domingo, 13 de julio de 2025

Pucará: Acción en Malvinas

'Un pequeño gigante contra la flota': El FMA IA-58 Pucará en acción en Malvinas y su historia

Por Luis Reis* || Poder Aéreo

Desde “AX-2” hasta “IA 58 Pucará”:

En la década de 1960, la guerra de Vietnam demostró que los rápidos, pero ruidosos y poco maniobrables aviones convencionales de ataque y reacción a tierra no eran eficaces para combatir a las guerrillas del Viet Cong, muy bien escondidas en la densa jungla de la región. Así, las industrias de aviones militares de todo el mundo comenzaron a desarrollar diversos proyectos para satisfacer esta demanda.

En 1966, la Dirección Nacional de Fabricación e Investigación Aeronáutica – DINFIA, de Argentina, estableció parámetros para la creación de un avión de ataque ligero, lo que dio como resultado el proyecto “AX-2”. (o “A-X2” en algunas fuentes), un avión diseñado específicamente para la misión de contrainsurgencia (COIN). Para agilizar el proceso se tomó como base el diseño del transporte bimotor IA 50 Guaraní II de fabricación nacional.

El primer vuelo del prototipo AX-2 tuvo lugar el 20 de agosto de 1969. En aquel entonces el avión había pasado a llamarse FMA IA 58 “Delfín”, poco después rebautizado como “Pucará” (palabra del indígena En lengua quechua significa “Fortaleza”). La aeronave sería fabricada por la entonces “Fábrica Militar de Aviones – FMA” (actualmente “Fábrica Argentina de Aviones – FAdeA”). Impulsado por dos motores turbohélice Garrett TPE331 de 575 CV, no alcanzó las prestaciones esperadas. Para corregir el defecto, el segundo prototipo fue equipado con el propulsor Turbomeca Astazou más potente, de 965 CV, realizándose el primer vuelo de la aeronave con los nuevos motores el 6 de septiembre de 1970. Los resultados fueron satisfactorios con este nuevo propulsor, el primer prototipo fue repotenciado con el Astazou y se eligió el motor para la producción, cuyo primer avión en serie voló a mediados de 1974. Recibió el distintivo de llamada A, de Ataque y. Se matricularon desde la A-501 hasta la A-607.

El Pucará es de construcción convencional, fabricado íntegramente en metal (principalmente duraluminio). Las alas tienen siete grados de diédrico en los paneles exteriores y están equipadas con aletas ranuradas en el borde de salida. El IA 58 tiene un fuselaje esbelto, una cola en “T” y una cabina tándem (asientos uno detrás del otro); La tripulación utiliza asientos eyectables cero/cero Martin-Baker Mk 6AP6A y cuenta con controles duales y buena visibilidad en la cabina. El diseño aerodinámico muy limpio permite al Pucará alcanzar velocidades relativamente altas y una buena estabilidad de vuelo, parámetros superiores a los del norteamericano Rockwell OV-10 Bronco, otro avión de la misma categoría. Por otro lado, el IA 58 no dispone de un compartimento de carga en el interior del fuselaje como se pedía en el avión estadounidense.

El Pucará fue diseñado para operaciones en pistas cortas y montañosas. El tren de aterrizaje triciclo retráctil, con una sola rueda de morro y dos ruedas principales retraídas en las góndolas del motor, estaba equipado con neumáticos de baja presión para adaptarse a las operaciones en terreno accidentado, mientras que las patas del tren de aterrizaje eran altas para estar equipadas con una buena potencia. carga de armas. Se podrían instalar tres cohetes JATO debajo del fuselaje para permitir despegues extracortos (hasta 80 metros, menos que un campo de fútbol). El combustible se suministra mediante dos tanques en el fuselaje con una capacidad combinada de 800 litros y dos tanques autosellantes en las alas de 460 litros.

Los cañones y ametralladoras del Pucará recordaban a los aviones de la época de la Segunda Guerra Mundial, y consistían en dos cañones Hispano 804 de 20 mm montados debajo de la cabina con 270 disparos cada uno y cuatro ametralladoras Browning FN de 7,62 mm montadas a los lados del fuselaje con 900 disparos. cada. Se equiparon tres puntos de anclaje para transportar una variedad de armas, como bombas, cohetes o tanques de combustible externos, con un punto de anclaje de 1.000 kg de capacidad montado debajo del fuselaje y los dos puntos de anclaje restantes de 500 kg de capacidad debajo de las alas. La carga máxima de armas externas fue de 1.620 kg. El armamento del avión se guiaba mediante una mira muy sencilla.

Las primeras unidades fueron entregadas en mayo de 1975 a la Fuerza Aérea Argentina (FAA), equipando al 2° Escuadrón de Exploración y Ataque, perteneciente a la III Brigada Aérea, en la BAM (Base Aérea Militar) Reconquista, ubicada al norte de la provincia de Santa Fé. El nuevo avión hizo su debut operativo a finales de 1975, cuando varios Pucaras llevaron a cabo ataques contrainsurgentes desde Córdoba contra guerrillas comunistas del ERP. provincia de Tucumán como parte de la “Operación Independencia”, con énfasis en un ataque de un elemento (dos aeronaves) realizado con bombas y napalm (bombas incendiarias de gasolina gelatinosa) contra posiciones guerrilleras en la Sierra de Tucumán. Durante el Conflicto de Beagle (una “cuasi guerra” entre Argentina y Chile, a fines de 1978, por la disputa por la posesión del Canal Beagle, en la frontera sur del país) se desplegaron dos escuadrones de Pucaras, con diez aviones cada uno. a la Patagonia y puesto en preparación para el combate.



En acción en la Guerra de las Malvinas (1982)

Durante el conflicto en el Atlántico Sur se entregaron alrededor de 60 IA 58, pero entre 34 y 45 aviones (según diferentes fuentes) estaban operativos. Inicialmente se revisaron doce Pucaras y se enviaron al Teatro de Operaciones de Malvinas (TOM), todos ellos, así como todas las aeronaves de la FAA, subordinadas a la “FAS – Fuerza Aérea Sur", con sede en el BAM Comodoro Rivadavia, que coordinó las operaciones aéreas de la Fuerza Aérea Argentina en la región durante la guerra.

Inicialmente volando en escuadrones de cuatro aviones, realizaron vuelos directos desde el continente a BAM Malvinas en Puerto Argentino (como pasó a llamarse Port Stanley, la capital de las Islas Malvinas, después de la “Operación Rosario” llevada a cabo el 2 de abril de 1982). Volaban a muy baja altura para evitar los radares enemigos y eran guiados por aviones del “Escuadrón Fênix”, ya que los Pucaras no contaban con radar y sus instrumentos de navegación eran bastante sencillos. Como podían volar a más de 3.500 kilómetros en configuración de transferencia, con tanques externos, hicieron el viaje con relativa facilidad, a pesar de que el vuelo duró casi tres horas sobre un mar helado.

Pucaras en BAM Malvinas

Como el Pucará podía operar en pistas cortas y sin pavimentar, los aviones fueron desplegados en otros lugares además del aeropuerto de Stanley, ahora transformado en base aérea, el BAM Cóndor (ubicado en la Pradera del Ganso) y el de Puerto Calderón (Borbón). Pista de aterrizaje de la isla o Pebble). Durante el mes de abril de 1982, los Pucaras realizaron misiones de patrullaje y reconocimiento, además de entrenarse extensamente para combatir a los británicos que ya se acercaban a las islas en una gran y poderosa Task Force.

El 1 de mayo de 1982, un ataque aéreo británico llevado a cabo por un revolucionario caza de despegue corto/aterrizaje vertical Sea Harrier FRS.1 de British Aerospace (BAe) en el BAM Cóndor destruyó un Pucará que se encontraba en la pista preparada para el despegue, matando a su piloto y el personal de tierra que estaba cerca de él. En el ataque de comandos británicos del SAS (Special Air Service) a Puerto Calderón, el 15 de mayo, dos Pucarás más fueron destruidos y otros cuatro sufrieron graves daños y no fueron reparados, poniendo fin a las operaciones aéreas en ese aeródromo.

El 21 de mayo, se perdieron dos Pucaras más, uno derribado por un misil tierra-aire portátil (MANPADS) FIM-92A Stinger y otro derribado por un Sea Harrier. El 24 de mayo, otro Pucará resultó dañado por un ataque aéreo británico y quedó fuera de servicio. Para reemplazar las pérdidas del Pucaras, se enviaron más aviones desde el continente a las islas, llegando el último escuadrón con ocho aviones al BAM Malvinas el 29 de mayo.


Pucará en vuelo rasante en Malvinas

Dos Pucaras participaron en el derribo de un helicóptero Westland Scout de los Royal Marines con disparos de cañones y ametralladoras el 28 de mayo mientras se encontraba en una misión de evacuación de heridos durante la Batalla de Pradera del Ganso (Goose Green). Esta fue la única victoria argentina aire-aire confirmada de la guerra.

Uno de estos Pucaras chocó contra un cerro en el vuelo de regreso a Port Stanley y quedó destruido, siendo que los restos mortales del piloto (el teniente Miguel Giménez, según las fuentes, responsable del derribamiento del Scout) no fueron encontrados hasta 1986, siendo enterrado con todos los honores militares en el cementerio argentino de Port Darwin por su familia, los primeros argentinos en visitar las islas desde el final de la guerra.

El mismo 28 de mayo, un Pucará fue derribado por fuego de armas pequeñas luego de que lanzara cohetes contra tropas británicas (sin causar víctimas), durante la Batalla de Pradera del Ganso. El piloto fue expulsado y capturado por los británicos, convirtiéndose en prisionero de guerra.

Pucará en las Malvinas – Carlos A García


Dos Pucaras participaron en el derribo de un helicóptero Westland Scout de los Royal Marines el 28 de mayo mientras se encontraba en una misión de evacuación de heridos durante la Batalla de Pradera del Ganso (Goose Green). Esta fue la única victoria argentina aire-aire confirmada de la guerra

El 1 de junio dos Pucaras se perdieron en una colisión durante el despegue en la pista helada del BAM Malvinas, sin víctimas mortales. Aún con las pérdidas, los argentinos continuaron cumpliendo misiones de apoyo a las tropas terrestres hasta el fin de las hostilidades, el 14 de junio.

En la mañana de ese mismo día, los argentinos planearon un ataque (que habría sido el 13 de junio, pero por mal tiempo se pospuso para el día siguiente) contra las tropas inglesas con los últimos cuatro Pucaras en condiciones de volar, que Luego huiría al continente, despegando de Puerto Argentino (que ya estaba siendo rodeado por los británicos) con municiones, bombas, cohetes y combustible extra, pero la misión fue abortada ante el anuncio del fin de la guerra, cuando el Los aviones estaban a punto de despegar.


Aeródromo de Puerto Argentino en las Malvinas, en 1985, con restos de Pucaras argentinos aún visibles



Pucará destruido en ataque del Sea Harrier



El A-523, uno de los Pucarás dejado fuera de combate en el ataque del SAS a Puerto Calderón (Isla Bordón), el 15 de mayo de 1982. El camuflaje bicolor (realizado aproximadamente con pintura de automóvil) fue aplicado apresuradamente antes de que la aeronave sido enviado a las islas. Fotografía tomada después del conflicto.

 

NÚMEROFECHACAUSANTEPILOTO/HECHO
A-50601/05/82Destruido por colapso del tren de aterrizajeCap. Grunert/Sobrevivió
A-52701/05/82Destruido por bombas de un Sea HarrierTen. Jukic/Muerto
A-51701/05/82Destruido por colapso del tren de aterrizajeTen. Giménez/Sobrevivió
A-50215/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-52015/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-52315/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-52915/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-55215/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-55615/05/82Destruido en el ataque a Isla BordónEstaba sin piloto
A-53121/05/82Derribado por un MANPADS (Stinger)Cap. Benítez/Eyectó
A-51124/05/82Derribado por un Sea Harrier (Ward)Maj. Tomba/Eyectó
A-50924/05/82Destruido por bombas de un Harrier (¿?)Estaba sin piloto
A-53701/06/82Destruido tras colisionar con una colinaTen. Giménez/Muerto
A-55528/05/82Derribado por armas ligerasTen. Cruzado/Eyectó

Leyenda:

  • Maj. = Mayor
  • Cap. = Capitán
  • Ten. = Teniente

 

Pérdidas del IA 58 Pucará en la Guerra de Malvinas

En total, la Fuerza Aérea Argentina perdió 14 Pucaras en situaciones de combate, con la muerte de dos pilotos más siete operadores terrestres de la FAA, además de cuatro heridos, para un total de 13 bajas. Los Pucaras registrados A-514, A-523, A-528, A-529, A-532 y A-536 sufrieron accidentes menores e incidentes diversos, algunos fueron reparados, otros fueron canibalizados para mantener la flota en vuelo y sus fuselajes utilizados. como señuelo para los ataques aéreos ingleses. Los Pucaras, matriculados A-515, A-522, A-533 y A-549, eran los únicos aviones en condiciones de volar, aunque precarios, y que llevarían a cabo el ataque abortado los días 13 y 14 de junio. Ninguno de los Pucará que salieron de Argentina hacia las islas regresó al continente, ya que fueron capturados por los ingleses como “bonos de guerra”. Algunos fuselajes fueron enviados a museos en Inglaterra o probados en vuelo por la Royal Air Force británica (RAF – Royal Air Force).

Además de estos 24 aviones perdidos en las islas, otros dos Pucaras (A-526 y A-540) se perdieron en accidentes cuando realizaban patrullas de observación aérea frente a las costas de Argentina continental durante la guerra, con la pérdida de sus respectivos pilotos. , los Aspirantes (Alférez ) Valko y Marchesini.

En mayo de 1982, en plena guerra, la Fuerza Aérea Argentina, en colaboración con la Armada Argentina, equipó un prototipo (AX-04) con pilones para montar torpedos Mark 13. El objetivo era su posible uso como avión torpedero. mejorar las capacidades antibuque de las fuerzas aéreas argentinas en la guerra. Se llevaron a cabo varias pruebas, pero la guerra terminó antes de que los técnicos pudieran evaluar la viabilidad del proyecto.

Después de la guerra

Con 26 aviones perdidos durante la Guerra de las Malvinas, además del embargo de armas endurecido por Inglaterra, Argentina tuvo muchas dificultades para producir y equipar más Pucaras, principalmente con armas modernas, aun así la producción continuó hasta 1986, habiendo recibido la FAA un total de 108 aviones. A finales de la década de 1980 estaban operativos entre 50 y 60 aviones.

Argentina, a mediados de los años 1980, consideró equipar al Pucará con el misil antibuque Martín Pescador MP-1000 de fabricación nacional, entonces en desarrollo por el CITEFA (Instituto de Investigaciones Científicas y Técnicas de las FFAA). Fuerzas Armadas), pero debido a la profunda crisis económica que azotó al país, el desarrollo del misil fue cancelado en la década de 1990. 1990.

Aún con las claras limitaciones del Pucará demostradas en las Malvinas, como la fragilidad del conjunto de su tren de aterrizaje, la falta de sofisticados sistemas de aviónica y navegación por instrumentos, el bajo rendimiento de los motores, por ejemplo, el avión era deseado por varios países, principalmente por su bajo precio de adquisición, y exportado a Colombia, Uruguay y Sri Lanka.


Pucara de Uruguay

La Fuerza Aérea Colombiana (FAC) utilizó tres Pucarás ex-FAA entre 1989 y 1998, siendo vendidos los fuselajes en 2003 a Uruguay, cuya Fuerza Aérea Uruguaya (FAU) ya operaba Pucarás desde 1981, desactivando sus aviones, totalizando ocho aviones. en 2017. La Fuerza Aérea de Sri Lanka (SLAF) operó cuatro aviones también ex-FAA entre 1993 y 1997, cuando el avión participó activamente en la guerra civil del país. Dos aviones fueron derribados por los rebeldes y uno se perdió debido a la explosión prematura de una de sus bombas. El único avión superviviente fue retirado del servicio y conservado.

Pucaras de Sri Lanka

Varios países intentaron adquirir Pucará, pero por diversos factores no se concretaron las ventas. Entre estas propuestas fallidas está la de Brasil. En 1990, la Fuerza Aérea Brasileña (FAB) anunció la compra de 30 IA-58A como parte del Proyecto SIVAM, para la implementación de radares de vigilancia aérea y el establecimiento de escuadrones de cazas y de ataque ligero en la Amazonía brasileña, pero con el desarrollo del Embraer EMB 314 (A-29) Super Tucano, el pedido fue cancelado.

En Argentina, durante la década de 2000, se estudiaron, pero sin éxito, varios proyectos para actualizar y modernizar los veteranos aviones aún en funcionamiento. En 2019, la Fuerza Aérea Argentina se vio obligada a retirarse del servicio, principalmente por falta de repuestos para los motores turbohélice Turbomeca Astazou (que llevaban años sin producirse), los últimos Pucaras (entre 30 y 40 aviones) en funcionamiento. .

Aun así, existe un proyecto para “resucitar” al veterano avión de ataque y contrainsurgencia, ahora con funciones de avión de vigilancia y patrulla fronteriza, denominándose el proyecto “Pucará Fénix”, con el fuselajes reacondicionados y repotenciados con motores Pratt & Whitney Canada PT-6A-62 mejorados, nuevas hélices de cuatro palas, un módulo electroóptico Fixview y un sensor de infrarrojos (EO/IR) y enlace de datos. La actualización fue autorizada inicialmente por el gobierno argentino en 2021, pero actualmente está en suspenso, y la FAA tiene la intención de actualizar entre 20 y 25 aviones, que podrían volar durante otros 15 a 20 años.

Conclusiones

El FMA IA 58 Pucará fue otro avión innovador fabricado por Argentina, que produjo un avión de bajo costo operativo y muy eficiente, que fue capaz de enfrentar una fuerza moderna como la de Inglaterra en la Guerra de Malvinas en 1982. Aún con las limitaciones del proyecto. , como se describió anteriormente, los Pucará lograron preocupar a los ingleses durante el conflicto, principalmente debido a que estuvieron asentados en las islas durante la guerra.

La robustez de su fuselaje y la facilidad de manejo por parte de las tripulaciones de tierra, además de poder manejar una amplia variedad de armas sencillas, fueron los puntos positivos del proyecto, pero la falta de una versión con aviónica más avanzada y motores más potentes fue decisiva para el relativo fracaso de las exportaciones del avión a varios países, muy diferente del moderno y más dinámico avión brasileño Embraer EMB 314 Super Tucano, un gran éxito de exportación a nivel mundial.

En 2024, ningún país opera el Pucará hasta la fecha, a pesar del “Proyecto Fénix” de Argentina, que pretende continuar la historia de un avión guerrero que, a pesar de que el proyecto tiene más de 50 años, aún puede continuar su impresionante historia.

AGRADECIMIENTO : Al Sr. Víctor Hugo Martinón (VGM = Veterano de la Guerra de Malvinas), quien contribuyó con relatos personales sobre el traslado de Pucará del continente a las islas.

FUENTES:

  • <https://en.wikipedia.org/wiki/FMA_IA_58_Pucar%C3%A1>. Consultado el 18/04/24.
  • <https://escuadronfenix.org.ar/avion-pucara-ia-58-en-malvinas/>. Consultado el 20/04/2024.
  • <http://malvinasguerraaerea.blogspot.com/2019/09/la-fuerza-aerea-argentina-retira-lo-ia-58.html>. Consultado el 24/04/2024.
  • <https://canalmilitarizando.com/2022/05/23/o-sas-em-acao-no-atlantico-sul-o-ataque-a-ilha-pebble/>. Consultado el 24/04/2024.
  • <https://canalmilitarizando.com/2022/04/30/cumprindo-com-o-seu-dever-para-defender-a-patria-a-forca-aerea-sul-da-argentina-durante-a-guerra -das-malvinas-malvinas/>. Consultado el 24/04/2024.
  • <https://www.gbnnews.com.br/2020/05/eu-sobrevoei-port-stanley-antes-da.html>. Consultado el 26/04/2024.

*Profesor de Historia en el Estado de Ceará y en la Ciudad de Fortaleza, Historiador Militar, entusiasta de la Aviación Civil y Militar, fotógrafo aficionado. Brasileño con alma paulista, actualmente reside en Fortaleza-CE. Escritor con artículos publicados en varios sitios web de Defensa.


sábado, 5 de julio de 2025

Becerra, el soldado que murió protegiendo una retirada

La historia del soldado que murió en Malvinas para que sus compañeros pudieran replegarse y el homenaje que demoró cuarenta años

El soldado Walter Becerra combatió y murió en el conflicto bélico del Atlántico Sur. Su papel en la guerra contra las fuerzas británicas y por qué la burocracia y la ignorancia demoraron más de una década en imponerle su nombre a su escuela, para que fuera recordado

Por Adrián Pignatelli || Infobae



Walter Becerra soldado, luciendo el uniforme de salida (Flia Becerra)

Era ya avanzada la noche cuando Mónica se sobresaltó por los golpes que alguien le daba al vidrio de la ventana en su casa de la calle Río Amazonas al 300 del Barrio Zarza, en Moreno. Recién abrió la puerta cuando vio que era su cuñado Walter Ignacio Becerra, 19 años, que se había escapado del cuartel del regimiento 6 donde estaba haciendo el servicio militar. Había ido al barrio con tres amigos para despedirse de su novia Mirta y de paso de su familia, porque se iba a la guerra.

Adelante vivía su hermano Carlos y en la casa de atrás los padres Andrés Ignacio y Julia Díaz. Cuando lo vio, la madre no pudo de la alegría. Enseguida preparó su plato preferido: milanesas con bombas de papa rellenas con paté y recubiertas con mayonesa. Esa noche fue la última vez que lo verían.

Marcado en el círculo, junto a sus compañeros del regimiento 6 de Mercedes

Walter Ignacio Becerra nació en el Hospital Castex, en General San Martín el 5 de mayo de 1962. Al tiempo el padre compró dos lotes en Moreno, cuando todo era campo, y no se fueron más del barrio. Walter, como toda la familia, era hincha de Boca y cada tanto se daba una vuelta por el gimnasio a hacer pesas y a pegarle unas piñas a la bolsa. Según su hermano Carlos, siete años mayor, era querible y cariñoso, al punto tal que sus amigos del barrio, en la medida que formaban familia, a sus hijos varones les pusieron Walter o Ignacio.

Le gustaba bailar el rock, escuchar a los Bee Gees y tomar vermouth. A pesar de su juventud, era un padrino muy presente de su sobrina Julieta, quien recuerda que la llevaba a la calesita del barrio.

Junto a sus compañeros del Regimiento de Infantería Mecanizada 6 de Mercedes partió el 12 de abril de 1982 a Malvinas. A la noche llegaron a El Palomar y al día siguiente estaban en las islas.

Héctor Guanes, otro de los caídos del 6 (Comisión de familiares de caídos en Malvinas e Islas del Atlántico Sur)

Con los soldados que estaban por irse de baja se formó la Compañía B. Becerra integraba el primer grupo de la tercera seccion de infanteria, a cargo del Cabo 1ro Zapata. De ese grupo murieron en combate Becerra y Jorge Luis Bordon, cuyos restos fueron identificados en 2018. Miguel Luis Todde y Néstor Brilz fueron heridos en combate, Segovia murió en la posguerra, y el grupo era completado con Polizzo, Roldan, Arrua y Benitez,

Todos concuerdan que el “cabezón” era un tipo bueno, sin maldad y recuerdan entre risas cuando en una noche de niebla, que no se veía nada, salieron con el único visor nocturno que disponían a buscar comida en un galpón y se terminaron perdiendo y que en lugar de comida volvieron con sus bolsos portaequipos, a los que consideradan extraviados.

Los primeros días en Malvinas fueron de expectativa, pendientes de las negociaciones políticas y de la intervención del Papa. Sin embargo, los bombardeos del primero de mayo avisaron que la guerra había llegado, y más aún cuando se enteraron del hundimiento del Crucero General Belgrano.

Su hermano Carlos, emocionado, luego de descubrir la placa

Ya casi al final de la guerra Walter, ese muchacho querendón, divertido, gracioso y atorrante, debió luchar con sus bajones anímicos que el joven jefe Lamadrid intentaba levantar en las largas esperas en las trincheras frías y húmedas.

Becerra cayó en la madrugada del 14 de junio, combatiendo contra el Segundo Batallón de Guardias Escoceses, en el sector este del Monte Tumbledown. Los soldados de la sección de Vilgré Lamadrid, a pesar de los días de cansancio y de mal comer, mantuvieron a raya el avance enemigo la noche del 13, hasta que las municiones comenzaron a escasear y los ingleses a multiplicarse.

Cuando fue alcanzado el soldado Juan Domingo Horisberger, apuntador de la ametralladora Mag, quien había dejado de disparar porque se le había trabado, fue Becerra quien con su fusil automático pesado -un arma parecida al Fal pero con caño reforzado para poder disparar más ráfagas sin que se dilatase el cañón y que además llevaba un trípode en su extremo- abría fuego a la par que cambiaba de posición, desorientando a los británicos -”peleaban como verdaderos demonios”, dirían después- que no lograban dar con él.

Misión cumplida. A la izquierda Pichi Contardi y a la derecha Víctor Hugo Iópolo, uno de los que trabajó para que la escuela llevase el nombre del compañero muerto

Aún sabiendo que se había transformado en el principal blanco enemigo, Becerra se negó a replegarse porque quería cubrir a sus compañeros. Una hora estuvo disparando en esas condiciones hasta que lo abatieron con un lanza cohetes.

En la familia estaban pendientes de los contingentes de soldados que regresaban y ante la misma pregunta que se repetía una y otra vez, la respuesta era que a Becerra no lo habían visto, búsqueda que finalizó cuando estacionó un jeep del Ejército frente a la casa y dos oficiales les llevaron la noticia que nunca imaginaron escuchar.

Desde 1983 sus restos descansan identificados en la tumba 15, de la fila 1 del sector B del cementerio argentino en Darwin.

El papá falleció de un infarto dos años después, y su médico lo atribuyó a la tristeza. Su mamá, sumida en la desesperación, solía salir de su casa de madrugada para ir a buscar a su hijo, quien sabe dónde.

Veteranos posan junto a la directora del establecimiento

El recuerdo del Negro Guanes

Víctor Hugo Iópolo es para todo el mundo “el colorado”, un veterano del regimiento 6, corpulento, de emoción fácil, que el pasado noviembre cumplió 64 años. Era clase 60 pero había pedido prórroga para terminar sus estudios de maestro mayor de obra. La vida quiso que a diez días de irse de baja, le tocase ir a Malvinas.

Nació y vive en Moreno, y su obsesión fue que había que hacer algo por Becerra y Guanes, los dos veteranos caídos del 6 que eran de Moreno, porque como le confesó a Infobae, “de estos muchachos nadie se va a acordar”.

Trabajó muchos años en la gráfica hasta que el médico le indicó que debía parar y se empleó como auxiliar en una escuela de Moreno. Dice sentir un profundo dolor mientras se señala el corazón cuando, diez días después de haber regresado de la guerra, la mamá del Negro Guanes, que lo había tenido de soltera, fue a su casa porque no tenía noticias de su hijo. Iópolo sabía que Guanes, muchacho introvertido que era más de mirar que de hablar, había sido gravemente herido en las piernas por una bomba en las últimas horas de la guerra; que el soldado Goñi, desentendiéndose del intenso fuego enemigo y de la tierra que no dejaba de temblar por las explosiones, le aplicó morfina mientras se desangraba y perdía el conocimiento; y que sus compañeros, cuyos rostros exhaustos por el combate se iluminaban intermitentemente con las bengalas, lo rodeaban y atinaron a rezarle a la virgencita paraguaya de Caacupé, del que su amigo al que la vida se la iba era devoto; y que como no podían llevarlo con ellos, lo dejaron cubierto por una sábana blanca, que indicaba que era un soldado herido.

Terminadas las acciones se enteraron de que había fallecido, pero Iópolo no tuvo el valor de enfrentar a la mujer y contarles los detalles de los últimos minutos de su hijo e hizo salir al padre. Ella entendió, dio las gracias y no la vio nunca más. Iópolo iría a terapia por veinte años, porque en el fondo, él hubiera querido que, de haber muerto en Malvinas, su madre supiera la verdad.

Con banda militar y todo. El acto fue una revolución en el barrio, del que participaron los vecinos

La puja con el Che Guevara

Con los años se empleó como portero en la Escuela de Educación Secundaria N° 30 de Moreno, ubicada en el barrio 2000, a pocas cuadras del Acceso Oeste, zona insegura pero que, en el universo de la delincuencia que domina al conurbano, él define que ahora está más tranquilo.

No como cuando el año en que entró a trabajar, cuando manos cobardes la quemaron. Junto a otros veteranos se desvivieron para reconstruirla, tarea que les llevó un año. Van chicos de primero a sexto año, en dos turnos, mañana y tarde.

Unos doce años atrás Iópolo vio un pequeño cartelito, medio escondido, donde se invitaba a los profesores a sugerir nombres para bautizarla. Iópolo, quien además presidía la cooperadora y era famoso por publicar los balances, increpó al director de entonces. Que la escuela era del barrio, que todos los vecinos tenían el derecho de votar, y que el cartel debía ponerlo en la entrada para que fuera visible para todos. “Yo sabía que con vos iba a tener problemas”, se quejó el director.

El apuntó el nombre de Walter Becerra, pero también hubo otros que apoyaban la candidatura de Ernesto Che Guevara, y hubo quienes optaron por Leonardo Da Vinci y otros que su memoria ya borró. Para la selección final, el trámite se le complicó, ya que cada postulante debía presentar un video con la justificación de por qué lo proponía. Para los otros postulantes, fue sencillo: recurrieron a videos publicados en youtube, pero él no sabía qué hacer. Se le ocurrió grabarlo a Fernando Pichi Contardi, gran amigo de Becerra, y luego viajó a Buenos Aires donde lo filmó a Esteban Vilgré Lamadrid, que había sido su jefe. Cada uno relató quién había sido el soldado muerto en Tumbledown.

La escuela 30 ahora tiene nuevo logo y homenajea a un caído en Malvinas

Durante una semana los alumnos tuvieron la oportunidad de ver todos los videos y Becerra ganó con el 99% de los votos. El resultado fue asentado en el libro de actas del colegio y el directivo, contrariado por el resultado, cajoneó el trámite.

Ese director se fue, y vino una seguidilla de una interina, un profesor, luego otra directora, y todos se desentendieron del tema. Iópolo no se acuerda bien de ninguno de ellos.

El veterano estaba cansado. Era mucho el desgaste de tantos años porque además era la cabeza de la cooperadora, y a comienzos de este año renunció, si hacía cuatro o cinco que se había jubilado. Está separado y tiene tres hijas.

En agosto, una llamada lo volvió a la vida. El vice director Pablo Roncio le dijo que la provincia había aprobado la imposición del nombre. Solo había que buscar una fecha para hacerlo realidad.

Por los compromisos de los funcionarios municipales, se eligió el 21 de noviembre, para hacerlo coincidir, casi con el día de la soberanía, que es el 20.

El acto fue un tremendo alboroto de los buenos en el barrio. Se consiguió que fuera la banda de música del Grupo 1 de Artillería “Tomás de Iriarte”, que tiene asiento en Campo de Mayo, y el modesto patio de la escuela se llenó de vecinos, funcionarios municipales, provinciales y veteranos.

Iópolo, que ese día fue abanderado, agradeció quebrado por la emoción a los veteranos que participaron de este reconocimiento, como a Alberto “Culata” Curieses, que trabajaba en el Consejo Escolar de Moreno y ayudó mucho cuando la escuela se quemó. También estaba el coronel Mario Albérico Moyano -teniente primero en la guerra- “el papá de todos los veteranos”, y muchos compañeros del 6, que siempre se mueven como en una suerte de inquebrantable hermandad guerrera.

Estaban los Becerra, a quien se les obsequió una bandera, y su hermano Carlos participó del descubrimiento de la placa. El jefe del regimiento 6, coronel Sebastián Marincovich, envió un diploma para la escuela.

“Lo que hicimos en el colegio fue dejar una familia a nuestros compañeros”, aseguró Iópolo. Porque en 2017 también se había cumplido con el otro caído, cuando a la Escuela de Educación Secundaria N° 42 de Paso del Rey pasó a llamarse Héctor Guanes.

En la familia están más que contentos que, después de tantos años, se hayan acordado de Walter. A la vuelta de la casa, en una placita un monolito tiene su nombre y también hay otro en la plaza principal de Moreno, frente a la municipalidad. Hace tiempo hubo un intento de un concejal de ponerle el nombre a la calle donde vive la familia, pero el edil falleció y todo quedó en la nada.

Esa noche, la de las milanesas con bombas de papa, su cuñada Mónica les preguntó si tenían miedo, y ellos respondieron que no, que los “iban a hacer pelota a los ingleses”. En la puerta de calle fue la despedida, y la última vez que lo vieron fue cuando cruzó la calle para tomar el colectivo 57. En un momento los cuatro muchachos que iban a la guerra se dieron vuelta y saludaron, pensando tal vez en un hasta luego, pero que duraría para toda la vida.


jueves, 3 de julio de 2025

GA 4: La experiencia del joven Subteniente Jorge Zanela

𝐑elato de un joven subteniente



 

Jorge Zanela, que entonces era un subteniente de 23 años, jefe de la sección piezas del GA 4
A partir del 24 de mayo, la batería de tiro A, compuesta de cuatro piezas, ocupó una posición en la zona de Darwin, agregándose a la fuerza de tareas “Mercedes”. Les harían frente con fuego de hostigamiento a los británicos que se desplazaban hacia ese punto luego de haber desembarcado en la bahía de San Carlos.
Dos piezas fueron enviadas por mar con el Río Iguazú. Luego de ser atacado por la aviación británica, en un complicado rescate que demoró más de un día de las piezas que se buscaron al tanteo en la bodega inundada del buque, llegaron a Darwin. Otros dos Oto Melara fueron llevados con un helicóptero Chinook el 26 de mayo por la tarde.
Ese día fue las piezas comenzaron a ser accionadas. Apuntaron además a una fragata inglesa a la que, luego de 16 disparos, la hicieron retroceder.
El 28 de mayo fue un día de combate intenso. Zanela recuerda que todo se resumía en cargar y tirar. Cada obús estaba a cargo de un suboficial y era asistida por cinco soldados. Calcula que se dispararon entonces 2400 proyectiles, “todo lo que había”, describió.
La mayoría de la actividad era de noche. De día iban a reconocer el terreno y a llevar la munición. Era un ir y venir con los cajones.



Los Oto Melara tenían un alcance de diez kilómetros y no llegaban a hacer daño a las posiciones enemigas. Tiene un tiro más corto que había que hacerlo con mayor ángulo. De todas maneras, el suelo blando de la turba hacía que tanto los proyectiles argentinos como los británicos se hundiesen demasiado, y las explosiones no fueran suficientemente efectivas.
Fueron dos días de combate sin descanso. A algunos le salían sangre por los oídos, debido a los tímpanos que no soportaban el continuo estruendo de las piezas. Muchos quedaron temporalmente sordos y los soldados terminaron con sus puños hinchados de tanto hacer fuerza para empujar el proyectil dentro de la pieza. No contábamos con observador adelantado, ni centro de dirección del tiro por lo que se Usó cartografía kelper muy precisa y la información de la infantería adelantada
El 29 de mayo a las dos de la mañana se produjo el cese del combate en Darwin. Los artilleros no tuvieron bajas, sino heridos leves por esquirlas y un suboficial con un brazo lastimado cuando fue golpeado por el retroceso del cañón.
Se inutilizaron los cañones: se les quitó el block de cierre, los anteojos de puntería y, junto a otras piezas, se las tiró al mar. A un jeep Mercedes Benz, que solo tenía un rodaje de 80 kilómetros, se le quitó el aceite y se lo dejó en marcha para que se fundiera. Como el motor resistió, se rompieron partes del motor a golpes de maza.

martes, 1 de julio de 2025

Reino Hundido: La 77a Brigada realiza inteligencia en Internet

Dentro de la maquinaria secreta de guerra de información del Ejército Británico

Son soldados, pero la 77.ª Brigada edita videos, graba podcasts y escribe publicaciones virales. Bienvenidos a la era de la guerra de información.



Future Publishing/Getty Images/WIRED
Wired


Una valla de alambre de púas se extendía a ambos lados. Una bandera de la Unión ondeaba con una ráfaga de viento, y los soldados entraban y salían de una caseta de guardia en medio de la carretera. Atravesando la caseta, y bajo una hilera de focos, caminé hacia una larga hilera de edificios de ladrillo, sombríos y bajos. Era verano de 2017, y en esta base militar enclavada entre las colinas de Berkshire, visitaba una parte del Ejército Británico sin igual. La llaman la 77.ª Brigada. Son las tropas que luchan en las guerras de información de Gran Bretaña.

"Si todos piensan igual, entonces alguien no está pensando", se leía en letras de treinta centímetros de alto en una pizarra blanca en uno de los atrios principales de la base. A un lado, había una sala llena de grandes cuadernos de dibujo electrónicos y ordenadores multipantalla con software de edición digital. Los hombres y mujeres del 77.º Regimiento sabían configurar cámaras, grabar sonido y editar vídeos. Procedentes de diversas esferas del ejército, eran expertos en diseño gráfico, publicidad en redes sociales y análisis de datos. Algunos podrían haber cursado el curso de Operaciones de Medios de Defensa del ejército, y casi la mitad eran reservistas de la calle, con trabajos a tiempo completo en marketing o investigación de consumidores.

De oficina en oficina, encontré una parte diferente de la Brigada ocupada trabajando. Una sala se centraba en comprender al público: la composición, la demografía y los hábitos de las personas a las que querían llegar. Otra era más analítica, centrada en generar "conciencia de actitud y sentimiento" a partir de grandes conjuntos de datos de redes sociales. Otra estaba llena de oficiales produciendo contenido de vídeo y audio. En otro lugar, equipos de especialistas en inteligencia analizaban minuciosamente cómo se recibían los mensajes y debatían cómo hacerlos más resonantes.

Al explicar su trabajo, los soldados usaron frases que había escuchado innumerables veces de los especialistas en marketing digital: "influencers clave", "alcance", "tracción". Normalmente se escuchan estas palabras en estudios de publicidad viral y laboratorios de investigación digital. Pero los vaqueros ajustados y los bigotes de cera fueron reemplazados por las camisas recién planchadas y el camuflaje ligero estampado del Ejército Británico. El entorno era igualmente incongruente: el cuartel general del 77.º era una mezcla de suelo de linóleo, largos pasillos y puertas cortafuegos batientes. Más Grange Hill que Menlo Park. Junto a un estudio de diseño digital, los soldados tomaban un té, con un paquete de galletas digestivas abierto sobre una caja de munición metálica verde. Otro cartel en la pared decía: "El cambio de comportamiento es nuestra USP [argumento único de venta]". ¿Qué estaba pasando?

"Si rastreas dónde está desplegado el personal británico, puedes hacerte una idea clara de dónde ocurre este tipo de actividad de 'influencia'", me dijo más tarde un oficial de guerra de información (no afiliado al 77.º) bajo condición de anonimato. "El Ministerio de Defensa emitirá un documento con directrices generales y temas a seguir". Explica que cada campaña militar ahora también tiene, o mejor dicho, es, una campaña de marketing.

Desde el despliegue de tropas de la OTAN en el Báltico en 2017, también se ha desplegado propaganda rusa, alegando que los soldados de la OTAN allí son violadores, saqueadores, poco diferentes de una ocupación hostil. Uno de los objetivos de la guerra de información de la OTAN era contrarrestar este tipo de amenaza: refutando con firmeza los rumores dañinos y produciendo vídeos de tropas de la OTAN trabajando con entusiasmo con los anfitriones del Báltico.

Campañas de información como estas son "blancas": abierta y declaradamente la voz del ejército británico. Pero para un público más restringido, en situaciones de conflicto, y cuando se entendía que era proporcionado y necesario hacerlo, las campañas de comunicación podían volverse, según el oficial, "grises" y "negras" también. "Contrapiratería, contrainsurgencia y contraterrorismo", explicó. En ese caso, la comunicación no tiene por qué parecer procedente del ejército ni decir necesariamente la verdad.

No vi ninguna prueba de que el 77.º Regimiento realizara este tipo de operaciones, pero este uso más agresivo de la información no es nada nuevo. El Cuartel General de Comunicaciones del Gobierno (GCHQ), por ejemplo, también cuenta con una unidad dedicada a combatir guerras con información. Se llama "Grupo Conjunto de Inteligencia para la Investigación de Amenazas" (JTRIG), un nombre nada revelador, ya que es común en el mundo de la inteligencia. Casi todo lo que sabemos sobre él, proviene de una serie de diapositivas filtradas por el denunciante de la NSA, Edward Snowden, en 2013. Estos documentos nos dan una idea de cómo podrían ser este tipo de campañas de información encubierta.

Según las diapositivas, el JTRIG se dedicaba a desacreditar empresas, pasando "información confidencial a la prensa a través de blogs, etc.", y publicando información negativa en foros de internet. Podían modificar las fotos de las redes sociales de alguien ("pueden llevar la 'paranoia' a un nivel completamente nuevo", decía una diapositiva). Podían usar técnicas de enmascaramiento, es decir, colocar información "secreta" en un ordenador comprometido. Podían bombardear el teléfono de alguien con mensajes de texto o llamadas.

El JTRIG también contaba con un arsenal de 200 armas de información, desde las que estaban en desarrollo hasta las que estaban completamente operativas. Una herramienta llamada "Badger" permitía el envío masivo de correos electrónicos. Otra, llamada "Burlesque", falsificaba mensajes SMS. "Clean Sweep" suplantaba publicaciones en el muro de Facebook de individuos o países enteros. "Gateway" permitía "aumentar artificialmente el tráfico a un sitio web". "Underpass" era una forma de alterar los resultados de las encuestas en línea.

Tenían objetivos operativos en todo el mundo: Irán, África, Corea del Norte, Rusia y el Reino Unido. A veces, las operaciones se centraban en individuos y grupos específicos, a veces en regímenes más amplios o incluso en la población en general. La Operación Quito fue una campaña, en marcha después de 2009, para evitar que Argentina se apoderara de las Islas Malvinas. Una diapositiva explicaba que "con suerte, esto conducirá a una operación de efectos a largo plazo, a gran escala y pionera". Otra operación, en marcha desde marzo de 2011, buscaba un cambio de régimen en Zimbabue desacreditando al partido ZANU PF.

Al recorrer la sede del 77.º, se hizo evidente la extraña y nueva realidad de la guerra. Todos hemos oído hablar mucho de la "ciberguerra": cómo los estados podían atacar a sus enemigos a través de redes informáticas, dañando su infraestructura o robando sus secretos. Pero eso no era lo que estaba sucediendo. En la 77.ª Brigada, surgió una guerra de guiones gráficos y narrativas, vídeos y redes sociales. Ahora, el enfrentamiento no solo ocurre en el campo de batalla, sino también en los medios y en línea. La victoria se gana tanto a ojos del público como entre ejércitos opuestos en el campo de batalla. La guerra en la era de la información es una guerra por la información misma.

Hace más de una década, y a un mundo de distancia de la 77.ª Brigada, había gente que ya sabía que internet era una nueva y potente herramienta de influencia. No llamaban a lo que hacían "guerra de la información", ni operaciones mediáticas, ni actividades de influencia, ni acción en línea, ni ninguna de las expresiones militares en las que se convertiría. Los miembros de las subculturas digitales latentes que se agrupaban en torno a foros de hackers, en IRC y en foros de imágenes como 4chan, podrían haberlo llamado "hackeo de atención". O simplemente, risas.

En 2008, Oprah Winfrey advirtió a sus millones de espectadores que una conocida red de pedofilia "tiene más de 9000 penes y todos violan niños". Se trataba de una broma interna de 4chan con temática de Dragon Ball que alguien había publicado en el foro del programa. Un año después, la revista Time realizó una encuesta en línea para que sus lectores votaran por las 100 personas más influyentes del mundo, y 4chan utilizó scripts para manipular la votación y que su fundador, Christopher Poole, de 21 años por aquel entonces, conocido como "moot", saliera primero. Crearon bots y "sockpuppets" (cuentas falsas en redes sociales para que los temas se convirtieran en tendencia y parecieran más populares de lo que eran) y se unieron para abrumar a sus objetivos. Empezaron a usar computadoras para cambiar lo que la gente veía, e incluso lo que pensaba. Celebraron cada victoria con una avalancha de memes.

Los memes fueron rápidamente aprovechados por otros para ganar dinero. A lo largo de la década del 2000, pequeñas empresas de relaciones públicas, consultoras de comunicación política y mercados de la darknet comenzaron a difundir las tácticas y técnicas pioneras de 4chan. "Los comerciantes expertos en medios digitales están utilizando su conocimiento de los servicios comerciales de manipulación en redes sociales como arma", me cuenta bajo condición de anonimato un investigador de ciberseguridad que rastrea este tipo de actividad comercial ilícita.

"Es como una cadena de montaje", continúa. "Preparan la campaña, se infiltran en el público objetivo, mantienen la operación y luego se desvinculan estratégicamente. Esto solo va a crecer".

Diversos sitios web comenzaron a vender cuentas falsas, descritas, categorizadas y con precios casi como el vino: desde vino barato hasta añadas maduras. El "ENORME MEGA BOT PACK", disponible por solo 3 dólares en la darknet, permitía construir tu propio ejército de bots en cientos de plataformas de redes sociales. Existían servicios para manipular los resultados de los motores de búsqueda. Se podían comprar ediciones de Wikipedia. Se podían alquilar direcciones IP falsas para que pareciera que tus cuentas provenían de todo el mundo. Y en la cima del mercado estaban las "granjas de leyendas", empresas que gestionaban decenas de miles de identidades únicas, cada una con múltiples cuentas en las redes sociales, una dirección IP única, su propia dirección de internet, incluso su propia personalidad, intereses y estilo de escritura. El lulz se había transformado en un modelo de negocio.

Dentro de la base del 77.º Regimiento, todo estaba en marcha. Se colocaba el suelo, se instalaban las unidades de trabajo; los escritorios, vacíos de pertenencias, formaban filas ordenadas en oficinas aún cubiertas de plástico, cinta adhesiva y serrín. La unidad se formó apresuradamente en 2015 a partir de varias secciones antiguas del Ejército Británico: un Grupo de Operaciones de Medios, un Grupo de Apoyo a la Estabilización Militar y un Grupo de Operaciones Psicológicas. Desde entonces, se ha expandido rápidamente.

En 2014, un año antes de la fundación del 77.º Regimiento, un memorando titulado "Guerra en la Era de la Información" circuló por el ejército británico. "Estamos ahora en las primeras etapas de la Era de la Información", anunciaba el memorando. Argumentaba que el Ejército Británico necesitaba librar un nuevo tipo de guerra, una que "tendrá la información como su núcleo". El Ejército necesitaba estar presente en redes sociales, internet y la prensa, comprometido, como decía el memorando, "en la tarea recíproca y en tiempo real de ser los primeros en dar la verdad, refutar las narrativas de otros y, si es necesario, manipular la opinión de miles de personas simultáneamente en apoyo de las operaciones de combate".

Entonces, el negocio del lulz se transformó en geopolítica. En todo el mundo, los ejércitos habían llegado a la misma conclusión que los británicos, y a menudo con mayor rapidez. "Hay una mayor dependencia y un mayor deseo de información", comenzaba la Doctrina Conjunta Aliada para Operaciones de Información de la OTAN, publicada en 2009. Y llegaba a la misma conclusión que el memorando militar británico: las guerras necesitaban una "mayor atención a las Operaciones de Información". En pocas palabras, las operaciones de información debían utilizarse para atacar la voluntad del enemigo. “Por ejemplo, al cuestionar la legitimidad del liderazgo y la causa, las actividades de información pueden socavar su base de poder moral, separando al liderazgo de sus partidarios, políticos, militares y públicos, debilitando así su deseo de continuar y afectando sus acciones”, explica el documento.

Rusia también participó en la acción. La Primavera Árabe, las revoluciones en varios estados postsoviéticos, la ampliación de la OTAN: cada uno de estos factores había socavado el deteriorado edificio del poder ruso. Rusia contaba con un gran ejército convencional, pero eso parecía importar menos que en el pasado. El Jefe del Estado Mayor ruso, Valery Gerasimov, comenzó a replantearse las funciones de un ejército. La guerra, argumentó en un artículo para Voyenno-Promyshlennyy Kurier (La Revista de la Industria Militar), era ahora “híbrida”, difuminando las fronteras entre guerra y paz, entre lo civil y lo militar, entre lo estatal y lo no estatal. Y había otra difuminación también: entre la fuerza y ​​las ideas. La “lucha moral, psicológica, cognitiva e informativa”, como la expresó Gerasimov, se convirtió en el eje central de la lucha contra los conflictos.

Ahora conocemos cómo es la guerra de información rusa. Moscú ha construido un aparato que abarca desde los grandes medios de comunicación hasta los rincones más remotos de la blogosfera, desde el presidente de la Federación Rusa hasta el humilde bot. Al igual que los primeros hackers que buscaban atención, sus técnicas son una mezcla de lo muy visible y lo muy secreto, pero a una escala mucho mayor.

Mucho menos visible para Occidente, sin embargo, fue el estallido de otros escenarios de guerra de información fuera del ámbito anglosajón. Gerasimov tenía razón: cada uno era un caso de límites difusos. Era guerra de información, pero no siempre llevada a cabo solo por militares. Provenía del Estado, pero a veces también incluía a numerosos actores no estatales. Principalmente, era llevada a cabo por autocracias y, a menudo, se dirigía internamente, contra los propios habitantes del país.

Un artículo de Harvard publicado en 2017 estimó que el gobierno chino emplea a dos millones de personas para escribir 448 millones de publicaciones en redes sociales al año. Su objetivo principal es mantener las discusiones en línea alejadas de temas políticos delicados. Marc Owen Jones, investigador del Instituto de Estudios Árabes e Islámicos de la Universidad de Exeter, expuso miles de cuentas falsas de Twitter en Arabia Saudita, que "ensalzaban al gobierno saudí o a la política exterior saudí". En Baréin, surgió evidencia de operaciones similares al spam, cuyo objetivo era impedir que los disidentes se encontraran o debatieran temas políticamente peligrosos en línea. En México, se estima que existen 75,000 cuentas automatizadas, conocidas localmente como Peñabots, en honor al presidente Enrique Peña Nieto, que inundan las etiquetas de protesta con ruido irrelevante y molesto, ocultando cualquier información útil.

La desinformación y el engaño han formado parte de la guerra durante miles de años, pero en todo el mundo, algo nuevo estaba comenzando a suceder. La información se ha utilizado durante mucho tiempo para apoyar las operaciones de combate, pero ahora se consideraba que el combate se desarrollaba principalmente, a veces exclusivamente, a través de ella. De ser una herramienta de guerra, cada ejército comenzó a comprender que la lucha con, por y a través de la información era la esencia misma de la guerra. Y no se limitaba a Rusia, China o cualquier otro país. Ha estallado una guerra informativa global. Decenas de países ya lo están haciendo, y estas son solo las campañas que conocemos.

Sobre sus hombros, los soldados de la 77.ª Brigada llevan un pequeño parche azul redondo que rodea a una criatura dorada y gruñona que parece un león. Llamada A Chinthe, es una bestia mítica birmana que usaron por primera vez los Chindits, una fuerza guerrillera británica e india creada durante la Segunda Guerra Mundial para proteger a Birmania del avance del ejército japonés. Un ejército irregular, los Chindits se infiltraron profundamente tras las líneas enemigas en incursiones impredecibles, destruyendo depósitos de suministros y cortando las conexiones de transporte, con el objetivo de sembrar la confusión tanto como la destrucción.

No es casualidad que la 77.ª lleve el Chinthe sobre sus hombros. Al igual que los Chindits, son un nuevo tipo de fuerza. Una poco ortodoxa, pero a ojos del ejército británico también una innovación necesaria. Simplemente refleja el mundo en el que vivimos y el nuevo tipo de guerra que se desata en él.

Esta nueva guerra plantea un problema que ni la 77.ª Brigada, ni las fuerzas armadas, ni ningún estado democrático han logrado resolver aún. Es fácil descubrir cómo engañar al público extranjero, pero mucho más difícil saber cómo proteger al nuestro. Ya sea la participación de Rusia en las elecciones estadounidenses, el Brexit, el envenenamiento con novichok o las docenas de otros casos que ya conocemos, los casos se acumulan. En la guerra de la información, la ofensiva supera a la defensa casi por diseño. Es mucho más fácil difundir mentiras que convencer a todos de que son mentiras. La desinformación es barata; desacreditarla es caro y difícil.

Peor aún, este tipo de guerra beneficia más a los estados autoritarios que a los democráticos liberales. Para los estados y las fuerzas armadas, manipular internet es trivialmente barato y fácil de hacer. El factor limitante no es técnico, sino legal. Y, a pesar de los excesos de la inteligencia occidental, sigue operando en entornos legales que tienden a restringir considerablemente dónde y con qué amplitud se puede desplegar la guerra de la información. China y Rusia no tienen tales obstáculos legales.

Quizás la única solución verdadera al problema sea dotarnos a todos de las habilidades necesarias para protegernos de la guerra de la información. Pero lleva tiempo. Lo que se pudiera enseñar nunca estaría a la altura de lo que se puede hacer. Las posibilidades tecnológicas, tal como están las cosas, superan fácilmente la comprensión pública.

El Chinthe se construía a menudo en las entradas de pagodas, templos y otros lugares sagrados para protegerlos de las amenazas y peligros que acechaban en el exterior. Hoy en día, ese lugar sagrado es el propio internet. Las amenazas contra él están mucho mejor financiadas y son más potentes, desde el lulz hasta el spam y la guerra de la información. La era de la guerra de la información apenas comienza.

Carl Miller es director de investigación del Centro para el Análisis de las Redes Sociales y autor de La Muerte de los Dioses: La Nueva Toma de Poder Global.