Así enterró un oficial británico a los caídos argentinos en Malvinas: "Lo hice con amor y respeto como si fueran mis hijos"
En 1982, el coronel inglés Geoffrey Cardozo fue encomendado con una difícil tarea: recoger los cuerpos de los campos de batalla y darles digna sepultura en Darwin. Su trabajo fue fundamental en el proceso de identificación de los caídos en el conflicto bélico. El video de la emotiva ceremonia en febrero de 1983Por Gaby Cociffi || Infobae
Directora Editorial de Infobae | gcociffi@infobae.com
"Mamá, papá, yo tuve en mis brazos a su hijo antes de darle digna sepultura. Y hoy, 36 años después, los abrazo a ustedes y siento que esto es un milagro".
El coronel británico Geoffrey Cardozo deja escapar una lágrima, cuando envuelve en sus brazos a Dalal y Said Massad, padres de Marcelo Daniel, soldado caído el 11 de junio en la batalla de Monte Longdon y enterrado en Darwin en una tumba sin nombre.
Daniel fue, durante 36 años -al igual que otros 121 combatientes que yacen en el cementerio- un Soldado Argentino solo conocido por Dios. Pero desde hoy 90 combatientes recuperarán el nombre que perdieron el día que dieron su vida por la Patria. A las 9:50, en el cementerio de Darwin, 210 familiares descubrirán las placas con los nombres de sus seres queridos.
Fue la causa por la identificación -que comenzó en 2008 con la iniciativa y el trabajo del veterano Julio Aro– lo que permitió que las familias hoy puedan dejar una flor o llorar sobre una tumba con nombre.
El proceso fue largo y difícil: implicó una complicada negociación política de seis años, la firma del acuerdo entre Argentina y el Reino Unido en diciembre de 2016, la mediación de la Cruz Roja Internacional, el trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense y el viaje a las islas de 12 profesionales de distintas nacionalidades que exhumaron los cuerpos en Darwin para conocer la identidad de los soldados.
En 1982 fue el entonces joven capitán Cardozo, de 32 años, quien se desempeñaba en el área logística del Ministerio de Defensa en Londres, quien recibió la orden que le cambiaría la vida para siempre: debía recoger los cuerpos de los soldados argentinos en los campos de batalla para darles digna sepultura.
Pero había llegado a las islas, solo un día después de finalizada la guerra, con otra misión: ayudar a los oficiales con la tropa en el período post guerra que siempre es muy duro para los combatientes. "La adrenalina está muy alta, tienen mucho stress, hay agresión y mucho alcohol. Mi función era mantener la disciplina, darles comida y confort, que es importantísimo para los sobrevivientes", relata Cardozo hoy.
El capitán Geoffrey Cardozo en las islas (foto álbum personal)
No solo había que cuidar a los soldados, sino "limpiar" las islas de los vestigios de la lucha armada.
Fue así que los ingenieros militares que buscaban minas en los campos, durante ese helado mes de junio de 1982, empezaron a encontrar cuerpos de soldados argentinos en donde se habían librado las batallas más cruentas de la guerra.
Había algunos cuerpos marcados con una cruz, otros estaban enterrados bajo un montículo de piedras y algunos pocos solo cubiertos -quizás en la urgencia de la batalla- por una manta.
El coronel Cardozo durante su trabajo en las islas en 1982 (Foto: Geoffrey Cardozo)
"Cuando los ingenieros hallaban las fosas me mandaban llamar. Yo llevaba una trompeta, hacíamos una pequeña ceremonia, rezábamos una plegaria y marcábamos el lugar donde habían sido enterrados".
Al comienzo de diciembre, cuando la nieve ya cubría la turba de las islas, el gobierno de la primera ministra británica Margaret Thatcher le ofreció al presidente de facto de la Argentina, Leopoldo Fortunato Galtieri, "repatriar los cuerpos". La respuesta fue tajante: "Ellos están en nuestra Patria, allí van a quedarse". Hubo, más tarde, un pedido de ayuda para identificar a los caídos. Pero esa vez nadie respondió: la desmalvinización había comenzado.
Encontró los cuerpos enterrados en los campos de batalla: algunos marcados con una cruz, otros con un montículo de piedras, otros cubiertos por una manta (Foto: Geoffrey Cardozo)
El Reino Unido, entonces, le encomendó a Cardozo recuperar los cuerpos y construir un cementerio de guerra. "Pero ese no era el trabajo para un soldado", reflexiona Cardozo. Entonces, voló a Londres para buscar ayuda. Visitó tres casas funerarias en busca de hombres mayores de 30 años, por un tema de madurez emocional, y solo hasta 40, por la resistencia física que había que tener para esta dura tarea.
La empresa elegida subcontrató a dos directores de funeral: Pauls Mills -quien había sido el encargado de trasladar los cuerpos de los británicos desde las islas- y William Lodge. Cardozo volvió a las islas comandando un pequeño batallón de 12 hombres que tenían que cumplir la orden más dolorosa: inhumar los restos de los soldados argentinos.
La tumba de un soldado argentino poco después de la guerra: así los encontró Cardozo (foto: Geoffrey Cardozo)
"Empezamos la tarea en los primeros días de enero de 1983, y el 19 de febrero les dimos sepultura. Cuando me dieron ese trabajo supe que iba a ser doloroso porque no iba a poder identificarlos a todos", rememora el oficial británico.
"Al ver los primeros cuerpos quedé en shock. No podía creer que no tuvieran la chapa identificatoria. Encontré que algunos jóvenes habían pegado un papelito y escrito en tinta sus nombres sobre las chapas vacías, pero estaban borroneados por la lluvia y el clima".
El sitio marcado con una cruz improvisada por los mismos combatientes argentinos (Foto: Geoffrey Cardozo)
"No había registros médicos precedentes, ni placas dentales, ni nada que me permitiera identificarlos. Revisé cada cuerpo con mucho cuidado, los bolsillos, las chaquetas, todo. Encontré cartas 'a un soldado argentino', rosarios, estampitas, golosinas, fósforos, cuchillos del Ejército Argentino, pero nada que me permitiera identificarlos".
Las anotaciones de Cardozo en 1982 (Foto: Geoffrey Cardozo)
Cardozo anotó cada detalle en una libreta y elaboró un extenso informe, con datos que fueron fundamentales, 35 años después, para el proceso de identificación.
"Envolví cada cuerpo en una sábana, como a Cristo", explica con emoción. Luego, los metió en una bolsa de plástico negra, y esta en una blanca de PVC, donde anotó con tinta indeleble todos los detalles. Cada soldado fue depositado en un ataúd de madera. "Y sobre el ataúd, volví a anotar todos los datos. Me dije: 'tengo que hacer todo para preservarlos'", recuerda.
Tumba de un soldado argentino en un campo de batalla (Foto: Geoffrey Cardozo)
El cementerio de Darwin se hizo bajo la supervisión de la Commonwealth War Graves Commission. Pero elegir el lugar donde emplazarlo no fue fácil.
"Los isleños no querían tener a los muertos cerca porque los sentimientos aún estaban en carne viva", cuenta el oficial. Fue un granjero de Darwin, Brooke Hardcastle, quien sintió piedad por nuestros caídos y ofreció un pedazo de su tierra para que se les pueda dar sepultura. "Tuvo un gran gesto humanitario", agrega el coronel.
El entierro de los soldados argentinos en Darwin en 1983
"Cuando los enterramos hicimos una ceremonia en el cementerio con tres sacerdotes, con nuestros soldados y nuestro comandante. Fue con todos los honores, con toque de silencio y con oraciones. Exactamente la misma ceremonia que tuvimos para nuestros hombres. Como si los soldados argentinos fueran ingleses. Todos estos jóvenes habían combatido con valor y habían sido luchadores formidables".
Las cruces del cementerio de Darwin en 1983 (Foto: álbum personal Geoffrey Cardozo)
Muchos años después, en 2008, el destino hizo que el oficial conociera al veterano Julio Aro, quien había viajado a Londres pensando en formar una fundación (que luego llamó No me Olvides) para ayudar a los soldados con stress post traumático.
Cardozo, que habla perfecto español, fue el traductor. Y en una charla íntima con el ex combatiente argentino conoció el dolor que Julio llevaba clavado en su alma: había vuelto a las islas para cerrar su historia de la guerra y en el cementerio no había encontrado a sus compañeros, a quienes él había enterrado luego de la batalla.
El inglés no durmió esa noche. Aquellos muchachos sepultados en Darwin como Soldado Argentino solo conocido por Dios volvieron a su memoria. "Quizás ellos son algunos de mis 122 chicos sin nombre", se dijo.
Julio Aro frente a la gran cruz en el cementerio de Darwin (Foto: álbum persona Julio Aro)
El día que Aro volvía a la Argentina, le entregó un sobre de papel madera: "Vos vas a saber qué hacer con esto". Era el minucioso informe que había elaborado en 1983.
"Yo entendí su dolor. El informe era reservado pero no secreto. Nadie lo había visto antes, pero yo pensé que él sabría cómo utilizarlo para ayudar a las familias", dice.
Aro buscó ayuda para llevar adelante un proyecto humanitario que no fue fácil. Me contactó una noche y me pidió que ayudara a las madres a encontrar sus hijos. Yo había cubierto la guerra siendo muy joven y conocía el dolor de las familias. Me sumé a su trabajo, pero muchas puertas oficiales se cerraron. Entonces, pedí ayuda a Roger Waters, quien fue el que le dio voz a una causa silenciada, y trabajamos con el EAAF (Luis Fondebrider y Carlos "Maco" Somigliana), la Cruz Roja Internacional, y la Embajada Británica.
Cardozo en las islas: “Hoy me siento aliviado y feliz porque muchos jóvenes fueron identificados. Pero el trabajo no ha terminado”
"Tiempo después supe que Julio y vos -me dice el oficial británico- habían visitado más de 100 familiares y que la identificación se había convertido en una causa humanitaria a nivel internacional", recuerda.
Por eso cuando recibió el llamado de la Cruz Roja Internacional, para que se sumara como asesor externo no dudó: "Dije que sí, y organicé un viaje al Chaco para visitar algunas familias y contarles cómo había cuidado a sus hijos. Necesitaba hacerlo. Había sentido por años ese dolor en la boca del estómago porque estas madres y padres no sabían que yo había sepultado a sus chicos con dignidad".
Cardozo volvió a las islas 35 años después de la guerra para acompañar a los forenses del Proyecto Humanitario en las primeras exhumaciones en junio de 2017.
Luis Fondebrider, presidente del EAAF, asegura: "El informe de Cardozo fue fundamental. Hizo un trabajo excelente, serio, muy profesional. Cuidó y trató cada cuerpo con dignidad. Los puso en tres bolsas de plástico y Pvc que hicieron que los cadáveres se conservaran muy bien. Todo su trabajo facilitó la exhumación e identificación".
Los forenses durante el proceso identificación que comenzó en junio de 2017
A principios de diciembre de 2017 el gobierno nacional comenzó a informar a la familia sobre la identificación de sus seres queridos, y en muchos casos se entregaron objetos personales hallados en los cuerpos.
El coronel se quiebra cuando habla de esas fotos, carnets, estampas religiosas, cruces, anillos y cartas que se encontraron en las exhumaciones: "Supe que se hallaron algunas pertenencias y me pregunté por qué yo no había podido verlas. Me sentí mal, pensé que mi trabajo estaba mal hecho".
Alguno de los objetos hallados en el cuerpo del soldado Eduardo Araujo (Gustavo Gavotti)
Con angustia busca una explicación y un consuelo. "Cuando el año pasado estuve en Darwin con los forenses, vi que ellos hicieron un trabajo muy profesional, de excelencia y que en la morgue había una máquina de Rayos X que les permitía ver todo. Tenían una luz clara, limpia… En cambio yo lo hice con linternas, praderas y montes desolados. Extendíamos una sábana para depositar los cuerpos sobre una superficie limpia y los revisábamos. Debíamos tener mucho cuidado al buscar cosas de metal entre sus ropas, porque los soldados llevaban granadas y el seguro podría haberse soltado. Luego, envolvía sus cuerpos en las sábanas y me aseguraba de que no quedara ningún elemento que pudiera hacerlos explotar".
La oración por los caídos argentinos
"Me dolió mucho cuando no los pude identificar. Enterré a los soldados argentinos con amor y respeto como si fueran mis propios hijos".
Más allá de este dolor, el trabajo de Cardozo fue fundamental en el proceso identificatorio. Y fue reconocido tanto en el Reino Unido como en la Argentina.
El 9 de marzo en Londres, el coronel -junto con Aro, Waters y la periodista de Infobae- fue distinguido con Una Rosa por la Paz –una fundición realizada por el orfebre Juan Carlos Pallarols con vainas de la guerra- por su labor humanitaria.
La semana pasada en Buenos Aires -donde viajó como invitado especial para acompañar a las familias a las islas y honrar a los caídos el lunes 26 de marzo- recibió el reconocimiento de la Secretaría de Derechos Humanos, a cargo de Claudio Avruj: "Estamos acá para homenajear a un amigo de Argentina, que posibilitó que los héroes que dieron la vida por nuestra patria en 1982 pudieran descansar en paz. Hoy, gracias al trabajo que hicimos en conjunto, estamos en el camino de conocer la verdad". También en la Cámara de Diputados, la Comisión de Relaciones Exteriores, distinguió la labor del oficial británico.
"La idea de que 90 familias sepan dónde están sus hijos me hace muy feliz. Pero hay otros que aún no han sido identificados y tenemos que continuar con nuestro trabajo para ver quiénes son estos soldados", dice Cardozo.
¿Qué siente después de 36 años al ver que muchos de aquellos muchachos que sepultó hoy recuperaron sus nombres? El coronel, que se define como un soldado, no duda: "Siento un alivio enorme. Una gran satisfacción. Esta es la historia más importante de mi vida".
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