miércoles, 14 de junio de 2017

¡¡¡Hundan el Invincible!!!

Misión: "¡Ataquen al Invencible!"
El piloto argentino Gerardo Isaac relata el histórico ataque al buque insignia de la armada británica. Fue un coloso del mar, y lo abatieron con el último Exocet que quedaba, fuego de metralla y bombas lanzadas en vuelos rasantes
Por Alfredo Serra
Especial para Infobae




Producción y Entrevista: Fernando Morales

En la mañana del 2 de abril de 1982, Gerardo Isaac, un alférez de 23 años, estaba de guardia en la Cuarta Brigada Aérea de Mendoza.
Recuerda que "vi gente que entraba con banderas argentinas, pregunté qué pasaba, y me dijeron, eufóricos: '¡¡¡Recuperamos las Malvinas!!!'".

"Después de la emoción inicial, caí en la cuenta de que yo era un piloto en condiciones de combatir, y me enfrenté a la toma de conciencia… ¿cuál sería mi destino?"

"Me trasladaron con mi escuadrilla el 9 de abril, y el 1º de mayo ¡salimos todos a volar! Estábamos muy bien entrenados, pero aún así tuvimos que mejorar sobre la marcha… Por ejemplo, en comunicaciones".

Hasta entonces, la historia de la fuerza aérea había sido casi apacible. Sus alas y sus pilotos existían desde el 4 de enero de 1945. Pero cero hipótesis de conflicto. Y de pronto, guerra en la tierra y en el cielo.
Victorias y caídas. Héroes. Pero también muertes…

El bautismo del 1º de mayo fue inolvidable: ¡más de veinte misiones!


1° de mayo de 1982. Los ingleses buscaban el desembarco. Habían enviado buques anfibios a las costas. Los aviones argentinos cumplieron 57 misiones de cobertura y ataque a blancos navales británicos. Lanzaron 20 toneladas de bombas. Fue el bautismo de fuego.

El 29 de mayo, Isaac tenía franco: había volado el 28. "Pero cuando estaba por dormir una corta siesta matutina, mi jefe fue tajante: 'Isaac, ¡cámbiese! Vamos a volar'. Empezaba a decidirse mi destino".

Un poco antes de esa orden, la unidad recibió una noticia–estrella: era posible atacar al portaviones "Invencible". Y por primera vez se pidieron voluntarios.

La fuerza de ataque: dos Super Étendart comandados por el capitán de corbeta Alejandro Francisco –su avión llevaba el último misil Exocet AM–39 que tenían las fuerzas argentinas– y el teniente de navío Luis Collavino (apoyo de radar), y cuatro Skyhawk, grupo 4 de caza, comandados por los primeros tenientes José Daniel Vázquez y Ernesto Ureta, el teniente Omar Jesús Castillo, el alférez Gerardo Guillermo Isaac.

"Ureta y Vázquez se presentaron como voluntarios. Se les concedió el derecho de elegir a los pilotos. Vázquez eligió a Castillo, y Ureta, a mí. Un problema: teníamos sólo cinco Exocet para toda la guerra. Dos fueron lanzados sobre la fragata Sheffield, dos sobre el mercante Atlantic Conveyor… y el Invencible no podía ser hundido ni quedar fuera de servicio con menos poder de fuego".


Gerardo Isaac, tenía 23 años y era alférez de la Cuarta Brigada Aérea de Mendoza

"Con los dos Súper Étendard navales y los cuatro Skyhawk de la Fuerza Aérea teníamos que ir a la caza de un blanco a 80 millas náuticas (150 kilómetros) al oeste de Malvinas. Francisco llevaría el último misil, Collavino sería el confirmador de blanco, y nosotros lo atacaríamos con metralla de 20 milímetros y bombas convencionales de 250 kilos. Cada uno de los Skyhawk llevaba tres…"

"Nuestro ataque: hicimos un enorme rodeo en forma de arco. Algo que el enemigo no podía imaginar… La operación empezó pasado el mediodía del 30 de mayo. Silencio en los pilotos y vuelo rasante: tan alto como para no tocar el agua, y tan bajo para no ser presa del radar enemigo…"

Pero el enemigo, el Invencible, no era un hueso fácil de roer. Botado el 3 de mayo de 1977 y buque insignia de la flota británica en Malvinas (eslora –largo– 210 metros, y manga –ancho– 36 metros), amadrinado por la reina Isabel II, llevaba en sus entrañas una poderosa fuerza aérea: aviones Sea Harrier y helicópteros Lynx, Merlin y Sea King. Dado de baja en 2005, fue vendido como chatarra en febrero de 2011.


El emocionado regreso después del ataque al Invencible. En la heroica misión murieron dos de los seis pilotos que atacaron al buque insignia de la Armada británica: Vázquez y Castillo

"Después de que los aviadores navales hicieron impactar ese último misil en el imponente casco del portaviones más grande de la flota británica, teníamos que terminar la faena… A 12 kilómetros del blanco pusimos las turbinas a máxima potencia: poca distancia para aviones que vuelan a 900 kilómetros por hora, pero grande para matar a dos de los cuatro pilotos: Vázquez y Castillo".

"Pero Ureta y yo le tiramos todo lo que teníamos. Yo, tres bombas y 200 proyectiles… Al dejar atrás el blanco me encontré solo, volando sobre la inmensidad del océano, y con el dolor de saber que al menos dos camaradas no estaban… Nada sabía del tercero, Ureta, hasta que un punto en el horizonte que creí un avión enemigo…, pero era él."

Inglaterra negó con énfasis que el Invencible hubiera sufrido daños. Pero, sugestivamente, después del 30 de mayo, los vuelos ingleses se redujeron a menos de la mitad…


La verdad: el misil, las bombas y la metralla inutilizaron el ascensor del Invencible: el mecanismo que eleva los aviones hasta la pista de la nave.

El portaviones abandonó la zona de Malvinas el 18 de junio, acompañado por la fragata Andromeda. Destino: un astillero donde los daños fueron reparados. Dejó de operar durante dos semanas. Y en ese lapso cambió dos de sus motores Olympus. Señal de daños mayores…

En los 74 días de guerra, la fuerza aérea perdió 55 hombres y 70 aviones.

Después del ataque, Ureta e Isaac se reabastecieron en vuelo y aterrizaron en la base aérea militar Río Grande. La operación contra el Invencible duró cuatro horas.

Todavía hoy, aquel alférez que no pudo dormir la siesta –hoy el comodoro retirado Gerardo Isaac (68)– no puede olvidar el instante en que sus tres bombas y su metralla cayeron sobre ese coloso del mar, y el humo que anunció "Misión cumplida".


El Skyhawk A4C de Isaac y el recuerdo de su hazaña durante la guerra de Malvinas

Hundirlo hubiera sido imposible.
No tenían poder de fuego suficiente.
Fueron David contra Goliat.
No lo mataron, pero le dejaron su marca, y un agujero fatal en las entrañas.

La urgencia de Inglaterra por desmentir los daños fue la mayor verificación de que el gigante estaba herido y en retirada. Pero no pudo ocultar la verdad. El día en que regresó toda la flota inglesa entre ovaciones y agitar de banderas… el Invencible no estaba. Todavía no habían terminado de curarle las heridas.

Y ese ataque del 30 de mayo entró en la historia grande de la Patria

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