martes, 23 de septiembre de 2025

Las dudas británicas sobre su derecho sobre las islas

Cuando los ingleses dudaron de sus derechos

Juan Archibaldo Lanús

Fuente



Fue en el año de la celebración del primer Centenario de la Revolución de Mayo cuando un experto de la Secretaría de Asuntos Extranjeros del Reino Unido produjo un documento que ponía en duda la solidez de los derechos de ese país sobre las Malvinas y las demás islas del Atlántico Sur. Nuestro deber es rastrear todos los antecedentes que permitan reforzar la legitimidad del reclamo de soberanía sobre las islas que la Argentina ha repetido desde 1832.

"El gobierno de Su Majestad no tiene dudas de sus derechos soberanos sobre las..." era la frase ritual que todos los representantes del Reino Unido pronunciaban como réplica a cualquier reclamo argentino sobre las Islas Malvinas.

Sin embargo, no fue siempre así. Hace casi cien años, un estudio histórico del Foreign Office puso en duda los derechos aducidos por los sucesivos gobiernos británicos. Un estudio producido por Gaston de Bernhardt fue el documento básico que el Foreign Office (Secretaría de Asuntos Exteriores) utilizó para definir la política inglesa.

Años más tarde, la opinión de otro experto de la Secretaría de Asuntos Exteriores suscitó una tensa controversia en el Royal Institute of International Affairs. En mi libro Aquel apogeo. Política internacional argentina 1910-1939, hago referencia a estos dos documentos, cuyo valor radica en constituir la opinión de dos especialistas ingleses.

El informe de Gaston de Bernhardt

El primer documento interno del Foreign Office, donde se hace la historia del conflicto y se resumen los principales títulos y argumentos que asisten a Gran Bretaña y a la Argentina, fue producido por Gaston de Bernhardt el 7 de diciembre de 1910.

El informe evoca el descubrimiento de las islas, la ocupación francesa en Puerto Luis en 1764, la ocupación española a partir de 1771, el "acuerdo secreto" entre España y Gran Bretaña y, finalmente, el abandono inglés y la permanencia de los españoles sin que "ninguna objeción parece haber sido hecha por parte de Gran Bretaña en ningún momento a la posesión de la Isla Soledad por los españoles, quienes continuaron en ejercicio pacífico de todos los derechos de la soberanía, no sólo sobre las Islas Falkland (Malvinas), sino sobre todo el grupo", según el informe secreto de Bernhardt.

Gaston de Bernhardt, más que un jurista, era un historiador, pero sus puntos de vista tuvieron la virtud de ser el primer estudio estructurado que durante mucho tiempo sirvió como documento base para la reflexión en el Foreign Office. Este documento fue retirado del Public Record Office luego de la guerra de las Malvinas y ya no está accesible.

Poco tiempo después, en 1911, el Secretario de Estado asistente, Ronald Campbell, retomó el estudio de Bernhardt y señaló los "puntos débiles" de la posición británica. Luego de repasar el traspaso de Gran Bretaña a España, los acuerdos y declaraciones sucesivas, Campbell afirmó que la evacuación británica —a pesar de la indignación que provocó entre los ingleses— fue considerada "un abandono para siempre de nuestros derechos al grupo".

Señala, además, que las islas fueron ocupadas "por las Provincias Unidas de Buenos Aires como sucesoras del título de España, de quien la colonia acababa de ganar la independencia".

El debate sobre los títulos y derechos ya estaba instalado en el Foreign Office, donde otros documentos internos evaluaban las debilidades y fortalezas de los argumentos ingleses. En uno de esos documentos, producido en 1936 por el jurista G. Fitzmaurice, quien luego sería juez de la Corte Internacional de Justicia, se lee de su propia mano:

"Nuestro caso tiene ciertas flaquezas".

Dudas en el Foreign Office

Un documento interno "muy confidencial" de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Reino Unido, del 8 de diciembre de 1927, reconoce:

"Durante más de un siglo, la Argentina ha reclamado que las Islas Falkland (Malvinas) constituyen territorio argentino..."

Más adelante, el documento menciona que "la Argentina también presenta reclamos sobre las Orcadas del Sur y Georgias del Sur".

Hacia 1927, los británicos estaban preocupados por la posibilidad de que el Gobierno argentino planteara el conflicto de soberanía ante la Unión Panamericana, lo cual representaba para ellos una perspectiva inquietante. Se trataba de una posible presentación en la Conferencia Interamericana que tendría lugar en La Habana.

Por otro lado, el embajador británico Howard había confirmado que el Departamento de Estado en Washington estaba al corriente de la cuestión.

La estrategia británica ante la disputa

La preocupación británica no se limitaba a la hipótesis de hostilidades diplomáticas por parte de la Argentina, sino al hecho de que "la historia inicial de la ocupación británica de las Islas Falkland (Malvinas) ha sido en cierto sentido confusa", como expresa un memorándum "muy confidencial" del Foreign Office firmado por C. J. W. Torr.

Sir Malcolm Robertson, quien había sido embajador británico en Buenos Aires, manifestó en repetidas oportunidades una opinión negativa sobre el presidente argentino Marcelo T. de Alvear, a quien consideraba "débil" e incapaz de defender los intereses nacionales. En contraste, tenía esperanzas en Hipólito Yrigoyen, de quien creía que tenía una actitud más amistosa hacia Gran Bretaña.

En un informe de 1928, Robertson escribió:

"Con relación a las Islas Falkland, he considerado siempre, desde la lectura del memorándum Bernhardt de 1910, que nuestro reclamo sobre las islas era, ciertamente, muy débil. Se parte de la base de un hecho de fuerza y nada más."

El embajador británico concluía que la ocupación de las islas era más fuerte que cualquier cantidad de comunicaciones diplomáticas, y que cualquier insistencia en el tema por parte de Argentina podía empujar el conflicto hacia la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Dudas en el Royal Institute of International Affairs

En 1936, cuando el Royal Institute of International Affairs preparaba un estudio sobre América del Sur, consultó al Foreign Office sobre cómo abordar el tema de las Islas Malvinas.

El director del proyecto, Martin Wright, envió un primer borrador que afirmaba:

"Gran Bretaña anexó las Islas Falkland de la Argentina en 1833 y siempre desde entonces estuvieron bajo su dominio, no obstante frecuentes reivindicaciones de la Argentina."

Sin embargo, en reuniones internas del Foreign Office, surgieron fuertes dudas sobre la legitimidad histórica de la ocupación. En una minuta fechada el 14 de octubre de 1936, se lee:

"No es fácil explicar nuestra posición sin mostrarnos a nosotros mismos como bandidos internacionales."

Finalmente, después de largas discusiones, se modificó el texto para reflejar una versión más diplomática y menos comprometida.

El embajador británico Henderson concluyó en 1937 que:

"La legitimidad de la pretensión británica sobre las Islas Falkland (Malvinas) no parecía, en el momento actual, una cuestión insuperable."

La estrategia británica, en consecuencia, era clara: mantener la ocupación y minimizar el debate.

La documentación histórica demuestra que incluso dentro del propio Foreign Office, existían dudas sobre la legitimidad del reclamo británico sobre las Islas Malvinas. Sin embargo, la política británica fue persistente: consolidar la ocupación y evitar cualquier discusión que pudiera debilitar su posición ante la comunidad internacional.


Notas al pie

1 Memorándum de Gaston de Bernhardt del 7 de diciembre de 1910 (F.O. 881/9755). Fuente: Ferrer Vieyra, Enrique. “Notas sobre documentos del Foreign Office referentes al conflicto Malvinas”. En: La política internacional, el derecho y el territorio nacional, Córdoba, El Copista, 1999.
2 Memorándum de R. Campbell, Secretario de Estado Asistente, 1911. (F.O. 371/1288). Fuente: ídem nota anterior.
3 Memorándum de John W. Field del 29 de febrero de 1928 (F.O. 37/12735/13336). Memorándum de A. F. Orchard del 3 de diciembre de 1928 (F.O. 371/12736/136168). Memorándum de G. Fitzmaurice del 6 de febrero de 1936 (F.O. 371/19763). Fuente: FerrerVieyra, Enrique, ídem nota 4.
4 Memorándum “Muy Confidencial” de C. J. W. Torr al gabinete del Secretario de Relaciones Exteriores Británico, Foreign Office, 8 de diciembre de 1927. P.R.O. / F.O. 371/11959. Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain del 27 de enero de 1928. P.R.O. / F.O. (A 1312/1312/2).
5 Memorándum confidencial suscrito por (Sd) H. H. del 24 de octubre de 1927. P.R.O. / Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain citado en nota 7.
6 Telegrama secreto Nº 6 Memorándum citado en Nota 7.
7 Nota de sir Malcolm Robertson a The Right Hon. sir R. C. Lindsay del Foreign Office del 3 de noviembre de 1928. P.R.O. / F.O. 371/12737.
8 Informe Anual 1927 citado en nota 7.
9 Informe Anual 1934 de Chilton a sir John Simon del 22 de enero de 1935 (punto 38). P.R.O. / F.O. 371/18636 (A 1989/1989/2).
10 Informe Anual 1936 enviado por el embajador Henderson a sir Anthony Eden el 26 de enero de 1937. P.R.O. / F.O. 371/20508 (A 1665/1665/2).
11 Ídem nota anterior.
12 Nota Confidencial de sir Anthony Eden al embajador Henderson del 28 de agosto de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 6461/889/2). La nota de referencia contiene además de los párrafos citados las siguientes consideraciones:

“En primer lugar, cien años de posesión, bajo disputa o no, constituye dentro de la ley internacional, título suficiente de soberanía sobre las islas de tal manera que por esta vía se correría mucho menor riesgo en caso de que la legitimidad del título no sea reconocida por la Corte Internacional Permanente de Justicia o por un tribunal internacional. Mientras tanto, el paso de los años, circunstancia a la que se agrega la celebración del centenario de la ocupación inglesa, consolida a su favor la causa del Gobierno de Su Majestad. Al mismo tiempo, existe razón para dudar si, verdaderamente, la Argentina ha mantenido siempre con algún fundamento el reclamo de las islas. Durante los intercambios diplomáticos del año 1833 el caso parecía haber sido fundado sobre la base de erróneos antecedentes de ambas partes. Parecería que los sucesos en el siglo XVIII fueron irrelevantes dado que las islas estaban totalmente desocupadas en 1811, lo cual otorgaba en aquella época fundamento para considerárselas res nullius, o sea, abierta a la posibilidad de ocupación por parte de cualquier estado. Además, a menos que la ocupación del corsario Vernet, a quien el Gobierno argentino trató de investir sin éxito bajo su autoridad, permite nuevamente llegar a la conclusión que las islas eran res nullius al momento de la nueva ocupación inglesa en el año 1832”.

13 Carta de The Royal Institute of International Affairs, Chatham House, del 8 de septiembre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763.
14 Minutas del 14, 16 y 17 de octubre de 1936 “Reclamo Argentino”. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2).
15 Carta de sir Stephen Gaselee a Martin Wright, del Royal Institute of International Affairs, del 22 de octubre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2).
16 Informe Anual 1936 de Henderson a Eden, enviado por nota del 26 de enero de 1937.
P.R.O. / F.O. (A 1665/1665/2).
17 Informe Anual 1934 citado en nota 13.
“Llamadas por los franceses Malouines y por los españoles Malvinas fueron descubiertas por John Davis en el buque “Desiré” el 14 de agosto de 1592. Fueron vistas por Sir Richard Hawkins el 2 de febrero de 1594 y visitadas por varios holandeses... El Capitán Strong a bordo del “Welfare” navegó a través de las islas principales y llamó al pasaje... Falkland Sound en memoria de los conocidos realistas Lucios Cary, Lord Falkland, muerto en la batalla de Newbury en 1643. De allí las islas tomaron luego ese nombre.
Aún como no lo fue antes de 1745”.
“El primer asentamiento en las islas fue establecido en 1761 por Bougainville en nombre del Rey de Francia...” Al año siguiente el Capitán Byron tomó posesión de la Isla Falkland del oeste y dejó una pequeña guarnición en Puerto Egmont en la Isla Sounders…”. Los españoles celosos de las interferencias de otras marinas en las Orcadas del Sur, compraron a los franceses el asentamiento en Puerto Luis, que rebautizaron por Soledad en 1766 y en 1770 por la fuerza, de Puerto Egmont expulsaron a los británicos.
“La acción española llevó a otros países al borde de la guerra. El establecimiento fue restituido, no obstante, a Gran Bretaña en 1771, pero... en 1771 fue abandonado voluntariamente... Las islas aparentemente quedaron sin una ocupación permanente y sin solicitantes hasta que en 1820, Luis Vernet gozando de la protección del Gobierno de la República de Buenos Aires, instaló una colonia en Puerto Luis. “... Finalmente, en 1833, Gran Bretaña que nunca había renunciado a su reclamo de soberanía sobre  las islas Falkland, expulsó a los citados argentinos y colonizadores que aún quedaban en Puerto Luis y reasumió la ocupación, que se ha mantenido sin interrupción hasta el presente”.



domingo, 21 de septiembre de 2025

Libro revela actas secretas de ayuda militar chilena a Gran Bretaña

 

El libro que desclasificará el crucial apoyo chileno a Inglaterra en la guerra de Malvinas

Los periodistas chilenos Mauricio Palma y Daniel Avendaño investigan sin límites de tiempo para un texto que revelará, con documentos y relatos humanos, la colaboración militar de Chile con el Reino Unido durante el conflicto de 1982.

Agenda Malvinas


La fallida operación Mikado realizada por comandos británico entre el 16 y 17 de mayo de 1982, y que contó con la estrecha colaboración con la Fuerza Aérea de Chile.

En el panorama de la historiografía latinoamericana, un nuevo y revelador capítulo se está escribiendo. Los periodistas chilenos Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo se encuentran en la fase final de una investigación exhaustiva y sin precedentes que dará vida a un libro sobre uno de los episodios más delicados y menos divulgados de la historia reciente de la región: el apoyo estratégico, militar y de inteligencia del gobierno chileno de Augusto Pinochet al Reino Unido durante la Guerra de las Malvinas en 1982.

La obra, pactada con el gigante editorial Penguin Random House y con una publicación prevista para el primer semestre de 2026, no se limita a enumerar hechos; busca reconstruir una historia humana y política compleja, basada en documentación concreta y testimonios de sus protagonistas.

Orígenes

El origen de este proyecto se remonta a una curiosidad periodística alimentada por mitos y silencios. Como explican los autores, su método se caracteriza por una paciencia investigativa fuera de lo común. “Siempre nos ha interesado investigar temas que circulan, ciertos mitos y tratamos a partir de la investigación profunda, exhaustiva, sin límite de tiempo, a nosotros eso es algo que nos caracteriza, no nos ponemos límite de tiempo hasta que nosotros conseguimos lo que creemos es lo fundamental”, relatan.

El 40° aniversario del conflicto les dio el impulso final, pero fue una estancia en Londres la que proporcionó el punto de partida crucial. “Por razones familiares, me tocó vivir un año en Londres y ahí fui al Archivo Nacional de Londres a revisar los documentos que ellos tenían. Y ahí yo creo, que es un súper buen punto de partida”. Este acceso a archivos británicos, que han tenido distintas etapas de desclasificación, les permitió encontrar información inédita: “En los últimos dos o tres años han habido documentos importantes a los que tuvimos acceso y que obviamente a partir de eso se nos abrieron líneas de investigación”.

Para los periodistas, que eran solo niños durante la guerra, el tema siempre estuvo cubierto por un manto de silencio impuesto por la dictadura. “Acá en Chile nunca se habló mucho sobre el tema de la guerra de las Malvinas. Porque en ese tiempo la dictadura lo que hacía era efectivamente tratar de tapar toda esta cosa, toda esta mugre para ellos debajo de la alfombra. Entonces mientras menos el país lo supiera, mucho mejor para ellos”, afirman.

Su único recuerdo infantil era la potente canción de León Gieco “Sólo le pido a Dios”, una referencia lejana a un conflicto que sentían ajeno. “Escuchábamos la canción de León Gieco... y yo siendo un niño me acordaba que era muy fuerte escuchar 'el monstruo grande que pisa fuerte', para nosotros, una cosa súper increíble”.

Ese silencio es precisamente lo que su trabajo busca romper, transformando la especulación en evidencia: “Nosotros precisamente lo que estamos tratando de reconstruir son historias múltiples con respecto al apoyo chileno a los ingleses, y con historias súper concretas, muy concretas, con documentación. Ya deja de ser un mito, sino que hay documentación concreta” afirman.

Estrategias

El libro se propone explicar las razones detrás de esta colaboración, que para la junta militar chilena tenía una lógica estratégica ineludible. Los autores rescatan la justificación del entonces Comandante en Jefe de la Fuerza Aérea, Fernando Matthei: “Se está quemando la casa del vecino y yo tengo que proteger la mía”.

Este temor a una eventual invasión argentina no era infundado, según su investigación, ya que “también ha existido un documento por parte de los militares argentinos que señalaban que el próximo paso era la invasión chilena”.

El punto de inflexión que comenzó a resquebrajar el secreto fue, irónicamente, la detención de Pinochet en Londres en 1998. “Desde ese momento, Margaret Thatcher decide como argumento estratégico comunicacional decir, 'este amigo de Inglaterra que era Pinochet, que nos ayudó, es importante que se sepa'”.

Más allá de la alta política, los autores destacan los profundos lazos históricos que facilitaron esta alianza. “El gran aliado que ha tenido la Fuerza Armada chilena a lo largo de su historia son precisamente las Fuerzas Armadas del Reino Unido”, explican, citando desde la fundación de la Armada chilena por Lord Cochrane hasta la formación de los servicios de inteligencia con el MI6. “Muchos de los integrantes de las Fuerzas Armadas chilenas hacían sus pasantías en Inglaterra, entonces no era un aliado casual”. Este vínculo se entronca incluso en la idiosincrasia nacional: “Los chilenos nos hacemos llamar 'los ingleses de Latinoamérica'... el vínculo del Reino Unido con Chile es bastante estrecho a lo largo de la historia”.

Protagonismos

Uno de los hallazgos significativos de su investigación es el rol más protagónico de la Armada chilena, tradicionalmente opacado por el de la Fuerza Aérea. Descubrieron que el almirante José Toribio Merino, otro anglófilo confeso que “tenía su gran líder histórico, era el general Nelson”, fue un articulador clave.

“La Armada Chilena son los primeros que alertan a la Junta Militar Chilena en decir que se viene un ataque a las Malvinas” revelan. Incluso manejan documentación que sugiere una escalada mayor: “Existe un documento que fue interceptado incluso por las Fuerzas Armadas Argentinas, en donde se establece todo el proceso de acción que iba a desarrollar la escuadra chilena... y en un momento se señala, que en caso de ser necesario, estamos listos para que el 19 de abril de 1982 podamos ser partícipes de los ataques”, contra la Argentina.

Historias dentro de la historia

El libro también se adentrará en las historias humanas detrás de la gran estrategia. Quizás la más conmovedora es la búsqueda de la identidad de dos soldados argentinos rescatados por el barco chileno Piloto Pardo tras el hundimiento del Crucero ARA General Belgrano. “Hemos estado trabajando en los últimos dos años directamente en tratar de llegar a la identidad de estos dos héroes argentinos. Ha sido un proceso muy largo”, detallan.

Una pista crucial es un anillo de matrimonio: “Uno de ellos tenía un anillo, que se había casado en marzo de 1982, ese es un dato que para nosotros pudiese ser muy importante”.

Este esfuerzo investigativo ha sido posible, según dicen, gracias a la sorprendente colaboración recibida desde Argentina. “Nos sorprende, gratamente, es el apoyo que hemos tenido de las fuentes argentinas hacia esta investigación, han sido muy amables, muy abiertos, son más abiertos en la Argentina que en Chile”, reconocen, agradeciendo el apoyo de excombatientes, veteranos e incluso de las propias fuerzas armadas argentinas.

Objetivos

El objetivo final trasciende lo meramente histórico. Los autores visualizan su trabajo como un puente entre ambas naciones. “Creemos que este libro puede ser un aporte a conocer la historia, a conocernos más el chileno y el argentino”, reflexionan, aludiendo al fin de la rivalidad chauvinista que caracterizó a generaciones pasadas. “Nuestro libro apunta a eso, a una especie de rescate de la esencia de Latinoamérica, de que efectivamente somos países hermanos”, asienten.

Con una narrativa periodística accesible, buscan llegar especialmente a las nuevas generaciones para quienes Malvinas “es prehistoria”, asegurando que este episodio, cargado de secretos, lealtades complejas y dramas humanos, “merece ser revisitado y contado”.

Mauricio Palma Zárate y Daniel Avendaño Caneo no aspiran a ser definitivos, sino a sumarse a la tradición historiográfica con rigor y una mirada fresca, centrada en las personas que, desde las sombras, escribieron un capítulo clandestino de la guerra.




viernes, 19 de septiembre de 2025

Ejército británico: La baja repentina de Jeremy Moore

El ostracismo de Jeremy Moore




No siempre se tiene un buen recibimiento a la vuelta de una guerra. Y esto vale no sólo para los vencidos sino que también incluye a los vencedores. Incluso, a los generales supuestamente victoriosos.
De los tres generales británicos que dirigieron las operaciones en tierra, dos fueron pasados a retiro, luego del conflicto, a causa de su mal manejo de la situación bélica. No se salvó del ostracismo ni el propio comandante supremo de las fuerzas de tierra británicas enviadas a Malvinas, el mayor general de los royal marines, John Jeremy Moore, quien tuvo -luego del conflicto, previo los mínimos y estrictos honores de ley (sólo lo hicieron caballero comandante de la Orden del Bath, la que ya había recibido en 1973)- una muy rápida y discreta salida del servicio en 1983.



El gobierno de Margaret Thatcher nunca le perdonó los contratiempos de la campaña, que no fueron pocos para los ingleses. También se lo responsabilizó por el desastre de Bahía Agradable, un desembarco cerca de Puerto Argentino que terminó con dos barcos fuera de servicio y cuantiosas pérdidas humanas y materiales, por los ataques de la Fuerza Aérea Argentina. Tampoco lo ayudó que enviara a Londres lo que él denominaba daily rubbish, la basura o porquería diaria – en términos llanos-. Se trataba de mensajes de estilo coloquial, llenos de optimismo, hasta el límite de la misma veracidad, que disimulaban que no podía obtener esa victoria grandiosa y rápida que le exigían, con la que los argentinos se negaban encarnizadamente a cooperar, aferrándose a cada palmo del terreno.
Sin embargo, lo que selló su suerte fue el desobedecer la orden de exigir una rendición incondicional a los argentinos. Moore expresó -luego de finalizado el conflicto- que lo intranquilizaba sobremanera la posibilidad de que se reanudaran los combates. Es que si bien los argentinos se habían retirado de las alturas que dominaban la capital, los británicos estaban igualmente exhaustos y faltos de munición. Por eso eliminó el término «incondicional» del acta de rendición.
En una nota que Ana Barón le realizó poco antes del primer aniversario de la guerra, para la revista Gente, se expresaba: “Hoy Jeremy Moore ya no es más general. Este hombre ha pasado a ser uno de los aproximadamente cuatro millones de desocupados que existen en Gran Bretaña. Su pensión es de 1.500 dólares al mes, es decir la mitad del sueldo que ganaba cuando todavía estaba en servicio. Evidentemente, esa suma no le alcanza para pagar los estudios de sus tres hijos: por el momento se las arregla haciendo programas para la televisión sobre la guerra. Pero sabe que ésa no es una solución. A los cincuenta y cuatro años de edad, nadie se resigna a quedar sin trabajo, mucho menos alguien que ha tenido una vida tan agitada como la del general Moore”.
En dicha entrevista -concretada a pesar de los obstáculos del Ministerio de Defensa inglés, que dijo ignorar dónde residía Moore- éste declaró con tono de arrepentimiento: “Siento mucha tristeza al pensar que tuvimos que padecer una guerra sólo porque hubo personas con poder político que no supieron solucionar el problema por medios pacíficos”.
Nunca quiso escribir un libro respecto de la guerra, y entretenía sus tiempos muertos siendo encargado (churchwarden) de la iglesia de Wiltshire, donde vivía, hasta su muerte el sábado 15 de setiembre de 2007.
Recién el lunes 17 el Times publicó su obituario. Obviamente, se exaltaba su figura como líder militar. Una reseña hecha en términos muy profesionales… y sólo eso.
En el mismo diario, el obituario por la muerte de Galtieri, ocurrida el 12 de enero de 2003, no sólo salió al día siguiente del suceso sino que tenía el doble de extensión que la correspondiente a Moore.
Los diarios The Guardian y The Daily Telegraph publicaron la noticia al día siguiente. En el primero, apareció tan sólo en la página 42 de su sección central, y en la web del Telegraph la noticia no tuvo ni un solo comentario. Por su parte, el diario The Independent recién el 26 de septiembre informó sobre su desaparición.
El Ministerio de Defensa Británico, consultado por la agencia noticiosa AFP, dijo que “no se quiso hacer ningún comentario sobre el fallecimiento”, aduciendo que “ya no se hallaba en servicio activo”.
Se trataba de un pieza abandonada, descartada de una partida de ajedrez ya jugada hacía muchísimo tiempo.

jueves, 11 de septiembre de 2025

La historia de Cachón y Weston: Amistad tras la tragedia



Llévelos a la Gloria

La historia del Capitán Carlos Cachón 🇦🇷


El cielo retumbaba con el rugido de los motores. A miles de metros de altura, sobre el Atlántico Sur, ocho cazabombarderos A-4B Skyhawk atravesaban las nubes con un solo propósito: hundir los buques enemigos en Bahía Agradable. No había dudas, no había miedo, solo una misión que debía cumplirse.

Era el 8 de junio de 1982, y la guerra de las Malvinas estaba en su punto más álgido. En tierra, en el mar y en el aire, argentinos y británicos peleaban con el corazón encendido, con la convicción de que cada bala, cada bomba y cada maniobra aérea significaban algo más grande que ellos mismos. La escuadrilla "Dogo", comandada por el capitán Pablo Carballo, volaba rumbo al enemigo cuando, de repente, su avión presentó una falla en el sistema de aceite. Su destino ya no era la gloria del combate, sino el regreso obligado a la base. Pero antes de irse, dejó en su reemplazo a un joven teniente, un hombre cuyo nombre quedaría marcado en la historia: Carlos "Coral" Cachón.

"Coral, a partir de este momento usted queda al mando de la escuadrilla."

"¡Enterado, señor!"

"¡Llévelos a la gloria!"

Tres palabras. Un mandato. Un destino.

Desde ese instante, el teniente Cachón, junto con el alférez Leonardo Carmona y el teniente Carlos Rinke, surcó el cielo con la determinación de quien sabe que su vida y la de sus compañeros penden de cada decisión que tome. Los británicos estaban descargando tropas en la costa. Los buques enemigos eran grandes, imponentes, pero no intocables. El Sir Galahad, un nombre que evocaba la leyenda del caballero más puro de la Mesa Redonda, se encontraba a su merced.

Los aviones se abalanzaron sobre él como halcones hambrientos. Cachón y su escuadrilla soltaron sus bombas y vieron cómo impactaban en el blanco. El fuego se desató con furia, envolviendo el buque en una columna de humo negro y espeso. A bordo, el caos era absoluto. Los hombres británicos se lanzaban al agua, algunos con salvavidas, otros sin ellos. La muerte y la supervivencia pendían de un hilo. El ataque fue certero.

Aquel día quedaría marcado como "el día más negro de la flota británica". El Sir Galahad, el caballero de acero y metal, había caído. Pero la guerra nunca otorga victorias sin cicatrices, y la gloria nunca llega sin su contraparte de tragedia.


El otro rostro de la guerra

A bordo del Sir Galahad, un joven infante de marina británico vivía su peor pesadilla. Simon Weston tenía 20 años cuando su mundo estalló en llamas. El fuego consumió su cuerpo, dejándolo con quemaduras que le costarían más de 80 cirugías reconstructivas y un dolor que lo acompañaría el resto de su vida. Su rostro, irreconocible tras la devastación del ataque, se convirtió en el símbolo del sacrificio británico en la guerra de las Malvinas.

Pero el destino no había terminado su labor. Décadas después, la vida cruzaría nuevamente a estos dos hombres que alguna vez fueron enemigos en el campo de batalla. En un acto que pocos entenderían, Carlos Cachón y Simon Weston se miraron a los ojos, no como adversarios, sino como dos soldados marcados por el mismo evento.

Weston, un hombre que sufrió en carne propia los horrores de la guerra, sorprendió al mundo cuando declaró:

"Carlos es un hombre honorable. Él hizo su trabajo con honor en la guerra y jugó un papel crucial en mi vida. Cambió su curso para siempre. No estoy agradecido por mis heridas, pero los dos estuvimos ahí por razones profesionales. Él atacó primero, pero si yo hubiera tenido la oportunidad, lo habría hecho. Para eso fuimos entrenados. Ni él ni yo elegimos el rol que tuvimos en la guerra."

En esas palabras, había algo más grande que el resentimiento o el rencor. Había comprensión. Había humanidad. Porque la guerra no es un choque de buenos contra malos. Es la tragedia de dos bandos que creen luchar por lo correcto, pero que en el fondo son lo mismo: jóvenes con sueños, con familia, con una vida que quedó en pausa para pelear por su patria.

Weston añadió algo más, algo que resonaría como un eco en la conciencia de todos los que han pisado un campo de batalla:

"No hay ganadores en una guerra. Pienso que todos somos perdedores porque debemos hacerla."




Una lección de vida y patriotismo

Carlos Cachón no solo vivió la guerra. La cargó sobre sus hombros mucho después de que los combates hubieran terminado. No solo tuvo que enfrentar el peso de haber cumplido su misión con éxito, sino también el de haber dejado una huella imborrable en la vida de quienes estaban del otro lado. Ser un héroe no es solo una medalla en el pecho. Es cargar con el peso de la historia, con la certeza de que lo que hiciste jamás podrá deshacerse.

Y Weston, por su parte, convirtió su tragedia en una voz de paz. En lugar de aferrarse al odio, eligió el camino más difícil: reconocer la humanidad de su adversario y aceptar la realidad de la guerra sin buscar culpables individuales.

La historia de estos dos hombres no trata solo de una batalla. No es solo la historia de un piloto argentino que cumplió su misión con valentía ni de un soldado británico que sobrevivió contra todo pronóstico. Es la historia de la guerra misma, de cómo transforma a quienes la pelean y de cómo, al final del día, nos recuerda que en ambos lados del campo de batalla hay hombres con corazones que laten igual.

En cada guerra, hay dos verdades que se entrelazan: el sacrificio y el honor. El sacrificio de los que quedaron atrás y el honor de quienes, aún en el enfrentamiento más cruento, nunca olvidan la dignidad del enemigo.

El grito de "¡Llévelos a la gloria!" sigue resonando en el viento, pero su eco no es solo de victoria. Es un recordatorio de que, más allá de las banderas y las fronteras, todos los que han combatido han sido marcados por la misma verdad: la guerra cambia a los hombres para siempre.

Y esa, quizás, sea la lección más dura de todas.



Fuente:"Experiencia de Halcón ",Rosana Guber.
mary meb /Espacio Malvinas

martes, 9 de septiembre de 2025

Piloto de combate: Guillermo Anaya, el principito del CAE

 

El Top Gun de Malvinas: las increíbles misiones del helicopterista que apodaron “el principito”

Guillermo Anaya era teniente de la aviación de Ejército. Cuando comenzó la guerra estaba en una silla de ruedas producto de un grave accidente en moto. Tenía 8 implantes óseos, una placa con doce tornillos y una larga recuperación. Pero hizo todo para ir a la guerra. “Era mucho más fácil aguantarme el dolor en la pierna que la humillación de faltarle a la Patria”, dice. La patrulla que salvó de una muerte segura y sus días de prisionero en Malvinas


Guillermo Anaya era teniente de la aviación de Ejército

De todos los helicópteros que yo veía operando en Malvinas, había uno que se destacaba por lo acrobático de sus evoluciones en el aire. Lo comandaba Guillermo Anaya. Me intrigó. ¿Por qué piloteaba de esa manera tan temeraria y volando tan bajo? Pues porque el teniente de Aviación de Ejército consideraba que cuando la tropa oye sonar tan fuerte las palas sobre sus cabezas, cobra aliento y se fortalece: sabe que está protegida desde arriba. Y además porque al volar a tan corta distancia del suelo, realizando maniobras bruscas, le impedía al enemigo centrar la puntería.

Otra cosa que me llamó la atención de este piloto es que ostentaba una fuerte renguera. No era para menos: al inicio de la guerra se encontraba en silla de ruedas, producto de un grave accidente de moto que le había volado el fémur. Debía permanecer todo un año sin tocar el piso, por cuanto tenía ocho implantes óseos y una placa con doce tornillos. Recién después de ese lapso se iba a saber si volvería a caminar o no. Pero el “Navy” Anaya igualmente quería ir a la guerra.

“El país gastó un montón de plata en capacitarme, por si alguna vez me necesitaba”, rememora. “Como ese día llegó, le supliqué a mi padre que diera la orden de que me envíen al frente. Y si no me quieren confiar una aeronave, que me dejen batirme como infante. No quería perder la oportunidad de ofrecer mi vida. Era mucho más fácil aguantarme el dolor en la pierna que la humillación de faltarle a la Patria. No lo hubiera podido soportar”.

Los dolores eran tan fuertes, que los comandos no pudieron menos que notar el sufrimiento que le causaban. Y por eso le cedieron una de sus motos Kawasaki Enduro, que Anaya usaba para moverse cuando no estaba volando.

El helicóptero del teniente Anaya en las islas (foto Guillermo Anaya)

A pesar de su corta edad, el teniente ya había entrenado mucho con las fuerzas especiales, y eso le permitía realizar maniobras dignas de Hollywood. Por ejemplo, tras producirse el golpe de mano británico contra nuestra base en la Isla Borbón, debía llevar hasta allí a un grupo de comandos que se encontraba en San Carlos. Pero no tenía suficiente combustible como para detenerse a recogerlos. Lo que hizo entonces Anaya, fue pasar en vuelo rasante, haciendo deslizamiento con los esquíes, entre dos líneas paralelas de combatientes, que iban lanzándose dentro del helicóptero. Ninguno de los 11 comandos dejó de embarcar…

Había comenzado su carrera en la Escuela Naval Militar, pero advirtió que le daban un trato de privilegio por ser hijo del comandante de la fuerza. “Me di cuenta que si me pasaba eso siendo cadete, toda mi carrera iba a ser ‘el hijo de’, en vez de ser yo mismo; y me fui al Ejército”.

Te metiste –y de motu proprio– en los berenjenales más peligrosos durante la guerra. Pero siempre te fue bien…

—Es que tuve la suerte de llevar de copiloto a Dios. Él me decía lo que debía hacer.

—¿Cómo es eso?

—Hay cosas inexplicables que suceden en una guerra. Me tenían que haber derribado en más de una oportunidad. ¿Porqué no pasó? Hay una sola respuesta: Dios tiene escrito el día y la hora de cada uno. Uno tiene una misión en la Tierra y hasta que no esté cumplida no va a tener el derecho de estar al lado de Él. Dios es quien determina qué, cuándo y cómo. Cuando la lógica era que te derriben, Él te decía: “Aplicá una palancazo a la derecha, ponelo en 90 grados y y mandalo en descenso”. Y la ráfaga de cañón pasaba por detrás. Cuando no hay explicación lógica, como cristiano pienso que Dios todavía tenía algo importante para uno hacia el futuro. Y nosotros orábamos muchísimo. Los oficiales de Aviación de Ejército a menudo nos juntábamos por las noches y rezábamos el Rosario. Era una necesidad que uno tenía de pedirle a Dios que sea generoso. No para que no te maten, sino para que -si debo morir- que sea en gracia de Dios.

—Tu camarada, el teniente primero Buschiazzo, no tenía que salir en la misión de rescate del pesquero Narwal, y fue igual, a sabiendas que era una misión suicida. ¿Cómo se explica esa actitud?

—Eso es ser un buen oficial. Vos no vas a combatir si sabés que ganás. Vas a combatir porque es tu deber. Y en ese caso era una posibilidad de salvar vidas, remota, pero había que aprovecharla. No hay cosa más importante que no pensar en uno mismo, sino en el otro.

Guillermo Anaya junto a sus compañeros (foto Guillermo Anaya)

Pensar en el otro, es lo que Anaya hizo durante toda la guerra. En una oportunidad, cuando le dieron la orden de llevar alimentos a primera línea en los Montes Longdon y Twelve O’clock, descubrió que sólo se trataba de un par de bolsas de porotos y garbanzos. ¡Para dos regimientos! Indignado, el piloto le dijo al subteniente de Intendencia José Luis Parra: ‘¿Usted sabe manejar una MAG? Suba, que va a volar conmigo como artillero de puerta. Y si me derriban, y muero con mi mecánico, ¡también va a morir por lo menos uno de Intendencia! Voy a llevarles comida a mis soldados”.

Cuando despegaron con rumbo norte, vieron a un montón de ovejas en el campo. Estaba terminantemente prohibido tocarlas -el generalato protegía los intereses de los kelpers más que los de sus propios hombres- pero Anaya comenzó a dar vueltas alrededor de los animales para agruparlos y cuando estaban bien juntos, le dijo a Parra: “¡Saque el seguro, fuego libre, mate a todas las ovejas!

Cuando habían caído todas, aterrizaron y las cargaron, llenando la aeronave hasta el techo. Tras lo cual volaron directamente hasta las posiciones argentinas y comenzaron a pasar sobre ellas tirando ovejas. Como maná del cielo para los soldados.

Apenas volvieron, un jeep estaba esperando a Anaya para llevarlo en presencia del general Jofre.

—Anaya, ¿usted estaba volando recién?

—Si, mi general.

—¿Usted estuvo matando ovejas?

—No, mi general.

—Sin embargo, un kelper ha denunciado que le mataron todas las ovejas, y el único helicóptero que había en vuelo era el suyo.

—¡No me diga, mi general! ¿Eran ovejas? Yo divisé tropas británicas con uniforme de invierno y ordené hacer fuego, pero no corroboré las bajas.

—¡Ahora retírese, Anaya! Pero cuando volvamos al continente, lo espera un tribunal militar.

La amenaza no hizo mella alguna en el espíritu del joven oficial. Siguió incumpliendo órdenes, cada vez que las consideraba erróneas. Y su preocupación principal siempre fueron los soldados rasos.

“Primero me matan a mí, antes de que me toquen un subalterno”, decía Anaya, a quien habían apodado “el Principito”

Durante el repliegue del Regimiento 4, el teniente advirtió que una patrulla de correntinos estaba abandonada a su suerte, los Ava Ñaró, “Indios Bravos”, como se hacían llamar, comandados por un cabo, que habían estado en calidad de observadores adelantados y los habían dejado como apoyo de fuego durante la retirada. “¡Los van a matar a todos!”, pensó Anaya y puso en marcha las turbinas, cosa que tenía prohibido hacer. Al encontrarlos en el Monte Low, vio que no entrarían en el UH1H Bell, ya que eran quince. Abnegadamente, el cabo ofreció que se quedaría. “¡Salimos todos o no sale nadie!”, tronó Anaya. “Tiren todos los equipos, métanse en la máquina, y los que no entren, párense arriba de los esquíes. A esos de afuera, los de adentro agárrenlos de las chaquetillas, para que no se me caigan.” Así, asemejándose a un panal de abejas volador, el helicóptero regresó sano y salvo a Puerto Argentino.

“Primero me matan a mí, antes de que me toquen un subalterno”, me decía Anaya, a quien habían apodado “el Principito”. Y lo probó literalmente, estando prisionero. El teniente observó que uno de los guardias estaba agarrando del pelo a su mecánico Carlos Corsini, irritado porque el suboficial argentino no entendía sus órdenes en inglés. “No toleré ese maltrato, esa humillación, fue más fuerte que yo y agarré a trompadas al brit”, cuenta Anaya.


El capitán Guillermo Anaya, el coronel Geoffrey Cardoso, el general de Brigada Sergio Fernández -también Presidente de la Asociación de Veteranos de la Guerra de Malvinas-, el comodoro Luis Puga, el Comodoro Héctor Sánchez -piloto del II Escuadrón del Grupo 5 de Caza en Malvinas- y su esposa Inés en una reunión de veteranos ingleses y argentinos que se hizo en marzo de 2022 (Foto: Franco Fafasuli)

De más está decir que inmediatamente le cayeron encima todos los ingleses presentes. Y no sólo le rompieron tres costillas, sino que después lo metieron en una jaula durante cuatro días, sin comida ni agua. El teniente caminaba en círculos durante toda la noche para no morir de hipotermia y se echaba a dormir, cuando llegaba la luz. Trasladado luego a las cámaras frigoríficas de San Carlos junto a los demás prisioneros, su estado era tan calamitoso, que la Cruz Roja estaba dispuesta a evacuarlo al continente sin mayor demora. Pero Anaya se negó tajantemente: no se iría, si no evacuaban también a sus cinco suboficiales. “No los iba a dejar solos. Fui educado en códigos de honor”, me explica, como si ello no fuera harto evidente.

“Y el honor no tiene precio”, subrayó. A tal punto, que después de la guerra, teniendo el grado de capitán, pidió el retiro para no tener que cohonestar los chanchullos de ciertos superiores.

Estas son sólo algunas de las aventuras corridas por el Top Gun de los helicopteristas argentinos en la Gesta de Malvinas. Para reflejarlas todas probablemente haría menester un libro.


domingo, 7 de septiembre de 2025

La estrategia de la guerra de Malvinas (por el Mayor General E. H. Dar)


Estrategia en la Guerra de las Malvinas

Por el Mayor General E. H. Dar. Ejército de Pakistán (retirado) || Naval Institute
Escrita en Marzo de 1983 || Actas || Vol. 109/3/961

Un requisito previo para una guerra limitada es la creación de un clima internacional favorable. En la Guerra de las Malvinas, esto incluyó la actitud de Europa Occidental, las Naciones Unidas, el Tercer Mundo y el bloque islámico. Una campaña diplomática más vigorosa y el envío de más delegaciones políticas por parte de Argentina, así como una relajación y mejora de su situación interna, habrían ayudado a poner a Gran Bretaña a la defensiva. La participación de los países latinoamericanos en su ofensiva política fue igualmente necesaria para Argentina. Por ejemplo, India logró aislar a Pakistán en 1971 mediante una campaña política y diplomática perfecta antes de atacar Pakistán Oriental, hoy Bangladesh. Por otra parte, Egipto en 1973 logró no sólo aislar a Israel sino también ponerlo desprevenido. En ambos casos, alertar al enemigo no puso a Pakistán ni a Egipto en una desventaja militar importante.

Argentina ignoró el papel preponderante que desempeñan las superpotencias en una guerra limitada. El apoyo de Estados Unidos resultó vital para Gran Bretaña. Argentina decidió luchar sola y se negó a hacer concesiones (cambiar dos islas por una) ni siquiera temporalmente. Compárese esto con el compromiso que aceptó de buena gana el presidente Anwar Sadat después de importantes reveses en la guerra árabe-israelí de 1973. En las operaciones militares, como en la política, a veces es mejor dar un paso atrás para avanzar dos pasos hacia adelante.

Ocasionalmente, se alzaron voces en el Parlamento británico y en la prensa británica para extender la guerra a Argentina. Se trataba de una estratagema psicológica. Un ataque aéreo o naval a Argentina nunca fue una opción viable debido a los riesgos militares y al catastrófico precio diplomático. Por eso es difícil estar de acuerdo con Michael Howard en el Sunday Times (9 de mayo de 1982): "Si uno compromete demasiados recursos y los utiliza sin tener en cuenta las circunstancias políticas, la guerra puede escalar hasta convertirse en un conflicto general en el que se puede perder el objetivo original..." Para convertir una guerra limitada en una guerra general, sería necesario involucrar a una superpotencia o una potencia regional. Una ampliación de los medios no convierte necesariamente una guerra limitada en una guerra general. Por ejemplo, la guerra de Israel contra el Líbano siguió siendo limitada a pesar del uso de bombas de racimo y F-16 y de unos medios militares abrumadores.

Al ampliar su área marítima en unas 1.500 millas, Argentina se enfrentó al problema de defenderla con una armada envejecida y vacilante. La fuerza aérea argentina era moderna y valiente, pero la geografía y el terreno no facilitaban el aterrizaje y despegue de aeronaves modernas en ninguna parte de la zona de 1.500 millas. Por lo tanto, la capacidad argentina para defender la nueva frontera planteaba problemas militares para los que no había una solución satisfactoria disponible de inmediato.

La capacidad británica para defender su frontera marítima a 8.000 millas de distancia era igualmente precaria, pero viable. Dos portaaviones modernos, una gran flota de petroleros, una flotilla de apoyo logístico y las Islas Ascensión en medio del Atlántico ayudaron. El intento argentino de hundir los portaaviones HMS Hermes y HMS Invincible no tuvo éxito. La pérdida de un solo portaaviones habría puesto en grave peligro a la fuerza expedicionaria británica. Si Gran Bretaña hubiera ampliado el alcance de la guerra limitada a una guerra más general, se habría enfrentado a mayores problemas militares y diplomáticos. Abrir un nuevo frente cuando no se puede hacer frente al original no ayuda. El efecto acumulativo produce más problemas.

Por lo tanto, el objetivo táctico argentino era hundir el Invincible y el Hermes. Parece que las fuerzas argentinas no lograron lanzar una ofensiva combinada por mar y aire para ese propósito. Aunque se dice que uno de los dos submarinos modernos de la marina operó durante un largo período contra la flota británica, no logró infligir daño alguno a ningún buque. Es posible que la edad de la flota de superficie y sus almirantes reinantes comenzaran a afectar la juventud y el vigor de los submarinistas.

La fuerza de tarea británica tenía tres opciones: bloquear las Malvinas: usar la fuerza para demostrarle a Argentina que Gran Bretaña hablaba en serio con la esperanza de que surgiera un acuerdo negociado, o reocupar las Malvinas mediante una contrainvasión.

El bloqueo de las Malvinas y/o de Argentina habría impuesto una gran presión sobre la fuerza de tarea y los recursos navales y marítimos británicos. Solo para el combustible, se habría requerido un petrolero por barco por mes. Las operaciones en la peor zona marítima del mundo y el clima severo habrían agravado los problemas de descanso, rotación y mantenimiento. Un bloqueo prolongado habría impuesto una gran presión sobre el presupuesto de defensa británico.

No se sabe con certeza si se podría haber impuesto un bloqueo de manera efectiva. Se informó que los argentinos habían almacenado suministros para 30 días y posiblemente 90 días. Se sabe que el portacontenedores argentino de 12.000 toneladas Formosa logró superar con éxito el desafío del bloqueo. Es posible que hubiera habido más barcos capaces de hacerlo. A pesar de la obstrucción a la 

En el aeródromo abundan los informes de aterrizajes y despegues de aviones. Sin embargo, habría sido difícil satisfacer las necesidades logísticas de las Malvinas enteramente por vía aérea. Sólo se necesitaban quince toneladas de alimentos diarios. La experiencia alemana de suministro aéreo a Stalingrado es un ejemplo adecuado. El tonelaje prometido de suministros nunca pudo ser entregado a la ciudad, y la disponibilidad de aviones de abastecimiento y escolta disminuyó progresivamente con el paso del tiempo.



El uso de la fuerza no intimidó a Argentina. El hundimiento del crucero argentino General Belgrano por el submarino nuclear británico HMS Conqueror fue rápidamente vengado por el hundimiento del HMS Sheffield con un solo ataque aéreo con misiles Exocet argentinos. El bombardeo de las Malvinas tampoco fue más eficaz para quebrantar el espíritu argentino hasta que las fuerzas británicas desembarcaron en las islas y sitiaron Puerto Argentino.

La contrainvasión de las Malvinas resultó ser la única estrategia viable para los británicos, y se ejecutó con considerable habilidad y delicadeza. Por ejemplo, en sus primeros movimientos —aperturas, por así decirlo— Georgia del Sur fue ocupada casi sin derramamiento de sangre.

Estrategia terrestre: La ocupación de Georgia del Sur, casi un mes antes del desembarco principal de la fuerza de tareas naval británica, fue seguida por una guerra psicológica persuasiva: carteles de rendición, la invitación del general Jeremy Moore para hablar con el comandante argentino por radio y una campaña masiva de engaños sobre el lugar real del desembarco. Estas diversas acciones pueden parecer comunes, pero se persistieron en ellas y resultaron efectivas. La atención argentina se concentró en Fox Bay en West Falkland y Goose Green y Port Stanley en East Falkland. El desembarco en sí tuvo lugar en Port San Carlos y prácticamente no encontró oposición. Cuatro horas de trabajo nocturno proporcionaron una cabeza de puente de cuatro millas. Pero el general Moore tardó otros seis días en consolidar alrededor de diez millas cuadradas de tierra, sin actividad terrestre y con ametrallamientos periódicos de aviones Pucara y Skyhawk. El general recibió un buen servicio de inteligencia a través de fotografías satelitales y equipos de combate que operaban en el interior de las Malvinas.

Las tropas terrestres argentinas nunca contraatacaron la cabeza de puente. En realidad, no se registra ningún contraataque durante los combates terrestres. La capacidad argentina para trasladar tropas y provisiones en helicópteros era mínima. La falta de combustible, mantenimiento y espíritu de empresa puede haber sido la causa de esta incapacidad. Sin embargo, se podría haber tomado alguna medida de contraataque moviendo tropas sobre el terreno. El general de brigada Luciano Menéndez parece haber desembarcado en Puerto Argentino, reunido un número considerable de hombres, armas y equipo, y luego se encontró con que era imposible emplearlos. No tenía un plan coherente para la defensa, temporal, normal o prolongada. Trazó un cerco cerrado alrededor de Puerto Argentino, estableció guarniciones en Goose Green y Fox Bay, y esperó. Las guarniciones no estaban vinculadas. Cada una debía librar su propia batalla de forma independiente. No se planeó ninguna acción dilatoria; en el terreno de las islas, un pelotón defensor podría haber detenido un avance durante días. Tampoco se planeó una acción para después del desembarco de los británicos. El general Menéndez parece no haber pensado en la batalla, su forma o método. El proceso de seguridad interna no resultó ser una buena escuela para entrenarse para la guerra.

La distancia entre el puerto de San Carlos y el puerto de Stanley es de aproximadamente 50 millas. Según los informes posteriores a la acción de las Malvinas, debería haber sido posible avanzar a pie en el terreno pantanoso a aproximadamente dos millas por hora y en la mayoría de los lugares a un ritmo rápido de cuatro millas por hora. Las tropas británicas tenían la ventaja de una instalación de transporte por helicóptero. Sin embargo, las tropas de tierra tardaron seis días en establecer la cabeza de puente, 14 días en recorrer una distancia de aproximadamente 44 millas (de las cuales al menos 40 millas consistieron en una marcha casi sin oposición) y otros cuatro días en prepararse para el asalto final en la noche del 13 de junio de 1982. El ritmo de avance promedio es de aproximadamente tres millas por día. No es sorprendente que se haya comentado negativamente sobre la lentitud del general Moore.

Solo hubo tres batallas menores: Goose Green, Mount Longdon y Mount William/Tumbledown Hills. Todas fueron ataques nocturnos a nivel de batallón, caracterizados por una cuidadosa planificación británica y una metódica selección por fases. Se hizo pleno uso de toda la potencia de fuego disponible, incluidos los tanques y helicópteros. Los ataques a nivel táctico fueron, en general, frontales, aunque con un avance en dos frentes y, en la fase final, el uso de ataques de brigada creó una sensación de desequilibrio en la mente del comandante argentino. Los defensores simplemente se sentaron en trincheras y dispararon. No hay registro de acciones de patrullaje, ataques frustrados o acoso. Parece que los comandantes británicos sobreestimaron al enemigo. Los problemas logísticos, por considerables que fueran, también arrojaron una sombra mucho mayor de lo que se justificaba. En sus batallas anteriores, los marines británicos se habían rendido con demasiada facilidad; podrían haberse retirado a las montañas para continuar luchando después del desembarco argentino el 2 de abril de 1982. Esta experiencia puede que esto haya hecho que los comandantes británicos fueran más cautelosos.

Estrategia naval: Los submarinos nucleares británicos lograron mantener a la vieja flota argentina encerrada en los puertos. El empleo de los dos submarinos modernos de Argentina, el Salta y el San Litis, podría haber sido más emprendedor, especialmente cuando se los utilizó independientemente de la flota de superficie pero en conjunción con el arma aérea. La incapacidad de los submarinos argentinos para demostrar algo a favor de sus esfuerzos debe calificarse de fracaso.

La flota británica, a pesar del empeoramiento del clima y los ataques aéreos argentinos, jugó un papel importante. Desafortunadamente, los barcos de vigilancia con radar, a los que se les ordenó dar una advertencia temprana, fueron los primeros en hundirse. Las líneas de artillería se cobraron un alto precio por los decididos ataques aéreos. La ausencia de sistemas de alerta y control aerotransportados (AWACS) se sintió seriamente y solo mejoró marginalmente con la provisión de Nimrods. El diseño de los barcos, las instalaciones antiincendios y el uso de cables de aluminio y plástico (que supuestamente fueron la causa de grandes incendios) han sido criticados.

La necesidad de un misil antimisiles efectivo fue sentida agudamente por todos los barcos. Una combinación de Sea Dart y Sea Wolf no salvó a los barcos de un ataque decidido y la consiguiente pérdida. El Sea Wolf, que viajaba al doble de velocidad que el Exocet, parece haber tenido mejor suerte.

Las tácticas del comandante de la fuerza de tareas británica fueron flexibles y emprendedoras. Tomó riesgos considerables durante toda la campaña. En la típica tradición naval, no parece haberse ignorado ninguna solicitud del comandante de la fuerza terrestre. Obsérvese el envío de los LST Sir Tristram y Sir Galahad sin escolta a Bluff Cove y su consiguiente daño; la disposición naval para dividir los barcos una y otra vez y luego estacionarlos en Falkland Sound a pesar de una acumulación tardía; el uso de Sea Dart de forma independiente y en combinación con Sea Wolf; y la voluntad de enviar barcos que transportaran Sea Wolf lejos de los portaaviones. Por la victoria en tierra, la Marina Real pagó un alto precio.

Estrategia aérea: En la batalla aérea, la preocupación británica era lograr y mantener la superioridad aérea local. Esto no siempre fue posible. La aviación argentina atacaba regularmente y en gran número, aunque cada ataque era seriamente disputado. No se conocen las pérdidas relativas. Según los informes, Argentina parece haber perdido entre 70 y 116 aviones, y de los 28 Harriers originales, sólo la mitad sobrevivió. La baja velocidad de los Harriers parece haber sido un obstáculo en la batalla aire-aire. Los Mirage y Skyhawks se mantuvieron firmes contra misiles antiaéreos terrestres y embarcados y otras municiones. Desarrollaron nuevas tácticas de aproximación y ataque a baja altura con un éxito considerable (es decir, volar en zonas sin radar, vuelo a baja altura en el mar y una hábil combinación de Skyhawks y Mirage). El uso de armas pequeñas en el papel antiaéreo resultó notablemente exitoso. Un misil Sea Dart cuesta 300.000 dólares. La fuerza de tareas naval británica experimentó con una emboscada aérea, y la Fuerza Aérea Argentina mostró flexibilidad al reagruparse rápidamente y cambiar la dirección del ataque. El mayor fracaso fue la incapacidad de las fuerzas terrestres argentinas para aprovechar el rendimiento de la fuerza aérea para la acción ofensiva. La Fuerza Aérea Argentina logró disputar con éxito la supremacía aérea británica en el aire, pero su incapacidad para hundir el Hermes y el Invincible debe considerarse un serio fracaso.

Conclusión: La Guerra de las Malvinas mostró a un país en desarrollo y una potencia regional disputando la superioridad marítima y aérea de una antigua potencia mundial. Argentina intentó ganar territorio por la fuerza donde había todas las posibilidades de concesiones sustanciales por medios pacíficos. En el proceso, creó un papel para Gran Bretaña. Gran Bretaña encontró mucho que elogiar en sus fuerzas armadas y una renovación de la fe en el gobierno de la “Dama de Hierro”.


viernes, 5 de septiembre de 2025

Mochilas británica y argentina


Mochilas británicas y argentinas

Por Jorge Buzzi


El tema mochilas en el conflicto del 82 es bastante complejo debido a la variedad de modelos utilizados en ambos bandos. Por el lado Argentino, si bien pocos efectivos las tuvieron, fueron muchos modelos distintos, el lado Británico las usó masivamente y también fueron varios los modelos empeñados en la campaña. Una de las diferencias más notables en las mochilas de ambas fuerzas fue su capacidad, las Brit de entre 100 y 120 litros, las nuestras digamos que la de máxima capacidad fue de unos 50 litros.
En las imágenes muestro la mochila que utilizaron los Royal Marines en Malvinas (un trasto de 120 litros de cabida) y su uso por parte de estos.