sábado, 30 de junio de 2018

El hundimiento del Isla de los Estados

Naufragio espeluznante: cómo fue el hundimiento del buque tripulado por civiles en la Guerra de Malvinas

Una bengala luminosa lanzada a doscientos metros de altura rompió la oscuridad del estrecho San Carlos en la noche del 10 de mayo de 1982. El Buque Isla de los Estados, de 80 metros de eslora, con veinticinco tripulantes a bordo, quedó al descubierto.

Marcelo Larraquy-INFOBAE



El capitán de corbeta Alois Esteban Payarola se contactó por radio con el carguero "Forrest", amarrado en Puerto Howard, a 16 millas. Quiso verificar el origen de la bengala. Temió que fuera el preanuncio del "fuego amigo".

La respuesta no despejó su duda: ellos no la habían lanzado. Dos minutos después el buque «Isla de los Estados» comenzó a recibir impactos de mortero sobre estribor. Una llamarada de fuego se levantó sobre la nave. Desde la posición enemiga supusieron que era un barco petrolero.

Desde el puente de mando, Payarola volvió a comunicarse con el "Forrest". Pidió "alto el fuego" y que avisaran a las baterías costeras que dejaran de tirar.

Payarola vió que casi todo lo que estaba alrededor suyo había desaparecido. Decidió salir del puente y caminar hacia babor. Vio al capitán Tulio Panigadi, comandante de ultramar, tirado en el suelo. Escuchó gritos de dolor, voces que emergían desde el agua. Otra explosión abrió una lengua de fuego sobre los tambores de combustibles. La nave se mecía hacia un costado. Payarola tenía puesto un pullover, un buzo, y unas botas de campaña. Sintió ruido de helicópteros que se acercaban.

En ese momento entendió que había sido impactado por fuerzas enemigas. Se lanzó al agua helada del estrecho. Pocos minutos después el buque Islas de los Estados desaparecía de la pantalla del radar de la fragata HSM Alacrity.

La Operación Rosario

El "Isla de los Estados" había sido armado en España en 1975. Cinco años después fue incorporado a la Armada como buque de transporte. Era un buque de la marina mercante, que navegaba con tripulación civil. Era útil para el transporte de ganado ovino, mercaderías y de personas entre el territorio y las islas, en cumplimiento con los acuerdos de cooperación entre Argentina e Inglaterra firmados a inicios de la década del setenta.

El 28 de marzo de 1982, en Puerto Deseado, Santa Cruz, el "Isla de los Estados" comenzó a cargar armas, vehículos. Había militares de uniforme en el muelle. Los civiles de la marina mercante se sorprendieron. Alois Payarola asumió la conducción militar del barco. En alta mar informó de la misión. El "Isla de los Estado" se uniría a la "Operación Rosario" como parte de la Fuerza de Tareas que tomaría las islas Malvinas.

La novedad sorprendió a la tripulación civil. Algunos de ellos eran extranjeros.

El "Isla de los Estados" fue el primer buque de la marina mercante que llegó a Puerto Argentino. El Ejército lo utilizó para el transbordo de cargas de otros buques mercantes que por su tonelaje no podían amarrar en el pequeño muelle de madera de la capital de la isla. También transportó víveres, combustible, armas y municiones y efectivos a distintas posiciones de las tropas argentinas.

El barco no tenía defensa antiaérea. Navegaba por la noche, en la niebla, e intentaba ocultarse en accidentes geográficos para que no quedara al descubierto su posición.

Desde el "Isla de los Estados", a través de una grúa, fueron colocadas 25 minas de 400 kilos de explosivos frente a las aguas de Puerto Argentino.

El 1º de mayo de 1982, después del bombardeo aéreo y naval inglés sobre la capital de las islas, se decidió trasladar el barco al estrecho San Carlos, que separa la isla Soledad de la Gran Malvina.

En esa nueva posición, el "Isla de los Estados" continuó con los trabajos de carga y descarga con otras naves. Una de ellas fue el "Monsunen", un barco de pequeño porte confiscado a las Falklands Islands Company (FIC), que solía usarse para el traslado de ovejas.

El "Monsunen" navegó desde Puerto Argentino hacia el estrecho San Carlos en busca de combustible y municiones. A su cargo estaba el entonces mayor Jorge Monge, oficial de Operaciones del Grupo de Artillería de Defensa Aérea 101 (GADA 101).

"Nuestro material de guerra estaba en el buque "Río Carcarañá", que también habían movido al estrecho San Carlos –afirma Monge en entrevista con el autor de este artículo-. El 2 de mayo comenzamos a bordear la isla Soledad hacia el sur. Entonces me llega un "alerta submarino".

Habían hundido el crucero "Manuel Belgrano", y me avisan que también podíamos ser atacados. Para mantener la moral de la tropa, no lo comenté. Lo primero que pensé fue en las bajas. Me recomendaron que tuviera cuidado. ¿Pero qué alerta podía tomar yo si tenía un fusil automático, dos ametralladoras, una balsa y dos o tres salvavidas. El «Monsunem» era un barquito endeble.

-¿Cómo fue el contacto con el "Isla de los Estados"?

-Habrá sido el 4 ó 5 de mayo. Ahí me encontré con el capitán Marcelo Novoa. Lo conocía por cursos en el Colegio Militar; también estuvimos en Jujuy, cuando se movilizaron las tropas por el conflicto con Chile. Él era de artillería, yo montañista. En el estrecho San Carlos descargamos el material para mi unidad: cañones, parte de los 16 mil tiros de municiones y también me dieron la orden de retirar combustible para radares y helicópteros. Eran barriles de 200 litros que acomodamos en la cubierta. Si nos impactaban explotaba todo.

-¿Sospechaba que les podían disparar?

-Después de lo del "Belgrano" la posibilidad de un submarino estaba latente, pero por las profundidades de la cartografía naval no podía meterse en el estrecho un submarino de porte. Pero sí una fragata. Y había fragatas por todos lados. La isla es una defensa aeronaval. Requiere superioridad aérea y de barcos. Y nosotros en la isla no teníamos ni barcos ni aviones.

Los aviones argentinos sólo podían estar un minuto por el aire y tenían que volver porque sino los tiraban al mar. La Fuerza Aérea salía de Río Gallegos o Comodoro Rivadavia; en las islas no había aviones de combate. Por eso las fragatas se acercaban y tiraban todas las noches. Teníamos unos cañones de 155mm que tenían alcance, pero eran muy pocos y no contaban con un observador que las localizara bien. Era difícil impactarlas.

-¿Cuál era el clima interno de la tripulación en el "Isla de los Estados"?

-Era un buque de la Marina mercante compuesto por civiles y algunos marinos. Novoa me planteó que los civiles no habían estado convencidos de ir hacia Malvinas, y me decía que ellos -los militares- estaban en minoría.

El "Monsumen" partió hacia el norte del estrecho para hacer otro transbordo con el "Río Carcaraña".

El 9 de mayo el pesquero "Narwal", que hacía inteligencia para Argentina, fue interceptado, ametrallado y hundido por dos aviones Sea Harrier. Hubo un muerto y doce heridos. Tras desesperadas señales de socorro -"tenemos heridos graves", "abandonamos el buque 25 hombres", "hemos lanzado al agua un bote color naranja con los heridos graves"-, un helicóptero Puma voló desde Puerto Argentino hacia el sur para rescatarlos.

Fueron impactados por un misil. Tres pilotos murieron. Los heridos del "Narwal" que fueron tomados prisioneros por la Marina británica.

El ataque británico

A primera hora de la mañana siguiente, en un trabajoso transbordo, el "Río Carcaraña" entregó una cohetera de veinticinco toneladas al "Isla de los Estados". Ya era casi de noche cuando finalizaron las tareas.

El capitán Panigadi decidió continuar por el estrecho San Carlos hasta Puerto Howard. Esperaba llegar al amanecer. Allí esperaría nuevas instrucciones. A las nueve de la noche, levó las anclas y comenzó a navegar con las luces apagadas. Llovía.

Una hora después, a las diez y veinte de la noche, el operador de radar de la fragata inglesa HMS "Alacrity", que navegaba en dirección sur-norte, percibió un eco que alertó sobre la presencia de un posible buque.

Desde la fragata lanzaron una bengala luminosa, que reveló su posición, casi a la altura de la isla Cisne (Swan Islands). Era el "Isla de los Estados". En ese momento contaba con veintisiete tripulantes, y transportaba 300.000 litros de combustible, municiones, bombas, que almacenaba en la bodega, y la cohetera.

El capitán Alois Payarola, desde el puente de mando, se comunicó por radio con el buque mercante "Forrest", amarrado en Puerto Howard. Preguntó si ellos habían lanzado la bengala. Respondieron que no.

Pocos segundos después, los proyectiles comenzaron a impactar sobre la banda de estribor de "Isla de los Estados". Parte de la tripulación, que descansaba en los camarotes, subió al puente de mando, para saber qué pasaba. El capitán se mantenía con la radio Motorola en la mano.

Había cuerpos tendidos entre chapas retorcidas. Una lengua de fuego se erguía sobre los tambores de nafta. Desesperado, pidió al "Forrest" que avisara a las baterías costeras que dejaran de disparar. Seguía pensando que había sido atacado por "fuego amigo".

El "Alacrity" continuó su rumbo por el estrecho, sin detenerse ante la nave enemiga, que se incendiaba.

Payarola bajó del puente de mando entre las llamas y el humo. Un último impacto de cañón lo había destruido. Pero él se tocaba y sentía que no le había pasado nada. Había cuerpos tendidos entre chapas retorcidas. Una lengua de fuego se erguía sobre los tambores de nafta. La nave se inclinaba por estribor. Lloviznaba.

Encontró al marinero Alfonso López, español, y al camarero Héctor Sandoval, de 52 años, intentando lanzar una balsa inflable al agua helada. Los impulsó a salvarse. López, que no sabía nadar, cayó en el centro.

En su salto, Sandoval golpeó con una estructura metálica y no volvió a salir a la superficie. Los marineros gritaron: “Viva la Patria”, “Viva la Patria”. Y se perdieron en la oscuridad de las aguas

Sin querer, Payarola resbaló y cayó al agua. Tenía una pequeña linterna de mano con la que intentaba pedir auxilio. Nadó hacia otra balsa que ocupaban dos marineros, Manuel Oliveira y Antonio Cayo. Se estaban hundiendo. Pero le cedieron un lugar de privilegio para que su jefe se mantuviera a flote. Payarola se negó y prefirió alejarse a nado.

Los marineros gritaron: "Viva la Patria", "Viva la Patria". Y se perdieron en la oscuridad de las aguas. El buque "Isla de los Estados" ya estaba hundido.

Payarola escuchó el zumbido de las aspas de un helicóptero en la oscuridad de la noche, que los sobrevolaba. Un "Sea King" se había acercado a verificar la zona del desastre. Intentaba nadar como podía, pero la corriente lo arrastraba. Ya no escuchaba voces de otros náufragos. Sentía que los pies y las manos se le congelaban.

Con su linterna, a lo lejos, iluminó un bulto negro. Nadó hacia esa dirección. El bulto negro era la balsa del marinero López. Se habían incorporado también el capitán Panigadi y el primer oficial Jorge Bottaro, que escaparon de la explosión del puente de mando. Lo ayudaron a subir.

Remaron

El "Alacrity", mientras tanto, continuó su navegación por el estrecho. Era la primera fragata británica que lo atravesaba de sur a norte, en misión de reconocimiento. “Se ahoga Bottaro, se ahoga Bottaro”. López no sabía nadar. Sólo podía dar aviso.

A esa altura de la guerra, Inglaterra ya había bloqueado las islas con la imposición de una zona de exclusión total. El "Río Carcarañá" había sido el último barco argentino en llegar a las islas.

Inglaterra también había decidido que el estrecho San Carlos sería la cabecera de playa, pero el almirante John Woodward quiso asegurarse que las aguas no estuviesen minadas y no hubiese defensas costeras que pusiesen a riesgo el próximo desembarco de la infantería británica.

La misión del "Alacrity", sin embargo, estuvo bajo riesgo extremo esa misma madrugada, después de haber hundido el "Isla de los Estados". El submarino "San Luis", acomodado en la boca del estrecho, lo ubicó en su radar y preparó la información para el lanzamiento de torpedos SST-4.

Decidió impactarlo con dos. Era la una y media del 11 de mayo. El primer torpedo no logró salir del tubo, y al segundo se le cortó el cable de guiado minutos después del lanzamiento. Dos días después el submarino regresaría a Mar del Plata y no volvería a combatir.

Esa madrugada, con la balsa inflable, Panigadi, López, Bottaro y Payarola continuaron remando hacia una de las costas del estrecho. Eran los únicos cuatro sobrevivientes de la tripulación. Pero la balsa estaba averiada.

Panigadi decidió volver al agua para reducir el peso. Iba aferrado a la cuerda salvavida que la rodeaba. Pasaron varias horas remando hasta que divisaron una costa. Pero la corriente les impedía aproximarse. Temían que los empujara mar adentro.

Panigadi decidió lanzarse a nado. Confió que podría llegar a la costa, pero las aguas lo fueron desviando, se alejaba cada vez más. Levantó las manos, pidió auxilio. "Se va Panigadi", "se va Panigadi", gritó López, hasta que lo perdieron de vista.

No lo volvieron a ver. Quedaron tres. Payarola ya había perdido las energías.

Los remos no lograban romper el curso de la corriente. No avanzaban. Decidió aferrar una soga larga, de cincuenta metros, a la balsa, la tomó de la otra punta y comenzó a nadar, para arrastrarla hacia la costa. Ya estaba a pocos metros cuando escuchó otra vez los gritos de López, que lo alertaba.

-"Se ahoga Bottaro", "se ahoga Bottaro". López no sabía nadar. Sólo podía dar aviso. Payarola volteó hacia atrás y fue al rescate de Bottaro, que estaba inmóvil sobre las aguas. Logró tomarlo del chaleco y retenerlo; lo fue trasladando hacia la costa.

López seguía en la balsa. Corría riesgo de que la correntada lo llevara. No sabía qué hacer. Hasta que, impulsado por su capitán, decidió lanzarse al agua y nadar. En un esfuerzo supremo, llegó a hacer pie entre el pedregullo y la arena de la costa.

Payarola calculó que serían las tres de la madrugada. La lluvia, que los había hostigado en forma constante desde el naufragio, ahora se intensificaba. Pero ya estaban a salvo los tres.

Bottaro estaba helado, recostado sobre el suelo. No hablaba. Lo pusieron a reparo, en un lugar más protegido. Enseguida empezó a tener espasmos y contracciones. Tuvo un paro cardíaco. Intentaron reanimarlo. Murió bajo la lluvia.

Todavía no sabía dónde estaban

Con los remos cavaron un pozo y se quedaron quietos, tratando de descansar, pero el frío y la lluvia arreciaba. Payarola y López tenían las ropas mojadas, los dos habían perdido un botín y tenían un pie descalzo. Después de un rato, decidieron salir a buscar ayuda. Caminaron cerca de una hora entre las piedras. Todavía no había amanecido.

A lo lejos, en una colina, observaron una vivienda y al lado, un galpón. Entraron. Estaba vacío. Se quitaron las ropas y se cubrieron con una bolsa de arpillera y lana de oveja. En los fardos Payarola encontró la inscripción "Swan Island", que le permitió ubicarse. Se echaron sobre dos camastros y se quedaron dormidos.

La casa tenía alimentos y empezaron a separarlo por raciones. También encontraron agua potable dentro de un tanque. Ese mismo día salieron a recorrer la isla pero no encontraron nada.

Con los pies protegidos con cuero de oveja, cada amanecer tomaron la costumbre de acercarse a los peñascos donde habían desembarcado, junto al cuerpo de Bottaro, y permanecían sentados a la espera de que alguna nave o helicóptero los interceptara. Por momentos agitaban una tela naranja que había tomado de la balsa, pero no obtenían ningún resultado.

Después de cinco días, el 16 de mayo, el "Forrest", un pequeño carguero que había sido incautado en el muelle de la Gobernador de Malvinas, apareció por las aguas del estrecho. Le hicieron señas. El carguero se acercó pero no los reconocieron. Estaban cubiertos con tela de arpillera y parecían desfigurados. Les pidieron que se identificaran.

-Capitán de corbeta Alois Esteban Payarola-Marinero Alfonso López.

Subieron el cadáver de Bottaro. Al día siguiente fue enterrado en un improvisado cajón de madera en un cementerio local, con honores militares.

El cadáver del capitán Panigadi fue localizado días después por la tripulación del buque "Río Carcarañá", que había salido en busca de sobrevivientes del "Isla de los Estados".

El 16 de mayo el "Río Carcarañá" sería ametrallado por aviones Sea Harrier, pero no les produjo bajas.

Sus tripulantes, que nadaron hacia la costa, también fueron recogidos por el "Forrest".

Sólo algunos cuerpos del "Isla de los Estados" pudieron ser identificados y enterrados en el cementerio Darwin de las islas Malvinas.

El coronel (re) Jorge Monge intenta iniciar un proceso de búsqueda e identificación de los restos del capitán Marcelo Novoa y del cabo Roberto Busto, de 18 años, oriundo de Villa María, Córdoba, quienes murieron en el ataque al buque mercante.

Uno de sus sobrevivientes, Alfonso Alfredo López, oriundo de Finisterre, La Coruña, falleció en septiembre de 2005. Alois Esteban Payarola vive en Bahía Blanca.

Fundación Nuestro Mar


jueves, 28 de junio de 2018

Daggers volando junto a Lear Jets del Escuadrón Fénix

Daggers con el Fénix


Fotos de MV Dagger, todos del Grupo VI de Caza, hacia la zona de Combate guiados y a la vez fotografiados por los Lear Jets del "Escuadrón Fénix" en 1982, los cuales a su vez actuaban valiente y gallardamente también como piquetes radar para distraer y monitorear los radares de los buques de la Task Force de la Royal Navy que barrian el sector durante la aproximación de nuestros aviones.-

Por Luis Jose Martínez Eyheramendy .



martes, 26 de junio de 2018

Rapier falla en maniobras


Falla en el lanzamiento de un Rapier

Military

Prueba de regimiento de la RAF de las fuerzas de ocupación de las Malvinas lanza misil Rapier, con resultados algo decepcionantes.

domingo, 24 de junio de 2018

Operación Plum Duff en Tierra del Fuego

Declaraciones de militar británico “Confirma lo que nosotros veníamos diciendo desde hace muchísimos años”

Por Minuto Fueguino




El veterano de guerra de Malvinas Juan Carlos Alderete dijo que las declaraciones del capitán del Servicio Aéreo Especial británico Andy Legg, quien reveló los detalles de la llamada Operación ‘Plum Duff’, “confirma lo que nosotros veníamos diciendo desde hace muchísimos años”.


“El pasado 10 de marzo salió en los medios británicos una declaración de un oficial inglés, el capitán Andy Legg, quien tuvo a cargo una misión que era infiltrar comandos SAS acá en Tierra del Fuego, más precisamente en Río Grande en una operación llamada Plum Duff. Él desembarcó en el norte de la Isla por medio de helicópteros Sea King –que eran dos- y venían desde el portaaviones Invencible (HMS Invincible – R05)”, explicó Alderete.

Agregó que uno de estos helicópteros “alcanza a llegar a una cierta zona en los límites con Chile, más pegado a lo que son los límites con Chile porque había sólo una línea donde estaban los militares chilenos de un lado y los militares argentinos del otro. Justamente nuestros soldados estaban esperando a este helicóptero que venía desde el Invencible porque el otro helicóptero es abatido en cercanías del Estrecho de Magallanes por un cohete Blowpipe y queda destruido, cayendo todos los pedazos en el agua y todos sus ocupantes son muertos”.

Detalló que “este helicóptero fue derribado por los infantes de marina argentinos que estaban apostados en cercanías de los límites con Chile, en el norte de la isla de Tierra del Fuego. El otro helicóptero inglés trata de llegar a la costa y cuando lo hace y quiere bajar a sus ocupantes, también fue repelido por los infantes que estaban en la zona esperando”.

Alderete dijo que “ese helicóptero levanta vuelo, estando averiado y vuela hasta el sector chileno –a 80 kilómetros al norte de Punta Arenas y allí es ‘accidentado’ de la misma manera que ocurriera con otro helicóptero inglés en Agua Fresca, y la tripulación se entrega a los chilenos en Santiago de Chile. Este aparato estaba involucrado en la Operación ‘Plum Duff’”.

Precisó que “este segundo helicóptero que declara Andy Legg que había intentado penetrar en Tierra del Fuego –tras ser intentado derribar por los argentinos- retoma vuelo y va hacia Punta Loyola donde es alcanzado por los disparos del soldado Nelson Vivas de la autodenominada ‘Compañía Fantasma’ y es averiado y cae a unos ochenta kilómetros al norte y como dije, sus ocupantes se entregan a las autoridades chilenas en Santiago de Chile, directamente”.

El otro incidente con un helicóptero británico ocurrió en Agua Fresca, a 18 kilómetros al sur de Punta Arenas, también en el marco de la Operación ‘Plum Duff’ pero iba tripulado por el entonces Teniente Coronel Richard Hutchines, su helicóptero también era un Sea King, matrícula ZA 290; ese aparato aterriza en cercanías de Estancia Sara, al norte de Río Grande, donde deja a ocho integrantes del SAS, con el mismo objetivo de reconocimiento de terreno y de cara a la Operación ‘Plum Duff’ también tenían como objetivo atacar a la Base Aeronaval Río Grande y destruir los tres misiles Exocet AM 39 que estaban quedando, destruir los aviones Super Etendard, matar a los pilotos y en su huida hacia Chile, destruir lo que se cruzara en su camino”, dijo el entrevistado.

Añadió que “ese helicóptero es ‘accidentado’ a propósito a 18 kilómetros al sur de Punta Arenas, en un sector que se llama Agua Fresca. El año pasado estuve en ese sector, pedí permiso porque es una propiedad privada, viajé porque quería saber si sobrevivió algún vestigio de la máquina; hice unas grabaciones, hice unos audios y encontré el lugar gracias a la única foto que andaba circulando y era una máquina amarilla que estaba tapando a un helicóptero que se veía desde lejos”.

Aseguró que encontró al periodista de La Prensa Austral, José Villarroel, “él tomó las fotos esa mañana y tuvo muchísimos problemas, estuvo una semana sin poder salir de su casa porque los carabineros y los militares chilenos lo estaban esperando porque querían sacarle la Cámara y no querían que publique las fotos. Justamente el día que la toma las fotos andaba en un Lada Niva que en la puerta tenía el logotipo de La Prensa Austral. Se encerró en su vehículo y no dejó que le sacaran la cámara fotográfica con las fotos del helicóptero británico que lo estaban tapando máquinas chilenas”.

Operación ‘Mikado’

El Veterano de Guerra explicó que estas dos acciones militares británicas enmarcadas en la Operación ‘Plum Duff’ “son principales para que se produzca la Operación ‘Mikado’ que la tuvimos a la altura de Caleta La Misión donde estaban los buques ARA Bouchard y ARA Piedra Buena (este último más al fondo) haciendo vigilancia y detectan unos ecos en el radar y el sonar detectan cuatro o cinco puntos que se desviaban a gran velocidad y se iban dispersando y verifican que eran botes de goma que estaban desembarcando la noche del 17 de mayo. El Bouchard se comunica con la Base Aeronaval Río Grande y confirman lo mismo; el Bouchard sale en busca de esos ecos y con el reflector lo ubican y el Cabo Primer Funes y el Cabo Segundo Laciar (que tenía un hermano fallecido en el Crucero ARA Belgrano) que eran los artilleros en este buque argentino, disparan con la 12,7 y destruyen todos estos botes y matan a todos los soldados británicos que estaban intentando desembarcar”.

Compartió que “la Operación ‘Mikado’ es el secreto mejor guardado de la Guerra de Malvinas; los británicos no podían hablar, los argentinos tampoco; militares argentinos, desde suboficiales hasta almirantes saben de esta operación, saben lo que pasó y saben dónde están enterrados los ocho militares británicos enterrados en Tierra del Fuego. El Coronel Richard Hutchines hace tres años hizo una declaración y el Gobierno británico le prohibió que siguiera revelando estos datos; pero él alcanzó a decir que aterrizó en Río Grande la noche del 17 de mayo en cercanías de una estancia donde había pozos petroleros y vio las antorchas de gas que se estaban quemando donde deja a ochos miembros del SAS y jamás los volvió a encontrar”.

Qué declaró Andy Legg

Si bien hubo varios rumores y novedades al respecto, y diferentes periódicos ingleses habían hablado sobre eso, nunca se había escuchado una palabra oficial del intento de Inglaterra de invadir Argentina, buscando destruir parte de un arsenal en la provincia de Tierra del Fuego. Ahora, el líder del equipo habló al respecto.

Andy Legg, capitán del Servicio Aéreo Especial (SAS) británico, reveló los detalles de la llamada operación ‘Plum Duff’ y su pensamiento al respecto de la misma. “Yo no creo que fuera muy sensato invadir Argentina pero avanzamos e hicimos lo que nos ordenaron. Fue diferente a cualquier otra tarea que hubiera hecho antes”, sentenció.

Según relató, el objetivo de la misión era llegar a la base militar argentina en Río Grande, Tierra del Fuego, y destruir tres misiles Exocet con los que contaba la Argentina en ese momento. Uno de ese estilo, había sido el causante del hundimiento del Destructor HMS ‘Sheffield’, y los medios reflejaron que, con otro ataque similar, “Gran Bretaña podría haber perdido la guerra”.

Legg se mostró enojado y arrepentido por dicha tarea y contó todos los detalles del fracaso de la misma. Según detalló, su unidad debía atravesar 26 millas hacia la base, reunir información de inteligencia y de cara al ataque. Sin embargo, el helicóptero en el que se trasladaron el 15 de mayo de 1982 habría sido detectado por radares argentinos por lo que no lograron aterrizar.

El segundo punto donde comenzaron su tarea por tierra fue a 40 millas del objetivo y en territorio chileno, lo que comenzó a dificultar la tarea. Luego remarcó que la misión no se cumplió por falta de alimentación, logística y mal clima, que jugó en contra de los ingleses, que fueron rescatados y trasladados desde Santiago de Chile.

“No se me culpó (por el fracaso de la misión) pero dentro mío me sentí mal porque nuestros colegas habían muerto en el Atlántico Sur y a nosotros no nos pasó nada”, sentenció el militar, que hace poco tiempo decidió vender sus medallas de la guerra de Malvinas y el mapa de Tierra de Fuego que utilizó para la misión por su enfado.

Combates en territorio argentino

Quince conscriptos argentinos murieron en intercambio de fuego con fuerzas especiales británicas durante la guerra de las Malvinas afirma un libro sobre el conflicto escrito por un ex integrante de las fuerzas de elite y que es auspiciado por el Príncipe Andrés.

El libro “Piloto de Fuerzas Especiales, memoria de vuelo en la guerra de las Falklands”, fue escrita por el piloto de helicópteros Coronel Richard Hutchines, y según sus propias palabras esas acciones han sido mantenidas en secreto por ambos gobiernos (argentino y británico), pero “varios ex conscriptos” se pusieron en contacto con él, “desesperados por contarme sus experiencias”.

“Los conscriptos afirman que su experiencia de guerra contra el enemigo británico tuvo lugar en territorio continental argentino en la Patagonia, donde unos 3.000 conscriptos operaron junto a fuerzas regulares en la protección de aeropuertos, depósitos de combustible en las bases aéreas de Río Grande y Río Gallegos, para protegerlas de operaciones de sabotaje por fuerzas especiales británicas”, según el Coronel Hutchings.

Estos conscriptos alegan que se enfrentaron con fuerzas de SAS y SBS (*) en territorio argentino y “se quejan que su servicio de guerra nunca ha sido reconocido porque la presencia de fuerzas especiales británicas en suelo argentino ha sido desde siempre negado”.

Las pérdidas argentinas resultantes de estos combates suman quince. Empero “razones de seguridad nacional me impiden hacer más revelaciones al respecto a esta altura”, sostuvo el Coronel británico.

La controversia no es nueva ya que en verdad el lanzamiento original de su libro data de 2009, pero una nueva publicación, sobre la abortada operación de esas fuerzas para destruir aviones y sobre todo los temibles misiles Exocet argentinos en Río Grande, Tierra del Fuego, y que culminó con la auto destrucción del helicóptero y refugio en Chile de sus integrantes, la ha hecho resucitar.

La operación ‘Plum Duff’, que es descripta en el libro ‘Exocet Falklands’, por lo visto tuvo al Coronel Hutchines entre uno de los pilotos del helicóptero Sea King cuya misión era conducir las fuerzas especiales hasta la base en Río Grande.

La misión no sólo no contaba con los mapas apropiados y al día, sino que en la ruta de navegación se cruzaron con una plataforma petrolífera argentina bien iluminada y defendida, lo cual sumado a las pésimas condiciones climáticas obligaron a volar a Chile, destruir la aeronave y más tarde entregarse a la policía chilena.

La operación ‘Plum Duff’ se mantuvo en el mayor secreto por más de 20 años pero eventualmente se filtró y el Coronel Hutchines aprovechó en la última edición de su libro (aprovechando el lanzamiento de ‘Exocet Falklands’) a agregar algunos detalles más sobre la situación en Argentina cuando la guerra.

“Tengo copias de documentos oficiales argentinos, incluyendo reportes sobre incidentes y he verificado estos con otros informes, incluyendo combates entre efectivos argentinos y fuerzas especiales británicas en varios lugares”.

“Las pérdidas militares argentinas de estos incidentes suman 15 muertos. Consideraciones de seguridad nacional me impiden de hacer más revelaciones al respecto a esta altura”. Hutchines no brindó detalles sobre pérdidas británicas.

En el prólogo al libro por el Príncipe Andrés, ex piloto de un Sea King afirma: “personalmente me sentí muy orgulloso de estar a la orden, como oficial de guardia del Escuadrón 820 a bordo de HMS Invincible, para ayudar a la tripulación del Sea King en su viaje, solo de ida, a la Argentina”.



(*) SAS, Special Air Service y Special Boat Service, fuerzas especiales del Ejército y de la Marina británicas.

viernes, 22 de junio de 2018

Los gauchos de Malvinas antes de la invasión británica

En Malvinas hubo mate y gauchos: un libro recupera las pinturas que los retratan

En un rincón olvidado del Museo de Puerto Argentino, en las islas Malvinas, hay una pintura que muestra a un gaucho tomando mate. Esta pequeña obra de arte disparó la curiosidad de Marcelo Beccaceci, escritor especialista en temas patagónicos, que comenzó a buscar su autor.





La historia lo llevó a dar con dos hermanos descendientes de ingleses que guardan bajo llave en un altillo de una vieja casona en Pilar la colección completa de acuarelas que pintó en 1852 William Dale, hijo de John Pownall Dale, que fue gerente de la Falkland Islands Company, empresa que perdura hasta nuestros días.

El joven William dejó una trascendental obra, pintando la vida de aquellos hombres que abandonaron el horizonte pampeano para trabajar en los campos australes. "Hasta el día de hoy es el único registro gráfico de la presencia de los gauchos en las islas", explica Beccaceci.

Gauchos de Malvinas es el título del libro de Beccaceci que se presentó el domingo en la Feria del Libro, en él se reproducen acuarelas que muestran a los gauchos haciendo asados, arrinconando toros y arreando vacas en las Malvinas. La historia de la presencia gaucha en las islas se remonta a principios del siglo XIX.

La profunda investigación de Beccaceci recupera las primeras huellas de un camino criollo que puede verse hoy en accidentes topográficos y en tradiciones en el interior profundo de las islas. "En el Museo de Puerto Argentino no me quisieron dar datos, allí el tema de los gauchos es un asunto que trae controversias. Los kelpers sostienen que también existieron gauchos ingleses, aunque todo lo que saben lo aprendieron de los argentinos", dice Beccaceci.

Tras la pista de las acuarelas

De regreso al continente, habló con un editor de libros ingleses y le comentó acerca de la acuarela que había visto. "Sé quiénes tienen la colección completa, pero no estoy autorizado a decirlo", le dijo. Para esa altura, Beccaceci ya tenía una obsesión: hallar las acuarelas que reproducían la vida de los gauchos en las islas.

"Una tarde estaba en la vereda en mi casa y hablo con una vecina, me comenta que estaba cuidando a un anciano que tenía alzheimer y que era de la colectividad inglesa", la sorpresa fue mayor cuando le dijo el nombre: se trataba del editor inglés. Beccaceci tenía probados indicios de que las acuarelas las tenían los hermanos Lough. "Los conozco, van a visitarlo", le afirmó su vecina. De esta particular manera, el autor halló finalmente la colección completa de las acuarelas que pintó William Dale.

Con cierta reserva, Tim y Gavin Lough le permitieron a Beccaceci conocer las acuarelas, fotografiarlas, y a partir de ellas contar la historia de los gauchos de Malvinas. Recopilando datos del Archivo Histórico Nacional y de documentos que halló en Puerto Argentino, pudo rearmar el recorrido de los gauchos que fueron a explotar el ganado que habían dejado los españoles cuando ocuparon las islas hasta 1811.

Después de la Independencia, en febrero de 1824, llegó la primera expedición de gauchos a las islas con 26 de estos hombres y cinco caballos. Los hermanos Vernet -comerciantes franceses que vivían en Buenos Aires- financiaron gran parte de esta empresa. Este primer viaje fue un fracaso, el ganado estaba lejos de la costa y los gauchos, en su mayoría del litoral, no pudieron hacer mucho. A la espera de ayuda, hasta el año siguiente quedó un pequeño grupo que sobrevivió como pudo. Así comenzó la gesta gauchesca en Malvinas.

Vida dura

Las propias inclemencias de la situación geográfica insular, la soledad y los pocos recursos hicieron que la vida de los gauchos fuese dura. Además, se le agregó la mala administración de Vernet, quien lejos de protegerlos les impuso condiciones de trabajo adversas.

Les pagaba en bonos y debían comprarse las sogas, aperos y los insumos propios del trabajo campero en el almacén que el mismo francés montó en Puerto Luis. Lo poco que ganaban, lo gastaban allí. Sólo le aseguraban carne y un pasaje de regreso a Argentina que rara vez se cumplía. La situación de explotación alcanzó su punto de mayor tensión en 1833 cuando ocurrió la sublevación del gaucho Antonio Rivero, quien asesinó a los empleados de Vernet.

"Durante años se intentó reversionar este episodio como un acto de patriotismo, pero Rivero en ningún momento enarbola la bandera argentina", afirma Beccaceci. Este episodio apresuró los planes británicos sobre la soberanía de las islas, y desde esta fecha la ocupación es permanente.

El dato histórico es que gran parte de los gauchos permanecieron en las islas, conviviendo con los ingleses, las acuarelas prueban esto. "Es una parte de nuestra historia que fue tapada, mi inquietud es recuperar la identidad de los que están enterrados allí", reflexiona Beccaceci.

La tradición gaucha perdura hasta hoy en las Malvinas y no sin cierta polémica. LA NACION preguntó en un grupo de Facebook kelper qué opinión tenían de los gauchos. "Algunas familias pueden rastrear su linaje hasta los gauchos, por ejemplo a 12 millas de Puerto Stanley hay una granja que se llama 'Estancia', allí hay un corral de la época de los gauchos, que es un sitio protegido", afirma Taff Davies. Sobre el gaucho Rivero, las opiniones se unifican: "Los argentinos lo han convertido en una especie de Robin Hood, cuando en realidad era un ser despiadado", concluye este kelper.

Guillermo Stoessel vive en Caleta Olivia y hace un mes regresó de recorrer las islas en bicicleta. En la ruta se encontró con un isleño. "Me ofreció su cocina y pasé la noche en su granja, cuando estaba por hacerme un mate, él sacó yerba y un mate: 'Es una herencia de los viejos gauchos'", me dijo. También reconoció que en el interior de las islas, además de corrales, perduran los alambrados de quebracho que hicieron los gauchos pioneros. (Leandro Vesco- LA NACION)


Fundación Nuestro Mar

miércoles, 20 de junio de 2018

Thatcher: La recuperación "fue una acción estúpida"

Para Thatcher, la invasión argentina a Malvinas fue "una acción estúpida"

Ésta y otras revelaciones forman parte de los 3500 documentos desclasificados por el Gobierno británico. La calificación como "lote de vándalos" a la Junta Militar.



  Foto:Cedoc.

La por  entonces primera ministra británica Margaret Thatcher quedó estupefacta por la "estúpida" invasión realizada por Argentina del archipiélago de las Malvinas en 1982, que provocó un conflicto de 74 días, según documentos oficiales desclasificados este viernes.

"Jamás, jamás pensé que Argentina invadiría directamente las Malvinas. Fue una acción tan estúpida", declaró Thatcher ante una comisión de investigación británica sobre las Malvinas en octubre de 1982, cuatro meses después del fin de la guerra, según estos documentos desclasificados consultados por la BBC.

Sin embargo, el 31 de marzo de 1982, dos días antes de la invasión argentina, Thatcher fue informada por los servicios secretos británicos de que una acción de Buenos Aires era inminente.

"Fue el peor día de mi vida", asegura Thatcher en octubre de 1982, y añade: "Aquella noche nadie pudo decirme cómo podríamos recuperar las Falklands (denominación inglesa para las islas Malvinas). Nadie. No lo sabíamos, no lo sabíamos", repite.

Los documentos desclasificados revelan asimismo que Thatcher hizo todo para impedir que Francia vendiera misiles Exocet a Perú, que podían ser luego entregados a Argentina, que los había utilizado para hundir navíos británicos.

En un telegrama al entonces presidente francés François Mitterrand, el 30 de mayo de 1982, la primera ministra británica advierte: "Si el mundo supiera que Francia entrega ahora a Perú armas que seguramente serán suministradas a Argentina (y) que pueden ser utilizadas contra nosotros, aliados de Francia, ello tendría un efecto devastador para las relaciones entre nuestros dos países". "Ello tendría un efecto devastador para la Alianza", añade Thatcher, en referencia a la OTAN.

Al día siguiente, un diplomático francés, Francis Gutmann, informa al consejero especial de Thatcher encargado de las Malvinas que los misiles no serán entregados.

Argentina no es una "dictadura bananera". Aunque la invasión argentina de las Malvinas fue una sorpresa, había algunos indicios, según estos documentos. Ya en 1977, la inteligencia británica no descartaba una acción argentina si las negociaciones sobre las Malvinas no avanzaban.

A fines de ese año, Londres decidió enviar a la zona del Atlántico sur dos fragatas y un submarino, aunque esos desplazamientos se mantuvieron en secreto. Luego, en los cinco años que precedieron el conflicto, ya no hubo presencia militar británica importante en la zona, lo que quizá pudo inducir a Argentina a creer que Londres no lanzaría un ataque para recuperar las islas.

También hubo mensajes a Londres de parte del embajador británico en Buenos Aires en 1982, Anthony Williams, que escribió en un despacho de junio de 1982: "Argentina no es otra de esas repúblicas bananeras, (...) no es un país dirigido por un dictadorzuelo. Argentina tiene su lote de vándalos (...) Pero esto no lo explica todo, como tampoco la invasión fue un mero acto de piratería".

Asimismo, la "Dama de Hierro" resistió a las presiones del presidente estadounidense Ronald Reagan que intentó convencerla de aceptar la presencia de una fuerza de paz internacional en el archipiélago, según documentos revelados por la agencia PA. El 31 de mayo de 1982, dos semanas antes del fin del conflicto, Reagan llama a Thatcher a Downing Street: "El Reino Unido tiene ahora ventaja militar, se debería llegar a una acuerdo", dice el presidente. Thatcher le responde: "El Reino Unido no ha perdido vidas preciosas en la batalla y enviado una enorme fuerza para entregar las islas de la Reina a un grupo de contacto".

El conflicto de las Malvinas terminó con la derrota de Argentina, mientras el Reino Unido recuperaba el control del archipiélago. En el conflicto murieron unos 900 soldados (649 argentinos, según estimaciones, 255 británicos y tres civiles de las islas). Argentina continúa su reclamo de soberanía sobre el archipiélago ante organismos internacionales.

lunes, 18 de junio de 2018

El ataque al aviso ARA Sobral

Ataque al Aviso (A-9) ARA Alférez Sobral

Poder Naval Argentino




En la madrugada de un día como hoy, pero de 1982, durante la Guerra de Malvinas, el Aviso (A-9) ARA Alférez Sobral es atacado por helicópteros de la Royal Navy.
En el mismo pierden la vida, su Comandante, el Capitán de Corbeta Sergio Gomez Roca, el Guardiamarina Claudio Olivieri, el Cabo Principal Mario Orlando Alancay, el Cabo Segundo Sergio Rubén Medina, el Cabo Segundo Elvio Daniel Tonina, el Cabo Segundo Ernesto Rubén Del Monte, el Marinero 1º Héctor Dufrechou y el Conscripto Roberto D'Errico.
A las 17:30 del sábado 1 de mayo, es derribado un British Aerospace Canberra de la Fuerza Aérea Argentina, a unos 190 kilómetros al norte del Estrecho de San Carlos. Sus dos pilotos se eyectan, por lo que es destacada la unidad para iniciar una búsqueda y rescate de ambos tripulante.
El buque debía ingresar a aguas peligrosas ya que estaban controladas por el enemigo inglés, no obstante lo cual el Comandante, junto a su Plana Mayor y Dotación, zarpan rumbo al punto dato informado por la superioridad.
En la mañana del 2 de mayo se recibe en el Aviso una actualización de los medios del enemigo, en el que se informa de un Task Force Británica compuesta por un portaaviones y entre seis y ochos buques de guerra operando en el área. Hacia el atardecer se recibe la triste noticia del ataque con torpedos y posterior hundimiento del Crucero (C-4) ARA General Belgrano.
Para medianoche de ese día el aviso es sobrevolado por un helicóptero Sea King por lo que el Comandante ordena cubrir los puesto de combate, el mar se encontraba muy agitado lo que dificultaba apuntar con las armas de a bordo. Otro helicóptero se acerca y se ordena abrir fuego contra el mismo con el cañón de 40" y las ametralladoras de 20", por lo que la aeronave abandona el área, sin recibir daños por la metralla. Al momento se distinguen del horizonte dos destellos, que eran de misiles ingleses lanzados desde otro helicóptero. Uno de ellos impacta en la lancha dotación del buque, que queda destruida y el resto de las esquirlas provoca heridas en los apuntadores de las ametralladoras. El otro misil, pasó por arriba del buque y se perdió en el mar. Luego del alto el fuego, se constató que las antenas y equipos de comunicación quedaron averiados.
A fin de proteger al resto de la tripulación, el Comandante ordena que permanezca una guardia mínima en el puente, encabezada por él. A las 01:20 el enemigo atacó nuevamente. Un misil impactó de lleno en el puente, destruyéndolo totalmente, al igual que el cuarto de radio que se hallaba directamente debajo. El palo de proa cayó y las innumerables esquirlas provocaron averías diversas en toda la parte superior y media del buque, que se estremeció como si hubiera sido golpeado por una mano gigantesca. El sector de proa se llenó de humo y el penetrante olor de la explosión invadió los compartimientos, aumentando la ansiedad general.
Luego del ataque, el Segundo Comandante, se dirige al puente observando que el mismo estaba completamente destruido con un incendio y toda la guardia destacada había fallecido.El Segundo Comandante, el Teniente de Navío Sergio Bazán, debió asumir el comando de la unidad ante la muerte en combate del Comandante. Ante esta situación, evalúa el estado de la nave. El jefe de máquinas le informa que se averió el sistema de timón, por lo que no era posible maniobrar el buque. El grupo de control de averías, con las máquinas detenidas, apagó los incendios provocados por el ataque. De la evaluación de la nave, se concluye que se encontraba sin timón, el puente y todo su instrumental, destrozado, las balsa salvavidas inutilizadas por las esquirlas, un incendio a bordo, 8 tripulantes incluido el Comandante fallecidos y otros ochos heridos. También cabía la posibilidad de otro ataque enemigo.
Una vez dominado el incendio y establecido un precario sistema de timón, el Teniente de Navío Bazán y el resto de la tripulación inician el regreso al Continente, sin ninguna ayuda a la navegación.
Estimado la rumbo, se encaminaron hacia el Oeste, finalmente en la mañana del 5 de mayo, divisaron tierra, sin tener claro a dónde habían llegado, para las 09:00 divisan un punto en el horizonte, por lo que lanzan bengalas luminosas, finalmente era el helicóptero Bell 212 H-88 de la Fuerza Aérea Argentina, destacado en el ARA Cabo de San Antonio, que logró verlos, los sobrevoló e informó;a su superioridad del hallazgo del buque. Rápidamente desembarcó a un tripulante cuyas heridas complicaban su sobrevida.
Con mucho viento y la ría complicada para la navegación, el Aviso finalmente tomó amarras en Puerto Deseado.






Fuente: Histarmar - basado en el relato del Segundo Comandante, el Teniente de Navío Sergio Bazán

sábado, 16 de junio de 2018

Libro: Malvinas el Cielo es de los Halcones (Tomo 3)

Malvinas el Cielo es de los Halcones, Tomo 3: Super Étendard

Esteban Brea Gaceta Aeronáutica


Autores: Néstor Barron (Textos), Walther Taborda (Dibujos) y
Wes Hartmann (Colorista). Editor: El Buen Libro,
Buenos Aires 2017. Formato: 32 Cm. x 24 Cm.,
56 páginas, tapas duras, impresión a color.
Precio: $ 600 (AR). Calificación: 5 de 5.


Esta obra que originalmente fue editada en 2014 bajo el título “Malounines, le Ciel Appartient aux Faucons, Vol. 3” por la editorial suiza Editions Paquet en idioma francés ya tiene su edición en castellano, la edición argentina conserva el mismo formato y calidad de la europea, esto fue posible gracias a El Buen Libro. La misma vio la luz en nuestro país en noviembre del año pasado.

Esta serie se inició con el primer Tomo editado en Europa en 2010 dedicado a los Douglas A-4B Skyhawk, que obtuvo el Premio del Público del Festival La BD prend l’air en el Museo Aeroespacial de Le Bourget, Francia.

El segundo Tomo, dedicado al IA-58 Pucará, fue lanzado en 2012, y tuvo su versión en castellano a principio de 2017.

Lamentablemente 9 de enero de 2017 nos enterábamos del fallecimiento del dibujante Walther Taborda, uno de sus autores y un referente argentino del género de la historieta. Es por ello que el tercer tomo se inicia con una introducción de Néstor Barron a modo de homenaje relatando como surgió esta serie, el trabajo de ambos para plasmarla y la buena recepción que logró por parte de los lectores.

En sus páginas se narran distintas situaciones referidas principalmente a las experiencias protagonizadas por la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina, que en ese momento contaba con los recientemente recibidos AMD Super Étendard (SUE). Entre ellas podemos mencionar la escasez de misiles AM-39 Exocet, (solo se habían recibido cinco unidades para 1982), el retiro anticipado de los técnicos franceses que debían terminar la integración entre el misil y la aeronave y como el personal técnico de la Armada Argentina llevó a cabo esta complicada tarea.

También se da cuenta la misión que concluyó con el hundimiento del HMS Sheffield, partiendo de la detección realizada con un Lockheed SP-2H Neptune que transmitió la posición de esta unidad naval dando pie al ataque de los SUE. Allí se ve reflejada la dificultad de la Task Force para realizar la detección de estas aeronaves.

Estas acciones son mostradas desde la perspectiva de los atacantes y de la tripulación del buque.

También hay lugar para tocar el trasfondo político del conflicto mostrando el apoyo francés a los británicos y resumidamente se muestra el arriesgado accionar de los Lockheed C-130 Hercules de la Fuerza Aérea Argentina (FAA).

Promediando la obra se relatan las acciones del 25 de mayo, cuando escuadrillas de Douglas A-4B Skyhawk atacaron a las HMS Coventry y HMS Broadsword, hundiendo a la primera y dejando fuera de combate a la segunda, plasmando el método de ataque se las aeronaves argentinas que volando bajo del lóbulo del radar escaparon de la detección y derribo, la imposibilidad del empleo de los misiles Sea Dart y la introducción de los Sea Wolf más adecuados para repeler este tipo de ataques.

También hay lugar para reflejar el ataque al Atlantic Conveyor, que tuvo como resultado la pérdida del buque junto a una importante cantidad de material bélico para las tropas británicas, entre el que se encontraban los helicópteros vitales para efectuar el traslado de tropas durante las últimas acciones de la campaña.

Otra misión que forma parte del presente libro es la del 30 de mayo, en la que en una acción conjunta los SUE (emplearon el último AM-39 Exocet disponible) y A-4C (en esta obra representados por A-4B) atacaron y dañaron al HMS Invencible. La obra describe como efectuó una navegación con un rodeo por el oeste para el ingreso desde un rumbo inesperado, en la cual los dos KC-130H de la FAA disponibles fueron pieza clave, el derribo de dos Skyhawks en la corrida final de tiro, y como los británicos encubrieron este hecho.

En la parte final se trata el ataque del 13 de junio, efectuado por la Escuadrilla Nene, compuesta por A-4B, que sorteando el acecho de una Patrulla Aérea de Combate de Sea Harrier llevó a cabo el ataque al campamento donde se encontraba el puesto de mando del General de Jeremy Moore.

La obra es cerrada por un Dossier con fotos y un resumen de las misiones efectuadas por el Comodoro (R) Pablo Marcos Rafael Carballo, quien sirvió de fuente de inspiración para la presente obra y fotos de los modelos de aeronaves que participaron de la contienda y sus detalles, que actualmente forman parte de la colección del MNA, y que los autores emplearon como referencia para realizar esta serie.

La última página con mapa de las Islas y un insert con el escudo de campaña de la FAA.

En este libro podemos encontrar ilustradas las siguientes aeronaves, AMD Super Étendard, IAI M-5 Dagger, Douglas A-4B Skyhawk, FMA IA-58 Pucará, Lockheed K/C-130 Hercules, Lockheed SP-2H Neptune, British Aerospace Sea Harrier, Westland WS-61 Sea King y Westland Scout.

Agradecimientos: A Andrés Ullmann de El Buen Libro quien nos cedió un ejemplar para que podamos realizar este comentario.

jueves, 14 de junio de 2018

Luis va a ser enterrado junto a Gustavito, como Dios manda

La conmovedora historia del héroe de Malvinas que pidió ser enterrado junto a su pequeño hijo y la lucha de su mujer por cumplir su última voluntad 

El primer teniente de la Fuerza Aérea Luis Darío Castagnari murió en un feroz bombardeo británico sobre Puerto Argentino, mientras intentaba proteger a sus hombres. Desde hace 36 años, María Cristina busca poder cumplir con la promesa que le hizo a su marido el día que él partió hacia la guerra



Por Gaby Cociffi 
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com




 
Primer teniente (capitán post mortem) Luis Dario José Castagnari en Malvinas

Lo dice con lágrimas en los ojos: "No cumplí con él". El tiempo transcurrido no alcanzó para cerrar la herida, esa sensación que le corroe el alma y que la hace pedir perdón a su marido cada noche antes de acostarse. María Cristina Scavarda espera desde hace 36 años poder cumplir la promesa que le hizo cuando él partió hacia la guerra.

Fue el 1 de abril de 1982, a las cinco de la mañana, en la puerta de su casa en la base militar de El Palomar.

El primer teniente de la Fuerza Aérea (capitán post mortem) Luis Darío José Castagnari entró despacio al cuarto donde dormían sus cuatro pequeños hijos, los arropó y los besó en la frente. Luego regresó a la cocina, donde había estado tomando mate con su mujer, para despedirse con otro beso como todos los días. Pero esa mañana ella quiso acompañarlo hasta la puerta.

Ya en el vano, la besó y mirándola a los ojos le pidió:

-Si no vuelvo de Malvinas quiero que traigas mi cuerpo y me entierres junto a Gustavito.

María Cristina no preguntó nada, no comentó nada, no lloró. Supo en ese instante que su marido iba a una misión muy especial. Solo le dijo: "Te lo prometo".

Nadie más que ella conocía el terrible dolor, la tristeza sin consuelo que les había causado la muerte de su primer hijo "Pirinchito"-el 7 de enero de 1978- cuando sólo tenía tres años y un cáncer se los quitó en pocos meses, aunque ellos lucharon hasta quedar sin fuerzas.

"Te lo promete", repitió mientras se abrazaban. Y lo saludó con la mano en alto. Esa sería la última vez que vería al hombre de su vida.

Adiós Pirinchito

"Fue muy duro ver como Gustavito se iba consumiendo. Debimos sacar fuerzas de donde no existían…Ver como se nos iba de las manos nuestro pequeño hijito fue una experiencia muy dolorosa, llena de llanto en los momentos que nuestros otros dos niños dormían", recuerda con angustia María Cristina.



 
Luis con sus cuatro hijos en Calafate, cuando Gustavito ya había fallecido: Martín, Guillermo, Walter y Roxana

Luis Castagnari, que en ese entonces estaba destinado en Merlo donde hacía un curso de radarista, pidió el traslado al Área Material de Río Cuarto, en Las Higueras, a 10 kilómetros de la ciudad donde residía su familia. Necesitaban todo el apoyo para que ella pudiera cuidar de Gustavito en esa lucha desigual.

El niño estuvo internado cuatro meses en el Garrahan, pensaron incluso llevarlo a los Estados Unidos, pero los doctores no les dieron esperanzas: "Llévenlo a casa, nada se puede hacer, le quedan cinco meses de vida".

Acondicionaron un cuarto para Pirinchito, con máscara y tubo de oxígeno, con un sillón donde su madre pudiera sentarse para tenerlo en brazos. "Nos aferramos uno al otro, estuvimos más unidos que nunca", revela María Cristina que en ese entonces, con solo 23 años, tenía que sonreír delante de sus otros dos hijos: Martín Adolfo, de un año y medio, y Guillermo Oscar, de sólo 8 meses.

"Durante el último mes lo tuve siempre en mis brazos. Agonizó durante 48 horas, pero nunca se quejó. Yo recé mucho. ¿Si sentí que Dios no me escuchó? Nunca. Un sacerdote nos dijo 'Ustedes tuvieron un ángel que vino a estar en su casa'".

Cristina no quería dejar al niño ni un minuto en esas horas finales, pero tuvo que pararse por un momento para ir hasta el baño. "Se lo di a mi papá para que lo tuviera a upa, y cuando volví Gustavito nos había dejado…", recuerda con dolor.

 
En el aéro club en Río Cuarto, donde realizó 43 saltos y logró ser un extraordinario paracaidista

Y entonces lo vio a Luis, al comando, al hombre que se animaba a saltar en paracaídas con climas hostiles, al guerrero, arrodillado junto a su pequeño hijo. "Se nos va, se nos va", repetía entre lágrimas. "Fui la única vez que vi llorar a mi marido", confiesa María Cristina.

Esa noche el padre Costa bendijo el pequeño a ataúd blanco y celebró la misma de cuerpo presente en el Casino de Oficiales. A la mañana siguiente, de luto, lo llevaron al cementerio local. Luis prometió frente a la tumba visitarlo cada fin de semana, no dejarlo solito allí entre cruces de mármol y bóvedas familiares. Cumplió hasta el último día cuando se fue a la guerra.

"Yo también fui durante mucho tiempo. Pero cuando Luis no volvió, no pude ir más. Estar sola frente al cajoncito blanco me causaba mucho dolor", revela.

"Luego del fallecimiento de Gusti tuvimos que recomenzar una vida con cambios, y adaptarnos a su ausencia física. Dios nos bendijo con la llegada de Walter, el 16 de Octubre de ese mismo año, para aplacar un poco nuestra tristeza. Y en 1980 la llegada de Roxana fue otra hermosa bendición para la familia", cuenta.

 
Noviembre 1971 en el aula de 3° año de la Escuela de Aviación Militar

Un año después, instalados en la BAM de Río Gallegos, le llegó a Castagnari su pase al GOE (Grupo de Operaciones Especiales). Tenían que volver a Buenos Aires. "El sabía que yo no quería regresar allá, porque fue donde se enfermó Gusti, pero le dije: 'Es lo que hace tiempo estás esperando y ahora te piden, así que ¡a comenzar la mudanza…!'. ¡Sus ojos brillaron de alegría!", se entusiasma frente al recuerdo

De pronto hace un silencio, y casi en un susurro reflexiona: "Hoy me pregunto si quizás en aquel momento hubiera dicho que no… tal vez hoy Luis estaría junto a nosotros… Aunque los designios de Dios no se pueden cambiar….".

Bombas sobre Puerto Argentino

Llegó a las islas en el primer Hércules C-130 que tocó suelo en Puerto Argentino, luego del desembarco del 2 de abril. El primer teniente Castagnari cerró los ojos cuando el intenso viento le golpeó la cara. El corazón se aceleró, sentía que toda su vida de comando se había preparado para ese instante.

Ya se lo había dicho a su mujer en alguna charla, de esas que a él le gustaba prolongar con mates y confesiones: "Si pudiera elegir cómo terminar mi vida, le pediría a Dios morir defendiendo la Patria".

 
El primer teniente Castagnari en el aeropuerto de Puerto Argentino

Como integrante del GOE, comando de la Fuerza Aérea, le tocó asentarse en el aeropuerto de Puerto Argentino. Un lugar que se convirtió en blanco de la flota y de la aviación británicas y en un infierno de estruendos y bombas por las noches.

Luis Castaganri, el cordobés, el "Furia" para sus compañeros, se encargaba de custodiar el radar, evaluar los condiciones de seguridad del área ocupada por las fuerzas argentinas y ayudar al funcionamiento de la Base Aérea Militar Malvinas (BAM). Pero sobre todo se preocupaba por mantener a salvo a sus compañeros, protegerlos, señalarles los lugares más seguros cuando comenzaban los bombardeos.

Los comandos habían construídos los puestos de guardia y refugios. Cavaron trincheras, prepararon un sistema de rampas con explosivos por si los ingleses intentaban un desembarco, e instruyeron a los soldados. Fueron ellos quienes se ocuparon de mantener alto el espíritu de los jóvenes para cuando llegara el momento del combate.

Luis escribió cuatro cartas desde las islas. Aunque pasó frío y hambre, nunca se quejó. "En las cartas me pidio azúcar, galletitas saladas y chocolate para combatir el frío. Me decía que las islas eran hermosas y que era el lugar que uno podría elegir para vivir en familia". Dentro de cada sobre también incluía cartas y dibujos para los chicos. "Yo sé que vos sabés cuidarte y cuidar a nuestros hijos", escribía. Y le decía cuánto extrañaba a Martín, Guillermo, Walter y Roxana.

 
María Cristina se quedó cuidando a los cuatro pequeños: “Nunca imaginé que no iba a volver de Malvinas”, confiesa

"Yo nunca pensé que podía pasarle algo. Lo veía tan fuerte y seguro, preparado. Estaba tranquila, él iba a volver", afirma con nostalgia María Cristina.

La muerte lo encontró como oficial de guardia, corriendo con una radio en sus manos mientras daba órdenes y buscaba proteger a sus hombres. En medio de un brutal bombardeo inglés se acercó a los integrantes del Escuadrón Pucará para indicarles dónde estaban los refugios. Los oficiales lograron protegerse. Castagnari no llegó.

Eran las once y veinte de la noche del 29 de mayo cuando las esquirlas del misil Sea lung, lanzado desde el destructor HMS Glamorgan, perforaron el cuerpo del primer teniente.

A la tarde del 30 de mayo su cuerpo fue enterrado en el cementerio civil de la Isla Soledad. El sacerdote Pacheco bendijo su cruz. El brigadier Castellano lo despidió: "Hoy sepultamos a un soldado que dio la vida por la Patria y sus camaradas". Firmes, sus compañeros rindieron honor al héroe.

La vida sin él

Vio a los dos oficiales en la puerta de su casa. Vestidos con sus uniformes, serios y solemnes. Los hizo pasar al living y se sentó en un sofá, al lado de una tía de su marido que había ido esa mañana a acompañarla.

Los hombres de la VII Brigada Aérea le dijeron sin preámbulos: "Venimos a informarle que su esposo murió en una misión especial en Malvinas".

María Cristina los escuchó en silencio. Eran las once de la mañana del lunes 31 de mayo.

"Sentí un frío que me recorrió la espalda. Agradecí la ayuda que me ofrecían. Y pensé en mis hijos: 'Tengo cuatro hijos chiquitos, tengo que salir adelante'. Martín tenía 6 años, Guillermo 5, Walter 3 y Roxana apenas 2… tenían que verme fuerte, necesitaban que la vida continúe sin lágrimas".

 
Junto a sus compañeros del Grupo de Operaciones Especiales en Malvinas

Llamó a los pequeños y los abrazó. Les dijo: "Su papá está herido y un doctor está tratando de curarlo". No supo en esos primeros instantes de dolor cómo decirles que su padre ya no volvería.

A la mañana siguiente despertaron llorando. Querían ir al hospital a buscar a su papá. Ella comprendió que debía decirles la verdad. Con los dos más pequeños entre sus brazos, les dijo: "Papá murió en la guerra y se fue al Cielo a cuidar a Gustavito y yo me voy a quedar acá a cuidarlos a ustedes". Los abrazó y los besó. Ella no derramó una sola lágrima. Los chicos volvieron a sus juegos.

"Y fue así hasta que terminó la guerra y empezaron a llegar los padres de sus amiguitos y su papá no volvió. Ahí recién se dieron cuenta que nuestras vidas iban a seguir sin él, que ya no escucharían sus cantos, ni se reirían con los apodos que les ponía, que ya no saldrían a pasear en la rural, ni haríamos ese viaje tan soñado a Río Cuarto para visitar a sus abuelos, como les había dicho en una de sus cartas", recuerda María Cristina.

Fueron tiempos difíciles. Volvió a Río Cuarto para estar cerca de la familia. Fue mamá y papá. Trató de mantener la sonrisa, de arreglarse aunque no tuviera ganas, de sacarlos a pasear a pesar de las críticas de las otras mujeres que pensaban que ella no estaba haciendo el duelo "como correspondía".

Pero María Cristina no tenía tiempo para el duelo. Sus hijos se despertaban por la noche angustiados, a veces dormían todos juntos en la cama matrimonial, y le rezaban a Dios y a Luis y a Gustavito para que los iluminaran y los protegieran siempre.

 
María Cristina frente a la tumba de su marido, la primera vez que viajó a Malvinas, el 19 de febrero de 1998

"Estaba ahorcada económicamente, la plata de la pensión no alcanzaba. Busqué trabajo como productora de seguros. Y después ingresé como personal civil de la Fuerza Aérea. Tenía dos trabajos. Como quería estar en casa cuando los chicos volvieran del colegio, cocinaba y limpiaba por las noches. Casi no dormía. Todo fue una vorágine. Durante esos años nunca pude hacer el duelo", confiesa.

-¿Y cuándo pudo llorar a su marido?, pregunta Infobae.

-Mi duelo recién empezó en 2015, cuando viajé a las islas con mis hijos y lloré abrazada a su cruz.

No fue su primera vez en las islas. María Cristina había viajado en 1998 con otros familiares de caídos en Malvinas. Juntos llegaron hasta las 230 cruces blancas del cementerio de Darwin.

-Aquella vez habían viajado madres de soldados chaqueños que no estaban identificados. Y vi su desesperación y su angustia al no encontrar las tumbas de sus hijos. Elegían una cruz cualquiera porque no sabían dónde dejar sus rosarios y sus flores. Aunque parezca extraño me sentí una privilegiada porque yo sabía dónde estaba el cuerpo de mi marido. Entonces las consolé, porque ellas no tenían dónde llorar. Y no pensé en mí.

Luis vino a despedirse

La noche en que su marido murió en Malvinas, María Cristina tuvo una extraña visión. Estaba levantada en la cocina cuando lo vio. Luis estaba allí, muy cerca, casi real.

"Pero tenía la mitad izquierda de la cabeza cubierta por una nube blanca", recuerda.

Quiso acercarse, pero sus cuatro pequeños hijos comenzaron a llorar y tuvo que correr a consolarlos. El reloj marcaba las once y veinte de la noche.

"Abracé a mis hijos. No entendía qué había pasado, pero sentí un fuerte dolor en el pecho".


 
Luis Castagnari siempre había soñado con ser militar: el paracaidismo, la instrucción de comandos, el curso de radarista y su honestidad y generosidad lo convirtieron en un oficial respetado y querido por sus compañeros

Dos días más tarde llegó la trágica noticia. Le dijeron que su marido había caído, pero nunca le dijeron cómo había muerto.

Recién en 2011, el médico que lo recibió en el hospital de Malvinas, se animó a contarle la verdad de esos minutos finales en la guerra. María Cristina padecía estrés post traumático por todo lo vivido y necesitaba ayuda. Él fue quien se encargó de atenderla. Luego de recomendarle tratamiento psicológico y descanso -"no podés dormir solo tres horas por noche"-, el médico la escuchó con atención:

-He preguntado, he buscado y nadie quiere contarme la verdad. No puedo seguir viviendo sin saber cómo murió Luis.

El hombre la abrazó y la invitó a tomar un café. "No hablamos porque vos estabas muy mal", comenzó. Y buscando las palabras justas le dijo que su esposo estaba es anoche en la cantera del puesto comando. Que en medio del bombardeo ayudó a un escuadrón a buscar refugio. Que llevaba una radio en la mano y se comunicaba para proteger a los soldados que estaban en la pista. Y que mientras corría entre los estallidos, cayó un misil a 20 metros a de donde estaba .

"Y las esquirlas le volaron la mitad de la cabeza del lado izquierdo", le dijo el médico.

María Cristina ya no escuchó que el doctor le decía que Luis no había sufrido, que lo llevaron en una ambulancia, que los hombres gritaban que lo atendieran, que ya no había nada que hacer. En ese instante ella recordó la imagen de su marido con la nube cubriéndole la mitad de la cabeza que años antes había visto en medio de la noche.

"Ahí supe que él había venido a despedirse. Hasta lo hablé con un sacerdote. Hubo un segundo en que nuestras almas se conectaron. Cuando las personas se aman tanto, las almas se buscan", confiesa con emoción.

La promesa

"Ahora tengo que cumplir con lo que él me pidió antes de marcharse", se dijo mirando la foto de su marido,la que siempre mantuvo en la mesa de luz. Corría diciembre de 2014, María Cristina se había jubilado y por primera vez en años tenía el tiempo que la lucha para llevar adelante su casa le había quitado.

"Siento que cumplí con la promesa que le hice de cuidar a nuestros hijos, de educarlos como personas nobles, honestas, íntegras… Ese es mi mayor logro. Sólo me falta cumplir con su última voluntad: traer su cuerpo para que esté junto al de Gusti", dice.

Y, entre lágrimas, comienza a relatar un doloroso peregrinar por oficinas, ministerios y secretarías.

 
María Cristina en un acto de Malvinas en Río Cuarto

"Es un peso muy grande, ya han pasado 36 años y aún no lo logré, aunque mi esposo sabe que lo intento en forma constante y sin dar un paso atrás".

Entre 2014 y 2015 María Cristina inició los trámites para trasladar el cuerpo de su marido desde Darwin a Río Cuarto. Fue a la Dirección Malvinas de la Fuerza Aérea a pedir ayuda. La atendió su director, el comodoro Alejandro Vergara. "El primer pedido es el tuyo, veremos qué se puede hacer pero es difícil", le respondió.

Cada mes lo llamó por teléfono esperando una respuesta. Todas fueron evasivas hasta que una tarde le dijo: "Es imposible, tanto la Fuerza Aérea, como la Cancillería y el Ministerio de Relaciones Exteriores denegaron tu pedido".

Como consuelo la Fuerza Aérea le ofreció viajar a Malvinas para visitar la tumba de su marido. María Cristina voló el 12 de diciembre de 2015 junto a sus hijos Martín y Guillermo. Los acompañó también Agustín Cáceres, de Cancillería "para que no tuvieran ningún problema". Ella siente que lo enviaron porque pensaban que podía hablar con el gobernador de las islas para pedirle ayuda para traslado el cuerpo de su esposo.

Frente a la tumba, leyó la placa con el nombre: Luis Darío José Castagnari. Y por primer vez lloró sin consuelo. Así lo relata:

"Llegué al cementerio y sentí una tristeza enorme. Fue una explosión. Me abracé a su cruz y lloré. Me acosté sobre la tumba y le pedí perdón por no haber cumplido con lo que él me había pedido. Ese dolor que me pesa, esa mochila que llevo cargada durante 36 años, me estaba quebrando".

"Era como si estuviera yo sola con él en el cementerio. Empecé a hacer mi duelo. Y hablé con él. 'Perdón, perdón por no cumplir. Vos me conocés, voy a seguir intentándolo'. Y sentí como una caricia, como que él estaba muy cerca y me decía 'lo vas a lograr'. Era como tocarlo, como abrazarlo otra vez. Mi hijo mayor se acercó y lloramos juntos".

 
María Cristina abrazada a la tumba de su marido en Darwin, en 2015

Esa noche volvió al hotel en Puerto Argentino y al desvestirse vio que tenía las rodillas lastimadas por las horas que había pasado arrodillada sobre las piedritas blancas frente a la tumba de Luis. "Pero no sentía dolor, sentía paz", revela. Antes de apagar la luz rezó un rosario a la Virgen de San Nicolás pidiéndole que le diera fuerzas.

Al día siguiente regresó a Darwin. Se sentó frente a la cruz blanca y escribió una carta, que dobló con cuidado y enterró entre las piedras junto a un rosario.

"Voy a cumplir con lo que te prometí aquella madrugada al despedirnos, vas a descansar junto a Gustavito, por favor tené paciencia. Tus cuatro hijos y tus ocho nietos también quieren tenerte cerca", escribió con letra temblorosa. En el pequeño papel dibujó muchos corazones "llenos de amor", confiesa con ternura. Y agrega: "Él fue y será el gran amor de mi vida…".

El descanso del héroe

Cuando sintió que ya no había puertas donde golpear, su hija casi sin aire, llegó corriendo hasta su casa: "¡Dijo que los cuerpos de quienes están sepultados en el cementerio de Darwin pertenecen a sus deudos y cada uno puede tomar la decisión de traerlos!", gritó Roxana. Había ido a escuchar una charla del nuevo director de la Dirección Malvinas, el comodoro Favre. Y había dado la llave que tanto habían buscado.

María Cristina y su hija se abrazaron emocionadas.

"Empecé a averiguar y supe que existe un derecho internacional humanitario que nos ampara para traer restos de nuestros seres queridos y cumplir su última voluntad. En ese camino estoy".

 
La tumba de Luis Castagnari en Darwin

Con ansiedad, describe al detalle cada paso que dio para cumplir con su promesa:"Le escribí una carta al embajador británico Mark Kent, que me respondió en solo dos días, me recibió y me dio todo su apoyo porque entendió que es un derecho humanitario. Hablé con Claudio Avruj, de Derechos Humanos, y María Teresa Kralikas, de la subsecretaría de Malvinas. Ambos me pidieron que esperara a que termine el proceso de identificación de los soldados… Pero yo ya no puedo, ¡estoy esperando hace 36 años!".

Cuenta emocionada que el empresario Eduardo Eurnekian, de Aeropuertos Argentina 2000, se conmovió con su historia y se ofreció a pagar el costo del traslado del cuerpo de su marido hasta Río Cuarto. Y que María Fernanda Araujo, presidenta de la Comisión de Familiares de Malvinas, la llamó para ofrecerle su apoyo, más allá de que en lo personal siente que los soldados caídos deben quedar en Darwin.

-¿Qué falta entonces para lograrlo?

-Que los funcionarios argentinos comprendan mi dolor y me ayuden a acelerar los tiempos.

En el cinerario de la parroquia Sagrado Corazón de Jesús, en Río Cuarto, donde se bautizó el primer teniente, hay una pequeña urna con una plaquita que dice Gustavo Daniel Castagnari. A su lado hay un espacio vacío.

"Gusti y Luis ya están juntos en el Cielo. Sólo ruego que puedan estar juntos acá en la Tierra, como fue la última voluntad de un héroe de Malvinas, como fue la voluntad del hombre de mi vida".

martes, 12 de junio de 2018

Gurkhas: Mercenarios en Singapur

¿Quiénes son los fogosos gurkhas que protegen a Trump y Kim en Singapur esta semana?




Detrás de escena en la histórica reunión de esta semana entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y el norcoreano Kim Jong Un, en Singapur, una formidable fuerza paramilitar estará de guardia.

Armados con rifles de asalto y cuchillos de khukri tradicionales de 18 pulgadas, los Gurkhas son un contingente de soldados nepalíes altamente calificados que han formado parte de la fuerza policial de Singapur desde 1949, más de una década y media antes de que la nación recibiera su independencia del país. Regla Britanica. Desde entonces, han jugado un papel importante en sofocar los disturbios raciales y proteger la frontera entre Malasia y Singapur, además de proteger a los VIP. Durante la cumbre entre EE. UU. Y Corea del Norte, estarán custodiando el hotel Shangri-La donde se hospeda Trump, además del hotel St Regis, el alojamiento temporal de Kim y el hotel Capella en Sentosa, donde la cumbre real tendrá lugar el 12 de junio.

La historia de cómo los Gurkhas llegaron a Singapur en primer lugar se remonta más en la época colonial a la Guerra Anglo-Nepal peleada entre la Compañía de las Indias Orientales y el Reino de Gorkha desde 1814 hasta 1815. Impresionado por las habilidades de lucha de los Gurkhas, los británicos decidieron reclutar a algunos de ellos, y estas tropas siguieron los pasos del imperio colonial a medida que se expandía por el sudeste asiático. Con el paso de los años, más de 200,000 soldados gurkha continuarían luchando en las dos guerras mundiales, además de servir en Malasia, las Islas Malvinas e incluso en Irak y Afganistán. Hoy, fuera de Nepal, se encuentran en un puñado de países, incluidos el Reino Unido, India y Singapur.

En este último, los Gurkhas estuvieron presentes durante algunos de los años más tumultuosos de la historia moderna del país, ya que las tensiones entre varios grupos étnicos, especialmente los chinos y los malayos, estallaron en conflictos en los años cincuenta y sesenta.

Celebrado por su imparcialidad y lealtad, alrededor de 2.000 soldados Gurkha prestan servicios hoy en la fuerza policial de Singapur. Cada año, solo 60 son reclutados a la edad de 18 o 19 años a través de un proceso de selección ferozmente competitivo en Nepal que involucra pruebas intensas como correr cuesta arriba mientras cargan cestas pesadas. Aquellos que califican se mudan a Mount Vernon, un acantonamiento independiente para los soldados Gurkha en Singapur que tiene su propio templo y supermercado, y está cerrado al público. Aquí viven con sus familias y sus hijos van a escuelas locales cercanas.

Pero hay una trampa: los soldados de Gurkha se retiran a los 45, y después de eso tienen que regresar a sus hogares en Nepal con sus familias. Como resultado, a pesar de sus contribuciones a la sociedad de Singapur, siguen siendo "visiblemente invisibles", siempre en la periferia, según Zakaria Zainal, un fotógrafo y escritor que ha trabajado para documentar la historia a menudo ignorada de la comunidad.


Usando fotografías e historias personales de ex miembros de la comunidad gurkha de Singapur, Zainal y su colega singapurense Chong Zi Liang han creado el Singapore Gurkha Photography Museum, un fascinante archivo visual en línea que muestra cómo es la vida de los soldados cuando no están en el trabajo , y cómo incluso aquellos jubilados desde hace mucho tiempo sienten una estrecha relación con el pasado, el presente y el futuro de Singapur.

lunes, 11 de junio de 2018

Identifican al maestro más grande: Cao fue voluntario y murió en combate

Malvinas: identificaron los restos de un maestro de escuela que se hizo voluntario y murió en combate




Julio Cao era maestro del escuela Fuente: Archivo

La Nación



La Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación informó esta tarde que se logró identificar los restos de otro de los soldados caídos durante la guerra de Malvinas. Se trata de Julio Rubén Cao, un maestro de escuela que se había alistado como voluntario y que murió en combate el 10 de junio de 1982.

Julio Rubén Cao era de Ramos Mejía y sus 21 años se alistó voluntariamente para ir a combatir a Malvinas. En aquel entonces se desempeñaba como maestro en escuelas primarias del oeste del Gran Buenos Aires.
  La relación de Cao con sus alumnos era muy cercana, al punto que les escribió una carta desde las islas. El hombre falleció durante un combate en Monte Longdon, el 10 de junio de 1982.

"Con este caso, ya son 92 los soldados argentinos identificados en el Cementerio de Darwin. Una noticia que se enmarca en las tareas que continúa llevando adelante la Secretaría de Derechos Humanos y Pluralismo Cultural de la Nación, junto a todas las partes intervinientes, para poder dar respuesta a las familias de nuestros héroes de Malvinas", informó el ministerio de Justicia y Derechos Humanos en un comunicado.

sábado, 9 de junio de 2018

Los 3 del patíbulo: Presos que quisieron zafar yendo a luchar a las islas

La historia jamás contada de los ladrones y asesinos que pidieron ir como voluntarios a la guerra de Malvinas

¿Patriotismo o fría especulación? De Robledo Puch a Valor, los presos que se anotaron para ir a las islas para combatir contra los ingleses

Por Rodolfo Palacios |  Infobae



Carlos Eduardo Robledo Puch (Gentileza Mondadori/Diego Sansdtede)

En la soledad de su celda, cuando casi todos dormían, Carlos Eduardo Robledo Puch escribió una carta de puño y letra. Estaba fechada en 1982 y el remitente decía: "Presidente Leopoldo Fortunato Galtieri".

"Me ofrezco como voluntario para combatir en Malvinas", escribió el asesino que en 1972 mató a once personas por la espalda o mientras dormían. Pero el dictador nunca le respondió esa carta.


La tapa del diario Clarín en abril de 1982

Su caso no fue el único: cientos de presos pidieron combatir como voluntarios en la guerra de Malvinas.

"Conozco a varios muchachos que se anotaron, yo no quise anotarme. Estaba preso en Devoto durante esa época. Muchos lo hacían por la Patria y otros para que les bajaran la condena. Lo que sí hice fue donar sangre para los heridos en la Guerra", dice Rubén Alberto de la Torre, ex ladrón de bancos y de blindados.


Luis Valor (Foto Maximiliano Vernazza)

El Gordo Luis Valor, ex líder de la superbanda que robaba bancos y blindados en los años ochenta y noventa, le dijo a Infobae que estuvo en una lista de voluntarios.

-¿Se anotó por patriotismo o para que le bajaran la pena?

-Antes que ladrón soy patriota –dijo Valor. Por mi país soy capaz de dar mi vida. Cuando se cumple una fecha de Malvinas me emocionan las historias de los héroes. Porque está claro que hubo más héroes que cobardes. Cobarde fue el canalla de Astiz.

-No me respondió la pregunta…

-Iba a pelear por la Argentina, pero no soy tonto: si existía alguna posibilidad de que me bajaran los años de prisión, no hablar.

-¿A quién le pidió combatir?

-Con unos compañeros de Olmos armamos una lista que se proponía como escuadrón para ir a combatir. Fue justo cuando pidieron voluntarios para combatir, antes de la guerra. Nos anotamos más de 500: piratas, robabancos, secuestradores, asesinos. Expertos en armas y en asesinatos.

-¿Y qué pasó?

-Nada. El director del penal ni siquiera mandó el pedido a los milicos. "Más que a Malvinas, ustedes van a ir a Sierra Chica a picar piedras", nos dijo el botón. Sé que en otros penales hicieron algo parecido. Y mandamos cosas para los soldados que nunca les llegaron. No entiendo por qué no nos mandaron a la guerra.

-¿No cree que hubiese sido arriesgado alistar a ladrones y asesinos en un Ejército?

-Otros países llevan a criminales. Y otra cosa: yo nunca maté a nadie. Y no hablemos de asesinos porque no hubo peores asesinos que Galtieri y muchos de los militares que mandaron a los pibes. Capaz que los milicos tenían miedo de que se armara una revuelta.

-¿Recuerda que otros presos se anotaron en esa lista?

-Me acuerdo de algunos. Había ladrones con mucho códigos, tipos pesados. Pero no los puedo nombrar, usted me entiende.


Beto De la Torre

En su libro "2922 días: Memorias de un preso de la dictadura", Eduardo Jozami da cuenta de esta movida de los presos.

"La ocupación de Malvinas produjo conmoción en la cárceles. En parte porque la mayoría de los presos apoyó la reivindicación de las Islas, actitud entusiasta que se potenció ante la rápida comprensión de que la guerra introducía una coyuntura que podía ser favorable para la salida en libertad", escribe Jozami.


La tapa de Crónica el 2 de abril de 1982

"Sé que en la Unidad 9 de la Plata se ofrecieron varios internos para combatir. Había muchos presos políticos que tras el apoyo de Montoneros a la guerra quisieron ir a las islas", dice Jozami a Infobae.

El famoso asesino Robledo Puch, que lleva preso poco más de 46 años, le contó hace diez años al autor de esta nota que otros 10 compañeros del pabellón donde estaba alojado pidieron ir a la guerra.

"En 1982 yo tenía 29 años. Le mandé una carta al presidente de facto Leopoldo Fortunato Galtieri. Me ofrecí para combatir. No fui el único. Estaba preparado para eso. Sabía usar armas y cómo combatir al enemigo. Hubiese dado la vida por el país. Mi madre habría estado orgullosa de su hijo patriota. Morir por la Patria debe ser incomparable. Hice lo imposible por participar en la guerra de Malvinas. Además quería evitar que murieran jóvenes con un futuro por delante. A cambio no iba a pedir nada. Iba a ir al frente por solidaridad, con mis compañeros de celda donamos la poca ropa que teníamos. Les escribimos cartas a los soldados. Pero no llegó nada. Hubo gente que donó mucho dinero y comida, pero a los pibes no les dieron nada. Los dejaron morir como ratas. Siempre me gustó ayudar".