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sábado, 15 de marzo de 2025

Historias de Malvinas: "Sabía que ibas a venir..."

"Sabía que ibas a venir"






René Lavand, el gran mago argentino de los antiguos, de los que hacían magia con cartas, de los que vestían como crupier de casino de Las vegas y de los que tenían claro que lo más pequeño de la magia es la técnica y lo más grande es el relato que la envuelve y hace única.
Entre pases e ilusiones con sus naipes cuenta cuentos y uno de esos cuentos se titula “Sabía que ibas a venir” y lo explicaba al inicio de sus espectáculos apostillando que era “un cuento corto, y dramático, porque un drama también es belleza”:
“La guerra había concluido..
La rendición era un hecho
Fue cuando el soldado le dice a su capitán
-Permiso mi capitán, quiero su autorización para volver al campo de batalla a buscar a mi amigo.
- Negativo soldado. Es inútil ya que esta muerto.
Pero al soldado se resistió a la negativa de su superior y desobedeciéndolo fue igual al campo de batalla.
Al rato vuelve con el cuerpo de su amigo en brazos..muerto
El capitán desafiante le dice
- Ha desobedecido una orden y para que?? Ve??..Fue inútil..Esta muerto
-No fue inútil mi capitán.. Cuando llegue estaba aún con vida. Pero antes de morir me dijo:
SABÍA QUE IBAS A VENIR...”

Eran gendarmes del grupo Alacrán, el herido es Rufino Guerrero luego fallecido quienes lo auxilian es comandante San Emeterio y sargento Pepe Noemi Rodriguez : Hermosa historia acerca de la amistad, la lealtad y el honor... mis respetos también a la memoria del gran René Lavant. Un señor y un maestro!

viernes, 29 de noviembre de 2024

GNA: La heroica historia del Escuadrón Alacrán

La historia de los héroes del Escuadrón Alacrán identificados en Malvinas y el emotivo recuerdo de sus familiares

Esta semana, un equipo forense le puso nombre a los cuerpos de cuatro comandos de Gendarmería enterrados en una misma tumba en el cementerio de Darwin, confirmó la identidad de otro y reasoció los restos de un sexto veterano de guerra. Este es el vivo recuerdo de sus seres queridos y el relato de la acción donde murieron

Por Adrián Pignatelli || Infobae




El Escuadrón Alacrán en Malvinas. Tuvo su bautismo de fuego el 30 de mayo de 1982

Fue en el viaje en micro a Comodoro Rivadavia, desde donde cruzarían a las islas Malvinas en un Hércules. Viajaban comandos de Gendarmería y entre los comentarios que se mezclaban y confundían alguien los describió “letales como los alacranes”. Nunca pudieron identificar al autor de la definición. Lo cierto que desde ese momento el escuadrón de 65 hombres pasó a llamarse Alacrán.

El plan original era el de permanecer en las islas luego del repliegue de las fuerzas que habían recuperado el archipiélago. Desempeñarían tareas de seguridad y policial. Pero a esa altura las órdenes ya habían cambiado.

El 29 de mayo, en una reunión de mandos del Ejército, se programaron operaciones en conjunto con las compañías comando 601 y 602 y del Escuadrón Alacrán que en Malvinas recibió el nombre de Compañía de Tropas Especiales 601. Los gendarmes recibieron la misión de llegar a un punto en Monte Kent para atacar a los británicos por retaguardia. El plan era el siguiente: comandos de Ejército tomarían tres posiciones en el centro y los gendarmes las dos de los flancos.

Serían llevados al lugar en helicóptero, al que cargaron con armas y explosivos. Más allá del armamento de cada efectivo, llevaban lanza cohetes, proyectiles y minas.

Sería la primera acción de guerra de Gendarmería. Y lo fue.

Esta semana, en el marco del Segundo Plan Proyecto Humanitario, que lleva a cabo el Comité Internacional de la Cruz Roja (CICR) con la colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), fueron identificados los restos de cuatro de esos héroes, todos enterrados en la tumba C 1.10 del Cementerio de Darwin, en Malvinas: el subalférez Guillermo Nasif, el cabo primero Marciano Verón, el cabo Carlos Misael Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo. Además, confirmó además la identidad del primer alférez Ricardo Julio Sánchez y logró reasociar los restos del cabo primero Víctor Samuel Guerrero. Todos ellos murieron en esa primera acción.

Los comandos de Gendarmería cumplieron diversas misiones en la guerra

Era la mañana del domingo 30 de mayo. La base de helicópteros estaba en Moody Brook. En la primera máquina ya estaban los 15 comandos, al mando del Segundo Comandante Jorge San Emeterio. Pero serían 16. El primer alférez Ricardo Julio Sánchez, 26 años, oficial de operaciones, uno de los que había ayudado en la organización del escuadrón, estaba en tierra agachado atándose los cordones de los borceguíes. Tenía tiempo porque iría en el segundo viaje, ya que ese helicóptero debía volver para llevar en tandas sucesivas a otras patrullas. Como era el que mejor manejaba la cartografía subió.

Sánchez fue uno de los que decidió hacer testamento. Deseaba que, si algo le pasaba, su esposa y su hija recibiesen el sable de Güemes como el que usan los oficiales de Gendarmería. Su hija Cynthia Lorena, que tenía cinco años cuando su papá fue a la guerra, contó a Infobae que era muy querido por sus compañeros, una persona seria, se notaba que era un militar desde la cuna.

Ricardo Julio Sánchez era primer alférez y no le tocaba ir en el primer vuelo

José Ricardo Spadaro, cuando fue el 2 de abril, era un comandante recién ascendido. Siendo jefe del Escuadrón Atucha en una formación pidió que dieran un paso al frente los que quisieran ir a Malvinas. Todos lo hicieron. Fueron 65 los designados, de los cuales solo 40 alcanzarían a cruzar.

Despegaron a las ocho de la mañana. El entonces sargento primero Miguel Víctor Pepe recordaría que eran conscientes del peligro al que se enfrentarían y que posiblemente no todos saldrían con vida.

El subalferez Guillermo Nasif, 23 años, de abuelo inmigrante sirio, tuvo una infancia muy feliz según describió su hermano Jacobo. Egresado de la Escuela de Gendarmería con un promedio excelente, había recibido una decena de premios, quizás el más importante era haber sido el mejor compañero de su promoción. Había hecho el curso comando, incluido el de paracaidismo, esquí, buzo y motocicilista. Cuando a fines de mayo pidieron voluntarios para ir a la guerra, se ofreció. A la familia no le dijo nada para no preocuparlos. En Esquel había dejado una novia, y parece que la relación iba en serio.

El sub alférez Guillermo Nasif había egresado con todos los honores de la Escuela de Gendarmería

El vuelo habrá durado una media hora, volando a baja altura para no ser detectado por los radares ingleses. Algunos iban en silencio, otros comentando del combate que seguro se avecinaba. En un momento tal vez por una reacción instintiva el piloto, el teniente primero Pedro Angel Obregón sorprendió a todos con una maniobra evasiva. No estuvo errado. Un Sea Harrier les había disparado un misil. Su pericia permitió que el proyectil no impactase de lleno en la máquina sino que se estrellase en el rotor de cola.

El que vio desde tierra al misil fue el mayor Oscar Ramón Jaimet, según recuerda el comandante general retirado Spadaro.

El cabo primero Marciano Verón era un correntino de Saladas, de una familia muy numerosa, criado en el campo. Se enganchó en Gendarmería cuando cumplió con el servicio militar. Jesús, su hermano, dijo que no le tocaba ir a la guerra, pero que él se ofreció. Hincha de Boca como todos sus hermanos, tenías 25 años y muchos amigos.

El cabo primero Marciano Verón era de Saladas y fue otro que se ofreció a ir voluntario

El helicóptero comenzó a sacudirse. La maniobra del piloto ayudó a retardar la caída. Antes de impactar sobre el terreno, el sargento ayudante Ramón Gumersindo Acosta se tiró por una de las ventanas. La máquina comenzó a incendiarse y el peligro inmediato era que las llamas afectasen a la gran cantidad de explosivos que transportaban.

Víctor Samuel Guerrero era cabo primero y el primer gendarme en la familia. Había nacido en Pirané, Formosa y le gustaba jugar de arquero en los partidos de fútbol. Dos compañeros se habían ofrecido a ir en su lugar a Malvinas porque tenía una hija chiquita, Noelia Carolina y su esposa estaba embarazada. El se negó. La esposa y la hija fueron a despedirlo al escuadrón en El Calafate.

Cabo primero Víctor Samuel Guerrero y se negó a que un compañero fuese en su lugar ya que era padre de una bebé y su esposa estaba embarazada

Las llamas provocaron un denso humo negro. Pepe recuerda que reaccionó, que fue hacia la cabina, que golpeó los vidrios. Vio un rayo de sol que se colaba por el techo de la cabina. Pudo distinguir a Acosta que desesperadamente le hacía señas. Lo ayudó a salir y se abrazaron.

Elsa Beatriz y Carlos Misael Pereyra se casaron muy jóvenes. Entrerrianos, ella de Concepción del Uruguay –”la histórica” aclara- y él de Gobernador Maciá o Macía. Era el que no podía retar a los hijos, el que debajo del birrete llevaba, de regreso del trabajo, chupetines bolita para ellos. La esposa ponía los límites. Era alegre, optimista y cuando se enteró que iría a Malvinas, estando en Esquel, bromeaba con las criaturas, diciéndoles que les traería caramelos de pingüino. Pero en su fuero íntimo sabía que no regresaría. Así se lo confesó a su esposa.

El cabo Carlos Misael Pereyra, el que malcriaba a sus hijos, sabía que nunca volvería

En el Puma que se incendiaba había más gente atrapada. Tantearon en la humareda y vieron una mano que sobresalía. Así lograron sacar de los pelos al sub alférez Aranda. Pepe alcanzó a ver al sargento primero Justo Rufino Guerrero. “Hermano, sácame de acá”, rogó. Con la ayuda de Aranda, Acosta y San Emeterio -parado sobre el techo de la máquina- lograron salvarlo. Impresionaban sus piernas destrozadas.

Los Treppo eran diez hermanos y Juan Carlos era el mayor. Eran todos muy familieros y existía ese respeto especial por el hermano mayor. Eran de La Leonesa, Chaco y Juan Carlos era como un segundo padre. Por la mañana iba a la escuela primaria y al mediodía caminaba cinco o diez kilómetros para llevarle la vianda a su padre, tractorista en un ingenio azucarero. A los 9 ya manejaba el tractor y a los 13 el camión. Llegó hasta tercer año en la Técnica, fue camionero, tuvo un paso por Prefectura antes de ser gendarme. Hizo el curso de comando con excelentes calificaciones. Era francotirador. Su familia no sabía que iba a Malvinas, tampoco dijo nada para no preocuparlos. Fue como voluntario.

El gendarme Juan Carlos Treppo era el mayor de los hermanos de una familia numerosa y siempre fue como un segundo padre

A Guerrero lograron llevarlo lejos de la máquina. Querían seguir buscando posibles sobrevivientes. Pero los explosivos, alcanzados por el fuego, estallaron.

Nasif había muerto junto a Sánchez, aprisionados por la carga del helicóptero. Tampoco pudieron salir ni Pereyra, Verón, Guerrero y Treppo. El 10 de junio, también en cercanías del Monte Kent un proyectil de mortero mataría al gendarme Acosta.

La vida después

Cynthia Sánchez viajó dos veces a las islas. La primera vez con la Cruz Roja y la segunda con el contingente con hijos y hermanos, y se quedaron una semana. Dice que le hubiera encantado ser gendarme como su papá y su abuelo materno, pero en esa época no admitían mujeres.

Los Nasif se enteraron de la muerte de Guillermo al día siguiente. Era hincha de River, se había formado en el Liceo Militar General Paz y hasta había estudiado un año de ingeniería civil, mientras esperaba ingresar a Gendarmería, donde fue escolta de bandera.

Los Verón cuentan que a Marciano no le tocaba ir a la guerra pero que él pidió ir. Ellos se enteraron cuando le notificaron de su muerte. Gente de campo, toda la vida vivieron del fruto de su chacra, muestran orgullosos el libro que cuenta su historia. Se llama “Entre lagunas y mares”.

Guerrero nunca conoció a su hijo Víctor Gastón, actualmente cabo primero de Gendarmería. Su hija Noelia Carolina es sargento en la misma fuerza y estuvo por no entrar porque pensó que no iba a soportar el curso. “Ahora no podría hacer otra cosa”, confiesa. Su marido es cabo primero y tienen dos hijos. En el 2000 visitó Malvinas. Conocía el cementerio por una fotografía que le habían mandado a su madre junto con un anillo y el reloj de su hijo.

El Escuadrón Alacrán, formado en Comodoro Rivadavia antes de partir a las islas

Fue en 1993 cuando el comandante Spadaro, siendo jefe de la agrupación Formosa que conoció al padre de Víctor Guerrero. Se ganaba la vida vendiendo chipá con un carrito y había perdido un ojo por un ataque de presión cuando se enteró de la muerte de Víctor. “Cuénteme cómo murió mi hijo”, le pidió. El gobernador de Formosa, al enterarse de su situación, le concedió una pensión honorífica.

Antes de irse a Malvinas, Carlos Misael Pereyra dejó grabado un casete, en el que cantó e imitó sonidos. En la familia lo cuidan como una reliquia, más aún cuando lo quisieron escuchar y la cinta se trabó. Entonces alguien hizo copias en CD y recién el año pasado pudieron volver a escuchar su voz. Todos se sorprendieron al darse cuenta que Carlos Victorino, el hijo que nació en diciembre de 1982, tiene su mismo timbre. Su esposa cumplió lo que le hizo prometer, que si no regresaba que se volviese a Concepción del Uruguay. Sus hijos siguieron sus pasos: Elsa Verónica es suboficial de Gendarmería, Carlos oficial y fue Casco Azul y Marcos oficial de la Policía Federal. “Me salieron buena gente, para mi es lo que importa”, destaca.

Los Treppo vivían a cuatro cuadras de la sede del Escuadrón. A la mamá, Teresa de Jesús le habían dicho que a Juan Carlos había tenido un accidente con un helicóptero en Mendoza, pero ella enseguida presintió la verdad. Nelson, uno de sus hijos, recuerda que desde entonces sus padres tuvieron una mirada triste. Todas las tardes su mamá se sentaba en la puerta de la casa, como mirando a lo lejos.

martes, 19 de septiembre de 2023

Visita de familiares a la tumba del Escuadrón Alacrán

Los caídos del Escuadrón Alacrán en Malvinas: sus emotivas historias y el viaje que hicieron sus familiares 41 años después

Un contingente de familiares de caídos de Gendarmería estuvo una semana en las islas. Visitaron el cementerio y vieron el lugar donde un misil derribó el helicóptero que los transportaba. Un viaje que ellos describieron como sanador en el que, por fin, luego del proceso de identificación, pudieron dejar un rosario en la tumba de su ser querido

“Todavía estamos emocionados”, dijeron apenas bajaron la escalerilla del Boeing 737-800 “Islas Malvinas”, que los trajo desde Río Gallegos, adonde habían arribado de un vuelo comercial desde el archipiélago. Anoche a las 20:10 finalizó para una docena de familiares de caídos del Escuadrón Alacrán de Gendarmería un impactante viaje que había comenzado el fin de semana anterior.

Para ellos, fue el fin de 41 años de imaginar cómo habían muerto sus familiares. Estuvieron en el cementerio argentino en Darwin y vieron, aunque sea de lejos, el lugar donde habían caído en combate, al pie del Monte Kent.

En 1982, nadie se echó atrás cuando les pidieron que dieran un paso al frente los que quisieran ir a Malvinas. Fueron 65 los designados, de los cuales solo 40 alcanzarían a cruzar. Alguien dijo que eran “letales como los alacranes”, y desde entonces el escuadrón pasó a llamarse así.

Los caídos de Gendarmería son el primer alférez Ricardo Julio Sánchez; subalférez Guillermo Nasif; sargento ayudante Ramón Gumersindo Acosta; los cabos primero Marciano Verón y Víctor Guerrero; cabo Carlos Misael Pereyra y el gendarme Juan Carlos Treppo.

De izq. a derecha: cabo primero Misael Pereyra, Gendarme Juan Carlos Treppo, primer alférez Ricardo Sánchez, sub alférez Guillermo Nasif y cabo primero Marciano Verón

Ricardo Julio Sánchez fue uno de los que decidió hacer testamento. Muy querido por sus compañeros deseaba que, si algo le pasaba, su esposa y su hija recibiesen el sable de Güemes como el que usan los oficiales de Gendarmería. Tenía 26 años y había sido uno de los organizadores del escuadrón.

El subalferez Guillermo Nasif, 23 años, de abuelo inmigrante sirio, era egresado de la Escuela de Gendarmería con un promedio excelente, había recibido una decena de premios, entre ellos el de mejor compañero de su promoción. Había hecho el curso comando, incluido el de paracaidismo, esquí, buzo y motociclista, y a la familia no le dijo nada de Malvinas para no preocuparlos.

El cabo primero Marciano Verón era un correntino de Saladas, el pueblo del granadero Juan Bautista Cabral. Familia muy numerosa, criados en el campo. Se enganchó en Gendarmería cuando cumplió con el servicio militar. También se ofreció a pelear en las islas.

Los familiares hicieron tres visitas al cementerio, y dejaron rosarios en las cruces de las tumbas (Stephanie Bridger)

Víctor Samuel Guerrero era cabo primero y el primer gendarme en la familia. Había nacido en Pirané, Formosa, y le gustaba jugar de arquero en los partidos de fútbol. Dos compañeros se habían ofrecido a ir en su lugar a Malvinas porque tenía una hija chiquita, Noelia Carolina, y su esposa estaba embarazada, pero se negó.

Elsa Beatriz y Carlos Misael Pereyra se casaron muy jóvenes. Entrerrianos, ella de Concepción del Uruguay y él de Gobernador Maciá. Era el que no podía retar a los hijos, el que debajo del birrete les llevaba chupetines bolita. Era alegre, optimista y cuando se enteró de que iría a Malvinas, bromeaba con las criaturas, diciéndoles que les traería caramelos de pingüino. A su esposa le confesó que no regresaría.

Los Treppo eran diez hermanos y Juan Carlos era el mayor. Eran todos muy familieros y existía ese respeto especial por el hermano mayor. Eran de La Leonesa, Chaco, y Juan Carlos era como un segundo padre. A los 9 ya manejaba el tractor y a los 13 el camión. Llegó hasta tercer año en la Técnica, fue camionero, tuvo un paso por Prefectura antes de ser gendarme. Hizo el curso de comando. Su familia no sabía que se había ofrecido como voluntario, tampoco dijo nada para no preocuparlos.

Los familiares estuvieron una semana, y recorrieron diversos puntos de la isla (Stephanie Bridger)

La guerra

El plan original era el de permanecer en las islas luego del repliegue de las fuerzas que habían recuperado el archipiélago. Desempeñarían tareas de seguridad y policial. Pero a esa altura las órdenes ya habían cambiado.

En Malvinas operaron con el nombre de Compañía de Tropas Especiales 601. Recibieron la misión de llegar en helicóptero a un punto en Monte Kent, donde comandos de Ejército tomarían tres posiciones en el centro y los gendarmes las dos de los flancos para atacar a los británicos por retaguardia. Llevaban explosivos, lanza cohetes, proyectiles y minas.

Era las ocho de la mañana del domingo 30 de mayo. En el helicóptero en la base de Moody Brook ya estaban los quince comandos, al mando del Segundo Comandante Jorge San Emeterio. Pero serían 16. El primer alférez Ricardo Julio Sánchez, 26 años, oficial de operaciones, estaba en tierra agachado atándose los cordones de los borceguíes. Tenía tiempo porque iría en el segundo viaje, ya que ese helicóptero debía volver para llevar en tandas sucesivas a otras patrullas. Pero subió en ese porque era el que mejor manejaba la cartografía.

A la media hora de vuelo a baja altura, el piloto teniente primero Pedro Ángel Obregón sorprendió con una maniobra evasiva. Un Sea Harrier les había disparado un misil. Su pericia permitió que el proyectil no impactase de lleno en la máquina sino que se estrellase en el rotor de cola.

Miembros del Escuadrón Alacrán en 1982, antes de partir a Malvinas.

El helicóptero comenzó a sacudirse. La maniobra del piloto ayudó a retardar la caída. Antes de impactar sobre el terreno, el sargento ayudante Ramón Gumersindo Acosta se tiró por una de las ventanas. La máquina comenzó a incendiarse y el peligro inmediato era que las llamas afectasen a la gran cantidad de explosivos que transportaban.

Las llamas provocaron un denso humo negro. El sargento primero Miguel Víctor Pepe recuerda que fue hacia la cabina y golpeó los vidrios. Vio un rayo de sol que se colaba por el techo. Pudo distinguir a Acosta que desesperadamente le hacía señas. Lo ayudó a salir y se abrazaron.

En el Puma que se incendiaba había más gente atrapada. Tantearon en la humareda y vieron una mano que sobresalía. Así lograron sacar de los pelos al sub alférez Aranda. Pepe alcanzó a ver al sargento primero Justo Rufino Guerrero. “¡Hermano, sácame de acá!”, rogó. Con la ayuda de Aranda, Acosta y San Emeterio -parado sobre el techo de la máquina- lo salvaron. Impresionaban sus piernas destrozadas.

A Guerrero lograron llevarlo lejos de la máquina. Querían seguir buscando posibles sobrevivientes. Pero los explosivos, alcanzados por el fuego, estallaron.

Además del cementerio y Monte Kent, visitaron otros lugares donde se combatió. Dijeron que fueron tratados por los kelpers con respeto (Stephanie Bridger)

Nasif había muerto junto a Sánchez, aprisionados por la carga del helicóptero. Tampoco pudieron salir ni Pereyra, Verón, Guerrero y Treppo. El 10 de junio, también en cercanías del Monte Kent un proyectil de mortero mataría al gendarme Acosta.

La vida después

Cynthia Sánchez viajó dos veces a las islas, primero con la Cruz Roja y la segunda con el contingente con hijos y hermanos. Le confesó a Infobae que aún le cuesta hablar de su papá.

Los Nasif se enteraron de la muerte de Guillermo al día siguiente. Se había formado en el Liceo Militar General Paz y hasta había estudiado un año de ingeniería civil, mientras esperaba ingresar a Gendarmería, donde fue escolta de bandera.

Los Verón cuentan que a Marciano no le tocaba ir a la guerra pero que pidió ir. Ellos se enteraron de que estaba en las islas cuando le notificaron de su muerte. Gente de campo, toda la vida vivieron del fruto de su chacra, muestran orgullosos el libro que cuenta su historia. Se llama Entre lagunas y mares.

Guerrero nunca conoció a su hijo Víctor Gastón, actualmente suboficial de Gendarmería. Su hija Noelia Carolina es sargento en la misma fuerza y estuvo por no entrar porque pensó que no iba a soportar el curso. “Ahora no podría hacer otra cosa”, confiesa. Su marido también es suboficial y tienen dos hijos. En el 2000 visitó Malvinas. El papá de Víctor se ganaba la vida vendiendo chipá con un carrito y había perdido un ojo por un ataque de presión cuando se enteró de la muerte de su hijo.

Los comandos de Gendarmería cumplieron diversas misiones en la guerra. La del 30 de mayo sería su bautismo de fuego

Antes de irse a Malvinas, Carlos Misael Pereyra dejó grabado un cassete, que lo pasaron a un cd, en el que cantaba e imitaba sonidos y en la familia lo conservan como una reliquia. Su esposa cumplió lo que le hizo prometer, que si no regresaba que se volviese a Concepción del Uruguay. Sus hijos siguieron sus pasos: Elsa Verónica es suboficial de Gendarmería, Carlos oficial y fue Casco Azul y Marcos oficial de la Policía Federal.

Los Treppo vivían a cuatro cuadras de la sede del Escuadrón. A la mamá, Teresa de Jesús le habían dicho que a Juan Carlos había tenido un accidente con un helicóptero en Mendoza, pero ella enseguida presintió la verdad. Nelson, uno de sus hijos, recuerda que desde entonces sus padres tuvieron una mirada triste. Todas las tardes su mamá se sentaba en la puerta de la casa, como mirando a lo lejos.

Las identificaciones

En 2012 comenzó el Plan Proyecto Humanitario, pedido por el gobierno argentino y liderado por el comité internacional de la Cruz Roja. En el transcurso del mismo, los funcionarios se encontraron con dos tumbas colectivas que le generaban dudas de cuántos cuerpos contendrían.

Una de ellas era la C 1 10, que estaba identificada con el nombre de Sánchez “y tres soldados argentinos más”. En esa primera etapa de identificación, se pudo descartar que esos restos sean los de Sevilla, Luna y Aguirre, como entonces se suponía, ya que fueron localizados en otras tumbas.

Fue en la segunda etapa, desarrollada en 2021 cuando la Cruz Roja, con la colaboración del Equipo Argentino de Antropología Forense, se identificaron los restos de cuatro gendarmes, enterrados en la tumba C 1.10: Nasif, Verón, Pereyra y Treppo. Además, se confirmó la identidad de Sánchez y logró reasociar los restos de Guerrero.

La decisión de Cynthia Sánchez, hija del primer alférez Sánchez, fue fundamental: ella autorizó que se abriera la tumba en la que figuraba el nombre de su papá y se pudiera desarrollar el proceso que culminó con la identificación.

Los familiares coincidieron en describir la visita a las islas como “triste y emotiva”, y que “eran nudos que se empiezan a desatar”.

“Cuando visitamos el cementerio -contó Elsa Beatriz Cremona, viuda de Pereyra-, todos lloramos, pero con la convicción de que teníamos que seguir adelante por nosotros, por nuestros hijos y por nuestros descendientes”.

“Me aflojé en el cementerio”, admitió Jesús Berón; su hermano, Marciano, era el mayor, y por mucho tiempo le costó admitir que había muerto, ya que no había visto el cuerpo.

Hicieron tres visitas a Darwin. En una de ellas se acercó un cura católico que rezó un responso en español.

Con algunos de los familiares no se conocían y en esa semana crearon lazos indestructibles. “Somos hermanos de la esperanza, no del dolor”, aclaró.

Juan Martín Mena, viceministro de Justicia, le contó a Infobae que una vez que esos restos fueron inhumados como correspondía, se les ofreció a los familiares la posibilidad de viajar a las islas para visitar las tumbas. Todos accedieron. El Ministerio de Justicia coordinó el viaje.

El funcionario aclaró que hubo que esperar a que pasara la pandemia y que la isla volviese a abrir. Se dispuso entonces que cada familia de los caídos nombrase a dos representantes, que serían los que viajarían.

El viaje tuvo lugar el fin de semana pasado. En un vuelo del Estado llegaron a Río Gallegos, donde trasbordaron a uno comercial. Fueron acompañados por un psicólogo, un médico y un asistente del ministerio de Relaciones Exteriores.

El grupo con la gran cruz blanca del cementerio de fondo (Stephanie Bridger)

El gobierno, además del alojamiento, les contrató la movilidad y un guía, lo que posibilitó que pudieran visitar no solo el cementerio, sino además llegar hasta las inmediaciones de donde aún quedan restos del helicóptero en el que murieron los gendarmes, al pie del monte Kent. No pudieron llegar al lugar exacto porque están en propiedad privada y el dueño no permite visitas.

De todas formas, para los familiares, que contemplaron el lugar desde la ruta, fue significativo. Coincidieron ante Infobae en señalar que el terreno que estaban contemplando fue lo último que vieron ellos.

Mena subrayó que hasta el momento hay 121 cuerpos identificados y que aún restan cuatro o cinco casos sin resolver. El misterio está en la tumba colectiva B 4 16 y contiene los restos de la tripulación del Lear Jet, una máquina del Escuadrón Fénix, derribado el 7 de junio de 1982 sobre la Isla Borbón. Allí murieron el vicecomodoro Rodolfo de la Colina, su copiloto el mayor Juan José Falconier, el aerofotógrafo capitán Marcelo Pedro Lotufo, el operador de comunicaciones suboficial ayudante Francisco Tomás Luna y el mecánico suboficial auxiliar Diego Antonio Marizza.

Cansados, tristes, felices y con la tranquilidad en el espíritu de haber podido haber rezado frente a la tumba de su ser querido

El dilema está en que en la isla Borbón también hay una tumba. Esta tercera etapa del proyecto humanitario está en plena negociación con las autoridades británicas.

En el salón de la aeroestación militar aeroparque, donde se los recibió, los familiares están satisfechos. Alegres por los lazos construidos, tristes por las pérdidas que no se olvidan, dicen que el hecho de haber visto y de haber conocido de primera mano fue lo ayudó a darle una dosis de alivio y tranquilidad a un proceso de sanación cuyas heridas nunca terminan de cicatrizar y que sangran, pero para adentro.