Malvinas y un relato sobre los colonos de Gran Bretaña
Las transformaciones que en dos siglos atravesaron los pobladores de las islas que aún reclama la Argentina, en este adelanto. El primer capítulo de Kelpers se puede leer abajo.
Kelpers, Natasha Niebieskikwiat
Ojeo uno de los libros de la vasta biblioteca de producciones locales y británicas que tiene el Lafone House de Stanley, mezcla de hotel y bed & breakfast. Clavo la mirada como un imán en una foto vieja. Un joven rubio, muy bronceado y con el rostro bien curtido está parado con sus ropas de fajina sobre un elefante marino que yace en la playa pedregosa, sin sangre.
El hombre se jacta, sobria y tímidamente, de su bestia trofeo. Es posible que lo haya matado él, pero no queda claro. A su alrededor hay otros cuatro jóvenes, vestidos no con harapos pero sí con el saco y el sombrero de los viejos pescadores. La foto –“Elefante marino capturado-Puerto Stanley”– integra una suerte de catálogo de postales de las Malvinas y ha sido tomada por George P. Biggs, nieto de James, el primer Biggs en llegar a las islas junto con Richard C. Moody, el gobernador que inauguró la ocupación británica, a bordo del bergantín Hebe, en enero de 1842.
Biggs inventó un negocio vendiendo postales como souvenirs en ese bastión remoto del Imperio. La foto dice más. Dice, por ejemplo, que George aprovechaba las curiosidades locales para vendérselas a las tripulaciones de los miles de barcos que pasaban por Stanley durante el período que va de 1800 a principios de 1900. Pingüinos, lobos y elefantes marinos, aves, ballenas. Víctimas de la depredación apreciada en una foto en blanco y negro para el recuerdo.
El libro cuenta que la terminación del canal de Panamá hacia 1914, el reemplazo gradual de la navegación a vapor y la suspensión en 1917 del correo a través de Pacific Steam Navigation Company representaron un golpe muy duro para este tipo de emprendimientos (...) Gracias a los Biggs y a otros fotógrafos amateurs de fines de 1800 y principios de 1900 se puede apreciar el viejo Stanley: las edificaciones impresionan menos que la cantidad de barcos anclados en la bahía. Una escena que no volvería a repetirse hasta fines del siglo XX y que ahora los isleños temen que se repita con la explosión del petróleo que esperan a partir de 2017.
En 1885, la capital de la colonia tenía 800 habitantes. En 1916, 900. Casi un siglo después, se registraron poco más de 2.800 habitantes en todo el archipiélago.
Stanley sigue siendo un pueblito; sin embargo, tiene unos aires de ciudad que a veces ni cabe en sí mismo. (...) Jan y Coleen descienden de James Biggs, que había nacido en Portsea (Portsmouth, Inglaterra) en 1806 y había sido bautizado en la misma iglesia que Charles Dickens. James sembró hasta nueve generaciones en el archipiélago, si se tienen en cuenta los niños y niñas nacidos ahí. En marzo de 1825, James se unió al Cuerpo Real de Mineros en Portsmouth, aquel grupo de militares e ingenieros que sirvieron en las guerras de Inglaterra facilitando el avance de las tropas propias y dificultando el del enemigo. James era un soldado raso que trabajó en la excavación, demolición y construcción de calles y casas necesarias a partir de 1843 para levantar la nueva capital de la colonia. “Sus papeles militares lo describen de poco menos de un metro setenta de alto, con complexión robusta y pelo marrón. Ojos azules”. En junio de 1826 se embarcó con los zapadores hacia Gibraltar, donde había mucho empleo en las fortificaciones navales y el astillero. En Gibraltar se casó con Margareth Martin (...) Al volver a Inglaterra, el matrimonio se estableció en las afueras de la superpoblada Londres con sus cuatro hijos. Entonces, el lugarteniente luego gobernador general de la colonia, Moody, hizo un llamado a voluntarios que quisieran acompañarlo a las Malvinas.
Biggs sirvió a Moody y viajó con toda su prole, decidido a convertirse en colono. El Hebe partió de Inglaterra en octubre de 1841 y llegó a Puerto Louis a mediados de enero de 1842 (...) La paga al principio era de un chelín y seis peniques por día. Los zapadores, como Biggs, debían además tener experiencia n el manejo de los caballos. Con el tiempo, casi todos estos isleños desarrollarían destrezas equiparables a las de los gauchos sudamericanos que los precedieron en la ocupación de las islas.
Además de conservar dos enormes biblias de familia con la historia de los Biggs y la de los Cheek, Jan tiene un acervo de fotos y documentos que prueba la fortaleza de su árbol genealógico y sus vínculos de sangre y políticos. Gentilmente, saca fotocopias de cartas (...)
Clarín
No hay comentarios:
Publicar un comentario