sábado, 29 de abril de 2023

El frustado de ataque de gran ala del 3 de mayo

31 aviones y 64 bombas: el ataque masivo de la Fuerza Aérea que pudo cambiar el rumbo de la Guerra de Malvinas

Un día después del hundimiento del Crucero General Belgrano, informes de inteligencia establecieron la presencia de un portaaviones inglés en una zona cercana a las islas y al alcance de la aviación. La decisión de atacar el 3 de mayo de 1982. Las razones de la Armada Argentina para rehusarse y el desenlace de una operación que dejó enseñanzas


El Douglas A-4B matrícula C-226, reabasteciendo en vuelo durante el conflicto por Malvinas, armado con 3 bombas de 500 libras

El 3 de mayo la Fuerza Aérea se desesperaba por golpear al enemigo.

Los combates habían arrancado el primer día de mayo, pero el día 2 había sido una gran pausa, mientras ambos contendientes repensaban sus estrategias.

Las primeras noticias del día no resultaban alentadoras.

El pequeño buque de la armada, ARA Alférez Sobral, en misión de búsqueda de una tripulación derribada, había sido dañado por los británicos. Más allá de esta pésima novedad, lo cierto es que, con ello, los mandos corroboraron que los ingleses no estaban lejos de la posición de ese ataque y, por tanto, podrían ser a su vez atacados.

Todo comenzó a moverse rápidamente a las 13:15 hs, cuando el teléfono sonó en la sede del Comando Aéreo Estratégico (CAE) en Comodoro Rivadavia y, desde la Agregaduría Militar en Estados Unidos, el Comodoro Massa informó que “fuentes externas” (posiblemente un satélite soviético), informaban de “un (1) portaaviones y tres (3) buques (posiblemente fragatas)” en una posición determinada, al sur de Malvinas y al alcance de la aviación continental.

Mientras las autoridades aeronáuticas se miraban perplejas y comenzaban a reaccionar para orquestar la respuesta, llegó otra información muy relevante.

La misma había sido proporcionada por el PATO, un avión Lockheed C-130 Hercules (matrícula TC-68) de la Fuerza Aérea, que había partido muy temprano y estaba tratando de aterrizar en el aeropuerto de Puerto Argentino, en un peligroso y complicado vuelo logístico. Volaba a muy baja altura, para evadir cualquier detección y a posibles aviones Harrier en su ruta.

Próximos a girar para iniciar las maniobras de aterrizaje y recién salidos de un banco de niebla, el piloto y copiloto (el Vicecomodoro “Fredy” Cano y el Capitán “Dino” Hrubik), notaron la presencia, a unas tres millas de distancia y a 40 millas de la costa, de lo que primero eran “barquitos” y luego estimaron era un buque logístico grande “acompañado por dos fragatas, estas últimas más alejadas”.

Ello hizo que la tripulación girara abruptamente, abortara el aterrizaje y pusiera rumbo hacia Río Grande. Eran las 10:30 de la mañana.

Casi tres horas después, los detalles acerca de este avistaje, que parecía corroborar la información que venía desde el exterior, estaba en el CAE.

Las órdenes, mediante líneas de comunicación seguras, comenzaron a fluir hacia las unidades de la Fuerza Aérea Sur (FAS) en Trelew, Comodoro Rivadavia, San Julián, Río Gallegos y Río Grande. Se estimaba que el portaaviones o el buque grande, podría tratarse del HMS Hermes, buque insignia de la flota.

Un avión Super Étendard, armado con un misil Exocet, en la base Río Grande

Los portaaviones británicos eran, realmente, el blanco prioritario de las fuerzas aéreas argentinas, en tanto se entendía que, con la pérdida de uno de ellos, toda la operación británica se resquebrajaría y hasta podría desmoronarse. Los argentinos no estaban equivocados, tanto el almirante británico Woodward (a cargo de la Fuerza de Tareas británica) y el cuartel general de la flota en Northwood tenían sumamente claro que “daños mayores en el Hermes o en el Invincible… probablemente causarían el abandono de las operaciones en las Islas Malvinas”

La Fuerza Aérea se aprestó para atacar, ordenando que se alistaran varias escuadrillas de cazas y bombarderos, junto con aviones tanqueros (que reabastecerían a los cazas en vuelo), aviones retransmisores y vuelos de engaño.

Era un esfuerzo mayúsculo y coordinado, en tanto se consideraba que solo la saturación de las defensas podría hacer que el ataque tenga alguna posibilidad de éxito, frente a una flota en mar abierto. Esta saturación, en otros términos, implicaba que muchos de los aviadores argentinos no regresarían pero, mientras eran derribados, otros camaradas podrían pasar la cortina de fuego y misiles, para poder lanzar sus bombas.

La cantidad de vuelos que se programaron resulta impresionante:

  • Ocho cazabombarderos Douglas A-4B (indicativo de las escuadrillas: FIERA y TRUENO) desde Río Gallegos, armados cada uno con tres bombas de 500 libras, retardadas por paracaídas.
  • Ocho cazabombarderos Douglas A-4C (OSO y DOGO) desde San Julián, armados cada uno con tres bombas de 500 libras, retardadas por paracaídas.
  • Cuatro cazabombarderos IAI Dagger (DARDO y PANCHO), desde Río Grande, armados cada uno con dos misiles aire-aire Rafael Shafrir-2 y que darían cobertura aérea a los incursores mientras reabastecían en vuelo.
  • Cuatro bombarderos English Electric Canberra Mk.62 (LINCE y ORO), desde Trelew, en configuración de exploración radar y armados también cada uno con cuatro bombas de 1.000 libras.
  • Dos tanqueros KC-130 (KIKO y MAIO), desde Río Gallegos y Comodoro Rivadavia.
  • Cuatro aviones de enlace Gates Learjet Model 35, desde Comodoro Rivadavia y otras bases, en misiones de diversión (confundirían a los radares enemigos, simulando ser cazabombarderos, pero retirándose antes de entrar en combate).
  • Un avión Gates Learjet Model 35 como retransmisor en vuelo, en tanto las escuadrillas volando rasante perdían el contacto de radio con las bases.
Mapa con las distintas bases aéreas y los aviones de la Fuerza Aérea que desde allí despegaron. También, las posiciones estimadas del portaaviones HMS Hermes y, finalmente, la posición real en la que se encontraba ese día

Treinta y un aviones argentinos de la Fuerza Aérea en el aire simultáneamente, con 64 bombas para la flota enemiga. Cada una con capacidad de hundir un buque del tamaño de un destructor o fragata, o dañar seriamente a un portaaviones.

Apenas llegadas las órdenes fragmentarias, los mecánicos y armeros comenzaron con sus preparaciones, mientras los pilotos eran informados, en la sala de pre-vuelo de los blancos y de todo lo necesario para llegar, pegar y volver. Los nervios a flor de piel, todos sabían que el curso de la guerra podía cambiar esa tarde y, también, que muchos no regresarían, pero que el esfuerzo nunca sería en vano.

La orden de atacar llegó también a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque de la Armada Argentina, en Río Grande. Venía directamente del Comandante de la Aviación Naval, en Espora.

La información que se suministró era escasa. Un blanco mediano (sin ser identificado) a unas 50 millas de las islas. El comandante de la Escuadrilla, el Capitán de Corbeta Jorge “Piti” Colombo no estaba de acuerdo con largar una misión con tan poca información inicial, ya que tenía presente que, según la doctrina (y el sentido común), debía utilizar sus aviones Super Étendard y los poderosísimos misiles Exocet (de los cuales solo había cinco en el país), contra blancos perfectamente ubicados. La sorpresa era todo para este tipo de misiones y cada uno de los misiles tenía que contar.

Su primera reacción fue señalar que su escuadrilla no volaría una misión de estas características. Pero el Comando de la Aviación Naval le requirió el cumplimiento total de la orden: en el marco del hundimiento del Belgrano (que había sucedido el día anterior), la Armada tenía que atacar.

El Contralmirante Carlos García Boll (Comandante de la Aviación Naval) también había dudado en empeñar a los Super Étendard sin una posición cierta del blanco a batir, pero había optado por avanzar con la misión, teniendo en cuenta que la Fuerza Aérea haría lo mismo.

Dos aviones (al comando de Capitán de Corbeta Augusto “Vasco” Bedacarratz y el Teniente de Fragata Armando “Huevo” Mayora) fueron alistados y, con sus misiles cargados, rodaron lentamente hacia la cabecera de la pista, esperando la orden de despegue. Que nunca llegaría.

Te puede interesar: El mapa inédito del plan británico para atacar el continente en 1982 y la “Operación Pampero” para neutralizarlo


Un avión Aermacchi MB-339A en vuelo, en este caso el 4-A-119 que no cruzó hacia las islas Malvinas

Mientras tanto, los aviones de la Fuerza Aérea ya estaban en vuelo hacia el blanco. Habían despegado casi todos, los únicos faltantes, por problemas técnicos, eran un avión Douglas A-4C y la sección ORO de aviones Canberra.

Sin embargo, se necesitaba confirmar la presencia enemiga y, por tanto, como el radar de Puerto Argentino había notado helicópteros en esa misma zona, se ordenó que decolara una sección de aviones navales Aermacchi MB-339A, aviones que, si bien de entrenamiento poseían capacidad ofensiva y operaban desde la pista de Puerto Argentino. Su misión sería buscar y atacar al buque que servía de base para esos helicópteros.

Partieron el comandante de la unidad, el Capitán de Corbeta Carlos Molteni, y también el Teniente de Fragata Carlos “Chino” Benítez. Como recordaba el Capitán “Titi” Molteni en una conferencia luego de la guerra:

“Nuestra primera acción de combate fue el día 3, para buscar un portahelicópteros y esa información venía de un satélite ruso… Salimos dos aviones, con niebla, estaríamos volando a 5 metros del suelo y estaba muy fea la visibilidad, yo pienso que no los íbamos a atacar, los íbamos a chocar…”

Sin embargo, no encontraron ningún blanco y, en la maniobra de regreso hacia la pista de las islas, volando muy bajo y con turbulencias, el Teniente Benítez hizo impacto contra el suelo y, si bien llegó a eyectarse, falleció en el terrible accidente.

Para peor, la Armada casi simultáneamente a señalar que no había blancos para atacar también informó al CAE en Comodoro Rivadavia que había buques propios en la zona y, por tanto, existía el temor que fueran atacados por equivocación. A las 16:00 hs, entonces, se ordenó a todos los aviones en vuelo que regresaran a sus bases: algunos incluso ya estaban reabasteciendo combustible de los grandes aviones Hercules.

Con bastante tensión, Bedacarratz y Mayora también bajaban de sus aviones.

Quizá se trató del ataque mejor coordinado de la guerra.

Hoja de misiones previstas para el 3 de mayo (existe un error en la fecha, parcialmente corregida en el original). Diario de Guerra del Comando Aéreo Estratégico (CAE) de la Fuerza Aérea Argentina

Si bien no se logró atacar ningún blanco, se obtuvieron importantes lecciones, que se aplicarían en los días subsiguientes, así como se corroboró que la Fuerza Aérea estaba en condiciones de planear y ejecutar ataques masivos contra distantes buques enemigos, con diversos tipos de aeronaves, partiendo de bases a cientos de kilómetros de distancia cada una. No es esto una cuestión menor, ya que se requiere un total profesionalismo de centenares de personas para poder lograrlo.

Asimismo, a la Segunda Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque la Armada le quedó claro que debería seguir insistiendo en aplicar sus propios procedimientos, si quería sacar máximo provecho de sus modernos y misiles.

¿Qué buques eran los que informaban las “fuentes externas” y habían visto los tripulantes del PATO? No queda realmente claro, ya que el grueso de la flota británica estaba a cierta distancia y, además, no había buques argentinos en aguas abiertas (aún cuando algunos partes oficiales señalaron que eran efectivamente buques nacionales). O se trató de un error de identificación de blancos o se habían divisado pesqueros (del bloque oriental), que no habían abandonado el área de operaciones.

Sin embargo, la flota británica estaba movilizándose hacia esa zona del sur de Malvinas, para realizar nuevos ataques aeronavales, que intentarían concretar el día siguiente (el día 4).

Pero esa es otra historia porque fueron detectados y esta vez, guiados por un avión Neptune de la Aviación Naval, Bedacarratz y Mayora lanzarían sus misiles Exocet, para destruir al poderoso destructor HMS Sheffield.



jueves, 27 de abril de 2023

Los Sea Lynx británicos


Los Sea Lynx




Equipados con misiles Sea Skua los Sea Lynx constituían una gran arma defensiva de los buques de la Task Force. Los Sea Skua son misiles ligeros de trayectoria rasante y posee un sistema de guiado semiactivo, que utiliza un radar Ferrahu Sea Spray para iluminar el blanco.
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Información extraída de www.laperlaaustral.com.ar

martes, 25 de abril de 2023

El Sea King en ambos bandos

Westland Sea King


Ambos países poseían muchos del mismo tipo de helicópteros, pero a pesar de la pérdida de la mayoría de sus helicópteros cuando un misil Exocet se estrelló contra el barco de contenedores Atlantic Conveyor, los helicópteros y las tripulaciones demostraron toda su destreza. Durante la guerra corta, los helicópteros Wessex y Sea King arrancaron varias tripulaciones aéreas derribadas de las aguas heladas de las Malvinas.
Varios Sea King fueron desplegados durante la Guerra de las Malvinas. Fueron transportados a la zona de combate y operados desde las cubiertas de varios barcos de la Royal Navy. En el teatro de Operaciones realizaron una amplia gama de misiones, desde patrullas antisubmarinas y vuelos de reconocimiento hasta operaciones de reabastecimiento y la inserción de fuerzas especiales. El apoyo proporcionado por los Sea Kings en forma de transporte para hombres y suministros ha sido visto como vital para el éxito de la operación británica. Los Sea Kings también protegieron a la flota actuando como señuelos contra los misiles Exocet entrantes, y algunas misiones fueron llevadas por el Príncipe Andrew, Duque de York.
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Pintura :
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Información extraída de fdra- malvinas.blogspot.com

domingo, 23 de abril de 2023

Traición a la Patria: Mendoza accedió a cambiar el nombre del estadio "Malvinas Argentinas" a pedido de la FIFA

Mendoza accedió ante el pedido de la FIFA y le cambiarán el nombre al Estadio Malvinas Argentinas durante la competencia

 

La FIFA pidió cambiar el nombre de todos los estadios que serán sede del Mundial Sub 20. El Malvinas Argentinas pasará a llamarse Estadio Mendoza.

Redacción MDZ








 
Foto: Prensa Gobierno Mendoza

Mendoza fue confirmada como sede para el Mundial de fútbol Sub 20 al igual que La Plata, Santiago del Estero y San Juan. Una comitiva de la FIFA visitó la provincia de Mendoza hace unos días y pidió modificar el nombre al Estadio Malvinas Argentinas por el Mundial. La provincia accedió y, por ser sede, pasará a llamarse Estadio Mendoza

Fuentes del Gobierno de Mendoza indicaron que se trata de una disposición general que puso la FIFA y todos los estadios que serán sede pasarán a llamarse como la provincia o ciudad. La decisión puede generar polémica a nivel nacional y local al tratarse de un nombre emblemático por el reclamo de soberanía que mantiene el país.



El Malvinas Argentinas pasará a llamarse Estadio Mendoza por el Mundial Sub 20.

El Mundial Sub 20 arrancará el 20 de mayo y terminará el 11 de junio. Argentina será cabeza de serie por ser organizador y compartirá el bombo 1 con Uruguay, Estados Unidos, Francia, Senegal e Italia. El bombo 2 estará integrado por Inglaterra, República de Corea, Nueva Zelanda, Brasil, Ecuador y Colombia. El bolillero 3 lo integrarán Nigeria, Uzbekistán, Japón, Irak, Honduras y Fiyi. Por último, en el 4 estarán Guatemala, República Dominicana, Gambia, Israel, Eslovaquia y Túnez.

El sorteo se realizará este viernes en Zurich, Suiza. Las sedes que se habían postulado para albergar el Mundial y quedaron afuera son Córdoba (Mario Kempes), Salta (Padre Martearena), Chaco (Centenario de Resistencia), San Luis (La Pedrera de Villa Mercedes) y La Rioja (Carlos Augusto Luna).

miércoles, 19 de abril de 2023

Los dimes y diretes de la política exterior británica

Perderse en un papel: medio siglo de política exterior británica

Oliver Yule-Smith || War on the Rocks









Philip Stephens , Gran Bretaña sola: el camino de Suez al Brexit (Faber, 2021)

En 1962, el exsecretario de Estado de los Estados Unidos, Dean Acheson, asestó un duro golpe a la política exterior británica. Con una frase irónica creó una tarea de Sísifo. Era la última parte del aforismo muy utilizado de Achesonque "Gran Bretaña había perdido un imperio y no pudo encontrar un nuevo papel" que dolió. Dado que continuaría criticando los intentos de Gran Bretaña de proporcionar aperturas para el diálogo con la Unión Soviética, mientras elogiaba la solicitud de Gran Bretaña al Mercado Común, es probable que Acheson no tuviera la intención de tocar un nervio tanto como lo hizo. Pero tanto entonces como después, la declaración fue una fuente de angustia existencial tanto para los ministros del gabinete como para Whitehall. El no poder encontrar un papel implicaba que Gran Bretaña todavía tenía un papel que cumplir. La búsqueda de este papel se incorporó a la burocracia británica y se filtró en la conciencia pública (las dos respuestas más populares a una encuesta reciente sobre lo que significa Gran Bretaña Global fue que Gran Bretaña era un "campeón del libre comercio y la globalización" y "una potencia diplomática"). .

Un Puente Atlántico. Una potencia mundial. Un poder que "golpea por encima de su peso". Genial Britannia. Un centro mundial. Gran Bretaña sola: el camino de Suez al Brexit de Philip Stephens vale la pena leerlo solo por su capacidad para ensamblar y descifrar estos clichés británicos por excelencia. Estos roles ofrecen una narrativa de mosaico que intenta, no siempre con éxito o incluso de manera integral, combinar una amalgama incómoda de circunstancias geopolíticas, poder relativo, intereses, sentimiento público y conocimiento político.. El papel que los ministros y funcionarios querían que Gran Bretaña desempeñara a menudo dictaba los objetivos que perseguía Gran Bretaña. La creencia de que Gran Bretaña todavía tenía un papel distinto que desempeñar en el mundo era un consuelo reconfortante. La búsqueda de un papel y el declive de Gran Bretaña estaban íntimamente entrelazados. Como resultado, la política exterior de Gran Bretaña a menudo mostró una alarmante falta de enfoque en lo que era bueno para Gran Bretaña.

A primera vista, el informe publicado recientemente por el gobierno del Reino Unido, Gran Bretaña Global en una era competitiva: La Revisión Integrada de Seguridad, Defensa, Desarrollo y Política Exterior  (o Revisión Integrada , para abreviar) amenaza con continuar esa tendencia. Anunciada como la revisión más importante de su tipo desde el final de la Segunda Guerra Mundial, e intentando revisar no solo la política de defensa y seguridad, como la Revisión de seguridad y defensa estratégica de 2010 y 2015hizo, pero también para incluir la política exterior y de ayuda, buscó reunir la totalidad de las políticas exterior e interior de Gran Bretaña para trazar un camino posterior al Brexit. El informe está repleto de encabezados como "superpotencia de poder blando", "poder regulatorio", "poder de convocatoria". Todos estos roles arrogantes que intentan poner carne en los huesos del proyecto de Gran Bretaña Global .

Sin embargo, la esencia de esta revisión no fueron los roles ostentosos y que golpean el pecho que se acuñaron mucho antes de que se instigara la revisión, sino más bien los intereses que reafirmó y cómo alimentaron una visión de adónde ir a continuación. Los tres principios rectores últimos de la política exterior británica siguieron siendo los mismos: mantener la seguridad del Reino Unido; asegurar la prosperidad del pueblo británico; y la protección de la libertad y libertad individual. Pero lo que diferencia a este informe de los libros blancos anteriores es lo que se deriva de estos principios rectores: objetivos realistas de política exterior arraigados en claros intereses nacionales. Aclarar estos objetivos e intereses ha sido un paso importante para aclarar cualquier “ suspenso estratégico ” persistente .

El marco estratégico dentro de la revisión buscó delinear cuatro objetivos generales de la política hasta 2025: mantener la ventaja estratégica a través de la ciencia y la tecnología; dar forma al orden internacional del futuro (es decir, garantizar que puedan prosperar sociedades abiertas); fortalecer la seguridad y la defensa en el hogar; y desarrollar la resiliencia en el país y en el extranjero. Cada aspecto del marco estratégico se desarrolló en su totalidad, incluida, de manera crítica, una explicación de su importancia. El marco enfatizó el compromiso continuo del Reino Unido tanto con los Estados Unidos como con Europa, marcado por la adición de "Euroatlántico" al léxico estratégico británico. El informe deja atrás útilmente la idea de ser un puente entre Europa y los Estados Unidos, así como una predilección por el “boosterismo”en documentos estratégicos del Reino Unido . Un corolario del informe, y una sección que llamó significativamente la atención, fue la inclinación del Indo-Pacífico, aclarada proféticamente por William James en estas páginas.. Sería fácil caricaturizar una inclinación británica del Indo-Pacífico como una moda de los think tanks o un acto de vanidad de las élites de Whitehall, pero el informe se toma el tiempo para explicar por qué la inclinación no solo es deseable sino necesaria: 1,7 millones de británicos viven en el región del Indo-Pacífico; la región es central para el comercio; y es importante como crisol para desafíos globales como el cambio climático y la biodiversidad. El informe combina una identificación de intereses fundamentales con acciones concretas que tomará el Reino Unido. Esta es una contribución valiosa para deshacer la tendencia de los políticos a pensar en términos de cómo una Gran Bretaña cada vez más marginal puede ser importante en el mundo, centrándose en cambio en cómo la política exterior británica es importante para Gran Bretaña.

Este cambio puede parecer modesto, pero como Britain Alone deja manifiestamente claro, la búsqueda vanagloriosa de un papel en el mundo ha llevado a algunos callejones oscuros. Como Stephens detalla con elocuencia, la crisis de Suez sería el primer ejemplo de arrogancia instintiva, pero de ninguna manera el último. El deseo de Gran Bretaña de mantener un arsenal nuclear lo obligaría a someterse a los estrictos términos del Acuerdo de Nassau con la administración Kennedy, lo que crearía una disuasión nuclear británica independiente solo de nombre. Como resultado de su deseo de mantener su papel global, Gran Bretaña también se vería humillantemente obligada a acudir, gorra en mano, al Fondo Monetario Internacional, una institución que ayudó a crear, para lo que entonces fue el rescate más grande en la historia de la institución en 1976. El compromiso con lo que David Edgerton llamaría elEl “estado de guerra” , un estado orientado a la guerra, persistió durante la Guerra Fría con un gran gasto económico y político.

Estas políticas no fueron simples excepciones, malas negociaciones o mala gestión económica a largo plazo. Los documentos y discursos oficiales del período de la Guerra Fría están plagados de ejemplos de funcionarios que intentan crear roles para Gran Bretaña en el mundo. El estudio de la política futura, 1960–1970iniciado por el gobierno de Macmillan y completado en 1960, contiene algunos diagnósticos geopolíticos excelentes, pero fue socavado críticamente por frases como "somos una parte demasiado importante del mundo libre para poder retirarnos a un papel pasivo como Suecia y Suiza." Los funcionarios que escribieron el documento luego dedicaron el resto del estudio de política futura a política tras política sobre cómo Gran Bretaña podría ser valiosa para los Estados Unidos, Europa y la Commonwealth. Estos funcionarios buscaban un papel coherente que Gran Bretaña pudiera desempeñar entre estas esferas a expensas de una consideración de lo que realmente le importaba a Gran Bretaña.

Donde Stephens es más lúcido y atractivo es en su descripción, a través de múltiples capítulos, del esfuerzo de la administración de Harold Macmillan para recoger los pedazos después de Suez. Cada vez más arrinconado, existe casi una sensación de simpatía por el intento de Macmillan de ser una Grecia británica para la Roma de Estados Unidos y, al mismo tiempo, tratar de garantizar que Gran Bretaña no sea excluida de la política europea o de los mercados europeos. Macmillan estaba forzando el reconocimiento de que no había una contradicción inherente en las buenas relaciones tanto con Estados Unidos como con Europa, un reconocimiento que evidentemente trascendería el mandato de Macmillan. Esta idea sería la semilla que se convertiría en la necesidad ineludible de Gran Bretaña de encontrar un papel distinto entre estos dos bloques de poder.

El primer ministro Harold Wilson inicialmente rechazó la propuesta de Macmillan de que Gran Bretaña necesitaba una relación cercana con Estados Unidos. Cuando compareció ante la Conferencia del Partido Laboristaen Scarborough en 1963 denunció la noción de confiar en una “relación especial” para “rescatarnos” en un movimiento para distanciar a los laboristas de la supuesta devoción servil a la alianza angloamericana de las administraciones anteriores. Pero no rompería con Macmillan por completo. Wilson centró su atención en el papel de Gran Bretaña en el escenario mundial, reclamando un papel en el que Gran Bretaña "tendrá tanta influencia en el mundo como podamos ganar, como podamos merecer". Incluso si las relaciones con los Estados Unidos fueran malas bajo Wilson, con Wilson rechazando la solicitud de Lyndon Johnson de enviar tropas a Vietnam, el fin de la atención de Gran Bretaña al este de Suez afianzaría aún más la dicotomía Estados Unidos-Europa.

El verdadero cambio radical, según Stephens, fue la entrada del Reino Unido en la Comunidad Europea bajo Edward Heath el 1 de enero de 1973. Esto consolidó a Gran Bretaña como una potencia dentro de Europa y eliminó la ansiedad, que Macmillan sentía con mayor intensidad, de que Gran Bretaña pudiera quedar fuera de un bloque de poder europeo. Heath eligió Europa, y la adhesión de Gran Bretaña seguramente ancló a Gran Bretaña en Europa. Tal era el compromiso de Heath con este objetivo que incluso intentaría distanciarse de Estados Unidos en un intento de cortejar a las capitales europeas. Pero Heath no pudo escapar del deseo de encontrar un papel para Gran Bretaña más de lo que pudieron sus predecesores. Su decisión se enmarcó no como un intento de asegurar la prosperidad del pueblo británico, sino como una forma de lograr un papel rector dentro de Europa .

La templanza de Wilson y Heath contrastaba con el apetito de Margaret Thatcher. Stephens centra la lógica orientadora de toda la cosmovisión de Thatcher en torno al fortalecimiento de Gran Bretaña. Thatcher aplastó cualquier noción de corporativismo británico, impulsó una rápida desindustrialización, supervisó la desregulación financiera, mostró escepticismo hacia la reunificación alemana y, más obviamente, fue a la guerra para defender las Malvinas, todo al servicio del fortalecimiento de Gran Bretaña. Para Thatcher, la fuerza, o al menos la fuerza percibida, significaba un asiento en la mesa global para Gran Bretaña. Visto desde Washington, Gran Bretaña podría ser el defensor de Europa (el Ejército Británico del Rin siguió siendo el mayor despliegue extranjero permanente de Gran Bretaña). Visto desde las capitales europeas, Gran Bretaña podría ser un amigo en un frente común contra las invasiones soviéticas dentro de Europa. Más lejos, Gran Bretaña era un actor global seguro, tan capaz de manejar duras negociaciones diplomáticas para entregar Hong Kong como de llevar a cabo una importante operación militar en un pequeño archipiélago en el Atlántico Sur. Pero estas visiones a menudo se irritaban con la realidad de una potencia intermedia con una influencia desmesurada en ciertos foros globales. Frente a esta ambigüedad, la política exterior británica fue una mancha de Rorschach tanto para los funcionarios británicos como para las capitales extranjeras.

El material de archivo recientemente publicado de los Archivos Nacionales del Reino Unido del período de la década de 1990 confirma que esta tendencia en la política exterior británica no disminuyó con el final de la Guerra Fría. En un seminario de Chequers en enero de 1995, los ministros intentaron revisar la política exterior británica considerando los acontecimientos desde la caída del Muro de Berlín, incluido el progreso de la transición de Rusia a una economía de mercado y la guerra civil en curso en Bosnia. El hecho de que el primer ministro John Major califique esto como un ejercicio de recopilación de "juicios personales y políticos", en lugar de sus posiciones departamentales, es una lectura reveladora. Solo un ministro planteó la última pregunta de " ¿para qué sirve la política exterior británica ?".”, que fue ignorado a favor de diseñar el equilibrio perfecto a adoptar entre Francia, Alemania y los Estados Unidos. La cuestión más difícil de considerar el propósito de estas relaciones finalmente se evitó en favor de la búsqueda familiar de roles.

Para Stephens, un sentido británico de superioridad, un momento de "Gran Bretaña sola" de la Segunda Guerra Mundial en su forma más maligna y su geografía insular han permeado el pensamiento de ministros, funcionarios y el público británico en el siglo XXI. El papel militar de Gran Bretaña tanto en la invasión de Irak en 2003 como en la intervención en Libia en 2011, así como en la votación del Brexit en 2016, fueron ejemplos dolorosos del juego de roles británico y las florituras finales en el sombrío cuadro que pinta Stephens.

Donde Stephens podría ir aún más lejos es discutiendo el impacto de la academia declinista en aquellos que dirigen la política exterior británica. Mientras los políticos de la posguerra hacían un examen de conciencia, los historiadores y teóricos de todas las tendencias dirigieron su atención a las preguntas sobre las causas del declive británico, cuándo ocurrió y si era inevitable. Thatcher y su gabinete leyeron y discutieron The Audit of War de Correlli Barnett , uno de los textos declinantes más famosos de la segunda mitad del siglo XX, ampliamente vendido. Tanto Clement Attlee como Harold Macmillan leyeron ediciones reeditadas de The History of the Decline and Fall of the Roman Empire de Edward Gibbon mientras estaban en el cargo. Baron CP Snow, cuyoLas dos culturas y la revolución científica postularon que el declive británico se debió a la priorización de la educación en humanidades a expensas de la educación científica, influyó en Wilson, lo que resultó en que a Snow se le ofreciera un puesto en el gobierno laborista de Wilson. Los intentos de lidiar con el declive por parte de los formuladores de políticas a lo largo de los siglos XX y XXI se refractaron en el trabajo de los académicos de la época y, a su vez, a menudo se reflejaron en el pensamiento de esos mismos formuladores de políticas.

El entorno intelectual en el que se llevó a cabo la Revisión Integrada no fue mejor. En 2020, cuando el Reino Unido encabezaba la lista de muertes por coronavirus en Europa y el impacto del Brexit comenzaba a sentirse, reinaba el sentimiento de "donde Gran Bretaña". También lo hicieron las propuestas para intentar que el Reino Unido importara en el mundo, como el resurgimiento del apoyo a una alianza entre Canadá, Australia, Nueva Zelanda y el Reino Unido entre algunos miembros del Partido Conservador. Sin embargo, a pesar de este entorno y del peso de los enfoques de la política exterior británica de la posguerra, Gran Bretaña solatan claramente describe, la Revisión Integrada rompe con esta tradición. Aclara y elabora los intereses centrales de Gran Bretaña, proporciona prioridades de política exterior para defenderlos, señala cambios y continuidades dentro de la política pasada y proporciona un marco para guiar la toma de decisiones de política exterior en la próxima década. El Reino Unido, sin duda, es una potencia intermedia, pero todavía tiene muchos medios disponibles para lograr sus fines en el escenario global. Pero esto solo se puede hacer desde una posición de análisis con ojos claros, no buscando a tientas roles para llenar en el mundo o apelando a visiones nostálgicas de un pasado imperial pasado. La responsabilidad ahora recae en los formuladores de políticas para aprovechar la revisión y garantizar que el hombre del saco de Acheson quede firmemente en la cama.

martes, 11 de abril de 2023

El accidente del Sea Lynx WG13

Incidente de vuelo con el segundo WG13


Relatos e historias de nuestros hombres.
Vivencias en Malvinas de Paul Loubet



Luego de realizarnos el examen médico completo que le corresponde a toda tripulación que sufrió un accidente, me reuní con el oficial a cargo de la investigación para hacerle mi relato de los acontecimientos y aclarar algunas dudas. Mientras tanto, el otro helicóptero Sea Lynx era sometido a una exhaustiva inspección tratando de detectar alguna falla o indicio que nos diera alguna idea de lo que había sucedido. Algunos hablaban de sabotaje porque hasta fines de marzo, había estado con nosotros un técnico de la Westland preparando el viaje de la comisión a Inglaterra para hacer el curso de los helicópteros en fábrica.
La Armada había adquirido diez helicópteros nuevos. Por supuesto que la comisión nunca se hizo y los helicópteros nunca llegaron. Se me ordenó preparar mi nuevo embarque, para llevar a un oficial de la Fuerza Aérea que iría como observador para ver el desempeño de los aviones Pucará lanzando torpedos. Fue así que con el Teniente de Navío Marcelo Miranda como comandante y una semana más tarde del accidente anterior, despegamos de la Base Aeronaval Comandante Espora con rumbo a la costa en donde nos contactaríamos con nuestro buque. También me tocó volar a la derecha, en el puesto del Comandante. La zona en donde hacíamos “pies húmedos” (que significa ingresando al mar, o “pies secos” ingresando en tierra firme”) era cercana a la Base de Infantería de Marina Baterías alejada unas cuantas millas de Espora.
Con rumbo a Baterías y a mitad de camino las revoluciones de una turbina comenzaron a oscilar y la presión de aceite a caer. Como el síntoma era igual al accidente que habíamos tenido siete días atrás, decidimos cortar el motor en problemas y dejar que la otra nos llevara de regreso a la Base. El Teniente Miranda me dejó los comandos mientras él realizaba la comunicación a Espora avisando de nuestra emergencia. El regreso, que parecía una eternidad, fue normal, dentro de la gravedad de la situación. Íbamos controlando los instrumentos del motor en marcha y buscando lugares propicios para entrar en autorrotación si la situación lo requiriera. Recuerdo que durante todo el viaje mi tendencia era a descender mientras Miranda me decía “mantené altura, no bajes” Mi subconsciente todavía tenía el recuerdo de mi caída al agua. Hicimos un aterrizaje con carrera paralelo a la pista principal sobre el pasto, sin ningún tipo de inconvenientes.
Este fue el último vuelo de un helicóptero Sea Lynx en nuestro país. Semanas más tarde, junto con el Teniente Perciacanto, regresamos del sur en pleno conflicto para realizar un vuelo de prueba del helicóptero para ver si quedaba en servicio, luego de una inspección y recorrido general realizado en el Arsenal Aeronaval. El vuelo nunca se concretó, por problemas administrativos, dado que ninguno de los responsables del mantenimiento quiso firmar en conformidad porque según ellos, no tenían forma de determinar ni saber qué es lo que podría suceder en el vuelo de prueba.
Recuerdo que Perciacanto tuvo varias discusiones muy fuertes, inclusive con oficiales más antiguos, pero siempre se mantuvo en su postura: no saldría a volar si la documentación del helicóptero no estaba en orden. Mi posición era la misma. Comprendía que estábamos inmersos en una guerra, pero a pesar de ello, debíamos cubrir un nivel de seguridad mínimo, sobre todo, teniendo los antecedentes de los dos vuelos anteriores.
Ese helicóptero quedó guardado hasta su posterior venta, mucho tiempo después.


Agradecimiento al CN VGM (RE) Gustavo Prieto
Promoción 106 - W/65 – Prom. XXIII


domingo, 9 de abril de 2023

RN: Recortes presupuestarios en los portaaviones británicos


 
Portaaviones clase Invincible, Centaur, Audacious y Queen Elizabeth (en el sentido de las agujas del reloj desde la parte superior izquierda)

Programas de portaaviones de Gran Bretaña desde la Segunda Guerra Mundial: cómo los recortes presupuestarios devastaron la flota

Military Watch Magazine

La Royal Navy británica cuenta hoy con dos  importantes portaaviones de la clase Queen Elizabeth de 65.000 toneladas , que entraron en servicio  en diciembre de 2017  y diciembre de 2019 , haciendo  la flota de portaaviones del país es más grande y más capaz de lo que ha sido desde los primeros años de la Guerra Fría. Si bien la Marina envió una flota considerable durante la Segunda Guerra Mundial, los programas de portaaviones británicos han dejado mucho que desear desde entonces y se enfrentaron a cancelaciones frecuentes como resultado de la situación económica del país. Los portaaviones de la clase Audacious, encargados a partir de 1951, vieron cancelados dos de los cuatro buques de guerra por este motivo, mientras que la clase Centaur encargada en el mismo período vio cancelados cuatro de los ocho buques de guerra. La clase Majestic planeada para el mismo período vio solo uno de los seis buques de guerra depositados encargados con los demás desguazados o vendidos a países de la Commonwealth. Como resultado, el tamaño de la flota de portaaviones en ese momento era menos de la mitad de lo planeado, lo que socavó gravemente las capacidades de proyección del poder británico. El estado de la flota solo empeoraría a partir de ese momento, con los cuatro importantes portaaviones de la Clase Malta, con más de 50.000 toneladas y cada uno diseñado para desplegar 80 aviones, todos cancelados. Después de la década de 1950, con la pérdida de gran parte de su Imperio, Gran Bretaña frenó notablemente sus ambiciones de portaaviones y su próximo buque de guerra, elEl primero en ser llamado  Queen Elizabeth Class, se planeó en solo dos buques de guerra de 50,000 toneladas en la década de 1960. A medida que el tamaño de los portaaviones creció rápidamente durante la Guerra Fría y los aviones de combate se volvieron mucho más grandes y pesados, ya no se consideró un tamaño muy grande. Sin embargo, este programa resultó estar más allá del presupuesto del país y, debido a dificultades económicas, los barcos fueron cancelados a fines de la década de 1960.

Portaaviones de la clase Queen Elizabeth de la Royal Navy británica

Gran Bretaña finalmente evitó perder por completo su aviación naval, un campo en el que la Royal Navy había sido pionera en la era anterior a la guerra, al encargar los portaaviones Invincible Class a partir de la década de 1980. Estos se encontraban entre los buques de guerra más livianos para desplegar aviones de ala fija y desplazaron solo 22,000 toneladas cada uno, un tamaño similar al de los portahelicópteros como la clase Dokdo de Corea del Sur y la clase Mistral francesa. Sin embargo, ofrecieron a las fuerzas armadas un medio para retener alguna forma de aviación de portaaviones en un momento en que los buques de guerra encargados durante y después de la Segunda Guerra Mundial se estaban desvaneciendo rápidamente y Londres parecía particularmente reacio a invertir en la modernización de su proyección de poder. activos. Debido a sus pequeños tamaños y pistas cortas, los portaaviones de la Clase Invencible no podían desplegar aviones de combate convencionales como el F-4 Phantom o el A-4 Skyhawk utilizados por la Armada de los Estados Unidos, y requerían aviones especializados con capacidad de despegue corto y aterrizaje vertical (STOVL). . Por lo tanto, se adquirieron variantes navalizadas de los Harrier Jets altamente especializados para esta función, y la primera entró en servicio en 1978.. La entrada en servicio del Harrier lo convirtió en uno de los primeros cazas de su tipo, siguiendo de cerca a los cazas soviéticos de despegue y aterrizaje vertical (VTOL) Yak-38 que tenían capacidades similares. Los barcos de la Clase Invencible al principio desplegaron nueve helicópteros de guerra antisubmarina Sea King y cuatro o cinco aviones Harriers. Debido a sus pequeños tamaños, los barcos se concibieron principalmente como un medio para proteger las flotas de destructores británicos de los submarinos enemigos durante las operaciones en aguas azules utilizando helicópteros, y se confiaba en los aviones Harrier para proporcionar una capacidad limitada y altamente defensiva. La incapacidad de los Harriers para igualar a los cazas de última generación basados ​​en portaaviones, como el F-14 Tomcat y el F-4 Phantom desplegados por portaaviones estadounidenses, significaba que solo se confiaba en ellos para proporcionar una capacidad secundaria.

El portaaviones Invincible Class lanza el Harrier Jump Jet

El papel de los portaaviones de la Clase Invencible llegaría a cambiar profundamente con el tiempo, con la invasión argentina del territorio británico de las Islas Malvinas en 1982, lo que llevó a Londres a darse cuenta de la necesidad de activos de proyección de energía para proteger sus posesiones en el extranjero. Si bien la gran mayoría del Imperio Británico se había ido, los puestos avanzados clave del poder británico aún permanecían desde Gibraltar y las Islas Caimán británicas hasta las Islas Malvinas y el Territorio Antártico Británico. Los buques de guerra de la Clase Invencible fueron reacondicionados para una función de proyección de energía, y cada uno desplegó 18 aviones Harrier y solo cuatro helicópteros de acompañamiento. Estos incluían tanto la variante de combate del Harrier como el avión de ataque Harrier GR3 con un papel dedicado aire-tierra similar al del A-4 estadounidense. Si bien dejaban mucho que desear en sus capacidades de combate en relación con la mayoría de los cazas de su tiempo, como el F-15 o el MiG-23, eran más que un rival para la flota de la Fuerza Aérea Argentina de derivados del Mirage francés de segunda generación y fechados A -4 jets de ataque que no solo eran viejos sino también cuestionables piloteados. La discrepancia en la calidad de los pilotos en particular no provocó pérdidas entre los cazas basados en portaaviones británicos, mientras que las fuerzas británicas derribaron 31 aviones argentinos.

Mirage III de la Fuerza Aérea Argentina

Los tres portaaviones ligeros de la Clase Invencible fueron retirados del servicio entre 2005 y 2014 y, a pesar de sus capacidades limitadas y tamaños extremadamente pequeños, la clase se consideró un éxito debido a su desempeño contra Argentina y la defensa efectiva de la flota británica. Este éxito fue particularmente notable considerando que los buques de guerra fueron presionados para desempeñar un papel para el que inicialmente no estaban previstos. Se cree que el incidente de las Malvinas influyó en el liderazgo británico para invertir en los primeros buques de guerra portaaviones de tamaño completo del país en décadas con el programa portaaviones Queen Elizabeth Class. Si bien los nuevos barcos de costo relativamente bajo carecen de las capacidades avanzadas de proyección de potencia de los superportaviones más avanzados, como las clases Nimitz y  Gerald Ford de EE. UU.  y la próxima  clase china Tipo 003., como los sistemas de lanzamiento de catapulta electromagnética o de vapor o la capacidad de desplegar aviones AWACS de ala fija como el  E2 Hawkeye  o  el KJ-600 , los buques representan un resurgimiento en las capacidades de los portaaviones británicos y tienen aproximadamente tres veces el tonelaje de la Clase Invencible. . Los problemas presupuestarios significaron que  la Royal Navy puede tener dificultades para adquirir el complemento completo de caza para ambos barcos nuevos , ya que los cazas furtivos F-35B con capacidad STOVL cuestan  más de $ 130 millones cada uno  para adquirir y tienen los  costos operativos  más altos.de cualquier luchador actualmente en producción en todo el mundo. Sin embargo, los buques de guerra de la clase Queen Elizabeth, aunque operen a una fracción de su capacidad de carga de aviones, muy probablemente representarán el programa de portaaviones británico más exitoso en más de sesenta años, en todo caso en virtud del hecho de que es el primer programa de portaaviones de tamaño completo. haber sido visto hasta su finalización desde la Segunda Guerra Mundial.

 

viernes, 7 de abril de 2023

Operación Black Buck: El ataque del 1ro de mayo a la BAM Puerto Argentino

Operación Black Buck: la misión de bombardeo más atrevida desde la Segunda Guerra Mundial

Matt Fratus || Coffe or Die



En abril de 1982, Argentina invadió las Islas Malvinas sin previo aviso, lo que hizo que el ejército británico se tambaleara por una respuesta. La Royal Air Force británica rápidamente desempolvó sus bombarderos de largo alcance que pronto serían retirados y promulgó un plan apresurado llamado Operación Black Buck .El plan requería una serie de misiones de bombardeo que acompañaron los esfuerzos del grupo de trabajo naval para recuperar las islas. Las misiones de la Royal Air Force fueron consideradas las más audaces desde la Operación Chastise de la Segunda Guerra Mundial, el llamado Dambusters Raid , en el que las bombas saltaban sobre el agua para atacar objetivos nazis.


 
El aeropuerto de Puerto Argentino en las Islas Malvinas en la foto de fondo fue el objetivo de una de las misiones de bombardeo más atrevidas de la historia: la Operación Black Buck. En 1982, Martin Withers, centro, lanzó la primera de las misiones de la operación. Compuesto por la revista Coffee or Die.

La RAF británica se reunió en el aeródromo Wideawake de la isla Ascensión en el Atlántico medio para finalizar los detalles de la misión antes del lanzamiento. Cada bombardero Vulcan de largo alcance requirió 11 camiones cisterna de reabastecimiento de combustible Victor para volar 16 horas sin escalas para alcanzar su objetivo: el aeropuerto argentino de Port Stanley, ubicado aproximadamente a 3.900 millas de distancia.

A las 10:30 pm del 30 de abril de 1982, dos bombarderos Vulcan seguidos por 22 petroleros Victor despegaron de su punto de parada, en dirección a las Islas Malvinas. Poco después del despegue, uno de los bombarderos Vulcan experimentó un problema grave. La cabina no se presurizó y el bombardero tuvo que regresar a la base. El Vulcan restante, tripulado por el teniente de vuelo de la RAF británica Martin Withers y su tripulación de cuatro hombres , continuó solo, reabasteciendo de combustible en cada punto de control a lo largo de su ruta de vuelo.

 
Los bombarderos Vulcan de la Royal Air Force británica completaron siete salidas en total contra las fuerzas argentinas durante la Operación Black Buck, el primer ataque de la Guerra de las Malvinas de 1982. Captura de pantalla a través de YouTube.

Cuando Withers colocó su bombardero para el punto de control de reabastecimiento de combustible final antes de alcanzar el objetivo, los petroleros Vulcans y Victor volaron a través de una tormenta eléctrica, poniendo en peligro toda la operación. Los pilotos de los petroleros Victor lucharon con sus controles mientras luchaban a través de la turbulencia. Los destellos blancos de los relámpagos hicieron que el reabastecimiento de combustible en el aire fuera mucho más peligroso que en un día soleado típico. A pesar de la turbulencia, los tubos de reabastecimiento de combustible de dos Victors se conectaron momentáneamente, pero el avión que rebotaba cortó el tubo de reabastecimiento del Victor destinado a hacer el reabastecimiento final para el Vulcan.

“Nos falta combustible, pero hemos llegado hasta aquí, no voy a dar marcha atrás ahora”, dijo Withers por radio , decidido a completar la misión.

El Victor que no sufrió daños tras el incidente de la tormenta eléctrica, pilotado por el líder de escuadrón Bob Tuxford, se movió para completar el proceso de reabastecimiento de combustible.

“Volamos a baja altura sobre el mar para permanecer ocultos por debajo de su radar”, relató Withers a Aviation Heritage Lincolnshire . “Tuvimos que detenernos para hacer el bombardeo a 10,000 pies”.

A la mañana siguiente, viajando a una velocidad de seis millas por minuto, Withers voló su bombardero Vulcan sobre su objetivo y lanzó la carga útil. Entre las 21 bombas de 1,000 libras de Withers, 16 explotaron y solo una impactó directamente en la pista de aterrizaje, dejando la pista fuera de servicio.

“Logramos poner una bomba en la pista, lo que significaba que los argentinos no podían usar esa pista para que sus aviones aterrizaran y repostaran si querían atacar nuestros barcos”, recordó Withers más tarde .

Luego, con el combustible peligrosamente bajo, Withers dio la vuelta a las afueras de Río de Janeiro, Brasil, y voló hasta el punto de encuentro final antes de regresar a casa.

Withers describió ver a Victor de Tuxford como "la vista más hermosa del mundo".

 

Victor K.2 del Escuadrón No. 55 de la Royal Air Force en 1985; tenga en cuenta los botes de reabastecimiento de combustible desplegados. Foto de Wikimedia Commons.

Los pilotos volaron 16 horas y 3.900 millas a casa en un viaje que requirió siete recargas de combustible más.

La Operación Black Buck continuó durante mayo y junio de 1982, y los pilotos realizaron siete salidas en total. En ese momento, la misión de bombardeo fue el bombardeo de combate más largo en la historia militar. El récord se mantuvo hasta que los bombarderos B-2 estadounidenses llevaron a cabo una misión de 35 horas y 14,000 millas durante la Tormenta del Desierto. Ese récord se rompió poco después del 11 de septiembre, cuando los bombarderos B-2 superaron las 70 horas de tiempo de vuelo sobre Afganistán durante la Operación Libertad Duradera.

“Ciertamente fue muy extraño entrar en el primer ataque”, reflexionó Withers mientras describía la misión inusual. “Muy a sangre fría […] el nuestro fue el primer ataque del conflicto”.