martes, 6 de mayo de 2014

Malvinas: El BIM2 Esc. en las islas

El BIM2 Esc. en el primer conflicto bélico argentino del  Siglo XX

Mis vivencias como comandante del Batallón 2 en la Operación Rosario por el CNIM VGM (R) ALFREDO RAÚL WEINSTABL

Cuando escribí este artículo, lo hice según mis vivencias y experiencias en el planeamiento y ejecución de la operación de recuperación de las Islas Malvinas y bajo una óptica absolutamente personal y no solo de los aspectos operativos y tácticos, ya que a lo largo de 30 años transcurridos desde la guerra los mismos se habían publicado y expuesto en numerosos medios, conferencias, artículos, libros y entrevistas.


1.- Período inicial en el Batallón
Mi traslado al BIM Nº 2 se efectivizó el 26 de enero de 1982. Mi anterior destino había sido un cargo administrativo en la Jefatura del Estado Mayor General de la Armada en el Edificio “Libertad”. El cambio fue radical. Desde un escritorio de un cargo netamente administrativo en la Capital Federal a un destino totalmente operativo en un cuartel localizado entre las dunas de arena, próximo a la Base de Infantería de Marina “Baterías”.
Después de ser investido como Comandante de la Unidad en una sencilla ceremonia, me dediqué a recorrer y conocer el Batallón e impartir las primeras órdenes sobre cómo quería que se realizaran los aspectos rutinarios en el funcionamiento administrativo de la Unidad.

El BIM2 estaba en pleno período de receso de fin de año que, como sabemos, abarca aproximadamente tres meses, desde mediados de diciembre hasta mediados de marzo del año siguiente. Es el período en que se efectúan los traslados generales, se efectivizan las licencias anuales y el personal en la Unidad se dedica básicamente a tareas de recuento de material y mantenimiento del equipo y las instalaciones. En ese período las actividades operativas se reducen prácticamente a cero y el adiestramiento que se realiza es el elemental para mantener los niveles alcanzados y afianzar la disciplina.

Personalmente me regocijaba por tener casi dos meses por delante, en una etapa tranquila que se presentaba sin sobresaltos, y que me permitiría pensar cómo encarar el adiestramiento y demás tareas a lo largo del año. También podría aprovechar para disfrutar la pileta del Casino de Oficiales o la hermosa playa de la zona y tomar sol, que en esa época cae prácticamente a plomo.

2.- Asignación de la tarea
Como había dejado inicialmente a la familia en Buenos Aires vivía en la Casa de Oficiales del Batallón. El 29 de enero no eran todavía las 0800 de la mañana, cuando golpeó en la puerta de mi camarote mi Ayudante, el TFIM Juan Carlos Martinelli. Me llamó la atención su llamado ya que había impartido la orden a mi asistente de que no se me molestase hasta después del desayuno, salvo caso de necesidad o emergencia.

Después del saludo, el Teniente Martinelli me informó que el Ayudante del Comandante de la I.M., Almirante Büsser, le había transmitido que éste requería mi presencia a las 1000 hs. en su oficina en el Comando. Esta citación del Comandante me extrañó ya que el Batallón no dependía directamente del COIM, sino orgánicamente de la Brigada.

Mientras hacía el corto viaje en mi vehículo a la sede del COIM, pensaba preocupado cual podía ser el motivo de la llamada. Seguramente algo había andado mal o se había hecho mal. Tal vez algún incumplimiento administrativo de la Unidad. Pero en este caso la que tenía que intervenir era la Brigada de la cual dependía el Batallón. O tal vez, alguna riña o disturbio de alguien de la Unidad que se había excedido en la bebida en algún bar de la cercana ciudad de Punta Alta, o alguna otra incorrección de ese tipo.

Conocía al Almirante desde mis años de cadete de la ENM. Era un hombre afable, pero duro, exigente y estricto en el servicio. El prototipo del Infante de Marina.

Cuando arribé al COIM seguía con la incógnita de mi citación. De lo que si daba por descontado era que no me citaba precisamente para darme la bienvenida a la zona. El ayudante del Almirante me estaba esperando y de inmediato me anunció y me hizo pasar a la oficina del mismo.

El Almirante me esperaba parado y lo primero que hizo después de saludarme fue darme la bienvenida a la zona y desearme una exitosa gestión a cargo del Comando del Batallón. (Mi primera equivocación del día).

Después de unos pocos minutos de conversación protocolar, me hizo sentar frente a él al otro lado de su escritorio y con gesto grave y sin pronunciar palabra me entregó una hoja de papel manuscrita por él mismo en donde se leía:


“MISIÓN: reconquistar las Islas Malvinas a fin de incorporarlas definitivamente a la Soberanía del la Nación”

Cuando leí rápidamente los dos párrafos, mentalmente me decía. “Los ejercicios de esa envergadura normalmente se preparan en la segunda parte del año para ser ejercitados o jugados próximo al fin del año naval. Como conocía bien al Almirante supuse que quería empezar el año a toda máquina. ¡No podía creer mi mala suerte! Quiere que prepare un ejercicio sobre este tema a tres días de llegado al Batallón y en plena época de receso.”

El Almirante, que debía haber notado en mi cara perplejidad, asombro y seguramente fastidio, me espetó: “No Weinstabl, no es lo que Ud. cree. Esto no es un ejercicio. Es una operación real”. (Segunda equivocación del día).

Luego, ante mi sorpresa, me expresó que ante las malas perspectivas en las negociaciones con Gran Bretaña sobre el tema Malvinas, la Junta Militar había resuelto emplear la opción de recuperar las Islas mediante el uso del poder militar.

Para ello se debía planificar preventivamente la operación de la recuperación del archipiélago mediante la ejecución de una operación anfibia (OA), en la cual el BIM 2 sería el núcleo de la fuerza de desembarco (FD).

Entre otros detalles me entregó un bosquejo con grandes lineamientos de cómo él visualizaba la operación, los principales puntos de vista a tener en cuenta y también cómo pensaba configurar su estado mayor (EM) para el planeamiento de la operación.

Entre otros aspectos me transmitió lo siguiente:

  • Todo lo referido a la operación tendría carácter de “estrictamente secreto” y esta clasificación debería mantenerse a ultranza. En la I.M. únicamente él, el Jefe de Inteligencia del COIM y ahora yo teníamos conocimiento de la operación a planificar.
  • Yo me constituiría en el Jefe de Operaciones (J OP) de un futuro EM que iba a organizar, manteniendo mi Comando del BIM2.
  • Debía comenzar con el planeamiento de inmediato a fin de que estuviera finalizado a la mayor brevedad.
  • La fecha probable de la operación no estaba determinada, pero no sería antes del 15 de mayo.
  • El núcleo de la FD estaría conformada por dos unidades de combate con la totalidad de sus efectivos operativos: el BIM2 y la APCA. Posteriormente, a medida que surgiera la necesidad, se agregarían fracciones de apoyo de combate y de servicios de apoyo de combate.
  • La operación debía ser incruenta y con un mínimo daño.
Después de otros breves comentarios me despidió, insistiendo sobre el secreto de la operación como también sobre la necesidad de apurar al máximo el planeamiento en ciernes.

Al salir de su oficina me dirigí directamente a la oficina del Jefe de Inteligencia del Comando, el CFIM Guillermo Botto quien se encontraba encerrado en la misma. Cuando me franqueó el paso, le pregunté si lo que me había ordenado el Almirante no era una chanza o algo parecido. Me contestó, con cara de cansado por falta de sueño, que no, (Mi tercera equivocación del día) que él ya hacía casi 20 días había sido impuesto de la operación y que dada la premura existente estaba trabajando, prácticamente en absoluta soledad, en reunir información, planos y mapas y todo aquel material que yo seguramente necesitaría para comenzar a determinar los diferentes modos de acción.

Agregó que únicamente tenía como interlocutor al Jefe de Inteligencia del Comando de Operaciones Navales y que trabajaba de sol a sol y muchas veces de noche en su camarote, que prácticamente se había convertido en una sala de situación por la cantidad de mapas, planos y otras informaciones que colgaban de las paredes. Acordamos vernos al día siguiente para comenzar el trabajo operativo.

3.- Mis inquietudes y preocupaciones
Cuando regresé al Batallón después de la reunión con el Almirante, me sentía con una mezcla de euforia y orgullo por haber sido designado para tan importante y trascendente misión. Sin embargo, con el paso del tiempo mi orgullo se mantenía pero la euforia iba dejando paso a una cada vez más pesada y fuerte preocupación.

La preocupación consistía en la enorme responsabilidad que debía afrontar y la principal pregunta que venía permanentemente a mi mente era si el Batallón estaba en condiciones de adquirir en tan poco tiempo la capacidad de combate necesaria para afrontar ese desafío.

Como expresé anteriormente, estábamos en pleno período de receso. Aún no se habían efectivizado los traslados anuales. En mi EM no disponía de ninguno de los jefes del mismo y contaba únicamente con mi Ayudante. Tampoco se encontraba el Segundo Comandante quien estaba de licencia hasta los primeros días del mes de marzo. Lo mismo ocurría con algunos jefes de compañía y muchos de los suboficiales y cabos que debían integrar la dotación de la Unidad en ese año. Para peor, a la mayoría de los oficiales no los conocía, ni personalmente ni por referencias. Tampoco se había efectivizado el traslado del Comandante de Brigada que era mi comandante superior.

Yo, como comandante, así como todo jefe, era directamente responsable de lo que iba a ejecutar mi Batallón y lo que podía pasar a mis hombres…y, obviamente lograr el éxito de la misión asignada. En otras palabras, el tema consistía en cómo lograr embarcarlos en la operación con el equipamiento y adiestramiento compatible con la misión asignada.
La cuestión me preocupaba sobremanera y la analicé reiteradas veces. Aprecié, entre otros factores, que si en ese breve tiempo disponible forzábamos el adiestramiento un poco y focalizábamos el mismo exclusivamente en lo que íbamos a realizar, no habría mayores problemas. De todas maneras nada podía hacer al respecto hasta que se completaran los traslados anuales a fines de febrero.

Pero mi preocupación y ansiedad fueron calmándose y disminuyendo progresivamente. En lo referente al adiestramiento, como es característica de las Infanterías de Marina de todo el mundo el BIM2 tenía un alto grado. A pesar de ello nuestra I.M. también tenía las limitaciones propias de nuestra idiosincrasia, nuestra burocracia y el hecho de haber estado por un tiempo muy prolongado en un estado de ausencia de guerra.
No obstante, todas las unidades de I.M. tienen el equipo y el uniforme para operar en zona fría y un número determinado de días de abastecimientos en sus pañoles para operar sin mayor dilación ante una misión repentina o sorpresiva. Por otra parte, la casi totalidad de los cuadros han revistado en algún momento de su carrera en la zona austral, en unidades específicamente equipadas y adiestradas para operar en zona fría, monte austral y baja montaña.

Con respecto a la tropa, la Armada ya hacía muchísimos años que incorporaba a los conscriptos cada dos meses. Es decir cinco incorporaciones de tandas de conscriptos al año. Consecuentemente, en las unidades de I.M. y en los buques había siempre cuatro tandas adiestradas (veteranas) y una recientemente incorporada. Esta última tanda se agregaba a las unidades después de pasar un período de tres meses por un Centro de Formación (CIFIM) en donde se los adiestraba en los aspectos básicos de la vida militar y en donde se cumplían las condiciones de tiro.

Es decir que cuando esta tanda llegaba a la unidad de destino definitivo, el conscripto ya venía con una formación militar básica y se lo incorporaba en las subunidades y fracciones mezclado con las tandas más veteranas. Este sistema permitía de por si un alto grado de alistamiento, en comparación con la incorporación anual masiva que se hacía antiguamente en la Armada.

El personal de cuadros que me tocó en suerte para ese año, tanto oficiales como suboficiales, era en general de una capacitación profesional muy por sobre lo normal, como si yo los hubiera podido elegir personalmente. Muchos de ellos eran veteranos en la unidad y la gran mayoría con muchos años de destino en el sur.

Pero el hecho que definitivamente me convenció de que el BIM2 tenía la capacidad necesaria fue que el grueso del Batallón había participado el año anterior en las operaciones UNITAS conjuntamente con infantes de marina norteamericanos en maniobras, ejercitaciones y un operativo anfibio (asalto anfibio) similar al que se estaba planificando.

Concretamente, consideraba que la Unidad tenía el equipamiento adecuado y hasta ese momento un nivel aceptable de adiestramiento.
Es ampliamente conocido que una unidad de combate debe funcionar como un equipo. El equipo se forma mediante el conocimiento mutuo de sus integrantes, la adecuación de las diferentes personalidades y mediante un intenso adiestramiento. Haciendo una burda comparación, tal como si fuese un equipo deportivo que desea salir ganador en las próximas competencias.

Lo que fallaba totalmente era que aún no había tenido la oportunidad de adiestrar y conducir personalmente al Batallón. En otras palabras, poner mi propia impronta en las operaciones y formar el “equipo” al cual me referí en el párrafo anterior.

4.- Comienzo del planeamiento
Mientras tenía esas preocupaciones comencé a trabajar en la tarea asignada. Estaba también en absoluta soledad. No tenía con quién compartir mis inquietudes ni quién pudiese darme una mano para efectuar las tareas más sencillas, como sacar la punta al lápiz o conseguirme un marcador de determinado color.

Ante alguna duda, únicamente podía comunicarme con el Capitán Botto, que trabajaba de la misma manera pero a un par de kilómetros de la Unidad. También podía recurrir al mismo Almirante, quien por otra parte vino algunas veces al Batallón para ver el estado del planeamiento y aportar nuevas ideas.

Para tratar de preservar el secreto de la operación, el Almirante decidió conformar el EM de la FD con oficiales de diversas Unidades y evitar así que el EM del COIM se abocara totalmente a la operación y de esa manera evidenciar abiertamente lo que se estaba realizando.

Cuando mi Jefe de Operaciones, CCIM Néstor H. Carballido, regresó en los primeros días de febrero de licencia anual, le solicité al Almirante autorización para incorporarlo al planeamiento, lo que fue aprobado. Con la colaboración de mi N3 el planeamiento comenzó a progresar más rápidamente pero no demasiado, puesto que había mucho por hacer y analizar. No era para nada suficiente para encarar el planeamiento y cumplir las tareas del Batallón simultáneamente.

Esta falencia se solucionó cuando se incorporó mi Segundo Comandante, el CCIM Hugo Jorge Santillán. No lo conocía, pero tenía buenas referencias de él. No obstante tenía cierta aprensión, porque podría ser un excelente jefe pero no estar en la misma sintonía que yo. Es sabido que el éxito de una buena conducción depende en un alto porcentaje en la armonía y entendimiento entre toda la Plana Mayor y, muy particularmente, entre el Comandante y su Segundo. Pero al segundo o tercer día mis dudas desaparecieron por completo. Ya tenía la certeza de que podía confiar plenamente en sus aptitudes personales y profesionales. Ello me posibilitó comenzar a delegar gran parte de las tareas en él.

También en esa fecha efectivizaron su traslado la mayoría de los Oficiales y Suboficiales que aún faltaban hacerlo. De los tres jefes de compañía conocía personalmente a dos: al TNIM Carlos Aruani, Jefe de la Ca “Echo” y al TNIM Francisco Di Paola, jefe de la “Delta”. No conocía al TCIM Carlos Schweizer, Jefe de la “Foxtrot” y muy someramente al TNIM Jorge Alcaraz, Jefe de la Ca. Comando y Apoyo Logístico.

Puedo afirmar que recién ahí se formó un verdadero equipo de trabajo y los estudios y análisis se agilizaron notablemente. Los Capitanes Santillán y Carballido dieron un fuerte impulso inicial al adiestramiento operativo y colaboraron conmigo en el planeamiento de la operación.

Estimando que la fecha prevista no iba a ser antes del 15 de mayo, consideré que teníamos tiempo suficiente para alcanzar un nivel deseable si se encaraba el adiestramiento específicamente para la operación que estábamos planeando, dejando de lado el de las demás operaciones tácticas en las que normalmente se adiestra una unidad en el transcurso del año.

Mientras yo me dedicaba al planeamiento de la operación Malvinas conjuntamente con un EM específico aún muy incompleto que se iba conformando, paralelamente ordené al 2º y a mis Jefes de Compañía el adiestramiento particular y preciso que debían realizar. Este adiestramiento fue muy intenso, muy puntual, prácticamente de sol a sol y volcando el centro de gravedad especialmente en las operaciones con los vehículos anfibios.

El Comandante del Batallón Vehículos Anfibios, CFIM Carlos Cazzaniga, que no estaba al tanto de la operación, se sorprendió de que le reforzaran las partidas para mantenimiento y reparación de los vehículos y gracias a ello logró que en poco tiempo todos los vehículos estuvieran en servicio y operativos. Asimismo, también lo había sorprendido que en fecha tan temprana en el año nuestra Unidad se abocase a esa fase de la instrucción, que normalmente se hace en fecha más avanzada del año.
Alrededor del 15 de febrero ya se había constituido el EM de la FD y el Comandante de Brigada, CNIM Miguel Pita, asumió el cargo de Segundo Comandante de la FD y JEM de la misma. El trabajo de planeamiento se comenzó a hacer orgánicamente y se intensificaron las reuniones con los comandos navales.

El Estado Mayor para la Operación Rosario, como ya se mencionó precedentemente, fue especialmente conformado para la realización de esta operación con personal de diferentes unidades. El motivo de ello fue la imperiosa necesidad de mantener en absoluta reserva el planeamiento, manteniendo una férrea disciplina del secreto. Cuando se inició el planeamiento aún no se tenía la certeza de su ejecución efectiva y se realizaba con un mero carácter preventivo.

Era imprescindible que no se filtrase ninguna información o sospecha al respecto. Tanto era así que en las primeras semanas las actividades se desarrollaban en mi oficina en el Batallón y en la del Oficial de Inteligencia del Comando de la Infantería de Marina. Participábamos solamente el 2º Cte, el J Op, el mencionado Oficial de Inteligencia y yo. Cabe destacar que el BIM2 se encuentra geográficamente alejado de otras unidades, lo que contribuía al ocultamiento efectivo de las actividades que se desarrollaban.
Posteriormente, cuando se agregaron más oficiales al planeamiento las actividades se desarrollaron en una amplia aula del BIM2 que se convirtió en cuarto de Guerra y para la cual se adoptaron severas medidas de acceso y seguridad física. Cuando avanzó el planeamiento de la operación se habilitó un segundo Cuarto de Operaciones en la Central de Operaciones de Combate de la Fuerza de Apoyo Anfibio (FAPA). Pese a esos movimientos inusuales, el secreto se mantenía totalmente.

Yo aún mantenía los dos cargos que el Almirante me había asignado el día 29 de enero: el natural como Comandante del BIM2 y el de Jefe de Operaciones de la FD. Con respecto al primer cargo, mientras yo ponía todo el esfuerzo en el planeamiento como J Op de la FD derivé gran parte de la responsabilidad del adiestramiento de la Unidad a mi 2do. Cte. Ese refuerzo en mis tareas nos permitió avanzar rápidamente en el planeamiento siguiendo todos los pasos y formalidades previstos en los manuales y reglamentos.

Determinamos cinco modos de acción tentativos (MAT) y luego de someterlos al análisis de los demás miembros del EM y confrontarlos con las capacidades del enemigo, seleccionamos uno que posteriormente fue el que con muy leves diferencias llevamos a cabo.

5.-Plan de operaciones
El plan fue el de una clásica operación anfibia. Esquemáticamente, consistía en dos unidades que participaban con todos sus efectivos operativos: el BIM2 y la APCA.

La primera constituía el núcleo de la FD que desembarcaría en vehículos anfibios en la Bahía York en la playa previamente marcada por buzos tácticos y debía conquistar algunos objetivos puntuales pero, fundamentalmente, el aeródromo y la ciudad Puerto Stanley.

Conjuntamente con el BIM2 desembarcarían también fracciones de apoyo de combate y de servicios de apoyo de combate.

También participó una sección del Regimiento de Infantería 25 del Ejército Argentino que era la fracción adelantada del Regimiento a cargo del Jefe del mismo, Teniente Coronel Mohamed Alí Seineldín. Esta unidad sería posteriormente nuestro relevo al replegarnos a nuestros asientos naturales.

La APCA, reforzada con efectivos de buzos tácticos, desembarcaría en botes neumáticos y kayaks al sur de la península para conquistar el cuartel de los royal marines y la casa del gobernador.

La reserva, a cargo del TNIM Oulton, desembarcaría en forma helitransportada, a pedido, desde el rompehielos ARA “Almirante Irizar” en el cual estaba embarcada.

6.- Ensayo
Después de la primera quincena de marzo consideré que el planeamiento estaba suficientemente adelantado y encarado de acuerdo a las directivas del Almirante. Faltaban algunos detalles menores y coordinaciones con el Comando de Operaciones Navales.

También constaté que el agotador adiestramiento, prácticamente todo el día, mañana y tarde, que había impuesto impiadosamente el Capitán Santillán al Batallón en plena temporada de verano, con altísimas temperaturas, había prácticamente alcanzado los niveles deseables en ese aspecto tan específico y particular que habíamos fijado.

Teniendo en cuenta lo señalado conversé con el JEM para que se me relevase del cargo de J Op de la FD para poder abocarme al adiestramiento anfibio del Batallón ya en su conjunto y en vista de la operación que se iba a realizar. Este aspecto lo consideraba fundamental ya que sería la primera vez que yo, el Comandante, conduciría a la Unidad como un todo y ensayaría uno de los aspectos más importantes de una OA que es el movimiento buque a costa (MBAC). Esto, además, me daría la oportunidad de conocer a mis Jefes de Ca y al resto de los cuadros.

Sugerí por haber sido mi más estrecho colaborador en la formulación del plan y estar perfectamente imbuido del concepto desarrollado, que mi reemplazante fuese mi 2º Cte. Mi propuesta fue aceptada, por lo cual en la última semana de marzo entregué mi cargo de Jefe de Operaciones al Capitán Santillán y embarqué con toda mi Unidad en el BDT ARA “Cabo San Antonio” para realizar el adiestramiento anfibio, la práctica del movimiento buque a costa (MBAC) y el ensayo de la maniobra en tierra en proximidades de la Península de Valdés, una zona con características muy parecidas a las de las islas. El Comandante del BDT era el CF Jose Luciano Acuña, un dilecto amigo y compañero de promoción... pero que aún no sabía de qué se trataba.

La vida a bordo es totalmente diferente a la vida de campaña en el terreno. Hay que acostumbrarse y habituarse a la vida a bordo, que comprende zafarranchos de incendio, de combate, de abandono y otras actividades propias de la vida en un buque. Incluye refuerzos de guardia en todas las actividades rutinarias a bordo tales como refuerzos en la cocina, en los puestos de limpieza y en los diferentes sollados del buque. Todo se hace por turnos: la comida, los ejercicios físicos, el baño, etc. Demás está decir que también lleva implícito el acostumbramiento al movimiento del buque (mal de mar).

En cuanto al MBAC, el mismo constituye una de las fases más críticas de una operación anfibia. Comprende el lanzamiento de los vehículos anfibios y embarcaciones de desembarco al agua y luego, en una muy estricta, ajustada y detallada secuencia, adoptar la formación con la cual tienen que abordar la playa en forma sincronizada y siguiendo un ordenamiento determinado. De esa manera, las unidades de maniobra, en este caso el BIM2, forman su poder combativo adecuado partiendo prácticamente de un cero inicial. Las embarcaciones de desembarco y los vehículos anfibios son vectoreados por radar hasta embicar o abordar la playa en el lugar preciso de acuerdo a la maniobra en tierra prevista. Esta fase es, sin lugar a dudas, la más crucial y vulnerable de una OA.

La etapa “Ensayo” de una OA es, por otra parte, una etapa esencial de la que nunca debe prescindirse. En el ensayo pudimos practicar exactamente lo que después se repitió en las islas. Probablemente los informes de inteligencia que poseíamos y este ensayo hicieron que luego en la operación real las cosas salieran un poco menos que perfectas.
Al regreso a Puerto Belgrano pude recuperar al Capitán Santillán que durante unos días me reemplazó como J OP de la FD. El cargo fue finalmente asumido por el Comandante del BIM1 CFIM Luis Carbajal.


7.- Embarco
La fase del embarco es otra fase importante de una OA. Consiste en embarcar la carga de combate, el personal y los vehículos anfibios de acuerdo a su probabilidad de uso en tierra. El Jefe de Logística de mi EM, el TNIM Esteban Citta, fue nombrado Oficial de Embarco de la FD. Este Oficial tenía un amplio conocimiento y experiencia logística por haber cubierto el mismo cargo el año anterior lo que permitió completar rápidamente el equipamiento del personal y la carga de combate necesaria. Por otro lado tenía una excelente relación con el Jefe de Logística de la FD. El Batallón contaba con una ventaja importante en este aspecto.

Otro factor que ayudó fue que el Comandante del BDT ARA “San Antonio”, el buque que nos iba a transportar a la Zona del Objetivo, estaba comandado, como expresé anteriormente, por un compañero mío. Gracias a su buena voluntad y cooperación solucionó o minimizó los múltiples problemas de todo orden que se produjeron en esos últimos días.

La carga se debe realizar de manera tal que sea posible su desembarco a medida que lo requieran las tropas desde tierra. Había tres factores que conspiraban en contra: aún no se había dado a conocer en detalle el plan de maniobra en tierra ni el plan de desembarco, el escasísimo tiempo disponible ante el adelantamiento de la fecha de la operación y la siempre exigua capacidad del buque para embarcar todo lo que se consideraba necesario.

8.- La travesía
El día 28 de enero la FTA zarpó rumbo al Sur. El primer día de navegación no hubo nada especial para ser destacado. Los infantes de marina trataban de ubicarse lo mejor que podían en los sollados excesivamente congestionados en su capacidad de alojamiento.

El buque transportaba cerca de 800 hombres, incluyendo 25 soldados del RI 25. Todos buscaban tratar de acostumbrarse a esta nueva rutina totalmente diferente a la de un cuartel o cuando se está en campaña en el terreno. Los Jefes de cada una de las fracciones buscaron algún local en donde reunirse para repasar o corregir sus respectivos planes.

Todo, dentro de esa incomodidad nueva para el personal embarcado, fue sobrellevado sin mayores problemas el primer y segundo día. Se practicaron los zafarranchos clásicos en los buques –incendio, abandono – y se dictaron clases y procedimientos al respecto.

Pero esa tranquilidad se empezó a complicar a fines del atardecer del segundo día. A la incomodidad se sumó un día tormentoso con pesadas nubes y un mar cada vez más encrespado con grandes olas. El mal tiempo dificultó no solo la navegación, sino que afectó fuertemente a la mayoría de los infantes de marina e inclusive a parte de la tripulación.

Por no tener quilla sino un fondo plano para poder embicar en las playas, el BDT rolaba mucho más que un buque convencional. El rolido y el cabeceo del buque exigieron ingentes y permanentes esfuerzos de la tripulación para asegurar el material y la carga y al personal de los vehículos anfibios para evitar que éstos se moviesen de sus lugares en la bodega del buque. Los miembros del Batallón de Vehículos Anfibios tuvieron que controlar y ajustar frecuentemente las trincas que mantenían los vehículos en su lugar.

El fuerte temporal se ponía cada vez más violento y la mayoría del personal del Batallón, en todos los niveles, estaba prácticamente fuera de servicio por descompostura y mareos. El famoso “mal de mar” hizo estragos y muchas veces no daba tiempo para vomitar por la banda del buque, por lo cual en los pasillos, sollados, locales y baños se encontraban vómitos por doquier. En esa situación, sin duda alguna, el Batallón no estaba en aptitud para el combate.

Pero peor aún, las Operaciones Anfibias así como las Operaciones Aerotransportadas, están absoluta y totalmente condicionadas por los factores meteorológicos. Si el mar se mantenía de esa manera el día “D” habría que abortar la operación. El día 1 de abril se hicieron algunos cambios de planes pero los mismos no afectaban al BIM2.

Antes del anochecer el Almirante Büsser pronunció una vibrante arenga a la FD por los altavoces del buque. Antes del toque de silencio, bajé al sollado en el cual se encontraban los conscriptos del Batallón entre nerviosos y entusiasmados, comentando aun lo que habían escuchado por los altavoces. No vi temor, ni miedo ni nada parecido. Muy por el contrario, ansiosos y expectantes. Después de unas pocas palabras con un grupo que se me había acercado, pronuncié a viva voz mi propia arenga, en términos mucho menos académicos que los del Almirante.

Quedé impresionado cuando concluí la misma. Todos los presentes, varias centenas de gargantas, me respondieron con un fuerte y varonil “¡Viva la Patria!”. Era como la exteriorización del patriotismo materializado por ese rugido de las “Panteras Negras” como se autodenominaban, haciendo alusión a la pantera del distintivo del Batallón.

Definitivamente no eran “los chicos de la guerra”, eran los “Panteras Negras” del BIM 2.


9.- Desembarco y conquista de la cabeza de playa
Finalmente llegó del día del desembarco. El mar, tan embravecido durante toda la navegación, parecía ahora un espejo. El Comandante del buque, Capitán Acuña, con una serenidad y solvencia como si hubiera estado años al mando del buque – había tomado el Comando solo tres meses atrás – situó el mismo en el lugar previsto para el lanzamiento de los vehículos anfibios, a unos 800 metros de la playa prevista.

Esa noche habíamos dormido mal y poco. Diana fue a las 0400 de la mañana y a las 0545 se ordenó el embarco en los vehículos asignados. Todo se hizo en perfecto orden y silencio. El BIM2 no hizo más que volver a repetir la maniobra que se había practicado decenas de veces.

Como expresé anteriormente, el MBAC es, sin duda, el momento más peligroso y vulnerable de una OA. Si no se lograba la sorpresa táctica, los ingleses podían estar esperándonos en posiciones en la playa y batirnos por partes, como si fuera una simple práctica de tiro al blanco.

A la hora prevista se lanzó al agua desde la rampa del buque el primer vehículo anfibio a orugas (VAO) a cargo del Capitán Santillán, quien comandaba los cuatro vehículos que transportaban la fracción que se desempeñaba como vanguardia. A continuación el resto de los VAOS con el BIM2 y el Comando de la FD.

A las 0630hs, exactamente a la hora prevista, los primeros vehículos abordaron la playa. Aunque no había sorpresa estratégica ya que se la había perdido mucho antes y los ingleses sabían que esa noche íbamos a desembarcar, afortunadamente no sabían en qué lugar, por lo cual logramos la sorpresa táctica.

Cuando ya el grueso de la FD estaba en tierra pude exhalar un profundo suspiro de alivio. Primer y principal aspecto crítico de la operación, superado sin inconvenientes.

En cumplimiento de lo planeado, la fracción del EA se destacó a capturar el aeropuerto. Posteriormente tres VAOS del Batallón fueron enviados a reforzar la fracción del TCnel Seineldín, que no tenía inconvenientes en su tarea pero precisaba ayuda para despejar los numerosos obstáculos que los ingleses habían colocado para tratar de hacerlo no operable.

Se escuchaban disparos en el otro costado de la ciudad y descontábamos que era la fracción de Comandos Anfibios y Buzos Tácticos que luchaba en procura de su objetivo que era la casa del gobernador inglés. No obstante algo debía haber ocurrido, ya que por radio se pedía reiterada y urgentemente la presencia del médico en las proximidades de ese objetivo.

El segundo punto crítico era el istmo al cual llamamos objetivo “Zulu”. Era un angostamiento del terreno, una franja muy apta para ser defendida por los ingleses. Pero la vanguardia a cargo del Capitán Santillán, atravesó el istmo sin problemas y sin rastros de actividad enemiga. Segundo suspiro de alivio.

No obstante, dada la estricta limitación de que la operación fuera incruenta y con la menor destrucción posible, se iba configurando la posibilidad más desfavorable para nosotros: que los ingleses ofrecieran resistencia en el linde de Puerto Stanley o inclusive dentro de la ciudad. Pero pronto esa posibilidad desapareció: la vanguardia había recibido un nutrido fuego de ametralladoras y estaba combatiendo en las afueras de la localidad.
Con mi Ayudante, TFIM Martinelli y el Encargado de Batallón, el SMIM Roque Díaz, nos reunimos con Santillán y dispuse que la Ca “Delta” del TNIM Di Paola desplegara para constituirse como base de fuego y la “Echo” del TNIM Aruani, sin desmontar de los VAOS, se lanzase hacia la ciudad.

Pero ya el Capitán Santillán, con sus morteros, ametralladoras, el fuego de los fusileros y fundamentalmente con un eficaz disparo de uno de sus cañones sin retroceso había hecho que los ingleses cesaran en su acción retirándose al interior de la localidad.

La vanguardia volvió a montar en los vehículos y buscó reforzar la acción de los Comandos Anfibios en Moody Brook. Sin embargo, éstos ya habían cumplido su misión y se encontraban próximos a Puerto Stanley por el lado opuesto al avance del BIM2, por lo cual el Capitán Santillán continuó su avance para completar su misión de aseguramiento de la península Camber.

Mientras tanto las Compañías del Batallón entraron sin resistencia en la ciudad, ocupando sus zonas de responsabilidad (ZR) y tenían absoluto control sobre la población y los servicios públicos esenciales.
El gobernador pidió parlamentar y aproximadamente a las 0930 hs., la guarnición militar británica depuso sus armas y se rindió, excepto un pequeño grupo en la península Camber que lo hizo poco después.

Me reuní con el Almirante para recorrer e inspeccionar la zona de responsabilidad del Batallón, recibiendo las novedades de los J de Ca en sus respectivas zonas. Posteriormente, el Teniente Martinelli y yo abrimos el portón de un edificio cercano al puerto en el cual durante la noche anterior habían sido alojados los argentinos residentes en las Islas.
Aproximadamente a las 1230 hs. en el jardín de la casa del gobernador se izó la bandera argentina en presencia del General García, Comandante del Teatro de Operaciones Malvinas, el Almirante Allara, Comandante de la FTA, el Almirante Büsser, Comandante de la Fuerza de Desembarco y representantes de los efectivos de I.M. y navales que habían participado en la operación

Al día siguiente, se hizo la entrega de las ZR a efectivos del RI 25 quienes nos relevaron en la tarea de control de las mismas. A la tarde se comenzó con el repliegue hacia el continente, específicamente hacia Puerto Belgrano. Solo quedó en las Islas una Sección de mi Unidad a cargo del TCIM Héctor Gazzolo para brindar seguridad al Apostadero Naval de la ciudad.

La operación militar había terminado para nuestro Batallón.





10.-Fin de la operación
La Operación Rosario fue la primera operación de guerra argentina del siglo XX contra un enemigo extranjero y resultó exitosa. Habíamos cumplido exactamente lo que estaba previsto y planificado y adecuadamente ensayado.

Cuando regresamos a nuestro cuartel en Baterías todos nos sentíamos realizados, orgullosos y satisfechos por haber alcanzado y cumplido con todo éxito los objetivos fijados. Yo, particularmente, estaba doblemente satisfecho y orgulloso. No solo por haber cumplido las metas fijadas sino por el excelente comportamiento profesional de todo el personal en todas las jerarquías durante toda la operación. No recuerdo que haya habido absolutamente ningún problema de ningún tipo.

Un párrafo muy especial lo merece “el milicaje” como se decía en la jerga de la Unidad. Los esforzados conscriptos. “La infantería, la de los pies cansados y las botas sucias, es el principal arma en el combate, pues sin ella no existe la consolidación”, dijo un analista militar de la Segunda Guerra Mundial. En nuestra Unidades, los conscriptos constituían la masa de la Infantería.

Como expresé al comienzo de esta nota, había un porcentaje muy adiestrado, los que habían ingresado antes, y otros con solo un barniz de adiestramiento, levemente superior al nivel mínimo aceptable porque habían ingresado bastante más tarde. No obstante, en poco tiempo se formó “el equipo” al que hice referencia anteriormente. Un equipo perfectamente integrado y aceitado. Todos eran INFANTES DE MARINA. Así, con mayúscula.

Si bien me acuerdo de muchos de ellos, solo recuerdo el nombre de unos pocos: Alejandro Luna, Jorge O. Vázquez, Gustavo Romanello, Daniel Tosolini, Héctor Marcos, Marcelo Miceli.

Todos nosotros nos sentíamos orgullosos, pero no felices. Tres infantes de marina y un marino murieron en cumplimiento de su deber.

El primer caído, fue el CFIM Pedro Edgardo Giachino quien fue mortalmente herido en un valeroso y heroico asalto al frente de su grupo a la bien defendida casa del Gobernador. No había compartido con él ningún destino, pero como teníamos la misma especialidad, cada año nos reuníamos una semana en la APCA para la recalificación de nuestra capacitación. Pocos días antes de embarcar estuvimos bromeando y tomando unas copas después de cenar en la Casa de Oficiales del Batallón. Ahora ya no estaba.

También nos afectó la muerte de los dos conscriptos en la operación en Grytviken en las Georgias del Sur, Mario Almonacid y Néstor Águila y la del Cabo 1º de Mar, Patricio Guanca. Aunque no los conocía, dos eran conscriptos del otro Batallón de nuestra Brigada y el Cabo 1º pertenecía a la dotación de la Corbeta ARA “Guerrico”, el dolor fue igual que si hubieran sido de nuestra Unidad.

A los pocos días, el Batallón fue desplazado nuevamente al sur en el marco de la totalidad de la Brigada para una nueva misión. Nos instalamos en inmediaciones de la ciudad de Río Grande, en Tierra del Fuego, esta vez con responsabilidad estratégica. Allí estuvimos hasta unos días después del fin de la guerra.

Hubo muchas vicisitudes, aspectos y hechos destacables en esta nueva etapa. Pero eso ya es otra historia.

Capitán de Navío de IM VGM (R)
ALFREDO RAÚL WEINSTABL


Bibliografía complementaria
-Büsser, Carlos A. C. (1984) Operación Rosario. Buenos Aires: Editorial Atlántida S.A.
-Büsser, Carlos A.C. (1987) Malvinas, la Guerra Inconclusa. Buenos Aires: Editorial Fernández Reguera
-Robles, Sergio G. (2011) 29 - El Asalto Anfibio a Malvinas (29 Años, 29 Testimonios). Buenos Aires: Instituto de Publicaciones Navales
-Separatas de la Revista “Desembarco”

domingo, 4 de mayo de 2014

"No puedo creer que adolescentes disfrazados de soldados nos causaran tantas bajas"

Entre Héroes, Asesinos y Traidores

By Carlos E. Viana




“I was on the point of withdrawing my Paras from Mount Longdon. We couldn’t believe that these teenagers disguised as soldiers were causing us to suffer many casualties. Brigadier Julian Thompson, British 3rd Command Brigade commander.

La niebla hacia imposible la visibilidad más allá de siete metros. Era poco antes de las nueve de la noche y los hombres del selecto 3° Batallón de Paracaidistas Reales (3 PARA), se aprestaban a atacar, las posiciones argentinas en Mount Longdon, defendidas por 270 soldados de la Compañía B del 7° regimiento (EA), una Compañía de Ingenieros y la Sección de Ametralladoras 12,7 de la Infantería de Marina. El mando británico poseía el informe de inteligencia militar, que los soldados conscriptos argentinos de 18 años, no tenían el alto entrenamiento profesional de los paracaidistas del 3 PARA.

El joven Cabo Oscar Carrizo se iba a dormir cuando escuchó sonidos metálicos. ¡Era el ruido del calado de bayonetas! Una explosión proveniente de un campo minado y el grito de dolor un paracaidista quito toda duda, los británicos comenzaban el asalto. El Subteniente Juan Domingo Baldini se lanza al contrataque con su sección, pero cuando va en ayuda de un soldado herido cae acribillado haciendo fuego con su FAL. El Cabo Orozco se desploma con varios balazos en su cuerpo, mientras que el Cabo Ríos entrega su alma después de ser bayoneteado en el estomago. Los “teenagers” conscriptos, quedan sin mando, pero haciendo un círculo alrededor del cadáver de Baldini y del herido soldado Flores, abren fuego hacia todos lados. En el asalto a otra trinchera un “chico “teenagers” de la guerra”, cae herido, se arrodilla y vuelve a tirar, herido nuevamente se desploma otra vez, un 3 PARA le arroja una granada, el conscripto la toma y va devolvérsela cuando le estalla en la mano.

Un infante de marina conscripto, para el avance británico con su ametralladora. Sus ráfagas les producen a éstos varias bajas. No pueden superar la posición, defendida férreamente, hasta que un paracaidista logra alcanzar la trinchera y lo atraviesa al infante de un bayonetazo en el ojo.

A las 3 de la mañana del 12 de junio, el Teniente Castañeda, que había arribado con su sección como refuerzo, dirige un contrataque, que después de un bravo combate cuerpo a cuerpo, hace retroceder a los paracaidistas. Pero el fuego de artillería enemigo lo detiene. La artillería británica y el fuego de morteros baten las posiciones argentinas. Las tropas argentinas han tenido más de 40 muertos y 200 heridos, entre ellos, los conscriptos de la Infantería de Marina, Sección de Ametralladoras Clase 1962 Jorge INCHAUSPE, Jorge MACIEL, Sergio GIUSSEPETTI, Luis FERNANDEZ y Claudio SCAGLIONE, caídos heroicamente enfrentando al enemigo.

El Jefe argentino de la posición, Mayor Carrizo Salvadores, ve a su compañía reforzada, casi destruida. Para salvar la vida de sus hombres esta haciendo una bandera blanca, pero el soldado conscripto Félix Barreto lo insta a su superior a seguir combatiendo. El Mayor impresionado por el coraje del conscripto Carrizo, desiste de rendirse y decide retirase ordenadamente, después de haber soportado intensos ataques aéreos y bombardeo naval, fuegos de artillería previos al combate y durante este. Este es solo un resumido pantallazo de lo que fue este intenso y sangriento combate.

Las tropas argentinas que quedaron cercadas por los paracaidistas, deben rendirse. El Cabo paracaidista, británico Vincent Bramley, quien combatió duramente en Mount Longdon, relata que después del combate vio a soldados argentinos ya desarmados y prisioneros, que fueron concentrados por paracaidistas que abrieron fuego sobre ellos, escuchando el grito de una de las víctimas “mamá, mamá”. Otro paracaidista se aproximó a un soldado argentino prisionero y lo atravesó de un bayonetazo en un ojo, este moribundo grito y el británico entonces, insultándolo le disparó en la cabeza. Un suboficial británico mientras retiraba muertos encontró a un argentino herido, quien le mostraba un crucifijo para que el perdonara la vida, el paracaidista le disparo dos veces en la cabeza. Scotland Yard avalo estas denuncias, a las que se sumaron otras de militares británicos y soldados argentinos, pero la justicia británica no actuó.

El Jefe del 3r Batallón de Paracaidistas, en ese entonces Teniente Coronel Hew Pike, no hizo nada para evitar estos crímenes abiertamente violatorios de la Convención de Ginebra de 1947. ¿Héroe o asesino? Parece que los británicos lo consideraron héroe, porque llego al grado de Teniente General y hoy ostenta el título de Sir, es decir de caballero del Imperio Británico y seguramente asistirá al desfile de la Victoria que el primer Ministro Británico David Cameron proyecta para el 14 de junio en Londres. Un desfile de la victoria tristemente manchada con crímenes.

Como en toda guerra ambas partes cometieron excesos, pero las tropas argentinas no llegaron al punto de asesinar a soldados prisioneros desarmados, después del combate. Los británicos también tuvieron héroes y en general en otros teatros de la guerra de Malvinas, se comportaron caballerescamente.

Fuente: EL INFORMADOR PUBLICO

sábado, 3 de mayo de 2014

Operación Aerolíneas: B707s clandestinos a Israel

Malvinas: Aterrizajes clandestinos en Israel para traer armas y bombas 
POR GONZALO SÁNCHEZ 
La primera etapa de la Operación Aerolíneas, un secreto guardado durante 30 años. 


Tripulación. El piloto Prelooker (segundo desde la izquierda) y sus compañeros, en 1982, en uno de los vuelos habituales de Aerolíneas Argentinas. 


20/02/12 
Las misiones se originaban a través del jefe de la Primera Brigada Aérea de Palomar. Luego, sobre el filo de la partida, se informaba el destino al comandante designado, previa entrega de un sobre con 40 mil dólares para utilizar en caso de imprevistos. Las rutas eran Buenos Aires-Recife- Las Palmas-Tel Aviv o Trípoli. La consigna era volar con luces apagadas y en silencio de radio. Sólo media hora antes de cada aterrizaje, los pilotos abrían la frecuencia para pedir las autorizaciones correspondientes: iban a buscar armamento para la guerra. 

Así, durante casi dos meses, entre abril y junio de 1982, una cuadrilla de empleados civiles de Aerolíneas Argentinas llevó adelante un operativo secreto para traer armas al país desde Israel y Libia . Siete pilotos que participaron de la misión lo cuentan ahora, a 30 años, por primera vez, en esta investigación de Clarín que empezó a publicarse en la edición de ayer, con el relato del primer vuelo a Tel Aviv. 

Es 9 de abril de 1982. Jorge Prelooker recibe un llamado telefónico en su casa de Villa Devoto. Le piden que se presente en Ezeiza por la noche. Tiene un vuelo “especial” . No le dicen a dónde. Supone un viaje a Río Gallegos. En la radio, buenas noticias: se vive un rebrote patriótico por la recuperación de las islas. Los analistas sostienen que la posibilidad no puede ser mejor para un gobierno de facto desgastado, acusado de violaciones a los derechos humanos, con una economía quebrada y un escenario creciente de reclamos sindicales en todo el país. La aventura de la reconquista territorial renueva el proyecto militar de entregar el poder a un gobierno democrático recién en 1990. 

A las once de la noche, Prelooker se encuentra con el resto de la tripulación en Ezeiza. Son cuatro comandantes, dos navegantes y un comisario de a bordo. En la oficina de operaciones, se enteran que su vuelo está despachado a Tel Aviv. “Aerolíneas no tenía en esta época servicio regular a Israel –cuenta Prelooker–, quizás por eso el avión operó con indicativo falso: fue el vuelo AR1440/1”, dice el comandante, sereno, como un docente. 

Prelooker y los otros tres pilotos son convocados a la oficina del jefe de base, donde los reciben un oficial de la Marina y otro de la Fuerza Aérea. “Nos entregan unos prismáticos –recuerda– y nos dicen: ‘Miren, ustedes van a volar por el Atlántico y queremos que se fijen si ven alguno de estos tipos de buques de guerra’ . A continuación despliega una lámina con las siluetas de los tipos de barcos dibujados. Nos pareció insólito porque es imposible que uno pueda reconocer un barco desde tan alto, pero durante la vuelta volamos más bajo, vimos barcos y al llegar lo reportamos”. 

Prelooker recibe la ruta y comprueba que no volarán en línea recta. La orden es evitar África. “Nos explicaron que, dado el destino, ningún país africano autorizará que volemos por su espacio aéreo”, dice. 

El Boeing 707 parte de Ezeiza a las 0.40 del 10 de abril, cargado con tres turbinas Dagger que deben ser reparadas en destino. Ese mismo día llegará a Buenos Aires el Secretario de Estado norteamericano, Alexander Haig, para intentar convencer al general Leopoldo Galtieri de que retire a las tropas que habían desembarcado en las islas Malvinas, a cambio de iniciar una mesa de diálogo. 

Ajenos a esto, Prelooker y los suyos protagonizan un vuelo sin sobresaltos. Aterrizan en Canarias, cargan combustible, siguen rumbo a Israel. “De Canarias –recuerda Prelooker– volamos al sur de España y encaramos por el Mediterráneo hasta Cerdeña. Sobrevolamos el taco de la bota de Italia, Creta y entramos en la zona de control del radar de Chipre, que en ese momento era un protectorado británico . Nos preguntaron de qué línea éramos… Aerolíneas Argentinas, qué íbamos a decir”. 

El comandante sigue: “Llegamos a Israel y nos hicieron carretear por una calle oscura . Nos pidieron que cortemos motores y apaguemos las luces. Noche cerrada. Quedamos detenidos sin ver nada. Al cabo de unos minutos, sentimos que se engancha un tractor a la nariz del avión y nos comienza a remolcar en la oscuridad, unos veinte kilómetros. Se detiene, nos piden por interfono aplicar freno, abrir puertas y descender. Bajamos a una pista iluminada sólo por las luces del tractor. Nos suben en un micro y hacemos un viaje de 40 minutos hasta un motelito en el medio del campo”. 

Se repartieron en habitaciones, se asearon, volvieron a reunirse para intentar comer algo. Habían probado bocado por última vez en Canarias, diez horas antes. Estaban famélicos. Terminaron comiendo los pocos restos de sandwichitos de miga que uno de los ingenieros de vuelo, previsor, se tomó el trabajo de bajar. “Con eso tiramos –cuenta Prelooker– y nos fuimos a dormir”. 

Cinco horas después, a las 9 a.m., les avisaron que el avión estaría listo para partir en dos horas. Una mañana diáfana. Al despertar, confirmaron que el hotel estaba rodeado de terrenos cultivados y casas modestas. “Nos llevaron otra vez al aeropuerto –retoma Prelooker–, a través de un camino con eucaliptus enormes a cada lado. El avión estaba en medio de una plataforma de 200 metros de largo por 100 de ancho. Aparentemente era el principal centro de mantenimiento de la Fuerza Aérea israelí. Era imposible verlo de afuera. La representante de Aerolíneas nos informó que el avión estaba cargado con unas turbinas y que el resto eran cajas con minas antitanque y antipersonales. 

” En ese momento, uno de los integrantes del vuelo sacó una cámara de fotos y se le fueron encima tres militares. “ Esto es una base secreta ”, le explicaron. Los argentinos recibieron el avión con combustible para llegar a Canarias. Pero cuando estaban por salir, volvieron a detenerlos: había aparecido carga de último momento. “Eran camperas –explica Prelooker–, pero no eran pocas. Se cargó todo el espacio que quedaba del avión con esas camperas, que pesaban unas cinco toneladas. Naturalmente, volaríamos excedidos de peso.” Despegaron. Llegaron a Canarias. “Allí –continúa– recibo un mensaje en el que me piden que trate de evitar la escala de Brasil. Ahora levantar vuelo fue muy complicado. Tardamos mucho en hacer girar al avión. Quedamos volando bajo y consumiendo mucho más combustible.” A pesar de todo, el vuelo fue normal. En el tramo entre Canarias y Cabo Verde, divisaron tres barcos importantes. Estaban pintados de gris y dejaban “unas estelas infernales” en el mar. 

Avanzaban al Sur . En los días previos a la guerra, los niveles de operatividad de las Fuerzas Armadas, sobre todo en lo referido a servicios de inteligencia, eran verdaderamente básicos. El episodio de los binoculares es una muestra de ello. Pero más allá de eso, este hecho protagonizado por Prelooker durante la tarde del 11 de abril de 1982 podría tratarse de la primera certeza que el Gobierno argentino recibía sobre el avance de la flota inglesa hacia las islas . El libro Malvinas, la trama secreta , sin embargo, documenta como primera certificación la realizada por un Boeing 707 destinado a Cabo Frío, Brasil, que al ser interceptado por un avión Harrier debió desistir de su objetivo. 

A pesar del esfuerzo, Prelooker no consiguió llegar a Buenos Aires. “Por el consumo que estaba haciendo el avión, tuvimos que hacer escala en Río de Janeiro. Pedimos autorización, declaramos que éramos carguero y nos dieron una posición separada de las líneas de pasajeros. Cargamos combustible. Nadie preguntó nada. Y nos fuimos.” El 12 de abril a las 23.20, el segundo vuelo de la misión aterrizó en la base aérea del Palomar, casi 71 horas después de haber partido. “Por supuesto –concluye Prelooker– no se cumplió con ninguno de los tiempos para descanso y trabajo que establecen nuestros manuales de seguridad. Pero sabíamos que estábamos siendo parte de un hecho excepcional. Es todo cuanto recuerdo.” El 2 de mayo, la guerra ya era una realidad. Y la Argentina lamentaba el hundimiento del crucero General Belgrano. Ese día, el comandante Gezio Bresciani fue convocado para volar, en otro vuelo secreto, a Ciudad del Cabo. Le dijeron, además, que antes de despegar le darían un password que nunca llegó. 

“Estuve en Ezeiza a las cinco de la mañana del 3 de mayo –recuerda Bresciani– y sólo había un mensaje: que por favor llamara a tal teléfono, que me iba a dar la clave antes de partir. Discaba y no atendía nadie. Finalmente, me ordenaron que me fuera al avión, que el password me lo darían durante el vuelo. Empezamos mal: las comunicaciones aéreas en esa época no eran fáciles. De todos modos, no quedaba claro para qué era esa clave” Bresciani continúa: “Las indicaciones eran que yo despegaba a las 6 a.m., no me comunicaba con nadie, ni siquiera con la torre, y me iba a Sudáfrica”. El 707 comenzó a carretear a la hora señalada, con una tripulación compuesta por el comandante, otros dos pilotos, un navegador, un comisario y un técnico de vuelo. Era un viaje ida y vuelta, sin descanso. Pero comenzaron los inconvenientes. 

Bresciani recuerda: “Pongo en marcha el avión, carreteamos y cuando estamos avanzando hacia la pista, la torre de control dice: ‘Lima, Golf, Papa (la matrícula era LGP), ¿a dónde va?’. Les pregunto si ellos no tienen alguna instrucción especial para dejarme salir y me dicen: ‘No, negativo, vuelva a la plataforma’”. 

El comandante pegó la vuelta. Estaba desconcertado. Debió esperar una hora hasta que la situación se destrabó. Consiguió permiso para partir pero monitoreado por la torre. Volvió a carretear, despegó sin problemas y cuando por radio le comunicaron que dejaba de ser controlado, apagó el equipo de comunicación. El vuelo seguiría en silencio hasta destino. 

Bresciani conocía la ruta. Desde mucho antes de la guerra, la línea 707 de Aerolíneas Argentinas ya volaba a Sudáfrica. Estabilizó el avión, pasaron la línea de la Isla de Ascención, no divisaron nada desde el aire (también llevaban prismáticos) y finalmente cambió de mando para echarse a descansar. Era un día claro y luminoso. Se complicó de golpe. 

“Estaba durmiendo y me despiertan zamarreándome. Llamaban por frecuencia desde Buenos Aires con la orden de que pegáramos la vuelta. Del otro lado, en la frecuencia, había un despachante de aduana, de apellido Cartele, un hombre que fumaba en pipa. Me acuerdo de mí, sentado, en calzoncillos, en la cabina preguntándole a Cartele si estaba seguro que había que volver. Me dice sí, positivo, que volviéramos. Era una situación límite porque si pasábamos el punto de no retorno, ya no podíamos pegar la vuelta, teníamos que seguir a la próxima escala alternativa.” Pegaron la vuelta a tiempo. Cinco horas después de haber partido, luego de adentrarse en el Atlántico unas 1200 millas náuticas, el avión de Bresciani aterrizó en Ezeiza. “Ese fue el vuelo misterioso. Nunca nadie nos dijo nada. Era un día después del hundimiento del Belgrano, o sea que había pleno tráfico militar en el espacio aéreo. Había confusión en las órdenes . Nada parecía bien organizado”, dice Bresciani, a quien se le había encomendado estacionar el avión en un hangar militar de Ciudad del Cabo, esperar que lo cargaran de armas y regresar de inmediato. “Era llamativo, íbamos a un lugar con gran tradición inglesa, supuestamente a buscar armas. Y yo me preguntaba, ¿nos van a mandar armas los mismos ingleses?” Es cierto que la comunidad internacional mantenía en ese momento una suerte de conflicto con Sudáfrica por la cuestión del Apartheid. Sin embargo, según informes de época, la dictadura pasaba por alto el tema y mantenía cierta relación con ese país. Según la información que los pilotos habían recibido, un cargamento de varias toneladas de armas (por lo menos 200) había sido desviado desde España hacia Ciudad del Cabo, en una maniobra de tráfico ilegal. El nombre que circulaba como enlace de toda esa operación con el gobierno argentino era el de un coronel llamado Diego Palleros. El mismo que años después, en tiempos de Carlos Menem, plena democracia, iba a ser enlace en la triangulación ilegal de armas a Croacia y Ecuador. A la Operación Aerolíneas, todavía le quedaban muchas millas por volar. 

Clarín

viernes, 2 de mayo de 2014

El Reino Unido roba las Malvinas (2/2)

El descarado ladrón ingles consuma el robo. Malvinas Argentinas (parte final) 


El 2 de enero de 1833 apareció fondeada en Puerto Soledad la corbeta inglesa “Clio”. 
Como correspondía, Pinedo mando a uno de sus oficiales en visita de cortesía a la nave inglesa y a cambio recibió una intimación para arriar el pabellón Argentino y desocupar las islas. 
Pinedo, en un primer momento, reacciono como correspondía. 
La situación que enfrentaba era difícil, su buque era muy inferior desde el punto de vista bélico al ingles, aunque podía hacer una defensa honrosa por algún tiempo, pero tenia otros inconvenientes. La gente que tenia a bordo era en su mayoría inglesa, y solamente unos pocos eran criollos. El segundo de abordo, el Teniente Elliot, era estadounidense. Consulto a todos: los ingleses manifestaron que cumplirían con su deber, el práctico que se desempeñaría como tal pero que no combatiría. Los cinco grumetes criollos, muchachos entre 15 y 20 años de edad, dijeron que combatirían, y la tripulación, de unos 80 hombres, manifestó que seguiría las órdenes que se les dieran. Empezó entonces Pinedo a ejecutar su plan, que era el correcto. Llamo a Gomila, que estaba preso lo liberto, le dio armas para los 18 soldados que quedaban en la guarnición de tierra y se dispuso a cumplir sus instrucciones. Antes de salir de Buenos Aires le habían entregado el código de honor naval, en el cual en su artículo noveno recomendaba que en caso de que el pabellón nuestro fuera afectado por una potencia extranjera con ocupaciones o ataques, debería defenderlo, hasta las últimas consecuencias, estas instrucciones inician el sumario. Pero a medida que pasaba el tiempo, la fe de Pinedo fue decayendo. Pinedo había sido oficial del Almirante Brown en la guerra con el imperio, en realidad nunca se destaco por su valor. En el combate de Quilmas tenia el buque mas velero; no obstante, mientras la goleta “Río” al mando de Rosales estuvo al lado de la fragata “25 de mayo”, buque insignia de Brown en ese combate, Pinedo se alejo hacia la costa. Lo cierto es que volvió a insistir ante el comandante ingles Onslow, quien ni siquiera lo recibió. A la mañana siguiente, Pinedo, en lugar de defenderse, como habían hecho los ingleses al evacuar Puerto Egmont, lamentablemente no hizo nada. A las 9 de la mañana del 3 de enero de 1833 los ingleses desembarcaron, primero izaron en un mástil que traían, la bandera inglesa, luego arriaron la nuestra, la plegaron pulcramente y se la enviaron a Pinedo para que se la llevara. Esa tarde, Pinedo con unos cuantos habitantes a bordo, abandono las islas y puso proa a Buenos Aires. Cuando Pinedo llego a Buenos Aires, el almirante Brown estaba en la Colonia y regreso a la Capital, se presento inmediatamente ante el gobierno por si fuesen necesarios sus servicios. Mientras se efectuaba la protesta diplomática, se levanto un sumario para aclarar los hechos: en el mismo se trato todo lo sucedido, el problema de la guarnición, el asesinato, etc. 
El Sargento Saenz Valiente, el asesino de Mestivier, fue fusilado en la Plaza Mayor previa amputación de la mano derecha. Junto con él fueron fusilados 6 cabecillas que habían participado del asesinato. En cuanto a Pinedo, se le aplicaron cuatro meses de suspensión de empleo, castigo muy leve, y fue separado de la marina y destinado al ejercito. (esto tiene su aclaración, y es la siguiente: con el grado que tenia Pinedo, que era un grado de Jefe, en el ejercito no iba a poder tener mando independiente, mientras que en marina podía comandar una nave y ya había demostrado que era incapaz de enfrentar una situación riesgosa).A partir de entonces comenzaron las reclamaciones Argentinas, hechas en primer término por Manuel Moreno. Se le contesto que los ingleses nunca habían renunciado a su soberanía a las Islas Malvinas. Cuando se hizo otra, varios años después, Inglaterra informo que no había ninguna cuestión sobre las Malvinas, que realmente no se tenía constancia que se tuviera ninguna cuestión pendiente sobre ellas. Desde entonces comienza la usurpación inglesa, basada en la fuerza, y cometida contra una nación amiga con la cual se estaba en paz; demostrando una vez más el carácter cobarde, traidor y malicioso de ese impuro pueblo de piratas y ladrones. Las negociaciones en el siglo XX progresaron muy lentamente; pero los argentinos procediendo con paciencia y serenidad, estamos sin embargo convencidos que la única solución posible es la devolución de las islas a nuestra soberanía, y en ello no cejaremos jamás. Sin embargo, también pretendemos que la solución no se dilate excesivamente. 

Los Mas Grandes de la Historia

jueves, 1 de mayo de 2014

Finaliza Abril diplomático y empieza un Mayo de guerra

Las gestiones diplomáticas 


3 de Abril: - El Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó la Resolución 502, que exigía el retiro argentino y la iniciación de negociaciones. Votaron a favor de la resolución en contra de la Argentina: EE.UU., Francia, Guayana, Irlanda, Japón, Jordania, Togo, Uganda, Zaire y Gran Bretaña. Se abstuvieron: Unión Soviética, China, Polonia y España. En contra sólo votó Panamá. El general Mario Benjamín Menéndez fue nombrado Gobernador Militar de las Islas Malvinas y se pidió una sesión extraordinaria de la OEA. 
5 de Abril: - La acción argentina provocó la renuncia del canciller inglés, lord Carrington. La Task Force británica partió de Portsmouth. La Comunidad Económica Europea respaldó la decisión inglesa de aplicar sanciones económicas a la Argentina y el Perú definió su apoyo decidido en favor de la Argentina. 
6 de Abril: - Designado por el presidente Reagan como mediador, el general Alexander Haig conferenció con el canciller argentino, Nicanor Costa Méndez, en Washington. 
7 de Abril: - Haig viajó a Londres. Los ingleses dispusieron el bloqueo naval de las Malvinas. La Argentina convocó a sus reservas y Costa Méndez regresó a Buenos Aires. 
8 de Abril: - Alexander Haig se entrevistó con la intransigente Margaret Thatcher. Argentina inició el puente aéreo para reforzar y aprovisionar a las tropas en Puerto Argentino. La fuerza naval inglesa navegaba ya a la altura de las Islas Azores. Vía embajada Suiza en Buenos Aires, el Reino Unido comunicó que, a partir de las 04:00 hs. GMT del 12 de abril, en un círculo de 200 MN, se establecería una zona de exclusión marítima alrededor de las Islas. La novedad llegó en momentos en que el general Menéndez asumía como gobernador de Malvinas. Plazas, calles, edificios públicos y numerosas viviendas particulares de prácticamente todo el país habían sido embanderadas con el emblema celeste y blanco. 




10 de Abril: - El Presidente Galtieri mantuvo una reunión con Haig, recién llegado de Londres. Mientras tanto se llevaba a cabo otra manifestación popular de apoyo a la recuperación de las Islas Malvinas. Galtieri, desde los balcones de la Casa Rosada, dirigió la palabra a los manifestantes. 
11 de Abril: - Mientras se anunciaba que las conversaciones se empantanaban, Juan Pablo II exhortaba a ambos países a deponer actitudes extremas. El general Haig regresó a Londres. El doctor Costa Méndez afirmó que el diálogo proseguía. 
12 de Abril: - Telefónicamente Haig comunicó a Costa Méndez, desde Londres, que Gran Bretaña es irreductible. Esa madrugada, las naves de la Task Force habían bloqueado las islas, en tanto la Flota de Mar Argentina permanecía en sus apostaderos. 
14 de Abril: - Galtieri comunicó telefónicamente a Reagan que existía disposición para encontrar una salida pacífica, Haig regresó a Buenos Aires desde Londres. La actuación de Thatcher había recibido el respaldo de la Cámara de los Comunes. 
16 de Abril: - Haig conversó con autoridades argentinas. Como para desalentar esta segunda tanda de conversaciones, el Reino Unido comunicó que toda nave o aeronave que afectara a la Task Force, sea civil, comercial o militar, sería considerada hostil y atacada. 
17 de Abril: - En Buenos Aires, el Secretario de Estado Haig ponía de relieve a los argentinos que debían confiar en que EE.UU. lograría una solución satisfactoria a las aspiraciones nacionales. Insistió en mantener un marco político ambiguo que dejara claro que la intención final sería la devolución de las islas a la Argentina. El general Haig dio la impresión de ser veraz y sincero, aunque los acontecimientos conspiraban contra sus buenas intenciones. 
19 de Abril: - El doctor Costa Méndez pidió la aplicación del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR) ante la OEA y el general Haig regresó a los Estados Unidos. 
20 de Abril: - Por 17 votos a favor, ninguno en contra y cuatro abstenciones (EE.UU., Colombia, Trinidad Tobago y Chile) la Argentina logró convocar la XX Reunión de consulta de Ministros de Relaciones Exteriores de las 21 naciones signatarias del Tratado de Río, fijada para el 26 de abril. Mientras tanto, los aviones de la Fuerza Aérea Argentina detectaban a la Task Force ingresando al área del TIAR adoptando posiciones favorables para la batalla. 
22 de Abril: - El general Galtieri inspeccionó las tropas acantonadas en Malvinas. Chile, en tanto, a solicitud del embajador británico en Santiago, accedió a desplegar fuerzas militares en el Sur del país y despachar su Armada en silencio de radio al mar, en particular sus dos submarinos clase Oberon. Estos hechos inquietaron a los mandos militares argentinos y afectaron, en cierta forma, la asignación de fuerzas. A ello se sumó la colaboración en inteligencia y la operación desde territorio chileno de aviones Canberra PR-9 de reconocimiento fotográfico y dos C-130 SIGINT de inteligencia de comunicaciones. El gobierno argentino promulgó el Decreto N' 757 por el cual se designó "Puerto Argentino" a la capital de las Islas Malvinas. 
25 de Abril: - Gran Bretaña declaró una zona de exclusión total alrededor de la Task Force, ya en el área del TIAR, y atacó la guarnición argentina en la isla San Pedro. Argentina protestó firmemente por ambas agresiones ante el Consejo de Seguridad. 
26 de Abril: - La Junta Militar informó que las fuerzas argentinas estaban dispuestas para el combate, hasta la última capacidad defensiva. En este día, cinco antes del inicio de las hostilidades aviones MK-62 Canberra del Grupo 1 de Bombardeo de Paraná volaron desde su base de despliegue, Trelew, hasta Río Grande en la isla de Tierra del Fuego. Desde allí, con el indicativo “Libra”, partieron rumbo a las Georgias para repeler las fragata británicas que atacaban a los infantes de marina argentinos. Formaban la escuadrilla: el B-105, tripulado por el mayor Ramón Vivas y Aldo Escudero; el B-108, primeros tenientes Ricardo Papavero y Hugo Moreno; y el B-109, primeros tenientes Mario Baeza y Jorge Cardo; todos, apoyados por un KC-130 y un Boeing 707 del Grupo 1 de Transporte de El Palomar, como retransmisores y control de misión respectivamente. Esta riesgosa operación al límite del radio de acción de los Canberra, llegó hasta las cercanías de la Bahía de Cumberland. En ese punto, el Oficial de Control que viajaba en el B-707 decidió suspenderla cuando constató, por el cambio de dispositivo de los buques, que habían sido detectados y perdido la sorpresa. 
30 de Abril: - El Secretario de Estado Alexander Haig anunció el fracaso definitivo de las negociaciones. La Argentina presentó una nota a la ONU informando que haría uso del derecho de legítima defensa si era atacada y, poco más tarde, el presidente Reagan declaró públicamente el apoyo de los EE.UU. a Gran Bretaña en el conflicto, seguido por la dramática imposición de un embargo a las exportaciones de armamentos y de operaciones crediticias hacia la República Argentina. Simultáneamente, las FFAA chilenas completaron un despliegue en la Zona Sur del país de características similares - o aun mayores - que en 1978, cuando ambas naciones estuvieron al borde de la guerra por la cuestión del Canal de Beagle. La guerra estaba por comenzar y nadie había procurado seriamente evitarla. El 30 de abril a última hora de la noche austral un bombardero Vulcan, matrícula XM-607 del Escuadrón 44 de la RAF, despegó del aeropuerto de Wideawake de los EE.UU., en la Isla de Ascensión, e inició la incursión de bombardeo a Puerto Argentino.

miércoles, 30 de abril de 2014

Armas Argentinas: Pistola ametralladora PAM 1 y 2



Pistola ametralladora P.A.M. 1 y 2



Du­ran­te la Se­gun­da Gue­rra Mun­dial, ha­bía en la Ar­gen­ti­na va­rias fá­bri­cas que es­ta­ban pro­du­cien­do y su­mi­nis­tran­do pis­to­las ame­tra­lla­do­ras pa­ra nues­tras Fuer­zas Ar­ma­das y de se­gu­ri­dad, de­bi­do a la res­tric­ción de su­mi­nis­tros que im­po­nían los paí­ses be­li­ge­ran­tes con mo­ti­vo del es­fuer­zo que es­ta­ban rea­li­zan­do. Lue­go de fi­na­li­za­da la con­tien­da, la Ar­gen­ti­na en­tró en una eta­pa de gran de­sa­rro­llo de la in­dus­tria li­via­na en ge­ne­ral. En lo que res­pec­ta a ar­ma­men­to, Fa­bri­ca­cio­nes Mi­li­ta­res era el com­ple­jo in­dus­trial mi­li­tar del Es­ta­do Ar­gen­ti­no y ha­bía co­men­za­do en 1945 en una de sus plan­tas, con la fa­bri­ca­ción de la pis­to­la ‘Sis­te­ma Colt’ mo­de­lo Ar­gen­ti­no 1927. El si­guien­te pa­so en ar­ma­men­to li­via­no, fue la in­cor­po­ra­ción a la pro­duc­ción mi­li­tar de la pis­to­la ame­tra­lla­do­ra PAM 1 en su plan­ta de la Fá­bri­ca Mi­li­tar de Ar­mas Por­tá­ti­les (FMAP) Do­min­go Mat­heu (DM) cer­ca­na a la ciu­dad de Ro­sa­rio, Pro­vin­cia de San­ta Fe.



La PAM 1 de­ri­va de la pis­to­la ame­tra­lla­do­ra nor­tea­me­ri­ca­na M3A1. No se sa­be bien có­mo fue que se de­ci­dió la fa­bri­ca­ción de la PAM 1, ya que no se pu­do en­con­trar re­gis­tros que in­di­quen si hu­bo de­cre­to del Mi­nis­te­rio de Gue­rra, di­rec­ti­va o in­di­ca­ción de la Di­rec­ción Ge­ne­ral de Fa­bri­ca­cio­nes Mi­li­ta­res pa­ra ha­cer­la.



Se cree que fue una ini­cia­ti­va de la Fá­bri­ca Mi­li­tar de Ar­mas Por­tá­ti­les. Los me­mo­rio­sos de la épo­ca, re­cuer­dan que en 1950, los téc­ni­cos de la Fá­bri­ca Mi­li­tar, que por cier­to eran muy bue­nos, se ba­san en un ejem­plar de la M3-A1, que lle­ga a la fá­bri­ca, so­bre la que hi­cie­ron los cro­quis de to­da el ar­ma en una se­ma­na.
Las di­men­sio­nes fi­na­les pa­ra la PAM son apro­xi­ma­da­men­te 7/8 de la M3A1. La M3A1 es en ca­li­bre .45, mien­tras que la PAM 1 es en ca­li­bre 9 mm Pa­ra.





Soldado británico inspecciona una PAM 2 capturada

Arriba: (Primer soldado de la izquierda) Abajo: 3er soldado de rodilla. Todos portan PAM 2

martes, 29 de abril de 2014

La 602 combatiendo en Monte Kent

Combates de la Compañía de Comandos 602 en la zona de Monte Kent

El 2 de junio de 1982 durante la noche, la Compañía de Comandos 602, que ya había sufrido un 40% de bajas, ejecutó una misión de combate sobre Monte “Wall” atacando a una fracción inglesa que se hallaba en el lugar causándole numerosas bajas e incluso obligándolos a abandonar en su repliegue armamento y documentos.

“Una noche tuvimos una misión de combate, sería el 2 o 3 de junio, en el monte Wall. Salimos desde el puesto del teniente primero C.A.A., jefe de la compañía “B” en el monte Harriet, de destacada actuación, un gran oficial, para tener en cuenta.

Habíamos comenzado por la tarde con el intento de reglar el fuego de nuestra artillería, maniobra ya de por sí delicada. Había dos baterías que tiraban en paralelo y se dieron órdenes para la segunda. Por un malentendido, ésta recibió la coordinación de la primera. Lo concreto es que nos cayó fuego de nuestra propia artillería, que casi nos barre a todos. Posteriormente se regló bien el tiro y fue lo que utilizamos para el ataque nocturno.

 Los tiros cayeron muy, muy cerca de la carpa donde estaba el “rancho” de la compañía “B” del teniente primero C.A.A. Pero ellos estaban bastante acostumbrados a recibir cañonazos, porque los barcos les tiraban todas las noches. A las seis y media de la tarde, un soldado “ranchero” nos preparó la única carne roja que pude comer en los quince días que estuve en la isla. La comimos con la mano y con cuchillo, es decir, a diente y boca. También nos dieron dulce de batata como postre.

Tomamos el armamento, nos enmascaramos y salimos hacia el Wall. Debimos andar haciendo zigzag para atravesar varios campos minados. Se veía muy mal y el oficial que había reconocido el camino no encontraba las marcas que había hecho de manera que anduvimos en un momento arriba de campo minado y tuvimos que regresar sobre nuestra marcha rogando a Dios que no pasara nada. Por suerte así fue.

Habíamos coordinado fuego de artillería para las veintidós horas y teníamos que alcanzar un punto. A esa hora la primera batería empezó a batir el Wall. Cuando iba a hacer fuego la segunda batería, el mayor A.R. apreció que lo iba a hacer donde estábamos nosotros. Ordenó entonces milagrosamente adelantarnos como ciento cincuenta metros a una especie de zanjón. No habían pasado dos minutos cuando los cañonazos empezaron a caer donde habíamos estado.

El mayor no quiso perder más tiempo y ordenó el asalto al monte. Pasamos al ataque y nos encontramos con que los ingleses se habían retirado abandonando todo; supongo que por el fuego de artillería. Había mucho equipo: mochilas completas, bolsas cama, cascos, telémetros laséricos, radios, baterías de radio, linternas de señales, comida, varios dispositivos de antenas. Es decir, era todo un equipo para un puesto adelantado para pasar información hacia atrás. Con sofisticados elementos además para la detección de nuestras posiciones, tanto para apuntar como para reglar la artillería. Había también paños para señalamiento de aterrizaje de helicópteros.

Tenían una posición muy, muy sólida. Nos había costado mucho llegar esa noche a la cima de ese monte y pienso que si los ingleses hubiesen estado se hubiera hecho difícil tomarlo. Nosotros estábamos trepando muy de frente, pero por suerte se fueron.

Yo llevaba un fusil calibre 300 Magnum con mira telescópica, un arma muy fuerte. La noche era muy fría y con llovizna y la marcha se había hecho toda a pie. A todo esto hubo que agregarle la vuelta acarreando el equipo de los ingleses inclusive como 8 ó 9 mochilas.






Nos apropiamos de cualquier cantidad de material que habían abandonado; se veía que les sobraba. Lo bueno fue que también dejaron comida, que por supuesto probamos. Una vez que llegamos a la base abrimos las mochilas. En una en particular, que se veía que era de un oficial de Royal Marines encontramos una caja de cuero típicamente inglesa. Al abrirla nos encontramos betún para zapatos, el cepillo correspondiente y una gamuza, todo muy bien colocadito. Así que este hombre se recorrió 14.000 kilómetros para estar en el medio de un monte perdido en las Malvinas, en un barrial infernal ¡pero sin dejar su betún! Yo diría que en las Malvinas llueve siempre y eventualmente sale el sol. Además el terreno es esponjoso. Esa turba maldita es como una esponja en la que uno se entierra y se llena siempre de barro. También tenía su afeitadora a pilas, otro objeto muy importante en combate, en el medio de un cerro. Nosotros, apenas llegamos nos habíamos dejado barba pues sistemáticamente todas las noches debíamos enmascararnos la cara con betún, con los pasamontañas negros o simplemente con barro. Al otro día le obsequiamos la afeitadora al suboficial que más se había destacado en la patrulla a criterio del jefe de sección. Todas estas cosas fueron registradas en notas con Nicolás Kasansew, con la gente del periodismo que estaba allá y estaba ansiosa por recibir información. Y parece que no era mucha.”

Testimonio extraido de: Así lucharon (Editorial Sudamericana, Buenos Aires, diciembre de 1982). Dr. Carlos M. Túrolo

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domingo, 27 de abril de 2014

Las bufandas del cementerio de Darwin

El gesto de un platense que cerró una emotiva historia de Malvinas  

Un médico local que viajó a las islas dejó en lápidas del cementerio de Darwin bufandas de una mujer que durante la guerra tejió cientos de prendas y nunca supo si llegaron 



Una fotografía tomada en el Cementerio de Darwin de las Islas Malvinas refleja decena de cruces envueltas por bufandas. El hallazgo despertó la curiosidad de ex combatientes que, acostumbrados a ver rosarios y flores artificiales ofrendados a los soldados caídos, se preguntaron quién habría hecho ese singular homenaje. Sin embargo, ya de regreso en la Ciudad conocieron al responsable de “abrigar” las lápidas: Leandro Hidalgo, un médico y maratonista platense que de esa manera cerró un doloroso capítulo abierto durante la guerra de 1982, cuando Mirta Fetter tejió centenares de pasamontañas y bufandas que nunca supo si llegaron a proteger del frío a los soldados argentinos. Antonio Reda, miembro de la Casa del Ex Soldado Combatiente de Malvinas de La Plata - CEMA - fue uno de los tantos que se sorprendió al llegar al Cementerio y ver que, además de elementos religiosos batallando contra la furia del viento, había decenas de bufandas abrazadas a las cruces. Y fue por obra de la casualidad como se develó el misterio, ya que en el hospedaje donde paraba le preguntaron si le podría llevar algunas cosas olvidadas a un platense que se había ido unos días antes. En La Plata, Antonio cumplió con el pedido y conoció a Leandro, “cuando llegué a la casa para darle sus pertenencias, lo primero que me preguntó fue si había visto las bufandas en el Cementerio y me contó cómo surgió la idea”, sostuvo Reda. Para el médico Leandro Hidalgo el homenaje, aunque haya sido efímero, fue otra manera de expresar respeto y gratitud a los soldados caídos Leandro Hidalgo se define como “malvinólogo”, era muy chico cuando se desató el conflicto bélico en el Atlántico Sur, pero siempre se sintió atraído por conocer esa parte de la historia y la geografía donde ocurrieron los hechos, algo que comparte con Mirta, la tejedora solidaria y madre de Jorgelina, su esposa. “En cuanto le dije a mi suegra que iríamos a correr a las Islas Malvinas, me preguntó si podía llevar unas bufandas hechas por ella a modo de homenaje y reconocimiento al heroísmo de nuestros soldados, y eso hicimos con Jorgelina y nuestro hijo Juan Martín”, contó el atleta que recordó como en medio de ese paraje desolador se escuchaba una triste melodía ejecutada por cientos de rosarios agitados por el viento. El envío de las bufandas a las Islas Malvinas a través de su yerno Leandro, le permitió a Mirta Fetter concretar un ferviente anhelo que mantenía desde abril de 1982. En ese momento ella tenía 27 años, era madre de 3 niños de 6, 4 y 3 años y vivía al igual que ahora en General Daniel Cerri, una ciudad portuaria que se encuentra 15 km al sur de la ciudad de Bahía Blanca. La guerra la había conmovido profundamente y mientras duró, no hubo día en el que dejara de pensar en esos jóvenes que imaginaba desprovistos y sin experiencia, empujados por el Estado al campo de combate para matar o morir por la patria. “Yo sé lo que es que te manden contra tu voluntad a un lugar donde no querés ir porque cuando perdí a mi padre, sin preguntarme nada, me obligaron a entrar de pupila a una institución”, resumió Mirta. La angustia que le provocaba el incierto destino que podían correr esos soldados casi niños en Malvinas, la impulsó a pensar en hacer todo lo que pudiera desde su lugar y como lo que sabía era tejer, salió a pedir donaciones de lana verde militar, en cuestión de medio día reunió 5 kilos. ”No las conté, pero debo haber hecho unas 200 bufandas, 100 pasamontañas y 60 pares de mitones; solo yo sé el sacrificio que hice mientras atendía a mis hijos que eran muy pequeños”, agregó la mujer que se hacía tiempo durante la mañana, tarde y noche para tejer pasamontañas, bufandas y mitones. Si la guerra fue un puñal para Mirta, el fin del conflicto y la enorme tristeza con la que vio regresar de Malvinas a los soldados, fue una herida que nunca terminó de cerrar. “El desánimo de la gente era inmenso, casi nadie los reconocía, yo sabía que había hecho algo por ellos pero me angustiaba pensar en si les habría dado abrigo algo de todo lo que tejí”, agregó la mujer. Sin embargo, cuando se enteró de que su yerno Leandro y su hija Jorgelina irían a Malvinas a correr un maratón tuvo la idea de confeccionar nuevamente unas bufandas, en esta oportunidad de tela polar, y enviarlas como reconocimiento a la gesta heroica de los mártires argentinos. “Algunos ex combatientes y familiares se sorprendieron con las bufandas, pero cuando conocieron mi intención, se emocionaron y yo sentí que mi gesto sirvió para cumplir y que, aunque sea 30 años después, llegaran esas prendas”, sostuvo la tejedora. Para Leandro, el gesto aunque haya sido efímero, fue otra manera de expresar respeto y gratitud a los soldados caídos en las islas, “el Cementerio de Darwin sufre constantes ataques de los kelpers, varias veces rompieron el vidrio que protege una imagen de la virgen de Luján y la última vez que estuve - dijo el atleta - había centenares de moscas que solo pueden haber llegado allí si alguien las puso, pero cada argentino que pisa ese suelo trata de hacer un tributo a los caídos y marcar presencia continua en el lugar”.



El Día