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jueves, 13 de octubre de 2022

¿Qué hacer si uno es blanco del enemigo?

Qué Hacemos si Somos el Blanco





Este es un artículo publicado en su momento, pero siempre es para mi punto de vista es tan válido y tan vigente que no merece que lo olvidemos antes de opinar sobre las funciones de tal o cual soldado independientemente de su especialidad. W/65
En las guerras, no todos participan de la misma forma cuando se enfrentan en combate; los contendientes individuales se encuentran en condiciones muchas veces bastante diferentes, según la tarea o función que deben realizar.
Por ejemplo, y tomando como referencia al combate aéreo; el piloto del avión atacante puede elegir el momento y la forma en que realizará el ataque, e incluso puede decidir cuándo salir del combate, es decir que puede tratar de colocar todas las variables a su favor, sólo limitadas por la relación de la selección armas - blanco a atacar, que lo pueden restringir.
También tiene armas específicas para atacar y defenderse en caso de verse agredido, las que le dan seguridad y confianza en sí mismo.
Si el piloto en cambio vuela un caza interceptor para defensa aérea, ya no puede elegir el cuándo, ya que éste depende del atacante, pero no obstante tiene a su favor que su avión está óptimamente configurado para el combate aéreo, y por lo tanto puede tomar sus previsiones para volcar las variables a su favor; también puede decidir cuándo salir del combate, y por supuesto, las armas que porta le dan seguridad y confianza.
Pasemos ahora al artillero antiaéreo, éste no puede elegir ni el momento del combate ni cuando salir, él debe permanecer ahí, sujeto a las opciones del atacante, pero cuenta con un arma para combatir y defenderse, la que, al igual que a los pilotos, le transmite a su yo interior seguridad y confianza en sí mismo.



Hay otro grupo de gente que por sus tareas o funciones casi no tiene opciones, tampoco tiene armas con que defenderse, pero puede suspender sus tareas en los momentos críticos de ataque y buscar refugio.
Y finalmente, existe otro grupo, en los que están incluidos los radaristas, que tienen que permanecer en sus puestos pase lo que pasare, sin ninguna opción, y por supuesto sin siquiera armas que aunque sea les sirvan de desahogo tirando. Deben quedarse ahí y esperar que los responsables de su defensa realicen un buen trabajo, o que el atacante se canse y se vaya.
Sin dudas ésta es una situación muy difícil, ya que el instinto de conservación le dice: corre, instinto al que no puede distraer ocupándose en tratar de derribar al atacante con su arma, que no tiene; y ese mismo instinto es el que le dice: no confíes en el otro que te va a defender.
Por lo tanto, éste era un problema serio al que debían buscarle solución, ya que aunque incluso los mecánicos del radar pudiesen buscar refugio en el momento en que eran atacados, dentro de la cabina del radar debían quedar al menos un par de operadores que continuasen con su tarea, detectando y controlando aviones.
De alguna forma se debían crear esa seguridad y esa confianza de las que antes hablamos, para que el instinto de conservación al menos se aquietase.
Esto lo podían hacer tratando de analizar todas las posibles situaciones de riesgo, y tomando recaudos para que los peligros fueran reducidos a un mínimo.
Como antes vimos, el primero de los pasos era determinar las amenazas, por eso la pregunta:
¿Con qué nos van a pegar?



Y la respuesta a la que los radaristas llegaron como conclusión fue lo que antes expresamos. Y, por lo tanto, de estas armas era de lo que tenían que protegerse.
En el paso siguiente, para que supervivieran tanto el radar como sus operadores, los radaristas podían hacer tres cosas: elegir el mejor emplazamiento, lograr el mejor enmascaramiento, y procurar la mejor fortificación, que resistiera los ataques, cualesquiera fueran. Y como cuarta acción, pedirle a Dios que se apiadara y no les tocara.
Del libro LAS MISIONES BLACK BUCK www.radarmalvinas.com.ar de Miguel Ángel Silva

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