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domingo, 4 de marzo de 2018

Conscriptos: Carlos Díaz y su amor por los caballos

Carlos Díaz, el soldado chaqueño que se despidió de su caballo antes de partir a Malvinas

Pinedo nació en General Pinedo, donde vivía con sus padres y nueve hermanos


Fernando J. de Aróstegui | La Nación



Carlos Agustín Díaz, soldado conscripto del Ejército


Al terminar la guerra, cada mañana al despuntar el alba, Félix Díaz tomaba su bicicleta y atravesaba treinta kilómetros de selva espesa siguiendo un desamparado caminito de tierra hasta la localidad de General Pinedo, en Chaco. Allí buscaba información sobre su desaparecido hijo Carlos, que había viajado a las islas como soldado conscripto. Pero sus averiguaciones siempre resultaban inútiles. Abatido, desandaba el camino hasta su casa, donde su mujer, Victorina, esperaba ansiosa las novedades huidizas.

Carlos es uno de los 88 soldados que fueron identificados el año pasado en el cementerio argentino de Darwin, donde hay 121 tumbas que permanecían sin identificación. En los próximos meses, esos caídos en la guerra tendrán una placa con su nombre.

Vagos e incontrastables rumores fue lo único que obtuvieron los Díaz sobre el paradero de Carlos: que había sido herido, que le faltaba una pierna, que estaba bien, que estaba muerto. Y así pasaron 35 años: en la incertidumbre perpetua. Hasta que en 2017 Victorina recibió la confirmación de que Carlos estaba en el cementerio de Darwin. Su padre, en cambio, murió cinco años antes.

Carlos había nacido en General Pinedo, donde vivía con sus padres y nueve hermanos. Era callado y de naturaleza poco sociable. "Le gustaba andar solo -contó su hermano Ariel-. En los bailes estaba siempre apartado y se volvía por su cuenta". Jugaba muy bien al fútbol y era hincha de Boca. Pero su gran pasión eran los caballos, que sabía amansar. "Andaba siempre acompañado de 'Colorado', su caballo", contó Ariel.

Después de cursar estudios primarios, Carlos trabajó como jornalero en la zona rural donde vivía. Con un hacha hacía destronques y cortaba postes. También se empleó en algunas obras en construcción.

Justo antes de la guerra, Carlos estaba en su pueblo, de licencia del servicio militar. Y un día en que estaba de visita en una casa vecina, se enteró por la radio de que debía reincorporarse al Regimiento 12 de Infantería de Mercedes, Corrientes.

Enseguida tomó al "Colorado" y se dirigió al galope a la casa de sus padres para darles la noticia. En cuanto llegó, desensilló a su adorado caballo y se despidió: "No sé si nos vamos a volver a ver, Colorado", le dijo. Después le dio un chirlo en un anca, le gritó "¡anda!" y lo vio alejarse al galope. En efecto, Carlos no volvió a ver al caballo, ni tampoco a su familia. Una calle y una escuela del Chaco llevan su nombre.

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