jueves, 27 de febrero de 2014

Malvinas no es una simple anécdota histórica (2/3)


Malvinas no es una simple anécdota histórica (Segunda Parte)
Carlos Andrés Ortiz

Foto: AFP
En mérito a la brevedad, cabe decir que las Malvinas están en la Plataforma Continental Argentina, a menos de trescientos cincuenta kilómetros del punto más cercano del territorio continental argentino; mientras que se sitúan a catorce mil kilómetros de Gran Bretaña.

Su usurpación y continuada ocupación es otro de los tantos actos de piratería que el vetusto imperio realizó en su existencia. Un poco más alejados pero claramente en jurisdicción del Mar Argentino o de sus adyacencias, están los otros dos archipiélagos en disputa. Claramente sus usurpaciones forman parte de las evidentes amenazas estratégicas a Sudamérica, de la OTAN, del Commonwealth y de la entente explícita EEUU-Gran Bretaña, aliados en los procesos de neocolonialismo del siglo XXI.
Quede en claro que no se trata de ningún prejuicio ni menos aún odio, al pueblo británico, el cual merece respeto, como cualquier otro grupo humano, en un contexto de pensamiento fuera de toda connotación racista o discriminativa.
Resulta muy claro que pese al buen nivel de vida medio existente en Gran Bretaña, la estructura socio política de ese país es fuertemente clasista, estructurada en estratos diferenciados pétreos, discriminando y excluyendo a las grandes mayorías, pues la movilidad social tiene un techo casi infranqueable, muy característico de las sociedades humanas que separan a la gente en nobles y plebeyos, en una estructuración segmentada, como herencia anacrónica post medieval, dieciochesca congelada en el tiempo.
De hecho, el sistema monárquico, mantenido y en parte renacido en Europa, resulta en el mantenimiento de castas ociosas, improductivas y cargadas de injustificables privilegios, que mal pueden considerarse un ejemplo para el mundo.
Por otra parte, en Gran Bretaña el acceso a la educación superior es restringido por la vía de elevados aranceles, acentuando la estratificación socioeconómica.
Ese tipo de cerrada discriminación era el que padecían los kelpers (isleños malvinenses), siendo notable que por las cerradas pautas culturales impuestas por el anacrónico imperio, esa realidad era mansamente tolerada y aceptada –seguramente sin margen de discrepancia- por esos pobladores, que eran considerados “súbditos británicos de segunda categoría”. En ese contexto semi feudal dieciochescamente monárquico, tiene enorme importancia la valiente actitud de Alejandro Betts, quien enfrentando presiones sociales e incluso familiares, asumió plenamente la ciudadanía argentina, que por derecho le corresponde, pues nació en territorio argentino, nació en Malvinas.
Con esos condicionamientos culturales, puede entenderse el rechazo a Argentina, manifestado por la población isleña, que es básicamente británica trasplantada a las islas. Pero pueden quedarse tranquilos, pues Argentina es un país tolerante, sin racismos, que integró bien a diferentes contingentes de inmigrantes de muchos orígenes. Cuando esas islas vuelvan a la soberanía argentina –como corresponde-, serán respetados plenamente, podrán vivir en paz, y acceder a los muchos beneficios que la Argentina continental dispensa a todos los habitantes.
Si bien el colonialismo es de muy vieja data, y en América comenzó desde el descubrimiento formal del continente por parte de los europeos, en 1492; la elevación (¿¡!?) al rango de estatus formal incluso exhibido con aires de grandeza por las potencias que lo practicaban, puede situarse en el siglo XIX, con el punto de máxima exaltación en la Conferencia de Berlín, realizada en 1884/5.
Básicamente en esa Conferencia, se acordó la repartija de África –como si fuera un simple bien mostrenco, sin importar nada sus pobladores y sus culturas-, entre las varias potencias colonialistas europeas de fines del siglo XIX.
Ya antes habían logrado subyugar a antiquísimos pueblos y culturas, como los casos de India y China, por citar tal vez los más relevantes pero no los únicos.
El colonialismo se extendió también por buena parte de Asia; mientras que en Sudamérica el colonialismo financiero – diplomático británico había logrado el dominio pleno, solo sutilmente reforzado por ciertas presencias militares o exhibiciones discretas pero contundentes de su poder naval, por entonces excluyente. El colonialismo cultural era una pieza clave de la estrategia colonial británica en América del Sur y parte del Caribe, y la doctrina económica liberal, sin duda operó como el duro mascarón de proa para forzar el mantenimiento de ese esquema de subordinación real, bajo apariencias de independencias formales.
En América Central y buena parte del Caribe, la Doctrina del Gran Garrote (Big Stick) resultó ser la transparentación del intervencionismo militar de EEUU en su “patio trasero” próximo; despectiva denominación que luego se amplió a toda Iberoamérica y El Caribe, solo tolerando ciertas presencias colonialistas de Gran Bretaña, Francia y Holanda en ese contexto geográfico.
Después de promesas de descolonización a escala mundial, rápidamente incumplidas por las potencias vencedoras en la Primera Guerra Mundial, al cabo de la Segunda Guerra Mundial el proceso de descolonización adquirió por fin fuerza efectiva, con las independencias de nuevas naciones o los resurgimientos de viejos Estados, en un proceso históricamente muy breve, sobre todo entre 1945 y la década del sesenta; continuando en escalas menores en las dos o tres décadas siguientes.
Pocos enclaves abiertamente coloniales perduraron, siendo uno de ellos el de los tres archipiélagos en disputa en el Atlántico Sur, en los cuales Gran Bretaña mantuvo el anacrónico régimen, pese a los muy fundamentados reclamos de Argentina.
Claramente, entre 1945 y cerca de fin de siglo, era “políticamente incorrecto” declarar abiertamente posiciones favorables a acciones colonialistas, desarrolladas según la tónica tradicional de las intervenciones armadas directas; pese a lo cual hubo muchas acciones de intervenciones solapadas en otros Estados, pudiendo citarse los sucesivos golpes de Estado en Sudamérica en los años setenta, algunos de ellos con directas pero encubiertas participaciones de la CIA (la inteligencia norteamericana), pero no fueron los únicos casos en el mundo, en esos convulsionados años, los sucesivos y también los anteriores recientes.
Pero a partir de la Revolución Neoconservadora, personificada en la dupla Reagan–Thatcher, el intervencionismo militar directo y desembozado, amparado por nuevas doctrinas de “ataques preventivos” y de “defensa de la libertad, la democracia, los derechos humanos” y otros eufemismos esgrimidos como justificativos mediáticos, puede considerarse que se dio origen a la era del Neocolonialismo del Siglo XXI. Evidentemente el cuadro de Unipolaridad Excluyente –que algunos vaticinaron como cuadro permanente- al emerger EEUU como la única gran potencia mundial, y contando con la Unión Europea como socio menor casi incondicional, fue el contexto geopolítico global que dio cabida a esa nueva etapa del colonialismo, dentro de la cual están sucediendo muchos hechos de gran trascendencia estratégica mundial.
Sin duda el mundo se transformó rápidamente en Multipolar, con los roles crecientes de la Potencias Emergentes del BRICS, de los otros Doce Emergentes (dentro de los que está Argentina), además de los cambios en las potencias tradicionales de la troika económica de EEUU, UE y Japón.
Es por las presiones de la nueva realidad mundial, que Gran Bretaña pretende darle una pseudo apariencia no colonial, intentando crear un Estado prefabricado y falso, fogoneando la supuesta autodeterminación de su población invasora y trasplantada, en Malvinas. Y con ello, no solo proyecta un nuevo Estado tapón, sino darle mayor viabilidad a sus pretensiones de usurpaciones de los territorios antárticos de Argentina y Chile.
Mientras, realiza constantes acciones de “guerras blandas”, por medio de varias ONGs pseudo ecologistas (como Greenpeace), de “derechos humanos” (una excusa eufemística para desarrollar otras acciones disolventes), y ultra indigenistas (como Mapuche Nation, que se entromete descaradamente en la Patagonia Argentina y la Patagonia Chilena, desde su sede en Bristol, Gran Bretaña).
Sin duda los ultra indigenistas buscan provocar conflictos y odios de tipo racial, acorde a la vieja usanza británica de “divide y reinarás”.

El informe Shackleton y el informe Rockefeller

Elaborado por un equipo de especialistas, conducido por Lord Shackleton, el informe fue presentado en 1976. Recomendaba distintas líneas de acciones que juzgó factibles. Entre ellas la pesca –con el puerto isleño como base operativa-, y otras operaciones vinculadas al rico mar continental austral y similares, como cría de salmones y procesamiento de algas. Consideraba una prioridad la extensión del aeropuerto, tanto para uso civil como militar.
No obstante, no recomendaba la actividad petrolera y gasífera, no solo por los problemas técnicos – operativos, sino seguramente por serle muy importante contar con un respaldo en tierra firma, el cual lógicamente Argentina no está dispuesta a dar hasta tanto se resuelva favorablemente el conflicto por la soberanía de los archipiélagos.
Se asegura que las conclusiones de dicho informe siguen siendo válidas para los entes británicos en la fecha.
Sin duda constituyó otro paso en las acciones colonialistas británicas en el Atlántico Sur y la Antártida.
Por su parte, el Informe Rockefeller, finalizado en 1969, fue realizado por Nelson Rockefeller, en la presidencia de Nixon. Analizó los factores que forjan la notable unidad que es Íbero América (también llamada Latinoamérica). Los factores de unidad de nuestros pueblos son tres. Idioma en común (incluyendo al muy similar portugués); historia en común (la cual cuenta con numerosos antecedentes de intentos de unificación); religión en común, siendo el catolicismo la religión mayoritaria, y con fuerte inserción histórica en esta gran región.
Los ataques en muchos casos sutiles, se dieron en todos los campos, siendo notable la mayor penetración de pautas culturales de violencia y de bajo nivel, por medio de la difusión masiva de series de TV, de películas, así como las distorsiones conceptuales difundidas por distintos medios que operan bajo la batuta de la SIP (Sociedad Interamericana de Prensa).
La historia en común es omitida por los falsificadores de la historia, al estilo del academicismo histórico basado en omisiones y tergiversaciones, que tuvo en Argentina a Bartolomé Mitre como su fundador y principal instigador. Incluso tratan las historias de nuestras fragmentadas naciones como hechos aislados, no como un todo de origen, y acentúan factores de desunión, como guerras y otros hechos conflictivos, incluyendo ciertos prejuicios racistas inculcados con mucha sutileza, y con violencia conceptual y de hecho en los últimos años, en el movimiento ultraindigenista, financiado desde los centros de poder de las potencias anglosajonas, con el entusiasta apoyo de sectores de “izquierdas” pseudo progresistas, divorciados de todo lo vinculado al Pensamiento Nacional.
La religión en común es un factor no solo espiritual, sino cultural de importancia formidable. Ya en 1912, Theodore Roosevelt (el presidente de la doctrina del Gran Garrote), había manifestado su contrariedad por el accionar de la Iglesia Católica, por hacer pensar a los fieles e inculcarles pautas de compromiso, honestidad y de dignidad personal, entre otros valores morales esenciales. Rockefeller fue mucho más allá, pues aconsejó apoyar a las variopintas iglesias y sectas llamadas genéricamente pentecostales, con interpretaciones muy curiosas de La Biblia, con énfasis acentuado en el Antiguo Testamento, con técnicas de captación y de asimilación férreamente consolidada de los fieles, y dentro de la notable variedad, unidas todas por el constante ataque a la Iglesia Católica, dedicándose claramente más a cooptar sus fieles entre católicos que entre los agnósticos o los fieles de otras religiones. Las financiaciones provenientes de EEUU a esa expansión pentecostal, según lo indican diversas fuentes extraoficiales, parecen ser muy importantes y constantes.
Queda en claro que los notables esfuerzos de unidad continental, de entes regionales como el Mercosur, la Unasur y la Celac, están a contramano de las líneas de acciones marcadas desde los centros de poder de América del Norte.
Por algo esos entes regionales hicieron suya la causa de Malvinas, mientras desde los organismos panamericanos (en los que influyen mucho EEUU y Canadá), el tema es tratado con parsimonia y evidente postura anglófila.
co/as


Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.

miércoles, 26 de febrero de 2014

Foto de la batería de tiro "B" del GADA 601

Artilleros antiaéreos

Foto tomada por el Sargento 1º Jose Hermaná a pocos días de llegar a Malvinas en Abril de 1982. Arriba; Chavez Luis. Mendez Jorge. Flores Luis. Miño Eduardo Antonio. Franco Jorge. Abajo; Pollero Andres. Ludueña Eduardo. Acosta Luis. Todos Soldados de la Batería de tiro "B" del GADA 601.


lunes, 24 de febrero de 2014

"Intelectuales" desaprueban que se festeje el 2 de Abril

Polémico pedido de intelectuales para que no se conmemore a "héroes de Malvinas"
Un grupo integrado por Sarlo, Lanata, Sebreli, y Palermo, entre otros, sostiene que los caídos son "víctimas" de la dictadura y que la recordación es "ambigua".


Los soldados muertos deben ser considerados "víctimas" y no "héroes", reclaman los intelectuales. | AFP

Un grupo de intelectuales argentinos, entre ellos la ensayista Beatriz Sarlo (ex-militante comunista) y el escritor Marcos Aguinis, cuestionó la conmemoración oficial del 2 de abril, fecha del desembarco de tropas en las Malvinas, bajo dominio británico, en un comunicado divulgado este viernes.

"Como argentinos, desaprobamos que el 2 de abril haya sido declarado 'Día del veterano y los caídos en la guerra en Malvinas' como si esa efeméride conmemorativa pudiera ocultar que, feriado mediante, es la causa Malvinas la que se está reivindicando, como si fuera una causa justa pero 'en manos bastardas'", sostiene el documento.

El Congreso sancionó en 2000 una ley que declaró el 2 de abril Día del Veterano de Guerra y caídos en las guerra de Malvinas, fecha declarada feriado nacional en 2006.

Los intelectuales señalan que la recordación es "ambigua" porque por un lado "no se deja de execrar a la dictadura" y "por otro, se instituye la recordación de esa guerra como parte de una justicia que implica aceptarla (en la historia argentina) como episodio positivo a ser rescatado más allá de lo que pretendían sus ejecutores".

Además de criticar el "nacionalismo territorial", el documento consigna: "Se atribuye a los soldados y oficiales que allí murieron una condición heroica. No se trata de negar que muchos de ellos hayan tenido, en lo personal, comportamientos heroicos, pero sí de resistirse a que su memoria sea objeto de manipulación cuando han sido básicamente víctimas: la heroicidad supone una gesta, el triunfo o la derrota en una pugna fundada en valores que se comparten y en virtud de los cuales se sostiene nuestra comunidad política y ese no es el caso de esta penosa aventura militar".

"La dolorosa tragedia provocada en 1982 por una dictadura sin escrúpulos y exaltada aún hoy por un nacionalismo retrógrado, convoca nuestra responsabilidad y la de todos los argentinos", dice la nota que firman entre otros el cineasta Manuel Antín, el historiador Luis Alberto Romero y el filósofo Juan Sebreli.

El mismo grupo de intelectuales había presentado en febrero el documento "Malvinas, una visión alternativa", en el que, entre otras cosas, reconocen el "derecho" a la autodeterminación de los isleños.

La firma de intelectuales se completa con: Emilio de Ípola, Pepe Eliaschev, Rafael Filippelli, Roberto Gargarella, Fernando Iglesias, Santiago Kovadloff, Jorge Lanata, Gustavo Noriega, Marcos Novaro, José Miguel Onaindia, Vicente Palermo, Eduardo Antín (Quintín), Luis Alberto Romero, Daniel Sabsay, Beatriz Sarlo, Juan José Sebreli, Graciela Fernández Meijide, Jorge E. Torlasco, Marcos Aguinis, Carlos D. Malamud, José Emilio Burucúa, Liliana De Riz, Pablo Avelluto, Susana Belmartino, Rogelio Alaniz, Cristina Piña, Sylvina Walger, Federico Monjeau, Marcela Ternavasio, Luis Príamo, Patricio Coll, Ricardo López Göttig, Hugo Caligaris, Raúl Mandrini, Rodrigo Moreno, Emilio Perina, Héctor Ciapuscio, Hugo Vezzetti, Juan Villegas, Anahí Ballent, Edgardo Dobry, Marylin Contardi, Osvaldo Guariglia, Raúl Beceyro, Emilio Gibaja, Jorge Goldenberg, y Rubén Perina.

Perfil

El ataque de los entrerrianos

Los entrerrianos en Malvinas 

Héctor Luis Destri (*) 



A las 06 horas del día 4 de junio de 1982, cinco aviones Canberra del Grupo 1 de Bombardeo atacaron las posiciones terrestres inglesas en las islas. Emplearon tácticas de bombardeo horizontal nocturno a 3.500 metros, sobre una capa de nubes bajas, guiados por sus equipos de navegación dopler con las coordenadas indicadas por el Puesto Comando de la Fuerza Aérea en Malvinas. Fueron detectados por el destructor inglés ‘Exeter’, que les lanzó sucesivamente siete misiles antiaéreos Sea Dart visualizados y eludidos con maniobras evasivas por los pilotos argentinos”. 

INGENIO Y CAPACIDAD. Esto es parte de la crónica sintética de tales operaciones aéreas y sugiere este interrogante: ¿Cómo fue posible degradar la reconocida eficacia de estos misiles de última generación , que ya habían ocasionado importantes derribos a nuestros cazabombarderos Skyhawk y Mirage durante sus ataques a la flota inglesa? La respuesta se encuentra en la persistente actitud de tripulantes y técnicos de la II Brigada Aérea , para suplir las carencias defensivas de sus aviones y dotarlos de elementos que los protegieran contra esos mortíferos misiles. 

CONOCIMIENTOS FUNDAMENTALES. 
Ellos llevaron a la práctica los conocimientos teóricos de guerra electrónica recientemente obtenidos e inculcados por la Escuela Superior de Guerra de la Fuerza Aérea. En efecto, las maniobras evasivas de los pilotos, eran acompañadas por lanzamientos simultáneos de chaff (1) y bengalas con paracaídas. Constituían un sistema defensivo ideado, desarrollado y construido artesanal y urgentemente, en abril de l982, en la Base de Paraná, previendo una escalada bélica del conflicto Malvinas. 
Todo comenzó por iniciativa del propio jefe de tripulantes de los bombarderos Canberra, quien tenía conocimientos y la imprescindible bibliografía para calcular las dimensiones y el volumen de los chaff, según el tipo de misil a neutralizar. Luego, veinte días antes del inicio de las hostilidades, se obtuvo más información sobre los misiles ingleses, su radar director de tiro y los valores magnéticos e infrarrojos del sistema de guiado de la cabeza del misil. 
Con todos estos datos, en la II Brigada se formó un equipo encargado de planificar y desarrollar el equipamiento de chaff y bengalas para sus aviones Canberra y Lear Jet. 
Para fabricar las bengalas, se obtuvo de Fabricaciones Militares, un grano de pólvora que —una vez lanzado en paracaídas— quemaba a 500º C durante 15 segundos. Eran 100º C más que la temperatura de los gases de escape de las turbinas de los aviones: parámetros suficientes para atraer a los sensores infrarrojos del guiado de los misiles y desviarlos unos 2 km de sus trayectorias hacia los aviones, los que ya deberían estar en plena maniobra evasiva. 
Para desarrollar los chaff era necesario obtener láminas de papel metalizado grueso. En los depósitos de la misma Brigada había grandes rollos de ese material, utilizado para cubrir los tubos de chorro de las turbinas y disipar el calor de sus gases de escape. 

Problemas resuletos. El segundo problema era cortar las laminillas con dimensiones aplicables a la fórmula correspondiente ya obtenida. Entonces apareció el ingenio y la iniciativa, pues cada laminilla tenía el ancho de un tallarín comestible. Al principio se cortaron artesanalmente con tijeras para hacer las primeras pruebas. 
Luego se cortaron con una tallarinera doméstica, que al ser empleada con buenos resultados, dio pie para gestionar una tallarinera industrial. La entonces fábrica de pastas “Vía Nápoli” de Paraná (Echagüe y Presidente Perón) facilitó generosamente una que adaptada, cortaba en cantidad y rapidez, los miles y miles de laminillas necesarias para fabricar los chaff. 
El tercer problema era construir los lanzadores de bengalas y chaff y ubicarlos en los fuselajes de los aviones, de manera de ser fácilmente comandados desde la cabina de pilotaje, en el instante que se veía venir un misil. Esto también fue resuelto oportunamente por los técnicos en estructura del avión, quienes usaron vainas descartables de los cartuchos de puesta en marcha de los Canberra. Tambien se adaptaron espejos retrovisores en las punteras de ala de los Lear Jet, para visualizar las estelas de los misiles que podían atacarlos de atrás. 
Pocos días después de iniciadas las hostilidades, los aviones de la Brigada quedaron equipados con las nuevas autodefensas, lo que significó un respaldo muy alentador en las expectativas de supervivencia de sus tripulaciones, que ya habían sufrido un derribo en el primer día de combates (2). 
Actualmente, la tallarinera industrial y los lanzadores de bengalas y chaff, pueden observarse en la sala histórica de la II Brigada Aérea, como muestras del ingenio, capacidad y profesionalismo de su personal, para crear una mínima posibilidad de defensa en el combate. 
Los Lear Jet, diseñados como aviones ejecutivos, pero no para el combate, volaron 220 horas y cumplieron 153 salidas de reconocimiento aerofotográfico, enlace, guiado de cazabombarderos y misiones de “diversión y engaño”. (Por su forma, tamaño y alta velocidad (900 km/h), podían simular incursiones de aviones de combate contra la flota británica, y penetrars en las pantallas de radar del enemigo hasta provocarles el alerta de ataque aéreo y el consecuente decolaje de sus Harriers defensivos (1.050 km/h). Recién entonces y monitoreados por el radar de la Fuerza Aérea en Malvinas, los falsos atacantes emprendían veloz regreso al continente. Esta riesgosa táctica causó muchos desgastes a la aviación enemiga). 
Los Lear Jet también dejaron su cuota de sangre en suelo malvinero cuando el 7 de junio, sufrieron un derribo en el que fallecieron cinco tripulantes: viceomodoro Rodolfo de la Colina, jefe del Escuadrón Lear Jet; mayor Juan Falconier; capitán Marcelo Lotufo; suboficial ayudante Francisco Luna; y el suboficialauxiliar Guido Marizza, quienes en ese vuelo integraron la tripulación en forma voluntaria. 



Notas 

(1) Chaff: manojo de laminillas de papel metálico que, sueltos en el aire, producen un eco en las pantallas de radar, que momentáneamente puede confundirse con un avión por el director de tiro de misiles y por el sistema de guiado de sus ojivas. 
(2) Los Canberra volaron 395 horas en 52 misiones, en las que lanzaron 48 toneladas de bombas contra objetivos terrestres británicos, y causaron numerosas bajas. Además, intervinieron en el hundimiento de un buque tanque de apoyo a la flota inglesa que, por sus averías, debió ser hundido frente a las costas de Brasil. Nuestros bombarderos tuvieron dos derribos: uno en el primer día de ataque aquéllla, el 1 de mayo, (cuando aún no tenían implementado el sistema autodefensivo). Otro fue durante la última noche de combates por la defensa de Puerto Argentino, cuando dos Canberra, guiados por el radar de la Fuerza Aérea, atacaron las posiciones enemigas, produciendo impactos muy cercanos al Puesto de Comando inglés (según su propio comandante, general Jeremy Moore). El bombardero sobreviviente, aterrizó en la Base Aérea de Rio Gallegos a las 00:05 hs. del l4 de junio, horas antes de la capitulación. Estos fueron los dos últimos aviones argentinos que entraron en combate en la batalla aérea de Malvinas. En esos derribos del Escuadrón Canberra, fallecieron tres tripulantes: primer teniente Mario González, teniente Jorge Raúl De Ibáñez y capitán Fernando Casado. 


(*) Brigadier mayor 


El Diario de Paraná 

sábado, 22 de febrero de 2014

Libro: Ganso Verde (Goose Green), por Italo Piaggi (EA)

Malvinas no es una simple anécdota histórica (1/3)

Malvinas no es una simple anécdota histórica
Carlos Andrés Ortiz
Parte 1

Foto: EPA

Más allá de los avatares históricos previos a la independencia argentina (1810 – 1816), en los que el Archipiélago de Malvinas fue reclamado por franceses, ingleses y españoles, resulta irrefutable que ese territorio isleño fue recibido en heredad por Argentina, al independizarnos de España, y como tal fue poblado, existiendo un Gobernador Argentino, al momento de la violenta usurpación consumada por Gran Bretaña en 1833.

Poniendo las cosas en su contexto, la recuperación inmediata no fue posible, pues nuestra escasa flota de guerra de esos años, estaba reducida a su mínima expresión, inducida por el endeudamiento irracional que agentes británicos (algunos de nacionalidad argentina) nos hicieron asumir con la Banca Baring Brothers en 1824. Vale acotar que el endeudamiento financiero a niveles impagables, con deudas innecesarias y plagadas de leoninas comisiones a intermediarios y otros gastos injustificables, fue la herramienta de sometimiento al imperio británico de prácticamente todas las nuevas naciones hispanoamericanas recién independizadas.
Ya antes, en 1806 y 1807, fueron rechazadas dos invasiones británicas, perpetradas contra Buenos Aires, con la intención de apoderarse del entonces Virreinato del Río de la Plata.
Durante el Segundo Gobierno de Juan Manuel de Rosas, fueron vencidos dos prolongados bloqueos navales (1838-1840/1845-1850), realizados por Francia y Gran Bretaña, por entonces las principales potencias militares del mundo. El tema es hoy ocultado y poco conocido mundialmente, y silenciado por los sectores anglófilos de Argentina, pese a su enorme significación. Para poner en su justa medida esos enfrentamientos armados, en la misma época esas y otras potencias lograron sojuzgar totalmente a China, no solo a fuerza de las armas, sino con la insidiosa introducción del opio para minar las voluntades del pueblo chino.
Desde 1852, y sobre todo a partir de 1860, por casi medio siglo el poder en Argentina fue ocupado por minorías oligárquicas, de orientación económica liberal, y claramente anglófilas. Bajo el gobierno del anglófilo Bartolomé Mitre, con abierta instigación y pertrechos británicos, se libró la fratricida Guerra de la Triple Alianza (1865-1870), de características genocidas contra Paraguay. Vencido Paraguay, le fue impuesto asumir un oneroso crédito tramitado por la Banca británica. Paraguay molestaba, pues era el único país de la región que no se había subordinado a los mandatos británicos, e incluso estaba en proceso de industrialización.
La injerencia en la política interna y en la economía argentina, en muchos casos desembozada y arrogante, fue una constante de Gran Bretaña en los doscientos años de historia de Argentina; siempre contando como subordinados convencidos y dóciles a sectores minoritarios de las oligarquías locales apátridas.
Esa conjunción de intereses británicos y oligárquicos desde siempre se opuso a la industrialización y al desarrollo tecnológico argentino, tal como vino a “recomendar” Felipe de Edimburgo a comienzos de los años sesentas, precisamente cuando estábamos en un proceso de fuerte desarrollo industrial… ¡y poco después se perpetró un golpe de Estado de cuño económico liberal (anti industrialista) y ultra conservador, en 1962!
Antes, en 1955, el golpe de Estado, vengativo y sangriento, fue claramente inducido por Gran Bretaña, la cual dio municiones y combustibles a naves de la Armada Argentina, sublevadas contra el gobierno constitucional. Ese golpe de Estado fue festejado por Churchill y su gabinete.
El historiador canadiense británico Harry S. Ferns, autor de dos libros –entre fines de los sesentas y comienzos de los setentas- en los que analizó la historia y la realidad argentinas, expresó claramente que la única forma de desmontar las enormes y muy positivas transformaciones sociales, políticas y económicas construidas por el peronismo (un movimiento de orientación nacional y popular), requería el estallido de una guerra civil.
Curiosamente (o no tanto), existe una versión de un episodio en el que la “gran prensa” habría puesto sordina, según la cual fue interceptado un cargamento de armas y municiones, desembarcadas en Buenos Aires del buque antártico británico “Endurance”, de lo cual hubo indicios que iban a equipar a guerrilleros “izquierdistas” (posiblemente Montoneros) en 1974 . Pero algún breve comentario habría sido publicado, y no hubo mayores consecuencias pues un diplomático británico estuvo involucrado, y seguramente hubo presiones para no generar un escándalo mayúsculo. Posteriormente se detectaron –según referencias de buena fuente- dos cargamentos más de iguales características, uno en un buque carguero británico y otro en un avión de la British Caledonian. La guerrilla ya muy activa, estaba siendo pertrechada… Se estaban creando las condiciones para que las cúpulas militares, cooptadas por la ideología de la Seguridad Nacional –impuesta por EEUU por medio de la Escuela de las Américas-, usurpasen nuevamente el poder.
En los años setentas y comienzos de los ochentas, la violencia irracional de la guerrilla y la réplica violenta de las Fuerzas Armadas tuvo las características de una verdadera guerra civil, la misma que citó antes Ferns. Y en el golpe de Estado de 1976 ese fue el marco para la aplicación de la doctrina del liberalismo salvaje en Argentina, instigado por el G 7, y básicamente por los centros del poder ubicados en EEUU y Gran Bretaña.
Pese a todos esos avatares, Argentina siguió haciendo reclamos diplomáticos por los tres archipiélagos australes (Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur), año a año, e inclusive hubo notorios éxitos diplomáticos en el seno de las Naciones Unidas, obteniéndose Resoluciones muy favorables a nuestro país, las que nunca fueron acatadas por Gran Bretaña.
En 1976 se difundió el Informe Shackleton, realizado por el Lord homónimo y un equipo de especialistas, que viajaron a Malvinas especialmente para evaluar la realidad general, dando pautas de actividades económicas con las que sugirieron que podrían autofinanciarse las islas. El viaje de Lord Shackleton y su informe fueron repudiados públicamente por Argentina.
Por esos años, las islas constituían una pesada carga para el presupuesto británico, y sus habitantes –los kelpers- eran objeto de discriminación en el contexto social local isleño, y en la propia Gran Bretaña; algo así como ciudadanos de segunda categoría.
Antes, en 1969, se conoció el Informe Rockefeller, en el cual recomendó destruir los tres factores constitutivos de la fuerte ligazón cultural de Íbero América: lengua en común (incluyendo al similar portugués), historia muy ligada de nuestros países, y una religión fuertemente mayoritaria, la católica. Divide y reinarás, vieja máxima aplicada constantemente por las potencias anglosajonas.
La Guerra del Atlántico Sur (1982), sutilmente instigada por Gran Bretaña, le fue funcional al Almirantazgo, para evitar mayores recortes presupuestarios, y al Foreign Office para dar un vuelco activo al accionar británico en los tres archipiélagos australes, principalmente Malvinas.
Por otra parte, si Argentina no realizaba el operativo militar de reconquista de las islas, existía en marcha el proyecto de declaración de “independencia” de los kelpers malvineros (con visita real ya programada ese año 1982), con prefabricación de otro Estado tapón ficticio, que se sumaría al Commonwealth, acción en la cual Gran Bretaña tiene sobrada experiencia.
Las cúpulas cívico militares, usurpadoras del poder en Argentina, colonizadas mentales de doctrinas antinacionales, no supieron distinguir las enormes diferencias entre la defensa de la soberanía (lo permanente), y la defensa del “sistema” (temporario y secundario). Los errores y vacilaciones de esas cúpulas, neutralizaron el notable desempeño de los pilotos de combate argentinos, y las resistencias en muchos casos enconada y bravía de las tropas en tierra y aguas circundantes.
Invadidas nuevamente las islas por los usurpadores británicos, tuvieron el pretexto para cambiar el estatus de sus pobladores, y para promover fuertemente actividades económicas, como la pesca (en aguas claramente argentinas) y la exploración petrolífera. Y allí cobró fuerza la idea de la insólita supuesta validez de la “autodeterminación” de los kelpers, en un proceso viciado de nulidad, por ser invasores, en archipiélagos cuya disputa sigue firmemente vigente.
La habilidad británica, usando la diplomacia, la fuerza y las presiones económicas, para crear Estados tapones, tal como sucedió en Belice, Kuwait y Uruguay, pretende repetirse en Malvinas, Georgias del Sur y Sandwich del Sur.
Evidentemente las persistentes acciones diplomáticas del actual gobierno argentino, perturban a Gran Bretaña, que no puede ocultar ante el mundo el conflicto ni la indignidad de su posición; siendo por otra parte notorio el respaldo a la firme posición argentina, por parte de organismos regionales, como el Mercosur, la Unasur y la Celac.
Por algo el reciente y abortado golpe de mercado en Argentina (diciembre de 2013 y enero de 2014) fue iniciado por las filiales locales de la petrolera Shell y del Banco HSBC, ambas empresas controladas por el anacrónico imperio. Incluso se divulgaron fundamentadas opiniones, que responsabilizan directamente a Gran Bretaña de fogonear la intentona destituyente en Argentina, por la “indocilidad” del actual gobierno a los “mandatos” imperiales.

La Voz de Rusia

co/sk
Nota: Las opiniones expresadas por el autor no necesariamente coinciden con los puntos de vista de la redacción de La Voz de Rusia.


viernes, 21 de febrero de 2014

Gibraltar, Trafalgar y por qué el peñón nunca será español


Cementerio de Trafalgar: por qué Gibraltar nunca será español
por Esteban Villarejo

“Algunos de los que murieron por las heridas de la Batalla de Trafalgar yacen aquí. Una ceremonia tiene lugar cada año, en el Día de Trafalgar, para conmemorar la victoria de Nelson”.

Así presentan las autoridades gibraltareñas, en el mapa turístico que reparten nada más cruzar la Verja, el cementerio de Trafalgar, uno de los tantos puntos emblemáticos, si al lector le apasiona la Historia Militar, que el Peñón ofrece a los visitantes.

Otros de esos puntos cardinales de la geografía histórica-militar son los túneles del Gran Asedio (1779-1783),  los túneles de la II Guerra Mundial -acogieron al general Dwight D. Eisenhower al mando de la Operación Torch-, el centro de patrimonio militar, el Castillo Moro construido en 1160 o el Nelson’s Anchorage, el punto exacto de Gibraltar donde fue trasladado el cuerpo sin vida del almirante Horatio Nelson tras arribar a puerto su buque insignia HMS “Victory” (cuenta la leyenda que su cadáver fue “embalsamado” en un barril de coñac).




Entrada del cementerio de la Batalla de Trafalgar en Gibraltar / NONO RICO


Precisamente fue en la Batalla de Trafalgar, de la que se ocupa el cementerio de nuestra visita, donde perdió la vida el “Almirante de Almirantes de la Pérfida Albión” (vaya esto con cariño a los habitantes de la querida Union Jack). Y aunque el cuerpo del insigne almirante recalase en estas disputadas tierras, el lector tendría que dirigirse a la cripta de la londinense Catedral de San Pablo si quiere curiosear su lápida. Allí está Nelson.

Pero estamos en Gibraltar. En un camposanto sobrecogedor, lejos del ruido de la tan manida Verja y situado a escasos metros de ese mítico lugar donde fue a parar el cuerpo de Nelson y, también, por qué no decirlo, del teleférico que nos lleva a ver a los monos.

De funesto verdín, plomizo ambiente y petrificado rictus… leemos, grabado por siglos que desvanecieron algún marmol: ”Teniente WILLIAM FORSTER. Difunto del Barco de Su Majestad “Colofsus”. Muerto por heridas que recibió en la gloriosa Batalla de Trafalgar, el día 21 de octubre de 1805. A los 20 años de edad”.



Otra de las tumbas del cementerio de la Batalla de Trafalgar / NONO RICO


…Y así hasta unos 175 nombres propios con sus apellidos que si bien no todos son identificados en las tumbas, sí que hallamos una lista detallada de tan ilustres moradores.

El pequeño espacio que ocupa este cementerio militar fue utilizado por los miembros de las Fuerzas Armadas de Su Majestad y familiares entre 1708 y 1835, explican los llanitos en una de las inscripciones. Además de los fallecidos en Trafalgar, esta necrópolis que escupe salitre y pólvora a doquier esconde los restos de fallecidos en la Batalla de Algeciras (6 de julio de 1801), el Sitio de Cádiz (23 de noviembre de 1810) y la Batalla de Málaga (29 de abril de 1812), en estas dos últimas contiendas con  sajones y españoles, hombro con hombro, batallando contra las huestes napoleónicas.

Otro de los secretos que guarda el sacramental de Trafalgar es un ancla de un navío que participó en la Batalla de Trafalgar, lid que enfrentó a británicos por un lado y a franceses y españoles en el otro (sí, España vivía tiempos difíciles de alianzas cambiantes… 1805 aliados de franceses contra ingleses y 1810 con los ingleses como compañeros de armas frente a franceses).




Inscripción con el extracto de la carta de Collingwood anunciando la victoria en Trafalgar / NONO RICO


En la piedra en que se apoya el ancla hay una inscripción: el breve comunicado que el almirante Cuthbert Collingwood envió al general Henry Edward Fox, exgobernador militar de Menorca y en ese momento  máximo responsable militar de las fuerzas británicas en Gibraltar.

 Unas letras solemnes que dicen así:

“EURYALUS, en el Mar, 22 de Octubre de 1805.

                   A su Excelencia el Muy Honorable General H. E. Fox

Señor,

Ayer una Batalla fue librada por la Flota de Su Majestad, y una Victoria fue obtenida, que se recordará como una de las más brillantes y decisivas que jamás distinguieron a la Royal Navy. Nuestras pérdidas han sido cuantiosas en hombres, pero lo que es irreparable y la causa de un Lamento Universal es la muerte del Noble Comandante en Jefe en los brazos de la Victoria: no tengo más informes de los Navíos.

Tengo que felicitarle por el Gran Acontecimiento, con el honor de servirle. Su obediente servidor,

                                                                               Firmado, C. Collingwood.”

Valgan unos momentos de silencio en este cementerio para captar la impresión del momento. Ese instante en que el general Fox leyó para sí el breve comunicado. Esos heridos: británicos, españoles o franceses yaciendo en hospitales de acogida. Esos muertos en combate de Mar: astilla, cañón y Océano. Trafalgar fue, Gibraltar conoció.

De los británicos solemos decir (no sin cierto recurso tópico) que siempre fueron engreídos, soberbios, piratas, ladrones, “pérfidosalbiones” y tramposos. Algunas lecciones de Derecho Internacional se saltaron en Gibraltar, por ejemplo.

Pero si hay algo que envidio y admiro de los británicos es su memoria por aquellos que un día derramaron su sangre por su patria. Aunque solo lo hicieran por salvar su pellejo, o el de al lado. Su capacidad para honrar en un ínfimo espacio de tierra a los que un día dieron su vida por la Union Jack. Sí, esa también es la Pérfida Albión.  Quizás por ello Gibraltar nunca será español.




Cementerio de la Batalla de Trafalgar, en Gibraltar / NONO RICO

Por Tierra, Mar y Aire

jueves, 20 de febrero de 2014

El rescate del Oto Melara hundido


Malvinas: historia de un cañón rescatado del mar

Fue cerca de Darwin. Los ingleses hundieron un guardacostas que llevaba dos cañones. Pero dos oficiales volvieron para rescatar las piezas de uno, lo rearmaron y lo usaron en el final de la guerra.

No conocía el mar. Y aún hoy, veintiún años después, cuando recuerda la zambullida en las aguas heladas que rodean las islas, la memoria no le acerca el cuchillo glacial de las aguas, ni siquiera el otro filo, el del miedo, sino el olor inhóspito del yodo y el sabor urgente de la sal.
A las ocho y media de la mañana del 20 de mayo de 1982, en plena guerra, el flamante subteniente José Eduardo Navarro, un correntino de 21 años nacido en Monte Caseros, egresado del Colegio Militar apenas cinco meses antes de la guerra, que no imaginaba una inmensidad tal de agua que no fuese dulce, braceaba por su vida para alcanzar la franja de tierra gomosa de un islote cercano a Darwin. Viajaba en el guardacostas "Río Iguazú" de la Prefectura Naval, que había sido herido de muerte por dos aviones Harrier ingleses.


Suboficial Ibañez, de PNA, que derribó un Sea Harrier

-Nos habían ordenado llevar dos cañones Otto Melara a Darwin para dar apoyo a la fuerza de tareas que integraban el Regimiento de Infantería 12 y la Compañía C del Regimiento 25. Cuando fuimos a cargar los dos cañones en el guardacostas 'Río Iguazú' nos dimos cuenta de que no entraban. Junto a dos suboficiales y a los soldados de mi batería de tiro, tuvimos que desarmarlos y cargarlos por piezas en el buque. La partida, prevista para las doce de la noche, se demoró cuatro horas.
La demora fue fatal. El hoy teniente coronel Navarro, que entonces era oficial del Grupo de Artillería de Aerotransportado 4, recuerda que el capitán del guardacostas le anticipó la pesadilla con la fidelidad de un oráculo: demorarían ocho horas, navegarían buena parte del viaje de día; los ingleses disparaban contra todo lo que se movía de día.

 -A las nueve de la mañana sonó la alarma de ataque aéreo en el barco y diez minutos después hubo una explosión tremenda, se apagaron las luces y el puente de mando se llenó de humo. Dieron la orden de abandonar el barco y yo caminé hacia la proa, miré a mi alrededor y vi que la mayor parte de los hombres nadaban hacia la costa, que estaría a unos treinta metros. Lo otro que vi fue que uno de los Harrier volvía para hacer una segunda pasada y para ametrallar el buque a lo ancho: me tiré al agua con el resto de mis hombres y llegamos a tierra firme, que no era tan firme, era un islote de no más de tres mil metros de diámetro.

El "Río Iguazú" no había muerto sin pelear. Sus artilleros dispararon contra los Harrier. Uno de ellos murió al pie de su ametralladora y un maquinista apartó el cadáver de su camarada, empuñó el arma y derribó a uno de los dos aviones ingleses. En tierra, Navarro y sus hombres empezaban a creer en milagros.

-A mis soldados no les había pasado nada. Pero teníamos dos heridos graves de Prefectura. Uno de mis hombres, el soldado Roberto González, se me acercó para decirme que le dolía la garganta. Le miro el cuello y veo que tenía un agujero del que salía sangre. Intenté abrirle la campera pero no pude: una esquirla de cuatro centímetros había quedado frenada por el cierre metálico y apenas lo había lastimado: unos centímetros más... Cuando conté a mis hombres noté que faltaba uno. Era el soldado Rodolfo Sulín: se había tirado otra vez al agua, nadó hasta el buque, lanzó desde la parte superior dos balsas salvavidas, las cargó con alimentos, ropa seca y remedios y volvió al islote. Eso hizo que nuestra gente no muriera de frío.


Un helicóptero los rescató a las cinco de la tarde y los llevó a Darwin. Pero al día siguiente Navarro volvió al "Río Iguazú". No iba solo. Lo acompañó su camarada, el subteniente Juan José Gómez Centurión. Se habían propuesto un imposible: rescatar al menos uno de los cañones desarmados, llevarlo a Darwin, armarlo... y que funcionara. Había una dificultad y una ventaja: las piezas de artillería estaban semihundidas en la bodega del "Río Iguazú". Pero Gómez Centurión era buzo.

Nos pasamos todo el día en el agua. Gómez Centurión se sumergía y me alcanzaba las piezas que encontraba y que cargábamos en un bote. Cuando terminamos dijimos: 'Que Dios nos ayude' Un helicóptero nos recogió y nos llevó a Darwin. Cuando descubrimos que teníamos un Otto Melara completo no lo podíamos creer.

Cuando el ataque inglés a Darwin y a Pradera del Ganso, el cañón rescatado del mar y hasta las coheteras de los inutilizados aviones Pucará que fueron montadas en un tractor requisado, se usaron para re trasar el avance británico, hasta la rendición del 29 de mayo. Navarro fue prisionero y en un buque inglés se enteró de la rendición de Puerto Argentino, el 14 de junio. Fue devuelto a las islas, también prisionero, con un grupo de camaradas que se llamó a sí mismo "Los doce del patíbulo". Pero esa es otra historia.

Clarín

martes, 18 de febrero de 2014

La URSS en Malvinas

Soviéticos en Malvinas 

Por Daniel Mesa

“…me gustaría que ellos (los soviéticos) dejen de entrometerse en el conflicto Malvinas”
Ronald Reagan, presidente de los Estados Unidos, 14 de abril de 1982 




La guerra fría puede entenderse como un conflicto cierto entre las dos superpotencias (la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y Estados Unidos de América) que se exteriorizaba en campos de batalla secundarios, o como la eterna preparación para la gran conflagración la cual, felizmente, jamás se produjo.

En todos los casos, la bipolaridad del mundo imponía una constante diligencia en la vigilancia de las actividades del enemigo, cuyo obtenido podía acercarse a los aliados / satélites o, como sucedía en la mayor parte de los casos, ser asimilado como enseñanza para un conflicto bélico futuro.

Siguiendo esta lógica, la movilización de la flota británica y, ulteriormente la guerra aeronaval que se suscitó en el Atlántico Sur de abril a junio de 1982 dio una imperdible oportunidad a la Unión Soviética para tratar de entender como peleaban las fuerzas armadas de la Gran Bretaña y, por extensión, todas las adscriptas a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN)

Así las cosas, la Unión Soviética movilizó diversos medios de espionaje aéreo, naval y espacial, los cuales, además de los beneficios esperados, le permitieron tener un seguimiento casi en tiempo real de los acontecimientos en Malvinas.

Veamos en detalle cual fue la participación de los medios soviéticos en Malvinas, y dejaremos para otro momento el tratar de establecer si la información colectada fue pasada de alguna forma a las fuerzas argentinas.


La Aviación Naval Soviética. Los Tu-95 “Bear D”.

Desde el año 1977, el 392º Regimiento Aéreo Independiente de Reconocimiento a Larga Distancia de la Armada Soviética, desplegaba una sección de aviones TU-95RTs (Código OTAN “Bear D”) al aeropuerto de Luanda, Angola.


TU-95RT en el aeropuerto de Luanda, Angola – año 1978 (autor desconocido)

Estos grandes aviones cuatrimotores, derivaciones de reconocimiento marítimo de un modelo ya vetusto de bombardeo estratégico, contaban con excelentes radares y equipos electrónicos. Sus tripulaciones, asimismo, estaban acostumbradas a interactuar con buques de superficie y submarinos, en tanto uno de sus propósitos era el de buscar blancos para los misiles anti-navío de largo alcance que estos portaban.

Su misión desde Angola era meramente la de establecer presencia soviética en el Atlántico Sur, así como monitorear el tráfico mercante que, habiendo pasado por el Cabo de Buena Esperanza, se dirigía al hemisferio norte. Encontrándose fuera del área habitual de operaciones de las marinas occidentales, las tripulaciones tenían una vida relativamente apacible, volando menos de 200 horas anuales.

El conflicto Malvinas hizo que el destacamento, que operaba a 10.950 km de su base habitual en el aeródromo de Fedotovo (norte de Rusia) se volviera especialmente activo. Específicamente, se le ordenó seguir la evolución de la flota británica, ver su composición y formación, tomar fotografías de los buques y recoger inteligencia electrónica.

Los cuatrimotores “Bear” volaron más de 100 horas solo en abril, en misiones que duraban hasta 15 horas, sin aeródromos de alternativa y muchas veces habiendo perdido la comunicación radial con su base, que terminaban usualmente a mil pies o menos casi sobre la vertical de cualquiera de los dos portaaviones británicos.

Como recuerda uno de los comandantes de las aeronaves:

Se nos ordenó que siguiéramos a los británicos hasta el Atlántico Sur desde la Bahía de Vizcaya, tan pronto como la armada zarpó rumbo a las Malvinas. Volando desde Angola los seguimos todo el camino. Podíamos ver claramente colocados sobre cubierta de los portaaviones los cazas “Harrier.”
Más tarde, una vez que regresaron, otra vez fue necesario examinar al Hermes, ya que las comunicaciones interceptadas mencionaban que el portaviones había sido dañado por misiles argentinos y era probable que tuviese que sufrir reparaciones extensas. (Coronel Gueorguiy Bul’bénkov, Aviación Naval de la Armada Soviética)

Es interesante comentar que el vuelo de observación del portaaviones británico HMS Hermes que menciona el Coronel Bul’bénkov, ocurrido el día 11 de julio, fue interceptado por un avión Phantom FRG.2 del Escuadrón 29 de la RAF, que despegó desde el aeropuerto Wideawake, en la isla de Ascensión.




HMS Hermes y RFA Tidespring desde el TU-95 del Coronel Bul’bénkov. El avión en la fotografía es el Phantom XV484, al comando del Sqdn Ldr Morle (foto Armada Soviética)

Estas interceptaciones no dejaban de ser habituales pero, lejos de lo que muestran las películas, los aviones no se apuntaban sus armas unos a otros (el “Bear D” posee armamento en su cola) ni se acercaban en demasía.

Finalizada la contienda, los “Osos” volvieron a sus tareas habituales y, años después, dejaron de volar desde Angola.


Buques espía. 

La presencia de buques espías de la Unión Soviética fue común en cada despliegue militar de la OTAN en la guerra fría. Con ellos, la Armada Roja mitigaba la ausencia de estaciones terrestres que pudieran captar información electrónica de los buques enemigos.

Estos buques fueron, en un comienzo, pesqueros de arrastre convertidos pero, a la largo de los años y a medida que el uso del espectro electromagnético se fue haciendo más asiduo y complicado, nacieron diversos tipos especializados, con sofisticados equipos de guerra electrónica, interceptación de comunicaciones, descifrado de datos y otros similares.

El conocimiento que brindaban estos buques para el alto mando servía para entender que pretendían las marinas enemigas y, sobre todo, para saber como deberían enfrentarlas en el mar.

En el conflicto Malvinas intervino un solo buque del tipo llamado por los soviéticos “SSV” (“Sudno Svyazyy”, que se puede traducir como “Buque de Comunicaciones”), pero otros, pesqueros o buques factoría, también estuvieron realizando inteligencia en las aguas de Atlántico Sur.

Se debe tener en cuenta, especialmente, que la flota mercante y pesquera de la URSS era controlada por el estado (como todo en un régimen comunista), y que muchas veces embarcaba en sus buques personal militar. No era de extrañar, por ello, que muchas veces se suscitaran “problemas”, que hacían que tuvieran que atracar en un puerto no tan amigo, saliendo su tripulación a tomar fotografías “turísticas” de instalaciones de interés militar.

Dentro de la primera categoría, cabe considerar al Zaporozhye (CER-501), el cual, a fines de marzo de 1982, se encontraba registrando electrónicamente cierta actividad antisubmarina de la OTAN en el Mar de las Hébridas, al noroeste de Escocia. El buque según constancias de la época, operaba conjuntamente con un submarino tipo Proyecto 671 (Código OTAN, Victor): mientras el submarino testeaba las defensas, el buque espía constataba las reacciones.


Cazador Cazado. El Zaporozhye (CER-501), desde la cámara de un avión de la US Navy (foto US NAVY)

El 501 era un buque de 4.500 toneladas de desplazamiento, de la clase Primorye (Proyecto 394B) que llevaba a 160 hombres a cargo del Capitán de Primera Clase P. Zyryanov. Un buque relativamente moderno, pero de diseño viejo (sus primos eran buques factoría), con una tripulación bien entrenada para las tensiones de la guerra fría en el mar.

La presencia del buque en la zona no dejaba de ser habitual, en tanto la existencia de diversas bases de la Royal Navy y de la US Navy, pero resulta (visto retrospectivamente) una indudable coincidencia con los eventos que sucederían días después en el Atlántico Sur, teniendo en cuenta que desde allí podría monitorear la partida de submarinos nucleares hacia las zonas de conflicto.

Una vez recuperadas las Islas Malvinas, el 501 se mantuvo en su estación y, desplegada la flota británica hacia el sur, comenzó a seguir su derrotero hasta alcanzar la Isla de Ascensión.


Isla de Ascensión desde el CER-501. El buque de la foto posiblemente sea el CS Iris (foto Armada Soviética)

La flota británica se detuvo en ese importantísimo punto logístico, quedando el buque espía a una distancia entre 3 y 15 millas de la isla, donde podría tanto realizar observaciones al tráfico mercante y aéreo, como dedicarse a su función de inteligencia electrónica específica.

El Zaporozhye era constantemente observado por aviones de patrulla “Nimrod”, así como los “Phantom” FRG.2 y “Harrier” Gr.3 de la RAF estacionados en la isla practicaban ataques aeronavales contra el mismo.

Como recuerda un radiooperador del buque:
Escuchamos por la radio “- Blanco primario, distancia tanto dirección otro tanto”. Nos quedamos pensando “¿Qué es eso del blanco primario?” Entonces, de vuelta “Distancia 500”, luego “300” , por último “estoy sobre el blanco” e inmediatamente notamos un sonido de un jet sobre el buque” 
No eran estos los únicos favores de la guarnición de la isla, en tanto se programaron muchos vuelos de helicópteros “Chinook” los cuales intentaron provocar un daño “accidental” a antenas y mástiles del buque espía, utilizando como arma el feroz tornado que provocaban sus rotores. Ninguno de ellos tuvo, hasta lo que se sabe, el resultado esperado y tampoco provocó reacciones de las defensas antiaéreas del 501.


Un Chinook demasiado cerca, tomada desde el CER-501. (Autor desconocido)

Es bueno recordar que en plena guerra fría los contendientes eran sutiles en sus acciones y reacciones, ambos teniendo en claro que cualquier incidente aún menor podía tener consecuencias inimaginables.

El Zaporozhye estuvo finalmente 153 días totales en el mar, navegando 19.000 millas náuticas sin mayores complicaciones.

Mucho más al sur, otros buques soviéticos cumplían, encubiertos, su rol de inteligencia. Uno de ellos habría sido el Akademik Knipovich, un buque de investigación antártica soviético que el día 15 de abril de 1982 entró al puerto de Ushuaia. Otro habría sido un buque factoría, que navegaba disimulado entre 25 pesqueros polacos y soviéticos, el cual sería confundido electrónicamente por un avión S-2E “Tracker” (se creyó que era una fragata británica) el día 2 de mayo.

Es dudoso si el pesquero soviético Belokamensk, quien participó (previa autorización expresa del Ministerio de Relaciones Exteriores de la URSS) del rescate de tres cadáveres del Crucero ARA General Belgrano, estuvo realizando tareas de espionaje.

Lo cierto es que el buque abandonó sus faenas y se encaminó a realizar tareas de salvataje, aún sin muchas esperanzas de poder encontrar sobrevivientes.

Un ingeniero del buque el Dr. Vasili Terentyev, recuerda:
"No teníamos esperanza, ya que la temperatura del agua no sube de los 7º C, nadie puede sobrevivir a la demora en el rescate. Se pudo rescatar a tres argentinos en sus salvavidas naranjas, todos sin signos de vida. Los cuerpos habían sido atacados por las gaviotas. Se dejaron en el freezer y se siguió buscando, pero llegó la orden de Moscú de frenar la búsqueda y dirigirse al puerto más cercano en Argentina, donde se ordenó no desembarcar” 
Los cuerpos fueron cargados en un bote que se acercó al buque y los tripulantes miraron por sus binoculares mientras en el puerto estaban muchos de los habitantes de Río Gallegos.




El Akademik Knipovich en las Georgias del Sur, año 1974 (foto Michael Telnov) y el Belokamensk, también en las Georgias, año 1980 (foto Natalya Sydorenko)

Vale aquí agregar que la presencia de buques soviéticos en el rescate de náufragos del Belgrano generó, luego de la guerra, rumores que personas en el buque fallecidas se encontraban viviendo en la Unión Soviética. Inclusive, dichos comentarios fueron ventilados en el parlamento británico, sin llegarse a nada concreto.

La Flota de Mar Soviética.

Los navíos de guerra de la orgullosa Armada Roja tuvieron una participación secundaria en la recolección de inteligencia del conflicto Malvinas, algo que resulta lógico, teniendo en cuenta que no resultan plataformas especializadas, así como su presencia resulta lo suficientemente amedrentadora como para hacer que cesen las operaciones habituales de las fuerzas en pugna.

A mediados de abril, existían solamente cinco buques de guerra soviéticos en el Atlántico Sur, entre ellos un grupo de batalla centrado en el crucero porta helicópteros Moskva (Proyecto 1123).

Este buque, especializado en guerra antisubmarina, poseía un grupo aéreo embarcado de 14 helicópteros Ka-25 (en versiones OTAN “Hormone-A” y “Hormone-B”) y, conjuntamente con su escolta y un buque logístico, tocó los puertos de Africa Occidental de Lagos (Nigeria), Luanda (Angola) y Point Noire (Congo).


Crucero código OTAN Kresta II y porta-helicópteros soviético (autor desconocido)

Este grupo de superficie se habría mantenido en aguas africanas, realizando posiblemente tareas de escucha, aún cuando ciertas versiones que circulan en páginas de Internet rusas, indican que se tenía planeado que pasara a la “caza” de submarinos británicos en caso que se lanzara un ataque nuclear contra la Argentina. Dicho trascendido indica que la inteligencia soviética había detectado a un submarino de bombardeo estratégico posicionándose para atacar la Argentina y, por tanto, se habrían tomado medidas para prevenir o sancionar su actividad.
Amén de estos rumores inconfirmados (ya que posiblemente el grupo de tareas soviético estaba haciendo tareas habituales de “mostrar de la bandera” cuando estalló la guerra), vale señalar que el otro buque soviético que tuvo alguna actividad durante el conflicto Malvinas, fue el crucero Mariscal Timoshenko (Proyecto 1134A, Kresta II), que se acercó al HMS Hermes entre la Isla Ascensión y las Azores el día 16 de julio, habiendo desplegado un día antes un helicóptero para investigarlo de muy cerca.

Sin embargo, como queda dicho, la actividad de la Flota de Mar Soviética fue puramente circunstancial en el conflicto.


Submarinos.

El submarino es quizá el mejor medio para realizar inteligencia, y por eso no es de extrañar la presencia de submarinos soviéticos en las aguas de operaciones.

Debo aquí decir que, en lo que respecta a fuentes confirmadas, ya he tratado el tema en “Tras los Submarinos Ingleses” (Instituto de Publicaciones Navales, 2010). Entraré aquí en un terreno resbaladizo, cual es el de opinar acerca de operaciones de submarinos recurriendo a fuentes periodísticas y otros.

Adelanto que mi opinión no ha cambiado respecto de lo que indiqué en el libro precitado (que es probable la existencia de un submarino soviético, pero a la fecha no ha sido confirmada)

Ahora bien, la bibliografía disponible hace mención a diversos tipos de submarinos soviéticos involucrados, a saber:


Submarino nuclear clase Víctor. 

(fuente de la Foto: http://fdra.blogspot.com/2011/02/ssn-clase-victor-i-urss.html

El mismo habría operado en Ascensión con el mismo patrón que se utilizó para el CCB-501 en el Mar de las Hébridas. La idea que subyace esta tesis es que el buque espía no viajó solo, sino que fue acompañado, en forma subrepticia, por este submarino.


  • Submarino nuclear clase Echo II, re-desplegado desde el Océano Indico. 

Se intenta con ello “mantener el honor” de los comandos antisubmarinos de la US Navy y Royal Navy, quienes indicaban que ningún submarino se había perdido en el Atlántico Norte y, por otra parte, justificar muchos avistamientos en el Atlántico Sur (y con ello, “mantener el honor” de los capitanes de los buques como la HMS Yarmouthque indicaban que habían atacado submarinos desconocidos)

  • Submarino convencional clase Kilo, desde Kola. 
Siendo improbable que un submarino convencional pueda seguir a la flota, teniendo en cuenta su alta velocidad de tránsito. El origen de la versión me es desconocido.
  • Submarino nuclear clase Oscar I, numeral K-525 Arcángel (Comandante en Abril de 1982, AP Ilyushkin) 
Es el presente un caso interesante. Un personaje relacionado con el mundillo submarinista ruso, me indicó que existe información acerca que este submarino siguió a la flota británica desde el 5 de abril al 21 de mayo de 1982.
La historia oficial del submarino indica que estaba haciendo tests de torpedos de 650 / 533 mm y de misiles Granit / SS-N-19 (normal, ya que fue comisionado el 21 de enero de 1981), pero realmente –se comentó- se habría orientado hacia el Atlántico Sur, con instrucciones (aún hoy secretas) de hundir a ambos portaaviones británicos si le fuera ordenado.
Nuevamente, la Unión Soviética temía la utilización de armas nucleares sobre Argentina, siendo (según esta versión) este submarino su reaseguro. Por tanto, abortó su misión cuando se entendió que las mismas no serían lanzadas.

Durante su patrulla, la misma fuente informa, habría sido atacado por fuerzas argentinas, que no habrían logrado un impacto.

Si bien es la versión que parece más descabellada, dos datos en particular dejan flotando en el aire una idea de realidad.

El primero es que el entonces Presidente Leonaldo F. Galtieri informó al General Haig (el “mediador” estadounidense) que los soviéticos le habían ofrecido hundir a un portaaviones y que la Argentina tome el crédito; por lo que puede entenderse que existía un submarino con esa misión. Obviamente, pudo tratarse de una estratagema del argentino o, cuando no y como se dice, de una conversación en una noche con copas de más.

El segundo tiene relación con el sistema de armas que utilizaba el submarino, consistente en los misiles antibuque de largo alcance SS-N-19. Dichos misiles, en lo que hace a su adquisición de blancos, se encuentra asociado a la constelación de satélites “Leyenda”. Debe señalarse que dichos satélites se utilizaron por primera vez para observar las maniobras de Malvinas, ufanándose el Ministerio de Defensa Soviético que “permitió establecer con antelación lugar y fecha del desembarco británico” (en San Carlos, el 21 de Mayo). Si se piensa en la asociación submarino-satélite como un sistema para favorecer a los misiles, sería ilógico pensar que uno pudo ser utilizado sin el otro.


Submarino nuclear código OTAN Oscar I (Foto Armada Soviética)


  • Submarino convencional clase Foxtrot, operando desde Angola.

Este es el único submarino cuya presencia fue confirmada por la US Navy, aún cuando es desconocido cuanto se acercó al área Malvinas o a la de tránsito de la flota británica.

Por último, vale señalar que la mayoría de las fuentes coinciden en que fueron no más de dos los submarinos soviéticos afectados a las operaciones de Malvinas aún, como hice ver, no se ponen de acuerdo en cual de ellos se trataba.

En suma, posiblemente haya existido algún submarino soviético rondando las aguas del Atlántico Sur. A la fecha, sin embargo, no existen certezas y solo transcendidos y comentarios algunos, como dije, más que interesantes.

Satélites.

De los 101 lanzamientos al espacio durante 1982, la Unión Soviética, sin embargo, aplicó solo un número limitado de satélites al conflicto del Atlántico Sur.

Cabe señalar que la inmensa mayoría de los ingenios especiales soviéticos de reconocimiento espacial de ese momento implicaban el uso de cámaras fotográficas con film, el cual era lanzado una vez que el satélite pasaba por territorio continental soviético. Ello hacía que no fueran aptos para seguir los movimientos de un teatro aeronaval, amén que no eran ayudados por la siempre nubosa meteorología malvinense.

Asimismo, los satélites soviéticos poseían una duración en el espacio increíblemente limitada, en algunos casos de solo unas semanas, por lo que no podía contarse con elementos en órbita para obtener ya información.

Puede entenderse los satélites Kosmos-1368 (de reconocimiento fotográfico, que pasó a 240 km de altura sobre Malvinas todos los días de mayo y junio a las 11:00 am), Kosmos-1455, de inteligencia electrónica y Kosmos 1365 y 1372, de reconocimiento radar, fueron los que aportaron la información más importante acerca de lo que estaba sucediendo en las islas y sus alrededores.


Cápsula de reentrada de satélites Kosmos (Foto Maryanna Resina)

Asimismo, como se indicó más arriba, se utilizaron otros sistemas satelitales, como el “Leyenda” de búsqueda de adquisición de blancos para misiles crucero.


Conclusión.

La Unión Soviética se benefició enormemente con la información obtenida durante la Guerra de Malvinas, tanto por los medios antes reseñados como por otros (espías, inteligencia realizada en otros teatros y demases)

Por ejemplo, los ejercicios de la flota soviética durante los años 1983 y 1984 reflejan la preocupación con que observaron las debilidades de la Royal Navy en lo que hace a defensas antimisil, debilidades que se replicaban también en la armada soviética.

Asimismo, fueron motivo de estudio las formaciones de la flota, la ubicación de piquetes radar y antisubmarino, la seguridad en las comunicaciones y otros tópicos, capitalizando la experiencia ajena.
Vale agregar que lo sucedido en el año 1982 otorgó un crédito muy importante a las fuerzas armadas argentinas, el que se sigue manteniendo a la fecha, según lo que puede leerse de la bibliografía rusa actual.

Como se dijo, la Unión Soviética obtuvo mucha información en una guerra que fue bisagra para el conflicto aeronaval, la cual utilizó en su provecho. En otro momento analizaremos cuanto de ello llegó o podría haber llegado a la Argentina. Por ahora, solo concluyamos que poseyeron información oportuna y más que interesante para compartir.

Mariano Sciaroni.

ElSnorkel.com

lunes, 17 de febrero de 2014

Closterman recuerda a los pilotos argentinos


Pierre Clostermann

Pierre Clostermann.

Pierre Clostermann (Curitiba, Brasil, 28 de febrero de 1921 – Montesquieu-des-Albères, Francia, 22 de marzo de 2006) fue un piloto de aviación militar francés, as de la Segunda Guerra Mundial, escritor, ingeniero y político.
Nacido en la ciudad de Curitiba en Brasil y graduado del Colegio Ryan de Los Ángeles, California, Clostermann se alistó en la Fuerza Aérea Libre Francesa en 1942. Logró sus primeros dos derribos el 27 de julio de 1943, al abatir a dos Focke-Wulf Fw 190 sobre los cielos de Francia, a los mandos de un Supermarine Spitfire del escuadrón Nº 341 "Alsace". Un mes después, Clostermann tuvo algunos problemas con sus compañeros de escuadrón debido a su implicación en la muerte del líder de escuadrón, y uno de los aviadores más famosos de las fuerzas gaullistas, René Mouchotte por lo que pidió y obtuvo su transferencia al escuadrón Nº 602.
En octubre de 1943, Clostermann es reasignado al escuadrón Nº 602 de la RAF donde comenzó su exitosa carrera de as. En ese escuadrón voló numerosas misiones que incluyeron intercepciones aéreas, escolta de bombarderos, intercepción a gran altura sobre la base naval de la Marina Británica en Scapa Flow, ametrallamiento o bombardeo de los sitios de lanzamiento de las V-1. Pierre Clostermann participó en el Día D y fue uno de los primeros pilotos aterrizar sobre suelo francés liberado, el 18 de junio de 1944, exactamente 4 años después de que Charles de Gaulle pronunciase su famoso discurso por la radio instando a los franceses a proseguir la lucha. Un tiempo después, Clostermann fue condecorado con la Distinguished Flying Cross (DFC) y luego reasignado al Cuartel General de la Fuerza Aérea Francesa.
En el mes de diciembre de 1944, extrañando la acción, Clostermann retornó a los escuadrones de primera línea ignorando las órdenes formales de Charles de Gaulle, que quería preservarlo como un modelo viviente de la nueva Francia. Voló el nuevo Hawker Tempest Mk. V con el escuadrón Nº 274 de la RAF en misiones de caza y ataque. El 24 de marzo de 1945, Clostermann resultó herido en la pierna alcanzado por el fuego de un flak alemán y fue hospitalizado por una semana tras su aterrizaje forzoso. A partir del 8 de abril de ese mismo año se convirtió en el líder del escuadrón Nº 3 de la RAF, y el 27 de ese mismo mes en el comandante provisorio del Ala Nº 122 de la RAF. El 27 de julio de 1945, Clostermann se retiró de la RAF.
En 432 salidas, Pierre Clostermann derribó 23 aviones enemigos, en su mayoría cazas, y 5 más probables. Además, él dice haber destruido 225 camiones, 72 locomotoras o vagones, 5 tanques y 2 buques torpederos. Muchas referencias le acreditan entre 29 y 33 victorias aéreas. Estos, probablemente incluyan sus “victorias en tierra” (aviones destruidos en los aeródromos, no en vuelo) que no eran reconocidos por la RAF. Sin embargo, recientes análisis más detallados de sus reportes de combate y de los registros de su escuadrón indican que su verdadero record era de 11 destruidos y 7 probables, lo que da un total de entre 15 y 18 (ver "Aces High" Christopher Shores & Clive Williams, Grub Street 1994)
Luego de la guerra, Clostermann continuó su carrera como ingeniero, participando en la creación de la empresa francesa Reims-Aviation, actuando como representante de Cessna y trabajando para Renault. Paralelamente, Clostermann tuvo una exitosa carrera política, siendo elegido para la Asamblea Nacional Francesa durante 8 periodos entre 1946 y 1969. También se re-enlistó nuevamente en la Armée de l'Air (Fuerza Aérea Francesa) en 1956-57 para volar misiones de ataque al suelo durante la Guerra de Algeria.
 Clostermann escribió Le Grand Cirque (El Gran Circo), un relato de sus experiencias en la Segunda Guerra Mundial, y según William Faulkner, el mejor libro de aviación sobre el conflicto. Otro libro menos conocido de Pierre Clostermann es Feu du Ciel (Fuego en el Cielo) que fue editado en 1957 e incluye una colección de relatos sobre combates aéreos tanto de los aliados como del eje.

Clostermann asegura que durante uno de sus viajes se accidento y regreso en un bote pero cuando llego a la orilla había una mordida de tiburón de 2 metros de diámetro el aseguraba que su bote había sufrido un ataque de un megalodon.

Carta a los pilotos argentinos

En el año 1982, Clostermann, ante el valor demostrado por los pilotos argentinos durante la Guerra de Malvinas, escribió:
A vosotros, jóvenes argentinos compañeros pilotos de combate quisiera expresaros toda mi admiración. A la electrónica más perfeccionada, a los misiles antiaéreos, a los objetivos más peligrosos que existen, es decir los buques, hicisteis frente con éxito. A pesar de las condiciones atmosféricas más terribles que puedan encontrarse en el planeta, con una reserva de apenas pocos minutos de combustible en los tanques de nafta, al límite extremo de vuestros aparatos, habéis partido en medio de la tempestad en vuestros «Mirage», vuestros «Etendard», vuestros «A-4», vuestros «Pucará» con escarapelas azules y blancas. A pesar de los dispositivos de defensa antiaérea y del los SAM de buques de guerra poderosos, alertados con mucha anticipación por los «AWACS» y los satélites norteamericanos, habéis arremetido sin vacilar.

Nunca en la historia de las guerras desde 1914, tuvieron aviadores que afrontar una conjunción tan terrorífica de obstáculos mortales, ni aun los de la RAF sobre Londres en 1940 o los de la Luftwaffe en 1945.

Vuestro valor ha deslumbrado no sólo al pueblo argentino sino que somos muchos los que en el mundo estamos orgullosos que seáis nuestros hermanos pilotos.

A los padres y a las madres, a los hermanos y a las hermanas, a las esposas y a los hijos de los pilotos argentinos que fueron a la muerte con el coraje más fantástico y más asombroso, les digo que ellos honran a la Argentina y al mundo latino.

Honores

Medallas


  • Coronel (reserva) de la Fuerza Aérea Francesa
  • Gran Cruz de la Legión de Honor Francesa
  • Compagnon de la Libération (Compañero de la Liberación)
  • Médaille Militaire (Medalla Militar)
  • Croix de guerre con 19 palmas (la mayor cantidad posible) (Cruz de Guerra 1939-45)
  • Croix de la Valeur Militaire con 2 citaciones (Cruz al Valor Militar)
  • Distinguished Flying Cross de la RAF (Cruz de Vuelo Distinguido)
  • Silver Star (Estrella de Plata)
  • Air Medal (Medalla Aérea)


Wikipedia

domingo, 16 de febrero de 2014

Un nudo en la garganta: Rescatando al Sargento Villegas

Rescatando al sargento Villegas







Los aviones ingleses bombardeaban a toda hora o pasaban a baja altura y ametrallaban las posiciones. Los combates cuerpo a cuerpo se habían desatado a pocos kilómetros del vivac y llegaban noticias de que las refriegas eran sangrientas en San Carlos y en Darwin.
Todos los días había "alerta roja", explotaban los misiles tierra-aire y la lluvia constante inundaba los pozos de zorro y los obligaba a levantar chozas con palos y chapas, enmascaradas con pasto.
Así y todo, hasta al horror de la guerra se acostumbra el hombre: la Compañía A del 3 de Oro dejó al soldado Esteban Tríes de cuartelero y marchó alegremente a bañarse.
El cuartelero recorría el campamento vacío cuando, de repente, oyó que alguien tiraba de la corredera de una 9 milímetros reglamentaria. Dentro de un pozo de zorro, un compañero tenía apoyado el cañón de su pistola en la sien.
Tríes había cumplido el servicio militar obligatorio en esa compañía del Regimiento de Infantería Mecanizado 3 de La Tablada. Antiguamente, sus oficiales llevaban una pechera amarilla y por eso es que todavía lo llamaban, con orgullo, "el 3 de Oro". Y cuando Tríes ya estaba trabajando afuera y estudiando ingeniería, el 8 de abril de 1982 recibió, en su casa de Villa Ballester, un aviso de reincorporación.
Un negrazo valiente que vivía en González Catán y que había instruido a Tríes lo quería a su lado en la guerra: el sargento Manuel Villegas, conocido por su extrema dureza y, a la vez, por su extraña sensibilidad de hombre bueno.
Sesenta días después, Tríes ya no era un simple conscripto que intentaba disuadir a un soldado de que no se volara la tapa de los sesos. Era un guerrero de Villegas con la responsabilidad de que no se perdiera ni un hombre ni una bala. Estuvo una hora entera tratando de que el soldado dejara la depresión, creyera que saldrían vivos de aquella guerra, soltara la pistola y saliera del pozo de zorro. Al final lo logró, y cuando Villegas regresó con el resto de la compañía no se dio cuenta de lo que había ocurrido. El soldado que había querido suicidarse en Malvinas entró luego en combate y fue herido, pero regresó entero a su casa. Y Tríes calló aquel pequeño pero grave incidente a pesar de que le debía lealtad total a su jefe, a quien había insultado por lo bajo durante la instrucción a raíz del rigor y fiereza con que Villegas los preparaba para la lucha. Pero con quien luego estableció una relación de respeto y afecto, y con el tiempo de amistad profunda. Villegas era duro pero jamás cruel ni arbitrario. Un líder nato seguido por una soldadesca capaz de acompañarlo hasta el mismísimo infierno.
La Compañía "A" acampaba en medio de la nada, a varios kilómetros de Puerto Argentino. Nevisca, frío, hambre y tristeza. Y las detonaciones de las baterías enemigas cada vez más cerca. Villegas se parecía a aquellos sargentos de los westerns de John Ford: hombres con más corazón que odio. Su debilidad era otro soldado débil a quien todos llamaban Lupin, un huérfano total apellidado Serrezuela, que desde los siete años había vivido en el campo sin familia y sin destino, y a quien nadie jamás le había enviado una carta. A Villegas le daba lástima esa carencia. Así que le ordenó a un conscripto del grupo que le pidiera a su novia un favor: debía buscar a una amiga para que ésta escribiera de su puño letra una misiva dirigida a Lupin. Cuando se hacían los corros para recibir la correspondencia, Lupin se quedaba atrás descansando o cumpliendo tareas. Sabía que en ese rito deseado no había nada para él. Pero un día el encargado del correo voceó por primera vez su apellido: "¡Serrezuela!". Y entonces Villegas vio que Lupin ni siquiera se mosqueaba. Como si no lo hubiera oído. "¡Serrezuela!", repitieron varias veces. Y nada. Lupin miraba distraídamente el horizonte. Villegas lo enfrentó: "Che, boludo, ¿usted no es Serrezuela?". Lupin pareció regresar del más allá: "Sí, pero yo no recibo cartas, mi sargento. Debe ser un Serrezuela de otra compañía". Villegas tomó el sobre y se lo entregó. La cara de Lupin se transformó como si hubiera descubierto un tesoro. Abrió lenta y cuidadosamente el sobre, leyó esas pocas líneas dirigidas a él y a nadie más, y después arrugó la carta contra el pecho y caminó mirando al cielo: "Gracias, Dios míos, gracias, gracias".
Eso no impidió que el sargento lo castigara con dureza por maltratar a su fusil, un pecado mortal en tiempos de batalla. El fusil es como la novia, soldado: se lo cuida, se lo mima y se lo lleva siempre consigo. No hacerlo equivale a poner en peligro a todos. Y Serrezuela no lo limpiaba y se lo olvidaba en cualquier rincón. Villegas no tenía forma de saber que Serrezuela le salvaría la vida cuando le impuso una tarea extenuante: vaciar de agua todos los días de la semana aquellos pozos de zorro. Una noche Lupin se acercó a la tienda de su jefe y pidió cruzar unas palabras con el sargento. Villegas salió al frío de mala gana, y entonces Serrezuela le dijo, en voz muy baja: "Máteme, mi sargento, yo no sirvo para esto, soy un estorbo. Pégueme un tiro; acá nadie se va a enterar que fue usted y nadie me va a extrañar". Villegas le pegó un abrazo de oso y le dijo: "Pedazo de hijo de puta, no digas eso". Se lo dijo con los dientes apretados y conteniendo las lágrimas.
No le gustaba a Villegas mostrar los sentimientos. Ni las flaquezas. A nadie había contado que cuando eran atacados el 1° de mayo por las ráfagas inglesas el sargento más bravo había empezado a temblar como una hoja. Por suerte, su tropa no lo había visto en esos renuncios, pero a partir de esa vergüenza íntima el sargento cargaba su propio calvario. Le rezaba todas las noches a Dios para que le diera temple en el combate y para que pudiera llevarse de este mundo a cuatro o cinco enemigos antes de morir. No rezaba para salvarse. Rezaba para irse al otro barrio con los honores que siempre había soñado.
A las dos de la madrugada del 14 de junio, el 3 de Oro recibió la orden de cargar armamento y municiones y avanzar sobre el cerro Tumbledown, vadeando el arroyo de Moody Brook. Se combatía en todas partes, y ese riacho no era muy ancho pero resultaba profundo y traicionero. Había luna llena y el cielo estaba lleno de rumores, bengalas, luces de misiles y toda clase de fuegos artificiales cuando Villegas y sus hombres se metieron en el agua y cruzaron dificultosamente con los fusiles en alto. Llegaron con frío y sin fuerzas a la otra orilla, pero escucharon la orden "¡A lo gaucho, carrera march! ¡Viva la Patria, carajo!". Y se pusieron de pie y empezaron a escalar el monte lleno de rocas. Villegas, contra lo aconsejable, iba delante de todos trepando por esa ladera escarpada, cuando desde arriba los haces de luz de dos fusiles M16 con mira infrarroja le resbalaron por el cuerpo. Saltó en un segundo hacia el costado y evitó un proyectil, pero el segundo le entró por el abdomen y le estalló en el hueso de la cadera.
Villegas se tomó la panza y vio que le salía sangre a borbotones y que comenzaba a arderle como si le hubieran arrojado encima dos paladas de brasas de carbón. "Tiren -les gritó a sus soldados-. Tiren que están escondidos detrás de esas rocas." Tríes no podía disparar sin correr el riesgo de balear a su propio sargento. "Córrase, que le voy a pegar", le gritó entre las piedras. "Tire igual que yo ya estoy listo." Como Tríes y Serrezuela no le hacían caso, Villegas se estiró para agarrar el fusil y entonces el francotirador le atravesó una mano de otro balazo. El inglés podía eliminarlo, pero prefería dejarlo fuera de combate. No tanto quizá por razones humanitarias sino por cuestiones estrictamente operativas: el manual indica que un herido ocupa a dos o tres soldados, y que hace más daño eso que matar lisa y llanamente a un enemigo.
Tríes le dijo a Serrezuela: "Vamos a buscarlo". El sargento se empezó a sacar el correaje y le gritó: "Tríes, quedate porque te va matar". Tríes y Serrezuela se miraron en la oscuridad. Luego se incorporaron, arrojaron ostensiblemente los fusiles al suelo y levantaron las manos. Subieron en esa posición audaz quince metros hasta su jefe, lo tomaron de los brazos y lo bajaron hasta el lugar donde se habían parapetado. El inglés que los tenía en la mira dejó que hicieran todo eso sin apretar el gatillo. Villegas pedía desesperadamente agua. Tríes le dio una botellita de whisky y le llenó la boca con trozos de nieve. Había que retroceder ya mismo. "Tríes -lo llamó Villegas-. No creas que me pongo en héroe, pero quiero que le avises a mi familia que me quedo acá. Contales de la forma que les duela lo menos posible, ¿sabés? A mí mujer decile que lamento no haberme casado con ella y a mi nena de tres años decile que, decile." En ese momento se fue en llanto. Pero se contuvo. Lo agarró a Tríes de la solapa y le dijo, en un hilo de voz: "Meteme un tiro. Son ocho kilómetros hasta el pueblo. Yo ya estoy listo. Meteme un tiro, no me dejés sufriendo".
El soldado parpadeaba, anonadado por la orden. De pronto se rehizo y le dijo: "De ninguna manera, usted me debe un asado". Y entonces Lupin y Tríes agarraron al sargento, que pegaba alaridos de bronca y se resistía, le hicieron sillita de oro y lo pasaron por un pequeño puente sin que ningún inglés les disparara, mientras el combate seguía atrás y se tornaba cada vez más virulento. La marcha de esos dos soldados llevando al sargento herido en la noche de luna llena fue penosa. Caminaron y caminaron, y Villegas perdió sangre y conciencia, y al final lograron encontrar una ambulancia. Subieron los tres y el chofer trató de llevarlos hasta el hospital de campaña, pero había demasiado hielo, resbalaron y volcaron en una cuneta. Salieron como pudieron de entre los hierros y siguieron adelante. Llegaron con el último aliento a ese hospital lleno de amputados y heridos, y le entregaron el cuerpo maltrecho de Villegas a los cirujanos. El sargento escuchó a uno de ellos que decía: "Le queda poco". Villegas alcanzó a decirles que no lo amputaran, que lo durmieran para siempre. Al despertarse, varias horas después, vio a varios ingleses con fusiles en la mano. "No entiendo nada", susurró. Un enfermero le respondió: "No te preocupes, ya se arregló todo". Villegas seguía sin comprender. "Nos rendimos, macho -le aclararon-. Nos rendimos." Y Villegas se echó a llorar.
Tríes y Serrezuela ayudaron a los heridos y se acoplaron a otras tropas. Tríes recuerda que iban corriendo por Puerto Argentino y que las casas explotaban a su lado. También que algunos soldados comentaban los maltratos y las defecciones y cobardías de algunos jefes. Regresaron a casa en el Camberra y se separaron para siempre en El Palomar. Eran fruto de una causa amada y luego aborrecida, venían derrotados y su karma era la marginalidad y el olvido.
El sargento regresó en un buque hospital. Tríes hizo lo que los superiores de su sargento no hicieron: lo visitó en el hospital de Campo de Mayo, donde Villegas estuvo un año y medio internado. Pero lo vio tan amargado y tan mal, que no quiso volver. Tampoco quiso hablar de Malvinas. Estuvo veinte años vendiendo autos, haciendo negocios en el nefasto sube y baja económico del país y eludiendo prolijamente las anécdotas del pasado. Un día hizo un clic y lloró por primera vez, y comenzó a reencontrarse con los veteranos y a buscar a Villegas, que después de la kinesiología y de años y años de asistencia psiquiátrica, le decretaron un 45% de incapacidad y lo borraron de la carrera. El viejo sargento estaba resentido con el Ejército: se fue a trabajar de chofer de colectivos y de remisero. Tuvo hijos y nietos. Y ya de grande quiso reencontrase con Tríes. Lo buscó por Castelar y finalmente lo encontró. Poco después los sacaron a los dos por la radio y hablaron por primera vez de lo que habían vivido en el cerro Tumbledown, en el arroyo de Moody Brook y luego en aquel monte siniestro donde los francotiradores ingleses estuvieron a punto de borrarlos del mapa.
Desde ese cruce se hicieron íntimos amigos. Asistieron juntos a escuelas a dar charlas, ayudaron a los veteranos más desvalidos, presentaron a sus familias, y comieron muchos asados. Hay un afecto especial entre ellos. Esa clase de sentimiento entre hermanos que florece solamente en la trinchera y en la solidaridad del dolor.
Un día, sin embargo, Villegas le dijo a Tríes que tenía una asignatura pendiente: encontrar a Serrezuela y explicarle por qué lo había castigado tan duramente en aquellas vísperas. Le debía esa explicación además de deberle la vida. Lo rastrearon a Lupin por toda la provincia de Buenos Aires, y sólo tuvieron una pista firme en el velatorio de un ex soldado. "Tenemos a un Serrezuela en Olivos -les dijo un veterano-. Pero apúrense porque tiene cáncer de pulmón y se está muriendo."
Hacía quince días que no se levantaba de la cama ni se afeitaba. Tríes le avisó a su esposa que él y Villegas lo visitarían esa tarde. La cita era a las dos, y Lupin hizo un terrible esfuerzo para levantarse, bañarse y pegarse una afeitada. Estuvo sentado en una silla esperándolos a los dos, que se atrasaron y recién pudieron llegar a las cuatro de la tarde. Les caían las lágrimas a los tres. Lupin lo llamaba "mi sargento", a pesar de que Villegas ya no tenía cargos ni ganas de tenerlos. "Usted va a ser siempre mi sargento -le dijo aquel huérfano congénito-. Usted ha sido mi papá." Villegas tragó saliva y le respondió: "Yo vengo a pedirte disculpas, Lupin, y a explicarte por qué te castigué aquella vez". No hacía ninguna falta, pero se quedaron hablando horas y horas de aquellos tiempos en los que fueron gloriosamente vencidos.
El viernes de la semana siguiente repitieron la visita, pero esta vez Lupin no pudo levantarse de la cama. "Esta noche me voy", les dijo, y lo sacaron carpiendo. Al día siguiente, cuando Villegas cruzaba un peaje, sonó su celular. Era la mujer de Serrezuela: acababa de morir. Dio la vuelta, llamó a Tríes y llegaron cuando el cadáver todavía estaba tibio. En el velatorio, los veteranos de la zona pedían hablar con Villegas y abrazarlo como si fuera el sargento Cabral. Lupin les había hablado durante veinte años de aquel héroe personal que los había guiado durante sesenta días de sangre y fuego.
Acaban de filmar un documental con las odiseas calladas de este puñado de hombres. Su título es significativo: "14 de junio: lo que nunca se perdió".
En noviembre la esposa de Villegas lo llamó a Tríes para decirle que el viejo sargento había sufrido un golpe de presión y que no podía hablar bien. El viejo soldado sacó el auto y condujo a gran velocidad por el conurbano hasta encontrar a Villegas. Lo subió de apuro y apretó el acelerador por la autopista en busca del Hospital Militar. "Otra vez llevándote a un hospital, sargento -le dijo Tríes-. La puta madre, ya me estoy cansado de andar salvándote la vida." Comenzaron a reírse.
Todavía se están riendo.

LOS PERSONAJES

Datos personales: Villegas es padre de tres hijos y abuelo de dos nietos. Tríes es padre de dos hijos. El primero trabajó de colectivero y remisero. El segundo es comerciante y tiene un programa de FM dedicado a los ex combatientes.
Dónde lucharon: cerca de Puerto Argentino. Pertenecían a la Compañía A Tacuarí del Regimiento Mecanizado 3 de La Tablada. También llamado "el 3 de Oro". Cruzaron el arroyo de Moody Brook y combatieron en Wireless Right.
Qué pasó: el sargento cayó herido y le pidió al soldado que lo matara. Pero éste, con ayuda de otro conscripto, lo sacó de esa situación y le salvó la vida. Se hicieron íntimos amigos. Dicen que el 14 de junio de 1982 se perdió una guerra, pero no el coraje ni los ideales ni el honor. .
MANUEL VILLEGAS Y ESTEBAN TRIES Veteranos de la guerra de Malvinas