.
Gruesos errores de interpretación de esas cúpulas usurpadoras del poder argentino, pues por haber prestado la colaboración en operativos de contrainsurgencia y guerra sucia en Centroamérica, y por ser demostradamente anticomunistas, creían haber alcanzado el estatus de “aliado” de la mega potencia, siendo que en realidad jugaron el papel de dóciles marionetas descartables a la primera oportunidad, y el conflicto del Atlántico Sur era precisamente eso.
Tremenda ignorancia histórica y geopolítica, imperdonable tanto en las cúpulas militares como en los civiles asociados al gobierno argentino del “proceso” (el del golpe de Estado de 1976); pues un mínimo análisis bien fundamentado muestra las sólidas y viejas alianzas de EEUU con Gran Bretaña, no solo por haber luchado juntos y en estrecha colaboración en las dos grandes guerras mundiales, sino por la sumatoria de actos y hechos coincidentes en los manejos de los resortes del Poder Mundial, ya desde fines del siglo XIX, en forma continuada hasta hoy.
Gran Bretaña puso el marcha su operativo bélico, con un gigantesco convoy, que incluyó varios submarinos nucleares y dos portaviones, contando con los respaldos del Commonwealth (la Comunidad Británica de Naciones) –por caso Nueva Zelandia sumó una fragata-, de la OTAN, y sobre todo muy activamente de EEUU, que en la Isla Ascensión (en medio del Atlántico) abasteció ampliamente de pertrechos bélicos de última generación, como los misiles aire – aire con los que equiparon a los cazas Harrier. Y es conocido que EEUU suministró amplia logística e información satelital y de aviones espías de alto rango de vuelo.
Argentina, encadenada por autoasumidas limitaciones ideológicas, habría desechado o no buscado pertrechos o asistencia en países del entonces bloque comunista -¡las confusiones de los colonizados mentales, que priorizan “al sistema” antes que La Patria!-. Por caso, circuló la firme versión que Cuba habría ofrecido tropas bien entrenadas y pertrechadas, sin condicionamientos, y seguramente se habría podido reforzar convenientemente la Fuerza Aérea, que hizo esfuerzos notables con material volante mayormente anticuado.
Hubo manifestaciones populares y voluntarios que se ofrecieron a luchar, en casi todos los países de Iberoamérica. Pero particularmente con Perú y Venezuela los argentinos tenemos una enorme deuda de gratitud, por los amplios apoyos recibidos. Lo mismo puede decirse de la Libia de Gadafi, que envió varias toneladas de pertrechos muy modernos, la mayor parte de los cuales ni habría sido usado, posiblemente por carencias de entrenamiento y problemas logísticos en Malvinas.
Así las cosas, el balance del poder nos era muy desfavorable a los argentinos, sobre todo con la carga de los condicionamientos ideológicos, fruto de la colonización cultural de las cúpulas gobernantes adocenadas.
Cabe expresar que el TIAR (Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca), pasó a ser letra muerta a partir de su clara violación por parte de EEUU y Canadá básicamente, que vetaron todo apoyo a Argentina. Dicho tratado era otro de los engendros frutos de la Guerra Fría, que fue usado para el bloqueo a Cuba, la invasión a Santo Domingo y otros fines similares, siempre “en defensa del mundo libre, occidental y cristiano”, pese a ser todo eso una gigantesca falacia, ni libre, ni circunscripto a Occidente ni de valores cristianos.
Por otra parte, debe enfatizarse que pese a lo impopular de la Junta de Comandantes usurpadora del poder en Argentina, la reconquista de las islas tuvo enorme apoyo popular, pues es sin duda una Causa Nacional de muy larga data.
Las acciones bélicas en gran escala se iniciaron el 1 de mayo de 1982, al arribar el convoy agresor a inmediaciones de Malvinas, con el prolegómeno de algunos breves enfrentamientos en Las Georgias del Sur, poco antes. La breve pero intensa guerra duró hasta el 14 de junio de 1982.
Los agresores colonialistas evaluaron también atacar a Argentina en el continente, y un helicóptero británico se destruyó en el sur de Chile, cerca de la frontera argentina, en un presunto operativo comando abortado.
El desgaste sufrido por ambos bandos fue considerable, y solo mucho después se supo que los enconados ataques británicos de los últimos días, eran consecuencia que estaban usando los últimos recursos disponibles en el escenario de guerra, pues varios transportes, sobre todo el Atlantic Conveyor, habían sido hundidos por los aviones argentinos, y los suministros escaseaban del lado británico, además que el grueso de la flota de guerra estaba en muy mal estado. Por algo la flota agresora no fue presentada en las islas, al producirse la rendición argentina.
Allí la inteligencia británica exhibió la cifra “políticamente correcta” de las bajas oficialmente reconocidas a consecuencia de la guerra: Gran Bretaña 255 muertos y 775 heridos, Argentina 649 muertos y 1068 heridos.
Las cifras de Argentina son reales, mientras que las británicas con claramente falseadas, por algo ocultaron la información como secreto de Estado por largo tiempo.
Analistas serios y muy bien documentados, estiman las bajas británicas en un mínimo de 1029 muertos, existiendo detalles de eso en función de los combates y de los navíos y aeronaves destruidos y dañados de las fuerzas invasoras colonialistas. Muy posiblemente soportaron más de 1250 bajas.
Treinta y un barcos británicos suman los hundidos, más los averiados y fuera de combate. Reconocieron ocho hundimientos, pero muy probablemente el portaaviones Invincible –atacado certeramente por la Fuerza Aérea Argentina- fue hundido, y reemplazado de urgencia para ocultarse el hundimiento –por motivos políticos- por otro viejo buque similar que iba camino al desguace.
Cuarenta y cinco aeronaves británicas fueron destruidas en combate, además de varias perdidas en accidentes, y un número no precisado enviado al mar en las bodegas del gigantesco carguero Atlantic Conveyor.
Según una película documental británica posterior a la guerra, solo mantenían operativo un escuadrón de cazas Harrier…¿que pasó con los demás?
Con semejante nivel de daños soportados por los invasores británicos, además de los combates y bombardeos en tierra, ¿tiene lógica la cifra “oficial” de bajas de sus fuerzas? ¡Sin duda no!
Seguramente no incluyeron tampoco las bajas de los mercenarios gurjas, y de los tripulantes chinos, embarcados de urgencia en Hong Kong.
El altivo orgullo imperial no podía reconocer el enorme castigo recibido de un país del tercer mundo.
Dadas las claras amenazas de arrojar bombas atómicas sobre algunas importantes ciudades argentinas, el papa Juan Pablo II viajó de urgencia a Argentina para tramitar nuestra rápida rendición.
Por otra parte, según testimonios recogidos de oficiales de las FFAA argentinas, posteriormente a la guerra, militares norteamericanos reconocieron que tenían instrucciones de intervenir directamente, si los británicos hubiesen sido derrotados en los combates finales en Malvinas.
Resultan claros y contundentes los apoyos a la postura argentina por la disputa de los tres archipiélagos australes, tanto en los organismos regionales de Íbero América y El Caribe, como en las asociaciones de los países antes agrupados como los No Alineados, de los cuales posiblemente la agrupación actual más representativa es el G-77 Más China. Incluso en la ONU la posición argentina recibe adhesiones, las que quedan neutralizadas por el poder de veto de Gran Bretaña y de EEUU en el Consejo de Seguridad.
No solo debe considerarse la muy irritante situación de sostenimiento totalmente anacrónico del estatus colonial, en la cual persiste tozudamente la vieja potencia imperial, ni tampoco la cuestión de focalizarse exclusivamente en las legítimas reivindicaciones de Argentina de parte de su patrimonio territorial usurpado por la fuerza. Cobran especial y creciente relevancia los factores de gran importancia geopolítica que están en juego, los que sin duda constituyen la motivación principal por la cual Gran Bretaña persiste en pretender desconocer las sólidas bases históricas, geográficas y políticas que sustentan la postura argentina, con la solidaridad de Íberoamérica, El Caribe y diversas naciones del antes llamado Tercer Mundo.
La disputa por la soberanía de los tres archipiélagos involucra las enormes riquezas pesqueras, petrolíferas y posiblemente mineralíferas del Atlántico Sur; y sus proyecciones muestran su importancia en la disputa por la soberanía de extensas porciones antárticas, reclamadas por Argentina y Chile, también pretendidas por Gran Bretaña (pese a ser un país del Hemisferio Norte, sin vinculación geográfica con La Antártida).
Además, la presencia británica es una intromisión en el Mar Argentino, el cual se sitúa en la Plataforma continental, dentro de la cual están Las Malvinas.
Desde allí también se influye en el Estrecho de Magallanes, y el Pasaje de Drake, que son las únicas vinculaciones naturales entre el Atlántico y el Pacífico.
Por otra parte, desde Malvinas, la agresividad británica amenaza a La Patagonia, extenso territorio en su mayoría argentino, sobre el cual las ONGs británicas (principalmente) y norteamericanas realizan acciones de zapa para promover el racismo ultra indigenista; y pautas de ecología cavernaria, cuyas verdaderas finalidades son mantenernos anclados en el subdesarrollo crónico.
Puede constatarse que hay mucho en juego, además de la dignidad nacional. Por ello, solo puede ser fruto del desconocimiento, de la superficialidad, o de asumir posturas encubiertas pro británicas, que algunos opinantes tilden de “patriotera” la firme posición argentina al respecto.
Tan desubicada esa calificación, como tratar de “patrioteras” la resistencia de EEUU a la invasión británica de 1812, la defensa cubana en Bahía de Cochinos, la rebelión de España contra la invasión napoleónica, o la combatividad rusa ante la Operación Barbarroja.
co/as

La Voz de Rusia

Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.