lunes, 20 de enero de 2025
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jueves, 16 de enero de 2025
Ballenas por submarinos
martes, 14 de enero de 2025
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viernes, 10 de enero de 2025
miércoles, 8 de enero de 2025
Tumbledown: Britos y Vilgré Lamadrid después de la odisea
14 de junio, todo terminó, apenas unas horas antes habían combatido en Tumbledown.
Dos rostros, uno la alegría de haber sobrevivido y otro el del Jefe con varios muertos y heridos. Duro combate. Sus vivencias recién acontecidas y expresiones capturadas por la imagen.
A LOS BRAVOS DE MALVINAS.
Imagen: Soldado Carlos Daniel Britos y Subteniente Esteban Vilgre Lamadrid - 3ra Sección - Compañia B - RI Mec 6 - EA.
lunes, 6 de enero de 2025
El valiente sargento Adolfo Luis Cabrera
Homenaje a un Soldado
Grl Br (R) VGM Rodrigo Alejandro Soloaga | DeySeg
A partir de la particular y destacable circunstancia de cumplirse un nuevo aniversario de la recuperación temporaria de nuestras Islas Malvinas y, consecuentemente, de los combates allí desarrollados, genera en mi, no sólo recuerdos, sino que me permite revivir, una vez más, hechos y situaciones transcurridos en esa ocasión.
Asimismo, los recuerdos afloran, se vuelven vívidos y cada uno de los episodios parece cobrar vida. Dentro de ellos, existe uno que siempre se presenta ante mí con gran intensidad, y puesto a pensar en las razones de ello, debo concluir que es así porque se refiere a la conducta de un verdadero soldado, de uno de tantos que siendo prácticamente desconocido, constituye un verdadero orgullo para quienes tuvimos el privilegio de conocerlo.
En esta ocasión, además de revivir esos instantes en la intimidad, creo que sería un justo homenaje de mi parte difundirlo con mayor intensidad a la puesta hasta el momento y compartir ese especial recuerdo con otros que se interesen en conocer las pequeñas grandes verdades de lo sucedido en las Islas Malvinas.
Durante las operaciones, me desempeñé como jefe de una fracción del Escuadrón de Exploración de Caballería Blindado 10 “Cnl Isidoro Suárez”, único elemento de esa arma que participó con la totalidad de sus efectivos en la defensa de las Islas.
Dicha fracción, en el cumplimiento de su misión, pagó un caro tributo en sangre sufriendo seis muertos: tres suboficiales y tres soldados. Entre los primeros se encontraba el sargento de caballería ADOLFO LUIS CABRERA, quien revistaba como jefe de grupo en la primera sección de exploración.
Ese suboficial, oriundo de Concordia - esa generosa tierra entrerriana que tanto ha aportado al arma de caballería -, llevaba escasos meses destinado en el Escuadrón, pero se había integrado rápida y completamente, merced a un destacable esfuerzo de su parte.
El elemento a mis órdenes, constituido en reserva a pie de la Agrupación Ejército Puerto Argentino, se empeñó en combate directo con el enemigo el 11 de junio, manteniéndose en esa situación hasta el 14 de junio, día de la capitulación.
En la noche del 13 al 14 de junio, después de realizar varios desplazamientos ordenados, esa reserva se incorporó al dispositivo del R I Mec 7 en las alturas de Wireless Ridge y ocupó el extremo oeste. Por su parte, la 1ra sección, en la posición, ocupó también el extremo oeste, cerrando el flanco correspondiente. En su momento, el ataque británico, después de ejecutar un aferramiento frontal, se materializó con un envolvimiento precisamente con centro de gravedad en ese sector.
Ello implicó, como consecuencia natural, que la citada sección fuera la que recibió el ataque más intenso, lo que determinó, asimismo, que fuera la que más bajas sufriera, tanto en muertos como en heridos. En esas acciones cayó en cumplimiento de su deber, entre otros, el sargento CABRERA. Hasta ahí el relato breve, frío, pero natural de los hechos.
Asimismo, es conocido que una vez producida la capitulación, se concretó la evacuación de soldados argentinos que estaban como prisioneros de guerra, permaneciendo en las Islas en condición de tales un número reducido de militares. La casualidad quiso que la totalidad de los oficiales del Escuadrón permanecieran allí, lo que motivó que se perdiera la posibilidad de mantener contactos posteriores con los soldados, quienes al llegar de regreso a los cuarteles fueron licenciados definitivamente.
Con posterioridad, cuando me desempeñé como jefe del Escuadrón 1, heredero del antiguo Escuadrón 10, tuve oportunidad de reencontrarme con algunos ex soldados veteranos, circunstancia en la cual tuve la posibilidad de tomar conocimiento parcial del tema que hoy me ocupa, pero sin datos concretos ni testimonios directos. Desde hace algunos años, mis contactos con los antiguos soldados, se han incrementado. Esta circunstancia, posibilitó el reencuentro con gente que desde hace más de veinte años no veía, que fueron testigos directos del hecho y con ello la posibilidad de confirmar el episodio que paso a relatar.
En la circunstancia antes descripta del ataque británico a la posición de la fracción a mis órdenes, debe mencionarse que previo a la acción directa del enemigo, se produjo en el sector un durísimo combate contra las tropas inglesas que ejecutaban el aferramiento frontal, todo ello acompañado, por parte de las fuerzas británicas, de un impresionante apoyo de fuego de características excepcionales por su volumen e intensidad, que incluyó fuego de artillería de campaña, de artillería naval, de misiles antitanques empleados en contra de las posiciones defensivas, y sobre final, fuego de los cañones de los tanques empleados como artillería contra esas mismas posiciones.
La excepcional intensidad de lo expresado, además de la experiencia personal que me permite tal afirmación, ha sido destacada por variadas publicaciones tanto británicas como argentinas. Expresar que el fuego recibido fue impresionante resulta poco, ya que adquirió características abrumadoras. Resultaba difícil apreciar y razonar, y mucho más resolver con acierto. Debe mencionarse asimismo, que dado que la reserva se empeñó en un sector no previsto, ni preparado, no se habían realizado reconocimientos ni acuerdos, lo que sumado a que tanto la aproximación al lugar, la adopción del dispositivo como el posterior combate se ejecutaron durante la noche y bajo el fuego, las posiciones ocupadas fueron en muchos casos precarias, aprovechando las salientes rocosas del terreno.
La 1ra Sección sufrió especialmente dicha situación, dado que cubrió un frente no previsto por las tropas del Regimiento de Infantería Mecanizado 7, a cargo de ese sector originalmente. Dicha situación, como ya expresé, se vio agravada al concretarse el ataque principal enemigo por el flanco oeste, que incidió directamente sobre la Sección mencionada, la cual debió soportar la peor parte de la acción ofensiva. Tanto es así que, pese a los denodados esfuerzos realizados, ante el progreso del ataque que incidía con gran superioridad, el comandante de la Agrupación Ejército “Puerto Argentino” ordenó la ejecución de fuegos propios sobre el sector, en un intento de disminuir el ritmo de avance del enemigo o detenerlo si ello hubiera sido posible, con lo que dicho fuego incidió también sobre el sector de la 1ra Sección, con el consecuente peligro de batir a la propia tropa, riesgo que el mismo Comandante aceptó haber asumido.
Lo expresado busca evidenciar, en la medida de lo posible y dentro de la brevedad necesaria del relato, una situación que, para toda la reserva a pie y esa sección especialmente, resultaba crítica, les exigía una disposición especial y ponía a prueba las condiciones y cualidades de sus integrantes.
Cuando la situación se tornaba insostenible, después de recibir la orden de repliegue para la reserva a mis órdenes, impartí la misma orden a las secciones. Para la 1ra Sección resultaba más complicada su ejecución dado que se encontraba combatiendo en las distancias cortas, con un nivel de aferramiento importante y con riesgo de ser aferrada definitivamente.
En ese marco, su jefe el teniente Bertolini, transmitió a sus grupos la misma orden. El grupo al mando del sargento Cabrera combatía valerosamente con el enemigo bajo gran presión. Al recibir la orden, ante la dificultad de replegarse estando en contacto tan próximo con el enemigo, conocedor del riesgo de vida que implicaba para sus integrantes, dicho jefe de grupo no dudó y ordenó a sus soldados replegarse y permaneció en la posición a efectos de cubrirlos con sus fuegos y permitir que se rompiera el contacto.
En la ejecución de esta acción, mientras sus soldados lograron desprenderse, replegarse con el resto de la Sección y, de tal forma preservar sus vidas, el sargento Cabrera entregó la suya en defensa de sus hombres. Esta actitud, tan simple en su ejecución y tan grande en su trascendencia, es propia de un héroe de nuestra moderna historia militar, de un soldado cabal y de alguien que supo transformar en hechos su promesa de morir en cumplimiento del sagrado deber militar.
El sargento Cabrera entregó su vida en la forma en que lo hacen los grandes soldados. Ese hecho, nos muestra una grandeza de espíritu, una nobleza de alma, un espíritu de sacrificio, que sólo cabe en un corazón inmenso como el que tenía ese suboficial. Indudablemente, habrá quien piense que el sargento Cabrera cumplió con su misión, y eso es la auténtica verdad, pero no sólo cumplió con ella, sino que lo hizo ofreciendo a cambio su vida y logrando con ello preservar la de sus subordinados.
Habrá también quien piense que si esa es mi opinión, ¿porqué no se le otorgó al sargento Cabrera un reconocimiento a su valor?, la respuesta es simple, se llegó a conocimiento de su acción heroica mucho tiempo después de finalizada la evaluación de las conductas en la defensa de Puerto Argentino.
Esta falta de reconocimiento constituye una frustración para quien, como es mi caso, condujo a este valiente soldado en combate. Este relato, además de servir para difundir la conducta del sargento Cabrera, quiere ser asimismo, una forma de rendir tributo a su valentía, de expresar el orgullo que siento por haberlo tenido a mis órdenes, el agradecimiento eterno de quienes pudieron salvar sus vidas gracias a su sacrificio, y espero que también para que quienes lo lean compartan nuestro profundo reconocimiento e incorporen a sus plegarias una por el eterno descanso del alma de un verdadero soldado, el sargento Adolfo Luis Cabrera y otra por el bienestar de su señora esposa y de su hijo que entregaron a la Patria a su ser más querido.
Sargento de caballería Adolfo Luis Cabrera, descansa en paz, está seguro que has honrado la tradición de honor, valor y lealtad propia de los verdaderos soldados del Ejército Argentino, y con tu actitud eres ejemplo de virtudes militares.
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sábado, 4 de enero de 2025
2 de enero de 1833: La ocupación británica de las Malvinas
El día que los ingleses se apoderaron de las Islas Malvinas: un gobernador indeciso y un operativo de apenas quince minutos
Fue el 2 de enero de 1833. José María Pinedo no supo qué hacer ante el avance británico. Sin disparar un tiro ni poner en práctica la defensa que había planeado, vieron cómo arriaban la bandera argentina en un abrir y cerrar de ojos.Por Adrián Pignatelli || Infobae

Puerto Luis, en la época de la usurpación británica. Hasta 1845 funcionó como el principal poblado hasta que en esa fecha el puerto se trasladó a lo que hoy es Puerto Argentino
El teniente coronel de la marina José María Pinedo, de 38 años, era un veterano de las guerras de la independencia y de la del Brasil. Desde octubre de 1829 era el comandante de la goleta Sarandí y había llegado a las islas Malvinas en 1832. En la embarcación llevó al gobernador interino, el francés José Francisco Mestivier, ya que Luis Vernet se hallaba en Buenos Aires. El 30 de noviembre, luego de un motín, Mestivier sería asesinado y Pinedo quedaría como gobernador interino.
Hasta 1845 Port Louis, a unos 26 kilómetros al noroeste de Puerto Argentino, sería algo así como la capital de las islas. Tenía un puerto y allí se alojaba el gobernador, y las únicas visitas eran los buques pesqueros y balleneros de diversas nacionalidades que pululaban por esas aguas depredando la fauna.
El miércoles 2 de enero de 1833 por la mañana había aparecido frente a sus costas el buque de guerra Clio, de bandera británica.
Lo primero que atinó a preguntar Pinedo al capitán inglés John James Onslow es si había guerra entre Buenos Aires e Inglaterra. En definitiva, vivir en las islas lo había sometido a un alto grado de aislamiento en el que las noticias llegaban con meses de retraso.
La pregunta de Pinedo fue formulada luego que Onslow le informase que llegaba con órdenes superiores de tomar posesión del archipiélago, y que lo hacía en nombre del rey Guillermo IV.
Onslow obedecía órdenes de la estación naval de su país, asentada en Brasil. Allí había llegado el mensaje de Inglaterra de que el monarca vería con agrado el envío de un buque a las islas y que ejerciese la soberanía y su custodia. Sus instrucciones incluían la construcción de un fuerte, y que tal vez podría usarse los restos de la fortificación española de 1774. En caso de encontrarse con habitantes ingleses, debía censarlos.

Con sus órdenes precisas, Onslow partió de Rio de Janeiro el 29 de noviembre. El 20 de diciembre ingresó a Puerto Egmont. En las ruinas que allí encontró, el 23 izó la bandera con una inscripción en la que anunciaba la presencia del buque Clio con el propósito de ejercer la soberanía.
Fue recorriendo la costa sin hallar pobladores y así el 2 llegó a la altura de Puerto Luis, y ancló en la bahía.
El inglés le confirmó al sorprendido Pinedo que no había guerra y lo intimó a arriar la bandera argentina. También le pidió retirar las fuerzas militares y que abandonar las islas. En caso de encontrar resistencia, tenía la orden de actuar con la violencia necesaria.
Ante el ultimátum, Pinedo reunió a sus oficiales, la mayoría eran ingleses, salvo cuatro marineros y seis hombres “capaces de nada”, según declaró en Buenos Aires. El teniente graduado Roberto Elliot lo desmintió en parte al afirmar que todos eran estadounidenses salvo el piloto práctico, que sí era británico.

A las cuatro de la tarde, Pinedo los reunió a todos. Propuso resistir por diez días. Su objetivo era esperar la llegada de refuerzos desde Buenos Aires. Todos estuvieron de acuerdo menos Breman, el piloto práctico, que cumpliría con su tarea pero sin disparar contra sus connacionales.
Se ordenó zafarrancho de combate, y con el mayor de los sigilos se cargó la artillería con bala y metralla. Se repartieron armas y municiones a la tropa de tierra y a los colonos. Hasta se armó a los detenidos por el crimen de Mestivier. Elliot diría que “no hubo uno solo que no haya ido gustoso a desempeñar la parte que le tocaba”.
A las diez de la noche, Pinedo envió al buque inglés al teniente primero Mason y al propio Breman para comunicarle a Onslow que resistirían. Pero el mensaje no pudo ser entregado, ya que el capitán estaba durmiendo y no se lo podía molestar.
Pinedo repartió las municiones entre sus 44 hombres. La única nave de la que disponía era la goleta Sarandí, imposible hacerle frente a un buque de guerra, que la triplicaba en número de cañones y de hombres.
Decidió ir él a la Clío, y tampoco fue recibido. Hizo cuentas: con 44 hombres, debía defender su posición en tierra y combatir contra un buque que tenía el triple de artillería que la suya. Comprendió que todo era inútil.

El jueves 3 por la mañana embarcó a la tropa. Dejó en tierra al capataz Juan Simón al cuidado de la bandera argentina, que aún flameaba en el mástil. A las 9 aparecieron tres botes con ingleses. Se dirigieron al caserío, instalaron un nuevo mástil e izaron la bandera británica. Luego, Pinedo desde su barco vio como un oficial, acompañado por un soldado, arriaba la argentina y se la alcanzaba al buque.
El 4 de enero, a las cuatro de la tarde, sin haber disparado un solo tiro, Pinedo dejó las islas. Ese atardecer divisó por última vez las costas de Malvinas.
El 14 Onslow también partió rumbo al Río de la Plata. Dejó encomendado al despensero irlandés William Dickson -el súbdito más respetable que encontró y que originariamente había sido contratado por Vernet- para que todos los domingos izara la bandera. También debía hacerlo ante la presencia de algún buque.
El 15 de enero la Sarandí recaló en el puerto de Buenos Aires. “¡Viva la Fuerza!” tituló la Gaceta Mercantil, comentando que la ocupación había sido hecha “por el derecho del más fuerte” y que Pinedo había tenido que ceder ante “la razón de los cañones”.
Pinedo sería sometido a una corte marcial. Se defendió argumentando que no tenía instrucciones sobre cómo proceder en caso de ser atacado. Entre fusilarlo y expulsarlo, se decidió por lo último, pero por irregularidades en el proceso, el fallo fue anulado y meses después se integró al ejército. Murió en 1885.
Manuel Vicente Maza instruyó a Manuel Moreno, enviado extraordinario y ministro plenipotenciario en Gran Bretaña a “refirmar la protesta presentada oportunamente en Buenos Aires”. Moreno presentó el primer alegato de defensa de los derechos argentinos (“una memoria de protesta”) el 17 de junio de 1833 al vizconde Palmerston. Fue un documento muy importante por el número de detallados antecedentes que reafirmaban la soberanía argentina. Al día siguiente hizo publicar en el Times un comunicado del gobierno argentino, y mandó traducir la protesta al inglés y al francés.
Fueron unos fatídicos quince minutos, que es lo que duró el cambio de banderas, con redobles de tambores incluidos en ese humilde caserío de Port Louis donde en sus tierras se crían ovejas entre ranchos y construcciones convertidas en ruinas.
jueves, 2 de enero de 2025
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