martes, 17 de septiembre de 2019

Diplomacia: Francia le dice basta a UK por sus pedidos de información

Malvinas secreta: cuando Francia le dijo basta a Margaret Thatcher

En abril de 1982 los británicos descubrieron que se encontraban huérfanos de información sobre las fuerzas armadas argentinas. Debían recolectar todos los datos posibles de sus aliados. Francia contaba con la información sobre los aviones Mirage con misiles aire-aire Matra, y los Super Etendard con sus mortíferos Exocet. En secreto, comenzó el flujo de información sensible sobre estos sistemas de armas y se realizaron ejercicios entre aviones británicos y franceses
Por Alejandro Amendolara || Infobae




"Alló, Monsieur President", fue el saludo de Margaret Thatcher a François Mitterrand al responder su llamado telefónico al anochecer del sábado 3 de abril de 1982. "Le estoy llamando para expresarle mi solidaridad. No deseo que piense que Francia, como amiga cercana y vecina, no está con Usted", le respondió el mandatario francés.

Luego de que la Primera Ministra británica le agradeciera la comunicación y le comentara sobre el difícil momento que atravesaba su país, Mitterrand expresó: "Quiero que usted sepa que si hay algo que podamos hacer para ayudar, nos gustaría hacerlo. Por supuesto, sé que Gran Bretaña es lo suficientemente grande para encontrar sus propias soluciones a este problema. Pero es importante que usted sepa que otros comparten su oposición a este tipo de agresión".

El ofrecimiento de ayuda francés fue como música para los oídos de Thatcher. Este parecía ser un primer paso promisorio en la relación entre ambos países durante el conflicto de Malvinas. Francia era proveedor de armas del régimen militar argentino, y la inteligencia militar se encontraba ansiosa en obtener la mayor información posible.

En sus memorias Los Años de Downing Street, Margaret Thatcher recordaría esta conversación:
 "Estuve especialmente agradecida al presidente Mitterrand quien, junto con los líderes del Viejo Commonwealth, estuvo entre los incondicionales de nuestros amigos y quien me telefoneó personalmente el sábado para comprometer su apoyo. (…) Nunca olvidé la deuda que teníamos con él por su apoyo personal en esta ocasión y durante la crisis de las Falklands".


Unos años después de finalizado el conflicto, el por entonces Ministro de Defensa británico, John Nott, describió en su libro Here Today, Gone Tomorrow la manera en que se materializaría ese apoyo: "De muchas formas, Mitterrand y los franceses fueron nuestros más grandes aliados. En años anteriores nosotros habíamos equipado a la Armada Argentina con destructores, mientras que los franceses les habían suministrado aviones Mirage y Super Etendard. Los buques, especialmente el Belgrano, y los aviones estaban equipados con modernos misiles Exocet". (Nota del autor: el crucero ARA General Belgrano no contaba con misiles Exocet, sino que en una acción de engaño en 1978 se habían instalado cajoneras de madera simulando los lanzadores de estos misiles).

En su informe del 30 de junio de 1982 al Foreign Office sobre la actitud de Francia en relación al tema Malvinas, el embajador británico en París, John Fretwell, señaló: "La reacción inicial del gobierno francés fue admirable. Mitterrand ordenó inmediatamente el apoyo total a Gran Bretaña, una orden que se tradujo en la ayuda francesa para establecer el embargo de armas y sobre el comercio de la Comunidad Europea, y en el apoyo francés en la Resolución 502. Recibimos valiosa información práctica de las fuerzas armadas francesas relacionada con la performance de los sistemas de armas franceses en servicio con las fuerzas argentinas. Mitterrand merece el crédito sustancial por esta reacción. Dudo si Giscard (o Chirac) hubieran respondido tan bien".

 
El presidente Mitterrand saludando a la primer ministro Margaret Thatcher en una visita oficial a Francia

No pasó mucho tiempo desde la conversación entre los mandatarios para que el Ministro de Defensa francés, Charles Hernú, actuando sobre expresas instrucciones de Mitterrand, se pusiera en contacto con su colega británico para poner a disposición un avión Super Etendard y un Mirage, de modo que los pilotos de la Real Fuerza Aérea pudieran entrenarse y obtener información valiosa mientras que los buques de la Fuerza de Tareas se dirigía hacia el Atlántico Sur. Los británicos esperaban con ansiedad estos entrenamientos, como también toda la información técnica de detalle sobre el misil Exocet.

El 7 de abril por la tarde, uno de los agregados militares de la Embajada Británica en París fue recibido en persona por Hernú, quien dijo que "haremos todo lo que podamos para ayudarlos en cuanto a información dado que estamos de su lado", ratificando el compromiso asumido por Mitterrand. Luego de esta introducción, el oficial británico fue llevado a otra oficina por dos funcionarios civiles de jerarquía e invitado a formular preguntas. Textualmente fueron las siguientes:

A. ¿Podrían los franceses darnos la lista completa de ventas militares a Argentina y especificar cualquier modificación/limitación impuesta a los sistemas?

B. ¿Cuántos Super Etendard están modificados para portar el AM-39; cuántos misiles poseen y cuál es su estado operacional?

C. ¿Los argentinos, poseen Crotale y/o Roland, y en caso afirmativo, cuántos sistemas y misiles?

D. Radio de acción del Mirage 3 y 5, capacidad de armamento, sistema de navegación de ataque, índice probable de funcionamiento, consumo de repuestos y limitaciones conocidas, y aptitud de los pilotos argentinos si fueron entrenados por los franceses.

Al finalizar la entrevista los funcionarios enfatizaron que su gobierno apoyaba a "les anglais" y que las respuestas estarían listas para el día siguiente a las 19 horas. El oficial británico recalcó que toda la información provista sería tratada con la mayor discreción y que no se revelaría su fuente.

 
Mensaje del 7 de abril de 1982 del Agregado Militar de Defensa en la embajada británica en Francia, dirigido al Ministerio de Defensa, dando cuenta de la reunión en donde se solicitó información sobre armamento suministrado a Argentina

Ese mismo día, el Ministro de Relaciones Exteriores francés, Claude Cheysson obtuvo la ratificación y respaldo del Consejo de Ministros a la decisión de imponer un embargo al suministro de armamentos a Argentina adoptada inmediatamente tras la invasión y que fuera aplicado en especial a los contratos en curso de ejecución en relación a aviones y misiles.

El 9 de abril, Cheysson telefoneó a su par británico, Francis Pym, para expresar su solidaridad con los británicos y comunicarle que estaría disponible en todo momento si se necesitaba llamarlo por teléfono. Pym agradeció el apoyo recibido de los franceses, mencionando especialmente la gratitud de la Primera Ministra por el llamado que había recibido del Presidente Mitterrand el 3 de abril.

Sobre la base de un ejercicio coordinado con anterioridad a la operación militar argentina sobre Malvinas, pero que ahora tomaba vital importancia, se realizó el encuentro entre los aeronaves de ambos países. Las tripulaciones británicas del 1° Escuadrón de Caza podrían entrenar contra los tipos de aviones que probablemente enfrentarían en pocos días. El Armée de l'Air envió dos aviones Mirage III BE a la Base Aérea Militar de Coningsby desde Dijon-Longvic durante la mañana del 22 de abril. Ese día y el siguiente, los Mirage biplaza realizaron varias misiones contra los Harrier GR3, mientras que tres pilotos británicos de Sea Harrier del Escuadrón Aeronaval 809 lograron volar, por turnos, en el asiento trasero de uno de los Mirage. Al menos con ello se les otorgó una oportunidad para evaluar las capacidades de combate del Mirage antes de enfrentarse cara a cara con éste en el Atlántico Sur. También hubo involucrados aviones Super Etendard de la Aéronavale francesa en el entrenamiento, pero no aterrizaron en el Reino Unido, para evitar que ojos indiscretos se percataran de su presencia.

La relación comienza a tensarse

Todo parecía estar en orden entre los dos países. Fluía la información, se realizaban los ejercicios, se mantenían los embargos comerciales y de armamento. Sin embargo, pocos minutos después de las 11 de la mañana del 4 de mayo se produciría un evento que cambiaría la historia y las tácticas de la guerra aeronaval. Un misil Exocet impactaba en la banda de estribor del destructor HMS Sheffield, provocando su hundimiento pocos días después mientras era remolcado hacia aguas más seguras.

Los franceses habían asegurado a los británicos que el mismo 2 de abril sus técnicos recibieron la instrucción de suspender la ayuda a Argentina, y que el sistema de armas Super Etendard–Exocet no se encontraba operativo. En Gran Bretaña, miembros del Parlamento y algunos medios periodísticos comenzaban a plantear dudas sobre la actitud y lealtad francesa, comenzando los primeros resquemores en la relación.

Con ello sucedió lo inevitable. Comenzó a filtrarse información a los periódicos en ambas márgenes del Canal de la Mancha.

El asesor de gabinete del Ministerio de Defensa francés, François Heisbourg, reclamó al agregado naval británico sobre el informe periodístico del The Mail on Sunday del 23 de mayo, titulado "Pilotos Británicos probaron aviones enemigos", detallando la ayuda militar francesa al Reino Unido. Insistió en que el artículo citaba que la información provenía de "una fuente de alto nivel en el Ministerio de Defensa británico", y que era probable que en Francia hubiera una tormenta con esto.

Por otro lado, con las acciones británicas en las islas Georgias del Sur sobre finales de abril, trascendió que el teniente de fragata Alfredo Astiz había sido tomado prisionero. Inmediatamente de conocida la noticia, los franceses solicitaron al gobierno británico su extradición para hacerlo comparecer en los juicios por su participación en la desaparición de las religiosas Alice Domon y Lèonie Duquet. Sin embargo, desde un primer momento, los británicos asumieron que no podrían cumplir con el pedido francés sin violar los Convenios de Ginebra referidos al tratamiento de prisioneros de guerra, por lo que decidieron dilatar su respuesta lo máximo que fuera posible.

 
Carátula de la Carta Rogatoria librada por el Juez Philippe Texier al Gobierno británico con el interrogatorio para Alfredo Astiz en relación al arresto ilegal y secuestro de personas con las religiosas francesas como víctimas

Francia insistió requiriendo la entrega del prisionero, por lo que la demora en obtener una respuesta concreta solo logró tensar aún más la relación que comenzaba a transitar por un camino crítico. Finalmente, debieron conformarse con el envío de un cuestionario para que el prisionero fuera interrogado por la policía militar británica en los cuarteles de Sussex.

Perú entra en escena

Si bien los franceses habían impuesto un embargo a la entrega de misiles Exocet a la Argentina, los británicos realizaron un inmenso despliegue de inteligencia y espionaje a escala mundial tendiente a impedir que más misiles llegaran a manos argentinas. Perú tenía una orden de compra de misiles AM 39 Exocet en firme y pendiente de entrega, y ahora exigía a la fábrica su entrega.

El 13 de mayo, el Agregado de Defensa en la Embajada Británica en París informó al Ministerio de Defensa, en respuesta a un pedido del día anterior, que había confirmado con el gabinete del ministro Hernú que el gobierno peruano había alquilado un avión para recoger en Chateauroux la orden de cuatro misiles AM 39 lista para su entrega.

Los funcionarios del ministerio confirmaron que habían logrado detener el embarque, pero preguntaron por cuánto tiempo se estimaba que duraría el conflicto, ya que se sentían incapaces para demorar la entrega por más tiempo o cancelarla en modo definitivo. Argumentaron que perderían credibilidad como proveedores de armas y que se arriesgaban a un posible aprieto político al mostrar que no confiaban en Perú. Si bien los certificados de usuario final impedían la transferencia de los misiles a otros países, estos funcionarios buscaban justificar que el gobierno peruano sabía bien que si desconocían las condiciones del certificado se arriesgarían a una completa suspensión de entrega de armas en el futuro. Además, aventuraban que con un Secretario General peruano en la Organización de las Naciones Unidas no habría posibilidad para ellos de pasárselos a los argentinos sin comprometer a su persona.

De todas formas, dieron a entender que los misiles serían enviados por vía marítima y que ello sería recién a fines del mes de mayo, lo que claramente justificaba la pregunta sobre la duración del conflicto.

En tanto, el 25 de mayo, el Exocet se cobraría una nueva victoria en el Atlántico Sur. Dos misiles impactaron en el buque portacontenedores Atlantic Conveyor, ocasionando el mayor desastre logístico de la campaña para los británicos. Y la perspectiva que Argentina recibiera más misiles franceses a través de Perú, resultaba inaceptable para Margaret Thatcher.


Un nuevo llamado de Mitterrand

El 29 de mayo el presidente Mitterrand llamó telefónicamente a la Primera Ministra para discutir el problema del contrato de Francia para suministrar misiles Exocet a Perú. Expresó que había demorado el asunto tanto como lo había prometido y que recientemente un buque peruano había llegado a Francia para recibir los misiles pero había sido despedido vacío. Ahora Perú estaba protestando a Francia por el incumplimiento de un contrato firmado, y anticipó que otro buque llegaría el próximo martes.

La Primera Ministra preguntó si había una condición en el contrato de que los misiles no fueran pasados a terceros países. Mitterrand confirmó que éste era el caso y que naturalmente Francia le haría el seguimiento. Thatcher le respondió que tenía buenas razones para creer que Perú estaba ofreciendo amplia ayuda a Argentina y que sería un tema muy serio si los Exocet fueran entregados a Argentina vía Perú. Mitterrand dijo que tenía poca fe en que Perú observara la prohibición de transferencia.

Mitterrand, por su lado, continuó explicando sobre el problema francés ante el incumplimiento de un contrato y sugirió que pasarían varios días antes que los misiles pudieran ser utilizados en contra de los británicos, asumiendo que los peruanos se los transfirieran. Insistió en tener una idea de cuán pronto podría tomar Puerto Stanley, esperando que ello fuera el fin de las hostilidades y que quería –en lo posible- retener la entrega hasta entonces.

Fue entonces que cambió el tono de la conversación. La Primera Ministra expresó su gran preocupación sobre la cuestión y que como estaban hablando por línea abierta, dijo que prefería enviarle al Presidente un mensaje por otros medios.

Concluida la conversación, Margaret Thatcher discutió el tema con varios de sus colegas del gabinete y con el Jefe de Estado Mayor de Defensa. Todos estuvieron de acuerdo en que era esencial que los misiles fueran retenidos por un plazo mayor.

Fue entonces que se decidió enviar un mensaje a París al embajador Fretwell para entregar en forma urgente a Pierre Bérégovoy, Secretario General de la Presidencia, con el pedido de que se pusiera inmediatamente en conocimiento de Mitterrand. La Primera Ministra había decidido que su mensaje fuera contundente de modo de convencer al presidente que los misiles no debían salir de Francia. El texto fue el siguiente:

Estimado Señor Presidente:

1. Se habrá dado cuenta de lo seriamente preocupada que estaba por su llamado telefónico sobre la posible entrega de misiles Exocet a Perú. Esta tarde discutí el asunto con mis colegas del gabinete más estrechamente involucrados en la disputa de las islas Falklands y con el Jefe del Estado Mayor de Defensa.

2. Debo decirle que todos quedaron consternados ante la perspectiva que Francia entregue estos misiles a Perú cuando, como usted reconoció, no puede dudarse que Perú los transferirá a Argentina. Usted habrá visto desde que hablamos sobre la resolución adoptada en la Organización de Estados Americanos, que específicamente requiere de los Estados parte brindar a la República Argentina el apoyo que cada uno considere apropiado para asistirla en esta seria situación. Perú lo tomaría como una completa justificación para pasar los Exocet que usted propone entregar. Ya han sido empleados con efecto mortífero contra nuestros buques.

3. Entiendo el problema que usted enfrenta en relación al contrato con Perú, pero debo solicitarle con todo el énfasis y urgencia a mi alcance, que encuentre un medio para demorar la salida de estos misiles de Francia al menos por un mes. Naturalmente, preferiríamos que no sean entregados, pero las próximas semanas van a ser particularmente cruciales: no podemos estar seguros de cuán rápido serán las operaciones hacia Puerto Stanley, o si Argentina aceptará un cese del fuego completo, aún si se vieran forzados a retirarse de las Falklands.

4. Quedé muy tranquila cuando usted me dijo en el N° 10 que había decidido que el cumplimiento del contrato de Exocet sería demorado todo lo necesario y, como usted sabe, hemos estado muy alentados por el apoyo incondicional de Francia tanto en público como en privado. Si esto se supiera, como seguramente lo será, que ahora Francia está entregando armas a Perú que seguramente serán pasadas a Argentina para usar en nuestra contra, un aliado de Francia, esto tendría un efecto devastador en la relación entre nuestros dos países. En verdad, tendría un desastroso efecto en toda la alianza. Esto es lo último que cualquiera de los dos desearíamos. En consecuencia, espero enormemente que por el momento usted pueda encontrar alguna forma para mantener estos misiles en Francia.

Con los mejores deseos, Margaret Thatcher.

El mensaje fue entregado inmediatamente, y la dura advertencia de Thatcher logró que Mitterrand se las ingeniara para demorar la entrega de los misiles a Perú hasta julio.

Entrenamiento para defensa de las "Falklands"

Producida la rendición argentina en Puerto Argentino, los británicos aceleraron la planificación de las medidas de defensa de las islas ante la negativa de la declaración formal del cese de hostilidades. Entre esas medidas se encontraba la reparación y prolongación de la pista de la base aérea para permitir la operación de los caza-bombarderos F-4 Phantom. Estos aviones habían sido desplegados a la isla de Ascensión, y ahora aguardaban la finalización de los trabajos en Malvinas para comenzar su despliegue.

La amenaza argentina seguía latente, y en la Real Fuerza Aérea previeron la necesidad de reeditar los entrenamientos con los aviones franceses, esta vez para los pilotos de los Phantom.

El 23 de junio se elevó un requerimiento al Ministerio de Defensa con la idea para calificar un grupo de 16 pilotos en la base aérea de Coningsby, con un mínimo de 8 salidas, idealmente 16, por cada tipo de avión. El avión debería ser representativo de aquellos de primera línea con la misma firma de radar y capacidades de las aeronaves de la Fuerza Aérea Argentina en el teatro. En la consulta al Foreign Office, el ministerio de Defensa solicitaba "opinión sobre las implicancias políticas de estas propuestas, ya que los franceses aún podrían estar algo sensibles como resultado de la nota en The Mail on Sunday sobre su asistencia en suministrar entrenamiento para los Harrier".

El 3 de julio, el Agregado de Defensa Británico en París se comunicó con el general Bernard Capillon, Jefe de Estado Mayor de la Fuerza Aérea Francesa para consultarle "si era posible preparar un destacamento de F4 contra Mirage/Super Etendard en el futuro próximo para entrenamiento de combate aéreo". La respuesta del general francés fue alentadora, "pero debería tener aprobación política", y que tendría que solicitar a la Aéronavale por los Super Etendard, pero que estimaba no habría problemas para arreglarlo.

Tal vez por simple coincidencia, o cumpliendo el presagio de Thatcher en que se sabría públicamente si Francia entregaba armas, mientras que se preparaba la entrega de los misiles Exocet a Perú, el 25 de julio el The Sunday Times publicó un informe de Isabel Hilton en el que se afirmó que expertos franceses prosiguieron mostrando a los argentinos cómo utilizar los misiles Exocet aún después de comenzado el conflicto.

La noticia golpeó duro en la opinión pública y enfureció a las autoridades francesas. El informe revelaba que un equipo de nueve técnicos franceses de Dassault y Aérospatiale había ayudado a la Armada Argentina para preparar para el combate los Super Etendard, colaborando y supervisando los trabajos de alistamiento de los misiles Exocet. Más embarazosa resultaba la mención de que el presidente de Aérospatiale era el general Jacques Mitterrand, hermano del presidente de Francia. "Estoy seguro que el señor Mitterrand nunca se lo habrá dicho a la señora Thatcher, pero en el fondo de su corazón debe haber estado muy, pero muy feliz", declaró un oficial naval argentino a la periodista británica.

 
“Equipo francés ayudó a ajustar los Exocet asesinos”, Informe publicado por “The Sunday Times” el 25 de julio de 1982, que provocó la furia de los franceses

En una entrevista radial el 26 de julio a Geoffrey Pattie, Subsecretario de Estado de Defensa, acerca de la controversia sobre los Exocet, el periodista Chris Lowe formuló una serie de preguntas cuyas respuestas por parte del funcionario comprometían a los franceses.

Pattie afirmó al aire que los franceses "enviaron aviones para que nuestros Harrier se entrenaran contra ellos antes que partiera la Fuerza de Tareas porque no estábamos familiarizados, particularmente con uno de los dos tipos de aeronaves que tenían los argentinos. (…) Bien, no estábamos particularmente familiarizados, en particular, con el Super Etendard, y la Fuerza Aérea Francesa estaba preparada para proveernos una de estas aeronaves para permitirnos familiarizarnos con la performance de ese avión, de modo que nuestros pilotos supieran exactamente qué hacer y qué no y, como digo, ese es el tipo de actividad que uno podría esperar de un amigo y aliado". Ante la pregunta de si los franceses habían trabajado para ambos bandos, Pattie respondió en forma evasiva, pero sin negar la información: "Bueno, esas son… esas son sus palabras, no las mías. Quiero decir, yo no… ah… repito que el gobierno francés ha manifestado su posición. Se rehusaron a enviar más armas a la Argentina o suministrar algún personal. Si hubo alguna gente en Argentina que permaneció allí, no estoy en posición de decirlo".

Fue entonces que Heisbourg, asesor del ministro de defensa francés, dijo a uno de los agregados militares británicos en París que Hernú se había sorprendido ante las recientes declaraciones del Sr. Pattie sobre la asistencia francesa a la Real Fuerza Aérea durante la crisis de Malvinas y consideró lamentable que un tema confidencial haya sido mencionado públicamente.

Heisbourg dijo que esperaba que el affaire del The Sunday Times ahora quedara cerrado y que la investigación realizada en Francia ya había terminado. Aun cuando su gobierno deseaba dar una vuelta de página al episodio, los fabricantes de armas franceses habían quedado señalados como los responsables, quienes sintieron que habían sido injustamente acusados. El funcionario francés advirtió a su interlocutor que los industriales comprometidos invocaban tener elementos que, si eran conocidos, desviarían la culpa hacia otro lado.

En privado alegaban que durante el conflicto, una firma italiana que fabricaba bajo licencia de una compañía británica había suministrado repuestos para los asientos eyectores de los Mirage argentinos; que un equipo de Rolls Royce ya había regresado a Argentina para discutir la venta de turbinas de aviones; y que la misión de adquisiciones argentina desplazada desde Londres se había establecido en Hamburgo y estaba muy ocupada en negociaciones con compañías de armas alemanas. Existía considerable rencor en la industria francesa de armamentos sobre lo que fue visto como un trato mezquino por la prensa británica después de todos los esfuerzos realizados.

El The Sunday Times volvió a la carga. El 1° de agosto publicó un nuevo informe señalando las omisiones y dudas que quedaban luego de la desmentida del gobierno francés, y que ésta no hacía más que confirmar el reporte original. Bajo el título "Cortina de humo en París" el editorial del diario señalaba: "La declaración oficial francesa sobre el informe, en realidad no resulta ser una negativa. En cambio, recurre a insultos, utilizando frases como 'erróneos' y 'tendenciosos', sin indicar los supuestos errores y prejuicios. Las autoridades francesas debieron actuar con mejor elegancia si hubieran admitido en ellos duplicidad o incompetencia. Esas son las dos únicas conclusiones para sacar".

Pero la paciencia tenía un límite. El Ministro de Defensa francés había decidido postergar sin fecha los entrenamientos con aviones de ambos países.

El 4 de agosto, el Vicejefe del Estado Mayor de Defensa francés, general del aire Jean Paul Arbelet, visitó personalmente al Agregado de Defensa en la embajada en París para explicar la decisión tomada por Hernú. Estaba directamente motivada en la saga de artículos del The Sunday Times sobre la ayuda francesa a los argentinos y el fracaso del gobierno británico en la negación de las afirmaciones allí contenidas.

Arbelet explicó que Hernú estaba muy molesto con las declaraciones del Sr. Pattie revelando que los Super Etendard habían estado disponibles para entrenamiento con los Harrier británicos antes de su partida para reunirse con la Fuerza de Tareas. Hernú lo consideró una ruptura de confianza y un intento deliberado para comprometer el comercio de armas de Francia con América del Sur.

El embajador Fretwell envió su sugerencia al Foreign Office: "No estoy seguro que podamos persuadir a Hernú de cambiar de parecer luego que nos ha comunicado formalmente su decisión a través del Agregado de Defensa, pero usted podría considerar con el Ministerio de Defensa si podría enviarse un mensaje ministerial explicando nuevamente el contexto en el cual habló el Sr. Pattie y expresando la esperanza de que el entrenamiento de combate aéreo pueda ser reestablecido en una fecha próxima".

El Comodoro del Aire J M A Parker, Agregado de Defensa y Aéreo en la Embajada Británica en París, remitió una copia de la carta entregada por el General Arbelet confirmando la postergación indefinida del ejercicio, señalando que "la situación es sensible en este momento y considero que no se aplacará sino hasta que sea demasiado tarde para realizar este ejercicio antes que el escuadrón parta hacia el Atlántico Sur".

En el Ministerio de Defensa, el secretario R J Harding concluía el 6 de agosto que "esta es una peculiar reacción francesa a la situación y que nada se obtendrá continuando la discusión del asunto. En estas circunstancias, decepcionante como resulta ser, creo que debemos dejar que el tema descanse por un tiempo".

Una relación especial a punto de quebrarse

En su informe sobre la "Actuación de Francia sobre Malvinas", el embajador John Fretwell destacó que "la mayor presión sobre el gobierno para romper filas con el Reino Unido provino del lobby de la industria de armas. También debieron haber existido presiones de otros sectores del gobierno debido a la importancia de la venta de armas en la balanza de pagos de Francia", y que para evaluar la actitud de Francia durante el conflicto "también debemos tener en cuenta que en el momento de máxima preocupación británica durante la crisis de las Malvinas, Mitterrand eligió ponerse en contra nuestra algo despiadadamente en la Comunidad, sobre el tema de los precios agrícolas y el presupuesto; y siguió amenazándonos gratuitamente con una crisis sobre la naturaleza de la participación británica. Entonces, sin tener que ser groseros, deberíamos estar en guardia en contra que los franceses saquen ventaja indebida de nuestra gratitud por el apoyo que nos extendieron".

Tal vez de mayor relevancia, resultaba su apreciación sobre la posición francesa sobre la soberanía de las islas: "Los franceses no aceptan el reclamo británico sobre las Malvinas. Es probable que nuevamente nos soliciten negociar con Argentina si allí surge un gobierno estable. Probablemente no quedarán convencidos por los argumentos que les adelantaremos para justificar nuestra posición sobre la soberanía, pero podría responder a las advertencias sobre el peligro de socavar los acuerdos territoriales de larga data y el argumento simple que asumimos que los franceses no esperan que les digamos qué hacer con sus posesiones de ultramar".

La relación entre Gran Bretaña y Francia durante el conflicto, si bien parecía ser óptima en abril, se fue deteriorando progresivamente a partir del funcionamiento operativo del binomio Super Etendard–Exocet. Con el hundimiento del destructor HMS Sheffield comenzaron los recelos que persistieron aún finalizado el conflicto, con los británicos presionando al gobierno francés para que suspendiera las entregas de misiles, primero a Perú, y luego a la Argentina, tras levantar el embargo de armas. Francia terminó frustrando esos deseos, cumpliendo –aunque tardíamente- con los contratos firmados.

A pesar de las protestas británicas, en el puerto de Saint-Nazaire se embarcaron secretamente nueve aviones Super Etendard, mientras que un cargamento de cinco misiles Exocet salía por medio aéreo hacia su destino en Argentina en la noche del 20/21 de noviembre de 1982.

Los franceses lo hicieron con gran discreción a fin de "evitar interferencias británicas".

domingo, 15 de septiembre de 2019

ITB: Pérez anda y Exocet camina

Malvinas: el argentino que durante la guerra inventó un arma “berreta” que dejó fuera de combate al poderoso destructor Glamorgan 

Por Daniel Guillermo Gionco  ||  Infobae
* El autor es Ingeniero Electricista (UBA) e integró el Apostadero Naval Malvinas








 
El invento de Pérez: parte de la batería terrestre de misiles Exocet MM-38 montada sobre un trailer en una calle de Puerto Argentino. (Terence Laheney)

El día 4 de mayo de 1982, la Aviación Naval Argentina obtuvo una resonante victoria al destruir al poderoso buque inglés HMS Sheffield, utilizando aviones Super Étendard equipados con misiles Exocet AM-39 (Aire-Mar). Tras ese exitoso ataque, el Estado Mayor de la Armada estudió la posibilidad de emplear también su arsenal de misiles Exocet MM-38 (Mar-Mar), para detener la acción de los buques de guerra británicos, que efectuaban un persistente cañoneo naval nocturno sobre las unidades argentinas destacadas en las Islas Malvinas.

 
El Ingeniero Julio Marcelo Pérez a fines de 1982

Si bien los misiles Exocet MM-38 están diseñados para ser lanzados desde un buque contra otro buque, a mediados de mayo se encomendó al capitán Julio Marcelo Pérez y a un grupo de colaboradores de la Base Naval Puerto Belgrano que intentaran desarrollar los equipos que permitieran lanzar esos misiles desde instalaciones terrestres de las Malvinas.

El hombre preciso en el momento indicado

En aquel entonces Pérez tenía 45 años, y se había graduado de ingeniero con orientación electrónica en la Universidad de Buenos Aires, con un posgrado en Ingeniería Aeroespacial obtenido en la Universidad de Roma. Había además desarrollado la carrera de Oficial de la Armada Argentina, Cuerpo Comando, hasta alcanzar el grado de capitán de fragata.

Entre otras cosas, Pérez trabajó en Investigación y Desarrollo en el área de misiles de CITEFA, proyectó y ejecutó el montaje de los Exocet MM-38 en varios destructores de la Armada, y había viajado a Francia recientemente para supervisar la recepción de los misiles AM-39 destinados a los aviones Super Étendard (SUE).

 
Corte de una unidad contenedor-lanzador de misiles Exocet Mar-Mar (Wilfried Kartonbau)

Con astucia, charlando con ingenieros de la empresa Aérospatiale, Pérez les sacó cierta información "no escrita" sobre los misiles que fabricaban, lo que resultaría de primordial utilidad para el futuro éxito de los SUE y también para encarar el diseño, construcción y operación de un sistema para el emplazamiento terrestre de un lanzador de misiles Exocet MM-38.

Engañar al misil

Los estudios preliminares determinaron que para desmontar de un buque los misiles como su compleja instalación se necesitaría un tiempo demasiado prolongado, considerando la urgencia en detener el bombardeo naval enemigo.



 
Debajo del puente, el montaje de 6 unidades contenedor-lanzador de misiles Exocet MM-38 en el buque francés Jeanne d´Arc. (Franck Sourot)

Por lo tanto, se debió diseñar un equipamiento totalmente nuevo que fuese transportable por avión, sin contar con mucha información técnica, que sólo el fabricante de los misiles poseía.

Para ello, Pérez junto a los técnicos Luis A. Torelli y Antonio Shugt, encararon un relevamiento experimental que identificó las señales que el Exocet intercambiaba con su unidad de control, en cada una de las situaciones de tiro.

"Cortábamos cables y probábamos señales mediante cablecitos, y estos cablecitos se juntaban con otros para simular otras señales, y éstas otras eran aplicadas con pilas, y así obteníamos, sucesivamente, indicios, marcas, signos que nos permitían reconstruir un sistema", describió Pérez. "Al cabo de numerosos ensayos, llegamos a la conclusión, casi fantástica, de que sí, podíamos engañar al misil".

A partir de aquella seguridad se construyó un sistema que simulaba las señales eléctricas de control que la verdadera computadora de a bordo enviaba al misil en su montaje original, una plataforma inercial de lanzamiento terrestre, un carretón para transportar los misiles, un equipo de detección del blanco y un grupo electrógeno que proveía la alimentación eléctrica.

Construcción muy "berreta", según su inventor

Esta serie de equipos debieron fabricarse velozmente, utilizando los elementos ordinarios que pueden hallarse en un taller naval, lo que provocó que la instalación resultase más grande que lo técnicamente necesario y tuviese componentes algo obsoletos.

 
Mayo de 1982: vista de la plataforma inercial de lanzamiento con sus tacos de fijación durante la construcción de la batería terrestre de misiles Exocet MM-38 (Chacho Rodríguez Muñoz)

Así la plataforma de lanzamiento se fabricó con un carretón y se usó el generador de un antiguo reflector antiaéreo. Además, los hijos de Julio Pérez, Marcelo y Fernando, revelaron que esa improvisada batería misilística terrestre, que el Capitán había bautizado "Instalación de Tiro Berreta – ITB", funcionaba con válvulas de vacío que tardaban un tiempo en calentarse (como las radios de 1940), pues su padre no tuvo tiempo suficiente para crear ni el software ni una computadora adecuada.

 
Mayo de 1982: la unidad que incluye los equipos electrónicos de control de tiro y el grupo electrógeno de la batería terrestre de misiles Exocet (ITB), dentro del Taller de Misiles de Puerto Belgrano. (Carlos Ries Centeno)

El gobierno de la ITB también requirió soluciones algo "cavernícolas" para simplificar el equipo. En operación normal, la computadora del buque envía un paquete de datos de 64 bits y espera que el Exocet lo devuelva sin errores. Luego desafía al misil con un paquete ligeramente diferente, para ver si lo replica correctamente. Finalmente le manda el paquete con todos los datos de distancia, altura de vuelo, región donde debe buscar el blanco y muchos otros parámetros para asegurar el disparo a efectuar.

En la ITB, "a lo bestia", se decidió mandar 3 veces el mismo paquete de datos reales de disparo, programados con la zona más grande de búsqueda admitida por el misil, y como dijo el capitán Pérez: "Que sea lo que Dios quiera".

La instalación en Malvinas

Tras muchas jornadas de febril trabajo en Puerto Belgrano, y dos peligrosos vuelos que debieron suspenderse, los equipos, el personal técnico, y los contenedores-lanzadores de los misiles llegaron a Puerto Argentino el 31 de mayo de 1982, a bordo de aviones Hércules.



 
En una calle de Puerto Argentino, las dos unidades contenedor-lanzador de misiles Exocet MM-38 sobre su carreton de transporte (Chacho Rodríguez Muñoz)

Rápidamente el Apostadero Naval Malvinas se puso a colaborar con el proyecto. Se colocaron los equipos en la zona del Muelle Este de Puerto Argentino, disimulando su presencia con redes de enmascaramiento. Los componentes se dispersaron y se ubicaron lejos del lugar de lanzamiento, para que en las fotos tomadas por aviones y satélites no se descubriera lo que se estaba preparando.

Se ordenó el más estricto secreto sobre la operación, pues se sospechaba que los kelpers enviaban información a los británicos. Asimismo se dispuso una guardia reforzada sobre los equipos, ya que eran un objetivo apetecible para un ataque de comandos enemigos.

Analizada la situación, se llegó a la conclusión de que el mejor sitio para emplazar la plataforma de lanzamiento era en el camino asfaltado que atraviesa el istmo que une a la península del aeropuerto con el resto de la Isla Soledad, y que el armado de la instalación misilística en ese lugar debía comenzar al anochecer con la mayor discreción posible.

 
Croquis del sitio de emplazamiento de la batería terrestre de misiles Exocet MM-38 en cercanías de Puerto Argentino y trayectoria del impacto sobre el HMS Glamorgan (Daniel Gionco)

Para obtener información precisa sobre la ubicación de los buques a abatir se disponía de un radar antipersonal del Ejército. Los datos que brindaba tenían un formato distinto al que usaba la ITB, por lo que mediante cálculos manuales debían convertirse en determinados valores de tensión, que se ajustaban mediante potenciómetros a fin de programar el misil a disparar.

Pero como desde que el radar detectaba el blanco hasta que los datos se convertían manualmente y llegaban al Exocet, el buque enemigo se seguía moviendo, el capitán Pérez rápidamente debía ajustar la programación a enviar, estimando "a ojímetro" la nueva posición.


Carlos Ries Centeno operando el radar antipersonal Rasit en Puerto Argentino (1982)

Primeros intentos

Para efectuar un lanzamiento exitoso, alrededor de las 18:30 se instalaba el radar y la plataforma inercial de lanzamiento que pesaba 6 toneladas, necesitándose casi una hora para orientar la plataforma en la dirección de disparo, nivelarla y afirmarla con sus tacos de fijación, pues dichas maniobras se realizaban usando sólo la fuerza muscular de los conscriptos del Apostadero de Puerto Argentino.

Luego, cerca de las 20:00 arribaba el carretón con dos contenedores de misiles, y también llegaba una grúa autopropulsada que servía para levantar los contenedores y montarlos sobre la plataforma de lanzamiento.

Finalmente, a eso de las 20:30 se presentaba el dispositivo electrónico de control de tiro con su grupo electrógeno, y se realizaba el cableado de todos los equipos. Tras verificar la instalación, se encendía el grupo electrógeno y todo quedaba listo para el disparo de los Exocet.

A partir de entonces debía aguardarse que alguno de los buques que realizaban el bombardeo nocturno pasase por delante de la batería misilística costera. De no ser así, se desmontaba todo antes del amanecer y los componentes se volvían a ocultar.


 
La batería terrestre de misiles Exocet MM-38 en una calle de Puerto Argentino (Terence Laheney)

El 1º de junio se presentó la primera oportunidad. En el primer intento falló la ignición del propulsor del misil, por causas que no pudieron determinarse. Rápidamente se preparó el lanzamiento del segundo misil, que partió con una trayectoria incorrecta por errores originados en el apuro de efectuar el disparo antes de que el buque enemigo se alejase.

En los días siguientes se suspendieron las operaciones por falta de misiles y se descubrió que un pequeño componente de la ITB fallaba, por lo que rápidamente se lo reemplazó.

Recién el 5 de junio un avión Hércules transportó dos nuevos Exocet desde el continente. A partir de entonces todas las noches se repetía la maniobra de armado de la instalación, espera de la presa y posterior desmontaje. El autor de este artículo participó de esas largas noches de tensa espera, en las cuales los buques enemigos no llegaban a cruzar la línea de tiro de la improvisada instalación misilística, la cual tenía una orientación fija de disparo.

El disparo estelar de la ITB

Finalmente en la madrugada del 12 de junio de 1982 se presentó la ocasión largamente esperada por los hombres comandados por el capitán Pérez.

 
El lanzamiento del misil plasmado en una aguada sobre papel de Daniel Bechennec

Esa noche el radar detectó un buque británico que se encontraba a 29.960 metros en dirección 201º 22´, habiendo así ingresado en la zona de alcance de los misiles.

Rápidamente se ejecutaron todos los pasos para el disparo del Exocet, que esta vez salió correctamente orientado e impactó en el blanco luego de algunos minutos que parecieron interminables, originando un gran resplandor que indicaba el éxito obtenido.

Esta acción sin precedentes en el mundo fue filmada por el equipo de Carlos Ríes Centeno, productor del programa de televisión "La aventura del hombre", que a la sazón operaba el radar antipersonal Rasit.

 
Dos fotogramas de la historica filmacion del 12 de junio de 1982. A la izquierda, una camioneta y la ITB tras disparar el Exocet y a la derecha el misil volando hacia el blanco (Carlos Ries Centeno)

En ese momento, los que peleaban en los montes vieron la gran explosión en el mar, los canales radiales de ambos bandos se saturaron de mensajes y se escucharon expresiones de júbilo en las trincheras argentinas, que venían soportando el bombardeo naval británico.

 
El destructor (D19) HMS Glamorgan . (Jess James)

Según pudo saberse meses más tarde de fuentes británicas, el buque alcanzado fue el HMS Glamorgan y el impacto se produjo en el sector de popa. Su oficial de guardia, Ian Inskip, ordenó una oportuna maniobra de giro a estribor al detectar el misil que se acercaba, evitando así que el impacto ocurriera en el centro del buque, donde podría haber provocado un daño devastador.



 
Vista parcial del Glamorgan, tras el impacto del misil argentino ( Jess James)

En la acción fallecieron 13 personas y 22 resultaron heridas. El buque no se hundió pero quedó fuera de combate, por lo que no pudo volver a atacar las posiciones argentinas hasta el fin del conflicto.


 
La explosión dentro del destructor en la que murieron 13 tripulantes y otros 22 resultaron heridos

El éxito logrado tuvo una amplia repercusión en los altos mandos navales de todo el mundo. Después de la caída de Puerto Argentino, los británicos realizaron un profundo análisis de la instalación misilística que quedó en las islas. Se asombraron de que con esos medios tan improvisados se hubiera logrado poner fuera de combate a un navío de guerra tan poderoso.

Este logro del capitán Pérez, alcanzado con equipos de muy bajo costo e información incompleta, le valió condecoraciones de la Armada Argentina y del Congreso de la Nación. Además se lo designó Agregado Naval en Francia, donde fue condecorado con la "Ordre National du Mérite" en el grado de Comandante.

 
El almirante Anaya le entrega a Julio Pérez la medalla “al esfuerzo y la abnegación”

 
El representante de la empresa Aérospatiale y Julio Pérez, formalizando la donación de una maqueta del misil Exocet AM-39, para el Museo Naval de Tigre.

Tras retirarse con el grado de contraalmirante, desarrollar una fecunda carrera de profesor universitario en las mejores instituciones educativas de nuestro país y escribir varios libros de matemáticas y electrónica Pérez falleció el día 28 de junio de 2014.

Con total naturalidad, Julio Pérez siempre decía que él sólo había hecho bien su trabajo, por lo que nunca buscó reconocimientos ni se esforzó en difundir la historia de su "berreta" creación misilística, que en su estelar disparo logró averiar al navío inglés.

Sin embargo, es justo dejar de lado el deseo de Don Julio y homenajear su memoria a 5 años de su fallecimiento, pues encarna los valores de los grandes hombres: una voluntad tenaz y equilibrada, aplicación al estudio, ingenio para operar con recursos limitados, trabajo duro, modestia tras algún éxito ocasional, cierta picardía para obtener datos ocultos, y sobre todo, una notable inteligencia.


viernes, 13 de septiembre de 2019

Malvinas, los héroes y las bajas después de la guerra

Malvinas I: Recuerdo de una gesta que terminó en tragedia

Para muchos, la recuperación de las Islas Malvinas, producida un 2 de abril de hace tres décadas, fue una gesta histórica. Para todos, la acción militar terminó en una tragedia que abrió heridas que aún hoy no cicatrizan.

El Ancasti

La cantidad de efectivos argentinos fallecidos durante el conflicto, asciende a 649 hombres, mientras que 1.082 fueron heridos; resultando un total de 1.703 bajas. Los catamarqueños muertos durante la guerra fueron 5: el Cabo Primero Edmundo Federico Marcial, oriundo de Santa María, que falleció en combate el 28 de mayo de 1982 en el paraje Ganso Verde; el cabo de infantería Mario Rodolfo Castro, de Tinogasta, muerto en Darwin el 28 de mayo; el sargento 1° Mario Antonio Cisneros, muerto en combate en el cerro Dos Hermanas, el 10 de junio; y los suboficiales Robustiano Barrionuevo, de Andalgalá, y Carlos Alberto Valdez, de Tinogasta, ambos fallecidos en el Crucero General Belgrano, hundido por las fuerzas inglesas el 1° de mayo.

Las secuelas de la guerra perduran hasta hoy. Muchos de los veteranos que tuvieron la suerte de regresar con vida, decidieron terminarla drásticamente por medios propios. A la fecha, son más los ex combatientes que se suicidaron, que los que cayeron en el campo de combate.

Bazán, soldado heroico

Uno solo de los veteranos catamarqueños adoptó esa trágica decisión. Se trata de Ignacio Bazán, quien en 2006, cuando contaba con 42 años, apareció ahorcado en su casa de Lanús. Bazán, nacido en Mutquín, había sido distinguido por el Senado de la Nación y la Armada con medalla de honor por su actuación en combate. Entre sus hazañas se cuenta la de haber salvado a un compañero. Cuando los ingleses bombardearon el Monsunen, el barco inglés que Argentina había ocupado al comienzo de la guerra y en el que estaba Bazán, el cabo primero Carlos Javier Rivero se cayó al mar. Bazán se arrojó inmediatamente a las aguas heladas y lo rescató, pese a que casi no sabía nadar.

Bazán fue un activo militante de la causa Malvinas, en el intento de que se reconocieran los derechos y el aporte patriótico de los ex combatientes. La frustración por los escollos en su empeño, y problemas familiares le causaron una gran depresión, que lo empujó, en definitiva, hasta la muerte misma.



En nuestra provincia los ex combatientes han logrado un importante grado de organización. Cuentan con sede propia, ubicada en calle Almagro al 700, y han logrado presencia institucional permanente y que la sociedad les reconozca el aporte valioso que hicieron en defensa de la soberanía nacional. Valoran las medidas adoptadas en el orden nacional por el ex presidente Néstor Kirchner, quien decidió mejorar sustancialmente las pensiones que reciben, y en el orden provincial, los aportes realizados al Centro de Ex Combatientes provincial por el ex gobernador Eduardo Brizuela del Moral.

En la sede de calle Almagro, tres veteranos de guerra nos contaron las historias que vivieron desde las trincheras. Relatos, como tantos otros, cargados de emoción y que albergan recuerdos de actos heroicos y de ingratitudes, que permanecen como resabios de un pasado imborrable para varias generaciones de argentinos.

Héroes convertidos en parias

Francisco Mario Cardozo pertenecía al Regimiento de Infantería Aerotransportado 17 de Catamarca. Con el grado de sargento, fue movilizado desde Catamarca el 17 de abril. Su llegada a las Islas se produce ya en plena guerra, el 18 de mayo. Desde el continente, a bordo de un avión, intentan la difícil misión de aterrizar, en medio del asedio inglés al archipiélago aún controlado por tropas argentinas. Recién lo logran en el tercer intento.

Fue, sin embargo, una misión casi suicida, porque debieron saltar a tierra con el avión en movimiento, carreteando en la pista. Al saltar perdimos un montón de objetos y pertenencias, elementos de campaña, raciones dice Cardozo-. Sí nos aferramos a todo lo que era armamento y municiones, porque era lo que nos iba a proteger. Desde el aeropuerto fuimos en camión hacia Puerto Argentino, donde tomamos contacto con lo que era el caos de la guerra, porque nos llevaron directamente al hospital. El hospital era una carnicería. Gente herida, mutilada, con los ojos salidos, médicos que operaban permanentemente cortando miembros....

Continúa su relato: A las 6 de la mañana del día siguiente nos ordenan embarcar en camión. Éramos 38 personas con 24 piezas de ametralladoras. A los 100 metros de salir se escucha un estampido de la artillería inglesa, nos arrojamos detrás de una cerca de madera justo un momento antes de que el proyectil impactara debajo del motor del camión. Por suerte no hubo heridos. Entonces caminamos hasta Monte Longdon, donde nos agregamos al Regimiento 7 de la plata. Llegamos a primer línea de combate sólo con una manta, el poncho impermeable, ametralladora, las bandas y municiones, y la bolsa de rancho. Para no hacer peso nos tuvimos que despojar de muchísimas cosas.

Cardozo recuerda que los recibió el teniente Galíndez, no recuerdo el nombre, un oficial al que hasta el día de hoy valoro profundamente, porque si no hubiera sido por él, nosotros no hubiéramos vuelto. El luchó al lado nuestro, él nos salvó. El día 13 fue el combate más sangriento. Estábamos en la pendiente de una ladera. Los ingleses nos tiraban a aniquilarnos. Fue una situación de terror. No había posibilidad ni de sacar la cabeza. Pero yo digo que Dios y la Virgen los iluminó a los ingleses. Hicieron un alto del fuego durante 15 segundos cuando el teniente Galíndez nos ordenó que nos repleguemos. Alcanzamos a llegar a la cima de la montaña y volvieron a abrir fuego. Era como si nos dijeran, vayan, sálvense porque si no van a morir. Fue la última noche de combate. Corrimos más o menos entre 10 y 12 kilómetros, y no sabíamos para donde corríamos, porque era un descontrol total. Hubo muchas bajas. De hecho el regimiento de La Plata fue una de las unidades que más gente perdió. Una de las compañías fue atacada mientras descansaba por gurkas.

Prosigue: Esa noche del 13 ya no había manejo de tropas. Es mas, tropas argentinas nos tiraban con artillería a nosotros. Era toda una gran desorientación. Así que estábamos entre dos fuegos, en medio del caos total. Es ahí donde yo resalto la capacidad del teniente Galíndez, que con el brazo izquierdo prácticamente cortado, supo manejar la situación, y no quiso ir al hospital, sino que siguió luchando como creo que debe luchar un soldado argentino. El juntaba a la tropa como se junta a un rebaño. Cuando logró reunirnos a todos nos hizo correr y nos dio un punto de referencia hacia donde teníamos que salir, y así llegamos hasta Puerto Argentino. Nunca más lo volví a ver. La rendición se produjo a las 6.10.

Cardozo y su grupo estuvieron 5 días encerrados en un galpón, hasta que fueron embarcados en el buque inglés Canberra. A partir de se momento, Cardozo vivió momentos que lo marcaron para el resto de su vida, tanto como los combates en la trinchera. Debieron permanecer varios días en el buque porque, por orden del todavía presidente de la Nación, Leopoldo Galtieri, se les prohibía el ingreso al país por cobardes. Un calificativo que para nada se ajustaba a la realidad de un puñado de argentinos que había combatido con valor, y con notable inferioridad en el poder de fuego, contra el enemigo. Un trato despectivo y humillante que, paradójicamente, fue diametralmente opuesto de parte del adversario.

Llegó un momento en que nos comunicaron que no podíamos entrar a la Argentina y que Uruguay nos brindaba asilo político señala Cardozo, quien actualmente presidente el Centro de Ex Combatientes de Catamarca-. Y cuando ya ordenaban que se mueva el buque hacia Uruguay, vino la contraorden de la Junta militar que nos permitió el ingreso. Los ingleses nos despidieron en Puerto Madryn con todos los honores. Formaron filas de los dos lados de las escaleras laterales del buque, y nos saludaron haciendo la venia como corresponde, como caballeros de la guerra.

Sigue el relato: nos subieron a camiones y colectivos tapados con papeles y lonas para que no nos vieran; todos los movimientos se hacían de noche. No éramos héroes, éramos parias. En Trelew nos embarcaron en un avión hasta Campo de Mayo, hasta la escuela General Lemos. Llegamos a las 8 de la mañana y el director de la escuela hace la formación como si no hubiera pasado absolutamente nada. Tres suboficiales se insubordinaron, y luego nos insubordinamos todos. Hicimos desastres. Y esa misma noche, empezaron a llamar a todas las empresas de transportes y nos embarcaron en ómnibus para las distintas provincias. Nos embarcaron con las botas de combate, sin cordones, pantalones de combate, chaqueta sin cinturón y algunas pertenencias nuestras en una bolsa de consorcio. Volvíamos a nuestras casas como cirujas. El pasaje, los choferes de los ómnibus, cuando se enteraron de quienes éramos, nos besaban, nos abrazaban, no sabían qué darnos. Nos sentíamos muy contenidos por la gente que venía en el ómnibus.

Llegamos tipo 9 y 30, a 10 de la noche a Catamarca rememora Cardozo-. Éramos 9, porque Ricardo Véliz había quedado en el barco hospital. En la Terminal no nos recibió ningún oficial ni suboficial. Había solo un camión unimog de los chiquitos, manejado por un soldado. Fuimos a la Catedral a visitar y agradecer a la Virgen del Valle por habernos dado la oportunidad de volver. Pasamos al cuartel, donde nos esperaba el jefe del regimiento, coronel Anchen. Nos saludo fríamente, no dijo nada especial y nos mandó a nuestro domicilios, diciéndonos que nos esperaba al otro día a las 7 de la mañana con formación y actividad normal.

La llegada de Cardozo a su casa fue un tremendo impacto, porque días antes, el propio Jefe del Regimiento les había comunicado a los familiares, que los integrantes de ese grupo habían muerto en combate. De modo que cuando tocó la puerta de su casa y lo atendió su propia esposa, ésta cayó desmayada, como si hubiese visto un fantasma.

Su regreso a la vida militar fue un calvario: La plana mayor nos ordenó no hacer declaraciones y que no se hable más del tema Malvinas. Y empezó la persecución a los que estuvimos en las islas, peleando por nuestra patria.

En la primera línea, desde el primer momento

Darío Salas- con 18 años y el rango de cabo- integró el comando especial que recuperó, el 2 de abril de 1982, las Islas Malvinas. En ese momento formaba parte del Regimiento 25 de Infantería, de Chubut. Integraba una compañía especial que se había formado entre las tres fuerzas armadas para desembarcar en las islas.

Cuando fue convocado, Salas tenía información muy acotada de lo que se planeaba. Los oficiales que fueron elegidos por el coronel (Mohamed Alí) Seineldín sí lo sabían, pero la orden de operaciones real la conocimos nosotros recién en el barco (el buque de desembarco San Antonio). Nos sentíamos orgullosos de ser elegidos entre tanta gente del ejército para formar parte de esa gesta, rememora.

Este grupo de avanzada tenía tres misiones distintas: la encabezada por el capitán Pedro Giachino era tomar la sede del gobierno en las islas; la que comandaba Seineldín, tomar el aeropuerto; y la integrada por los comandos, tomar el cuartel de los Royal Marines. Sólo hubo resistencia en la sede de gobierno, en la que cayó el capitán Giachino y otros oficiales fueron heridos. Cuenta Salas: nosotros teníamos órdenes de no disparar, pero ellos sí. De todos modos, nuestra superioridad numérica fue determinante para el éxito de la misión.

Esa compañía especial estuvo cinco días en Puerto Argentino entró en combate en Puerto Argentino, Darwin, Ganso Verde y en la batalla de San Carlos, donde desembarcaron los ingleses el 21 de mayo. He visto escenas memorables de arrojo y valor cuenta Salas-, porque éramos 30 argentinos contra 5.000 ingleses.

El 27 de mayo vuelven a entrar en combate hasta el día 29, en que caen prisioneros. A esa altura, la compañía había sido muy diezmada, con muchas bajas. Como prisioneros fueron entregados a la Cruz Roja y vía Uruguay volvieron a la Argentina.

Estuve hospitalizado en Campo de Mayo; no dejaban que nos vea nadie. Allí me enteré de la rendición el 14 de junio.

Cuenta que, a diferencia de otros soldados y oficiales, no pasó hambre. La preocupación de los jefes era que, como avanzada de combate, estemos bien equipados y bien alimentados.

La orden que nunca llegó

Hugo Ruartes Coronel tenía 29 años y el rango de sargento primero cuando llegó a las islas, cinco días después del desembarco argentino. Pertenecía al Regimiento 25. La misión que le habían encomendado a él y su grupo de 10 oficiales pertenecientes a la sección morteros 120 era transportar armamento a las islas.

Una vez cumplida la misión, su superior le ordena replegarse, volver al continente, pero Ruartes Coronel no estuvo dispuesto a dejar a su grupo, al cual lo unía un sentimiento de lealtad, en las islas. De modo que decide quedarse voluntariamente, aún a riesgo de, posteriormente, recibir alguna sanción disciplinaria.

Estuvo casi todo el conflicto ocupando una posición situada a 8 kilómetros de Puerto Argentino, en las inmediaciones del aeropuerto de las islas. La misión era defender esa posición ante los ataques ingleses. Sin embargo, su grupo nunca recibió la orden de disparar.

Sobre el final de la guerra, más precisamente el 11 de junio, la situación en la zona cercana a Puerto Argentino se hacía insostenible. El asedio inglés era cada vez más fuerte, y el bombardeo inglés permanente, procurando tornar inoperable la pista de aterrizaje. En ese contexto, Ruartes Coronel recibe la orden de trasladarse 10 kilómetros hasta detrás del destacamento de los Royal Marines, en el oeste del archipiélago, con dos morteros. Nos situamos en una quebrada por bajo el fuego de la artillería. Era un corredor aéreo enemigo relata-. Nos quedamos en esa posición esperando la orden para abrir fuego, pero ésta no llegó, nunca supimos por qué. Tampoco recibimos la orden de replegarnos.

Al momento de la rendición, Ruartes Coronel ya estaba en la posición original, cerca del aeropuerto. El 14 de junio, a las 9 de la mañana, empezamos a ver los Hércules por sobre nuestras cabezas. No sabíamos si eran argentinos o ingleses, hasta que pudimos ver las escarapelas y nos dimos cuenta de que eran ingleses, recuerda.

Después del mediodía de aquella jornada dolorosa el grupo cae prisionero. Ruartes Coronel y sus camaradas permanecieron cinco días más en las islas y luego fueron trasladados al continente, más precisamente a Puerto Madryn.

miércoles, 11 de septiembre de 2019

ROA capturados en Darwin

La captura de observadores aéreos adelantados





Se observa a prisioneros argentinos sentados con la cara tapada y ya se habló de maltrato torturas etc, nada mas alejado de la realidad, el interrogatorio si bien fue muy duro porque los Britanicos querian saber frecuencias de radio y donde habia mas puestos similares se encuadró dentro de los parametros a pesar que esta gente y los espías son sometidas a torturas para que canten, lo que no fue en este caso, los Argentinos de las fotos son ROA (Red Observadores Aéreos) de la FAA, ellos son adiestrados y entrenados para operar en soltario sin hacerse ver o detectar para pasar información de tropas enemigas o bien buques o aviones donde el radar por cualquier eventualidad no puede entrar o bien para dar info de primera mano, en Malvinas formaron los llamados POA o Puestos de Observadores Adelantados distribuidos por toda la isla los cuales mandan info a un centro de Filtraje que los analiza, esta gente reune info vital para la Guerra, en San Carlos detectaron a la HMS Ardent que luego fue Hundida y asi cientos de traficos, vivian bajo tierra en pozos tapados y a veces los Britanicos siguiendo sus emisiones de radio se paraban a 1 metro de ellos pero su tarea no era la de atacar si no de esconderse para pasar información.



Vayamos a la mas conocida primera foto, son los Integrantes del POA Argentino Mike-5 que de la zona de Darwin son transportados a San Carlos donde estan esperando al Sargento de Inteligencia Nick van der Bijl que los interrogará, Primero tenemos al Cabo Doria, luego al Cabo 1º Chazarreta y ultimo el Soldado Avalos, estan esperando que llegue el Medico Britanico para constatar el estado de Salud de los Prisioneros y asi evitar que sean torturados o sufran daño fisico, en minutos llegara el Dr Rick Jolly que incluso fue condecorado por la Nacion Argentina pues fue un Medico Britanico que no hacia distinciones de nacionalidades y se dedicaba a salvar vidas,,,un verdadero Hombre con Mayusculas, muchos Argentinos lo recuerdan con cariño, la segunda foto es elocuente y hay que saberla mirar, el Sargento Nick Van der Bijl ya esta revisando al cabo 1º Chazarreta, primero de espaldas esta el Dr Medico que ya constató el estado de los Prisioneros y como habia dejado en el suelo su ametralladora Sterling el Royal Marine que estaba de guardia le deuelve al Dr su arma, el Sargento Britanico de inteligencia estaba combatiendo en Irlanda del Norte cuando fue convocado a Malvinas por su buen manejo del Español, el interrogatorio fue muy duro pero ningunos de nuestros muchachos abrieron la boca, nadie cantó y gracias a eso los dos puestos mas POA que habia en la zona pudieron uno ser evacuado en Helicoptero el POA Bigua y el otro escapó por tierra, el POA Mike-7 cuando terminan los combates de Darwin,

Los muchachos de las fotos luego son dejados con los demas Prisioneros Argentinos, esta en youtube el video de como era interrogado el Teniente Cruzado piloto de Pucará que lo van a reconocer porque le hacen sacar la ropa y esta flaco pero era oficial, como para ver que la FAA no hacia distinciones de ningun tipo, pero lo veremos mas adelante, es bueno reconocer las fotos pues favorables o no a nosotros forman parte de la Historia y en este caso tienen aún mas valor pues los POAS no cantaron, no delataron a nadie, permanecieron fiel a la Patria aunque fueron sometidos a todo tipo de presiones psicologicas

lunes, 9 de septiembre de 2019

El casco que unió a dos soldados

El casco de guerra que unió a dos soldados

DEF Online



 
Gorzelany posa con su casco. Foto: Francisco Reyes.

Esta semana, Alejandro Gorzelany, veterano de la Guerra de Malvinas, vivió un reencuentro muy emotivo: volvió a tener en sus manos su antiguo casco, el mismo con el que combatió aquel abril de 1982. Por Francisco Reyes.

La cita fue en el Palacio San Martín del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto de la Nación. Los protagonistas fueron dos ex combatientes de la Guerra de Malvinas, el argentino Alejandro Gorzelany y el británico Edward Goodall. La razón del encuentro: la entrega del casco con el que el soldado argentino clase 63 combatió en 1982 y del sable con el que el británico se unió a la Royal Navy.

El casco con el que Gorzelany combatió en Malvinas fue adquirido por Goodall, quien además de veterano de guerra es coleccionista. Al adquirir el objeto, el miliar inglés descubrió que, en su interior, el casco tenía el nombre del soldado argentino a quién pertenecía y decidió hacer el intento de ponerse en contacto con él a través de la red social Facebook.


Los objetos que Goodall entregó a Gorzelany. Foto: Francisco Reyes.

“Fue sorprendente, porque no tenía realmente pensado que alguien iba a encontrar mi casco, además no recordaba que mi casco tenía nombre”, recordó Gorzelany en diálogo con DEF y agregó: “Cuándo Edward me mandó las fotos del casco y vi mi nombre allí, me emocioné muchísimo porque me di cuenta de que era mi letra”.

Así fue como en octubre pasado el soldado Gorzelany viajó a Plymouth, Gran Bretaña, y el mismo Goodall le hizo entrega del casco. A su vez, le hizo llegar a la embajada argentina en Londres algunos obsequios: su sable de la Royal Navy, una placa y una medalla, que, en esta oportunidad, fueron entregados a Gorzelany en el Palacio San Martín. Familiares del soldado argentino y también camaradas que combatieron junto a él del Grupo de Artillería de Defensa Antiaérea 101 (GADA 101) estuvieron presentes en la ceremonia.

“Esta espada se presenta a mi buen amigo y hermano excombatiente de Malvinas, Alejandro Gorzelany del GADA 101, como símbolo de honor, respeto, amistad y en la celebración de su visita a Plymouth, Inglaterra, del 11 a 13 de octubre de 2018 con su esposa Deborah”. Con estas palabras comienza la placa que le regaló Goodall a Gorzelany y añade: “Treinta y seis años después del final de las hostilidades, este casco que fue retirado del campo de batalla de las Malvinas por un soldado británico es finalmente devuelto al valiente soldado que lo usó durante la Guerra de las Malvinas. De la miseria y el sufrimiento de esa guerra, Dios ha creado un lazo de amistad entre nosotros, nuestras familias y nuestros países. Honor y recuerdos de nuestros muchos amigos valientes que cayeron y no regresaron en 1982”.


(De izq. a der.) Alejandro Gorzelany junto a la subsecretaria de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, embajadora María Teresa kralikas, y el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj. Foto: Gentileza Cancillería.

El acto fue presidido por la subsecretaria de Malvinas, Antártida y Atlántico Sur, embajadora María Teresa Kralikas, acompañada por el secretario de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural, Claudio Avruj y autoridades del Ministerio de Defensa, de la embajada británica. También participaron el coronel retirado VGM Jorge Gustavo Zanella, jefe del Departamento Veteranos de Guerra del Ejército, y asociaciones de ex combatientes y familiares de veteranos de la Guerra de Malvinas.

“Dos combatientes que supieron estar uno contra el otro, hoy están uno al lado del otro a través del contacto que establecieron para el intercambio de objetos”, expresó Kralikas. En el mismo sentido, Avruj sostuvo en diálogo con DEF: “Es una ceremonia de mucho significado, todos estos gestos de encuentro entre las personas marcan el camino de la paz, el camino del diálogo, y de entender que por sobre las decisiones de los estados se antepone las historias de las personas, que es lo que siempre tenemos que privilegiar”.

Avruj se refirió también al proceso de identificación de soldados argentinos enterrados en el Cementerio de Darwin de las Islas Malvinas: “Este encuentro a través de elementos, generar una amistad, es tender puentes, tal como lo estamos haciendo con el proceso humanitario, que junto con Gran Bretaña y la Cruz Roja hemos logrado dar tranquilidad y cerrar heridas a 106 familias, esto marca un camino que los argentinos tenemos que valorar, ponderar y copiar, en todos los sentidos de nuestra vida, buscar siempre esos puntos de encuentro, esas cosas que nos unen en el afecto”.

sábado, 7 de septiembre de 2019

Monte Kent: El cabo Baruzzo defiende a su amigo con cuchillo

Sacó su cuchillo para defender a un compañero en Malvinas y el soldado inglés, en vez de disparar, lo abrazó y le dijo: "The war is over" 

El cabo Roberto Baruzzo quedó solo con su compañero agonizante, a quien protegió contra decenas de ingleses. Con varias heridas encima batalló hasta que se agotaron sus municiones y sacó su cuchillo. El comandante británico, admirado por su valor, decidió perdonarle la vida basándose en un código de honor

Por Joaquín Sánchez Mariño || Infobae


El cabo Roberto Baruzzo en Malvinas, junto a sus compañeros cuando finalizó la guerra y quedó prisionero de los ingleses en Fitz Roy

Largo y ancho campo de nieve. Desde el cielo se ve todo blanco. Todo blanco salvo por una mancha negra pequeña que se va expandiendo conforme brota la sangre del cuello de Echeverría. No está solo, un cabo de 22 años lo abraza y le pide que resista.

El cuerpo de Echeverría recibió cinco disparos y su sangre, que se ve negra al contacto con la nieve, desespera a su compañero. Ya no tienen municiones para defenderse, solo le queda un cuchillo. Un soldado inglés se deja ver, fusil en alto, y comienza a aproximarse. El cabo desenfunda el arma y se pone en posición de pelea. No piensa entregarse. El inglés se acerca un poco más y le toca el brazo con el cañón del fusil. "War is over", le dice, "war is over". Y lo abraza.

Es una madrugada de junio de 1982 y están en las Islas Malvinas, más precisamente en Monte Kent. El nombre del cabo es Roberto Bacilio Baruzzo. Hoy tiene 59 años y vive en Corrientes, provincia de la que es oriundo (más precisamente, del pueblo de Riachuelo). Se casó y tiene dos hijas. Una de ellas se llama Malvina Soledad, como las islas, y la otra Mariana Noemí.

Su historia es una de las tantas historias heroicas de Malvinas, con una salvedad: Baruzzo es uno de los pocos combatientes en recibir la Cruz al Heroico Valor en Combate, máxima condecoración a la que puede aspirar un soldado argentino, junto al Sargento Primero Mateo Sbert, caído en el combate de Top Malo House; el Teniente primero Jorge Vizoso Posse, el Subteniente Juan José Gómez Centurión; el soldado conscripto clase 1962 Oscar Poltronieri; Teniente Ernesto Emilio Espinosa y el Teniente Roberto Estévez.

 
Baruzzo en la Escuela Sargento Cabral donde se recibió en 1979

El reconocimiento a Baruzzo no queda ahí: en su Riachuelo natal tiene una calle con su nombre, y en la ciudad de Corrientes, donde vive, un busto. Sin embargo, su historia sigue siendo desconocida por muchos. No le gusta hablar ni participar demasiado en programas de televisión, aunque alguna vez ha contado su derrotero a Nicolás Kasanzew o en vivo a Alejandro Fantino en Animales Sueltos.

Derrotero que termina (¿termina alguna vez?) en la nieve manchada de negro aquella noche de mediados de junio del '82.

Vamos a esas fechas. Baruzzo está apostado en Monte Kent protegiendo unos helicópteros a la espera de ser trasladado a Darwin. De pronto, un ataque aéreo inglés los sorprende y la esquirla de una bomba que le cae cerca provoca que un alambre le atraviese el brazo. Un capitán da la orden de cargar los soldados en los helicópteros y llevarlos a Darwin, pero le pide a Baruzzo que se quede ahí esperando un enfermero. En su estado, con el brazo destruido, era imposible que mantuviera un combate.

Se repliega y llega hasta Monte Harriet junto a otro regimiento que se se dirige hacia ahí. Tiene el brazo cada vez más hinchado, pero resiste.

 
La guerra dejó 649 muertos argentinos, 255 soldados británicos y 3 civiles (Foto: Telam / Román von Eckstein).

Cuando llegan a Monte Harriet, los ingleses atacan otra vez. Los soldados corren para todos lados y él los sigue. El cielo se prende y apaga con los destellos de las municiones. Se genera un descontrol. En medio de la retirada, algunos soldados caen al suelo, Baruzzo entre ellos. Un camarada le pisa el brazo y le revienta la herida. El cabo se levanta como puede y va hasta la enfermería, necesita parar el dolor de algún modo. No hay nadie, ningún médico, pero encuentra un frasco de penicilina en polvo. Sin saber cómo se usa (se suele inyectar mezclado con una solución), se tira ese polvo directamente sobre la herida. Arde, al principio, pero con los minutos siente que comienza a sanar (más tarde, volverá a tratarse la herida con azúcar porque en algún lugar leyó que eso servía).

Cesa el ataque, por unas horas. Esa misma noche comienzan nuevamente los bombardeos. Los soldados, protegidos en las trincheras, comienzan a salir a la intemperie conforme las bombas derrumban sus pozos.

En medio del ataque, Baruzzo ve a un amigo herido. Es Jorge Echeverría, su superior. Tiene varios tiros en el cuerpo y está rodeado de soldados ingleses, que le disparan desde todos los ángulos.

Baruzzo derriba a un soldado inglés y le roba su fusil -mejor que el propio- y su visor nocturno. Con esos dos elementos se dispone a proteger a su camarada. Se pone el visor y es entonces cuando siente miedo por primera vez. En medio de la noche más cerrada, en medio de la oscuridad más negra que vio nunca, descubre que con el visor se ve todo a la perfección, y distingue a los soldados ingleses de los argentinos, que caen uno atrás del otro. "Así nos ven", piensa, y se da cuenta de la desventaja.

Levanta entonces el fusil y comienza a cubrir a Echeverría, que para ese entonces ya tiene cinco impactos de bala. "Agarré y le maté a uno primero", cuenta Baruzzo. "Después apareció otro y le maté al otro. Y de golpe del otro lado me empiezan a tirar con municiones trazantes… no me mataron porque tengo un Dios aparte. Ahí vi que Jorge le dispara al que me ataca y lo pega. Entonces yo aprovecho y salto y agarro de la chaquetilla a Jorge y lo llevo atrás de una piedra. Pero el problema es que éramos dos, y la piedra para dos no era…".

Su compañero intenta pararse pero no lo logra. Le dice que no siente el cuerpo. Baruzzo lo apoya contra una piedra y con su cuchillo le abre el pantalón para curarlo. "Tenía todo negro", recuerda el entonces Cabo. "Ahí vi los orificios de los tiros. Le saqué el cordón de la chaquetilla, le até la pierna, le hice el primer torniquete y lo empecé a arrastrar de la chaqueta".
Después siguió defendiéndose de las balacera inglesa y derribando enemigos con el Fal 762 del que se había apropiado.

 
El cabo de 22 años llegó a Malvinas con el Regimiento 12 de Infantería de Mercedes

Estaban rodeados de neblina, se veía poco. Baruzzo ya no sabía si era la bruma natural de la isla o una humareda formada por los tiros. Sin importarle, avanzó con su compañero a cuestas a través de la nieve. En un momento se les cruza una silueta que empieza a disparar. "Las balas se me vinieron encima, pero las ligó Jorge… Entonces yo disparé, lo puse fuera de combate a ese tipo, y ahí Jorge se desplomó", recuerda Baruzzo.

Le pidió agua, Baruzzo sacó su botella de whisky y le convidó, como quien le ofrece el último trago a alguien que se despide. "Se moría. Estaba hecho un colador. Pero tenía una paz… Tenía todo lo que a mí me faltaba", recuerda Baruzzo.

Echeverría le dice que ya está, que lo deje morir. "Por favor, abandoname, escapate vos que podés", le pide. Baruzzo no sabe si va a poder escaparse, pero sí sabe que si lo abandona y logra salir vivo, no se lo va a perdonar nunca. "Era de una cobardía total", dice.

Echeverría insiste: lo agarra de la chaqueta y le dice: "Robertito, dejame, te lo pido por favor". Baruzzo se quiebra. Pone su cabeza en el pecho de su compañero y se echa a llorar desconsoladamente, un llanto sonoro, un llanto de joven militar de 22 años que acaba de matar y ve morir a su amigo y sabe que también morirá él. Un llanto largo y entregado, desprovisto ya de toda melancolía y esperanza. Desprovisto de miedo, miedo jamás.

 
El encuentro de Roberto Baruzzo y Jorge Echeverría

La mancha de sangre se empieza a expandir sobre la nieve blanca. "Ese hombre me transmitía paz. Era mi jefe, el jefe que yo siempre soñé tener. Si me mataban iba a ser una muerte realmente digna", rememora.

Están solos ya, nadie alrededor queda en pie. Parado en medio de la nada y cubierto de lágrimas, se queda sin municiones. Se pone el visor nocturno y comienza a mirar cómo a su alrededor las figuras inglesas se desplazan en grupos hasta rodearlos. Pirañas en medio de una isla dispuestas a terminar con ellos.

"Yo sabía que el modo de avanzar de los ingleses era por escalones, una formación atrás de otra cubriéndose mutuamente. Lo que no sabía era cuántos escalones había", recuerda.

Es en ese momento cuando Baruzzo asume que lo van a matar. Saca su cuchillo y se pone en señal de pelea, todavía llorando. "Vamos a ver cómo morimos", se dice, "vamos a ver cómo morimos". Y levanta el cuchillo.

Entonces le aparece casi encima la silueta del primer inglés. Baruzzo se queda duro, en blanco. El hombre se acerca un poco más. También tiene visor nocturno y está armado. En medio de esa oscuridad, los dos hombres se están viendo: son una figura verde claro proyectada en una pantalla pequeña delante de los ojos, como si fuera un juego de realidad virtual.

 
Roberto Baruzzo recibió la Cuz al Heroico Valor en Combate

A Baruzzo le parece extraño que no lo hayan liquidado todavía, un tiro a distancia y listo, no se requería de mucho. Sin embargo… el inglés se acerca cada vez más hasta ponerse al lado del argentino que tiene el cuchillo en la mano.

Lo primero que sintió fue el cañón del fusil sobre el brazo. Dos pequeños golpes indicándole que se desarme. Soltó el cuchillo y un segundo después se dejaron ver cuatro o cinco ingleses más. El primero de ellos baja su arma y lo pronuncia: "War is over". La guerra terminó. Se acerca al argentino y lo abraza.

"Sigue siendo mi enemigo y lo van a ser siempre. Yo no me abrazo con ningún inglés, no quiero saber nada con ellos. Pero en ese abrazo sentí como si fuera mi padre, y me eché a llorar en sus brazos… Así es, apretado contra él me eché a llorar", recuerda Baruzzo.

A su lado, su compañero se estaba muriendo desangrado.

El inglés le dijo "Ok Argentino", tomó su cuchillo ensangrentado, lo limpió en su pantalón, y le habló a sus compañeros. Todos ellos se acercaron y palmearon a Baruzzo. Le habían perdonado la vida.

Jorge Echeverría no tenía ninguna posibilidad de salir vivo de ahí. Aún así, lo subieron a un helicóptero británico y lo mandaron al buque hospital británico HMS Uganda. Lo atendieron y le salvaron la vida. Hoy vive con su mujer y sus dos hijas en Tucumán. Se considera un hermano de camarada, a quien le debe la vida.

 
Junto a su familia en Corrientes. ” Me gustaría que se resalten el valor y el heroísmo de mis soldados que murieron en Malvinas. También quiero que se cuente el honor y la valentía de Jorge Agustín Echeverría, el oficial del Regimiento Cuatro. Él fue para mi un ejemplo en pleno combate”, pidió

Al día siguiente de esa noche lo ingleses le pidieron al cabo Roberto Bacilio Baruzzo que recogiera los cuerpos de los muertos que él mismo había matado. Eran muchos. Mientras lo hacía, se le acercó otro inglés y le dijo: "Tuviste suerte, nuestro jefe maneja un código de honor: al que se lo encuentra en el campo enemigo combatiendo por un camarada se le perdona la vida".

Cuando se terminó esta nota, Roberto Baruzzo realizó un único pedido, sin condicionamientos, y con el tono cálido y humilde típico de los correntinos: "Más que mis misiones, me gustaría que se resalte el valor y el heroísmo de mis soldados que murieron en Malvinas. También quiero que se cuente el honor y la valentía de Jorge Agustín Echeverría, el oficial del Regimiento Cuatro. Él fue para mi un ejemplo en pleno combate, porque yo le hice los primeros auxilios en medio de millones de balas trazantes, y gracias a Dios pudo salvar su vida. Lo que yo hice fue solo aportar mi granito de arena, porque así lo quiso Dios y la patria".