domingo, 20 de marzo de 2022

La economía argentina durante el conflicto

A 40 años de Malvinas, cómo fue la verdadera economía de guerra que enfrentó la Argentina: causas y consecuencias

El plan del ministro Roberto Alemann para ordenar las cuentas fiscales y mantener una buena relación con los acreedores externos se quebró ante el inicio del conflicto en las islas; las tratativas con el FMI, los bancos en Nueva York y la detención de un funcionario por pagar la deuda
Por Martín Kanenguiser || Infobae

El ministro de Economía en 1982, Roberto Alemann

A 40 años del inicio del conflicto, ¿cuáles fueron los ejes de la política económica que intentó llevar adelante el gobierno militar durante la guerra de Malvinas, qué pudo hacer y cuáles fueron las consecuencias de sus acciones?

La primera parte de la pregunta está respondida en un documento que preparó el entonces ministro de Economía Roberto Alemann pocos meses después del final del conflicto armado cuyo 40 aniversario se cumple este año.

En “La política económica durante el conflicto Austral”, presentado ante la Academia Nacional de Ciencias Económicas en 1982, Alemann admitió que, luego de la crisis que determinó el final de la “Tablita cambiaria” de Martínez de Hoz y la fallida experiencia de Lorenzo Sigaut, antes del inicio de la guerra “estaba en marcha una política encaminada a estabilizar la moneda, erradicando de cuajo las fuentes de inflación monetaria, sin alterar el funcionamiento ordenado de los mercados”.

Sin embargo, la operación encarada por el general Leopoldo Galtieri para recuperar poder, “planteó problemas absolutamente nuevos e imprevistos”, señaló el economista, que falleció en marzo del 2020.

“El objetivo principal de la política económica que por entonces consistía en abatir la inflación para desembocar en la reducción del sector público, cedió después del 2 de abril a la necesidad de preservar las reservas monetarias. El Banco Central contaba con activos externos de alrededor de USD 5.000 millones, pero las reservas disponibles eran considerablemente inferiores”, admitió Alemann, en una referencia que podría ser asimilada al presente.

El presidente Galtieri saluda al general Jofré en Malvinas

La primera decisión fue implementar un cepo cambiario al limitar “el mercado de divisas a compras exclusivamente para vencimientos comerciales y financieros con cierta fecha”. La intención, explicó, era contar con “efectivo” para la compra de armamento durante el conflicto.

En materia cambiaria, detalló, trató de demorar la inevitable devaluación generada por el aumento de la desconfianza, hasta que permitió un salto del 25% a principios de mayo, a cambio de colocar derechos de exportación, un instrumento que curiosamente varias décadas después fue reinterpretado como progresista.

En cuanto a la deuda externa, Alemann afirmó que se logró “la renovación de los vencimientos hasta que se superara el conflicto” con el consentimiento de los bancos comerciales, que eran los principales acreedores del país.

En Wall Street consideran que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”

Sin embargo, en Nueva York consideraban que la Argentina fue el primer país en caer en default en los inicios de los 80, aún antes de México, en el inicio de la denominada “década perdida”.

Esto se debe a que el gobierno argentino no le pagó a los bancos británicos por la guerra de Malvinas. A fines de 1981, con una deuda externa pública de USD 20.024 millones que apenas se podía pagar, el gobierno militar se hallaba en pleno proceso de desgaste como producto de la crisis económica y por el lento pero progresivo avance del diálogo político, luego de los años más duros de la represión.

Con urgencia para captar fondos, el ministro partió hacia la reunión anual del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en Cartagena de Indias para acordar la refinanciación de los compromisos de la deuda soberana de 1982.

Heridos luego de una batalla en Monte Longdon (AFP)

El plan oficial consistía en contratar unos USD 3.500 millones en créditos sindicados a largo plazo y renovar otros USD 7.200 millones. Desde el 26 de marzo, ajeno a los planes bélicos del gobierno, el funcionario comenzó a tejer en el Caribe colombiano la delicada operación para sacar a la Argentina de la cornisa de la cesación de pagos.

A cambio, Alemann se comprometió a mantener la deuda pública y a reducir el déficit fiscal en un 2% durante ese año. La realidad rompería con su juramento, ya que a fines de 1982 los pasivos externos del Estado ascenderían a USD 28.626 millones.

Con menos reparos que José Martínez de Hoz para aplicar un programa de ajuste con el objetivo de reducir la inflación, el ministro diseñó un esquema de “racionalización” del gasto público junto con la secretaría de Hacienda, que había intentado la misma tarea sin éxito desde 1976 a las órdenes de Juan Alemann. Así, Alemann dispuso un congelamiento de los salarios y el recorte de los subsidios a las empresas estatales.

Ante el inicio del conflicto, el equipo económico buscó girar las reservas del Banco Central al FMI, el BIS y otros bancos en los que no pudieran ser embargadas

Tras lograr un rápido “compromiso verbal” para la refinanciación de la deuda, el ministro decidió adelantar su regreso dos días con una escala en Bogotá, para arribar el 30 de marzo a Buenos Aires. Sin embargo, las rutas aéreas no favorecieron sus planes y debió penar durante 25 horas entre un avión y otro para llegar al país a través del Brasil.

Finalmente, aterrizó la tarde del jueves en el aeropuerto de Ezeiza, donde, ansioso, lo esperaba Manuel Solanet para explicarle que el enlace de la Fuerza Aérea con el Ministerio de Economía le había anticipado la noche anterior que el 2 de abril habría novedades importantes en relación con las islas del Atlántico Sur.

Al tanto de la operación militar, en Hacienda se le ordenó al presidente del Banco Central, Egidio Ianella, que girara las reservas internacionales del Banco Central que estaban depositadas en el Banco Central de Inglaterra y en los bancos comerciales de los Estados Unidos. El nuevo destino sería el Banco Internacional de Pagos de Basilea, el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la Reserva Federal de Nueva York, lejos del alcance de un eventual embargo británico.

Margaret Thatcher

Agotado por el extenso viaje desde Colombia, Alemann le dijo a Manuel Solanet en el aeropuerto que nada pasaría en relación con Malvinas y que necesitaba dormir una siesta en su casa para recuperar fuerzas. A las 19, su colaborador lo despertó por teléfono para reafirmar sus temores, pero Alemann volvió a pedirle calma, hasta que a la una de la mañana del viernes convocaron al ministro a una reunión de urgencia del gabinete nacional a las 7 de la mañana en la Casa de Gobierno para analizar una invasión que él desconocía.

Enojado y confundido, Alemann sintió que en un instante su castillo de naipes se derrumbaba: la ansiada lucha contra el déficit y la inflación dejaban paso al gasto militar como prioridad de la política económica.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales

Mientras el ministro tomaba conciencia del cambio de escenario, Ianella se aseguraba de que la operación de rescate de las reservas resultara “prácticamente” exitosa, ya que aún restaban 50 millones de libras esterlinas que por cuestiones operativas sólo podrían ser liberadas el viernes 2 de abril. El Ministerio de Economía aprovechó la lentitud del gobierno británico para reaccionar —la premier Margaret Thatcher presuntamente se había enterado de la operación militar argentina a través de la inteligencia norteamericana la madrugada del viernes e impuso el control de capitales recién el sábado— para salvar ese dinero remanente.

Sin embargo, puertas adentro del sistema financiero inglés quedarían congelados durante toda la guerra unos USD 1.450 millones de residentes argentinos, incluidos 70 millones pertenecientes a la comisión de compra de armas de la Armada Argentina, que un integrante de esa fuerza aún menos informado que Alemann se olvidó de retirar.

En la economía de guerra, Alemann limitaría la compra de divisa para evitar la fuga de capitales, el mercado cambiario volvería a desdoblarse, el peso se devaluaría, crecerían las retenciones a la exportación y se adoptarían otras medidas impositivas para enfrentar el crecimiento de los recursos militares, que consumieron USD 450 millones de gasto corriente, más los fondos destinados a la compra de aviones.

Ronald Reagan con Alexander Haig

A pesar del apoyo retórico del sector privado a los planes del ministro, la fuga de un 4% de los depósitos totales del sistema financiero local registrada durante la primera semana de abril demostró los nervios del mercado ante la guerra contra la principal potencia marítima del planeta.

Mientras los argentinos retiraban sus depósitos de los bancos en Buenos Aires y obligaban al BCRA a bajar los encajes para combatir la situación de iliquidez en el mercado, en pleno corazón del conflicto bélico la administración militar lograba mantener cierta confianza en la población de las islas.

En este sentido, la gobernación militar prometió no incautar los bienes de los kelpers y de mantener la estabilidad, a través de un régimen bimonetario con un tipo de cambio fijo (a 20.000 pesos por cada libra malvinense) instaurado luego de un viaje de un funcionario de Economía a Puerto Argentino a mediados de abril, cuando la mediación diplomática del gobierno norteamericano, conducida por Alexander Haig, ya había fracasado.

El ministro Alemann no aceptó las posturas más duras del gobierno militar, pero aceptó suspender los pagos de la deuda, reconociendo una situación de default de facto que estaba latente por la falta de recursos del país

Mientras tanto, con el apoyo de sus aliados de la OTAN y de la Comunidad Económica Europea, Gran Bretaña dispuso el congelamiento de los fondos argentinos y el embargo de las importaciones de origen nacional. En la Argentina el sector más duro de la Junta Militar pidió como represalia la confiscación de los bienes británicos.

Alemann no aceptó, pero sin dudarlo suspendió el pago de los vencimientos de capital de la deuda externa para preservar el nivel de reservas del Banco Central, generando una reacción de histeria entre los banqueros de todo el mundo. Si bien el ministro aseguró que la medida se basaba en el contexto bélico, sus colaboradores más estrechos sabían que la guerra permitiría esconder un default que estaba latente, porque no había dinero más que para pagar uno o dos meses de vencimientos.

El Lloyds Bank del Reino Unido era el principal acreedor individual del país y la Argentina había tomado una buena parte de sus créditos a través de préstamos sindicados, que todos los bancos cobraban a través de una sola ventanilla. Si no cobraba uno, no cobraba nadie.

Alemann comprendió entonces la ineficacia de los mensajes a distancia y viajó a una reunión del Fondo Monetario Internacional en Helsinki, donde el 12 de mayo intentó sin demasiado éxito obtener el respaldo del titular del organismo, el francés Jacques de Larosiére, para lograr un programa de asistencia con la complicada promesa de continuar con un ajuste. Desanimado, dejó Finlandia y comenzó sin pausa una gira por Zurich, París y Nueva York para ofrecerles a los acreedores privados no británicos la posibilidad de cumplir en forma efectiva con los vencimientos del pago de intereses a través de una cuenta en la Unión de Bancos Suizos (UBS). En forma paralela, se habilitaría una escrow account para asentar los compromisos con los bancos ingleses sin pagarles, hasta que Londres levantara las sanciones contra el país.

Un soldado argentino

Esta solución se le ocurrió al abogado Richard Davis, socio del estudio neoyorquino Weil, Gothsam & Manges, ex subsecretario de Finanzas del Tesoro durante la administración de James Carter y experto en sanciones económicas internacionales, contratado por el Ministerio de Economía por el temor a que el gobierno de Reagan cediera a la presión de Thatcher de embargar los bienes argentinos en territorio norteamericano.

En realidad, Davis sólo se limitó a recomendarle al gobierno argentino una fórmula parecida a la que utilizaron los iraníes durante la toma de los rehenes en la embajada de los EEUU en Teherán, para eludir el congelamiento ordenado por el Tesoro en aquel entonces. Davis comenzó su trabajo con una visita a Buenos Aires, antes de que las tropas inglesas llegaran al Atlántico Sur, en la que sugirió reducir al mínimo los incentivos de los bancos para declarar un default formal.

Mientras el represor Alfredo Astiz se rendía sin presentar combate en las Georgias del Sur, el ministro se tranquilizó cuando los bancos no británicos se resignaron a aceptar la propuesta argentina, que hasta recibió elogios del Tesoro de los Estados Unidos.

Un juez ordenó la detención del presidente del BCRA Julio González del Solar por autorizar el pago de la deuda argentina a los bancos extranjeros, un hecho que generó nervios importantes en Nueva York

Sin embargo, puertas adentro del país, Alemann tuvo que soportar la reacción antisemita de algunos integrantes de la Junta Militar, indignados por los fuertes vínculos del estudio Weil, Gothsam & Manges con la comunidad judía de Nueva York.

El 14 de junio de 1982 los militares argentinos se rindieron ante sus pares británicos en Puerto Argentino. La dictadura sellaba su suerte en forma definitiva a costa de la muerte de 649 soldados argentinos en una guerra que Galtieri buscó ganar con la ilusión de recibir la ayuda de los Estados Unidos.

Junto con la derrota en el campo de batalla, el país acumulaba al final de la guerra unos USD 2.000 millones de atrasos en el pago de la deuda que debió empezar a renegociar al día siguiente de la rendición en el Atlántico Sur.

Sin embargo, Alemann afirmó que “los mercados funcionaron normalmente y las medidas de política económica contribuyeron a su mejor funcionamiento, excepción hecha con el comercio y con los pagos al exterior, donde las sanciones injustas de otros países nos obligaron a responder puntualmente sin afectar el crédito argentino en el exterior ni el funcionamiento de la economía argentina en su conjunto”.

Raúl Alfonsín (Télam/jcp)

Luego de aquella trágica experiencia en Malvinas, Galtieri renunció y asumió Reynaldo Bignone, en una gestión desordenada desde el punto de vista económico, con continuas negociaciones con los acreedores para salir del default.

El 4 de octubre de 1983, 26 días antes de los comicios que marcaron el retorno democrático y el ascenso de Raúl Alfonsín al gobierno, el presidente del Banco Central, Julio González del Solar fue detenido cuando regresaba de Washington acusado de “traición a la patria”, por disposición de Oscar Pinto Kramer, un juez de Río Gallegos que se hizo eco del enojo de la Fuerza Aérea porque el gobierno había tomado a Aerolíneas Argentinas como caso testigo para la reestructuración de la deuda de las empresas públicas, de acuerdo con el programa de asistencia firmado a principios de ese año con los bancos del exterior.

El 21 de septiembre los pilotos militares habían expresado su “unánime desagrado por la forma en que se renegoció la deuda de Aerolíneas”, mientras González del Solar y el ministro de Economía, Jorge Wehbe, le rogaban al comité de acreedores que postergaran el ultimátum contra la Argentina, debido a que el gobierno no había cumplido con sus pagos en todo el año.

El juez basó la orden de detención del titular del Central en dos cláusulas del acuerdo: una que otorgaba una garantía oficial para la reestructuración y la otra que cedía la competencia para resolver cualquier diferencia judicial a los tribunales extranjeros.

Con cierto temor por la decisión judicial, el steering committee postergó su intimación al gobierno. El 6 de octubre González del Solar fue liberado por decisión de la Cámara Federal, que acusó a Pinto Kramer de colocar al país “al borde de un default”, que en realidad ya tenía más de un año de vigencia en términos prácticos y que, en los hechos, se prolongaría casi una década más hasta que la Argentina firmó el plan Brady a principios de la década del 90.


martes, 8 de marzo de 2022

Veteranos de ambas naciones se reúnen en Buenos Aires a 40 años del conflicto

Histórico: A 40 años de Malvinas, veteranos ingleses llegaron a Buenos Aires a visitar a sus pares argentinos

En un clima fraternal y emotivo, compartieron una misa y un almuerzo en escenarios porteños; las actividades continuarán mañana en la provincia

Teresa Sofía Buscaglia || LA NACION


El veterano argentino Luis Pugay y el inglés Geoffrey Cardozo, en la Iglesia Anglicana Catedral San Juan Bautista, durante la misa en honor a los caídos || Alejandro Guyot


La cita era a las 9.30 en punto y lo que se pronosticaba como una mañana lluviosa fue un comienzo a pleno sol. En las escalinatas de la Iglesia Anglicana Catedral San Juan Bautista, en pleno microcentro porteño, veteranos argentinos de la Guerra de las Malvinas esperaban en círculo la llegada de la delegación de veteranos ingleses que, por primera vez en la historia, los venían a visitar. Vestían trajes oscuros, corbatas de colores radiantes y medallas que colgaban del bolsillo en reemplazo del pañuelo. Con un apretón de manos y amplias sonrisas, recibieron a los británicos, que se presentaron vestidos con la misma elegancia. Varias mujeres también formaban parte de este círculo mayormente masculino.

Al cumplirse 40 años del inicio de la Guerra de las Malvinas, por primera vez se organizó en forma conjunta un homenaje a los caídos de ambos países. La iniciativa fue de la asociación civil La fe del centurión, una agrupación de laicos que, desde hace seis años, acompaña a los veteranos y sus familias, a los familiares de los caídos y de los fallecidos en posguerra. “Este encuentro es un gesto para el mundo”, dijo Daniel Dotonzaro, coordinador de la entidad.

Si bien desde hace muchos años, excombatientes de ambos países se han reunido sin formalidad, es la primera vez que lo hacen de manera planificada y con representantes de ambos gobiernos, con un mutuo deseo de compartir y aliviar el dolor por las heridas que dejó la guerra en ambas sociedades. Suicidios, enfermedades, trastornos mentales y adicciones fueron algunas de las muchas consecuencias que marcaron las vidas de quienes combatieron en las islas y hoy, en un ámbito religioso, rezaron por ellos.


Alan Ward y Juan Bautista Vilca Condomí, dos veteranos que se encuentraron por primera vez en la recepción de la Iglesia Anglicana San Juan Bautista
|| Alejandro Guyot

La primera actividad de la mañana, antes de la misa, fue compartir una recepción con café, medialunas, scones, y otros platos dulces y salados para que ambos grupos pudieran confraternizar. Muchos de ellos ya se habían visto el jueves pasado en un encuentro en la embajada británica y se saludaron con confianza. Otros ya se conocían de antes, pero la mayoría mantenía una distancia respetuosa. El idioma era también una barrera para quienes no sabían hablar ambos, pero siempre había alguien, dentro de los grupos, que traducía.

El encuentro tiene un cronograma de dos días, en los que también compartirán un retiro y un asado en Luján. Hoy, a las 10.30 comenzó la misa con un desfile de la Guardia Escocesa de Buenos Aires portando ambas banderas, acompañado por las gaitas. Junto a ellos, ingresaron religiosos de los credos católico y anglicano, quienes se alternaron para hacer llegar sus mensajes de paz y unidad. Todos mencionaron su preocupación por la guerra en Ucrania y pidieron por el cese del fuego.

La música fue también protagonista de este encuentro. Argentinos e ingleses cantaron el Himno Nacional Argentino y todas las canciones, en ambos idiomas, hablaban de la paz. Al finalizar, nuevamente ambos grupos cantaron el himno, pero esta vez de Inglaterra, todo con un ánimo de respeto e intención de que todos se sintieran bienvenidos. Los veteranos eligieron sentarse libremente y, en varios casos, podía verse a un argentino y un inglés charlando en el mismo banco. Los acompañaron representantes de las Fuerzas Armadas, organizaciones biculturales y miembros de la embajada británica.


La ceremonia por los caídos de ambos países en la Guerra de Malvinas comenzó con un desfile de la Guardia Escocesa de Buenos Aires || Alejandro Guyot

El gran impulsor

Geoffrey Cardozo fue el gran impulsor de este encuentro, del lado inglés. Este capitán tuvo a cargo el entierro de los soldados argentinos fallecidos que yacían en las islas al finalizar la guerra y se ocupó personalmente de que cada uno tuviera los honores que merecía. En estos años, se ganó el respeto y el amor de toda la sociedad argentina, y trabaja mucho por la paz y la unión entre ambos países “como siempre fue”, dijo. Llamó a este encuentro “Vuelo hacia la amistad y la paz”, y se lo veía sonriente como anfitrión de sus colegas y compatriotas.

Junto a él, Luis Puga, veterano argentino condecorado por su heroísmo, resaltó que “las Fuerzas Armadas son para defender, nunca para atacar. Porque conocimos la guerra, amamos la paz”. Ambos sellaron esta ceremonia con un apretón de manos que humedeció los ojos de quienes los rodeaban.

Al terminar la ceremonia, los veteranos de ambos países junto a sus familiares estaban mucho más mezclados que al principio. Se reían, el clima era distendido, saludaban a la gente que se había sumado a la misa. Héctor Tessey, quien fue jefe de batería en el Grupo de Artillería 3, en Puerto Argentino, expresó con tristeza que no podrán “visitar el cenotafio de Pilar porque hay algunos excombatientes que no quieren permitirlo” y lamentó que también entre ellos haya divisiones. Asistió acompañado por su mujer, la reconocida antropóloga Rosana Guber, quien tiene numerosos escritos académicos acerca del conflicto de las islas.


Grupo de veteranos de Malvinas, argentinos e ingleses, en el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, de Palermo || Alejandro Guyot

Sue Warner se paseaba por todos los grupos, de la mano de su marido y con una amplia sonrisa. Hoy es su cumpleaños y estaba feliz con esta celebración en la Argentina. Era la enfermera del buque hospital Uganda y atendió a más de 700 soldados, entre ellos, muchos argentinos. Se encontró con su colega argentina Silvia Barrera, enfermera del buque hospital Almirante Irízar.

Al mediodía, el almuerzo los esperaba a todos en el Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, en Palermo. Al llegar, la Banda Militar se presentó y les contó a todos la historia del regimiento. Inmediatamente, bajo un sol radiante y rodeados de una arboleda centenaria, los músicos interpretaron marchas tradicionales y explicaban su significado. Una voluntaria traducía simultáneamente y los veteranos escuchaban con emoción; sus cuerpos adoptaban, espontáneamente, la posición de formación. Civiles y militares ya eran un solo grupo y paseaban con distensión por los salones del histórico edificio.

James Pollock, veterano de la Guardia Irlandesa, combatió en Tumbledown y fue muy reconocido por su actuación en la guerra. Llegó al país antes que todos, junto a su mujer, Zara. Recorrieron la Patagonia y disfrutaron mucho de su primera visita. “Todos estamos contentos. Había mucha ansiedad por saber qué pasaría, pero fue mejor de lo imaginado”, expresó Zara, mientras visitaban junto a veteranos argentinos las caballerizas del regimiento.


Una visita a las caballerizas del Regimiento de Granaderos a Caballo General San Martín, otra de las actividades
|| Alejandro Guyot

A las 15 en punto. partieron los micros con ambas delegaciones hacia Luján, donde harán un retiro hasta mañana. Allí tendrán charlas y disfrutarán de una gala criolla con asado, música folklórica y la presencia de historiadores que les contarán el origen de nuestras tradiciones. Mañana, además, se celebrará un homenaje a los caídos en el Regimiento de Mercedes y terminarán su día con una misa abierta al público en la Basílica de Luján.

Teresa Sofía Buscaglia

miércoles, 2 de marzo de 2022

Asalto aerotransportado: Mikado inspirado en Entebbe

Funciones que son particularmente vitales - Operación Mikado

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En el apogeo de la Guerra de las Malvinas en mayo de 1982, los británicos propusieron una incursión del Servicio Aéreo Especial (SAS) en un aeródromo ubicado en el extremo sur de Argentina.



Un C-130K de la Royal Air Force


Titulada Operación Mikado, hay una buena razón por la cual la incursión no continuó. Ningún avión podría llevar las bolas necesarias para escapar con éxito de esta misión.

Retrocedamos. La Guerra de las Malvinas, la recuperación británica de sus islas del Atlántico Sur por el mar por parte de las fuerzas argentinas, duró dos meses y medio en 1982. Por coincidencia, se produjo un nuevo amanecer en el puente aéreo táctico en esta época, como el concepto de lo que se podía lograr con un transporte (como digamos, un Hércules C-130) estaba cambiando. Desde la Segunda Guerra Mundial, el transporte aéreo táctico se había mantenido como un medio para ganar ventaja sobre un enemigo en el campo de batalla (lanzar paracaidistas desde la línea del frente) o reabastecer unidades distantes (especialmente aquellas atrapadas en los bolsillos del territorio enemigo). Pero todo eso cambió en 1976.

Ese año, terroristas palestinos secuestraron un avión de Air France y lo obligaron a ir al aeropuerto de Entebbe en Uganda. Los israelíes organizaron un esfuerzo de rescate (sobre el que escribiré en otra publicación) con cuatro C-130 Hércules, entregando un equipo de tropas de fuerzas especiales que combatieron a los soldados y secuestradores ugandeses en la terminal del aeropuerto, y rescataron a los rehenes. Cuatro años después, Estados Unidos intentó replicar esta hazaña en una escala mucho más ambiciosa en Irán, con la Operación Garra del Águila. Para rescatar a 60 rehenes retenidos en su antigua embajada en Teherán, los EE. UU. Utilizaron seis C-130 para entregar 120 operadores de Delta Force y su comitiva, junto con fragmentos de combustible, a un sitio llamado Desert One en medio de Irán (otro tema para otra publicación de blog). En Desert One, los Deltas serían descargados en helicópteros Marine RH-53, que serían reabastecidos y enviados a Teherán para el rescate. Los meses de preparación no llegaron a nada en Desert One cuando la misión fue abortada después de que uno de los RH-53 se descompuso, y el desastre se desarrolló cuando otro RH-53 entró en un C-130, matando a ocho militares estadounidenses. Sin embargo, por sus propios méritos, el elemento C-130 de la Operación Garra del Águila, que había volado por debajo de la red de radares de Irán, cumplió sus objetivos y escapó (de lo contrario) sin ser detectado, fue posiblemente un éxito y demostró la audacia que fue posible con meses de planificación, la inteligencia correcta y un poco de ayuda de los países vecinos.

Estas redadas tuvieron una consecuencia más duradera que el rescate de rehenes (o el intento de los mismos). Alimentaron la imaginación de los gobiernos de todo el mundo, que ahora dieron testimonio de los efectos de las incursiones aerotransportadas de precisión que se lanzan a largas distancias en el corazón de una potencia extranjera, produciendo efectos a nivel estratégico. El éxito de tales incursiones en el futuro mejoraría aún más con la introducción de gafas de visión nocturna de segunda generación como el PVS-5 (no utilizado en Entebbe) a las potencias occidentales a principios de la década de 1980; y la introducción de sistemas de contramedidas de guerra electrónica en los aviones de transporte. Ambas características dieron a las tripulaciones la capacidad de volar más bajo bajo una capa de oscuridad e intentar evitar la detección de radar, logrando algún elemento de sorpresa al asaltar un objetivo.



Viaje al fondo de la tierra: la ruta británica para retomar las Malvinas.

Pocos podían esperar entonces que la invasión de abril de 1982 de las Islas Malvinas por parte de la junta militar gobernante de Argentina fuera el escenario para un ataque aéreo táctico decisivo. Pocos fuera del establecimiento británico esperaban algún esfuerzo para retomar las islas. Incluso la Fuerza de Tarea de la Royal Navy que zarpó para reclamar las Malvinas tuvo cierto grado de precaución sobre su éxito. Su cubierta aérea provendría de sistemas de misiles a bordo de barcos y de los cazas Sea Harrier lanzados desde los portaaviones HMS Hermes e Invincible, los pequeños jets de salto aún se están introduciendo en servicio. Su oposición fue un total de 240 aviones enviados por el ejército argentino, desde combatientes supersónicos y aviones de ataque, hasta aviones de apoyo aéreo y helicópteros de tropas. No menos preocupante era una armada de aviones de transporte y vigilancia, que se utilizaron para reabastecer a la guarnición argentina en las Malvinas, o acechar a la Fuerza de Tarea de la Marina Real a través del Atlántico Sur. Una serie de aeródromos a lo largo de la costa sur de Argentina les permitió llegar fácilmente a las Malvinas, garantizando a las fuerzas desplegadas allí cierta cobertura aérea. Desde el mar, la Armada de Argentina optó sabiamente por no enviar su portaaviones al conflicto (una decisión reivindicada por el Royal Navy que hundió al general ARA Belgrano con relativa facilidad), dejando que sus aviones de ataque a bordo se lanzaran desde el aeródromo de Río Grande extremo más meridional del continente argentino. Aquí había una flota de A-4 Skyhawks (más tarde utilizada para realizar ataques de bombardeo de bajo nivel contra la flota de la Royal Navy) y un puñado de Dassault Super Etendards, este último capaz de disparar el misil antibuque Exocet. La Royal Navy en sí estaba equipada con Exocets lanzados al mar, y la posibilidad de que los aviones argentinos los lanzaran desde una distancia de 70 km creó temor en sus corazones.

Un Super Etendard de la Armada argentina, con un Exocet visible debajo del ala de estribor. Los primeros cinco de los 14 Super Etendards para Argentina se entregaron en 1981 y todavía estaban en integración con el Exocet cuando estalló la guerra. En 1984, se entregaron los nueve aviones restantes.

A pesar de la ventaja de la placa base, los brazos aéreos de Argentina enfrentaron varias desventajas durante todo el conflicto. La captura de las Malvinas tomó por sorpresa a muchas unidades militares argentinas. La Armada de Argentina todavía estaba lanzando la introducción del Exocet a su Super Etendard, y poseía solo cinco misiles que podían lanzarse por aire. Francia estaba convencida de cortar el suministro de más misiles, lo que llevó a Argentina a buscar rápidamente Exocets adicionales a través de Perú (que finalmente fueron negados por Francia). Mientras tanto, los Skyhawks confiaron en un método altamente arriesgado para lanzar una línea de bombas "tontas" a bajo nivel y alta velocidad para hundir barcos. Sin el uso de su portaaviones, la Armada de Argentina confió en solo dos aviones cisterna KC-130 para dar a sus Super Etendards y Skyhawks el alcance para atacar a la Fuerza de Tarea de la Royal Navy. Sobre las Malvinas, los jets rápidos de la Fuerza Aérea solo podían brindar minutos de cobertura durante cada misión, o también llevar a cabo ataques con bombas tontas.


Un Super Etendard argentino tomando combustible de un KC-130

La realidad de la amenaza que enfrenta la Fuerza de Tarea fue clara el 4 de mayo de 1982, cuando un misil Exocet golpeó al HMS Sheffield. La ojiva en el Exocet no detonó, pero el daño del impacto causó que la nave se hundiera seis días después. La Fuerza de Tarea no tenía dudas de que si un misil golpeara a uno de los portaaviones, especialmente al buque insignia, el HMS Hermes, y los sacara de la acción, la guerra se perdería.


HMS Sheffield después de ser golpeado por un Exocet

El mismo día que el HMS Sheffield fue herido de muerte, se produjo un desarrollo importante en Inglaterra. Un transporte Hércules C-130K, que había sido equipado apresuradamente con una sonda de reabastecimiento de combustible aire-aire, logró su primera conexión nocturna desde un camión cisterna. La modificación de la sonda fue parte de un esfuerzo furioso dentro de la Royal Air Force (RAF) para extender el alcance de su flota en respuesta a la Guerra de las Malvinas. El aeródromo amistoso más cercano estaba en la Isla Ascensión en el medio del Atlántico, a una distancia considerable de los aeródromos amistosos más cercanos en Inglaterra y Gibraltar. El rango de vuelo para los aviones de la RAF necesitaría extenderse aún más para llegar a las Malvinas, ya sea para ayudarlos a recuperarlos o para mantenerlos después de la guerra. Una posibilidad muy distante para la RAF consistía en un ataque contra el continente argentino.

La inclusión de una sonda de reabastecimiento de combustible en el C-130K demostraría ser un instrumento vital en una posible incursión contra Argentina que, de llevarse a cabo, sería uno de los ataques más audaces de la historia. Hasta ahora, la comunidad de inteligencia británica había liderado los esfuerzos para negarle a Argentina el misil Exocet en el mercado negro. Asimismo, se realizaron esfuerzos diplomáticos en Francia para evitar cualquier posibilidad de que más exocetos encuentren su camino a Argentina.


Ayudado por Roger Moore en la película de 1983 de James Bond "Octopussy".

Después del golpe en el HMS Sheffield, cuatro Exocets lanzados al aire permanecieron en el arsenal argentino. Una incursión de bombardeo de alto nivel al estilo de Black Buck por un vulcano en Río Grande demostraría ser demasiado vulnerable para la tripulación, sin garantía de la destrucción del Exocet en el suelo. Peor aún, casi no existía inteligencia sobre la disposición de la Armada argentina en Río Grande. La mejor vía para la retirada del conflicto de Exocet sería mediante una incursión de las fuerzas especiales entregada por un transporte. Poco después de que estalló la guerra, el Escuadrón No. 47 de la RAF comenzó a prepararse para esta posibilidad con un régimen de vuelo nocturno C-130K Hércules.

La incursión se tituló Operación Mikado, e involucraría a dos (y luego solo uno) Hércules C-130K que entregarían hasta 60 tropas desde el Escuadrón SAS B al aeródromo de Río Grande por la noche. Las prioridades del Escuadrón B eran triples: buscar y destruir a los Exocets; destruir cualquier avión de la Armada argentina que encontraron; y, si es posible, encuentre a los pilotos en sus bloques de alojamiento y matarlos.


Un C-130K de la Royal Air Force

Los pilotos del C-130K entrenaron duro. Se practicó la formación de dos aviones volando a bajo nivel durante la noche, realizando ensayos en los campos de aviación de la RAF en Inglaterra y Escocia. Hay una descripción fantástica de los ensayos aquí, incluidas entrevistas con uno de los navegantes y pilotos del C-130K. En mi investigación limitada, no puedo encontrar evidencia sobre si la aeronave estaba equipada con algún receptor de advertencia de radar o equipo de gafas de visión nocturna durante el entrenamiento o inmediatamente antes de la redada (y agradecería cualquier consejo) Cualquiera de los sistemas hubiera sido esencial para mejorar Las posibilidades de éxito de la redada.

La planificación y los ensayos para la Operación Mikado continuaron, pero se presentaron varios factores clave. Si bien los C-130K podrían reabastecerse de combustible, mantener a los petroleros Victor en la estación para un viaje de regreso a la Isla Ascensión los dejaría peligrosamente cerca de Argentina. Sin la posibilidad de un vuelo de regreso, los C-130K tendrían que abandonarse en Río Grande o volar a la vecina Chile (unos 80 km al oeste). Otro factor limitante fue la falta de inteligencia crucial en Río Grande. Ambos problemas se manifestaron en la Operación Plum Duff, un precursor de Mikado que buscaría construir una imagen más clara del objetivo.


Un Seaking de la marina real

El 17 de mayo, un Royal Navy Sea King fue despojado para ser una "lata de gas volador" y enviado desde la flota, con la misión de entregar un equipo de observación SAS a un lugar cerca de Río Grande. El éxito de la misión es discutible. Según esta cuenta, el Sea King fue detectado en el radar, y los combatientes argentinos fueron enviados a interceptarlo. Sin embargo, una fuerte neblina protegió al Sea King, y por pura suerte su tripulación descargó la patrulla SAS no en el punto de entrega acordado (que estaba repleto de infantes de marina argentinos) sino en la frontera con Chile. El Ministerio de Defensa del Reino Unido nunca reveló el destino final de esta patrulla, que se cree que partió de la frontera con Argentina. Mientras tanto, la tripulación del Sea King destruyó su helicóptero y evadió al ejército chileno durante más de una semana antes de ser capturados y devueltos al Reino Unido. Para una cuenta de esta misión, revise estas memorias de la tripulación.

El papel de Chile durante estos eventos demostró públicamente que se había convertido en una especie de socio silencioso para los británicos en las Malvinas. Dejando de prestar apoyo explícito, el trato de Chile a la tripulación del Sea King fue bastante hospitalario, y los vuelos de reconocimiento de Nimrod volaron desde el aeródromo de San Félix, propiedad de Chile, en el Océano Pacífico. Es especulativo sugerir que la RAF habría empleado el Nimrod R.1 de San Félix para volar a lo largo de la frontera entre Chile y Argentina, pero existe un fuerte argumento de que este podría haber sido el caso. Las ganancias de ELINT de este avión, especialmente en la construcción de una imagen de la cobertura de radar de Argentina, serían demasiado buenas para perderse.

Con este escrutinio, Argentina seguramente debe haber visto que Río Grande estaba en la mira. Ya habían intentado acercar la guerra al enemigo con la Operación Algiceras, una incursión de comando utilizando minas de lapa en los barcos en el puerto de Gibraltar, que estuvo terriblemente cerca del éxito. En su propio territorio, la amenaza a Río Grande fue suficiente para que tres batallones de marines argentinos estuvieran estacionados para defender la base aérea contra cualquier ataque, superando abrumadoramente cualquier fuerza que los británicos pudieran desembarcar allí, incluso por sorpresa.

La responsabilidad de la redada sería con el Escuadrón B de SAS, y si los riesgos no fueran evidentes para ellos, entonces la falta de inteligencia sobre el terreno sí lo era. Los israelíes habían lanzado Entebbe con planos arquitectónicos de la terminal aérea donde estaban retenidos sus rehenes, mientras que los estadounidenses sistemáticamente construyeron una imagen de su embajada capturada en Teherán. A falta de inteligencia satelital proporcionada por los Estados Unidos, no existía tal imagen de Río Grande para los británicos. El brigadier Peter de la Billière, director de la SAS, había defendido la redada poco después de que estallara la guerra al Ministerio de Defensa y al Primer Ministro como esenciales para la seguridad de la Fuerza de Tarea. El mayor John Moss, comandante del Escuadrón B, estaba menos convencido de su posibilidad del éxito de la redada, lo que llevó a su reemplazo sumario en el equipo. En la Isla Ascensión, el Escuadrón B de SAS esperó con la RAF C-130K la orden de llevar a cabo el ataque, que tendrá lugar entre el 19 y el 23 de mayo.



El plan ahora requería que se lanzara un solo C-130K desde Ascensión a la hora del día con un equipo de hasta 55 soldados SAS y Land Rovers en su bodega de carga. Durante un vuelo de 12 horas a través del Atlántico Sur, el C-130K repostaría hasta cuatro veces en camiones cisterna Victor (que probablemente requerirían reabastecimiento de combustible) antes de descender a la altura de la cima de las olas para acercarse a la costa argentina bajo una capa de oscuridad. La combinación de largas horas pasadas en la parte posterior del Hércules durante el reabastecimiento de combustible aire-aire, y una inserción táctica de bajo nivel volada durante más de 100 km, significaron que las tropas SAS habrían sido sometidas a uno de los paseos más incómodos de la historia de Hércules.



Suponiendo que el C-130K no hubiera despertado los radares argentinos durante su ingreso, el transporte rugiría sobre la ciudad de Río Grande mientras su población dormía. Al aterrizar en la Pista 25, el Hércules arrojaría inmediatamente su carga de tropas SAS desde las puertas exteriores y la rampa de carga, desplegándose alrededor del avión para proporcionar una cubierta protectora. Los maestros de carga habrían desencadenado a toda prisa los Landrovers de la cubierta de carga (tal vez incluso antes del aterrizaje) y descargado los vehículos a través de la rampa durante una ruidosa descarga del motor. La planificación inicial requería que el C-130K permaneciera en el aeródromo durante 30 minutos durante la redada y recogiera las tropas después de que se completara su misión (o incluso que el avión fuera abandonado), pero el Escuadrón B dejó a la tripulación de la RAF sin duda - ellos harían su propio camino a casa. A medida que el Escuadrón B asaltaba los hangares y bloques de alojamiento de Río Grande, los maestros de carga del C-130K yacían boca abajo en la rampa, mirando el tiroteo a través de gafas de visión nocturna y dirigiendo a la tripulación de Hércules mientras atacaba el impulso inverso a lo largo de la pista de aterrizaje de Río Grande. Una vez que hubiera suficiente distancia disponible en la pista, la tripulación del C-130K seleccionaría la potencia delantera completa y despegaría, volando la distancia restante hacia la seguridad en Chile. En total, el C-130K pasaría menos de cinco minutos en suelo argentino, y marginalmente más tiempo en su espacio aéreo. Mientras tanto, el Escuadrón B llevaría a cabo su misión y luego se abriría camino hacia la frontera con Chile.

Pero la llamada al lanzamiento nunca llegó. El desembarco anfibio en las Malvinas comenzó el 21 de mayo. El 25 de mayo, se cree que la Armada argentina pasó dos Exocets en el hundimiento del SS Atlantic Conveyor, que transportaba una carga útil esencial de helicópteros y equipos de construcción de pistas para los británicos. Sin embargo, gran parte del daño a la Royal Navy Task Force se produjo a manos de ataques de bajo nivel de aviones de ataque argentinos que entregaban bombas no guiadas, y estos aviones sufrieron un alto costo. A pesar de algunos temores de que podrían verse abrumados, los Sea Harriers de la Royal Navy se habían demostrado un luchador notablemente moderno y capaz en defensa de la flota, sin mencionar que proporcionaron un poco de apoyo aéreo cercano durante los aterrizajes. Una vez que los británicos aceptaron el plan para insertar el SAS en Río Grande por el C-130K, en su lugar se trasladaron a una inserción submarina, con los asaltantes cubriendo la última distancia en un bote inflable. Si bien Río Grande está cerca del agua, el SAS aún habría tenido que abrirse paso a través de las defensas de la base antes de que pudieran hacer su daño, y luego llegar a un lugar seguro, a pie a Chile, o en lancha auxiliar al submarino. La misión se practicó en las Malvinas, pero fue reemplazada por el fin de la guerra.

Si la Operación Mikado hubiera seguido adelante, entonces es fácil esbozar dónde habría encontrado el fracaso. El malogrado comandante del Escuadrón B de SAS, el mayor John Moss, luego fue a Río Grande después de la guerra y consideró que la redada habría sido suicida. Sin tener en cuenta los tres batallones marinos en Río Grande, el equipo de SAS se habría enfrentado a aviones fuertemente vigilados (y dispersos), una perspectiva difícil de matar a los pilotos argentinos en sus camas, y una búsqueda de dónde estaban exactamente almacenados los Exocets. Luego tendrían que cubrir la distancia restante hasta una frontera hostil con Chile, alterando así un delicado equilibrio diplomático aquí. Aún más difícil de predecir es el grado de éxito que Mikado habría logrado; sin duda, habría destruido varios aviones argentinos y causado una pérdida considerable de vidas que habría arrojado resultados sobre las Malvinas. Suponiendo que el Hércules llegó a Río Grande sin ser detectado (las unidades de radar de la RAF insistieron en que detectaron los C-130K durante los ensayos), habría sido una larga espera de cinco minutos en el suelo en Río Grande para salir ileso.


Actividad de la Royal Air Force en Ascension Island

La Guerra de las Malvinas aún resultó fructífera para los C-130K de la RAF. Junto con los transportes VC-10, fueron fundamentales para formar un puente aéreo desde Inglaterra a la Isla Ascensión (y más tarde a las propias Malvinas) que vio más de 3,250,000 libras de carga transportada por aire durante las primeras etapas de la guerra. A lo largo de la guerra, Hércules equipado con tanques de combustible adicionales hizo lanzamientos aéreos a la Fuerza de Tarea de la Royal Navy, justo a través de las naves cuando cerraron en las Malvinas.

Hoy, la Royal Air Force ha ganado y perdido muchas capacidades que poseía durante las Malvinas. La flota de Nimrod se fue, eliminando cierto grado de protección de fuerza para una flota de superficie, y pasará otro año antes de que se entregue el RC-135 para proporcionar una capacidad de recolección ELINT. Por el contrario, los C-130K de la RAF se desarrollaron a pasos agigantados en el rol de operaciones especiales, y cuentan con un considerable historial de servicio en los últimos años en Libia, Irak y Afganistán. En comparación con 1982, el C-130K hoy está equipado con una torreta de sensores infrarrojos, cámaras de televisión y contramedidas para derrotar a los misiles guiados por infrarrojos entrantes. Los equipos están bien versados ​​en el uso de gafas de visión nocturna para volar a bajo nivel al amparo de la oscuridad. A pesar de su talento, el C-130K ha envejecido con el tiempo y el uso intensivo, y pronto será retirado del servicio. El soporte de operaciones especiales se dejará al C-130J, al menos hasta 2022, cuando la RAF espera retirar su flota de modelos J. A partir de entonces, todo el puente aéreo táctico se convertirá en el dominio de 22 transportes Atlas A400M.

Es cierto que un Atlas podría haber enviado una fuerza bastante intimidante a Río Grande, pero tengo mis dudas de que, en el clima económico de hoy, se hubiera arriesgado en una pista de aterrizaje hostil durante cinco minutos.