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sábado, 30 de mayo de 2020

Darwin: Homenaje al Tte Fragata (PM) Daniel Enrique Miguel

Homenaje al Tte Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique Miguel




Los integrantes del INSTITUTO AERONAVAL queremos rendir nuestro más sincero homenaje al Teniente de Fragata (Post Mortem) Daniel Enrique MIGUEL, a los 38 años de su fallecimiento en combate.



Compartimos el relato del Capitán de Navío (RE) VGM Carlos Alberto MOLTENI (Comandante de la Primera Escuadrilla Aeronaval de Ataque en 1982).

Durante todo el 27 de mayo intentamos recuperar el avión con falla eléctrica; usamos para ello los repuestos que teníamos más los que ordené sacar de los dos aviones averiados (les sacamos casi todo lo "sacable" para utilizar si fuese necesario).

Esa noche, al regresar al pueblo, nos enteramos de las operaciones sobre puerto Darwin; nos imaginamos que la orden de alerta iba a venir a la madrugada siguiente...... y así fue.
Por lo que notamos, ya que la temperatura descendía cada vez más, el problema se centraría en las baterías, ya que si se enfrían demasiado no dan los 19 voltios necesarios para cumplir el arranque, por más que tengan un grupo de puesta en marcha exterior. Por lo tanto, optamos por sacar todas las baterías y llevarlas a dormir con nosotros, y les dimos el lugar preferencial al lado de la única estufa.
El 28 de mayo amaneció muy feo: la neblina y poca visibilidad eran una constante. Con el correr de la mañana mejoró un poco el tiempo, ya que se levantó un viento del oeste; antes de mediodía recibimos la orden de salir para dar apoyo de las tropas de puerto Darwin; un oficial de la Fuerza Aérea Argentina nos iba a controlar allí para el apoyo aéreo cercano.



Intentamos poner en marcha los motores, y solamente dos lo conseguimos, el Teniente de Corbeta Daniel Miguel y yo; al Teniente Giretti le falló el arranque y comenzó un cambio de baterías. Por la premura del apoyo solicitado, ordeno la salida de dos aviones y no esperar al tercero; no bien despegamos y cumpliendo la navegación prevista, observé que la mejora del tiempo en Puerto Argentino no se extendió hacia el oeste. Nuestra navegación era rasante y casi en la línea de costa; íbamos a entrar a la zona de combate con un rumbo general norte, Aproximadamente a dos minutos de llegar a la zona de objetivos enlazo con el control de la Fuerza Aérea Argentina para que designe blanco; su contestación fue que saliéramos de allí porque el tiempo había cerrado completamente el área. En el giro que hicimos con Miguel volamos diez segundos por instrumentos (sin ver) en vuelo rasante; ganamos muy poca altura ya que había unidades navales inglesas y sabíamos que al radar y a los misiles no les importa la meteorología. Arribamos sin problemas a Puerto Argentino y nos aprovisionamos para otra salida.



Entre las 12.00 y las 15.00 observamos una rotación del viento en la pista; se puso cruzado y con gran intensidad. Era absolutamente imposible nuestra operación allí, ya que el día anterior habíamos "limpiado" solamente el ancho de una laja (5 metros aproximadamente) y el control del avión se hacia difícil operando dentro de los límites de viento previstos para la utilización de los Macchi, imposible fuera de ellos.
Después de las tres de la tarde se nota una nueva rotación hacia la pista, por lo que ordeno salir. En esta misión volvemos a salir el teniente Miguel y yo, ya que no se reparó la falla del avión del Teniente Giretti.
Hacemos la misma navegación y, próximos al objetivo, nos comunicamos con el control de la Fuerza Aérea Argentina; el tiempo estaba un poco mejor, por lo menos había visibilidad horizontal.
Allí se nos indica un punto notable y un área de posiciones enemigas. Elevo un poco mi avión para entrar en corrida de cañones y cohetes, me comunico con el Teniente Miguel para ver si había identificado el blanco ordenado y después de su respuesta afirmativa, abro fuego sobre unas hondonadas donde aprecié las posiciones inglesas más próximas a nuestra primera línea.
Descargo todas mis armas (me quedé sólo con el 50 por ciento de cañones aproximadamente); en esa corrida y durante mi escape observo por un instante como un "globo naranja” en tierra, interpreto que puede ser un misil y automáticamente corto motor y cambio mi giro hacia él, para luego volver a girar pegándome al suelo.



Al finalizar esa maniobra oigo que el control de la Fuerza Aérea Argentina me dice: "escape, escape, le dieron a su numeral"; desesperado pregunto si vio eyección y me contesta que no.
En ese instante me sobrevino una peligrosa depresión; siempre en las relaciones con personas uno tiene con algunas muchas afinidades en carácter y personalidad. Con el teniente Miguel yo sentía eso; por eso sufrí como un desgarro en lo más íntimo de mi ser. Volví a preguntarme ¿por qué? Me surgió la imagen de su novia que, cuando fue a despedirlo a Buenos Aires le dijo: "Cuídense", y el gordo le contestó: "Si no me avisabas, no me daba cuenta...". Se iban a casar dentro de pocos días, pero Dios no lo quiso.
En mi vuelo de regreso a Puerto Argentino tuve una continua visión de todo lo que habíamos compartido, de su buen humor (que nunca perdió), de su coraje, de su carácter que todo lo volvía fácil, de su corta edad y de su futuro trunco. No tuve dudas de que el fin había sido rápido, ya que habíamos entrado en un embudo de proyectiles, viendo pasar las trazadoras de las ametralladoras que convertían eso en lo más parecido al infierno.
Cuando aterricé me estaba esperando todo el grupo de la escuadrilla, y nuestra comunicación fue un respetuoso silencio. El Teniente Henry, (compañero de Miguel), en una explosión de llanto, me preguntó si había visto alguna eyección ...



Cuando comenzó a hacerse de noche fui hasta el Comando en el pueblo y allí me enteré de que Puerto Darwin se perdía. ¡Qué desazón y qué impotencia se siente cuando uno realizó esfuerzos, vivió tensiones extremas, hizo lo mejor que pudo y el resultado es negativo! Y además: ¡qué exigencias presenta la guerra, en la cual hay frustraciones que hay que superar rápidamente, para convencerse y convencer de que la próxima vez no será así!

Un joven Héroe nos dejó

“Coquito”, como lo llamaban los que compartiron su formación en la Escuela Naval Militar y en la Escuela de Aviación Naval (1980), fue una persona que se caracterizaba por su alegría y bondad, alguien muy fácil de tratar y querer. De carácter inquieto y ocurrente, dedicado y con un objetivo bien definido, ser un “marino con alas”.



En el año 2000, en una zona rural de la Patagonia llamada Treorcky, cerca de la ciudad de Trelew en el valle inferior del río Chubut, la Escuela Provincial Nro 55 con 100 alumnos decidió incorporar el nombre de nuestro héroe como homenaje y reconocimiento a la memoria de un joven de 24 años que guardaba un enorme coraje en su alma de marino y que quedó como custodio eterno en nuestro suelo malvinense.

martes, 26 de mayo de 2020

Fallece Eugenio Leiva, VGM Qom, por corona virus

La insólita historia del ex combatiente que sobrevivió a Malvinas pero no al coronavirus




Otra víctima fatal en Resistencia, Chaco, uno de los centros más críticos del país.

Por Periodismo y Punto PyP 

A los 20 años, Eugenio Leiva combatió en la Guerra de Malvinas. Sobrevivió de milagro. Dejó el cuero por su Patria. Había salido rumbo a las Islas desde Monte Caseros, Corrientes, una de las localidades que aportó más combatientes a esa guerra que el 2 de abril de 1982.

Pasaron los años y Leiva se mudó a Resistencia, Chaco. Vivía en un barrio humilde. Es llamativo cómo la Argentina premia con subsidios a personas que no hicieron nada por el país y abandona a los Leiva. Perteneciente a la etnia Qom, Eugenio encontró la muerte con tan solo 58 años de edad por el coronavirus.



Según VíaPais, Leiva nació el 20 de abril de 1962 en General San Martín. Durante la guerra prestó servicios en el Regimiento de Infantería 4, que a su vez, era componente de la X Brigada de Infantería Mecanizada. Vivía en Fontana y fue diagnosticado con Coronavirus días atrás. El soldado falleció este miércoles en un sanatorio de la capital chaqueña, donde estaba internado desde el 14 de mayo.

Tras la guerra de Malvinas, Leiva formó, con otros ex combatientes, una organización en su provincia . “Con el tiempo empezamos a ver que los que éramos originarios nunca recibíamos las ayudas que mandaba el Estado,nunca se nos avisaba cuando se armaban los grupos para viajar y nosotros tenemos el mismo derecho porque defendimos a las islas con el corazón“, dijo Leiva años atrás en entrevista con el historiador e investigador Qom Juan Chico.

En 2013 lograron que la Cámara de Diputados de Chaco sancionara la Ley 7.277, que reconoce el “Día del Veterano y de los caídos indígenas en la guerra de Malvinas”, fecha que se conmemora cada 26 de agosto.



En Resistencia, mientras el barrio Toba sufre por el coronavirus, 100 integrantes de los Pueblos Originarios entregaron su juventud en Malvinas. Uno de ellos fue Leiva. Volvió para contarla. La mediocre asistencia social chaqueña y el deplorable estado del sistema de salud en el norte argentino le quitaron la vida en un distrito pequeño en el que viven el 10% de los contagiados.

Es demasiado.

viernes, 22 de mayo de 2020

San Carlos: El desempeño heroico del Equipo de Combate Güemes

Malvinas: el estremecedor relato de dos héroes argentinos que resistieron el desembarco en San Carlos

La madrugada del 21 de mayo de 1982 las tropas británicas ingresaban en el estrecho de San Carlos. Allí, un Equipo de Combate de más de 60 hombres enfrentó el desembarco masivo con heroísmo y bravura. La historia de los festejos de sapucai y los 21 días de marcha de la sección “Gato”

Por Milton Del Moral || Infobae



Carlos Daniel Esteban nunca había sentido nada parecido. No recuerda exactamente cuánto le duró el efecto. Sabe que nunca, antes y después de ese viernes, había experimentado un impulso así. Estaba en el puesto de comando hablando por radio con el comandante de la III Brigada de Infantería, el general Parada, emplazado en Puerto Argentino y describiendo lo que veían sus ojos. La bruma se había disipado y el 21 de mayo de 1982 amanecía intrépido. Los nervios lo invadían, no lo dominaban. La comunicación, serena y pormenorizada, retrató lo que estaba por suceder: el desembarco masivo de las tropas británicas en las Islas Malvinas.

Eran las ocho de la mañana en el Atlántico Sur. Uno de los soldados observadores bajó corriendo de los sitios de altura, agarró una caja de fósforos marca Fragata y le juró que acababa de ver uno igual, pero real, ingresando por el estrecho de San Carlos. El por entonces teniente primero a cargo del Equipo de Combate Güemes tomó los binoculares, al soldado Gabriel Massei y se dirigió a su puesto de observación. Comprobó que el Canberra era algo más majestuoso que el navío que decora la caja de fósforos y que aquello para lo que se habían preparado era inminente.


En el desembarco de San Carlos, las bajas de las fuerzas británicas se estimaron en más de diez y cuatro helicópteros fueron anulados: dos destruidos y dos averiados

“Cada uno exterioriza lo que le pasa a su forma. Cuando estaba hablando con el comandante tenía una pierna que se me movía y no podía controlar. Massei y yo éramos los únicos que habíamos visto la magnitud de lo que se venía. Nunca me pasó que una parte del cuerpo me temblara así. Era una sensación muy extraña, como si me hubiese agarrado Parkinson en una pierna”, relató. Luego, aprendió que ese estremecimiento es habitual, pasajero y se denomina “pata de conejo”. Su cuerpo había somatizado la agitación y el miedo del instante más trascendente de su carrera militar.

El teniente primero lo describe como una escena de película. “Una mini Normandía”, graficó. La niebla que se retiraba dejaba entrever la ofensiva británica, 49 días después del arribo de las tropas argentinas a las islas. Había destructores, fragatas, más de catorce buques, decenas de helicópteros, lanchones desplegándose y en el medio la silueta imponente del Canberra. La relación de fuerzas era ampliamente desfavorable: una flota de 6.000 hombres contra una modesta compañía de 42 combatientes.

 
Carlos Daniel Esteban fue condecorado con la medalla de "La Nación Argentina al Valor en Combate" por "ejecutar al frente de una fracción de su compañía acciones de combate ante enemigo con superioridad material, en la zona de San Carlos, al que ocasionó importantes bajas"

El 15 de mayo se habían desplazado hacia la Bahía de San Carlos, el estrecho marítimo que divide la Isla Gran Malvina de la Isla Soledad. Las tropas británicas ya habían consolidado un cerco aéreo y naval alrededor del archipiélago. Por la geografía natural del lugar y por las advertencias del equipo de inteligencia, las probabilidades de desembarco eran altas. La primera opción era el ataque directo frente al Puerto Argentino. “Pero finalmente decidieron atacar por líneas interiores -contó-. Nosotros teníamos protección natural con las alturas que nos rodeaban, pero sabíamos que nos podían atacar primero por ahí”.

La resistencia se nutría de un teniente, dos subtenientes y 64 soldados del Regimiento de Infantería 25: más de 40 provenían del sur de la provincia de Córdoba y un cuerpo de 20 infantes había nacido en Corrientes. Eran tiradores más un equipo de apoyo con tan solo 45 días de adiestramiento militar. Tenían el encargo de tres misiones en San Carlos: dar alerta temprana del desembarco, mantener bajo control la población kelper de la ciudad e impedir el acceso de buques enemigos por el estrecho.

“Lanzaron el desembarco sin haber hecho una exploración previa porque pensaban que allí no había nadie -interpretó el teniente primero-. Ese fue un pequeño triunfo nuestro. Habíamos aplicado medidas de velo y engaño: los isleños seguían arriando el ganado, las chimeneas humeaban y les habíamos sacado las radios a todos”.

 
Es mayo de 1982, apenas unos días antes del desembarco inglés en el estrecho de San Carlos. Una unidad de comandos de la Compañía 601, al mando del mayor Mario Castagneto, aborda un helicóptero para controlar los alrededores del estrecho. Uno de los comandos carga en su espalda un misil tierra-aire Blow Pipe con el que fueron derribados varios aviones y helicópteros ingleses (Eduardo Farré)

En efecto, los soldados argentinos les habían sustraído las 110 radios y los pocos vehículos a los habitantes. Habían asumido también el cargo en los puestos de control del agua y la electricidad para evitar sabotajes. Los británicos debían pisar las islas para traducir su poderío en tierra. “No hay ejemplos en la historia militar de una fuerza que haya triunfado en una zona insular sin tener superioridad marítima y aérea”, escribió el ex jefe del Ejército Argentino y veterano de la Guerra de Malvinas, Martín Balza. Esteban acredita esa apreciación: “Siempre tuve en claro desde el día en que desembarcamos que si le dábamos tiempo a llegar, entrábamos en guerra. Inglaterra no iba a permitir ese cachetazo. Estaba seguro de que si venían, la isla tarde o temprano caía, pero no se lo iba a decir a los soldados”.

Ese viernes bisagra, a las ocho de la mañana, a sus 28 años, con su hijo Santiago de seis meses en su casa y en su conciencia, el teniente primero estaba en la víspera de su bautismo de fuego. Al comandante en Puerto Argentino le recreó la ofensiva que avanzaba por la boca norte del estrecho y le pidió desesperadamente el apoyo de la fuerza aérea. “Rompo las comunicaciones y procedo a defender el lugar”, impartió. Para el teniente primero Esteban, la guerra ya se estaba jugando. “Ellos pensaron que iban a bajar y empezar a caminar y que nosotros íbamos a replegarnos automáticamente. No para pintar una postura sanmartiniana, pero en ese momento no teníamos la idea de la rendición. Aunque en una situación tan desfavorable, lo único lógico era rendirse”, expresó.

Se desplegaron en sus posiciones preparadas y empezaron a escuchar los helicópteros acercándose. Las lanchas ya habían depositado en tierra firme a los primeros ingleses. Habían pasado tan solo cinco minutos desde el avistamiento. Cuando distinguieron al primer Sea King, ordenó “¡fuego libre!”. “Comenzaba la acción”, recordó. No era ese el retazo bélico más significativo de su memoria. Lo era el despliegue descomunal del enemigo desde su puesto de altura y la epifanía de su final. “Yo sabía que era una misión suicida”, dijo. Pero no todos lo sabían.

 
El subteniente Reyes, en su repliegue táctico, dijo haber divisado al menos 17 buques británicos en las inmediaciones de la boca norte del estrecho de San Carlos

“Mi compañía comenzó a combatir a lo que veía, y solo veían los helicópteros”, narró. Él y el soldado Massei eran los únicos que sabían lo que había detrás de los puestos a resguardo. El primer helicóptero, con tropa y municiones, aterrizó averiado con incendios internos. Primera micro-proeza. El fuego reunido atacó un Gazelle que se dirigía a sus posiciones: derribado, se hundió en la bahía. Repitieron la concentración de los disparos en otro Gazelle, que cayó en llamas diez metros a sus pies. Un tercer Gazelle los ubicó en una nueva posición en altura, donde se había replegado: los soldados respondieron, el helicóptero se incendió y el piloto logró maniobrar el descenso.

“En la compañía teníamos unos correntinos que no sabían nada de lo que yo había visto. Cada vez que caía un helicóptero, escuchaba unos sapucai y unos gritos de euforia”, contó el teniente primero. Los soldados se sentían invencibles: creían que no se enfrentaban a un enemigo invulnerable. Caía fuego cruzado de artillería naval mal dirigido ya sin la orientación de los helicópteros. El Equipo de Combate Güemes percibía una tensa calma: ya no tenían más nada que hacer allí.



Sin ninguna baja y con la algarabía de haber debilitado la capacidad del enemigo, emprendieron un repliegue sigiloso. El jefe de la compañía decidió marchar hacia Puerto Argentino. “No me olvido más: rumbo grado 81”, dijo. A los tres días, encontraron la Estancia Douglas Paddock, donde decidieron recluirse y encender la radio para comunicarse con el comandante de la brigada. El 25 de mayo de 1982, en medio de la ofensiva británica, los 42 hombres formaron para celebrar el aniversario de la Revolución de Mayo ante la mirada de los kelpers. Al día siguiente, siete helicópteros los recogieron para regresar a la base.


El 25 de mayo de 1982, los 42 hombres del Equipo de Combate "Güemes" formaba para celebrar la Revolución de Mayo en un paraje de las Islas Malvinas durante el conflicto bélico

La altura 234 y la marcha de 21 días

Lo que al Equipo de Combate Güemes le demandó tres días de marcha y un vuelo en helicóptero, a la sección “Gato” le costó 21 días, deformaciones, amputaciones en miembros inferiores y la rendición. Tras su arribo al área de San Carlos, el teniente primero Daniel Esteban dispuso un elemento adelantado para alertar y emboscar un potencial desembarco inglés. El martes 18 de mayo, el subteniente Roberto Oscar Reyes debía relevar al subteniente José Alberto Vásquez en la denominada altura 234 o Fanning Head, según la cartografía británica. La sección “Gato” se componía de cuatro suboficiales y 15 soldados: el grupo de 21 infantes marcharon 14 kilómetros hacia la punta del estrecho con la misión de “dar alerta temprana a la Fuerza y, reforzados con armas pesadas, emboscar a las tropas inglesas que pudieran ingresar por el canal”.



“El noche previa se presentaba como las anteriores, es decir helada y con poca visibilidad, no se veía a dos metros”, relató Reyes, quien por entonces tenía 25 años y cuatro de entrenamiento militar. Media hora antes de que el jueves se hiciera viernes, un soldado alistado en un puesto de seguridad le informó que escuchaba ruidos en el canal: eran conversaciones en inglés y señales acústicas que provenían desde la punta del estrecho. El subteniente ratificó la sospecha: embarcaciones navegaban en silencio y con luces apagadas en dirección a San Carlos.


Altura 234 (Fanning Head) en 2012

El cuerpo de soldados disponía de dos morteros 81 mm y dos cañones sin retroceso 105 mm para operar la emboscada. Reyes impartió órdenes de apresto para el combate y alertó una inminente apertura del fuego. Pero lo primero que intentó fue entablar comunicación con el teniente primero Daniel Esteban, en el puesto de comando de San Carlos. Las baterías de la radio, luego de tres días a la intemperie del frío, tenían poca carga: la llamada llegaba, los escuchaban pero no podían ser recibidos. “Aquí Gato, aquí Gato”, decían sin suerte. El intento de comunicación y el posterior estallido de las bombas podía ser ya suficiente aviso.

 

"Algunos decían que los ruidos que escuchaban eran los ingleses atacando a los hombres de Reyes, otros decían que las bombas provenían de un combate cercano. De todas maneras, era inevitable que desembarcaran en San Carlos. Nosotros ni siquiera éramos una compañía, éramos una sección reforzada", dijo el subteniente Roberto Reyes

Minutos después de las dos de la mañana del viernes 21 de mayo de 1982, el bautismo de fuego. Los buques estaban al alcance de los morteros pero la visión era casi nula. “Se apreciaban algunas luces indebidas en cubierta y la nitidez de algunas conversaciones que por el agua se propagaban, la flota continuaba sigilosa y al parecer no nos habían detectado”, describió Reyes. Ordenó abrir fuego con los morteros empleando proyectiles de iluminación para determinar la ubicación exacta y mejorar la eficiencia de los cañones. Pero la estrategia no funcionó y el efecto sorpresa se desperdició: los proyectiles no iluminaron la trayectoria y quedaba expuesta su posición por la deflagración del disparo.



“Desde que comenzó el fuego hasta las tres de la mañana aproximadamente ordené varios cambios de posición hasta agotar la munición de morteros. A partir de allí la reacción enemiga fue más intensa”, reprodujo el subteniente en un escrito personal. El fuego enemigo empezaba a acertar la ubicación de los soldados argentinos. Era hora de la retirada: “Ordené iniciar los preparativos para el repliegue. Estaba convencido que habíamos cumplido con la misión de alertar a nuestras fuerzas y emboscar a los ingleses”.

En perfecto español, desde una patrulla terrestre inglesa un vocero los intimidaba a entregarse. “Nos decían que eran parte de un batallón que había desembarcado y que no nos harían daño si nos rendíamos, que nos encontrábamos rodeados y que no podríamos salir del lugar, que debíamos entregar las armas. Esta acción psicológica de los ingleses generó en todos nosotros lo contrario, es decir, el deseo de desprendernos, replegarnos y poder reunirnos con nuestras fuerzas en San Carlos”, relató Reyes. Fueron más de tres horas de ataque discontinuo y variado pero sostenido.



 

La flota británica tenía 6.000 hombres. Los combatientes argentinos en San Carlos eran apenas más de 60. Por la gangrena, a Godoy le amputaron las dos piernas a la altura de la rodilla. Cepeda y Moyano perdieron ambos pies y Alarcón terminó con su mano derecha deformada

De los 21 combatientes, quedaron solo 11. Los heridos y desaparecidos en el fragor del repliegue y la contraofensiva habían sido capturados como prisioneros de guerra: ninguno había muerto. Los ingleses los seguían buscando y estaban tan cerca que les resultaba increíble que no los vieran. Les quedaban una munición de 40 tiros por hombre. Su escondite fue platea preferencial para observar el despliegue aéreo de los aviones argentinos contra la flota británica de 17 buques.

A la primera noche emprendieron marcha rumbo sudeste hacia Puerto Argentino: emplearon el método línea de costa. Caminaban de noche cerca de 3 kilómetros diarios. “No contábamos con más abrigo que la ropa puesta. La bruma húmeda y espesa estaba siempre presente, por momentos se confundía con una llovizna fina y helada”, narró el subteniente. El miedo y el principio de subsistencia escondían el hambre y la angustia. Para huir de una fracción de 15 soldados ingleses, debieron cruzar un brazo de mar con soldados que no sabían nadar. Perdieron fusiles y el cabo Hugo Godoy casi se ahoga, pero lo peor fue saldo posterior: la ropa mojada y la garantía de un frío permanente.

El pie de trinchera y la gangrena avanzaban rápidamente en tres soldados. Godoy, Moyano y Cepeda necesitaban asistencia médica con urgencia. Quedaron a cargo de Clot, el soldado que mejor estado físico tenía, con comida para dos días, un maletín de primeros auxilios y la orden de demorar un día la búsqueda del enemigo para darle tiempo a los siete combatientes restantes de seguir con su proeza.

 

La flota británica fue sometida a bombardeos por la fuerza aérea argentina en vuelos rasantes. Pudieron cumplir la misión Sutton de asegurar una cabeza de playa en San Carlos pero perdieron varias embarcaciones y helicópteros

Tras una marcha de 5 noches, llegaron a un caserío identificado como New House, aparentemente deshabitado. “Conformábamos un grupo realmente lastimoso. Las ropas hechas jirones, enfermos, el rostro deformado por los sufrimientos. Ninguno tenía más de 25 años, pero aparentábamos ser un grupo de ancianos vagabundos”, contó Reyes. En el día 21 de la epopeya para recalar en las propias líneas, los despertó una sección completa que había trazado un cerco sobre el caserío: un kelper oculto en la finca los había delatado.

“Desde una posición en el galpón, tenía apuntado a un soldado inglés y les pedí a mis hombres que hicieran lo mismo con otros, pero que no dispararan hasta que yo lo indicara”, describió. Reyes se denomina un “profesional de la guerra”: “Estaba preparado para lo peor y si hubiese ordenado abrir el fuego, esos soldados que estaban en las últimas lo habrían hecho. Pero me di vuelta y los vi, habíamos perdido la aptitud para combatir, estábamos sin capacidad para resistir el menor ataque y salir de la instalación. Consideré que este era el final de nuestra guerra, había llegado el momento de entregarme, caminé hacia afuera y dejé el arma”.

La sección “Gato” nunca pudo regresar a Puerto Argentino ni reencontrarse con el Equipo de Combate Güemes. Era el 11 de junio de 1982: 3 días después terminaría la Guerra de Malvinas. El desembarco en San Carlos es motivo de orgullo para el teniente primero Carlos Daniel Esteban y para el subteniente Roberto Oscar Reyes. Poco importa que la maniobra haya sido exitosa para las tropas británicas. Síntomas de una guerra inverosímil.

jueves, 14 de mayo de 2020

Gobierno de Tierra del Fuego homenajea a enfermero VGM

El Gobierno de Tierra del Fuego homenajeó al Suboficial Segundo (RE) VGM Arnoldo Funes Maravilla tras su fallecimiento

Se declaró un día de duelo provincial en Tierra del Fuego. Oriundo de Mendoza, falleció ayer en Ushuaia a los 74 años.
Gaceta Marinera



Ushuaia – El Gobierno de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur decretó un día de duelo provincial por el fallecimiento del Suboficial Segundo (RE) VGM Arnoldo Funes Maravilla, quien había sido enfermero en el submarino ARA “Santa Fe” durante la Guerra de Malvinas.

Asimismo, se estableció el izado a media asta del Pabellón Nacional y del Pabellón Provincial, de acuerdo a lo establecido en la Ley Provincial N° 1274, en todos los edificios públicos de Tierra del Fuego.

 

Durante el Conflicto del Atlántico Sur, el submarino ARA “Santa Fe” fue atacado el 25 de abril en cercanías de Caleta Vago (Islas Georgias del Sur) por helicópteros británicos; uno de los misiles impactó en la vela de la unidad argentina e hirió al Cabo Segundo Alberto Macías. El Suboficial Segundo enfermero Funes Maravilla fue el primero en asistirlo.

Sus compañeros del ARA “Santa Fe” recuerdan hasta la fecha esta heroica entrega y agradecen el homenaje por parte de la provincia. El reconocimiento a Funes Maravilla honrará su memoria y será reconocido por toda la comunidad como “Héroe de Malvinas”.

martes, 12 de mayo de 2020

Osvaldo Ardiles y sus decisiones durante el conflicto

Las dramáticas decisiones que debió tomar Osvaldo Ardiles durante la Guerra de Malvinas y la historia de su primo Pepe, derribado por un avión inglés 

Para 1982, Ossie era un mito viviente en el Tottenham inglés. Cuando el conflicto bélico estalló, sentó su postura en torno a las Islas y decidió marcharse del equipo donde era ídolo: “No puedo jugar en un país que está en guerra con el mío”. Al unísono, su primo José Leónidas combatía contra los Sea Harrier
Por Rodrigo Tamagni  ||  Infobae




Osvaldo Ardiles el 3 de abril de 1982, en la semifinal de la FA Cup ante Leicester: fue el último partido antes de abandonar el equipo por la guerra de Malvinas (Foto: Reuters)

“¡Ossie va a la guerra!”. El titular del diario sensacionalista británico era el remate de un cambio de paradigma. Osvaldo Ardiles había dejado de ser la leyenda, el héroe, el primer extranjero en enamorar a las frías tribunas inglesas. Ardiles, ahora, era el argentino símbolo de una guerra sobre el suelo de las Malvinas que había tenido su capítulo inicial de manera inesperada el 2 de abril de 1982, apenas unas pocas horas antes de que el Tottenham disputara la semifinal de la FA Cup por segundo año consecutivo con Ossie como gran estrella. Por esas mismas horas, su primo José Leonidas se preparaba para enfrentar a los ingleses en el aire malvinense con su avión Mirage.

El 3 de abril, los Spurs se impusieron 2-0 sobre el Leicester en Villa Park y sacaron el boleto para defender el título en el torneo más longevo del planeta. La temporada anterior, el equipo había conquistado por sexta vez la corona a expensas de una brillante actuación de Ardiles, que hasta se había ganado el reconocimiento de que le hicieran un tema en su honor titulado Ossie’s Dream. Pero aquella tarde de 1982 en Birminghan algo se resquebrajó: Julio Ricardo Villa fue suplente y Ardiles, por primera vez, escuchó la hostilidad de las tribunas cada vez que intervenía en el juego. “Nunca había recibido chiflidos. Eso fue un shock”, recordó aquella escena en el documental White, Blue and White de ESPN. Esa misma noche se subió a un avión, se marchó a Argentina para sumarse al plantel nacional que iba a jugar el Mundial y dejó un mensaje que hacía prever lo que ocurriría luego: “No sé cuándo volveré, simplemente no lo sé". Los titulares de los suplementos deportivos ingleses llevaron su rostro.



Las horas se consumieron de manera vertiginosa en Inglaterra, en Argentina, sobre el suelo malvinense y en la vida de Ardiles. Entre el desembarco de las tropas nacionales en las Islas, los gritos vehementes y etílicos de Galtieri en el balcón de la Casa Rosada y la primera presentación oficial del cordobés en su tierra natal pasaron doce días. El 14 de abril, fue titular en el empate amistosos 1-1 contra la Unión Soviética que el equipo del Flaco Menotti afrontó en el Monumental. Ossie ya había comenzado a carburar una idea difícil, que en su interior era controversial: “No puedo jugar en un país que está en guerra con el mío". Esa misma frase dijo ante los micrófonos ingleses en medio del conflicto.

El mediocampista por entonces tenía 29 años y, a pesar de perjuicio personal y las complicaciones filosóficas que existían en su cabeza sobre el combate entre su país de origen y el de adopción, no dudó en expresarse abiertamente –otra vez ante los periodistas ingleses– sobre el conflicto: “Yo siento que son nuestras. Estoy contento por el momento que sean nuestras. Espero que estos problemas se resuelvan de manera pacífica”.

“El país en el cual yo había nacido estaba en guerra con el país que me había adoptado. Para mí fue muy fuerte, increíblemente fuerte”, explicó tiempo después sobre el engranaje que trabajaba en su cabeza. Ardiles había arribado a Inglaterra junto con Villa en julio de 1978 a cambio de 750 mil libras esterlinas en una operación que sacudió al país: los campeones mundiales eran los primeros sudamericanos en sembrar una semilla en la cuna del fútbol. Cuatro años más tarde, con dos títulos sobre sus espaldas, eran parte de una sociedad conservadora que los había abrazado como propios. A punto tal, que aquel 3 de abril, mientras todos los hostigaban, los fanáticos Spurs lo defendieron y colgaron una bandera icónica: “Argentina can keep the Falklands, we’ll keep Ossie” (Argentina puede quedarse con las Malvinas, nosotros mantendremos a Ossie).

Entre fines de abril y comienzos de mayo, el furor bélico en Argentina crecía al compás del impulso mediático que inyectaba un nacionalismo cegador de la mano del “estamos ganando”. Los días de todos estaban dominados por el vértigo: el 25 de abril se registraron las primeras escaramuzas y el 1 de mayo los Ardiles se enteraron de una noticia paralizante. El avión Mirage Dagger de José Leonidas Ardiles –de 27 años y primo de Ossie– había sido derribado por un Sea Harrier. Nadie tenía noticias del Pepe pero había sospechas de que no había podido eyectarse de la aeronave.


José Pepe Ardiles, héroe de Malvinas, que fue derribado por aviones ingleses

“El 1° de mayo ellos muy temprano hicieron el primer ataque con los Vulcan al Puerto Argentino. Ahí la Fuerza Aérea sur, que estaba en Comodoro Rivadavia, organizó una serie de vuelos para ir sobre Malvinas con la idea de impedir los ataques de los ingleses sobre el Puerto. Íbamos a salir con el Pepe Ardiles y cuando estábamos yendo al avión, me dice: ‘Señor, ¿me deja que voy a hablar con mi señora?’. Lo hace y luego ponemos en marcha los aviones; el mío tenía fallas en un sistema. Empiezan a tratar de solucionarlo, no pueden y mientras tanto lo hacen rodar a Ardiles", recordó con Infobae el Brigadier Carlos Rohde, quien era el jefe de sección. “Lo hicieron despegar solo. Yo me estaba atando en otro avión, cuando vienen y me avisan que la misión se había suspendido. Me bajé tranquilo, cuando llegué al centro de operaciones, pregunté: ¿Ardiles está consumiendo combustible? No, a Ardiles lo mandaron a Malvinas... Y ahí, lamentablemente, no volvió más".

“Él no llegó a eyectarse ni nada. Cayó con un avión en una isla. Nosotros nos enteramos a la hora y media que lo habían derribado porque no regresaba, y nosotros teníamos una autonomía limitada para ir a Malvinas y regresar: no teníamos más de cinco o siete minutos para estar sobre las Islas. Todos estábamos pendientes del retorno: después nos confirmaron que por el radar habían visto que había sido derribado”, detalló Rohde, que había sido profesor del Pepe en el curso de aviador militar previamente y trataba al héroe argentino como un hijo. Pepe recibió el impacto de un misil aire-aire Sidewinder AIM-9 al ser sorprendido por dos Sea Harrier británicos tras atacar a una fragata que se dirigía a Darwin.

Mientras su primo defendía la soberanía argentina, Osvaldo estaba concentrado con el equipo argentino y a horas de emprender el vuelo hacia España para defender el título en la Copa Mundial del 82. El fluir de lo ocurrido llegó de un modo frenético: “A mí un día me dijeron que mi primo estaba combatiendo en las Islas Malvinas y a los dos o tres días que había desaparecido, pero no se sabía si había muerto”. La desinformación era una herramienta de guerra para confundir al enemigo ante la especulación de una intercepción de las comunicaciones. Así se generó el velo de misterio en torno a la muerte del Pepe: “Era confuso. Una vez nos dijeron ‘esta noche vamos a recuperar los cuerpos de (Carlos) Perona y Ardiles’. Hubo testigos que habían visto caer el avión en la Isla Bougainville, que es una islita al sur. Después de dos o tres días, un helicóptero sobrevoló la zona, estaba el humo todavía porque el avión se clavó de punta. No vieron ningún sobreviviente. Después fueron personalmente a buscar en el agujero algún vestigio y no había nada”. El que dio los detalles ante Infobae es Mario Callejo, compañero en la fuerza desde el 72, amigo íntimo y padrino de María Inés, la hija menor del Pepe (Sebastián, el mayor, es un destacado integrante de la fuerza aérea hoy en día). “Su papá todavía esperaba verlo vivo. Pensaba que estaba prisionero en Inglaterra y no le podíamos sacar la idea. Fue a Londres y estuvo habitación por medio con el que lo había derribado. No sé si estuvo tan convencido, pero al menos se volvió tranquilo. No se sabe nunca en el corazón de un padre hasta dónde llega la esperanza”, agregó.


Ossie se enteró durante la preparación con Argentina para el Mundial 82 que su primo estaba combatiendo en las Malvinas (Foto: Reuters)

“Mi tío pasó mucho tiempo tratando de localizar su cuerpo para descubrir qué sucedió exactamente. Se hablaba de una Isla donde se encontraban prisioneros de guerra argentinos, una isla británica. Mi tío vino a Inglaterra para investigar el asunto, esperando, supongo, que encontraría vivo a mi primo”, rememoró el hecho Ardiles en su autobiografía Ossie’s Dream que se publicó en 2009. Él fue un actor central en toda esta investigación familiar: le gestionó una reunión con autoridades británicas que le brindaron a su tío precisiones sobre lo ocurrido. Aunque la confirmación definitiva llegó de una manera inesperada: “Recibí la carta del piloto que lo derribó básicamente para que mi tío no lo siguiera buscando. Explicaba que él había sido el que lo había derribado, que el avión había explotado. Y que no había tenido tiempo para saltar, absolutamente nada”, detalló en el documental español Informe Robinson sobre el texto que le envió el militar Bertie Penfold para confirmar la muerte.

Todo el drama familiar se desarrollaba mientras Ardiles era un protagonista central de la Guerra. De aquí y de allá. El 8 de mayo fue uno de los cuatro integrantes del plantel argentino que participó en Las 24 horas por Malvinas, el programa que dominó las emisiones de todo un día con la idea recaudar fondos para los soldados. “Quiero agradecer en nombre de todos mis compañeros que nos hayan invitado a este programa y que podamos estar así, juntos, de alguna manera, poniendo nuestro granito de arena para esta gran causa nacional que son las Islas Malvinas”, dijo con su mirada perdida en el vacío, con una mueca pseudo sonriente de compromiso, los brazos entrelazados como cementados y dando todas las precisiones gestuales de que no quería estar allí. Recién hablaría públicamente de lo ocurrido con su primo en junio, a horas de disputar el segundo partido de la fase de grupos contra Hungría, donde marcó su único gol en la Copa del Mundo.


Este proceso era caótico. Traumático. Feroz. Aquellos insultos y abucheos del 3 de abril se habían transformado en ataques mediáticos sin trinchera. “Fue difícil con la prensa. Me decían: ¿qué te gusta de Inglaterra? Yo decía el golf y entonces ya era pro inglés. ¿Qué te gusta de Argentina? Los bifes, entonces ya era pro argentino. Fue salvaje. Cuando hay una guerra lo primero que se olvida es la verdad”, detalló varias décadas más tarde. Tomando su paso por el servicio militar obligatorio a mediados de los 70, un periódico británico publicó durante el conflicto bélico que Ardiles estaba dispuesto a ir a Malvinas: “Salió en primera plana que yo iba a pelear contra los ingleses, que iba a matar ingleses. Partían del hecho que yo había hecho el servicio militar acá y que claramente era un reservista, por lo cual teóricamente yo podía ser llamado a combatir. A través de eso hicieron toda esa historia de que yo iba a matar ingleses. Fue muy duro”.

“Todo eso me pasaba a mí. Me sentía mal en Inglaterra. Me sentía mal en Argentina. Me sentía mal en todos lados. Malvinas me destruyó a mí, claramente. A partir de ahí no pude volver a Inglaterra. Fue un período increíblemente triste. Cada día había algo peor, y algo peor, y algo peor...”.


"Ardiles va a la guerra": uno de los titulares de los diarios británicos durante el conflicto bélico

El 14 de junio la pólvora dejó de ser el olor predominante en Malvinas. El equipo nacional de fútbol había perdido el día previo a la rendición militar contra Bélgica en el debut del Mundial y dos semanas más tarde los conducidos por Menotti, defensores de la corona, se despedían de la Copa del Mundo con una imagen deslucida. Ardiles, sin embargo, todavía tenía que afrontar las esquirlas personales del caos militar ajeno. En Inglaterra era un argentino y en Argentina era un inglés. Lo que había madurado durante la estadía con la Selección debía cristalizarse en el mercado de pases: Tottenham no quería deshacerse de su estrella, de su ídolo, a pesar de todo y el acuerdo fue que se marcharía solamente a préstamo por una temporada para apaciguar los ánimos.

El París Saint Germain, de una liga francesa que recién había puesto la piedra angular rumbo a un fútbol de elite, hizo oficial el acuerdo el 3 de julio horas después de la derrota argentina contra Brasil que marcó el adiós del Mundial: “Como es de público conocimiento mi partida es por la Guerra de Malvinas”, dijo ante la TV francesa. Allí vivió su momento más “desastroso”: sólo estuvo en 17 partidos e hizo 1 gol. “Jugué muy mal. La mente siempre domina al cuerpo. Jugaba tan mal que no podía creer que jugaba tan mal. Hacer lo básico me costaba. Estaba destruido. Los dos países que yo quería habían estado en guerra, muertos de un lado y muertos del otro. Sentía cada muerte”.


Ossie con la número 1 contra Brasil en el partido que marcó la eliminación del Mundial 82 (Foto: Reuters)

El tiempo, sin embargo, empezaba a cicatrizar las primeras heridas. Para enero de 1983, Ardiles ya estaba de vuelta en suelo inglés y se mostraba feliz ante la cadena ITN News: “Mirando atrás creo que la decisión que tomé fue la correcta. No tengo nada de qué arrepentirme porque no dije nada malo de Inglaterra. Soy muy honesto. Nunca dije nada malo. Me siento como en casa. Estoy contento. No sé cómo será la reacción del público, algunos van a estar contentos y otros no". Al final del túnel, acumularía en total 311 presentaciones, 25 goles y 4 títulos (entre los que se destacan la UEFA Cup) a lo largo de diez temporadas en los Spurs. Además, fue el primer entrenador no británico que tuvo el equipo cuando lo eligieron para comandar al plantel en 1993. Una leyenda.

Su círculo con las Malvinas lo cerró, de un modo particular, a comienzos del 2014. Visitó las Islas, recorrió el cementerio de Darwin, revivió en sus entrañas la historia de su primo héroe de guerra y tuvo un accidente vehicular por las hostiles carreteras isleñas que casi le cuesta la vida como si fuese una ironía del destino.

Ossie’s Dreams, ese lema que lo persiguió en sus días más felices adentro de una cancha, ya no es más un tema musical simpático, su sueño ahora tiene un enfoque más profundo: “La guerra no sirve absolutamente para nada. Solo sirve para enemistar a los pueblos y sostener esa enemistad. Guerra nunca más”. Osvaldo Ardiles el 3 de abril de 1982, en la semifinal de la FA Cup ante Leicester: fue el último partido antes de abandonar el equipo por la guerra de Malvinas (Foto: Reuters)





 

viernes, 8 de mayo de 2020

Clase Guppy: Aprendiendo de la SGM antes de llegar a los SSN

Proyecto GUPPY: entre la Segunda Guerra Mundial y la era de los barcos de propulsión nuclear

Revista Militar (original en ruso)


Hace sesenta años, cuando la deuda pública de los EE. UU. aún no había tomado valores tan amenazantes, y los gastos de los Estados Unidos para todo, incluida la defensa, eran bastante razonables: en aquellos días, la Marina de los EE. UU. parecía completamente diferente de lo que es ahora. A comienzos de los años 1940 y 50, la Marina de los EE. UU. era un montón de basura oxidada de la Segunda Guerra Mundial, y el Congreso estaba desesperado por no asignar fondos para la construcción de nuevos barcos.



La extraña situación tenía una explicación simple: durante los años de guerra, la industria de los Estados Unidos entregó a la Marina una cantidad tan grande de equipo que surgió una pregunta razonable: ¿qué se debe hacer a continuación? La mayor parte de la flota no murió en la batalla. Incluso después de la "limpieza general" en 1946-1947, cuando varias docenas de "superfluos" fueron retirados a la reserva, según el comando, portaaviones, acorazados y cruceros, la flota estadounidense todavía estaba llena en exceso con equipo militar.

Dejar que cientos de naves completamente modernas sean desechadas, y construir nuevas unidades de combate, sería francamente reacio. Sin embargo, el equipo estaba sujeto al inevitable deterioro físico y al envejecimiento moral: en una era en la que el horizonte ya estaba iluminado por el resplandor de futuras instalaciones nucleares y antorchas de motores de cohetes, se requería la reposición inmediata de la flota con nuevos barcos. ¡Pero no se hizo la reposición de la flota!

A los almirantes se les explicó popularmente que en los próximos 10 años no deberían esperarse nuevos barcos: es poco probable que los fondos asignados sean suficientes para varios diseños experimentales y, tal vez, un par de unidades grandes para la flota de portaaviones. De lo contrario, los marineros deben prepararse para el hecho de que, en caso de guerra, tendrán que luchar con equipos obsoletos.

Para evitar la repetición del próximo Pearl Harbor, la administración de la flota tuvo que activar la imaginación y utilizar al máximo los recursos de modernización del barco: en la década de 1950, la Marina de los EE. UU. conmocionó varios programas de modernización de flotas a gran escala. Uno de los proyectos más interesantes fue GUPPY, un complejo de eventos relativamente simples y baratos que cambiaron radicalmente las características de los submarinos estadounidenses.

¡Inmersión urgente!

En 1945, después de la división de los barcos alemanes capturados, los Yankees cayeron en manos de dos "Electrobots" tipo XXI: U-2513 y U-3008. El conocimiento de los barcos más potentes y avanzados de la Segunda Guerra Mundial dejó una impresión indeleble en los expertos estadounidenses; Después de estudiar cuidadosamente el diseño y las características de los Electrobots, los estadounidenses llegaron a la conclusión correcta: los factores clave que afectan directamente la efectividad y la estabilidad de combate de un submarino moderno son su velocidad y alcance en condiciones sumergidas. Todo lo demás: armas de artillería, velocidad de superficie o autonomía pueden descuidarse en un grado u otro, sacrificándolos a la Misión Principal del Submarino: tráfico submarino.



La duración de estar bajo el agua para submarinos diesel-eléctricos estuvo principalmente limitada por la capacidad de las baterías. Incluso los barcos más grandes y poderosos de la Segunda Guerra Mundial no pudieron permanecer bajo el agua por más de dos o tres días; luego, inevitablemente, seguidos por el ascenso, el sistema de ventilación de los pozos de la batería se encendió, las poderosas corrientes de aire eliminaron las emisiones venenosas acumuladas, y los generadores de diésel traquetearon y generaron energía eléctrica vital. el cable lleva de vuelta a las baterías recargables.

Durante un ciclo de estar en la posición subacuática, los barcos lograron "gatear" no más de 100 ... 200 millas. Por ejemplo, incluso el más grande de los barcos soviéticos, el submarino de crucero de la serie XIV, podría sumergirse solo alrededor de 170 millas con un movimiento económico de 3 nodos. Y si el mango del telégrafo de la máquina estuviera en "El avance más completo", la batería se agotaría después de una hora o 12 millas de la distancia recorrida. Las características de los barcos estadounidenses del tipo Gato, Balao y Tench fueron aún más modestas: menos de 100 millas a dos nudos, mientras que la velocidad máxima en posición subacuática no superó los 9-10 nudos.

Para corregir esta molesta situación, se desarrolló el programa GUPPY (Gran Programa de Poder de Propulsión Subacuática). Como su nombre lo indica, el objetivo del programa era mejorar radicalmente las características de velocidad de los barcos en posición subacuática. Se suponía que la tarea se lograría de tres maneras principales:
  • Máxima saturación del espacio interior de la embarcación con baterías, se planeó aumentar el número de grupos de baterías en 2 veces, ¡de dos a cuatro!
  • Optimización de contornos para reducir la resistencia hidrodinámica al moverse en posición subacuática;
  • Instalación de un tubo respirador - un invento alemán muy bueno que le permite moverse indefinidamente durante mucho tiempo a una profundidad de periscopio, "saliendo" del agua la punta de la entrada de aire y el tubo de escape de un motor diesel.

Por supuesto, en el curso de la modernización, se mejoró el "llenado" electrónico de barcos, aparecieron nuevos radares, sonares y sistemas de control de fuego de torpedos.



Los primeros trabajos se completaron en agosto de 1947: dos submarinos de la Marina de los EE. UU., el USS Odax y el USS Pomodon, pasaron por un programa intensivo de modernización bajo el programa GUPPY I. Todas las instalaciones de artillería, pilones de protección, molinetes e incluso uno de los periscopios fueron desmantelados de las cubiertas de los barcos, todo para reducir la hidrodinámica. resistencia bajo el agua

La cabina ha adquirido nuevas formas: un diseño liso y aerodinámico, que ha recibido el nombre de "vela" entre los marineros. Se hicieron algunos cambios en la proa del casco: la familiar silueta en forma de V adquirida en formas redondeadas GUPPY. Pero las principales metamorfosis ocurrieron en el interior. Las bodegas vacías de municiones de artillería, parte de las cámaras de refrigeración y las tiendas de repuestos, todo el espacio libre desde la proa hasta la popa estaba lleno de baterías recargables (baterías), solo 4 grupos de 126 elementos de un nuevo tipo.

Las nuevas baterías tenían una gran capacidad, pero una vida útil corta (solo 18 meses, 3 veces menos que las baterías originales de la Segunda Guerra Mundial) y un mayor tiempo de carga. Además, su funcionamiento era más peligroso debido a la mayor evolución del hidrógeno: era necesario modernizar el sistema de ventilación de los pozos de la batería.

Al mismo tiempo que la batería, todo el sistema eléctrico de la embarcación se modernizó: un nuevo tipo de motores eléctricos de remo, tableros de distribución herméticos, electrodomésticos diseñados para el nuevo estándar de red eléctrica (120V, 60Hz). Al mismo tiempo, apareció un nuevo radar y se modernizó el sistema de aire acondicionado en los compartimentos.

Los resultados del trabajo excedieron todas las expectativas: los barcos USS Odax y USS Pomodon rompieron todos los récords, dispersándose bajo el agua a 18 nudos, más rápido que el exclusivo "Electrobot" alemán. El rango subacuático aumentó significativamente, mientras que la velocidad económica aumentó a tres nudos.

La modernización exitosa nos permitió continuar trabajando en esta dirección: de 1947 a 1951, otros 24 barcos de la Marina de los EE. UU. se modernizaron bajo el programa GUPPY II; esta vez, junto con la optimización de los contornos del casco y el aumento de la cantidad de baterías, se introdujo en el diseño un tubo para motores diesel. en posición subacuática



En 1951, se propuso una alternativa: una opción de actualización un poco menos ambiciosa y barata bajo el programa GUPPY-IA (un total de 10 barcos modernizados). Esta vez, los Yankees se negaron a colocar a bordo dos grupos de baterías adicionales, conservando el mismo número de elementos. Solo se modificaron los elementos mismos: se utilizaron las baterías Sargo II mejoradas, eran más eficientes y duraderos, al mismo tiempo, los elementos de este tipo eran extremadamente problemáticos: era necesario mezclar regularmente el electrolito y usar el sistema de enfriamiento de la batería.

Todas las otras técnicas del programa GUPPY (snorkel, nuevos contornos corporales) se utilizaron en su totalidad. En general, el programa GUPPY IA no impresionó a los marineros: a pesar de su menor costo, los barcos modernizados eran muy inferiores al GUPPY II "normal" en alcance y velocidad bajo el agua.

En el período de 1952 a 1954, otros 17 barcos de la Segunda Guerra Mundial se modernizaron bajo el programa GUPPY IIA, esta vez los Yankees intentaron corregir la falla clave de todos los GUPPY, condiciones desagradables, debido a la disposición interna extremadamente saturada y la abundancia de baterías. Los diseñadores sacrificaron uno de los cuatro motores diesel, en lugar de los cuales colocaron bombas, compresores y unidades del sistema de aire acondicionado. Se han producido algunos cambios en el diseño interior de las instalaciones: los enfriadores estaban ahora directamente debajo de la cocina y la estación de sonar se "trasladó" a la sala de bombas vacía debajo de la estación central.



La ausencia de un cuarto motor diesel tuvo un efecto significativo en la reducción de la velocidad de la superficie, sin embargo, ahora se proporcionaron condiciones de vida más o menos cómodas a bordo del barco (en la medida en que la palabra "comodidad" se puede aplicar a la flota de submarinos).

Sin embargo, era obvio para los marineros que el potencial de modernización de los barcos estaba casi agotado. Había una última oportunidad: el programa GUPPY III era el más grande de todos los GUPPY, que incluía cortar y alargar el resistente casco del bote (el trabajo se llevó a cabo desde 1959 hasta 1963).

La longitud de cada uno de los 9 barcos modernizados aumentó en 3.8 metros, el desplazamiento en la superficie aumentó a 1970 toneladas. La reserva de espacio resultante se utilizó para acomodar el complejo de sonar moderno BQG-4 PUFFS. La automatización ha reducido la tripulación; a cambio, ha aumentado la munición de torpedos y ha mejorado el hábitat a bordo. Siguiendo el modelo de GUPPY-IIA, se desmanteló un cuarto motor diesel de todos los barcos. Parte de la cabina estaba hecha de plástico.



USS Pickerel - Representante típico de GUPPY III

Vale la pena señalar que el número exacto de barcos que participaron en el proyecto GUPPY es difícil de establecer: muchos de ellos se han modernizado varias veces en las diversas etapas del programa. Entonces, el USS Odax y el USS Pomodon fueron "actualizados" bajo el programa GUPPY II, y ocho GUPPY II más se actualizaron posteriormente al estándar GUPPY III. A pesar de los estándares generales establecidos, todos los barcos tenían algunas diferencias en diseño, diseño y equipamiento, dependiendo del astillero donde se realizaba el trabajo.

Además, algunos de los barcos se sometieron a una modernización limitada como parte de los programas para ayudar a los Aliados, por ejemplo, cuatro barcos destinados a la Armada de Italia y los Países Bajos se sometieron a una "actualización" bajo el programa GUPPY-IB. Los barcos de exportación recibieron todas las principales ventajas del programa GUPPY, con la excepción de los equipos electrónicos modernos.


USS Spinax, 1965 - representante típico del programa de snorkel de la flota: artillería desmantelada, algunas características del programa GUPPY son notables, pero no se llevó a cabo una modernización profunda

Además, hubo programas informales de modernización que fueron similares en espíritu a GUPPY. Entonces, 28 barcos del período de guerra posteriormente recibieron snorkels y algunos otros elementos del programa GUPPY relacionados con cambios mínimos en el diseño: se desmantelaron la artillería y los elementos externos que sobresalían, los contornos del casco se "ennoblecieron" y, en algunos casos, se reemplazó el "relleno" electrónico.

70 años de servicio

La mayoría de los buques de guerra de los años de guerra que se modernizaron bajo varias opciones del programa GUPPY sirvieron activamente bajo una bandera a rayas de estrellas hasta mediados de la década de 1970, cuando la entrada masiva en operación de submarinos nucleares marcó una línea en la carrera de submarinos diesel-eléctricos en la Marina de los EE. UU.


Uluc Ali Reis (anteriormente USS Thornback) - Submarino de la Armada turca

Sin embargo, aquellos de los submarinos que tuvieron la suerte de exportar, vivieron una vida mucho más larga y rica. Los barcos GUPPY tenían una demanda extremadamente alta en el mercado internacional de armas marítimas: pequeños, simples y relativamente baratos, eran ideales para equipar flotas de países pequeños y no muy acomodados. Al mismo tiempo, sus cualidades de combate excedieron significativamente su tamaño, incluso durante la época de los reactores nucleares y las armas de misiles quirúrgicamente precisas, los submarinos diesel-eléctricos modernizados de la Segunda Guerra Mundial conservaron un potencial de combate considerable. Los barcos fueron explotados masivamente en todo el mundo como parte de las flotas de Argentina, Brasil, Turquía, Italia, los Países Bajos, la República de Taiwán, Pakistán, Grecia, Bolivia, Chile e incluso Canadá.

Entre los barcos de exportación, sucedieron verdaderos centenarios. Por ejemplo, USS Catfish, que logró participar en la Guerra de las Malvinas como parte de la Armada argentina. A pesar de la deprimente condición técnica del submarino, los "lobos marinos" británicos costaron mucho esfuerzo para destruir el ARA Santa Fe (S-21): un bote que apenas se arrastraba en la posición del agua estaba revuelto con misiles antibuque y bombas profundas lanzadas desde helicópteros. Al mismo tiempo, el bebé dañado pudo llegar a la isla de Yuzh. George y siéntate en el suelo cerca de la orilla.


Wessex de la Royal Navy persigue al ARA Santa Fe, Atlántico Sur, 1982

Pero la historia más llamativa está relacionada con dos barcos de la Armada de Taiwán: el USS Cutlass y el USS Tusk, que se convirtieron, respectivamente, en "Hola Shi" y "Hola Pao". ¡Ambos submarinos lanzados en 1944-45, a partir de 2013, todavía están en servicio, como unidades de entrenamiento de combate, y periódicamente hacen viajes en velero!
La increíble longevidad de los estadounidenses "Getou", "Balao" y "Tench" durante la Segunda Guerra Mundial tiene dos explicaciones obvias:
  1. Los submarinos de la Marina de los EE. UU. inicialmente tenían capacidades sólidas y se construyeron con un gran ojo en el futuro. Baste decir que cualquier "Getow" era tres veces más grande que el U-bot alemán promedio Tipo VII.
  2. Modernización competente bajo el programa GUPPY, que permitió que barcos viejos sirvieran junto con barcos nuevos durante otros 20-30 años después de la guerra.



miércoles, 6 de mayo de 2020

Ametralladora Bren

Bren - La tos de la abuela

Revista Militar (original en ruso)



En el artículo anterior, describimos la historia de cómo surgió la ametralladora Bran. Hoy hablaremos sobre el aspecto técnico, por así decirlo, ya que cualquier ametralladora es una máquina, y en esta capacidad es interesante como un ejemplo de la mente humana y las capacidades de la tecnología del momento correspondiente.



La ametralladora desmontada "Bran". Todas las partes que lo componen, y las características de diseño son claramente visibles. En la parte inferior hay un tope con un carro de pistola, un pistón de gas con un marco y un gatillo arriba, un obturador en forma de S, una tapa de revista, un marco de perno y otros detalles son aún más altos.

Comenzaremos a examinar estas armas desde el cañón, porque el cañón es la parte principal de cualquier "máquina de tiro". Los troncos de las ametralladoras Bran Mk I, Mk II y Mk III tienen la marca Mk I * (asterisco) y, en consecuencia, los números 2 y 3. Esta es la designación para la longitud del cañón, que es de 635 mm. El cañón tiene un corte derecho con 6 ranuras de 2,23 mm de ancho y 0,145 mm de profundidad. El paso del hilo es de 254 mm, que son 33 medidores. La bala gira en el cañón durante 2.2 vueltas y adquiere una velocidad inicial de 744 m / s, con una velocidad de rotación de 2930 rpm.


Barril con asa de transporte y regulador de gas.


Regulador de gas.

El peso total de los troncos Mk I y Mk I * es 2.84 kg, pero el peso del cañón Mk III es 2.95 kg. Parallamas en forma de cono, cromado. En el lado izquierdo del barril hay una mosca, desplazada a la izquierda del eje de simetría debido a la ubicación del cargador. Luego viene la cámara de gas con un regulador. La cámara tiene cuatro canales de diferentes diámetros, lo que le permite cambiar la cantidad de gas descargado en la cámara de gas. En condiciones normales, el ajuste estándar No. 2)


En esta foto hay dos detalles importantes a la vez: la tapa de la apertura del cargador y la manija de montaje en barril.

Los troncales Mk I y Mk I * difieren solo en el diámetro del regulador de gas, que es más grande para Mk I *. El cañón Mk II tiene una forma diferente, más cónica, un parallamas. Los troncos de Mk III y Mk IV se acortaron a 565 mm., De modo que su peso se redujo a 2,35 kg, e incluso a 2,2 kg en Mk IV. Cada equipo de ametralladoras tenía dos barriles de repuesto. Esto permitió en caso de calentamiento reemplazar el barril caliente por uno frío, lo que, a su vez, redujo la erosión térmica del metal. El reemplazo debía hacerse después del tiroteo de 10 cargadores, ¡eso es 300 disparos!


Así es como se reemplaza el cañón.

El obturador de ametralladora era una de las partes tecnológicamente más laboriosas. Se necesitaron 270 operaciones para obtenerlo, ¡mientras que el bloque de acero del que estaba hecho tuvo que perder 2.04 kg de peso!


El marco deslizante está separado del extremo.

La ametralladora tenía una vista de dioptrías del tambor tipo Mk I, tomada una a una de la ametralladora checa. El tambor gira y sube o baja la barra de la vista. La vista misma fue calibrada de 200 a 2000 yardas, en incrementos de 50 yardas en una división. Más tarde, se colocó una vista simplificada en el Bran, diseñado para disparar a una distancia de 200 a 1,800 yardas, en incrementos de 100 yardas en una división.


Marco de cerrojo completamente separado con tubo guía para pistón de gas.

La ametralladora Bran era, en general, un arma bastante típica con un impulso a través del escape de gases del agujero en su parte inferior. Sin embargo, de hecho, era muy diferente en diseño del famoso Lewis y de nuestro no menos famoso Degtyarev DP-27. Tanto el uno como el otro tenían un mecanismo de ventilación de gas y un barril que se conectaba firmemente al receptor. Aquí, también, había un receptor con el que se conectaba el barril, aunque no rígidamente, sino con la posibilidad de reemplazo. Sin embargo, el "punto culminante" del diseño fue eso y, por cierto, inicialmente en la ametralladora ZB vz.26. estaba ausente de que la tubería de gas, en la cual, al igual que estas dos ametralladoras, el pistón de gas se movía, de hecho, también desempeñaba la función de un carro de armas, que, cuando se disparaba por la fuerza de retroceso, tenía un cañón, un perno, un receptor y una revista, Todos volvieron a estar juntos. Es decir, el tubo de ventilación no estaba conectado rígidamente al receptor, sino ... ¡solo al extremo! Y fue en este peculiar carro de armas, o más bien, dentro de él, que había un mecanismo de disparo, pero todos los demás mecanismos que estaban en el receptor, se movieron en relación con él cuando se disparó, aunque no muy lejos. Tal solución técnica permitió reducir el retorno y, en consecuencia, aumentar la precisión del incendio. Aunque, por supuesto, esto se logró complicando el diseño en sí y, en particular, la tecnología de producción, y el aumento de los requisitos para los tamaños de tolerancia. Por cierto, esta es precisamente la razón por la cual los bípodes de Bren estaban unidos precisamente al marco del pistón de gas, y no al barril.


Comando británico portando un Bren en Malvinas

El cierre de la ametralladora era hacia arriba. Para esto, había una protuberancia correspondiente en el perno y una ranura en el receptor. Al mismo tiempo, otra característica de diseño fue la ubicación del gatillo, que golpeó el martillo, en ... el mismo marco del pistón de gas. Al disparar, el pistón retrocedió, presionó el gatillo con el lado inclinado hacia atrás del gatillo en el perno y cayó, después de lo cual el pistón de gas, que continuaba retirándose (tuvo una carrera larga), retrajo el perno aún más, y retiró el manguito disparado, que cayó a través del orificio en el marco del pistón de gas. Ahora, un resorte de retorno entró en la caja, que estaba con el empujador en el tubo dentro del trasero, y envió el perno hacia adelante. Al mismo tiempo, se suministró otro cartucho del cargador, el perno subió con la protuberancia del marco del pistón de gas (el cañón estaba bloqueado al mismo tiempo) y el gatillo golpeó el golpeador con resorte. En cuanto a la operación del mecanismo de disparo, todo se redujo a bloquear y liberar la parte posterior del pistón de gas (se hizo una ranura), y eso es todo. Es decir, el "gatillo" móvil también estaba en él, pero no golpeó al baterista, sino que simplemente soltó el pistón de gas con un marco en su parte trasera. Además, es importante tener en cuenta que no había resortes donde pudieran calentarse en esta ametralladora. El resorte de retorno estaba empotrado en el cuerpo del stock y allí, ni el polvo, ni la suciedad, ni las altas temperaturas podían alcanzarlo.


El esquema de acción de la ametralladora "Bren".

Un rasgo característico de todas las ametralladoras Holek era el sistema de suministro de energía de un cargador ubicada verticalmente en ellas. Además, no se desplazó hacia la izquierda, como una revista similar de la ametralladora Madsen, y, por lo tanto, era necesario cambiar la vista hacia la izquierda. Al mismo tiempo, utilizaron cargadores de pequeña capacidad: 20 tiros, lo mismo que en el BAR americano. El primer GBS también tenía una capacidad de cargador de 20 rondas, pero luego los británicos crearon el suyo y, a pesar de la complejidad de la tarea, es mucho más difícil hacer un cargador de cartuchos con borde.



Vista en sección del cargador y cierre.

Además de esta tienda, también se desarrolló una tienda de discos de 200 cargas con una disposición de dos filas de cartuchos y un muelle de reloj. Era imposible usar una mira estándar con dicha tienda, por lo tanto, dichas tiendas se usaban en instalaciones de tiro antiaéreo cuando había una mira antiaérea especial sobre ella. Pesaba 3 kg vacíos y 5 kg con cartuchos. Cargarlo era una tarea que requería mucho tiempo, y era mejor hacerlo juntos. La apertura de la tienda se cerró con una tapa deslizante especial.


La mira

Los bípodes de la ametralladora Mk I estaban equipados con patas que se podían ajustar en altura para facilitar la operación en terrenos irregulares. El modelo Mk II ya tenía patas de una longitud fija. El viejo bípode tipo se colocó en el "Bran" L4. Para L4A2, se utilizan bípodes, hechos de una aleación desarrollada anteriormente para el Mk IV, pero luego se abandonaron en las primeras etapas del trabajo en esta muestra.



Vista desde el mecanismo del tambor de su accionamiento.

Se desarrolló un trípode especial con un peso de 13,6 kg, que hizo posible, si fuera necesario, disparar a los aviones. Pero en 1944 rara vez se usó. El ángulo de disparo horizontal de esta máquina era de 21 ° en ambos lados. El ángulo de elevación para el disparo vertical fue de 19 °. Las monturas gemelas Twin Mk I y “Horrible Twins” con miras Motley y Gallows montadas en ellas también se usaron para disparar al avión. Además, las instalaciones en sí se llamaban tan a menudo, que eran muy populares en el norte de África, donde, sin embargo, se usaban con más frecuencia para combatir objetivos terrestres que con la aviación. Más tarde, el comando británico decidió que dispararles a los vehículos alemanes era un desperdicio de municiones. A menudo se montaban en vehículos ligeros, lo que aumentaba significativamente su potencia de fuego.


"Bren" con un cargador de tambor

En cuanto a lo último, debe tenerse en cuenta aquí que la velocidad de disparo es de 450-480 disparos por minuto, y prácticamente se puede disparar a una velocidad de 120-150 disparos por minuto. La tasa de disparos individuales es de 40-60 disparos por minuto. El traductor de incendios estaba ubicado a la izquierda, sobre la empuñadura de la pistola.

En cuanto a la evaluación general de esta arma, los británicos creen que esta es la mejor ametralladora ligera para un cartucho de rifle con una llanta. Hablan sobre diseño simple, confiabilidad, facilidad de uso y reemplazo conveniente de troncales. Las desventajas incluyen un peso relativamente grande, un alto consumo de metal durante la producción y demoras al disparar por culpa de la tienda, aunque se eliminaron con mucha facilidad.


Uno de los vehículos de transporte blindados británicos más populares se llamaba "Bren Carrier" y estaba destinado al transporte de 1-2 ametralladoras "Bren" y sus tripulaciones.

Los australianos lo apodaron por el sonido característico de los disparos "tos de la abuela", y también lo usaron muy ampliamente. En total, estuvo o está en servicio con 25 países, entre ellos India y Pakistán. Nadie ha considerado distribuidores de segunda mano que lo estén ofreciendo a la venta, pero también hay bastantes.

Las fotografías del "bren" lo muestran en servicio incluso con los ejércitos de aquellos países que nunca lo compraron, así como con pandillas ilegales en casi todo el mundo. Se pueden ver en fotografías de conflictos en el Medio Oriente (Egipto 1956, 1967, la guerra civil en el Líbano, Chipre 1974), en África (Kenia - el levantamiento de Mau Mau, Biafra, Congo), en Indonesia, India (1947, la guerra con China), en Afganistán, e incluso en manos de los Royal Marines británicos en la Guerra de las Islas Malvinas en 1982, así como en la Operación Tormenta del Desierto en Kuwait en 1991. En Europa, fue utilizado activamente por el IRA y la organización vasca ETA. Bueno, en total, 302,000 de ellos fueron producidos ...