POR GONZALO SÁNCHEZ
El vuelo que partió desde Ezeiza cargado con regalos para el dictador libio.
Los pilotos sabían más o menos qué les esperaba. Pero quedaba margen para sorpresas. A Gezio Bresciani, por ejemplo, antes de volar a Libia le comunicaron que el avión no partía vacío.
–¿Qué llevo?– quiso saber el comandante.
– Manzanas, 26 toneladas – le respondieron.

El militar le mostraba una tarjeta firmada por el mismo Galtieri. Bresciani le decía que eso no le importaba y que no iba a poner en marcha el avión sin saber lo que había adentro. Gestiones telefónicas. Al cabo de un rato regresó con autorización para abrirla. “Adentro –dice Bresciani– había un rebenque con cabo de plata y en cuero crudo, y una carta de Galtieri”.
Sigue Bresciani: “Llegamos a Trípoli y nos mandan a una plataforma llena de aviones rusos. Nosotros estábamos en el avión, y por ahí aparece un jeep con un coronel y otros hombres. El tipo sube, nos saluda y en un momento mira para atrás. Cuando ve las manzanas, pregunta qué era. Y yo, tratando de ser cortés, le digo: ‘Esto se lo manda mi gobierno a su país en agradecimiento por lo ayuda que nos están dando’”.
El coronel montó en cólera y empezó a insultar. Gritaba y nadie comprendía. Bajó del avión, fue hasta el jeep y se marchó. Silencio. Pasaron 40 minutos. Bresciani empezó a especular. Si el problema eran las manzanas, podían irse a Roma, descargarlas y regresar con el avión vacío. La otra posibilidad era irse como sea. Le habían dado 40 mil dólares de viáticos. Dividían el dinero, sacaban pasajes y que el avión de Aerolíneas quedara ahí. Pero apareció el Doctor Alberto y destrabó el asunto. Llegó en un auto hasta el avión y les dijo: “Bajen, ahora pueden hacerlo”. Después les explicó las razones del enojo del coronel por las manzanas. Según el Corán, cuando alguien ofrece ayuda no debe recibir nada a cambio. “Es violar una ley divina”, les dijo.
Los regalos no parecían ser un asunto de importancia en ese viaje. Tampoco el rebenque de oro pudo ser entregado en mano Kadafi. Treinta años después, Bresciani lo explica: “Kadafi no aparecía nunca. Nos decían que estaba en su carpa, retirado, orando en el desierto”.
Clarín
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