"Esto está re British”, fue lo primero que pensó uno de los combatientes
+ Carolina Delisa @carodelisa
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"Esto está re British”. Esa fue de la primera impresión que tuvo Jorge Luis García cuando volvió a pisar las Falklands Islands (o Islas Malvinas), después de 32 años de haber combatido contra los británicos, en un afán del gobierno militar de Leopoldo Galtieri por recuperar un territorio que Argentina cree propio hasta el día de hoy. Veinticuatro argentinos, que habían luchado en 1982, viajaron desde la provincia de San Luis para reconocer sus posiciones durante la guerra, para tratar de reconstruir partes de la historia que se fueron borrando con el tiempo, y para reconciliarse con el pasado.Cuando creyó que era una historia cerrada, Alejandro Príncipe se enteró de que encabezaba la lista entre los veteranos de San Luis que el gobierno local elegía para el viaje. A partir de allí, fueron dos meses sin dormir.Príncipe no pertenecía a las Fuerzas Armadas. Era estudiante de Química, y en 1982 le tocó cumplir un año del servicio militar obligatorio. Tenía 20 años. Era de los mayores entre los combatientes, porque, a diferencia del resto, él se había pedido una prórroga especial para terminar sus estudios. Cuando se enteró de que lo mandaban a las islas se puso contento. “Norberto, me voy a Malvinas, voy a conocer el lugar. Así que, al regreso, nos vamos a trabajar para allá”, fueron las palabras que le dijo a su primo, según relató a El Observador en tierra malvinense. Los jóvenes habían llegado a la guerra sin miedo, sacándose fotos con sus armas, que apenas sabían cómo funcionaban. Después de los dos meses de enfrentamientos, donde murieron 649 argentinos, y 255 británicos, Príncipe volvió a su pueblo, donde dejó de ser el estudiante de Química bondadoso, y se convirtió en “el loco de la guerra”.“Nosotros vivimos, comemos, todo es Malvinas. Cada cosa que pasa nos transporta a este lugar. Por eso vine hoy acá”, confesó el excombatiente, que se desempeñó durante el conflicto como camillero. A Príncipe no le tocó matar a nadie, pero sí tuvo que ver a sus compañeros morir en más de una oportunidad.
La mayoría del grupo coincidió en qué era que los llevaba a Malvinas de nuevo: cerrar una herida.
El día que llegaron, algunos optaron por quedarse en silencio y contemplar el lugar. En una de sus primeras recorridas, Príncipe dio con una piedra que reconoció enseguida. Allí se había sacado una foto hacía 32 años. No dudó en repetirla.Luego ubicó la posición en la que había estado, y desde ahí quiso escribirle a su hija mayor. “Te escribo desde donde le escribía a mi novia, tu madre”, fue como la encabezó, según contó a El Observador. Se quedó sentado algunas horas, “oliendo ese olorcito especial” de las Malvinas. “Esa paz que tiene este lugar. No lo conocí con esta paz. Y es lo que vine a buscar”, reafirmó.La visita al cementerio de Puerto Darwin también era una materia pendiente para los veteranos. Un día antes el grupo ya se mostraba nervioso sobre cómo sería ver el lugar donde descansan los restos de sus compañeros. Sentados sobre la calle Ross Road, que da al océano, sacaron una guitarra y se pusieron a cantar canciones de su país. Rodeados de banderas británicas, como es común en Stanley (capital de las Malvinas), algunos especularon sobre cómo iban a hacer flamear la argentina cuando llegaran al cementerio, el único lugar de las islas donde les es permitido hacerlo.Príncipe no sacó ninguna bandera. Prefirió estar solo, en un rincón, esperando que el grupo rindiera sus honores a los combatientes argentinos, muchos de ellos sin identificar. Varias lápidas tienen, en vez de un nombre, la frase “Soldado argentino solo conocido por Dios”. Se despidieron del cementerio cantando el himno de su país.La herida se terminó de cerrar con un gesto de reconciliación. Durante su estadía en el Hotel Malvina, uno de los pocos lugares que conserva ese nombre, Príncipe conoció a un oficial británico que también había peleado en la guerra. Cruzaron algunas palabras en inglés y el argentino le contó cómo había vivido el enfrentamiento. “Vine a este lugar en busca de paz”, dijo Príncipe. Recibió como respuesta un perdón, un abrazo, y los dos terminaron en lágrimas.
El duelo inglés
El excombatiente británico David Jackson estuvo en las Falklands durante la misma semana que lo hicieron los excombatientes argentinos, y llegó con el objetivo de presentar su disertación “Siete días en el Sur: una historia de guerra”, en la que plasma en diferentes formatos testimonios del conflicto. Aunque su rol como militar había sido luchar contra la invasión de las islas, lo primero que hizo cuando pisó las Falklands fue visitar el cementerio de Darwin. “Es algo que me pone muy triste. Nosotros estábamos haciendo el trabajo que elegimos. Elegimos hacerlo. Los argentinos no tuvieron esa opción”, dijo Jackson en entrevista con El Observador.Recuerda que, en principio, viajar a las islas para combatir le parecía “un chiste”. “Supe que era real cuando mi mejor amigo murió”, contó el exsoldado. Describió la guerra como un momento en que todo lo que importaba era sobrevivir. Y para eso no hubo otra opción que dejar los sentimientos a un lado, pensar en los combatientes argentinos como objetos, y dar lo mejor de sí. Incluso, mantener el sentido del humor se volvía algo importante. “Cuando estás siendo bombardeado todo lo que podes hacer es volver a tu trinchera y reir”, confesó Jackson a El Observador, durante su estadía en la isla Sea Lion, que queda a unos 40 minutos de avioneta de Stanley.En medio de una reserva natural de pingüinos y elefantes marinos, Jackson aprovechó para rendir honores a sus compañeros caídos, en un memorial instalado sobre la costa. Caminó una hora hasta llegar al monumento. Sacó un trapo y se puso a limpiar las placas. Después de un rato, dejó una amapola bajo el nombre de sus compañeros. “Ojalá que se mantenga limpio, hasta que otro vuelva”, dijo antes de irse.El Observador
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