El comando anfibio Jacinto Batista y el Royal Marine Lou Armour –en ese momento, vencedor y vencido–, sin saberlo, protagonizaron una definición de Borges: “A veces un instante justifica toda una vida”. O dos, en este caso…
Por Alfredo Serra | Especial para Infobae
El comando anfibio Jacinto Eliseo Batista ordena la fila de Royal Marines que encabeza Lou Armour. La foto recorrió el mundo (Rafael Wollmann)
Acaso debió pensar, en ese instante, que el destino le había deparado una misión extraordinaria. Pero no tuvo tiempo. Porque en ese instante –2 de abril, 1982, Islas Malvinas– sostenía con la mano derecha el fusil colgado del hombro, listo para tronar ante cualquier movimiento sospechoso de sus prisioneros, guiados por el comando inglés Lou Armour, cabeza de su grupo.
Tampoco supo que ese instante fue captado por el fotógrafo Rafael Wollman, el único de su oficio en esa helada mañana. Y mucho menos que esa foto daría la vuelta al mundo sin fecha de vencimiento.
Hasta hoy. Hasta siempre.
Gorro de lana. La cara en sombras por la pintura de combate. Con la mano izquierda ordena la fila de soldados ingleses, que caminan con los brazos en alto: rendición.
En ese instante, también Port Stanley cambiaba de nombre: Puerto Argentino.
Nombre: Jacinto Eliseo Batista. Entrerriano. Clase 1950. Se alistó apenas cumplió, en la isla Martín García, sus 15 años. Sirvió en el rompehielos San Martín. Especialidad: explosivos.
Familia: su esposa Elsa Marina Matei, y tres hijas: Andrea, Nadia y Bárbara.
Su encuentro con el destino empezó con un misterio…
Era cabo principal cuando, sin órdenes ni explicación alguna, en Puerto Belgrano, lo embarcaron en la fragata Santísima Trinidad. Rumbo: desconocido.
"Pero todos sospechábamos que íbamos a las Malvinas", recordó a lo largo de su relato, repetido (casi) en cada aniversario. Recién en alta mar les dieron las órdenes: donde solo ellos podían oírlas. Top Secret…
Batista y los comandos anfibios argentinos tenían instrucciones precisas: que no se produzcan bajas británicas
Desembarcaron el primero de abril, apenas pasadas las nueve de la noche. Batista fue el bote-guía, y de la playa en adelante, el explorador. Con el único visor nocturno, y marchando doscientos metros adelante.
Objetivo: tomar el cuartel de los Royal Marines y la casa del gobernador.
Orden tajante: "¡No matar!"
La conjetura: ocupar las islas y negociar la retirada.
Separados en dos grupos, Batista llegó al cuartel, pero estaba desierto: los Royal habían entrado en acción. Y allí, un segundo acto histórico: izaron por primera vez la bandera argentina.
En la casa del gobernador, en cambio, la resistencia fue muy dura, y casi hasta el alba. El grupo argentino venció, pero al precio de su primer muerto: el capitán y buzo táctico Pedro Giachino. Entró en la casa. Pero al salir lo alcanzó una bala inglesa…
Batista recuerda que le dijo "¿Qué te pasó, Pedrito?", y que le tocó la cabeza. Había perdido mucha sangre.
Era el fin.
En cambio, no recuerda en qué momento Rafael Wollmann tomó la foto-emblema, pero supo que era el soldado más odiado por los ingleses, y que el 14 de junio, día de la caída de Puerto Argentino, lo buscaron entre los prisioneros…, no para servirle un té.
"Para fotografiarme con los brazos en alto", suele bromear.
“Me mandaron a cumplir una misión y eso hice”, dijo Batista años más tarde
Pero Batista ya no estaba en las islas. Los comandos volvieron al continente el mismo 2 de abril, y él jamás regresó. Tuvo la chance en una misión especial luego del desembarco de los ingleses, pero fue abortada mientras el avión Hércules ya carreteaba…
La pregunta de rigor en cada entrevista:
–¿Volvería a las Malvinas?
–De visita, no. Pero si hay que recuperarlas y me llaman… ¡sin duda!
Aunque tiene 62 años, y se retiró de las filas hace una década y media… Es seco en su juicio: "Los ingleses no eran mejores que nosotros, pero tuvieron más medios, y apoyo de los norteamericanos y los chilenos".
Y nada nostálgico: "Me mandaron a cumplir una misión, y fui. Para eso nos paga el Estado". Filosofía de comando anfibio. Hombres que son buzos, paracaidistas, expertos en explorar agua y tierra. Guerreros profesionales de elite entrenados para soportar todo hasta más allá de sus fuerzas.
Los comandos anfibios custodian las armas británicas en la casa del gobernador
Pero a pesar de su prudencia, más de una vez se atrevió al pronóstico y a la crítica. Cree que la Operación Rosario debió terminar el mismo día de la ocupación, pero que todo se cambió sobre la marcha, y sin previsión. Supone que si el plan original hubiera sido resistir en lugar de negociar, la flota inglesa no habría llegado, bombardeada por las Fuerza Aéreas a la altura de Brasil. Y aun así, era necesario fortificar las islas, confiando en la potencia del cañón Sofman de 155 milímetros y alcance de 18 kilómetros, y en una defensa costera de cemento fabricada en el continente y llevada hasta el frente de combate.
Hipótesis para el juicio de especialistas…
El segundo hombre
Lou Armour con los brazos en alto sigue las órdenes del comando anfibio Eliseo Batista
En la célebre foto de Wollmann, el otro protagonista es un Royal Marine: el primero que camina con las manos en alto, ya rendido su grupo y prisionero de Batista.
Su nombre: Lou Armour. Nacido en Inglaterra en 1958, a los 16 años –pequeño y muy flaco– se unió a los comandos de la Royal y se especializó en armas de infantería, despacho de helicópteros y paracaidismo militar sobre mar y tierra.
Casi un James Bond con uniforme…
Sirvió en Malta, Chipre, Turquía, Italia, Cerdeña, Alemania, Dinamarca, Holanda, Noruega, Estados Unidos y las Indias Orientales. En 1979, servicio activo en Irlanda del norte al frente de 40 comandos. Y tres años más tarde, batallando en las Malvinas…, vencido y prisionero. Pero volviendo al mismo escenario con el 42 Royal Marines Comandos para seguir en la lucha desde el 21 de mayo hasta el 14 de junio, día del final de una de las guerras más insólitas del siglo XX.
Lo sacaron de las islas en un Hércules. "Me sentí humillado y pedí regresar al frente". Una semana después entró en la terrible batalla de Goose Green. "Fue un espanto. Vi todo el suelo en llamas, y muertos y heridos del regimiento de paracaidistas que hizo la avanzada".
El Royal Marine volvió a las islas con la flota británica para luchar en la guerra de Malvinas: “Me sentí humillado y pedí regresar al frente”
El 12 de junio, al final de la batalla de Monte Harriet, "todo quedó marcado por lo imprevisto. Había silencio, niebla y nieve. Tuve que sacarle las identificaciones a los soldados argentinos muertos. Me impactó encontrar fotos de sus familias… Un teniente enemigo agonizaba. Tenía una herida muy grande en el estómago. Hablaba inglés. Conversamos bastante. Murió esa noche. No pude sacármelo de la cabeza. No sé porqué, pero su muerte me afectó más que las de mis compañeros caídos en combate... Años después lo conté en un documental. Me sentí incómodo: temí que no me entendieran. No volví a ver a los comandos que dirigí. No fui a reuniones. Tenía culpa".
Armour desembarcó en Malvinas, peleó durante la guerra e izó la bandera británica el 14 de junio de 1982
Un día, Armour fue a visitar a un soldado a quien había formado, y que perdió una pierna en Malvinas. "Estaba muy mal, con estrés postraumático. Hablamos de mi documental, y me dijo que me entendía, que somos humanos, que hicimos lo que pudimos…, y se sacó la pierna artificial, la llenó de cerveza… ¡y brindamos!"
Después de Malvinas, Armour trató de entrar a un batallón de fuerzas especiales, pero no aprobó el test. "No estaba en forma. Dejé la carrera militar, empecé la universidad, y me dejé el pelo largo, ¡a lo Robert Plant!"
Hoy, como contracara del pasado, es maestro de niños con problemas sociales y emocionales, y en el 86, en la Universidad de Lancaster, estudió Bachillerato en Artes, que incluye Sociología e Historia. Su tesis de doctorado: Filosofía del Color.
En la obra de teatro “Campo minado” recrea su historia en la guerra junto a veteranos argentinos e ingleses
Y se enamoró del teatro… Que sería su gran catarsis. Hoy Lou forma parte de otro batallón: el elenco de "Campo minado" (Minefield, en inglés), una pieza teatral dirigida por Lola Arias. La experiencia escénica que reúne tres veteranos ingleses y tres argentinos y que intenta indagar en las huellas que deja una guerra. En mayo de 2016 se estrenó en Londres, sala Royal Court. En noviembre de 2016 levantó el telón en Buenos Aires, sala Centro de las Artes de la Unsam.
Pero antes, su toma de conciencia. "El 2 de abril del 82 vi a los argentinos con actitud de superioridad. En mayo y en junio los vi en combates. El 14 de junio los vi vencidos. Y ahora puedo verlos desde la amistad. Es la mejor experiencia de mi vida… después de algunas que tuve con chicas, en la universidad".
El casting fue interminable: sesenta postulantes para seis roles. Premisa: no tocar el tema soberanía. Fue un pacto para poder convivir fuera y dentro del escenario. Lou estaba nervioso. "Si bien era raro encontrarse con el enemigo, sabía que con los ex soldados argentinos iba a estar todo bien… porque todos habíamos estado en combate". La obra también se estrenó en Grecia y Alemania y recorrerá Europa en 2017 y 2018.
Última reflexión de Lou Armour: "Yo tenía una buena carrera. Me gustaba hacer las cosas duras y difíciles que hacen los infantes de marina. Hasta me gustaban las marchas con los equipos… ¡tan pesados! Pero no quiero ir a la guerra otra vez. Eso no me hace pacifista …. Volvería a pelear, pero tendría que creer en la causa".
Armour reflexiona: “Vi a los argentinos triunfadores, en combate y vencidos. Ahora puedo verlos desde la amistad”
Pocas cosas han generado tantos libros, tantas películas, tantas series de tevé, como la guerra.
Pero si mañaña todo ese material, ese testimonio, desapareciera, habría que rogar que se salvara, al menos, un ejemplar de la novela El corazón de las tinieblas, de Joseph Conrad, e inspiradora del monumental film Apocalypse Now, de Francis Coppola.
Porque en solo dos palabras que se repiten, el protagonista –el coronel Kurt–, desertor de la guerra y amo de una extraña comunidad en la selva, dice:
–El horror… El horror.
Y todo queda dicho.
Eso nos tocó hace 35 años.
Y lo evocamos en dos hombres, en dos historias, en una foto eterna.
Jacinto y Lou.
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