Desempeño del misil Rapier
La batería T recibió sus primeras órdenes de despliegue aproximadamente una semana antes del establecimiento de la cabeza de playa, para la que se eligió la caleta de San Carlos en la isla Soledad. Comprensiblemente se descartó todo reconocimiento detallado, ya fuera por tierra o por helicóptero, por parte del personal de la batería, y las posiciones de los lanzadores fueron elegidas inicialmente mediante reconocimiento en un simple mapa y ratificada por la información computada proveniente de Royal Signals and Research Establishment, que proporcionó un panorama mas preciso sobre las dificultades del terreno y la factibilidad de su cobertura. Considerando las serias limitaciones operativas en las áreas de despliegue y las características desfavorables inherentes al terreno, los emplazamientos elegidos fueron los mejores para el cumplimiento de la misión, según se verificó posteriormente. El cable impar del teléfono fue el único no instalado en donde se había previsto.
A medida que cambiaba la situación, el comandante de la Brigada 3 reconsideraba su evaluación de la amenaza, otorgando a sus elementos de defensa aérea (que incluían los Blowpipe lanzados desde el hombro) la misma prioridad de desembarco que a los cañones de apoyo cercano. El desembarco de asalto comenzó antes del amanecer del 21 de mayo, pero los Rapier no pudieron ser desembarcados y llevados a tierra antes del mediodía. Para entonces, los ataques argentinos habían comenzado y los pilotos de los helicópteros se vieron obligados a continuar con la descarga bajo el fuego de los ataques. En esas circunstancias hubo que atajar, arrojar, arrastrar, se produjeron caídas de materiales; se doblaron algunos rieles de lanzadores; hubo generadores fuera de lugar, seguidores ópticos no sincronizados; se dejaron caer varias plataformas con misiles y se rompieron algunos contenedores.
Un vehículo y un seguidor óptico se estrellaron contra unas rocas, quedando inutilizados. Cuatro unidades de tiro fueron emplazadas fuera de los sitios designados, lo que produjo una reducción en la cobertura. A pesar de todo, la primera unidad de tiro informó estar lista 25 minutos después de haber recibido su última carga (a las 15:00 hs), conforme a los tiempos empleados en los adiestramientos en las épocas de paz. Los tiempos equivalentes de las otras unidades de tiro fueron todas menores a los 30 minutos, aunque de hecho, solo diez de los doce sistemas pudieron ser transportados a la costa antes de que la caída de la noche interrumpiera los vuelos. La pérdida anterior de un generador implicaba que uno de ellos no sería operativo hasta el día siguiente.
En un principio, las diez unidades fueron instaladas en un semicírculo rodeando el brazo izquierdo de la caleta de San Carlos para proteger a las tropas que llegaban a tierra o que estaban atrincheradas en ambas márgenes a la entrada de la caleta. Cuatro de las unidades de tiro estaban emplazadas cerca de la cabeza de este brazo de la caleta (Bahía Bonners) mientras que las otras habían sido posicionadas en las montañas que lo rodeaban, las Sussex hacia el Oeste y las Verde hacia el Este.
En el Norte, el acceso marítimo hacia el estrecho de San Carlos, estaba protegido por una línea de cañones formada por buque de la RN. Es evidente que las unidades de tiro de la Bahía Bonners debían ocuparse de aquellos aviones que lograban penetrar en los estrechos límites de la caleta San Carlos, cuya medida transversal es de 2,5 km en la zona de la cabeza de playa, con campos de tiro muy restringidos y difíciles de despejar desde el punto de vista de los defensores. Los emplazamientos en las montañas proporcionaron una amplia cobertura, pero debido a la forma convexa de las laderas, estas unidades de tiro no tenían línea visual hacia la costa o hacia los buques que se encontraban amarrados directamente debajo de ellas, y solo veían las márgenes opuestas ocupadas por tropas británicas, lo que constituía otro factor restrictivo. Igualmente irritante era el hecho de que los buques de guerra ubicados en el Estrecho de San Carlos al oeste del Mte Sussex , si bien estaban dentro del radio de acción de los Rapier, no se encontraban a cubierto de ninguno de los emplazamientos de la montaña, ni podían estarlo a menos que las unidades de tiro fueran trasladadas fuera del perímetro de defensa local (debieron transcurrir varios días hasta que se confirmó que el área estaba libre de tropas argentinas), y en ese caso se hubiera restado efectividad a la cobertura en San Carlos.
En el Día Dos, dos de las unidades de tiro de la Bahía Bonners, junto con las unidades 11 y 12 del LSL, fueron desplegadas nuevamente hacia el norte rodeando puerto San Carlos. Este lugar se convirtió en lugar de operaciones de Harrier. El Día Cuatro se desplegó una única unidad de tiro para apoyo directo de los buques de la Marina que se encontraban bajo inmensa presión en la línea de cañones, mas accesible a los aviones argentinos que sobrevolaban las aguas mas amplias del estrecho de San Carlos. El sitio elegido fue Wreck Point , en el extremo norte de los montes Sussex, brindaba cobertura ilimitada en un ángulo muy amplio, del tipo de la aplicadas en el noroeste de Europa.
El número de unidades de tiro en San Carlos se elevó a 20 con la llegada de los ocho Rapiers Blindfire del escuadrón 63 el día 27 de mayo. Al día siguiente, se transportó por vía aérea un destacamento de la Batería T hasta la ensenada Teal, centro de operaciones de la Brigada 3 recientemente instalado, a unos 45 km hacia el este. Unos días mas tarde, un segundo grupo fue transportado de los LSL Sir Tristam y Sir Galahad (dos unidades de tiro en cada buque) a Puerto Agradable (identificado erróneamente como Bluff Cove por los medios informativos), cerca del nuevo centro de operaciones de la Brigada 5 en Fitzroy, en la costa sur de la isla. Las cuatro unidades de tiro fueron levantadas el 8 de junio para establecer una defensa aérea del área, cubriendo la base logística y el centro de operaciones de la brigada en Fitzroy. Esta disposición defensiva no ofrecía una cobertura eficaz a los buques fondeados en Puerto Agradable. Algunos expertos propusieron frecuentemente en el pasado una versión naval del Rapier, y es interesante comprobar que en esta ocasión los usuarios aconsejaron dejar una unidad de tiro en cada una de las plataformas de popa del LSL y las otras dos en la playa para proporcionar cierta protección en dirección al mar hasta que se completara el desembarco de todos los suministros. No obstante, la idea fue rechazada porque se dijo que no había la suficiente capacidad de helitransporte para que los Rapier fueran trasladados mas de una vez. Ambos buques fueron alcanzados por el primero de los tres ataques aéreos argentinos y se incendiaron muy poco tiempo después de que la ultima unidad de tiro Rapier fuera dejada en tierra. De las tres unidades de tiro que estaban en servicio en ese momento, solo una pudo percatarse del primer ataque debido al efecto de pantalla producido por el terreno, pero lamentablemente sufrió un desperfecto. Las olas subsiguientes fueron llevadas a cabo bajo cobertura y recibieron el ataque de dos misiles, de los cuales uno, habría dado en el blanco. Informes no confirmados sugieren que algunos de los aviones enemigos que participaron en el ataque aterrizaron en Puerto Argentino para reabastecerse y que el “probable” impacto contra un Skyhawk logrado por las tropas estacionadas en la ensenada Teal correspondería a uno de estos aviones en su vuelo de regreso al continente.
Por lo que el autor a podido constatar, no hubo nuevos despliegues de ninguna de las unidades de tiro Rapier “permanentes” (el plan para defensa de la pista aérea de Goose Green con cuatro unidades de tiro e la Fuerza Aérea británica nunca fue llevado a cabo), aunque el relevo de la batería T (batería 9, también del Regimiento 12) comenzó su despliegue inicial cerca de la capital de Malvinas, aproximadamente en el momento en que fue decretado el cese del fuego.
Un lanzador superficie aire Rapier FSB1 del British Army en White Rincon defendiendo a los barcos de la Task Force británica amarrados en las aguas de San Carlos.
Esta es una fotografía de un lanzador de misiles Rapier denominado Alpha 32. Un sargento del BA está comprobando el radar, que sólo puede ver la `A` para Alpha en la cúpula de la izquierda. Este destacamento derribó 3 aviones argentinos durante la guerra. La batería en su conjunto derribó 14 derribos confirmados de aviones enemigos con seis probables.
Algunas enseñanzas prácticas
A través de conversaciones mantenidas con aquellos que estuvieron presentes en la cabeza de puente de San Carlos y en despliegues posteriores se obtuvo una comprensión detallada de la realidad de los ataques de los Rapier en Malvinas.
Se asignaron lanzamientos a todas menos a una de las doce unidades de tiro y el número máximo de impactos logrados por una unidad de tiro individual fue de cuatro, lanzados desde el emplazamiento de puerto San Carlos. Se estima que unos 16 operadores atacaron a los aviones argentinos. La tendencia natural era que el comandante del destacamento designara a un operador con antecedentes de seguimiento comprobados, aunque, de hecho, nadie logró atribuirse mas de dos impactos.
Por el contrario, uno de los elegidos fue un operador principiante que no había disparados misiles reales durante su adiestramiento ni había hecho seguimientos antes de embarcarse y sin embargo se destacó derribando un Mirage con su primer disparo.
Es muy probable que la combinación de demoras en el desembarco, equipos dañados o mal ajustados, nervios de los operadores, terreno y condiciones limitadas de las operaciones, hayan impedido que se registraran impactos de los destacamentos Rapier en el Día Uno de los desembarcos, si bien los argentinos dedicaron gran parte de sus esfuerzos a atacar los buques de la línea de cañones perdieron 17 aviones por la acción de otros medios.
Se advirtió que cuando algunos operadores lanzaban misiles, el seguimiento inicial era llevado con efectividad, pero, debido posiblemente a un exceso de adrenalina o de nerviosismo, se enviaban al misil órdenes de seguimiento innecesarias. El primer día se efectuó el seguimiento de varios aviones, aunque no se los atacó por razones de seguridad ya que los misiles podían estar apuntando hacia tropas británicas. Los emplazamientos en las montañas se abstuvieron de disparar contra el fondeadero de San Carlos, pero todas las restricciones fueron levantadas a partir del Día Tres (el Día Dos la poca visibilidad impidió los lanzamientos). Posteriormente 11 misiles debieron ser desviados de sus blancos después del lanzamiento para evitar que hicieran impacto sobre propias tropas, buques o helicópteros, uno de los blancos propios conocidos fue el mástil de un buque.
En verdad, el primer impacto logrado por un operador podía ser una experiencia muy perturbadora para él, ya que con muy pocas excepciones ese hecho disipaba cualquier ilusión de que el piloto hubiera podido eyectarse con vida. Un testigo observo que los Mirages alcanzados por un Rapier se disolvían en una bola de fuego, mientras que los Skyhawk tendían a desintegrarse sin encenderse (quizá como tributo a su resistencia; también se observó que otros se alejaban averiados y humeantes después de soportar ataques de armas no especificadas).
El Radar individual de cada unidad de tiro, tenía un alcance nominal de unos 12 km. En San Carlos, el terreno y la visibilidad permitían que casi todos los blancos descubiertos estuvieran dentro del alcance visual y el radar no prestaba gran utilidad. Otros datos sugieren que hubo casos de interferencia mutua con los radares embarcados. Y en consecuencia los radares de los lanzadores eran casi siempre desconectados y los ataque se llevaban a cabo en forma óptica. La única excepción fue la unidad de tiro de Wreck Point, detectándose el blanco al máximo alcance y derribándolo a 5,6 km. Sin radar de vigilancia, las unidades de tiro tenían mayor dependencia de la red de alerta local de la batería basada en la radio portátil Clansman PRC 351 VHF. (misión similar al ROA argentino).
Naturalmente, los pilotos argentinos trataron de aprovechar el terreno al máximo para protegerse y frecuentemente solo eran descubiertos de 3 ó 4 km, volando a 400 nudos a menos de 50 pies del suelo y manteniéndose bajo cobertura por un lapso inferior a 25 segundos.
A pesar de los muchos inconvenientes sufridos se llevaron a cabo ataques exitosos.
Extraccion de "El Rapier al desnudo" de Rupert Pengelley
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