jueves, 16 de diciembre de 2021

ARA Santa Fé: La experiencia de combate del enfermero

Enfermero en Guerra: Relato Tripulante ARA Santa Fe en Malvinas






El Snorkel


Esa madrugada del 25 de abril de 1982 luego de desembarcar el grupo que quedaría en Georgias, a cargo del Capital Lagos, nos dirigíamos a la salida de la Bahía para continuar con nuestra nueva misión. A unos minutos (50’ o 60’), fuimos atacados por un grupo de helicópteros Westlan Wasp que disparaban y hostigaban, girando en nuestro alrededor en forma constante. De guardia en la vela del buque estaban los cabos Felman y Muracioli. Al comenzar el ataque se reúnen inmediatamente y en forma voluntaria los cabos: Giglihone, Mareco, Macías, Silva y Bustamante. Quienes tenían la tarea de proveer material y municiones al personal de la vela.
 
Esa madrugada del 25 de abril de 1982 luego de desembarcar el grupo que quedaría en Georgias, a cargo del Capital Lagos, nos dirigíamos a la salida de la Bahía para continuar con nuestra nueva misión. A unos minutos (50’ o 60’), fuimos atacados por un grupo de helicópteros Westlan Wasp que disparaban y hostigaban, girando en nuestro alrededor en forma constante.
De guardia en la vela del buque estaban los cabos Felman y Muracioli. Al comenzar el ataque se reúnen inmediatamente y en forma voluntaria los cabos: Giglihone, Mareco, Macías, Silva y Bustamante. Quienes tenían la tarea de proveer material y municiones al personal de la vela.

El Cabo Macías:

Macías, como así el resto de este personal que estaban en la vela, eran responsables, de repeler el hostigamiento que los ingleses ejercían sobre el submarino.
En ese momento un misil ingresa en la vela generando múltiples esquirlas de las cuales una de ella impacta en la pierna derecha de Macías, produciéndole una herida.
Cuando me avisan de la situación, me dirijo inmediatamente al compartimiento baterías de popa; en ese instante lo traían a Macías, el que recostaron en una de las mesas del comedor.
Al hacer la inspección del cuerpo, veo una gran herida traumática, a la altura de la rodilla derecha, en realidad era una amputación total del miembro derecho.
Había que actuar inmediatamente, calmando el dolor: las ampollas de morfinas la tenía el Cabo Milano en la heladera.
También con sabanas estériles, vendé y cubrí la pierna, cohibiendo así la hemorragia. Para culminar colocándole una veclisis, en realidad una vía permeable para tener acceso a cualquier tipo de medicación y reponer en la sangre perdida.
Al terminar con estos 1° auxilios, colocamos a Macías sobre una cama del dormitorio. El Sr. 2° comandante da la orden de abandonar el buque, sacamos una camilla recostando al paciente y sujetándolo con las correas, había que sacarlo por el tambucho del compartimiento.
En el desembarco de Macías, ayudaron la gallina Ruiz, el peludo Alfaro, y no recuerdo quienes otros, se que habían más personas que me ayudaron a sacarlo, si alguno recuerda espero me lo hagan saber.

Saliendo del Submarino:

Al sacar a Macías por el tambucho, se nos presento la 1° dificultad, que era sortear y esquivar las tablas del pequeño muelle de la estación científica donde quedo el buque, que estaban todas deterioradas por los disparos de los ingleses.

A correr:

Una vez en tierra y con la ayuda del personal que estaba desembarcado, llevamos a Macías en camilla, corriendo hacia la casa, unos 200 o 300 mts. bajo el fuego de los ingleses.
Logramos llegar a la casa de los científicos (Shacketon House), donde había una pequeña enfermería, colocando a Macías en un sillón articulado, similar a un sillón de odontología.
Otra dificultad que se nos presento era que no, había suministro de energía en la casa, así es que Ruiz, se encargo de que tuviéramos energía en la enfermería.
En la enfermería, encontré material para realizar el acto quirúrgico: Ya estaban conmigo evaluando al paciente el Dr. Gatica Cirujano y el Suboficial anestesista Barrionuevo.
Cuando teníamos todo listo comenzó la operación.

Detalles:

Barrionuevo, realizo la anestesia peridural, controlando permanentemente al paciente.
El Dr. Gatica comenzó a operar, había que realizar cortes y emparejar la herida, también había que suturar arterias y venas para cohibir la hemorragia; para luego cerrar y dejar el muñón en optimas condiciones.
Finalizada la operación, trasladamos a Macías a una habitación contigua, donde quedo en reposo, permaneciendo a su lado permanentemente.
Habiendo concluido la operación; observo a través de la ventana un gran despliegue por parte de los ingleses: un helicóptero desembarcaba toda una batería de elementos para levantar un quirófano de campaña. No estaban enterados que Macias ya había sido operado.

Traslado de prisioneros:

Todos los prisioneros: Grupo de Davidof; Grupo que quedaría a cargo de Georgias; Grupo Los lagartos; y los tripulantes del submarino Santa Fe. Todos fuimos embarcados en el buque petrolero RFA TIDESPRING. A75.
Macías fue trasladado una vez prisionero a la fragata Playmmond y el dia 28/04 fue embarcado con el resto de los prisioneros en el TIDESPRING.
Macías fue alojado en un óptimo compartimiento donde le brindaban todo tipo de atención. También allí recibió la primera curación luego de la operación; estaban presentes médicos ingleses, el Dr. Gatica, el Cap. Bicain y yo.
Con el transcurso de la navegación, fuimos autorizados junto a los prisioneros a subir a la cubierta. Allí Macías comenzó a usar los bastones canadienses.
Todos los días los ingleses, me trasladaban al compartimiento donde estaba Macías. Allí realizaba su baño; higiene personal; y confort, también desayunábamos, recuerdo que charlábamos mucho hasta que se hacia la hora de regresar a mi alojamiento junto a mis compañeros en la bodega.

Isla Ascensión:


 

Al llegar a destino la Isla Ascensión, desembarcamos, nos acompaño un oficial helicopterista inglés (ver foto). Allí nos fichaban, tomaban fotos individuales y entregaban documentación para el embarque que nos llevaría a Uruguay, en realidad fue el último contacto que tuvimos con los ingleses.

El Traslado:

Embarcamos en un avión de la KLM de línea holandesa, tramitado por la Cruz Roja Internacional. Que nos llevo al Aeropuerto de Montevideo. Allí nos trasladaron en un micro que nos llevo, al puerto donde nos espera el Buque Escuela PILOTO ALSINA, de la Armada Argentina que nos llevo a Bs. As., allí una ambulancia del Hospital Naval traslado a Macías quedando internado.


De regreso en el ARA Piloto Alsina

Bs. As. Mar del Plata.

Recuerdo que el grueso del grupo embarcamos en micros que nos trasladaron a Mar del Plata. Era tarde cuando llegamos a la Base Naval, allí nos recibió el oficial de guardia Tte. Isola.

En casa.

Al llegar a casa, fue una gran sorpresa, me esperan: mi esposa; hijos mis padres, amigos y vecinos, fue una linda bienvenida…



Desde Córdoba, Alberto Macías y desde Ushuaia Capital de Malvinas, Arnaldo Funes

Este recuerdo está compartido y consensuado por mi amigo ALBERTO MACIAS.
Doy gracias a todos los submarinistas argentinos, amigos, camaradas y a personas que compartieron este relato.
Arnaldo Funes
Suboficial Enfermero Submarinista
Veterano Guerra Malvinas
Tripulante submarinos ARA Santa Fe


martes, 14 de diciembre de 2021

Héroe de Malvinas: Sargento Primero Mateo Sbert (EA)

Héroes de Malvinas, Héroes de la Patria: Sargento Primero Mateo Sbert

Padre de tres hijos, generoso, solidario y alegre. El sargento primero Sbert murió el 31 de mayo de 1982 en el combate de Top Malo House, dejando su vida a cambio de la de sus compañeros.
Fuente


Mateo Sbert nació en la localidad de San Pedro, Buenos Aires, el 7 de mayo de 1949 e ingresó a la Escuela de Suboficiales Sargento Cabral del Ejército Argentino en 1967. Dos años después ya era cabo del arma de Ingenieros. En 1974 ascendió al grado de sargento y en 1977 fue destinado al ex Instituto Geográfico Militar, donde realizó el Curso de Técnico del Servicio Geográfico. Cuando obtuvo el grado de sargento primero ya era un experimentado comando.

Sbert disfrutaba el pasar tiempo con su familia y amigos, en las reuniones él siempre era el centro, el animador y el infaltable. Según sus compañeros de promoción admiraban de él su capacidad de liderazgo, de responsabilidad, de voluntad de progreso y superación, era “un fuera de serie como militar”. Para el año 1982, ya con 33 años, estaba casado con Yurhema Elisa Sibona y tenía tres hijos. Tres hijos que lograron despedir a su padre con amor, solo ocho días antes de que cayera en el combate de Top Malo House, cubriendo a sus compañeros.

El 22 de mayo de 1982 se conformó la Compañía de Comandos 602, allí fue convocado el sargento primero Mateo Antonio Sbert, junto a otros 53 oficiales y suboficiales de élite que conformaron esta subunidad, que días después se trasladó a las Islas Malvinas.

La noche del 28 de mayo los comandos, ya en Malvinas, habían recibido la orden de adentrarse 40 kilómetros delante de la primera línea de batalla argentina para informar sobre el desembarco de los ingleses en San Carlos. Al pie del monte Simons después de una ardua marcha, los soldados ascendieron con dificultad y desde la cima pudieron informar que divisaban un corredor de helicópteros enemigos. Esa noche nevó y durmieron sobre la turba.



Al día siguiente, Sbert junto a los 12 hombres de elite, emprendieron la difícil vuelta. Tomaron rumbo hacia Fitz Roy, a 25 kilómetros al sur de Puerto Argentino, donde estaba la tropa argentina más próxima. Ya oscurecía cuando cruzaron el arroyo Malo, empapados hasta la cintura y helados, divisaron un puesto ovejero. Hicieron un alto y se refugiaron en la casa de chapa y madera. A la mañana siguiente, cuando apenas amanecía, alguien alertó: "¡Ingleses! ¡Ahí vienen!". Los marines británicos se acercaban.

Los comandos argentinos evacuaron el galpón combatiendo, resistiendo el ataque mientras retrocedían, fue entonces que el sargento primero Sbert, gritó por sobre el sonido de los M72 LAW antitanque y de los fusiles lanzagranadas M-79. Pudo ver, bajo un intenso fuego enemigo, que Medina, uno de sus camaradas, había sido alcanzado por las esquirlas de una granada y el impacto de un proyectil en una de sus piernas. Fue así como decidió disparar entre las explosiones para que su compañero pudiera replegarse y así alcanzar la zanja donde el resto de los comandos argentinos daban batalla. ¡Yo te cubro!, alcanzó a gritarle Sbert, antes de caer abatido por el fuego inglés.

La granada explotó a metros de Sbert, y la onda expansiva tiró su cuerpo hacia atrás con violencia. "Estaba intacto, la explosión lo había destrozado por dentro, murió defendiendo a sus camaradas y le salvó la vida a Medina", recordó el entonces capitán José Verseci.
El Sargento Primero Mateo Antonio Sbert hasta hace 2 años era uno de los 122 soldados que no habían podido ser identificados durante 36 años. Yacían bajo una placa que rezaba Soldado Argentino solo Conocido por Dios, hasta que la causa impulsada por el Veterano Julio Aro, permitió identificar y llevar un poco de paz a más de 110 familias de Héroes caídos durante la Guerra de Malvinas.

Las autoridades correspondientes le informaron a la familia que el cuerpo del sargento primero descansa en Darwin en la tumba D.A.4.10.
Post mortem y por proteger voluntariamente el repliegue de sus camaradas cuando integraba una patrulla de exploración adelantada, y ante la defensa sobre un ataque notoriamente superior en efectivos y materiales, al sargento primero Sbert le fue otorgada la Cruz de “La Nación Argentina al heroico valor en combate”.

lunes, 6 de diciembre de 2021

FAA: Entrevista al piloto de Dagger Carlos "Talo" Moreno

El primer combate de la Fuerza Aérea en el día de su Bautismo de Fuego fue una "pelea de perros:" Su protagonista, Carlos Alberto "Talo" Moreno relata esa misión y varias otras. El valor y el miedo, los que fueron al frente y los que arrugaron, y decenas de otros tópicos en un testimonio único para la Historia.

martes, 30 de noviembre de 2021

Philippi, Blake, la Ardent y un encuentro que fue el inicio de una hermosa amistad

Los tres axiomas de un admirador del Barón Rojo


Al desatarse la guerra, el capitán de corbeta Alberto Philippi era el segundo jefe de la Base Aeronaval Río Grande. Pero un aviador que había bautizado a su hijo Manfred, en honor al Barón Rojo, - von Richthofen, - no se iba a quedar detrás de un escritorio. Al igual que el legendario as de la aviación alemana (1892-1918) estaba dispuesto a morir en combate. Y más allá del apellido italiano y del argentinísimo sobrenombre "Mingo", este hijo de inmigrantes alemanes y nieto de un combatiente de la Primera Guerra Mundial ostentaba las clásicas características teutonas que tanto le sirvieron en el conflicto de Malvinas: disciplinado, ordenado, estricto, eficaz. Pero aún más clave fue su religiosidad sin fisuras.
Incorporado voluntariamente al Escuadrón de Skyhawk A4Q, aquel 21 de mayo despegó rumbo al Estrecho de San Carlos con los tenientes Arca y Márquez de numerales. Un rato después los seguirían Sylvester, Rótolo y Lecour.
Ya en Malvinas el terceto comenzó a descender sobre la Isla de los Pájaros. Las condiciones meteorológicas eran totalmente adversas: lluvia, techos bajos y visibilidad de apenas una milla. Lo cual significaba que una fragata podía lanzarle sus misiles mucho antes de que los pilotos la vieran. Lejos de desistir, Philippi ordenó conectar el master de armamento. Pasaron por el Cabo Belgrano, que lucía negro y amenazador, y antes de llegar a San Carlos divisaron los mástiles de una fragata detrás de una roca. Y la fragata los divisó a ellos, precipitándose a navegar a toda potencia hacia el centro del estrecho.



Mingo echó una última mirada al tablero. De las 5300 libras de combustible que cargaba el avión, necesitaba 5000 para ir y volver. Sólo le quedaban 300 libras para atacar y escapar. Iba al límite absoluto del JP1 y no se había previsto reabastecimiento en vuelo.
Philippi ordenó dispersarse a sus numerales, para atacar desde distintos ángulos y al mismo tiempo complicarle a los brits la selección del blanco. El jefe de la escuadrilla fue el primero en impactar, tras lo cual escuchó la voz de Arca: «¡Muy bien, señor!”. Le había dado a la Ardent en la popa. Los aviadores navales arrojaron sus doce bombas MK82 en reguero y comenzaron el escape.
Sin embargo, al ser atacada, la fragata había emitido todas las alarmas posibles y los dos aviones de su escolta, que la sobrevolaban a 10 mil pies de altura – y que habían fallado en su misión de prevenir el ataque - se lanzaron en picada sobre los argentinos. “¡Harrier,Harrier!” se escuchó la voz de Márquez.
-¿Cómo estabas en ese momento?
-Con la adrenalina y el oxígeno al cien por ciento.
Philippi ordena eyectar las cargas externas que los demoran: tanques auxiliares y lanzadores de bombas. “Después de eso, el A4 se convierte en una mariposa”, me dice.
Pero el Sidewinder L se muestra como implacable cazamariposas. Haciendo maniobras evasivas, Philippi observa que uno de los Harrier le dispara precisamente ese misil. El proyectil lo sigue por espacio de algunos segundos y explota debajo del avión volándole la cola. El A4Q tiembla y se encabrita. El piloto se da vuelta y ve que el Harrier se está acomodando para rematarlo con sus cañones. “Me dieron, me eyecto, estoy bien”, avisa lacónicamente por radio a sus camaradas.
El manual del Skyhawk dice que hay que eyectarse a 150 nudos por hora, con las alas estabilizadas. “Hacerlo a 350 nudos te puede arrancar un brazo, o la cabeza”, me explica. Sin embargo, no quedaba otra, y Philippi tiró de la manija entre sus piernas. De los ocho aviones en servicio del Escuadrón, seis tenían el cohete eyector vencido. Por suerte, este funcionó igual.
Estrellarse contra el aire a esa velocidad le provocó un desmayo. Cuando recuperó el conocimiento, estaba cayendo en paracaídas, inclinado hacia delante, viendo bajo sus pies el estrecho de San Carlos y alrededor suyo el combate entre aviones argentinos y británicos. Su primer pensamiento fue dar gracias a Dios.
El golpe contra el agua fue durísimo. Afortunadamente, el paracaídas se recostó sobre las olas y lo arrastró hacia la costa. Cerca de ella se desembarazó de la tela y comenzó a nadar, pero debió luchar denodadamente contras las “kelps”; algas o cachiyuyos, que dieron nombre a los pobladores anglos de Malvinas (ver foto debajo sobre los kelps en el estrecho de San Carlos).



Llegó tan agotado, que tuvo que salir del agua gateando, no podía pararse. Muy cerca se encontraba escorado el mercante Río Carcarañá, que los ingleses atacaron el 16 de mayo, abandonado por su tripulación. Tirado exhausto en la arena veía pasar aviones de combate. El de Márquez había explotado en el aire, mientras que el de Arca, averiado, se dirigía hacia Puerto Argentino. A todo esto, Sylvester, Rótolo y Lecour habían rematado a la Ardent. Cuando recuperó el aliento, con su cuchillo de caza Puma White Hunter (ver foto debajo) cavó un pozo de zorro para pasar la noche. Cada tanto, el frío lo obligaba a levantarse y se calentaba haciendo más profundo su refugio.



Alrededor de las dos de la mañana activó su señal de radio de emergencia, para que pudieran rescatarlo los efectivos propios. Pero al ser detectada por los ingleses, estos abrieron fuego contra el Río Carcarañá. Y los tiros cortos caían cerca de Philippi, quien decidió ponerse en marcha. Iba de cerro en cerro activando la señal. Desde uno de ellos vio al buque mercante despidiendo humo negro; lo habían convertido en un colador. Pasó la noche siguiente en un galpón de esquila. Con el revolver de supervivencia Smith & Wesson calibre 38 (ver foto debajo) mató una oveja y la asó en un fuego que prendió con su pistola de señales.



Al tercer día, el 24 de mayo, avistó tres vehículos y les hizo señales apelando al espejo de supervivencia. Le pareció ver un jeep Mercedes Benz y dos Unimog del Ejército, pero al acercarse comprobó que se trataba de un Land Rover y dos tractores: eran kelpers. “Esto viene mal”, pensó, y reemplazó las balas luminosas de su revolver por balas de plomo. Se tranquilizó empero al ver que el principal del grupo le tendía la mano sonriente.
-Soy un piloto argentino derribado el día 21 y quiero volver con mi gente. Si nos ponemos de acuerdo, bien, y si no, sigan su camino, y yo seguiré el mío.
-Lo vamos a ayudar. Usted es una persona de suerte. En esta zona, totalmente deshabitada, nosotros pasamos sólo un día cada seis semanas, para hacer rotación de ganado. Y hoy nos tocaba.



Quien así le respondió resultó ser Tony Blake, administrador de la estancia North Arm, de cien mil hectáreas de extensión. A partir de ese momento Philippi fue tratado a cuerpo de rey. Lo instalaron en el dormitorio del dueño, se bañó con jabón perfumado, fumó cigarrillos Rothmans, tomó whisky del mejor y degustó los exquisitos scones preparados por la esposa de Tony. “Me trataron igual que si fuera un piloto británico”, se admira.
Más aún, Philippi encontró en Blake un alma gemela; tenían las mismas pasiones: la caza de puma, ciervo y jabalí, la pesca de trucha con mosca, el golf, ambos eran fanáticos radioaficionados y fotógrafos, y hasta poseían idéntica cámara, la Canon A1.
A la mañana siguiente, Blake lo llevó a conocer la estancia y a sus empleados. Uno de ellos, conocido por su furibundo odio a los argentinos, al ver Philippi, se llevó la mano a la cintura debajo del abrigo. Blake se quedó helado, pensó que sacaría un arma para matar al piloto.
El capataz, en cambio, extrajo una petaca de brandy y propuso brindar por dos razones:
“Porque usted se salvó, y por su día nacional, que se celebra hoy».
Cuando al rato arribó el helicóptero de rescate argentino, despidiéndose, todos lloraban.
-Mingo, ustedes estuvieron menos de 24 horas juntos, ¿cómo es que se pudo generar un afecto tan entrañable?
-No tiene explicación.
Tony Blake le mandó un autito Matchbox al hijo de Philippi, Manfred, de tres años. Y la esposa del kelper, la receta de los scones a Graciela Philippi.
La mujer del piloto, desde su casa aledaña a la Base, había visto despegar seis aviones y regresar sólo tres. Sin embargo, al darle la noticia de que su marido estaba desaparecido, el jefe del Escuadrón le dijo: «Arca vio un paracaídas. Si era el de Mingo, conociéndolo, te aseguro que va a aparecer”. Efectivamente, siete días después Graciela lo tenía entre sus brazos.
Tony Blake visitó a Philippi en la Argentina, y hasta llevó una ofrenda floral al cenotafio de Puerto Belgrano, demostrando un gran sentimiento por nuestros caídos.
Philippi, en cambio, a pesar de la insistencia en invitarlo de su amigo kelper, sostiene que iría a Malvinas de una sola manera: “Por la puerta grande, en un avión de la Armada”.
-¿Mingo, qué es lo que te permitió sobrellevar tamaña odisea, a los 43 años, con todo en contra, si ni siquiera saliste con el avión del comandante, que tenía navegador?
-El buen adiestramiento, desde ya. Pero sobre todo los tres axiomas que me acompañaron siempre. Son tres párrafos de la Biblia: "Ayúdate y Dios te ayudará", "Ni una hoja cae si no es la voluntad del Señor" y "Dios es mi pastor, nada me faltará. Aunque ande en el valle de sombras de muerte, no temeré mal alguno, Tú estarás conmigo…". Esas palabras retumbaban en mi cabeza.
-¿En esos momentos difíciles?
-En todos los momentos, la vida entera, hasta el día de hoy. Y Dios siempre apartó el daño que aparecía por delante, siempre me despejó el camino.
Conocí a Philippi cuando lo evacuaron a Puerto Argentino. Obviamente quise entrevistarlo, pero se negó. Años después lo crucé en Bahía Blanca y dijo que me debía esa nota. Hoy ya no me la debe…

(c) Nicolás Kasanzew