lunes, 3 de junio de 2019

2 de Abril: Los eventos de la recuperación en una operación perfecta

2 de abril: Operación Rosario, la recuperación de Malvinas




La recuperación de las Islas Malvinas para su incorporación definitiva a la soberanía nacional ya había sido decidida. La precipitó lo que los ingleses consideraron un incidente con operarios de una empresa argentina que izaron en la punta de un remo una bandera argentina. La mecha estaba encendida. Se haría un asalto directo y sorpresivo a la capital, Puerto Argentino, para provocar una repercusión política internacional tal que obligara a Gran Bretaña a negociar seriamente la soberanía de las islas de acuerdo a las resoluciones de Naciones Unidas.

Debían evitarse bajas enemigas, instalar un gobierno argentino en las islas y retirar las fuerzas de recuperación, dejando sólo los efectivos indispensables para la seguridad. Cada Comandante y Jefe de Batallón o Regimiento recibió cinco sobres lacrados que se abrirían al recibir la orden.

Con un sol radiante del 28 de marzo, como todavía acostumbra regalar marzo en la zona de Puerto Belgrano, zarparon de la base naval el buque de desembarco ARA “Cabo San Antonio” con todo el Batallón de Infantería de Marina Nº 2 (BIM2) a bordo, unos 750 hombres. También 20 VAOS (vehículos anfibios a oruga) y un VAR (a rueda); 30 vehículos de la Infantería de Marina y parte del Regimiento de Infantería Nº 25 del Ejército; en total una carga de combate de 8 mil toneladas.

De la misma dársena soltó amarras el buque insignia de la Flota de Mar, destructor misilístico ARA “Santísima Trinidad”, con las tropas de Fuerzas Especiales de la Armada que tomarían el cuartel de los Royal Marines, más los hombres (16 entre buzos tácticos y comandos anfibios) quienes bajo órdenes del Capitán de Corbeta Pedro Edgardo Giacchino tomarían la casa del Gobernador para lograr su rendición.

A esas alturas el submarino ARA “Santa Fe”, que la noche anterior había bajado su periscopio mientras abandonaba aguas marplatenses haciéndose invisible, navegaba hacia el sur para sumarse a la operación. A bordo iba la Agrupación Buzos Tácticos encargados de marcar la playa para el desembarco del BIM2. Mientras que en el rompehielos ARA “Almirante Irizar” iba el personal de reserva y un helicóptero Puma del Ejército.

El resto de la Fuerza de Tareas N° 40 estaba integrado por el destructor misilístico ARA “Hércules”, el portaaviones ARA “25 de Mayo”; los destructores ARA “Py”, ARA “Seguí” y ARA “Piedrabuena”; las corbetas ARA “Drummond” y ARA “Granville”, y el transporte ARA “Isla de los Estados”. También, por ser una operación naval conjunta, incluyó a un avión C-130 Hércules de la Fuerza Aérea; unidades de la 1° y 2° Escuadrilla Aeronaval de Helicópteros; aviones caza A 4-Q de la 3° Escuadrilla Aeronaval de Ataque; y aviones S2T-Tracker de la Escuadrilla Aeronaval Antisubmarina. El puño que daría el primer golpe no podía titubear.

Al poco tiempo de zarpar, se dio la orden de abrir los sobres. La operación sería la recuperación de las Islas Malvinas. Los buques navegaron a toda máquina, pero desde el 29 –y por tres días– los frenó un temporal capaz de sacudir hasta la mesoatlántica -cordillera bajo el mar–; tanto que un rolido alcanzó los 46°. Muchos hombres de las tripulaciones fueron afectados por mal de mar, por lo que el día “D” previsto originalmente para el primer día de abril debió retrasarse. Era preciso al menos un día de mar calmo para efectuar el desembarco.

La operación de recuperación de las Malvinas había sido bautizada inicialmente como “Operación Azul”, pero en medio del fuerte temporal el entonces Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín, embarcado en el “Cabo San Antonio”, recordó que cuando ocurrieron las invasiones inglesas al Río de la Plata, el General Liniers había enfrentado inclemencias que cesaron cuando invocó a la Virgen del Rosario.

Por esa sugerencia, el Contralmirante Büsser, Jefe de la Fuerza de Desembarco, rebautizó la operación como “Operación Rosario”: el cambio en las condiciones climáticas que posibilitó el inicio de las acciones el 2 de abril quedó para siempre adjudicado a la intercesión de la Virgen. Sin embargo, el factor sorpresa se había perdido.

“Habitantes de las Islas Falklands, les habla el Gobernador Hunt, tenemos información que una fuerza de tareas argentina zarpó del continente y viene navegando hacia las Islas (…)”; fue parte del mensaje que se escuchó la noche del 1° de abril en la radio del “Cabo San Antonio”.

Algunos planes cambiaron. Los desembarcos pensados hacia el Noreste de las islas se replanificaron hacia el Este. Sobre las frías aguas del Atlántico Sur emergió de las profundidades una silueta robusta. Primero el tubo periscopio, luego la torreta y finalmente el resto del submarino ARA “Santa Fe”.

Esperaban la recepción de la que sin dudas sería la orden más importante de sus carreras. Regía el silencio absoluto de radio, por lo que el señalero se dirigió al reflector de señales y envió en Morse luminoso: “Operación Rosario: aguardo confirmación”.

Mil metros a babor del submarino, desde el ARA “Santísima Trinidad” que ya había ingresado a la Bahía Enriqueta, los parpadeos de luces fueron claros. “Hora y lugar confirmados”. El “Santa Fe” viró y se sumergió.

Recuperar las islas

A bordo del “Santísima Trinidad”, los comandos anfibios y buzos tácticos se prepararon concentrados en su objetivo. Repasaron en sus mentes la que debía ser su actitud durante el desplazamiento y en el objetivo mismo. Pondrían en práctica lo que tantas veces, en las peores condiciones climáticas y de mar grueso, habían entrenado.

Por algún motivo sintieron que todo se aceleró; se impartieron las acciones a desarrollar y toda la secuencia de aproximación de buque a costa. Los kayaks serían los primeros y una vez asegurada la cabecera de playa, desembarcaría el resto de las Fuerzas Especiales.

Dibujaron la carta en sus cabezas: distancias, rumbos, obstáculos, alambradas, caminos, alturas, ríos, todo. Lo estudiaron al detalle para que ese mapa fuera parte suya. Probaron el armamento y lo limpiaron. Les dieron granadas, donde cada uno llevó las que creía que podía necesitar, y cargadores con alrededor de 1500 disparos a granel.

Esa noche se reunieron en equipos de combate y, con todas las luces apagadas, sobre las 21 del 1º de abril comenzó el movimiento buque a costa. El “Santísima Trinidad” paró motores. Se tendieron las redes de desembarco, se cargaron las mochilas y descendieron a toda velocidad.

La oscuridad de la nubosa noche sólo era interrumpida por una tenue luz de luna que parecía cómplice de la operación. Los cachiyuyos –similares a algas– se enredaban en los motores de los botes y complicaban el avance, que continuaba a fuerza de machetazos. Entrada la noche la oscuridad se cerró más y la delgada línea que hacía minutos representaba la costa, desapareció.

La playa regalaba una sola rompiente que resonaba con fuerza y ocultaba los ruidos. Ni siquiera se oían los motores que llegaban más atrás. Cuando varó el primer kayak un silencio absoluto habitaba la costa y no se veía absolutamente nada. Hasta las luces de la ciudad y el faro San Felipe fueron apagadas.

Con una rápida técnica de barrido en flor de unos 150 mtrs., los primeros comandos aseguraron la zona y con el visor nocturno hicieron la marcación infrarroja a los otros botes, que desembarcaron y armaron la cabeza de playa unos 250 metros más adelante. Luego desembarcaron los 20 botes restantes.

Como un relámpago se encolumnaron y avanzaron a los objetivos. En el punto de disloque, la patrulla del Capitán Pedro Giachino se abrió hacia la Casa de Gobierno mientras el resto siguió avanzando con el Capitán Guillermo Sánchez Sabarots hacia el cuartel de los Royal Marines.

Estaban marginales con el tiempo, por lo que debieron apretar la marcha. Faltando cuatro minutos para las 6 cruzaron el puente donde la avanzada ya había preparado las cargas de demolición para aislar el objetivo, de ser necesario. Nada entra, nada sale.

Iniciaron el asalto. Desde el cuartel comenzaron a tirar hacia la zona del Teniente Sergio Robles, abriendo una brecha por donde los ingleses se fugaron. Los comandos ingresaron al cuartel rompiendo puertas y ventanas. Cada uno tenía un lugar de ingreso específico. “Limpiaron” el cuartel recorriendo todo. Segundos después arriaron la bandera inglesa e izaron la argentina. Fue la primera bandera que volvió a flamear en Malvinas.

Mientras tanto en la casa del gobernador se solicitaba la rendición. “Mister Hunt, somos marinos argentinos, la isla está tomada, los vehículos anfibios han desembarcado y vienen hacia aquí, hemos cortado su teléfono y le rogamos que salga de la casa solo, desarmado y con las manos sobre la cabeza, a fin de prevenir mayores desgracias. Le aseguro que su rango y dignidad, así como la de toda su familia, serán debidamente respetados”, dijo el Teniente Diego García Quiroga, quien ya secundaba a Giachino.

No obtuvieron respuesta y por eso arrojaron una granada para disuadirlos. Una voz que provenía de la casa contestó: “Mr. Hunt is going to get out.” Pero no salió. García Quiroga reiteró el mensaje, pero la voz aseguró: “Don’t go (Mr. Hunt),” y esas palabras vinieron seguidas de un tiroteo.

Lo que siguió se inscribió para siempre en la historia de la recuperación de Malvinas y fue parte del precio de ver la bandera argentina en alto. Giachino y García Quiroga seguidos de tres hombres se lanzaron al interior de la casa. El primero rompió el vidrio de una puerta y abrió el picaporte. El resto fue cuestión de segundos: un feroz tiroteo, a Giachino lo alcanzan las balas británicas, cae y el segundo en resultar gravemente herido es García Quiroga, que iba detrás.

–Me dieron, Cristina, me dieron–dijo Giachino, como si desde el continente su mujer pudiese escucharlo–. García Quiroga sintió que le arrancaban el brazo, fue el primer tiro; el otro le dio en el abdomen. Hoy una navaja suiza exhibida en la Agrupación Buzos Tácticos es la muestra de suerte, que también es azar y destino, porque paró la bala que reclamaba su vida.

Giachino llamó al Cabo enfermero Urbina, pero éste también había sido batido. Ya en el suelo y anticipándose a la posible pérdida de conocimiento, el Capitán Giachino tomó la correa de sus binoculares y ató la granada –con la que rompió la ventana– para que no explote, evitando la muerte de todos los de la casa. A esas alturas ya estaba bañado en sangre.

La patrulla de Sánchez Sabarots escuchó los estruendos de la balacera que resonaron desde la Casa de Gobierno y corrieron a apoyar a Giachino que estaba a unos 7 kms. A unos 500 mtrs. de la Gobernación se separaron. Sabían que la fracción inglesa los superaba en número. Avanzaron desplegados de a cuatro viendo las cabezas y las antenas de comunicaciones enemigas. A pesar de llevar el arma cargada con el fuego abierto tenían la orden de no causar bajas enemigas.

A 50 mtrs. de la casa se levantaron todos juntos avanzando con las armas apuntadas y, cuando saltaron un ligustro espinoso listos a descargar, se escucharon las voces de alto el fuego en español y en inglés.

Tres horas antes, en un punto más al Noreste y ya promediando la madrugada los buzos tácticos del “Santa Fe”, enfundados en sus trajes secos y completamente camuflados, desembarcaron para cumplir con su misión. Doce hombres. Apenas tocaron la costa una bengala los iluminó como si fuera de día. Se prepararon para recibir fuego enemigo, pero nada. La misión era habilitar y proteger esa playa hasta que las tropas argentinas desembarcaran, y ese aviso tenía un tiempo límite: las 6:30. Esa bengala demoró en un minuto el cumplimiento de ese tiempo; 6:31, revisada toda esa playa, avisaron al “Cabo San Antonio” que estaba marcada, es decir libre.

Después de unos minutos agazapados, haciendo una especie de trinchera por si había que soportar un ataque, comenzaron a pasarles por al lado los VAO de la Infantería de Marina cuando el crepúsculo matutino empezaba a convertir las siluetas de las islas en certeza.

Se formaron a la derecha de un VAR y en ese momento se abrieron las tapas y en un acto espontáneo todos comenzaron a gritar “¡Viva la Patria!”.

Después de enfrentar las defensas inglesas que custodiaban el aeropuerto y de quitar los vehículos que habían sido atravesados en la pista, el VAO con el Coronel Seineldín llegó lleno de impactos de bala al hospital de Puerto Argentino. Ya sabían que el Capitán Giachino había sido herido. Seineldín entró al hospital y diez minutos después volvió a salir para darle el pésame a sus hombres, todos reunidos afuera. Giachino había muerto.

Para entonces en la isla ya había más de 800 soldados argentinos desplegados y se habían iniciado los vuelos que traían al resto de las tropas del Ejército, lo que motivó la rendición del Gobernador, quien pidió parlamentar con el Estado Mayor de la operación. Un jeep con bandera blanca condujo al Contralmirante Büsser a su casa. La Operación Rosario había sido ejecutada con precisión y sin bajas enemigas.

Una trompeta sonó poniendo a todos en firme para iniciar el saludo. Después de casi 150 años, la bandera argentina estaba izada en la Gobernación de Malvinas, y con ella comenzaban 74 días de guerra.

(GACETA MARINERA)

sábado, 1 de junio de 2019

Las doce invasiones del Reino Unido a Argentina


Las doce invasiones inglesas

La Gazeta

 


1. Introducción

Realmente poca gente conoce bien la Historia Argentina. Muchas son las causas de ello; cuestiones políticas, formas de dirigir la educación a determinados sectores, cipayismo y hasta algún tipo de corrupción, serian algunas de ellas.
Lo cierto es que nos enseñaron nuestra historia desde una concepción mitrista, algo así como una conformación de ideas comunes al modelo necesario de Nación, dejando de lado lo demás, como si no sirviera; en definitiva algo muy parcial.
A todos nos enseñaron de las dos invasiones inglesas a Buenos Aires, pero al resto se las olvidan, salvo rara excepción. En total tuvimos doce invasiones a nuestro territorio por parte de los ingleses y siempre con el mismo objetivo, someternos de forma colonial, comercial o militar. Puede que se me haya escapado alguna, pero de todas formas, sirve como cachetazo para la reflexión.
Debo aclarar que no soy historiador ni lo pretendo, tan solo me limito a los hechos que ya fueron investigados y registrados por prestigiosos entendidos.

2. Invasiones


1° Invasión – Año 1763

Inglaterra busco aliarse con Portugal, y lo hizo a través del tratado de Methuen, que le otorgaba la posibilidad de aprovisionarse en cualquier puerto Lusitano del mundo. A la vez que intensifico su mas antigua forma de comerciar: El Contrabando, en aquellos lugares donde les estaba vedado el comercio.
A comienzos de Enero de 1763, el 06 o el 07, se inicia el ataque a Colonia del Sacramento, pero fracasan. El Comandante ingles era John Mac Namara, y perece en el ataque.
Por Aquel entonces la zona era Gobernación de Buenos Aires y correspondía al Virreinato del Perú. Dicha Gobernación estaba encabezada por Don Pedro de Cevallos.

2° Invasión – Año 1765

John Byron llega al archipiélago Malvinense en Enero de 1765, y en la Isla Trinidad, que bautiza Saunders, establece un apostadero; luego funda Puerto Egmont en honor al primer Lord del Almirantazgo. A este puerto los españoles lo denominan Puerto de la Cruzada. Ante estos acontecimientos, España reacciona y por medio de una Real Cédula, incluye al archipiélago en la jurisdicción de la Gobernación de Buenos Aires. Los británicos reconocen la soberanía española, luego de reiterados reclamos. Pero no retiran a sus tropas, por lo cual hubo un choque armado favorable a España. También es cierto que para entonces, los franceses ya llevaban mas de un año de instalados en la bahía Anunciación, de la isla Soledad.

3° Invasión – Año 1769

El 10 de diciembre de 1769, el Capitán Antonio Hunt, comunica a Ruiz Puente, quien fuera Gobernador, que había ido a ocupar en nombre de su Majestad Británica, el archipiélago Malvinenese, estableciéndose nuevamente en Puerto Egmont. El por entonces Mayor General Juan Ignacio Madariaga, es enviado desde Buenos Aires, y obtiene la rendición el 1° de Julio de 1770.

4° Invasión – Año 1788

En 1788 los ingleses ocupan la Isla de los Estados.
En 1790 son expulsados de la Isla Grande de la Tierra del Fuego, y recién para 1791 lo son de la Isla de los Estados, por orden directa del Virrey Loreto.
Por entonces ya había sido firmado el tratado del Escorial (1790), por el cual se prohibía a los ingleses navegar y pescar a menos de 10 leguas de tierras españolas, y establecerse en ellas.

5° Invasión – Año 1806

En Abril de 1806 parte del Cabo de Buena Esperanza, una escuadra naval compuesta por cinco navíos de guerra e igual cantidad de buques de transporte, todos con bandera inglesa y a las ordenes del Comodoro Home Popham; las tropas que transportaban se encontraban al mando del Brigadier William Carr Beresford.
Antes de partir, los tres mas altos jefes de la expedición habían convenido en distribuir los tesoros, que sospechaban encontrar en Buenos Aires. Y que según las leyes navales inglesas, los caudales eran "Buena Presa" ; el convenio reservo al Mayor General David Baird, la cuota del jefe por haber autorizado la misión. En Junio de ese año confirman sus sospechas cerca de Montevideo, a través de un escocés llamado Russel, que viajaba como pasajero en una goleta de bandera portuguesa.
El 25 de Junio los ingleses desembarcan en Quilmes, y ocupan la ciudad de Buenos Aires con poca resistencia. Se establecen los términos de la capitulación, en los cuales los británicos exigen la entrega de los caudales reales; pero estos habían sido enviados a Luján por orden del Virrey.
El 05 de Julio el tesoro esta en Buenos Aires, y doce días mas tarde la fragata Narcissus zarpa hacia la Gran Bretaña con su valiosa carga. El 12 de Septiembre llega el tesoro a Portsmouth, y en ocho enormes carros (c/u llevando 5 toneladas de pesos plata), parte hacia Londres, donde es recibido con un enorme jubilo, y es depositado en el Banco de Inglaterra para su posterior distribución. Lo que los ingleses no se imaginaban en esos momentos, era que Buenos Aires había sido reconquistada un mes atrás. Esta acción había sido llevada a cabo por el entonces Capitán de Navío Don Santiago de Liniers. Recién en 1808 los ingleses pudieron repartirse el botín, y después de que un fallo de las autoridades inglesas acordara las sumas correspondientes a cada uno.
Siendo un total de 296.187 libras, 3 chelines y 2 peniques; que se repartieron entre 2841 participantes de la invasión a Buenos Aires (1235 del Ejercito y 1606 de la Marina).
El Mayor General David Baird recibió 35.985 libras; el Brigadier William Carr Beresford 11.995 libras; y el resto se distribuyo aproximadamente en 7.000 libras para los Jefes Superiores de tierra y mar, 750 para los Capitanes, 500 para los Tenientes, 170 para los Suboficiales y 30 libras para cada Soldado o Marinero.

6° Invasión – Año 1807

Los ingleses, anoticiados de la captura de Buenos Aires en 1806, organizan y envían un contingente militar de refuerzo, sin saber que la invasión del año anterior termino en un fracaso militar; lo que hizo que esta fuera una nueva y con intentos de lavar la imagen de la corona.
La población de Buenos Aires se entera de la presencia cercana de una importante flota inglesa, al ser invadidas las ciudades de Montevideo y Colonia.
Para fin de Junio de 1807 los ingleses tiran anclas en la Ensenada de Barragán, y el 1° de Julio comienzan a movilizarse hacia la Capital.
Los criollos intentan frenar el avance, pero son derrotados. Sin embargo, y a pesar de la angustiosa situación, los vecinos de Buenos Aires se organizan para la defensa.
Poco tiene hoy de cierto la famosa "aceite hirviendo" , pues era un articulo bastante caro por esos tiempos. Lo cierto es que los habitantes de la Buenos Aires colonial, hombres y mujeres, combatieron con sobradas muestras de valentía y decisión. El 07 de Julio de 1807, el Comandante en Jefe de las tropas Inglesas, General Juan Whitelocke, decidió firmar el tratado que ponía fin a la lucha en el Río de la Plata.
Principalmente luego de estas dos invasiones (1806 y 1807), se incrementaron los propósitos para la emancipación. Hecho que los británicos apoyaron, pues pretendían que Buenos Aires fuese un protectorado de ellos, para así poder comerciar libremente; tanto fue, que hasta prometieron su apoyo a todo intento emancipatorio del Reino de España.

7° Invasión – Año 1833

Para 1825 los ingleses continuaban haciendo de las suyas; el 02 de Febrero de ese año se firma un tratado de amistad, comercio y navegación, entre las Provincias Unidas del Río de la Plata y la Gran Bretaña. A través de este tratado éramos reconocidos como Nación independiente; y también establecía reciproca libertad de comercio, disminución de los derechos de importación y eximisión de tasas portuarias para ambas partes; libertad de conciencia para los súbditos ingleses que residían en nuestro territorio, y la abolición total de esclavos.
Realmente extraño o cipayo fue este tratado, pues la esclavitud había sido abolida en la Asamblea de 1813 y fue tan solo algo deseoso, pues al poco tiempo se firmo un decreto especial que le permitía a los ingleses continuar con la esclavitud y por otro lado, ni siquiera contábamos con barcos para poder efectuar ese libre comercio. Pese al reconocimiento como Nación soberana, el 02 de Enero de 1833, los ingleses ocupan el Puerto de Soledad, en las Islas Malvinas, a través del Capitán John Onslow.
Territorio que por el tratado de Tordesillas, correspondía a el Reino de España, y que luego por la cesión de tierras, al ser reconocida nuestra independencia, nos pasaron a pertenecer.

8° Invasión – Año 1845

Gran Bretaña, lejos de abandonar sus apetencias comerciales en América del Sur, resuelve en 1840, exigir la libre navegación de los ríos interiores argentinos para sus buques mercantes. Esto era para poder llegar a puertos como Asunción o Rosario. Para entonces se encontraba Rosas en el poder, quien sistemáticamente les negó el pedido; ante esta posición y a otras circunstancias, los ingleses y franceses, declararon el bloqueo al Puerto de Buenos Aires.
Sus objetivos eran los de obtener la libre navegación de los ríos Paraná, Uruguay y Paraguay; y el ponerse en contacto de una manera mas cómoda, con la gente de Corrientes, ya que se encontraban envueltos en una guerra contra Rosas. Enterado de esto, Rosas, mando a fortificar el paraje conocido como Vuelta de Obligado, al norte de la provincia de Buenos Aires. Varias embarcaciones unidas con cadenas, les cortarían el paso a la escuadra Anglo – Francesa, a la vez que cuatro baterías de cañones, defenderían la posición.
El 20 de Noviembre de 1845 tuvo lugar el combate. No fue una victoria, pero se les demostró a los gringos que no seria fácil efectuar lo que pretendían. Finalmente el 15 de Julio de 1847, Inglaterra levanto el bloqueo, y Francia dispuso similar medida un año después.

9° y 10° Invasión – Años 1908 y 1917

En esos años la Gran Bretaña dispuso a través de dos cartas patentes, el pescar bajo su permiso y supervisión; no solo en las aguas de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur, sino que también en gran parte de nuestro litoral continental patagónico, llegando incluso a querer ejercer sus pretensiones sobre territorios continentales.
Salta a las claras las oscuras intenciones inglesas de no dejar de lado sus pretensiones de expansión colonial, utilizando en estas veces, el comercio como arma.
Observando un simple mapa, se comprueba el pretendido robo ingles, ya que se arrogaban como suyas las tierras y aguas al sur del paralelo 50°, y entre los meridianos 80° y 20° de longitud oeste.
Ciertamente, todo quedo sin efecto por esos años, merced a las gestiones diplomáticas. Pero también es cierto que la invasión existió en los papeles.

11° Invasión – Año 1970

Esta fue una suerte de invasión comercial a gran escala, y con funcionarios públicos argentinos, evidentemente inclinados hacia los invasores. Al menos uno de estos funcionarios, ocupo un puesto relevante durante la gestión gubernamental del Doctor Raúl R. Alfonsín.
En 1968 la firma inglesa DELTEC INTERNACIONAL y el KING RANCH, de origen estadounidense, se asocian y forman la DELTEC PANAMERICANA.
El King Ranch, llego a poseer en Venado Tuerto (Santa Fe) unas 35.000 hectáreas y en el sur de Brasil algo similar; estimándose que en 1970 ya había alcanzado un rebaño de vacunos de unas 200.000 cabezas, entre los dos países.
El asunto era adquirir la mayor cantidad de tierras en nuestra Pampa Húmeda, en el Uruguay y en el sur de Brasil; que daban como 1.400.000 Km² y un rebaño bovino de 140.000.000 de cabezas; cifra que superaba en tres veces a las existencias de Europa Occidental o de Estados Unidos, según una estadística de 1970, hecha por el Ministerio de Agricultura de Washington. Deltec Internacional era desde el año 1900, el único comprador y distribuidor de la carne argentina, a través de sus frigoríficos (testaferrados) Swift, La Blanca, Armour, y La Negra; pero la cadena de frigoríficos entre Brasil, Uruguay y Argentina llegaban a veinticinco, de los cuales diez aun subsisten, sobre todo en Brasil.
Los puertos de embarque eran siete, Bahía Blanca, Buenos Aires, La Plata, Montevideo, Paranaguá, Santos y Río Grande. En pocas palabras, el King Ranch criaba y Deltec procesaba.
Un Juez, el Doctor Salvador María Lozada, puso todo sobre la mesa, cuando en 1970 le decreto la quiebra al frigorífico Swift, por una evasión fiscal de 25.000.000 de dólares.
Hasta se refloto la vieja investigación de Lisandro de la Torre, quien enjuicio a varios funcionarios del gobierno del General Justo, entre los que estaban el Gerente del Banco Central (Raúl Prebisch) y el Director de Réditos (Enrique Malacorto), y el propio Ministro de Hacienda (Federico Pinedo), hay que destacar que fue para 1935.
Pero hacia fines de 1950, Federico Pinedo volvió a tener las riendas de la economía del país; Raúl Prebisch fue asesor de los gobiernos de Aramburu (1955) y de Alfonsín (1984); en tanto Enrique Malacorto fue el Vicepresidente del Banco Central, cuando el General Ongania estaba en el gobierno y se investigaba la evasión de divisas de Swift. Los pedidos que por entonces se le enviaban al Banco Central, solicitando informes para dilucidar la verdad acerca de la evasión, mismos que enviaba el General Ongania, se demoraban mas de la cuenta. Otra razón mas, había aparte de Malacorto, el Ministro de Economía era Adalbert Krieger Vasena, y de el dependía el Banco Central. Y en 1969, Vasena deja su puesto y ocupa la Gerencia Regional para el Area de Latinoamérica de Deltec Internacional.
Lo que hizo el Juez Losada no fue aislado, la Fuerza Aérea Argentina se opuso para que el Estado Argentino le vendiera al King Ranch, unas 80.000 hectáreas en la zona de las Islas Lechiguanas, en la Mesopotamia. Las dos acciones hicieron que el gigantesco monopolio ganadero no continuara avanzando.
Tan enorme era el poder de Deltec que en el juicio por quiebra que llevo adelante el Doctor Lozada, se pudo comprobar que en los balances de 1966, la empresa había tenido una ganancia de 2.800 millones de dólares por la venta de carnes en el mercado internacional. Para entonces la balanza comercial argentina dio un superávit de 1.593 millones de dólares en comercio exterior; es decir que el de esta empresa casi duplicaba al de nuestro país.
Era realmente un gigantesco robo lo que se le hacia a la Argentina. Hasta 1970, la carne que se vendía a Inglaterra, era sin precio fijo. La carne era subastada en Londres entre las 7.000 carnicerías de todo el país (3.700 era de Deltec) de manera tal que los precios era ajustados a sus intereses. Los fletes hacia Inglaterra, también quedaban en poder de ellos, pues se hacían en sus propios buques; los seguros se efectuaban a través del Lloyds, es decir a través de ellos. Y lo mas increíble de todo esto, es que hasta del flete interno en Inglaterra se hacia cargo Argentina.
Por entonces la tonelada de carne costaba unos 400 dólares, y a la Argentina solo retornaban 180 dólares.
Como hecho anecdótico se recuerda la veda de vientres de 1970 en nuestro país. Por la cual, para no sacrificar ganado joven, se importo carne de Finlandia, una 80.000 toneladas. Lo absurdo era que esa carne, era argentina, que Deltec había vendido a Finlandia. Por esa misma carne, Argentina había obtenido 180 dólares y ahora la compraba a 400 dólares la tonelada. Pero esto por mas cruel que sea, no deja de ser anecdótico, a pesar de todo.
Para tanto eran las apetencias de este poderoso imperio, que en Londres la revista "International Manager" , en uno de sus números de Octubre de 1970, publico una circular que Deltec dirigió a sus Gerentes de Ultramar, y en la cual se describe de una manera clara y precisa el accionar inescrupuloso y hasta desafiante que tenían.

Dice así:
"Probablemente no sea sabio enviar afuera a un Gerente con sentido moral muy firme. En muchas situaciones tendrá que buscar compromisos. En ciertos países, por ejemplo, no se pueden adelantar negocios sin comprar algunos funcionarios públicos. El Gerente que no este dispuesto a proceder así, bajo ninguna circunstancia debe ir a países donde esa es la costumbre. El Gerente ha de plegarse a las convicciones del país donde esta y en muchos el soborno no es un pecado. En algunos países hay miembros del gobierno que lo toman como una especie de recompensa en su carrera, que puede ser muy corta."
Me parece que las ideas de hace unos cuantos siglos atrás, que tenia la corona Británica, pasaron de una manera sencilla a sus súbditos, y llegaron hasta nuestros días sin mayores tropiezos.


12° Invasión – Año 1982

Tal vez 1982 sea el año que mas este presente, por estos temas, en la memoria de muchos. Para realizar esta nueva invasión, los ingleses nos llevaron a la guerra. Y como toda guerra, estuvo plagada de miserias humanas; por ella se mintió y se miente, o de ultima no se dice todo lo que se sabe. Circunstancias que llevaron a que gran parte de la sociedad argentina, pusiera el tema en el cajón de la vergüenza.
Quizás 1982 sea recordado mas por la histórica recuperación de las Islas Malvinas, Georgias y Sándwich del Sur del 02 de Abril, y por la guerra subsiguiente, que por la invasión inglesa.
No es que este mal o bien, solo se que hay que recordar que parte de nuestro territorio se encuentra ocupado por otra Nación. La cual no cede un palmo ante nuestros reclamos; que solo busca su conveniencia y que en definitiva es nuestra enemiga de ayer, de hoy y hasta la de siempre, si no nos acordamos de ser argentinos.
Podría desarrollar mucho aquí, pero soy parte involucrada, un Veterano de esta mal conocida "Guerra de Malvinas", y en consecuencia seria parcial. Me movería el apasionamiento por el tema, y no es lo que pretendo; además ya hay muchos libros, revistas, videos y demás yerbas que dicen ser o tener la pura verdad de lo acontecido, y en realidad solo muestran mas de lo mismo por distinto autor. Así que tan solo voy a relatar algunos hechos, quizás conocidos por pocos, pero que bien valen la pena que se conozcan, pero será en un Capitulo aparte.

Por allí escuche a Cortez que cantaba:
"El tiempo ira trayendo la amnesia inexorable. Habrá muchas condenas y pocos responsables. Dirán que fue preciso, dirán que inevitable. Y al final como siempre, será Dios el culpable."

Cuanta razón tiene este hombre, la hipocresía esta en el orden del día.
No se puede cambiar el curso de la historia a base de cambiar los retratos colgados en la pared. Jawahartal Nehru
1889 – 1964

Trabajo enviado por:
Maldonado Horacio

jueves, 30 de mayo de 2019

Poltronieri, un héroe de la Historia Argentina

Oscar Poltronieri, el gran héroe de Malvinas que arriesgó su vida para salvar a 150 argentinos

Solo y con una ametralladora evitó el avance inglés en el monte Dos Hermanas. Fue condecorado con la Cruz al Heroico Valor en Combate.
Radio Mitre




Oscar Poltronieri es el héroe no militar más importante que tiene la Argentina. Su valor en el cerro Dos Hermanas quedó representado con la Cruz al Heroico Valor en Combate, siendo el único soldado conscripto que recibió esta distinción.

“Váyanse ustedes que tienen hijos. Yo me quedó”, gritó Poltro ante el inminente ataque inglés. Solo y con una ametralladora en el cerro Dos Hermanas, combatió durante horas a los británicos y le salvó la vida a más de ciento cincuenta compañeros.

“Adelante nuestro estaba el regimiento 4 de Corrientes. Al costado teníamos al Regimiento de Infantería 7 de La Plata“, recuerda Poltronieri respecto del día que desembarcaron los ingleses en la zona donde se encontraba su regimiento.



“Tomaron todo a las corridas. Los gurkas mataron a un montón del regimiento 4 de Corrientes. Y a nosotros nos rodearon. Yo en el monte. Cuando los veo, serían las cinco o las seis de la mañana. Allí matan a tres o cuatro de los soldados nuestros, todos cerca mío: a uno que tiran un morterazo que cae cerca mío y una esquirla le vuela la tapa de la rodilla, limpita, y se desangra. Cuando llega al hospital de Puerto Argentino llega desangrado. A otro una esquirla le da en la espalda. Y a otro que trepa un poco el monte para montar la ametralladora también lo bajan con una ráfaga de ametralladora. Ese era Ramón, que era amigo mío. Si lo habían matado a él me iban a matar a mí también, ¿por qué me iba a salvar?“, recuerda con crudeza esa fatídica mañana del 11 de junio de 1982.

La superioridad de los británicos significaba un claro boleto de muerte para las tropas que se encontraban en el cerro. El coronel Augusto Esteban Vilgré no dudó en dar la orden de retirada, pero Poltronieri lo desobedeció y resistió solo para permitir el escape de sus compañeros.

“A mí me dio como un ataque de locura y empecé a sacudirles con la MAG, que es una ametralladora pesada. Mi abastecedor estaba cansado de ponerle las cintas de balas a la MAG, pero yo seguía tirando. Eran como las nueve de la mañana. Las balas me pasaban cerquita: a las trazantes se las veía clarito. El subteniente me decía: “Vámonos Poltronieri, que te van a matar…” Pero yo le decía que se fueran ellos. Porque yo sabía que el sargento Echeverría había tenido familia en esos días. Entonces les dije: Váyanse ustedes que tienen hijos, que tienen familia. Yo no tengo a nadie”, recordó hace algunos años en una entrevista con el diario Clarín.


En su regreso de Malvinas, Poltronieri formó una familia

La educación de Poltronieri era por demás escasa. Llegó a Malvinas como un soldado analfabeto, pero su falta de instrucción no era un motivo que le impidiera no distinguir la importancia que tenía esa guerra. Tres días más tarde de su feroz resistencia se firmó la rendición en Puerto Argentino.

“Llegué a la tarde adonde estaba el batallón de Infantería de Marina 5. Les pregunté si sabían dónde estaba el 6 de Mercedes, porque yo quería juntarme con los míos”, recuerda luego de la resistencia que ofreció en el cerro Dos Hermanas. “Me dijeron que cerca del cementerio, que era el punto de reunión. Cuando me vieron no lo podían creer: me habían dado por muerto. Allí me enteré de que se habían rendido a las diez de la mañana. Y recién como a las tres de la tarde nosotros habíamos dejado de combatir. Cuando vimos la bandera blanca colgada en el mástil, la mayoría nos largamos a llorar”.

martes, 28 de mayo de 2019

Gómez Centurión y su grupo se enfrenta a 250 paracaidistas


Historias de coraje en Malvinas: cuando Juan José Gómez Centurión y 38 soldados enfrentaron a 250 británicos

Infobae reunió a tres héroes que participaron del combate en las islas. "En la guerra se ve al ser humano en toda su dimensión", dijo el entonces subteniente de Infantería y jefe de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25
Por Adrián Pignatelli || Infobae


Hoy tiene 61 años. Fue a la guerra como subteniente de Infantería y como jefe de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25. Juan José Gómez Centurión, mayor retirado es, además, paracaidista y comando. José Eduardo Navarro, hoy general de división a punto de retirarse, era un joven subteniente de 21 años del Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Malvinas fue su primer destino. Andrés Fernández, de 61 años, era entonces un cabo cocinero en el Regimiento 25, de 24 años. Los tres están unidos por esos lazos invisibles e indestructibles que una situación límite como es la guerra sólo puede forjar. Para ellos, mayo no es un mes más, sino que es el punto de partida de algo más profundo que, en esta nota que concedieron a Infobae, revelan.

22 de mayo: rescatar los cañones del Río Iguazú

El que comienza a hablar es el hoy general Navarro. "El 21 por la noche estaba durmiendo en mi trinchera, y me ordenan presentarme en el puesto de comando del Grupo de Artillería Aerotransportado 4. Debía trasladar dos obuses Otto Melara 105 mm de Puerto Argentino a Darwin, que servirían de apoyo a la infantería. Alistamos a la tropa, 18 hombres entre soldados y suboficiales. Grande fue nuestra sorpresa cuando vimos que el buque en el debíamos llevar los cañones era el Río Iguazú, muy pequeño para nuestro cometido. No entraban. Cada uno pesaba alrededor de 1.500 kilos y su volumen es similar al de un Fiat 600. Entonces resuelvo desarmarlos en 12 partes".

La principal preocupación de Navarro era esos cañones. "Yo sabía que el infante de Darwin los estaba esperando. Las piezas más voluminosas las ubicamos sobre cubierta, en popa, mientras que el resto las acomodamos en la bodega. Como no estaba previsto desarmarlos, se inició la navegación a las 5 de la mañana cuando tendría que haber sido a las 12 de la noche". "'Salimos tarde -me advirtió el capitán-. 'Hay superioridad aérea enemiga y es muy probable que suframos un ataque'".

La predicción del capitán se hizo realidad. A las 8:30, cuando estaban cumpliendo la última etapa del viaje, aparecieron dos aviones Sea Harrier, que atacaron la nave con sus cañones de 20 mm. "Vuelan las esquirlas por todos lados, hay heridos -recuerda Navarro-. Me encuentro en el subsuelo, se apagan las luces, comienza el humo, se encienden luces rojas y se ordena abandonar el buque. Busco mi casco y mi fusil. Cuando estoy en la cubierta, veo a mis soldados que ya estaban en el agua, alcanzando la costa que estaba a 40 o 50 metros. Giro la cabeza y veo que un Sea Harrier viene ametrallando el buque y me tiro al agua. Es la primera sensación que tengo, lo salado del agua. Soy correntino y en mi vida había visto una masa de agua tan grande. Cada vez que voy al mar me vuelve el recuerdo de ese 21 de mayo".

Cuando el grupo alcanzó un islote, Navarro de pronto vio que el soldado Rodolfo Sulín se había arrojado al agua nuevamente. Había vuelto al barco. En un bote salvavidas cargó ropa seca y víveres. Por dicha acción, le otorgarían la Medalla de La Nación Argentina al Valor en Combate. Más tarde se enterarían de que Sulín era hijo del capitán de un buque mercante y se había criado en el mar. "Esas provisiones nos ayudaron a sobrevivir todo ese día y el día siguiente. Mientras tanto, estábamos alerta para abrir fuego si aparecían los ingleses", explicó Navarro.

 
José Eduardo Navarro

"Un rosario de locos"

Gran alegría en Darwin cuando vieron llegar al grupo, al que daban por desaparecido. Y la providencia quiso que Navarro se encontrara allí con el subteniente de infantería Juan José Gómez Centurión, a cargo de la sección Romeo de la Compañía C del Regimiento 25.
"Encontrarme con Juan José fue como haber encontrado a un hermano. Un año antes había muerto mi único hermano, destinado en el Grupo de Artillería, 9 que comparte guarnición con el RI 25. En diciembre del año anterior fui a buscar sus restos y lo conocí a Gómez Centurión. Imaginate verlo un año después en Darwin, fue como ver a mi hermano. Abrazarlo y llorar de angustia fue mi primera reacción".
Gómez Centurión relató: "Cuando lo vi venir caminando por el muelle de Darwin, fue ver a mi amigo muerto. José es muy parecido a su hermano, hasta los dos son chuecos".

—¿Qué hacés acá?

—Mirá, acaban de hundir el buque donde traía los cañones. Quiero recuperarlos. No se cómo, pero quiero recuperarlos —le dije a Gómez Centurión.
"De por sí, eso era una locura porque el lugar estaba identificado por los ingleses, señalizados por ellos", fue lo primero que respondió Gómez Centurión. "Alguien le había dicho a Navarro que yo tenía un traje de neoprene, pero era para verano. Aún así, de la nada, comenzamos a armar la operación".

 

Navarro y Gómez Centurión contaron que hicieron participar "a un rosario de locos". Y hasta de la nada apareció un Chinook, un helicóptero de la Fuerza Aérea, piloteado por el Mayor Posse, que los llevó al lugar.

El Río Iguazú estaba escorado de popa, con la bodega totalmente inundada. El entonces subteniente contó: "Había que entrar a la bodega por un tambucho de 70 por 70 cm, y sumergirse en agua cuya temperatura era de cinco grados. Yo no tenía ni testera, fundamental para proteger los oídos, ni visor ni patas de rana ni tubo de oxígeno. Haría el trabajo en apnea, esto es, aguantando la respiración y, en total oscuridad, tantear lo que yo consideraba era una pieza del cañón".

Mientras hacía esa tarea, Navarro con los soldados estaban parados sobre cubierta y Gómez Centurión les iba acercando lo que encontraba. Si servía se guardaba en un bote salvavida; en caso contrario, se tiraba al agua. Al final de ese día, habían recuperado un cañón. Y al día siguiente, se recuperó casi la totalidad del otro. "Llegamos a armar un cañón entero y el otro, en unos tres cuartos. Lo importante que con esos cañones se combatió en Darwin, brindando apoyo de fuego a la infantería. Los británicos se vieron severamente sorprendidos por ese poder de fuego argentino, con el que no contaban", recordó Navarro.

El 25 de Mayo en el Río Iguazú

"Cuando Navarro partió con sus hombres, con mi sección nos quedamos en el Río Iguazú y festejamos el 25 de mayo. Teníamos la misión de desarmar el buque: romper la radio, deshacernos de las cartas naúticas y destruir el sistema de claves", información muy valiosa para los ingleses, explicó Gómez Centurión.

El capitán del barco le había dicho: "El buque es suyo, llévese lo que quiera". "Dispuse entonces tomar todo lo que nos pudiera ser útil. Recogimos ropa nueva y una cantidad importante de alimentos en conserva, que en la guerra es un verdadero tesoro".

"Cuando regresé, un mayor pretendió hacerse de esas provisiones y vestimentas y repartirlas a su parecer, a lo que me negué. 'Antes de entregárselas, las tiro de nuevo al agua', amenacé. Y ahí quedó la historia. Es lo que yo creía".

 
Andrés Fernández

28 de mayo: el enfrentamiento con 250 paracaidistas británicos

Días después, a Gómez Centurión y su sección le ordenaron dar seguridad en un puente, situado 8 km al sur de Darwin, un punto muy alejado que no tenía relevancia. Él adjudicó esta orden al entredicho que había tenido con el mayor por las provisiones unos días atrás. "Ocurrió que con esa orden lo que se hizo fue dividir la reserva, debilitándola. La reserva es el elemento que se va a usar en el peor momento, es la última opción, que la convocan para revertir una mala situación", explicó Gómez Centurión.
"Lo conveniente hubiera sido-según explicó a Infobae el ahora mayor retirado- era haber combatido todos juntos. De haber sido así, yo hubiera peleado al lado de Estévez".

¿Cuál era el panorama a esta altura? Para entonces, los británicos habían consolidado la cabeza de playa y como las fuerzas argentinas no dominaban ni el mar ni el aire, el combate en tierra tendría un tiempo limitado: la cabeza de playa era el comienzo del fin de la guerra. "Fortaleza rodeada, fortaleza tomada", es el axioma en la estrategia militar.

El 26 de mayo al mediodía, con 38 soldados, Gómez Centurión partió al punto convenido, sin comunicaciones, abastecimientos ni conectividad para recibir refuerzos.

A la noche del 27, comenzaron a oír fuego naval. Más cerca de medianoche disparos de artillería y a las dos de la mañana el tableteo de las ametralladoras. "Cuando en la guerra hablan las ametralladoras es porque hay combate cercano. Y nosotros estábamos a 15 kilómetros", expresó Gómez Centurión.

Estévez

Con sus hombres, regresó al puesto de comando en Pradera del Ganso y se presentó al jefe de la fuerza de tareas. Y escuchando al soldado Rodríguez por radio, se enteró de la peor noticia: su amigo, el Teniente Roberto Estévez, había muerto y su sección Bote estaba diezmada. "No, no puede ser, el teniente Estévez no puede estar muerto", afirmó entonces.

"Éramos amigos. Habíamos hecho todos nuestros cursos juntos, habíamos soñado un montón de cosas. Habíamos planeado distintos tipos de maniobras en caso de combatir juntos. Me retienen una hora, a la espera de refuerzos, para salir hacia el sector norte. Mientras tanto veíamos llegar a soldados heridos, mutilados, en shock; lo único que quería hacer era salir de ahí", contó Gómez Centurión.

Hay un cocinero en mi sección

A las 8.30 emprendieron la marcha hacia el norte, con muy mala información sobre dónde estaba el enemigo. Tomaron el camino de la costa y, cuando estaban por llegar a la escuela de Darwin, el fuego intenso de dos ametralladoras inglesas le cerraban el paso. Gómez Centurión recordó: "Sentía que estaba perdiendo el tiempo. Dimos vuelta, hicimos el camino para atrás".

En la sección se había sumado el cabo cocinero Andrés Fernández, de 24 años, quien de pronto se había visto sin ningún destino. Como solo estaba armado con una pistola, en la enfermería se había hecho de un FAL y así se acopló a la sección Romeo.

Fernández explicó a Infobae: "Mi vocación militar la tenía desde chico; somos diez hermanos, y los siete varones habían hecho el servicio militar y justo yo me había salvado. Cuando veía a mis hermanos en uniforme o escuchaba el Himno, tenía sentimientos muy profundos. Fue así que entré a la Escuela de Suboficiales, porque realmente así lo sentía". Y agregó: "con Juan José éramos los últimos, íbamos cubriendo a los soldados".

 

38 contra 250

El entonces jefe de la sección relató: "Volvimos a dar la vuelta para encarar el contraataque. Pasamos la escuela, llegamos a una altura y vimos a las tropas inglesas, apretadas por un campo minado que habíamos puesto con el teniente Estévez tiempo antes".

Fue cuando comenzó un intenso combate. Los 38 argentinos situados sobre una loma y 250 paracaidistas británicos disparando desde abajo. La diferencia era notoria, más aún si se tiene en cuenta que nuestros soldados disponían de solo 120 tiros.

De pronto, la sorpresa. Del tercer grupo le gritaron a Gómez Centurión: "Mi subteniente, se rinden!"

Describió: "Cel otro lado, teníamos una hondonada con una piedra muy característica. Con mis anteojos de campaña, detrás de esa piedra, veo a dos ingleses que levantan sus cascos con sus fusiles".

"¡Alto el fuego!", ordené.

Nadie disparaba. Silencio mortal.

Cientos de pensamientos se cruzaron por la mente de ese subteniente de 23 años. Era su primer combate contra los británicos. "Cómo establecer los términos de la rendición, hasta me vino la imagen del general Beresford rindiéndose ante Liniers".

Gómez Centurión bajó la loma junto al sargento García. "Nos encontramos a diez metros. El inglés era de buen porte, estaba mimetizado; en el combate, nunca le ves las caras, no sabés si es joven o viejo".

—¿Hablás inglés? —preguntó.

—Si, hablo inglés —contestó Gómez Centurión.

—Si me entregás el armamento de toda tu gente, salen todos vivos.

"Yo aún no tenía heridos. Creo que pensó que yo era una avanzada de una fuerza mayor que venía detrás. Nunca entendió que un tipo solo estaría en ese lugar", reconoció Gómez Centurión.

—Yo te garantizo la vida de todo el mundo —insistió el jefe inglés.
"Mi sorpresa fue muy grande; creí que me iba a dar la rendición, hasta se me había cruzado que debía entregarme su pistola 9mm, que sabía dónde la portaba".
—En dos minutos abro fuego —advirtió.

—¡No, pará, conversemos! —pidió el inglés.

"Me volví y comencé a subir, más confundido que cuando bajé".

La situación de los 38 soldados argentinos estaba muy comprometida. Estaban solos, sin posibilidad de que llegasen refuerzos. Estaban en un terreno donde en un flanco tenía el mar y en el otro un campo muy abierto. Pero hasta ese momento no tenían ni un solo herido.

En el momento en que Gómez Centurión subía la loma, dos ametralladoras inglesas abrieron fuego. "Apuré el paso, me di vuelta y le disparé al oficial con el que había parlamentado. Y cayó muerto".

Así moría el teniente coronel Herbert Jones, 42 años, jefe del Segundo Batallón del Regimiento de Paracaidistas. Fue el oficial de más alto rango caído en la guerra del Atlántico Sur.

Y se desencadenó el infierno. Disparos ingleses desde abajo, desde arriba, desde los costados. Y es cuando la sección argentina tiene sus primeras bajas.

Y al joven jefe argentino se le sumó la complejidad de los gritos del dolor del herido. "El clamor del herido es tremendo por lo que representa y por el impacto en la moral de la gente, sobre todo cuando no disponés de un equipo de camilleros. En una fracción de segundos hay que decidir a quien se atiende en el campo y a quien evacuar, porque si no se lo evacúa puede morirse ahí mismo y generará una disminución en la moral de combate en el resto de los soldados".

 

Uno de los heridos graves era el soldado Miguel Ángel Canyaso. "Tenía un disparo que le entró x la frente le rodeó el cuero cabelludo y que le había salido por la nuca, recuerdo que tenía la cabeza abierta como una flor. Tenía pulso -contó Centurión-. Le doy la extremaunción, rezo un Padrenuestro y le hago la señal de la Cruz".

—Cargalo y llevalo —le ordenó al Negro Aguilera.
—Está muerto.
—¡Cargalo y llevalo, que está vivo!

"Es muy peligroso cargar a una persona en combate, porque camina tres veces más despacio y es un blanco móvil para cualquiera. El que está tirando del otro lado no ve si es una bolsa de munición o un cuerpo", explicó Gómez Centurión.

Canyaso sobrevivió y fue condecorado por Herido en Combate. Luego de una hora, quedaban entre cuatro o cinco argentinos, que cubrían el repliegue de sus compañeros. Y es en ese momento cuando hirieron al Cabo Fernández.

Él lo cuenta: "Estaba cubriendo a Juan José, que estaba más adelantado. Cuando comenzó el tiroteo, disparé. Yo hacía mucha práctica de tiro en el polígono, tenía la certeza de que no iba a errar, y entonces bajé a dos ingleses. En ese momento, sentí como un fuego en la cadera y me empezaron a tirar de todos lados. Yo apenas me cubría cuerpo a tierra detrás de un poste, y otro disparo me impactó en mi pie. En el momento continué combatiendo, por la propia energía que uno tiene y por la adrenalina".

"Algo inexplicable me salvó la vida"

"Juan José se acercó y trató de llevarme, pero no pudo arrastrarme. Me cubrió y me dijo que me iba a volver a buscar. Me colocaron dentro de un pozo y me quitaron el armamento para que los ingleses vieran que no representaba un peligro. Estuve consciente hasta que vi pasar a un inglés agazapado".

De pronto, Fernández hace un alto en relato. Visiblemente emocionado relató: "En ese momento algo me cubrió, es algo que nunca pude explicar; lo único que se es que era algo celeste y blanco, que me dijo que no me preocupase, y no me acuerdo nada más. Mis compañeros me contaron que yo me quejaba. Recobré la conciencia en la salita de campaña".

Cuando cayó el sol, comenzaron a plantearse ir a buscar al cabo Fernandéz. Todos querían rescatarlo. "En la guerra se ve al ser humano en toda su dimensión: compartir la última comida, compartir el último cigarrillo, hacer el trabajo riesgoso de otro hasta los actos más grandes de miseria como el soldado enemigo que corta un dedo para sacar un anillo; eso te empieza a calibrar otra sintonía de la condición humana", reflexionó Gómez Centurión.

"Ignorábamos la gravedad de su lesión -posteriormente supimos que tenía quebrada la cabeza del fémur- y si precisaba un modelo de evacuación específico. Pedí voluntarios, aparecieron siete u ocho, elegí a los más corpulentos, el vasco Aguerrebengoa y Carobbio. Les hice dejar el armamento para que ellos no se enfrentaran con nadie. Porque nosotros no éramos camilleros".

 

A Fernández hubo que salir a buscarlo en la oscuridad de una noche completamente cerrada. Gómez Centurión recordó: "Fue muy complejo, porque los ingleses nos abrían fuego exploratorio, hasta de un helicóptero que transportaba heridos. A Fernández lo ubicamos luego de dos horas y media por sus gritos. Cuando lo quisimos mover, gritaba aún más. El vasco llegó a ponerle un pañuelo en la boca. Y así lo llevamos hasta las líneas propias".

Luego de la rendición, Fernández recordó que una noche muy fría, que nevó, los ingleses lo llevaron en helicóptero a San Carlos. Lo dejan en una especie de cueva junto a otros prisioneros. Recuerda a un inglés que le echaba whisky en sus heridas. De ahí fue al buque hospital Uganda, fue canjeado por ingleses heridos el día 5 de junio y en el Bahía Paraíso lo llevaron a Puerto Madryn y a Bahía Blanca, donde lo operaron.

El amigo que tardó en irse

"Cuando fui a identificar los cadáveres de mis camaradas para sepultarlos en una fosa común, identifiqué el de Estévez, especialmente por la forma en que se ataba los borceguíes. Cuando los ingleses nos trasladaban al continente en el Norland, creía verlo al teniente Estévez en la escalera del buque. Mucho tiempo después asumí que había muerto".

Fernández, que actualmente trabaja en una escuela, aseguró: "La guerra me enseñó a ser más humano, a ser buena persona a valorar lo que uno hace".

Navarro dijo: "La guerra fortaleció mi vocación de soldado, me probé a mi mismo, ser soldado en defensa de un objetivo patriótico, y vi eso en mis hombres. Nadie te prepara para las miserias de la guerra. Podés ser fuerte en carácter o en espíritu, pero la guerra cambia todo".

Gómez Centurión, que fue condecorado con la Cruz La Nación Argentina al heroico valor en combate, finaliza: "El único lugar donde la gente siente el cariño y no siente la hostilidad es en su fracción. Es tal el vínculo con el camarada y tanta la sensación de protección, que el domingo a la noche, cuando el veterano está en una situación límite por su vida o por su familia, llama a su cabo o a su subteniente treinta años después. Ahí estará alguien que lo va a proteger".

domingo, 26 de mayo de 2019

Las motos de los comandos argentinos



Las motos protagonistas de la Guerra de Malvinas

Flavia Iglesias Zanet | Gente de Motos





30 marzo, 2018 Flavia Iglesias Zanet

Durante el conflicto bélico entre Argentina y Gran Bretaña, que duró 10 semanas, el despliegue de las fuerzas armadas también estuvo constituido por motocicletas. Son máquinas con una historia especial.

Para la época el ejército argentino contaba con una flota de la reconocida Zanella Surumpio, con un motor dos tiempos de 125cc, que no cumplía del todo con las exigencias militares. Si bien era una todoterreno, tenía componentes poco confiables, era bastante ruidosa y contaba con suspensiones algo rígidas.

A las Malvinas, los militares argentinos algunos llevaron ejemplares para ser usados para mensajería; aunque una vez en la isla se incautaron a los británicos unas Can Am Bombardier 250. Dichos vehículos sí estaban preparados y tenían los elementos necesarios para un soldado. Otro reconocido modelo de la guerra es la Kawasaki KE 125 que utilizaron las fuerzas de nuestro país.


La misión en dos ruedas


En los dos meses y medio que duró el conflicto hubo un suceso donde las dos ruedas tuvieron gran protagonismo. El 8 de junio la Fuerza Aérea Argentina atacó dos buques enemigos que se dirigían a la Bahía Agradable, al tiempo que la compañía de Comandos 602 debía asaltar los mismos por la retaguardia. Pero un helicóptero Puma fue embestido por la defensa británica.

Para rescatar a los soldados que quedaron aislados, se envió a la Compañía de Comandos 601 a bordó de sendas motocicletas, en las que se contaban tanto Kawas como Can Am. El primer intentó fue en vano, pero luego de esperar a la noche el grupo volvió a intentarlo. El ejército inglés descubrió el arriesgado plan y comenzó a atacar, más los argentinos pudieron cumplir la misión con éxito.

Los militares nacionales utilizaron las máquinas para transportarse hasta la posición de la Armada, donde supieron que se habían arriesgado al pasar por el corredor. Media hora antes de que pasaran en las motocicletas por el tramo recorrido se habían cerrado porque encontrarse minado.




Los modelos de Malvinas

La fábrica canadiense Bombardier comenzó a trabajar con la línea Cam Am en 1973, siendo proveedora del ejército de su país, de EEUU, Bélgica y Gran Bretaña. El modelo utilizado en la guerra de Malvinas era una motocicleta con motor monocilíndrico, de dos tiempos, de 250cc, refrigerado por aire. Los propulsores eran suministrados por la empresa austríaca Rotax.

Uno de los ejemplares secuestrados a las fuerzas armadas británicas durante el conflicto sigue en manos de los argentinos. Se puede ver, completamente restaurado, en el Museo Naval de Puerto Belgrano de Punta Alta, donde se encuentra en exposición.



La Kawasaki KE 125, de 1981, se hizo famosa en nuestro país por participar en esta guerra. Era un modelo de enduro, con motor monocilíndrico, de 125 cc, refrigerada por aire, con transmisión por cadena y caja de seis velocidades. Tenía una potencia de 10 cv y alcanzaba una velocidad de 94 km/h. Los frenos de tambor paraban esta máquina que promediaba los 110 kilos.

Si bien esos dos son los más representativos del conflicto bélico de 1982, hubo además otros ejemplares. Entre los que llevaron al enfrentamiento militar en las Islas Malvinas, se encontraba por ejemplo la Honda XL250S, de fines de los años 70.


viernes, 24 de mayo de 2019

ONU vota descolonización de Chagos y crea antecedente para Malvinas

Fallo de la ONU contra el Reino Unido sería precedente positivo en el conflicto por Malvinas



Jorge Faurie, canciller argentino.

Un total de 116 países votaron a favor de la resolución, que urge al Reino Unido a "retirar su administración colonial" de las islas de Chagos


La Cancillería argentina destacó este jueves la aprobación por parte de la Asamblea General de las Naciones Unidas de una resolución que exige al Reino Unido "finalizar la administración colonial del Archipiélago de Chagos", ubicado en el océano Índico, y que marca un antecedente en el reclamo de Argentina por la soberanía de las Islas Malvinas.

El archipiélago de Chagos fue separado del territorio de las Islas Mauricio antes de su independencia, siendo arrendada su principal isla, Diego García, a Estados Unidos para instalar una base militar.

"La República de Mauricio, desde su independencia en 1968, reclama la recuperación ese territorio. En febrero de 2019, la Corte Internacional de Justicia concluyó que la descolonización de ese país no se completó legalmente dado que al quebrantarse su integridad no se respetó la voluntad de su pueblo", explicó un comunicado difundido por el Palacio San Martín.

La Asamblea General votó ayer por amplia mayoría a favor de esta opinión del máximo Tribunal de la ONU y "esta decisión es una victoria para Mauricio y un precedente muy positivo para países como la Argentina y su pueblo, que también han sido privados del ejercicio pleno de su soberanía sobre una parte de su territorio que continúa sujeto a una ocupación colonial ilegítima e ilegal", añadió.

La Cancillería consignó que "Argentina patrocinó la Resolución de la Asamblea General de la ONU e intervino en todas las instancias previas ante la Corte Internacional de Justicia".

"Aunque el caso del Archipiélago de Chagos no puede igualarse a la Cuestión Malvinas, en ambos casos están involucrados principios rectores de la descolonización", remarcó la cartera conducida por Jorge Faurie.

El caso Chagos


El archipiélago del océano Índico está en el centro de una larga disputa por la decisión del Reino Unido de separarlo de Mauricio en 1965 para establecer una base militar conjunta con Estados Unidos en Diego García, la más grande de sus más de 50 islas.

Los chagosianos expulsados de la isla, que desde hace 40 años hacen campaña por el retorno, han denunciado el "doble discurso" de Londres, que defiende el derecho a la autodeterminación de los kelpers de Malvinas pero les niega a ellos ese derecho.

Un total de 116 países, entre ellos Argentina, votaron a favor de la resolución no vinculante, que fue presentada por países africanos y que urge al Reino Unido a "retirar su administración colonial" de las islas de Chagos en un plazo de seis meses.

Sólo seis países de los 193 que integran la asamblea, entre ellos el Reino Unido y Estados Unidos, votaron contra la medida, co patrocinada por Argentina, mientras que otros 56 se abstuvieron, incluyendo a Canadá, Francia y Alemania. Quince naciones no votaron.

"Vemos como algo muy positivo que la comunidad internacional haya apoyado la resolución y los principios de la legalidad internacional", dijo el embajador argentino ante la ONU, Martín García Moritán.

"Es muy importante para los procesos de descolonización", agregó.

La votación llegó tres meses después de que la Corte Internacional de Justicia (CIJ) de La Haya concluyó que el Reino Unido había separado las islas de manera ilegal y debía devolverlas a Mauricio, una ex colonia británica que se independizó en 1968.

Luego de que el Reino Unido rechazara la "opinión consultiva" de la CIJ, máximo tribunal de Naciones Unidas, Mauricio pidió la intervención de la Asamblea General.

La resolución dice que la ONU y sus organismos deben reconocer la soberanía de Mauricio sobre Chagos y llama a todos los gobiernos a "no reconocer, apoyar ni ayudar a la administración colonial ilegal" británica de Chagos, informó la cadena BBC.

Aunque las resoluciones de la Asamblea General de la ONU no son de cumplimiento obligatorio, sí tienen todo el peso moral del más democrático y amplio de los órganos de Naciones Unidas.

El conflicto por Chagos ha sido comparado al de Malvinas, otro territorio objeto de un reclamo internacional contra el Reino Unido.

En febrero pasado, el canciller Jorge Faurie celebró el fallo de la CIJ sobre Chagos y dijo que tenía "una enorme validez" para el reclamo argentino de la soberanía de las Malvinas.

"Se trata, en el caso del archipiélago de Chagos, como en el de Malvinas, de una situación de desmembramiento territorial donde la población que se encontraba en las islas fue trasladada contra su voluntad, en este caso al territorio continental argentino, en 1833", agregó entonces el ministro.

Al dirigirse a la asamblea antes de la votación, el primer ministro de Mauricio, Pravind Kumar Jugnauth, dijo que la ONU debía enviar "una clara señal de que el colonialismo ya no puede ser tolerado".

A su turno, la embajadora británica Karen Pierce dijo que la base militar de Diego García "juega un rol vital" para mantener seguros a los aliados en la región, incluyendo a Mauricio.

Estados Unidos ha utilizado aviones estacionados en la base para lanzar ataques en Irak y Afganistán.

En 2016, el Reino Unido extendió el acuerdo de arrendamiento con Estados Unidos para el uso de Diego García hasta 2036.

iProfesional

miércoles, 22 de mayo de 2019

Montañismo de argentinos en Malvinas

Andinismo en Malvinas

Estilo Andino






Al atardecer del día previo al ascenso al Usborne, planeamos desde la Pradera del Ganso por donde intentar la escalada


 Para cualquier argentino Malvinas es un sentimiento. No coincidimos seguramente en el primero que surge, pero a todos nos sacude ese nombre. Con Marcelo, un compañero de varios viajes en los Andes, decidimos ir a las Malvinas en mayo, justo 30 años después de la guerra. A ambos nos movía la aventura de la tierra por descubrir, a mi poder ir a ejercer el ser argentino haciendo andinismo como en cualquier punto del país y a él volver a las islas donde había vivido y combatido cuando tenía 19 años.

Convencido que hay que trascender la guerra y hay que visitar las Malvinas en otro carácter que el de víctima, comenzamos a buscar destinos vinculados al andinismo, pese a que la altura máxima del archipiélago es 705 metros. Dimos con un interesante trabajo de un soldado británico que vivió varias campañas en Mount Pleasant, la superpoblada base militar ubicada en la isla Soledad. De origen escocés encontró en las formas malvinenses reminiscencias de las montañas que lo hicieron escalador, de similar altura y condiciones climáticas. Supo escribir que “Durante mis dos visitas a las islas me las arreglé para escalar o caminar cada fin de semana, las dos campañas fueron durante el invierno y logré abrir 12 itinerarios. En la actualidad existe una guía con más de 300 rutas en roca y hielo para escalar en invierno. Las Malvinas son un lugar increíble, la fauna es increíble y fuera de los campos de batalla tan virgen”. En sitios como Summitpost y en la misma guía también se describían recorridos a las cumbres y travesías entre ellas. Todos coincidían en las condiciones duras por el frio y el viento y sugerían el uso de crampones y piolet para ciertos recorridos.

Con los apuntes sobre la actividad que queríamos hacer en la mochila viajamos a Rio Gallegos para desde ahí tomar el avión de LAN que los sábados viaja a Malvinas. Ni bien llegamos el frio patagónico nos aguijoneó indicándonos lo que vendría. Durante el día y pico que pasamos en la capital de Santa Cruz los silencios les ganaban a las charlas, el viaje iba girando a lo emocional y dejábamos plácidamente que así sea.

La impresión que teníamos era que nos chocaría ver la ocupación británica y que esa situación ocuparía el centro de atención durante la semana que estaríamos en las islas. Por otro lado también pensábamos que la realidad superaría la utopía que hoy pensamos que significa recuperar la soberanía sobre las Malvinas.

Todavía de noche llegamos al aeropuerto y aguardamos el llamado de la aerolínea para embarcar. La voz anunció el vuelo a las Islas Malvinas, el primer escollo estaba superado, los chilenos no nos hacían escuchar Falklands por ahora. Cuando el anuncio terminó se pararon otras 9 personas que serían nuestros compañeros de viaje, al menos no éramos los únicos. Las presentaciones dieron que eran 5 veteranos del BIM 5 que volvían a las islas, un entrerriano que iba a conocer y el líder de la banda de rock “La Perra que los Parió” que viajaba a filmar un clip con su novia. Además viajaba un curioso personaje contrera y crítico, casi diría pro británico a quien bautizamos Nelson Castro, ya que permanentemente descalificaba cualquier comentario sobre la soberanía, la guerra, el andinismo y cualquier reclamo argentino sobre las islas. En definitiva, como Nelson, que haga lo que haga el gobierno lo mata, nuestro compañero era igual, pero para hacerse una idea reemplacen el gobierno por Malvinas.

Lógicamente, al viajar a territorio argentino no hay migraciones, así que con una sonrisa pasamos frente a las autoridades y embarcamos. Subimos al avión y ahí la cosa cambió. Ya no se hablaba castellano, las caras eran blancas con ese típico color sonrojado de los anglosajones y las miradas ya no eran amistosas. Entre medio de esta generalidad viajaban chilenos y santaelinos (de Santa Elena, territorio británico de ultramar en medio del Atlántico) la mano de obra extranjera habitual de las islas.

Las pocas palabras que intercambiamos fue con los hermanos trasandinos, aunque se cuidaban de no parecer tan amistosos con los “argies” ya que nuestra presencia les recuerda la “invasión” que sufrieron en 1982.




Ross Road, en la capital de las Malvinas



La visión de las Malvinas


Una hora después sobrevolábamos el archipiélago, algo más de 500 km dividen el continente de Malvinas. Aterrizamos en Mt. Pleasant, la base militar que alberga el único aeropuerto, ya que el de Puerto Argentino solo está habilitado para las avionetas que vuelan entre las islas. Con un trato duro y hosco nos recibieron, ni una palabra en castellano, los carteles de bienvenida al turismo también son en inglés, pese a que indubitablemente estamos en Sudamérica. Tramites, migraciones, firma de reglamento de convivencia y viaje a Puerto Argentino, Stanley para ellos. Con Marcelo nos alojamos en Lafone House, para nosotros lo de Arlette, quien a lo largo de los días se convertirá en nuestra amiga malvinense. Un típico Bread & Breakfast y su propietaria una agradable señora que vive en las islas desde 1983 con una de sus hijas y 2 nietos. A las 17 hs, ya casi de noche, miré por la ventana de nuestra habitación y descubrí el paisaje de Puerto Argentino que había visto tantas veces por televisión en 1982. Cenamos temprano en Shorty’s hamburguesas, papas fritas o “chacareros”, comida rápida, lo único que se consigue en la capital. Luego antes de ir a dormir lo acompañé a Marcelo al Town Hall, centro cívico del pueblo y sitio donde él estuvo apostado durante la guerra.

El frio domingo temprano salimos esquivando charcos helados con el Land Rover que alquilamos rumbo a Moody Brook, en el final de la bahía, sitio donde estaba el cuartel de los Royal Marines. La huella llega hasta las estribaciones del Monte Tumbledown y ese era nuestro primer objetivo.

Junto con nosotros venían el Colo y Alejandro, dos veteranos del BIM 5 que también iban a Tumbledown que era el sitio donde habían combatido, incluso Ale había salido herido y prisionero de los ingleses. Con la bruma que a veces se transformaba en fina lluvia fuimos ganando altura entre pastizales y terrenos anegados. Pasamos por las cocinas del batallón que todavía están en pie y continuamos hacia la cumbre. Adelante iba Alejandro en silencio buscando su posición, en el medio yo y cerraba Marcelo. Esa frase tantas veces repetida de “nuestros héroes” la notaba flotando en el aire cuando seguía paso a paso a nuestro nuevo amigo. Con alguna dificultad al caminar, producto de su herida de guerra, caminó infatigablemente durante horas buscando ese pozo donde vivió orgullosamente sus 75 días de 1982 y de donde lo sacaron las balas inglesas. Nunca lo encontramos, nunca escuche una queja de parte de él y volvimos empapados a tomar unos mates a un socavón cercano a las cocinas. A la pasada con Marcelo subimos a la cumbre misma del Tumbledown donde una cruz recuerda los caídos de la batalla y regresamos al pueblo.

Las charlas con los isleños nunca llegaron a la cordialidad, aunque no podría decir que fueron hostiles. Solo con Arlette podíamos intercambiar ideas y compartir puntos de vista. Claramente la visión imperante es que en 1982 una dictadura militar invadió su casa y eso suena tan violento como cuando Hitler invadió Polonia o Sadam Kuwait. No comprenden nuestro reclamo basado en la ocupación previa a 1833 y los derechos que surgen desde el punto de vista geográfico. El orgullo no les permite avanzar hacia una cooperación con Argentina, a una hora de vuelo. Cuando se encuentran acorralados frente a lo intransigente de la posición británica solo atinan a afirmar: acá viven familias que tienen 5 o 6 generaciones en las islas, incluso conozco a una que tiene 9”

Con nuestros amigos Ale y Colo y a veces con Nahuel, Eli, Kiko, Armando, Elvio y Ricardo visitamos San Carlos, Darwin, el cementerio argentino y también el inglés, Ganso Verde, Port William, Pembroke y el camino a Port Louis.

Los caminos y las huellas anegadas de las islas nos vieron pasar varias veces buscando conocer algo nuevo y mis compañeros veteranos hallar los sitios donde habían vivido la lejana guerra. Un día volviendo al hotel Alejandro y el Colo nos contaron que finalmente habían encontrado en Tumbledown la posición del primero, esa que no habíamos encontrado el primer día. La alegría por el deber cumplido los embargaba y Alejandro en una muestra mas de su entereza nos contaba que pese a que creía que se desmoronaría emocionalmente frente a los recuerdos, había estado en el lugar donde había caído herido sin derramar lagrimas y pensando en su familia y en simplemente continuar su camino por la vida.

Con Marcelo subimos el Monte William, empapados por la bruma y sin poder contemplar nada desde la cumbre, un lindo ascenso desde Puerto Argentino y con algunos pasos de escalada sencillos. También otro día el Monte Longdon, una larga caminata con mucho frio para llegar a la cumbre de uno de los escenarios de la gran batalla del 13 y 14 de junio de 1982.




Cumbre Mt Longdon. La niebla, una constante en todos los ascensos




Para alcanzar la cumbre del Mt William es necesario superar una serie de pasos con cierta inclinación. De hecho en la cumbre encontramos una vieja clavija en una fisura.




Cumbre en el Mt William bajo una tenue nevada. Unos metros mas abajo de la cumbre se halla esta pequeña cruz

El cocinero de Darwin

Cuando el pronóstico preveía el mejor clima partimos hacia el Monte Usborne, cumbre máxima de las Malvinas. Acá vale hacer una aclaración. La denominación de la cartografía argentina de esa altura es Monte Alberdi y la cadena donde se encuentra Alturas Rivadavia, mientras que la cartografía británica lo señala como Usborne y al sistema como Wickham. Estos nombres surgen de la expedición de Charles Darwin a bordo del Beagle y datan de sus viajes a las Malvinas en 1833 y 1834.

El científico británico que viajaba por Sudamérica durante el verano austral de 1833 arribó a las Malvinas el 1 de marzo, a dos meses de la ocupación británica. Escribe Darwin: “1º de marzo de 1833.- Temprano en la mañana llegamos a Puerto Luis. La primera noticia que recibimos fue, para nuestra sorpresa, que Inglaterra había tomado posesión de las Islas.” De este viaje proviene la denominación Usborne, hecha por el naturalista luego del ascenso del pico en honor al cocinero del Beagle y como andinistas no debemos dejar de reconocer el derecho que le asiste al primero en alcanzar la cumbre. También queda un pormenorizado estudio del zorro lobo de las Malvinas, actualmente extinto y que puede observarse embalsamado en el museo de la capital de las islas, la descripción del asado con cuero que le hicieron gauchos rioplatenses que vivían en el interior de la isla Soledad y una llamativa litografía del dibujante oficial de la expedición Conrad Martens quine registró la llegada a Port Louis dibujando una casa con un mástil con la bandera argentina, dando crédito a la historia que los ingleses en enero de ese año más que ocupar las islas, expulsaron al gobernador argentino y encargaron al colono de origen irlandés William Dickson que enarbolara la bandera del imperio los domingos o cada vez que llegara un navío. Mientras tanto, para no tener conflicto con los argentinos que seguían viviendo allí, seguía ondeando la celeste y blanca. También es cierto que el gauchaje argentino se hartó de la situación en los gélidos agosto y septiembre de 1833, se levantaron contra los representantes británicos, asesinaron al abanderado y huyeron al interior guerreando hasta marzo de 1834 cuando fueron capturados y enviados a Bs As. Esos gauchos eran liderados por el entrerriano Antonio Rivero, quien años después perdería la vida luchando contra los ingleses en la Vuelta de Obligado.

Volviendo a nuestra excusión al Usborne, salimos bien temprano de Puerto Argentino, de noche a las 7 de la mañana con Tony Smith, uno de los pocos guías locales, cuarta generación malvinense, clase 1962, como los soldados que pelearon la guerra. Pocas palabras, un pobre castellano, mate entre nosotros y solo coincidencias si en la radio sonaban los Beatles o Pink Floyd. El viaje hasta Darwin fue bajo la persistente llovizna malvinense y luego nos desviamos hacia San Carlos hasta el inicio de una huella en mal estado que ingresa en la Estancia Goose Green y lleva a Ceritos. Este sitio, según la guía es un corral de piedra construido en 1871, pero no lo vimos ya que nos rodeaba la niebla y pasamos de largo. Dejamos el vehículo y comenzamos la caminata. La bruma no nos permitía ver el paisaje y solo nos guiábamos con el GPS. Pastizales y charcos al principio, luego pasto y roqueríos grandes y luego llegando al filo grandes lajas y rocas. Finalmente alcanzamos la meseta de la cumbre y un poco más allá vimos el hito de la cima. Revisamos el libro de cumbre, no vimos ningún registro argentino, dejamos nuestro testimonio y nos fotografiamos con la bandera argentina. Desde este punto se tiene una visión amplia de todo el archipiélago y también del Negro Tarn, un lago de origen glaciar ubicado al norte del filo cumbrero, pero que en nuestro caso no pudimos ver nada.

Regresamos a Puerto Argentino y para festejar la cumbre y siendo lo último que nos quedaba por hacer en Malvinas de acuerdo al plan, nos fuimos a tomar una cerveza en el Tavern Globe, el icono anti argentino de las islas, eso si, bien temprano para no cruzarnos con ningún violento




Marcelo Bruno superando un paso rocoso durante el ascenso al Usborne



Marcelo Bruno en la cumbre del Usborne




Testimonio de cumbre en el Mt. Usborne. Revisamos todo el libro que databa de 1994 y no encontramos ningun testimonio argentino. Al regreso a la capital de las islas, nos dijeron que luego de la guerra nunca nadie que viniera de Argentina había subido a la mas alta cumbre de las islas.



Concluyendo

El viaje terminaba, los días habían pasado rápido y las convicciones habían ido cambiando. Ya no creo en que la realidad de la ocupación británica sea lo único que existe y que el reclamo argentino sea una utopía. Entiendo claramente que el derecho de autodeterminación es propio de los pueblos originarios no de una población implantada por una potencia extracontinental. Sé que los británicos le van a dar la cara a las islas mientras exista la generación que sufrió la guerra y luego, salvo que los intereses económicos de la FIC, sigan cotizando alto pensaran que hacer ya que con los permisos de pesca no llegan a compensar la aventura militar y petróleo no hay. La geo estrategia hoy pasa por otro lado (sin olvidar la proyección antártica), pero solo el orgullo del león británico puede justificar esta situación y algún día terminará. Por ahora como argentinos nos queda el camino de visitar las Malvinas para que esa tierra se vaya acostumbrando a nuestros pasos.



Cumbre en Mt Tumbledown. La cruz recuerda a los caídos en la batalla por Puerto Argentino


Waypoints



Mt Usborne S 51 41 30 O 58 50 05
Desvio Mt Usborne S 51 45 37 O 58 56 06
Wickham o Rivadavia S 51 43 56 O 58 37 48
Mt Challenger S 51 42 25 O 58 11 10
Mt Wall S 51 42 31 O 58 03 12
Mt Kent S 51 40 25 O 58 06 41
Mt Harriet S 51 42 28 O 58 00 43
Mt Dos Hermanas S 51 41 24 O 58 01 35
Mt William S 51 42 18 O 57 56 45
Mt Tumbledown S 51 41 43 O 57 57 46
Mt Longdon S 51 40 11 O 57 58 59
Mt Vernet S 51 37 28 O 58 05 48
Mt Simon S 51 37 58 O 58 32 05



Bahia de Puerto Argentino




Cementerio argentino en Darwin




Goose Green, una pequeña población cercana a Darwin




Pinguinos en Darwin




Globe Tabern, el reducto mas anti argentino de las islas




Iglesia anglicana en Puerto Argentino, una postal de las Malvinas