lunes, 24 de noviembre de 2014

La visión de la diplomacia de Malvinas por un anglo-argentino

Luces y sombras del reclamo oficial por Malvinas

Por: Dimitri MacMillen - Infobae

Recientemente, Daniel Filmus, el Secretario de Asuntos Relativos a las Islas Malvinas, brindó un discurso en la embajada de Londres. Fue en la ocasión del lanzamiento de un libro que compilaron los diplomáticos argentinos residentes aquí, titulado "Diálogos por Malvinas: reflexiones y acciones desde la embajada argentina en Londres".

Presenciado por representantes de la comunidad diplomática londinense afines a la causa Malvinas, entre ellos funcionarios de Marruecos, Sudán y la Federación Rusa, la embajadora Alicia Castro abrió el encuentro describiendo la campaña emprendida desde la sede diplomática durante los últimos dos años con el fin de propagar la causa Malvinas dentro de la sociedad británica. La embajadora también nombró a varias organizaciones cívicas de Gran Bretaña que han articulado su apoyo a la causa Malvinas, entre ellos varios sindicatos importantes y ONGs pacifistas, además de algunos grupos ambientalistas consternados por los posibles impactos de la explotación petrolera en las islas. Posteriormente, el secretario Filmus expuso el modo en que su última iniciativa diplomática ganaba fuerza por el mundo.

Asistí al evento con ilusiones de apreciar los argumentos de la diplomacia argentina pero terminé algo decepcionado. Confieso de entrada: soy británico de nacionalidad y pasé la gran parte de mi infancia en Argentina. En principio, preferiría que las islas fueran argentinas. Reconozco que el control británico sobre ellas es una reliquia colonial, más allá de los argumentos históricos o geográficos que ofrece cada lado. Una lectura rápida de la historia del imperialismo británico subrayaría cuán extrañas son las apelaciones desde Londres por el respeto a la autodeterminación de los isleños. En esta época, cuando el gobierno británico continúa proclamando su mantra de la austeridad, es absurdo pensar que se está financiando la administración civil y militar de tan pocos habitantes y a tal distancia a un costo impensable para el ciudadano británico común.

Pero por más que preferiría que venciera la lógica en este contexto, lamento el hecho de que las actuales autoridades argentinas no logran aportar argumentos consistentes, necesarios para lograr la claridad moral en este debate. Aunque el reclamo por Malvinas es incuestionablemente justo, Argentina debería también aplicar a sí misma los principios con los cuales juzga a otros países. Lo digo como ciudadano británico progresista, el aliado ideal de la movilización diplomática, pero incomodado por varias inconsistencias básicas de la narrativa oficialista que resonaron en el encuentro de Filmus.

Fundamentalmente, la fortaleza del argumento argentino (y el británico) depende de varios silencios. El silencio más ensordecedor es aquel de la desposesión de vidas y tierras indígenas durante la expansión del territorio argentino, heridas que hoy siguen abiertas.

En el evento, se enfatizó la necesidad de denunciar la adquisición territorial a través de la usurpación militar. En este sentido estoy totalmente de acuerdo con el secretario Filmus; creo que estas prácticas no deberían ser aceptadas en el siglo XXI. Pero la autoridad moral que invoca el Estado argentino requiere el olvido de que gran parte del territorio nacional, sobre todo en la Patagonia y el Norte, fue obtenida a mano de brutales campañas militares con consecuencias devastadoras. Estos hechos no pertenecen a la historia antigua. Es más, ocurrieron años después de la ocupación británica de las Malvinas en 1833.

Se aludió también repetidamente a una población malvinense implantada, un producto directo de la colonización. Nuevamente estoy de acuerdo con tal análisis. Pero no entiendo cómo es posible hacer referencia a esta realidad omitiendo el hecho de que la sociedad argentina está compuesta principalmente de descendientes de inmigrantes, quienes con toda probabilidad arribaron a las orillas argentinas a fines del siglo XIX o incluso más tarde, varias décadas después de la llegada de los primeros colonos británicos a las Malvinas, de quienes aún son descendientes una cantidad importante de isleños.



Otra vez escuché que en 1982 se produjo una aventura militar promulgada por una cruel dictadura, y que en las palabras de Alicia Castro, "nadie nos tiene que recordar de sus errores." ¿Pero es así de simple la interpretación histórica, que podemos apartar de ella la realidad de una sociedad que en ese entonces también habilitó la intervención militar con su fervor y clamor? ¿Acaso se ha cuestionado la validez de un nacionalismo hegemónico aún radiante en el discurso político argentino? El gobierno con razón se desmarca de la intervención militar de 1982, asegurando que fue una alocada maniobra de un régimen militar. Hoy en día, resalta su compromiso al diálogo y la resolución pacifica del conflicto. Pero el recuerdo del conflicto sigue siendo vigente en las islas y en ciertos sectores de la sociedad británica, y a varios les cuesta procesar fácilmente la enorme brecha entre la dictadura y democracia argentina actual, ni perdonar los acontecimientos de ese entonces.

Cierta inhabilidad a entender esta realidad se manifestó en las declaraciones del secretario Filmus tras una simple pregunta que le hice después de su discurso: ¿por qué la mayoría de los isleños no quieren formar parte de la Argentina? Tras algo de vacilación, explicó que como todos los habitantes permanentes tenían pasaportes británicos, era lógico que votarían tal como lo hicieron en el plebiscito del año pasado. Aludió, además, a políticas migratorias británicas que resultaron en la creación de una población "controlada" en las Malvinas, por ende también quitando el derecho a los argentinos de ir a su territorio. Tiene razón, pero una reciente guerra y posiblemente la hostilidad que han percibido los isleños desde Buenos Aires estos últimos años hubieran también sido explicaciones lógicas, si no más obvias.

La embajadora Castro argumentó que los malvinenses tendrían una vida mejor bajo soberanía argentina, infiriendo que esta opinión era una mera perogrullada. Según ella, con acceso a una educación universitaria gratuita, una generosa estructura pensionaria y a solamente algunos centenares de kilómetros del continente, la población malvinense beneficiaría de poder formar parte de la Argentina. Pero si esta realidad es tan obvia, ¿por qué los isleños no han sido más expresivos en su deseo de formar parte del territorio nacional argentino?

Si aprendí una cosa de este encuentro, sería lo siguiente: sin una visión honesta respecto a las islas y la historia argentina, es imposible poder hablar de un monopolio sobre la verdad en este contexto particular.

Si queremos una solución pacifica, ética y razonable a la cuestión Malvinas, no podemos seguir permitiendo que los gobiernos usen el nacionalismo como instrumento de división, alejando a los pueblos de un entendimiento mutuo y sostenible, fundamental para cualquier futuro de paz. El diálogo (tal como lo sigue pidiendo el gobierno argentino a Londres) lo tenemos que emprender nosotros, ciudadanos británicos y argentinos, a quienes nos interesa escuchar voces alternativas y colaborar en base de prioridades y valores compartidos. Otra narrativa, y otro camino son posibles –pero nos toca únicamente a nosotros acercarnos a ellas.

domingo, 23 de noviembre de 2014

El veterano de Tumbledown que inspiró una película sufre las secuelas


La lucha más dura de todo por un héroe de Malvinas
El oficial del ejército británico Robert Lawrence fue casi asesinado por un francotirador argentino durante una batalla que se convirtió en la inspiración para una de las películas más controvertidas de la BBC - Tumbledown. Ahora, en su primera entrevista en 20 años, le dice a Marcos Townsend cómo el trauma de la guerra reformó su vida

Marcos Townsend - The Guardian
The Observer,

Robert Lawrence puede ser perdonado por preguntarse si él está bendecido o maldecido. Como un hombre joven, que perdió el 43 por ciento de su cerebro después de recibir un disparo de un francotirador argentino y, frente a toda una vida de parálisis, se sintió abandonado por su ejército.
Mientras miraba a través de la cocina de su granja en Hampshire renovado a su esposa Marion y su hija menor, Matilda, jugando con dos perros esquimales, Lawrence sonrió: "¿Está la vida medio vacía o medio llena? Fue retórica.


A medida que el 25 aniversario de la guerra de las Malvinas se acerca, el teniente Robert Lawrence sigue siendo una de las figuras emblemáticas del conflicto - el soldado cuyas experiencias alentó una nación a cuestionar su conciencia sobre el precio de la guerra; el joven oficial que enfureció a los oficiales de más alto rango en el ejército por decir lo que piensa.

Para millones, la versión de 21 años de edad de la campaña desafió los prejuicios de una guerra juzgados principalmente a través de la lente de un nacionalismo triunfante.

Sus experiencias forman el guión de la polémica película de la BBC Tumbledown, una representación gráfica del conflicto de las Malvinas que planteó interrogantes sobre cómo una nación trata su herida y recordó a Gran Bretaña que la guerra es salvaje. Hubo vidas arruinadas, y el resentimiento y la venganza. De repente, allí estaba la munición para los que cuestionó la decisión de Margaret Thatcher de ir a la guerra.

Dirigida por Sir Richard Eyre, quien se convirtió en director del Teatro Nacional, el drama de 1988 provocó una de las filas más amargos de la historia de la corporación. Su cuenta del personaje central, interpretado por un joven Colin Firth, vio la BBC acusado de izquierdista y de subversión, mientras que el Ejército, echando humo en la disposición de Lawrence para dar detalles del combate mano-a-mano como en era en realidad lo fueron, orquestó un susurro campaña para desacreditarlo.



El Ministerio de Defensa amenazó una orden judicial contra el programa, exigiendo una escena polémica cortarse horas antes de la emisión.

Mientras Simon Weston, el soldado de la guardia galesa cuya recuperación de 49 por quemaduras ciento se convirtieron en la prueba del deber de cuidado del gobierno, Lawrence se convirtió en el rebelde enojado, el hombre que le dijo que cómo era: un héroe de la izquierda, una espina en el culo del establecimiento (sistema).

Ahora, en su primera entrevista importante durante casi 20 años después de haber tomado un voto de silencio y de emigrar a Australia antes de regresar a su Hampshire rural hace cuatro años, Lawrence ha decidido hablar de nuevo. Hay pocas señales de la edad suavizando su ira.

Algunas preguntas serán siempre le dará la lata. ¿Qué significa la guerra de las Malvinas ahora para un país familiarizado con la amenaza de al-Qaeda y los terroristas suicidas? ¿Es la campaña una mera nota histórica en la que más de 900 hombres murieron en tres semanas, pero cuya resonancia geopolítica llevado poco más allá de Buenos Aires y Londres?

'Parece una extraña, extraña guerra ahora ", admite Lawrence. 'Entonces, no se habló de insurgencia y similares. Las Malvinas fue un conflicto convencional, comparable con la de 1918,  con soldados británicos frente a soldados argentinos, todos vestidos con uniforme de batalla. Se siente tan pasado de moda ahora.'


Colin Firth haciendo de Robert Lawrence

Recuerda llamar a la madre de Weston después de escuchar que ella también estaba desencantado con la respuesta del gobierno de Thatcher a sus heridos de guerra. "Ella había viajado a la [base de la] RAF en Brize Norton cuatro veces para recoger a su hijo y, al final, los medios de comunicación tuvieron que decirle que él no estaba en el avión. Pero ella nunca habló. Ella sabía que Simon iba a ser su chico estrella y, como madre, ella tuvo que conseguir lo que pudo por su hijo '.

Lawrence ha visto lo que él describe como el aumento de la manipulación de la información sobre los conflictos de Irak y Afganistán, la 'racionalización económica' del Ministerio de Defensa que él siente que ha comprometido el ejército británico en un momento en que los militares nunca han estado bajo mayor estrés. Pero, sobre todo, la de 46 años de edad, ha seguido de cerca la forma en que el Ministerio de Defensa trata a sus heridos de guerra y está horrorizado por el cierre de sus hospitales militares y reconocimiento tardío del ejército que la guerra lleva cicatrices psicológicas y físicas. Una tira de acrílico de 12 pulgadas podría celebrar su cráneo juntos, pero su mente sigue llena de vigor.

"Estoy preocupado por nuestros soldados. Como siempre, algunos hombres de color gris con una Biro y una calculadora de tomar las decisiones ", dijo.

El jueves pasado por la mañana, llegó una carta de la agencia de pensiones del ejército. Comenzó: "Estimado Sr. Lawrence, he pagado £ 10 en su cuenta. 'Lawrence caminó rígidamente a través de la cocina, su cojera de su pierna izquierda paralizada obvio, para inspeccionar de nuevo el lenguaje frío de la oficialidad.

'Ahora que es lo que ellos llaman un bono de Navidad. Eso es muy muy simbólico ¿no te parece? "él hizo una mueca, chupar un cigarrillo, contemplando de nuevo la forma en cerca de romper punto su sensación de abandono por parte del ejército cerca de él y la cruda realidad de que su cuerpo ha sido arruinado por más tiempo de lo que fue alguna vez plenamente funcional traído.

De vez en cuando, Lawrence hojea su libro de recuerdos repleto de papel de periódico amarillenta crónica de la campaña junto a su propia batalla personal. Cartas escritas a mano de amigos y extraños que ofrecen su apoyo se encuentran entre las imágenes de los jóvenes que toman el sol en la cubierta de Canberra ya que cuece al vapor hacia las Malvinas en la primavera de 1982. Hay imágenes del Sir Galahad listado fuertemente; fotografías de un oficial de la risa llamado Lawrence quien poco perder toda la sensibilidad en el lado izquierdo; y algunos de Firth, jugando Lawrence en Tumbledown, sonriendo vetas de sangre como fingir su cuero cabelludo.

Y hay más. Los mensajes de la Reina, la Embajada de Estados Unidos y oficiales de alto rango que ofrecen su alabanza y admiración por la valentía de Lawrence, junto a notas de su padre, que sirvió en la Royal Air Force y defendió a su hijo contra el Ministerio de Defensa con vehemencia, pero que murió hace un mes. Tales recuerdos de un tiempo de hace una generación.

La última gran batalla de las Malvinas siempre prometía ser una de las más lleno. Los argentinos habían preparado una última batalla en la cumbre de la colina Tumbledown, un fuerte cono de roca que sobresalía de la turba de la isla y la característica central en el camino hacia Puerto Stanley. Como el alba blanqueaba las nubes grises el 14 de junio de 1982, Lawrence llevó dos pelotones de los 2 º Batallón Scots Guards lo largo del flanco oeste hacia las posiciones enemigas. Un fuego-lucha feroz sobrevino. Lawrence disparó 14 argentinos, antes de quedarse sin municiones. Sin inmutarse, él irrumpió en sus defensas, tres puñaladas con su bayoneta. Sintiendo que la rendición era inminente, Lawrence escala pináculo rocoso de Tumbledown y, con la adrenalina de la batalla todavía el lavado a través de su joven cuadro, gritó: 'Ahora que fue muy divertido ". La guarnición argentina en Puerto Stanley se rendiría en 90 minutos.

Sin saberlo Lawrence, sin embargo, un solo francotirador había conseguido colarse por la red. Una alta velocidad pasó ronda a través de la parte posterior de su cráneo, que emerge en el nacimiento del pelo por encima de su ojo derecho. Lawrence estaba en la cubierta delgada de nieve en la cima de la montaña expuesta durante seis horas como compañeros empujaron sus cerebros dentro de su cabeza rota.

Trasladado en helicóptero fuera Tumbledown, Lawrence fue dejado fuera de un quirófano improvisado sin analgésicos. Dos días después de su 22 cumpleaños, él asumió que él fue el último en ser operado porque era el que menos probabilidades de sobrevivir.

En el documental, que la BBC dijo la semana pasada que estaba considerando la posibilidad de re-proyección como parte de su cobertura del 25 aniversario, la recreación de Lawrence matando a soldados con una bayoneta rota provocó oprobio generalizado. Para Lawrence, fue un escándalo por nada. Era lo que los soldados lo hizo; mataron a la gente. 'Hay tantas diferentes niveles de matanza. Se puede disparar a alguien usando una vista de noche de 60 yardas y ver un chico caiga.

'No es moralmente muy difícil de tirar de un gatillo, pero es físicamente difícil conseguir que la gente muera, porque por lo general no quieren. El último nivel está bayoneta, porque existe un vínculo físico entre los dos de usted. La limpieza de la televisión va por la ventana. No apuñalar en el estómago, el giro y retirar.

"Se agarran a la hoja, se les apuñala en la boca, les atrapa en todas partes", dijo, su mirada vagando fuera de las colinas de la campiña de Hampshire.

Cuando repatriados a Gran Bretaña, Lawrence estaba casi totalmente paralizado y pasó un año en una silla de ruedas. Su recuperación ha sorprendido a todo el mundo que lo ha cumplido. Pero la angustia mental resultaría más difícil de superar. Si Tumbledown pidió una nación si debería sentirse culpable por el envío de los jóvenes a matar con bayonetas rotas, sino que también se le preguntó si suficiente ayuda fue dada a los heridos y veteranos que dejaron el ejército para caminar penosamente de vuelta a la calle civvy.

En el programa de 90 minutos, que fue visto por 10,5 millones de hace 19 años, Lawrence perdura síntomas descritos por los psiquiatras como similares al trauma de la separación de los padres; la ansiedad, la ira, la reconciliación emocional. Incluso ahora, Lawrence cree que los soldados que prosperan en el orgullo al rojo vivo de su valentía aún no se anima a buscar ayuda cuando están luchando para hacer frente.

Lawrence también le preocupa que las de Afganistán e Irak están luchando una causa muy pocos entienden o apoyo, una dinámica que puede erosionar fácilmente soldados cordura: "La conclusión es que la sustitución de los hospitales militares con las salas del NHS es un insulto. Si se consideran los hospitales del NHS los mejores de Europa, entonces está bien, pero por desgracia no lo son ".

El héroe de regresar de Tumbledown espera sería atendido por la institución militar. Después de todo, él había sido galardonado con la Cruz Militar, que cuelga en el baño de la planta baja de la casa de la familia. Pero él se sentía como niño anormal del ejército. Lawrence no fue invitado a desfile de la victoria del Señor Alcalde, mientras que su silla de ruedas estaba escondido en las sombras al servicio de recordación en San Pablo, ya que sus lesiones eran insuficientemente telegénico. Incluso ahora, él no tiene insignias discapacitados oficial o carta del ejército reconociendo sus circunstancias y la naturaleza de sus lesiones.



"Es ese tipo de cosas pequeñas que pueden degradar usted», dijo, tirando de otro cigarrillo con la mano derecha, el brazo izquierdo paralizado colgando en un cabestrillo, con la mano izquierda oculta con un guante negro. 'Hay un clavo que entraba por mi mano. Yo estaba haciendo un trabajo pesado y la inclinación de titanio en el brazo y empujé la uña hasta hacer una tienda de piel de la parte superior de mi mano. "

Lawrence ha tratado de descubrir qué pasó con todos sus compañeros en las Malvinas. A través de la Asociación de la Medalla del Atlántico Sur, solicitó financiación del Ministerio de Defensa para una evaluación definitiva de lo que el efecto de la guerra había ejercido entre los veteranos: ¿Dónde estaban viviendo? Se habían casado? Divorciado? ¿Cuántos estaban aún con vida? El gobierno se negó a apoyar el proyecto. Lo único que se sabe es que, durante los siguientes 25 años, más veteranos de Malvinas se han suicidado a los 255 que murieron durante las hostilidades.

Lawrence escribió cuando la lucha ha terminado con su padre, el best-seller que formaría la inspiración para Tumbledown. Fue John Lawrence quien más defendió resueltamente su hijo durante las secuelas de la programa.

Siete días después de la muerte de su padre, su madre, Jean, sufrió un derrame cerebral que paralizó su lado derecho. Lawrence buscó ayuda militar por su madre, que también sirvió en la Royal Air Force, en la esperanza de que el sacrificio y el servicio que se muestra por su familia podrían asegurar su cama en el centro de rehabilitación militar en Headley Court, Surrey. Ella se negó.

"Hablan de una familia extensa, pero no pueden extender esa ayuda cuando más necesita el apoyo. Si nos fijamos en las sociedades modernas, como ICI o Microsoft, que esperas para ser atendidos. ¿Por qué no el ejército? '

Marion aún se pregunta ¿Cuántas vidas ha dejado a su marido. Él era el adolescente indestructible en Irlanda del Norte, el que siempre se tropezó con las memorias caché de bombas paramilitares, el que ansiaba los tiroteos.

"No me gustaría ir a la cama, en caso de que el tiroteo en el OK Corral inició mientras estaba durmiendo", dijo Lawrence. Una mañana, poco después de que se conocieron, Marion recibió una secuencia de tres mensajes de contestador automático de él.

La primera describe Lawrence siendo despertado por un motociclista que pasa en Sydney después de quedarse dormido en su jeep en los semáforos. En el segundo, murmuró acerca de casi caer de nuevo. La tercera, del hospital, fue la confirmación de que Lawrence había roto la espalda después de desviarse de la carretera.

Lawrence siempre fue considerado como un tearaway y 16 años de edad, fue "expulsado" de la escuela pública escocesa Fettes, que el primer ministro, Tony Blair, había asistido a un par de años antes, y admite que sólo se unió al ejército para apaciguar a su padre. Lawrence descubrió que era un soldado dotado y que le gustaba la vida militar. La Guardia Escocesa se convirtió en su vida, su familia.

Lawrence no sólo ofrece una prueba del espíritu humano del indomable, pero también que el amor se puede encontrar después de que se ha perdido.

Desilusionado con los ataques a su credibilidad tras Tumbledown, se trasladó a Sydney en 1989 para hacer un nuevo comienzo con su entonces esposa, Tina, y sus dos hijos. Pero surgieron nuevas presiones. Con el tiempo, la relación se derrumbó en medio de disputas sobre el dinero y las exigencias de una familia joven.

Lawrence se mantuvo optimista. Su experiencia cercana a la muerte se había beneficiado el teniente con una inquebrantable confianza en sí mismo. Los psicólogos le han dicho que sufre de 'inhibición reducida', lo que, admite alegremente, le permite ser sincero y maldicen mucho.

Lawrence conoció a Marion, la hija de un alto ejecutivo de HSBC, en el festival de cine de Cannes en 1994. Ella había estado viviendo en Australia y fue uno de los pocos británicos que no reconoció al ex oficial de las Malvinas. Ellos hicieron clic de inmediato, al regresar a Inglaterra en 2002, donde pasó 15 meses diseñando y convirtiendo su granero de Hampshire.

'Él es increíblemente honesto, que me encanta ", dijo. "No puedo pensar en nadie más con quien yo preferiría pasar la cena.

"Ha habido momentos difíciles, con lo que ha pasado, pero hemos sido un gran apoyo el uno al otro", añadió. Lawrence también puede todavía contar con el apoyo de los hombres que lucharon al lado de aquella mañana de junio en 1982.

Cuando hace poco la policía encontró plantas de cannabis que crecía en los extensos terrenos de su casa, un viejo amigo llamó y se ofreció a tomar el rap diciendo que los oficiales de Lawrence sólo estaba buscando después de ellos.

"Me dijo que no podía tener el jefe haciendo pájaro, 'Lawrence rió." Los oficiales advirtieron a Lawrence para el cultivo ilegal, ahumado por el ex-soldado para adormecer su dolor durante el frío invierno. Una opción más agradable, que da fe, de horas de rehabilitación diaria.

"Yo no voy a hacer fisioterapia dos veces al día para que yo pueda darle el pulgar hacia arriba con la mano izquierda. La angustia y la autodestrucción han ido. Tengo lo que necesito. Sí, "señalando a su familia, 'mi vaso está ciertamente medio lleno'.

sábado, 22 de noviembre de 2014

Anécdotas de un teniente de caballería en Puerto Argentino

Malvinas: veterano de guerra argentino publica pequeñas historias no conocidas
Con una o dos excepciones significativas, como el tristemente célebre comandante Patricio Dowling, nuestros invasores en 1982 fueron en gran parte en el anonimato a los ciudadanos de Stanley, en particular de los ordinarios soldados en sus cascos y ponchos de goma volados.

Por John Fowler - MercoPress


Segundo Teniente en la caballería argentina, Gustavo Adolfo Tamaño en un tanque Panhard en Stanley


Por otra parte, en cambio, no les dieron la bienvenida a los héroes que podrían haber esperado, más bien no podía encontrar las palabras para expresar la vergüenza y el horror de lo que habían tenido que pasar, o se les prohibió expresamente a hacerlo. La nación argentina, al parecer, quería que fueran barridos bajo la alfombra nacional y que se quedaran allí.
Veintisiete años después, con la aparición de películas como "Iluminados por el Fuego" y los libros, como el escrito por dos de los concursantes en la maratón de Stanley de este año, que han comenzado a ver, tal vez por la primera vez, que había gente en virtud de esos cascos que prohíben: algunos buenos, algunos malos, algunos feo - de hecho, el mismo "escoger y mezclar" de la humanidad que se encuentra en cualquier partido de fútbol en cualquier parte del mundo. Había incluso, como Penguin News descubrió recientemente, un vigilante de tren.
Veinte y cinco años de edad, Subteniente en la caballería argentino, Gustavo Adolfo Tamaño, llegó a las Malvinas en la tarde del 9 de abril de 1982, y, una vez después de haber salido del avión Hércules que lo trajo, condujo su coche blindado Panhard a Moody Brook, donde iba a pasar la mayor parte de la ocupación.
Él dijo que lo último que esperaba era un ferrocarril, pero al igual que muchas de las islas del Malvinas podría, él comenzó a buscar en la basura con la esperanza de encontrar algo útil que podría ayudarle a reparar. Dos transportes de tropas de la SGM Bren carrier le llamaron la atención, al igual que un tractor viejo, pero era igualmente intrigado al descubrir que soporta el techo de una posición defensiva, algunas secciones de rieles y algunas traviesas de madera.
Admitir en una carta al Penguin News que, "yo tenía algún conocimiento previo de ferrocarriles", y observando el tamaño de ambos rieles y durmientes, segundo teniente Tamaño supone que se utilizaron en un embarcadero, pero que iba a ser algunos años antes de descubrir sus verdaderos orígenes. Aún en el ejército argentino, pero ahora un Oficial de Estado Mayor General, el Coronel Tamaño, ya que ahora es, tiene cargo de la Fundación de los soldados, una organización que promueve las actividades culturales, históricos y de investigación y dirige una estación de radio FM, una revista mensual, un periódico digital (www.soldadosdigital.com), y dos revistas.
En esta capacidad, el Coronel Tamaño publicó este año una larga y muy bien investigado artículo, ¡que envió al Penguin News, titulado: "Historias conocidas Poco: Un Ferrocarril En Las Malvinas" (historias poco conocidas: un ferrocarril en las Islas Malvinas ).
Si bien la historia de la Camber Railway y su propósito es razonablemente bien conocida en las Islas Malvinas, un aspecto de la cuenta del Coronel Tamaño que era nuevo para mí, fue la afirmación bien documentado que la decisión del almirante alemán Von Spee para traer a su escuadrón a las Malvinas después de la Batalla de Coronel podría haber sido parte de un plan secreto para entregar las islas a la Argentina.
Este plan, fuentes de Tamano alegaron, fue respaldada por los barcos alemanes de carga naval llenos de materiales de defensa, que volvió a Mar del Plata y dos mineros más tarde hundido por los británicos. Había incluso un transatlántico transatlántico alemán, Seydlitz esperando para traer voluntarios de origen alemán de Chile para ayudar a reforzar las defensas de Stanley, una vez que había sido tomada.
El 12 de junio, el joven teniente Tamaño, cuya hermana, mi sobrina es descendiente de Samuel Lafone, después de los cuales lleva el nombre Lafonia, fue herido por la artillería británica cerca del monumento de la batalla, que él había admirado antes, sin saber nada en ese momento acerca de una posible conexión argentina.
Lo vio de nuevo como sus compañeros lo llevaban al hospital Stanley y dice que este monumento, junto con Moody Brook y los restos del Ferrocarril Camber se han mantenido como una parte importante de su vida desde entonces.

viernes, 21 de noviembre de 2014

Compilado de combates en las islas

Combates en las islas

Compilado De Videos Reales De Combates durante la Guerra de Malvinas de 1982 . Imágenes y grabaciones verídicas de batallas en Malvinas en el bando británico y argentino. Combates y enfrentamientos aéreos , aeronavales , terrestres y urbanos . Bombardeos , derribos , hundimientos , escaramuzas , etc


jueves, 20 de noviembre de 2014

UK: Gurkhas en Monte Williams

Gurkhas en Monte Williams



Que quede claro, los Gurkhas no entraron en combate con las fuerzas argentinas. El Regimiento se colocó al pie de el Monte Williams, pero jamás atacaron a las fuerzas de la Armada Argentina. El Batallón 5 de Infantería contrarrestó el avance con su artillería y defendió los montes con todo lo que tuvo a su alcance hasta agotar munición. Cuando los Gurkhas se estaban preparando para contraatacar Monte Tumbledown, las tropas argentinas ya se habían replegado.
(To be clear, the Gurkhas did not enter combat with the Argentine forces. The regiment was placed at the foot of Mount Williams, but never attacked the forces of the Navy Argentina. 5 Infantry Battalion offset the advance with artillery and defended the mountains with all that was within reach until all ammunition. When the Gurkhas were preparing to counterattack Mount Tumbledown, and Argentine troops had retreated.)

Gurkha (o gurjas y a veces escrito gorkha) es un pueblo originario de Nepal, que debe su nombre al santo guerrero hindú del siglo VIII, Guru Gorkhanath, cuyos seguidores fundaron la dinastía de Gorkha, que fue a su vez fundadora del Reino de Nepal. Los gurkhas son conocidos por ser feroces combatientes y servir en unidades especiales de las fuerzas armadas del Reino Unido y de la India. Bajo el mando británico siendo súbditos , se unieron al 2do. desembarco de 5.000 hombres a comienzos de junio . Iban en la retaguardia de los Paracaidistas oficiando como "limpieza" post-batallas . Su mala fama no se cumplió afortunadamente , y solo se dedicaron a juntar "souvenirs" de los combates . Fueron utilizados como Propaganda prestándose a fotografías posando junto a cañones de artillería de la Fuerza Aérea Argentina . Tuvieron algunos heridos por metralla de los cañones de 155 mm argentinos , solo una baja mortal en la posguerra, cuando un efectivo de ellos murió desarmando una bomba argentina . Su cuerpo fue repatriado a territorio continental . En la posguerra , se organizaron para reclamar su participación en el conflicto , marchando a Lóndres exigiendo una pensión y reconocimiento . Lo lograron pero al cabo de décadas de espera , obteniendo la ciudadanía británica finalmente . Muchos mitos se tejieron alrededor de ellos , principalmente en Argentina producto de una campaña interna de desprestigio de las fuerzas armadas argentinas . Hoy se sabe que fue una campaña pobre para ellos , fueron discriminados y movilizados en un buque argentino confiscado . No tuvieron protagonismo y al final la gloria de un regimiento valiente y sanguinario se la llevaron los conscriptos y oficiales argentinos que al grito de sapucay y un gran profesionalismo opacaron al histórico regimiento de Fusileros Gurkhas . La única fama de los Gurkhas es haber masacrado a civiles indúes bajo dominio imperial británico . Gracias a Dios no pudieron cometer ningún crímen de guerra en nuestras Islas Malvinas Argentinas .

miércoles, 19 de noviembre de 2014

La Cancillería protesta por el disparo de una fragata británica en San Carlos

El Gobierno denunció que una fragata inglesa disparó 136 proyectiles cerca de Malvinas
Según el comunicado de Cancillería, "en el ejercicio intervino además una compañía de infantería británica que forma parte del despliegue militar permanente de ocupación ilegal del Reino Unido en las islas"


La fragata HMS Duke Royal en plena acción de ejercicios militares. Foto: Archivo

El Gobierno denunció hoy, a través de Cancillería, que la fragata inglesa HMS Iron Duke participó de un ejercicio militar en la Bahía y el Brazo de San Carlos, Islas Malvinas , que incluyó el disparo de 136 proyectiles.

Según el Ministerio de Relaciones Exteriores esto "constituye una nueva provocación del gobierno del Reino Unido mediante una pretendida demostración del poder de fuego del buque británico".

Según el comunicado de Cancillería , "en el ejercicio intervino además una compañía de infantería británica que forma parte del despliegue militar permanente de ocupación ilegal del Reino Unido en las Islas Malvinas ".

"La República Argentina rechaza en los términos más contundentes la realización de estas maniobras navales y militares en territorio argentino ilegítimamente ocupado por el Reino Unido, que constituyen una injustificada demostración de fuerza y un deliberado apartamiento de los llamamientos de las numerosas resoluciones de las Naciones Unidas y de otros organismos internacionales, que instan tanto a la Argentina como al Reino Unido a reanudar las negociaciones, a fin de encontrar una solución pacífica y definitiva a la disputa de soberanía que involucra a ambos países en la Cuestión de las Islas Malvinas. En el día de la fecha, la Cancillería convocó al funcionario a cargo de la Embajada de Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte y le hizo entrega de una nota de protesta por los referidos ejercicios militares", cierra el comunicado de Cancillería.

La Nación

martes, 18 de noviembre de 2014

Cuando Thatcher quiso devolvernos las islas

El día que el gobierno de Thatcher ofreció devolver las Malvinas
En "Más allá de los mitos", las inminentes memorias de José Alfredo Martínez de Hoz, el ex ministro de Economía de la Dictadura relata la propuesta de un funcionario británico en 1980. Adelanto exclusivo


Crédito: Reuters
Entre fines de mayo y comienzos de junio de 1980, quinto y último año de mi gestión al frente del Ministerio de Economía, emprendí un viaje a Europa para la consolidación de las relaciones y resultados obtenidos, en los niveles que siempre recorría: gobierno, bancos y organizaciones empresarias privadas. Era también una forma de despedida y agradecimiento por las atenciones recibidas.

Antes de la visita a Margaret Thatcher, me reuní con los miembros de su gabinete que más me interesaban, con algunos de los cuales ya había estado. Geoffrey Howe, ministro del Tesoro; Cecil Parkinson, ministro de Comercio; Keith Joseph, ministro de Industria; David Howell, ministro de Energía; Peter Walker, ministro de Agricultura; Nicholas Ridley, viceministro de Relaciones Exteriores; el "formidable" —en palabras de Margaret Thatcher— Christopher Soames, yerno de Winston Churchill, líder de la Cámara de los Lores, último gobernador de Rodesia —hoy Zimbabue—, y ex embajador en Francia, gracias a cuya función tenía buen conocimiento y actuación en las negociaciones para la entrada del Reino Unido en el Mercado Común Europeo.

Todos ellos se interesaron por conocer detalles de la evolución del programa económico argentino, iniciado en 1976, con cuya orientación general coincidían, pues el nuevo gobierno británico debía comenzar a implementar grandes reformas. Cada uno me pedía que, cuando tuviese mi entrevista con la primera ministro, le contara nuestras experiencias en relación con las áreas respectivas. Casi todos ellos habían cumplido funciones iguales o parecidas a las que tenían en el shadow cabinet de Margaret Thatcher, es decir, el gabinete en las sombras que ella había encabezado durante el gobierno laborista.

Sir Gordon Richardson, durante el almuerzo al que siempre me invitaba, y confirmada su continuidad en el cargo de gobernador del Banco de Inglaterra, me pidió que influyera ante Thatcher para lograr la liberación de las tasas de interés. Por su lado, Geoffrey Howe, a quien Margaret Thatcher había conocido como joven abogado en su paso por los Inns of Court, había crecido en figuración y desempeño político conjuntamente con ella y era considerado un sólido experto en economía y finanzas. Su mayor interés en relación con mi visita fue examinar conmigo las consecuencias de la eliminación del control de cambios efectuado en Gran Bretaña, en 1979, y la importancia de la contención del gasto público como factor de estabilización y saneamiento económico. Diez años después, desafortunadamente, su pretensión de suceder a Margaret Thatcher como primera ministro y sus desinteligencias con ella respecto de la Unión Monetaria Europea, lo llevaron a renunciar al gabinete y precipitar así la caída de la propia primera ministro.

Cecil Parkinson, presunto delfín de Thatcher y consustanciado con sus ideas económicas, se interesó en la apertura de la economía argentina y la reducción de las barreras arancelarias, así como en la experiencia argentina por la promoción de una mayor participación del sector privado en la economía. Viajó a la Argentina en agosto de 1980, cuando yo estaba internado por una operación de hernia inguinal. Me visitó en el Hospital Militar y me dejó como presente un libro sobre la campiña inglesa con una cálida dedicatoria, que aún conservo.

Keith Joseph, quien desde temprano había tenido gran influencia en la formación política de Margaret Thatcher y a quien ella admiraba y consideraba su "mejor amigo político", tenía por delante la gran tarea de la privatización de las empresas estatales y la de transformar a la industria británica en competitiva, en relación con sus pares europeos. Su interés en la experiencia argentina era, pues, obvio.


El último de los ministros entrevistados fue Peter Walker. Por su cargo en Agricultura, me interesaba mucho su posición respecto del proteccionismo del Mercado Común Europeo. Encontré en él una firme convicción de que Gran Bretaña debía luchar contra la política agrícola común, que beneficiaba principalmente al agricultor francés, para sostener aquella en la que el Reino Unido era uno de los mayores contribuyentes. Al terminar la entrevista, me dijo que, en la reunión de gabinete del día anterior, había oído comentarios muy elogiosos de los otros ministros ya entrevistados por mí respecto de la política económica argentina.

Con el Foreign Office, en cambio, yo nunca pedía entrevistas, pues se trataba de un área ajena a mi jurisdicción. No obstante, en cada uno de los viajes anuales que me habían llevado a Gran Bretaña, el viceministro había insistido en invitarme a una conversación con él. Durante el gobierno laborista, ese cargo lo ocupaba Edward Rowlands y, en el nuevo período conservador, era Nicholas Ridley, persona de gran confianza de Thatcher, a quien había acompañado en todas sus posturas políticas y económicas durante su carrera.

El interés de los viceministros era, evidentemente, hablar de las Malvinas. La Comisión Mixta de ambas cancillerías, que se había reunido periódicamente, no había logrado un avance. La posición oficial del gobierno argentino era que había que reconocer primero la soberanía argentina, que no era negociable, antes de considerar cualquier otro tema de interés común, como la pesca y el petróleo.

Hubieran sido posibles avances más positivos si se hubiese puesto la soberanía bajo un "paraguas aislante", como llegó a hacerse posteriormente cuando mi amigo Guido Di Tella fue ministro de Relaciones Exteriores. Si bien todas las conversaciones sobre el tema se desarrollaron en términos cordiales, la más interesante fue la mantenida con Nicholas Ridley, quien estaba sinceramente interesado en encontrar alguna solución que satisfaciera a la Argentina.

Él propuso una vía a recorrer para llegar, en un tiempo prudencial, al reconocimiento de la soberanía argentina. El ministro de Estado estaba pensando en una solución más o menos parecida a la de Hong Kong, con un arrendamiento de treinta años, al término de los cuales las islas regresaran a nuestras manos, con ciertas condiciones. Resulta improbable que el ministro de Estado, Nicholas Ridley, hubiera propuesto algo así sin el visto bueno de Margaret.

Al término de la entrevista, Ridley me dijo que, en la tercera semana de agosto, tenía reservado un salmon run en Escocia —el summum para un pescador con mosca— y agregó que me invitaba seriamente a que fuera su huésped. "Entre salmón y salmón, estoy seguro de que llegaremos a elaborar una fórmula para proponer a nuestros respectivos gobiernos", dijo confiadamente. Yo siempre aclaré que aceptaba las invitaciones a conversar —para no ser descortés—, pero que cualquier palabra mía no tenía carácter oficial sino particular, por no tratarse de mi área. Por eso, solía invitar a las conversaciones, como testigo, al embajador Carlos Ortiz de Rozas, brillante profesional de destacada actuación, con quien tenía amistad personal desde nuestra juventud. Para entonces, ya se había restablecido la plena representación diplomática y Ortiz de Rozas era nuestro embajador en Inglaterra.

Al salir de la reunión con Ridley, le dije que, como ministro de Economía, yo no podía ir de pesca con el ministro para lograr esa solución, pero que creía que no debía desperdiciarse la oportunidad, ya que las mejores soluciones a graves problemas suelen surgir de conversaciones personales durante una actividad informal, como el golf, la pesca, etc. Le sugerí que diera traslado de la invitación a la Cancillería, para que considerara si podía ser aceptada por un funcionario de jerarquía, por ejemplo, el subsecretario Enrique Ross, que hablaba inglés y sólo tendría que hacer un rápido curso de pesca con mosca. La Cancillería ni siquiera contestó la invitación.

Fue una pena que se desaprovechara la manifiesta buena voluntad de Nicholas Ridley hacia la Argentina con respecto a las Malvinas. En el fondo, la mayor parte de los ingleses no valoraba la importancia que para los argentinos tenía la cuestión. En las conversaciones informales, recepciones o discursos de agasajos, el tema no aparecía en los labios de los británicos en forma agresiva. Recuerdo que una de las frases que se repetía con el típico humor inglés era que entre la Argentina y el Reino Unido todo tendía a fortalecer la buena relación recíproca, excepto en materia de lo que llamaban las tres "F": Falklands (Malvinas), fútbol y foot and mouth (aftosa). Si se hubiera aceptado el enfoque de Ridley, ya se hubiera cumplido el período que el ministro de Estado proponía y la Argentina tendría las Malvinas en su poder.

"Más allá de los mitos", de José Alfredo Martínez de Hoz (Editorial Sudamericana).

Infobae

lunes, 17 de noviembre de 2014

Operativo Cóndor en los 60s

Operativo Cóndor en las Malvinas, anticipo de los ’70


 

Por Adrián Figueroa Díaz (2006) 

Hace 40 años, un grupo de jovenes peronistas realizoel Operativo Cóndor. El 28 de septiembre de 1966, dieciocho jóvenes estudiantes y obreros asestaron un golpe a la flamante dictadura de Juan Carlos Onganía: secuestraron un avión de línea, lo aterrizaron en las Islas Malvinas y allí izaron siete banderas argentinas que flamearon durante 36 horas. Reclamaron la soberanía sobre ese territorio y aguardaron que un sector del Ejército aprovechara esa irrupción y desembarcara en las islas para recuperarlas. Dos de los once militantes que sobrevivieron a ese hecho –y a lo que vino después– relataron a Página/12 aquel hecho con el objetivo de “ponerlo en la memoria popular, el lugar donde siempre debió estar”. 

“Lo nuestro fue más lírico que lo de los pibes de 1982; fuimos por convicción nacional”, compara Pedro “Tito” Bernardini, uno de los diecisiete militantes que volaron bajo el mando del dirigente Dardo Cabo. “No se trató de un hecho delictivo, porque no delinque quien exige lo que es suyo”, aclara Norberto Karasiewicz, otro de los sobrevivientes. 

El Operativo Cóndor, primer secuestro aéreo del país, se gestó tres años antes de su concreción. “Hubo que trabajar bastante para obtener medios y hacer operativos económicos. ¿Se entiende a qué me refiero?”, confía Bernardini con un gesto de complicidad. 

Veinte fueron los elegidos para el operativo, entre militantes nacionalistas y de la JP, algunos de los cuales se sumaron mas tarde a la combativa JP de los ‘70, en tanto que otros, como Alejandro Giovenco, militaron en la ultraderecha . La logística se basó en tareas de inteligencia que CristinaVerrier, tercero al mando del operativo, había hecho durante unos viajes a Malvinas como turista. La instrucción militar había sido adquirida junto a quienes luchaban por el retorno de Juan Domingo Perón. 

Antes de partir, el grupo estuvo “encerrado” tres días en un camping de la UTA, en Ituzaingó: “Dos días fueron de retiro espiritual, porque sabíamos que era una misión de la que por ahí no volvíamos; de hecho, dos compañeros desertaron”, admite el “Flaco” Karasiewicz. 

Todo bajo control 

La elección del día se basó en dos hechos. Estaba en el país el esposo de la reina de Inglaterra, Felipe de Edimburgo, en carácter de presidente de la Federación Ecuestre Internacional. Y el contralmirante José María Guzmán debía volar al territorio del que era gobernador, Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur. 

“Teníamos todo listo, los fierros cortos encima y la ferretería (las armas largas) en las bodegas”, resume Bernardini. Cada uno de los dieciocho comandos tenía una misión. Ningún imprevisto podría sorprenderlos. Pero al Flaco se le escapó uno: el día del viaje, su esposa dio a luz su primera hija. “Me enteré y tuve la necesidad de verlas. Cuando me despedí les dije: ‘Mañana vengo a la hora de la visita’. Y salí”, rememora. Al otro día, no apareció. Sí lo hicieron periodistas ávidos de conocer a Malvina, la hija del hombre que por esas horas tomaba las islas. 

“Muchachos, aunque nos cueste la vida. Lo de menos es que nos lleven presos a Inglaterra. Lo más glorioso, que caigamos en el intento”, dijo Dardo Cabo antes de salir. 

Partieron a la 0.30 del día 28 en un Douglas DC4 del vuelo 648 Buenos Aires-Río Gallegos de Aerolíneas Argentinas. Iban 48 pasajeros. Durante el vuelo, Dardo Cabo y Alejandro Giovenco, el segundo al mando, entraron armados a la cabina y ordenaron el cambio de rumbo al comandante Ernesto Fernández García. El piloto excusó falta de autonomía de vuelo. “Pero nosotros sabíamos que había combustible suficiente. Se le ordenó que tomara el rumbo 105 en Puerto San Julián y girara a la izquierda para abrirse del continente. Y lo hizo”, cuenta Karasiewicz, a quien también llamaban “Curumanqué”. 

Carlos Rodríguez y Pedro “La Yegua” Cursi se acercaron al gobernador Guzmán y le anunciaron: “Contralmirante, el avión ha sido tomado. Vamos a Puerto San Julián rumbo a Malvinas”. El militar no lo creyó, tensó una discusión y su edecán se levantó e “intentó sacar una (pistola) 357, de la que después nos apoderamos –sonríe el Flaco–. Uno de los compañeros le dio un golpe. Guzmán quedó quietito”. 

A las 8.42, aterrizaron en Puerto Stanley, detrás de la casa del gobernador inglés sir Cosmo Dugal Patrick Thomas Haskard (ausente ese día), sobre una pista para carreras hípicas. Abrieron las puertas, se tiraron con sogas, desplegaron delante del avión en forma de abanico e izaron siete banderas argentinas. 

El suceso convocó a kelpers y jefes de la milicia de la isla, inmediatamente tomados como rehenes “hasta tanto el gobernador inglés reconozca que estamos en territorio argentino”, advirtió Dardo Cabo desde la radio del avión. Bajo esa presión, se aprestaron a cantar el Himno Nacional. “Quisimos entregarle la autoridad a Guzmán, pero nos dio la espalda y se negó a cantar”, reniega Karasiewicz. 

De pie y frente a la mirada de todos, Cabo proclamó: “Ponemos hoy nuestros pies en las Islas Malvinas argentinas para reafirmar con nuestra presencia la soberanía nacional y quedar como celosos custodios de la azul y blanca (...) O concretamos nuestro futuro o moriremos con el pasado”. Luego rebautizó al lugar como Puerto Rivero, en homenaje al gaucho Antonio Rivero que en 1833 se alzó contra los ingleses y gobernó las islas por unos meses. 

Para Tito Bernardini, “izar la bandera y cantar la Marcha de San Lorenzo, Aurora y el Himno fueron cosas muy emotivas”. 

Una hora después del aterrizaje, Cabo avisó al continente: “Operación Cóndor, cumplida”. Los medios de comunicación británicos y argentinos se hicieron eco del hecho, hasta el avión de un periódico intentó llegar a las islas, pero la Fuerza Aérea lo obligó a volver al continente. Cientos de militantes se movilizaron en varias ciudades y el flamante dictador, sobresaltado, se preocupó en calmar las intranquilas aguas diplomáticas, por entonces a cargo de su canciller, Nicanor Costa Méndez, el mismo de la aventura de Malvinas de 1982. 

El objetivo trunco 

El reclamo de soberanía se había cumplido. De antemano, los integrantes del grupo sabían que en algún momento debían deponer las armas y luego morir o ser juzgados. Pero la esperanza era otra, un segundo objetivo aún más lírico: que militares nacionalistas desembarcaran en la isla y la tomaran. 

“Ese objetivo logístico no se cumplió porque el capitán de la nave Bahía Buen Suceso, que debía entrar a buscarnos en Puerto Rivero, tuvo miedo y llegó hasta la milla de distancia que permiten las normas internacionales; fue una falla de Onganía”, interpreta Pedro. Es que cuando se conoció el operativo, el dictador advirtió a sus camaradas que se juzgaría a quien se vinculara con el operativo. 

Por una mediación del cura de la isla, el holandés Rodolfo Roel, los pasajeros fueron alojados en viviendas civiles mientras los militantes resistían bajo una fuerte lluvia. Unos 30 mercenarios belgas e ingleses, policías y civiles armados rodeaban la nave y exigían la rendición. No hubo ningún disparo y, 48 horas después, la resistencia terminó. “No nos entregamos ni nos rendimos, ‘depusimos’ la actitud –enfatiza Karasiewicz—-. El reclamo de soberanía se había hecho y no tuvimos el apoyo de las tropas argentinas. Entonces, ante el comandante (Fernández García), la única autoridad que reconocimos, depusimos las armas.” 

El grupo firmó un acuerdo en el que también intervino el cura Roel, que antes había celebrado una misa en el avión para los miembros del comando. Después fueron hospedados en la iglesia del puerto durante una semana hasta que fueron trasladados al buque Bahía Buen Suceso, el ansiado buque, en una lancha carbonera. 

Una vez resuelta la tensión, el gobierno de Onganía emitió un comunicado en el que expresó que “la recuperación de Malvinas debe ser resuelta por la vía diplomática y no por un acto de piratería”. 

Los dieciocho jóvenes de entre 18 y 32 años, a quienes la CGT calificó de “héroes”, fueron llevados al penal de Ushuaia y luego juzgados en Tierra del Fuego. Como ése había sido el primer secuestro aéreo y en el país no había jurisprudencia al respecto, las figuras con que se los condenó fueron privación ilegítima de la libertad, portación de arma de guerra, asociación ilícita, piratería y robo en descampado. Tres años de prisión fue la condena para abo, Giovenco y Rodríguez; para el resto, nueve meses. 

Lo último que supieron del Douglas DC4 es que fue llevado al Paraguay durante la última dictadura militar. De la isla no se trajeron nada, “no vaya a ser cosa que nos acusen de ladrones”, argumenta Pedro. 

“En estos años de vida que nos quedan nuestra misión es rescatar la memoria”, de los que cayeron y los que siguen. “Muchos estamos desocupados, con hijos y nietos, y quedamos fuera del sistema –lamenta Pedro–. A veces nos llaman para condecorarnos y sacar réditos políticos. Lo único que pedimos es una reparación histórica.” Lo mismo pide el Flaco Karasiewicz, que además confiesa que a veces, en su modesta casa de Villa Martelli, se mira al espejo y se dice: “Pensar que soy un héroe, y soy de carne y hueso”. 

Las historias que siguieron 

El jefe del Operativo Cóndor fue Dardo Cabo, por entonces de 25 años, una de las figuras más renombradas de la resistencia peronista, fusilado en 1977. Tambien fueron desaparecidos durante la ultima dictadura, igual que Pedro Cursi y Edgardo Jesús Salcedo. Juan Carlos Rodríguez fue asesinado por la Triple A. Aldo Omar Ramírez y Ramón Adolfo Sánchez fallecieron por causas naturales, una vez recuperada la democracia. 

Once son los sobrevivientes: la compañera de Cabo, María Cristina Verrier, que hoy tiene 67 años; Fernando José Aguirre (60), Edelmiro Ramón Navarro (67), Andrés Ramón Castillo (63), Juan Carlos Bovo (61), Víctor Chazarreta (72), Luis Francisco Caprara (60), Ricardo Alfredo Ahe (60) años, Fernando Lizardo (60), Norberto Eduardo Karasiewicz (61) y Pedro Bernardini (69). 

Fuente: Página/12, 28/08/06

domingo, 16 de noviembre de 2014

Goose Green: Los emotivos recuerdos de Ledesma matando a Jones

La emotiva carta de un conscripto a la viuda del soldado inglés que mató en la Guerra de Malvinas
Juan Pablo Parrilla
Infobae

Se la escribió Oscar Ledesma a la esposa del teniente coronel Herbert Jones, el militar inglés de más alto rango caído en las islas. Buscan concretar una reunión entre ambos



Sara Jones, la esposa de Herbert, el militar inglés de más alto rango que murió en la Guerra de Malvinas.3 de 3Sara Jones, la esposa de Herbert, el militar inglés de más alto rango que murió en la Guerra de Malvinas.
En 2012, Oscar Ledesma brindó su testimonio en varios medios.
1 de 3En 2012, Oscar Ledesma brindó su testimonio en varios medios.
El teniente coronel Herbert Jones fue el militar inglés de más alto rango muerto en la Guerra de Malvinas. Era el jefe de los paracaidistas británicos y toda una leyenda para su tropa. Lo acribilló el conscripto Oscar Ledesma, que tenía 19 años y estaba a cargo de la única ametralladora Mag que funcionaba en su grupo. Hace unos años el soldado argentino le escribió una carta a su viuda, Sara, pero nadie se hizo eco de sus palabras, hasta que una profesora de historia cordobesa, Alicia Panero, las desempolvó y las publicó. Ahora podría concretarse una reunión entre ambos.

Panero encontró la carta mientras realizaba una investigación sobre las mujeres que participaron de la guerra, que se puede descargar de la web. Sara Jones fue la única protagonista que no pudo entrevistar. Entonces, hurgando en su historia, halló la misiva.

"La carta es todo un símbolo de paz, de ir por otro camino, de no volver a la guerra. Es un mensaje no sólo para los argentinos, sino para el mundo, de buscar lugares comunes en vez de exacerbar la violencia. De hecho, Ledesma tiene el enorme sueño de plantar un olivo por la paz en Malvinas con Sara", observó Panero en diálogo con Infobae.

Hace unos años, cuando se cumplió el trigésimo aniversario de la guerra, Ledesma, hoy de 49 años, brindó varias entrevistas en las que contó su versión de la batalla de Pradera del Ganso, en el Puerto de Darwin, en lo que fue la primera lucha terrestre de la guerra.


Oscar Ledesma -el segundo desde la izquierda-, en el juramento previo a la batalla de Pradera del Ganso.
"El primer ataque duró entre 4 y 6 horas, pero para mí fue eterno. Fue muy duro, porque ellos nos superaban en todos los aspectos y lanzaron una ofensiva sorpresa. En pleno combate se me trabó el arma y con el fuego enemigo zumbándonos los oídos tuvimos que repararla, fue terrible. Pensé que era el fin, pero pudimos arreglarla a pesar de la balacera y volvimos a defendernos. El coronel Jones fue uno de los que comandaron el ataque. Aún no entiendo por qué estaba al frente de ese avance, supongo que nos creyó muertos. Cuando lo vi venir le disparé una ráfaga de disparos que alcanzaron a herirlo. Aun así intentó tomar una granada, pero con una segunda ráfaga de disparos acabé con su vida", recordó a Perfil.

Por esa acción, Jones recibió la Cruz Victoria, la máxima distinción para un soldado británico. Algunos historiadores aseguran que sus acciones cambiaron el curso de la batalla.



En aquella ocasión, Ledesma manifestó su intención que reunirse con Sara Jones, pero esa posibilidad estuvo congelada hasta que hace unos días los diarios Clarín y Los Andes publicaron una historia similar, pero que empieza en suelo británico: la del soldado inglés Gordon Hoggan, que asesinó con su bayoneta a un argentino en la batalla de Monte Tumbledown, se quedó con su casco y ahora se lo quiere devolver a los familiares, pero no sabe quién fue su víctima.

Según pudo confirmar Infobae, a partir de ese suceso hubo un contacto entre la embajada argentina en Londres y la familia Jones, que habría accedido a coordinar un encuentro con Ledesma, hoy un filósofo bilingüe que trabaja en la perrera municipal del municipio cordobés de La Carlota, donde le dieron el puesto por ser veterano de guerra. Por su parte, Sara tiene 72 años, preside la Asociación Familias de Malvinas y está a cargo del mantenimiento de las tumbas de los soldados desconocidos británicos en todo el mundo. Su figura es todo un símbolo para los ingleses.


AFP
Existe una versión de que a Jones no lo asesinó Ledesma, sino Juan José Gómez Centurión, actual titular de la Agencia Gubernamental de Control porteña, aunque esa hipótesis tiene escaso apoyo y se cree que el entonces subteniente en realidad disparó a otro soldado.

"Según algunos veteranos, los ingleses no asumen que a su teniente coronel lo haya abatido un soldado conscripto y prefieren la historia de Gómez Centurión, que era oficial y que pregona que a Jones lo mato él, y le dejó a Ledesma que se crea que fue el autor. Pero la historia de Ledesma es real, con testimonios y pruebas", advirtió Panero. Y sentenció: "Lo confirmaron él y sus compañeros, y nadie lo desmintió".

Carta abierta a Sara (viuda de Herbert Jones)

"El tiempo obra en consecuencia de lo actuado y la memoria se rige por nuestros actos"

Con escasos 19 años me tocó enfrentarme con el Regimiento 2 de Paracaidistas Británicos la mañana del 28 de mayo de 1982, en el combate de Darwin Hill. Cualquiera hubiera sido su desarrollo no modificará en mi alma y mi mente el recuerdo de aquel terrible enfrentamiento.

Eventualmente me tocó apretar el gatillo para abatir un adversario y en momento alguno sentí odio al hacerlo, como tampoco me jacté ni alegré por aquel acto. No tenía opciones, debía salvar a mis camaradas que contemplaban aterrados cómo un Para asaltaba su posición, desconociendo que a escasos metros se encontraba mi ametralladora, de la misma manera que yo desconocía quién era tan temerario soldado que en una muestra de asombroso arrojo atacaba una posición argentina. Una vez terminada la batalla elevé una plegaria por todos los caídos y pedí a Dios por sus familias.

Siempre tuve como pendiente el poder decirle, mirándola a los ojos, que su esposo cayó como un valiente soldado y que su ocasional adversario le honra cotidianamente con el mayor de los respetos al igual que a todos los caídos.

Le presento mis respetos, como también a sus hijos, herederos de un valiente guerrero.
Oscar Ledesma