El piloto puntaltense que se quedó a custodiar Malvinas
Antes de que lo derriben, el teniente de corbeta Daniel Miguel cumplió la misión que le habían encomendado: defender desde el aire a soldados argentinos que resistían en Puerto Darwin y Pradera del Ganso. “Allá voy” fueron sus últimas palabras.
Por Andrea Carabetta
El teniente de fragata post mórtem Daniel Enrique Miguel nació en Punta Alta el 19 de noviembre de 1957. Comenzó sus estudios en la Escuela Nº 99 (hoy Escuela N° 23), y pasó luego por el excolegio Nacional y en ambos establecimientos dejó grabada en la memoria de sus compañeros y docentes su imagen bondadosa y siempre alegre.
El teniente Miguel, junto a un avión Aermacchi, antes de la guerra.
En 1975 ingresó como cadete en la Escuela Naval Militar, donde sus compañeros pronto lo bautizaron “Coquito”. Inquieto, locuaz, gracioso y feliz fueron características de aquel muchacho puntaltense que comenzaba a desplegar sus alas.
Aquellos que lo conocieron en la escuela recuerdan su gusto por la música y el yachting y su afable compañía en los días de descanso. Además, vieron cómo día a día se convertía en el hombre que en la guerra con Gran Bretaña por las islas Malvinas demostraría el valor que llevaba en su alma.
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Comenzaba la década del 80 cuando a Daniel Miguel le dieron sus merecidas “alas”, distintivo del aviador naval. Y mostrando sus dotes de piloto, ingresaba en 1981 a la Primera Escuadrilla Aeronaval de Caza y Ataque (EA41).
Su sueño se materializaba poco a poco. Con su esfuerzo había logrado lo que siempre había querido: convertirse en piloto de avión escribiendo en el cielo su historia, su vida y su pasión.
Tenía 24 años y comenzaba a bosquejar su futuro, preparando los detalles de su boda.
Pero un 25 de mayo de 1982 tuvo que poner rumbo al sur con su avión Aermacchi. La Patria le pedía que protegiera la soberanía sobre las islas Malvinas.
El 28 de ese mes, cerca del mediodía, el comandante de la EA4, entonces capitán de corbeta Carlos Molteni, recibió la orden de efectuar una misión sobre Puerto Darwin para dar apoyo a las fuerzas argentinas que defendían esa posición. Daniel Miguel lo secundaría.
El teniente subió a su avión, rodó hacia la cabecera de la pista y esperó la orden de despegue. Las ruedas del “Macchi” se impacientaban por abandonaron el suelo. Hasta que se escuchó la voz de Miguel:
—En el aire.
La meteorología empeoraba a medida que se acercaban al objetivo. Les ordenaron regresar porque la visibilidad era nula. Ya a las 15:30, todo estaba dispuesto para una nueva salida, pero otra vez el tiempo les jugó una mala pasada: un fuerte viento les impidió despegar. Sin moverse del lugar en donde estaban, esperaron las condiciones propicias, que llegaron una hora y media después.
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Bien pegados al terreno, volando a muy baja altura, los dos Aermacchi se dirigieron hacia su objetivo: la posición de la Infantería británica en una hondonada frente a la escuela de Darwin.
“Sus últimas palabras quedaron grabadas para siempre en mis oídos”, contó el suboficial auxiliar de la Fuerza Aérea, Norberto Bazaéz, que fue en ese momento director de tiro “ECO”:
—Allá voy —respondió el teniente Miguel cuando le asignaron el objetivo por radio.
Fueron apenas segundos en los que el valor del teniente Miguel lo llevó a cumplir con la que sería su última misión (a pesar de que hasta la naturaleza parecía gritarle el peligro que lo acechaba): defender a un grupo de soldados argentinos que resistían en Darwin y Pradera del Ganso.
Los dos aviones atravesaron un denso fuego antiaéreo y aunque el capitán Molteni logró evadirlo y regresar a Puerto Argentino, el MC-339 4-A-114 que piloteaba Miguel fue derribado.
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Hoy, el teniente de fragata post mórtem Daniel Enrique Miguel descansa bajo el cielo del sur. Custodio de aquello por lo que ofrendó su vida, se convirtió en un héroe de Malvinas puntaltense.
En su homenaje, el Centro de Veteranos de Guerra y Familiares de Caídos en Malvinas de Punta Alta construyó en 2008 un monumento en su honor con un avión Aer Macchi donado por la Armada.
Su padre, el suboficial mayor retirado Enrique Miguel, también de la Aviación Naval, descubrió una placa en su honor y el capitán de navío Arturo Médici, compañero de promoción del piloto fallecido, leyó una alocución:
—Daniel se quedó allá, en nuestras islas, como centinela de los intangibles por los cuales luchó y murió. Lo recordaremos siempre con enorme afecto y solemne respeto.
El año pasado, en la Escuela Secundaria N° 1 de su ciudad natal le impusieron su nombre a un aula.
—No sabía que Daniel tenía esa valentía, hasta que llegó el momento —dijo ese día su padre, dolido, emocionado y orgulloso.
Y en el Museo de la Aviación Naval, ubicado en la Base Aeronaval Comandante Espora, se exhibe el birrete que utilizó Miguel durante la campaña de Malvinas.
Además del teniente Miguel, otros 4 puntaltenses cayeron en la guerra de Malvinas: el guardiamarina Juan José Aguirre, el cabo principal Roberto Olariaga y los cabos segundo Raúl Rodici y Raúl Oscar Vázquez.
Y junto a Miguel hay otros 5 héroes de la Aviación Naval: el capitán de corbeta Carlos María Zubizarreta, el teniente de navío Marco Benítez, el teniente de fragata Gustavo Marcelo Márquez, el suboficial mayor Ramón Barrios y el suboficial segundo Roberto Lobo.
Gaceta Marinera
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