"EL PRIMERO Y EL ULTIMO"
Testimonio del Com.(R) Roberto F. Mela
El Com. (R) Roberto F. Mela se desempeñó como navegador de aviones C-130 Hercules durante el conflicto de Malvinas. Fue el único oficial superior de la FAA que integró en forma regular tripulaciones de aviones en zona de combate, recibiendo por su actuación la medalla La Nación Argentina al Valor en Combate.
"Yo era comodoro recién ascendido y estaba finalizando el Curso Superior de Conducción en la Escuela Superior de Guerra Aérea, cuando el 30 marzo del ‘82, el Com. Carlos Beltramone, con quien había volado muchísimo, me notificó que habría un vuelo secreto en los próximos días y que me había pedido como su navegador. Pero no me dio más detalles, sólo que debía presentarme en El Palomar (sede de la I Brigada Aérea) el 1º de abril por la tarde.
En esa reunión previa al vuelo, o briefing, nos enteramos que al día siguiente se iba a realizar la ocupación de Malvinas. Aparte de lo que uno pudiera pensar política o estratégicamente, todos estábamos muy emocionados. Además, esto significaba que la Fuerza Aérea Argentina iba a realizar su primera experiencia bélica real.
Yo era el navegador de ese avión, el primero que tenía que aterrizar en Malvinas, el TC-68 con el indicativo Litro Uno. El vuelo transcurrió en calma, aunque no sin cierta tensión, ya que sabíamos que no estábamos a cubierto total y que la operaclón no dejaba de ser riesgosa. Ya cerca de las islas y cuando casi amanecía, nos pusimos en contacto radial con los buques de nuestra flota, que nos dijeron que debíamos aguardar porque la situación todavía no era clara y que aún se combatía en las cercanías del aeropuerto. Establecimos entonces un punto de espera al este de la capital de las islas y ahí estuvimos orbitando casi dos horas.
A las 8:43 del 2 de Abril tocamos tierra malvinense sin novedad. Por mi parte, emocionado al extremo, descendí del avión y me dirigí rápidamente al edificio de la estación aérea. Ahí encontré la bandera principal del hasta ese momento llamado Aeropuerto Stanley, de grandes dimensiones y en buen estado de conservación. Era el primer trofeo de guerra tomado por la Fuerza Aérea Argentina en acciones bélicas reales. Actualmente dicho trofeo se encuentra enmarcado en el Salón de Honor del Cuerpo de Cadetes de la Escuela de Aviación Militar.
Al Escuadrón C-130 Hercules le cupo el privilegio de protagonizar el primer aterrizaje de un avión argentino en las Malvinas después del desembarco, el mismo 2 de Abril. Pero el azar quiso que también cumpliera el último operativo desde el aeródromo de Puerto Argentino, en la noche del 13 de junio, prácticamente a horas de la rendición.
El 13 de junio a las 15:20 h despegamos de Comodoro Rivadavia con el TC-65 con indicativo Pato, rumbo a Puerto Argentino.
Todo transcurrió normalmente, salvo la habitual tensión, y cuando estábamos a unos 30 km de nuestro destino pudimos ver desde la cabina una extraordinaria luminosidad, ya había oscurecido, al oeste de la capital isleña, producto del bombardeo de artillería y de las bengalas. Nos pusimos en contacto radial y nos autorizaron a entrar. En ese momento dijimos "estamos locos, pero entremos". Es que llevábamos un cañón de 155 mm para el Ejército, su munición y personal de relevo de nuestra artillería antiaérea, todo lo cual sabíamos era muy necesario.
Ya en tierra nos dirigimos al extremo de pista más cercano a Puerto Argentino, donde habitualmente hacíamos las descargas, pero nos dijeron que fuéramos al otro porque ahí ya caían algunas granadas. Así que dimos media vuelta y fuimos a la otra cabecera.
Súbitamente ¡alerta roja!: una patrulla de Harrier se acercaba al lugar. Llegó la orden terminante de evacuar el Hercules, por lo que cortamos motores y corrimos, en plena oscuridad, a buscar refugio a los lados de la pista. Permanecimos casi una hora esperando un ataque que al final no se produjo. Exactamente a las 20:30 h nos avisó el radar de Malvinas que los Harrier se habían alejado y nos ordenaba despegar de inmediato. Corrimos hasta el avión, pusimos en marcha los motores en tiempo récord, un rápido carreteo por la pista sembrada de esquirlas y a las 20:35 estábamos en el aire con nuestra carga de casi setenta evacuados, entre ellos dos periodistas de la televisión argentina.
Cuando salimos nos pegamos tanto al agua que el altímetro marcaba por debajo de cero. No sé cómo hicieron los pilotos (los entonces capitanes Víctor Borchert y Hernán Daguerre), pero una vez en el aire nos sentíamos más confiados porque estábamos en nuestro elemento. Aterrizamos en los primeros minutos del 14 de junio, poco más de nueve horas después de la partida. Dormimos algunas horas y al despertar nos enteramos de que Puerto Argentino había caído.
Reflexionando, a dos décadas del conflicto, puedo decir que fue para mí un gran privilegio haber intervenido en él, máxime con la jerarquía que tenía en ese entonces. Tengo paz en el alma y satisfacción por lo que hizo la FAA, reconocido por neutrales y enemigos. Fuimos superados, pero debemos recordar que el arte de vencer se aprende en las derrotas, siendo por ello preferible la pérdida sentida antes que la ganancia vergonzosa. Nosotros fuimos al campo de batalla a buscar nuestra propia fortaleza, y si el presentimiento es un mensaje que nos manda el futuro, sabemos que la vida es una misión y al morir esa misión se transmite a nuestros hijos. Por eso, la razón acabará por tener razón: "Las Malvinas serán argentinas"
No hay comentarios:
Publicar un comentario