viernes, 17 de enero de 2014

Inteligencia: Operadores argentinos alteraron declaraciones de Thatcher

Gran Bretaña atribuyó a la Argentina una falsa conversación entre Margaret Thatcher y Ronald Reagan 
En 1984, los servicios secretos consideraron que el régimen argentino había realizado un montaje que mostraba la cara más cruel de la premier, según documentos desclasificados
Una conversación generó revuelo y terminó siendo falsa.
Foto: AP
 


"Debemos usar la violencia [contra Argentina]. En estos momentos la estamos utilizando para castigarlos lo más rápido posible", le dijo en 1982 la premier británica, Margaret Thatcher, al presidente estadounidense, Ronald Reagan, según una grabación difundida en 1983, que luego resultó ser falsa. Para encontrar al responsable del montaje, los servicios secretos apuntaron a la inteligencia argentina, entre otros.

Desde ayer, el Archivo Nacional de Gran Bretaña desclasifica documentos oficiales del gobierno de 1984, por haber pasado 30 años, como dicta la ley. El caudal de información en esos informes es importante, y, entre toda la información, hay una mención sobre el conflicto por la disputada soberanía de las islas Malvinas, dos años después de la guerra.

La cinta, supuestamente una conversación telefónica entre el entonces presidente estadounidense y la primera ministra británica, fue enviada de forma anónima a varios diarios holandeses durante las elecciones generales de 1983 en Gran Bretaña.

En la conversación, realizada pegando extractos de discursos, Reagan cuestionó el hundimiento del Crucero General Belgrano cuando se encontraba fuera de la zona de exclusión y que causó la muerte de 323 soldados, considerado por la Argentina como un crimen de guerra.

Según la grabación, Thatcher respondía: "Debemos usar la violencia [contra Argentina]. En estos momentos la estamos utilizando para castigarlos lo más rápido posible".

El grupo punk británico Crass reconoció finalmente que hizo el montaje de la falsa conversación, en un intento de impedir que "la Dama de Hierro" fuera reelecta en las elecciones de 1983, pero antes, los servicios secretos británicos y la CIA (la agencia de inteligencia estadounidense) se tomaron la grabación tan en serio que llegaron a pensar que fuera obra del gobierno argentino o de la Unión Soviética.

En una carta, un consejero del ministerio del Foreign Office británico informó a Thatcher sobre la cinta, y sobre las hipótesis del servicio secreto acerca de la autoría de la grabación.

"Parece una operación más bien torpe. De momento no tenemos pruebas acerca de los responsables", decía la carta.

"El servicio secreto duda de si se trata de una operación soviética. Es posible que alguno de los servicios de inteligencia argentinos esté detrás. También podría ser obra de grupos de izquierda de este país", añadía la misiva.

La desclasificación de este documento coincide también con un nuevo aniversario de la ocupación británica de las Islas Malvinas, ocurrida el 3 de enero de 1833.

Agencia AFP y Télam

La Nación

jueves, 16 de enero de 2014

Gibraltar: La crisis con UK afecta la economía

La crisis diplomática en Gibraltar afecta la economía de la zona




Las relaciones entre España y Gibraltar están en horas bajas. Tanto que la UE ha decidido tomar cartas en el asunto. Pero la tensión no es solo diplomática, hay también intereses económicos en juego.
Es la primera vez que interviene la Unión Europea, que no ha conseguido desbloquear la situación. Las relaciones entre Gibraltar y España atraviesan su peor momento en años, un conflicto diplomático que comienza a afectar a la población y a los bolsillos.

"La medida que ha ido prolongándose en el tiempo ha ido agravándose aún más. Es un conflicto que de manera brutal está afectando a la economía de La Línea. Ha ido extendiéndose a la pequeña y mediana empresa, comerciantes y hosteleros. La Línea se ha nutrido de las compras de los gibraltareños y eso ha dejado de ocurrir, no entendemos por qué las medidas que aplican en Gibraltar tienen que afectar a La Línea", expresa Gema Araujo, la alcaldesa del municipio de La Línea de la Concepción, en la provincia de Cádiz.

Es un conflicto que de manera brutal está afectando a la economía de La Línea de Concepción
Unos 8.000 españoles cruzan cada día al trabajo. Colas de más de 2 horas para entrar y salir. "Llegamos tarde al trabajo a veces, y como están las cosas para llegar tarde... Por la tarde siempre hay cola", dicen los ciudadanos.

El Gobierno de Rajoy ha intensificado los controles en el paso fronterizo. Envió, tras el inicio de la crisis, a un grupo especial de la guardia civil. Una medida de presión contra Gibraltar que el Gobierno justifica por el aumento del contrabando de tabaco del Peñón libre de impuestos a España.

"Eso hace mucho daño, más que a Gibraltar, a nuestra economía, porque Gibraltar representa queramos o no casi el 20% del PIB de la Línea. Estamos hartos de tanta manipulación. Gibraltar con sus pros y con sus contras para nosotros representa mucho, y ante todo el derecho a los trabajadores que aquí no tenemos trabajo", opina Juan José Uceda, portavoz de la Asociación Sociocultural de Trabajadores Españoles en Gibraltar (ASCTEG).

Según la Unión, los controles son legales. Bruselas ha recomendado también ampliar el paso. Al otro lado, muchos gibraltareños tampoco quieren ya cruzar para comprar o comer. "Desde que empezaron los problemas en la verja, que para cruzar hay que esperar una pila de horas, francamente pues a menos que sea preciso no he ido para allá o he evitado ir allí. Y no solo por las colas", dice uno de los gibraltareños.

Estamos pescando donde podemos, nos peleamos cada dos por tres con la Policía de Gibraltar
"Ahora todo esto lo que está haciendo es que vuelva a haber rivalidades entre los pueblos y es una pena, porque siempre nos hemos llevado muy bien", dice una mujer que trabaja en Gibraltar.

El origen del aumento de las tensiones entre España y Gibraltar está aquí: El Gobierno de Gibraltar lanzó en julio 70 bloques de hormigón con hierros en uno de los caladeros más importante de la zona. Desde entonces los pescadores no pueden faenar en estas aguas, y las cofradías calculan unas pérdidas del 70%.

La intención es, según el ejecutivo del Peñón, construir un arrecife artificial para mantener una pesca sostenible. En el lugar donde Encarni y su familia llevan pescando generaciones. "Un arrecife no se hace así, no se echan bloques con pinchos. Estamos pescando donde podemos, nos peleamos cada dos por tres con la Policía de Gibraltar. A mí me da igual, a mí me pueden perseguir los 'bobbies' como si me quiere perseguir la reina de Inglaterra. Los pescadores no nos vamos a ir de aquí, no nos va a aburrir, ¿Cómo nos va a aburrir?Si es el pan de nuestros hijos", pregunta la pescadora Encarni Jiménez.

Bloques de hormigón y colas interminables, un pulso en el que Londres prefiere mantener distancia, que están pagando ellos.

RT Actualidad

miércoles, 15 de enero de 2014

Biografía: Soldado Martiniano Gómez (EA)

Martiniano Gómez
Los Gómez, separados en las islas por la artillería enemiga
POR NATASHA NIEBIESKIKWIAT
Los hermanos Antonio y Martiniano fueron juntos a la guerra y pelearon en el mismo Regimiento. Los ubicaron a 400 metros de distancia. Martiniano tenía 20 años y cayó en una batalla del final de la guerra. Dicen que peleó hasta el final, negándose al repliegue. Fue uno de los 54 chaqueños muertos en Malvinas.



RESISTENCIA, CHACO. ENVIADA ESPECIAL.
Detrás de cada hombre que fue a Malvinas hay una historia por contar. Como la de los hermanos Gómez, que pelearon en el mismo Regimiento, llegaron al final de la guerra, pero no volvieron juntos. Porque Antonio llegó vivo y Martiniano quedó en las islas. “Ahí estaban todos, los hermanos Córdoba, de Corrientes, los Gómez de Chaco. Pero a mí me faltaba algo”, suelta Antonio la tarde que Clarín lo entrevistó en sus pagos.

Cuenta el general de Brigada Diego Alejandro Soria, jefe para 1982 del Regimiento de Infantería 4, que su fuerza estaba integrada por soldados de Corrientes, Chaco, Formosa y Misiones, “en su mayoría de un nivel socio cultural bajo”, jóvenes que “nunca se habían alejado de la zona en la que vivían”, lo que -como se sabe- dificultó gravemente su adaptación a la dura adversidad climática y geográfica del archipiélago. Pero los Gómez eran duros. Muy duros, fortaleza que adquirieron al incorporarse desde temprana edad al trabajo. Los Gómez a la cosecha de algodón. Y a los 13 años, Martiniano ya se había conseguido una changa en el matadero municipal de Puerto Tirol, pueblito que se levanta a 15 kilómetros de Resistencia, al pie del monte chaqueño.

Ya antes de la guerra, Martiniano tenía planes para trabajar en la municipalidad de Tirol. Antonio fue conscripto, y eligió quedarse en la Fuerza, donde siguió la carrera militar. Y fue así como ya siendo cabo en los cuarteles de Monte Caseros, vio un día de 1981 entrar con la nueva camada de conscriptos a Martiniano, “Martín”.

El llamado a Malvinas les llegó a cada uno por su lado, cuenta, para estos 30 años de la guerra, Antonio, quien con este diario recorrió Tirol. Y en ese recorrido: el monumento a los 54 chaqueños muertos en la guerra, la plazoleta y la calle que llevan hoy el nombre de “Martiniano Gómez”. También la casa de Dalmacia Encina, madre de los hermanos, dos de sus diez hijos. Hoy le quedan cuatro a la señora. Pero con Martiniano, Dalmacia rompe en llanto. “Mi hijo nos dijo a mí y al papá: ‘Yo me voy. Voy a volver. Yo me voy a luchar por la patria y por la Argentina’. Y así. Juró por la bandera. Pero ahí quedó”.

Hay que subrayar que, como le ocurrió a muchas familias de Malvinas, los Gómez saben poco sobre el final de Martiniano. Tienen suerte, porque hay muchas que no saben nada. Del relato de Gómez, nutrido en lo que le contaron los jefes de Martiniano, y de lo que informa el general Soria, podría afirmarse que el joven falleció la madrugada del 9 de junio en Monte Harriet. “Martín era duro, leñero, le gustaba jugar al fútbol y si algo no le gustaba de vos te dejaba de hablar. Era apuntador de ametralladora y su jefe nos contó que el día que murió con su compañero abastecedor, Martín estaba loco por el zumbido del fuego y no lo pudieron convencer de que se replegara. Dio fuego hasta el final”.
Soria nos dice: “El 8 de junio a la noche, efectivos enemigos apreciados en una compañía se infiltraron entre los montes Harriet y Two Sisters y, al ser detectados, se produjo un intenso combate que terminó con su repliegue apoyado por un muy intenso fuego de la artillería de campaña británica”. La batalla continuó. Eran los últimos días de combate entre argentinos y británicos, que se batieron a duelo por Malvinas. “Se continuó combatiendo duramente y el enemigo progresaba en su ataque”, dice Soria, quien también ilustra que las ametralladoras 12,7 se las dieron sin funcionar, pero que ellos las pusieron en “excelente servicio”.

El 2 de junio Martiniano cumplió los 20 años. Tres días después, en los alrededores del Harriet, donde ambos se apostaban, pero a 400 metros de distancia, se vieron por última vez los Gómez. Como siempre, Antonio le dio sus cigarrillos a Martiniano, y éste la petaca de whisky a su hermano. “Nos saludamos, y me dijo que me cuidara mucho de no pisar una mina”, revive Antonio.

Clarín

Biografía: Teniente 1° (PM) Luis Carlos Martella (EA)


Santiago Martella: Sensaciones del hijo de un ex combatiente


Busto del teniente Martella, tomada por el veterano de Ushuaia, Carlos Bonetti,en nuestro viaje a Monte Caseros, Corrientes el 9 de diciembre de 2009, está a la entrada de la Compañía B, a la cual perteneció el oficial.

Antes de hacer este viaje, cuando pensaba en Malvinas, mi primer sentimiento era de tristeza, porque mi viejo murió en la guerra cuando yo sólo tenía un año. Ahora todo cambió; Malvinas también es alegría. Durante siete días, 34 hombres nos embarcamos en esta "utopía hecha realidad": jugar al rugby y transmitir sus valores en ese lugar tan especial. Una semana entera compartiendo y fomentando nuestro querido deporte.

"¡Qué suerte! Vas a jugar con Branca, Sansot, Garretón.", me decían muchos antes de viajar. Lo que no sabían es que su grandeza los hizo ser iguales al resto. Uno más. Era tan importante quien había jugado seis meses como aquel que lució el yaguareté sobre el corazón.

Haber apoyado el primer try en la historia de las islas es un orgullo para mí, además de una emoción muy grande, ya que así pude homenajear a mi viejo y a todos los que se ofrendaron por completo para defendernos. Me genera más emoción haberlo marcado rodeado de ese fabuloso grupo de amigos que afrontó una adversidad y la convirtió en fortaleza. Durante la semana intentamos inculcarles el rugby a los más jóvenes habitantes de las islas, enseñándoles las reglas que no están escritas en ningún lado pero que todos conocemos: el respeto, la unión, el sacrificio, el compañerismo.

A ninguno se nos borrarán jamás esas pequeñas caritas sonrientes mientras se pasaban la pelota. El deporte une, y eso quisimos hacer: unir a dos pueblos distanciados. Para mí, que nunca debuté en Primera, haber jugado en Malvinas es la gira más linda que pude haber hecho. Y con un hincha muy especial alentando desde arriba..


Santiago Martella: periodista y ex jugador de Manuel Belgrano. Su padre, Luis Carlos Martella -Teniente 1° post mórtem del RIMec 4 de Monte Caseros- falleció en combate en el Monte Dos Hermanas dos días antes de la rendición y está enterrado en el Cementerio de Darwin.


Fuente: diario Clarín

martes, 14 de enero de 2014

COAN: Los mecánicos que posibilitaron todo

Los mecánicos que prepararon los aviones para la guerra 
Fueron destacados al sur del país para alistar a las aeronaves que iban a defender la soberanía argentina en las islas Malvinas. Aunque permanecían en tierra, en cada misión también salían ellos.


El suboficial mayor Néstor Beneitez, delante de un A4Q que conoció bien.

Por Andrea Carabetta y la teniente de fragata María Elena Martí



Los suboficiales mayores Néstor Beneitez, Ignacio Coradeghini y Marcelo Salvatierra tienen las alas en sus jinetas y son veteranos de la guerra de Malvinas.

En 1982, apenas superaban los 20 años de edad, cuando los enviaron al sur del país con una misión específica: como mecánicos aeronavales, debían alistar a los aviones que habían sido destacados a las islas para defender la soberanía argentina en esa porción de tierra austral.

Beneitez, 21, soltero, estaba en la Tercera Escuadrilla de Caza y Ataque (EA33), en Espora. Había egresado hacía poco más de un año como cabo segundo, y para el verano del 82 ya tenía varios cursos de especialización en los aviones A4Q.

En la primera parte de la guerra, la escuadrilla se embarcó reiteradamente en el portaviones ARA “25 de Mayo”, pero a esa etapa Beneitez la vivió en el Hangar 6 de la Base Aeronaval Comandante Espora.

Recién lo mandaron a Tierra del Fuego el 21 de mayo, como parte de un relevo de gente para la última etapa del conflicto: “Teníamos un sentido de responsabilidad y del deber muy fuerte. Fuimos a cumplir con lo que se nos ordenaba, pero con la firme convicción de que íbamos a defender algo que nos pertenece”.

Lo primero que recuerda de su llegada a la Base Aeronaval de Río Grande es la cantidad de gente que había. "Estaba la Fuerza Aérea y la Armada con sus Súper Etendard y sus Sea King. Los primeros días estuvimos bajo tierra, en los bunkers y a los 4 o 5 días nos dieron alojamiento, todos amontonados en un solo lugar”.

Para colmo, los días eran largos y movidos: “Siempre a la orden de las misiones. Nos levantábamos muy temprano, a las 4 de la mañana, y empezábamos a recuperar las aeronaves que la noche anterior se habían dispersado por la base para no tenerlas a todas juntas”.

Había que estar preparados para un posible ataque. Los aviones se ubicaban en distintos sectores de la base (como las cabeceras de las pistas, los laterales o entremedio de 2 edificios), y a la mañana había que regresarlos para iniciar las inspecciones diarias.

Tenían que estar alistados en todo momento y poder preparar las bombas y los aviones que se iban a usar, de acuerdo a cada misión que saliera.

“Se sentía una gran responsabilidad por tener al avión listo. Aunque uno está en tierra, es el avión que uno reparó y al que le tiene cariño. Además, en vuelo están el piloto, la máquina y nada más —asegura Beneitez—. Cada vez que uno despedía a un piloto nuestro y le daba el ‘OK’ del avión listo, detrás uno pensaba en lo qué le podía pasar.”

Una de las misiones en las que Beneitez intervino fue amargamente memorable: “Presencié la salida de los A4 de la Fuerza Aérea y de nuestros 2 Súper Etendard. Vi partir a 4 pilotos y sólo regresaron 2. Eso me impactó, me llegó al corazón. Era gente muy joven, como yo. Salieron a cumplir su misión, con la convicción de que defendían algo que nos pertenece".

Beneitez se enteró al tiempo de que esa misión había sido el ataque al portaviones británico HMS “Invincible”, el 30 de mayo de 1982.



El suboficial mayor Ignacio Coradeghini y de fondo, su Neptune.

"El avión no volvía..."


E l entonces cabo segundo Ignacio Coradeghini no perdía las esperanzas de ver regresar al avión de exploración Neptune que había salido de Río Grande esa madrugada del 4 de mayo de 1982 a detectar buques británicos.

Era su mecánico de armas y como tal, parte de su tripulación. Era su avión, aunque él permaneciera en tierra.

“No volvía… pero nosotros manteníamos la esperanza. Nunca la perdimos. Hasta que divisamos una cosa grande... y el avión llegó”, cuenta.

El Neptune había guiado a los Súper Etendard que atacaron al destructor HMS "Sheffield", causando su hundimiento.

* * *

Coradeghini, 21 años, había llegado a Río Grande el 23 de marzo del 82, como integrante de la Escuadrilla Aeronaval de Exploración (EA6E). "Fuimos prácticamente los primeros y vimos arribar a todas las otras escuadrillas”, relata.

La escuadrilla a la que pertenecía se desactivó después de la guerra, que para él fue muy intensa: “Era un ida y vuelta, el avión salía a explorar sobre el mar. El Neptune fue también el que buscó intensamente a los náufragos del ‘Belgrano’ —recordó el suboficial, que actualmente está destinado en la Escuadrilla de Súper Etendard, a la vez que reconoció lo duro que fue ver llegar a la gente del crucero—. Había muchos compañeros míos, aunque ahí no había jerarquías”.

Para la madre de Coradeghini, quien hoy con sus más de 80 años sigue recordando la guerra, el conflicto fue doblemente duro: allí estaba Ignacio y también su hermano que pertenecía al Ejército, de quienes no tuvo noticias hasta que finalizó la gesta. Los dos volvieron.


El suboficial mayor Marcelo Salvatierra, en el hangar de los Súper Etendard que tanto lo cautivaron.

El privilegio de estar en Súper


Cuando Marcelo Salvatierra egresó en 1981 como cabo segundo y le dijeron que ahora su destino era la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque (EA32), no sabía a dónde lo mandaban.

“Nadie quería ir a una escuadrilla desconocida, con un avión desconocido y en donde no se podía volar. Pero las vivencias de esta escuadrilla te hacen sentir lo que es ser ataquista. Se te hace piel”, cuenta Salvatierra, que ahora es suboficial mayor.

Dice que cuando pisó el hangar de los Súper Etendard se quedó impactado por la forma aerodinámica, moderna y brillante del avión. Entonces pensó: “Yo me quiero quedar acá”.

Y se quedó.

Le dieron la sección electricidad y pudo aprender de un cabo principal que le enseñó "desde las cosas básicas hasta las más profundas".

"Hasta que un día fueron y nos dijeron: 'Muchachos, tenemos que ir a la guerra'. Todo para lo que nos preparamos iba a suceder", relata Salvatierra recordando aquel momento.

"Antes de salir de la escuadrilla vimos cómo trabajaron los ingenieros con los misiles (que para nosotros eran genios con equipos de ultima generación), a los Infantes preparados para partir… el trabajo duraba las 24 horas del día."

Ya en el sur, “estuve los dos meses con el frío y sin comodidades, pero no me di cuenta si tuve descansos o no. Lo importante era estar ahí”.

Salvatierra reconoció que despedían a los aviones con una carga emocional muy grande: “Los despedíamos con un ojalá”.

* * *

Hubo 2 alarmas de ataque donde él estaba: una de noche y otra de día, que se vivieron de forma totalmente angustiante. “La noche de alarma de ataque terrestre se escuchaban disparos y yo me puse atrás de una columna. No durmió nadie y al otro día nadie quería salir”.

La otra alarma de ataque aéreo se produjo porque los aviones argentinos volaban sin emitir para no ser interceptados. "Se disparó cuando yo estaba dentro del hangar y tenía puesta una capa amarilla para la lluvia. Había un ruido extraordinario porque estábamos dándole alimentación a los aviones y veíamos que un suboficial movía la boca desesperado. Y como no le hacíamos caso, apagó todo y empezó a gritar que había un ataque aéreo”.

"Cuando nos dimos cuenta de la situación, mi compañero y yo con la capa amarilla salimos corriendo hacia los bunkers y los que corrían al lado nuestro se alejaban de nosotros: cuando estuvimos a salvo nos dimos cuenta de que con esa capa éramos un blanco fácil."

Eso quedará siempre como una anécdota.

Gaceta Marinera

lunes, 13 de enero de 2014

Malvinas: Visitando Tumbledown hoy

Visitas a Malvinas

El 11 de enero de 2014 el señor Victor Pablo Vadalá visitó Malvinas y obtuvo fotos recientes de la zona de Tumbledown. En el lugar donde combatió el BIM 5, con posiciones bien fortificadas y varias posiciones en muy buen estado de conservación 32 años después...


El autor de las fotografías posa en un monumento frente a la iglesia local.

Las cocinas del BIM 5






Cargador oxidado de un FN FAL


Un borceguí abandonado

domingo, 12 de enero de 2014

Pucará: Los vuelos del ZD485

Los vuelos del Pucará ZD485

Por Rubén Durán



La RAF con el IA-58 Pucará A-515/ZD485/9245M:

22/02/1983: Pruebas de rodaje.
28/04/1983: Inician las pruebas de vuelo. Primer vuelo en Gran Bretaña con repuestos extraídos de los Pucará A-549 y A-533. Volado por el A&AEE ‘A’ Squadron pilot Squadron Leader Russell Peart y también por el S/Ldr Banfield por aproximadamente 25 horas. Las pruebas incluyeron combates simulados contra un Sea Harrier piloteado por David Morgan.
28/04/1983: Primer vuelo- Evaluación de Manejo (45 minutos)
09/05/1983: Dos vuelos- Manejo Asimétrico y Reencendido de Motor. Piloteado por el S/Ldr Banfield (1 hora 50 minutos)
13/05/1983: Traslado al Área de Maniobras de Larkhill (1 hora 30 minutos)
19/05/1983: Evaluación de Manejo (1 hora 30 minutos)
20/05/1983: Operación desde pista de hierba (40 minutos)
03/06/1983: Operación desde pista de hierba. Piloteado por el S/Ldr Allen (40 minutos de vuelo)
07/06/1983: Dos vuelos, incluyendo más operaciones desde pista de hierba. (Total de 90 minutos)
10/06/1983: Evaluación de despegue y aterrizaje. (35 minutos de vuelo)
11/06/1983: Exhibición Aérea ETPS Open Day. (5 minutos de vuelo)
23/06/1983: Ataques Simulados contra Sistema de Misiles Rapier (1 hora de vuelo)
27/06/1983: Combate “1v1” (Uno contra Uno) contra helicóptero Puma. (45 minutos de vuelo)
28/06/1983: Combate “1v1” (Uno contra Uno) contra helicóptero Sea King. (45 minutos de vuelo)
07/07/1983: Pruebas de Vuelo a Baja Altura. (40 minutos de vuelo)
11/07/1983: Exhibición Aérea- NAS Yeovilton. (1 hora 10 minutos de vuelo)
12/07/1983: Ejercicios de Combate Aéreo (Fighter Affiliation) contra 2 (dos) F-4 Phantom (1 hora 10 minutos de vuelo)
21/07/1983: Evaluación de Performance y Entrega a RAF Greenham Common, donde será exhibido en forma estática durante los días 23 y 24 de julio, en el marco del 1983 International Air Tattoo.
25/07/1983: Regreso a Boscombe Down, aterrizando en hierba (20 minutos de vuelo)
09/09/1983: Vuelo desde Boscombe Down al Aerospace Museum, RAF Cosford.
23/08/1995: Se le asigna el serial de instrucción 9245M.
03/08/1998: Donado por el MoD al Royal Air Force Museum, que lo mantiene en exhibición en su sede de Cosford.

Fuente: RAF Museum

Mucho de la información de la performance de vuelo del Pucará sería pasada por la inteligencia británica a la Fuerza Aérea Chilena en los 80s.




sábado, 11 de enero de 2014

Biografías: Soldado José Ortega (EA)

La historia de José Ortega, el único soldado santacruceño caído en Malvinas
UNA HISTORIA DE VIDA, A METROS DE LA GUERRA

Se cumplieron 30 años de la Guerra de Malvinas. Río Gallegos, capital de Santa Cruz, vivió la fecha de forma significativa. Y es que en la ciudad, la proximidad con la guerra marcó a los vecinos, dejó anécdotas imborrables y un doloroso recuerdo de quienes no vieron regresar a sus amigos, vecinos y familiares.



La organización en Río Gallegos era con Jefes de Manzana, que después de las 17:00 realizaban vigilancia, mientras que en las casas se debían tapar con frazadas todas las ventanas para que no se logren ver luces desde el interior de las viviendas y evitar así cualquier intento de bombardeo. En las escuelas se practicaban diariamente los planes de evacuación, de manera inesperada sonaba la campana y muchos recuerdan los minutos debajo de los bancos esperando la orden para salir.
La ciudad cambió por meses su ritmo de vida, que sería recordado cada 2 de abril. El día que a las 20:00 hubo una alarma roja, el caos fue generalizado. Todos se preparaban para lo peor: un bombardeo. Inmediatamente los jefes de manzana en distintos puntos de la ciudad se reunieron y la confirmación de la alerta generó una inmensa conmoción. Minutos después, se desestimó la amenaza de ataque.
Quizás una de las historias más recordadas en Río Gallegos, es la de José Ortega. Con 19 años el soldado riogalleguense partió a las Islas Malvinas de donde nunca retornó. Se trata del único soldado de la ciudad caído en Malvinas. Su cuerpo sin ser identificado se encuentra enterrado en el Cementerio de Darwin.
Su madre, Sonia de Ortega, reclama junto a otros familiares de soldados caídos en las islas hace 30 años, la realización de estudios de ADN para poder colocar nombre y apellido a los cuerpos que hoy sólo figuran en Darwin como “Soldado sólo conocido por Dios”.

Desde la Patagonia a Malvinas

El 21 de julio de 1963 nació en Río Gallegos, José Honorio Ortega, hijo de José Bernardino Ortega y Sonia Cárcamo. A los 19 años de edad, el 1º de febrero de 1982, fue incorporado al Regimiento de Infantería 25, en Colonia Sarmiento, siendo destinado a la Compañía de Infantería "B". Allí recibió la instrucción básica para ser considerado soldado conscripto en forma altamente satisfactoria, “demostrando inteligencia, voluntad y energía para ejecutar las misiones impuestas”, según lo calificaron más adelante.
Con la proximidad a la fecha de inicio del enfrentamiento bélico contra Gran Bretaña en reclamo por la Soberanía de las Islas Malvinas, el 26 de marzo de 1982, José Ortega fue destacado para integrar la 2da Sección de la Compañía de Infantería "C", con miras al desarrollo de las futuras operaciones de combate. Sus autoridades fueron el jefe de Compañía, el Teniente Primero Carlos Daniel Esteban, el jefe de Sección, Subteniente Juan José Gómez Centurión y su Jefe de Grupo, el Sargento Sergio Ismael García.
“El 18 de marzo de 1982 fue la última vez que vi a José. Llegó de Sarmiento, donde estaba el regimiento hasta Trelew. Nos dijo que tenía un permiso especial para visitarnos. Lo último que me pidió fueron tortafritas, después tuvimos una charla familiar y sólo nos dijo “tengo que volver hoy porque tengo una misión especial”, contó Sonia Ortega rememorando minuto a minuto las últimas charlas con su hijo.
José Ortega tenía 19 años cuando partió a las Islas Malvinas. Con cinco soldados bajo su responsabilidad asumió el reclutamiento como “un honor y deber”, según describió su madre. Su número de selección fue el 470. “Fueron varios días, revisando los números porque era como una lotería, aunque aún no sabíamos a dónde iban específicamente. Cuando vimos su número, sabíamos que le tocaba tierra, y él lo tomó como algo que tenía que cumplir, nunca lo escuchamos quejarse”, indicó Sonia.

Las primeras cartas

El 1 de abril de 1982, junto al grueso de la Unidad José Ortega, partió hacia la ciudad de Comodoro Rivadavia, donde fueron trasladados al Aeropuerto para ser llevados a la Base Naval Puerto Belgrano, en Bahía Blanca, para embarcar posteriormente a bordo del Almirante Irizar. Al día siguiente, el 2 de abril, el soldado Ortega integró la masa de la Compañía "C", arribando hasta el entonces Puerto Stanley, transportado en helicóptero. Formó parte de la Compañía "C" tomando la localidad de “Goose Green” (Ganso Verde) el 3 de abril, trasladándose posteriormente a Darwin, donde se instaló la base de combate. En combate, el 24 de abril, prestó juramento de fidelidad a la Bandera Nacional junto a sus demás camaradas del Regimiento de Infantería 25.
Sonia Ortega, comentó que al padre de José le contó sólo algo de la información, homenajes y recordatorios que realizaron al soldado riogalleguense. “Habla poco del tema y siempre le afecta mucho, cuando se aproxima el 2 de abril son días más tristes y difíciles de atravesar”.
Recordando las últimas comunicaciones con su hijo desde que pisó el suelo malvinense, los primeros días de abril de 1982, Sonia narró que “la única manera de comunicarse con los chicos era a través de cartas, las llamadas eran muy caras y hasta raro que les permitieran hablar vía telefónica. De mi hijo recibí la primera carta el 9 de abril, donde me relató el minuto a minuto del viaje. Con letra mayúscula escribió LLEGUÉ A MALVINAS”.
La madre del Soldado Ortega, manifestó que hasta la actualidad sostiene que nunca se especificó el destino de los soldados. “Sólo los Generales supieron de entrada a dónde se llevaban a nuestros hijos”. La familia se enteró que José Ortega estaba en Malvinas cuando llegó allí.
Durante los combates de Darwin, el soldado Ortega participó de un contraataque efectuado por su Compañía en el cual su Sección se aferró en el combate con el enemigo durante 30 minutos. Después de unos cuántos intentos y, habiendo rechazado el Jefe de Sección, Subteniente Gómez Centurión, la intimidación a rendirse que le hiciera un oficial británico, el enfrentamiento volvió a reactivarse. Fue allí que a causa del hostigamiento ejercido por el enemigo dieron la orden de que el grupo de combate se repliegue hasta sus posiciones originales. El enfrentamiento duró hasta a las primeras horas de la noche. Allí, junto a los soldados José Luis Allende, Ricardo Andrés Austin y Ramón Ángel Cabrera; el cabo Héctor Rubén Oviedo y el sargento Sergio Ismael García, murió en combate José Honorio Ortega. La hora oficial de fallecimiento marcaría la fecha que modificó para siempre la vida de Sonia y su familia: eran las 11:30 de ese 28 de mayo.
“De José sólo tengo seis cartas, la última la recibí el 22 de mayo. Llegaba una carta por semana, pero después de mayo no supe nada más de mi hijo, no teníamos forma de comunicarnos y nadie nos decía nada”. José se desempeñaba como integrante de un grupo de tiradores. Al ejecutar fuego desde una posición defensiva en la pista de aterrizaje, recibió un impacto de bala en la frente produciéndole la muerte en el acto.
“El día que nos despedimos, hablamos del bebé que yo estaba esperando que resultaron ser mellizas, siempre preguntaba sobre el embarazo. Murió sin poder conocerlas a Carolina y Melisa que nacieron dos meses después de su muerte”, relató Sonia Ortega a esta periodista.

La peor noticia

Con la esperanza de que su hijo retornara de las Islas Malvinas, Sonia y José, su esposo, esperaron los 15 días que contemplaba el Ejército para buscar a los soldados. En el mes de junio finalizó la infructuosa guerra y no vieron regresar a su hijo.
“Varios amigos nos dijeron que lo habían visto, empezamos a hablar con gente de Ushuaia con la esperanza de encontrarlos”. Sin mayor éxito en la búsqueda, Sonia y José recibieron en octubre recién, la triste noticia de que su hijo había fallecido en Malvinas el 28 de Mayo. “Pasaron muchos meses hasta que nos llegó el certificado de defunción donde nos confirmaron que José había muerto. De allí en más todo fue muy triste. Mi familia parecía desmoronarse, pero pudimos unirnos y continuar. Nunca desde el Estado recibimos ayuda, ni contención, ni un lugar al cual acudir al enterarnos de que nuestro hijo murió como soldado en Malvinas”.

Viajes a Malvinas

Mientras el entonces presidente de facto de nuestro país —General Leopoldo Galtieri— prometía una gloriosa gesta vociferando la victoria en una batalla desigual en fuerzas, equipamiento y oportunidades, los familiares de los soldados vivían otra realidad. “Nunca creí una sola palabra de la información que se daba durante la guerra. Todas las noches escuchaba la radio de Montevideo y allí nos enterábamos de que nuestros soldados no la pasaban tan bien, que sufrían hambre. Después escuchar que se festejaba en Buenos Aires la recuperación de las Islas mientras mi hijo estaba allí, fue difícil de entender”.
Pasarían muchos años hasta que Sonia, José y las mellizas Carolina y Melisa pudieran pisar suelo Malvinense. “Realizamos el primer viaje con el contingente de 240 familiares de ex combatientes caídos en Malvinas. Cuando estuve allí me emocioné profundamente. El lugar desde donde mi hijo me escribía y donde perdió la vida por su país”.
El 3 de abril de 1998, se declararon como "Héroes Nacionales" a los combatientes argentinos fallecidos durante la guerra de Malvinas. En el año 1982, en el cementerio de Darwin, junto a otros cientos de soldados, se encuentra enterrado el cuerpo de José Honorio Ortega. Sin identificación, N/N y con la leyenda “Sólo conocido por Dios”. El 15 de mayo de 1984, el Concejo Deliberante Municipal resolvió por Ordenanza Nº 84 de ese año que una calle de nuestra ciudad capital perpetuara la memoria de un hijo de Santa Cruz, que dio su joven vida en esa guerra.
El proyecto de Ordenanza fundamentaba la decisión con los siguientes argumentos: “A dos años de los heroicos enfrentamientos de nuestras fuerzas con el poderío del colonialismo inglés, están vivas en nuestro recuerdo las imágenes de los campos de batalla regados con la sangre de nuestros soldados, tierras que tienen, hoy más que nunca. El derecho a llamarse argentinas. Que Santa Cruz vivió, tal vez como nadie, la marcha de los acontecimientos, porque sólo a pocos kilómetros de nuestras playas, soldados santacruceños u otros con ese destino, estaban defendiendo con su vida las costas de nuestra Patria. Que unos volvieron, tuvieron el honor de ser recibidos como héroes, otros quedaron allá dando testimonio de valor, coraje e hidalguía. Que en los campos de Darwin, un hijo de esta ciudad: José Honorio Ortega, dejó su vida para siempre, educado en el colegio Salesiano, es incorporado al RI 25 Compañía I ‘B’ de la ciudad de Sarmiento en Chubut, cuerpo que fuera convocado para luchar en Malvinas. Dios quiso que el Soldado santacruceño de clase 1963, quedara en el campo de batalla”.
La familia de José Honorio Ortega considera que aún hay deudas pendientes con los excombatientes, con los familiares de soldados caídos en Malvinas. La lucha actual, es la concreción de los estudios de ADN para poder identificar los cuerpos en el cementerio de Darwin. Trece familias mandaron muestra de ADN de familiares directos primordialmente. La inquietud nace en la Asociación de Veteranos de Guerra que brinda ayuda los familiares. La madre del Soldado Ortega expresó que la propia presidenta de La Nación —Cristina Kirchner— está llevando adelante la posibilidad de que se realicen los estudios de ADN. “Queremos junto a familiares de otros soldados fallecidos, poder identificar a nuestros hijos con nombre y apellido, porque con esa identidad fueron a luchar a Malvinas y que ya no figuren como ‘Sólo conocidos por Dios’, es una manera de rendirles homenaje y reconocerlos”.

Lucía Salinas
Twitter: @salinaslucia

Periódico Tribuna

viernes, 10 de enero de 2014

FAA: La operación Aries 82

ARIES 82
El transporte de la FAA en el Conflicto del Atlántico Sur 

por R. Quiroga y S. Villegas



"Los buques británicos podían detectar a los Hercules C-130 desde unos 35 km, aunque volaran rasante. Cuando los comandantes advertían el peligro, debían tomar la ruta de escape. Volando a esa cota, cualquier viraje era un problema agudo, ya que la gran envergadura del Hercules hacia imposible darle demasiada inclinación para evitar la superficie oceánica".
Condensado de Puente Aéreo a Malvinas - Brig. My. Rubén O. Palazzi - (R.N.A.E. Aeroespacio, junio, 1984).

Aparentemente se trataba de una reunión de rutina de las que se acostumbraban realizar en el Grupo de Transporte Aéreo 1. Era la primera de 1982 y los tripulantes que concurrieron aquel 1 Abr, a !as 17:00 h, no sospechaban que estaban en vísperas de acontecimientos que signarían sus vidas para siempre.

No obstante, tan pronto como el Jefe de Grupo comenzó a hablar, los oficiales y suboficiales que lo escuchaban comprendieron que sus palabras estaban muy alejadas de lo que era corriente en circunstancias parecidas. El oficial superior que exponía ante los sorprendidos tripulantes describió los movimientos de una operación aerotransportada para trasladar personal y material, cuya entrega se efectuaría por aterrizaje desde las primeras horas del día siguiente (2 Abr). Un fuerte murmullo coronó el anuncio del aeródromo de destino de esos medios: el entonces Pto. Stanley, y muy poco después Pto. Argentino.

Esa operación fue bautizada Aries 82, y su planeamiento había comenzado en silencio algunos días antes. Para la ejecución de los distintos momentos previstos se utilizarían cuatro C-130H Hercules, cinco Fokker F-28 Mk 1000 Fellow- ship, un G-II Guaraní, de factura nacional y finalmente un Fokker F-27 Friendship que cumpliría las tareas de búsqueda y salvamento. Todos estos transportes pertenecían a los escuadrones de la I Brigada Aérea con asiento en El Palomar. Los detalles acerca de la misión a cumplir: horarios, indicativos, frecuencias radiales y tantos otros datos, comenzaron a ser esmeradamente anotados por el ahora tenso auditorio que, poco a poco, empezó a comprender que sería protagonista de acontecimientos históricos para los argentinos.

Los tripulantes de los Fokker F-27 y F-28 eran antiguos conocedores de lo que a partir del día siguiente sería la zona de operaciones. Los servicios que cumplían por cuenta de Líneas Aéreas del Estado (LADE) los habían familiarizado con la pista de la capital malvinense, pero no sucedió lo mismo con los pilotos de los Hercules. Pocos de ellos habían operado en Pto. Stanley, excepto algunos que habían llevado carga el año anterior, y la tripulación de un KC-130 que, durante una salida de exploración aérea lejana poco antes del 2 Abr, se había visto obligada a aterrizar para subsanar un desperfecto técnico. Sobre ese hecho intrascendente se tejió luego una pequeña historia. Sin embargo, prácticamente todos los pilotos conocían las características generales del aeropuerto colonial por haberlo sobrevolado reiteradamente en su trayecto hacia la BA Marambio (Antártida) y en las tareas de exploración que habitualmente se efectuaban hasta las Georgias y Sandwich del Sur.

Con el lanzamiento de la Operación Rosario (recuperación de las Malvinas) la sede de la IX Brigada Aérea (C. Rivadavia) adquirió un movimiento inusitado. A partir de la 1:00 h del 2 Abr comenzaron a arribar los C-130 y poco tiempo después se aproximaron a la plataforma los efectivos del Reg. Infantería 25, de la Compañía de Ingenieros de Combate 03 y del Comando Brigada IX, pertenecientes al Ejército, que serían los primeros elementos de las fuerzas terrestres transportados por vía aérea hacia las islas liberadas.

El primer C-130, cuyo indicativo era Litro 1, despegó hacia las islas a las 5:50 con 108 personas que integraban parte de los equipos imprescindibles para dar pleno funcionamiento al aeropuerto de destino. Poco después siguieron otros dos Hercules con más unidades del Ejército Argentino y de inmediato hicieron lo propio los F-28. Los 957 km de vuelo a las islas exigían a los C-130 alrededor de 1 h 50 min de vuelo. El primero no pudo aterrizar hasta las 8:45, esperando que los obstáculos que habían dispersado sobre la pista las fuerzas de ocupación británicas fueran removidos.



En la última semana de abril, los C-130 realizaron 91 vuelos desde Comodoro Rivadavia, pero en mayo fue imposible sostener ese ritmo a causa del fuego enemigo.


El puente en marcha

Desde el sábado 3 Abr se activó la ejecución de la fase sostenimiento del plan en desarrollo. De inmediato la prensa local denominó "puente aéreo" a los vuelos que se efectuaban entre las bases continentales y Pto. Argentino. Técnicamente fue algo más que un simple "puente aéreo": constituyó la operación más importante realizada por la aviación militar argentina de transporte desde su creación, no obstante prevaleció el nombre popular que se le adjudicó.

Poco tiempo después los aviones de la I Brigada Aérea tendrían que mantener un vital cordón umbilical para abastecer a la Guarnición Militar Malvinas dado que la Zona de Exclusión Total (ZET) establecida por el Reino Unido impidió el abastecimientos a las islas por vía marítima.
Durante los dos días de operación -2 y 3 Abr- que especificaba el plan original, se volaron 259 h trasladando a 1 761 pasajeros y 272 t de carga general, al servicio del Ejército y la Fuerza Aérea Argentina. En ese breve lapso se ejecutaron 33 salidas predispuestas, pero al comenzar la fase de sostenimiento se hicieron regresar algunos aviones a EI Palomar. Para satisfacer las necesidades de transporte aéreo de las Fuerza Aérea Sur (FAS) destinaron a C. Rivadavia dos C-130H y dos F-28, que a requerimiento podían trasladar en conjunto 350 hombres y cerca de 50 t de carga.

Al agravarse la situación política, el 7 Abr se puso en acción el Comando Aéreo de Transporte para centralizar todas las necesidades de esa índole en coordinaci6n con el Estado Mayor Conjunto (EMC). Este ú1timo organismo determinaría las prioridades y los modos de transporte a utilizar con destino a las islas. Hasta aquel momento la Fuerza Aérea Argentina había transportado 3 122 efectivos y 600 t de carga, volando un promedio diario de 108 h durante cinco días de actividad. Una vez organizadas las líneas aéreas de comunicación con la zona interior, se emplearon en las rutas troncales cinco Boeing B-707, dos C-130H, un F-28 y tres F-27, en tanto que las líneas secundarias dentro del teatro de operaciones continental eran frecuentadas por otros Hercules, Fellowship, Friendship y G-II. El puente aéreo se mantenía activo con los aviones anteriormente asignados.

La fase de sostenimiento planeada resultaba desbordada por los acontecimientos que se aceleraban. Desde el 15 Abr, cuando se suspendió definitivamente el tránsito logístico marítimo, el problema se agravó. Hasta el 9 Abr se habían volado 1 080 h para trasladar 1 956 hombres de la Fuerza Aérea Argentina, 3 443 del Ejército y 381 de la Armada Argentina, más 613 t de carga para la Fuerza Aérea, 412 t para el Ejército Argentino y 115 t para la Armada. Para descongestionar el aeropuerto de C. Rivadavia se comenzó a usar el de Río Gallegos (GAL) y de esa forma cada cruce sobre el mar hacia las Islas Malvinas se redujo en 185 kilómetros.

A medida que los pedidos de transporte por aire se incrementaban rápidamente, el Comando Aéreo de Transporte destacó un Elemento de Control de Transporte Aéreo (ECTA) en C. Rivadavia para dar mayor flexibilidad a los movimientos aéreos. Mientras tanto el aeropuerto de la BAM Malvinas trabajaba las 24 h del día y la actividad disminuía ligeramente con meteorología adversa.

Los mínimos meteoro1ógicos establecidos para la pista 26 (08-26) eran 100 m de techo y 2 000 m de visibilidad horizontal, para la operación diurna y nocturna indistintamente, mientras que la circulación visual hacia la cabecera 03 necesitaba un techo de 190 m. Esas cifras simplemente tuvieron un valor teórico; en numerosas ocasiones se operó con 50 m de techo y no más de 500 m de visibilidad. Por esas razones, y los intensos vientos cruzados, las operaciones IFR (1) sufrieron demoras y hubo cancelación de vuelos.

Además, en la BAM Malvinas no podían operar más de seis aviones en forma simultánea. Allí el personal de la Terminal Aérea de Cargas (TAC) se multiplicaba para abreviar las tareas de recepción y despacho. En estas circunstancias se registró que en un lapso de 22 h de trabajo continuo llegaron a atender a 76 aparatos de diversos tipos, con medios auxiliares limitados. Esa cifra determinó una demora de 15 min en promedio por cada avión, lo cual estableció un verdadero récord en razón de la precariedad de recursos existentes.

El intenso movimiento en la BAM Malvinas saturó su capacidad operativa debido a que la casi totalidad de los despachos desde el continente se hicieron por medio aéreo, con destino a una terminal única, con facilidades de estacionamiento y manipulación limitados, y que además debía soportar situaciones meteorológicas marginales con alarmante frecuencia. Esta circunstancia exigió rapidez en el desembarco de pasajeros y carga, y la demora dependía de la forma de acondicionamiento y peso de los materiales.

Por otro lado, la distribución de los medios, desde el aeropuerto hasta los sitios de empleo, almacenamiento o estacionamiento, se hacía bajo la responsabilidad de cada fuerza, con cierta lentitud en virtud de la casi inexistente infraestructura vial. Por tal razón los helicópteros fueron utilizados hasta el máximo de sus capacidades.

El 29 Abr se cerró una etapa de intensa actividad para la aviación de transporte, porque con las primeras horas del día se difundió el primer alerta rojo en las islas. Sin embargo los vuelos de los F-28 y C-130 continuaron hasta las 17:00 h, efectuando un total de 14 salidas que posibilitaron el transporte de 158 t y 126 pasajeros a lo largo de la jornada. En ese ajetreado período se habían llevado desde el continente hasta las islas 9 215 pasajeros y 5 003 t de carga general, para lo cual se requirieron 1 929 h de vuelo. La segunda fase de ese prolongado puente aéreo se iniciaría en poco tiempo, como único nexo de unión con las bases continentales. Durante esos días los tripulantes de transporte darían al mundo un ejemplo de profesionalismo militar y coraje.


Como el tiempo y la seguridad eran prioritarios, la ventaja del transporte aéreo fue inestimable, máxime que la comunicación vía marítima estuvo muy limitada. Cabe recordar que la ZET comenzó el 12 Abr a la 1:00. 


Malvinas bajo fuego

Cuando estalló la guerra las tripulaciones de las aeronaves de transporte se dispusieron a asumir su responsabilidad sin hesitación, sabiendo que cuanto se esperaba de ellos requería valor y estabilidad emocional. El transporte aéreo debía continuar, teniendo en cuenta que los combates acentuarían la demanda de abastecimientos y evacuaciones sanitarias. Pero no todos los aviones que habían participado en la primera fase del puente estaban en condiciones apropiadas de seguir operando, ahora bajo el riesgo del fuego enemigo.

Para evitar detecciones por radar y las consiguientes interceptaciones, los vuelos se deberían cumplir a muy bajas cotas, factor que demandaría una carga mayor de combustible. La permanencia en tierra tendría que limitarse a muy escasos minutos y tal vez mantener los motores en marcha. La carga de combustible en Pto. Argentino fue excluida por la dilación que producía el abastecimiento y la escasez de ese elemento en las islas. La sorpresa sería un requisito inexcusable, porque de otra manera los pesados transportes resultarían presa fácil de los cazas británicos.

Estas exigencias definieron al Hercules C-130H como el modelo más apto para las operaciones futuras, por su excelente carga de pago, gran autonomía, capacidad para el vuelo rasante y ausencia de servidumbres durante la carga y descarga. El Hercules tiene una carga útil de aproximadamente 35 t y un peso máximo para despegue normal de 70 307 kg que podrían ser incrementados en caso de usar los procedimientos de "emergencia de guerra" y "máximo esfuerzo". No obstante, se decidió no exceder un peso de aterrizaje que facilitase la aplicación de la técnica del "máximo esfuerzo" al operar en la pista de la BAM Malvinas. Para esa circunstancia, se apreció que sería conveniente contar con una carga de pago de 15 890 kg, con lo cual se podría volar más de 4 h a muy baja altura con buena velocidad de crucero, disponiendo de un remanente de combustible para niveles más a1tos, lejos de las islas.

El C-130H, además, podía hacer entrega por lanzamiento con paracaídas, de carga, tropa y armas. Para el aterrizaje normal requiere una calle de 25 m de ancho, pero durante las operaciones tácticas puede hacerlo en sólo 19 m. La pista de la BAM Malvinas había recibido un impacto de bomba en la franja izquierda de la cabecera 26, pero no impedía la actividad de esta clase de aparatos. Este incidente, más otros factores, impidieron el empleo de aviones utilizados en la primera fase del puente aéreo tales como el F-28, B-737 y BAC 1-11.

Durante los 44 días posteriores al 10 May, el Escuadrón Aéreo I (Hercules C-130) de la I Brigada Aérea desarrolló procedimientos de entrega de abastecimiento aéreo por aterrizaje (417 t de carga), lanzamiento en paracaídas (17,5 t de municiones y víveres para el Ejército Argentino en Darwin y Bahía Fox) y abastecimiento en vuelo de combustible (93 escuadrillas de la Fuerza Aérea Argentina y 20 de la Armada Argentina en 29 salidas de los KC).

El puente aéreo se reinició el 6 May, después de varios días en que la meteorología mantuvo a los aviones en tierra. El primer C-130 que aterrizó en la BAM MLV fue el identificado como Tigre, a las 15:50 h aproximadamente, después de volar 3 h 50 min desde C. Rivadavia siguiendo rutas inusuales. Allí dejó 14 t de carga y retornó de inmediato al continente con 23 heridos a bordo. Esa actividad continuó en las semanas sucesivas mediante el empleo de dos a tres Hercules, cuyas tripulaciones eran relevadas periódicamente. A fines de mayo se habían dejado en Pto. Argentino 354 t de abastecimientos y 241 pasajeros, trasladando 151 evacuados.

Entre las experiencias más emocionantes que atesora el Escuadrón Aéreo I se cuentan los dos lanzamientos con paracaídas de elementos imprescindibles a unidades del Ejército Argentino. El primer vuelo se efectuó el 19 May, con destino a Darwin; en esa ocasión se transportaron ocho contenedores A-22. El lanzamiento se realizó sin inconvenientes a las 16:04 h, después de una navegación táctica (a bajo nivel) hasta la zona de entrega. La operación fue controlada desde tierra por un Equipo de Control de Combate (ECCO), destacado para asegurar el apoyo terrestre y orientar por radio al avión en la corrida final.

El segundo vuelo de este tipo tuvo por objetivo a las unidades del RI 8 que estaban desplegadas en Bahía Fox y se cumplió al día siguiente.
El martes 19 Jun el Escuadrón Hercules registró su primera y única baja en la guerra. El TC-63 (1) despegó a primera hora para cumplir una tarea de exploración y reconocimiento, imprescindible para reunir información sobre la Fuerza de Tareas británica. A las 10:40 h se interrumpió el contacto. Posteriormente fuentes británicas informaron que el TC-63 había sido derribado con fuego de misiles y cañones por Sea Harrier.
El 13 Jun, con el despegue del C-130H Cobre durante la noche desde la BAM Malvinas, evacuando 48 heridos, finalizó el "puente aéreo" sostenido con grandes dificultades y zozobras, pero con enorme voluntad, a lo largo de 44 días de operaciones militares durante el Conflicto del Atlántico Sur

May/Jun 2002 - Aeroespacio 547

jueves, 9 de enero de 2014

Biografías: Sub My (RE) Jorge Hernández (IMARA)

El encargado del batallón que arruinó el picnic

El suboficial mayor retirado Jorge Hernández cuenta su experiencia en las islas con el BIM5 y su relación con el contralmirante Robacio, con quien escribió Desde el frente.


Hernández hojea el libro que escribió con Robacio en busca de una cita textual.
Por Gustavo Pereyra

El suboficial mayor retirado Jorge Ramón Hernández fue el encargado del memorable Batallón de Infantería de Marina Nº 5 (BIM5), que comandó el entonces capitán de fragata Carlos Robacio, y combatió hasta lo último en la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas.

"La batalla fue dura —recuerda Hernández—. Estuvimos 44 días bajo cañoneo. Hasta que llegó el momento de la verdad."

Hernández se refiere al “enfrentamiento grande” que tuvo el BIM5 y que desembocó en el 14 de junio, cuando finalmente la Argentina firmó la rendición.

A 30 años, dice que pensar en la guerra es horrible, pero en aquel entonces él no se la quería perder: "Con 29 años como infante de Marina, quería probarme en combate".

Después de Malvinas, Hernández y el comandante del BIM5, Robacio, se hicieron muy amigos. Ya se habían cruzado varias veces a lo largo de sus carreras y las ideas que compartían sobre el servicio, la disciplina y la religión los fueron uniendo en la vida militar y civil. Y Hernández hasta lo convenció de que escribieran juntos un libro: Desde el frente.

"Él no quería. Su modestia le impedía tomarse el atrevimiento”, cuenta.

Duros


Jorge Hernández (que en 1982 tenía 46 años y ya era suboficial principal de la Infantería de Marina), advierte que los hombres de su BIM5 estaban cabalmente preparados para la guerra y que por su accionar en Malvinas, los ingleses llegaron a tenerles un respeto profundo.

“Fue la disciplina la que fue endureciendo al batallón —señala—. Eso, porque el comandante [Robacio] se ponía a la cabeza. Y los segundos comandantes y los suboficiales mayores también.”

* * *

El 2 de abril tomaron las islas y el 3 regresó el almirante Carlos Busser con oficiales. Hernández estaba “embroncado” por no haber participado de la Operación Rosario y esperaba con desesperación poder probarse en combate.

Pero a Malvinas no lo pensaban mandar. La superioridad necesitaba un encargado de cuartel en Río Grande. Y ese era él (su experiencia en el ya inexistente BIM6 al norte de Tierra del Fuego y de la conformación de otro para el sostén logístico lo hacían el hombre indicado para coordinar desde el continente todo lo que necesitaran las tropas en el frente de guerra).

Por eso, el segundo comandante del batallón le dio una serie de órdenes para concretar en lo logístico antes de la salida del grupo grande de infantes de Marina.

Hernández las escuchó, pero ya estaba convencido de que acatarlas no estaba en su mira.

—Estas cosas no las cumplo, señor —le dijo a su jefe—. Mañana me voy a Malvinas.

—¿Y quién lo retiene? —le contestó el oficial—. ¡Váyase!

Y Hernández se fue.

Al otro día tomaría el primer vuelo a las islas. Pero esa noche reuniría a su familia en su casa y les comunicaría su decisión.

“¡Hmmm! —inspira hondo y exhala un suspiro—. Una despedida como todas las de ese tipo —recuerda.”

70 días


El Batallón de Infantería de Marina N° 5 fue a las islas alrededor del 7 de abril. Hernández se encuentró allá con Robacio, que había salido unos días atrás:

—Voy a ver Malvinas y vuelvo —le dijo Robacio a su mujer. Quería ver dónde ponía al Batallón.

Lo lindo, lo feo y lo triste de los más de 70 días que estuvieron en Malvinas quedó plasmado en el libro de ambos.

“Días y días bajo cañoneo. De un momento para otro aparecía algo: fragatas tirando o aviones bombardeando o cohetes de helicópteros —rememora—. Y el momento de la verdad, cuando en Tumbledown nos atacaron 5 batallones del Ejército británico, la Guardia Galesa [fuerza de elite], la escocesa y la nepalesa; y detrás, de reserva, 2 comandos de Infantería de Marina."

4.000 hombres contra 1.500. Y no pudieron tomar la posición del BIM5 hasta que a Robacio le ordenaron que se repliegue.

—Los ingleses creyeron que se habían topado con un batallón entero. Y habían estado luchando contra apenas una compañía. Se dieron cuenta de que no habían venido de picnic —dice, en relación al libro No Picnic que escribió posteriormente el comandante británico de la Brigada 3 de Marines, Julian Thompson, sobre lo duro que fue batallar contra el glorioso BIM5—. No fue un paseo para ellos.

—¿Cómo conocí a Robacio?

—Nos encontramos por primera vez, sin estar en la misma unidad, en el año 57. Él era guardiamarina y yo cabito segundo, ambos recién recibidos. Él hacía de ayudante de guardia, recorría los médanos por la Base Baterías y yo hacía un trabajo en el Polígono. Nos pusimos a charlar y ahí empezó nuestra relación. De una conversación nació otra y a lo último cometimos infracción los dos: nos pusimos a tomar mate.

—¿Infracción?

—Estaba requetecontraprohibido.

—¿Y cuándo se hicieron amigos?

—Nos volvimos a encontrar en 1963, en el Batallón de Infantería de Marina Nº 3, de Zárate. Ahí sí estaba subordinado a él, que era jefe de una compañía. Él, teniente de fragata y yo, cabo primero. Todavía no teníamos ningún trato de amistad. Después no estuvimos más juntos; nos encontrábamos ocasionalmente en el edificio Libertad o en Baterías, nos saludábamos, charlábamos y nada más.

—Pero esas conversaciones triviales fueron uniéndolos.

—Sí. Y en 1982 llegué al BIM5 y estaba Robacio. Yo ya había ascendido a mayor. Nos encontramos y ya fue un abrazo. Nuestras esposas e hijos también se hicieron amigos.

—¿Cómo era él?

—Adentro y afuera era de la misma forma. Era duro consigo mismo. Yo no me quedaba atrás. Pesábamos igual. Así se formó una unidad con el concurso de buenos suboficiales primeros y segundos, de fierro, que en seguida agarraron la idea inicial y la apoyaron.

Hernández cuenta que Robacio tenía la costumbre de tocar diana silenciosa a la madrugada y poner en marcha el Batallón. Cada compañía recorría 15 o 20 kilómetros a alguna estancia para adiestrar: "Eso, cada 20 o 30 días, con nieve, barro, granizo, lluvia. Volvíamos hechos un desastre, pero ese tipo de actividad fue bueno. Sobre todo porque el que conducía hacía lo mimo".

* * *

—Vamos a trotar. Seguime —le dice Robacio a Hernández.

—Vamos.

Y atrás, todo el Batallón. Eso se hacía en el 5. Malvinas los agarró de sorpresa, pero preparados.

El libro


Después de Malvinas, Hernández y Robacio ya eran amigos. Y cuando regresaron a Puerto Belgrano, más todavía.

—¿Por qué no escribís un libro? —le dice Hernández.

—No —contesta Robacio—. ¿Hablar de mí mismo? No puedo tomarme ese atrevimiento.

—Sí, podés.

Ese tira y afloje insumió muchas caminatas por las tarde, en Monte Hermoso, un balneario al sur de la Provincia de Buenos Aires, cerca de Punta Alta y Bahía Blanca. Hasta que un día:

—¿Por qué no escribís un libro?

—Mmm. Bué…

Hernández y Robacio pasaron 2 años empapándose de diferentes visiones sobre la guerra de Malvinas. Y después empezaron a escribir la suya. La que se vio Desde el frente.

Gaceta Marinera