Pasión por Malvinas: el hombre que creó su propio museo en Miami
Iván Sherman, empresario y coleccionista colombiano, se apasionó con la historia de las Islas y montó dos salas repletas de elementos de la guerra entre Argentina e Inglaterra. Por Juan Ignacio Cánepa.
Infobae
Sherman recibe a DEF en Miami. Foto: Fernando Calzada/DEF.
Miami debe ser uno de los últimos lugares en los que uno espera encontrar una colección de objetos de la guerra de Malvinas. Pero nunca hay que perder la capacidad de asombro. Miami no solo tiene un museo –por ahora privado– del conflicto del Atlántico Sur, sino que tiene uno muy completo y excelentemente curado.
El propietario es Iván Sherman, un empresario colombiano, coleccionista de memorabilia de todo tipo, en especial de objetos militares de las guerras estadounidenses, desde la Guerra de Independencia hasta la de Vietnam. DEF tuvo el privilegio de visitar su colección privada con objetos incunables de todo tipo. Es un trabajo de toda una vida que vale, con seguridad, cientos de miles de dólares; sin contar, claro, el esfuerzo y el sentimiento invertido.
Desde hace un año, aproximadamente, Sherman trabaja con mucha pasión en un nuevo proyecto: la guerra de Malvinas y la historia militar argentina. En este corto tiempo, ya montó dos containers acondicionados como salas de exhibición, donde se pueden apreciar los uniformes de las distintas unidades que participaron en la guerra, insignias de diverso tipo, cajas de raciones y las vituallas que se les entregaban a los soldados, entre otras cosas. Según Sherman, todo lo que está exhibido tiene la certificación de ser real y representativo de la época.
La colección privada incluye uniformes y armas del 82. Foto: Fernando Calzada/DEF.
-¿Cuándo empezó a coleccionar?
-Comencé desde muy joven. Me gustaba el coleccionismo –mi gran pasión–, pero sentía una gran atracción por la historia. Desde los 12 años me gustan las humanidades y con el tiempo eso se fue incrementando. Luego, en mi vida profesional, me desarrollé en el campo empresarial: estudié administración de empresas, luego finanzas y mercadeo. Pero siempre tenía algo "en el closet", esa pasión por el coleccionismo y la historia. Al punto que muchas de las cosas que tengo exhibidas salieron a la luz apenas hace cuatro años. Estaban en cajas guardadas.
-De todas formas, del mero acopio de objetos a clasificarlos, ordenarlos y presentarlos hay un paso y un trabajo grande.
-Dicen que uno replantea paradigmas cuando está en momentos difíciles y que solamente el ser humano ha avanzado cuando replanteó paradigmas. En la crisis inmobiliaria de 2007-2008, en vez de estar dedicado a la angustia que me generaba tener una inversión muy alta en real estate, me dediqué a viajar y coleccionar cosas de la Segunda Guerra Mundial. Me servía de catarsis y de escape, porque era mi hobbie. A partir de ahí, me dediqué a organizar y a darle un sentido lógico a todo lo que tenía. Pero para ser sincero, nunca pensé en el punto de llegada. Para mí, siempre fue un punto de partida esto del coleccionismo. Tenía claro que me gustaba coleccionar, pero no era consciente de que esto iba a terminar en museos.
-¿Ahora cambió esa idea?
-Llega la edad y las realizaciones, y uno comienza a buscar otro tipo de logros. Uno empieza a tener la necesidad de trascender a través de una obra. Hoy estoy pensando si armar un máster plan que cubra todos los museos, o hacer distintos museos más pequeños, pero cada uno con su personalidad y su vida propia.
-¿Cómo llegó al tema Malvinas?
-Un empresario amigo me pidió que recibiera a unas personas de Argentina a las que les podía interesar mi colección. Acepté, pero le advertí que solo media hora, porque estaba con algunos problemas laborales y personales –mi papá atravesaba un cáncer–. Era un mal momento y reconozco que no fui lo más cortés, aunque tampoco grosero. Me di cuenta de que uno de ellos entendía lo que yo decía y que sabía el tema. En ese mismo momento googleé su nombre, Gabriel Fioni, y vi que tenía un museo en Oliva, Córdoba. Para hacer corta la historia, eran las doce de la noche, había dejado a mi mujer, a mi papá enfermo, a todos y seguía con él. A los diez días de eso, estaba en Oliva conociendo el museo y toda su obra.
Vituallas originales de la guerra de Malvinas, entre los elementos en exposición. Foto: Fernando Calzada/DEF.
-¿Qué fue lo que lo atrajo de esa manera?
–Entendí cómo un museo puede transformar a un pueblo y cómo todo un pueblo puede trabajar en función de una colección. Y dije para mí: "Uauuu, me encanta esto". Entonces me decidí a hacer una sala Malvinas en Miami y le pedí a Gabriel Fioni que me ayudara a armarla. Así empezamos a juntar cosas de todo el mundo.
La curaduría que hacemos es súper estricta. Lo que no va, no va. Me lo dijo un veterano: "Es la sala más profesional que he visto". Se respetan todos los detalles, no se violenta nada. Se le ha dado todo el cariño y el respeto por la causa.
-¿Cómo es que hizo tan suya una causa que es de un país ajeno?
-Cuando yo estaba en Argentina, me llamó uno de mis socios. Le dije que estaba en Oliva, Córdoba. Él, que es mexicano pero conoce muy bien Argentina, no conocía el pueblo. Cuando volví, me preguntó qué iba a hacer. Le conté la idea de la sala sobre la Guerra de Malvinas y me dijo: "Muy bien, ingleses de mierda". Después, cuando hablé de la idea de Malvinas en mi oficina, todos estaban con la causa. Yo soy un hombre de mercadeo, enamorado de los estudios cualitativos. Cuando preguntaba qué les parecía, si hacía una sala Malvinas, me respondían que les parecía maravilloso, porque fue una cosa espantosa lo que "nos" hicieron. "Nos". La percepción en América Latina es que eso es una vena rota para toda la Región. La gente lo toma de manera personal, tal vez, por reflejo de la lucha anticolonialista. Incluso, cuando vi la reacción de los veteranos, los que pelearon de verdad, ellos me transmitieron que sienten que es una causa noble, alejada de toda política. Todos sienten orgullo. Entonces, creo que es una causa noble y, en cierta medida, latinoamericana.
-¿Lo acompaña su familia en la aventura coleccionista?
-Tengo un nieto que esta enamorado de esta actividad y de la historia. Le pidió a su padre que lo mandara en el curso de verano a visitar museos. También a uno de mis hijos. Indudablemente, esto aflora en el momento que tiene que ser. Tengo tres hijos y dos nietos. Todo esto va a quedar en un trust para que dé su fruto y no traten de desbaratarlo. Hoy por hoy, es una colección privada de la historia de la militaria mundial, pero yo sé que esto va a termina en algo más abierto.
-Hay una intención de legado…
-Hasta el más duro y hostil acumulador, cuando ve que hay una causa y un legado, se desprende de las cosas. Qué sería de los romanos, si no hubieran hecho obras. Nada. He encontrado que grandes hombres terminan siendo más grandes cuando dejan un legado y no solamente plata en el banco. Entonces, me rodeo de personas que me inspiran, como en el caso de Malvinas.
*La versión original de esta nota fue publicada en la Revista DEF N. 125
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Sherman recibe a DEF en Miami. Foto: Fernando Calzada/DEF.
Miami debe ser uno de los últimos lugares en los que uno espera encontrar una colección de objetos de la guerra de Malvinas. Pero nunca hay que perder la capacidad de asombro. Miami no solo tiene un museo –por ahora privado– del conflicto del Atlántico Sur, sino que tiene uno muy completo y excelentemente curado.
El propietario es Iván Sherman, un empresario colombiano, coleccionista de memorabilia de todo tipo, en especial de objetos militares de las guerras estadounidenses, desde la Guerra de Independencia hasta la de Vietnam. DEF tuvo el privilegio de visitar su colección privada con objetos incunables de todo tipo. Es un trabajo de toda una vida que vale, con seguridad, cientos de miles de dólares; sin contar, claro, el esfuerzo y el sentimiento invertido.
Desde hace un año, aproximadamente, Sherman trabaja con mucha pasión en un nuevo proyecto: la guerra de Malvinas y la historia militar argentina. En este corto tiempo, ya montó dos containers acondicionados como salas de exhibición, donde se pueden apreciar los uniformes de las distintas unidades que participaron en la guerra, insignias de diverso tipo, cajas de raciones y las vituallas que se les entregaban a los soldados, entre otras cosas. Según Sherman, todo lo que está exhibido tiene la certificación de ser real y representativo de la época.
La colección privada incluye uniformes y armas del 82. Foto: Fernando Calzada/DEF.
-¿Cuándo empezó a coleccionar?
-Comencé desde muy joven. Me gustaba el coleccionismo –mi gran pasión–, pero sentía una gran atracción por la historia. Desde los 12 años me gustan las humanidades y con el tiempo eso se fue incrementando. Luego, en mi vida profesional, me desarrollé en el campo empresarial: estudié administración de empresas, luego finanzas y mercadeo. Pero siempre tenía algo "en el closet", esa pasión por el coleccionismo y la historia. Al punto que muchas de las cosas que tengo exhibidas salieron a la luz apenas hace cuatro años. Estaban en cajas guardadas.
-De todas formas, del mero acopio de objetos a clasificarlos, ordenarlos y presentarlos hay un paso y un trabajo grande.
-Dicen que uno replantea paradigmas cuando está en momentos difíciles y que solamente el ser humano ha avanzado cuando replanteó paradigmas. En la crisis inmobiliaria de 2007-2008, en vez de estar dedicado a la angustia que me generaba tener una inversión muy alta en real estate, me dediqué a viajar y coleccionar cosas de la Segunda Guerra Mundial. Me servía de catarsis y de escape, porque era mi hobbie. A partir de ahí, me dediqué a organizar y a darle un sentido lógico a todo lo que tenía. Pero para ser sincero, nunca pensé en el punto de llegada. Para mí, siempre fue un punto de partida esto del coleccionismo. Tenía claro que me gustaba coleccionar, pero no era consciente de que esto iba a terminar en museos.
-¿Ahora cambió esa idea?
-Llega la edad y las realizaciones, y uno comienza a buscar otro tipo de logros. Uno empieza a tener la necesidad de trascender a través de una obra. Hoy estoy pensando si armar un máster plan que cubra todos los museos, o hacer distintos museos más pequeños, pero cada uno con su personalidad y su vida propia.
Un sentimiento regional
-¿Cómo llegó al tema Malvinas?
-Un empresario amigo me pidió que recibiera a unas personas de Argentina a las que les podía interesar mi colección. Acepté, pero le advertí que solo media hora, porque estaba con algunos problemas laborales y personales –mi papá atravesaba un cáncer–. Era un mal momento y reconozco que no fui lo más cortés, aunque tampoco grosero. Me di cuenta de que uno de ellos entendía lo que yo decía y que sabía el tema. En ese mismo momento googleé su nombre, Gabriel Fioni, y vi que tenía un museo en Oliva, Córdoba. Para hacer corta la historia, eran las doce de la noche, había dejado a mi mujer, a mi papá enfermo, a todos y seguía con él. A los diez días de eso, estaba en Oliva conociendo el museo y toda su obra.
Vituallas originales de la guerra de Malvinas, entre los elementos en exposición. Foto: Fernando Calzada/DEF.
-¿Qué fue lo que lo atrajo de esa manera?
–Entendí cómo un museo puede transformar a un pueblo y cómo todo un pueblo puede trabajar en función de una colección. Y dije para mí: "Uauuu, me encanta esto". Entonces me decidí a hacer una sala Malvinas en Miami y le pedí a Gabriel Fioni que me ayudara a armarla. Así empezamos a juntar cosas de todo el mundo.
La curaduría que hacemos es súper estricta. Lo que no va, no va. Me lo dijo un veterano: "Es la sala más profesional que he visto". Se respetan todos los detalles, no se violenta nada. Se le ha dado todo el cariño y el respeto por la causa.
-¿Cómo es que hizo tan suya una causa que es de un país ajeno?
-Cuando yo estaba en Argentina, me llamó uno de mis socios. Le dije que estaba en Oliva, Córdoba. Él, que es mexicano pero conoce muy bien Argentina, no conocía el pueblo. Cuando volví, me preguntó qué iba a hacer. Le conté la idea de la sala sobre la Guerra de Malvinas y me dijo: "Muy bien, ingleses de mierda". Después, cuando hablé de la idea de Malvinas en mi oficina, todos estaban con la causa. Yo soy un hombre de mercadeo, enamorado de los estudios cualitativos. Cuando preguntaba qué les parecía, si hacía una sala Malvinas, me respondían que les parecía maravilloso, porque fue una cosa espantosa lo que "nos" hicieron. "Nos". La percepción en América Latina es que eso es una vena rota para toda la Región. La gente lo toma de manera personal, tal vez, por reflejo de la lucha anticolonialista. Incluso, cuando vi la reacción de los veteranos, los que pelearon de verdad, ellos me transmitieron que sienten que es una causa noble, alejada de toda política. Todos sienten orgullo. Entonces, creo que es una causa noble y, en cierta medida, latinoamericana.
-¿Lo acompaña su familia en la aventura coleccionista?
-Tengo un nieto que esta enamorado de esta actividad y de la historia. Le pidió a su padre que lo mandara en el curso de verano a visitar museos. También a uno de mis hijos. Indudablemente, esto aflora en el momento que tiene que ser. Tengo tres hijos y dos nietos. Todo esto va a quedar en un trust para que dé su fruto y no traten de desbaratarlo. Hoy por hoy, es una colección privada de la historia de la militaria mundial, pero yo sé que esto va a termina en algo más abierto.
Malvinas es una causa noble y, en cierta medida, latinoamericana
-Hay una intención de legado…
-Hasta el más duro y hostil acumulador, cuando ve que hay una causa y un legado, se desprende de las cosas. Qué sería de los romanos, si no hubieran hecho obras. Nada. He encontrado que grandes hombres terminan siendo más grandes cuando dejan un legado y no solamente plata en el banco. Entonces, me rodeo de personas que me inspiran, como en el caso de Malvinas.
*La versión original de esta nota fue publicada en la Revista DEF N. 125