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martes, 23 de septiembre de 2025

Las dudas británicas sobre su derecho sobre las islas

Cuando los ingleses dudaron de sus derechos

Juan Archibaldo Lanús

Fuente



Fue en el año de la celebración del primer Centenario de la Revolución de Mayo cuando un experto de la Secretaría de Asuntos Extranjeros del Reino Unido produjo un documento que ponía en duda la solidez de los derechos de ese país sobre las Malvinas y las demás islas del Atlántico Sur. Nuestro deber es rastrear todos los antecedentes que permitan reforzar la legitimidad del reclamo de soberanía sobre las islas que la Argentina ha repetido desde 1832.

"El gobierno de Su Majestad no tiene dudas de sus derechos soberanos sobre las..." era la frase ritual que todos los representantes del Reino Unido pronunciaban como réplica a cualquier reclamo argentino sobre las Islas Malvinas.

Sin embargo, no fue siempre así. Hace casi cien años, un estudio histórico del Foreign Office puso en duda los derechos aducidos por los sucesivos gobiernos británicos. Un estudio producido por Gaston de Bernhardt fue el documento básico que el Foreign Office (Secretaría de Asuntos Exteriores) utilizó para definir la política inglesa.

Años más tarde, la opinión de otro experto de la Secretaría de Asuntos Exteriores suscitó una tensa controversia en el Royal Institute of International Affairs. En mi libro Aquel apogeo. Política internacional argentina 1910-1939, hago referencia a estos dos documentos, cuyo valor radica en constituir la opinión de dos especialistas ingleses.

El informe de Gaston de Bernhardt

El primer documento interno del Foreign Office, donde se hace la historia del conflicto y se resumen los principales títulos y argumentos que asisten a Gran Bretaña y a la Argentina, fue producido por Gaston de Bernhardt el 7 de diciembre de 1910.

El informe evoca el descubrimiento de las islas, la ocupación francesa en Puerto Luis en 1764, la ocupación española a partir de 1771, el "acuerdo secreto" entre España y Gran Bretaña y, finalmente, el abandono inglés y la permanencia de los españoles sin que "ninguna objeción parece haber sido hecha por parte de Gran Bretaña en ningún momento a la posesión de la Isla Soledad por los españoles, quienes continuaron en ejercicio pacífico de todos los derechos de la soberanía, no sólo sobre las Islas Falkland (Malvinas), sino sobre todo el grupo", según el informe secreto de Bernhardt.

Gaston de Bernhardt, más que un jurista, era un historiador, pero sus puntos de vista tuvieron la virtud de ser el primer estudio estructurado que durante mucho tiempo sirvió como documento base para la reflexión en el Foreign Office. Este documento fue retirado del Public Record Office luego de la guerra de las Malvinas y ya no está accesible.

Poco tiempo después, en 1911, el Secretario de Estado asistente, Ronald Campbell, retomó el estudio de Bernhardt y señaló los "puntos débiles" de la posición británica. Luego de repasar el traspaso de Gran Bretaña a España, los acuerdos y declaraciones sucesivas, Campbell afirmó que la evacuación británica —a pesar de la indignación que provocó entre los ingleses— fue considerada "un abandono para siempre de nuestros derechos al grupo".

Señala, además, que las islas fueron ocupadas "por las Provincias Unidas de Buenos Aires como sucesoras del título de España, de quien la colonia acababa de ganar la independencia".

El debate sobre los títulos y derechos ya estaba instalado en el Foreign Office, donde otros documentos internos evaluaban las debilidades y fortalezas de los argumentos ingleses. En uno de esos documentos, producido en 1936 por el jurista G. Fitzmaurice, quien luego sería juez de la Corte Internacional de Justicia, se lee de su propia mano:

"Nuestro caso tiene ciertas flaquezas".

Dudas en el Foreign Office

Un documento interno "muy confidencial" de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Reino Unido, del 8 de diciembre de 1927, reconoce:

"Durante más de un siglo, la Argentina ha reclamado que las Islas Falkland (Malvinas) constituyen territorio argentino..."

Más adelante, el documento menciona que "la Argentina también presenta reclamos sobre las Orcadas del Sur y Georgias del Sur".

Hacia 1927, los británicos estaban preocupados por la posibilidad de que el Gobierno argentino planteara el conflicto de soberanía ante la Unión Panamericana, lo cual representaba para ellos una perspectiva inquietante. Se trataba de una posible presentación en la Conferencia Interamericana que tendría lugar en La Habana.

Por otro lado, el embajador británico Howard había confirmado que el Departamento de Estado en Washington estaba al corriente de la cuestión.

La estrategia británica ante la disputa

La preocupación británica no se limitaba a la hipótesis de hostilidades diplomáticas por parte de la Argentina, sino al hecho de que "la historia inicial de la ocupación británica de las Islas Falkland (Malvinas) ha sido en cierto sentido confusa", como expresa un memorándum "muy confidencial" del Foreign Office firmado por C. J. W. Torr.

Sir Malcolm Robertson, quien había sido embajador británico en Buenos Aires, manifestó en repetidas oportunidades una opinión negativa sobre el presidente argentino Marcelo T. de Alvear, a quien consideraba "débil" e incapaz de defender los intereses nacionales. En contraste, tenía esperanzas en Hipólito Yrigoyen, de quien creía que tenía una actitud más amistosa hacia Gran Bretaña.

En un informe de 1928, Robertson escribió:

"Con relación a las Islas Falkland, he considerado siempre, desde la lectura del memorándum Bernhardt de 1910, que nuestro reclamo sobre las islas era, ciertamente, muy débil. Se parte de la base de un hecho de fuerza y nada más."

El embajador británico concluía que la ocupación de las islas era más fuerte que cualquier cantidad de comunicaciones diplomáticas, y que cualquier insistencia en el tema por parte de Argentina podía empujar el conflicto hacia la Corte Internacional de Justicia en La Haya.

Dudas en el Royal Institute of International Affairs

En 1936, cuando el Royal Institute of International Affairs preparaba un estudio sobre América del Sur, consultó al Foreign Office sobre cómo abordar el tema de las Islas Malvinas.

El director del proyecto, Martin Wright, envió un primer borrador que afirmaba:

"Gran Bretaña anexó las Islas Falkland de la Argentina en 1833 y siempre desde entonces estuvieron bajo su dominio, no obstante frecuentes reivindicaciones de la Argentina."

Sin embargo, en reuniones internas del Foreign Office, surgieron fuertes dudas sobre la legitimidad histórica de la ocupación. En una minuta fechada el 14 de octubre de 1936, se lee:

"No es fácil explicar nuestra posición sin mostrarnos a nosotros mismos como bandidos internacionales."

Finalmente, después de largas discusiones, se modificó el texto para reflejar una versión más diplomática y menos comprometida.

El embajador británico Henderson concluyó en 1937 que:

"La legitimidad de la pretensión británica sobre las Islas Falkland (Malvinas) no parecía, en el momento actual, una cuestión insuperable."

La estrategia británica, en consecuencia, era clara: mantener la ocupación y minimizar el debate.

La documentación histórica demuestra que incluso dentro del propio Foreign Office, existían dudas sobre la legitimidad del reclamo británico sobre las Islas Malvinas. Sin embargo, la política británica fue persistente: consolidar la ocupación y evitar cualquier discusión que pudiera debilitar su posición ante la comunidad internacional.


Notas al pie

1 Memorándum de Gaston de Bernhardt del 7 de diciembre de 1910 (F.O. 881/9755). Fuente: Ferrer Vieyra, Enrique. “Notas sobre documentos del Foreign Office referentes al conflicto Malvinas”. En: La política internacional, el derecho y el territorio nacional, Córdoba, El Copista, 1999.
2 Memorándum de R. Campbell, Secretario de Estado Asistente, 1911. (F.O. 371/1288). Fuente: ídem nota anterior.
3 Memorándum de John W. Field del 29 de febrero de 1928 (F.O. 37/12735/13336). Memorándum de A. F. Orchard del 3 de diciembre de 1928 (F.O. 371/12736/136168). Memorándum de G. Fitzmaurice del 6 de febrero de 1936 (F.O. 371/19763). Fuente: FerrerVieyra, Enrique, ídem nota 4.
4 Memorándum “Muy Confidencial” de C. J. W. Torr al gabinete del Secretario de Relaciones Exteriores Británico, Foreign Office, 8 de diciembre de 1927. P.R.O. / F.O. 371/11959. Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain del 27 de enero de 1928. P.R.O. / F.O. (A 1312/1312/2).
5 Memorándum confidencial suscrito por (Sd) H. H. del 24 de octubre de 1927. P.R.O. / Informe Anual 1927 de Robertson a Chamberlain citado en nota 7.
6 Telegrama secreto Nº 6 Memorándum citado en Nota 7.
7 Nota de sir Malcolm Robertson a The Right Hon. sir R. C. Lindsay del Foreign Office del 3 de noviembre de 1928. P.R.O. / F.O. 371/12737.
8 Informe Anual 1927 citado en nota 7.
9 Informe Anual 1934 de Chilton a sir John Simon del 22 de enero de 1935 (punto 38). P.R.O. / F.O. 371/18636 (A 1989/1989/2).
10 Informe Anual 1936 enviado por el embajador Henderson a sir Anthony Eden el 26 de enero de 1937. P.R.O. / F.O. 371/20508 (A 1665/1665/2).
11 Ídem nota anterior.
12 Nota Confidencial de sir Anthony Eden al embajador Henderson del 28 de agosto de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 6461/889/2). La nota de referencia contiene además de los párrafos citados las siguientes consideraciones:

“En primer lugar, cien años de posesión, bajo disputa o no, constituye dentro de la ley internacional, título suficiente de soberanía sobre las islas de tal manera que por esta vía se correría mucho menor riesgo en caso de que la legitimidad del título no sea reconocida por la Corte Internacional Permanente de Justicia o por un tribunal internacional. Mientras tanto, el paso de los años, circunstancia a la que se agrega la celebración del centenario de la ocupación inglesa, consolida a su favor la causa del Gobierno de Su Majestad. Al mismo tiempo, existe razón para dudar si, verdaderamente, la Argentina ha mantenido siempre con algún fundamento el reclamo de las islas. Durante los intercambios diplomáticos del año 1833 el caso parecía haber sido fundado sobre la base de erróneos antecedentes de ambas partes. Parecería que los sucesos en el siglo XVIII fueron irrelevantes dado que las islas estaban totalmente desocupadas en 1811, lo cual otorgaba en aquella época fundamento para considerárselas res nullius, o sea, abierta a la posibilidad de ocupación por parte de cualquier estado. Además, a menos que la ocupación del corsario Vernet, a quien el Gobierno argentino trató de investir sin éxito bajo su autoridad, permite nuevamente llegar a la conclusión que las islas eran res nullius al momento de la nueva ocupación inglesa en el año 1832”.

13 Carta de The Royal Institute of International Affairs, Chatham House, del 8 de septiembre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763.
14 Minutas del 14, 16 y 17 de octubre de 1936 “Reclamo Argentino”. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2).
15 Carta de sir Stephen Gaselee a Martin Wright, del Royal Institute of International Affairs, del 22 de octubre de 1936. P.R.O. / F.O. 371/10763 (A 8083/889/2).
16 Informe Anual 1936 de Henderson a Eden, enviado por nota del 26 de enero de 1937.
P.R.O. / F.O. (A 1665/1665/2).
17 Informe Anual 1934 citado en nota 13.
“Llamadas por los franceses Malouines y por los españoles Malvinas fueron descubiertas por John Davis en el buque “Desiré” el 14 de agosto de 1592. Fueron vistas por Sir Richard Hawkins el 2 de febrero de 1594 y visitadas por varios holandeses... El Capitán Strong a bordo del “Welfare” navegó a través de las islas principales y llamó al pasaje... Falkland Sound en memoria de los conocidos realistas Lucios Cary, Lord Falkland, muerto en la batalla de Newbury en 1643. De allí las islas tomaron luego ese nombre.
Aún como no lo fue antes de 1745”.
“El primer asentamiento en las islas fue establecido en 1761 por Bougainville en nombre del Rey de Francia...” Al año siguiente el Capitán Byron tomó posesión de la Isla Falkland del oeste y dejó una pequeña guarnición en Puerto Egmont en la Isla Sounders…”. Los españoles celosos de las interferencias de otras marinas en las Orcadas del Sur, compraron a los franceses el asentamiento en Puerto Luis, que rebautizaron por Soledad en 1766 y en 1770 por la fuerza, de Puerto Egmont expulsaron a los británicos.
“La acción española llevó a otros países al borde de la guerra. El establecimiento fue restituido, no obstante, a Gran Bretaña en 1771, pero... en 1771 fue abandonado voluntariamente... Las islas aparentemente quedaron sin una ocupación permanente y sin solicitantes hasta que en 1820, Luis Vernet gozando de la protección del Gobierno de la República de Buenos Aires, instaló una colonia en Puerto Luis. “... Finalmente, en 1833, Gran Bretaña que nunca había renunciado a su reclamo de soberanía sobre  las islas Falkland, expulsó a los citados argentinos y colonizadores que aún quedaban en Puerto Luis y reasumió la ocupación, que se ha mantenido sin interrupción hasta el presente”.



jueves, 11 de septiembre de 2025

La historia de Cachón y Weston: Amistad tras la tragedia



Llévelos a la Gloria

La historia del Capitán Carlos Cachón 🇦🇷


El cielo retumbaba con el rugido de los motores. A miles de metros de altura, sobre el Atlántico Sur, ocho cazabombarderos A-4B Skyhawk atravesaban las nubes con un solo propósito: hundir los buques enemigos en Bahía Agradable. No había dudas, no había miedo, solo una misión que debía cumplirse.

Era el 8 de junio de 1982, y la guerra de las Malvinas estaba en su punto más álgido. En tierra, en el mar y en el aire, argentinos y británicos peleaban con el corazón encendido, con la convicción de que cada bala, cada bomba y cada maniobra aérea significaban algo más grande que ellos mismos. La escuadrilla "Dogo", comandada por el capitán Pablo Carballo, volaba rumbo al enemigo cuando, de repente, su avión presentó una falla en el sistema de aceite. Su destino ya no era la gloria del combate, sino el regreso obligado a la base. Pero antes de irse, dejó en su reemplazo a un joven teniente, un hombre cuyo nombre quedaría marcado en la historia: Carlos "Coral" Cachón.

"Coral, a partir de este momento usted queda al mando de la escuadrilla."

"¡Enterado, señor!"

"¡Llévelos a la gloria!"

Tres palabras. Un mandato. Un destino.

Desde ese instante, el teniente Cachón, junto con el alférez Leonardo Carmona y el teniente Carlos Rinke, surcó el cielo con la determinación de quien sabe que su vida y la de sus compañeros penden de cada decisión que tome. Los británicos estaban descargando tropas en la costa. Los buques enemigos eran grandes, imponentes, pero no intocables. El Sir Galahad, un nombre que evocaba la leyenda del caballero más puro de la Mesa Redonda, se encontraba a su merced.

Los aviones se abalanzaron sobre él como halcones hambrientos. Cachón y su escuadrilla soltaron sus bombas y vieron cómo impactaban en el blanco. El fuego se desató con furia, envolviendo el buque en una columna de humo negro y espeso. A bordo, el caos era absoluto. Los hombres británicos se lanzaban al agua, algunos con salvavidas, otros sin ellos. La muerte y la supervivencia pendían de un hilo. El ataque fue certero.

Aquel día quedaría marcado como "el día más negro de la flota británica". El Sir Galahad, el caballero de acero y metal, había caído. Pero la guerra nunca otorga victorias sin cicatrices, y la gloria nunca llega sin su contraparte de tragedia.


El otro rostro de la guerra

A bordo del Sir Galahad, un joven infante de marina británico vivía su peor pesadilla. Simon Weston tenía 20 años cuando su mundo estalló en llamas. El fuego consumió su cuerpo, dejándolo con quemaduras que le costarían más de 80 cirugías reconstructivas y un dolor que lo acompañaría el resto de su vida. Su rostro, irreconocible tras la devastación del ataque, se convirtió en el símbolo del sacrificio británico en la guerra de las Malvinas.

Pero el destino no había terminado su labor. Décadas después, la vida cruzaría nuevamente a estos dos hombres que alguna vez fueron enemigos en el campo de batalla. En un acto que pocos entenderían, Carlos Cachón y Simon Weston se miraron a los ojos, no como adversarios, sino como dos soldados marcados por el mismo evento.

Weston, un hombre que sufrió en carne propia los horrores de la guerra, sorprendió al mundo cuando declaró:

"Carlos es un hombre honorable. Él hizo su trabajo con honor en la guerra y jugó un papel crucial en mi vida. Cambió su curso para siempre. No estoy agradecido por mis heridas, pero los dos estuvimos ahí por razones profesionales. Él atacó primero, pero si yo hubiera tenido la oportunidad, lo habría hecho. Para eso fuimos entrenados. Ni él ni yo elegimos el rol que tuvimos en la guerra."

En esas palabras, había algo más grande que el resentimiento o el rencor. Había comprensión. Había humanidad. Porque la guerra no es un choque de buenos contra malos. Es la tragedia de dos bandos que creen luchar por lo correcto, pero que en el fondo son lo mismo: jóvenes con sueños, con familia, con una vida que quedó en pausa para pelear por su patria.

Weston añadió algo más, algo que resonaría como un eco en la conciencia de todos los que han pisado un campo de batalla:

"No hay ganadores en una guerra. Pienso que todos somos perdedores porque debemos hacerla."




Una lección de vida y patriotismo

Carlos Cachón no solo vivió la guerra. La cargó sobre sus hombros mucho después de que los combates hubieran terminado. No solo tuvo que enfrentar el peso de haber cumplido su misión con éxito, sino también el de haber dejado una huella imborrable en la vida de quienes estaban del otro lado. Ser un héroe no es solo una medalla en el pecho. Es cargar con el peso de la historia, con la certeza de que lo que hiciste jamás podrá deshacerse.

Y Weston, por su parte, convirtió su tragedia en una voz de paz. En lugar de aferrarse al odio, eligió el camino más difícil: reconocer la humanidad de su adversario y aceptar la realidad de la guerra sin buscar culpables individuales.

La historia de estos dos hombres no trata solo de una batalla. No es solo la historia de un piloto argentino que cumplió su misión con valentía ni de un soldado británico que sobrevivió contra todo pronóstico. Es la historia de la guerra misma, de cómo transforma a quienes la pelean y de cómo, al final del día, nos recuerda que en ambos lados del campo de batalla hay hombres con corazones que laten igual.

En cada guerra, hay dos verdades que se entrelazan: el sacrificio y el honor. El sacrificio de los que quedaron atrás y el honor de quienes, aún en el enfrentamiento más cruento, nunca olvidan la dignidad del enemigo.

El grito de "¡Llévelos a la gloria!" sigue resonando en el viento, pero su eco no es solo de victoria. Es un recordatorio de que, más allá de las banderas y las fronteras, todos los que han combatido han sido marcados por la misma verdad: la guerra cambia a los hombres para siempre.

Y esa, quizás, sea la lección más dura de todas.



Fuente:"Experiencia de Halcón ",Rosana Guber.
mary meb /Espacio Malvinas

martes, 9 de septiembre de 2025

Piloto de combate: Guillermo Anaya, el principito del CAE

 

El Top Gun de Malvinas: las increíbles misiones del helicopterista que apodaron “el principito”

Guillermo Anaya era teniente de la aviación de Ejército. Cuando comenzó la guerra estaba en una silla de ruedas producto de un grave accidente en moto. Tenía 8 implantes óseos, una placa con doce tornillos y una larga recuperación. Pero hizo todo para ir a la guerra. “Era mucho más fácil aguantarme el dolor en la pierna que la humillación de faltarle a la Patria”, dice. La patrulla que salvó de una muerte segura y sus días de prisionero en Malvinas


Guillermo Anaya era teniente de la aviación de Ejército

De todos los helicópteros que yo veía operando en Malvinas, había uno que se destacaba por lo acrobático de sus evoluciones en el aire. Lo comandaba Guillermo Anaya. Me intrigó. ¿Por qué piloteaba de esa manera tan temeraria y volando tan bajo? Pues porque el teniente de Aviación de Ejército consideraba que cuando la tropa oye sonar tan fuerte las palas sobre sus cabezas, cobra aliento y se fortalece: sabe que está protegida desde arriba. Y además porque al volar a tan corta distancia del suelo, realizando maniobras bruscas, le impedía al enemigo centrar la puntería.

Otra cosa que me llamó la atención de este piloto es que ostentaba una fuerte renguera. No era para menos: al inicio de la guerra se encontraba en silla de ruedas, producto de un grave accidente de moto que le había volado el fémur. Debía permanecer todo un año sin tocar el piso, por cuanto tenía ocho implantes óseos y una placa con doce tornillos. Recién después de ese lapso se iba a saber si volvería a caminar o no. Pero el “Navy” Anaya igualmente quería ir a la guerra.

“El país gastó un montón de plata en capacitarme, por si alguna vez me necesitaba”, rememora. “Como ese día llegó, le supliqué a mi padre que diera la orden de que me envíen al frente. Y si no me quieren confiar una aeronave, que me dejen batirme como infante. No quería perder la oportunidad de ofrecer mi vida. Era mucho más fácil aguantarme el dolor en la pierna que la humillación de faltarle a la Patria. No lo hubiera podido soportar”.

Los dolores eran tan fuertes, que los comandos no pudieron menos que notar el sufrimiento que le causaban. Y por eso le cedieron una de sus motos Kawasaki Enduro, que Anaya usaba para moverse cuando no estaba volando.

El helicóptero del teniente Anaya en las islas (foto Guillermo Anaya)

A pesar de su corta edad, el teniente ya había entrenado mucho con las fuerzas especiales, y eso le permitía realizar maniobras dignas de Hollywood. Por ejemplo, tras producirse el golpe de mano británico contra nuestra base en la Isla Borbón, debía llevar hasta allí a un grupo de comandos que se encontraba en San Carlos. Pero no tenía suficiente combustible como para detenerse a recogerlos. Lo que hizo entonces Anaya, fue pasar en vuelo rasante, haciendo deslizamiento con los esquíes, entre dos líneas paralelas de combatientes, que iban lanzándose dentro del helicóptero. Ninguno de los 11 comandos dejó de embarcar…

Había comenzado su carrera en la Escuela Naval Militar, pero advirtió que le daban un trato de privilegio por ser hijo del comandante de la fuerza. “Me di cuenta que si me pasaba eso siendo cadete, toda mi carrera iba a ser ‘el hijo de’, en vez de ser yo mismo; y me fui al Ejército”.

Te metiste –y de motu proprio– en los berenjenales más peligrosos durante la guerra. Pero siempre te fue bien…

—Es que tuve la suerte de llevar de copiloto a Dios. Él me decía lo que debía hacer.

—¿Cómo es eso?

—Hay cosas inexplicables que suceden en una guerra. Me tenían que haber derribado en más de una oportunidad. ¿Porqué no pasó? Hay una sola respuesta: Dios tiene escrito el día y la hora de cada uno. Uno tiene una misión en la Tierra y hasta que no esté cumplida no va a tener el derecho de estar al lado de Él. Dios es quien determina qué, cuándo y cómo. Cuando la lógica era que te derriben, Él te decía: “Aplicá una palancazo a la derecha, ponelo en 90 grados y y mandalo en descenso”. Y la ráfaga de cañón pasaba por detrás. Cuando no hay explicación lógica, como cristiano pienso que Dios todavía tenía algo importante para uno hacia el futuro. Y nosotros orábamos muchísimo. Los oficiales de Aviación de Ejército a menudo nos juntábamos por las noches y rezábamos el Rosario. Era una necesidad que uno tenía de pedirle a Dios que sea generoso. No para que no te maten, sino para que -si debo morir- que sea en gracia de Dios.

—Tu camarada, el teniente primero Buschiazzo, no tenía que salir en la misión de rescate del pesquero Narwal, y fue igual, a sabiendas que era una misión suicida. ¿Cómo se explica esa actitud?

—Eso es ser un buen oficial. Vos no vas a combatir si sabés que ganás. Vas a combatir porque es tu deber. Y en ese caso era una posibilidad de salvar vidas, remota, pero había que aprovecharla. No hay cosa más importante que no pensar en uno mismo, sino en el otro.

Guillermo Anaya junto a sus compañeros (foto Guillermo Anaya)

Pensar en el otro, es lo que Anaya hizo durante toda la guerra. En una oportunidad, cuando le dieron la orden de llevar alimentos a primera línea en los Montes Longdon y Twelve O’clock, descubrió que sólo se trataba de un par de bolsas de porotos y garbanzos. ¡Para dos regimientos! Indignado, el piloto le dijo al subteniente de Intendencia José Luis Parra: ‘¿Usted sabe manejar una MAG? Suba, que va a volar conmigo como artillero de puerta. Y si me derriban, y muero con mi mecánico, ¡también va a morir por lo menos uno de Intendencia! Voy a llevarles comida a mis soldados”.

Cuando despegaron con rumbo norte, vieron a un montón de ovejas en el campo. Estaba terminantemente prohibido tocarlas -el generalato protegía los intereses de los kelpers más que los de sus propios hombres- pero Anaya comenzó a dar vueltas alrededor de los animales para agruparlos y cuando estaban bien juntos, le dijo a Parra: “¡Saque el seguro, fuego libre, mate a todas las ovejas!

Cuando habían caído todas, aterrizaron y las cargaron, llenando la aeronave hasta el techo. Tras lo cual volaron directamente hasta las posiciones argentinas y comenzaron a pasar sobre ellas tirando ovejas. Como maná del cielo para los soldados.

Apenas volvieron, un jeep estaba esperando a Anaya para llevarlo en presencia del general Jofre.

—Anaya, ¿usted estaba volando recién?

—Si, mi general.

—¿Usted estuvo matando ovejas?

—No, mi general.

—Sin embargo, un kelper ha denunciado que le mataron todas las ovejas, y el único helicóptero que había en vuelo era el suyo.

—¡No me diga, mi general! ¿Eran ovejas? Yo divisé tropas británicas con uniforme de invierno y ordené hacer fuego, pero no corroboré las bajas.

—¡Ahora retírese, Anaya! Pero cuando volvamos al continente, lo espera un tribunal militar.

La amenaza no hizo mella alguna en el espíritu del joven oficial. Siguió incumpliendo órdenes, cada vez que las consideraba erróneas. Y su preocupación principal siempre fueron los soldados rasos.

“Primero me matan a mí, antes de que me toquen un subalterno”, decía Anaya, a quien habían apodado “el Principito”

Durante el repliegue del Regimiento 4, el teniente advirtió que una patrulla de correntinos estaba abandonada a su suerte, los Ava Ñaró, “Indios Bravos”, como se hacían llamar, comandados por un cabo, que habían estado en calidad de observadores adelantados y los habían dejado como apoyo de fuego durante la retirada. “¡Los van a matar a todos!”, pensó Anaya y puso en marcha las turbinas, cosa que tenía prohibido hacer. Al encontrarlos en el Monte Low, vio que no entrarían en el UH1H Bell, ya que eran quince. Abnegadamente, el cabo ofreció que se quedaría. “¡Salimos todos o no sale nadie!”, tronó Anaya. “Tiren todos los equipos, métanse en la máquina, y los que no entren, párense arriba de los esquíes. A esos de afuera, los de adentro agárrenlos de las chaquetillas, para que no se me caigan.” Así, asemejándose a un panal de abejas volador, el helicóptero regresó sano y salvo a Puerto Argentino.

“Primero me matan a mí, antes de que me toquen un subalterno”, me decía Anaya, a quien habían apodado “el Principito”. Y lo probó literalmente, estando prisionero. El teniente observó que uno de los guardias estaba agarrando del pelo a su mecánico Carlos Corsini, irritado porque el suboficial argentino no entendía sus órdenes en inglés. “No toleré ese maltrato, esa humillación, fue más fuerte que yo y agarré a trompadas al brit”, cuenta Anaya.


El capitán Guillermo Anaya, el coronel Geoffrey Cardoso, el general de Brigada Sergio Fernández -también Presidente de la Asociación de Veteranos de la Guerra de Malvinas-, el comodoro Luis Puga, el Comodoro Héctor Sánchez -piloto del II Escuadrón del Grupo 5 de Caza en Malvinas- y su esposa Inés en una reunión de veteranos ingleses y argentinos que se hizo en marzo de 2022 (Foto: Franco Fafasuli)

De más está decir que inmediatamente le cayeron encima todos los ingleses presentes. Y no sólo le rompieron tres costillas, sino que después lo metieron en una jaula durante cuatro días, sin comida ni agua. El teniente caminaba en círculos durante toda la noche para no morir de hipotermia y se echaba a dormir, cuando llegaba la luz. Trasladado luego a las cámaras frigoríficas de San Carlos junto a los demás prisioneros, su estado era tan calamitoso, que la Cruz Roja estaba dispuesta a evacuarlo al continente sin mayor demora. Pero Anaya se negó tajantemente: no se iría, si no evacuaban también a sus cinco suboficiales. “No los iba a dejar solos. Fui educado en códigos de honor”, me explica, como si ello no fuera harto evidente.

“Y el honor no tiene precio”, subrayó. A tal punto, que después de la guerra, teniendo el grado de capitán, pidió el retiro para no tener que cohonestar los chanchullos de ciertos superiores.

Estas son sólo algunas de las aventuras corridas por el Top Gun de los helicopteristas argentinos en la Gesta de Malvinas. Para reflejarlas todas probablemente haría menester un libro.


viernes, 5 de septiembre de 2025

Mochilas británica y argentina


Mochilas británicas y argentinas

Por Jorge Buzzi


El tema mochilas en el conflicto del 82 es bastante complejo debido a la variedad de modelos utilizados en ambos bandos. Por el lado Argentino, si bien pocos efectivos las tuvieron, fueron muchos modelos distintos, el lado Británico las usó masivamente y también fueron varios los modelos empeñados en la campaña. Una de las diferencias más notables en las mochilas de ambas fuerzas fue su capacidad, las Brit de entre 100 y 120 litros, las nuestras digamos que la de máxima capacidad fue de unos 50 litros.
En las imágenes muestro la mochila que utilizaron los Royal Marines en Malvinas (un trasto de 120 litros de cabida) y su uso por parte de estos.



miércoles, 3 de septiembre de 2025

La campaña de Malvinas (y la odisea de Philippi)

La campaña de las Malvinas

Por el Dr. Robert L. Scheina || Mayo de 1983 || Proceedings || Vol. 109/5/963
Naval Institute


Cuando Proceedings publicó su primer número sobre las marinas internacionales hace dos años, la portada mostraba el excelente dibujo de R. G. Smith del antiguo portaaviones argentino 25 de Mayo y los nuevos Super Etendards con los que iba a ser equipado. Smith se enorgullece justificadamente tanto de su precisión como de su habilidad como artista. Pero cuando llegó el momento de que la vida imitara al arte un año después de la publicación de la portada, las cosas no resultaron exactamente como él había imaginado. El portaaviones no estaba preparado para operar estos aviones en el conflicto de las Malvinas. Eso dejó a los Super Etendards para operar desde bases terrestres, y lo hicieron con un éxito espectacular. Fue la primera guerra naval de la era de los misiles, librada por una disputa que había estado latente durante unos 150 años en el Atlántico Sur. En su mayor parte, los lectores de este país sólo han conocido el lado británico de la lucha. La otra parte también merece ser contada.

El error más persistente en relación con la disputa de las Malvinas es la creencia de que el problema tuvo su origen en el pasado reciente. Algunos han sugerido que el Gobierno argentino estaba tratando de desviar la atención de la inflación monetaria del país. Otra idea común es que la invasión de las Malvinas tenía como objetivo prevenir una huelga nacional de trabajadores. Ideas erróneas simplistas como éstas pueden llevar a conclusiones erróneas de que se ha restablecido el status quo y, por lo tanto, se ha resuelto el problema. Ninguna de las dos es cierta.

En marzo de 1982, en las islas Georgias ocurrieron hechos que para la Argentina se sumaron a años de frustración y se convirtieron en la gota que colmó el vaso. A mediados de marzo, 41 civiles argentinos y 80 toneladas de equipo fueron desembarcados en la isla de Georgia del Sur para desmontar instalaciones balleneras obsoletas y desmantelarlas. Estas personas fueron transportadas a Georgia del Sur por la armada auxiliar argentina Bahía Buen Suceso, que partió después de que desembarcaron los hombres y el equipo. El uso de un buque de guerra para apoyar una empresa comercial es una práctica común en las zonas en desarrollo de América del Sur. Así como el ejército de los Estados Unidos era responsable de muchos servicios en el oeste de los Estados Unidos a fines del siglo XIX, las armadas de América Latina han adoptado un papel similar en sus países debido a su entorno marítimo.

La embajada británica en Buenos Aires fue informada del viaje de los trabajadores de la chatarra antes de su partida, y los argentinos creyeron que habían obtenido permiso para la empresa. (De hecho, la persona a cargo de la operación de chatarra había estado en las islas, con permiso británico, durante diciembre de 1981 para inspeccionar el sitio del trabajo planificado). Una vez en las islas en marzo de 1982, uno de los trabajadores de la chatarra izó una bandera nacional argentina. Este fue un evento espontáneo, similar a los que habían ocurrido en décadas pasadas cuando los argentinos visitaron las islas. En este caso, los británicos afirmaron que los trabajadores de la chatarra no tenían permiso para estar allí y les ordenaron que se fueran. Al mismo tiempo, la inteligencia argentina descubrió que el buque británico de suministro antártico Endurance se dirigía a la zona con marines reales a bordo. Como resultado, el buque argentino de suministro polar Bahía Paraíso, una nave auxiliar naval, fue desviado de sus tareas antárticas para estar listo para ayudar a los 41 civiles. El 26 de marzo, el Drummond y el Granville, dos de las fragatas argentinas Tipo 69, fueron enviadas a Georgia del Sur para apoyar al Bahía Paraíso. Los argentinos recibieron la noticia de que se estaban enviando más buques de guerra británicos a la zona, incluido el destructor Exeter y el submarino de ataque de propulsión nuclear Superb. Al igual que en la Primera Guerra Mundial, cada escalada sucesiva y aparentemente menor acercó a Argentina y Gran Bretaña cada vez más a la guerra. Cualquiera podría haber elegido un camino diferente, pero ninguno pudo encontrar una manera honorable de hacerlo.

¿Quién es dueño de las “Malvinas”? La posición del autor es clara por su elección del nombre. Pero quienes eligen la etiqueta “Falklands” también han echado su suerte. Si uno desea comprender las operaciones argentinas durante el conflicto y especular sobre el futuro, debe estudiar la reivindicación argentina sobre las islas, porque las decisiones tácticas iniciales en la invasión de las Malvinas estuvieron influidas por las acciones británicas hace más de un siglo. Y el status quo no ha sido restaurado. La ocupación británica está garantizada por la Marina Real, como ha sido el caso desde la década de 1830. Sin embargo, la fuerza ya no puede ser simbólica. En lugar de la guarnición de 40 hombres presente al comienzo del conflicto del Atlántico Sur, el número ahora tendrá que ser tal vez 100 veces ese tamaño. No habrá más trampas baratas. El problema de las Malvinas ha sido archivado temporalmente por la fuerza de las armas. Gran Bretaña, apoyada por una ayuda sustancial de los Estados Unidos, dominó a Argentina y restableció el dominio británico en las islas. Lo hizo a pesar de los esfuerzos de la Armada Argentina de para recuperar el control de las islas de los británicos.

Fuertes de la Armada Argentina.

La recuperación argentina de las islas

A fines de marzo, dos fuerzas de tarea navales comenzaron a reunirse para recuperar las Islas Malvinas de los británicos. La fuerza de tarea anfibia (Task Force 40) estaba compuesta por los destructores Tipo 42 de diseño británico Santísima Trinidad (buque insignia) y Hércules; las fragatas Drummond y Granville; el submarino Santa Fe (ex-USS Catfish [SS-339]); el buque de desembarco de tanques Cabo San Antonio (clase modificada U. S. DeSoto County [LST-1171]); el rompehielos Almirante Irizar; y el transporte Isla de los Estados. El Segundo Batallón de Infantería de Marina estaba embarcado en el LST. La fuerza de tarea de apoyo (Task Force 20) comprendía el portaaviones 25 de Mayo (el ex HMS Venerable); los destructores Bouchard (ex-USS Borie [DD-704]), Piedra Buena (ex-USS Collett [DD-730]), Py (ex-USS Perkins [DD-877]), y Segui (ex-USS Hank [DD-702]); El buque cisterna de apoyo de la flota Punta Medanos y el remolcador Sobral. En el portaaviones iban cuatro aviones antisubmarinos S-2E Tracker, ocho aviones de ataque A-4Q Skyhawk, tres helicópteros Alouette y algunos helicópteros Sea King. El comandante del teatro de operaciones era el general de ejército Osvaldo García; el comandante de la fuerza de tarea anfibia era el contralmirante de la marina Gualter Allara.



La misión de la Fuerza de Tarea 40 era capturar Puerto Stanley (que pronto sería rebautizado como Puerto Argentino) en el borde oriental de las Malvinas. Los objetivos eran los cuarteles de la Marina Real, el aeropuerto, el faro San Felipe (conocido como Cabo Pembroke por los británicos) y el control efectivo de la población. El contralmirante Carlos Busser, comandante de la fuerza de desembarco, instruyó a sus marines que esto se lograría sin muertes ni destrucción si era posible.1 De hecho, los argentinos esperaban abrumar a los 80 defensores británicos (una guarnición de 40 hombres de la Marina Real durante el cambio) con sus Una fuerza de desembarco de 700 hombres no ofreció resistencia. Los argentinos estaban, en efecto, tratando de revertir los acontecimientos de la década de 1830. Ofrecerían a los súbditos británicos en las Malvinas una elección similar a la que se les había impuesto a los argentinos un siglo y medio antes: nueva ciudadanía o compensación y transporte desde las islas.

A fines de marzo, la flota se preparó para zarpar. Diecinueve vehículos anfibios (todos ellos LVTP construidos en los EE. UU.) se embarcaron en el LST por la noche en un intento de evitar llamar la atención, pero la noticia se publicó en la prensa argentina antes del desembarco. Todos los barcos se abastecieron de municiones y provisiones en Puerto Belgrano y Puerto Deseado en la costa continental de Argentina. El Almirante Irizar se quedó rezagado mientras esperaba a los técnicos del Ejército que serían necesarios para restablecer y mantener en funcionamiento los servicios públicos de Puerto Argentina en caso de que fueran saboteados por los británicos.

La mayoría de los barcos zarparon por separado el 28 de marzo y tomaron el rumbo normal hacia Ushuaia, el puerto argentino en la punta del continente. Esa tarde, la fuerza de cobertura se separó y tomó posición a unas 450 millas al norte de las Malvinas, aproximadamente a 43°45' Sur, 59°40' Oeste. Los rastreadores del portaaviones volaron patrullas antisubmarinas al sur-sudeste durante 250 millas. La fuerza de invasión continuó hacia el sur a lo largo de la costa.

El plan original de sobrevolar las islas y acercarse desde el sudeste tuvo que ser desechado como resultado del deterioro del clima. Al mediodía del 29, la fuerza de tarea anfibia se había encontrado con vientos de 40 nudos y mares agitados. El rompehielos Almirante Irizar, que lo alcanzó a las 14:00, tuvo dificultades para mantener su posición; uno de los helicópteros Puma del Ejército que transportaba resultó dañado durante la tormenta cuando se rompieron sus amarres. La fuerza de tarea redujo la velocidad de 14 nudos a 8 y luego a 6; las operaciones de helicópteros se suspendieron. El día 30, el desembarco anfibio planeado se retrasó hasta el 2 de abril y la fuerza de tareas cambió el rumbo hacia el norte de las islas para reducir el ataque a los barcos.

Al mediodía del día 31, la Fuerza de Tareas 40 se enteró de que había perdido el elemento sorpresa. Rex Hunt, el gobernador británico de las islas, estaba transmitiendo abiertamente instrucciones a sus fuerzas militares y civiles. La decisión final de recuperar las islas probablemente se tomó en ese momento. Los argentinos monitorearon estas transmisiones de radio y modificaron sus planes en consecuencia. Primero, se retrasó la hora H para que el desembarco no se llevara a cabo en la oscuridad. Segundo, se cancelaron los planes para capturar el faro. Los argentinos sabían que esta estructura había sido equipada como puesto de vigilancia con un sistema de advertencia. Sin embargo, ahora también estaba fortificada y el elemento sorpresa ya se había perdido. Tercero, las operaciones contra Darwin, Goose Green y Bahía Fox se pospusieron. Todas las fuerzas debían concentrarse contra Puerto Argentino.

La Task Force 40 llegó a las islas después del anochecer del 1 de abril. La invasión comenzó en 21.15. El destructor Santísima Trinidad ancló en Puerto Enriqueta (Puerto Harriet) al sur de Puerto Argentina. Ochenta comandos del Cuerpo de Reconocimiento Anfibio de la Marina La Compañía de Espionaje y los buzos tácticos de la Marina remaron 500 metros hasta la costa en botes de goma en una noche clara y con luna. (Normalmente en esa época del año, el cielo está muy nublado en la región). Los comandos debían capturar el cuartel de la Marina Real y la Casa de Gobierno, que era la residencia del Gobernador Hunt y la sede de la administración británica de las islas. A las 02:00 horas del 2 de abril, diez hombres rana desembarcaron del sumergido Santa Fe, que estaba frente a la entrada del puerto. Su misión era asegurar la playa de desembarco.

A las 06:15, el LST Cabo San Antonio entró en el puerto exterior de Puerto Argentino y comenzó la fase principal del desembarco anfibio desembarcando 19 LVTP en York Beach. Inmediatamente después de que comenzara el desembarco, las transmisiones en inglés del Santísima Trinidad pidieron a los isleños que no ofrecieran resistencia y así evitar el derramamiento de sangre. Sin embargo, los vehículos anfibios fueron alcanzados por algunos disparos de fusil cuando llegaban a la costa. Devolvieron el fuego y cesó. A medida que los vehículos de desembarco se acercaban a la ciudad, recibieron un fuego concentrado de armas pequeñas. Como explicó más tarde el capitán de corbeta Hugo Santillán (el comandante de los marines en el lugar), él “… ordenó que el [cañón sin retroceso de 75 milímetros] disparara al techo [del edificio de reconocimiento antártico] con una carga hueca, no de fragmentación, para no causar bajas”. 2 Logró desalojar a los británicos sin herir a nadie. Al oír el fuego, los tripulantes de la fragata Drummond pidieron permiso para brindar apoyo con su cañón de 100 milímetros. Se les negó la solicitud porque se consideró que era una respuesta excesiva. A medida que los vehículos anfibios avanzaban hacia Puerto Argentino, se encontraron con los comandos que habían desembarcado del Santísima Trinidad. Parte de este grupo había encontrado desocupado el cuartel de los marines reales y luego se trasladó a atacar la Casa de Gobierno. Un argentino murió en este tiroteo. A las 09.15, el gobernador Hunt se rindió.

En una operación separada, que comenzó aproximadamente al mismo tiempo que los LVTP comenzaron a desembarcar, un helicóptero Sea King del rompehielos Almirante Irizar transportó material y hombres al aeropuerto desde la ubicación del barco al sur del faro de San Felipe. Estos hombres despejaron la pista de aterrizaje, que tenía vehículos estacionados en ella, y los primeros C-130 de la Fuerza Aérea Argentina aterrizaron a las 0830. Al día siguiente, las tropas del ejército que habían llegado en C-130 fueron transportadas por barcos de la fuerza de tarea a posiciones defensivas periféricas en Darwin, Goose Green y Bahía Fox.

Desembarco en las Georgias del Sur

Aunque tácticamente separado de la operación de las Malvinas, el desembarco en las Georgias estuvo vinculado estratégicamente. Se podría decir que la confrontación en las Georgias provocó que Argentina desembarcara en las Malvinas. Cuando Argentina determinó un curso de apoyo militar para el contingente de trabajadores de la chatarra en Georgia, se dio cuenta de que no estaría en condiciones de mantener una fuerza en las Georgias sola. Se encuentran a 700 millas al este de las Malvinas y aproximadamente a 1.100 del territorio continental argentino. Por lo tanto, para que una posición argentina en las remotas Georgias fuera sostenible, Argentina no podía permitirse el lujo de dejar las Malvinas bajo control británico. Como resultado, los desembarcos en ambos grupos de islas fueron parte del mismo conjunto, aunque se llevaron a cabo de forma independiente.

En la mañana del 3 de abril, la fragata Guerrico con un helicóptero Puma del ejército y dos pelotones de marines a bordo se unió al buque de suministro polar Bahía Paraíso para formar la Fuerza de Tareas 60. Este último buque, que transportaba un helicóptero Alouette de la Armada, había estado realizando un programa científico en la Antártida y recibió la orden de tomar posición cerca de las Georgias. A las 11.00 horas del 3 de abril, el Alouette reconoció el lugar de desembarco previsto para los marines en el puerto de Grytviken. Curiosamente, después de una hora de vuelo, la tripulación del helicóptero no vio movimiento alguno por debajo. Se estableció contacto por radio y se informó a los argentinos de que no había personal militar en la isla y que no habría resistencia. Como resultado, se canceló un bombardeo de distracción planeado por el Guerrico. A las 12:00, el Puma transportó por aire el primer cargamento de 15 marines a la isla; constituían aproximadamente un tercio de la fuerza de ocupación. El segundo cargamento de marines argentinos estaba siendo desembarcado cuando los Royal Marines abrieron fuego desde una emboscada. El Puma fue alcanzado por fuego de armas pequeñas. Despegó, se llenó de humo, se desvió hacia el otro lado de la isla y se estrelló. El Alouette del barco de suministro había estado volando para protegerse, por lo que siguió al Puma y aterrizó en el lugar del accidente. Allí, la tripulación naval, bajo un intenso fuego, sacó a los marines y soldados heridos del Puma. Dos marines murieron y el helicóptero quedó destruido.

Mientras tanto, los Royal Marines abrieron fuego contra el Guerrico, que se había acercado a Grytviken. La fragata fue alcanzada por un cohete antitanque justo debajo del lanzamisiles Exocet en su costado de babor y por fuego de armas pequeñas. Un miembro de la tripulación murió. El barco respondió con algunas municiones de su cañón de 100 milímetros y un grupo de 23 británicosse rindió a los argentinos en tierra, que ahora sumaban aproximadamente 50.

Calma antes de la tormenta

Tras los desembarcos en las islas, la Armada Argentina se preparó para defenderlas y también el continente. Inmediatamente después de la captura de Puerto Argentino (Stanley), el Segundo Batallón de Infantería de Marina y sus vehículos anfibios fueron retirados, porque habían sido entrenados para enfatizar la guerra anfibia, y su trabajo fue completado. En 1945 se trasladó el Quinto Batallón de Infantería de Marina, que enfatiza la guerra terrestre en su entrenamiento y misión. El batallón recibió una zona de operaciones en las islas por parte del comandante general de tierra del Ejército Argentino.

A las 13.30 del 3 de abril, dos rastreadores del portaaviones 25 de Mayo volaron a Puerto Argentino. Estuvieron estacionados en las islas hasta el 13 de abril para realizar reconocimiento local. Principalmente, buscaban sitios adecuados en los que establecer futuros aeródromos. A mediados de abril, comenzaron los vuelos de reconocimiento de largo alcance. Para conservar el viejo avión de patrullaje P-2 Neptune de la Armada, los argentinos emplearon un Boeing 707 comercial con observadores militares a bordo. Se utilizó un KC-130 de la Fuerza Aérea para la patrulla de rango medio.

El 7 de abril, las fuerzas de invasión y cobertura habían regresado a Puerto Belgrano, la principal base naval de Argentina. La Armada calculó que el 9 de abril era la fecha más temprana en que un submarino nuclear británico podría llegar al lugar, y quería dar tiempo a la flota para reagruparse. También el 7 de abril, el contralmirante Juan José Lombardo fue designado comandante operativo de todas las fuerzas armadas argentinas involucradas en la campaña. A mediados de mes, se utilizaron buques navales y mercantes para transportar tropas y suministros a las islas. En otras medidas diseñadas para prepararse para la llegada de la fuerza de tarea británica que navegaba hacia el sur desde el Reino Unido, la flota pasó el período del 17 al 25 de abril realizando prácticas intensivas de tiro y ejercicios antisubmarinos en aguas costeras. El Guerrico, que había sufrido daños en las Georgias, se reincorporó a la flota después de permanecer tres días en un astillero argentino.


Tabla 1 Fuerzas de la Armada Argentina en Malvinas1

Tipos/Clase

Número

Buque

Submarinos:

 

 

“Type-209”

2

Saho, San Luis

Guppy Class

2

Santa Fe

Santiago del Estero

Portaaviones:

 

 

Colossus Class

1

Veinticinco de Mayo

Crucero:

 

 

Brooklyn Class

1

General Belgrano

Destructores:

 

 

Sheffield Class

2

Hercules

Santisima Trinidad

Gearing Class FRAM-II

1

Py

Allen M. Sumner Class

3

Segui

Bouchard

Piedrabuena

Fletcher Class

1

Almirante Domecq Garcia

Fragata:

 

 

“Type-A-69”

3

Drummond

Guerrico

Granville

Corbeta:

 

 

Sotoyomo Class

3

Yamana

Alferez Sobral

Comodoro Somellera

Minador:

 

 

Clase “Ton”1

1

Formoso

Guerra Anfibia

 

 

Modified DeSoto Country Class

1

Cabo San Antonio

Rompehielos:

1

Almirante Irizar

Auxiliar:

 

 

Clase Bahia Aguirre

2

Bahia Aguirre

Bahia Buen Suceso

 

1

Punta Medanas

 

1

Bahia Paraiso

 

1

Isla de los Estados

“Z-28” Class

22

Rio Iguazu

Islas Malvinas

 

1

Monsunen

 

1

Rio Carcana

 

1

Forrest

1 Numerosas unidades auxiliares, embarcaciones de apoyo y combatientes menores no participaron en los combates. Por ejemplo, los dragaminas de la clase “Ton” trabajaron en la zona de Puerto Belgrano y no abandonaron las aguas costeras. Asimismo, las dos patrulleras de la clase Intrepida permanecieron en su estación fronteriza en Ushuaia. Estas naves no han sido incluidas en esta lista.

2 En realidad, hay 20 unidades de la clase “Z-28” en la Prefectura Argentina. Sin embargo, sólo dos operaron en las Malvinas.

Tabla 2 Aeronaves de la Armada Argentina en la campaña de Malvinas

Tipo

Número

Base

SUE Super Etendard

4

Rio Grande

A-4Q Skyhawk

10

Veinticinco de Mayo

Rio Grande

MB-339 Acromacchi

10

Puerto Argentino

T-34C Trainer

4

Borbon

P-2 Neptune

2

Rio Grande

S-2E Tracker

5

Veinticinco de Mayo

Rio Gallegos

EMB-111 Parulha Embroer

2

Rio Gallegos

L-188 Electra

3

Rio Grande

F-28 Fokker

3

Rio Grande

WG-13 Sea Lynx

2

Hercules

Santisima Trinidad

H-3 Sea King

5

On boar ship/ASW patrol

AI-03 Alouette

7

On board ship/security patrol

Skyvan

3

Near Puerto Argentino

Puma

1

Puerto Argentino


Mientras se realizaban los preparativos militares en ambos lados, también se realizaban los esfuerzos diplomáticos destinados a prevenir el inminente derramamiento de sangre. Hasta el 1 de mayo, la mayoría del pueblo argentino creía que efectivamente habría una solución negociada porque simplemente no creían que la cuestión desembocara en una guerra. El gobierno argentino hizo un esfuerzo negociador legítimo durante el período en que el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Alexander Haig, conducía la diplomacia aérea entre Buenos Aires y Londres. Cuando su mediación terminó sin éxito, los Estados Unidos, hasta entonces neutrales, pasaron a apoyar a Gran Bretaña. Muchos argentinos Los británicos sintieron que su país había sido traicionado por el cambio de rol de los EE. UU. de intermediario imparcial a aliado activo de su enemigo. Consideraron que los Estados Unidos deberían haber apoyado a los británicos desde el principio o haber permanecido neutrales durante todo el conflicto.

Se reanudan las hostilidades

Debido a su lejanía y al número limitado de defensores disponibles en las Georgias, el comité militar argentino decidió que si las islas eran atacadas, las tropas allí deberían ofrecer solo una resistencia simbólica. El 21 de abril, un 707 argentino localizó la flota británica en 19° 29' Sur, 21° Oeste. Cuatro días después, el submarino Santa Fe fue atacado y gravemente dañado por una multitud de helicópteros británicos. El Santa Fe estaba en proceso de salir del puerto de Grytviken, Georgia del Sur, después de haber entregado suministros. Logró llegar a la cercana King Edward Cove, donde se hundió y fue abandonado. Un suboficial resultó gravemente herido durante el ataque, y otro fue asesinado más tarde por un centinela británico después de que la tripulación fuera tomada prisionera. Los marines en Georgia del Sur defendieron esporádicamente la isla y luego se rindieron a los invasores británicos.

El 27 de abril, la flota se desplegó para contrarrestar un posible ataque británico contra las Malvinas o el continente. La flota entera fue designada Task Force 79, y se dividió inicialmente en tres grupos de tareas, cada uno de los cuales incluía un petrolero. Como Argentina tenía solo un petrolero naval de reabastecimiento, fue necesario utilizar buques tanque mercantes, y estos demostraron ser capaces de reabastecer de combustible a los buques combatientes argentinos en el mar. Los británicos han recibido un crédito justificable por su movilización de buques mercantes en este conflicto, pero vale la pena enfatizar que no estaban solos en este sentido. De hecho, la marina de Argentina es una de las pocas en América Latina capaces de utilizar buques tanque mercantes en esta función.

Cuando la fuerza de tarea de la Marina Real llegó a las cercanías, la misión de la fuerza argentina quedó manifiesta: encontrar y destruir a los británicos si atacaban las islas o el continente. Los grupos de tareas 79.1 y 79.2 se situaron al este del golfo San Jorge. El grupo de tareas 79.3 operó más al sur, en las proximidades de la isla de los Estados. Durante este período de espera vigilante, se mantuvo una vigilancia de 300 millas mediante aviones navales terrestres y con base en portaaviones. Para el 30 de abril, los grupos de tareas 79.1 y 79.2 se habían desplazado al norte-noroeste de las Malvinas. Numerosas embarcaciones pesqueras japonesas, polacas y soviéticas frecuentaban estas aguas, y los buques argentinos esperaban que los otros buques pudieran ayudar a confundir a los británicos.

A las 04.40 horas del 1 de mayo, las Malvinas comunicaron por radio a los grupos de tareas argentinos que los británicos habían atacado las islas. Los británicos habían enviado Harriers con base en el mar y bombarderos Vulcan de largo alcance desde la isla Ascensión para bombardear el aeródromo de Puerto Argentino. Con este ataque, se acabó toda esperanza de un acuerdo negociado.

Aunque confirmó la seriedad de la resolución británica de recuperar las Malvinas, el ataque aéreo causó pocos daños reales. La única bomba que impactó en la pista durante todo el conflicto fue lanzada durante este ataque. Dos cobertizos, un pequeño depósito de municiones y algunos equipos de comunicación fueron destruidos. Como una forma de intentar engañar a los intérpretes fotográficos británicos, los argentinos luego colocaron tierra en la pista para simular cráteres. La tierra fue removida por la noche para permitir los aterrizajes. Las operaciones de vuelo fueron interrumpidas durante el día para limpiar el desorden y evaluar los daños. Durante el ataque, tres entrenadores T-34 estacionados en el campo auxiliar de Borbón volaron a Puerto Argentino y escaparon por poco de ser destruidos por los Harriers británicos. El aeródromo de Borbón había sido descubierto por un Tracker durante un reconocimiento de las islas a mediados de abril. Borbón no era más que un campo de hierba. Los únicos aviones navales que podían operar desde allí eran los T-34 y los Skyvans de la Prefectura (Guardacostas). Los aviones de ataque Macchi podían aterrizar allí en caso de emergencia, pero la pista era demasiado corta para que pudieran despegar con munición.

Probablemente, la razón principal de la falta de éxito de los bombardeos británicos después del 1 de mayo fue la eficacia del fuego antiaéreo argentino en Puerto Argentino. Después de ese primer ataque, los británicos se vieron obligados a recurrir al bombardeo aéreo, que resultó ser impreciso.

En respuesta al bombardeo británico del 1 de mayo, el comandante de la flota argentina ordenó que las tres fragatas Tipo 69 de fabricación francesa y un petrolero se constituyeran en el Grupo de Tareas 79.4, un posible grupo antisuperficie. A las 23.30 de esa noche, un rastreador S-2 que volaba desde el 25 de Mayo detectó un buque grande y seis de tamaño mediano; se juzgó que eran un portaaviones y su pantalla. La flota británica estaba al noreste de las Malvinas a 49°34' Sur, 57°10' Oeste, que estaba a 300 millas de la posición de los argentinos. Durante la noche, los grupos de tareas 79.1, 79.2 y 79.4 se acercaron al enemigo a 20 nudos para poner a los ocho aviones A-4 Skyhawk del portaaviones dentro del alcance. Tendría que esperar hasta casi el amanecer antes de despegar.

Un ataque aéreo. Los Skyhawks podían ser lanzados en la oscuridad, pero su cubierta de vuelo es demasiado pequeña para recuperaciones nocturnas.

Cuando llegó el momento del lanzamiento, el clima del 2 de mayo estaba en calma, demasiado en calma. Para lanzar un Skyhawk cargado de bombas desde el viejo portaaviones ligero, era necesario un viento fuerte, casi siempre encontrado en estas aguas. Sin embargo, bajo las condiciones de viento existentes esa mañana, un Skyhawk que llevara tres bombas de 500 libras habría tenido un radio de solo 70 millas; la fuerza británica todavía estaba a 180 millas de distancia. La flota mantuvo su rumbo hacia la posición británica, pero el viento continuó siendo demasiado suave para permitir un ataque aéreo. Se descubrieron dos Sea Harriers siguiendo a la fuerza argentina. La fuerza británica mantenía la distancia de 200 millas. Incapaz de acercarse, el comandante de la fuerza de tarea, el almirante Lombardo, ordenó a la flota argentina que regresara a aguas más seguras para esperar un clima más adecuado. Mientras estos tres grupos de tareas del norte se retiraban, el crucero General Belgrano (ex-USS Phoenix [CL-46]) fue torpedeado y hundido por el submarino de ataque nuclear británico Conqueror.

También el 2 de mayo, la corbeta Sobral (ex-USS Catawba [ATA-210]) fue atacada y gravemente dañada por un misil Sea Skua disparado por un helicóptero Sea Lynx. El Sobral estaba buscando a un piloto de la Fuerza Aérea derribado. El misil destruyó el puente y mató al oficial al mando y a otros siete hombres. Una semana después, el Sobral llegó a Puerto Deseado.

La misión del Grupo de Tareas 79.3, que incluía al crucero ligero, los destructores Bouchard y Piedra Buena, y un petrolero, era doble. Debían proporcionar una alerta temprana para el continente sur y estar en posición de interceptar cualquier refuerzo británico que pudiera venir del Pacífico. Mientras estaba en la estación, el crucero viajó de ida y vuelta entre la Isla de los Estados y Burdwood Bank. Su área de operaciones estaba fuera de la zona de exclusión de 200 millas alrededor de las Malvinas, una zona dentro de la cual los británicos advirtieron que hundirían cualquier barco que encontraran. Mientras se dirigía hacia el continente a 10 nudos, el General Belgrano fue torpedeado aproximadamente a las 1600 horas del 2 de mayo. Se encontraba a unas 360 millas náuticas de la fuerza de tarea británica y se alejaba de ella.

El primer torpedo impactó bajo el director del cañón de 5 pulgadas de popa, y el segundo impactó en el costado de babor, delante de la torreta número uno. El primer impacto fue el golpe mortal; levantó el barco en el agua, arrancó los generadores de emergencia de sus cimientos y envió una ola de calor a través del barco. La combinación del calor y la explosión en sí misma explicaron la mayoría de las bajas sufridas. Muchos marineros estaban descansando en sus camarotes en la cubierta de lona justo a popa de donde impactó el primer torpedo. Inmediatamente delante del impacto, los marineros se agolpaban en la cantina para comprar artículos personales. La mayoría de las personas que se encontraban en estas zonas murieron, y ellas representaban el 95% de los desaparecidos. Tras el torpedeo, la tripulación se vio obligada a evacuar en absoluta oscuridad. Pudieron hacerlo en 30 minutos, la recompensa por meses de entrenamiento. El barco se hundió 15 minutos después a 55°18' Sur, 61°47' Oeste. La tripulación se hizo a la mar en unas 30 balsas salvavidas de 30 hombres cada una. El oficial al mando del barco ordenó que las balsas permanecieran juntas para mejorar sus posibilidades de ser encontradas. Al principio, las balsas estaban amarradas entre sí, pero durante la noche tuvieron que ser separadas cuando el tiempo empeoró. Los vientos aumentaron a casi 60 nudos y el mar tenía entre 18 y 20 pies de altura. Alrededor de las 16.00 horas del día siguiente, 24 horas después de que los torpedos impactaran en el General Belgrano, se avistaron los primeros barcos de rescate desde las balsas. De los hombres a bordo, 880 fueron rescatados; Se perdieron 321 vidas. Los destructores Bouchard y Piedra Buena, que operaban con el crucero, lanzaron un ataque con cargas de profundidad de dos horas sin resultado. Luego buscaron al crucero, con el que habían perdido contacto.

Cuando el destructor británico Sheffield fue herido mortalmente el 4 de mayo, hubo un amplio comentario en la prensa de los Estados Unidos de que el ataque contra él fue un acto de represalia por el hundimiento del General Belgrano y la gran pérdida de vidas que conllevó. Las entrevistas del autor llevan a la conclusión de que los argentinos se sorprendieron de que los británicos rompieran sus propias reglas, pero no se indignaron cuando el crucero fue torpedeado fuera de la zona de exclusión de 200 millas. La convicción de los argentinos de luchar surgió de los eventos del 1 de mayo, cuando los británicos bombardearon la pista de aterrizaje de Puerto Argentino.

Lo que sí logró el hundimiento fuera de la zona de exclusión fue demostrar a la Armada Argentina la operación sin restricciones de los submarinos británicos. Esto, combinado con el conocimiento de que Gran Bretaña estaba recibiendo información de reconocimiento satelital y aéreo de los Estados Unidos, llevó a la decisión de retirar la flota para asegurar las aguas costeras y esperar una oportunidad favorable para atacar. Los aviones del portaaviones se desplegaron en bases navales del sur donde podrían ser utilizados de manera efectiva

El grueso de la lucha de la Armada recaía ahora sobre su brazo aéreo, el Cuerpo de Marines, el personal naval en las Malvinas y los submarinos restantes. La Armada Argentina poseía el brazo aéreo más fuerte de todos los países latinoamericanos. Entró en el conflicto con tres escuadrones de ataque, un escuadrón antisubmarino, un escuadrón de reconocimiento, dos escuadrones de helicópteros, dos escuadrones logísticos y un escuadrón de entrenamiento.

Los Etendards hacen sangrar

El Segundo Escuadrón de Ataque estaba compuesto por cinco Super Etendards. A fines de 1981 se habían ordenado catorce aviones y misiles aire-superficie Exocet. Irónicamente, no eran la primera opción de la Armada Argentina. La Armada había querido comprar A-4M Skyhawks de los Estados Unidos. Sin embargo, cuando la Administración Carter se negó a vendérselos a Argentina debido a su postura sobre los derechos humanos, Argentina eligió en su lugar el único otro avión de ataque disponible que podía operar desde el portaaviones ligero 25 de Mayo. Esto resultó ser una bendición a medias durante la guerra. Los Super Etendards de fabricación francesa eran mucho más avanzados que los Skyhawks debido a los Exocets de “disparar y olvidar” de los Etendards. Sin embargo, los Skyhawks podrían haber operado desde el portaaviones, y se podrían haber comprado muchos más por el precio de 14 Super Etendards. Los Etendards no pudieron operar desde el portaaviones durante la guerra del Atlántico Sur porque el 25 de Mayo aún no había sido equipado con la electrónica necesaria.

Desde noviembre de 1980 hasta agosto de 1981, los pilotos navales y el personal de apoyo se entrenaron en Bretaña, Francia. Los pilotos trabajaron con simuladores de vuelo, y cada hombre recibió aproximadamente 45 horas de tiempo de vuelo real. Entre agosto y noviembre de 1981, se enviaron cinco aviones y cinco misiles desde Francia a Argentina. Se esperaba que se enviaran cinco más de cada uno a fines de la primavera de 1982. Los pilotos navales comenzaron a volar los Super Etendards en Argentina en diciembre. Durante enero y febrero, los aviones fueron probados en vuelo para asegurar que cumplirían con las garantías de fábrica. El 30 de marzo, dos días antes de que los marines argentinos recuperaran las Islas Malvinas, el oficial al mando del escuadrón recibió la orden de poner en funcionamiento los misiles aire-tierra AM-39 Exocet.

Para entonces, los pilotos habían acumulado aproximadamente 90 horas de vuelo cada uno, pero ninguno había recibido ningún entrenamiento doctrinal o táctico en el uso del misil Exocet. Los técnicos franceses debían poner en funcionamiento los misiles a mediados de abril. Sin embargo, como resultado de la presión de los británicos, los franceses cesaron toda ayuda a Argentina. Al menos una publicación ha informado de que un técnico francés que ya estaba en Argentina ayudó en la preparación de los misiles para su uso en combate. Los técnicos permanecieron en el país, pero no participaron en la preparación de los misiles. Además de la falta de asistencia técnica, los franceses no entregaron los nueve aviones restantes.

Los días anteriores al conflicto se dedicaron a preparar los misiles y a idear tácticas. A mediados de abril, los Super Etendard y otras aeronaves argentinas ejecutaron simulacros de ataques contra los destructores argentinos Tipo 42, que eran bastante similares a los británicos Tipo 42 con los que pronto se encontrarían. Además del Exocet, los Super Etendard también podían estar armados con bombas y el misil aire-aire Magic. Sin embargo, debido al limitado tiempo de preparación disponible, todos los esfuerzos se concentraron en hacer operativos los Exocet aire-superficie.

Las características y tácticas utilizadas por cada uno de los tres escuadrones de ataque naval dificultaban los ataques coordinados. Los Macchis del Escuadrón de Ataque Uno volaban desde el aeropuerto de las Malvinas y estaban bajo el control operativo del comandante de la isla. Los Super Etendard y Skyhawks estaban estacionados en el Río Grande en el continente y estaban bajo el control operativo del Comando Aéreo Naval. Estos dos tipos de aeronaves tenían diferentes métodos operativos. Armados con un Exocet cada uno y con información de objetivos proporcionada por los P-2 Neptunes hasta mediados de mayo, los Super Etendards intentaron lograr una sorpresa. Volaron en parejas a altitudes extremadamente bajas mientras mantenían silencio de radio. Los Skyhawks dependían en gran medida de los números para abrumar a su enemigo porque estaban armados con bombas de "hierro".

Dos Super Etendards armados con misiles Exocet volaron su primera misión el 2 de mayo, intentando atacar objetivos informados al sur de Puerto Argentino. Sin embargo, se encontraron problemas en el reabastecimiento de combustible aire-aire y la misión fue cancelada. Naval Air tuvo su primer éxito el 4 de mayo. Un Neptune detectó un objetivo que fue identificado por sus emisiones electrónicas como un destructor Tipo 42 a 52° 48' Sur, 57° 40' Oeste. El objetivo estaba a unas 100 millas al sur de Puerto Argentino y aproximadamente a 380 millas al este de la Base Aérea Naval de Río Grande. Dos Super Etendards armados con misiles Exocet despegaron a las 0945. Quince minutos después, se reabastecieron en vuelo desde aviones cisterna KC-130 de la Fuerza Aérea mientras estaban a 250 millas del objetivo. Los dos aviones se acercaron a la El avión atacó el objetivo a gran velocidad mientras volaba muy bajo. El tiempo empeoró a medida que los aviones volaban bajo la lluvia y la niebla. La visibilidad se redujo a 300 pies y el techo a 500 pies. A las 10.30, los Super Etendards recibieron una actualización del objetivo de Neptune. Dos barcos de tamaño mediano y uno grande estaban a 155 millas de distancia. El objetivo más cercano ya no emitía, por lo que Neptune encendió periódicamente su radar. A las 11.04, los pilotos dispararon sus Exocets desde una distancia de entre 20 y 30 millas náuticas. Uno se estrelló contra el costado del destructor Tipo 42 Sheffield; los argentinos no supieron qué había sucedido con el segundo misil. Después de lograr el impacto, los dos aviones se alejaron a toda velocidad. Ni durante ni después del ataque encontraron ninguna interferencia electrónica; habían logrado una sorpresa total. El avión aterrizó de regreso en su base a las 12.10, dos horas y 20 minutos después del momento en que se habían avistado los objetivos. El Neptune, relevado por un misil gemelo, mantuvo contacto con el enemigo de forma intermitente durante todo el día. Los argentinos monitorearon las transmisiones en lenguaje claro de los británicos a su patrulla aérea de combate, manteniendo así a los Neptunes fuera de peligro. Las transmisiones de radio británicas también fueron lo que les dijo a los argentinos que habían logrado un impacto porque hubo una gran cantidad de interrupciones y confusión en los circuitos de radio después de que el misil impactara en el blanco. Sin embargo, no fue hasta que escucharon los informes de la prensa británica que los argentinos supieron la identidad del barco que el Exocet había derribado.

¿Por qué los aviones de alto rendimiento como los Super Etendard y los Skyhawks no estaban estacionados en Puerto Argentino en lugar de cientos de millas más lejos en el continente? Hay dos respuestas principales. La pista existente de 1.200 metros era demasiado corta y casi siempre estaba demasiado mojada. Un Super Etendard que transportaba una carga de misiles de prueba aterrizó en la isla en abril. Desde allí sólo se podría haber operado ignorando casi todas las normas de seguridad, e incluso en ese caso la pista tendría que haber estado seca, lo que rara vez estaba. Un piloto de A-4 también estudió la posibilidad de utilizar la pista para el Tercer Escuadrón de Ataque y llegó a la misma conclusión. En caso de emergencia, un A-4 podría aterrizar allí, pero incluso eso era peligroso.

Los argentinos estudiaron la posibilidad de alargar la pista de aterrizaje. Varios factores hicieron que esto fuera poco práctico. La pista existente se utilizaba mucho, casi siempre estaba mojada y el tiempo era insuficiente. Se utilizó una plataforma de aluminio para mejorar el área de estacionamiento para que los aviones no se atascaran debido al clima húmedo. Para compensar la escasez de poder aéreo, se estacionaron Macchis navales y otros aviones de ataque ligero en Puerto Argentino. Se desarrollaron pistas de aterrizaje auxiliares en Darwin y Borbón. La de Darwin era demasiado corta para operar cualquier avión naval, y sólo los entrenadores navales y los Pucaras de la Fuerza Aérea pudieron operar desde Borbón.

Durante todo el conflicto, la Fuerza Aérea Argentina y los aviones logísticos navales abastecieron a Puerto Argentino por vía aérea. La Primera Escuadrilla Logística Naval estaba formada por tres turbohélices L-188 Electra y la Segunda Escuadrilla Logística Naval por tres jets Fokker F-28. Del 2 al 31 de abril, estas aeronaves transportaron 1.500 personas y 500 toneladas de suministros a las Malvinas. Del 1 de mayo al 14 de junio transportaron 304 personas y 70 toneladas. Durante este último período, aproximadamente 35 vuelos lograron burlar con éxito el bloqueo aéreo. La mayoría de estos vuelos fueron realizados por Fokker. El último avión argentino en aterrizar en Puerto Argentino el 14 de junio fue un Electra naval a plena vista de las tropas británicas.

Operaciones submarinas argentinas

Argentina comenzó el conflicto con dos modernos submarinos diésel Tipo 209, el Salta y el San Luis; habían sido construidos en secciones en Alemania y ensamblados en Argentina. El trabajo realizado en Argentina fue mucho más complejo de lo que la mayoría de la gente cree, con el resultado de que los argentinos aprendieron mucho en la transferencia de tecnología. Un Tipo 209 es capaz de alcanzar 20 nudos y podría permanecer en posición durante unos 30 días, o hasta que se agotaran sus torpedos. Los barcos pequeños y silenciosos eran muy adecuados para las aguas relativamente poco profundas alrededor de las Malvinas. Los Tipo 209 fueron asignados a "zonas de fuego libre" al norte de las islas. Cualquier barco que entrara en estas aguas podría presumirse como hostil. El Salta experimentó problemas al principio, posiblemente relacionados con el ruido, y tuvo que regresar a puerto. El San Luis asumió su posición a mediados de abril. El 1 de mayo (algunas fuentes indican el 5 de mayo), el San Luis atacó un objetivo que navegaba al noreste de Puerto Argentino. Probablemente buceó en las aguas de marea de la isla, lo que hizo que su detección fuera muy difícil. El submarino disparó torpedos a una distancia de 1.400 yardas, pero no hubo impactos. Luego, el submarino fue atacado repetidamente por tres fragatas apoyadas por helicópteros. Después de 20 horas, el San Luis logró romper el contacto.



Los argentinos también contaban con dos antiguos submarinos tipo Guppy de la Armada de los Estados Unidos, el Santa Fe y el Santiago del Estero (ex-USS Chivo [SS-341]). El primero había sido utilizado por los EE.UU. o llevar hombres rana durante la recuperación de las Malvinas y luego, como se mencionó anteriormente, se perdió ante los británicos mientras abastecía a las Georgias. Cuando comenzó la lucha, el Santiago del Estero estaba en Mar del Plata, la base submarina argentina, en un estado de deterioro. No podía sumergirse, por lo que navegó en la superficie hasta el complejo de Bahía Blanca, donde fue camuflado. Los argentinos sabían que los británicos estaban recibiendo fotografías aéreas y satelitales de los EE. UU., pero no sabían qué áreas estaban siendo fotografiadas ni la puntualidad de la información. Por lo tanto, esperaban ocultar el submarino para mantener a los británicos adivinando.

Las operaciones mineras argentinas siguen siendo secretas. Se sabe que los argentinos colocaron minas alrededor de Puerto Argentino.

Operaciones a principios y mediados de mayo

El 5 de mayo, el día después del éxito contra el HMS Sheffield, un Tracker tuvo contacto con un submarino en el Golfo de San Jorge a 44° 01' Sur, 64° Oeste. El avión lanzó cargas de profundidad y torpedos antisubmarinos. Un segundo contacto posible se produjo en la parte norte del golfo. También fue atacado por los Trackers y los Sea Kings. Ninguno de los ataques tuvo éxito.

El 9 de mayo, el arrastrero comercial argentino Narval fue atacado y hundido, con un hombre muerto y dos heridos. Los supervivientes fueron rescatados por un helicóptero británico. Al día siguiente, el mando de las Malvinas perdió contacto por radio con el transporte Isla de los Estados. Es posible que estuviera colocando minas. El remolcador Forrest comenzó a buscarlo y al día siguiente encontró barcos de comando británicos cerca del estrecho de San Carlos. En esa misma fecha, el Río Carcana fue atacado por los Harriers y abandonado. Ya había sido descargado y no hubo víctimas. El 13 de mayo, el Forrest encontró los restos del Isla de los Estados y continuó la búsqueda de supervivientes. Al final, sólo se encontraron dos.

El segundo y último ataque submarino del que se tiene noticia se produjo el 10 de mayo. El San Luis atacó a dos buques de superficie al norte del estrecho de San Carlos a unos 5.000 metros. Los argentinos creen que un torpedo impactó en un barco pero no explotó. No se realizó ningún contraataque.

Durante la noche del 14 al 15 de mayo, comandos británicos atacaron el aeródromo auxiliar en la isla Borbón. Destruyeron algunas aeronaves en tierra, incluidos varios aviones de la Fuerza Aérea y cuatro entrenadores T-34C de la Marina. Después del ataque, dos helicópteros navales Sea King volaron desde Río Grande para evacuar a los pilotos navales argentinos que ahora no tenían aviones. El vuelo se llevó a cabo más allá del punto de no retorno para su capacidad normal de combustible, una distancia de ida de más de 330 millas náuticas. Al salir, los Sea King fueron cargados con bidones de 55 galones de gasolina de aviación. Una vez en Borbón, este combustible tuvo que ser bombeado a los helicópteros a mano para que pudieran hacer el viaje de regreso. Durante esta misma misión, los Sea King llevaron municiones a varios puestos avanzados en la parte norte de la isla Soledad.

La Fuerza Aérea Naval recibió un revés más grave más tarde ese mismo día. Como sus radares y sistemas de contramedidas electrónicas no funcionaban, los dos P-2 Neptunes, que habían estado realizando el único reconocimiento aéreo de largo alcance, fueron inmovilizados y no volvieron a participar en la guerra. Contrariamente a los informes publicados, los argentinos, hasta donde el autor sabe, no recibieron datos de inteligencia satelital de la Unión Soviética y, de hecho, no recibieron ningún tipo de apoyo de inteligencia de los soviéticos. De la misma manera, hubo muchos rumores sobre que Argentina recibía armas y otra ayuda material de fuera del hemisferio occidental, pero hasta donde yo sé, todos esos informes son falsos.

Desde el 15 de mayo hasta el final del conflicto, la Armada Argentina tuvo que depender del radar de la Fuerza Aérea en Puerto Argentino y de los rastreadores S-2, que tenían patas más cortas que los Neptunes. La Fuerza Aérea operaba un radar tridimensional Westinghouse en Puerto Argentino. Permitía a los argentinos calcular las posiciones de despegue verticales y semiverticales de los Harriers desde los portaaviones británicos. La información les permitió aproximarse a las posiciones de los portaaviones. Los portaaviones operarían de 90 a 120 millas al este de las islas durante varios días en un área determinada. Avanzarían a las 08.30, y desde las 12.00 hasta las 15.00 permanecerían en un elipsoide muy limitado de aproximadamente 12 millas por 8 mientras realizaban sus operaciones aéreas. La flota se retiraría entonces a las 17.00. El patrón de la flota británica era matemático y repetitivo. Como ya no se disponía de reconocimiento de largo alcance, el problema se convirtió en el de atrapar a un matemático. Los ataques del Super Etendard después del 15 de mayo se basaron en tales cálculos.

El 16 de mayo, los Harriers atacaron y hundieron el Río Carcana en Port Rey, que había sido abandonado el día 11. El transporte Bahía Buen Suceso fue dañado por los Harriers en la bahía Zorro, también el día 16. Amarrado a un muelle ligero, se soltó durante una tormenta y fue arrastrado, sin poder hacer nada, a un fondo rocoso donde más tarde fue encontrado por los británicos. El 17 de mayo, Puerto Argentino informó que los británicos habían sido echados Los barcos debían estar al sureste de la ciudad. Dos Super Etendards despegaron, se reabastecieron en el aire con los C-130 de la Fuerza Aérea e intentaron localizar sus objetivos. No pudieron encontrar al enemigo y regresaron a Río Grande sin lanzar ningún misil. La falta de inteligencia táctica resultó ser el mayor obstáculo de la Marina durante la guerra.

Otro obstáculo importante fue la logística relacionada con los Exocets aire-tierra. Después de cada misión, como la que se acaba de describir, los misiles que no se habían disparado necesitaban mantenimiento. Para utilizar una analogía, los misiles eran como baterías. Cuando salían unidos a la aeronave, sus cargas de información programada se agotaban. Antes de poder volver a usarlos, tenían que ser esencialmente reprogramados y recargados. Pero esto no se pudo lograr en Río Grande, donde estaban basados ​​los Super Etendards, porque el equipo necesario era demasiado delicado para trasladarlo allí desde Espora en el corto período disponible. Así, se pasó a un caso de transportar cada misil no utilizado 400-500 millas al norte para que se le dieran mantenimiento y luego se devolvieran a la base aérea. Este transporte se realizó en aviones de carga argentinos, probablemente una combinación de Electra de la Armada y C-130 de la Fuerza Aérea.

Skyhawks contra San Carlos

A primera hora del 21 de mayo, un puesto avanzado del Ejército argentino informó de la presencia de numerosos buques británicos en el estrecho de San Carlos. Esta información se confirmó a las 10.04 cuando un Macchi realizó un reconocimiento armado desde el aeródromo de Puerto Argentino. El avión atacó con cohetes de 127 milímetros y cañones de 30 milímetros. El piloto creyó haber dañado un destructor, posiblemente un Tipo 42, en el acceso a Puerto San Carlos. Podría haber sido la fragata Leander-dass Argonaut. Después de la misión de reconocimiento, se solicitaron ataques aéreos desde el continente.

Se ordenó el ingreso del Tercer Escuadrón de Ataque. El primer ataque lo realizaron tres A-4Q, seguidos por otros tres 15 minutos después. Cada avión estaba armado con cuatro bombas de 500 libras. Los pilotos no conocían la posición exacta de las unidades enemigas, ni sabían que se estaba produciendo un aterrizaje. Cada avión atacó sucesivamente a la misma fragata Tipo 21, que más tarde se supo que era la Ardent (véase el relato a continuación de uno de los pilotos argentinos). Las bombas de los dos primeros Skyhawks impactaron cerca de la popa del barco; las bombas del último avión, por supuesto, no pudieron ser observadas. Mientras los aviones se retiraban, uno de los pilotos gritó: "¡Harrier, Harrier!". El tercer avión fue alcanzado, posiblemente por fuego de armas pequeñas. Escapó a baja altura y se dirigió a Puerto Argentino, donde saltó tras determinar que su avión no podría regresar al continente ni aterrizar en las islas. Un helicóptero del ejército lo rescató del agua y sumergió sus patines de aterrizaje para que el piloto pudiera subir. El primer A-4Q pudo haber sido alcanzado por un Sidewinder; el piloto perdió el control y se eyectó. Ambos pilotos fueron rescatados por las fuerzas argentinas. El segundo Skyhawk se perdió sin dejar rastro.

Un segundo grupo de A-4Q atacó a las 15.30. Habían estado monitoreando el destino de sus camaradas. Se acercaron sin ser detectados y atacaron a otro Tipo 21. Las bombas del primer avión cayeron sobre el objetivo. Las del segundo aterrizaron muy cerca del casco del barco; las bombas del tercero no fueron observadas. El barco atacado no fue identificado. Los tres aviones regresaron sanos y salvos. Durante el día 21, un gran número de aviones de la Fuerza Aérea Argentina, que incluían A-4C Skyhawks, también atacaron la posición británica.

Numerosas publicaciones han comparado a los pilotos de ataque argentinos con los kamikazes japoneses de la Segunda Guerra Mundial. Basta con leer el relato que aparece al pie de esta página para darse cuenta de que los argentinos eran agresivos, pero no temerarios. Una táctica prudente dictaba una estrategia de vuelo a baja altura para pasar por debajo de los radares británicos y de los misiles tierra-aire Sea Dart. Los argentinos tienen dos destructores Tipo 42 equipados con Sea Dart, y sus pilotos han practicado contra ellos. Una de las cosas que habían aprendido era que el radar del Sea Dart tiene problemas para detectar objetivos que vuelan a baja altura, por lo que estaban convencidos de que esa estrategia era la más eficaz. Algunos observadores británicos han afirmado desde entonces que las tácticas de vuelo a baja altura pueden haber contribuido a que varias bombas argentinas no explotaran después de alcanzar sus objetivos. Afirman que las bombas no cayeron lo suficientemente lejos como para que funcionaran sus mecanismos de armado. El autor cree que las bombas de la Armada, que tenían colas en forma de ojo de serpiente para ralentizar su vuelo, probablemente tenían una tasa de explosión más alta que las de la Fuerza Aérea. Aun así, esto es una especulación, y el autor no tiene una explicación fiable para tales fallos de las bombas.

El 22 de mayo, el clima era demasiado malo para las operaciones aéreas. Sin embargo, los argentinos creían que una fuerza británica se estaba posicionando para un ataque contra los aeródromos de Tierra del Fuego en la punta del continente. El destructor Seguí se posicionó frente a la costa sur para actuar como piquete de radar y otros barcos se posicionaron a lo largo de la frontera marítima; sin embargo, er, no pasó nada. En las islas, el Rio Iguazu fue atacado por dos Harriers en la bahía de Choiseul. La embarcación de la Guardia Costera acababa de entregar una pieza de artillería. Los argentinos creen que uno de los Harriers fue derribado por una ametralladora de 12,7 milímetros. Un miembro de la tripulación argentina murió. Mientras evadía el avión de la tripulación, el barco patrullero encalló en una roca y se perdió. Su gemelo, el Islas Malvinas, fue capturado más tarde en Puerto Argentino por los británicos; tenía las hélices dañadas.

El día 23, con mejor tiempo, los A-4Q reanudaron su ataque a la posición británica en San Carlos. Tres de los ocho aviones se habían perdido hasta ese momento. A diferencia del ataque del 21, los Skyhawks reabastecieron combustible desde un C-130 de la Fuerza Aérea en su camino a las islas. Una vez más, el ataque se realizó a baja altura. La defensa antiaérea era fuerte ya que los barcos y las posiciones antiaéreas basadas en tierra crearon un fuego cruzado. A las 14.05, un avión atacó a un crucero de la clase “County”, otro atacó a una fragata Tipo 21, que resultó ser el Antelope, y el tercero no logró soltar sus bombas. El avión líder tenía muy poco combustible debido a problemas de transferencia, pero regresó sano y salvo. El segundo avión regresó sin incidentes. El tercer A-4Q soltó con éxito su carga de bombas y luego se estrelló al aterrizar. Las bombas no fueron soltadas durante el ataque. El piloto murió mientras intentaba eyectarse. El avión en sí, aunque dañado, fue reparado y volvió a estar en servicio.

Mientras la guerra estaba en pleno apogeo, Estados Unidos embargó artículos relacionados con el ejército que iban a Argentina. Esto incluía los botes de eyección de los A-4 de la Armada que habían sido enviados de regreso a Estados Unidos para ser reconstruidos. Algunos A-4Q de la Armada volaban con botes vencidos y otros tenían botes prestados de la Fuerza Aérea. No está claro si esto fue un factor que contribuyó a la pérdida del piloto mencionado anteriormente; algunos pilotos argentinos creen que lo fue.

Estos ataques aéreos, y los realizados por la Fuerza Aérea, no lograron desalojar a los británicos. Las fuerzas terrestres argentinas en las islas no tenían movilidad de helicópteros, ni se podía brindar protección aérea a ningún avance de las fuerzas terrestres. Por lo tanto, un asalto terrestre tuvo que descartarse. A las 16.30, dos Harriers atacaron el aeródromo de emergencia en Borbón. Aunque las fuerzas especiales británicas habían destruido diez aviones, el campo todavía estaba operativo y en manos argentinas. Los Harriers causaron pocos daños.

A pesar de los éxitos que los británicos lograron mediante el uso de Harriers de despegue y aterrizaje verticales en varias funciones, la Armada Argentina nunca intentó un combate aire-aire. Para cuando los aviones argentinos habían volado con el combustible necesario y tanques adicionales a las Malvinas, no había forma de que pudieran enfrentar a los aviones británicos en igualdad de condiciones; simplemente estaban demasiado sobrecargados. Incluso con tanques de caída, los Skyhawks estaban en su rango extremo cuando volaban a las islas desde el continente, lo que no dejaba combustible para maniobras de combate aéreo. Además, el mejor misil aire-aire disponible para los argentinos era un Sidewinder B, que era muy inferior al Sidewinder L, particularmente cuando se utilizaba con el radar británico Bluefox. Por todas estas razones, los argentinos tomaron la decisión consciente de que su mejor oportunidad de éxito residía en perseguir a los barcos y tropas terrestres británicos en lugar de a los Harriers.

El regreso de los Super Etendard

El 25 de mayo, el radar de Puerto Argentino volvió a fijar la ubicación general de la flota británica. Estaba aproximadamente a 100 millas náuticas al noreste del puerto. El enemigo estaba a unas 500 millas de la base aérea naval argentina en Río Grande. El avión de reabastecimiento estaba posicionado a 160 millas al este de Puerto Deseado. Al reabastecerse en esta ubicación, los Super Etendard volarían más de 100 millas al norte de las Malvinas y así evitarían la posible detección por parte de buques de guerra británicos cerca de las islas. El avión reabasteció sin incidentes y comenzó su tramo final de 270 millas. A las 16.32, los dos aviones lanzaron sus misiles, y ambos impactaron al portacontenedores Atlantic Conveyor en la posición 50°38' Sur, 56°08' Oeste. Volando a sólo 50 pies sobre el agua, el avión corrió hacia Puerto Deseado. Los fieles KC-130 de la Fuerza Aérea habían permanecido dando vueltas en el lugar de reabastecimiento de combustible y esperando el regreso de la aeronave naval. Después de reabastecerse por segunda vez, los Super Etendard regresaron a Río Grande. El vuelo completo duró casi cuatro horas.

Hasta donde saben, los pilotos argentinos dicen que sus Super Etendard nunca fueron detectados mientras estaban en proceso de realizar un ataque. No recibieron ninguna indicación a través de los dispositivos de advertencia de la cabina, de los circuitos de radio británicos de monitoreo o por lo que habría sido la señal más convincente de todas: intentos por parte de los Harriers de interceptarlos.

En ninguno de sus ataques los pilotos de los Super Etendard vieron sus objetivos visualmente. Tuvieron que confiar completamente en las imágenes de sus visores de radar. En ausencia de orientación visual En vista de la información que recibían de los aviones de reconocimiento, los pilotos tenían que apuntar sus misiles a los objetivos más grandes y esperar que todo saliera bien. Como resultado, no podían distinguir entre el Atlantic Conveyor, un buque mercante que transportaba aviones, y los portaaviones Hermes e Invincible. Incluso cuando se disponía de reconocimiento aéreo, como en el caso del ataque al Sheffield, era difícil establecer con precisión la clase de barco al que se disparaba.

El quinto y último ataque del Super Etendard tuvo lugar el 30 de mayo. Puerto Argentino informó de una ubicación general de las unidades británicas al sureste, a unas 100 millas náuticas. Los argentinos planeaban un ataque que se dirigía desde el sur en sentido contrario a las agujas del reloj. El capitán de fragata Jorge Colombo, oficial al mando del escuadrón, explicó: “En esta oportunidad de atacar, decidimos ir con el reabastecimiento aire-aire un poco más al este para poder atacar volando de este a oeste, porque todos los demás ataques eran desde el oeste. Sabíamos que los británicos siempre concentraban sus defensas en el lado hacia las islas. No creían que pudiéramos atacar desde la dirección de Sudáfrica”. Este enfoque de barrido, por supuesto, tenía la intención de tener un radio fuera del alcance de los radares de a bordo británicos. Para alcanzar el objetivo, que estaba a más de 500 millas de la base de Río Grande, fue necesario un doble reabastecimiento en el camino. Dos Super Etendard, uno armado con el último Exocet aire-tierra, fueron acompañados por cuatro A-4C de la Fuerza Aérea. El segundo Super Etendard era un seguro en caso de que el avión portador de misiles experimentara problemas eléctricos. Como lo habían planeado, los argentinos tomaron al enemigo por sorpresa. Después del lanzamiento del Exocet, los A-4C siguieron las estelas de los misiles. Observaron un barco envuelto en humo negro aproximadamente a 52°44' Sur y 55°45' Oeste. Creyeron que era el Invincible, pero la identidad de su objetivo sigue siendo un misterio.

Después del lanzamiento del último Exocet aire-tierra, los Super Etendards comenzaron a entrenarse en tácticas de bombardeo; sin embargo, el conflicto terminó antes de que pudieran ser utilizados en esta función.

Exocets terrestres

Los misiles Exocet, que los argentinos habían comprado a los franceses en cantidades limitadas, venían en dos versiones básicas: aire-superficie y superficie-superficie. No era posible convertir un tipo en el otro. Poco después de que el primer barco británico bombardeara Puerto Argentino el 1 de mayo, los argentinos comenzaron a evaluar la posibilidad de instalar algunos de sus Exocets superficie-superficie en las islas para tratar de disuadir a los británicos de acercarse. Llevar a tierra un sistema completo de a bordo hubiera llevado 45 días, lo cual era demasiado tiempo. En cambio, un oficial y dos técnicos civiles lograron idear un sistema improvisado en sólo diez días juntando varios componentes. Se utilizaron dos remolques viejos, uno para el generador y el hardware de soporte y el otro para la construcción de dos rampas de misiles. El éxito en el funcionamiento del sistema primitivo dependía de girar las llaves en la secuencia adecuada, usar un cronómetro y tener algo de suerte.

Después de que la instalación fuera transportada por avión en un C-130 a las Malvinas a fines de mayo, su ubicación operativa estuvo determinada por el peso de los remolques, que solo podían usarse en caminos pavimentados. El único camino pavimentado en la isla era un corto tramo entre el aeropuerto y la ciudad de Puerto Argentino. Alrededor de las 18:00 horas cada noche, el sistema era sacado a rastras y a las 20:30 todo estaba listo. Las noches pasaban sin un objetivo; alrededor de las 04:00 horas cada mañana, el sistema tenía que ser escondido para evitar la detección aérea. Cuando se lanzaron los primeros misiles, resultaron ineficaces, pero tampoco fueron detectados por los británicos. Durante la noche del 11 al 12 de junio, el personal naval argentino que manejaba la batería improvisada tuvo éxito. Su paciencia finalmente se vio recompensada cuando alcanzaron al crucero de clase "County" Glamorgan desde una distancia de 30 kilómetros mientras regresaba de un bombardeo de Puerto Argentino. Los argentinos vieron un resplandor naranja que provenía del barco antes de observar el impacto del Exocet. El crucero había disparado un misil Sea Cat, que no alcanzó al Exocet que se aproximaba. Las tropas terrestres británicas capturaron tres Exocet antes de que pudieran ser disparados en la campaña. Sorprendentemente, la batería Exocet, a pesar de operar en circunstancias muy difíciles, había logrado un impacto durante la campaña.

La campaña en tierra

Cuando los británicos realizaron sus desembarcos anfibios en el estrecho de San Carlos el 21 de mayo, sorprendieron a los argentinos que estaban preparados para defenderse de una invasión en el lado oriental de las Malvinas, en el área alrededor de Puerto Argentino. Un resultado del desembarco entre las islas fue que los británicos pudieron ganar uno o dos días de tiempo para desembarcar sin oposición. Por supuesto, los ataques aéreos contra la fuerza de desembarco comenzaron el día de la invasión y continuaron después, pero las fuerzas terrestres argentinas tardaron un tiempo en poder desembarcar.

El batallón de infantería de marina argentino tardó aún más en participar en el combate terrestre, ya que su misión era la defensa del área de Puerto Argentino. Como los británicos terminaron avanzando de oeste a este, los marines no participaron inmediatamente en el combate terrestre, pero ya habían sido atacados varias semanas antes.

El quinto batallón de infantería de marina había estado en la isla desde principios de abril y su misión en el perímetro defensivo general había provenido del comandante del ejército. Incluyendo sus reservas, el batallón de infantería de marina estaba compuesto por unos 1.000 hombres, lo que representaba aproximadamente una décima parte de las tropas de combate en las Malvinas. Por lo general, un batallón del Cuerpo de Infantería de Marina argentino está compuesto por un 70% de reclutas, un 25% de suboficiales y un 5% de oficiales. Cada ciudadano masculino sano está obligado a servir un año en el ejército. Prácticamente todo el personal alistado del Ejército y el Cuerpo de Infantería de Marina son reclutas. Por lo general, una doceava parte de un batallón de la Infantería de Marina está formada por reclutas novatos que acaban de salir del campo de entrenamiento, y otra doceava parte tiene dos meses de experiencia, y así sucesivamente. Los oficiales y suboficiales de la Infantería de Marina son todos voluntarios y, por lo tanto, soldados de carrera. Además de sus armas pequeñas, los marines tenían morteros de 106 milímetros, 81 milímetros y 60 milímetros; cañones antitanque; y misiles. El Quinto Batallón había establecido, al llegar, posiciones en el Monte Tumbledown, el Monte William y Sapper Hill al oeste y al sur de Puerto Argentino.

Los marines enfrentaron una serie de dificultades para llevar a cabo su parte de la defensa de las islas: el clima y el terreno, la falta de movilidad táctica y la incapacidad de prevenir ataques de unidades navales británicas en alta mar. Una vez concluida la campaña, el contralmirante Eduardo Otero, comandante de las Fuerzas Navales Malvinas, explicó:

“El clima era terrible. . . . Las temperaturas heladas eran muy comunes, y teníamos problemas particulares donde la gente vivía en posiciones defensivas. Era difícil vivir en esos lugares, porque el agua se desbordaba del musgo, y la lluvia venía acompañada de agua superficial, de modo que las piernas de la gente a menudo estaban mojadas día y noche. . . . El terreno es muy malo. Es un terreno donde los semiorugas o los camiones comunes, aunque tengan ruedas especiales, se hunden. Esto nos pasó con las excavadoras, las máquinas mecánicas y los tractores, tratando de hacer los puestos defensivos para depósitos de municiones. A veces las máquinas quedaban completamente enterradas y no se podían mover”.


Como resultado, el transporte terrestre era a veces imposible. Gran parte del terreno era como una esponja, y cuando llovía un hombre podía hundirse hasta las rodillas en lo que parecía ser tierra firme. El problema se agravó porque los marines argentinos no tenían helicópteros para transportar tropas disponibles; los marines reales sí los tenían y los utilizaron con mucho provecho. El capitán de Fragata Carlos Robacio, comandante del Quinto Batallón de Infantería de Marina, le dijo al autor:

“Presentamos una defensa inmóvil, totalmente inmóvil ante un enemigo que se distribuía libremente. Además, si mi batallón hubiera atacado, sé que habríamos sorprendido a los ingleses porque la principal realidad del Quinto Batallón era su capacidad de ataque. Era lo que sabíamos hacer mejor pero lo que no podíamos hacer”.


A partir del 1 de mayo, los marines fueron bombardeados por aire y mar durante 40 días. Dos Harriers parecían vigilar la posición de los marines. El capitán Robacio recordó:

“La artillería naval tenía una precisión tremenda. Algunos pueden decir lo contrario, pero puedo asegurarles esta verdad porque fui el primero en tener bajas el 1 de mayo: un muerto y siete heridos. Disparan a una velocidad impresionante. Uno, como enemigo, debe estar bien escondido, a unos 10 metros bajo tierra, para no ser herido. Estábamos bastante bien escondidos, pero si levantábamos la cabeza, nos decapitaban”.

Tras seis semanas de este tipo de bombardeo y del avance constante hacia el este de las fuerzas terrestres británicas, los británicos se acercaron a los defensores de Puerto Argentino. Aproximadamente 8.000 tropas de combate argentinas defendían el perímetro. El 11 de junio, los británicos realizaron un desembarco anfibio en North Basin, una zona que los argentinos habían descuidado en ocupar. A medida que los británicos avanzaban desde la cabeza de playa, las fuerzas argentinas avanzaron a lo largo de dos senderos a cada lado de la montaña en un intento de bloquear su avance. El intento fue inútil; constantemente eran flanqueados por la movilidad británica. El 12 de junio, los A-4 de la Fuerza Aérea Argentina atacaron la cabeza de playa británica. Realizaron su ataque a través de una capa de nubes y, para su sorpresa, encontraron poco fuego antiaéreo. Dañaron gravemente los barcos de desembarco, Sir Tristam y Sir Galahad. No obstante, los británicos siguieron adelante con su ataque terrestre.

Un día antes, el 11, los británicos habían atacado el perímetro defensivo de Puerto Argentino desde el oeste. Esta sección estaba ocupada por 3.000 argentinos, incluido el Quinto Batallón de Infantería de Marina. La superioridad aérea británica, los bombardeos marítimos y la falta de movilidad impidieron la Los argentinos no pudieron traer refuerzos. El ataque comenzó a las 23:00 horas y, tras un intenso duelo de artillería, los británicos controlaron la mayor parte del terreno elevado alrededor de Puerto Argentino; esta había sido la última barrera para evitar la recuperación de la ciudad portuaria. El día 12, los británicos consolidaron su posición. A las 17:00 horas del día 13, un ataque británico fue repelido. Un segundo ataque comenzó a las 22:00 horas y ganó algo de terreno, pero no desalojó a los marines argentinos. Los marines comenzaron entonces a preparar un contraataque, pero se habían quedado sin medios para luchar. Todos sus morteros estaban sin municiones y sus cañones antitanque habían sido destruidos. Ahora, cuando la munición de las armas pequeñas también escaseó, los marines recibieron la orden de retroceder. A las 12:30 horas del 14 de junio, el Quinto Batallón y las unidades de apoyo del Ejército recibieron la orden de cesar el fuego y retirarse al centro de la ciudad. Los marines destruyeron todo el equipo que no pudieron llevar consigo. Habían estado en el frente durante 66 días, pero ahora todos los combates habían terminado.

Para garantizar el bienestar de los defensores de la isla, Argentina convirtió dos de sus auxiliares más valiosos en barcos hospitales, el rompehielos Almirante Irizar y el buque de suministro Bahía Paraíso. Los barcos eran muy adecuados para esta función. Eran nuevos y cada uno tenía una sala de operaciones. El Bahía Paraíso fue convertido justo a tiempo para participar en el rescate de los sobrevivientes del General Belgrano. Los dos barcos hospitales navegaron entre el continente y las Malvinas, evacuando a los heridos. Tuvieron que ir a Bahía Fox, Howard, Borbón y Puerto Argentino.

Resumiendo

La Armada Argentina no operó en el vacío durante el conflicto contra los británicos. No tomó ni defendió las Islas Malvinas por sí sola. Sin embargo, sería preciso decir que la Armada fue la principal responsable de la captura de las islas y jugó un papel importante en la guerra aérea, marítima y terrestre que siguió. La Armada sufrió las mayores pérdidas de todas las fuerzas armadas, la mayoría de ellas como resultado del hundimiento del General Belgrano. En total, murieron aproximadamente 375 efectivos navales, 260 en el Ejército y 55 en la Fuerza Aérea.

La victoria no tiene sustituto y los argentinos perdieron. La mayor decepción de la Armada fue su incapacidad para mantener las islas recuperadas, independientemente del tamaño y la capacidad de las fuerzas opuestas. Además, la Armada no pudo hacer frente al submarino nuclear británico. Todos los años de ejercicios UNITAS en conjunto con la Armada de los EE. UU. y las de las naciones latinoamericanas habían sido en vano. La incapacidad de los dos submarinos Tipo 209 para lograr un éxito fue decepcionante. La flota perdió un crucero, un submarino y algunos auxiliares pequeños. Además, algunas unidades resultaron dañadas; todas han sido reparadas desde entonces. De las pérdidas de la flota, es el crucero el que se extrañará. El barco General Belgrano proporcionó una dimensión única con una potencia de fuego que podría haber resultado útil para el apoyo. El submarino, sin embargo, era viejo y menos capaz que los Type 209.

Se cometieron errores tácticos. Nunca se logró un control positivo de las operaciones aéreas tácticas. Además, más de la mitad de las aeronaves navales perdidas fueron destruidas en tierra por las fuerzas británicas. Las pérdidas de aeronaves fueron moderadas. La aviación naval perdió tres A-4Q Skyhawks, cinco MC-33 Macchis (tres en tierra en Puerto Argentino), cuatro T-34 en tierra en Borbón, dos Skyvans en tierra, un Puma y un Alouette perdido con el General Belgrano. Sólo se perdieron cuatro pilotos de la Armada.

Los éxitos también son importantes. La Armada permaneció intacta a pesar de enfrentarse a la tercera flota más poderosa del mundo; esto preservó el equilibrio de poder regional. El personal naval que tripuló los “island hoppers” que brindaron apoyo logístico en las Malvinas y los que idearon y operaron los Exocets con base en tierra contribuyeron significativamente a la defensa de las islas.

El Cuerpo de Marines tuvo un desempeño admirable. El Segundo Batallón de Marines capturó las islas en un clásico desembarco anfibio. Es cierto que sólo se opuso un puñado de hombres. A pesar de recibir y devolver el fuego en la playa de desembarco, en la Casa de Gobierno y en las afueras de lo que entonces era Puerto Argentino, los Marines no infligieron bajas a los británicos, de acuerdo con sus órdenes de evitar bajas en la medida de lo posible. El Quinto Batallón de Marines y el Batallón Antiaéreo de Marines lucharon con mucha tenacidad en defensa de las islas. Como se mencionó anteriormente, carecían de movilidad. Antes de la guerra, la Marina reconoció que el Cuerpo de Marines necesitaba el tipo de movilidad aérea que sólo los helicópteros podían proporcionar. La reciente guerra debería aumentar la prioridad de su adquisición.

Al relatar los éxitos de la campaña, la Marina debe estar satisfecha con el desempeño de su arma aérea. Los pilotos del Super Etendard tenían menos de 100 horas de vuelo en la aeronave antes del conflicto. Cinco misiles lanzados desde el aire Exocet estaban en Argentina, pero ninguno estaba operativo. Los argentinos no sólo prepararon los misiles para disparar, sino que también idearon el Las tácticas necesarias durante las agotadoras horas de práctica después de la captura de las islas. El envejecido escuadrón Skyhawk, inicialmente compuesto por ocho aviones, hundió la fragata Tipo 21 Ardent y posiblemente el Antelope. También atacaron otros barcos británicos y se cree que dañaron algunos. Los aviones de apoyo naval, Fokkers y Electras, completaron el 75% de sus viajes de suministro a las islas y operaron hasta el último día de la guerra. Los aviones de reconocimiento naval, incluidos los Trackers y Neptunes, fueron capaces de localizar unidades británicas y mantener el contacto. Ninguno de estos aviones se perdió.

¿Cuáles fueron las lecciones militares para Argentina? Solo las guerras premeditadas pueden planificarse en torno a esta o aquella pieza de equipo militar. ¿Por qué Argentina no esperó seis meses para más Super Etendards? ¿Por qué no esperaron un año hasta que se hubiera llevado a cabo el plan de pagar a gran parte de la Marina Real? Las respuestas son simples. Esta guerra fue causada por una serie imprevista de eventos acumulados sobre años de frustración. Hasta que comenzó la guerra, pocos creían que la disputa derivaría en hostilidades. La lección militar más importante no es nueva, pero sí que vale la pena repetirla: pocas guerras pueden programarse; la mayoría deben librarse con lo que ya se tiene a mano o con lo que se puede conseguir de inmediato.

Una lección a largo plazo es que la Armada Argentina debe aprender a lidiar con el submarino nuclear. Unos pocos submarinos de ataque lograron neutralizar la flota de superficie argentina. Los periódicos argentinos han informado de que la Comisión Nuclear está estudiando la posibilidad de un submarino nuclear autóctono. En opinión del autor, semejante desarrollo desperdiciaría los recursos nacionales. Una mejor alternativa podría ser el desarrollo de una barrera SOSUS autóctona. La plataforma continental de Argentina es muy amplia y se prestaría a un sistema defensivo de ese tipo. Durante la guerra contra Gran Bretaña, la Armada Argentina exhibió un gran ingenio, en particular a la hora de modificar el equipo electrónico para satisfacer sus necesidades inmediatas. Estas habilidades podrían permitir desarrollar una barrera SOSUS. Un sistema de ese tipo tendría que estar respaldado por aviones de patrullaje tipo P-3 y helicópteros antisubmarinos. Sin embargo, la aeronave sin SOSUS obligaría a los argentinos a buscar una aguja en un pajar. El sistema propuesto en su totalidad (aeronaves, SOSUS y todo lo demás) probablemente costaría a la Argentina menos que un submarino nuclear.

¿Qué nos depara el futuro? Los argentinos ejercerán la mayor presión política, económica y militar posible sobre las islas bajo control británico. Argentina continuará con el embargo de todo comercio con las islas. Antes de la guerra, todo el petróleo y muchas otras importaciones provenían de Argentina. Políticamente, Argentina seguirá influyendo en otros países latinoamericanos para que no permitan que su territorio se utilice para transbordos a las islas. Antes de la guerra, Montevideo, Uruguay, había sido una terminal importante para la producción de lana y carne de cordero de las islas. Uruguay y Brasil están ahora cerrados al tráfico hacia y desde las Malvinas. El reciente y agotador viaje de la Primera Ministra Margaret Thatcher a las islas debería subrayar el éxito del esfuerzo argentino por dificultar el transporte. Militarmente, los argentinos desarrollarán una fuerza amenazante. Para la Armada, esto se puede lograr mejor completando su nueva flota de submarinos. A fines de los años 80, a los dos Type 209 se les habrán sumado seis nuevos barcos.

Los argentinos y el autor siguen creyendo que las Malvinas son suyas, aunque sus esfuerzos diplomáticos y militares hasta ahora han fracasado. Los británicos han ocupado las islas durante 150 años, y en ese tiempo los argentinos no han podido concluir negociaciones exitosas sobre la soberanía de las islas. Pero la guerra ha logrado un objetivo. El mundo ahora conoce la gravedad del asunto. El almirante Rubén Franco, comandante en jefe de la Armada Argentina, lo expresa así: “El objetivo establecido, recuperar las islas Malvinas, Georgias y Sandwich del Sur, sigue intacto; nuestro deseo de ganar no ha sido aplastado. Nunca renunciaremos a nuestro territorio austral confiscado”. Y el oficial de marina Robacio ofrece su visión del futuro: “Creo que las Malvinas estarán tranquilas por un breve período, pero volveremos. Tal vez sea mi hijo o mi nieto, pero volveremos”.


La odisea de un piloto de Skyhawk

Por Capitán de Corbeta Alberto Jorge Philippi, Armada Argentina

La Tercera Escuadrilla de Ataque Naval se embarcó en abril en el portaaviones 25 de Mayo pero no participó en operaciones contra la flota británica debido a que el clima era desfavorable. Antes del hundimiento del General Belgrano, se ordenó el regreso del portaaviones y se enviaron los aviones A-4Q a la Base Aeronaval de Río Grande en Tierra del Fuego.

La primera acción de combate se produjo el 21 de mayo cuando desplegamos tres aviones. Los objetivos eran los buques que apoyaban el desembarco de San Carlos. Sabíamos que el ataque se realizaría sin escolta y la existencia de superioridad aérea. Prioridad. Nos encontrábamos en desventaja, era imposible combatir contra los Harrier. No porque fueran tremendamente superiores a nuestros A-4, sino porque llevábamos un pesado cargamento de bombas y combustible en una clara misión.

Volábamos a 27.000 pies en silencio de radio para evitar ser detectados. Cien millas antes de llegar a la costa de la Gran Malvina ordené descender a 100 pies sobre la isla. Allí giramos a la derecha siguiendo la costa hasta el Cabo Belgrano. Llovía con nubes muy bajas. El Cabo Belgrano era como un dedo que nos indicaba el rumbo. Todo estaba oscuro y oscurecido. Allí seguimos rumbo 069° hasta la entrada sur del Estrecho de San Carlos, donde aceleramos a 450 nudos, volando a no más de 50 pies. La alarma de mi altímetro radar estaba fijada a 30 pies y sonó con frecuencia durante el vuelo. Llegamos a la costa oeste de Isla Soledad y cambiamos el rumbo a 025° hacia San Carlos. Pasando sobre Puerto Rey vimos el buque Río Carcana, encallado después del combate; continuamos hacia el norte.



Antes de llegar a Bahía Ruiz Puente, vi a las 11 entre las rocas los mástiles de una fragata que parecía habernos detectado y parecía alejarse rápidamente de la costa hacia el centro del canal con un rumbo de aproximadamente 240°. Señalé el objetivo a mis compañeros, ellos ya lo habían visto, y nos bordearon para abrir ataque. Viré hacia la derecha para ponerme a cubierto del eco [radar] de la costa y tratar de mimetizarme con las rocas oscuras. Cuando el ángulo de tiro fue adecuado, viré para inclinarme hacia la fragata [HMS Ardent] con la punta de mi ala izquierda casi rozando las olas, y cuando terminé el viraje, ya estaba en posición de disparar, cruzando de la aleta de babor a la amura de estribor. Antes de realizar el ataque, vi el cañón de proa, los cañones a los costados del buque y el fuego de los misiles Sea Cat. [El Sea Cat estaba] visible y escurridizo (tuve la suerte de que no tuvieran un Sea Wolf).

A 1.000-1.500 metros del objetivo, subí a 300 pies y me concentré en colocar la retícula de mi mira sobre la roda, sin pensar en nada más; estaba alineada. Cuando el centro de la retícula se superpuso al objetivo, apreté el botón que lanzaba las bombas. Aumenté la velocidad e inicié un viraje violento para escapar hacia la derecha, descendiendo para volver a volar justo por encima de las olas, para luego virar hacia la izquierda. Mientras tanto, escuchaba la voz de mi compañero piloto José César Area gritando: “Muy bien, señor”. Miré por encima de mi hombro izquierdo y vi la fragata con mucho humo en la roda y chapoteo a 20 metros de su amura de estribor. Ya no podía preocuparme más por el barco y ordené a mis compañeros “escaparemos por la misma ruta”, indicándoles así que utilizaríamos la misma ruta para regresar y asegurar la ausencia del enemigo. Entonces escuché la voz de Marcello Gustano Márquez que decía “Otro en la popa”, refiriéndose a las bombas del Área. No sabemos los efectos de las bombas de Márquez. Más tarde supe que Área entró en una columna de escombros y humo provocada por mi bomba; por esa razón, no pudo mantener los 20 segundos entre aeronaves como estaba estipulado.

Ya había un riesgo considerable. En un par de minutos llegó un ataque y un grito de Márquez me paró el corazón: “Harrier, Harrier”. Inmediatamente ordené eyectar las cargas externas y escapar con la esperanza de llegar a refugiarnos en las nubes que estaban frente a nosotros. Pero sentí una explosión en mi cola y la nariz del avión se elevó sin control; necesitaba el apoyo de ambas manos en la palanca que no respondía. Miré hacia la derecha y vi un Sea Harrier a 150 metros que venía a matarme. Me comuniqué y dije: “Me voy a eyectar, estoy bien”. Reduje la velocidad, abrí los aerofrenos, puse mi mano izquierda en la manija de eyección inferior y lo disparé. Sentí una fuerte explosión al eyectarse la capota y de inmediato sentí un fuerte dolor en la nuca. Mi último pensamiento antes de desmayarme fue: “Me estoy cayendo como una piedra”. Cuando recuperé el conocimiento estaba colgando de mi paracaídas, en una nube, con gotas de lluvia humedeciéndome la cara y había perdido el casco y la máscara. Justo debajo, vi el Río Carcaña y una gran salpicadura en sus cercanías. Quizás era mi avión o el de Márquez.

Di gracias a Dios por seguir con vida y medité para resolver la emergencia. Inflé el chaleco salvavidas, desabroché el ajuste izquierdo del arnés y me quité las botas, para que no se inflaran al tocar el agua. Aterricé a 100 metros de la costa y desabroché el paracaídas. Corté con mi cuchillo algunas de las cuerdas que me tenían aprisionado y nadé de un brazo a otro hasta la costa. Llegué tan cansado que no podía caminar. Traté de descansar. Mientras tanto, había lanzado al aire la señal de radio de emergencia. Miré mi reloj; eran las 15.30, faltaba poco más de una hora para que se pusiera el sol.

Tomé un montón de lo que quedaba de mi equipo y con el cuchillo tallé un hoyo en la tierra para protegerme del viento. Cuando terminé, ya era de noche y logré dormir. Cada hora me levantaba a caminar y a cavar un hoyo profundo para hacer fuego.

A las 0200 de la mañana, el cielo se iluminó como si fuera de día por la luz de un obús inglés, y una fragata comenzó a bombardear el pobre Río Carcana. Seguramente debieron escuchar mi señal de emergencia y creyeron que había alguien a bordo. Como los cazas pasaron muy cerca de mi sitio y ante la posibilidad de que desembarcaran tropas, inicié una retirada estratégica que no se detuvo hasta estar a varios kilómetros de allí.

Seguí caminando hacia el sur, donde según un mapa que había tratado de memorizar, había ranchos de ovejas. El domingo 23 capturé un cordero que maté, limpié y asé a fuego lento que encendí con una rama de bengala porque los fósforos que tenía estaban mojados. Comí una paletilla y una pierna; al día siguiente me comí la otra paletilla; guardé la otra pierna en la chaqueta y seguí mi caminata hacia el sur. Luego al mediodía me encontraba recostado contra un poste, descansando y comiendo cuando observé movimientos de vehículos en un barranco a unos 3000 metros de distancia. Hice una señal con mi espejo y un tractor y un Land Rover se acercaron a mí. A lo lejos, una persona bajó caminando y después de aprender “sin armas” se acercó y se presentó como Tony Blaile, gerente de una estancia, y me ofreció su ayuda. Me presentó a sus compañeros quienes me ofrecieron sus almuerzos cuando supieron que durante tres días había estado caminando por el país. Tuve suerte porque esta era una zona deshabitada, vienen cada seis semanas a trabajar un día con la manada.

Tony me llevó a su casa y me presentó a su esposa y dos hijos. Me preparó un baño caliente y me dio algo de su ropa limpia. Descansé hasta la hora de la cena; Una familia muy agradable, no hablábamos para nada de la guerra, sino de nuestras aficiones: la caza, la pesca y la radio. Teníamos mucho de qué conversar, el tiempo era muy corto para nosotros. Al día siguiente informó a Puerto Argentino de mi posición por la banda de radio de emergencia. Más tarde me llevó al pueblito de North Arm que tenía 17 casas.

Al mediodía un helicóptero de la Fuerza Aérea vino a buscarme; y me llevó a Darwin, donde comenzaron nuevamente mis problemas. Junto con los refugiados, observé los ataques de los Harriers cada 15 o 20 minutos y observé a las tropas inglesas que tomaban las alturas de Alberdi y Rivadavia preparándose para el asalto. Salí de Darwin en el último helicóptero que voló a Puerto Argentino al día siguiente. Allí encontré mucho optimismo en los defensores. Dos días después, un C-130 me sacó de allí, volando 500 millas de noche a 50 pies de altura.

Deseo destacar el hecho de que en todo momento sentí la presencia de Dios cerca de mí, quitando obstáculos del camino. En todo momento, antes y después de cada misión, dos versículos de la Biblia estaban permanentemente en mi mente y me ayudaban en todo: “Ni una hoja caerá del árbol si no es la voluntad de Dios”. Y el Salmo 23: “El Señor es mi pastor; nada me faltará; en lugares de verdes pastos me hará descansar…”